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Comité de allegados “Los

sin tierra”
Reflexiones sobre una voluntad
creadora de comunidad
Cristian O. Valerio
“…las movilizaciones puntuales nos señalan síntomas, pero son los movimientos populares
quienes marcan tendencias, cuando reflexionan sobre sus movilizaciones y les dan una
continuidad, y es desde aquí desde donde cabe encontrar sentidos emancipadores a las
prácticas populares.” Tomás R. Villasante.1

Devenir comunidad

El Comité se inscribe dentro de una nueva forma que de manera más o menos
amplia han ido adquiriendo ciertos movimientos sociales populares, que si bien
aún se mueven en algunos círculos con características clientelares, plantean
una fuerte tendencia hacia el logro de diversos grados de autonomía respecto
no sólo al estado sino que además de las cúpulas político-partidistas. Con
nuevas nociones de apropiación territorial y de creación comunitaria que
implican anhelos de democratización y empoderamiento social popular.

Es indiscutible que los niveles de efectividad alcanzados por el Comité, como


movimiento popular organizado, han permitido que éste en la actualidad pueda
considerarse victorioso en lo referido a su seminal objetivo reivindicacionista: la
obtención de una vivienda digna, en tanto derecho inalienable del ser humano.
Ahora bien, al encontrarse ad portas de alcanzar su meta, se plantea una
nueva, más ambiciosa, que requerirá de mayores esfuerzos que los realizados
hasta el momento y, lo que es más importante, de una diferente configuración
organizacional que facilite el oxigenamiento necesario para iniciar el proceso
creador, que hoy se cierne casi como una profecía. Esta nueva meta se
fundamenta en la necesidad de trascender los ordenamientos societales
individualistas negativos en los que contextualizan su inmediata existencia;
refiere a la creación de comunidad. Se intenciona borrar los tradicionales lindes
que separan a los individuos en su convivencia vecinal. Ir más allá de
indeseados patrones conductuales egocéntricos y de autismo barrial, que
finalmente dan pie o facilitan la configuración de comportamientos y
circunstancias que rozan o derechamente ingresan en la dimensión de lo
delictivo o de negación de la vida misma. No se trata de erradicación alguna,
sino más bien de evitar que en los nuevos espacios de convivencia surjan las
tradicionales “plagas” que azotan los barrios populares, que éstas queden
como triste recuerdo de su pasado. Sin embargo, pareciera no existir claridad
respecto a los recursos y renovaciones exactas que son necesarios para
desarrollar tan magna tarea, lo que lanza un manto de incertidumbre respecto
al éxito de la misma.

Es así que en las siguientes reflexiones se intentará delinear las posibilidades


de un camino a seguir, se tratará de realizar un esbozo de cómo generar las
perspectivas que faciliten observar de mejor manera las circunstancias en las
1 “De los movimientos sociales a las metodologías participativas” en “Métodos y
técnicas cualitativas de investigación en Ciencias Sociales” Delgado y Gutiérrez
editores.
cuales se encuentran en estos momentos y a las que a futuro podrían llegar a
enfrentarse. No se pretende ser el farol que entregue la mencionada “claridad”,
no es la intención ser como una suerte de predicador que desde alguna
especie de púlpito inunde a los profanos con su sacra sapiencia. Más bien se
procurará trazar algunas nociones y herramientas básicas que permitan al
Comité, desde sus propias fuerzas y potencialidades, la configuración de los
elementos que hagan posible, o tal vez más factible, el proceso de auto-
creación, elementos que en definitiva se vinculan con un mayor grado de
compromiso colectivo, un proceso de empoderamiento y la elevación de los
niveles de reflexividad y consciencia. Para ello se considera de relevancia
fundamental la transversalización del Diálogo, como herramienta metodológica,
a cada uno de estos elementos en particular y al proceso en general. De
acuerdo con lo señalado respecto a la intención de no intervenir de manera
directa y vertical, se propone al método dialógico como elemento ad hoc a las
circunstancias presentes, en tanto se considera que como resultado de su
desarrollo abierto, sincero, riguroso y sistemático, emergería un renovado
movimiento popular.

Método dialógico

Algo que pareciera tan simple resulta en efecto ser complejo y difícil, ya que,
abrirse al diálogo, establecer una actitud sincera frente sus posibilidades,
implica altos grados de incertidumbre en la medida que no existe la posesión
de una verdad previa entre los, así devenidos, dialogantes sinceros, la que será
una emergencia del proceso mismo. Este modo abierto podría representarse
como el encuentro de recipientes vacíos dispuestos a ser colmados como
resultado de su interacción en tanto hablantes y comunicantes. En este
proceso es primordial tener en cuenta la evitación que se debe realizar de los
círculos de auto-afirmación y auto-condescendencia discursiva, mediante la
configuración de posicionamientos y actitudes críticas frente a las realidades
internas y las circundantes. Esto a su vez implica un adecuado posicionamiento
frente a la diferencia que podría llegar, y es esperable que así sea, a
representar la otredad.

Se propone seguir los lineamientos que hablan de dejar de lado la obsesión


sistémica por la verdad y la obsesión por la verdad sistémica, monopolizada
por el academicismo, para seguir la senda de las fracturas propias de los
individuos y así lograr la generación de prácticas ad hoc tendientes a la
transformación creadora. Ahora bien, un reconocimiento de las particularidades
que adquiere el saber enraizado en lo popular cotidiano, lo que podría
denominarse sentido común, no implica una sobrevaloración ideologizante del
mismo, que es algo que precisamente se pretende evitar, sino que, sólo se
buscaría responder “desde adentro” a una problemática interna, representando
estas reflexiones un simple apoyo o eje facilitador. Es así que no se debe
objetivar el sentido común, ni menos transformarlo en un fetiche, sino más bien,
mediante el método dialógico, hay que bucear críticamente en sus corrientes
más profundas, integrando con rigurosidad y sistematicidad sus
potencialidades y posibilidades, dispersas y con diversos grados de
incoherencias en sus orígenes, para así lograr un acercamiento a la realidad de
modo tal que emerja el conocimiento necesario para lograr los objetivos
propuestos.

De tal forma el método dialógico considerado como una rigurosa interacción de


habla-escucha, será el mediador pedagógico que permitirá configurar una auto-
educación grupal, educación popular sin educadores. Se entiende que los que
atraviesan de manera directa por los procesos de enseñanza-aprendizaje son
los individuos, y son éstos los encargados de traspasar ese conocimiento
adquirido a la colectividad, transformándose así en aprendizaje organizacional.
Es sólo la continuación de un ciclo, el saber social apropiado por los individuos
y vuelto nuevamente a ser socializado, un constante ir y venir, enriquecido con
cada nuevo retorno, en última instancia el devenir propio del saber ¿o los
saberes?

Compromiso colectivo

Entre los integrantes del Comité se constatan niveles disímiles de compromiso


colectivo respecto a la participación en el movimiento reivindicativo actual y, de
manera específica, respecto a la voluntad creadora de comunidad. De esta
forma se precisa el establecimiento de mecanismos que permitan potenciar o
reactivar este compromiso, posicionándolo en un nivel que implique
profundidad y elevada unanimidad. En la medida que la comunidad proyectada
será construida y constituida por cada uno de los miembros del actual Comité,
es indispensable elevar el compromiso actual de los mismos. Ahora bien, esta
proyección creadora tiene diversos grados de claridad y concreción en el
imaginario del Directorio, no así en el de la totalidad de los socios de la
Asamblea General, lo que plantea una dificultad esencial al proyecto mismo.
Resulta relativamente claro, sin embargo, que éste es parte de los mismos
aunque sea a nivel casi inconsciente.

Aquí surge la necesidad de “difundir” o, tal vez, de hacer una labor de toma de
consciencia respecto a esta voluntad creadora, en el entendido de que si no
existe tal voluntad en alguno de los miembros, al menos está presente el
“anhelo” comunitario respectivo, lo que podría denominarse la “intención
creadora”. Podría ser factible el aprovechamiento de compromisos personales
como punto de inicio de este proceso “concientizador”, así desde un
compromiso intrínseco devenir hacia la configuración de un compromiso
colectivo sincero y fortalecido, que permita alinear y coordinar los esfuerzos.
Además dentro de las dimensiones a considerar para su reforzamiento, cabría
mencionar la identificación con el fin propuesto (el “espíritu” de pertenencia) la
responsabilidad y la proactividad. En la medida que este punto está
íntimamente relacionado con los grados de reflexividad que es necesario
alcanzar, más adelante se retomará la presente elaboración.

“…actitudes de confianza que se dan en combinación con conductas de reciprocidad y


cooperación. Ello constituye un capital en el sentido de que proporciona mayores beneficios a
quienes establecen este tipo particular de relaciones y que puede ser acumulado.”
John Durston.2

Empoderamiento

Este epígrafe que define capital social será el punto que permitirá iniciar las
reflexiones respecto a lo que se considera como la necesidad de configurar un
nuevo paradigma de empoderamiento del Comité, en la medida que las nuevas
perspectivas transformadoras lo exigen y en tanto movimiento social popular de
nuevo cuño. Empoderamiento que remite, por una parte, a los intentos que
deben ser realizados en torno al potenciamiento de las concreciones logradas
hasta el momento, respecto a la generación de este capital social y de las
posibilidades surgidas a partir de éste, asimismo como de las latencias
sumergidas y conservadas en la memoria histórica. Por otro lado este
empoderamiento nos señala, de manera casi perentoria, la búsqueda de
nuevas fuentes de recursos que permitan establecer un aumento del capital
previamente acumulado. En definitiva habría que promover, en palabras de
Durston, una “arqueología” y una “minería” del capital social grupal,
considerando para ello el origen que se encuentra en cada uno de los
individuos, que al igual que el saber o los saberes, responde a un ciclo en
donde lo individual y lo social se retroalimentan continuamente.

Es posible distinguir la existencia de dos niveles en la constitución del capital


social de un movimiento popular: uno que podría denominarse interno y otro
externo. Respecto al primero puede señalarse que correspondería a las
actitudes de confianza y conductas de reciprocidad y cooperación que se
establecen al interior de la colectividad y que le permiten posicionarse como un
todo cohesionado y compacto en su contexto social, lo que redunda en
diversos grados de fortaleza y empoderamiento en dicho posicionamiento.
Mientras que por su parte el segundo nivel alude a estas mismas actitudes y
conductas, pero configuradas, a modo de redes, con un conjunto de otros
movimientos o instituciones sociales y políticas, ya sean públicas o privadas.
Ahora bien, es requisito fundamental para asegurar la efectividad y la
existencia misma del capital social, el establecimiento de relaciones más o
menos homogéneas y horizontales entre los distintos elementos relacionados,
es decir, las diferenciaciones funcionales que pudieran existir al interior de la
configuración relacional, ya sea en uno u otro nivel, no deben redundar en

2 “El capital social campesino en la gestión del desarrollo rural”


www.eclac.cl/publicaciones/xml/0/11700/Indice.pdf
verticalizaciones que conduzcan a asimetrías de poder que finalmente
benefician a los mejor posicionados, a los que se sitúan de manera privilegiada.
He aquí la señal de interdependencia existente entre capital social y
empoderamiento; para lograr éste, los movimientos populares requieren
generar capital social, construirlo, pero a su vez este capital social no es
efectivo, por tanto es como si no existiera, de no formularse un fenómeno de
empoderamiento equitativo. ¿Cómo se explica esta aparente paradoja?

En última instancia lo importante del capital social, en tanto resultado de un tipo


específico de relaciones, en efecto su razón de ser, es el hecho de que
“proporciona mayores beneficios a quienes establecen este tipo particular de
relaciones”. Entonces desde esta perspectiva propia, cabría preguntarse por
los beneficios reales que obtendría un componente de esta configuración
relacional que se encuentre en una situación desmedrada en cuanto a la
jerarquía del poder. Es posible adelantar que las actitudes de confianza y las
conductas de reciprocidad y cooperación quedarían bajo la discrecionalidad o
arbitrariedad del componente relacional situado más arriba en la escala del
poder. En definitiva, la generación de capital social refiere de manera
importante a la distribución equitativa del poder social, de su democratización,
entre los diversos elementos que deciden relacionarse en base a las actitudes
y conductas ya mencionadas, lo que finalmente produciría un efecto sinérgico,
en donde las capacidades grupales, de la configuración relacional, serían
mayores que la de cada uno de sus elementos por separado. Por tanto no
puede hablarse de capital social si no existen los beneficios que pueden surgir
de tal tipo de relaciones.

Durante el transcurso de su vida organizacional, el Comité ha conseguido


generar y acumular capital social, mediante principalmente la configuración de
dos redes. Una la constituyó con un grupo diverso de instituciones en las que
cabe mencionar el Ministerio de Vivienda, representado por alguna de sus
Oficinas, El SERNAM, la Iglesia Católica, representada por figuras puntuales
como el padre Rodrigo Tupper y la Universidad de Chile, que bajo el apoyo de
académicos como el profesor Claudio Duarte le proveyó de elementos de
enseñanza-aprendizaje, especialmente en lo referido a capacitación dirigencial.
Por otro lado el Comité desarrolló una red de apoyo hacia otros movimientos
populares de características reivindicativas similares, lo que le permitió obtener
diversos grados de legitimación social general. Son estas redes y las
posibilidades que ellas implican para las realizaciones futuras del Comité, en la
medida que se lleve a cabo su renovación o transformación como movimiento,
las que deben ser potenciadas y fortalecidas.

Sobre la “arqueología”. Con la finalidad de lograr mayores niveles de


empoderamiento, se hace necesario recurrir a la búsqueda de capital social
que haya existido en algún momento del pasado y que permanezca en la
memoria histórica del Comité. Por una parte, hay que considerar la perspectiva
colectiva interna, en el entendido de indagar sobre posibles configuraciones
relacionales entre los miembros, en los términos del capital ya descrito, que
hayan sido debilitadas o suprimidas por alguna especie de conflicto. Por otro
lado, la indagación debería ampliarse a las configuraciones que pudieran haber
existido con el entorno institucional o con otros movimientos sociales populares
y que hayan sido de algún modo reprimidas por fuerzas externas. Ahora bien
de manera relevante habría que considerar las posibilidades de reconstrucción
de la memoria histórica en un sentido más amplio, es decir, realizar una
investigación “arqueológica” de los movimientos poblacionales que han
antecedido al Comité, en el sentido de buscar una fuente de experiencias que
les permita realizar una proyección con las nuevas claves que se manejan en
los movimientos populares que van surgiendo en la actualidad.

¿Por qué indagar en el pasado? El valor de realizar movimientos retrospectivos


de este tipo, apunta a la necesidad que existe en el ser humano en general de
entregar o construir elementos de sentido que sirvan como motor y guía. El
Comité, como cualquier movimiento social, no puede ser entendido ni auto-
comprenderse desde una dimensionalidad des-historizada. Para comprender,
desarrollar y dominar su presente debe primero entender el tiempo pasado
directo, su memoria histórica como grupo particular, y el indirecto contextual, la
memoria histórica de los movimientos sociales en general. En definitiva
entender cómo y por qué se llegó a las circunstancias presentes. Ahora bien,
desde la perspectiva del capital social esta historización implicaría básicamente
el rescate de elementos de sentido encerrados en antiguas formas de su
estructuración, que a su vez permitan la configuración de nuevos cúmulos de
capital. A nivel general tal vez sería válido, por ejemplo, la reevaluación de las
experiencias de las mutuales o más precisamente de las mancomunales, que si
bien tuvieron un origen vinculado directamente al mundo del trabajo y del
trabajador, tuvieron importantes implicancias a nivel de transformación
comunitaria.

Sobre la “minería”. Como ya se mencionó, el Comité ha sabido establecer


efectivas redes que le han significado un aumento de su capital social, el que
debido a su acumulación podrá ser utilizado una vez que se encuentre inserto
en sus nuevas dinámicas organizacionales. Sin embargo, la transición de una
meta de carácter reivindicativo a una meta de corte comunitario implicará
nuevas necesidades y mayores y más complejos desafíos, que requerirán de
renovadas fuerzas para ser enfrentados. De aquí surge la necesidad de realizar
en principio una búsqueda de “yacimientos” desde donde posteriormente
extraer recursos precursores de nuevo capital social. Esto se traduce por una
parte en la configuración de nuevas redes estratégicas, en los términos ya
vistos, con instituciones públicas y privadas y con otros movimientos populares.
Por otro lado, en una nueva configuración relacional interna entre los miembros
del nuevo movimiento que emergerá del Comité, con renovados compromisos y
lealtades. Este último punto adquiere un carácter esencial en la medida que
para el éxito de los nuevos fines auto-impuestos, se requiere el establecimiento
de relaciones internas con elevados niveles de confianza, reciprocidad y
cooperación.

Es así cómo en este trabajo “minero y arqueológico” adquiere una especial


relevancia el aspecto relacional interno del Comité. Es innegable que las
diversas redes de apoyo aludidas revisten importancia para facilitar el
desarrollo del proceso creador de comunidad que el Comité se ha propuesto,
sin embargo, en tanto se ven implicadas nociones comunitarias que
trascienden el tradicionalismo del orden social popular y cualquier precepto
tecnocrático individualista que el ordenamiento neoliberal trata de imponer, el
componente simbólico adquiere un lugar privilegiado en este devenir
comunitario, lo que exige enfatizar este trabajo de “ minería” y “arqueología” a
nivel de las relaciones entre los miembros del Comité.

Reflexividad

Los niveles de reflexividad alcanzados por el Comité, representado en la figura


del Directorio, son relativamente altos, producto fundamentalmente de los
procesos de enseñanza-aprendizaje por los que han atravesado los dirigentes,
considerándose avances en la profundización y toma de consciencia social y
política. En tanto movimiento popular reivindicativo, al parecer han sido, al
menos, suficientes, sin embargo, en vista de la inminente, necesaria y deseada
“evolución” organizacional que prepara el Comité, la exigencia reflexiva se
haría mayor. La necesidad de una auto-comprensión profunda, respecto de su
origen tanto grupal como individual, de los procesos por los que han
atravesado, de su situación actual y especialmente de las proyecciones futuras,
son requisito previo que es primordial cumplir antes de iniciar el camino
constructor que aún sólo se insinúa y que en la práctica tímidamente se
esboza. Al respecto además es necesario que adquieran consciencia de las
implicancias democratizadoras que han encerrado sus prácticas reivindicativas,
en la medida que éstas han logrado de alguna manera imponer ciertas
perspectivas “desde abajo”, mediante sus concertadas movilizaciones y más
aún si se consideran los lineamientos comunitarios que se pretenden seguir a
futuro, que refieren a la obtención de autonomía en la gestión de una renovada
convivencia vecinal.

Es así que como primer paso para aumentar los niveles de autoconocimiento,
mediante el método dialógico como se mencionó al principio, se considera
adecuado la configuración de mecanismos que, en primer lugar, permitan
delimitar con precisión cuáles son los principios y valores que guían
actualmente a la organización y en qué medida estos deberían ser
reformulados o simplemente reemplazados o enriquecidos con otros de nuevo
cuño, con la finalidad de respaldar adecuadamente los renovados propósitos
comunitarios perseguidos. En segundo lugar, que posibiliten el fortalecimiento
de los mismos y su difusión compenetrante hacia la generalidad de los socios,
muchos de los cuales persisten en una actitud de apatía y pasividad. De igual
manera esta sería una forma de aumentar el compromiso colectivo, en la
medida que esta precisión y reafirmación simbólica tienda a generar una mayor
identificación con el fin comunitario perseguido.

Como eje movilizador del Comité y en tanto representante legítimo de sus más
profundos intereses, el Directorio es el que, en una primera instancia, debe
asumir la tarea de esclarecimiento, reformulamiento y posible creación de
nuevos principios y valores. Cada uno de sus miembros ha estado trabajando,
de manera consciente no se sabe con precisión desde cuando, en su
preparación dirigencial con miras a esta creación de comunidad. Este anhelo
creador es un resultado reactivo tanto de apreciaciones personales de la
realidad negativa que rodea a buena parte de los miembros del Comité, entre
los que se cuentan diversos niveles de violencias intrafamiliares y socio-
contextuales, como de la recogida de inquietudes surgidas en los mismos
socios. En la medida que estas intenciones creadoras de comunidad tienen su
origen más concreto y consciente en los miembros del Directorio, se justifica
esta primera etapa esclarecedora y reformuladora, como asimismo la que le
debe suceder; la de difusión o la que podría denominarse “toma de consciencia
comunitaria”.

En tanto este primer proceso debe ser iniciado y desarrollado por los propios
integrantes del Directorio, se plantea la realización de reuniones basadas en la
interactividad dialógica, destinadas específicamente al desarrollo delimitador de
las nociones que guían el actuar organizacional inmediato y las que serían
necesarias o más adecuadas a la meta creadora futura, que en estricto rigor ya
habría comenzado. Finalmente, tras lograr establecer con claridad y certeza
cuáles serán los principios y valores que guiarán el movimiento venidero del
Comité, se debería realizar una sistematización de los mismos, la que se
concretizaría en una declaración formalizada verbalmente pero de manera
fundamental mediante la redacción de un escrito.

La creación de comunidad, si bien existe la pretensión de ser encabezada por


los dirigentes organizacionales, que pasarían a ser un cuerpo dirigencial
vecinal, sería responsabilidad fundamentalmente de todas y cada una de las
familias del Comité. Por lo tanto es de principal relevancia que éstas adquieran
un compromiso de fondo con esta aspiración. Para ello es primordial que todos
los miembros tengan clara consciencia respecto de los alcances de la
aspiración misma, de sus características y sus limitaciones y, como ya se
mencionó, como punto de partida para lograr tal efecto, se hace necesaria la
toma de conciencia de los principios y valores organizacionales, previamente
declarados por el Directorio. Es así que en este segundo momento se utilizaría
como guía básica el texto redactado con anterioridad, resultado del proceso de
reflexión y creación del primer momento.
Esta labor “concientizadora” tendría diversos matices, en la medida que la
particular noción comunitaria configurada en el imaginario del Directorio, no se
presentaría en igual grado en todos los socios miembros de la organización y
cabe la posibilidad de que en muchos esté ausente. De esta manera se tendría
que realizar un trabajo de “activación” y en otros casos de “inculcación” de la
mencionada noción. Para tales efectos se requerirá de la utilización de la
herramienta metodológica ya señalada, es decir, la realización de procesos de
interacción dialógica entre los integrantes de cada subdirectorio y los demás
socios miembros del Comité.

Esta propuesta se enmarca en un contexto de tipo anticipatorio, en la medida


que responde a la necesidad de preparar las circunstancias más favorables
para la futura configuración identitaria como comunidad. Estaría destinada a
facilitar el inicio del proceso formador de la misma, en tanto entregaría los
fundamentos de cohesión e integración colectiva que harían posible este
comienzo en un nuevo tipo de comunión. En concordancia con lo anterior la
proposición además adquiere características “evolutivas”, en el sentido de que
responde a la necesidad de adecuarse a lo que pareciera presentarse, en
cierta medida, como una “natural” transformación de la meta organizacional,
una vez que la primigenia está ad portas de ser alcanzada, en referencia al
paso de una reivindicación habitacional a una de convivencia vecinal.
Estas reflexiones han tenido su origen en la positiva valoración que se hace del
proyecto comunitario y de la constatación de cierto grado de ambigüedad y
poca claridad respecto a los elementos motivadores presentes en el Comité, en
el sentido de que estos adquieren un nivel demasiado general y disperso.
Asimismo en la necesidad de adecuar estos elementos o configurar otros
nuevos, en vista de esta misma proyección comunitaria. Se considera que las
dificultades implicadas en esta loable empresa son de tal envergadura, que
alcanza la categoría de una cuasi-quimera, por lo mismo las nociones y
propuestas volcadas aquí tienen como única intención la de acercar, aunque
sea en una mínima medida, las posibilidades de su concreción.

Desempeños y ensueños populares futuros que, como todo aliento concreto


que deviene en perspectivas utopicalizadas, deben ser valorados como motor
que impulsa hacia un horizonte que pareciera lejano, pero que en definitiva es
inalcanzable para el que se detiene y queda observando la mitad vacía del
vaso. Alguien dijo que lo relevante y concreto no es el paso de un punto a otro,
sino que, el trayecto existente entre ambos, que en última instancia es un
movimiento continuo. Un punto es la organización actual y su reivindicación
habitacional y el otro es aquella comunidad creada con los pilares de la
integración e integridad, solidaridad y transparencia que entreguen tranquilidad,
felicidad y seguridad. Pero si no se realizan los reacomodos y renovaciones
necesarias, aquel manto de incertidumbre mencionado al principio podría
transformarse en un manto de certezas respecto a un patente fracaso.

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