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EL GULIO A ECLA german carreradamas INSTITUTO DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA CARACAS EI Culto a Bolivar constituye el primer in- tento de explorar sistematicamente una de las manifestaciones fundamentales de la vida ideo- ligica de los venezolanos. Concebida como un esboz0 para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela, esta obra intenta trazar_ la evolucién del pensamiento venezo- lano a partir de 1830, tomando como eje la que probablemente puede ser considerada como la expresién mas genuina de ese pen- samiento: EL cuLTo A Boxivar. ‘A partic de consideraciones criticas sobre la figura de Bolivar producida por una his- toriografia puesta al servicio de su culto, se estudian las condiciones ideoligicas primarias de ese culto, las modalidades del mismo y su_vigencia. Aunque es obra polémica tan sélo por su temética, responde a Jas exigencias de una metodologia rigurosa, obediente a propésitos ientificos patentes. Un vasto aparato critico apoyado en una extensa bibliografia consul- tada avala los juicios y sustenta las generali zaciones. El autor, Profesor Titular de la Universidad Central de Venezuela y actual Director de la Escuela de Historia de la Facultad de Huma- nidades y Educacién, se ha dedicado prefe- rentemente a la investigacién y la ensefianza de la metodologia de Ia historia y de la his toria de la historiografia venezolana, Varias obras publicadas acreditan su labor de inves- tigacién también en historia de Venezuela, a cuyo estudio ha hecho contribuciones, como la presente, merecedoras de elogiosos comen- tarios de parte de especialistas nacionales y extranjeros. serie de historia EL CULTO A BOLIVAR ESBOZO PARA UN ESTUDIO DE LA HISTORIA DE TAS IDEAS EN VENEZUELA german carrera damas ESTA OBRA SE EDITA EN CONMEMORACION DEL VIGESIMO ANIVERSARIO DE LA FUNDACION DEL INSTITUTO DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA (1949 - 1969) Diagramacién: VILMA VARGAS. INSTITUTO DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA FACULTAD DE HUMANIDADES Y EDUCACION UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA CARACAS, 1969 DERECHOS RESERVADOS CONFORME A LA LEY: INSTITUTO DE ANTROPOLOGIA E HISTORIA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA CARACAS. Joaquin Gabaldén Marquez, tutor de esta tesis, esctibié al margen del Capitulo IV del borrador estas palabras: “Dbservaciéa, La «afliccién» no suele ser sé- lo una verdad psicolégica real, sincera en muchos casos; menos, o nada sincera en otros; sino también un recurso litcrario Iegitimo, a menos que sc negara todo valor a la literatura, a la poesia, a la elocuen- cia, Pero, ges que esas formas de la expresién —co- mo fenémenos humanos que son— no tienen fun- cién alguna legitima, segtin ocasiones, piblico, etc.? GEs que s6lo existe, con legitimidad, el «discurso histérico» cientifico, analitico, sin emocién, sin pa- thos? Yo creo que ambas formas de expresién humana conviven legitimamente. En efecto, aqui se peca a menudo tomando todo por chistoriografiay, cuando hay otros géneros, también validos”’. ‘A quien esto esctibié, advirtiendo y tolerando, dedico esta obra, como prueba de admiracién y amistad. GerMAN CARRERA Damas PROLOGO ...No puede darse una prueba més triste de la propia pequefiez_ de un hombre que su incredulidad para con os grandes hombres” . TomAs CaRLYLE, Tratado de los béroes, de su culto y de lo beroico en la historia, pp. 16-17. Este libro no tiene propésitos iconoclastas, ni es diatriba ni es denuncia. Si por debilidad de mi espiritu hubiese estado en trance de incurrir en lo primero, habria bastado para contenerme recordar el precepto volteriano segin el cual ...“deben respetarse las tonterias del pueblo cuando no se es lo suficientemente fuerte como para corregirlas’.* Si me hubiesen ‘tentado, a su vez, la dia- triba o la denuncia respecto de los sacerdotes del culto bolivariano, siempre me habria quedado corto ante lo dicho por el vigor expre- sivo de Enrique Bernardo Niifiez en su “Cirene”, de José Rafael Pocaterra y de Manuel Vicente Romero Garcia, y de otros, no pocos, que sintieron el hastio de la reiteracién heroica: Enrique Bernardo Nifez: “CIRENE ”No es aquella Cirene que pidié una Constitucién a Platén, el cual no quiso darsela juzgdndola demasiado corrompida. Junto a ella otra ciudad existié en siglos remotos, si bien Platén le hu- biera dado la misma respuesta, ciudad que desaparecié asolada por la sequia y los terremotos. Del mismo origen dérico los nuevos cireneses venerahan su recuerdo y hasta ella hacian remontar el esplendor de sus rosas y de sus razas de caballos. Los cireneses * “Dictionnaire Philosophique”. Oeuvres complétes de Voltaire, vol. 18, t. Ul, p. 273. 11 eran felices. Vivian entregados al culto de si mismos y al de sus héroes que habian dilatado su fama en guerras con los estados vecinos. Hubo, sin embargo, uno entre ellos al cual proclamaron el hombre més grande de la tierra. A divulgar esa gloria dirigieron sus esfuerzos. Diéronse, pues, a ser historiadores y a vivir en el pasado remoto. Esculpieron aquel nombre en columnas, arcos, tem- plos y al pie de una montafia erigieron un panteén, rematado por una torte lena de simbolos. La vida en Cirene giraba en torno de aquella torre bajo la cual —afirmaban— se guardaban las cenizas del héroe en una urna de oro. Sus jardines, sus caminos, sus plazas y montafias florecian de ldpidas y estelas conmemora- tivas. Concluyeron, al fin, por hacer de su héroe un dios a quien rendian el culto més ferviente. Los oscuros tiranos que se sucedie- ron en Cirene permitian este culto y lo favorecian. Encontraban asi un medio seguro de hacerse petdonar sus latrocinios. Pata los cireneses era tolerable la pérdida de sus derechos, de sus bienes, de la vida misma, todo, menos ceder un grano de incienso de sus altares. Los extranjeros hallaron en ese culto una mina inagotable. En ocasiones los tributos se consumieron integros en pagar odas, tragedias, estatuas y panegiricos del héroe. Oradores, historiado- res, cémicos y miusicos llegaron con el nombre de embajadores espirituales a sacar el oro de Cirene. Pretendian ademés los cite- neses que los otros pueblos adoptasen el mismo culto y los emba- jadores no tenfan pena en hacerlo cuando se hallaban en Cirene, para ganarse asf las simpatfas del gobierno y del pueblo. Hubo épocas de hambre en que el pueblo se consolaba leyendo aquella literatura estéril. Pasaban los afios. La nacién no prosperaba, pero las ciudades estaban satisfechas. La fama del héroe era proclamada en los juegos, en las conferencias y solemnidades de todo el mun- do. Vino a ser el estudio de su vida el unico afan de los meritorios cireneses y todo el que escribiese acerca de ella, particularmente los extranjeros, era considerado sabio. Surgian polémicas. Aquél asegutaba que el héroe habia desaparecido de la tierra en una nube resplandeciente, éste que se habia arrojado al crater de un volc4n para dirigirse a las moradas de los inmortales envuelto en una veste fiilgida. Y aquellos en quienes residia la ciencia histérica, la cicncia de Cirene, desempefiaban los més altos cargos. Era el inico camino para ascender en Cirene. La acci6n de los hombres debia retroceder hacia el limite del tiempo en que vivid el héroe cirenés, Fuera de él, todo cafa en oscuro silencio. 12 "EI horizonte mental de los cireneses fue estrechandose cada dia. Y también la vida se hacia mas y més dificil. Vivian, si, el historiador Sosastres, autor de cuatro voltimenes sobre la epopeya cirenese; el venerable Filén, muy entendido en todo lo que per- tenecia al gran cirenés; el historiador Didgenes, notable por su barba gris, quien poseia datos para Ilenar cincuenta volimenes; el tico y avaro Cleén, que ganaba sumas colosales por recopilar cartas del genio; el pintor Glauco, cuyos lienzos decoraban el templo de los inmortales; el alambicado Péntalo, fundador de la escuela ci- renesa, etcétera. El criterio cirenés era inmutable. Corrian los otros pueblos hacia el porvenir, ocurrian en el mundo las mayores trans: formaciones sin que Cirene se diese por aludida. Cirene contem- plaba a su héroe. Escribia libros voluminosos, guardados luego cuidadosamente en las bibliotecas. La misién de Cirene era per- manecer inmévil, vuelta hacia aquel resplandor que divisaba a su espalda como un astro sin ocaso. Y si en el mundo se ofa alguna vez la voz de Cirene era para gritar aquel nombre eterno. "Y Megd un dia en que Cirene, el jardin y la perla de la tierra, desaparecié. Largos siglos pasaron. Cirene parecia muerta con su gran hombre. Pero un ladrillo encontrado por unos labrie- gos Ilamé Ia atencién de los arquedlogos hacia aquel sitio. El la- drillo tenia una inscripcién. Las primeras-excavaciones condujeron al descubrimiento de varios craneos. Estos craneos fueron motivo de disputas interminables. Tenian en el frontal o en el occipucio un vago disefio de figura humana y eran reducidisimos comparados con los de otros contemporaneos, A fuerza de sagacidad y pacien- cia se hallé el motivo de tan sorprendente anormalidad, El disefio tenia extrafia semejanza con la efigie del héroe cirenés grabada en las monedas y medallas. Como era la tinica idea posible, la obse- sién, fue apareciendo aquel perfil en el crdneo de Jos desdichados cirenescs”. (La Galera de Tiberio, pp. 193-197. La obra fue ¢s- crita en 1931-1932). José Rafael Pocaterra: “Pero sobre manera, habia algo que le transformaba [habla del doctor Ezequiel Vivas}: Bolivar! Su culto hacia el héroe era de esos cultos frecuentes entre la gente de mediana ilustracién, una 13 cosa idolatrica, absurda, mal documentada, en que las virtudes excelsas resultan desapercibidas (sic) y la verdadera fisonomia del grande hombre pasa envuelta en una abigarrada procesién de jui- cios y de circunstancias ajenas en absoluto al medio, al personaje y a su accién. Parece ser que la generalidad de los letrados de mi pais no sabe rendir la discreta admiraci6n que dentro del sentido de las proporciones destaca las egregias figuras por encima de la vulgaridad fatal a que les condena la accién... Sacan de su base la estatua, la ponen a danzar en una mesa de cesi6n de aldea, con coronas barrocas, pronuncian discursos y disparan fuegos arti- ficiales... La aguda ironia que inspiré la carta del Libertador a Olmedo después del «Canto a Junin» dijérase que presentia esta desaforada verborrea en que le iban a traer de aqui para alld, con la espada de Boyacd convertida en matraca y los laureles de Carabobo en castafiuelas por entre el rumor de pezufias, de este rebafio inmundo, para estar haciendo grandes frases sonoras, ayer a Guzman de levita y guantes, hoy a Castro de liquiliqui y pei- nilla”. (Memorias de un venezolano de la decadencia, vol. I, p. 103). * * * Manuel Vicente Romero Garcia: —"jAy! jTomasito, esta tierra esté perdida! jSi el Libertador viviera! — "Ese era otro tal, Toté: fué el fundador de la Escuela del Despotismo en la América Latina; y el fusilador de Piar, asi como Guzman fué el asesino de Salazar. ”—Alto ahi, mocito: no permito que se hable mal de S.E. “—Y bastante sacara usted con eso: sepa que soy uno de los hombres mds despreocupados que tiene la Republica. Condeno 4 Jos pillos por sus pilletias, no por su nombre: quien condena en Guzman un despotismo, debe de condenarlo también en Bolivita. "Este mundo est perdido! exclamaba Totd en el colmo de la ira. El Libertador un pillo! "—Deja 4 Totd tranquila, le aconsejé Marcelo: estas viejas tienen 4 Bolivar en las nubes: nadie les haré creer que realmente fué un déspota. 14 "—Y td también lo crees? preguntdle la vieja. ”"—Que si lo creo! "Me avergiienzas, Celo: Bolivar fué un santo. ”—Por eso, dijo Tomasito, lo tienen en el Panteén con el viejo Guzmin y Colmenares: que si fué santo! Yo...”. (“Marcelo”. Manuel Vicente Romero Garcia, p. 214). * eee Mi propésito ha sido otro, elemental y cientificamente legiti- mo: comprender una forma ideolégica de indudable importancia en la vida histérica de Venezuela. En el camino hacia ese conocimien- to ha sido necesario, —no inevitable ni lamentable—, enjuiciar cri- ticamente modos y matices de un culto en cuyo ejercicio se ha abu- sado de la légica, luego de haberse atropellado el sentido comén y exhibido dudosos gustos. En ocasiones a lo inaudito del aspecto resefiado corresponde lo severo del juicio, y quizd hasta la dureza de los términos empleados en su anélisis. Mas que desbordamiento ha de verse en ello prueba de mesura, jtanto es en ocasiones el absurdo que motiva esos términos! En ningtin momento, sin embargo, hemos perdido de vista la pauta de objetividad y de sereno andlisis que nos propusimos como base de nuestra labor. No la hemos perdido de vista y sin embargo no sera dificil a quien se ocupe de ello advertir y delatar inconse- cuencias en el seguimiento de esa pauta. Atribiiyaseles, si se quiere, a contradiccién o a inadvertencia. Las tenemos, por nuestra parte, como prueba de que el objeto de nuestro estudio conspira contra la ideal imparcialidad, —que en mucho puede parecer indife- rencia—, imposible de alcanzar al hallarnos en presencia de inau- ditos procesos ideolégicos acerca de cuyas motivaciones y propésitos dificilmente se puede ser benévolo o tolerante y que, por otra parte, penetran tan hondo en Ia realidad de nuestros tiempos que concitan la reaccién no ya del historiador sino del ciudadano. Dado a estudiar, por oficio, la metodologia histérica y la his- toriografia, tanto en su expresién general tedrica como en su vet- sién venezolana, he abandonado, —si alguna vez la tuve—, la ingenua postura objetiva del historiador como la define la historio- @rafia tradicional, gran maestra, en esto, de un arte no practicado 15 por ella misma. Habrd, pues, en esta obra, un doble contenido: lo que es andlisis y lo que es juicio. A ambos es comin el espiritu cri- tico, y sirva de prueba este mismo prdlogo. Réstame afiadir que la presente obra no aspira a una gran difusién, ni pretende convertirse en una suerte de guia para cam- pafias ideolégicas. La experiencia me ha ensefiado que en esto la suerte de las obras es veleidosa: no siempre las que se lo propu- sieron como objetivo lo consiguieron, y en cambio muchas lo logra- ton sin proponérselo. No se crea, sin embargo, que confiamos soterradas esperanzas a esta tiltima posibilidad. La construccién misma de esta obra, que vemos abrumada por un copioso aparato critico, la sustrae a esta dltima posibilidad y la coloca en su justa dimensién: un estudio escolar de una cuestién histérica sobre la cual habra de ejercerse en un préximo futuro la labor critica de mentes mejor armadas y de espiritus mas templados que el mio. No se alarmen tampoco los “patriotas”. Y si les ocurre alarmar- se, recuerden Ja sentencia de Sim6n Rodriguez, tan buena para prevenit excesos: ...“no hai cosa més patriota que un tonto”™... En todo caso, ellos tienen asegurada la salvaci6n de su alma y yo me complazco por ello. Si no bastare esta prevencién, y si algin cruzado del patrioterismo o algtn sacerdote del culto se sintiere compelido a salir en defensa de su fe, tiene a su merced el cuerpo de esta obra que, —por principio confiada a sus solas fuerzas—, habra de sobrevivir o perecer sin que yo salga en su defensa. Igualmente, si no bastase la obra y se creyese necesario apuntar al autor, —conforme a prdctica inveterada de semejantes cruzados y sacerdotes—, pongo a su disposicién el pequefio arsenal que incluyo de seguidas, amén del que se halla disperso en los epi- gtafes y en el cuerpo mismo de la obra: ...“muchos, con el pretexto del amor y el respeto a la ver- dad, se empefian en presentaros [a los jévenes} las vidas de los grandes hombres por el solo cariz en que ellos, los hipécritas, pue- den, asemejarseles: por el de las pequefieces, las debilidades y las miserias. Adivinan jueces en vosotros y quieren confundiros. As- piran a excusar su falta de ideas nobles, sus apetitos, su vida ne- gativa, con los momentos en que el grande hombre decae, con los * “Sociedades Americanas en 1828", Escritos de Simén Rodriguez, vol. I, p. 162. , 16 contados términos negativos que empequefiecen la suma total del polinomio, con las horas menguadas en que el hombre mediocre, sobre el cual va montado el grande hombre, lo sacude para derri- barlo. No os dejéis engafiar. El hombre ilustre es porque la suma de los términos en mds abruma y hace despreciable la suma de los términos en menos’. (Santiago Key-Ayala, “Vida ejemplar de Si- mén Bolivar”. Obras Selectas, p. 20). “Cuando esos pseudo-criticos llegan a sospechar que también el héroe tiene condiciones humanas, les parece que han realizado un portentoso descubrimiento y de alli en adelante se creen auto- tizados, por una prueba tan extraordinaria de penetracién, a juzgar libres de todo miramiento, y a sefialar con candorosa seguridad aciertos y errores y lo que debié hacerse y lo que hubiera podido ser... toda una re-creacion eglégica de la historia”. (Augusto Mijares, “El fracaso del Libertador como politico”. Hombres e ideas en América, pp. 177-178). “La transformacién mitica que del héroe realiza el pueblo exaspera a los que no son capaces de intuir las aspiraciones ocultas que asi se transforman en idolatria histérica y la fuerza social que fepresenta, en medio de los naturales infortunios que tiene la his- toria de todo pueblo, ese repliegue de la conciencia colectiva eni busca de una visién reconfortante y pura”. (Ibidem, p. 177). .."Para la sétira mds cruel se necesita nobleza y propiedad como para el elogio més subido”... (Simén Bolivar, “Carta al Sefior General Tomas de Heres. Copacabana, 14 de agosto de 1825”. Obras Completas, vol. Il, p. 197). Dicho esto, juzgue el lector... He definido esta obra como un esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela y creo que no es otro su alcance. No nos propusimos hacer una indagacién exhaustiva de la cues- tién. Quiz4 tuvo mucho que ver en esta decisién el hecho de que un recorrido suficiente por la bibliografia nos condujo muy pron- to a advertic una tediosa reiteracién, en la que cuando més se percibia algiin matiz de escasa significacién. Y ha sido asi pese a 17

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