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El reclamo de la COB y de quienes acompañan estas protestas tiene efectivamente una base
legítima, no cabe duda. A partir de esto, la COB juega en el escenario y acumula capital político
que más adelante ha de utilizar para negociar lo que sea que vea conveniente.
La situación actual contiene una asimetría fundamental. La COB gana si el gobierno no cede,
alimentando así la legitimidad de sus demandas, y gana también si éste cede ya que
efectivamente se confirma como jugador protagónico. En tanto, el gobierno pierde por cualquier
lado. Pierde si no cede, dando pie a su desgaste, y pierde si cede, socavando así su autoridad.
Esto hace que el conflicto tenga, por parte de la COB, razones para continuar escalando. Todo
lo que dure el conflicto es ganancia para la organización de los trabajadores y su dirigencia.
Esta situación no era ni imaginable ni posible hasta hace un año atrás. ¿Qué ha cambiado?
Pues que la polarización política y social que vivió el país llegó a su fin. La victoria alcanzada
por Evo Morales en diciembre de 2009, con un 63%, definió con absoluta claridad qué bloque
histórico ganó. El objetivo se había cumplido, ya no había razón para continuar con la
confrontación y el bloque perdía su razón de ser. Por inercia, la cohesión hacia dentro del MAS
se mantenía. Hasta que llegó el gasolinazo.
La teoría acerca de los movimientos sociales indica que éstos son inicialmente movimientos
sectoriales. Cuando existen las condiciones y las demandas se refieren a grandes cambios
societales, los mismos se constituyen entonces en movimientos sociales. Señala también que
una vez logrados sus propósitos, vuelven a replegarse naturalmente a sus ámbitos sectoriales.
Exactamente eso es lo que está pasando. Quienes componían el bloque histórico del MAS
reasumen su autonomía relativa porque ya no existe el supra discurso cohesionador capaz de
trascender su propia agenda sectorial. Vuelven a jugar en su propia lógica.