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JORGE MARIO: BERGOGLIO __ (PAPA FRANCISCO). P™% En El solo — eC MeselaeneyZ el Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco) EN EL SOLO LA ESPERANZA EJERCICIOS ESPIRITUALES ALOS OBISPOS ESPANOLES (15 al 22 de enero de 2006) BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID - 2013 Edicién de la Conferencia Episcopal Espafola preparada por JUAN Anronto Mavorat INDICE GENERAL Presentact6n, del Card. Antonio M.* Rouco Varela .. L Il. © del texto Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco) © de esta edicidn: Biblioteca de Aurores Cristianos Aiiastro, 1. 28033 Madrid www.bac-editorial.com_ ‘Telf.: 913439790 Depésito legal: M-9619-2013 ISBN: 978-84-220-1645-8 Preimpresin: BAC Impresién: Fareso, S.A., Paseo de la Direccién, 5. Madrid Impreso en Espaiia. Printed in Spain Fotografia de cubierta: Papa Francitco el dia desu eleecién (Araobispado de Madrid) Disento: BAC Cualquier forma de reproduccién, distribucién, comunicacién publica 0 transformacién de esta obra solo puede ser realizada con la autorizacion de sus titulares, salvo excepcién prevista por la ley. Dirfjase a CEDRO (Centro Espariol de Derechos Reprogrificos) si necesita fotocopiar 0 escanear algiin fragmento de esta obra (www.conlicencia.com: 91702 19 70 / 93 272 04 47). Platica introductoria . El Sefior que nos funda. El Magnificat contra las actitudes de desesperanza institucional. EI Magnificat se canta en pobreza. : El Magnificat se canta en pequefez y humi- llacién... El Magnificat se canta en humildad Mirar al Senor eescsscesesees Con la mirada de Maria .. i El principio y fundamento de nuestra misién episcopal .sreesseerrvee El rechazo a la mision......... En nuestra pequefiez se muestra su grandeza . Fundados en nuestra pertenencia a la Iglesia.. Formarse y radicarse en la Iglesia........ : Memoria de nuestros mayores como defensa contra las actitudes disolventes Dimensién pastoral de nuestro estar, findamentads en Cristo... Jestis funda una comunidad evangelizada 7 evangelizadora... La dicha de nuestra vocacién: evangelizar...... Fundando corazones cristianos somos funda- dos y arraigados en Cristo .. Pags. 19 19 20 Vill INDICE GENERAL Pgs. Piedad como valor religioso fundante, como hermenéutica fundamental de nuestra teologia III. El Sefior que nos reprende y nos perdona. La primera confesién de Simén Pedro El Sefior nos reprende nuestra «expulsividad» que proviene de nuestra falta de caridad .. El Seftor nos reprende por los miedos que provienen de nuestra falta de fe .. El Sefior nos reprende por las debilidades que provienen de nuestra falta de esperanza ......... El Sefior nos reprocha nuestra incapacidad de velar COM El ..sssesscsssseccssecesnteesssesesnneessnesssnneess IV. Elespiritu del mundo o el «antirreino» El espiritu del mundo La vanidad. V. El Sefior que nos Ilama y nos forma. Seguimiento y Bienaventuranzas Seguimiento y trabajo pastoral... El estilo del trabajo apostélico: quiero, deseo y es mi determinacién deliberada a La constancia ee ee hace Instituci6n La acedia... Deshilacharse dia a diae en nel se servicio pastoral VI. EI Sefior que mos forma ........scscsscsseesseesseseneeees Nazaret es una dimensién permanente en el Hombre apostElico ..cescrescrsssrsserieerisseneseiesienneessnees Crecimiento de la Palabra en nosotros como formacién permanente... La vida oculta como lugar del primer ah amoi La vida oculta nos renueva la esperanza cal- mando todo desaliento y ansiedad........ 21 23 23 4 26 30 31 37 38 40 45 45 46 47 49 51 52 55 56 56 57 58 INDICE GENERAL Ix Pags. La vida oculta nos devuelve la calidez de la { caridad serenando todo activismo.. - 58 [ La vida oculta nos fortalece en la fe pacificdn- donos de toda ansiedad posesiva. 59 Meditacién con san José 60 VII. El Sefior que combate por nosotros y con no- sotros... 63 El discernimiento espiritua 66 Conocimiento interno de los engafios del Demonio 68 Riqueza, vanagloria, soberbia 69 Discernimiento de las idolatrtas y conocimiento interno del Senor... 69 Diversas idolatrias 70 El seguir de cerca su bandera, pondra de ma- nifiesto muchas cosas ocultas en nuestro co- 71 Discernimiento de la mentira y cruz 72 La mentira que crece 72 La verdad de la cruz. 72 Mentira y falta de vigilancia 73 VIII. El Sefior que nos misiona se El Senor que nos comunica el gozo de evangelizar. - 79 La dulce y confortadora alegria de evangelizar. 80 El Senor nos comunica su modo de dialogar 81 Didlogos condicionado: 82 Didlogos tramposos. 82 Didlogos leales... 83 IX. El Seftor que nos reforma .. - 85 El Senor que nos despoja y purifica: los «tres bina- rios 85 86 X. El Seftor que nos un; humildad» . XL XI. Indice de citas . INDICE GENERAL Pags. Mi conciencia.. Mi poder y mi inamovilidad las «tres maneras de Los que se han cansado de Cristo humilde 0 mane- ras de rechazar la vocacién a la cruz.. Seleccionar para st los signos de contradice No aceptar el talante bélico de la vocacién: irenis- Se unge lo que debe ser perfeccionado. ; Desear o estar dispuesto a sufrir pacientemente: el dmbito de la eleccién o reforma de vida El Seior, muerte y resurreccién nuestra. La Cruz del Senor..... La paz del Senor resucitado. EI Sefior que nos transforma con su amor La memoria... Contemplacién para alcanzar amor oa La memoria de la Iglesia: la pasién del Sefior. La esposa del Senor Biblicas. De autoridades Del Magisterio 88 90 93 94 94 95 95 96 97 98 101 101 108 113 113 113 115 120 129 129 134 135 PRESENTACION Por Antonio Maria Rouco VARELA Cardenal Arzobispo de Madrid Presidente de la Conferencia Episcopal Espafiola La Conferencia Episcopal Espafiola ofrece todos los afios a los obispos la posibilidad de retirarse al silencio de los Ejercicios Espirituales durante una se- mana, a mediados del mes de enero. Para guiar esas jornadas dedicadas a la oracién ya la revisién de vida, se busca a alguien experimentado en el método igna- ciano y en el discernimiento de espiritus. A principios de 2004 escribi al Cardenal Arzo- bispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, invi- tandole a venir a Madrid a darnos los Ejercicios. Le rogdbamos que hiciera el esfuerzo de prestarnos este servicio y le ofreciamos que, segtn le viniera mejor, eligiera entre enero de 2005 0 enero de 2006. Pron- to tuvimos la alegria de recibir su generosa respuesta aceptando la ultima fecha citada. A aquellos Ejercicios asistieron cerca de sesenta obispos. Al Cardenal Bergoglio le precedia su buena fama de jesuita de gran pericia en «dar modo y or- den» a los ejercitantes. El Cardenal Bergoglio se valié de un texto escri- to como hilo conductor de sus intervenciones. Todos Xl PRESENTACION recibimos un fasciculo policopiado con lo sustancial de sus meditaciones. Es el texto que se publica ahora en este libro y que hay que leer en aquel contexto. Se ha mantenido el tenor original del escrito, con excep- cién de algunas leves adaptaciones. Agradecemos al Papa Francisco que nos haya con- cedido su autorizacién para publicar estas paginas, que, en principio, no estaban concebidas para este fin, Constituyen un documento de gran valor para conocer el alma y las preocupaciones del nuevo Papa que el Espiritu Santo acaba de dar a la Iglesia y a la Humanidad entera. En particular, se manifiesta aqui la comprensién del Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal acerca del ministerio de los pastores del Pueblo santo de Dios. «El obispo —nos decia— es el que cuida la espe- ranza velando por su pueblo». Existe un gran combate contra la esperanza. Por eso, el pastor debe «velar»; lo cual es mds que «supervisar» y que «vigilarm, aunque también incluya estos acentos. El pastor esta llamado a velar con Cristo en Getsemani. «Ay de los pastores que evitan la cruz!», nos decia también el Cardenal Bergoglio en los Ejercicios. Esos pastores carecen de la necesaria «percepcién dramatica de la vida cristiana» y acaban por no ser capaces de cuidar la esperanza, cuya raiz esta solo en el Dios crucificado. Damos las gracias a quienes han hecho posible la pronta y esmerada publicacién de este documen- to histérico. A José Gascé Casesnoves, hoy Vicese- cretario para Asuntos Generales de nuestra Confe- rencia Episcopal, que entonces ayudé al Cardenal a n PRESENTACION Xill transcribir el texto de sus meditaciones y que lo ha conservado hasta hoy en la versién electrénica origi- nal. Gracias especialmente a la Biblioteca de Autores Cristianos, nuestra querida BAC, que sigue ofrecién- donos lecturas fundamentales de ayer y de hoy. Roma, 19 de marzo de 2013 Solemnidad de San José, dia de la Misa en el inicio del pontificado de S.S. el Papa Francisco EN EL SOLO LA ESPERANZA I PLATICA INTRODUCTORIA [1] Quisiera comenzar con las palabras que usa- ron Ustedes en el documento del final de siglo, cuyo tono de Magnificat es tan consolador: Nos mueve antes que nada el deseo de dar gracias a Dios y de alabarle, porque, en medio de todo, «su misericordia llega a sus fieles de generacién en generacién» (Lc 1,50). Nos sentimos también Ilamados a la conversién, impulsados a pedir y recibir el perdén de Dios y gozosos de renovar nuestra fe, nuestra esperanza en sus promesas’. Como en Maria, la accién de gracias —la ado- racién y la alabanza— funda nuestra memoria en la misericordia del Dios que nos sostiene, y la esperanza en E] nos pone en pie para combatir el buen combate de la fe y de la caridad para con nuestro pueblo. Al comenzar los Ejercicios Espirituales es bueno insistir mucho en la oracién, para que el Espiritu Santo, que sabe escribir e imprimir en nuestros cora- zones todo lo bueno, nos regale el don de la esperan- Za, y que nosotros seamos prontos para recibirlo. Esa * LXXIIT AsaMBiea PLenaria DE La CONFERENCIA Episcopal EspaNioua, La fidelidad de Dias dura siempre. Mirada de fe al siglo XX, Madrid, 26 de noviembre de 1999. 4 EN EL SOLO LA ESPERANZA esperanza que es més que el optimismo. La esperanza que no es bullanguera, que no le teme al silencio, que se arraiga como las raices en el invierno. La esperanza es cierta, nos la da el Padre de la Verdad. Discierne lo bueno y lo malo. No rinde culto a lo éptimo (no cae en el optimismo) ni se cree segura en lo pésimo (no es pesimista). Porque la esperanza discierne entre el bien y el mal, es combativa; y combate sin ansie- dad ni obcecacién, con la firmeza de quien sabe que corre a una meta segura, como esperanzadamente lo dice el autor biblico: «corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia» (Heb 12,1)’. Precisamente pedir una esperanza combativa es mi propuesta al comienzo de estos Ejercicios. El Magnificat contra las actitudes de desesperanza institucional [2] Como esta esperanza combativa es también obra de discernimiento, quizd nos sea util recorrer ac- titudes desesperanzadas que a veces se anidan en el co- razon de las Instituciones a las que pertenecemos. Estas actitudes desesperanzadas siguen los mismos escalones del antirreino: comienzan por ser poco pobres, siguen vanas y terminan empachadas de soberbia. > $i bien cuando el Cardenal dio estos Ejercicios a los obispos atin no estaba publicada la Sagrada Biblia. Versién oficial de la Conferencia Episcopal Espaftola (2010), se han acomodado las citas biblicas a este texto de referencia. (Nota del editor, en adelante: nt. ed.). 1. PLATICA INTRODUCTORIA 5 El Magnificat se canta en pobreza [3] El Sefior despide a los ricos con las manos vacias. Muchas veces nuestra falta de esperanza es se- fial de riquezas escondidas, de falta de pobreza evan- gélica. Ante la escasez de vocaciones, algunas veces hace- mos diagndsticos de ricos, de ricos en la sabiduria de las ciencias antropoldégicas modernas, que con su aire de suficiencia y totalidad, nos alejan de la oracién de stiplica y ruego pobre al Duefio de la mies. Ante la magnitud y la complejidad de los proble- mas que presenta el mundo moderno, la pobreza de las soluciones que estén a nuestro alcance se disfraza de riqueza sin llegar muchas veces a percatarse de que se trata de una riqueza herrumbrosa, pues es una 7i- queza de solas criticas. Entonces optamos por la rique- za de lo negativo. En fin, asf podriamos seguir enu- merando. Estos indicios de nuestro apego a la riqueza seria bueno que en estos Ejercicios los sometamos a la oracién, y que el Sefior quiera despojarnos de estas actitudes que son ricas en cuanto desesperanzadas, y que nos recuerde que la esperanza del Reino tiene do- lor de parto. El Magnificat se canta en pequenez y humillacién [4] En una tierra no arada por el dolor el fruto estara condenado a la inconsistencia (Lc 8,13). Son muchas las vanidades que se nos filtran, pero la va- é EN EL SOLO LA ESPERANZA nagloria mds comun entre nosotros, aunque parezca paraddjico, es la del derrotismo. Y es vanagloria por- que se prefiere ser general de los ejércitos derrota- dos a simple soldado de un escuadrén que, aunque diezmado, sigue luchando. ;Cudntas veces sofiamos con planes expansionistas propios de generales derro- tados! Curiosamente, en esos casos, negamos nuestra historia de Iglesia que es gloriosa porque es historia de sacrificios, de esperanzas, de lucha cotidiana. De una fe que se abrié paso en medio de recursos humanos muy precarios, que en vez de desalentar animaban a nuestros mayores. Porque su esperanza era més fuerte que las contradicciones. El Magnificat se canta en humildad [5] La soberbia nos ha Ievado algunas veces al desprecio de los medios humildes del Evangelio. Hay un parrafo de las Constituciones de la Compafiia que se aplican muy bien a la Iglesia toda. Dice san Igna- cio: Porque la Compaififa [la Iglesia], que no se ha instituido con medios humanos, no puede conser- varse ni aumentarse con ellos, sino con la mano omnipotente de Cristo Dios y Sefior nuestro; es menester en El solo poner la Esperanza de que El haya de conservar y llevar adelante lo que se digné comenzar para su servicio y alabanza y ayuda de las Animas (Const. 812). 1. PLATICA INTRODUCTORIA 7 Si el Sefior nos regala el vivir esto que nos pide san Ignacio habremos llegado a la humildad de sentirnos mayordomos, pero no amos, humildes servidores, como nuestra Sefiora, y no principes. Y esta humil- dad se alimenta en el oprobio y el menosprecio, no en el halago y la autocomplacencia. Quisiera proponerles el ejemplo evangélico de las virgenes prudentes. Olfateo que alli hay unaensefanza que necesitamos como Iglesia. Ustedes recuerdan, las virgenes prudentes se niegan a compartir su aceite, y esto hace que, en una lectura rdpida e inadvertida, se las condene (se las Ilene de oprobios) por mezquinas y egoistas. Una lectura més profunda nos muestra la grandeza de su actitud, pues no repartian lo irrepartible, no arriesgaban lo inarriesgable: el encuentro con su Sefior y el precio de ese encuentro. Quizé en la Iglesia oprobio y menosprecio nos sobrevenga si, por seguir al Senor, dejamos de «probar los bueyes», de «comprar el campo», y de «contraer nupcias» (Le 14,18-20). Y en el seguimiento del Sefior nuestra humildad ser4 pobre, porque estar muy cerca de saber «lo esencial»: lo que viene bien y lo que viene mal, sin perderse en los engafios de las riquezas. Y porque /a vida de Dios en nosotros no es un lujo, sino el pan cotidiano, la cuidaremos con nuestra oracién y penitencia. Ese espiritu de oracién y penitencia, aun en las grandes adversidades, nos hara avizorar esperanzados el camino de Dios. II EL SENOR QUE NOS FUNDA [6] Al comenzar los Ejercicios san Ignacio nos pone frente a Jesucristo nuestro Sefior, Creador y Sal- vador nuestro: El hombre es criado para alabar, hacer reveren- cia y servir a Dios nuestro Sefior, y mediante esto salvar su alma; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecucién del fin para que es cria- do. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar dellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, cuanto para ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a to- das las cosas criadas en todo lo que es concedi- do a la libertad de nuestro libre albedrfo, y no le esta prohibido; en tal manera que no queramos de nuestra parte més salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demés; sola- mente deseando y eligiendo lo que mas nos con- duce para el fin que somos criados'. ' San Icnacto, Ejercicios espirituales, 23 (En adelante EE). Ver edicién completa en Obras de San Ignacio (BAC, Madrid 1997) 221-306 (nt. ed.). 10 EN EL SOLO LA ESPERANZA Mirar al Sefor [7] En este Principio y Fundamento, cuando nos habla de cudles han de ser nuestras actitudes de criaturas salvadas y que buscan su salvacién, Igna- cio nos da la imagen de Cristo, creador y salvador nuestro. Y cuando nos presenta el programa de la indiferencia y de la discreta generosidad para elegir «lo que mds nos conduce», nos presenta al «Cristo siempre mayor», al «Deus semper maior», al «inti- mior intimo meo». Esta imagen del «Deus semper maior es la mas propia de Ignacio, es la que nos saca de nosotros mismos y nos eleva a la alabanza, a la reverencia y al deseo de mds seguimiento y de me- jor servicio. Por este Sefior y para él «el hombre es creado». Con la mirada de Maria (8] La mirada de Maria en el Magnificat pue- de ayudarnos a contemplar a este Sefior siempre mas grande. La dindmica del «magis» inspira el ritmo del Magnificat, que es el canto que la pequefiez entona a la Grandeza. Esa grandeza del Sefior, contemplada con los ojos puros de Maria, purifica nuestra mirada, nos purifica la memoria en sus dos movimientos: el de «recordar» y el de «desear». La mirada de nuestra Sefiora es combativa en el recordar: nada ensombrece ni mancha el pasado, las 2. EL SENOR QUE NOS FUNDA W grandes cosas que el Sefior hizo. El la «miré con bon- dad en su pequefiez» y este amor primero es funda- mento de toda su vida. Por eso la memoria de Maria es memoria agradecida. Miramos con ella nuestros «principios» y pedimos la gracia de ver alli cémo «el Sefior nos amé primero» (que en eso consiste el amor, como dice Juan). A la luz de Cristo, «lmagen de Dios invisible, primogeénito de toda criatura [...] El es anterior a todo, y todo se mantiene en Ely (Col 1,15.17), recordamos nuestros «principios»: nuestro principio en Dios, el principio de nuestra vida cristiana, el principio de nuestra vocacién, el principio de nuestra vida sacerdotal y episcopal... Sentimos la mirada del Senor en estos principios de nuestra vida, esa mirada que consolida, que funda. Y la sentimos rezando el Magnificat para que la mirada de Maria fortalezca la nuestra y en ella nos animemos a sostenerle la mirada al Sefior. El principio y fundamento de nuestra misién episcopal [9] De manera especial, en este marco de ac- cién de gracias del que brota la alabanza al Seftor por los dones recibidos y la reverencia al Donante mis- mo, nos detenemos en el principio y fundamento de nuestra misién episcopal. Pedimos la gracia de vernos constituidos por ella de tal manera que, desde alli, nos reencontremos con el hecho de fe de ser creados 12 EN EL SOLO LA ESPERANZA y salvados por el mismo Sefior que nos llama ahora a ejercitar la «indiferencia» y buscar la discreta gene- rosidad del mayor servicio en esta misién especifica. El rechazo a la misién {10] En la meditacién podran Ustedes sentir la necesidad de ubicar su momento personal frente a esta misién: las esperanzas y desesperanzas, ilusiones y desilusiones, desdnimos, prejuicios... Les sugeriria que consideraran delante del Sefior algunas frases que forman parte del «folclore de los presbiteros» y cuya consistencia es bueno constatar delante del Sefior. Son solo algunas; cada uno agregar otras de su repertorio inédito, conforme el Sefior los inspire en la oracién: Lo que en un comienzo quizd fue: «yo no soy para esto» puede haberse ido transformando en un «ya no estoy para esto», «Este pueblo, este presbiterado, esta didcesis, me cansa con sus quejas y reclamos». «Quiza trabajaria con gusto si se dieran otras con- diciones...», «y las condiciones serian para mi...» En nuestra pequenez se muestra su grandeza {11] La Revelacién nos ha conservado, para nuestro consuelo, esa peculiar relacién que se entabla entre el Sefior y aquel a quien misiona: Moisés, Isaias, Jeremias, Juan Bautista, José. Todos ellos han sentido 2. EL SENOR QUE NOS FUNDA 13 la indigencia de sus posibilidades ante el pedido del Sefior: ¢Quién soy yo para acudir al faraén o pata sa- car a los hijos de Israel de Egipto? (Ex 3,11); jAy de mi, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros (Is 6,5); jAy, Sefior, Dios mio! Mira que no sé hablar, que solo soy un nifio (Jer 1,6); Soy yo el que necesito que tt me bautices, zy ti acudes a mi? (Mt 3,14); José, que resuelve repudiar a Maria en privado, asi lo tenfa planeado (cf. Mt 1,19-20). Es la resistencia inicial (y permanente), el no poder comprender la magnitud del llamado, el miedo a la misién. Esta se- fial es de buen espiritu, sobre todo si no se queda alli y permite que /a fuerza del Senor se exprese sobre esa debilidad y le dé consistencia, la funde: Yo estoy contigo; y esta es la sefial de que yo te envio: cuando saques al pueblo de Egipto, daréis culto a Dios en esta montafia (Ex 3,12); Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, est4 perdonado tu pecado (Is 6,7); No digas que eres un nifio, pues ir4s adonde yo te envie y dirds lo que yo te ordene. No les tengas miedo, queyo estoy contigo para librarte (Jer 1,7-8); Déjalo ahora. Conviene que asi cumplamos toda justicia (Mt 3,15); José, hijo de David, no temas acoger a Maria, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espiritu Santo (Mt 1,20). 14 EN EL SOLO LA ESPERANZA Fundados en nuestra pertenencia a la Iglesia [12] El Sefior, al darnos la misién, nos funda. Y lo hace no con la funcional consistencia de quien da una ocupacién o empleo cualquiera, sino con la fortaleza de su Espiritu, el cual, de tal modo nos hace pertenecer a esa misién, que nuestra identidad que- dard sellada por ella. Identificarse es pertenecer... pertenecer es participar en lo que Jestis funda, y Jestis nos funda en su Iglesia, en su santo pueblo fiel, para gloria del Padre. Nuestras frases folcléricas como obispos nacen quizd del mismo sentimiento que inspiraba los rechazos a la misién de Moisés, Isafas, Juan... Solo nos queda permitir que el Sefior nos hable y ubique en su real dimensién nuestro miedo, nuestra pusilanimidad, nuestro egoismo. Formarse y radicarse en la Iglesia [13] Pablo VI, a propésito de las denominadas comunidades de base, nos da los criterios de fundacién que Jestis quiso para su Iglesia. Estos criterios pueden ser luz para nuestra reflexién de hoy y el examinar de nuestra conciencia. La actitud fundacional basica es formarse en la Iglesia. Hombres radicados y fundados en la Iglesia: asi nos quiere Jestis. Hombres que: — Buscan su alimento en la Palabra de Dios y no se dejan aprisionar por la polarizacién politica o por las ideologias de moda, prontas a explotar su inmenso potencial humano; 2. EL SENOR QUE NOS FUNDA 15 — Evitan la tentacién siempre amenazadora de la contestacién sistematica y del espiritu hipercri- tico, bajo pretexto de autenticidad y de espiritu de colaboracién; — Permanecen firmemente unidos a la Iglesia local en la que se insertan, y a la Iglesia universal, evitando asi el peligro —muy real— de aislarse en sf mismos, de creerse, después, la Unica auténtica Iglesia de Cristo, y finalmente, de anatematizar a las otras comunidades (y hombres) eclesiales; — Guardan una sincera comunién con los Pastores que el Sefior ha dado a su Iglesia y al Ma- gisterio que el Espiritu de Cristo les ha confiado; — No se creen jamés el unico destinatario 0 el unico agente de evangelizacién, esto es, el unico depositario del Evangelio; sino que, conscientes de que la Iglesia es mucho mis vasta y diversificada, aceptan que la Iglesia se encarna en formas que no son las de ellos; — Crecen cada dia en responsabilidad, celo, compromiso e irradiacién misioneros; se muestran universalistas y no sectarios”. Memoria de nuestros mayores como defensa contra las doctrinas disolventes [14] El Sefior que nos funda nos evoca, como dije anteriormente, la imagen del Sefior siempre ma- yor que san Ignacio nos propone en el Principio y ? Panto VI, Exhortacién apostélica Evangelii Nuntiandi (8 de diciembre de 1975), 58 (en adelante EN). 16 EN EL SOLO LA ESPERANZA Fundamento. Meditemos y oremos hoy sobre este dejarnos fundar por el Sefior y —a la vez— como pastores, ayudar a fundar en la misién encomendada: fundar corazones cristianos. Recuperemos la memo- tia de tantos celosos presbiteros y obispos que he- mos conocido y que ya han visto el Rostro de Cristo (cf. Pastores gregis, 65). Esta memoria nos fortalecera el corazén y nos defendera de dejaros seducir «por doctrinas complicadas y extrafias» (cf. Heb 13,9), esas doctrinas que nada fundan sino que mas bien son disolventes del sdlido fundamento de un cora- z6n sacerdotal; doctrinas que no alimentan al pueblo fiel de Dios, y con las cuales adquieren actualidad las reflexiones del Dante: «No dijo Cristo a su primer convento: Id y predicad patrafias al mundo, sino que les dio la verdad del cimiento, y esta resoné en sus bocas, de tal modo que al luchar para encender la fe, del Evangelio hicieron escudo y lanza»?. En cambio, en vez de escudo y lanza, las doctrinas seductoras y disgregantes, debilitan el corazén del santo pucblo fiel de Dios, pues «las ovejuelas ignorantes vienen a pacer Ilenas de “viento”»*. Repitamonos, como cobrando fuerzas con el recuerdo de tantos pastores que nos precedieron, la exhortacién de la carta a los Hebreos: 5 Non disse Cristo al suo primo convento: —Andate e predi- cate al mondo ciance— ma diede lor verace fondamento; e quel tanto sond ne le sue guance, si ch’a pugnar, per accender la fede, de PEvangelio fero scudo ¢ lance (Paradiso, canto 29, 109-114). * Si que le pecorelle, che non sanno, tornan del pasco pasciute di vento, e non le scusa non veder lo danno (ibid. 106-108). 2. EL SENOR QUE NOS FUNDA 7 En consecuencia: teniendo una nube tan in- gente de testigos, corramos, con constancia, en la carrera que nos toca, renunciando a todo lo que nos estorba y al pecado que nos asedia, fijos los ojos en el que inicié y completa nuestra fe, Jestis, quien, en lugar del gozo inmediato, soporté la cruz, despre- ciando la ignominia, y ahora esta sentado a la dere- cha del trono de Dios. Recordad al que soportsé tal oposicién de los pecadores, y no os canséis ni per- dais el Animo. Todavia no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado (Heb 12,1-4). Dimensién pastoral de nuestro estar fundamentados en Cristo [15] Jestis instauré el reino de Dios. Con su Pala- bra y su vida lo fund6é de una manera irreversible: para nosotros pertenecer a El es un valor indeclinable. Y a nosotros nos funda como pastores de su pueblo, asi nos quiere. No podemos prescindir, al hablar de nuestro fundamento, de esta dimensién pastoral de nuestra vida. Como Maria, una vez fundados en el amor mise- ricordioso del Dios mas grande, una vez consolidados en nuestra pequefiez por su mirada amorosa, una vez que hemos experimentado su salvacién y las grandes cosas que hizo por nosotros, nos animamos a mirar la historia, a mirar al pueblo que nos fue confiado y a mirarlo con la mirada esperanzada de nuestra Sefiora. Pienso que, en la meditacién, nos puede ayudar ir recorriendo un documento pastoral, que es una ver- dadera convocatoria a dejarnos fundar nuevamente, como pastores, por Cristo nuestro Sefior. 18 EN EL SOLO LA ESPERANZA Por ello propongo algunos pasajes de la Evangelii nuntiandi. A la luz de esta doctrina, reflexionar so- bre nosotros mismos para sacar algtin provecho. Jestis mismo tiene una misién: Proclamar de ciudad en ciudad, sobre todo a los mas pobres, con frecuencia los més dispuestos, el gozoso anuncio del cumplimiento de las prome- sas y de la Alianza propuestas por Dios, tal es la misién para la que Jestis se declara enviado por el Padre; todos los aspectos de su Misterio —la misma Encarnacién, los milagros, las ensefianzas, la convocacién de sus discipulos, el envio de los Doce, la cruz y la resurreccién, la continuidad de su presencia en medio de los suyos— forman parte de su actividad evangelizadora (EN 6). Y, con su actividad evangelizadora, Cristo {...] anuncia ante todo un reino, el reino de Dios; tan importante que, en relacién con él, todo se convierte en «lo demas» que es dado por afiadidu- ra. Solamente el reino es, pues, lo absoluto y todo el resto es relativo (EN 8). El Sefior funda el reino; podremos seguir esta meditacién contemplando las diversas maneras con que Jestis describe [...] la dicha de pertenecer a ese reino, una dicha paraddjica hecha de cosas que el mundo rechaza, las exigencias del reino y su carta magna, los heral- dos del reino, los misterios del mismo, sus hijos, la 2. EL SENOR QUE NOS FUNDA c 19 vigilancia y fidelidad requerida, a quien espera su llegada definitiva (EN 8). El Sefior nos funda en su reino, su Espiritu nos hace sentir la dicha de la pertenencia, que encierra el misterio de nuestra identidad. Jesus funda una comunidad evangelizada y evangelizadora [16] Jesus funda una comunidad evangelizada y evangelizadora a la vez, pues [...] quienes acogen con sinceridad la Buena Nue- va, mediante tal acogida y la participacién en la fe, se retinen pues en el nombre de Jesus para buscar juntos el reino, construirlo, vivirlo. Ellos constitu- yen una comunidad que es a la vez evangelizadora. La buena nueva del reino que llega y que ya ha comenzado es para todos los hombres de todos los tiempos. Aquellos que ya la han recibido y que es- t4n reunidos en la comunidad de salvaci6n pueden y deben comunicarla y difundirla (EN 13). La dicha de nuestra vocacién: evangelizar [17] Es que [...] la tarea de la evangelizacién de todos los hom- bres constituye la misién esencial de la Iglesia; una tarea y misién que los cambios amplios y profun- 20 EN EL SOLO LA ESPERANZA dos de la sociedad actual hacen cada vez mas ur- gentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocacién propia de la Iglesia, su identidad mds pro- funda, Fila existe para evangelizar, es decir, para predicar y ensefiar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su Muerte y Resurreccién gloriosa (EN 14). En nuestro caso, la dicha de nuestra vocacién, nuestra identidad como comunidad evangelizadora consiste en dejarnos convocar [...] para proclamar con autoridad la Palabra de Dios, para reunir al pueblo de Dios que estaba dis- perso, para alimentar a este Pueblo con signos de la accién de Cristo que son los sacramentos, para ponerlo en el camino de la salvacién, pan mante- nerlo en esa unidad de la que nosotros somos —a diferentes niveles— instrumentos activos y vivos, para animar sin cesar a esta comunidad reunida en torno a Cristo siguiendo la linea de su vocacién mas divina (EN 68). Fundando corazones cristianos somos fundados y arraigados en Cristo [18] Es decir, nuestra misién, la que nos da mie- do y nos lleva a pronunciar frases como las que men- cioné al principio, es evangelizar, pastorear al pueblo fiel de Dios. Y esta misién nos funda en nuestra voca- cin... Jestis, al llamarnos a ella, nos funda en lo mas 2. EL SENOR QUE NOS FUNDA 21 hondo de nuestro corazén: nos funda como pastores, que es nuestra identidad. En el ejercicio de nuestro ministerio estamos también colaborando con Cristo fundando corazones cristianos, y —a la vez— por ese mismo trabajo que hacemos, el Sefior funda y arraiga auestro corazén en el Suyo. Piedad como valor religioso fundante, como hermenéutica fundamental de nuestra teologia [19] Esta comunidad que Jestis funda [...] sitsia al hombre objetivamente en relacién con el plan de Dios, con su presencia viva, con su accién; hace hallar de nuevo el misterio de la Paternidad divina que sale al encuentro de la humanidad. En otras palabras, nuestra religién instaurdé efectiva- mente una relacién auténtica y viviente con Dios (EN 53). No puede estar ausente de esta nuestra tarea de fun- lar la uncidn nacida del contacto directo con la fideli- d del Sefior de la Historia. Nuestra Teologia debe ser iadosa si quiere ser fundante, si pretende dejarse fun- r por el Seftor. Piedad que no resulta de un barniz a ctitudes de reflexién o investigacién previas. No, esta iedad es —por decirlo asi— la hermenéutica funda- ental de nuestra teologia. Es vida. Cuando —en nues- ra vida cotidiana— sentimos la presencia de Dios no ueda sino decir «Dios esta aqui», y cuando Dios esta lo primero que hay que hacer es ponerse de rodillas. 22 EN EL SOLO LA ESPERANZA Luego viene el intelecto humano a profundizar y explicar cémo esta Dios alli. Aquello de la «fides quaerens intellectum», o de las anécdotas que nos re- lataban de los santos estudiando teologia de rodillas. Para nosotros vale también el juicio del Papa cuando indica que [...] la evangelizacién comprende la predica- cién del misterio del mal y de la busqueda activa del bien. Predicacién asimismo, y esta se hace cada vez mas urgente, de la busqueda del mismo Dios a través de la oracién sobre todo de adoracién y de accién de gracias, también a través de ese sig- no visible del encuentro con Dios que es la Iglesia de Jesucristo; comunién que a su vez expresa me- diante la participacién en esos otros signos Cristo viviente y operante en la Iglesia que son los sacra- mentos (EN 28). En fin, no olvidar qué es aquello que estamos lla- mados a fundar y sobre lo cual dejarnos fundar por el Sefior: [...] la totalidad de la evangelizacién que, aparte de la predicacién del mensaje, consiste en implantar la Iglesia la cual no existe sin este respiro de la vida sacramental culminante en la Eucaristia (ibid.). Il EL SENOR QUE NOS REPRENDE Y NOS PERDONA [20] _ Es notorio en el Evangelio que el Sefior aler- ta, corrige y reprende masa los que le son mas cercanos: a los discfpulos y entre ellos especialmente a Pedro. Y lo hace como para que quede claro que el ministerio es pura gracia, que no depende de los méritos del elegido para la misién y que ser corregido una y otra vez en ese Ambito de la eleccién gratuita y de la fidelidad definiti- va por parte del Sefior es signo de mayor misericordia. Por eso vamos a meditar sobre nuestros pecados desde la perspectiva de la eleccién del Sefor y de su llamada a la conversién y al seguimiento. El Sefor es siempre mas grande y cuando nos llama a la conver- sidn, lejos de achicarnos, nos agiganta en su Reino. De la mano de la reprensién del Sefor viene su mise- ricordia abundante. La primera confesién de Simén Pedro [21] Les propongo como primer punto de me- ditacién el pasaje de Lucas sobre la vocacién de los primeros discfpulos y lo que llamo la primera confe- sién de Simén Pedro (5, 1-11). La escena se desarrolla en el 4mbito de la evangelizacién. El Sefior ensefia a la multitud desde la barca de Simén y luego se los 24 EN EL SOLO LA ESPERANZA lleva mar adentro, y alli les regala la primera pesca milagrosa. Al ver esto Simén Pedro se confiesa peca- dor. Y el Sefior ah{ mismo lo convierte en Pescador de hombres. Conversién y misién quedan asi unidas en el corazén de Simén Pedro. El Sefior acepta su «apartate de mi, que soy un hombre pecador (v.8), pero lo reorienta con su «no temas; desde ahora seras pescador de hombres» (v.10). De alli en mds, Simén Pedro nunca separar estas dos dimensiones de su vida: siempre se confesara pe- cador y pescador. Sus pecados no lo hardn renegar de la misidn recibida (no se volver un pecador aislado y ensimismado en su culpa). Su misién no le haré en- mascarar su pecado, como les sucedia a los fariseos. En esta gracia primera se funda luego toda correc- cién del Sefor y toda nueva conversién. No hay ver- dadera conversién del pecado que no se extienda al Ambito de la misién, al deseo de convertir y ganar a otros para Aquel que nos perdoné y gané a nosotros. La verdadera conversién siempre es apostdlica, siem- pre es dejar de mirar «los propios intereses» para mirar los «intereses de Cristo Jestis». Asi como tampoco hay verdadera misién de evangelizar y ayudar a los demas a cumplir lo que Jestis nos ensefié que no parta de esta conciencia de que somos pecadores perdonados. El Senor nos reprende nuestra «expulsividad» que proviene de nuestra falta de caridad [22] En la multiplicacién de los panes, los disci- pulos le van con un planteo al Sefior: 3. EL SENOR QUE NOS REPRENDE Y NOS PERDONA 25 Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Des- pidelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrede- dor y se compren de comer (Mc 6,35-36). Es un planteo razonable, pero el Sefior responde de manera inesperada: «Dadles vosotros de comer» (v.37). Esta actitud «expulsiva» es caracteristica de los discipulos y sera corregida una y otra vez por el Sefor. También querran que «despida» rapido a la sirofenicia (Mt 15,23) y «regafiaban» a las mujeres que le acer- caban los nifios para que los bendijera (Mc 10,13). Por otro lado, vemos también por dénde iban los in- tereses de los discfpulos al ver que muchas de sus dis- cusiones giraban en torno a quién era el mayor. Con firmeza y con paciencia el Sefior los va corrigiendo. El no tiene apuros para despedir a la gente ni le molesta que se le acerquen. El Sefior no pone limites al acer- camiento de la gente, El es el prdjimo por excelencia, el que viene, el Dios con nosotros, el Dios que estara con nosotros todos los dias hasta el fin del mundo. El despojo que supone esta apertura del Sefior, esta cercania, este dejarse tocar por la gente que lo recla- ma y lo va como deshilachando, sacandole gracia tras gracia, es un despojo total que tendrd su expresion maxima en la Cruz pero que el Sefior fue viviendo dia a dia. La conversién de nuestros pecados, de nues- tro egoismo apunta a este estar disponibles para los demas. La misién del pastor de «incluir» a todas las ovejas (también la de esos «otros rebafios» de los que habla el Sefior) implica una verdadera conversién de nuestros egoismos de modo que a la hora de la verdad

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