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Capitulo 4 Etica y derechos humanos InbroducciSn: Derechoshuraanoslaafirmacitndewnacultara porSaloménLemerF ‘Textos seleccionados: |. Facticidad y vatidez ([ragmentos) por Jiirgen Habermas 2. ¢ha akernotiva del disenso (en tomo a la fundomentactén ética de las derechos humianosJ» por Javier Muguerza 175. Introduccion Derechos humanos, la afirmacién de unaciltgra La concuencin de que la vida bussinia y laintegridad fisica de todas las personas poseen un valor absolute debe ser considerada vn de ins més grandes con de la humanidad contemporénea. Tendemos a olvidarlo porque —respétese 0 no esa conviccién se encuentra entretejida en auestro sentido, comin. Sin embargo, visto en uria amplia perspiectiva histbeica, esa idea, como mandato universal y como garantla de la.que no puede declararse excluido a nadie, es de reciente dacs. Apeass hace ua siglo ejéecitos conquistadores y fuerzas de ocupa- ciga coloniales practicaban el genocidlio sin rubor; hace solo unas décadas, ora consenso interuacional que la comunidad de naciones no tenis nada que decir sobre la forma en que ua determinado Estado ejercia violencia sobre los abltantes de su territorio, Giertamente, al mencionar na-gran cambio y wna notable conquista humana ex este Ambito, no se quiere insisuar ingenuamente que el mundo hays dejado descr violentocinjusto. Lo siguesiendo, sinduda, pero hoy; adiferencia de ayer, esa violeaciactilegitima, xchaila porlo general expuesta Al repadio moral yy'siempre que és posible, esta sometida a la vigilancia y las canciones de-una frondosa legidlacién aceptada por la comunidad de naciones. Hoy ta dia se ha genéralizade el convencimiento dé que ka proteccién y Ia promocién de los desechos bumanos —puss dé eso hablamos— constituye obligacién ineludible de tode Estado © gobierno y de toda forma de accidn politica, yeTrespeto de los mismos ha pasado a convertirse’en ltims instanciaen un critesio dacisivo de Ia legitimidad y validez de las concuctas politicas. Eleamino seguido para Liegar a estasconviccioneshaside largo y dificultoso, La conciencia de los derechos humanos —de hecho, ia nociéa misina de humanidad— ha tenido que abriese paso enfrentanda prejuicios « intereses, y v7 poniendo atajo a la inclinacién histérica de las comunidades humanas —sean culturales, politicas o de cualquier otro orden— a reservarse para si y los suyos todos los derechos y pretrogativas que niegan alosdemés. Y en ese camino, como essabido, ha sido necesario, también, vencer las resistencias de uno de los dogmés ‘ms perturbadores de la Modernidad: aquel que postula la razén de Estado como tuna sustancia superior a las personas que autoriza al poder politico a pasar por encima de ellas en ciertas circunstancias. ‘Ahora bien, la doctrina de los derechos humanos, constituida poco a poco también en una cultura, no puede ser considerada todavia como una conquista definitiva, Ella est mejor arraigada y tiene una existencia prdctica mis clara en ciertas sociedades, aquellas en las que las instituciones democriticas se han consolidado y donde el igualitarismo ha Megado a impregnarse en el sentido comin, Pero en otras realidades sociales est4 vigente todavia la tarea de transpor- tarla letra de los tratados y leyes que protegen los derechos fundamentales hacia los habitos mentales de la poblacién y a la interaccién cotidiana entee la gente y entre ella ylasinstituciones del Estado, En el caso del Peri, como en el de muchos paises que han atravesado situaciones de intensa violencia, esa area cobra ademés tun cariz especial. En tales sociedades, la confirmacién de una cultura de respeto de los derechos humanos o consiste solamente en una tarea que mira hacia delante, sino también en una obligacién de mirar hacia acris para reescribir la historia con los principios, orientaciones de valor y categorias juridicas propios de dicha doctrina, Se hace necesario, asi, practiear una memoria que rescate principios éticos y cfvicos que en su momento fueron ignorados. Tal memoria podria ser también la motivacién principal para que, en esa sociedad que sale de la violencia y transita a la democracia, se postule como rasero ético includible el reconocimiento pleno dela humanidad de todos y de a dignidad quees intrinseca adicha condicién. Setrata pues de propiciar,alimentindose del recuerdo moral, una conciencia ciudadana de los derechos inherentes a todos, asi como de hacer que el Estado y- el gobierno se comprendan a sf mismos como instituciones que se legitiman en el respeto y servicio debido a sus ciudadanos. Lo que esti en cuestién no es de dimensiones modestas sino al contrario, pues implicaria asumir que la conviceién del valor absoluto de los derechos humanos constituye hoy por hoy una suerte de linea demareatoria entre el territorio de la barbarie, que debemos abandonar para siempre, ¥ el de la civilizacién, «Civilizaciéa y barbarie» es una oposici6n ya viejaen la tradici6n intelectual de América Latina, una antinomia que se remonta al entusiasmo por la ciencia y 178 Capito 4 tie y dorochos humans cl progreso propios del siglo XIX, un entusiasmo que hoy percibimos como ingenuo a la luz de las varias hecatombes y desastres humanitarios que la humanidad moderna engendr6 una vez que estuvo en pleno dominio de sus fuerzas, Puede resultar, pues, una distincién poco pertinente sies quela seguimos ‘entendiendo en esa dimensién técnica, positivista, ctnocéntrica, apegada a una diferenciacién rigida entre mundos tradicionales y mundos modernos. No lo es, sin embargo, si se sabe renovarla a la luz de esa cultura contempordnes que aqui se menciona y, en consecuentcia, si se sefula que lu que site a una comunidad politica de un lado de la frontera o del otro es, a fin de cuentas, su determinacién y su voluntad de constituirse en sociedad apta para la realizacién humana en libertad. No resulta, pues, civilizadao brbara una sociedad por el despliegue mayor o menor de su poderio industrial o de su capacidad de innovacién cientifica y técnica; no lo es, tampoco, por la racionalidad formal de sus sistemas politicos yadministrativos,ni por laeficiencia oineficiencia desu organizacién econémica. ‘Lo es, simple y llanamente, por el grado en que ella ha sabido organizar el poder’ pidblico y despertar la conciencia de sus habitantes de manera que esa sociedad sea siempre una sociedad para seres humanos ¥ no una maquinaria que se sirve de los seres humanos en nombre de una ilusién de poder, sea éste politico, econémico, o de cualquier otra indole, Noes dificil, para quien obre de buena fe, percibir los hitos que conforman esa linea demarcatoria, e! primero de los cuales —«nto matarise— es al mismo tiempo la exigencia suprema de diversas religiones practicadas por las sociedades humanas y el principio basico de la ética ciudadana de cualquier comunidad laica. Ese precepto, sin embargo, seria una forma muy limitada de entender las obligaciones e ideales,contemporaneos, si quedara entendido en su estricta acepcién de perinitir fa subsistenciafisica de las personas. El hecho que cada vez con mas vigor se abre paso en las conciencias individuals y colectivas, por el contrario, es que nuestro deber no es simplemente permitir la vida absteniéndose de supridirla o limitarla una consideracién de los derechos humanos desde la negatividad— sino luchar porque una vida humana digna esté al alcance de todos Jos miembrns de la camunidad, lo que significa transitar hacia una comprension positiva, constructiva y politica, en el mas amplio sentido del término, de esa doctrina Q ‘un esfuerzo por edificar una comprensién mis rica de los derechos humanos, una coinprensin que en su ncleo central contenga el respeto de esa dignidad vemos, pues, vivir en comunidades civilizadas, y ello implica desplegar 179 Sslomén tetra F elemental —asociada inevitablemente « la incangibilidad de auestra existencia fisieay a una amplia atitonoinia para obrar ¥ decidir— y que al mismo tiempo contemple, con Ia misma urgencia y con el mismo sentido de obligatoriedad, Ia expansion ¥ Ja verificacién préctica de los derechos econémices, sociales y cculturales que asisten & coda las personas y a todos los ciudadanos, Esto stkimo esti firmemente asociado al desarrolio de la doctrina deos derechos humanos ea, Jas sileimas déeadas en la discusién jurfdiea mundial. $i bien desde ta misma Declaracidit universal de los derechos humancs, a mediados del siglo XX, tales derechos fueron reconocidos en toda su compleja amplicud, duradite mucho tlempo no ha estado claro si el bjenestar sogial, fa educactén, la arencién desalud podian ser reclamadas con Is nilsme fuerza ji con que, por tjemplo, se reacciona ante un-atentado contra la vida, contra la insegridad fisiea © contea la libertad de expresién o de circulacién. Hoy-esa bruma de casimédio siglo sobre los llamados derechos sociales, econdmicos y culturales se Va disipando, y no deberia pasar mucho.tiempo antes de que los Estados deben responder porellos no solamenve con vagss declaritciones de incencidn, sing con acciones concretas sometidas alescrutinio interno e internacional. fica que frente a los devechos humanes, que concebisnos de astra cada ved mas completa ¢ integral, los Estados no tienen solamente wos obligacién deabstenerae—netrasgredivlos—sinosambiéncomla mismaclaridad, unaobligacidn de hacer —garantizarlos y promoverlos, prestar servicios para que ellos sean materia de disfrute genéral. No cs, piies, con-la sola absténcién del Estado o de cualquiera otra organizacidn polltica respecto del uso de métodos de violencia como se podria llegar s construir esa céves, esa comunidad civil, qué tenemosen mente cuando hablamos de democracia. Ella reclama, mas bien, pasar de Ja abstenciéa a la accién, de una concicncia cranquila, refuginda en la sola corvicciéa dé no haber sido agente de dado, x una concieneia inquieta, sobresal- tada una y otra vex por la certidumbre dé que siempre se puiede hacer algo por los demés, de que siempre hay alguien que necesita nuestra presencia solicita, de que, como ensefié Tomésde Aquino, elan que rerenemot le peiteneceal hambriento, Esto quiere decir, complementariamente, que-siel establecimiento de una comunidad plona dé derechos comicnza por el indispensable respets alos demés —asuintegridad fisiea, asiiderecho de creer, opinary obsat libremence—ella solo camina hacia la madurez cuando el zespeto se transforma en esa forma de cultura activa que famamos olidaridad. Esta nate del respeto, pero lotrasciendeo, mejor aun, lodesarrolla al hacer de él una forma enéativa del desasosiego, una cozriente de conciencia que permite entender que la ihocencin —0, ‘mis bien, Ia no 180 opi Asien y dances harninos culpabilidad— no es suficiente cuando nos rodeaa el sufrimiento y Iamisecia de nuestros semejantes. Esta linea de razonamiiento no est& en contrediccién coma indispensable base jurfdica de los derechos huanos, pero si abre otros camincs ‘complemeasarios, Cuandlo se dice que el respéto de los dercichos humanos ¢5 0 puede ser uneculturs, se ext4 hablando, én efetto, de un conjuinto de répreseatar civnes de larealidad —creencia y conviceiones, formasde actuar, sentiry pensar que incluyen pero vai masallé de ln normatividad legal. Una cultwraestna forma de estar en el mundo y, this precisamenre, de estar com Jos demés en ef mundo. Y por ellouna pulsién de solidaridad —que, como es evidence, dificilmente pwede serlogalmente exigible— constituyelaesfera mayor dentro dela cual los derechos Jnumanos pueden tener una existencia mis segara y significativa para todos. Lo dicho, una vez més, manifiesia su relevancis cuande se examina las encrucijicas que un pais enfrenta allidiar con el legado dela violencia. Se hadicho mnuchas veces que, en los pafses de América Lacing, ls reiteradas époeasen lasque se ensefioreé Jadestruccidn y la degradacién estremat fuera posibles ea gran medida por Ia indiferencia srcaigada en [a vida cotidiana, por esa disposici6n s ceatirse bien cerrando fos ojos, contentandose con el consueto: egoisia de no atropellar ni ser atropellados, Hoy, el riesgo de la indiferencia no ha.concluido: cexpuestala verdad, sefalados ios grandes vaalos de los Estados y sociedades en los que prosperé In violencia, tienen por delante la inisién de transformar ese ‘conccimiento en una nueva y més exigente aproximacién écica a nuesteas vidas, Convertir el respeto y Ia condolentia en solidhridad e¢ un gran desaffo y no solamente en lo que concierne a fa herencia de le violencia que se pueda haber producido, sino también ei Io relative a la edificacién dle una democracia cequizativa, én la que,al igual que]a muerte, lecortirao la desaparictén, lapobreza y la hondas privaciories de la mayor‘a sea un escindalo, y la lucha contra ellas se onvierta en-el gran risere con el que se mide la legisimidad y la vigencia de las propuestas politicas No cabe ignorar, por orco lado, que esteesfuerzo por edifiear lademocracia tiene luga: shora en una peculiar sitvacibn mitindial marcada por la globalizacion de las distintas formas de relacién entre Estados; naciones 0 pueblos, y ex ea ese contexto, también, que corvesponde encamiaar esfuerzos y demandes. Esaglobalizacién, sin embargo, no ha de ser entendidaen el sentido limitado relative lainterconexién instanciea de paises yals evaporecién delas fronteras gue sostenisa el pasado mundo geopolitico heredado de la Paz de Westfeli. BL fenomeno que hoy se-vive es mis profund e iriteresaave aun, y se vincula con el replanteamicate de los agentes de a golitica y dela economia en el mundo, que, 18 Salomén Lerner F en e) primer caso, dejan de ser solamente los Estados y las agrupaciones que compiten por controlarlo y dirigirlo, y se amplia, mas bien, a las muy variadas instancias —organizaciones, grupos de interés, colectividades— que constituyen la denominada sociedad civil. ‘Asi, correlativamente al debilitamiento del Estado nacional como agente politico central, o como instancia exclusiva y soberana de las decisiones puiblicas, acceden a esa categoria de agentes, y por tanto corresponsables en la defensa y proteccidn de los derechos humanos, persumas ¢ iustituciuues no estatales que deben tener ya un espacio de gravitacién formal en el nuevo sistema juridico y politico internacional al mismo tiempo que se hacen cargo de sus nuevas responsabilidades. Existen’ todavia serios desfases que remediar entre esta nueva conciencia moral y el sistema de normas juridicas que obligan a los Estados. La tolerancia a los crimenes cometidos en nombre del orden del Estado, los reductos de impunidad que todavia ciertos gobiernos garantizan a nacionales y aun extranje- 0 haciendo burla del nuevo consenso moral que impera en el mundo, las cortapisas a la sociedad civil , incluso, las limitaciones que a veces se coloca ella misma para cumplir con sus deberes como agente vigilante y promotora de los derechos humanos, todos esos son desafios que affontar en todo el mundo. Hoy se sabe mejor que ayer, en todo eas0, que asi como hay obligaciones morales para las personas, las hay también para los Estados y que ya no es admisible la entronizacién de una «légica de Estado» como argumento para justificar el atropello de los derechos fundamentales de las personas. En relacién con este tema conviene llamar la atencién sobre otro elemento que se desprende de lo que ya sefalado. Se ha mencionado que respetar los derechos humanos no es solamente ua gesto de abstencién —eno mataris»— sino, con la misma fuerza, tun acto afirmativo. Del mismo modo, la légica de Estado no solamente debe ‘quedar descartada como justificativo de atropellos, sino también como excusa de Estados y gobiernos para no hacer justicia cuando hay una situacién injusta que debe ser remediada, En efecto, la justicia no debe, no puede, estar sometida a un cilculo de conveniencias y oportunidades, como si puede estarto la administrar cin rutinaria del Estado, Una injusticia es, debe ser, una situaci6n anémala para todo Estado democritico, y este debe sentirse impulsado a hacer esfuerzos excepcionales para remediarla ‘En muchos paises, entre ellos el Pent, se avanza hacia los derechos humanos desde un pasado de violencia, se vive un tiempo de reconocimiento y se enfrenta tun futuro que demanda‘de nosotros acciones urgentes. Recordar, entender y 12 pit 4 tien y derechos humanos actuar son los imperativos que obligan hoy a los ciudadanos de estos pafses y no parece arbitrario hallar en esta triple obligacién un paralelismo con esas tres facultades —memoria; inteligencia y voluntad— que, segin la doctrina de San ‘Agustin, secoajugaa y entrevejen para conformarla unidad de la persona humana y social, Se configura de esta suerte un camino ético-social que es responsabilidad de todos; es el camino del recuerdo, del reconocimiento y de la accién, de manera que se pueda manifestar ante la propia conciencia y ante la de los dems que la defensa de Ine derechos hnmanas no es solamente un elemento entre el programa de accidn de un pequetio grupo sino que debe ser la forma de ser democraticos y justos, Ciertamente, ese camino moral tiene la propiedad de transformar las hhabituales ocupaciones y preocupaciones y puede manifestarse como un elemen- to decisivo en la constitucién interna de cada persona como sujeto de la moral. Delograrlose asumira como unaexperiencia vividaeinolvidablelo que antes solo se conocla de modo abstracto y por ello incompleto, y se sabrd, sin asomo de dudas, que la defensa de los derechos humanos —ya asimilados como culttira—es una tarea de todos, que ella no es solamente un acto de justicia frente alos dems, sino también —y de manera promincnte— una aventura de constitucién integral dela propia vida. Asi, siguiendo—aunque sin tener plena conciencia de ello— las ensefianzas de Emmanuel Lévinas, se considerari al otro como el que en tiltimo sérmino nos constituye y quien por tanto otorga sentido a la existencia y aa ibertad; ese otro que es sobre todo el desvalido: el huérfano, la viuda y el peregrino, en suma los sufrientes, hombres y mujeres humildes de quienes no se habla porque han sido arrojados al reino de la in-significancia, 183 Texte | Facticidad y validez (Geagmentos) (por Jitrgen Habermas* (0) Bectersor La idea de derectios del hombre y Ix idea de soberanfa popular ha venido determinatido la autocomprensién normativa de los Estados democrét- cos de derecho hasta hoy. Este idealismo anclado en la propia estructura de las constituciones, no podlemos tomarlo come un capitulo ya pasada de la historia de lasideas politicas. Antes la historia dela reoriaesingrediiente necesarioyrellejo de la tensién entre facticidad y valider inberchte.al derecho mismo, es decir, de latensignentrela positividaddel derecho ialegitimidad que ese derecho reclame para s, La vensin no puede ai triviaizatse ni tampocosimplemente igaorerse, porque a racionalizatién del mundo de la vida permite cada-vez menos cubrirla necesidad de legitimacién que tee el derecho positivo, es decit, ua derecho ‘besado om las decisiones cambiables de-un legisledor politico, permite, digo, cada ‘vez menos cubric esa necesidad de legitimaciéa recurriendo ale wadickin.o 2 la ecticidady en que hemos crecido...Voy a referieme’ brevernéate a! potencial de ‘racionalidad iberado tanto desde ol punto de vista cultural como desde el puato de vista socializatorio, a cuya presin el dereco ha venido quedando sometido ‘cada vez con mis fucrzaddesde las primeras grandes codificacionesde fines del siglo xvo. Ena lag doctvinas del derecho natural clisico, sobre todo en la tradiciéa de “Aristételes y del derecho necural cristiano configurado por el tomisma, qué siguieron operando hasta bien entrado elsigio XTX, se refleja todavia el ethossocial Bi: labennns, Jorgen Fetiided y wide, Sobre ef deyacbo ye! Estado deroortica de dere en rinos de eons del deur eadvecion ea soul sence Redondo, Madkids Trost, 1998 184 ef puto lea y Jerechos humane global, que penetra cravés de las distintas capas sociales dé la poblaci6n y vincula mutuamente ios diversos ordenes sociales. En la dimensién versical de las es componentes del mundo dela vida, a que més arriba nos hemos referido, este eat habla cuidado de-que los patrones culturales de valovaciéa y las instituciones se solapasen suficientemente cor los motives y oriettaciones de dccién consolida- dos en las estruetutas de Ia personalidad. En el plano horizontal de los érdenes Jegidioos habla contribuids 4 concatenar y entrelazar los eslabones normativos que son les costumbres, la politica y el derecho. En el curso de evaluciones que por mi parte he interpresado come eracionilizacién del mundo de la vida», tal trabazéa se rompe. Las tradiciones culturalesy los procesos de sacializacién som los primeros en quedar sometidesa la presién dé una reflexién que hace que poco pote comiencen a ser sematizados por losactores mismos: En Ja misma medida las pricti¢as y patrones de interprétacin a los que se estaba habituado, pertene> cientes a una eticidad que ahora queda rebajada ameyaconvercién, sedifereucian, de las decisiones pricticas que paéan por el filtco.de la reflexién inberenté 2:una capacidad de juzgar avtonoma. ¥ en este empleo de la razén préetica se produce ‘una especializacién que es la que me importa en nuestro: contexto, Las ideas modernasde antorvealizacién y antodeterminacién sebalizan no solo otros temas, sino dos formas diversas de diseurso que estén covtadas «la medida de Ja logica de las-cuestiones dticas-y de las cuestiones morales, La lagica de estas dos clases de cuestiones, quees en-cada caso especifia y distinta, cusja & su vez en evoluciones filostficas que se inician a finales del siglo XVIUL Loque desde Acistdteles se habla liamado wétiew-, adopta desde entonses un septide nuev6, subjetivista. ¥ esto vale tanco paralasbiograffasindividualescomo pata las ttadiciones y formas de vida intersubjetivamente compartidas. Ea conexién con, y como reacciéa a, una eréciente literatura autobiografica de confesiones y autoexamen, se desarvolls desde Roussezu a Sartre, pasando por ‘Kierkegaard, un tipo de reflexiéa que cambia la acted de uno mismo giara con sw propia vida individual. Dicho con pocas palabras, el gar de I introducciom aunavida virtwosa,efectaada por via de demostracidn de casos sjemplares, lugar delos modelos de vide lograda, réconiendsdos para su imnitacidn, pasaa.ocuparle cada vex mis decididamente la exigencia abstracta de'una apreciacién consciente y autocritica, I exigencis de una asuncién responsable de la propia biografia individual, incanjeable y contingente, La interioridad radicalizada queda gravada gon la tarea de un autoenteadinaiente en el que se entzelazan autoconodiimiento y decisién existencial. Este desafio a, 0 exigedcia de, agarrar sondeindolas las posibilidades con las que fSeticaments damos ahi, pero que resuliqn determtinantes 185 een Habarnas en la acufiacién de la propia identidad, lo plasma Heidegger en su fSrmula de la existentia como geworfener Enteourf, es decir, como iactata proiectio, es decir, como «proyecto o proyeccién de si que da consigo arrojaca ahi». La irrupcién de la reflexién en el proceso biogrifico genera un nuevo tipo de tensién entre conciencia de la contingencia, autorreflexién y responsabilidad por la propia existencia individual, A medida que esta constelacién va dibujando cfrculos cada vyez més ampliossobre los patrones dominantesde socializacién los discursosético- existenciales 0 cinicos wo solu se witian posibles, sino en cierto modo includibles: los conflictos que surgen de tal constelaciéa, cuando no sc los resuelve con voluntad y conciencia, se hacen valer en sintomas tan importunos como pertinaces. No solo el modo de vida personal, también Ia tradicién cultural pasa a asentarse sobre esta clase de discursos enderezados al autoentendimiento, Desde Schleiermacher, pasando por Droysen y Dilthey, hasta Gadamer, surge en ‘conexién con, ¥ como reaecidn a, las ciencias hist6ricas una problematizacién de fa apropiacién de las tradiciones intersubjetivamente compartidas, en cada caso nuestras. Peroen vez de las autointerpretaciones religiosas o metafisicas, ahora es ahistoria la quese convierte enel medio en que se produceel autocercioramiento de culturas y pueblos. La hermenéutica filosdfica parte, ciertamente, de cuestio- nes metodol6gicas de las ciencias histdricas, pero responde también ala zozobra o falta de seguridad provocada por el historicismo, a una refracciéa reflexiva en el modo de esa apropiacién puiblica de la tradicién, que efeccuamos en cada caso en primera persona del plural. Durante el siglo XIX, bajo el signo de un hermanamiento de historicismo y nacionalismo, se desarrollé la primera forma de una identidad postradicional. Pero esta se nutrié todavia de un dogmatismo, que se articulé en forma de historia nacional y que, mientras tanto, se encuentra hoy en disolucién. Un pluralismo de lecturas de tradiciones. por principio ambivalentes da una y otra vez ocasién a discusiones concernientes a autoenten- dimiento, que permiten ver que los partidos en pugna se sienten ante la exigencia dedecidir conscientemente de qué continuidades quieren vivir, cudles tradiciones quieren inverrumpir o cudles proseguir. Y en la medida en que las identidades Biwaidea de Hedegger la rconstruye £. Tugendhat con medios womados dela filosofs analiticadel Lenguaje: Tugendhat, E., Selbtbewdfsin und Seloabestimmang, Frankfure Mi Sokckamp, 1979. Gf Vlabermas,Jisgem «GeschichtbewviStsein und postradtioanale Idemttat, en: Eine Art Schadensabraiblang, Branklur aM: Swhrkamp, 1987, pp. 273, 36 Capito & Een y derechos humanos colectivassolo pueden desarrollarse yaen laforma frgil, dinimica y deshilachada de tal conciencis publica descentrada, se tornan posibles ala vez que inevitables discursosérco-politicos que calen a suficiente profundidad. Lairrupcién dela reflexidn on las biografias y tradiciones culturales fomenta el individualismo de proyectos personales de vida y un pluralismo de formas de vida colectiva. Pero simultineamente, también las normas de convivencia se ‘wuelven reflexivas; en ellas se imponen orientaciones valorativas de tipo univer- sallsta. En Ins correapondientes teorlat filaeAficae ee refleja desde fines de siglo XVIIT un cambio en la conciencia normativa. Méximas, estracegias de accién y reglas de aceién, no quedan ya legitimadas por el solo hecho de quese apele a sus contextos de transmisién, es decir, a la masa de tradicién que las arropa. Con la distincién entre acciones aut6nomas y atciones heterénomas, la conciencia normativa experimenta una revolucidn, Al mismo tiempo crece la necesidad dé justificacin, la cual, en las condiciones de un pensamiento postmetafisico, solo puede ser cubierta ya por diseursos morales. Estos se enderezan a la regulacién Jmparcial de conllictos de acci6n. A diferencia de las consideraciones éticas, que seorientan al selos de una vida no fallida, en cada caso mia, 0 en cadacaso nuestra, las consideraciones morales exigen una perspectiva desligada de todo egocentris- mo 0 etnocentrismo. Desde el punto de vista moral del igual respeto por todos ¥y de un igual miramiento por los intereses de todos, las pretensiones normativas de las relaciones interpersonales reguladas en términos de legitimidad, pretensio- nes que ahora quedan netameate cizcunscritas, se ven arrastradas por el remolino dela problematizacién. A la aleura del nivel de fundamentacién postradicional el individuo desazrolla una conciencia moral regia por principios y orienta su accién por la ideade autodeterminacién. Y lo que en el imbito de la vida personal se llama autolegislacién 0 autonomia moral, es lo que para una constitucién de tuna sociedad justa sigaifican las lecturas que de la libertad politica, esto es, de la autolegislacién democratica, se hacen en forma de derecho natural racional. En la medida en que las tradiciones culturales y los procesos de so se tornan reflexivos, se cobra conciencia de Ia Logica de las cuestiones éticas y de lizacién lascuestiones morales, inscrita en las propiasestructuras dela accién orientadaal eatendimiento. Sin poder contar ya con el respaldo de visiones religiosas 0 metafisicas del mundo resistentes a la critica, las orientaciones practicas solo pueden obtenerse ya en iltima instancia de argumentaciones, es decir, de las formas de reflexidn de la aceién comunicativa misma, La racionalizaci6n de un mundo de la vida se mide por el grado en que los potenciales de racionalidad que laaccién comunicativa comporta y que el discurso libera impregnan y fluidifican 187 gen Habart Jas escructuras del mundo dela vida, Contra este remoling de problematiz: son los procesos individuaies de formacin y tos sistemas de saber culturales los quecomparativamente ofrecen menor resistencia, Yen cuantoseimponela logics espectfica de las cuestiones érieas y morales, ya no pueden justificarse alteraativas a largo plazos as ideas normativas que dominas la Modernidad, Ei modo de vida conseiente de Ia persona individual se mide par el ideal expzesivista de autorreae izacién, por la idea deontolégica de libertad y por tz maxima uuilitatista del aumento de las oportunidades en la vida individual. Le ezicidad de las formas colectivas de vida tiene por medida, por un lado, las utoplas te tina convivencia no alicnada y solidaria én el horizonce de tridiciones de las que el colectivo se ha aprapiado de forma autoconsciente y proseguidas erfticameants, y, por otro, los modelos de una sociedad jusca cuyas instituciones estén eosncvaradas de suerve que las expectativas de comportamiento y los confictos se regulen en interés de todos los actores por igual; ana -vaciante de ello son las ideas, ligadas al Estado benefactor, de un aumento y una distribucin justa de Ya riqueza social. ‘Pues bles, una consetuencia de estas consideraciones es de particular interés en nuestro contexto: ent Is medida en que Ix xculturay y les eestoueturas dela personalidad» reciben esta susrte de carga ideatisea, también queda sujeto @ presidmunderetho que seve despojado desu bases sacras, Laserceracomponente del.mundo de la vida, fa esociedads como totalidad de los Srdenes regulados en términos de legitimidad, se concreta, como hemos visto, con tanta més fuerza én el sistema Juridico, cuiznto mis se hace pesar sobre este el cumplimiento de funciones te integracién relativa 2 lz sociedad global. Los cambios bosquejados de las otras dos compoxentes pueden-explicar par qué los éndenes del derecho maoiderino solo pueden iegitimarse ya,y ello cada ver en-mayor medida, recurzien- doa fuentes que ne los pongan en contradiecién con tos ideales postradicionales de vida y con las ideas postéadicionales de justicia, quede antemano se han vuelto. determinantes para el medo de vida personal y para l cultura. Las sazaves que abonaz la legitimidad del derecho, so penade disonaacias eognitivas, han de estar en edacordancis con los principios morales de una justicia y solidaridad univer- salistas, ast como con Jos principios éticos de-un modo de vida tanto de Jos individuos como de los colectives, conscientemente proyectado y asumido con responsabilidad, Las ideas de.antodeterminacién y autorreslizacién no aciotti- zan, empero, sin mis entre sl. De ah que también el derecho natural reneeione a los ideales modernos de justicia ya vs ideales modernos de vida con respuestas gue eg cada caso pones los jcentos cle forma distinta 188 piste 4 tien yderechos bumanos (4) Los derechos del hombre y el principio de soberanfa popular, no son por castalidad las nicas ideas, solo tcuya luz eabe justificar ya el derectio moderno. Pues esas son las dos ideas en que acaban conidensindose aquelloscontenidosque, por ast decir, som los dnticos que quedan cuando lasustancis normativa dexn erbor anclads en tradiciones religioses y metafisieas ¢s obligado a pasar por ei filtro de Jas fundanentaciones postradicioaales, En la medida en que los planteamientos morales y éticos se diferencian entre si, lz sustancia normativa firada diseursivae sieate encuentéa sa acuiacién en esas dos dimensiones que son la aurodetermi- aacién y le sutorrealizacién. Entre los derechos del hombre y 1a soberanis populas, por wa lado, y las dds mencionsdas dimensiones, por otro, no puede, ciextamtente, establecerse una correspondencia de tipo lineal. Pero entre ambas parejas de conceptos se dan afinidades, que pueden quedar acentusdas con mis 0 menos foerza, Las tradiciones politicas que para ajustarme al lenguaje de una discusién que hoy tiene hugaren Estados Unidos, Hamaré,simplificando un tanto {as cosas, la «liberal» y la «republicata» entienden por wn lado los derechos del bombre como expresiin de la autodeterminacibn moral y, por otto, lasoberania popular como expresién de la autorrealizacién érica. Conformea esta cempren- sida los derechos del hombre y ia soberania popular estin mis bien en una relacién de competencia que de complementacién mutua. Ast por ejemplo F, Michelman observa en la uradicién constitveional americana una tensin entée el imperio de las leyes; impersonal, fundado en los derechos innatos dei hombee, y la autoorganizacién espontinea de uaa comuni- dadque mediantela voluatad soberana del pucblosedaasi misma sus leyes!. Pero ‘esta tensiéa puede ser disuelta empujando las cosas, bien hacia un lado, bién hacia el otro. Los liberales evocan el peligro de una stiranfa de la mayortan y postalan elprimado de unos derechos del hombre que garantizaa las ibertades prepoliticas deliadividuory trazan limites la voluntad soberanadeliegislador, Losdefensores * Michelman, Fy Law's Republic, en: The Yale Cate favre, 57 (1988), pp. WS5en Contd que Leoiivucionalismoamericine —tal como te maniiaanenlaveorlaconstiueloasl acadéinies en la phaies profesional de los abogadis y jueces, y-en la autocompreacién politica cotviente de los ‘mericanos en coniuato~, ¢ basa en dos premisas canceraientes I libertad politica: Is primers ex ‘ue los amerisanos son yolieamerteIibees en la matics en que =e gobiernan coletivamnente as fismow y In segunda es que los americancs ton poltieameme libre en la midis enue son gobernados pot leyes y 80 por hombres, Pienso.que wingin pareipante serio, nodserrctivo, en el Aebatecocstizusional amesicano puede rechazar singuna de este dos profesiones dee. ¥ me parece sue se tcata ce premises cays problemiticsrelecién entre ay, por tento, capo eeatida en sujexo a Aieusiones conirorersis 33 finan. 39 Argon Heber de on humnanismo republicans acentiian, en cambio, el valor espectfiea y no instrumentalizable que viene autoorganizacién de los ciudaclanos, de suerte que para una comunidad de por. sf politica los derechos del hombre solo cobran bligatoriedad como elementos de tradiciones en casa propias, que ban sido bjeto de ua apropiacién consciente. Mientras que-segtin la concepeiba libexal ‘is derechos del hombre. se imponen a la consideraeid: moral éomo algo dado, ancladlo en un ficticio estadode natusaleza, conformea la concepciéa zepublicanz lavolumtad ético-politica de uin colectivo que decide 41 raismno Jo qué quiere ser, rno puede reconiocer nada qize no respondaasu propio proyecto de vids, ssumido en auteaticidad. Ea un caso predomaina al momento moral-cognitivo; en cl o:r0, elético-voluntativo, En cambio, Rousseau y Kant trataronde pensar de at suerte ‘en elconcepto de autonomis lauaién de razén priciica y voluntad soberana, que Inideade derechosdel hombre y el principio desoberanta popular seinterpretasen reciprocamente, Sin embargo, tampoco eéos dos suitores logran una conexién anteramnti'simétricade las dos concepeiones. Vistas las cosas en coajunso; Kant ‘sugiere uma leetura mis bien liberal y Rousseau wna lectura més bie eepublicana dela sutonomia politica. ‘Kant obtieneel «principio general del derecho» dela aplicacibn del principio moral a «relaciones externas» y comienza su teorla del derecho con ese derecho a iguales libercades subjesivas, dotadas de facultades de ejercer coercién para hhacerse respetar, que asiste a todo hombre wen vircud de su huimanidad». Ese detecho original regula el «mio y twyo internoss; al apticarlo al «mio y tayo exteinote resultan de l los derechos subjetivos privados (de los cuales parsirian después Savigny y la dogendtica alernana del derecho civil siguiendo a Kant). Este sistema de derectios que competen «inadmisiblementeratodo hombrey alos que al chombre no podria renanciar aunque quisieses, se legitima par principios morales, incluso antes de diferenciarse en forma dé leyes piiblicas, es decir, se legitimna con independencia de esa autonomia politica de los viudadanos que solo se constituye con el contrato social. Por este lado los principios del derecho. privado gozan yaen el estado de naturaleza dela validez de los derechios morales. Por consiguieate los derechos naturales que protegen Ia autonomia privada del hombre, anteceden a la voluntad de! legslador soberano;'y, por consiguiente, la ‘soberanfa dela «woluntad concotdante y uniday de las ciudadanos viene restringida T GE Ran Lon covao'l tépico: Tal ve exo sex cozreto en rect, pero io rvs pea pec! ex: Tory fra, Mads Teens, 185, pp. 338 apilo tien y derschgs hursenos por derechos del hombre fundados moralmente, Pero Kant ao intexpreté esta vineulacién de Ja soberanfa popular a los derechos dél hombre como ana restrieciém porque. partié de que nadie'puede asentir en ef ejercicio de su autonomfs ciudadanaa leyes que velneran ta autonoenla privatlaasegurada pot el derecho natural, Pero entonces la autonomfa politica habria de explicarse desde tuna éonexiéa interns de la soberania popular con los derechas del hombre. ¥ precisaments eso es lo que habsia de suministrer la conseruecién Que representa alcontrato social, Perola forma gradual, es decir, ese modo de proceder por pasos, ‘que adopta ia argemnenitacién ba la Metafisica de las costumbres, ptocediendo de la moral al derecho, impide queen le construccidn de a teoria kantiana del derecho ‘ocupe fa posicién central-que de hecho ocups en Rousseau. ‘Rousseau parte de la eonstitucign dea antonomfa citdadlana y.establece a fortiori entre la soberania popular y los-derechos del hombre una conexiéa interna, Como la voliintad soberina del pueblo solo puede manifesrarse y expresarse en el lenguaje que representa las leyes generales y abstractas, por su propia naturaleza lleva insesivo ensi ese derecho iguales libertades subjetivas que Kant hace preceder @ Ia formacidin de fa voluntad polities com ua derecho del hombre, moralmente fundado. De ahi qiié en Rousseau el ejercicio de lw autoriomia politica yano quede bajo a reservade derechos innatos:el'contenido normativo de los derechos del hombie penetra ins bien en (y forma parte de) el modo de ejercitacién ae [a soberan‘a popular. Le voluntad unida de los ciudada- nos est ligada, 2 través del medis que representa ls leyes abstraccas y generales, 4 un procedimieato-de legislacion democritica, que excluye per se todos. los Intereses no susceptibles de universalizacién y que solo permite regulacionesqie sgaranticen atodos igualeslibertades subjetivas. Conforme a esta idea, el ejercicio de Ia saberania popular de conformidad con ese procedimiento, asegura a la vez la sustancia del wdezecho original de! hombres de Kant, Sin embargo, Rousseau no desarrolla consecuentemente esta convincente ides, porque se siente vinculado de forina més fuerte que Kant 4 la tradicién sepublicana, Rotisseau dal idea de autolegislacién una interpretacién ética mis bien que moral {en el sentido que venimos empleands estos términos) yentiende Ja autonomla come la realizacin de la forma de vida de-un pueblo concreto, conscienterente asiinica. Come 6s sabido, Rousseau se representa la constitu: cién concractualista de Ja soberaafa popular como ua acto, por asi decir, existential de «sociacién» 9 wsocializaciéne, por medio del cua! los individuos aislados-y orientados a su propio éxito se transforinazs ex: ciudadanos de una comunidad ética orientados al bien comin. Como miembros de uz cuerpo rt Jirzen Habermat colective los individuos se funden ex und especie de sujeto eh gran formato que es portador de la prodiccidn de normas, el cual ka roto con los intereses privados de las personas privadas, simplemente sometidas alas leyes. Rousseau leva hasta «el extremo las exigencias y ann sobreexigencias éticas a que queda sometido el ciudadano, las cuales vienen ya inscritas en el propio écncepie republican de comunidad. Cuenta con vireudes polftices que estén anladas en el eras de una voniunidad abarcable, integtadaa través de tradiciones culturales communes, y mas omenos homogénea, La nica alternazivaa elloseria la coercién estatal:. ‘Destle luego, la idea de recurrir para esos finesal adiserisc» con preferencia sobre el conseaso no parece dal todo descabellada si ceparamos en que fa fenomenologts histéries de la lucha politica por !a conguista de'los derechos shumanos, bajo cualquiera desus modalidades conocidas,parece haber eenidoalge gue ver algo con el disenso de individuos o grupos de individuos eespecto de un ‘consensoansecedente—de ordinaria plasmads en Is legislacién vigente— que les negaba de un modo u erro su pretendida condicién de sujetos de tales derechos, 1 Probome der Ei, Sugar: Rear, 198¢ (hay treed castllana de Viel: oblemesdets hic Barcelona iia, 1988)sus -Rerakrationeae (983), pp. 1527, ecras. Bajo el fea de ia rien de Urls Wot (Bis Prmblom des morales Soller, Berin/Nsevs Yorks Wales ue Gasyie, 1984) asus anteiors eDrei Vorieuagen Ger Pobleme der vk» (1981, en ‘Tugondin. oc, ap 57-18] ars tat gprenimaconet lenestin,f sinn, Barca Pa The Goneepcof Man ss Eodin-Elimellem Wolf, RP.) Rent A Colston of Cris! Bay, Landes {azomilin, £965, pp. 21-313 Fly 2. -Pumanly ean En in elem Be. 91 (1980), po. 8 59 yrespecialmente, Welln, bee, Ethibond Dale: Fert denote eb: Retin in der Diskavchi, Prankers Mz Suhelermp, 186) "en trabajo ae obedienes al Dereciey et mperativede lzdlsidenci na neu ona debate), en: Sitema, 70 (1585), pp. 2740. 96 Caius Een y doreenos hurnznos Si, por més que Ja historiografla de fos derechos humanos se haga-a veces retroceder hasta la noche de los tiempos, datamos de los comienzos de esa lucha en sBdad Moderns, no serfa dificil comprobar que —tras todos y cada uno de los documentos que puidieran servirde precedientes ala Declaracién Universal desde 1948 (desdeet Billof Rights inglés de 1689, el del Buen Pusblo de Virginia de 1776 ola Déclaration des droits de homme e: du citoyen de la, Asamblea Nacional Francesa de. 1789, pasando por atiestra Constitucién de Cadiz de 1812, hastala Constiticion Mexicana de 1917 0 la Declaracién’ de Derechos del Pueblo ‘Tenbajadon dela Unibn Soviriea de 1919)— se encuentran las luchas reivindica- tivas que acompayiaron ya sen-al aiceeso.de la burguesia en Jos siglos XVL.XVIL +p XVIIL ye seaal moviniiento obzere de lossighos XIX y XX, dela miéma manera que tras la propia Declaracin de 1948 se encuentran las buchos anticalonialiseas de nuestra époea y tampoco seria diffeil Mdentificar a los mavimientos sociales comemporineos que directa o indirectamente promovieron lo pactos interna cionales de deréches civiles y politicas o de deréskos econémicos, sociales y culrgrales, ambos de 1966, que desarrollan lz Declaracién y forman con ella, en el contexto de las uctividades de concectaci6n legislativa de las Naciones Unidas, To.que se conoce comd el. Acta de los Derechos Humaios"., En nuestros dias, en fin, sera de los larmados exuevos movimientos socisles» —pacilista, éeologista, eminista, ete, de los que. quepa esperar ulteriores avances en, Ia fucka por aquellos derechos derechos que, segiin es de presumir y desear, se han de ver vecogidos en algén momento por lalegisdacién deturno, por més que la actial les dé ain la espalda. ‘Desde esta perspectiva, la historia social y potisita de la humanidad —cox sta perpetud, alguien ditia casi sisfico, tjecy destejer de previos consensos rotos por cldisenso y restaurados huego sobée basesdistincas, para volver a ser headides por ottasdisexsiones‘en unaindefinida sucesin—seasemneja un tanto aladescripcign dela historiade laciencia debidaa ThomasKuha, consu caracteristicaalternancia de-perfodos de atieacia normale bajo la hegemonfa de wn paradigma cientifico dado y de «rivolociones cientificase.. Coma ha comentado Michael Walzer con alguna mordacidad,laaplicacién de los esquemasiic Kshs a luhistoria de los mores hazaaos presta a esta walgo de melodramético més bien que de hisvérieamente TG Pecertvba, Gregorio ed), Dre postcode ls derechos bumaas, Mashrid: Debare, 1987, Fednicden, Ey G. PecesBarba, A, Pérez Luo y fa Peco Sanchis ds), Historia de les derechos umeres, en peeparacioa, s97 over Mogosien realista»!, Pero quiz4 la historia humana tenga mucho de melodrama, cuando no como Shakespeare sabia bien— de cosas peores, pues normalmente, o revolu- cionariamente (en sentido kuhniano y en el otro), se halla escrita con sangre. Y, sise albergan dudas acerca de que en la historia de los mores haya descubrimiento invencién como en la historia de la ciencia y la tecnologia, la invencién de los propios derechos humanos podrfa contribuir a desvanecerlas, toda vez que los derechos humanos constituyen «uno de los mas grandes inventos de nuestra Zevecke), a cuya realizacién tenderfa el establecimiento la «paz perpetua» sobre la faz de la tierra— reclama su puesta en conexién no solo para la ética kantiana sino también con la harto menos sublime filosofia politica de Kant y, de manera muy especial con su inquietante idea de la inasociable sociabilidad» (wngesellige Geselligkeit) del hombre, bajo la que indudablemente se trasluce una vision bastante conflictualista de la historia y la sociedad". # Walzer, M interpretation and Social Criticism, Cambridge, Mass, Harvard University Press, 1987, p26 "QE Nino, CS, Bee ydeechorbumanos, Buenos Aires/Barcelona/México: Pads, 1984, Introduc idm, pp. L417 Gi. Rant, [, Grondlegung zur Metaphysit dey Sten, en: Kant, Ly Grsamimele Scbrifen, Berlin: Akademie Ausgabe’ (og. con der Kéniglich Prouichen Akademie der Winersebafen), 1902, en adelante, vol IV, pp. 433 (ea lo sucesvo, lor obras de Kancsecitarin siempre porestacdiciSn); Kant, 1, Zur ewigon Frieden, vol. VI, pp. 389-360; Kant I, idee tu eer ullgemeinn Gebichte welbingerticbeAbvch, vol IH, pp. 205 (visse sobre exe punto mi trsbaja «Habermas enel reno de los fins: variaciones sobre un ema kantiano>, en: Gulsin, Esperanza (ed), Esplendor ymca dela tia hentiana, Baceslona: Anthropos, 1988, pp. 97-139). 198 Caso 4 sie y derechos humanos En lo que resta de este trabajo, sin embargo, habré de concentearme en los aspectos éticosde la cuestién, dejaado de lado los aspectos filosdfico-politicos, en relacién con los cuales me limitaré a sefialar que el imperativo de la disidencia podrfa dar piea mediear sobre la importancia, junto aa legitimidad critica de que antes hablabamos, de la critica de la legitimidad, esto es, de cualquier legitimidad que pretendicra situarse por encima de la condicién de fin en si mismo que aquel imperstivo asigna al hombre”. ; Tues, entrando de lleno a nuestro tramo final, dicho segunda imperative de la Fundamentacién de la metafisica de las costumbres descansaba para Kant en la conviceién, por élsolemnemente aseveradaen esta obra, de que «el hombre existe como un fin ens{ mismo»! y, como afiadirla en la Critica de la razén préctica, «n0 i puede ser nunca utilizada por nadie (ni siquiera por Dios) tinicamente como ua medio, sin al mismo tiempo ser fins'”. Como antes insinué, el imperativo de iarras reviste de algin modo un cardcter negativo, dado que—bajo su apariencia de oracign gramaticalmente afirmativa— no nos dice en rigor slo quer debemos hacer sino mis bien loque «nodebemos»,asiber, 20 debemostratarnos, ni tratar arnadie, a titulo exchusivamente instrumental, Kant es tajante en este punto cuando afirma que el fin que el hombre es no es uno de esos fines particulares que nosotros podemos proponernos realizar con nuestrasacciones y que generalmen- ce son medios para la consecuciéa de otros fines, como, pongamos por ejemplo, elbienestaro la felicidad, Elhombre no ¢5 un fin a realizar, Por lo que se sefiere alhombre como fin, advierte Kant, «el fia no habrfa de concebirse aqui como un fin a realizar, sino como un fin independiente y por tanta de moi “gativo, a saber, como algo Contra lo que no debe obrarse en ningiin casox™. Los “Hees a alizarse> son para Kant, en cuanto fines particulares, «fines inicamente relativose. ¥ de ahi que, segtin 6, no puedan dar lugara «leyes pricticasy.o leyes morales, sino alo sumo servir de fundamento a «imperativos. hiporéticos», como los que nos dicta, por ejemplo, la prudencia cuando decimos que que no puedan ser medios para la consecuciéa de otras fines. Ello Is incapacita, ‘desde luego, para poder hacerse cargo de que el hombre sea un fin en sf mismo, algo que no. debia de preocupar gran cosaa Heinrich Himmler cuando —segiia relata Hannal Arendt—advertia enérgicamente, ex sus civeulares alas SS, de ada furilidad de plantearse cuestiones relativas a fines en si mismose**, Los tedricos de SOfibid, op ae Bhi 428. "Ibid, pp. B45, ® Ciao por H. Arendt en: Tae Origins of Tetalitaianinn, vol Ill, Nueva Yotls Harvest/Hlateour, 1969 hay eaduceiGncosellana de, Solana, Lovarigenesdelotalitaioma, Madrié: Atanca Faacriah, 1982), p40, ants 33, 200 Cspiata Elen y devochos humanos Jn faclonalidad instrumental, por otra parte, negarfan consecuentemente que quepa hablar de razdn précties, pero —si no acoptanios, como ne hay razin para aceptas, que la wraciotlidads dela epraxiss humana se reduzca a wracionslidad instcamentale— estaremos autorizados, cuando menos, aindagarlaposibilidadde argumentar en pro de aserto kantiano de que ef hombre es un fin en si mismo. Ea mi opiaiéa, quien mis convincentemente ha indagado la posibilidad de semejantes argumentacibn hasido Tugendhat, para quien esun ehechoempirico» —aenye reconocimienre cpieribuye el estudio de los procesos de socializaciGn— {que tante con respecto a nuestra vide como a la de los dems mastenemos relaciones de estimacidn (y desestimaciSn) reeiprocas, que nos hacen sentiracada quien com «untoentre todos» y sometidos de este modo g usia moralidad comin (mencs, precisa,de sufrir un lack of moral sense, esto es, de carecer desensibilidad moral, un caso-este qué Tugendhat se inclina a reputar de «patolégico»)®: sobre un tal hecho se podela pasar luego a conseruir una «moral del respeto reciprocon, moral.que Tugendhat considera, a mi entender acertadamente, come el niicleo bbisico de toda otra moral (lo que no quiere decir que coda moral se haya de constredir a dicho niicléo, pues incluso la propia ética de Kant —en especial, en ‘conesién con su idea def ehien -supremo»— admitivfa otras faesites que el acespetd»"; pero no seria poco, clertamemte, que la moral del respeto reciproco en que los miembros de la comunidad moral otorgarianse reciprocameate ln consideracién de fines—se iallase como cuestiéndehecho ala basede toda moral, con lo que se ver‘s dotads de una efcetiva universalidad®, y, por supuesta, la posicién de Tugendhat entrafia un paso mas sobre la de cuanstos ~sia excluir al que esto escribe—~ se han rendido alguna que otra vez a conceder que la kantiana afirmacién que ol hombre es un fin en sf no pasa de constituir una esupersticib humunitarias, aun cwande una supersticién fundamental sise desea poder seguir heablando de étia) Ahora bien, gconsigue en rigor Tungendhat su prapésite de convencernés? Cualquiera que fuese ef poder de convencimiento de su tesis, y hay que decir que 1b es eseas, él misii6 admhitirla como dudoso que consiguiera convencer aaquel gue carezca de sensibilided moral, con quien confiesa que «0 éerin posible 180s, especialmente 184-155, 156s, areas, Jose, wRespero y etopios goa fuentcr de la moral Kantian en: Pensamiento, 34 (1978), gp. 259-276. Pf Tangendbar, Bde pp. WS-L6 ® GF Muguera, J, aabetmas en el esing de las ness, pp, 6-128, 201 ester taguoran discutits”. Pero gi sé trata de discutir 0 argumentar coino se ‘trata, ese es precisamente el caso ex. que la discusién tendvia que ser ms relevante, “Ami modode-ver, ladrgumentacién de Togendhat se deseavuelve de manera que en el iniperetiva de la disidencia tendria que presaponer el. principio de ‘universalizacidn, ya que este se halla a a ralz de-su concepcién de la moral del tespeto reelproco, vilida al mismo tiempo pata uno qué para todos. Pero quizd tal presuposicién sea prescindible, puesel imperativo de le disidenciapodria valer en principio para ua solo individuo, a saber, el que disienvo y hace suya la more! del rexpeto necinrdco_entendida como la sxolucion te po tolerar nantes tratado, ni tracar consecueatemente a nadie, tmicamente como wii medio, esto es, ‘como un mero Tasmumanto (onde a xesoluciéa de eno tolerar ser traiado inicaniente como un medion deventaria de algin modo un prius sabre la consecueate resoludion de «ao trata® a nadie tnicamente como wn medion, decis, seria previa a la reciprocidad y no solo al principio de universalizacién) ‘Aunque, naturalmente, de lo antedicho se despiende que el individwalismo &tico no equivale a ua imposible solipsismo ético y ha de admitir de buena gana la pregunita acerca de qué pasa con fos restantes individuos. Pero antes de retornar sobre este punto, y con el fin de esclarecer lo que deseo entender por «individuo», voy a pérmitiraie'un breve rodeo a través det trabajo de Jolin Rawl-”, ‘Quiz’ seamos, pes los mismos en Ia vida real queen laposici6n original de Rawls, talycomoSaulode Tarsotampoco dejé deser ei algun setstido vel misirio» al convertisse en Pablo el Apéstol camino deDamasco, pero lo ms probable es {que‘en Ia vide real uno se sierta menos igual y menos libreque en el experimento mental rawisiane ‘Y, comoguiera que ello sea, lo que me atrevo aaventorar es que, desputs de odo, tal vea.un poco de metafisica’al afio no haga dai. ‘Navuralmente, no se trata de resucitar aqui y ahora la doctrine kantiana de los dos reinos, el empisico © fenoménico y el moral 0 nowménico, Pero lo que caso sf pueda sostenerse ¢s que él «sujeto moral» yel asujeto empiricen no coinciden exhavstivamente el uno con el otro. Al decir tal no se esté diciendo, claro_esté, que el sujeto_moral y el sujeto emmpirico sean sujetos realmente se halla lejos de reducirse a las manilestaciones empiricas del sujeto. Por ejempio, aiel peor criminal podria ser nunca reduaido a su conducta observable, puesto queesta no nos permite escrutar sus mis recnditas motivaciones ni intenciones, y ese hecho constistye vina poderosa sazdn para seguirle tratando como wn sujeto ‘moral, lo que es tanto como decir «un'fin en s{ mismo». Como sujetas empiticos, ‘otro ejemplo, los seres humanos diferimos.en talento, fuerza, bellezs, etc., mas © Gf ibid, pp. Zaks. » Gf id po. 25s 203 ever Muguerse sada de llo obstaa que podamos tenernos musuamentepor«iguales»en tanto que sjetos morales. De In.misma manera que, todavfa un ejemplo mis, podemos ‘vernos sometidos en tanto quesujetos empiricosa todasersede condicionazaien- to naturales 6 sociohistéricos, mas_ao seré dado decir que ninguno de tales condicionamienios nos impide ser slibres» sin renunciar al mismo tempo a nuesira condiciga de siyetos morsles. En esa subjetividad, de Ja que brotan “iidisocablemente unldas muestra iutoconciencla y nuestra autodeverminecion™, esdonde,en ia. zadica la digaidad humana», esto e¢,aquello que hace queseamos ssujetose y no sobjerose™: sin duda en estos tiempos nos resulta ditfeil aceptarla idea de que‘el sujeto mioral y.el empitico no'coincidan exhaustivamenite entre si, pero eso, Ip no reducridn del sujeto a sus propiedades manifiestas, era al menos parte de 1 qua los geiegos querfan dar a entender cuando Hamaron al sujexo hypokeimenon™. Ei sujeco. moral Sjemplifiea por antonomasia al sujero asi ‘entendido, y esa es también Ia base de In distancia que separa al sujeto moral det amado esujeto de derechos», el cual consiste cn una variedad, entre-otras, det sujeto empitico, Por lo demés, no todos Jos sui hos son sujetos t eto moral essiempre un individuo, mientras que los sujetos pisses gue Pe sels de derschos pudictan muy bien ser «sujetos impersoniles, como cdlectivos 0 insticuciones, desde una empresa comercial al mismo Estado. E inclusa cuando, ‘por analogia con los sujetos morales, se concede capacidad de «awtoconcienciae yideeautodeterminacida» aciguno de esos-sujetos interpersonales comounaclase sociale una nacién, a0 kay que olvidar que aquellas pasan en cualquier caso por 1 nadientes. "EMors bien: Tos sujios movaler pueden por eu pare sspirar y aspirin de hecho a ser recénocidos como sujetos de derechos. Y entre dichas aspiraciones figura dit de maroeoncienciae y mastgderermincins he sia bilantemaste defendida por Tungenchat en ss obra Selibeun fen nd Selbabesin mg, Franks Subirkamp, 1979, Como Tungendbar adware, Andis Wilde ~

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