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término es felizmente ambiguo, puesto que remite a la vez a Ia idea de una relacién variable y a la de un uso). Tales son (quid) las tres imaginaciones del signo. Sin duda es posible vincular a cada una de ellas un de- terminado nimero de creaciones diferentes, en los Orde nes més variados, pues nada de lo que se constraye hoy en el mundo escapa al sentido. Para seguir en el orden de la creacién intelectual (reciente), entre las obras de la imaginaci6n profunda (simbélica), se podra citar ka cri- tica biogtifica o histérica, ta sociologia de las evisiones», la novela realsta 0 introspectiva, y de una manera gene ral, las artes 0 los lenguajes «expresivos», postulando un significado soberano, extrafdo ya sea de una interioti- dad, ya sea de una historia, La imaginacién formal (0 paradigmética) implica una atencién aguda a la varia- cién de una serie de elementos tecurrentes; se vinculard pues a ese tipo de imaginacién el suefio y Ios relatos ont ricos, las obras fuertemente temticas y aquellas cuya es- tética implica el jucgo de ciertas conmutaciones (las no~ velas de Robbe-Grillet, por ejemplo). La. imaginacién fancional (0 sintagmtica)alimenta finalmente todas las obras cuya fabricacion, por ensamblaje de elementos dlscontinaos y méviles, constituye el especticulo mis- mo: la poesia, el teatro épico, la nnsica serial y Jas com- posiciones estructurales, de Mondrian a Butor. 1962, Arguments. 2a LA ACTIVIDAD FSTRUCTURALISTA Qué es el estructuralismo? No es una escuela ni si- quiera un movimiento (al menos todavia no), pues la mayoria de los autores que suelen asociarse a ese térmi no distan mucho de sentirse ligados entre si por una so- lidaridad de doctrina 0 de combate. Apenas es un léxi- co: estructura es un término ya antiguo (de origen ana- témico o gramitico).' hoy muy usado: todas las ciencias sociales recurren abundantemente a él, y el uso de la pa- labra no puede distinguir a nadie, a no ser que se pole: mice sobre el contenido que se le da; funciones, formas, signos y significaciones no son mucho més pertinentes; hoy en dia son palabras de uso comtin a las que se soli- cita y de las que se obtiene todo lo que se quiere, y so- bre todo camuflar el viejo esquema determinista de la causa y del producto; sin duda hay que remontarse.a emparejamientos como los de significante-significado y sincronia-diacronia para aproximarse a lo que distingue al estructuralismo de otros modos de pensamiento; el primero porque remite al modelo lingiistico, de origen saussuriano, y que al lado de la economia, la lingistica 1. Sens er Usages du terme Structure, Mouton & Co, La Haya, 1962 293 es, en el estado actual de las cosas, fa ciencia misma de In estructura; el segundo, de un modo més decisivo, porque parece implicar una cierta revisién de la nocién de historia, en la medida en que la idea de sincronia (a pesar de que en Saussure éste sea un concepto sobre todo operatorio) acredita una cierta inmovilizacién del tiempo, y en que la de diacronia tiende a representar el proceso historico como una pura sucesién de formas; este ultimo emparejamiento es tanto més distintivo cuanto parece que le principal resistencia al estructura lismo sea hoy de origen marxista y que se centre en tor~ no a la nocidn de historia (y no de estructura); de todos, todos es probablemente el recurso serio al léxico de Ia significacién (y no a la palabra misma, que, paradéjica- ‘mente, no es nada distintiva), en el que hay que ver en definitiva el signo hablado del estructuralismo: si vigi- Jamos a quien emplee significante y significado, sincronta y diacronfa, sabremos si la visién estructuralista esté |, constituida, Billo es vilido para el metalengusje intelectual, que usa expiicitamente conceptos metodolégicos. Pero como el estructuralismo no es.ni una escuela ni un movi- imiento, no hay motives para reducirlo a priori, ni si- quiera de un modo problemitico, al pensamiento cien- tifico,y es preferible tratar de buscar su descripeién mis amplia,(si no la definicién) en un nivel distinto al det lenguaje reflexivo. En efecto puede presumirse que exis- ten escritores, pintores, muisicos, para quienes un deter- inado ¢jercicio de la estructura (y ya no solamente su pensamiento) representa una experiencia distintiva, y ¢ {gue hay que situar a analistas y a creadores bajo el sig-, rho comtin de lo que podria llamarse el hombre estructu- ral, definido, no por sus ideas 0 sus lenguajes, sino por :* su imaginacién, 0 mejor ain su imaginario, es decir el - modo con que vive mentalmente la estructura. 294 Puede decitse pues que en relacién con tédos sus usta rios, el estructuralismo es esencialmente una actividad, 1s decir la sucesién regulada de un cierto mimero de operaciones mentales: podria hablarse de actividad es- tructuralista como se ha hablado de actividad surrealis- ta (por otra parte quizé el surrealismo haya producido la primera experiencia de la literatura esteuctural, algin dig habré que volver a tratar este punto). Pero antes de ver cules son estas operaciones, hay que decir algo acerca de su fi. El objetivo de toda actividad estructuralista, tanto si es reflexiva como poética, es reconstruir un «objeto», de miiodo que en esta reconstruccin se manifiesten las re- glas de funcionamiento (las efunciones») de este objeto. La estructura es pues en el fondo un siyulacro del obje- to, pero un simulacro dirigido, interesado, puesto que el objeto imitado hace aparecer algo. que-permanecia invi- sible, o, si se prefiere asi, ninteligible én el objeto natu- ral, BL hombre estructural tonta lo real; lo descompone y Iuego vuelve a recomponerlo; en apariencia es muy poca cosa (lo“qué mueve a decir a algutios que el trabajo es- tructuralista es sinsignificante, carehte de interés, inti, etc.»). Sin embargo, desde otto punto de vista, esta poca cosa es decisiva; pues entre.los dos abjetos 0 los dos tiempos de la actividad estructuralista, se produce algo nuevo, y esto nuevo es nada menos que lo inteligible ge- nerak: el simulacro ¢s el intelecto aftadido al objeto, y esta adicién tiene un valor antropolégico, porque es el hombre mismo, su historia, su sitaacién, su libertad y la resistencia misma que la naturaleza opone a su espiritu, ‘Vemos pues por qué hay que hablar de actividad eé- tructuralista: la creacién o la reflexién no son aqui «im presién» original del mundo, sino fabricaci6n verdade- 295 ra de un mundo que se asemeja al primero, no para co- piarlo, sino para hacerlo intligible. Este es el motivo de que pueda decirse que el estructuralismo es esencial- mente una actividad de imitacién, y en este aspecto, propiamente hablando, no hay ninguna diferencia tée- nica entre el estructuralismo cientifico de una parte, y la literatura en concreto, el arte en general, de otra: ambos proceden de una mimesis fundada no en la analogia de las sustancias (como en el arte llamado realista) sino en la de las funciones (que Lévi-Strauss llama homologia) Cuando Troubetskoy reconstruye el objeto fonético bajo Ja forma de un sistema de variaciones, cuando Georges Dumézil clabora una mitologia funcional, cuando Propp construye un cuento popular creado por estruc~ turacién de todos los cuentos eslavos que previamente ha descompuesto, cuando Claude Lévi-Strauss reen- cuentra el funcionamiento homolégico de lo imagina~ rio totémico, G. G. Granger las reglas formales del pen samiento econémico 0 J.-C. Gardin los rasgos pertinen~ tes de los bronces prehistéricos, cuando J.-P. Richard descompone el poerna mallarmeano en sus vibraciones distintivas, no hacen nada distinto de to que hacen ‘Mondrian, Boulez 0 Butor cuando ensamblan un deter- minado objeto, que se lamaré precisamente composi- in, a través de Ix manifestacion regulada de determi- hhadas unidades y de determinadas asociaciones de estas tunidades. Poco importa que el primer objeto sometido ala actividad de simulacro venga dado por el mundo de tun modo ya reunido (en el caso del andlisis estructural que se ejerce sobre una lengua, una sociedad o una obra constitaidas) o atin disperso (en el caso de la «compo- siciGne estructural), que este objeto primero proceda de la realidad social 0 de la realidad imaginaria: la natura- leza del objeto copiado no es lo que define un arte (pre- juicio sin embargo tenaz de todos los realistas), sino lo 296 que el hombre le atade al reconstruielo: la téenica es el ser mismo de toda creacién. O sea, que el estructuralis- mo existe de un modo distintivo, en relacién con otros maodos de anslisis 0 de creacién, en la medida en que los fines de la actividad estructuralista estin indisoluble- ‘mente ligados a una técnica determinada: se recompo: ne el objeto para hacer aparecer funciones, y, por decir- To asi, es el camino el que hace la obra; éste es el moti- vo de que haya que hablar de actividad, mas que de obra estructuralista La actividad estructuralista comporta dos operacio- nes tipicas: recorte y ensamblaje. Recortar el primer ob- joto, el que se da a la actividad de simalacro, equivale a encontrar en él fragmentos moviles cuya situacién dife- rencial engendra un determinado sentido; el fragmento en si carece de sentido, pero es tal que la menor varia- cién aportada a su configuracién produce un cambio del conjunto; un cuadrado de Mondrian, una serie de Pousseur, un versiculo del Mobile de Butor, el wmite- maven Lévi-Strauss, el fonema en los fondlogos, el «tema» en determinado eriticoliterario, todas estas uni- ‘dades (sea cual sea su estructura intima y su extensién, muy diferentes segiin los casos) sélo tienen existencia significativa por sus fronteras: las que les separan de las otras unidades actuales del discurso (pero éste es un problema de ensamblaje), y también las que les distin- guen de otras unidades virtuales, con las que’ forman una determinada clase (que los linguistas aman para- digma); esta nocién de paradigma parece ser esencial para comprender lo que es la visién estructuralista: el paradigma es una reserva, tan limitada como sea posi- ble, de objetos (de unidades), fuera de la cual se llama, por un acto de cita, al objeto 0 unidad que se quiere do- tar de un sentido actual; o que caracteriza al objeto pa- radigmético €s que, respecto a los demas objetos de su 297 clase, esté en una cierta relacién de afinidad y de dese rmejanza: dos unidades del mismo paradigma deben pa recerse un paco para que la diferencia que las separa tenga la evidencia de un resplandor: es preciso que sy £ tengan a un tiempo un rasgo comin (la dentalidad) y tun rasgo distintivo (la presencia 0 la ausencia de sono- ridad) para que en francés no atribuyamos el mismo sentido a poisson (pescado) y a poison (veneno); es pre iso que los cuadrados de Mondrian sean’a un tiempo afines por si forma de cuadrados y desemejantes por la proporcién y el color; es preciso que los automéviles norteamericanos (en Mobile de Butor) seart incesante- ‘mente inspeccionados del mismo modo, pero también que difieran cada vez por la marca y el color; es preciso que los episodiaé del mito de Fdipo (en el anilisis de Lévi-Strauss) sean aun tiempo idénticos y variados, para que todos estos disctrsos y estas obras seai inteli- gibles. La operacién del recorte produce asi"un primer estado disperso del simulacro, pero las unidades de la estructura en modo alguno son anarquicas: antes de ser distribuidas y encerradas en la covitinuidad de ta com posicién, cada una forma con su propia reserva virtual ‘un organismo inteligente, sometido a un principio mo tor soberano: el de la menor diferencia ‘Una vez propuestas las unidades, el hombre estruc- tural debe descubrirles o Ajarles reglas de asociacién: Esti es la actividad del ensamblaje,.que succie a la acti- vidad de llamada. Como es sabido, la sintaxis de las ar- tes.y de los discursos es extremadamente variada; pero Jo que encontramos en toda obra de proyecto estructu- ral es la sumisién a obligaciones regulares, cuyo forma- listio, impropiamente incriminado,, importa mucho menos que la estabilidad; pues lo que se produce en este estadio segundo de la actividad de simulacro es una es- pecie de combate contra el azar; ésta es Ia causa de que 298 las obligaciones de recurrencia de las unidades tengan tun valor casi demitirgico: por el retorno regular de las tunidades y de las asociaciones de unidades, la obra pa- rece construida, es decir, dotada de sentido; los lingtis- tas llaman a estas reglas de combinacién formas, y seria muy interesante mantener este empleo riguroso de una palabra demasiado empleada: Ia forma, se ha dicho, es Jo que permite a la contigtidad de las unidades no apa- recer como un puro efecto del azar: la obra de arte es lo gue el hombre arranca al azar. Ello quiza permits com prender, de una parte, por qué las obras lammadas no fi- gurativas son, a pesar de todo, obras en el mayor grado, ya que el pensamiento humano no se inseribe en la ana~ logfa de las copias y de los modelos, sino en la regulari- dad de los conjuntos, y de otra parte, por qué estas mis- ‘mas obras se muestran precisamente como fortuitas y por ello mismo initles a los que no advierten en ellas ninguna forma: ante un cuadro abstracto, Kruschef in discutiblemente se equivoca al no ver mas que el rastro de una cola de asno paseada por ia tela; al menos sabe a su manera que el arte es una cierta conquista del azar (olvida sencillamente que toda regla se aprende, tanto si se quiere aplicarla como descftaria) El simulacro asi edificado no devuelve el mundo tal como lo ha tomado, y la importancia del estructuralis- ‘mo reside ahi. En primer lugar, manifiesta una catego- ria nueva del objeto, que no es ni lo real ni lo racional, sino lo furicional, vinculindose asi a todo un complejo cientifico que se esta desarrollando en torno a investiga~ ciones sobre la informacién. En segundo lugar y sobre todo, saca a plena luz el proceso propiamente humano por el cual los hombres dan sentido a las cosas. gEs esto algo nuevo? En cierta medida, si; evidentemente en nin~ guna época el mundo ha cesado de buscar el sentido de To que se le da y de lo que produce; Jo que es nuevo es 299 un pensamiento (0 una «poéticar) que busca, mas que asignar sentidos plenos alos objetos que descubre, saber como el sentido es posible, a qué precio y segin qué vias. Inluso podria decirse que el objeto del estructura- lismo no es et hombre rico de ciertos sentidos, sino el hombte fabricador de sentidos, como si en modo algu- 1o fuese el contenido de los sentidos lo que agotase los fines seménticos de la humanidad, sino tnicamente el acto por el que se producen estos sentidos, variantes histéricas, contingentes. Homo significans: éste seria el nuevo hombre de la investigaci6n estructural Segitn decia Hegel? el antiguo griego se asombraba de lo natural de la naturaleza; le prestaba incesantemente ofdo, interrogaba el sentido de las fuentes, de las mon- taias, de los bosques, de las tempestades; sin saber lo que todos estos abjetos le decian de un modo concreto, advertia en el orden vegetal 0 césmico un inmenso tem bior del sentido, al que dio el nombre de un dios: Pan. Desde entonces a hoy, la naturaleza ha cambiado, se ha convertido en social: todo lo que se ha dado al hombre ¢s ya humano, hasta el bosque y el rio que cruzamos cuando viajamos. Pero ante esta naturaleza social que ¢s sencillamente la cultura, el hombre estructural no es distinto del antiguo griego: también él presta oido a lo natural dela cultura, y percibe sin cesar en ella, mas que sentidos estables, terminados, «verdaderos», el temblor de una maquina inmensa que es la humanided proce- diendo incansablemente a una creacién del sentido, sin Ja cual ya no seria humana. ¥ es debido a que esta fa bricacién del sentido es a sus ojos mas esencial que los sentidos mismos, debido a que la funcién es extensiva a 2. Lepons sur la philosophie de Phistoire, Vein, 1946, p. 212, 300 Jas obras, que el estructuralismo se hace a si mismo ac- tividad y remite a una misma identidad el ejercicio de ka obra y la obra misma: una composicién serial o un ané- lisis de Lévi-Strauss sélo son objetos en tanto que han sido hechos: su estado presente es su acto pasado: son hhabiendo-sido-hechos el artista, el analista, rehace el ca mino del sentido, no tiene que designario: su funcién, para volver al ejemplo de Hegel, es una manteia; como ¢l adivino antiguo, dice el lugar del sentido, pero no lo nombra. ¥ debido a que la literatura, en concreto, es un arte de la adivinacién, es a la vez inteligible ¢ interro ggante, hablante y silenciosa, comprometida en el mun- do por el camino del sentido que rehace con él, pero liberada de los sentidos contingentes que el mundo labora: respuesta a quien la consume, y sin embargo siempre pregunta a la naturaleza, respuesta que interro- ‘ga y pregunta que responde. iCémo, pues, el hombre estructural puede aceptar la acusaci6n de irrealismo que a veces se le dirige? ;Aca- $0 las formas no estin en el mundo, no son responsa- bles? Lo que ha habido de revolucionario en Brecht, es vvordaderamente el marxismo? {No ha sido més bien la decisién de vincular al mnarxismo, en el teatro, el lugar de un reflector o el desgaste de una prenda de ropa? El estructuralismo no retira la historia del mundo: trata de ligar a la historia, no’s6lo contenidos (lo cual'se ha he: cho mil veces), sino también formas, no s6lo:lo mate~ rial, sino también lo inteligible, no sélo lo ideolégico, sino también lo estética. Y precisamente porque todo Pensamiento sobre lo inteligible histérico es también participacin en este inteligible, sin duda al hombre es- ‘ructural le importa poco el durar: sabe que el estructu- ralismo es también una éeterminada forma del mundo, que cambiaré con el mundo; y del mismo modo que prueba su validez (pero no su verdad) en su capacidad 3e1 para hablar los antiguos lenguajes ‘del mundo de una manera nueva, sabe que bastaré que surja de la historia tun nuevo lenguaje que le hable a su vez, para que su ta- rea haya terminado. 1963, Lettres Nouvelles. 30a LA BRUYERE La Bruyére ocupa en la cultura francesa un lugar ambiguo:! la escuela le reconoce una gran importancia, convierte sus méximas, su arte, st papel histérico en te- ‘mas de redaccién; se exalta a un tiempo su conocimien- to del Hombre y su premonici6n de una sociedad més justa (ES la idea de humanidad, decia Brunetitre, que ‘empieza a apuntar); se hace de él (paradoja inestimable) un clisico y un deméerata, Sin embargo, fuera de la es- cuela, la mitologia de La Brayére.es.pobre: no ha sido insertado en ninguno de esos grandes didlogos que los cescritores franceses siempre han tenido entre sf, de un siglo a otro (Pascal y Montaigne, Voltaire y Racine, Va~ lery y La Fontaine}; la misma critica apenas se ha preo- cupado por renovar ia imagen, tan escolar, que tenemos de él; su obra no se ha prestado a ninguno de los nue- vos lenguajes de nuestro siglo, no ha interesado ni a los historiadores, ni alos fil6sofos, ni a los soci6logos, ni a los psicoanalistas; en una palabra, exceptuando la sim- patia de un Proust, citando alguna méxima penetrante (Estar con la gente ala que se quiere, eso basta; soar, ha 1. Prefacio a: La Bruyére, ee Cavactres, Paris, Le monde en 10-38 (1963). 303

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