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Visim3x Este ensayo relexiona sobre le inierrogantes que aravieson hoy en dia lo excritura de la historio. Desde los ofos setenta y las obras de Poul Veyne, Hayde White y Michel de Certeau, los historiadores han discutide dos cvestiones esenciales: por un lado, la tension entre la + forme retérica y nerrotive-dle la historia, compattida con* ia fiecién, y su eslatuto de conccimiento comprobedo; por lotro, [a relacion entre ol lugar social donde la historia como sober se produce (ahora la universided, anteriormente lo ciudad ontigue, ef monasterio, las cortes, las acacemias) 1 sus lomo, leenicasy relériea. Recordando y dosplazando dstas cuostiones clasicas, este ensayo hace hincapié on tres problemas més recientes: 1| La compelencio para lo,” |, fepresentacion del posode ene historio, literatura y ‘memoria; 2| Las posibiidades y electos de la comunicaci6n ¥ de la publicactén electrénicas sobre la invesligacién y «. [a eseritura histdricas; 3) Lo construccién de le relacién * nite los experiencias del tiempo y la consiruecién del rolato histérico. Roger Chartier La historia o la lectura del tiempo veda ie mee Roger Chorio (1945), Prestgino herd eke, decor de studios on Veale des Heats de Parlay el enka Alacardee Koy, colaboredor en fl programa radiolénico «les Lunda de Titres eno codano pbc Fronce Care Sus waboies de ivesigacién se dbigen ala fiero dl iso, de a edi y de lo lac. Sus dios libros publeedos pot Ged so: spose pile, crtieay davecralzceén en af igo XVI: tos origones euturales deo Rerobctn ronceso (1995 y Los revo de fe culure exert: Didlogo Inmervenclo 0s 12000). Roger Chartier LA HISTORIA O LALECTURA DEL TIEMPO LA HISTORIA, O LA LECTURA ue DEL TIEMPO Por una anuopalega de a movida <= “re Roger Chartier Roger Chartier La histori o a leeeura del iempo Manuel Cruz ‘Acstea de a dificultad de vivir juncos La prioridad de la politica sobre la isaria | | Néstor Garcia Canclini Lectones, espectadores¢ internautas Ferran Masearell Barcelona como proyecto de culcuca Josep Rasmoneda Una defensa apasionada de la lustracién George Yidice [Nuevas reenologias, musica y experiencia (© ager Chane 2007 “nce: Ma Gr Flo Din del csi: pv Saat Pres ei acbve de 2007, Baca © Frc alin, SA. ‘Avda Tia, 12,3 (2 Bacon (Spud TL ss2s 04 Fox 952550805 Conco catinn: gine cm ‘epi gece Primes: Br Sever SL ‘sgn 29% ee 1 0HDTS clon ISON. s78.849786.2565 Depa og 8 4681-2007 nope por Raney alle prs en Espa Pieclintne Serie aniversario 30 aitos Visia 3X es una serie conmemorative de XXX afios de edi- én continuada. De crecimiento en la elaboracidn de conte- fidos y su expansicn alo largo y ancho de la geografia espa- fio y por supuesto de coda América Latina. VaX es cambidn mirar hacia dentro, ateavesat l piel y ver los huesos de nuestras esrucnurasy marcas més siidas. Tam- bia es una forma de la mizado, es laa la visea mientras nos ddamosla vueray oteamos nuestros origencs para entendetlos, ‘A su vez, este atlugio nos permite girr sobre nosotros mis- mos, levantar de nucve los ojos y mirarelfuxuro a cavés de la palabra que explora y especula, Nuestro artefacto cs limitado, su capacidad esté dada por as hella de su historia, Permite ver intesior pero tiene un lnive en sus aummenros: sina aos hacia aus y ueintaafios hacia delamte, y, sia embargo, creemossinearamente que ls telectosimvtados que han hex ‘ho uso de lic han sacado sus meximas porencialidades. Gedisa, orgullosa de si misma y de sus autores, invica a festjar este 30 aniversrio con todo el mundo lector que exté dispuesto a ser sacudido por b mirada exsica que los autores de V3X nos proponen: Marc Augé, Manuel Cruz, Roger Chartier, Néstor Garcia Canclini, Ferran Mascarell, Josep Ramoneda y George Yidice. Editorial Geico, 2007 Indice Nota previa... we La historia, entre relato y conocimiento . La institucién histérica . . Las relaciones en e! pasado. Historia y memoria vo veeccecceee Las relaciones en el pasado, Historia y fecién . ceceeee De lo social alo cultural . Discursos erudiros y peicticas populares Microhistoria y globalidad La historia en la era digital ........ Los tiempos de la historia 0.0... .6 u 19 28 Nota previa Este libro es el quinto que publica cea Gedisa, Se. mejante colaboracin -larga ef tieampo y basada en la confianza mutua—esun ojé™plo enere muchos otros del importante papel que *St2 ed jtorial desem- pefia para que sean conocidos, leldosy- discutidos en el émbito de la lengua castellana los trabajos de his- toriadores europeos 0 americas. E s pare mf un placer y un orgullo estar presente & tin catdogo en cl coal Bguran también autores cM Fernand Brau. del, Jean-Pierre Vernant, Jacques Le Gaxge. Peter Bure ke o Carlo Ginzburg. La publicacién de este nuevo libro me permite re- cordar cules fueron las mutacioN€s de ry discipina, la historia, después de 1992, fecha de Ia primera cobra mia que edits Gedisa, EL mitre comme represen saci, Estudios sobre la bistria cult oie fe tan. bign la primera traducida al castellano) A parti de apf Las storia 0 la lecture del tempo tuna serie de reflexiones merodol6 tudios de caso, dicho libro proponia un coajunto de coneapros que proporcionaba nuevos modelos de analisis capaces de superar los littes de las dos for- mas que dominabao Ie historis cultural: por un lado, I historia de las mentalidades tal como la definfan las obras de Lucien Febvre o Robert Mandrou; por otto lado, una historia cuantitativa que segufs las métodos estadisticos de la historia econémica y so- cial. Las nociones de representacitn, prdesicasy apro- piacién que se encuentsan en mi libro de 1992 pro- ponfan una aproximacién que hacta hincapié en los usos particulares mds que en las distribuciones esta- disticas, En este sentido, lamaba la atencién sobre dos gestos y compostamientos y no slo sobre las ideas y los discursos, y consideraba las representaciones (individuales o colectivas, puramente mentales, tex: tuales © iconogréficas) no como simples reflejos ver- daderos o mentirosos de la realidad, sino como enti- dades que van construyendo las divisiones mismas del mundo social. Tal propnesta asegnré una presen- cia més fuerte en el mundo intelectual espaiiol y Ja- tinoamericano de autores como Norbert Flias, Pierre Bourdicu, Louis Marin o Michel de Certeau. Pese a =p— wmtows agen Charcon 4 sus debilidades, el libro encomtrd una cdlida y durae @ dera recepcién y siempre me emociono cuando, des- ® puds de una confetencia 0 un seminario dictado en Espafia o en un pais de Latinoamérica, un joven e= tudiante, apenas nacido en 1992, me pide que firme su ejemplar de! libro. ‘Dos afios despues del Mundo como representacién, en 1994, salié un segundo libro publicado por Gedi- sa. Bs también una obra muy importante para mi por que fuc el ensayo con cl cual empecé 2 definir el campo de trabajo que es todavia el mfa hoy en dia En Bl orden de los libros até de vincular varias apeo- ximaciones hasta entonces separadas: la erftica tex twal, la historia de libro y a sociologta histérica de la culture. En él planteaba algunas cuestiones que si- guen acompasténdome: entre ellas, las modalidades histricas de la construccién de la Agura del autor y el papel de las varias maneras de leer en el proceso aque de sentido a los textos, © bien la diferencia entre las bibliotecas de piedra y las biblioreces de papel (cuando la palabra designa una coleccién impresa), tuna diferencia que ilustra la tensién entre el deseo de uuniversalidad que conduce al suefio de una bibliote- a que abarque todos los libros que fueron escritos —BH La biscaria ota lerura del siempo (0, con Borges, que podzfan serlo), y que requiere —frente al temor del exceso— elecciones y selecciones, sultiplicindose as{ los extsactos y antologias. La brevedad del Orden de los bres ayudé sin dada ‘su circulaci6n: fue wraducido a siete lenguas. La edi- cin de Gedisa se abre con un prélogo de Ricardo Garefa Cércel que contextualiza mi trabajo dentro del marco de In hisrotiografia espafiola de los anos ochenta y naventa, un periodo impresionante en cuanto al desatrollo de los trabajos dedicados ala his- roria del libro y la cultura escrta en Ia peninsula. Es- toy particularmente orgulloso de haber participado en esta cortiente de estudios situadas en el encrecru- zamiemo de la herencia de los Annaler y la uadicién filolégica espafiola, de la historia social y la critica textual. EI didlogo con Jos historiadozes espafioles ~cuya acogida fe tan generosa y amistosz— me ins- picd el imprudente deseo de empezar a escribir sobre libros y autores del Siglo de Oro y asl, como outsider, entrar en la amplia familia de os shispanistasy. Sin embargo, el tercer libro mio que aparecié en el catilogo de Gedisa se remite a otra competencia: Ja de historiador de la Francia del Antiguo Régimen. Aprovechando —o siguiendo las sugerencias del Bi- 4 ert oxen vexegeie Reger Chartier centenario~ escribf un ensayo sobre los origenes cul- turales de la Revalucién francesa que proponfa una teflexién no sobre Jas causas de la Revolucién, que son cconémicas, sociales y politicas, sino sobre las rupruras brutales o las lentas eransformaciones que hicieron pensable, deseable y comprensible tal even to. El tiaulo de Ia rraduceiéin castellana, Fypacio pi- blico, critica y desacraliaacién en el sigh xv, hace mi proyecto mas inmediatamente visible que el francés al subrayar ues mutaciones esenciales: la constitu- cid de un espacio politico sustrado al control de la autoridad mondrquica, el ejercicio de Ia eritica con- tra las autoridades y la crisis de los compromisos cris- sianos. El libro fue crticado por ser idealists, ya que no se dedicaba a los fendmenes sociales que produ- jeron las rupturas de 1789, 0 por ser excesivamente sociolégico, ya que no hacia hincapié en las ideas y doctrinas ilus:radas que fueron las matrices de Is po- Iftica revolucionaria, Si bien entiendo tales criticas, mj proyecto era diferente, pucs cn ¢l trataba de iden- tificar en la larga duracién, incluso antes del siglo xvut, la distancia tomada en relacién con las creen- cias y autoridades que fundamentaban el antiguo or- den, entre ellas la sacralidad del rey, la estructura —b— La bitoni o la lesura dl tempo estamental del mundo social 6 los dogmas y manda- imientos de catolicismo. Lo que intemté fue vincular dichas mutacionss culturales profindas, que socava- ron las antiguas certidumbres, con las pricticas mediatas, ya menudo no discursivas, que debilitaron tan Fuezremente el orden tradicional, ranto que unas pocas semanas fueron suficientes para dercumbarlo en el verano de 1789. Si bian los historiadores fueron siempre los peores profes, s{ pueden ayudar sin embargo 2 compren- er las herencias acumuladas que hicieron de noso- tos lo que hoy somos. Es esta certidumbre la que fandamenté otro libro mio que Gedisa publicé en el afio 2000 bajo el titulo de Lar revoluciones de la ent tura escrita. La serie de ensayos y didlogas reunidos en él respondia « un esfuerzo por siauar las mutacio- res que imponc la entrada en Ia cultura digital en una historia de large duracién de la cultura escrita, Se ‘ataba entonces de reflexionar sobre los momentos istéricos que plasmaron la definicién del libro y las pricticas de lecuuta que son todavia las nuestras, ast como las eupuras que las transforman hoy en dia, Las revoluciones de la cultura escrita es wn libto iim preso que se dedics 2 la textmalidad electréiniea y que 6 sent xc 4 ager Chartier transeribe conferencias y entrevistas. Esta triple iden- tidad me parece embleraitica de los retos del presen- te, pues constara una nueva definicién de los papeles de las antiguas formas de la comunicacién (palabra viva, esritura de mano, publicacién impress), reque- sida por la importancia cada dia més fuerte de una nueva modalidad de composicién, transtnisién y apropiaciin de lo escrito (y también de las imagenes, de la palabra y de la mvdsiea), La invencidn dela es- critura en el mundo de la oralidad, la aparicién del codex en el mundo de los rollas o la difusién de la imprenta en el mundo del manuscrito obligaron a comparables, sino idénticas, rearganizaciones de las pricticas culturales. Recordarlo no significa que la historia se repita, sino remarcar que ésta puede pro- rar conocimientor y ayudar «la comprensign cade las innovaciones del presente, las cuales, a su ‘vex, nos seducen ¢ inquietan. Me parece que es esta certidumbre la que comparco con Gedisa, que ova vex acage un ensayo mio. —17— Al proponerme presentar las transformaciones que hha atravesado en estos iltimos treinta afios la disc plina ala que pertenezco, la historia, el proyecto Vi- sign AX de Gedisa me da la posibilidad de continuar con una reflexién que comeneé en us libro publica- do en 1998, donde traraba de responder a un inte- srogante que por entonees obsesionaba a los historia- ores: el de una supuesta «crisis de Ia historias." La historia, entre relato y conocimiento Tal vex sea conveniente recordar los dos interro- gantes formulados en ese texto a fin de comprender 1 Ragee Chaves, du bond de fe five: Dior entre cerita et inguiénude, Pats, Albin Michel, 1998, —p— Lat itroriao a lees de tempo imejor la novedad de Jas cuestiones que habitan en § nuestro presente. Fl primero derivaba dircctamente q de la evidenciacién de las dimensiones retética y * narrativa de la hiscoria, designadas con agudeza en tres obras fiundacionsles publicadas entre 1971 y 1975: Comment on écrit Ubistoire, de Paul Veyne (1971), Metabistory, de Hayden White (1973), y UEerivare de Ubistaire, de Michel de Certeau (1975). Veyne, al afirmar que la historia wes, ance todo, un relato y lo que llamamos explicacién no es més que le forma que tiene la narracién de organizarse en una trama comprensibles,” Hayden White, al iden tificar «las profundas formas esteucturales de la imaginacién histéricay con las cuatro figuras de la retotiea y la pottica clisica, es decir la metéfors, la meronimia, la sinéedoque y la ironta,’ y de Certeau, al sostener que cel discurso hisrérico, en si mismo, pretende dar un contenido verdadero (que depende 2 Paul Veyne, Conament on dvi hisoie Bua dYpintmelogi, Pa 1s dion du Seil 1971, pig. 67, [Tio cast: Cme se cre la boi: emaye de epiterlegta, Mac, Fags, 1972. 3. Hayden White, Metahitery The Hsia Imagaton in NE neteenth-Century Europe, Baltimore y Londces, The Johns Hop kins Univessiry Press, 1973, pig. IX —29— Reger Charon 4 dela verificabilidad), pero bajo Ia forma de una na- © rraci6n» obligaban a los historiadores a abandonar Ja certidumbre de una coincidencia total entre el pasado tal como fuey la explicacién histérica que lo sustenta. Esa interpelacién suscité tuna profanda preocupa- in ya que, durante mucho tiempo, la historia haba soslayado su pertenencia ala clase de los relatos y ha- bla borrado las figuras propias de sn eserirura, revin- dicando su cientificismo. Ast se trate de una recopi- lacién de ejemplos a la manera antigua, que se offezca como conocimiento de si misma en la tradi- cién historicistay roménsica alemana, 0 se prodame cientifica», la historia no pod/a sino rechazar pen- como un relato y como una escritura.y.a naira in no podia tener una condicién propia pues, se- sain los casos, estaba sometida alas disposiciones y a Tas Figuras del arceretérico, es decir, era considerada como el lugar donde se desplegaba el sentido de los hhechos mismos, era peccibida como un obsticulo 4, Michel de Certeau, LF vinue de Histoire, Pars, Gallina 1975, pig 110. Thad. cast Lat exert de a tv, Meso, Universidad Iberoamesicna, 1993, pig, 109.] —2— Lat historia a lect del temps importante para un conocimiento verdadero.! Sélo cl cuestionamiento de ssa epistemologfa de la coine- dencia y la toma de conciencia sobre la brecha exiscente entre el pasado-y su representaciéa, entre lo _ que fue y lo qne no es mds, y Jas construcciones na~ rrativas que se proponen ocupar el lugar de ese pasa do, permiticron el desarrollo de una reflexién sobre a historia entendida como una esctitura siempre construida a partir de figuras retétieas y de esteuctu- ras narrarivas que también son las de la ficcidn. ~ De a deriva la cuestiGn principal en que se basé el diagnéstico de una posible «crisis de la historia» en los afios 1980 y 1990 del siglo pasado[Si la historia como dlisciplina de saber comparce sus formulas con la esxi- tura de imaginacién, zes posible seguir asignindole un régimen especifico de conocimiento? La «verdad» aque producs es diferente de la que producen el mito y {a literatura’ Se sabe que ésa es la posickin muchas ve~ ces teafirmada de Hayden White, para quien el cono- cimiento que propone el discurso histérica, puesto 5. Frangols Hartog, «Lar du sfc hisorique, em Fae rcompo- sdk. Ohampe ex eanters de Plier, bajo la disecin de Jean Bowtie y Dominique Julia, Pale, Editions Autrement, 1994, pg. 184-193, —2— VEX pein Roger Chartier que es «una forma de operacién para hacer Ficciéns, es del mismo orden que el que dan del mundo o del pa- sade los discursos del mito y de la ficcién. Se sabe, ai- mismo, que contra esa disolucién de la condicién propia del conocimiento histérico se ha reafirmado con fuerza la capacidad de saber critioo de la discipi- na, apoyada en sus téenicas y operaciones expectficas En su resistencia tenaz.a la «maquina de guerra escdp- rica» posmedernista del «giro linguistic del giro ret6ricos, Carlo Ginzburg recordd varias veoes que, en Ja posteridad de la retérica aristordica, prueba y reeé- rica no son antinémicas, sino que estin indisociable- mente ligadas y que, por otra parte, desde el Renaci- miento Ia historia ha sabido elaborar las técnicas «ruditas que permiten separa lo verdadero de fals. De af su firme conclusién: nes rerérica 0 narrativa de la escrtura de la historia no implica de ningiin modo negarle su condicién de un conocimiento verdadero, construido a partir de pruc- bas y de controles. Por ello, «el conacimiento (incluso 6. Carlo Ginzburg, History Rbeaerie, am Proof The Mesaliem Sera Jerusalem Lectures, Heover y Landes, Universicy Press cof Nev England, 1999, pég. 25. 23. La historia la lcoura del tiempo Todos los intentos de reFundacidn epistemolégica del régimen propio de cientificidad de la hiscoria, distinguido, a su vez, de las verdades de la ficcién y del lenguaje matemstico de las ciencias de la nacura- leza, compartieron esa afirmaci6n. Diferentes pro- ppuestas marcaron esa bisqueda: Ia vuelta a un para- digma alternativo, designado por Carlo-Ginzburg_ como sindiciarios, porque funda el conocimiento en la vecoleccidn y Ia incerpretaciin de las huellas y no ‘en el procesamiento estadistico de los datos,’ o bien Ia definicién de un concepto de objetividad capaz de articular la seleccién entre las afirmaciones admisi- bles yas que no lo son, con la legitima pluralided de lis interpretaciones’ o,(inds recientemente, las relle- xiones en torno a modelos tedricos y operaciones cognitivas que pecmitan establecer un saber generali- zable a partir de estudios de caso, microhistorias 0 es 7. Cazlo Ginaburg, Spie, Redici di un peradims indiziarin, en (Gide negane, Noo mel nell appara em spare e ato) mane, Kido Gargani (ed), Tavin, Bizaudl, 1979, pgs. 56 106, A. Joyce Appleby, Lynn Hunt y Magar Jaco, Telling the Truel sie History, Nuc Yous y Landtes, EW. Norcon and Cam- 1994, pig 283, (Trad casts Le verdad sabre be hit, Wena Ares Bl, 198) a4 Roger Chartier 4 dios comparativo! Todas exras perspectivas, por 2 mds diferentes que sean, se inscriben cn una inten- 5 cién de verdad que es constisuriva del propio discur- s0 histérico, — Dichas perspectivas han permitido calmar las pre~ ‘ocupaciones de los historindares, cuyas cerridumbres resultaron sumamente conmocionadas por la evi- denciacién de Ia paradoja inherente a su trabajo pues, como dijofMichel de Certeau, ala bistoringnaila {es decir chistorian y «cscrituzw) lleva jnseita en su nombre propio la paradoja —y casi el(oximoron— de relacién de dos términos antinémicos: aed curso», 130» "fReconocer esa paradoja conduce a repensir oposiciones formuladas demasiado bruscamente en- tre la historia como discurso y la historia como saber. Con Reinhart Koselleck,'' de Certeau ha sido, sin 9, emer perc bsjola dices de Jean-Claude Faserony Ja ‘ques Revel, Bias del eke des Haezs Eudes en Scienecs, Sociales, Engutte, 2005, yl dsse «formes dee généalisa ions, Annaler. Hire Science Sociale, 2007, pigs 5-157. 10. Michel de Ceneas, écrit de Pirie op. ct 5. 11. Reinhaee Koslic, «faheung-wandel und Methodewes- chel. ine hisnriche hitoriach-andhopologiche Skizze, en Histrzche Methade, C. Meier y J. Rizea (eds), Munich, 1998, pigs. 13-61. —23— Lat historia ota let del tempo dda, el historiador més atento a las propiedades for- ‘males del discurso histérico, colocado y diferenciado dentto de la clase de los relatos. Ha demostrado e6- ‘mo [a escritura de la historia, que supone el orden cronolégico, el cierre del texto y el releno de los in- tersticios, invierte el proceder de a investigacién, que parte del presente, que podefa no tener fin y que se confronsa sin cesar a las lagunas de la documenta- cién. Ha demosuado umbién que, a diferencia de ottos relatos, la escritura de la historia esté desdobla- da, hojeads, fragmentada: «se plantea coma historio- grifico el discurso que “comprende” a su otro la crdntca, el archivo, el documento-, es decir el que se organiza faliado, en el cual una mitad, continua, se spoys sobre otra, diseminada, para poder decir le que significa la otra sin saberla) Por las “citas", por las referencias, por las notas y por todo el aparato de te- misiones permanentes a un primer lenguaje, el dis curso se establece como saber de from,” La historia ada tiene enconces lz ciple a tea dé convack® el pasadpy que ya no esté en un dis- como escritura desdal 12, Michel de Cert, Lvs de Pine, op cit, pig, 111 (pig. 110 dela vein esas). —26— Roger Chartier 4 curso en presente, mostrar ls comperencias del his- & toriados, duefio de las fuentes, y convencer al Tectoi desde este Angulo, la estructura desdo- blada del discurso funciona como una méquina que obtiene de la cita una verosimalitud para el relato y una convalidacién del saber; produce, pues, la con- Gablidads.* isto significa, entonces, que no hay ah mas que tun ceatto de la erudicién que de ningiin moda de Ja historia la posibilidad de producir un conoci- miento adecuado del pasado? No era és la posicién de Michel de Certeau que, en un libro dedicado a caracterizar las propiedades especificas de Ia escritu- 1a de la hiscoria, ecuerda con rorundidad la dimen= siém de conocimiento de la disciplina. Para él, la historia ex un discurso que produce enunciades cienclficos, si se define con este sérmino «la posi- bilidad de establecer un conjunto de regles que per- mitan “controlar” operaciones proporcionadas 2 la produccién de objetos determinados»." Todas las palabras de esta cica son importantes: eproduccién seldeigy s Matera 13, fdem 14. Ibid, nor 5, ple, Laima ¢ a €& 4 = — Brie % ms Lat historia o la besura del tempo de objetos determinados» remire a la construccién del ebjeto histérico por el historiador, ya que el 2 pasado nunca es un abjeco que ya est ali coperae es» designa las pricticas propias de la tarea del “historiador (recorte y procesamiento de las fuen= tes, movilizacién de técnicas de andlisis espectficas, construccién de hipétesis, procedimientos de verifi- cacién); «reglas» y «contrales» inscriben la historia en un régimen de saber compartido, definido por criterias de prueba dotadas de una validez universal, ‘Como en Ginzburg (y, ral vez, mis de lo que él mis- mo piense, ya que él colocarfa a de Certeau en el campo de los escépricos) se hallan asociados, y no ‘puestos, conocimiento y-rclato,. prueba y retética, saber critica y La institucién histérica En 1999, otro intertogante se seferia a la propia sinstitucién hiseérieg, es decir, a(los efectos en la practica de los historiadotes del lugar social donde se ejerce su actividad Como dice de Certeau: Ane tes de saber lo que la historia dice de una sociedad, == Roger Chari 44 nos imporra analizar c6mo funciona ella mismay Es- € te insticucidn se inscribe en un completo que le per- © pnze solamente un tipo de producciones y le probibe otras. As! procede la doble funcién del lugar. Vuelve posibles algunas investigaciones, gracias a coyunt- ras y problemas comunes. Peto a otras las vuelve im posibles; excluye del discutso lo que constituye st condicién en un momento dado; desempefia el pa- pel de una censura en lo referente a las postulados presentes (sociales, econémicos, politicos) del andli ta observacién podia comptenderse, en pri- mer lugar, en los términos de Ia historia de Ia histo- ria e identificar, en Ia muy latga duracién, los lugares sociales sucesivos en las que se ha producido tun discurso de historiaeia ciudad, desde Grecia has- ta las ciudades del Renacimiento italiano, el monas- tetio y la gloria de Dios, la corte y el servicio del principe en la era de los absolutisinos, Jas redes era ditas y las academias de sabios, las universidades a partir del siglo xiK| Cada uno-de estos.lugares im pote li historia no silo abjetos propios, siao bidn modalidades del abajo intelectual, fo 715. Ib, pg, 78 (pg. 81 de avers espaol) 2 — Las itor 0 la tec del si Roger Chartier escritura, téenicas de prueba y de persuasién. Un Suen ejemplo de ello es, entre los siglos xvt y XVII, Cel contraste entre Ia historia de los historidgrafos de Tos principes y Ia historia de los eruditos anticua- La primera, la de los historidgrafos oficiales, est organizada con la forma de un relato dindstico que narra la historia de los reyes y de la nacién, identificados el uno con la ota, y moviliza las figu- ras de la retdrica para que, como subtaya Louis Ma- rin, ao que no es representado en el relato y por el narrador, lo sea en Ia lectura por el narratario, como efecto del relatov."” La segunda historia, la de los ‘eruditos, procede por fragmentos, se apoya en in- vestigaciones eruditas (dacumentales, arquealégi- ‘as, numismaticas, filolégicas) y se abaca a los usos y costumbres humanas. Si bien no debe forzarse la ‘oposicién, ya que, incluso en tiempo de Luis XIV, hay cruces entre historia del rey y erudicién, ésta ha fundado, hasta hoy la coexistencia o la competencia 16; Roger Chast, Lxinane de Phiscite & ge de Pabachutie- nce en De le fitérre fz, bajo la diveceién de Denis Holi, Pars Berdas, 1993, pips. 332-237, 17 Los Matin, Le Pare de, Pais, Les Ealiions de Minuit ite —320— rdoxen 4 entis las historias generals, sean nacionales o uni- & versales, y los trabajos histéricos dedicados al estu- ® dio de objetos en concreto (un tetritorio, una insti- tucién, una sociedad). En cada momento((la vinstituciéa histérica» se o:- ganiza segiin jerarqulas y convenciones que trazan las fronteras enue los objets hist6ricos leglsimos y los que no lo son y, por lo tanto, son excluidos o censu- tentador traducir en el Iéxico de la sociolo- gia de Pierre Bourdieu, sustiwuyendo el eérmino de esctitor por el de shistoriadors, esas dererminaciones que rigen/£l «campop de la produccién histérica y ‘como fundamentales las compecencias donde lo que estd en juego es «el monopolio de po- der decir quin esté aurorizado a llamarse historiador o incluso a decir quién es historiador y quien ene autotidad para decir quién es historiador.!* En un mundo socisl como el del Homo academicus, donde la pertenencia y a jerarquia estin reguladas por la obrencién de efeulos académicos, ese poder de desig- snacién se ha ejercide a expensas de los omtsiders (pen 18. Piere Bosrien, «Le champ linac, Ace lt Reece a ‘Sciences Soiaes, 89,1991, gs. 4-46 (lacva es dee pig. 13). 3 La seria ota lesura del temp semos en el caso de Philippe Ariés, que fuc dejado largo ticinpo al margen de la xinstitucién histérican francesa porque no era universitario) y ha gobernado _tenazmente la distribucién de la autoridad, las for- ‘mas de la divisién del trabajo, la dignidad.o.la. mar. _ginalidad de los temas de investigacién y los criterios de apreciaciéa o de desvaloracién.de_las obras, lo que de Certeau llama, no sin una chizriante ironfa, las adeyes de! mediow. — La identificacidn de esas restticciones incorpora- das colectivamente y siempre ocultadas en el so histérico que borra las condiciones de su fabri- cacién, debe reemplazar las razones alegadas, de Raymond Aron a Paul Veyne, para mostrar, alabar, 0 denunciar el canicter subjetivo de la historia, a saber, los prcjuicios y ls curiosidades del historiador. Las determinaciones que tigen Ia escritura de fa historia remiten més fundamentalmente a las practicas deter- minadas por lis «instivuciones técnicas de la discipli- na», que distribuyen, de manera variable segiin la época y el lugar, la jerarqufa de los temas, las fuenses y las obras, Por ello, esa identificacién de ningdin modo implica quitar su capacidad de conocimiento al saber histérico producido bajo las condiciones de —32— wetaxta Roger Chartier 4 esas determinaciones, En efecto, la neva historia de ls ciencias (ls de Simon Schafer, Steven Shapia, ‘Mario Biagioli o Lorraine Daston) nos ha ensefiado {que no era contradictorio relacionar los enunciados cienttficos con las condiciones histéricas de su posi- bilidad (scan politicas,recéricas 6 episremolégicas) ys al mismo tiempo, eonsidesar que productan ope- raciones de conocimiento, sometidas a téenicas de saber, criterios de validacién o regimenes de pruc- ba. Como disciplina ecientificas, [2 historia es sus- ceptible de un enfoque similar que no disuelva el co- nocimiento en la historicidad, cecrando la via a un selativismo eseéptico, pero que también recanoce las vvarlaciones de los procedimientos y las resttcciones que rigen la operacién histérica. La historia de la hi ‘ori, al igual que la historia de las cfencias, ha suff do durante demasiado tiempo la oposicién estéil en- tre un enfoque de la historia de las ideas, ligada cexclusivamente a las eeorfas de la historia y a las cate- gorfas intelectuales aplicadas por las historiadores, y tun enfoque, definido (o estigmatizado) coma sacio- legica, atento a los espacios sociales dela produccién del saber histérico, sus instrumentos, sus convenci nes y sus eécnicas. La epistemologta histérica por la —33— La historia 0 la exuna de tempo ‘cual aboga Lorraine Daston” no se aplica slo alas ¢ pricticas y a los regimenes de racionalidad de los sa- bres que han tenido o tienen a la naruraleza por ob- * jeto, Promete una vision mis sutil de los que se abo- quen a representar el pasado adecuadamente. Las relaciones en el pasado. Historia y memoria Actualmente, sin duda mds que en 1998, los histo- siadores saben que el conocimiento que producen no es mds que una de las modalidades dela celacién que las sociedades mantienen con el pasado)Las obras de fccién, al menos algunas de cllas,y la memoria, sea colcetiva o individual, también dan una presencia al pasado, a veces o a menudo més podesosa que la que establecen los libros de historia, Por ello, lo que se debe analizar en primer lugar son esas comperencias, 19, Louise Dasxon, «Une histoire de Pabjectvitéseicneaque ied rnin en dl aj ie de Roger Guesrerie y Fangois Hartog, Puts, Editions de [co- le des lances Eudes en Sciences Sociales, Cahier des Ann les, 1998, pigs 115-126. —«4O Roger Charter of Gracias al gram libra de Paul Ricoew Mémotre, his- ¢ wire, oubli, las Aifetencias yntre historia y memoria pueden trazarse con claridad.” La primera es la que distingue el testimonio del documenso, Sil primero es inseparable del estigo y supone que sus dichos se consideren admisibes, el segundo da acceso a «acon tecimienios que se consideran hist6rieas y que nun- cahan sido el recuerdo de nadico, Al testimonio, cuyo crédito se basa en la confianza ovorgada al testigo, se opone la naturaleza indiciaria del documento. La aceptacién (0 el rechazo) de la credibilidad de la pa- labra que testimonia el hecho es reemplazada por ef jercicio cxtico, que somete al régimen de lo verda- dero y del filo, de lo refutable y lo werficable, alas ‘huellas del pasado. ~ Una segunda diferencia opone kz inmediatez dela reminiscencia a la consteuccién de la explicacién histdtica, sea cxplicacién por las regularidades y las caiusalidades (desconocidas por los actores) 0 expli- cacién por sus razones (movilizadas como estrategias cexplicicas). Para poner a prueba las modalidades de 20, Paul Ricoeur, Memoir, Liscive,eubl, Paes Ediions du Seu 2000, (Tad. east: La memoria tx hori, ol lids, Mes, Fondo de Culusa Beonémics, 2004] —35— La biworia ota lecture del siempo la comprensién historiacore, Ricazur opté por privi- legiar la nocién de representacién, por dos razones, Por un lado, éta tiene una dable condicién ambi- guaen la operacién historiogrdfica: designa una cla- se de objeros en particular, definiendo a la veo el cé- gimen mismo de los enunciadas histérieas. Por otro lado, la arencidn que presta a la representacién, co- mo objeso y como operacién, permite recomar la re- flexién sobre las variaciones de scala que ha catac- terizado el trabajo de los hiscoriadores a partie de las propuestas de la microhistoria y, mis recientemen- te, de las diferentes formas de vuelta a una historia global. “Una tercera diferencia entre historia y memoria lopone reconacimiento del pasada y represenracién del pasado. A la inmediasa fidelidad (0 supuesta fi delidad) dela memorigse opone]a incencién de ver~ Ibasada en el procesamiento de los documentos, que son huellas del pasado, y en los modelos de inceligiblidad que construyen su inter- pretacién,¥ sin embargo, dice Ricoeur, la forma li- i. jae debe. La mioranales 8 Lepree, baja la dneccién de Jacques Revel Pris, Gallimand/Seul, 1996. —36— axe ¥ Roger Charice of teratia, en cada una de sus modalidades (estructuras g narrativas, figuras cetdricas, imagenes y metéforas), opone una resistencia 2 lo que ¢ designa como «la pulsién referencia del relata histéricos.** La funcién de arepresentancin de la hiscoria (definida como sla capacidad del discutso histérico para represencar el pasido»)* es constantemente cuestionada, sospe- chada, por Ia distancia introducida necesariamente entre el pasado cepresentado y las formas discursivas nocesutias pare su representacién, Entonces, gcéimo acreditar la representacién hist6rica del pasado? Ricceur propone dos respuestas, La primera, de orden epistemolégico, insiste en la necesidad de dis- tinguic claramente y articular las tres eases» de la ope- racidn historiogedfica: Ll establecimiento de la prue- ba documental,4a construccién de la explicacién y Sta puesta en focma literaria, La segunda respuesta es ‘menos familiar para los historiadores. Remite a la certidumbre de la existencia del pasado al como [a garantiza el testimonio de ls memoris. En efecco, &ta debe ser considerada como «matriz de histo- 22, Paul Ricceug Mémoire, bain, cub op. ce, pp. 206 23. fem. aa. La bistrot etude tempo tia, en Ja medida en que es la guar bblemdtica de Ja celacidn tepresentativa del presente con el pasador.™ No se trata de reivindicar la me- mora contra sori a manera de algunos e- crivotes del siglo x1%, sino de mostrar quefel testimo- nio de la memoria es el garante de la existencia de un pasado que ha sido y no es més] El discutso histori- cocneuenira all la cerificaci6n inmediata y evden te de la referencialidad de su objeto, Incluso acesca- cas siendo inconmensurables. La epistemologia de la verdad que rige la operacién histotiografica y el r¢- gimen de la creencia que gobierna la fideidad de ka memoria son icreductibles, y ninguna prioridad, ni supcrioridad, puede darse a una a expensas de la oma. Por cierto, enue historia y memoria las relaciones son claras [Bl saber histérico puede contribuir a disi- par las ilusiones o los desconocimientos que duran- te largo tiempo han desorientado a las memorias co- lectivag] ¥ al revés, las ceremonias de rememoracion y la institucionalizacién de los Jugares de memoria iana de la pro- ‘manera, la memoria y la historia siguen 724. Ibid, pig, 106. a meta Roger Chartier ‘an dado origen a menudo a investigaciones histéri- @ casoriginales. Pero no por ello memoria e historia son ‘dentificables, La primera es conduucida por las exi- gencias existenciales de las comunidades para las que la.presencia del pasado nel presente ¢¢ un ele ‘mento esencial de la construecién de s ‘vo. La segunda se inscribe en el orden de un mo uuniversalmente aceptable, «cien de Michel de Certeau. fico», en el sentido ~ Las relaciones en el pasado. Historia y ficcién Enure historia y ficeibn, la distincién parece clara y ranjada si se acepta que, en todas sus formas (miti- cas, liverarias, metafricas), la fi so que “informa” de lo real, peto.n6 pretende re presentarlo ni acreditarse en él mienteas que la historia pretende dar una representacidn adecuada de la realidad que fue y ya no es. En ese sentido,(lo real es a la vez el abjeto y el garante del discurso de Ia historia)Sin embargo, hoy en dfa muchas razones difuminaf es distincién tan clara. La p Cevidenciacién de Ja fuerza de las reptesentaciones del es eun discur= —39— Lat historia o ls leer del iewpo pasado propuestas por la liveratur senergfa», que tiene un papel esencial en la perspec- tiva analitica del New Historicism, puede ayudar ‘comprender emo algunas obras literarias han mol- deado més poderosamente que los escritos de los historiadores las representaciones colectivas del pa- sado. (El teatro, en los siglos xvt y xvi, y la novela, en el siglo XIX, se apoderaron del pasado, desplazan- do al registro de Ia Ricién literaria hechos y perso- najes histérios, y poniendo en el escenario o en la pagina situaciones que fueron reales 0 que son pre- sentadas como tales.\Cuando las obras estin habita- das por una fuerza en conereto, adquieren la capaci- dad de sproducis, moldear y organizar la experiencia colectiva mental y fisica»— y entre esas experiencias se cuenta el encuentro con el pasado, A titulo de ejemplo, veamos las hiteores 0 piezas hist6ricas de Shakespeate, En el folio de 1623, que reiine por primera vez, siete aftos después de la muerte de Shakespeare, teinta y sels de sus obras, 25, Steven Gecenllare, Shakpearean Negotiations, The Credla- tion of Socal Energy in Renaissance Fogland, Berkeley y Los Angeles, Universicy of California Pres, 1988, pgs. 1-20, 26. Ibid. pig. 6. —0— Roger Chart 4's categoria de histories, ubicada entre las comedtes & y las sragedies, reine diez obras que, siguiendo el or- den ctonologico de los teinados, cuenta la historia de Inglaterra desde el rey Juan hasta Encique VII, lo que exclula de la categorfa otras histories, las de los héroes romanas a principes daneses o escoceses, ubi- ‘cadas en la categorfa de las magedier. Los editores de 1623 transformaron en una historia dramdcica y continua de la monarquia inglesa obras escritas en un orden que no era el de los reinados, sino que se ‘quentan entre las obras mas representadas y ms pur blicadas antes del folio de 1623. De modo que es se- guro que, como declata Hamlet (Hamlet, , 2), los actores «son el compendio y Ia erénica del mundo» y que las obras histéricas moldearon, para sus espec- tadores y lecrores, representaciones del pasado mas vvivaces y mas efectivas que la historia escrita en las eré- nicas que utilizaban los dramaturgos, Esta historia representada en los escerarios de los teacros es una historia recompuesta, sometida a las ccxigencias de la censura, como demuestra la ausen- cia de la escena de la abdicacién de Ricasdo Il en las tues primeras ediciones de la obra, y estd muy abier- ta. los anacronismos. Asi, en su pucsta en escena de 4 Loa storia o bt lect del tiempo la revuelta de Jack Cade y sus artesanos de Kent en & 1450, como aparece en la segunda parte de Enrique 3 V1, Shakespeare reinterpreta el hecho atribuyendo a ® los rebeldes de 1450 un lenguajes milenariscac igu licario y acciones violentas, destructivas de vodas las formas de ls cultura escrita y de todos los que laen- carnan, que los cranistas asociaban, con una menor radicalidad, por lo dems, con la revuelta de Tyler y Straw de 1381. E] resultado es una representacién ambivalence o contradictoria de la revuelta de 1450 aque recapitula la formulas y los gestos de las zevucl- tas populares, al mismo tiempo que deja ver la figu- ra carnavalesca, grotesca y cruel de unz imposible edad de oro: la de un mundo al revés, sin escrizurs, sin moneda, sin diferencias” De modo que la his- toria de las histories se basa en la distorsién de las realidades histdricas narradas por los cronistas y pro- pone a las espectadares tna representacién ambigna del pasado, habitada por la confusidn, la incerti- dumbre y Ia contradiccién, "27, Roger Chartcy fice Cade, the Skin of Dead Lamb, and the Hceed for Wiiinge, Shakespeare Sui, vol. XXXIV, 2006, igs 77-89, —2— Roger Chartier entre historia y AiceiSa reside en el hecho de que lali- reramra se apodera no séla del passdo, sino también _de los documentos y de las técnicas encargados de manifestar la condicién de conocimiento de la dissi- plina histérica. Entre los dispositivos de la fccién que socavan la intenciéa ola prevensién de verdad de Ja historia, caprurando sus técnicas de prucba, se de- be hacer lugar al wefecto de realidad» definido por Roland Barthes como una de las principales modali- dades de la silusién referencialy.* En la estética clasi- cay la categoria de lo «verosimibs aseguraba el paren- tesco entre el relato histérico y las historias fingidas ya que, segin la definicién del Dictionnaire de Fure- tire, en 1690 la historia es wdescripcién, naracion de las cosas; o de las acciones como han ocurtida 0 como podfan ocurtire]De modo que el tiempo de- signa, en conjunto, «a narracién continua y encade- nada de varios hechos memorables que sucedieron 4 Una segunda rozdn que hace vacilar la distincién é g 28, Roland Berths. ee de wile (1963, ns Rok Bares, Le Brtuemont ee lagu. sete Pat Eons dh Sell, 1984, pgs. 135-174, [Tad ease Fl efeera de em lida, em Etat del ena mise del pala yk ee via, Bardon, Paid eis, 1594, =i La hier o la lecture del tiempo cen una o en varias naciones, 0 en uno 0 € glos> yas narraciones fabuladas pero verosimiles, 1 que son fingidas por un auton De manera que la di- * visi6n no es entre la historia ya fibula, sino entre los relat9s verosimiles, asf se refieran a lo real no, y los que no lo son(JAat entendida,la historia es ra dicalmente separada de las exigencias cxticas peopias de ln erucicién y despegada de la referencia a a reali- dad como gatante de su discurso| Alabandonar lo verosfmil Ja,fabula fortalecié mas su relacién con la hiscoria, multiplicando las notacio- fnes concretas destinadas a cargar a la ficcién de un peso de realidad y a producir una ilusién referencial { Para contrastar esc efecto literario, necesario para to- da forma de escécica realista, con la historia, Barthes dice que, para és, vel haber estado ali de de las eo- sases un principio suficente de la palabra». Sin em- bargo, ese ehaber estado ahto, ese real concreton, que es el garante de la verdad de la historia, debe ser in- troducido en el discurso mismo para acteditarlo co- mo conociminto auténtico, Esc ¢s el papel, como obsetvabe de Certeau, de las citas, las referencias, Los documentes que convocan el pasado en La es del historiador, demoscrando también su auroridad. —4— von Roger Chartier De aht[eapropiacisn, por algunas ficciones, de Jas céenicas de la prueba propias de la iscori, afin de producis, no vefecros de realidad, sina més bien Jailusién de un discurso histérico, Junte con las bio- graffas imaginarias de Marcel Schwab o los textos apéctifos de Borges, como aparcecn cn el apéndice

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