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ie SUS CURACIONES ee 5) c Co 710 Ss Harold J. Reilly Ruth Hagy Brod Edgar Cayce Sus curaciones naturales Prélogo de Hugh Lynn Cayce FONTANA PRACTICA Ediciones Martinez Roca, S. A. Traduccién de Javier Calzada Disefio cubierta: Geest/Hgverstad Advertencia a los lectores: Es imprescindible que consulten a un médico antes de probar cual- quiera de los remedios y ejercicios contenidos en este libro. En ningiin caso deberian aplicar at- guno de ellos sin la plena y previa aquiescencia de su médico. Es muy importante asimismo que no interrumpan el tratamiento 0 régimen que les haya prescrito su médico. Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autori- zaciGn escrita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la re- produccién total o parcial de esta obra por cual- quier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informatico, y la dis- tribucién de ejemplares de ella mediante alqui- lero préstamo pablicos. Titulo original: The Edgar Cayce Handbook for Health Through Drugless Therapy © 1975 by Harold J. Reilly © 1995, Ediciones Martinez Roca, S. A. Enric Granados, 84, 08008 Barcelona ISBN 84-270-2047-3 Depésito legal B. 38.197-1995 Fotocomposicin de Pacmer, S. A., Miquel Angel, 70-72, 08028 Barcelona Impreso por Libergraf, S. L., Constitucié, 19, 08014 Barcelona Impreso en Espaha ~ Printed in Spain A Betty, quien tengo la sensacién que me fue enviada por Cayce para ayudarme a llevar adelante la tarea de realizar este libro. HJR. A Albert, querido esposo, amigo y compatiero que hace que todo sea posible. R.H.B. «Porque ocurre, pues... que el espiritu, el alma, los elementos de las fuerzas activas, usan esas partes del cuerpo fisico como su templo durante una experien- cia terrena,» (311-4) «Pues toda salud procede de una Unica Fuente. Y si se da una aplicacién de alimentos, ejercicio, medicina, e incluso del bisturt.... es para despertar la con- ciencia de las fuerzas que hay dentro del cuerpo y que contribuyen a reproducir- sea simismas... [lo que es] la conciencia de las Fuerzas Creadoras o Fuerzas de Dios.» (2696-1) «{...] una semana de cada mes, como minimo, deberia emplearse en embelle- cer, preservar, corregir el cuerpo..., si el cuerpo quiere conservarse joven, en mente, en cuerpo, en voluntad. Esto no significa que la entidad deba pasar esa se- mana entera sin hacer otra cosa,» (3420-1) Edgar Cayce Agradecimientos La realizacién de este libro ha sido el fruto de un proyecto que ha exigido tres afios de trabajo y que hubiera sido imposible sin la tenaz ayuda de muchas perso- nas que creen en el saber espiritual, mental, emocional y fisico contenido en las lecturas de Cayce, y las que este saber las ha inspirado. Los autores deseamos aprovechar esta oportunidad para dar las gracias a quie- nes compartieron sus experiencias personales con nosotros y a los muchos amigos y colegas que nos han ayudado en nuestro trabajo. En particular queremos expresar nuestra gratitud y reconocimiento por su es- pecialisima ayuda a las siguientes personas: A Hugh Lynn Cayce por su perspicaz Prélogo y sus recuerdos. A Gladys Davis Turner, Lucille Kahn, Hugh Lynn, al doctor Pat Reilly y a Do- rothy Reilly por ayadarnos a reconstruir la historia de Edgar Cayce y de nuestra familia. AJ. Everett Irion, Violet Shelley y al personal editorial, bibliotecario y admi- nistrativo de la ARE en Virginia Beach, Virginia. A Rhoda Boyko, que durante dos afios ayudé desinteresadamente a la sefiora Brod a recopilar y mecanografiar los extractos de los Cayce Medical Circulating Files; a Rudolph Boyko, que colaboré en esta tarea con su esposa; a Albert T. Brod, que se encarg6 voluntariamente de la interminable tarea de copiar, comprobar, co- rregir e interpretar esos extractos; y a Andrew Grossman, que le presté, también desinteresadamente, su ayuda en muchas de esas tareas. A la artista Jacqueline Mott, que a ultima hora afiadi6 unas ilustraciones para completar las encargadas a Ray Cullis y realizadas por él en su momento. Y a los doctores William A. McGarey, John Joseph Lalli y Edith Wallace por revisar el manuscrito y ayudarnos con sus criticas y sugerencias. Por su significativo liderazgo y tenacidad en la lucha en defensa del derecho de los consumidores a la salud y a una atmésfera, un agua y unos alimentos libres de contaminacién, queremos rendir asimismo especial reconocimiento a los siguien- tes presidentes de comités y subcomités del Congreso, y expresarles nuestra gra- titud por habernos facilitado las transcripciones de sus audiencias: Senadores Richard S. Schweiker, Gaylord Nelson, William Proxmire, Philip A. Hart, y congresista James J. Delaney. Al doctor Roger J. Williams, director del Clayton Foundation Biochemical Ins- titute of The University of Texas, le expresamos nuestra profunda consideracién y nuestro respeto por su gran libro Nutrition Against Disease (Pitman Publishing Co., Nueva York, 1971), que hemos citado ampliamente. Y deseamos hacerlos extensivos también a los siguientes autores y obras: 12 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES E. M. Abrahamson y A. W. Pezet. Body, Mind and Sugar. Pyramid Books. Nueva York, 1951. Ted Burke. «Recipes for Rejuvenation». Harper's Bazaar, marzo 1973. Cathryn Elwood. Feel Like a Million. Pocket Books. Nueva York, 1965. Frank Glenn y Arthur J. Okenaka. «Study of a 167-Year-Old-Man». Journal of the American Geriatrics Society, julio 1964. Sefiora de Edward Henderson, directora de la American Geriatrics Society y editora del Journal. Josef P. Hrachovec. Keeping Young and Living Longer. Sherbourne Press. Los Angeles, 1972. William A. McGarey. Edgar Cayce and the Palma Christi. Edgar Cayce Foun- dation y Medical Research Bulletins of the Edgar Cayce Foundation. The Metropolitan Life Insurance Co., por sus tablas de peso y longevidad. Debates de la Conferencia sobre el Envejecimiento, patrocinada por el Huxley Institute. Nueva York, 6 marzo 1972. Corinne H. Robinson. Normal and Therapeutic Nutrition. Macmillan Publis- hing Co., Inc. Nueva York, 1972. Neil Solomon, The Truth about Weight Control. Stein & Day. Nueva York, 1972. Jess Stearn. Edgar Cayce, the Sleeping Prophet. Doubleday & Co. Garden City; Bantam Books. Nueva York, 1968. C.M. Taylor y O. F. Pye. Foundations of Nutrition. Macmillan Publishing Co., Ine. Nueva York, 1966. Renee Taylor. Hunza Health Secrets. Award Books. Nueva York, 1969. Carlson Wade. Magic Minerals: A Key to Better Health. Parker Publishing Co. Nueva York, 1967. Maurice Zolotow. Marilyn Monroe: A Biography. Harcourt, Brace & Co. Nue- va York, 1960. Proélogo Nadie ha hecho tanto como Harold Reilly, uno de los mds prestigiosos fisiote- rapeutas norteamericanos, para que el mayor nimero de personas saquen prove- cho préctico de los tratamientos que Edgar Cayce descubrié mediante su clarivi- dencia. Entre otras razones, por su propia personalidad, porque el doctor Reilly es uno de los hombres més positives, estimulantes y prdcticos con que me haya tro- pezado en la vida. Inspira confianza; es patente que practica lo que predica. Es amable, entusiasta, y posee un maravilloso sentido del humor. Una conversacion con el doctor Reilly te persuade, y un tratamiento suyo te convence, de que tu cuerpo puede hacer mds de lo que jamds has esperado de él. Inspira amor propio. Otra raz6n de que el doctor Reilly haya tenido tanto éxito ayudando a los de- mds a emplear las lecturas de Edgar Cayce es que su filosofia de la salud estaba ‘ya en consonancia con la filosofia de la salud expresada en dichas lecturas cuan- do su nombre aparecié mencionado por primera vez en elas. Lo cual, por sor- prendente que parezca, ocurrié varios afios antes de que los dos hombres se co- nocieran personalmente. Este lazo al nivel de la mente, e inclusive al nivel del es- piritu, determiné que cientos de personas acudieran a Harold Reilly, tanto a su instituto del Rockefeller Center como a su granja de Nueva Jersey. Personas que lo encontraron también en sus libros, The Secret of Better Health! y Easy Does It,” y después en los libros de muchos otros que han escrito sobre él y su trabajo con las lecturas de Edgar Cayce, como, por ejemplo, There Is a River,’ de Thomas Su- grue, y Edgar Cayce, the Sleeping Prophet,’ de Jess Stearn. Tanto Edgar Cayce como Harold Reilly estaban mds interesados en mantener alas personas en buena salud y en buscar las causas de la enfermedad que en re- mediar sus sintomas. Las muchas sugerencias de las lecturas que se refieren al ejercicio, la dieta, los fomentos y la hidroterapia son, con frecuencia, tratamien- tos que se confian a la responsabilidad del individuo, mds que a la de una terce- ra persona. E incluso los tratamientos que habian de ser administrados por otro -tales como manipulaciones, tratamientos colénicos, determinados fomentos, etc.— eran terapias concebidas para ayudar al cuerpo a sanarse a si mismo. En el pre- sente libro, Edgar Cayce: Sus curaciones naturales, encontrard usted estimulo y, lo que es mds importante atin, medios especificos para ayudarle a recuperar el equi- librio fisico, mental y emocional, y a asumir una nueva actitud frente a la vida. 1, Harold J. Reilly, The Secret of Better Health. Carlyle House. Nueva York, 1941. 2, Harold J. Reilly, Easy Does it. Thomas Nelson & Sons, Nueva York, 1957. 3, Thomas Sugrue, There /s a River, Holt, Rinehart & Winston. Nueva York, 1942. 4, Jess Steam, Edgar Cayce, the Sleeping Prophet, Doubleday & Co. Garden City, 1967; Bantam Books. Nueva York, 1968. 14 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES. Edgar Cayce sefials la importancia de la dieta de manzana, los fomentos de aceite de ricino, los baiios de vapor con aceites especiales para determinadas do- lencias, tipos especificos de masaje y una gran variedad de dietas titiles. Pero fue Harold Reilly el primero que empeé a ensefar a las personas a combinar los tra- tamientos. Fue quien las animé y, por supuesto, las orient6 a seguirlos hasta que empezaran a descubrir que podian lograr a veces resultados fantasticos. Este libro es un manual practico. Hay explicaciones de los tratamientos y ma- terial complementario procedente del mundo cientifico, que hasta ahora ha con- (firmado muchas de las ideas bdsicas contenidas en las lecturas de Edgar Cayce. Harold Reilly empez6 a trabajar con estas ideas hace ya mas de cuarenta y cinco ajios. Probablemente no leerd usted este libro comenzando por el principio y siguien- do sus pasos hasta el final. Tal vez deseard buscar antes que nada lo relativo a su particular necesidad. Si ast es, advertiré en seguida que el doctor Reilly y la se- jiora Brod han dispuesto el contenido en capitulos perfectamente especificados y que sus referencias cruzadas son valiosisimas guias para abordar los problemas y los tratamientos Cayce-Reilly. Una vez que haya iniciado la tarea de poner a su cuerpo a resolver su necesi- dad especifica, deseard sin duda volver atrds y leer todo el libro. Encontrard en- tonces en él multitud de ideas capaces de ayudarle y que querrd compartir con sus amigos. Y no le pasaré inadvertido que las tres personas que han compuesto esta obra -el doctor Harold Reilly, su ayudante Betty Billings y Ruth Hagy Brod, que recopilé el material y ayudé al doctor Reilly a escribirla— disfrutaron haciéndo- lo. Porque estd muy claro que estas personas creen sinceramente en lo que escri- ben, y que sus experiencias tanto personales como con cientos de otras personas confirman sus conclusiones, La famosa frase «Si, tenemos el cuerpo», con la que Edgar Cayce, en estado de trance, inicié miles de lecturas psiquicas, comienza a adquirir verdadero sen- tido en este libro. El hombre debe empezar por él mismo. Porque, si no es capaz de sanarse a st mismo, gcémo podrd ser un canal de salud para su préjimo? Aqui, en perfecta combinacién, estan los ingredientes para la consecucién del equilibrio fisico, mental, emocional y espiritual que todo hombre persigue. Hugh Lynn Cayce Introduccién {Quién fue Edgar Cayce? Aunque acerca de Edgar Cayce se han escrito treinta y seis libros, que totalizan millones de ejemplares, ¢ incontables articulos en periddicos y revistas, para algu- nos de ustedes ésta puede ser la primera presentacién del hombre que fue llamado «el profeta durmiente de Virginia Beach», «el hombre més misterioso de Améri- ca», «adivino religioso» y telépata o vidente médico. ;Quién fue en realidad? Depende de quienes elijamos para mirarlo a través de sus ojos. Un ntimero con- siderable de contempordneos suyos vieron en el «despierto» Edgar Cayce un ex- perto fotégrafo profesional. Otro grupo, nifios en su mayoria, lo admiraron como cordial y bondadoso profesor de la escuela dominical. Los miembros de su fami- lia lo conocieron como un maravilloso marido y padre. El «durmiente» Edgar Cayce fue un personaje totalmente distinto: un psiquico conocido por miles de personas de toda clase y condicién, que tenfan motivos para estarle agradecidas por su ayuda. Porque, ciertamente, muchas de ellas estaban convencidas de que él, y sdlo él, habia salvado o cambiado sus vidas cuando todo parecfa perdido. El «durmiente» Edgar Cayce fue un hombre excepcionalmente certero en el diagnéstico médico, un profeta y un devoto defensor de la tradicién biblica. Ya de nifio, en una granja proxima a Hopkinsville, Kentucky, donde habia na- cido el 18 de marzo de 1877, Edgar Cayce manifest6 unos poderes perceptivos que parecian superar el campo normal de los cinco sentidos. A la edad de seis 0 siete afios les dijo a sus padres que era capaz de ver y conversar con «visiones», a veces de familiares recientemente fallecidos. Sus padres lo atribuyeron a la imaginaci6n superactiva de un chiquillo solitario que haba sido influido por el lenguaje dra mitico de las reuniones de afirmacién del fervor religioso, que eran muy popula- res en esa parte del pais. Posteriormente, a través del simple hecho de dormirse con la cabeza apoyada en sus libros escolares, desarrollé alguna forma de memo- ria fotografica que lo ayud6 a progresar répidamente en sus estudios en la escue- la rural. Este don, sin embargo, se esfum6, y Edgar slo pudo completar el sépti- mo grado escolar antes de tener que ponerse a trabajar. A la edad de veintitin afios se habfa convertido en representante de una empre- sa mayorista de objetos y materiales de escritorio. Por esta época le sobrevino una pardlisis gradual de los misculos de la garganta, que amenazé con causarle la pér- dida de la voz. Cuando los médicos se mostraron incapaces de encontrar una cau- sa fisica de su dolencia, se probé con la hipnosis, sin que tampoco con ésta obtu- viera efectos permanentes. Como tiltimo recurso, Edgar le pidié a un amigo que 16 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES Jo ayudara a retornar al mismo tipo de suefio hipnético que le habia permitido me- morizar de nifio sus libros de texto. Su amigo le dio el impulso de sugestién nece- sario y, una vez en aquel estado de trance autoinducido, Edgar se enfrent6 a su propio problema. Hablando desde un estado de inconsciencia, recomend6 deter- minadas medicacién y fisioterapia que se mostraron eficaces para devolverle la voz y reparar los dafios de su sistema. Un grupo de médicos de Hopkinsville y Bowling Green, Kentucky, aprove- charon el singular talento de Cayce para diagnosticar a sus propios pacientes. Pronto descubrieron que Cayce s6lo necesitaba que le facilitaran el nombre y la direccién de un paciente, dondequiera estuviese, para sintonizar telepdticamente con la mente y el cuerpo de éste, con la misma facilidad que si se hallaran los dos en la misma habitacion. Jamis le hizo falta mas informacién relativa a ningun pa- ciente. Un médico joven de entre aquéllos, el doctor Wesley Ketchum, presenté un in- forme sobre este nada ortodoxo procedimiento a una sociedad de investigacién clinica de Boston. El 9 de octubre de 1910, The New York Times aparecié con dos paginas sobre el tema, con los correspondientes titulares y fotografias. Y desde aquel dia, personas atormentadas de todo el pais han buscado la ayuda del «hom- bre prodigioso». Cuando Edgar Cayce muri6, el 3 de enero de 1945 en Virginia Beach, Virgi- nia, dejé registros estenogrdficos documentados de los dictamenes dados, por cla- rividencia telepatica, a mas de seis mil personas distintas a lo largo de un periodo de cuarenta y tres aiios. La Association for Research and Enlightenment, Inc., una institucién dedicada a la investigacién psiquica, se formé en 1932 para conservar ¢ investigar esos datos. Su biblioteca de Virginia Beach guarda copias de 14.246 lecturas psiquicas de Edgar Cayce, registradas en estenografia. De ellas, 8.976 —es decir, un 64 % aproximadamente- describen las discapacidades fisicas de varios miles de personas y sugieren tratamientos para sus dolencias. Son muy numerosos los médicos a quienes los estudios cientificos de pautas te- rapéuticas para determinadas dolencias fisicas importantes parecen haberles suge- tido la conveniencia de poner a prueba las teorias de Edgar Cayce. Con este pro- pésito, las citadas lecturas fisicas han sido puestas a disposicién del equipo médi- co de una clinica de Phoenix, Arizona, integrado por cinco doctores. A través de informes escritos y conferencias anuales, estos doctores facilitan informacién so- bre los resultados de los tratamientos a mas de 250 médicos y ostedpatas. Las lecturas de Edgar Cayce constituyen uno de los mayores y mas impresio- nantes registros de percepcién psiquica debidos a un solo individuo. Unidas a sus registros, correspondencia e informes, han sido indexadas, cotejadas, agrupadas en millares de epigrafes y puestas a disposicién de psicdlogos, médicos, estudiantes, escritores e investigadores que atin hoy siguen acudiendo, en némero creciente, a la mencionada institucién para examinarlas. Dicha instituci6n contintia hoy su tarea indexando y catalogando la informacién, fomentando la investigaci6n y los experimentos, y promoviendo reuniones, semi- narios y conferencias. INTRODUCCION iy) Los trabajos del doctor Harold J. Reilly, cuarenta y cinco afios de experiencia clinica con esas lecturas, constituyen una aportacién valiosisima a ese cimulo de datos. Hable de ello con el doctor Reilly. Ha tenido experiencias con miles de casos. Y, seguin mis informes, es el tinico, que consigue resultados reales, se muestre 0 no de acuerdo con lo que les han dicho otras personas. (5162-1, informes) Edgar Cayce {Quién es Harold J. Reilly? Durante més de treinta aiios, el Reilly Health Institute, del Rockefeller Center, fue la meca de la salud para celebridades: politicos como el difunto secretario de Estado Edward Stettinius, el que fue fiscal general Herbert Brownell, el congre- sista James Delaney y el ex gobernador Nelson A. Rockefeller; magnates de los negocios como el difunto David Sarnoff, el capitén Eddie Rickenbacker, L. Vic- tor Weil y Jack Kriendler, propietario del Club 21; y Ifderes sindicales como Geor- ge Meany, David Dubinsky, Alex Rose y el difunto John L. Lewis. Todos éstos son s6lo unos pocos de los muchos personajes notables que encontraron reme- dio para los estragos sufridos por la responsabilidad y el estrés bajo la direccién y las manos sanadoras del doctor Harold J. Reilly, el fundador y director del ins- tituto. En el Reilly Institute modelaron su silueta, realzaron su belleza y mantuvieron en forma su salud famosas actrices. Dan Topping Ilevé all a su esposa, la difunta Sonja Henie, para preparar su figura con vistas a una carrera cinematogréfica; Gloria Swanson, Mae West, Gypsy Rose Lee, Shirley Booth, Glynis Johns, Do- rothy Sarnoff, Leslie Caron y Joan Fontaine acudieron al instituto para conservar- se en excelente estado fisico. Figuras internacionalmente destacadas, como el du- que y la duquesa de Windsor, la emperatriz viuda de Egipto y Cobina Wright e hija encontraron alli las mismas técnicas, especializacién y terapias practicadas en los grandes balnearios de Europa. Las paredes del instituto estan cubiertas de fotos y testimonios de personalida- des del mundo del espectaculo, entre quienes se cuentan Bob Hope, Eddie Albert, Phil Baker, Burgess Meredith, Bert Lahr, George Jessel, Paul Whiteman, Vincent Lopez, Harry Salter, Fred MacMurray, Walter Huston, Boris Karloff, Hume Cronyn y su esposa la actriz Jessica Tandy, Mickey Rooney y Paul Douglas. Asi como de los grandes divos del Metropolitan Beniamino Gigli, Helen Jepson, Rose Bamp- ton, John Charles Thomas, Charles Kuhlman y Greta Stuckgold, y el de su empre- sario Gatti-Casazza. La dedicatoria manuscrita de Bob Hope en su fotografia dice: «Después de lo bien que me ha conservado Harold J. durante dieciocho aiios, pienso que todo el mundo deberfa vivir la vida de Reilly». «Oh, no hay nada en tal mal estado que Reilly no pueda repararlo», afirma en su foto Burgess Meredith. 18 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES Y, en frase de Eddie Albert: «El doctor Reilly tavo mucho que ver con que yo disfrutara de la vida en fecha tan lejana como 1935. Y sigue teniéndolo». Muchos escritores y poetas —Robert Frost, John Erskine, Bob y Millie Consi- dine, Morey Bernstein y Fannie Hurst, entre otros~ han expresado elocuentemen- te su aprecio y admiracién en fotos dedicadas 0 en sus libros. Maurice Zolotow, por ejemplo, autor de Marilyn Monroe: A Biography,’ esc «A Harold J. Reilly, que me habria hecho tan sensual como Marilyn Monroe si yo hubiera sido mujer». Jess Stearn, en la primera edicién de su libro Edgar Cayce, the Sleeping Prophet,” dijo: «A mi querido amigo y mentor Harold J. Reilly, sin el cual este li- bro hubiera sido mucho menos de lo que es». Y Thomas Sugrue firmaba su The- re Is a River’ con estas palabras: «A Harold J. Reilly, el mejor doctor de la faz de la tierra... aunque algunos Angeles artriticos suspiren por recibir sus tratamientos. Pero, por encima de todo, me siento orgulloso de que fuera amigo de Edgar Cay- ce y lo sea mio». «Forjador de felicidad y de gente mas eficaz», describié al doctor Reilly el re- verendo Norman Vincent Peale; y Hugh Lynn Cayce incluyé la siguiente dedica- toria en su libro Venture Inward:* «A Harold, que ha ayudado a mucha gente a ini- ciar su aventura intima tal como Ja concebia Edgar Cayce». Todos estos elogios fueron muy merecidos, porque el doctor Harold J. Reilly era entonces —como lo sigue siendo hoy- uno de los principales defensores de la fisioterapia natural sin férmacos. Esta reconocido como uno de los mas notables fi- sioterapeutas del mundo, y médicos de todos los pafses acuden a estudiar con él. Pero no todos sus clientes eran celebridades: muchos eran, sencillamente, seres humanos enviados a él por alguno o algunos de los tres mil médicos, ostedpatas y odontélogos que le han dirigido a sus pacientes. La impresionante formacién académica y profesional del doctor Reilly incluye ocho titulos, entre ellos el doctorado en Ciencias por la Eastern Reserve Univer- sity, el master en Fisioterapia por el Ithaca College y el doctorado en Fisioterapia por la Van Norman University de California. Es, ademas, miembro del Colegio de Medicina Deportiva, miembro del Emerson University Research Council, diplo- mado del Consejo Nacional de Fisioterapia y director de Fisioterapia y Rehabili- tacién de la Edgar Cayce Foundation. Ha ejercido a lo largo de catorce mandatos la presidencia de la New York Sta- te Society of Physiotherapists, preside el Colegio Oficial de Fisioterapeutas del estado de Nueva York, y fue presidente legislativo del comité encargado de dicta- minar las reclamaciones por tratamientos fisioterapéuticos nombrado por el con- sejo de regentes de la universidad del estado de Nueva York. Esté colegiado para la practica en cuatro estados de Estados Unidos y en Canada. 1. Maurice Zolotow, Marilyn Monroe: A Biography. Harcourt, Brace & Co. Nueva York, 1960. 2. Stearn, op. cit. 3, Sugrue, op. cit. 4, Hugh Lynn Cayce, Venture Inward. Harper & Row. Nueva York, 1964. INTRODUCCION 19 El doctor Reilly nacié en el Lower East Side de Nueva York en 1895 y crecié en el distrito Van Ness del Bronx. Fue el mayor de siete hermanos, todos los cua- les, con excepcién de una de las chicas, se dedicaron a la practica de la fisiotera- pia. A los doce afios organizé en el sétano del hogar familiar un club atlético y gimndstico. En 1916, tras graduarse en el National Eclectic Institute, se alist6 en elejército de Estados Unidos y sirvié con el 102.° de Ingenieros en la frontera me- xicana, ensefiando jiujitsu y lucha libre. Fue después de dejar el ejército cuando obtuvo sus titulos académicos del Ithaca College y la Eastern Reserve University. Se gradué asimismo por la American School of Naturopathy y la American School of Chiropractise, y completé dos afios de especializacién en osteopatfa. Durante varios afios, el doctor Reilly estudié en Battle Creek, Michigan, con el doctor John Harvey Kellogg, el inventor de los copos de cereales para el desa- yuno y la cabina eléctrica, y pionero de la medicina preventiva. En el curso de su diversificada carrera, el doctor Reilly dirigié también una granja de salud para la rehabilitacién de alcohélicos y drogadictos en el condado de Sullivan, Nueva York. En 1924 cre en la ciudad de Nueva York el Physicians Physiotherapy Ser- vice en el ntimero 1908 de Broadway, y en 1935 abrié su afamado Reilly Health Institute en el Rockefeller Center. A pesar de sus formidables credenciales y curriculum, al doctor Reilly se le conoce sobre todo por su inusual y estrecha colaboracién con Edgar Cayce, el «profeta durmiente» de Virginia Beach, quien empez6 a enviarle casos en 1930, casi dos afios antes de que los dos hombres se conocieran personalmente. En aque] entonces, Reilly no habja ofdo hablar de Edgar Cayce, ni sospecha por asomo que aquellas personas venfan a él recomendadas por un psiquico. Para cuando Cayce fallecié, en 1945, éste habia encaminado al doctor Reilly més de un millar de pacientes y habia mencionado expresamente su nombre cen- tenares de veces en el curso de las lecturas-trances en que diagnosticaba y pres- cribia un tratamiento para problemas médicos de lo mis diversos. Jess Stearn, en su biografia de Edgar Cayce —inspirada por el doctor Reilly y es- crita en gran parte en su granja de Nueva Jersey- se refiere al doctor Reilly como un «acervo portatil de la terapia practica de Cayce». E indiscutiblemente es hoy la maxima autoridad acerca de los secretos de salud contenidos en las “lecturas” de Cayce. En la inmensa mayorfa de las docenas de libros que se han escrito acerca de Cayce, cuyas ventas han totalizado millones de délares, se ensalzan las extra- ordinarias comprensién y destreza del doctor Reilly en la aplicacién de los trata- mientos de Cayce y los éxitos que ha logrado con ellos. El doctor Reilly no es s6lo un «maestro» en las teorias de Cayce, sino que las ha puesto a prueba clinicamen- te y las ha tamizado en sus cuarenta y cinco aiios de préctica activa. La perfecta combinacién de los poderes psiquicos de Cayce, bebidos de alguna fuente de «co- nocimiento universal», y la experiencia empirica y cientifica de Reilly ha pro- ducido un valiosisimo tesoro de orientaciones terapéuticas que parecen funcionar cuando son adecuadamente administradas. Estas orientaciones pueden ser puestas hoy a disposicién de miles de lectores deseosos de encontrar una salida sensata en el contaminado laberinto de la vida moderna. 20 EDGAR CAYCE, SUS CURACIONES NATURALES A pesar de los tintes de misterio que comparecen cuando entra en escena un vi- dente de la reputacién de Cayce, no hay nada misterioso en la gran afinidad que existié entre los dos hombres, el uno un psiquico y el otro un cientifico. Ambos compartfan una idéntica filosofia de la salud: la expresada en las siguientes pala- bras del doctor Reilly: «La medicina y la mayorfa de los médicos buscan curar una dolencia especifica. Las “lecturas” Cayce y la terapia Reilly tratan de produ- cir un cuerpo sano que se curaré a sf mismo de la dolencia que lo aqueja. Trata- mos de comprender la naturaleza y trabajar con la naturaleza. Luego es el propio cuerpo quien se cura». Cuando el doctor Reilly cerré el Reilly Health Institute en 1965 y se «retiré» a su granja de Nueva Jersey, don6 su equipo de fisioterapia a la Association for Re- search and Enlightenment (la ARE) de Virginia Beach, Virginia; monté alli una clinica de fisioterapia, adiestr6 a su equipo de profesionales y acepté ser su su- pervisor. Organiz6 asimismo el Departamento de Fisioterapia de la clinica de la ARE en Phoenix, Arizona, y form a su personal. No le result6 facil, con todo, per- manecer en este relativo retiro. Por eso, cuando algunos de los pacientes que ve- nfa tratando ~David Dubinsky, por ejemplo, que habfa sido un «asiduo de Reilly» durante més de cuarenta afios— insistieron en continuar sus tratamientos semana- les, el doctor Reilly accedié a viajar a Nueva York un dia por semana y gestioné compartir un consultorio con otro médico en el Capitol Theatre Building. Pero la jornada de trabajo en el consultorio de Nueva York se amplié primero a dos y Iue- go a tres dfas por semana, y pronto el doctor Reilly estaba trabajando alli casi con la misma dedicacién con que habfa estado llevando su instituto. El derribo del Capitol Theatre Building fue la ocasi6n para que el doctor Reilly iniciara el que confiaba fuera su segundo y definitivo retiro. No duré mucho mas que el primero porque, con la publicacién del libro Edgar Cayce, the Sleeping Prophet, y otros comenzé una continua afluencia de hombres y mujeres de todo el pais que peregrinaban a la granja de Nueva Jersey. En la granja cont6 con la ayuda de su incansable colaboradora, la sefiorita Betty Billings, graduada por la University of North Carolina, donde recibié su li- cenciatura en nutricién. Como tal, Ia sefiorita Billings, fue residente en el Dayton Miami Valley Hospital de Ohio, y trabaj6 como dietista clinica en el Duke Uni- versity Hospital y en el New York Hospital-Cornell Medical Center. Est gradua- da también en fisioterapia. Betty Billings tuvo su primer contacto con el doctor Reilly hace unos dieciséis afios, cuando fue a visitarle en solicitud de ayuda para su madre paralitica, después de haber agotado todos los recursos de la medicina ortodoxa. Qued6 tan impre- sionada por el tratamiento aplicado a su madre, que dejé el New York Hospital- Cornell Medical Center, donde a la saz6n trabajaba como especialista en nutricién y dietista, y entré a formar parte del equipo de Reilly en el Rockefeller Center. Ha trabajado con el doctor Reilly desde entonces, y tanto ella como el doctor estan sumamente solicitados como conferenciantes y consultores. El doctor Reilly escribié acerca de ella: «Siempre he tenido la sensaci6n de que Betty Billings me fue enviada por Edgar Cayce... La nutricién es muy impor- INTRODUCCION 21 tante en la terapia Cayce, pero yo era muy torpe en las técnicas de contar los gra- mos de todo, calcular las cantidades diarias recomendadas y mantenerme al dia respecto a las nuevas investigaciones realizadas en este complicado terreno. Ba- rrunto que Cayce querfa que trabajéramos juntos». Al igual que Edgar Cayce, el doctor Reilly se especializ6 en los «casos deses- perados»: aquellos que han abandonado toda esperanza de obtener ayuda median- te las terapias convencionales a base de farmacos. Sus éxitos en el tratamiento de estos pacientes «desesperados» extendieron atin més su fama, hasta el extremo de que la presiOn de los pacientes que acudian a la granja desbordé su capacidad material, y la de la sefiorita Billings, de atenderlos a todos. Ello le obligé a hacer publica su decision de limitar su practica a los miembros de la ARE. «Deseaba desanimar a los pacientes, especialmente a los que tal vez no segui- rian con seriedad la terapia -explic-. Porque, ademés, si no entienden la filoso- fia de Cayce de la unidad de cuerpo, espiritu y mente, y si no sintonizan con ella sus conciencias en el grado necesario, se tarda demasiado en conseguir resultados; y, en ocasiones, ni siquiera se dan.» Hoy, todavia activo a sus setenta y nueve afios, el doctor Reilly expresa asf el concepto que tiene de su obra: «La filosofia basica de toda mi obra es que me con- sidero un maestro y un intérprete de las lecturas Cayce; porque esas lecturas fue- ron comunicadas a unos individuos concretos, y mi tarea ha sido aplicar mi pro- pia formacién, saber y experiencia para interpretar lo que Cayce querfa y ensefiar luego a la gente a ponerlo en practica». 'Y su éxito en ello ha sido admirable. Por eso parece muy oportuno concluir esta Introduccién con palabras de Nelson A. Rockefeller: «Es un gran profesional y un maravilloso ser humano». PRIMERA PARTE «El cuerpo fisico es el Templo» CAPITULO 1 Prevencion: La clave de una salud duradera «[...] todo fortalecimiento, cualquier tipo de curacién, consiste en el cambio de las vibraciones que vienen de dentro... la sintonta de lo divino existente en el interior del tejido vivo de un cuerpo con las Energias Creativas. Sélo esto es sa- nar. Tanto si se logra mediante el uso de medicamentos, el bisturt o lo que sea, consiste en sintonizar la estructura atémica de la fuerza celular viviente con su patrimonio espiritual.» (1967-1) «Porque como la Mente es el Constructor -esto es, que “como un hombre pien- sa, asi es”=, de ahi se sigue que la mente, que el cuerpo, que el alma se expanden para remediar sus propias necesidades.» (564-1) «[..] estd al aleance del hombre todo aquello que en la naturaleza correspon- de a lo existente en los reinos mentales y espirituales, y un antidoto para cada ve- neno, para todo mal en la experiencia del individuo, con aplicar simplemente la naturaleza, las fuentes naturales.» (2396-2) Edgar Cayce «[..] es en la Salud, no en la mala salud, en lo que deberiamos fijar nuestra mirada.» Dr. Roger J. Williams Un hombre de cuarenta y dos aijos pregunt6 a Edgar Cayce: Cudnto deberia vivir en esta encarnacién? (866-1). —jHasta los ciento cincuenta! -fue la respuesta del profeta durmiente de Virgi- nia Beach. A otros que le planteaban la misma o parecida pregunta Cayce les contest6 que si una persona vivia como es debido, comfa sabiamente, no se preocupaba dema- siado y mantenia una visién optimista de la vida, podia vivir hasta alcanzar los 120 0 121 aiios de edad. Alguien le pregunté en cierta ocasion: -Entonces..., ,también es cierto que uno puede conservar la juventud? Y Cayce respondié: ~Es factible conservar la juventud en la medida en que se desee, si se esta dis- puesto a pagar el precio que sea necesario. —Es decir —prosigui6 su interlocutor solicitando més detalles, ;que hay que considerar también la dieta como aplicacién del conocimiento obtenido de dentro de uno mismo? ~iPor supuesto! -replicé Cayce. (900-465) Esta idea de Cayce sobre la potencial longevidad del hombre y la juventud se compagina con las leyes naturales del universo, tal como las encontramos en el reino animal. Segiin los bidlogos, la duracién de la vida de una especie viene a ser de ocho a diez veces el tiempo transcurrido hasta que alcanza su capacidad reproductora. Teéricamente, pues, el hombre deberia vivir como minimo de 120 a 150 afios. Cientificos que han estudiado la geriatrfa y la longevidad en paises de todo el mundo afirman que la duracién media de la vida humana deberia estar en torno a los 140 afios. Y los investigadores de la célula creen que, puesto que cabe conser- var vivas ciertas células indefinidamente, seria posible para el hombre, en teoria, vivir eternamente. El doctor Augustus B. Kinzel, que fue presidente de Salk Institute for Biolo- gical Sciences, predice que «el suefio humano de no envejecer nunca se hard rea- lidad, y conoceremos notables progresos en esta materia no mucho més all de 1980». E incluso el difunto doctor Edward L. Bortz, del Philadelphia’s Lankenau Hos- pital, presidente de la conservadora American Medical Association, aventuraba que no existe raz6n ninguna para que, hacia el afio 2000, los seres humanos no de- biéramos llegar todos como minimo a centenarios. De hecho existen lugares en el mundo donde los hombres y las mujeres viven, PREVENCION: LA CLAVE DE UNA SALUD DURADERA_ 27 estén sanos y son capaces de reproducirse hasta bien pasado el limite de los cien afios: lugares como, sobre todo, la repiiblica georgiana de Abjazia, en las monta- fias del Cducaso; Vilcabamba, en Ecuador; y el territorio de los Hunzas, un estado federado de Pakistén. Mas adelante, en el capitulo 16, estudiaremos con algtin detalle los estilos de vida de estas gentes notables, asf como muchos aspectos de la investigacién en este fascinante tema y algunas de las orientaciones Cayce-Reilly para que las apli- quen en sus propios hogares. Por ahora baste observar que el estilo de vida de esas personas tan longevas concuerda con la recomendacién de Cayce para conseguir la longevidad y prolongar la juventud. Paraddjicamente, mientras la ciencia se esfuerza en conseguirnos el regalo de unos afios de mas, son cada dia mas las personas que padecen enfermedades créni- cas y degenerativas. El doctor Max Bircher-Benner, uno de los grandes pioneros médicos y adalides de la medicina preventiva, decfa hace muchos afios: «El reino de los incurables se ha extendido alarmantemente. Asi lo ha hecho también Ja ca- pacidad de la profesién médica para prolongar la vida artificialmente. Pero la in- tencién del Creador no fue que el hombre tuviera que vivir con ayuda de muletas, ni convertir el planeta en un inmenso hospital para los enfermos».' Yo me carteé con el doctor Bircher-Benner hasta su muerte en 1939 y los dos compartiamos una misma filosofia de la salud..., en particular la conviccién de la importancia que tiene la prevencién en medicina. Después de todo, pocos de noso- tros querrfamos seguir vivos unos afios mas siendo invdlidos, una carga para no- sotros y para nuestros familiares. No basta afiadir afios de vida. Lo que cuenta, sobre todo, es cuanta vida tendrds en esos afios. Y habré que decir al respecto que la moderna ciencia médica, a pesar de sus muchos ¢ impresionantes logros en reducir las infecciones y tratar las enfermeda- des, no lo est4 haciendo tan bien en el campo de la prevencién de la enferme- dad y el mantenimiento de nuestra salud. Es salud lo que todos nosotros desea- mos..., no precisamente una mejor asistencia médica. Dado que hemos reanudado Jos lazos de amistad con China, podriamos también emular una de sus antiguas cos- tumbres y pagar a los médicos cuando estamos bien, en vez de hacerlo cuando en- fermamos. Hoy, el hombre y la mujer modemnos (y sus hijos) son una especie en peligro. La salud del pueblo norteamericano est4 sufriendo un gradual deterioro. Se nece- sitan més y mayores hospitales, mas facultades de medicina que formen més y mas médicos, nuevos farmacos, y mayores fondos para dedicarlos a la investigacién. En 1971, el entonces presidente Richard M. Nixon pidié a los altos funcionarios de la administraci6n federal que trazaran un programa destinado a hacer de los norteamericanos el pueblo més sano de la Tierra. El informe de aquéllos revelé que, aunque los norteamericanos gastamos més dinero en atenci6n sanitaria que cualquier otra nacién, nuestra salud es, en conjunto, peor que en la mayorfa de los. demas paises industrializados. Tenemos més cancer, enfermedades cardiovascu- 1, Dr. Max Bircher-Benner, The Prevention of Incurable Disease. Attic Press. Greenwood, 1969. 28 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES lares, diabetes, enfermedades mentales, artritis y anomalias congénitas que los ha- bitantes de cualquier otra nacién industrializada del mundo. Ocupamos el quinto lugar en el indice de esperanza de vida. Los norteamericanos estan menos sanos ahora que hace veinte afios y nuestra esperanza de vida decrece. El presidente en- cargé a Elliot L. Richardson, su secretario de Salud, Educacién y Bienestar (y an- tiguo fiscal general), que estudiara «qué se necesita para hacer que este pais sea més sano que cualquier otro del mundo». Solo tenia, para ello, que echar un vistazo al pais y ala vida diaria de sus ciu- dadanos. Estamos rodeados por todas partes de enemigos solapados, todos ellos tanto mas malignos y peligrosos cuanto que se presentan sigilosamente y bajo dis- fraces sumamente atractivos. Los siete mas mortales de ellos para nuestra moder- na forma de vida se esconden en el aire que respiramos; en el agua que bebemos; en Jos métodos que utilizamos para producir, transportar, transformar y comercia- lizar los alimentos; en la cocina familiar, donde se planea y realiza la gran dieta norteamericana (sin el menor plan); en la dependencia del automévil familiar, que nos tiene inmovilizados en el auge de las enfermedades cardiovasculares y en otras dolencias mortales, cuando no nos mata o mutila por si mismo en Ia carretera..., ¥ en la de su compaiiero de crimenes, el televisor; en Ia servicial farmacia-licoreria del barrio, ahi mismo, en la esquina, que nos ha convertido en una nacién de con- sumidores de pfldoras y ha colaborado para que nuestros hijos cayeran en la dro- gadiccién; y en el trabajo, con el mortal estrés que producen su inseguridad, su competitividad, sus criminales pausas para un «cafelito» y sus almuerzos de ne- gocios. No tenemos que sucumbir ante estos enemigos. Si nos decidimos a poner el es- fuerzo y la disciplina que se requieren para utilizarlas, estén a nuestra disposicién eficaces medidas protectoras. A la salud, como a todos los demas aspectos de la vida, se aplica el dicho de que «més vale prevenir que curar». Y asi resulta que un profesional de la medicina, el doctor Bircher-Benner, nos dice: «Hermanos mios, su vida marcha por caminos equivocados. Traten de iden- tificar los peligros que amenazan su salud y aprendan a evitarlos antes de que sea demasiado tarde. La prevencién es posible con tal de tomérsela en serio; sera efi- caz si se muestran firmes y decididos a la hora de aplicarla»? Después de cincuenta y cinco afios de tratar a los enfermos, de restaurar y for- talecer la salud, el bienestar y la vitalidad de miles de personas, he aprendido que la gente se preocupa mas de su coche y de su cortadora de césped que de su cuer- po y de su salud. Una y otra vez he escuchado la misma mala excusa: «Es que no tengo tiempo para hacer ejercicio, para vigilar mi dieta, para hacer todas las cosas. que usted dice que deberfa hacen». Y mi respuesta ha sido invariablemente: «No tiene tiempo para conservarse bien, pero lo encontrard para estar enfermo, gverdad?». Menos cera en el coche y mds aceite de cacahuete en el cuerpo deberia ser la regla que imperara en los hogares para conseguir una poblaci6n més sana y més fuerte. 2. Ibid. p. x. PREVENCION: LA CLAVE DE UNA SALUD DURADERA. 29 Aunque soy fisioterapeuta, me he especializado durante més de cincuenta y cinco afios en tratar y restaurar al hombre completo: el hombre que refleja en su cuerpo y su mente el impacto del mundo que lo rodea externamente. He dicho muchas veces que la misma sangre que circula por nuestras entrafias lo hace tam- bién por nuestro cerebro; pero puedo invertir la frase y decir que la sangre que circu- la por nuestro cerebro, donde nos sentimos inquietos, preocupados y temerosos, fluye por las entrafias, donde padecemos tensién. Muchos hombres han acudido al Reilly Health Service del Rockefeller Center con la misma queja: «Cuando estaba haciendo el servicio militar, me encontraba en una forma espléndida. Me sentfa siempre bien. Ahora estoy fatal y me siento tor- pon y mareado constantemente. ;Puede usted ponerme otra vez en la misma bue- na forma de antes?» Podria haberles respondido simplemente: «Si. Haga ejercicios en el gimnasio, tome de vez en cuando un bafio de vapor y apliquese después fricciones t6nicas 0 quizé un masaje, y podré recuperar la misma buena forma que la vida ordenada y el ejercicio regular le proporcionaban cuando estaba en el ejército». Pero debemos recordar que, de soldado, no tenia que preocuparse por un au- mento de salario, ni por el humor con que lo recibirfa su mujer al regresar a casa después del trabajo, ni por la posibilidad de ser despedido, ni por el inminente pago de un plazo de la hipoteca. No tenfa que tomar decisiones: otros decidian por él. Por consiguiente, era capaz de relajarse; y la relajaci6n, junto con la liberacin de la responsabilidad y la tension, era responsable en gran parte del excelente estado ffsico en que se encontraba. E| problema de devolver a esos hombres a la misma condicién de bienestar no es simplemente cuestién de ejercicio fisico y nutricién equilibrada. Requiere tam- bién un ajuste psicoldgico en todos los campos de la vida..., un ajuste que todas las personas estén obligadas a hacer si quieren participar en la sociedad como ciu- dadanos responsables, deseosos de mantenerse a si mismos y no depender de la ayuda de terceros 0 del Estado. Hoy todo el mundo, hombre y mujer, ha de combatir como soldado en un fren- te econdmico de competencia, en el que tiene que estar constantemente alerta para mantener la seguridad, conservar el hogar y la familia, y ahorrar algo para el fu- turo. Y lo curioso es que, si no fuera por su cuerpo, no queria usted hacer ese ajus- te; que, sino fuera por su cuerpo, no mantendria ese combate que dura toda la vida. Si usted tuviera slo mente, y no también un cuerpo, el mundo de lo econémico desaparecerfa: no necesitarfa una casa, ni alimentos que procurar a su cuerpo, ro- pas para cubrirlo ni cosméticos para maquillarlo..., ni un automévil para despla- zarlo de aqui para allé. El matrimonio serfa innecesario, porque no existirfa una sexualidad en sentido fisico y no darfa como fruto hijos. Es, pues, el cuerpo el que hace que surjan la econom(a, el matrimonio, la politica y la guerra. Pero un hecho que me ha asombrado durante toda la vida es que a ese cuerpo que provoca tales elementos de conflicto, presiones y trabajo, no sélo lo descuida- ‘mos, sino que hacemos un mal uso y abuso de él. Se dirfa que los antiguos griegos, 30 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES. que respetaban e incluso llegaron a rendir culto al cuerpo, se mostraban mas pré- ximos que nosotros a una actitud razonable frente a la vida diaria. Por lo menos reconocfan que el cuerpo es el punto focal de la vida en el mundo. Debemos al cuerpo el estar aqui, en este mundo tridimensional. Y es, por con- siguiente, el cuerpo el que ha de mantenerse en armonia y en equilibrio ~sano, en otras palabras— para que, a través de él, las partes de nosotros que no son fisicas, que nos dan los mayores placeres y nos hacen seres humanos —es decir, la mente y el espiritu- puedan funcionar suficientemente bien para alcanzar su potencial mis alto. Pero resulta que en la vida moderna nos ocupamos mas en desequilibrar el cuer- po que en mantenerlo sano. Lo sobrecargamos hasta el extremo de agotarnos en nuestros esfuerzos para ganar dinero y conseguir el éxito. Cuando deberiamos te- ner en cuenta que cada parte del cuerpo mal usada, sometida a excesos 0 descui- dada es importante a la hora de mantener la totalidad en buena forma. Si hay algo que demuestren las lecturas de Edgar Cayce, es que el hombre no puede ser fragmentado en partes..., cada una con su sistema propio y susceptible de ser considerada y tratada sin atender a las demés partes. Porque Edgar Cayce afirmé una y otra vez que todo lo que hacemos y pensa- mos esté directamente relacionado con lo que somos como seres humanos com- pletos: que lo que comemos influye sobre lo que pensamos; que lo que pensamos influye sobre lo que comemos; y que lo que comemos y pensamos, juntos, influ- yen sobre lo que hacemos, lo que sentimos y lo que parecemos. Citaré un ejemplo del caso 288-38, en el que dice: «{...] Lo que pensamos y lo que comemos ~com- binados— determinan lo que somos, fisica y mentalmente». Y en otra lectura (2528-2) Cayce observa: «Pero cuando la norma esta coordi- nada, en espiritu, mente y cuerpo, el ser es capaz de realizar el objetivo por el que acepta una experiencia material o fisica». He tenido el excepcional privilegio de haber conocido a Edgar Cayce y haber trabajado con él. A través de él tenemos acceso a la sabidurfa intemporal que este gran ser humano y psiquico bebié de sus «fuentes universales» de conocimiento. Pienso que esta sabiduria suya jams fue tan urgentemente necesaria como lo es hoy, en el presente caos ecolégico interno y externo que han montado el hombre, laciencia y la tecnologia. EI objetivo de este libro es ensefiarles a ustedes a mantener su buena condi- cién, compartiendo con ustedes las terapias naturales sin farmacos, las actitudes mentales y la sintonia espiritual que Edgar Cayce prescribié en sus casi quince mil lecturas destinadas a unos seis mil individuos. Deben tener presente que la mayo- ria de las personas que buscaron la ayuda de Cayce o la mia eran casos médicos desesperados..., personas desanimadas, descorazonadas, que ya habjan probado todo cuanto podia ofrecerles la medicina ortodoxa... y aun las alternativas. El re- curso a Cayce era para muchos la tiltima apelacién posible a un tribunal supremo. Y Cayce era capaz de diagnosticar sus dolencias entrando en un estado de trance, a pesar de que jamés vefa a la persona, que podia hallarse a miles de kilémetros de distancia. Les prescribfa entonces terapias capaces de prestarles ayuda. Muchos ex- PREVENCION: LA CLAVE DE UNA SALUD DURADERA 31 perimentaron lo que parecian curaciones milagrosas. Otros no. Aunque el método era extrafio y basado en una videncia psiquica, las terapias en sf no tenfan ningin misterio: incluian tratamientos osteopaticos, regimenes de nutricién, ejercicio, masaje, hidroterapia y electroterapia, aplicacién externa de fomentos, remedios y férmulas magistrales basados en alimentos naturales, hierbas y, en ocasiones, me- dicamentos ¢ intervenciones quirtirgicas. Para conseguir resultados, se requeria constancia y una sintonia mental y espiritual, como Cayce explicaba a menudo: Conserve dentro sf esa actitud mental de fuerzas constructivas, creativas. Porque toda curaci6n, cualquiera que sea su naturaleza, debe brotar del interior de uno mismo. Porque en el cuerpo fisico esté la capacidad de re-crearse o reproducirse, asf como las actividades necesarias para asimilar lo que se obtendra de esa re-creacién, (1663-1) Porque toda curacién, mental o material, consiste en sintonizar cada tomo del cuer- po, cada reflejo de las fuerzas cerebrales, con la conciencia de lo divino que late den- tro de todos los étomos y de todas las células del cuerpo. (3384-2) En la siguiente lectura (528-9), Cayce subraya la importancia de la constancia y la tenacidad: L..Jel cuerpo no debe, no deberia, desanimarse en el intento, sino trabajar con pa- ciencia, sabiendo que toda curacién, toda ayuda, han de brotar de un pensamiento cons- tructivo, de una aplicacién constructiva, y ante todo y sobre todo de una inspiracién spiritual constructiva. Emplee las molestias [del cuerpolf...] como piedras en que apo- yarse para alcanzar un conocimiento més alto, més perfecto, mayor. A Io largo de los tiltimos quince afios de la vida de Edgar Cayce (de 1930 a 1945) tuve ocasién de trabajar con casi un millar de casos que él me envid, Pare- cfa existir una asombrosa diferencia entre las lecturas dadas a un individuo y otro aun en los casos en que sus dolencias eran clasificables bajo un mismo epigrafe médico. (En este aspecto, como en tantos otros, Cayce se adelanté a la medicina de su época descubriendo la individualidad bioquimica de cada persona, un tema que abordaremos con mayor detalle en préximos capitulos). Debo reconocer que, en aquel entonces, habia algunas facetas de la terapia que escapaban a mi compren- si6n. Pero a medida que, a lo largo de mis cuarenta y cinco afios de experiencia cli- nica, fui aplicando a miles de mis pacientes esos tratamientos en la secuencia sugerida por Cayce, empecé a captar la filosofia subyacente y los principios im- Plicados en ellos. Principios que se fundamentan en la estructura basica y en los procesos del cuerpo, la mente y el espiritu humanos. Pronto tuve claro que, con independencia de los tratamientos 0 combinacién de terapias que prescribiera, perseguia cuatro objetivos bsicos: mejora y normaliza- cidn de las funciones de asimilacién, eliminaci6n, circulacién y relajacién. Con la reinstauraci6n del equilibrio normal de estas cuatro funciones basicas, el cuerpo procede a sanarse a s{ mismo de los desarreglos que manifiesta como sfntomas de enfermedad. De hecho, tanto Cayce como yo hemos tratado siempre con las cau- 32 EDGAR CAYCE. SUS CURACIONES NATURALES sas, no con los sintomas, y por esta raz6n sus lecturas rara vez recurren a la ter- minologfa médica. En mi calidad de fisioterapeuta, yo no hago diagndsticos, pero en mi préctica clinica he comprobado que un gran porcentaje de los diagnésticos médicos que me trafan mis pacientes tenfan que ver con los sintomas de un desa- juste de las funciones corporales. Y en todos 108 casos, sin importar el nombre con que se designara la enfermedad, cuando Ia actitud del paciente era la correcta y los tratamientos se aplicaban con constancia y tenacidad, una vez que la asimilacién, la eliminaci6n, la circulacién y la relajacién alcanzaron niveles mds normales, se obtuvieron recuperaciones plenas o parciales y muchas curaciones Cayce notables. Me gusta proponer a mis pacientes que traten de hacer un acréstico con las ini- ciales de los cuatro objetivos vitales mencionados antes. En efecto, combinando las iniciales de esas funciones resulta la palabra CARE, es decir, atenci6n, asis- tencia médica. En este libro voy a tratar de comunicarles a ustedes los principios, métodos ¢ instrucciones detalladas para emplearlo como un manual doméstico de recursos Cayce para mejorar la salud. Porque he podido comprobar que ésta es la clave no sélo para curar al enfermo, sino para crear y mantener un estado vibran- te de salud, optimista, enérgico y productivo, capaz de prolongar una juvenil joie de vivre hasta la madurez y la ancianidad, exentas de enfermedades. No importan as pruebas y tribulaciones que la vida nos traiga: uno est4 mejor preparado para afrontarlas si tiene buena salud que si esté enfermo. Para mi, las lecturas de Cayce estén hoy tan vigentes como cuando Cayce vi- via. En los afios transcurridos desde su muerte (1945), he seguido aplicando mu- chas de las mismas terapias y sus remedios con repetido éxito. La principal dife- rencia es que, cuando Cayce vivia, uno podfa obtener de él indicaciones definidas para individuos concretos. E incluso era posible averiguar, a través de una serie de preguntas, las razones por las que, a personas distintas que parecian tener la mis- ma enfermedad, se les daban diferentes indicaciones terapéuticas. A menudo in- cluso la frmula de una pomada para masaje era especifica, detallando la dosis y el tiempo entre aplicacién y aplicacin; y en muchos casos Cayce Hlegaba a pre- decir hasta los resultados que cabia esperar. Un rasgo distintivo del trabajo de Cay- ce era que cada ser humano recibfa una composicién de terapias individualmente orquestadas, con el fin de restaurar la armonia de cuerpo, mente y espiritu. En otras ocasiones, en cambio, se limité a enviarme pacientes, dejando a mi criterio decidir Ja terapia que necesitaban. No tenemos ya a Cayce en persona como fuente de informacién. Ahora nos toca a todos cuantos hemos tenido Ia experiencia, la educacién, la preparacién cientifica 0 el saber de una correcta interpretacién, emplear las lecturas de la mejor manera posible para sanar a los enfermos y poner sus conocimientos a disposicin de los que estén sanos para que puedan preservar su salud durante toda su vida. Las terapias y remedios de Cayce no estan constreftidos a una época: legan de un pasado secular y a menudo se proyectan al futuro, anticipando en muchos afios descubrimientos que la ciencia y la investigacién han de corroborar. Cayce estaba explotando «fuentes universales de conocimiento» y recibiendo de ellas las leyes naturales del universo. El saber que Cayce recibia era un reconocimiento de la ca-

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