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CAPITULO TIT GENERALIDADES Patologta del hombre eriminal Los criminales de ocasién (27) 6 criminaloi- des me han mostrado (como se diria en el len- guaje bacteriolégico) atonuados, aunque 4 e sar de esto bien visibles, los varacteres de criminales de oficio. En ellos, la sensibilidad es menos obtusa, las reflexiones mas regulares, jas anomalias menos frecuentes, sobre todo en el crdneo; ofrecen, sin embargo, algunos ca- racteres anormales, tales como los cabellos muy negros de los ladrones domésticos y la zurdez tan comtin entre los estafadores; en todos se observa una ‘grande impulsividad, y lo que es mas digno de tenerse en cuenta, mayor pre- cocidad. fambién se cuentan entre ellos algu- nas reincidencias. Sera suficiente citar i los Jadronzuelos y bus- conas, que son los que cuentan_ menos edad y més reincidencias, y por consiguiente los menos afectados de los caracteres de degeneracién y hereditarios de todos los criminales. El delincuente por herencia y el delineuente de oficio se diferencian, segin Ferri, del delin- cuente de ocasidn; el primero es impulsado al erimen por una fuerza interna, adquirida 6 G7) Véase Liuomo delinguente, UL v., 34 edic., 18%y. 58 LOS CRIMINALES innata, que germina en él el extraiio placer que experimenta cuando obra mal; empero el ultimo al ser impelido por un impulso exterior, no es retenido en Ja honradez por una repug- nancia suficientemente fuerte. Yo creo, sin embargo, que todo esto se reduce 4 una cuestién de grados. De la misma forma que inferiores 4 los imbéciles, reconocemos 4 los semiimbéciles, asi hay un criminaloide, tipo mds infimo que el criminal por herencia; dicho criminaloide es un hombre que no se siente arrastrado al crimen mas que en las ocasiones solemnes. Desgraciadamente 1a ocasién es siempre el pun- to de partida de un hdbito; y la falta de re- pugnancia lleva, por la repeticién de los mis- mos actos, 4 deleitarse mds y més vivamente cada vez en éstos. En efecto, preguntase: {por qué todos los hombres que sufren un agravio no lo vengan matando al ofensor? Por qué todos los que saben que son enga- fiados por una mujer, no la asesinan? La ocasién no hace el ladrén, le revela, ha dicho muy profundamente M. Garofalo (Cri- avinologie, 2." edition, 1890). La ocasién no obra por si misma mds que sobre una disposi- cién Interna del sujeto, causada bien por la herencia, ya por la educacién, 6 mejor por una eombinacién de ambas, pero en todo caso, por la accidn directa 6 indirecta del medio ambien- te social, en el cual los antepasados del indivi- duo, como é1 mismo, desenvolvieron su vida. Eyraud me parece un ejemplo de criminaloi- de, ascendido con el tiempo 4 criminal] de ha- bito 6 profesional. La fisonomia de Byraud en nada responde 4 su_renombrada maldad. . Y no quiere decir esto que le falte ninguna nota de degeneracién, no; Ja oreja larga, 6,1 centimetros, esta cortada; protuberancia fron- LOS CRIMINALFS 69 tal izquierda muy desarrollada, con una ver- dadera asimetria; en torno de los ojos peque- fias arrugas anormales; los labios y las man- dibulas bastante desenvueltas, como se observa frecuentemente entre los libertinos. Asi todos estos caracteres no se encuentran en Eyraud, ni muy acentuados, ni demasiado numerosos; falta en él ese conjunto que constituye, 4 mi juicio, el tipo criminal. La craneometria no nos da resultados mds interesantes. La capacidad del créneo de Ey- raud debe ser igual 6 superior 4 la media; su frente ofrece un amplio desarrollo; solamente se puede observar en él la bracicefalia exage- rada, que se advierte frecuentemente en los homicidas. Eyraud tiene otro cardcter mds comtin 4 los criminales que 4 los hombres honrados. Nos referimos al predominio del grande cruzamen (longitud de Nos dos brazos) sobre la talla ge- neral del cuerpo; la estatura de Eyraud es de 1 metro 66 por un cruzamen de 172 en lugar de 1 metro 66. De sus funciones organicas, solamente dos me son conocidas; la actividad de sus sentidos, que es enorme y precoz, segtin se observa fre- cuentemente entre los homicidas; y su escri- tura que corresponde en su enérgica groseria— el desarrollo de Jas t y 7, el trazo vertical y pro- longacién de las letras,—é la manera de esecri- bir de los criminales; ella es en todo semejante & la oscritura de los bandidos y de los homici- das, cuyos facsimiles tengo expuestos en mi Atlas de L’Homme Criminal (planas XXII y XXIII), y 4 la del criminal por sugestién hip- nética (et XXX). Exceptuando la longitud de los brazos, la escritura y algunos caracteres fisionémicos, Eyraud no parece un criminal por herencia. Otro tanto sucede en su examen psicolégico. 60 LOS CRIMINALES El amor del mal por el mal, verdadero ca- racter del criminal de nae imiento, y muy par- ticularmente en los erimenes de sangre. no uede ser observado en él durante su infancia y su juventud. El no fué, hasta esta época, mas que un desertor y un ladronzuelo. La informa- cién judicial ha consignado que Eyraud era un hombre jovial, risuetio, pero al propio tiem- po brusco, violento, fécilmente propenso 4 la célera, Hegando muchas veces sin motivo serio hasta el furor, mujeriego con exceso, y capas de todo_por satisfacer las brutalidades de su pasién. La mujer, siempre la mujer, jhe aqui a nica preocupacién del acusado! Después de su crimen en América, se encontraba en todas as casas sospechosas. Durante su prisién, Eyraud hablaba incesan- temente de sus antiguos amores. Esto consti- uia en 6] una idea fija, wna constante obsesién de todas las horas, de todos los instantes. Esta ocura se traducia, en su celda, en actos que uardianes estaban obligados a evitar. “e desert6 por una mujer; por mujeres dila- pidé todo el capital que habia empleado en el comercio de cueros y filtros. Por otra mujer, en fin. se hizo asesino. Eyraud se enamoro perdidamente de su cém- plice, Gabriela Bompard, justamente porque ésta, criatura pervertida hasta la médula, tenia para él esa afinidad electiva, que se observa con anta frecuencia entre los criminales. Por ella y por causa de ella cometié el crimen; por ella y por causa de ella fué deseubierto y preso. ¢@No nos dice la historia que, luego de su huida 4 América, Eyraud intenté asesinar 4 una mujer que no quiso, 4 instancias suyas, abandonar e. domicilio conyugal? Lo, que aproxima en cierto modo 4 Eyraud al criminal por herencia, es su ligereza. El pasa con una rapidez extraordinaria de LOS CRIMINALES 61 una idea alegre 4 una idea triste; la misma in. coherencia se nota en su conversacién. Dandole un buen cigarro se calma inmediatamente su mal humor, Su inteligencia alcanza desarrollo muy intenso: habla el inglés, francés y portu- gués; le acompafiaba el éxito en todas sus em- presas, mas nunca se fijé en ninguna. Comer- ciando no hizo otra cosa que desperdiciar sus recursos. Hasta en la consumacioén del crimen, aunque se manifestaba la premeditacién, apa- recia también la ligereza. Quienquiera que haya seguide todas las cir- cunstancias del asesinato y de su preparacidn, advertira esa grande incoherencia que ha cau- sado la admiracién de los magistractos instruc- tores. Eyraud ha cometide imprudencias inexplica- bles, tontas; en Lyén yendo solo en un carrua- je con Gabriela Bompard, conduciendo el ca- daver de Goutfé, vagaba como un loco; y con- eluyé por desembarazarse del cadaver, en un sitio por donde paseaba mucha gente. El con- curso de circunstancias ha inducido @ creer que el asesino era un criminal habilfsimo. Nada mas erréneo. Eyraud tiene, del criminal de nacimiento, la insensibilidad moral, esa indiferencia por la vida de los hombres. esa espantosa y fria erueldad ene] crimen que, es innegable, traté de renovar en América contra M. Garanger. En suma, puede decirse, que en él existia un estafador, y sobre todo un libertino, un erimi- naloide, que luego fué un criminal de oficio, influfdo por la constante preocupacién de la mujer. Yo estoy absolutamente persuadido de que sin Gabriela Bompard, Miguel Eyraud no hubiera pasado de ser un simple estafador. Los caracteres fisionémicos del acusado, son por consiguiente, paralelos 4 sus indicaciones psicolégicas. 62 LOS CRIMINALES La falta de toda herencia morbosa en Ey- raud me confirma en mi opinién dé que no se puede. en determinadas ocasiones, tener una ase de certeza absoluta atendiendo 4 lo defec- tuoso de los examenes funcionales, verificados en el acusado. Por el contrario, Gabriela Bompard presenta segtin las fotografias que yo he visto y aten- diendo al brillantisimo informe de Brouardel, Ballet y Motet (28), todos los caracteres de los criminales de nacimiento, siquiera éstos sean, en las mujeres, mas excepcionales. Su talla es de 1 metro 46; el desarrollo de las caderas y de los pechos muy rudimentario; el indicio encefalico 81. Ella tiene los cabellos espesos, arrugas anormales, prematuras, pali- dez livida en el rostro, el lébulo de la oreja muy desarrollado, la nariz corta y remangada y la mandibula demasiado voluminosa para una mujer: Gabriela Bompard era, hemos de tenerlo muy en cuenta, un ejemplo de asime- tria en el rostro y de eurignatismo mongolia- no. Afiddase 4 todos estos caracteres, la hiper- estesia histérica del brigma, la anestesia del brazo izquierdo, la obtusidad de la vista, ol- fato, oido y gusto, en lo que se refiere al lado izquierdo de estos sentidos corporales, la dis- minucién de la potencia visual: el odio 4 su padre, la indiferencia, la apatia cinica que la hacia decir: «La fameuse malle: je ne savats pas quion y mettrait un huissier». No precisa mas para descubrir el tipo criminal. Todo el presti- gio de su belleza, demasiado ensalzada, provie- ne de la perniciosa y ligubre aureola con que Ja rodean sus precoces infamias. Su precocidad (menstruacién 4 los 8 afios de edad) y ardor en los desarreglos propios de su sexo, eran muy grandes. Este cardcter se rela- (28) Archives d’Anthropologie criminelle, 1891, Lyon. LOS CRIMTNALES 63 ciona ahora muy facilmente con su gusto san- guinario, homicida. Ella debia patrocinar de buen grado la idea de un asesinato. No confeccions por si_misma, dias antes del crimen, el saco fatal? gNo engafié 4 la victi- ma atrayéndola 4 sf y ayudando luego mate- rialmente 4 la perpetracién del asesinato? Des- pués del crimen, durmié tranquilamente en la misma habitacién, junto al cadaver de la vie- time (he observado esto también con freeuen- cia en los criminales de nacimiento. Véase mi Homme criminel). No veo que Gabriela Bompard obrara por sugestién hipnotica; la personalidad criminal no es aceptada, en todo caso, mas que por las gentes predispuestas al crimen. Una de mis enfermas, histérica, de moralidad mds que du- dosa, obedecia con tara prontitud siempre que se la sugeria la idea de ser un ratero, un Jadrén, tevolviéndose cuando se Ja ordenaba ser un sabio 6 un moralista (20). El cambio tan brusco que se observa en la conducta de Gabriela Bompard, puede expli- earse facilmente. De cémplice se torné en acu- sadora. {Por qué? Desde luego es este un nuevo tasgo, una costumbre que se advierte en los criminales asociados; se acusan mutuamente después de haber intentado atenuar su crimen, retendiendo que al cometerlos han padecido la influencia de sus cémplices. Asi, esta criminal, acorddndose de que era mujer, y aun de que poseia en grado elevado todas las costumbres de los malhechores, no pudo ahogar en solo su _pecho la vanidad del crimen; sintiéd la necesidad do hablar, de con- fiar su delito 4 un ‘tercero, representando asi una vez mas la comedia de Ja mujer virtuosa. (a9) Studi sull’ipnoti sme, 1889, 2." ediciéa. 64 LOS CRIMINALES Para desempefiar del todo su papel en esta comedia, impulsé 4 ese tercero en discordia a denunciar 4 su cémplice, sin comprender, gra- cias 4 la imprevisién que parece Innata en to- dos los criminales de nacimiento, el peligro 4 que, con tal delacién, ella se exponia. A esta imprevisién debemos afiadir la conviccién ab- soluta, que las naturalezas de esta indole abri- gan de sus propias mentiras. El origen de todas estas inclinaviones se re- monta 4 la herencia. Gabriela Bompard tuvo un tio paterno de un cardcter muy extravagan- te, y uno materno que padecia enajenacién mental en el momento de morir. Su_madre murio 4 los treinta y cinco aiios de edad, cuando ella contaba trece, 4 conse- cuencia de una pulmonia aguda; era una mu- jer de una salud muy delicada y un poco apd- tica. Gabriela Bompard, segiin el testimonio de su padre, sufrié de convulsiones en su infan- cia (Brouardel), lo que nos hace suponer la existencia de una antigua meningitis infantil. Aun de nifia, tenia un carécter muy raro. Se ha dicho de ella «que era viciosa, embustera, aficionadisima 4 los hombres y al lujo» ( Brouar- del.) Ella dijo en cierta ocasién 4 su padre: Me- jor quiero ir & presidio que coser una camisa; expresién perfectamente acorde con la pereza y el horror del criminal de nacimiento al tra- bajo. No se quiso casar, porque segun decia al autor de sus dias. un hombre solo no era bas- tante para ella. Elia distingufa el bien y el mal, pero no era capaz de refrenar sus malos im- pulsos. A los doce afios, no pudiendo su padre so- portarla en casa, la recluyé en un convento de Nancy, y luego en Ipres y Fourmies. Perma- neciéd un afio en estos lugares hasta que la su- LOS CRIMIN ALES 65 periora invité a su padre @ que la reprendiera «por su conducta depravada y por sus propdsi- tos contra las religiosas, los confesores, etc.» Entonces se dijo de ella, que era tan perdida como una mujer viciosa de 40 aiios. Salié del convento de Fourmies para ir 4 Lille (1883), donde se la colocé al cuidado de una institutriz incapaz de sujetarla. Después ingresé en la institucién de unas monjas de Mar?. Luego, expulwada de aqui, estuvo en el con- vento del Buen Pastor de Arras (segundo se- mestre de 1883). He aqui la verdadera criminal de nacimiento. El criminal vergonzante (30), honrado per accidens, es decir, en apariencia, es el contra- peso del criminal de ocasién. Esta clase abun- da entre los hombres politicos. Sucede con har- ta frecuencia, que la politica, la lucha en la sociedad y en no pocas ocasiones también la religién, sirven de valvula de seguridad y aun de encubridoras 4 diferentes tendencias crimi- nales, gracias al misoneismo, que hace al cri- minal mas dispuesto que al hombre honrado 4 acoger las novedades. Explicase asi esto, porque hombres que presentan cel tipo criminal muy bien caracterizado con anomalias neuropaticas muy marcadas», no solamente estdn exentos de todo delito de derecho comin, «sino que hasta se les ve entregados con una abnegacién ex- traordinaria 4 los deberes politicos». No es dificil explicarse en virtud de qué afi- nidad profunda, los presos por delitos politi- cos se sienten frecuentemente atraidos, duran- te su permanencia en las carceles, segun se ha observado en dos, hacia los detenidos ordina- (30) Lombroso. Uomo delinguente, 11 vol., 188g. Copio en este resumen la hermosa revista critica de Tarde. (RK. Philosophigue, 1889, n@m. 11). 5 66 LOS CRIMINALES rios. Esta os la iniciacién para pasar el Rubi- eén del delito vulgar. La historia de las revolu- eiones francesas, de los desérdenes en Irlanda, de los antiguos motines en Florencia, nos brin- dan numerosos ejemplos de hombres de Estado, que habian sido ladrones y asesinos. jLarga seria su enumeracidn! (Tarde). Ahora bien, en el estado de verdadera oli- garquia en que al presente se encuentran las sociedades europeas, Ia denuncia de esas anor- malidades redundaria fatalmente en detrimento del acusador. Yo mismo podria citar algunos edmplices 6 jefes, notoriamente conocidos, de ciertas partidas de camorristas, y de manera muy particular, un colega, que me ha robado, nifio, hombre joven, maduro, con todos los ca- racteres del criminal de nacimiento, y que, sin embargo, goza de grandes honores, Mattoides No sélo hay locuras adaptadas especialmen- te 4 las particulares especies de delitos; existe una locura que no paga su tributo criminal mas 6 menos considerable. Nos referimos al mattoi- disma, que en nuestra humilde opinién merece un lugar aparte. Combinacién de imbecilidad y megalomania, consiste en una mezcla extra- vagante de orgullo y de ambicién, encerrada en una cabeza veleidosa. El mattoide es el producto de una civilizacién precoz y ficticia. Muda frecuentemente de profesién, como lo verifican la mayor parte de los delincuentes. Es amigo de pleitos, polemista rahioso, ator- mentado por ideas constantes, henchidas de ar- gumentaciones contradictorias. Su fisonomia y su créneo son casi siempre normales; predom}- na constantemente entre los hombres; yo he hallado en toda la Europa un solo ejemplo en LOS CRIMINALES 0% Jas mujeres, la seiiorita JTaisa Michel; vive sobre todo en las grandes ciudades, dolorosa- monte fatigadas por la civilizacién. Conserva con frecuencia las afecciones de la familia y hasta un amor 4 la humanidad en general, que raya en el altruismo exagerado, siquiera en el suyo entra una fuerte dosis de vanidad. Los mattoides tienen la conviccién exagera- da de su mérito personal, y de su propia im- portancia; este rasgo suyo aparece mas en sus escritos que en los actos de su vida y que en st lenguaje, si bien ellos nunca se muestran irri- tados ante la contradiccién y las tristezas de la vida practica. En sus escritos se advierte la afectacién del absurdo, la continua contradiccién, la proliji- dad y una tendencia que supera a todas Jas de- mas, la vanidad. En todos ellos se nota mas la falta, que la exuberancia de inspiracién. Desmoralizados por la hipertrofia del yo, ellos parten con el genio la aptitud 4 emanciparse de la tradicién y la costumbre, del misonismo popular. De esta suerte pucdon desempefiar clertos papeles po- liticos. Muchos regicidas y asesinos de presidentes de estados han sido mattoides; muchos jefes de partidos lo fueron igualmente, Ellos disculpa- ron frecuentemente su criminalidad con la grande aberracién epiléptica. Guiteau, por ejemplo, asesinando al presidente Garfield, pa- rece haber cedido 4 una crisis epileptoide, euyo desenlace fué dicho asesinato. Mas no olvidemos que, cual don Quijote, todavia se presentan ejemplos de mattoides bonachones.

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