You are on page 1of 81
A HOMEOPATIA — bh. Tomas Pablo Paschero Bug Copyrighted material DR. TOMAS PABLO PASCHERO HOMEOPATIA @kier 100 aiios de Sabidurias Se hallan reservados todos los derechos. Sin autorizacién escrita del editor, queda prohibida la reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier medio -mecanico, electrénico y/u otro- y su distribucién mediante alquiler o préstamo piblicos IPaschero, Tomas Pablo Homeopatia / Tomas Pablo Paschero ; dirigido por [Roque Penna - 1a ed. - Buenos Aires : Kier, 2006. 384 p. ; 23x16 cm. ISBN 978-950-17-5010-2 1. Homeopatia. |. Penna, Roque, dir. II. Titulo CDD 615.532 Director de la Coleccién: Dr. Roque Penna Con Ia colaboraci6n especial de: Dra. Patricia G Pellegrini de Haas Disefio de tapa: Graciela Goldsmidt Composicién tipografica: Mari Suérez Corrector de pruebas: Ronaldo Pellegrini LIBRO DE EDICION ARGENTINA Queda hecho el depésito que marca la ley 11.723 ISBN: 978-950-17-5010-2 © 2007 by Editorial Kier S.A., Buenos Aires Av. Santa Fe 1260 (C 1059 ABT) Buenos Aires, Argentina Tel: (54-11) 4811-0507 Fax: (54-11) 4811-3395 http:/www.kier.com.ar - E-mail: info@kier.com.ar Impreso en la Argentina Printed in Argentina Esta edicién de los escritos y lecciones del Dr. Tomas Pablo Paschero en castellano viene a compensar una larga e inadmisible omisi6n. Ha sido corregida y completada con notas, comentarios e indice tema- tico para realzar la obra de un maestro e innovador de la Homeopatia de talla internacional. La colaboracién en esta cuidada edicién es un cumplido homenaje a mi abuelo, mentor y gufa inspirador. Dra, Patricia G. Pellegrini de Haas PROLOGO A LA PRIMERA EDICION* Aceptar la presentacién de un conjunto de trabajos técnicos de Tomas P. Paschero entrana una obligaci6n intelectual comprometedora. Lo corrien- te seria mostrar que todos y cada uno de sus escritos estan, de manera continua, asistidos por algo que va mucho mas alla de su aparente finali- dad concreta en cuanto mantienen, de manera no siempre notoria pero si indefectible, relacién profunda con una depurada filosofia vital. En tal sen- tido, la obra de Paschero merece el calificativo de inconsutil. Pero anotarlo significa tan solo subrayar lo que surge con neta evidencia a cualquier lector avisado. Y yo deseo para este libro tan solo lectores avisados. Pero resulta que esta publicacién adviene en los momentos en que su autor ha aleanzado el rango de Presidente de la Liga Homeopatica Inter- nacional, que, con su habitual modalidad arcaizante, los homedpatas se complacen en designar en un latin ceremonial: Liga Medicorum Homeopa- thica Internacionalis, lo que queda muy bien. Tal presidencia no es ni un cargo, ni fruto de una eleccién o designa- cién; por encima y por defuera de todo eso, es un rango. Dentro de los movimientos médicos mundiales, el de los médicos ho- me6patas puros se caracteriza por el extremo rigor de su conducta interna; para entender su disciplina selectiva y la intervigilancia de sus miembros hay que pensar mas en una escuela pitagérica que en un grupo escolar convencional. Sus congresos no son, como sus similares de la alopatia, co- tejos de oradores principales; se tipifican por un atento empeno en el logro de verdades tltimas purificadas hasta el alquitaramiento, acuciado por determinaciones finales despojadas de toda retérica. Los trabajos son pu- ras y purificadas experiencias, y todas pueden concluir con la frase: esto sucede, pronunciada con humildad monacal. Personalmente, creo que bue- na parte de ese espfritu proviene de que la terapéutica homeopitica no * Prologo a la primera edicién del autor, mayo 1973. 8 Homeopatia puede ser obtenida por inducciones teéricas, interpolaciones clinicas 0 in- ferencias del mundo animal, sino que proviene sin eseape de la escucta y directisima observacién del hombre-individuo como ser singular en uni- mismidad. Esa presencia hominal determina, de modo casi automatico, la exclusién de toda retérica periférica; cada remedio que se propone o se compara, cada proceso que se revela, es el resultado de un testimonio hu- mano obtenido, afanosa pero austeramente, en las probanzas de una per- sona en el mas absoluto sentido de la palabra. No hay ninguna otra técnica de curar que pueda reclamar con mejor derecho que la homeopatia el titulo de Medicina de la Persona. No deja de tener un profundo sentido significativo que las caracteristicas particulari- simas del paciente se designen en homeopatia con el nombre del medica- mento. Por una rec6ndita alquimia vital, el sujeto es el remedio en cuanto lo lleva en si como biotipo. Por eso, en las reuniones y cursos sobre homeo- patia el principal personaje no es nunca el disertante, la teoria, la hipéte- sis 0 el modo de ver, sino el paciente, u/tima ratio en quien esta implantada, de modo casi mistico, la posibilidad del hecho médico. De esa tesitura, celo- samente respetada, surge que los grados a que son elevados los médicos homeépatas no reposan tanto en el escalonamiento académico, por respe- table que pueda ser, cuanto en el reconocimiento de una autoridad larga- mente elaborada merced a la fidelidad militante a una idea axial que, revisada de continuo, se revela por el mecanismo segtin el cual el diaman- te se pule y manifiesta en sus clivajes absolutos sélo por el contacto inten- cionado con el polvo de otros diamantes de igual temple y dureza. Y no cabe duda alguna de que Tomas Paschero posee la plena potencia de esa autoridad. Creo que los argentinos tardamos en asumir como se debe el hecho de que un compatriota sin galones académicos convenciona- les haya ocupado la Presidencia de la Liga Homeopatica Internacional, como fruto de una actuacién que no tiene paralelo con ninguna obra en el campo de la medicina nacional. Pienso que se trata de un fenémeno cultu- ral que sobrepasa la anécdota inmediata. Un sistema cultural se revela externamente por aquellos valores que resalta y ensalza, pero se denuncia profundamente por aquellos otros que reprime o rechaza y que, a pesar de tales negaciones, se mantienen enérgi- cos y fecundos en el seno de la comunidad. Mediante los primeros, los agen- tes de la cultura y sus consumidores se sienten afirmados y como embriagados de inercia, pero es en los segundos en los que depositan su miedo a las revisiones capitales, a los replanteos no concesivos y a los cam- bios categéricos. Para aceptar lo dado, basta acatar las rutinas escolares y amoldarse a las presiones econémicas y a los intereses convencionales que acaban por construir un sistema defensivo particular. Conozco decenas y TomAs Pasio PascHEro 9 decenas de colegas que permanecen mudos y vergonzantes ante la acepta- cién publica lisa y lana de ese beneficio. Constituyen un espécimen social particular que puede desdoblar su condicién de paciente de su rol de médi- 0, y que representan incrustaciones sociales significativas en cuanto a fruto de un mutilado planteo filoséfico. La homeopatia no es una forma més o menos original de curar y diagnos- ticar, es la consecuencia inevitable de un modo, también inevitable, de enten- der al hombre en el mundo y en si mismo. Nadie lo ha expresado con tanta claridad como el propio Paschero: “No existe ninguna dificultad, para el médico con imaginacién, en com- prender que la vida esta regida por un principio de unidad sintética que coordina y organiza todas las partes del organismo en una siner- gia funcional perfectamente correlacionada entre los elementos histo- légicos, humorales, hormonales y ps{quicos del individuo, en forma tal que no es posible segregar vitalmente ninguna parte del conjunto. Si bien cada dtomo, cada molécula, cada célula 0 cada érgano del cuerpo mantienen, en su forma y funcién, una cierta autonomia como unida- des analiticas, con propiedades especfficas cada una de ellas, el senti- do de su existencia esta dado por el agrupamiento, Ja concurrencia, la organizacién colectiva, la subordinacion reciproca, que determina la realizaci6n de una unidad sintética. La persona humana se constituye por este principio de ordenamiento 0 unidad sintética, puesto en vi- gencia por la funcién del sistema nervioso, que especificamente es el sistema centralizador de la organizacién vital. Todo aparece como que la correspondencia entre el todo y las partes, la coordinacién econémi- cay el plan de conjunto que condiciona el organismo humano para un destino personal, depende del sistema nervioso. Pero es necesario re- conocer que la funci6n coordinadora se ejerce en células libres, como los fagocitos, que no tienen conexi6n anatémica con el sistema nervio- so, por lo que se deduce que el plan coordinador de la sinergia psicofi- sica rebasa la funcién del sistema nervioso, y aun de la actividad hormonal o de cualquier substratum anatémico, para establecerlos di- rectamente, por induccién, la misma fuerza vital, que no es sino una expresién de la energia césmica. La separacién de lo psicolégico como expresién del sistema nervioso resulta hoy inaceptable. Todo lo psico- légico es bioldgico y todo lo bioldégico es psicolégico. La energia vital, con su entelequia o sentido psicolégico de vida, esta presente en cada tomo, en cada célula, en cada érgano de cada persona. Cuando esta funcién dinamica se perturba en su plan coordinador como consecuen- cia, a su vez, de la perturbacién en el plan adaptativo del individuo con el mundo (el ser humano es un microcosmo que reproduce y a la vez integra el macrocosmo), se produce una disinergia funcional que tras- 10 Homeopatia toca el equilibrio econémico de los érganos, quiebra la homeostasis interna, y determina el estado que llamamos de enfermedad, que con- siste en el mecanismo de defensa que el organismo efectiia para resta- blecer el equilibrio perdido determinando, por derivacién, la fijacién del proceso en los emuntorios y en la lesién patolégica”. Y no lo ha expresado de un modo ocasional sino en forma de carta abier- ta (ver epilogo), en publica asuncién de responsabilidades en el momento de ejercer la presidencia de la Liga Homeopatica Internacional, a fin de que no quedara sin varonil explicitacién su total compromiso con la doctrina. Asu- mo la osadia de pensar que el mensaje debié ser dirigido no solamente a los homeépatas; lo que ese documento plantea no puede ser ofrecido con limita- ciones, por respetables y consecuentes que sean, tiene que ser meditado por todos y cada uno de quienes han comprometido sus vidas en curar, funcién que, en el pardgrafo primero de su Organon, Hahnemann impone como la mas alta y unica misién del médico. La voz de Paschero tiene que resonar mucho més alla del ambito inmediato de sus concretos destinatarios, porque no se manifiesta como suceso individual sino como adopcién de un compro- miso total. Es probable que muchos no homeépatas puedan responder a su lectura con el rechazo estereotipado que su enrolamiento cultural les impo- ne, pero ningun ser sensible y honesto puede desentenderse de la incitaci6n radical que animan estas palabras. El ser humano no es una realidad estatica o una cosa, no tiene natura- leza sino que tiene historia, no es un organismo 0 un ente que se mueve y cambia sino un alguien que se hace, que tiene un devenir, un destino, un sentido, una misién que cumplir. Y ese designio de vida, esa misién, debe realizarla realizdndose o haciéndose a si mismo en relacién con las cosas, mediante el ejercicio constante de su voluntad para desarrollar y vivir en funci6n del sentimiento esencial de amor que lo une a los demas y le confiere el radical sentido de eternidad que palpita latente en el fondo de su alma. El bloqueo de ese proceso de desarrollo hacia el amor determina la ansiedad psérica o angustia existencial que el homeépata debe, en ultima instancia, tratar en todos y cada uno de sus enfermos. Es la expresién simbélicamente representada en la enfermedad humana por el grito del nacimiento, por la separacién de la madre, grito cuya transformacin en tone, ritmo, armonia, da lugar a la musica, que no es mas que la expresién de la nostalgia del amor, la reunién con el ser, la busqueda de la unidad representada por el orden, el ritmo, la simetria, el nimero proporcional de vibraciones con que se repite el grito de angustia clamando por el amor perdido. No se necesitan mas transcripciones para acceder a la alta y simple filosofia que impregna el pensamiento pascheriano, simplicidad a la que ha legado por denodado camino de licidos andlisis. Pero hay otro Pasche- TomAs Pas_o PascHERO 11 roa quien también quiero rendir homenaje en estas palabras liminares. Es el Paschero de la profesién cotidiana, que cumple en cada paciente la plena realizacién de su doctrina, es el médico del que dimana una podero- sa sensacién de seguridad y maestria, que no se limita a la, a ratos, cuasi magica realidad de sus curaciones, sino que acompafia al enfermo con una penetradora impregnacién afectiva y una verdadera coparticipacién vital que inviste a su tarea de un halo luminoso. No puedo verlo sino al frente de su interminable caravana de pacientes que forman su mundo personal, su universo propio. Y es desde ellos y con ellos que Paschero ha cumplido su hazafia cultural y docente. Trasvasando en miles de gentes su conciencia profesional ha logrado, merced a una labor silenciosa, continua, sistematica y terca como una oracién, enfrentar primero y neutralizar después un medio cerrado y negador, atrincherado en la suficiencia escolar y en la docta igno- rancia; ha cambiado cardinalmente muchas actitudes de la comunidad so- bre el fendmeno médico, ha alumbrado muchas voluntarias oscuridades, y obligado a replantear en la mente de muchos médicos sus puntos de vista sobre los fines primeros y tltimos de su actuacién profesional. En ese plan, Paschero ha sido un fermentario, un polarizador y un aglutinante no de determinadas eficacias practicas sino de un modo de entender y hacer entender la vida, dando al término vida el que tiene en cada ser como el dindmico depositario de la energia césmica. En tal senti- do, buena parte de la cotidianidad de Paschero se empapa de un contenido adorante de la naturaleza en la naturaleza humana. Continuador de pioneros y precursores en nuestro medio, en Pasche- ro la medicina homeopatica y la medicina tout court se consuma en una alta filosofia, en un cientifico rigor de pensamiento, y en una fruicién humana que no es sentimentalismo sino ejercicio de calidad misional alegremente aceptada. Envio: En 1954, llamé a Paschero “arquetipo de médico”, no fue profecia sino diagnéstico. Si al presentar estas paginas magistrales un sobretono emo- cional refuerza el cuadro, es porque en el ejercicio de nuestra sublime pro- fesién estamos tocando lo sublime en el simple reclamo del hombrecito cotidiano que es nuestro paciente. Lo sintié agudamente Hahnemann cuan- do escribié en el aforismo 14 de su Organon: “No hay, en lo intimo del hombre, ninguna alteracién mérbida curable que no se revele al médico observador por medio de senales y sintomas mérbidos; lo que esta en perfecta armonia con la bondad omnisciente del Preservador de la vida humana”. Dr. Frorencio Escarpo Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires 13 PREFACIO A LA PRIMERA EDICION DEL AUTOR (1973) Este libro retine los trabajos publicados en el curso de un proceso for- mativo que involucra el desarrollo de la concepcién hahnemanniana de la enfermedad crénica, vinculada ala comprensién de los medicamentos como biotipos constitucionales, junto a la incidencia que estos estudios tuvieron en la evolucién interna de mi propia vocacién, como problema existencial. Necesariamente, debo hacer una referencia personal a las exigencias internas que me lIlevaron a abrazar la homeopatta, intentando obviar lo anecd6tico para tratar de explicar conceptualmente la disposicién animica que a ella me llevd. Entiendo que cualquier profesién, por humilde que sea, ofrece todas las posibilidades de satisfacer la intima apelacién al sentido de la propia vida, siempre que se plantee la condicién de ejercerla con la absoluta res- ponsabilidad que lv exige la voz interior de su yo espiritual, haciendo que la dignidad del quehacer dependa de quién lo haga y cémo lo haga, no de lo que haga. El arte médico, oficio de la mds alta jerarquia espiritual precisa- mente por el requisito personal de la mds profunda modestia, no consiste, ni mucho menos, en proceder ajusténdose meramente a las reglas del arte, sino en trascender los simples preceptos profesionales, para comprometer esencialmente la propia personalidad en el desarrollo del sentimiento de comunidad que le permite comprender al prdjimo y le confiere auténtico sentido humano a su mision. Con esta irrecusable autoexigencia que impulsé mis primeros pasos en la medicina, es como traté de responder a mi vocaci6n de médico, escrutan- do la naturaleza y el sentido de mi funcién frente al paciente, lo cual me Uevaba a tratar de comprender, de consuno, la naturalezay el sentido de la enfermedad que lo aquejaba. A poco andar en mi trabajo profesional, com- prendi que algo fundamental faltaba a una semiologia clinica que me ha- bia capacitado para diagnosticar la lesién anatomopatoldgica, la disfuncion organica ola enfermedad local, mediante una eficiente técnica instrumen- 14 Homropatia tal y de laboratorio, pero, por mds exhaustivo que fuera el andlisis sintoméd- tico y signoldgico, no aleanzaba a formular una sintesis que me permitiera comprender al enfermo en si, al sujeto en su totalidad como persona que protagoniza una historia y un drama existencial, invocando angustias y sufrimientos morales en la forma de sintomas subjetivos a los que no se les asignaba valor clinico alguno. Confieso que sentia vergiienza ante mi infe- rioridad para responder al reclamo de un enfermo que, con un hondo senti- do intuitivo respecto de la relacion entre sus sintomas y su enfermedad, me estaba insinuando una medicina que yo ignoraba y apelando a una ayuda que no podta darle. Insistentemente recordaba las palabras de Claudio Bernard, el gran maestro de la medicina experimental, cuando decia: “Todos los fendmenos vivos son, sin duda, explicables mecdnicamente, pero no lo es el orden que los une’, y afiadia: “Lo que caracteriza a la materia viviente no es la natu- raleza de sus propiedades, por complejas que sean, sino la sola creacion de esa maquina, eso que es absolutamente del dominio de la vida y que consti- tuye la idea directriz de la evolucidn vital, una idea creadora que se desa- rrolla y se manifiesta por la organizacién”. Faltaba entonces en la medicina actual organicista, puramente meca- nicista y con un determinismo causal de indole fisicoqutmica, la visidén real de la verdadera etiologia del proceso mérbido en las perturbaciones animicas del enfermo, aquello que tanto preconizé Hipdcrates y la Escuela de los Asclepiades: la comprensién sintética, integral, del paciente sobre la base de la concepcién psicofisica unitaria del organismo, en la vigencia de un principio vital totalizador, idea creadora, algo entelequial e irreducti- ble, dominante en la total fisiologia orgdnica, que determina la forma y el comportamiento del organismo, aquello que les hizo decir que no hay enfer- medades sino enfermos. Con esa basica apelacién al principio de una visidn clinica que me permitiera abarcar al enfermo total como una unidad orgdnica es que, fa- vorecido por una circunstancia fortuita, me puse en contacto con la homeo- patia directamente por intermedio del Organon, obra cumbre de su creador el doctor Samuel Hahnemann. Sentt que ese era mi camino cuando let el primer pardgra/o que decia: “La tinica y elevada misién del médico es la de restablecer la salud en los enfermos, que es lo que se llama curar” y que afiadia en el tercero: “si el médico percibe con claridad lo que hay que curar en cada caso particular; si percibe claramente lo que hay de curativo en cada medicamento en particular; y si sabe cémo adaptar, conforme a prin- cipios perfectamente definidos, lo que hay de curativo en los medicamentos a lo que ha descubierto que hay de morboso en el paciente, y sabe elegir la dosis apropiada asi como ponderar el periodo conveniente para repetir el TomAs Panto PascHeRo 15 remedio, entonces habré comprendido la manera de curar juiciosa y racio- nalmente y sera un verdadero médico”. Lalectura meditada del Organon, de la Filosofia Homeopatica de Kent y del libro de Gathak me ayud6 a definir claramente mi actitud espiritual frente a la vida y la profesion. Tuve entonces la fortuna de conocer al Dr. Enrique Bonicel, farmacéutico con profiundos conocimientos de homeopa- tia, que venia de Francia para instalar una farmacia homeopatica en Bue- nos Aires. Rindo un cdlido homenaje al Dr. Bonicel, personalidad dotada de los mas altos valores espirituales, quien no sélo me inform6 generosa y sabiamente sobre la bibliografia y preparacién de los medicamentos, sino que buscé y reunio a los pocos médicos que aisladamente empezaban a practicar homeopatta, y se vinculd, ast, con los doctores Godofredo Jonas, Jorge Masi Elizalde, Carlos Fisch y Armando Grosso, este ultimo médico interno del Hospital de Niftos, Poco tardé para que con Grosso, Fisch y Jorge Masi Elizalde constituyéramos una sélida unibn de amistad estre- chada por el idéntico anhelo de perfeccionar nuestros conocimientos, en pareja actitud de merecer la dignidad de médico homeépata. A ellos les debo las primeras ensehanzas compartidas y las satisfacciones mds pro- fundas en la realizacién personal que, con afecto entranabley suma cordia- lidad, colmaron mi necesidad de reflejarme en la imagen de verdaderos médicos que tutelaron mi ambicién de llegar a ser como ellos. No puedo dejar de expresar aqui la profunda emocion con que vivo el recuerdo peren- ne de estos tres sabios y queridos amigos, ya desaparecidos pero vigentes y palpitantes como maestros, en su calidad de hombres y de médicos, en este libro que trasunta esencialmente todo lo que con ellos elaboré y aprendi. No es menor mi honda y emocionada actitud para con los doctores Jonas y Rodolfo Semich, también integrantes de este incipiente grupo de homespatas que se lanzé, en la sala de conferencias de La Prensa, a dar las primeras clases de homeopatia para un ptiblico médico que aumenté rapi- damente hasta que, ante el éxito de nuestras primeras gestiones, formamos la Asociacién Médica Homeopdtica Argentina, cuya personeria juridica le fue concedida casi de inmediato. Mantenia, mientras tanto, relacién por correspondencia con médicos extranjeros, sobre todo de los Estados Unidos de Norteamérica, en donde habian vivido Kent, Allen, Farrington, Clarke, Hering, y otros grandes maes- tros de la homeopatia cuyas sendas materias médicas conocia. Decidi entonces hacer un viaje de estudios a Estados Unidos, donde empecé por visitar el Flower Homeopathic Hospital, de Nueva York; alli resi- di un par de semanas y mantuve estrecha relacién con eximios homedpatas como los doctores Stearns, Mackenzie, Elizabeth Wright Hubbard, Jackson y otros. Pasé después al Hahnemann College, de Filadelfia, donde también 16 Homeopatia practiqué la homeopatia hospitalaria, principalmente con el Dr. William Griggs, eximio homedpata pediatra que me prodigé sus valiosas ensefianzas, y trabajé en el consultorio del Dr. Underhill, de la misma ciudad, quien asi- mismo me dispensé generosamente su tiempo y su cdlido afecto. El Dr. E. Dixon, director del hospital, con quien almorzaba diariamen- teenel mismo nosocomio, me obsequié, al final de mi estadia en Filadelfia, una enorme cantidad de libros, que llenaron dos grandes cajoncs, destina- dos a engrosar la biblioteca de la Asociacién Médica Homeopatica Argenti- na, libros que inmediatamente embarqué para la Asociacién, en donde se hallan resguardados como un verdadero tesoro bibliografico ya que mu- chos de ellos no han sido reeditados. Después de una visita a Boston viajé a Washington, donde asisti a re- uniones cientificas que hoy recuerdo con nostalgia, y donde tuve el privile- gio de trabajar muchas jornadas en el consultorio privado de la excelente Dra. Julia Green, disctpula de Kent. Finalmente, fui a Chicago en busca del Dr. A. H. Grimmer, afamado maestro de sélido prestigio que habia sido Jefe de clinica y consultor del propio Kent y que constituia el principal obje- tivo de mi viaje a Estados Unidos. El Dr. Grimmer me recibid con certo adusto e inquisidor. Me clavé la mirada, y después de oir mi requisitoria me explicd, lacénicamente, que consideraba rigurosamente necesario tomarme un examen para conocer mi preparacién y condiciones personales en la asimilacién del problema ho- meopatico, ya que en su larga carrera habia visto muchos médicos que re- sultaron malos homedpatas por falta de idoneidad y honestidad, y perjudicaron asi a una medicina que exigia la conjuncién de firmes valores morales e intelectuales junto a una legitima vocacién. Entusiasmado por corresponder ese requisito a mis propias exigencias, no sdlo me someti a un exhaustivo examen doctrinario sino que, como corolario de un prolongado interrogatorio que me confesé le satisfizo, le pedi que me permitiera exami- nar a un enfermo y hacer una historia delante de él. El resultado fue que me invit6 a su casa, distante 30 millas de Chicago, y desde ese momento trabajé y estuve a su lado durante cuatro meses en su consultorio, almorzaba con él, y terminada nuestra tarea nos retirdbamos a su hogar, donde su excelente esposa y sus dos hijos llegaron a considerarme miembro integrante de una tan digna familia. Después de la cena nos retirébamos a su escritorio, donde comentébamos las historias del dia y me deleitaba oyendo sus sabias expli- caciones, que cumplimentaron todos mis afanes de saber y me enriquecieron espiritualmente por el edlido tono paternal con que me hablo. La deuda de gratitud que tengo con el Dr. Grimmer, dignisimo y profun- do maestro que me honré con su amistad, la estoy atin solventando, fiel a sus ensenanzas y guardando la imagen ejemplar de su fuerte personalidad que Tomas Pasio PascuEro 17 vive y palpita en lo mas recéndito de mi ser. Evoco, con intensa emocién, la noche de invierno en que me acompajié a la estacidén para tomar el tiltimo tren, y veo atin su noble figura erguida bajo la nieve, en el andén de una estacion solitaria, agitando pausadamente su mano que, con los ojos empa- fiados, veta alejarse y perderse para siempre en la sombra de la noche. La inmortalidad de los hombres reside en nuestros corazones, y es alli donde anida el sentimiento de nuestro yo espiritual que trasciende nuestra individualidad, donde siguen viviendo seres como Grimmer, que supieron, a su vez, vivir para los demas. Grimmer no ha muerto, como no han muerto Hahnemann, Kent, He- ring, Allen, Clarke, Boenninghausen, Roberts, Nash, y tantos otros de esa pléyade de luminosos maestros que nos legaron una homeopatia humanis- tica en funcién del sentido espiritual que tentan de su propia vida. Solo asi, con La realizacion de los mds altos valores de la existencia, es como el médi- co se capacita para ejercer una medicina antropoldgica que, como la ho- meopatia hahnemanniana, exige la captacion de los stntonas esenciales del enfermo como ser humano unico, inédito y singular, valores clinicos sdlo perceptibles en la unidad radical de su yo personal y que sélo pueden descubrirse cuando el médico se ha descubierto a st mismo. Este es el proceso formativo de mi primera época, a que me referia en el comienzo de estas lineas y que transcurre implicito en el contenido de estos trabajos, tanto en los de doctrina como de materia médica y relato de histo- rias clinicas, que mi querido amigo, el Dr. Shuji Murata, aventajado médico homeépata de nuestra Escuela, ha reunido en este libro con el celo, la dedica- cién e inteligencia que lo distingue, motivando mi mds profunda gratitud. Asimismo, quiero expresar aqui el més cdlido reconocimiento a los doc- tores Alfonso Masi Elizalde y Eugenio F. Candegabe, dilectos y entrafiables amigos, representantes genuinos de la homeopatia hahnemanniana en la Argentina que alientan y acompafian mi actual labor en la ensenanza. TomAs Papo PascHeRo TomAs Paso Pasci 21 Como totalidad que reacciona en forma adaptativa al mundo con el cual se halla articulado, el enfermo es bdsicamente considerado como tal en tanto transgrede la ley que preside el desarrollo de su personalidad. Estos postulados constituyen el fundamento doctrinario del homeépata en el aspecto de su formacién elinica, pero ademAs necesita atender a su pro- pia disposicién interna como persona. La subjetividad del médico pervierte su accién cuando no percibe o no quiere enfrentarse con las motivaciones inconscientes que rigen su persona- lidad. E] médico debe ser un hombre maduro, capacitado para comprender y a la vez amar al enfermo, de quien debe ser un camarada y a quien lo unen las mismas dificultades y los mismos problemas ante las contingencias de la vida. El encuentro con el enfermo es de vital importancia para que el médico comprenda la intimidad del paciente por medio de la comprensi6n de su propia vida interna. Todo lo que no se hace con amor, consideraci6n y respeto por el semejan- te, lo que no tenga miras hacia el bien extrapersonal, altruista y puro, es falso y anodino aunque parezca revestido de loable afan cientifico. ‘Tanto en su quehacer médico basado en la comprensién empética del enfermo, como en el autoesclarecimiento de su propia actitud, el homedpata debe percibir el cumplimiento de la ley de curacién en el desenvolvimiento de su personalidad para percibir lo que en el enfermo hay de trasgresién a dicha ley. El conocimiento no se logra con la raz6n, con el entendimiento exclusivamente. La medicina no es solamente ciencia. El investigador de la vida animica no pone en juego sélo su entendimiento sino también su alma. La vibracién de la propia alma al unisono con la ajena produce una impre- sién directa que daa la razén los elementos representativos para compren- der al enfermo. El verdadero conocimiento del médico le viene por el trato directo con el enfermo. Lo que con este trato experimenta y percibe depende de c6mo se da él mismo al enfermo, cémo trata de imaginar sus vivencias y el modo como ha establecido una cierta identificaci6n que moviliza su capacidad de intui- cidn, hecha con su autoexperiencia, el recuerdo de los cuadros estudiados, y las visiones clinicas sintéticas que quedan como representaciones en su pro- pio inconsciente. Sélo asi, parangonando la propia vida interna con lo que sucede en la intimidad del paciente, podremos hacer una clinica comprensi- vay de valor efectivo basado en un auténtico querer curar. No queremos lo que previamente hemos considerado de valor sino que valoramos aquello que queremos. Con lo que resulta fundamentalmente inalienable el principio que postula, en cada médico, el esclarecimiento de su propia vocacién. 26 Hosropatia una solucién més ajustada a la verdad. Dicha solucion entraiia un planteo de profunda raigambre filoséfica que significa penetrar en la naturaleza intima del ser humano y del conflicto morboso que obstaculiza su evolucién. La mejoria inicial del paciente. Volviendo a lo que anteriormente expresdramos respecto de la mejoria inicial que el paciente experimenta, abundaremos sobre algunos conceptos que tocan primariamente el hondo significado de la enfermedad. Cuando el enfermo nos dice que se siente mejor a pesar de la persis- tencia de sus sintomas, expresa una sensacién que implica la referencia a algo que no es su cuerpo, ni siquiera su psiquis. Porque asi como el hombre dice mi est6mago marcha mejor, o mi corazén funciona de tal manera, ome duele la cabeza, asi también expresa que su memoria es deficiente, o que su voluntad flaquea, o que le falta su inteligencia, lo que quiere decir que sus facultades psiquicas son funciones de un aparato psiquico u organo mental tan objetivable respecto de su yo subjetivo como el estémago, el coraz6n o cualquier otra parte de su cuerpo. El cardcter, la psique y la conciencia son formas de expresién o funcionamiento de un sector organi- co del individuo tan corporal como cualquier érgano, y no por Ilamarle mente, o alma o psiquismo queda menos fuera del yo que la densa materia de nuestro organismo. Nuestro ser se presenta asi como un yo que realiza un plan de existencia por medio del fenémeno vital que transcurre por el alma, la mente y el cuerpo. Todos vivimos la realidad inconsciente de nues- tro ser profundo que determina no sélo el complejo mecanismo de nuestras voliciones sino la calidad energética de nuestra fuerza vital, reguladora de las funciones e intercambios somaticos. La vida es un medio para que nues- tra auténtica subjetividad se realice, y la enfermedad una lucha contra las exigencias limitadoras del mundo interno y externo —en ultima instancia, una sola cosa— para que esta realizacién sea un hecho. El enfermo “tocado” por el similimum homeopatico dice que esta mejor, atin antes de que sus sintomas mentales hayan desaparecido. Se siente mas dueno de si mismo, mas fuerte y mas capaz de soportar la lucha. Debemos comprender que cuando Hahnemann, Hering y Kent dijeron que el enfermo se cura desde el centro hacia la periferia colocaron en el camino de esa tra- yectoria a los sintomas mentales, pero referidos siempre a un yo subjetivo central que discierne las sensaciones. Negar la existencia de este ser al cual se supeditan todos los fenémenos psiquicos y corporales es negar la libertad y la vida, de las cuales nuestra individualidad es sdlo una expresién. La trascendencia que damos al fenémeno de Ja enfermedad no signifi- ca salirse de los limites de la medicina practica y efectiva sino establecer los valores conceptuales necesarios para el manejo empirico de los fené- menos que la medicina y la psicologia recogen como hechos. Todo ser hu- TomAs Paso PascHERO 31 un individuo no es el mismo de dfas antes porque ya ha cambiado su com- posicién molecular, de la misma manera que una ola de mar que vemos venir hacia nosotros no es la misma cuando finalmente aleanza nuestro cuerpo en la playa. Las moléculas de agua se han transmitido sucesiva- mente un movimiento bajo el signo de una forma que conocemos con el nombre de ola, pero el agua ha cambiado su composicién, sus moléculas no son las mismas a cada milfmetro, se ha metamorfoseado o transformado y de la ola sélo queda una forma que la identifica como tal y que constituye su individualidad. De la misma manera ocurre en el ser humano. Su indi- vidualidad no consiste en los dtomos, moléculas, células y tejidos de su organismo sino en la peculiar actividad de una estructura creada con un sentido de vida idéntico a la ley que rige el movimiento del cosmos, como el de las olas del mar. En el ser humano, la individualidad es una idea, una teleologia, un sentido vital que conjuga un movimiento hacia la unidad metafisica que lo convierte en persona, y no una peculiar sinergia de fun- ciones organicas que concurren a la formacion de una maquina bioldgica, como postula la ingenua concepcién mecanicista de la vida. La naturaleza no es més que un perpetuo movimiento de transforma- cién estructural con un ritmo cfclico de concentracién y dispersién de elec- trones -recordemos que la energia, empero, nunca se pierde, sélo se transforma— para formar parte indistinta de un mineral, una planta, un animal o un ser humano, en una mutaci6n constante de estructuras. En ese sentido, puede afirmarse que, paradéjicamente, la muerte es lo mds positivo que tiene la vida y que metafisicamente es necesaria, ya que la dispersién es inexorable para la perpetuidad del movimiento vital. Lo que muere es la falsa autonomia del ser que vive como individuo sin haberse realizado como persona humana, vale decir, sin haber concientizado su principio y fin en el todo, como la ola en el mar. Seguramente, un dtomo que constituye nuestro cuerpo ha vivido en otro ser, animal, planta, mineral o estrella, y seguiré viviendo después de la dispersién o muerte de nuestro cuerpo en otro indivi- duo, 0 quiza volvera a una estrella, pero nuestra muerte sera ineluctable como individuos si no cumplimos con los altos fines de la existencia, que es llegar a la realizaci6n de la unidad césmica en Dios, de la que surgirén nue- vas sintesis en formas siempre nuevas de estructuras. De esta suerte resul- taque la muerte noes mds que la culminacién del ciclovital de una estructura © construccién molecular, cuyos elementos atémicos dejan de integrar una unidad de vida para construir otro cuerpo, otra sintesis o edificio molecular con otro nombre y otra forma. Porque nuestra unidad constitutiva no es la célula, como Virchow predicé, sino el 4tomo, nuestra fisiologia responde a las mismas leyes que rigen las estructuras atémicas en el orden universal. Se asimilan asi el microcosmos y el macrocosmos, como intuyé Paracelso. TomAs Pasio PascHro 35 refiere, en tiltima instancia, a impulsos para la acci6n que han sido reprimi- dos por interdicciones de diverso orden dictadas por la conciencia moral. Al respecto, quisiera hacer un pequefio comentario que viene muy bien alo nuestro como médicos y homeépatas. Se ha dicho que la cultura educa- tiva de nuestra civilizacién ha creado, en relacién con lo sexual, una con- ciencia moral rigida y punitiva, causante de represiones exageradas que llevaron al ser humano a las neurosis mas graves. Se pretende salir de esto gracias a un movimiento reivindicatorio de la juventud moderna que, con el nombre de existencialismo, nueva ola, etc., trata de liberar los ins- tintos de la coercién sofocante de la llamada mala conciencia. No creemos que exista tal anomalfa de la conciencia moral. Precisamente, considera- mos a dicha instancia psiquica como la més sana de todas las que constitu- yen al hombre, ya que es gracias a ella que se desarrolla la espiritualidad y la posibilidad de trascendencia, asf como por ella han nacido y se han desarrollado la religién, el arte, la ética y el derecho. Lo que sucede es que lo= instintos e impulsos afectivos estén viciados en su origen dinémico. Como hemos dicho anteriormente, han sido pertur- bados por una afeccién miasmatica, y por ende vibratoria, que compromete su funcién de propender a la transformacién del individuo en persona. La Sifilis, con su genio destructivo de la célula, y la sicosis, con su tendencia a la perversién anarquica de la cariocinesis celular, determinan requerimientos psiquicos que la conciencia moral no puede admitir y hacen que la represién fracase, como decia Freud, por una disposicién individual cuya determina- cidn, probablemente orgdnica, nos es desconocida. Es evidente que las resis- tencias insuperables de muchos neuréticos sometidos al tratamiento analitico, as{ como la prolongacién interminable de muchos de los tratamientos, se deba a ese factor imponderable que el sabio de Viena llam6 disposicidn indi- vidual, cuya correccién previa resulta ineludiblemente necesaria. E] proceso represivo exitoso, no supresivo, de los instintos sexuales y agresivos produce la sublimacién, es decir la transformacié6n, de la energia puesta al servicio de los intereses egoistas en impulsos para el conocimiento y la superacién personal en el sentido de la maduracién psicolégica. En cam- bio, la supresidn instintiva por la coercién punitoria que no permite una metabolizacién de las frustraciones afectivas determina la neurosis, que Freud calificé precisamente como el resultado del fracaso de la represion. El medicamento homeopatico —similimum- bien indicado y bien espe- rado en el desenvolvimiento profundo de la reaccién curativa que provoca es capaz de desbloquear los contenidos inconscientes suprimidos y restau- rar la ley de curacién, que permitira una saludable catexis emocional o una adecuada metabolizacion de las experiencias emocionales, siempre por la via de una exoneraci6n o superficializacion del proceso.

You might also like