You are on page 1of 91
Pajaros en la boca y otros cuentos SAMANTA SCHWEBLIN LITERATURA IRMAN, (Oliver manejaba. Yo tenia tanta sed que empezaba a sentirme ‘mareado.El parador que encontramos estaba vacto. Era un bar amplio, como todo en el campo. Las mesis estaban lenas de ‘migas y de botells y parecia que un batall6n hubiera almor- zado hace un momento y todavia no hubieran hecho tiempo a limpiar. Blegimos un lugar junto a la ventana cerea de un ventilador encendido del que no llegaban noticias. Necesita- ‘ba tomar algo con urgencia, se lo dije a Oliver. fl sacé un. menit de otra mesa y Ieyé en vor alta las opciones que le parecieron interesantes. Un hombre apareci6 atris de la cor- tina de plistico. Bra muy petiso. Tenia un delantal atado a la cintura yun trapo rejilla oscuro de mugre le colgaba del bra~ 20, Aunque parecia el mozo, se lo vefa desorientado, daba la sensacién de que alguien lo hubiera puesto ahi repentina- mente y ahora él no supiera muy bien qué debia hacer. C miné hasta nosotros. Saludamos; él asinti6, Oliver pidié las bebidas y le hizo un chiste sobre el calor, pero no logré que el tipo abriera a boca. Pensé que si elegiamas algo sencillo le Ihacfamos un favor, asi que le pregunté si habfa agin plato del ia, algo fresco y rapido, y él dijo que sy se retin, como si algo fiesco y ripido fuese una opeidn del meni y no hubiese nada mis que decir. Regres6 a la cocina y vimos su cabeza parecer y desaparecer en las ventanas que daban al mostrador. Miré a Oliver, sonreia; yo tenia demasiada sed para reirme. Pasé un rato, mucho mis tiempo del que lleva elegir dos bo- tells fias de cualquier cosa y traerlas hasta la mesa, y al fin — 9 __ cota vez el hombre aparecié, No traia nada, ni un vaso. Me senti pésimo, pensé que si no tomaba algo ya mismo iba a volverme loco, zy qué le pasaba al tipo? ¢Cuil era la duda? Se paré junto a la mesa. Tenfa gotas en la frente y aureolas en la remera, bajo las axilas. Hizo un gesto con la mano, confuso, como si fuera a dar alguna explicacién, pero se interrumpis. Le pregunté qué pasaba, supongo que en un tono un poco violento. Entonces se volvié hacia la cocina, y después, esqui~ v0, dij: “Bs que no llego a la heladera. Miré a Oliver. Oliver no pudo contencr la risa y eso me puso de peor humor. ~2Cémo que no llega a la heladera? 2Y cémo mierda atiende a la gente? Es que... -se limpié la frente con el trapo.El tipo era un desastre~ mi mujer es la que agarra las cosas de la heladera. ZY...? —tuve ganas de pega —Que esti en el piso. Se cayd y esti ,Cémo que en el piso? -lo interrumpi6 Oliver. ~¥, no sé. No sé -repitié levantando los hombros, las pal~ ‘mas de las manos hacia arriba. ~aDénde esti? ~dijo Oliver. El tipo sefialé la cocina, Yo solo queria algo fresco y ver a Oliver incorporarse acabé con todas mis esperanzas. ~gDénde? ~volvi6 a preguntar Oliver. El tipo sefalé otra ver la cocina y Oliver se alej6 en esa direccién, volvigndose una que otra vez hacia nosotros, como desconfiando. Fue extraio verlo desaparecer detris de la cor- tina, quedarme solo, frente a frente con semejante imbécil. ‘Tuve que esquivarlo para poder pasar cuando Oliver me llamé desde la otra punta. Caminé despacio porque previ que algo estaba pasando. Corsi la cortina y me asomé. La cocina cera chica y estaba repleta de cacerolas,sartenes,platos y cosas, apiladas sobre estanterias 0 colgadas.Tirada en el suelo,a unos ‘metros de la pared, la mujer parecia una bestia marina dejada por la marea. Aferraba en la mano izquierda un cucharén de 10 ——_— plistico. La heladera colgaba mis arriba, la altura de las ala ccenas. Era una de esas heladeras de quiosco, de puertas trans- parentes que van sobre el piso y se abren desde arriba, solo que esta habia sido ridiculamente amurada a la pared con énsulas, siguiendo la linea de las alacenas y con las puertas, hacia el frente, Oliver me miraba. “Bueno —le dije~ ya viniste hasta aci, ahora hacé algo. Bscuché que la coztina de plistico se movia y el hombre se paré junto a mi. Era mucho mis petiso de lo que parecia. Creo que yo casi le Hevaba tres cabezas, Oliver se habia aga chado junto al cuerpo pero no se animaba a tocarlo, Pensé que la gorda podia despertarse en cualquier momento y po- nerse a gritar, Le corrié los pelos de la cara. Tenia los ojos cerrados. —Aytidenme a darla vuelta ~dijo Oliver. El ipo ni pestaied. Me acerqué y me agaché del otro lado, ‘pero apenas pudimos moverla, =2No va a ayudar? -le pregunt. Me da impresion ~eljo el desgraciado-, est muerta. Soltamos inmediatamente ala gorda y nos quedamos mi- rindola Como que mucrta? :Por qué no dijo que estaba muerta? —No estoy seguro, me da la impresién. ~Dijo que ele da impresién» —dijo Oliver-, no que «le da 1a impresion» “Me da impresién que me dé la impresion. Oliver me mir6, su cara decia algo asi como #Yo a este lo cago a trompadass. ‘Me agaché y busqué el pulso en la mano del cucharén, ‘Cuando Oliver se cans6 de esperarme puso sus dedos frente riz y la boca de la mujer y dijo: Esta esti muertisima, Vimonos. Y entoncessiel tipo se desesperd. “mo tse? No, por favor. No puedo solo con ella Oliver abrié la heladera,sacé dos gaseosas, me dio una y salid de la cocina puteando. Lo segui. Abri mi botella y ctei ala 1 ——___— {que el pico no iba a legar nunca a mi boca, Me habia olvida- do de la sed que tenia, =2¥? :Qué te parece? ~dijo Oliver. Respiré aliviado, De ‘pronto me senti con diez afios menos y de mejor humor, se cayé 0 la bajo? ‘Todiavia estabamos cerca del tipo y Oliver no bajaba la voz. =No creo que haya sido &l ~dije en vor baja-, la necesita para llegar ala heladera, 0 no? =Llega solo. ~aRealmente creés que la maté? Puede usar una escalera,subirse a la mesa, tiene cincuen- 1asillas de bar... jo sefialando alrededor. Me parecié que ablabs alto a propésito asi que bajé mis Ia vor: ~Quizi sies un pobre tipo, uno realmente estipido, y aho- 1a se queda solo, con la gorda muerta en la cocina. ~,Querés que lo adoptemos? Lo cargamos atti y lo solta- ‘mos cuando Hlegamos. “Tomé unos tragos mis. El infeliz estaba parado frente a la gorda y sosten‘a en el are un banco,sin saber muy bien dén- de ponerlo. Oliver me hizo una sefta para que saligramos. En Ia sala nos metimos detris del mostrador y, desde las ventanas que daban a la cocina, lo vimos dejar el banco a un lado, to- mar un brazo de la gorda y empezar trar. No pudo mover- 1h ni un centimetro. Descans6 unos segundos y volvié a in- tentatlo, Probé apoyar el banco sobre una de las piermas, una de las patas tocando la rodilla, Se subié y se estiré lo mis que ppudo hacia la heladera. Ahora que le daba la altura, el banco ‘estaba demasiado lejos. Cuando gir6 hacia nosotros para bajar, nos escondimos y nos quedamos sentados en el suelo, contra la pated. Me sorprendié que no hubiera nada en el bajome- sada del mostrador. i arriba en la repisa, y mis arriba las co- pperas y la alacenas también estaban repletas, pero nada a la altura de nuestros ojos. Lo escuchamos mover el banco, Sus- pirar, Hubo silencio y esperamos. De pronto se asomé tras la cortina, sostenia un cuchillo con gesto amenazador. Nos vio 2 —— sentados detris del mostrador y; lejos de molestarse, suspie6 aliviado. =No alcanzo ala heladera ~dijo. [Ni siquiera nos paramos. =No alcanza a ningén lado ~dijo Oliver. El tipo se quedé mirindolo como si el mismisimo Dios se hubiera parado frente a él para hacerle saber la razén por la cual estamos en este mundo, Dejé caer el cuchillo y re- corrié con la mirada los bajomesadas vactos. Oliver estaba satisecho:el tipo parecta traspasar los horizontes de la estu- pider. =A ver, prepirenos un omelet ~dijo Oliver. EI hombre miré hacia la cocina. Su rostro imbécil de es ‘upor reflejaba los utensilios, las cacerolas casi toda a cocina colgando de las paredes o sobre ls estanterias. Ok, mejor no ~dijo Oliver, haga unos simples sindvwi- ches, seguro que eso si puede hacerlo, No ~dijo el tipo, no alcanzo a la sandiichera, =No lo tueste, Solo traiga el jamén, el queso y un pedazo de pan. =No ~dijo-, no.—Negaba con la cabeza, avergonzado. Ok. Un vaso de agua entonces. Negé otra vez Y cémo mierda sirvi6 a este regimiento? -dijo Oliver seiialando las mesas. —Necesito pensar. No necesita pensar, lo que necesita ¢s un metro mis de altora =No puedo sin ella, ensé en bajarle algo fresco, pensé que tomar algo le ven- dria bien, pero cuando intenté levantarme Oliver me detuvo. ~Tiene que hacerlo solo ~dijo-, tiene que aprender. ~Oliver. —Decime algo que si puedas hacer, una cosa, algo. -Llevo y taigo la comida que me dan, limpio las mess. -No parece ~dijo Oliver. ~...Puedo mezclar las ensaladas y condimentarlas si ella sme deja todo listo sobre la mesada. Lavo los patos, limpio el piso, sacudo los... ~Ok, ok. Ya entendi Entonces el tipo se qued6 mirando a Oliver, sorprendido: Usted... “dijo, usted si llega a a heladera. Usted podria cocinar,aleanzarme las cosas... =2Qué dice? Nadie va aaleanzarle las cosas. Pero usted podria trabajar, tiene la altura ~dio un paso simido hacia Oliver, que a mino me parecié prudente-,yo le pagar, “Este imbéeil me esti tomando el pelo, me esti tomando el pelo. ~Tengo plata. ;Cuatrocientos la semana? Puedo pagar, Quinientos? ~Paga quinientos la semana? :Por qué no tiene un palacio en el fondo? Este imbécl. Me levanté y me paré detris de Oliver: iba a pegarle en cualquier momento, creo que Io tnico que lo detenia eta Ia altura del tipo. Lo vimos cerrar sus pequefios pufios ‘como compactando una masa invisible que se reducia entre los dedos, los brazos comenzaron a temblarle, se puso mo- rado. Mi plata no le incumbe ~djo. Oliver volvi6 a hacer eso de mirarme cada ver que el otro Ie hablaba, como sin poder creer lo que vela, Parecia distru- tarlo, pero nadie lo conoce mejor que yo: nadie le dice a Oliver lo que debe hacer. ~Y por la camioneta que tiene “dijo el tipo mirando hacia 1h ruta-, por la camioneta que tiene se dirfa que manejo la plata mejor que usted “Hijo de pura. Oliver se abalanzé sobre él, Aleancé a sostenetlo. El tipo dio un paso atts, sin miedo, con una dignidad que le daba un ‘metro mis de altura, y esperé a que Oliver se calmara Ok -4ljo Oliver~. Ok 1“ —— Lo solté. Se quedl6 mirindolo, furioso. Pero habia algo mis en su calma contenida, y entonces le dijo: ~aDonde esti a plata? Miré a Oliver sin entender. ~:Va a robarme? Voy a hacerlo que se me cante el orto, pedazo de mierda, ~aQué hacés? ~dije. Oliver dio un paso, tomé al tipo de la camisa y lo levanté en cf ai =aDénde esti tu plata, ver? La fuerza con que Oliver lo habia levantado lo hacia osci- lar un poco hacia los lados, Pero él lo miraba directamente a los ojos, y no abria la boca Ok ~dijo Oliver-. O traés la plata 0 te rompo la cara Levanté el puiio bien cerrado y lo dejé a un centimetro de la nariz del tipo. Esti bien “dijo el otxo. Oliver lo solt6. El tipo cay6, se acomodé la camisa, dio un ‘paso hacia atris. Despacio, cruz6 la barra en sentido contrario alde la cocina y desaparecié por una puerta —Pedazo de imbécil -dijo Oliver. Me averqué a él para que no nos eseuchara: Qué estis haciendo? Tiene a la mujer muerta en la com ~Viste lo que dijo de mi camioneta? El imbécil quiere contratarme, ser mi jefe gentendés? Oliver empez6 a revisar las estanterfas de la barra Este imbécil debe tener su plata por ac. =Vimonos ~dije- Ya te desquitate Corrié algunas botellas, papeles sueltos, hasta que encon- tr una caja de madera. Era una caja vieja, con un grabado a mano que decia «Habanos» Esta es la caja ~dijo Oliver~. Seguro que esta es la caja, ~Ya viyanse ~escuchamos. El tipo estaba parado en el medio de la sala y sostenia una cescopeta de doble caiio que apuntaba directamente ala cabeza de Oliver, Oliver escondié tas de sila caja. El tipo sac6 el seguro del arma y dijo: Uno. “Nos vamos “aij, tomé a Oliver del brazo y empecé caminar~ Lo siento, realmente To siento. ¥ siento lo de st snujer también, yo... “Tenfa que hacer fuerza para que Oliver me siguicra Dos asamos cerca de la escopeta a un metro de a cabeza de Oliver. “Lo siento —repet Ya estibamos cerca de la puerta, Hice salir primero a Oli- ver para que el tipo no viera que se Hevaba la caja. “Tres Sol a Oliver y corr, No sé si él tuvo miedo 0 no, pero no corri6. Tave que esperarlo un momento agarrado a la rmanija de mi puerta para que me abriera. Dej6 la caja sobre tlasiento, encendié el motor y volvimos por donde habia~ ‘mos venido.La camioneta dio algunos saltos en la cuneta y a fin estibamos en la ruta. Nos alejamos en silencio. Miré a Oliver varias veces esperando alguna reacci6n a lo que acaba~ bua de pasar Solo un rato después sin quitar los ojos del cami no, dij: “Abril —Deberiamos. =Abrila, maricdn. “Tomé la caja. Era liviana y demasiado chica para contener tuna fortuna, Tenia wna lave de fantasia, como de cofte. La abri, JQué hay? ¢Cuinto? {Cuinto? Vos manejé —dije-, creo que solo son papeles. Oliver se volvia cada tanto para espiar lo que yo revisaba. Habla un nombre grabado en Ia contratapa de madera, decia, «lrmane, y debajo habia una foto del tipo muy joven, sentado sobre unas valjas en una terminal, parecfa feliz, Me pregunté {quién le habria sacado la foto. También habia cartas encabe- zadis con su nombre: «Querido Irmans, seman, mii amor, poesia Frmads por un camel de ments hecho poto ‘yuna medilla de plistico al mejor pocta del afio, con el logo de-un club social. Hay plata si o no? Son eartas “je De un manotazo, Oliver me quit6 la caja y la tir6 por la venta =2Qué hacés?~me asomé un segundo sn segundo para ver ls cosas ya desparramaclas sobre el asfalto,los papeles todavia en el aire, la ‘medalla rebotando cada ver mis lejos. Son cartas ~dijo. Y un rato después: Miri... Tendefamos que haber parado acé.«Parslla libres, esse? Qué costaba? et Ben ogee ene ema como 3 eaimecelo 7 CONSERVAS Pasa una semana, un mes, y vamos haciéndonos ala idea de que Teresita se adelantari a nuestros planes. Voy a tener que remunciar ala beca de estudios porque dentro de unos meses ya no va.a ser ficil seguir. Quiz’ no por Teresita, sino por pura angustia, no puedo parar de comer y empiezo a engordat. ‘Manuel me alcanza la comida al sill6n, ala cama, al jardin, ‘Todo organizado en la bandeja, impio en la cocina, abasteci- do en Ia alacena, como sila culpa, 0 qué sé yo qué cosa, lo cobligara a cumplir con lo que espero de él. Peso pierde sus cenergias y no parece muy feliz: regresa tarde a casa, no me hhace compa le molesta hablar del tema. Pasa otro mes. Mama también se resigna, nos compra al+ unos regalos y nos los entrega a conozco bien con algo de tristeza, Dice: “Este es un cambiador lavable con cierre de velcro... Estos son escarpines de puro algodén... Esta es a toalla con capu- cha en pique. Papi mira las cosas que nos van regalando y asiente. Ay, no sé... ~digo yo, y no sé si me refiero al regalo 0 a ‘Teresta-La verdad es que no sé digo mis tarde a mi sue~ ‘gra cuando cae con un juego de sabanitas de colores-, no sé ~digo ya sin saber que decir, y abrazo ls sibanas y me largo a lorar. El tercer mes me siento mis triste todavia. Cada ver que ‘me levanto me miro al espejo y me quedo ast un rato, Mi cara, mis brazos, todo mi cuerpo, y por sobre todo la panza, estin pp iis hinchados. A veces lamo a Manuel y le pido que se pare 4 mi lado. A él en cambio lo veo mis flaco, Parece distraido, Habla poco. Llega del trabajo y se sienta a mirar televisién sosteniéndose la cabeza. No es que me quiera menos. Sé que Manuel me adora y sé que, como yo, no tiene nada en contra de nuestra Teresita, qué va a tener, Pro es que habfa tanto que hhacer antes de su legada ‘A-veces mam pide acariciar la panza, Me siento en el si- lon y ella con voz suave y carifiosa le dice cosas a Teresita. A la ‘mami de Manuel, en cambio, se le da por llamar a cada rato para saber cémo estoy, donde estoy, qué estoy comiendo, ccémo me siento, y todo lo que se le pueda ocurrie pregunta ‘Tengo insomnio. Paso las noches despierta, en la cama, Miro el techo con las manos sobre la pequeia Teresita. No puedo pensar en nada mis,.No puedo entender cémo en un ‘mundo en el que ocurren cosas que todavia me parecen ma- ravilloss “como alguilar un coche en un pats y devolverlo en ‘otto, descongelar del freezer un pescado fresco que murié hace treinta dias, o pagar las cuentas sin moverse de casa~ no pueda solucionarse un asunto tan trivial como un pequeiio cambio en la organizacion de los hechos. Es que simplemen- teno me resigno. ‘fo Inga de a cbra social y buco oti kerma Hablo con obstetras, con curanderos y hasta con un cham, ‘Alguien me da el ntimero de una comadrona y hablo con ella por teléfono, A su manera, cada uno presenta soluciones con- formistas 0 perversas que nada tienen que ver con lo que busco. Me cuesta hacerme a la idea de recibir Teresita tan temprano, pero tampoco quiero latimarla. Y entonces doy con el doctor Weisman. El consulkorio queda en el skimo piso de un edificio an- siguo del centro, No tiene secretaria, ni sala de espera. Solo ‘un pequeio hall de entrada y dos habitaciones. Weisman es muy amable, nos hace pasar y nos oftece café. Durante la conversacién se interesa en especial por el tipo de fumilia que formamos, por nuestros padres, nuestro matrimonio, as rela~ ciones particulares entre cada uno de nosotros. Contestamos todo lo que pregunta. Weisman entrecruza los dedos y apoya las manos sobre el escritorio, parece conforme con nuestro perfil. Nos cuenta algunas cosas sobre su trayectoria, el éxito de sus investigaciones y lo que nos puede offecer, pero en~ tiende que no necesita convencernos, y pasa a explicarnos el tratamiento, Cada tanto miro a Manuel: escucha con aten= i6n, asiente, lo veo entusiasmado. El plan incluye cambios en haalimentacién, en el sueiio, ejecicios de respiracién, medi- camentos. Va a haber que hablar con mamé y papi, y con la ‘madre de Manuel; el papel de ellos también es importante. Anoto todo en mi cuaderno, punto por punto. ~2Y qué seguridad tenemos con este tratamiento? ~pre- unto. —Tenemos lo que necesitamos para que todo salga bien ~dice Weisman, ‘Al dia siguiente Manuel se queda en casa. Nos sentamos cen la mesa de! living, rodeados de grillasy papeles.y empeza- ‘mos a trabajar. Anotamos lo mis fielmente posible cémo se than ido dando las cosas desde el momento en que sospecha- ‘mos que Teresita se habia adelantado, Citamos a nuestros pa- des y somos claros con ellos: el asunto esti decid, el trata- ‘miento en marcha, y no hay nada que discutir. Cuando papi ‘yaa preguntar algo Manuel lo interrumpe: —Tienen que hacer lo que les pedimos ~dice—.Cada pun- to que anotamos, el dia exacto y a a hora exacta Entiendo lo que siente: nos tomamos esto en serio y espe- ramos lo mismo de los dems. Estin preocupados y creo que no Hlegan a entender de qué se trata, pero se comprometen a seguir las instrucciones y cada uno vuelve a su casa con una lista, Cuando concluyen los primeros diez. dias las cosas estin tun poco més aceitadas. Tomo mis tres pastas diarias en ho~ nario y respeto cada sesién de srespiracién conscientee. La respiracién consciente es parte fundamental del tratamiento yy es un método de relajacién y concentracién innovador, ot a a i _ » — _ descubierto y ensefiado por el mismo Weisman, En el jardin, sobre el césped, me centro en el contacto con scl vientre Iniimedo de la tierrar. Comienzo inhalando una ver y exha- lando dos veces. Prolongo los tiempos hasta inspirar durante cinco segundos y exhalar en ocho. Tas varios dias de ejercicio inhalo en diez y exhalo en quince. Asi paso al segundo nivel de respiracion consciente: empiezo a sentir la direccién de mis energiss. Weisman dice que ese nivel va a tomarme algo iis de tiempo, pero insite en que el ejercicio esti a mi al~ cance, en que tengo que seguir trabajando, Hay un momento cn cl que es posible visualizar la velocidad a la que la energia circula en el cuerpo. Se siente un cosquilleo suave que co- rienza por lo general en los labios, en las manos y en los pis. Hay que intentar aminorar cl ritmo, lentamente. La meta es detenerlo por completo para, poco a poco, retomar la circu- lacin en sentido contrario. Manuel no puede ser muy cariioso conmigo todavia. Tiene ‘que ser fiel a las lists que hicimos y por lo tanto, hasta dentro cde un mes y medio, mantenerse alejado, hablar solo lo necesa- tio y volver tarde a casa algunas noches. Cumple su parte con esmero pero lo conozco: sé que secretamente esti mejor, que se muere de ganas de abrazarme y decirme lo mucho que me extrafa, Pero asi hay que hacer las cosas por ahora; no pode~ ‘mos atriesgarnos asalirnos ni un segundo del guién, Al mes sigo progresando en la respiracién consciente, Ya casi siento que logro detener la energia, Weisman dice que no falta mucho, que apenas hay que esforzarse un poco mis, Me aumenta la dosis de las pasillas. Empiezo a notar que la an= siedad disminuye y como un poco menos. Siguiendo el pri- ‘mer punto de su lista, la madre de Manuel hace su mejor es- fuerzo y trata de, gradualmente —esto dltimo es importante y se lo subrayamos repetidas veces-, gradualmente, deci, ie ha- ciendo menos Ilamados a casa y bajar la ansiedad por hablar todo el tiempo sobre Teresita, El segundo cs, quizi, el mes de mis cambios. Mi cuerpo no esti tan hinchado, y para sorpresa y alegria de ambos, la Sea eee eee eee ppanza empieza a disminuir. Este cambio tan notable alerta un poco a nuestros padres. Quizé es ahora cuando entienden, 0 intayen, en qué consiste el tratamiento. La madre de Manuel, sobre todo, parece temer lo peor y, aunque se esfuerza por ‘mantenerse al margen y seguir su lista, siento su miedo y sus dudas y temo que esto afecte el tratamiento. ‘Duermo mejor a la noche,y ya no me siento tan deprim da, Le cuento a Weisman mis progresos en la respiracién cons~ ciente. El se entusiasma,sospecha que estoy a punto de lograr mi energia inversa: tan pero tan cerca que solo un velo me separa del objetivo. Empicza el tercer mes, el peniiltimo. Es el mes en el que :mis protagonismo van a tener nuestros padres; estamos ansio- s0s por ver que cumplan con su palabra y que todo silga ala perfeccién, y lo hacen,y lo hacen bien, y estamos agradecidos. La madre de Manuel llega a cas una tarde y reclama las sia nas de colores que habia traido para Teresita, Quiz’ porque habia pensado en este detalle durante mucho tiempo,me pide ‘una bola para envolver el paquete. Bs que aslo trae, dice, con bola, asi que as se va, y nos guifia un ojo. Después les toca a mis padees. También vienen por sus regalos,los reclaman uno ‘por uno: primero la toalla con capucha en pique, después los cescarpines de puro algodén, por itimo el cambiador lavable con cierre de velcro. Los envuelvo. Mami pide acariciar por iltima vez la panza. Me siento en el sill, ella se acomoda al lado mio, y habla con voz suave y carfiosa. Acaricia la panza yy dice, esta es mi Teresita, como voy a extrafar a mi Teresita, y ‘yo no digo nada, pero sé que,si hubiera podido, sino hubiera tenido que limitarse a su lista, habria lorado. Los dias del iltimo mes pasan ripido. Manuel ya puede acercarse mis la verdad es que su compaitia me hace bien Nos paramos frente al espejo y nos refmos. La sensacién es todo lo contrario alo que se siente al emprender un viaje. No esl alegria de partir, sino lade quedarse. Es agregarle un aio iis al mejor aio de tu vida, y bajo las mismas condiciones. Es la oportunidad de seguir en continuado. a 23 iat stay mucho menos hinchada. Eso alivia mis actividades y ‘me levanta el énimo, Hago mi dltima visita a Weisman, Se acerca el momento ~dice é1, y empuja sobre el esri- torio, hacia mi, el fiasco de conservacién, Esti helado,y asf debe mantenerse, por eso taj la vianda térmica, como Weisman recomend6. Debo guardatio en la hhcladera en cuanto legue, Lo levantorel agua es transparente pero espesa, como un fiasco de almfbar incolore, ‘Una mafiana, durante una sesign de respiracién conscien- te, logro pasa al Gilkimo nivel: respiro Tentamente, el cuerpo siente la humedad de la tierra y la energia que lo envuelve Reespiro una vez, otra ver, otra vez,y entonces todo se detie~ ne, La energia parece materializarse a mi alrededor y podria precisar el momento exacto en el que, poco a poco, comien- ‘a citcular en sentido inverso. Es una sensacion putificad ‘a, rejuvenecedora, como si el agua 0 el aire volviesen por si ‘mismos al lugar en el que,en un principio, estuvieron conte~ nds, Entonces llega el dia, Esti marcado en el almanaque de la heladera, Manuel lo rode6 con un circulo rojo cuando volvi- ‘mos del consultorio de Weisman por primera vez. No s€ cuin- do sucederi, estoy preocupada, Manuel esti en casa. Estoy recostada en la cama. Lo escucho caminar de un lado a otro, intranquilo, Me toco la panza, Es una panza normal una pan= za como a de cualquier mujer, quiero decir que no es una panza de embarszada. Al contrario, Weisman dice que elt tamiento five muy intenso: estoy un poco anémica, y mucho ris flaca que antes de que el asunto de Teresita empezara Espero toda la mafiana y toda la tarde encerrada en mi ccuarto, No quiero comer, ni salt, ni hablar. Manuel se asoma cada tanto y pregunta cémo estoy. Imagino que mami debe ‘estar teepindose por las paredes, pero saben que no pueden lamar ni pasar a verme, ‘Ahora siento néuseas. El estémago me arde y late mas fuerte, como si fuera a explotar:Tengo que avisirle a Manuel. ‘Trato de incozporarme y no puedo, no me habia dado cuenta eit Pet ot de lo mareada que estaba. Tengo que avisarle a Manuel para que lame a Weisman, Por un momento logro levantarme, espero y vuelvo a dejarme caer de rodillas al piso, Pienso en Ja respiraci6n consciente pero mi cabeza ya esti en otra cosa. “Tengo miedo. emo que algo pueda salir mal y lastimemos a “Teresita. Quizé ella sepa lo que esti pasando, quiz’ todo esto esté muy mal, Manuel entra a la habitacin y corre hasta mi, ~Yo solo quiero dejarlo para mis adelante... “le digo. No quiero que, Quiero decirle que me deje acd tirada, que no importa, «que corra a hablar con Weisman, que todo salié mal. Pero no puedo hablar. Me tiembla el cuerpo, no tengo contol sobre 41, Manuel se arrodilla junto a mi,ame toma de las manos, me habla, No escucho lo que dice. Siento que voy a vomitar. Me tapo la boca. El reaceiona, me deja sola y corre hacia la eoci= ina, No demora mis que unos segundos: regresa con el vaso desinfectado y el envase plistico que dice «Dr. Weisman» Rompe la faja de seguridad del pico, vierte el contenido translicido en el vaso. Otra ver siento ganas ce vomitar, pero no puedo, no quiero: no todavia. Tengo una arcada, y otra y otra. Arcadas mis violentas que empiezan a dejarme sin aie. Por primera vez pienso en la posibilidad de la muerte. Pienso en eso un instante y ya no puedo respirar, Manuel me mira, rno sabe qué hacer. Las arcadas se interrumpen y algo se me atora en la garganta. Cierro la boca y tomo a Manuel de la ‘uiieca, Entonces siento algo pequeto, del tamaiio de una almendra. Lo acomodo sobre la lengua, es frig. Sé lo que tengo que hacer y no puedo hacerlo. Es una sensacion i fundible que guardaré hasta dentro de algunos aiios. Miro a Manuel, parece aceptar el tiempo que necesito, Ella nos espe~ rari, pienso, Ela estari bien, hasta el momento indicado. En~ tonees Manuel me acerca el vaso de conservacién, y al fin, suavermente, la escupo. MARIPOSAS. ‘Ya-vasa ver qué lindo vestido tiene hoy la mia, e dice Calde~ én a Gorriti, le queda tan bien con esos ojos almendrados, por el color, iste: es0s piecitos... Estin junto al resto de los padres, esperan ansiosos la sada de sus hijos. Calderdn habla, Gorriti mira las puertas todavia cerradas. Vas aver, dice Cal- derén, quedate acé, hay que quedarse cerca porque ya salen. 2Y el tuyo cémo va? El otro hace un gesto de dolor y se se~ fala los dientes. No me digas, dice Calderén, ZY le hiciste el cuento de los ratones...? Ah, no, con la mia no se puede, es demasiado intetigente. Gorriti mira el reloj.En cualquier mo- ‘mento se abren las puertasy los chicos salen disparados,rien~ doa gritos en un tumulto de colores, a veces manchados de témpera,o de chocolate, Por alguna razén, el timbre se retra~ sa. Los padres esperan, Una mariposa se posa en el brazo de Calderén, que se apura a atraparla, La mariposa lucha por escapar, él une las alas la sostene de las punta. Aprietafer= te para que no se le escape. Vasa ver cuando la vea,le dice a Gorriti sacudigndola, le va a encantar, Pero apricta tanto que empieza a sentir que las punta se empastan. Desiza los dedos hacia abajo y comprueba que la ha marcado. La mariposa intenta soltase, se sacude, y una de las aas se abre al medio como un papel. Calderén lo lament, cuando intenta inmo- vilizarla para ver bien los daiios termina por quedase con par- te del ala pegada a uno de los dedos. Gorrti lo mira con asco y nega le hace un gesto para que la tire. Calderén la suelta. La mariposa cae al piso. Se mueve con torpeza, intenta volar a peto no puede, Al fin se queda quieta,sacude cada tanto wna de sus alas,y ya no intenta nada mis. Gorrti le dice que ter- ‘mine con eso de una ve2 y él, por el propio bien de la mati- ‘posa por supuesto, la pisa con firmeza, No alcanza a apartar cl pie cuando advierte que algo extrafio sucede. Mira hacia las puertas y,como si un viento repentino hubiese violado las certaduras estas se abren,y cientos de mariposis de todos los colores y tamaiios se abalanzan sobre los padres que espera, Piensa si irin a atacatlo, tal vez piensa que va a morir. Los cottos padtes no parecen asustarse; las mariposas solo revototean centre ellos.Una itima cruza ezagada y se une al test. Calde~ 16n se queda mirando las puertas abiertas,y ras los vidrios del hall central, las salassilenciosas. Algunos padres todavia se amontonan frente a las puertas y gritan los nombres de sus hijos. Entonces las mariposas, todas elas en pocos segundos, se algjan volando en distintas direcciones. Los padres intentan atraparlas. Calderén, en cambio, permanece inmévil. No se anima a apartar el pie de la que ha matado, teme, quiz, reco- nnocer en sus alas muertas los colores de la sta. PAJAROS EN LA BOCA Apagué el televisor y miré por la ventana. El auto de Silvia estaba estacionado frente ala casa, con ls balizas puesta. Pen sé si habia alguna posibilidad real de no atender, pero el tim- bre volvi6 a sonar: ella sabia que yo estaba en casa, Fui hasta ta puerta y abr. “Silvia “Hola ~dijoella,y enteé sin que yo aleanzara a decir nada-; ‘Tenemos que hablar, Sejial el sill6n y obedeci, porque a veces, cuando el past~ do toca a la puerta y me trata como hace cuatro aos, sigo siendo un imbécil. =No vaa gustarte. Es... es fuerte ~min6 su reloj~ Es sobre Sara. Siempre es sobre Sara ~Vas.a decir que exagero, que soy una loca, todo ese asun~ to.Pero hoy no hay tiempo.Te venis a casa ahora mismo, esto tenés que verlo con tus propios ojos ue pasa? Ademis le die a Sara que ibas air, asi que te espera Nos quedamos en silencio un momento, Pensé en cuill seria el proximo paso, hasta que Silvia fruncié el ceito, se le~ vant6 y fue hasta la puerta. Tomé mi abrigo y sali tas ella Por fera la casa se veia como siempre, con el césped recién cortado y las azaleas de Silvia colgando de los balcones det 29 primer piso, Cada uno baj6 de su auto y entramos sin hablar Sara estaba en el sill6n. Aunque por ese ato ya habia termina- do las class, llevaba puesto el jumper de la secundaria, que le quedaba como a esis colegiaias porno de las revistas. Estaba sentada con la espalda recta as odillas juntas y las manos sobre las rodills, concentrada en algéin punto de la ventana o del jardin, una postura que me recordaba a esos ejercicios de yoga dela madre Siempre habia sido mis bien pila y flaca y aho~ ru en cambio se la veia rebosante de salud, Sus picrnas y sus brazos parecian mas fuertes, como si hubiera estado haciendo cjercicio unos cuantos meses. El pelo le brillaba y tenia un leve rosido en los cachetes. Cuando me vio entrar sonrié y dij: Hola, pap Aunque mi nena era realmente una dulzura, dos palabras aleanzaban para entender que algo estaba mal en est chica, algo seguramente relacionado con la madre. A veces pienso ‘que quia’ debi habérmela llevado conmigo, pero casi siempre pienso que no. A unos metros del televsor, junto ala ventana, habia tna jaula, Era una jaula para pijaros —de unos setenta, dochenta centimetros-; colgaba del techo, vata {Qué es eso? Una jaula ~dijo Saray sonré. Silvia me hizo wna seia para que la siguiera a la cocina uimos hasta el ventanal y ella se volvi6 para verificar que Sara no nos escuchara. Seguia erguida en el sillén, mirando hacia la calle, como si nunea hubigramos legado. Silvia me hhabl6 en vor baja. Miri, vas a tener que tomarte esto con calma, ~Dejame de joder. Qué pasa? -La tengo sin comer desde ayer. ~Me estis eargando? Para que lo veas con tus propios ojos. Ahi... gEstis loca? Dijo que regresiramos al living y me sefialé el sillon, Me senté fiente a Sara Silvia sali6 de la casa y la vimos cruzar ef ventanal y entrar al garaje, ~2Qué le pasa a tu madre? Sara levanté los hombros, dando a entender que no lo sabia Su pelo negro y lacio estaba atado en una cola de caballo, con tun flequillo que le legaba casi hasta los ojos. Silvia volvi6 con una caja de zapatos. La traia derecha, con ambas manos, como si se tratara de algo delicado, Fue hasta Ia jaula, la abri6, sacé de la caja tn gorri6n muy pequetio, del tamafio de una pelota de golf lo meti6 dentro de a jaa yla cere. Tie6 la aja al piso yla hizo a un lado de una patada, junto a otras nueve 0 diez caja similares que se iban sumando bajo el escritorio, Entonces Sara se levant6, su cola de caballo brilé a un lado y otro de su muca,y fae hasta la jaula dando un salto de por me- dio, como hacen las chicas que tienen cinco afios menos que clla.De espaldas 2 nosotros, ponindose en puntas de pie, abrié Ja jaula sae6 el pijaro, No pude ver qué hizo, El pijaro chillé y ella forcejes un momento, quis porque el pijaro intent6 escaparse. Silvia se tapé la boca con la mano. Cuando Sara se volvié hacia nosotros el pijaro ya no estaba, Tenia la boca, la nariz, el ment6n y las dos manos manchados de sangre, Sonri6 avergonzada,su boca gigante se arqueé y se abri6,y sus dientes rojos me obligaron a levantarme de un salto. Corel hasta el baiio,me encerré y vomité en el inodoro, Pensé que Silvia me seguiria y empezaria con las culpasy as directivas desde el ott Indo de la puerta, pero no lo hizo. Me lavé la boca y la cara, y ‘me quedé escuchando frente al espejo. Bajaron algo pesado del piso de arriba. Abrieron y cerraron algunas veces la puerta de entrada, Sara pregunté si podia llevar con ela la foto de la re= Pisa, Silvia contest6 que si, su voz ya estaba lejos. Sali del baito tratando de no hacer ruido y me asomé al pasill La puerta principal estaba abierta de paren par Silvia cargaba la jaula en el asiento trasero de mi coche. Di unos pasos, con la intencibn de salir de la casa gritindoles unas cuantas costs, pero Sara slié de la cocina hacia l calle y me detuve en seco para que no me vera, Se dieron un abrazo, Silvia la esd y la metié en el asien- to del acompaiiante. speré a que volviera y cerrara la puerta Qué mierda...? 3 Te la levis. Fue hasta el escritorio y empezé a aplastar y doblar las cajas vacias Dios santo, Silvia, tu hija come péjaros! “No puedo mis {Come péjaros! La hi hucsos? Silvia se qued6 mirindome, desconcertada. ~Supongo que los traga también, No sé silos péjaros... ~tijo,y se quedé mirindome. =No puedo llevirmela Si se queda me mato, Me mato yo y antes la mato a ella, ~iCome pijaros! Silvia fue hasta el baiio y se encerré. Mint hacia afuera, a través del ventanal. Sara me salud6 alegremente desde el ato. Taaté de serenarme. Pensé en cosas que me ayudaran a dar al- sgunos pasos torpes hacia la puerta, rezando por que ese tiempo alcanzara para volver a ser un ser humano comiin y corriente, un tipo pulcro y organizado capaz de quedarse diez minutos de pie en el supermercado frente a la géndola de enlatados, corroborando que la arvejas que se est evando son las mis adecuadas, Pensé en cosas como que sise sabe de personas que omen personas entonces comer pijaros vivos no estaba tan ‘mal-También que desde un punto de vista naturista es ms ano aque la droga, y desde el social mis ficil de ocultar que un em= bbarazo a lo trece, Pero creo que hasta la manija del coche segut repitiéndome come pijars, come pans, come pars, y ash. Llevé a Sara a casa. No dijo nada en el viaje y cuando legamos bajé sola sus cosas. Su jaula, su valija ~que habfan guardado en el bail-,y cuatro cajas de zapatos como la que Silvia habia traido del garaje. No pude ayudarla con nada. ‘Abrila puerta y ahi esperé a que ella fuera y viniera con todo. Después de indicarle que podia war el cuarto de arriba, y de darle unos minutos para que se instalara, la hice bajar y sen- tase frente a mi en la mesa del comedor. Preparé dos cafés Sara hizo a un lado su taza y dijo que no tomaba infusiones. ver? {Qué mierda hace con los 2» —Comés pijaros, Sara “je. Si pap Se mordié los bios, avergonzada,y dijo “Vos también. —Comés jars vivos, Sara ~Si, papi. ‘Me acordé de Sara a los cinco ais, sentada a la mesa con nosotros, devorando faniticamente una calabaza,y pensé que encontrariamosh forma de resolver este problema, Pero cuan~ do la Sara que tenia frente a mi volvi6 a sontet,y me pregun- é qué se sentria al tragar algo caliente y en movimiento, algo leno de plumas y patas en la boca, me tapé con la mano, como hacia Silvia y la deé sola frente alos dos cafés, intactos. Pasaron tres dias, Sara estaba casi todo el tiempo en el living, cerguida en el sill6n con las rodillas juntas y las manos sobre Jas rodillas. Yo salia temprano al trabajo y me aguantaba las horas consultando en Internet infinitas combinaciones de las palabras epijaro», scrudos, «cura, eadopcidne, sabiendo que ella seguia sentada ahi, mirando hacia el jardin durante ho- 13s, Cuando entraba a la casa, alrededor de las siete, y la vela tal cual la habia imaginado durante todo el dia, se me eriza- ban los pelos de la nuca y me daban ganas de salir y dejarla encerrada dentro con Ilave, herméticamente encerrada, ‘como esos insectos que cazaba de chico y guardaba en fias- 0s de vidrio hasta que el aire se acababa. :Podria hacerlo? De chico, una vez, vien el citcoa una mujer barbuda que se Ievaba ratones a la boca. Los retenfa un rato, caminaba fren- teal paiblico con los labios cerrado y sonrientes. y drigia los ‘ojos hacia arriba, como si eso le diera un gran placer. Ahora ‘pensaba en esa mujer casi todas las noches, dando vueltas en la cama sin poder dormir, considerando la posibilidad de internar a Sara en un centro psiquistrico. Qui2é podria visi tarla una o dos veces por semana. Podsiamos turnarnos éon Silvia. Pensé en esos casos en que los médicos sugieren cierto Bae eee

You might also like