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NORBERT ELIAS Mi trayectoria intelectual precedido por Entrevista biogréfica con Norbert Elias a cargo de A. J. Herma van Voss y A. van Stolk Traduccién de José Luis Gil Aristu Ediciones Peninsula Barcelona Titulo original en alemin: Norbert Elias iber sich selbst © Herederos de Norbert Elias, 1999, © por Entrevista biogrdfica con Norbert Elias: A.J, Herma van Voss y A. van Stolk, 1990, Qusdan daurouamenceprohibidas, sin a wtorizacin excita os ules dl «copyrights bolas snclones cathe fps oct rprodcci to parl etacoe 7 ‘unlsier medio‘ prceaimienos comprendider is op seks Yel tstamiento informatio y la dstioueiin ce here {ll mediante sguler eprétumo public ae ln exnonacin cimpoctacion dew Seniors poor distibuion en vent furs dl ane Se Dele Een, Bisefo de la cubjert: Lorene Marquis, Primera edicién: diciembre de 1995, (© por la traduccisn: José Luis Gil Aristu, 1995, © de esta edict: Edicions 62 sa. Proven 278, O88 Barcelona, Jmpreso en Limpergra s, Cater del Ru 17, Nave 3. Ripolley Depdsite legal: B, 41.204-1995, TSUN: 84.297 4065-4 ENTREVISTA BIOGRAFICA CON NORBERT ELIAS ‘A. ] HEERMA VAN Voss y A. VAN STOLK. V. DEMASIADO TARDE O DEMASIADO PRONTO. ‘Notas para situar la teoria del proceso y la figuracion El recuerdo de las experiencias presociol6gicas de un so- ci6logo no deja de ser provechoso para la comprensién de su evolucién. Una vida larga tiene sus ventajas, no sélo para tuno mismo, sino también para el trabajo cientifico que se ha de realizar. Se pueden comparar muchas relaciones sociales vividas en persona. A finales del siglo xx, cuando la investigacién y la en- sefianza de la sociologia se han profesionalizado y burocrati- zado considerablemente en el sentido de una disciplina académica establecida, siguiendo, ademés, muy a menudo modelos propuestos por la fisica y la filosofia dominantes, no es del tode inuitil recordar las experiencias de tiempos pa- sados, cuando las cosas no eran ti mucho menos asf y, segtin he mencionado ya més arriba, las personas Hiegadas de otros mbitos disciplinares comenzaban entonces propiamente a crear modelos para la investigacién y ensefianza de la socio- logia como continuacién del trabajo realizado por los gran- des pioneros de esta disciplina en el siglo xix. Pero la profe- sionalizacién y la buroeratizacién de la sociologia, cuyas ventajas practicas son indiscutibles y hasta inevitables, dadas las presentes condiciones de las ciencias humanas en las universidades, han supuesto al mismo tiempo ciertas limita- ciones de la perspectiva sociol6gica, cierta merma de la ima- sinacién y la sensibilidad sociol6gicas. Por tanto, para com- prender el desarrollo de la sociologia en los primeros afios del siglo xx, no careceria seguramente de importancia pre- 159 guntarse qué movié a todo un conjunto de personas, que originariamente habjan estudiado otras distintas, a dedicar- sea ésta, Sobre este punto debo conformarme con una refe rencia al problema en cuanto tal, que ha sido un poco des- cuidado y merece un estudio propio Algunos miembros de esas generaciones primera, toda via no profesionalizadas, forman precisamente la mayoria de quienes han quedado canonizados hoy como autoridades de la sociologia. Lo que los empujé hacia ella fue, sin duda, en muchos casos, el reconocimiento de que, en el proceso de la reciente urbanizaci6n ¢ industrializacién, surgia en el plano de la misma practica social un ciimulo de problemas nuevos no tratados por la historia, la economia politica y otras cien- cias sociales por no encajar en su esquema de intereses y no ser accesibles mediante sus métodos tradicionales. Al mismo tiempo, estas transformaciones sociales perceptibles plante aban a los estudiosos suficientemente despiertos como pata verlas una tarea innovadora a gran escala: la de elaborar una teoria general de la sociedad humana o, mas exactamente, de la evolucién de la humanidad, que pudiera servir de mar co integrador a las diferentes-ciencias sociales particulares. En mi caso, adquiri conciencia de esta tarea poco a poco; ‘vagamente todavia en Heidelberg: con algo mas de precision en sus contomos en el periodo de Francfort. Y a esta tarea de disefiar una teoria central aproximadamente empirica de la sociologia, es decir, comprobable y corregible, de echai los cimientos de un edificio tedrico sobre el que futuras ge- neraciones puedan construiry,en su caso, desechar, corregir o también desarrollar, a esta tarea me consagré con convic cin creciente y en ella he trabajado hasta el dia de hoy a tra vvés de toda la multitud de tareas particulares que se presen- taron en mi tortuoso camino. Con ello no digo que me considere en algain sentido un inicio, un innovador a partir de la nada, Era consciente de que me hallaba por entero en la cadena generacional, inclu da también la de los socidlogos. Me vefa, con una concien- cia muy despierta, como hombre de mis generaciones (este 160 plural alude a la influencia ejercida por la convivencia con las generaciones posteriores, si bien las impresiones m:s profundas fueron causadas por las mas lejanas y las inme diatamente anteriores). La individualizacién reiativamente acentuada de la imaginacién sociologica fue una caracteris tica comin a muchos socidlogos aparecidos en escena en el siglo xx ames de la segunda Guerra Mundial. Marx y, en menor medida, también Comte habian trabajado ya en el problema de los procesos sociales a largo plazo. si bien en redéndose en buena parte en una marafia de ideologias po- liticas, proyecciones de deseos sociales ¢ ideales de orden especial. Cada uno de ellos se limits en su trabajo a un de: terminado proceso social: todavia no habian alcanzado el grado de reflexion desde e! que se puede plantear la pre: gunta por el cémo y el porque de los procesos sociales a lar- 0 plazo en cuanto tales. Entre los socidlogos del siglo 20 no era raro encontrar ademas una erudicién historica amplia y muchos de ellos ad- virtieron también que este conocimiento del pasado es in- dispensable para comprender los’ problemas del présente Practicamente todas estas personas habian adquirido sus co nocimientes hist6ricos y, por tanto, los de las estructuras his t6ricas del pasado, lo mismo que yo: no como historiadores profesionales, sinc mediante el trabajo propio, en razén de las urgencias de los problemas sociolégicos que intentaban solucionar. Eso fue lo que ocurrid con Marx, que en cuanto a sus conocimientos hist6rices y demés erudicién empirica fue, en buena parte, un autodidacra. Lo mismo sucederia més tarde con Sombart, Max y Alfred Weber y también con Mannheim, por ejemplo en la preparacién de su trabajo so- bre el pensamiento conservador. Le mayoria de los conoci mientos sobre las antiguas condiciones sociales adquiridos por todos ellos estuvieron motivados, precisamente. por el hecho de que sus planteamientos, el punto de vista baio el que utilizaban el material «hist6rico». era fundamentalmen te distinto de los planteamientos de los hnistoriadores pr Sionales. 161 Las weneraciones posteriores, que vane comprendian co- trectamente esta diferencia y cuyos conocimientos e intere- ses se limitaban al estricto presente dieron luego a esta dedi cacién a las estructuras sociales del pasado, a los problemas socioldgicos de anteriores fases sociales, el nombre de «so- ciologia historica»; pero se trata de una denominacién enga- fiosa. Todos los sociélogos que he nombrado plantearon al pasado preguntas no hist6ricas sino socioldgicas. A menudo comprendieron algo de la dindmica de la sociedad, Vieron con mayor o menor claridad que los problemas y esthucturss actuales de las sociedades humanas no se pueden explicar si se contemplan simplemente como datos estadisticos, como problemas y estructuras bic et munc, susceptibles de ser abordadas de igual manera que los problemas y estructuras cas, es decir, como si fueran infinitamente repetibles en la Practica, como si se tratara de buscar para ellos leves eterna. mente validas. Comprender conjuntamente el pasado, el Presentey, a veces, también el futuro de sociedades humanas como representantes de un movimiento continuado no era, ues, nada raro en estas generaciones de socidlogos de mi ju. ventud. Quizé sospechaban, aunque no lo dijesen todavia con estas palabras, que los problemas y estructuras de los correspondientes presentes adoptan una forma muy distinta cuando se ven a la luz del pasado, en unién con los procesos sociales largos que conducen a ellos, y cuando se contem- plan en si mismos a corto plazo y estadisticamente, solo como presente. Mi condicién de quien entra tarde en escena tuvo para mi, junto a mas de una desventaja, también ciertas ventajas. Me fue mas facil reconocer hasta qué punto los proyectos de modelos existentes para procesos sociales a largo plazo esta- ban imbuidos de ideologia. Faltaban investigaciones que pu- dieran hacer comprensibles los cambios sociales en un inter. valo més largo y con ayuda de datos empiricos detallados, de tal modo que fuese posible sustituir los modelos disponibles Ue procesos sociales a largo plazo, a menudo muy especula- tivos, por otro tipo de modelos tedricos, a saber, los de pro- 162 esos empiticamente comprobables y, en caso de necesidad, corregibles o refutables. Pero, evidentemente, esto s6lo era posible si el investigador no se sentia vinculado de manera doctrinaria a un axioma de fe previamente concebido, a una uw otra de las ideologias contrapuestas en el abanico de los artidos contemporaneos, Gf centoaes ogee ue era Pree te colaborar de alguna manera a poner en marcha esa desideologizacién de las teorias sociolégicas. Era mis dificil de lo que habia imagi- nado. En mi libro El proceso de la civilizacién logré dominar, segiin creo, con ayuda de datos empiricos detallados proble- mas teéricos como el del cambio civilizatorio de los seres hu- manos y la transformacién a largo plazo, estrechamente liga- da a dl, de los niveles de integracién estatales de las personas. Esperaba que fuera posible para generaciones fururas seguir trabajando en estos y otros problemas de procesos a largo plazo y, si era necesario, corregir estos primeros pasos, es cir, asegurar, en cualquier caso, a la sociologia un desarrollo dei que hasta entonces carecia en muchos aspectos. El modelo teérico surgido aqui satisfizo también mi de- seo de demostrar, no simplemente con conceptos generales sino con resultados de investigacién aprehensibles, que es posible desarrollar teorias sociol6gicas que no se plieguen ya al espectro de los partidismos politicas ¢ ideales sociales contemporaneos. La labor de emancipar las teorias sociol6- gicas de la hegemonia de las ideologfas politicas del momen- to no fue, desde luego, una empresa sencilla, aunque no fue- ra mas que por ef hecho de la incomprensién hacia dicha tarea. Quizé sea necesario el paso de una serie de generacio- nies hasta que pueda superarse el desconcertante predomi- nio de las ideologias sociales y politicas y la sociologia logre ponerse de nuevo en movimiento sobre el doble rail del tra- bajo de investigacin empirico y tedrico. Una persona sola no puede dar mas que algunos pocos pasos por este camino pero espero haber mostrado la posibilidad de una ruprura, de zafarse de la trampa de las actuales doctrinas de fe politi cas y sociales. 163 La teoria de la civilizacién y de la formacién del Estado, la teoria simbdlica del conocimiento y de las ciencias y, en un sentido mas amplio, la teoria del proceso y la figuracién, en cuya elaboracién habia trabajado, no son ni marxistas ni li berales ni conservadoras. Las doctrinas partidistas encubier- tas, los ideales sociales velados por ropajes cientificos, no solo me parecian falsarios, sino infructuosos. Esa fue —y es— seguramente una de las razones de las dificultades para la aceptacién de esta teoria y de los libros que la contienen ‘De una teoria socioldgica se espera que aporte argumentos en favor o en contra de uno u otro bando en las grandes ba: tallas de credos e intereses sociales de la epoca contempor: nea, Es desorientador que no se satisfagan aqui estas expec- tativas aunque, sin duda, tampoco faltan intentos de dar una interpretacién semejante. Asf, por ejemplo, es bastante facil pasar por alto que el concepto de figuracién ha sido ex- presamente creado para superar la incmoda polarizacién de las teorias sociol6gicas entre aquellas que sittian al «indi- viduo» por encima de la «sociedad» y las que colocan la «so- ciedad» sobre el «individuo» —polarizacién de las teorias sociolégicas que corresponde al eje principal de las luchas de credos e intereses en la realidad externa. Pero, en cuanto sogiélogos, no debemos amoldarnos a la constriccién de este eje polémico, sobre todo habida cuenta de que hace ya tiem- po que ha quedado ensombrecido en la realidad por otros ejes de lucha Hoy creo poder decir que el pensamiento en figuraciones construidas por los seres humanos en cooperacién (indluido tuno mismo} ha demostrado su validez en el trabajo poste- rior. Comprendo que el instrumento conceptual que intenté elaborar en forma de la idea de figuracién haya sido someti do & examen principalmente en Io que tiene de comin con ottas propuestas teéricas anteriores que situaban lo colecti vo por encima de los niveles de integracién individual del ser bhumano, por ejemplo, con las propuestas de Durkheim y Simmel o con las de los «tesricos de sistemas». Me es impo: sible ensefiar a ver a los cicgos y tampoco puedo, por mas 164 inequivocamente que lo diga, hacerles comprender la dife- rencia, pues. en definitiva. se basa en un nuevo acto propio de distanciamiento, en ascender al préximo peldaiio supe- rior de la escala de la conciencia: y si no se consigue llevar « cabo ese distanciamiento propio, la explicacién tropezara con oidos sordos, En las construcciones tedricas precedentes en sociologia hay indicios de ese ascenso. Varias teorias de Marx y Weber atestiguan un considerable distanciamiento entreverado en testimonios de compromiso. Pero, para estos autores, el dis- tanciamiento y el compromiso no son atin un problema. Ese paso del distanciamiento personal no accede a su conciencia en cuanto tal. Mientras esto no ocurra, nos consideraremos siempre involuntariamente enfrentados a la sociedad como personas singulares y, por tanto, también a todos los demas seres humanos en cuanto «individuos», mas alld de la socie dad —o, viceversa, veremos a la sociedad como algo exis tente mas alla y fuera de los individuos particulares. Mien tras no demos ese paso ulterior del propio distanciamiento y no seamos capaces de dominarlo conceptualmente, sera di- ficil, en una palabra, timonear la nave de la sociologia, asi como la de las ciencias humanas en general, entre las ideolo- gias del individualismo y el colectivismo, Lo que distingue el concepto de figuracion de los precedentes conceptos con que se quiere: compararlo es, precisamente, la perspectiva sobre los seres humanos, a quienes representa. Ayuda a salir de la trampa heredada, de la trampa de polarizaciones como las de «individu» y «sociedad», atomismo sociolégico y co- lectivismo sociol6gico. Las palabras «individuo» y «socie: dad» bloquean ya a menudo por si mismas la percepcién, Quien sea capaz de llevar a cabo el acto ulterior del distan ciamiento propio estard en condiciones de reconocerse —como si se viera en el peldafo precedente— como una persona entre otras, al ascender por la escala de la concien cia, y ver la sociedad misma en cuanto figuracién constiui- da en colaboracién mutua por muchas personas bisicamen- Te interdependientes, apoyadas unas en otras v dependientes 165 entre sf: solo entonces es posible superar conceptualmente la polarizacién ideologica de individuo y sociedad. La tarea es tan facil como un huevo de Colén y tan dificil como el giro copernicano. La resistencia opuesta a ese ascenso a un peldafio supe- rior de la conciencia de uno mismo proviene en parte de un estrato de experiencias reconocibles con maxima facilidad en la primera infancia y que nunea se eclipsan: del estrato de vivencias por las que nos sentimos centros del mundo ente- ro. Se muestra, por ejemplo, en la naturalidad con que las personas de anteriores estadios de desarrollo experimenta- ban su territorio y el grupo establecido en él como centro del mundo. Y vuelve a mostarse de nuevo, ormamentado por una pesada cortina de palabras eruditas, en las tendencias solipsistas y nominalistas de la filosofia moderna, desde Des- cartes y Kant hasta Husser! y Popper. __ En funcién de este egocentrismo primario de la experien- cia humana, la resistencia a la percepcién de uno mismo como persona que construye figuraciones especificas junto con otras personas, no es, sin duda, menor que la opuesta a fa'idea de que la tierra ocupa un lugar no muy destacado en la constelacién de planeras del sistema solar y que, ademés, existe un gran mimero de astros de tipo similar. Pero, a ello se afiade e} que Je forma actualmente predominante en que fos seres humanos estan caracterizados por la civilizacién re- fuerza la ilusion de que cada uno de ellos es en su interior algo que no puede salir al «exterior», y que ese «interior», lo «propio» de la persona, es su «niicleow y «esencian. La teori del proceso de la civlizacién permite reconocer que este tipo de vivencia del yo y de la individualizacién es en s{ misma algo producido, parte de un proceso social. Pero en contra | de esa teoria se alza con todo su impetu el sentimiento per sonal de existir en ese interior completamente para si, inde- pendiente de los demas seres humanos, y la correspondiente aversion del ser humano, asf caracterizado, hacia la idea de «que hasta lo mis personal y propio es algo que ha llepado a ser como es en el curso de ia larga evolucidn de la sociedad 166 Estos estratos de Ja vivencia hacen muy fuerte la propen- sign a construir la sociedad humana a partir de uno mismo, desde el «individuo» en cuanto ser singular, fundado toral- mente en si. La resistencia al hecho evidente de que, desde el nacimiento, la vida cn tiguraciones de seres humanos es uno de los hechos basicos de la existencia humana, tiene su ori- en, en parte, en una estructura de la personalidad, en un grado del desarrollo de la conciencia, que alimenta la iusi6n de que el «micleo» de la persona singular esta, por decirlo asi, pteso y aherrojado en su «interior» y, por tanto, hermé- ticamente aislado del «mundo externo», sobre todo de otras personas 1 objeros de la naturaleza, Pero, al mismo tiempo, en esta imagen de la persona del ‘bomo clausus se expresa también cierta ideologia politica. La representacién del individuo totalmente independiente, de la persona singular absolutamente aut6noma y, por tanto, absolutamente libre, constituye el elemento nuclear de una ‘deologia burguesa que ocupa un lugar muy concreto en el abanico de los credos sociales y politicos contemporaneos. En este caso, al margen de cémo se denomine, se ersca ce un ideal 0 una utopia a la que nada corresponde ni puede co- rresponder en la realidad social. El modelo social real de esta imagen ideal del individuo libre, completamente fundado sobre si mismo e indepen- diente, suele ser el empresario, es decir, el jefe de una orga nizacién comercial, fabril o bancaria, quien, independiente de las intervenciones burocriticas estatales, atento sélo a su propio juicio, incrementa su-riqueza como sefior absoluto de la casa y, en este sentido —como individuo totalmente libre en la lucha competitiva, no obstaculizada por el Estado, con ‘otros empresarios jgualmente libres— contribuye al mismo tiempo a la creacién de puestos de trabajo y al bienestar del pais mediante la direccién de una empresa floreciente. Aho- ta bien, es perfectamente posible que, en el actual nivel de desarrollo de la sociedad y de la evolucién de las estructuras individuales de la personalidad, esa intensidad productiva y esa tensidn e inventiva, necesarias para asegurar a una socie- 167 dad el crecimiento continuo del producto social, sélo se puedan esperar de los seres humanos apelando al egofsmo de los dirigentes, impulsandolos a ello con la zanahoria y el palo —la zanahoria de los beneficios y el palo del mecanis. mo de la competencia. Si la meta es un crecimiento conti- nuado del producto social, es perfectamente posible que, dadas las estructuras actuales de la personalidad y desde un punto de vista puramente econémico, esa organizacion so- cial resulte ventajosa al entrar en lucha competitiva con una economia totalmente planificada por el gobiemo y burocra- ticamente administrada, gue, al carecer de una motivacién personal fuerte, esta abocada tnicamente a ordenar y obe- decer, Pero, la idea de que el duefio 0, en funcién del estadio de desarrollo del siglo 30x, el director de una empresa finan- ciera pueda servir de imagen ideal del individuo libre que decide por si solo e independientemente de todos los demas seres humanos, solo puede entenderse —miréndola con buenos ojos— como un autoengaiio de las capas sociales en cuestién o —con menos benevolencia— como ideologia po- litica. ‘Alfinalizar el siglo xx, el carécter ideol6gico de esta ima- gen del empresario como modelo de individuo libre e inde- pendiiente es tanto més acusado cuanto que el mecanismo monopolista, cuyos modos de actuacién he investigado y ex- puesto en otro lugar," ha llevado en el curso de los siglos xix y XX a la formacion de unidades econémicas progresivamen- te mayores, En lugar de un gran niimero de empresas com- parables relativamente pequefias, susceptibles de ser real- mente dirigidas de diversas maneras pot sus propietarios y familias de forma personal, de modo que las luchas compe titivas Podian a menudo entablarse atin en cierta medida como duelos indiviciuales, ha aparecido en la actualidad en muchos ambitos de la economia un pequefio nimero de andes empresas. En plena correspondencia con la teoria ie] mecanismo monopolista, las unidades econémicas me- 40, Ver N. Elias, Ober den Prosef der Zivitisation, sbidems, vol. I 168 ores no pueden ya competir en esos ambitos econémicos, Ahora bien, en dichas grandes empresas. los hombres y mu jeres de la direccién estan sujetos por cadenas de interde pendencia de tal complejidad, y sus decisiones dependen hasta tal punto de informaciones y consejos de expertos es pecializados, que, referida a ellos, la imagen ideal del indivi duo libre e independiente parece més bien una caricatura de la realidad, Aqui se confunde claramente «poder» con ali bertad». Pero, sobre todo, la incerpretacién de la libre competen- cia como prototipo de la libertad de la persona singular esta fuera de lugar porque no hace justicia a la dinémica inma nente y a la inevitabilidad de la figuracién constituida en co- laboraci6n mutua por las unidades que compiten libremen teentre si, tanto empresas como Estados —aquella dinémica a la que antes he aludido con el nombre de mecanismo mo nopolista. El empresario que se cree un individuo que com- pite en libertad, por el hecho de que el mecanismo de la li bre competencia no esta estrangulado ni limitado por las intervénciones estatales, no incluye eh la interpretacidn con- cceptual de si mismo como persona que decide libremente las constricciones sociales a que estan sometidos él y sus deci- siones en funcién de la dinémica inmanente de un campo de unidades en libre competencia. La respuesta que un empre sario en cuya fabrica trabajé durante un tiempo dio a mi pre- gunta de por qué, siendo un hombre adinerado, ponia su salud en juego debido a la enorme tensién de su trabajo co tidiano, es muy sugerente, «Sabe Ud?», me dijo. «Esto es tuna caza, Y produce alegria arrebatar los pedidos a la com. petencia; quien no Io haga, queda pronto relexado a un sc gundo término.» Esto sucedia en los afios veinte y se trataba de una empresa familiar que, segdn todas las apariencias. podia dirigir un solo hombre sin apovarse en nadie. Pero aquella persona tenia la suficiente perspicacia para com- prender que el representante de una empresa perteneciente a.un campo de unidades en competencia libre no puede en *definitiva decidir libremente, tanto si quiere como si ne par 169 ee ticipar en la lucha competitiva, Debido a la peculiatidad de 4a figuracién de la competencia se vers forcado a competi. si no desea caer en la dependencia o desaparecer, es decir. ha. cer bancarrota. En efecto, ls leyes de cualquier campo de uunidades en libre competencia,interdependientes, sin dda, en cuanto competidoras, dicen que, en un campo de unida. des en libre comperencia, donde algunas de ellas crecen mas ue otras, un competidor aislado menguara automiticamen. te sino crece y por el hecho de no crecer. Asi como al jug. dor de cartas depende de sus naipes y de la habilidad de sus compaiieros de juego, asi el empresario depende del merca do y de la habilidad de sus competidores, Este caso es, a la vez, un ejemplo del necesario acto de distanciamiento propio cuando se asciende del peldaio de conciencia desde el que el mundo se entiende a part y como centro de uno mismo hasta el peldafo siguiente, des de el que uno puede verse como un individuo entre otros, {unto con los cuales constituye figuraciones de tipo especifi co. Desde la perspectiva de los peldaiios previos nos vemos como duefios perfectamente libres y absolutos de las propias Gecisiones. Pero, desde la perspectiva del siguiente peldafio Superior, tampoco nos consideraremos de ninguna manera, como suele ocurrir a veces segtin las actuales polaridades po. liticas, un objeto pasivo de fuerzas sociales andnimas exis. ‘entes, por asi decirlo, fuera de las personas singulares y que empujan a éstas con completa independencia de sus actos, Ms bien nos veremos como alguien cuyo terreno de deci siGn esta limitado por la convivencia con muchas otras per. sonas que tienen asi mismo necesidades, se proponen objeti- vos y toman decisiones. En el fondo se trata, pues, de un paso sencillo que habre- aos de dar con el fin de otientarnos mejor de lo que hoy es posible en el mundo, constituido por los seres humanos en colaboracién mutua. En vez de pensar en el individuo sin gular o en las circunstancias sociales mis alli de los indivi duos, se trata aqui de pensar en la piuralidad de los seres humanos. Las constricciones consideradas sociales son las 70 ejercidas recfprocamente por una multiplicidad de personas en funcién de su dependencia mutua. Pero, para muchas personas de hoy, este sencillo paso conceptual parece ser no menos dificil de dar que lo que fue en otros tiempos la idea de que la tierra era un simple planeta del sistema solar entre otros. Quiza el distanciamiento de uno mismo, que exige verse como una persona entre otras, resulte todavia dema- siado dificil en el presente; quizd sea dificil hacer efectivo el pensamiento de que las muchas personas singulares nunca viven juntas de una manera plenamente casual y arbitraria, Precisamente, el hecho de que los demés poseen una volun- tad, al igual que uno mismo, sitda la voluntad de cada cual ante sus limites y daa a convivencia una estructura y una di- rnémica propias que no se pueden entender ni explicar con- siderando a cada persona singular en’si misma; esto sélo puede lograrse si se parte de la pluralidad de los seres hu- manos, de los multiples grados y maneras de su independen- ia y su dependencia mutuas. ; Nis diferencias entre eta independencia y dependencia humanas son el nticleo de aquello a que nos referimos al ha- blar de relaciones de poder de las personas de una sociedad. Su estudio ocupa, en mi opinidn, 0, mas exactamente, debe- ria ocuparlo, el centro del trabajo de investigaci6n de la es iologia. Sin determinar y explicar la relaciones de poder un grupo, los estudios de sociologfa de tipo macro 0 Ce sociolégico son incompletos, vagos y, en defintiva, estériles. En este asunto requieren una especial atencisn ls transfor- maciones de las relaciones de poder y su explicacién. ~~ He intentado desarrollar una teoria del poder mostrando al mismo tiempo cémo se trabaja con ella —por ejemplo en mi libro La sociedad cortesana, Pero también es dificil en- contrar ofdos para esto. Existe, al parecer, un especial temor a reconocer los equilibrios cambiantes de poder como una peculiaridad omnipresente en todas las relaciones humanas —segtin he expuesto, por ejemplo, en mi ensayo ¢Qué es s0- ciologia? Un buen ejemplo de ello es el papel marginal fe sempefiado por el concepto y el problema de poder en las m obras teéricas de Max Weber. En varios de sus trabajos em: piticos, sobre todo en su obra temprana sobre los trabajado- 12 del este del Elba, ademas de en juicios expresados en sut correspondencia, Max Weber demostr6 siempre una visi6n aguda e insobornable para los problemas del poder. Pero en su gran proyecto te6rico intenté en la medida de lo posible alejar el problema de las relaciones de poder incluso de su ti pologia de las relaciones de dominio, Su extraordinaria sen- sibilidad sociolégica le permitia reconocer con suficiente claridad que el monopolio de la violencia fisica es una de les instituciones centrales ¢ imprescindibles de un Estado. La disposicién de tal monopolio —la posibilidad que tienen los gobernantes de cada momento de obligar a los ciudadanos a observar las normas y leyes sociales mediante el uso o la ‘mera amenaza de la coaccién fisica— es sin duda una de las fuentes decisivas de poder de cualquier tipo de soberania es tatal. Pero, en la teoria de Weber, a soberania, referida tam bién sin duda a la ‘soberania en el Estado, surge, en todo caso, de forma marginal. En ocasiones Weber hace la obser- vacidn de que la soberania puede «imponerse» de forma ile- gal. Porlo demés, el problema que mas preocupaba a Weber era la cuestién de por qué los individuos se pliegan a la so- beranfa. Sus motivos, por ejemplo la vinculacién afectiva de Jos stibditos a los soberanos, ocupan el primer lugar de su ti- pologia. La posicién liberal de principio, que le fuerza a construit la sociedad a partir del individuo singular, desempeaa en Weber, como en otros casos, un papel fatal en la elaboracién de una teoria sociolégica. No hablo aqui de los méritos que uuna postura liberal pueda tener en las luchas politicas de los partidos de nuestros dias. Me refiero a la importancia desti guradora que una ideologia liberal habra de tener para la construccién de teorias sociolégicas. Dicha ideologia obliged a Max Weber, como obliga a otros socidlogos, en su esfuer- 20 pot construir una teoria sociolégica, a presentar la rela cin entre individuo y sociedad como si la persona singular existiera en principio totalmente para si e independiente de 172 i Ja sociedad, es decir, de las demés personas, y sélo secunda: ria y adicionalmente entrara, en cierto modo, en contacto con otros seres humanes El famoso ejemplo de Max Weber de la accién social y la no sacial, es decir de la que, con toda evidencia, es «pura mente individual», muestra con la maxima claridad esta po- sicién de principio egocéntrica en la que una persona se ex- perimenta primariamente como individuo singularizado. Cuando muchas personas abren al mismo tiempo un para- guas porque comienza a llover, no estamos, seguin Weber, ante una accién social. Weber se olvida, como tan a menudo hace en su diseio tedrico, de identificar esta accién no social de forma conceptualmente positiva: pero claramente se echa de ver de qué se trata. Todo individuo actia aqui para si; el polo opuesto de la accién social, ideado este caso por We- ber, es desde su punto vista la accién «puramente indivi dual», Weber no se hallaba ain en condiciones de ascender a aquel peldaiio de distanciamiento propio desde el que hu- biera podido percibir a la multitud de personas que abre sus paraguas, porque comienza allover, como una figuracién so cial conjunta, es decir, como miembros de una sociedad en la que es habitual protegerse ce la luvia con el paraguas. We- ber se mantenia todavia en el grado de conciencia en el que se percibia a si mismo —y, segin su modelo, también a los demas— como una figura existente en primer lugar y total- mente para si. Segiin Weber, su actuaci6n sélo es social por un acto volitivo del individuo, a saber, cuando en la con- ciencia del actuante va dirigida a otras personas. En este concepto te6rico se expresa, tal como hemos dicho, no sélo una determinada ideologia politica, sino también la expe- riencia primaria del nifio que se experimenta a si mismo como centro del mundo, como uns ménada existente para si, La postura de principio adoptada por Weber respecto a la teoria del conocimiento, tenida de neokantismo. se amo! dé sin fisuras a este modelo de vivencia. La ménada sin v tanas, el homo clausus, e) hombre epocéntrica, constit senses sae cambign para él el punto de partida de la teorizacién. Como sujeto del conocimiento aparece aqui la persona singular frente al mundo en su totalidad, Las imagenes de este mun- do en dl «imetior dle la cabeza estn separadas del mundo de fuera, del «mundo exterior, como por un muro impene trable. Asi, propiamente, no es capaz de saber jamés si estas imagenes «interiores» coinciden con el mundo «externo» y hasta qué punto lo hacen. En Kant, la representacion del mundo exterior se limitaba todavia, en gran parte, al mundo inanimado de los objetos naturales. En Weber st referia, so- bre todo, ala sociedad humana, Segiin la concepcién de We- ber, correspondiente a su postura basicamente atomista, esta no era en si més que un batiburrillo poco ordenado de mu: chas acciones singulares, de muchos hombres individuales; pero, como socidlogo, podia introducir arden en la mezco- lanza de acciones sociales de una pluralidad de individuos realiter yn tanto cadtica mediante una abstraccién idealiza- dora de estructuras tipicas repetidas, es decir, por la forma- cidn de atipos ideales». El idealismo filos6fico de Kant, que en ltima instancia deriva el orden de Ja naturaleza de la ra- 26n del hombre que la indaga, casaba muy bien con el idea lismo sociolégico de Weber, quien, también en iltima ins- tancia, derivé el orden de la sociedad de la persona del investigador. Por lo demés, en la mayoria de los casos esto silo es aplicable al disefio teérico més general de Weber. En sus estudios mas empiricos propuso con bastante frecuencia ‘modelos de figuracién comprobables —por ejemplo, del Es- tado o de la burocracia—, en consonancia con el interés cientifico normal por conseguir la maxima adecuacién posi- ble con la realidad. La manera como Weber aborda fa teoria sociolégica, ato- mista ¢ idealizadora a un tiempo, fue también uno de los mativos por los que, a pesar de su agudeza para caprar las re- laciones de poder en la prictica social, aportara poca cosa al problema del poder desde el punto de vista te6rico. En efec: to, exceptuando algunos casos, los problemas del poder son problemas de.celacion e interdependencia. Tanto si se inves- 174 tigan las relaciones de poder en la relacién entre nia y pa res, como entre trabajadores y empresarios, gobernantes y sgobernados o Estados pequefos y grandes, se rata siempre {ie equilibrios de poder, en su mayoria inestables y suscept bes de transformacién. A partit de la idea basica atomista de un individuo originariamente sin relacién es dificil abor dar tedricamente este tipo de problemas. : ‘A ello podea sumarse, quiza, el hecho de que los més po- derosos propenden a perder de vista y ocultar ‘vs problemas dde las diferencias de poder. Hemos de suponer que la posi- tion de los mas débiles, sobre todo si se encuentran en con- diciones de luchar por la mejora de su situacién, crea una sa prior disposicién para captar las diferencias de poder. No ts de extrafiar que Marx, procedente también de un grupo de marginados y que se identificaba en gran medida con ls clase trabajadata, més débil en términos de poder, percipie- ta desde ese angulo especifico algunos problemas de poder también espedificos y los elaborara teéticamente. Marx re conocid que la monopolizacién de los medios de produc: cién en la relacién entre ttabajadores y empresarios consti- ia una fuente de poder para éstos, ; re La visin de Marx y de la mayoria de sus seguidores quedé fijada hasta tal punto en esta forma de las fuentes y las Giferencias de poder surgidas de dicha monopolizacién, que tno fueron capaces de exponer una teoria explicita y mas glo- bal del poder. El fatal influjo de este estzechamiento de la vi sidn se mostt6 con suficiente claridad en el primer intento de convertit en practica la teoria de Marx. Al parecer, et mis- fro Marx ruvo ya la idea de que bastaba con eliminar las Fuentes econémicas de las desigualdades de poder, la mono- polizacién extraestatal de los medios de produccién, para Hacer desaparecer las desigualdades sociales. La practica rmostré con terrible precisién la insuficiencia de esta ceria dl hacer ver que la eliminacién del monopolio privado de los medios de produceién na es en absoluto suficiente para su- primir la desigualdad jerdrquica de la estructura dela socig Fad, ni siquiera para reducirla en una escasa proporcién. 175 intento de trasladar a Ja practica la teoria social marxiana puso en claro, en un tiempo relativamente breve y con ma yor evidencia que cualquier argumento libresco, la unilate talidad de sus perspectivas ideol6gicas y, con ello, al mismo tiempo, sus deficiencias tedricas La teorfa marxiana, nacida de la perspectiva de los trabe- jadores industriales, tenia en comtin con las teorizaciones ideol6gicas elaboradas desde la perspectiva de la burguesia liberal el presentar al Estado como servidor de la economia. Las fuentes de poder de que dispone un gobierno estatal aparecian en ambos casos como algo secundario frente a las fuentes de poder econdmico, frente a la «esfera econémica» en general. Marx acaricié incluso la idea de que la organiza: cién estatal en cuanto tal no tiene mas funcién que la de servir a la clase empresarial, es decir, la de proteger la pro: piedad privada, y que desapareceri, por tanto, cuando la propiedad privada se suprima mediante una revolucién ‘Como la mayoria de los tedricos sociales, también él creia poder presentar una teoria suficiente de la sociedad que se limitara a los aspectos de las relaciones internas de una so- ciedad estatal. No veia todavia que, para ser més realista, es decir, més titil en la practica, una teoria social ha de incluir, ademés de las estructuras que se refieren primariamente a las’ condiciones intraestatales de una sociedad estatal singu lar, todas aquellas estructuras sociales que dependen de las relaciones interestatales, de la existencia de una multitud de sociedades estarales. En consecuencia, no percibié que los dos monopolios fundamentales e interdependientes de la or: BanizaciGn estatal, el de la violencia fisica yel.de a recauda- cin de Jos impuestos, tienen ademés otras funciones distin. tas de la de proseger la propiedad privada de una clase » perviven, por tanto, como importantisimos medios de poder tras la eliminacién de ésta. Es dudoso que las ideas de Mars acerca de un terreno econémico cuasiauténomo sean aplica- bles de alguna manera a ciertas fases del desarrollo de la so: ciedad en las que algunos propietarios mercantiles de capital no pueden disponer al mismo tiempo en gran medida como 176 grupos cuasjauténomos —como mis 6 menos ocurre actual: mente en Norteamérica— de los medios de poder del Esta do o, en virtud de sus medios de poder. no son capaces de contrapesat a los grupos que disponen de los medios de po- der del Estado, En cualquier caso. el estrechamiento ideolégico de la vi- sién suftido por la teoria marxiana se puso de manifiesto con bastante rapidez al intentar hacerse realidad, Se climiné Ja propiedad privada de los medias de produccién. pero la organizacién estatal no mostré —ni siquiera con el paso del tiempo— la menor tendencia a desaparecer, Muy al contra rio, el ambito de funcidn del Estado y, por tanto, el poder de los gobernantes se increments por la revolucién. En este sentido, el intento de llevar a la practica la teoria de Marx evidencié con especial énfasis el error de orientacién que su- pone mezclar la teoria sociolégica con los deseos e ideales ideolégicos. Tal como prescribia el programa revoluciona rio, el poder de disposicién de la totalidad del capital de fa ‘Sociedad estatal, que hasta entonces habia estado en buena parte en las manos de una clase de personas, quedé concen- trado y unificado; ahora pasaria a las manos de la direccién del partido y de los gobernantes, Esto significaba un impo- nente aumento de poder del gobierno del Estado en relacién con Jos gobernados, ampliamente dispersos. Con el mono. polio de que disponia el gobierno sobre los medios de coac- cién fisica, representado por el control sobre el ejército y la policia, y mediante el monopolio, gemelo de los anteriores, sobre los tributos, que posibilita encre otras cosas el mante. nimiento de los aparatos de poder estatal, se reunia ahora en las manos de un pequeiio grupo de gobernantes el poder monopolista de disposicién de la totalidad del capital de le sociedad estatal, es decir, el monopolio de los medios de produccién. A ello se sums pronto el poder de disposicién de ios gobernantes sobre otros dos monopolios, de impor- tancia fundamental para el reparto de poder en una so: ciedad: el gobierno posrevolucionario reclamé para si el monopolio absoluto de los medios bisicos de orientacion pS principalmente el de la interpretacin de todos los aconteci- mientos y estructuras sociales del pasado y el presente, asi como el monopolio del derecho de organizacion —ningin grupo del pais tenia derecho a organizarse sin permiso del gobierno central, Todos estos monopolios equivalian —y equivalen~ a otros tantos medios de poder. Su concentracién en manos de un pequefio grupo de personas, que no se consideraban obligadas a tendir cuentas de sus decisiones a nadie mas que al propio gremio, significaba, pues. en otro plano —no en el econémico, sino en el estatal; no en la relacign entre trabaja- dores y empresarios, sino en la relacién entre gobernados y gobernanses— una aguda jerarquizacién, una instivucionali- zacién firme de las desigualdades entre las personas interre- lacionadas en esta sociedad estatal. De la mano de esta jerarquizacién no planificada, pero tedricamente previsible, que se impuso con la apiicacién préctica de las teorias de Marx en una forma més rigida y mejor organizada, aparecieron nuevas formas de igualacién. Una de ellas consistié en un incremento general de las posi- bilidades de ascenso y carrera para los jévenes de origen obrero y campesino y también, sobre todo, para las mujeres. Tgualmente hubo que contar entre ellas una industrializa- cién y modernizacién del pais mas planificada y mejor orien- tada y una extensién global de las insticuciones de bienestar social para la masa de la poblacién impulsada por el Estado, es decir, un proceso paralelo al de los Estados de bienestar ‘accidentales, Por otro lado, la jerarquizacién de las posicio- nes sociales se mantuvo, incluso en las fabricas, en el mismo nivel que en las empresas privadas de Occidente. En lugar de los controladores privados aparecieron controladores de trabajadotes y empleados dependientes del Estado y el partido, Ambas sociedades, tanto la capitalista como la comunis ta, se mantuvieron en realidad en un estado bastante imper. ecto. Las das funcionan probablemente mejor que la mayo- sia de las sociedades de anteriores niveles de desarrollo, 178 Peto la desigualdad y la miseria sociales continuaron siendo muy grandes en ambas, La realidad queds en los dos casos muy por detras de las imagenes idealizadoras retlejadas por sus ideologias, mediante las que buscaban legitimarse ante si mismas yen su mutua relacién. Simplificando, podriamos decir que Rusia qued6 muy lejos de sex el pais de Jos iguales, y Norteamérics lejos también de ser el pais de los libres. Si intentamos representamnos una idea del funcionamien- to de ambas sociedades més objetiva y no enmascarada por la Sociologia, si tenemos, por tanto, en cuenta, lo chirriante y Ilamativo que resulta su imperieccién para una considera- cién més realista y cuanto podria aliviarse dicha imperfec- cidn con que se empleara en reducirla sélo una parte de los gastos militares, no podremos evitar preguntasnos cual es la manera real de explicar la tensidn creciente entre las dos zrandes potencias, que actualmente amenaza a toda la Htu- manidad. La respuesta es, en resumen, que los grupos esta- blecidos con posibilidades de acceder al gobierno en ambas grandes potencias han maniobrado para situarse en una fi- guracidn de doble vinculo. Por miedo a ser dominado por la parte contraria, cada uno de estos grupos procura dominar alotro, es decit, convertirse en potencia hegeménica. Ambos se hallan en un dilema que les impone sus propios rasgos. El miedo a verse sometidos, les obliga a subyugar al otro. El miedo a quedar en segundo plano les fuerza a aventajar al ri- val a lo largo y ancho del mundo.

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