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PRIMERA PARTE LAS ESTRUCTURAS DEL UNIVERSO PERSONAL Los espiritualismos modernos dividen el mundo y el hombre en dos series indepen- dientes, la material y la espiritual, Tan pronto aceptan como un hecho bruto la independen- cia de las dos series (paralelismo psicofisiolé- gico), abandonando Ja materia a sus fatali- dades, a condicién de reservarse el derecho de legislar absolutamente en el reino del espi- ritu: la unién de los dos mindos queda enton- ces inexplicada; tan pronto niegan toda rea- lidad al mundo swaterial, haste hacer de él sélo una apariencia del espiritu: la importan- cia de esta aparjencia cobra entonces un ca- ricter de paradoja Este esquema sera roto desde el comienzo por ¢l realismo personalista. La persona inmersa en la nataraleza, El hombre, asi como es espfrity, es también un cuerpo. Totalmente “cuerpo” y totalmente “espiritu”. De sus instintos mas primarios, comer, reproducirse, hace delicadas artes; 1a cocina, el arte de amar. Pero un dolor de ca- beza detiene al gran filésofo, y San Juan de la Cruz, en sus éxtasis, vomitaba. Mis hu- mores y mis ideas son modelados por el clima, la geogratia, mi situacién en la superficie de Ia tierra, mis herencias, y mis alli, acaso, por el flujo masivo de los rayos césmicos. A estas influencias se les afiaden todavia las deter- 12 CAPITULO 1 aninaciones psicolégicas y colectivas posterio- res, No hay en mi nada que no esté mezclado con tierra y con sangre. Algunas investiga- ciones han mostrado que las grandes religio- nes caminan por los mismos itinerarios que las grandes epidemias. ¢Por qué ofenderse por ello? Los pastores también tienen piernas, que son guiadas por Jos declives del terreno. Tal es la parte de verdad, considerable, del andlisis materialista, Pero no es inédita. La unién indisoluble del alma y cl cnerpo es el eje del pensamiento cristiano, fiste no opone el “espiritu” y el “cuerpo” o la “materia” en su acepcién moderna, Para él, el espiritu, en el sentido compuesto del espiritualismo mo- derno, que designa a la vez el pensamiento (voi), el alma (poy) y el soplo de vida, se fusiona en la existencia con el cuerpo. Cuan- do este todo tira en sentido inverso al de la vocacién sobrenatural del hombre, el cristia- nismo Hama a este movimiento la carne, y designa con este término tanto la pesadez. del alma como Ia de los sentidos; cuando Heva hacia Dios, cuerpo y alma jnntos colaboran en el reino de lo espiritual (FIvedpa), en of reino sélide de Dios y no en el reino etéreo del Espiritu. Si la falta original ha herido a Ja naturaleza humana, es el compuesto huma- no en su totalidad Jo que esta afectados desde los Evangelios, Ja malicia y Jas perversiones del espiritu han provocado mas anatemas que las de la “carne” en el sentido estrecho de la palabra. EI cristiano que habla con despre- cio del cuerpo y de la materia, lo hace, pues, contra su mas importante tradicién. Segin la teologia medieval, nosotros no podemos Lle- gar cominmente a las més altas realidades espirituales y a Dios mismo, sino atravesando Ja materia y por la presién que ejercemos so- bre ella. De hecho, es el desprecio griego por Ja materia lo que se ha trasnitido de siglo en siglo hasta nuestros dias bajo falsas justifi- caciones cristianas. Hoy hay que reabsorber este dualismo per- nicioso, tanto en nnestros modos de vida como en nuestro pensamiento. El hombre es un ser natural; por su cuerpo, forma parte de la na- turaleza, y alli donde él esté esté también su cuorpo. Es necesario extraer las consecuen- cias de esta afirmacién. La naturaleza —naturaleza exterior prehu- mana. inconsciente psicolégico, participacio- nes sociales no personalizadas— no constitu- ye el mal del hombre: Ja encarnacién no es una caida. Pero como es el lugar de lo imper- sonal y de lo objetivo, es una ocasién perma- nente de enajenacién. La miseria nos abru- ma tanto. como la abundancia. El hombre esta como fitiado entre la una y la otra. El mar- xismo tiene razén de pensar que él fin de Ja misoria material es el fin de una alienacién, y una etapa necesaria al desarrollo de Ia hue manidad. Pero no es el fin de toda alienacién, ni siquiera al nivel de la naturaleza. La persona trasciende Ia naturaleza. El hombre es un ser natural. ¢Solo un ser natu- ral? {Es enteramente un juguete de Ia natu- raleza? Hundido en la naturaleza, al surgir de ella, gla trasciende? La dificultad consiste en pensar bien esta nocién de trascendencia. Nuestro espiritu se resiste a representarse una realidad que esté enteramente sumergida en otra por su exis- tencia concreta y sea, sin embargo, superior por el nivel de existencia. No se puede estar a Ja vez en ja planta baja y en el sexto piso, decia Léon Brunschvig. Esto es ridiculiza con una imagen espacial una experiencia que el espacio no puede transcfibir. El universo esta Heno de hombres que hacen los mismos gestos en los mismos lugares, pero que Ievan en ellos y suscitan a su alrededor universos mis distantes que las constelaciones. Examinemos, pues, la naturaleza. Descar- temos el mito materialista de la Naturaleza Persona impersonal, de poderes ilimitados. ‘Descartemos el mito romantico de la Madre benevolente, sagrada, inmutable, de la que no hay que apartarse so pena de sacrilegio y de catdstrofe: uno y otro someten al hombre personal y activo a un impersonal ficticio. De hecho, la naturaleza solo deja librado a nuestro saber racional una red infinitamente complicada de determinaciones de las que ni siquiera sabemos si, detrés de los sistemas que introducimos para asegurar nuestras aprehensiones, son reductibles a una unidad légica. Con qué autoridad podemos reducir- nos a esos signos? ¢Con Pavlov, por ejemplo, a cadenas de reflejos asociados? Si se quiere comprender a la humanidad, es necesario aprehenderla en su ejercicio vi- viente y en su actividad global. Las experien- cias de Pavlov son creaciones artificiales de Jaboratorio: sus resultados tienen una apa- riencia mecanicista porque el sujeto es colo- cado en condiciones que son perfectamente mecdnicas. El hombre se les escapa: “El hom- bre es un ser natural, pero un ser natural humano™, Ahora bien, el hombre se singu- lariza por una doble capacidad de romper con Ja naturaleza. Solo él conoce este universo que lo devora, y sélo él lo transforma; él, el me- nos armado y el menos potente de todos los grandes animales. El hombre es capaz de amor, Jo que es infinitamente mas todavia. El cristiano agregara: el hombre se ha vuel- to capaz de Dios y colaborador suyo. No se deben olvidar los reflejos salivares, pero tam- poco cabe obsesionarse por ellos, 1 Manx, Economie politique et philosophic, Ed. Cos- 1, pag. 78. 13 Los determinismos que nos rodean no son una palabra vana. Pero la nocién de deter- minismo, sin ser exputsada de la ciencia, co- mo se ha dicho, ha sido localizada al nivel de los fenémenos materiales de gran escala. Los fendmenos infraatémicos la conmueven. Los fenémenos biolégicos la desbordan. Para el fisico, en pequefia escala solo hay una “can- salidad débil”, de tal manera que “una mis- ma causa puede producir uno u otro de varios _ efectos posibles, con solo una cierta probabi- Tidad de que se produzca tal efecto y no tal otro” (L. de Broglie), El hombre ya no esta més bloqueado en su destino por el determi- nismo. Si bien permanecemos concretamente ligados a numerosos y cerrados determinis- mos, cada nuevo determinismo que el sabio descubre es una nota mis en-la gama de nuestra libertad. En tanto las leyes de la aerodindmica fueron ignoradas, los hombres sofiaron con volar; cuando su suefio se in- serté en una red de necesidades, volaron. Siete notas son un estrecho registro; y, sin embar- G0, sobre esas siete notas se han establecido ya varios siglos de invencién musical. Quien se apoya en las fatalidades de la naturaleza para negar las posibilidades del hombre, se abandona a un mito o intenta justificar una dimisién. Este surgimiento de la persona creadora puede Icerse en la historia del mundo. Apa- rece como una lucha entre dos tendencias de sentido contrario: —ua es una tendencia permanente a la despersonalizacién. No afecta solamente a es- ta materia que es la impersonalidad, la dis- persién, la indiferencia misma, que tiende a Ja nivelacién (degradacién de la energia), ala identidad 0 a la repeticién homogénea como a su fin; ataca a Ja vida, rebaja su impulso. Ja expone en especies de ejemplares indefinida- mente repetidos, hace degenerar el descubri- miento en automatismos, repliega la audacia vital sobre formaciones de seguridad de las que se aleja la invencion, continiia por iner- cia movimientos que inmediatamente sc vuel- ven contra su objetivo. Detiene, en fin, la 14 vida social y la vida del espiritu por relaja- miento del habito, de la ratina, de la idea general, de la charlataneria cotidiana; —la otra es un movimiento de personaliza- cién que, en rigor, sélo comienza con el hom- bre, pero cuya preparacién puede advertirse a través de toda Ia historia del universo*. Ya los fenémenos radiactivos denuncian una primera ruptura en las fatalidades monéto- nas de la materia, La vida aparece Iuego como una acumulacién de energia cada vez més organizada sobre modos de indetermi- nacién cada vez més complejos; abre asi el abanico de posibilidades que los dispositivos biolégicos ofrecen a Ja libre eleccién del indi- viduo, y prepara la formacién de contros per- sonales. La particula atémica, desprovista de cualidades, no es individualizable, ni siquic- Ta por su posicién en el espacio, desde que las teorfas cudnticas no permiten’ ya atribuirle una localizacién precisa y constante, Un em- brién de individualidad comienza con el dto- mo, estructura de particulas. La individuali- dad animal es mds segura; la naturaleza, sin embargo, je testimonia poca consideracién, la multiplica con prodigalidad para derrocharla masivamente; dos individuos entre dos millo- nes de huevos de mosca alcanzan la edad adulta, El animal ignora a conciencia re- flexiva y le reciprocidad de las conciencias. En caso de conflicto, la suerte del individuo esté siempre subordinada a Ja de la especie. Con 1a persona humana, todo este movimien- to halla, no ciertamente su explicacién, pero si su significacién, El surgimiento del universo personal no detiene Ja historia de Ia naturaleza; la une ala historia del hombre, sin someterla ente- ramente a ella, A veces hablamos del “hom- bre primitive”, como si estuviera hnndido en el confin de las edades. Cuando hayamos co- brado una viva y turbadora conciencia de la realidad personal, nuestros origenes nos pa- recerin todavia muy préximos. Representa- 2 Sobre esta preparacién, ver los escritos del P. Tae mann Dz CHARDIN. mos una comedia mundana y moral sorda- mente regida por los instintos, los intereses, las necesidades; lo que se lama Ja “vida del espirity” emplea buena parte de sus activi- dades en montar ante estos oscuros actores un telén de justificaciones y de prestigios. El ma- terialismo tiene parcialmente razén cuando es histérico y esta referido a una fecha determi- nada: no en Jo absoluto de los valores, sino en la etapa de la humanidad en que nos ha- amos, y para la mayoria, salvo una conver- sién individual siempre. posible (con lo que tenemos tres condiciones restrictivas), nuestra situacién biolégica y econémica dirige ain masivamente nuestros comportamientos. Des- de hace mucho tiempo, y sin duda desde que el hombre es hombre, muchos individuos y vastos movimientos han roto estas servi- dumbres: solo o en grupo, el hombre alcanza de un salto las cimas de la humanidad antes de retomar paso a paso sus peldafios para aproximarse a clla. Pero el universo personal no existe todavia sino en estado de islotes individuales o colectivos, de promesas por rea- lizar. Su conquista progresiva es la historia del hombre. Consecuencias de esta condicién. De la condicién que acabaros de definir, resultan importantes consecuencias 1° No hay que estorbar la ciencia de Ja “materia” y la ciencia del “espiritu” con me- nosprecios 0 exaltaciones sin valor en el plano de Ja realidad. 2 El personalismo no es un espiritualismo; muy por lo contrario, aprehende cualquier problema humano en toda la amplitud de Ja humanidad concreta, desde la mds humilde condicién material a la mas alta posibilidad espiritual. Las cruzadas son a un tiempo, por miotivos diversos para cada una de elas, pro- ductos eminentes del sentimiento religioso y de los movimicntos econdmicos del feudalis- mo decadente. Es cierto, pues, que Ja expli- cacién por el instinto (Freud) y la explica- cién por la economia (Marx) son una via de aproximacién a todos los fenémenos huma- pe nos, inclusive los mas elevados. Pero, en cam- bio, ninguno, ni siquiera el més clemental, puede ser comprendido sin los valores, las es- tructuras y las vicisitudes del universo per- sonal, inmanente en calidad de fin a todo espiritu humano, y al trabajo en la natu- raleza. Fl espiritualismo y el moralismo son impotentes porque descuidan las sujeciones biolégicas y econémicas. Pero tanibién lo es, y on igual medida, cl materialismo, por la razén inversa. Como e] mismo Marx lo dice, “materialismo abstracto” y “espiritualismo abstracto” se juntan; no se trata de elegir uno u otro, sino “la verdad que los une a ambos” antes de su separacién *. Cada vez en mayor medida, la ciencia y la reflexién nos pre- sentan un mundo que no puede privarse del hombre, y un hombre que no puede privarse del mundo. 3° Hay que repetir en el plano de la ac cién lo que acabamos de decir en e! plano de la explicacién. En todo problema prictico es necesario asegurar la solucién en el plano de Jas infraestructuras biolégica y econémica si se quiere que las medidas tomadas en otros sean viables. Este nifio es anormalmente pe- rezoso o indolente: examinad sus glindulos endocrinas antes de darle sermones. Este pue- blo protesta: mirad sus planillas de sueldos antes de denunciar al materialismo. Y si le desedis més virtudes, dadle primero esa segu- ridad material, de la que olvidais que sino se Ja prepara de padre a hijo puede, acaso, per- turbar vuestra moderacién social. Reciprocamente, la solucién biologica 0 eco némica de un problema humano, por préxi- mo que se halle a las necesidades elementales, cs incompleta y frégil si no se han tenido en cuenta las mis profundas dimensiones del hombre. También lo espiritual es una infra- estructura, Los desérdenes psicoligicos y es- pirituales ligados a un desorden econémico, pueden minar durante mucho tiempo las so- 3 Critique de la philosophic du droit de Hegel (Euvres, Coste, IV, 183); Economie politique et philo- sophie (id, VI, 76). 15 auciones logradas en el plano de la economia. Y la estructura econémica més racional, si se establece con menosprecio de las exigencias fundamentales de la persona, leva en si su ruina. La existencia encarnada. El personalismo se opone asf al idealismo cuando el idealismo: primero, reduce la materia (y el cuerpo) a una apariencia del espiritu humano, reabsor- biéndose en él por una ‘actividad puramente ideal; segundo, cuando disuelve el sujeto per- sonal en un cafiamazo de relaciones geomé- tricas o inteligibles, de donde su presencia es expulsada, o lo reduce a un simple receptor de resultados objetivos. Por lo contrario, para el personalismo: 1° Por abundante y sutil que sea la luz que el espiritu humano puede deslizar hasta en las articulaciones més finas del universo, la materialidad existe con una existencia irreductible, auténoma, hostil a la concien- cia. No puede resolverse en una relacién interior de conciencia. A esta afirmacién, Marx-Engels la llaman materialista. Pero ella se ajusta al realismo mds tradicional, a un realismo que no se priva de incluir los ele- anfentos validos de Ja critica idealista. Lo tinico que es radicalmente extrafio a la conciencia es la dispersidm pura, ciega y opaca. No se puede hablar de un objeto, ¥ con mayor ra- 26n de un mundo, sino en relacién con una conciencia que lo percibe. Nada significa re- ducir la materia a un tejido de relaciones. 2Qué serian relaciones no percibidas? La re- lacién dialéctica de la materia a la conciencia es tan irreductible como la existencia de la una y de la otra. 28° Yo soy persona desde mi existencia mas elemental, y lejos de despersonalizarme, mi existencia encarnada es un factor esencial de mi fundamento. Mi cuerpo no es un objeto entre los objetos, el mas cercano de ellos: zcémo podria unirse en ese caso a mi expe- riencia de sujeto? De hecho, las dos experien- cias no estén separadas: yo ezisto subjetwva- mente, yo existo corporalmente, son una sola 16 y misma experiencia ‘, No puedo pensar sin ser, ni ser sin mi cuerpo: yo estoy expuesto por él, a mi mismo, al mundo, a los otros; por él eséapo de la soledad de un pensamiento que no seria mas que pensamiento de mi pen- samiento.: Al impedirme ser totalmente trans- parente a mi mismo, me arroja sin cesar fuera de mi, en la problemética del mundo y las luchas del hombre. Por la solicitacién de los sentidos, me lanza al espacio, por su enveje- cimiento, me ensefia la duracién, por su muer- te, me enfrenta con la eternidad. Hace sentir el peso de la esclavitud, pero al mismo tiempo esté en la raiz de toda conciencia y de toda vida espiritual, Es el mediador omnipresente de la vida del espiritu. En este sentido, se puede decir con Marx que ‘un ser que no es objetivo no es un ser 5", a condicién de agregar inmediatamente que a un ser que fue- ra ‘solamente ‘objetivo le-faltaria este cumpli- miento del ser: Ja vida personal. La personalizacién de la naturaleza. La persona no se conforma con soportar la natu- raleza de la que surge 0 con reaccionar ante sus provocaciones. Se vuelve hacia ella pura transformarla e imponerle progresivamente la soberania de un universo personal. En el primer momento la conciencia per- sonal se afirma asumiendo cl medio natural. La aceptacion de lo real es el primer paso de toda vida creadora. Quien la rechaza, desva- ria y su accién se desearrila. Pero esta aceptacién no es més que un pri- mer paso, Adaptarme demasiado es entre- garme a la-esclavitud de las cosas. El hom- bre de la comodidad es el animal doméstico de los objetos de su comodidad; el hombre re- ducido a su funcién productora o social, un engranaje. La explotacién de la naturaleza no esté destinada a articular sobre una red de determinismos, una red de reflejos condi- cionados, sino a abrir, ante la libertad crea- 4 Tema esencial en Gap. Maxcer y Mam ne Binan. Ver también G. Mapiviza, Conscience et mou- vement. Economie politique et philosophie, Caste, VI, 77. ; | dora de un mimerc siempre mayor de hom- bres, més elevadas posibilidades de humani- dad. Es la fuerza de afirmacién personal Ja que rompe el obstaculo y allana el camino. Para ello debe negar 1a naturaleza como dada y afirmarla, en cambio, como ebra, como obra personal y soporte de toda personalizacién. Entonces la pertenencia a la naturaleza se convierte en dominacién de la naturaleza, y el mundo se anexa a la carne del liombre y a su destino. ‘Todavia hay que asignar su sentido a esta accién sobre la naturaleza. Esta accién no puede, sin catdstrofe, entrogarse al Aelirio de su propia aceleracién, el delirio que conte: saba Ford cuando respondia, a quien le preguntaba por qué desarrollaba sus empresas sin cesar: “Porque no puedo detenerme.” No consiste en imponer a las cosas una relacién de amo a esclavo, La persona solo se libera liberando, Y esta Namada a liberar a las cosns como a la huma- nidad. Marx decia dol capitalismo que degrada las cosas rebajéndolas e mercancias, a mecanismos de pro- vecho, haciendo zozobrar su misma dignidad de cosas, por ejemplo la que sabe darles el poeta. Procedemos fa esta degradacién cada vex que consideramos a las cosas Gnienmente come obsticulos que hay que vencer, matoria de posesin y de dominacién. El poder dis. erecional que entonces queremos ejercer sobre ellas no tarda en comunicarse a las relaciones humanas, en Producir Ia tirania, que viene siempre del hombre no de las cosas. El movimiento del marxismo, que piensa que la misién del hombre consiste, por lo con- trario, en elevar la dignidad de las cosas humenizando Ya naturaleza, esté aqui préximo al del cristianismo, que da a la humanidad vocacién de redimir por el trabajo, redimiéndose, a una naturaleza que el hombre arrastré en su caida, El valor central que adquiere en. Marx la actividad prictica del hombre (praxis) et una especie de laicizacién del valor central. que ad- quiere en la tradicién cristiana el trabajo® La relacién de Ia persona con la naturaleza no es, pues, una relacién de pura exterioridad, sino una relacién dialéctica de intercambio y de ascensién. El hombre ejerce presién sobre Ia naturaleza para vencer a la naturaleza, co- mo el avién sobre la gravedad para liberarse de la gravedad. Desde que realiza su primer © Esprit, nimero especial, “Le travail et l'homme”, julio de 1933. gesto —colocado sobre la tierra para “utili- zac Ja tierra” (Génesis, IT, 15) y nombrar to- das las cosas— el hombre hace que ya no haya més naturaleza pura, sino una natura- leza que comienza a humanizarse. La ast Tamada naturaleza est enteramente tejida con nuestros artificios. Desde el comienzo de los siglos, casi no hemos hecho otra cosa que conocer y organizar groseramente el mundo. He aqui que abordamos sus secretes: el de la materia, el de la vida, los del psiquismo. Es un giro capital. Como lo anuncian en tono triunfante las Tesis sobre Feuerbach, en ade- Jante vamos a transformar tanto como a expli- car. La sabiduria va a anexarse la industria. La industria haré locuras; ¢haré mas locuras que el pensamiento? En este sentido, producir es una actividad esencial de la persona, a condicién de dar a la produccién esa pers pectiva total en que envuelve las més hur mildes tareas en el soplo divino que impulsa a la humanidad. Ligada primero a Ja satis- faccién préxima de las necesidades elemen- tales, desviada hiego por intereses pardsitos 0 librada a su propia embriaguez, la produc- cién debe llegar a ser una actividad que res- cata y libera, una vez amoldada a todas las exigencias de la persona. Con esta condicién, ahi donde reina el primado de lo econémico hay ya un primado de lo humano. Pero la produccién solo tiene valor por su més alto fin: el advenimiento de un mundo de perso- nas. No lo obtiene ni de la organizacién de las técnicas, ni de la acumulacién de los pro- ductos, ni de Ja instalacién pura y simple de la prosperidad. Gon este esclarecimiento captamos el. sen- tido profundo del desarrollo técnico. El hom- bre sélo inventa utiles, para unirlos luego en un sistema de méquinas que modela un cuerpo colectivo para la humanidad. Los hombres del siglo xx estan enloquecidos con este cuerpo nuevo y todopoderoso que ellos se crean. Es verdad que el poder de abstrac- cién de la maquina es sorprendente: rompien. do los contactos humanos, puede hacer olvi dar, mas que ninguria otra fuerza, a los hom- ——

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