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LA SEXUALIDAD ENTRE LOS ANTIGUOS NAHUAS Alfredo Lopez Austin Instituto de Investigaciones Antropoldégicas Universidad Nacional Auténoma de México He ACEPTADO participar en esta rewnién para hablar del control y de la represién de la sexualidad en las antiguas sociedades nahuas del altiplano central de México, a sabiendas de que en el corto espacio de una ponencia no es posible abordar e] tema en forma ade- cuada. No considero serio evadir el problema ofre- ciendo al ptblico algunos textos interesantes y con- cluyendo, como Perogrullo, que el asunto debe ser estudiado a fondo, En efecto, el tema de la sexualidad en el México prehispanico merece ser estudiado exten- sa y profundamente. Este es mi punto de partida. Nuestra visi6n del problema, aun reconociendo que se ha escrito sobre la materia,’ todavia no es suficiente 1 Enlisto algunos trabajos sobre este tema. Las fichas com- pletas aparecen al final en las obras citadas: Gonzalo Aguirre Beltran, “Medicina y magia”, El proceso de aculturacion en la estructura colonial. Fernando Dfaz Infante, Quetzalcdatl. Ensayo psicoanalitico del mito nahua. Alberto Estrada Quevedo, Neyolmelahualizli, “Accién de en- derezar Ios corazones”, Serge Gruzinski, Alcoolisme, sexualité et déculturation chez les Mexicas (1500-1550), 141 para producir una sintesis equilibrada. Prefiero, por tanto, aprovechar Ja ocasién pata proponer algunos puntos metodologicos que juzgo de peso para incur- sionar en el campo de la sexualidad de las sociedades prehispanicas; y lo hago convencido de que podran ser utiles a algiin investigador que se lance al estudio glo- bal del tema. El primer problema metodolégico es el de la defi- nicio6n de sexualidad. Y el problema debe plantearse como una adecuacidn del enfoque del investigador a la naturaleza del objeto de estudio en una distante so- ciedad estudiada. Nada me impide, como historiador, fijar arbitrariamente las caracteristicas de mi objeto de estudio, formular a mi albedrio un modelo explica- tivo de un sector de una realidad distante; pero de la légica de mi delimitaci6n dependerdn la validez y la amplitud de mis conclusiones. La eficacia de mi mo- delo ira en relacién directa a su aproximacién a la realidad que deba ser explicada. Hay innumerables ca- minos para explicar Ja realidad; pero siempre hay uno 6ptimo. Para la adecuada explicacién de la realidad no basta con que yo defina sexualidad como un con- junto dado de representaciones, creencias, practicas, valores y relaciones sociales. Es necesarto, ademas, que tales representaciones, creencias, practicas y relaciones sociales hayan formado parte, en e! momento histérico Francisco Guerra, The pre-Columbian mind. A study into the aberrant nature of sexual drives, drugs affecting behaviour, and the attitude towards life and death, with a survey of psycho- therapy. in pre-Columbian America. Miguel Leén-Portilla, Toltecdyot!. Aspectos de fa cultura nd- huatl, capitulos: “El papel de Ja mujer”, pp. 300-308, “La curiosa historia, del) Tohuenyo”, pp. 373-384, “La ahuiani, ale- gradora, de los tiempos antiguos”, pp. 402-404 y “Citlalinicue, faldellin de estrellas”, pp. 411-431. 142 cie. La sexualidad no es la lucha de un ser ahistérico contra las imposiciones de una sociedad externa. Los impulsos sexuales del individuo son producto de fa confluencia indisoluble de naturaleza y sociedad. La base biolégica que entra en juego es muy amplia. No puede limitarse a la reproduccién de la especie porque hay aspectos de la sexualidad, el erotismo entre ellos, que rebasa sus limites. En sentido paralelo, tam- poco puede quedar limitada por !as notas de pasién, placer y atraccién de los sexos, Hay creencias y prac- ticas que no llevan implicitas estas notas y que forman parte de un mismo complejo, Citaré algunos ejemplos: uno de los mitos del origen del hombre, el de la pri- mera pareja humana o la pareja humana arquetipica, nos dice que al crear los dioses a Oxomoco y a Cipac- t6nal, se le ordené al varén que labrase ta tierra, y a la mujer que hilase y tejiese, estableciéndose asi la divi- sién del trabajo en relacién al sexo, En la concepcién del cielo solar se habfa reservado la parte oriental, la primera del recorrido del astro, a los guerreros muer- tos en combate, mientras que del cenit al punto del ocaso era dominio de las mujeres muertas en primer parto. El mando supremo en la organizacién politica de México-Tenochtitlan era compartido, aunque no en plan de igualdad, por dos gobernantes: el tlatoani o “rey” y el cihuacdatl, varén éste, pero representante de la diosa de la tierra. Era el equilibrio relativo de los opuestos en el poder. En et hogar el padre educaba a los hijos varones, y la madre, a las hijas, estable- ciéndose asf una transmisién especifica de valores. Los mexicas Haman oquichyolloque a las mujeres habiles, nombre que significa “las de corazén vitil”, con lo que se equiparaban Jas excelencias de !a mujer con la na- turaleza del varén. Todo esto es sexualidad; pero no 144 estudiado, de un complejo de procesos reales y espe- cificos, firmemente articulados entre si. Es necesario que el modelo no proceda meramente de mi arbitra- tiedad, de Ja proyeccién artificial y anacrénica de las concepciones del historiador a la sociedad distante, sino que el campo de Ja realidad social con el que se pretende integrar la unidad de estudio —en caso de haber existido en el pasado— sea descubierto por el historiador, y que el modelo interpretativo vaya siendo formulado con base en este descubrimiento. A partir de una primera aproximacién conceptual, la defini- cién del campo de la sexualidad entre Jos mesoameri- canos tendra que irse afinando conforme se penetre en el estudio de las sociedades prehispanicas. El mo- delo y la penetracién en el campo de estudio deben guardar una relacién dialéctica de acendramiento. Partamos de la idea de que, basicamente, nuestro objeto de estudio no es un aspecto biolégico del hom- bre. Lo que interesa fundamentalmente en Ja historia de la sexualidad es un conjunto de procesos sociales en los que entran en juego, directa o indirectamente, las funciones fisiolégicas y reproductivas de la espe- Alfredo Lépez Austin, Cuerpo humano e ideologia. Las con- cepciones de los antiguos nahuas, capitulo “La edad y el sexo”, vol. I, p. 319-355, y apéndice 7, “Textos nahuas acer- ca de edad y sexo”, vol. II, pp. 257-573. Eduardo Matos Moctezuma, y Luis Alberto Vargas G., Rela- ciones entre el parto y la religidn mesoamericana, Noemi Quezada, Amor y magia amorosa entre los aztecas. ~— Métodos anticonceptives y abortivos tradicionales. ~—- Creencias tradicionales sobre e! embarazo y el parto. Alma Elizabeth del Rio, Bases psicodindmicas de la cultura az- teca. Thelma D. Sullivan, “Pregnancy, childbirth, and the deifica- tion of the women who died in childbirth’. 143 Heva implicitos placer, pasién ni atraccién de los sexos. Las creencias y practicas sefaladas tendian a fijac rela- ciones sociales mediante el condicionamiento de la conciencia. Eran de la misma naturaleza que las con- cepciones y practicas referidas al placer sexual, se ordenaban por los mismos principios légicos. Todo formaba parte de un mismo complejo. No se puede dividir el complejo sin menoscabo. Un modelo inter- pretativo parcial, limitado por Jas notas de placer, pasién y atraccidn de los sexos, produciria una com- prensién muy pobre e incompleta de] problema. {Seria posible estudiar e! erotismo mesoamericano fuera del contexto, por ejemplo, de Ja divisién sexual de} trabajo © de la posicién de inferioridad social de Ia mujer? La base biolégica debe ser mds amplia: la divisién sexual. Si nuestro objeto de estudio debe comprender todas las representaciones, creencias, practicas, valores y relaciones sociales que se fincaron en la divisién sexual de la especie, hay que reconocer que el campo fue vasto, complejo y heterogéneo. Partia este campo de Ja reproduccién misma de la sociedad. La divisién sexual, junto con Ia division de edades, fue uno de los pilares de Ja organizacién de Ja produccién, y lo fue también de la reproduccién de las relaciones de pro- duccién. Fue Ia base de una minima unidad social, la familia, sobre la que se levantaron importantes meca- nismos de la distribucién del trabajo, de los beneficios sociales y de la autoridad. Las relaciones sociales en las que se vio implicada la diferenciacidn de los sexos fueron normadas por miltiples, complejos y funda- mentales cuerpos juridicos, éticos, religiosos, terapéu- ticos, magicos, de buenas costumbres, etcétera. Para abreviar, la simple division sexual era basica en Ja taxonomia del cosmos. Baste recordar las parejas di- 145 vinas distribuidas por todo el universo para darse cuen- ta de que los distintos ambitos universales no sdlo eran tegidos por dioses de uno y de otro sexo, sino de que habia una necesidad de equilibrio al distribuir las fun- ciones de dominio a dioses y diosas que formaban pare- jas de contrapartes. La vida amorosa de los dioses era, sin duda, importante en el mito, Las cépulas, el quebrantamiento de la castidad votada, los adulterios, la procreacién, la muerte de los amantes y aun la masturbacién formaban parte de la etiologia en el mito. Pero m4s que una viva actividad sexual de los dioses, en el panteén de los pueblos nahuas se encuentra una presencia constante de ubicaciones, atributos y activi- dades divinas derivadas de !a divisién sexual. Ante una vastedad tal, cabe preguntar si, aparte de estar fincados en la biolégica divisién de los sexos, todos estos valores, representaciones, practicas, creen- cias y relaciones sociales formaban verdaderamente un complejo; si existieron principios, practicas, concepcio- nes, tendencias e intereses que aglutinaron, organiza- ron y codificaron en estrecha e intensa interrelacién todo este conglomerado heterogéneo. No hay duda; pero una de las labores fundamentales de la investi- gacién es precisar el mecanismo del complejo. No fue una mera proyeccién de un factor bioldgico lo que impregné tan variados dominios de la realidad. La divisisn de los sexos, presente en los procesos socia- Jes, fue uno de los ejes alrededor de los cuales giraron los intereses generales y segmentarios mas caros de la sociedad. Todos estos intereses, todos los conflictos, aflorados en muy diversos campos de la realidad social bajo el aspecto sexual, todos los principios rectores cristalizados en la superestructura, y todos los proce- 146 sos de las acciones de retorno de la superestructura a la base, organizaron y codificaron la sexualidad. En los estudios sobre la sexualidad suele predomi- nar uno de dos ntcleos enfaticos. O se centra la aten- cién en la problematica de la vida sexual del individuo en su momento histérico, o se centra en los procesos sociales de los que Ja sexualidad es cobertura. En el primer caso la sexualidad es 1a protagonista del drama; en el segundo es maquillaje y vestuario de Jos actores. Los principales estudios de Ia sexualidad de nuestra €poca tratan en forma prioritaria de la proble- matica de la vida sexual en sociedades cargadas de contradicciones axiolégicas, de represiones, manipula- cién y control de la vida sexual; de tos conflictos y patologias que la politica de estas sociedades genera en la colectividad y en el individuo, y de los mecanis- mos de correccién de las desviaciones. Son estudios surgidos de las necesidades imperiosas de transforma- cién de sociedades que explotan, agobian y destruyen al individuo. La naturaleza de las particulares fuentes sobre las sociedades mesoamericanas cancela la posibilidad de un estudio de este tipo. Son sociedades muy distantes. Del dolor, de la pasién, de la angustia y de la rebel- dia del individuo ya casi nada se escucha. La vida pri- vada fue cubierta por el silencio, salvo en los contados casos en los que el escdndalo tuvo fuertes repercusio- nes politicas. En cambio, queda abierto e] camino para un estudio que se centre en la ideologia de la sexualidad- Este énfasis en la ideologia de la sexualidad se en- cuentra muy lejos de investigaciones meramente des- criptivas, que desligan el objeto de estudio de su pro- fundo contexto histérico. Pongamos por caso el de la normatividad moral de las relaciones sexuales, en las 147 que destacaba el repudio social a las adulteras, a Jos homosexuales y a tas prostitutas. El estudio escueto de una ética desvinculada del contexto social, global e hist6rico de los procesos sociales, dificilmente pasaria de una descripciédn curiosa e interesante de valores morales exdticos. Una superficial bisqueda de la géne- sis de Ios valores llevaria, sin quemar a nadie Jas pes- tafias, a la conclusidn de que el repudio protege la victud de la familia, 1a normalidad de las relaciones sexuales o la salud ptiblica. En cambio, una investiga- cién en la que histéricamente se ubicara la moral sexual en la globalidad de los procesos sociales, obli- garia a sacar a luz origenes que poco o nada tienen que ver con los valores sexuales, familiares 0 ptiblicos aparentes. La sexualidad debe ser estudiada, por tanto, en su contexto ideoldgico y bajo un método cientifico que evite las supuestas vinculaciones sencillas y direc- tas de un materialismo primitivo; pero, con mayor razén, que se aparte de la ingenuidad idealista que proclama la independencia de la superestructura. Que sea conveniente buscar la pareada existencia de una concepcion ideolégica y de un propdsito oculto que la genera, no es ninguna novedad. Asi lo estimaron con cierta malicia en el siglo xvi los informantes in- digenas de Sahagtin. Contaron al franciscano la vieja creencia de que los reyes se hacian dioses al morir para luego comentar: “...quizd estuvieron equivoca- dos [los antiguos}] para que fuesen obedecidos los quz eran reyes. ..”* Claro que el asunto no es tan simp!2 ni tan directo, y que deben identificarse los conflict: sociales que pretendieron superarse en el campo de ‘2 2 Sahagun, Cédice Florentino, libro X, fol. 1431: "...0mt inic motlapaloltique [in huchuetque} in azo tlacamachozque Hatoque catea...” 148 sexualidad, los grupos sociales que contendieron y la forma en la que la sexualidad se convirtid en vehiculo ideoldgico. En toda sociedad existe un nucleo dominante de principios y valores que constituye una especie de co- Jumna vertebral ideolégica a la que se articulan, aun en su oposicién, otros valores y principios, Una vez descubierto este nticleo, el estudio de su contenido puede apuntar a la genésis y desarrollo de} nucleo, sobre todo en lo que toca al tipo de grupos que, en conflicto, lo generaron. En el caso de las antiguas sociedades nahuas pueden sefialarse como posibles pun- tos de fricci6n generadora de ideologia de la sexuali- dad, en términos muy gruesos, las relaciones individuo- familia, familia-calpulli y catpulli-tiatocdyotl, Recordemos en forma muy sintética qué eran el calpulli y el tlatocdyotl. E\ calpuili era un grupo de familias cuyos miembros decian estar tigados por paren- tesco © por amistad, y que reconocian la ascendencia mitica de un antepasado comin. Los miembros del calpulli habitaban un territorio perteneciente al grupo (“barrio” Io Iamaron los espajioles). Las autoridades ioternas del calpulli distribuian en usufructo las par- celas entre las familias miembros; en caso de que las parcelas no fuesen cultivadas por los usufructuarios, wolvian a su antigua condicién comin. Existia tenden- sta a la endogamia en el calpulli. Independientemente de la actividad agricola, los hombres del calpulli po- seian profesiones comunes. Habia en el grupo un alto grado de cooperacién. Por ultimo, pese a que los cal- pulli se agiutinaban frecuentemente bajo un poder cen- zal, no perdian su individualidad y constituflan una widad politica, administrativa, jurisdiccional, tribu- seria y militar. No obstante la importancia del calpulli 149 como grupo de reciproca ayuda y como unidad de defensa de Jos intereses de las familias frente al aparato gobernante, es obvio que existieron fuertes tensiones internas en e] juego de intereses entre el grupo y !as familias que lo componfan. El tlatocdyotl era este apa- rato gobernante, este centro de poder que dominaba varios calpulli. El grupo dominante estaba constituido por los pipiltin o nobles, y en la ctspide del poder y representacién de los dominantes se encontraba, como se dijo anteriormente, el tlatoani, al que Sos espafioles dominaron “rey”. Una primera aproximacién, meramente presuntiva, apunta a que fa aparicién de los principios rectores de la sexualidad se remonta sin graves alteraciones a épocas lejanas; que se dieron no precisamente en cl enfrentamiento de los intereses del estrato dominante —los pipiltin— y el de los dominados —los macehual- tin—, en la contienda entre el aparato gubernamental y el calpulli, sino en el antagonismo calpuili-familia, enlazado muy directamente con e) enfrentamiento familia-individuo. Los mas altos valores sexuales pare- cen corresponder a necesidades de cohesién de un conjunto de unidades domésticas,; cohesién que, por supuesto, implicé {a reproduccién de particulares y vitales mecanismos del grupo, muchos de los cuales debieron de ser resueltos y consolidados por Ja ideo- logia de la sexualidad: el establecimiento de alianzas; la distribucién, por linajes, de obligaciones, competen- cias y derechos; la organizacién de la autoridad gru- pal, etcétera. Y todo esto bajo el complejo lenguaje del incesto, del pecado, de la enfermedad, de la arque- tipica imagen del cosmos dividido, del mito, del rito, meros vehiculos con !os que los hombres. inconscien- 150 temente, iban descubriendo sus intereses, sus objetivos, sus tendencias. Una vieja tradicién, lentamente modificada, refun- cionalizada, pudo haber constituido el niicleo de la sexualidad en las sociedades nahuas. La imposicién de los intereses del estrato dominante no debe verse, ne- cesariamente, como una coaccién de los pipiltin o nobles sobre Ia vieja ideologia de la sexualidad, que quedaba en situacién subalterna. Cuando la sexuali- dad cubre intereses importantes se transforma en un asunto delicado. La imposicién pudo haberse logrado suavemente, no sdlo cuando existieron intereses comu- nes, sino por reinterpretacién, con refuncionalizacién, con alteraciones casi imperceptibles, con la sustitucién paulatina de las autoridades morales e intelectuales, con el control de los aparatos ideoldgicos... Y todo esto, es preciso repetirlo, como una creacién inconsciente del productor de ideologia, en este caso el grupo domi- nante. Hay que recordar que el pensador ignora la presencia de Jas fuerzas generadoras de la ideologia en su propio proceso discursivo. No es un mistificador, sino un primer creyente del discurso distorsionado por sus intereses ocultos, La imposicién, sin embargo, tuvo que producir algu- nas fisuras. Entre éstas son interesantes las que se muestran en el nacimiento de una distinta sexualidad por estrato social, principalmente cuando se perciben particulares pr4cticas nobiliarias de intercambio de mujeres, determinadas coyunturalmente por convenien- cias politicas; o particulares prohibiciones, como la de Ja prostitucién a las j6venes nobles, que dan a conocer la necesidad de los pipiltin de blandir la mas rigida moral sexual como arma de dominacién frente a los 151 plebeyos, que quedaban con la reputacién de disolutos y, por tanto, de ineptos para gobernarse. Aun planteando una posible forma paulatina de imposicién de los intereses de los dominantes a través de la sexualidad, no debemos creer que el proceso general fue simple y unilineal. Hay que tomar en cuen- ta que la lucha ideolégica se da simulténeamente en muchos frentes y a muy diversos niveles. No es posi- ble reducir el juego de oposiciones a dos grupos en conflicto. Ademds, no siempre vence en la contienda la ideologia del dominante. Su predominio se da en términos globales; pero en lo particular los procesos son aleatorios. Las fuentes ideoldgicas, pues, son miul- tiples. Hay creencias, valores y prdcticas que permiten su- poner que los intereses defendidos son !os de la cohe- sién familiar, al pretender mantener al joven dentro del hogar paterno hasta el tiltimo momento de su sol- teria. Asi se tenderfa a eliminar un lapso de aventuras amorosas. Estas, si !legaran a formalizarse demasiado, disminuirian la sujecién del joven a la autoridad pa- terna, y con ella el aprovechamiento doméstico de su fuerza de trabajo. Ademas, las uniones libres eran una ruptura en la linea de reproduccién institucional. Los jOvenes eran atemorizados con Ja advertencia de que los gozos tempranos disminuirian sus capacidades fisi- cas y mentales. Dice Pomar, refiriéndose a las costum- bres y creencias de Tetzcoco: Procuraban que los mozos, cuando viniesen a tener parte con mujeres, o casarse, tuvieran edad perfecta, y lo mismo las mujeres. Porque dectan [que] si usaban de los actos venéreos en edad tierna y muy juvenil, impedian a la naturaleza, de tal manera que no Ilega- ban a las fuerzas y grandezas de cuerpo que convenia 152 y ella queria. Y aun dicen que era embargo para la habilidad del entendimiento.> Algunos valores parecen expresar el interés de co- hesidn y autonomia del calpulli, como lo eta estimar desgraciado e] matrimonio de una joven con un extra- fio. La endogamia en el calpulli, o al menos la exis- tencia de matrimonios preferenciales entre miembros de! calpulli, es practica muy explicable si se toma en cuenta que la unidad de las familias que lo componian debfa mantenerse en medio de la agitada vida politica que caracteriz6 al posclésico mesoamericano. Son muy frecuentes en la historia del poscldsico los pasajes en que estos grupos de familias, escindidos de unidades mayores por avatares politicos, conservaron su cohe- si6n durante las penosas migraciones; y, de nuevo vinculados a unidades politicas mayores, mantuvieron gran parte de su autonomia como medio de defen- sa grupal. La endogamia permitia que el grupo cerrara filas tanto en tiempos normales como ante la adver- sidad. No faltan entre las ideas referentes a la sexualidad las que descubren necesidades de cohesién de unida- des muy grandes, correspondientes de algin modo a grupos étnico-lingiiisticos. En efecto, las opiniones que los antiguos nahuas tenian de otros grupos inclu- yen las de un comportamiento sexual extraho, que contribuia a hacer mas marcada la distancia con quie- nes convenfa considerar ajenos para lograr, por Opo- sicién, una liga interna mas fuerte. Asi, los nahuas se afirmaban como grupo étnico al distinguirse sexual- mente de los otomies, a quienes atribuian —a hom- 3 Pomar, Relacién, p. 190. 4 Sahagin, Augurios y abusiones, p. 78-79. 153 bres y a mujeres— la capacidad de resistir de ocho a diez cépulas seguidas. Desgraciadamente no sabemos cuanto de verdad hay de la afirmacién de los mismos nahuas en el sentido de que los huaxtecos se exhibian publicamente con el pene y los tésticulos al descubier- to;® pero es posible que algo haya de exageracién. En ocasiones la relacién entre la ideologia de la sexualidad y algunos de jos intereses defendidos es clara. Puede verse, a través de !a confluencia de di- versos valores, practicas y creencias, que las socieda- des nahuas tenian como preocupacién constante el equilibrio de la densidad de poblacién, en peligro con- tinuo por la muerte de varones en la guerra y mujeres en el parto. Una de estas practicas era el matrimonio temprano para ambos sexos, Hacia la solucién de los problemas de densidad demografica se encaminaban también [a exaltacién del amor filial y de 1a procrea- cién, el repudio a las mujeres estériles y Ja prohibicién del aborto, que era castigado con la pena de muerte. Numerosas normas, creencias y prdcticas, ademés, muestran como uno de los valores centrales de los antiguos nahuas la constitucién de una firme unidad doméstica, la familia monogamica estable, en calidad de centro de confluencia y base consistente de una gran cantidad de mecanismos econémicos y sociales. Baste sefialar que como apoyo a Ja institucién familiar exis- tia el rechazo social a los divorciados. Otro tanto puede decirse del repudio a los célibes y a los homo- sexuales masculinos. En efecto, el repudio a estos varones no es por mera proteccién del equilibrio de- mografico. A diferencia del némero de mujeres, el de varones no afecta la simple reproduccién bioldgica, pero si disminuye el nvimero de familias monogami- % Sahagtin, Historia General, vol. IIl, p. 199 y 204. 154 cas. Un escaso ntimero de varones disponibles, un au- mento de homosexualidad masculina, perjudicaba la constitucién de este tipo de familias. En ocasiones la relacién entre la ideologia y los intereses ocultos es compleja. Varias causas se aunan y se refuerzan en una sola manifestacién de la sexua- lidad. En Ia interpretacién del distinto trato a los jéve- nes nobles y a los plebeyos en las escuelas hay, cuando menos, dos explicaciones que son totalmente compa- tibles: una moral de prestigio y un fortalecimiento animico (bien puede decirse que de salud animica) que tenfan un mismo fin subyacente. Los jévenes del templo-escuela calmécac vivian en obligada castidad. Su vida sexual tan reprimida contrastaba con la mayor libertad de los jdvenes macehualtin del te’pochcalli. Los primeros, en su mayoria nobles, vivian en absti- nencia carnal absoluta; los segundos podian tener amantes y aun pasar con ellas las noches, fuera del templo-escuela. gQué deducian los nobles de esta dife- rencia? Como se dijo antes, que los plebeyos, disolu- tos, no eran aptos para gobernarse ni para ocupar puestos ptiblicos de importancia. Podemos invertir la razon: se permitia a los jovenes plebeyos ser mas li- bres, 0 se reprimia a los jévenes nobles, como otro tecurso para el robustecimiento de la situacion premi- nente de la nobleza. La otra explicaci6n me atrevo a Nlamarla animicofisiolégica: una de las almas, el tona- Hi, perdia vigor con las relaciones fornicarias. De 1a fuerza del alma-tonalli dependia en buena parte el po- der de gobierno. La nobleza protegia a sus hijos im- pidiéndoles el supuesto desgaste del alma-fonalli. En otras palabras, a través de la castidad creian que sus hijos podrian adquirir un real vigor animico sobre los plebeyos. A esto pudiéramos agregar que posiblemente 155 existiese uno de esos valores politicos tal vez no cap- tados con plena conciencia, pero intuidos y aprovecha- dos por los grupos en el poder: la vida sexual era una actividad gratificante inmediata que disminuia las ten- siones nacidas entre los plebeyos productores. Los no- bles, en cambio, renunciaban a los placeres sexuales en su juventud temprana a cambio de una posicién de privilegio un poco mas tardia; privilegio, por cierto, que no excluia una activa vida sexual. Pero no siempre las causas se aunaban y se refor- zaban. Es frecuente que aun en el seno de un mismo sector de la sociedad se opongan intereses que afloran en el campo de la ideologia de la sexualidad.® Si la contraposicién es peligrosa y grave, puede impeler al grupo a la resolucién de Ia alternativa por medio del sacrificio de valores, pérdida de practicas tradiciona- les y destruccién de instituciones, verdadera conmocién en este tipo de sociedades, pues adquiere la apariencia de una incomprensible lucha superestructural, en la que los mismos participantes no alcanzan a entender el grado de tozudez, conservadurismo o rebeldia de los contrarios, Esto, que es relativamente facil de detectar en sociedades de las que existen fuentes mds explicitas, apenas puede sospecharse por muy vagos indicios en las sociedades mesoamericanas. La ideologia de la sexualidad fue estructurandose a medida que se cristalizaban, explicita o implicitamente, 4 Es de interés reproducir aqui tas palabras de Meillasoux, quien, al referirse a la comunidad doméstica, afirma: “...el pro- ceso de reproduccién, aun cuando aparece como dominando las preocupaciones sociales y politicas, y aun cuando inspire lo esencial de las nociones ideoldgico-juridicas, est4 subordi- nado a las condiciones de produccién", Mujeres, graneros y capitales, p. 62. 156 tablas axiolégicas de distinto tipo: ya morales, ya reli- giosas, ya de salud, estéticas. juridicas, de buenas ma- heras cortesanas, etcétera. Eran tablas de valores que variaban no sélo en raz6n del estrato social, particular tradicion histérica 0 magnitud democratica de las po- blaciones —ya aldeas, ya ciudades—, sino por mera circunstancia. Y esto ultimo no es exageracién: debe tomarse en cuenta, por ejemplo, que no era la misma moral la que guiaba a un grupo de estudiantes al san- grarse ritualmente en el templo-escuela, que la que Jo regia cuando entre Ja multitud presenciaba una danza de atractivas jévenes. En la fiesta, el arrojo de los mozos no era sélo producto de la posibilidad de burlar la constante represién de su vida; era una obligacién, también reglamentada por un subsistema de valores. Sin duda, la reconstruccién de estas tablas seria una excelente guia de estudio. Pero Ja informacién acerca de los valores es heterogénea. Por ejemplo, poco se encuentra en los textos acerca del ideal de belleza fi- sica. Es excepcional la lista de atributos de belleza masculina cuando se describe al joven que se convertia en imagen del dios Tezcatlipoca. Este joven, al repre- sentar al dios del destino, debja ser un apuesto ene- migo capturado en combate. Sus caracteristicas, enun- ciadas predominantemente como negacién de defectos, aparecen en lengua nahuatl en el Cddice Florentino.” Existen otras menciones sueltas acerca del ideal de be- lleza, entre ellas la del cuerpo magro de los adolescen- tes, estimado porque tenia la virtud de dejar pasar de prisa los deseos sexuales. Es éste, por tanto, un mo- delo estético con una fundamentacién ética. Menos es lo que existe acerca del ideal de belleza femenina. 7 Sahagtin, Cédice Florentino, libro II, fol. 30r-31v. 157 Es probable que el silencio de las fuentes corresponda a una tendencia de ahogar la belleza de las mujeres nubiles. Noemi Quezada, al referirse a las que ella llama “técnicas del cuerpo decente” entre los antiguos nahuas, afirma que tenian como meta “hacer a Ja mu- jer lo menos vistosa posible, fundirla en la masa de la sociedad”. Y esto, a su vez, es congruente con el cuidado de los padres de evitar que las bodas se con- certaran por la libre voluntad de Jas parejas. Y es con- gruente también con textos que hablan del amor na- cido en el matrimonio, no de un amor del que nacia el matrimonio. Ei enunciado de los valores morales, en cambio, es muy abundante. El estudio de a autenticidad del infor- me de las fuentes debe ser en este punto especialmente cuidadoso, ya que existié una tendencia colonial a utilizar las descripciones de las costumbres prehis- Panicas como instrumentos moralizantes. Frecuente- mente los sacerdotes cristianos se dirigian tanto a los espafioles como a los indigenas cristianizados haciendo valer el argumento de que deberfan avergonzarse de que en tiempos de la infidelidad algunas costumbres indigenas fuesen mas puras que bajo el dominio de los cristianos.® Esto, obviamente, los hacia exaltar fos va- lores antiguos de la moralidad sexual. Lo diametral- mente opuesto también se dio, ya que la dominacién espajiola tuvo entre sus justificaciones la destruccién un mundo de pecado, dominado por el demonio y su- 8 Quezada, Amor y magia amorosa, p. 50. ® Este mismo tipo de argumentacién aparece en Las Casas, Apologética historia sumaria, vol. I, p. 187. 158 mergido en Ia m4s negra de las abyecciones.'° Las descripciones de las antiguas costumbres se convirtie- ron asi en apologia de la conquista. Es conveniente precaverse contra otro posible error: los evangelizadores vieron en los huehuetlatolli o “discursos antiguos” un excelente vehiculo para sus prédicas y, con tan sélo modificar el contenido para adaptarlos a sus propios valores, irrumpieron en las conciencias indigenas por las vias que habian sido tradicionales. En !a actuatidad los textos de estos hue- huetlatolli son fuentes valiosas de informacién, sobre todo cuando el discurso se conserva en lengua ndhuatl; pero debe tomarse siempre en cuenta que sus modi- ficaciones han de ser cuidadosamente identificadas. Estos son sdlo ejemplos de las alteraciones de la informacién en torno a la delicada materia de la moral sexual. Lo que no resta importancia, por supuesto, 2 estas fuentes y a otras que proporcionan abundantes datos sobre la moral sexual indfgena y sobre !a apre- ciacidn que de ella tuvieron !os dominadores europeos, fuentes tales como los procesos judiciales, los manua- les contra iddlatras y los confesionarios. Creo que, una vez analizadas genéticamente Jas fuentes, eliminados de ellas los valores exdgenos mds notables, queda en Jos textos un innegable acervo indigena de consejos, normas, burlas, rechazos, temores y anécdotas que permitirfa reconstruir Jas tablas axiolégicas de la sexua- lidad. En las tablas se notaria, por ejemplo, fa preo- 30 Aguirre Beltran dice: “Los padres de la Iglesia gustaron de envanecerse de su abstinencia frente a los placeres de la carne; jam4s se cansaron de fustigar Ia bestialidad de los gen- tiles y tenian como argumento favorito la aseveracién de que, salvo el cristianismo, todas las religiones eran impuras”. Afe- dicina y magia, p. 163. 159 cupacién de los padres de apartar a sus hijos jovenes de los excesos y las anomalias sexuales, que, junto a Ja negligencia, la soberbia, el orgullo y la embriaguez con pulque o con psicotrépicos, son los vicios mas mentados en los textos de las amonestaciones. Una primera y somera aproximacién permite des- cubrir los valores mas conspicuos. Entre ellos destaca el de la virilidad en una sociedad machista. En efecto, la superioridad del varén sobre la mujer puede notarse en varios campos. Asi, no se consideraba adulterio la copula del hombre casado con una mujer soltera, y si la de un casado o un soltero con una mujer casada, lo que demuestra que existia un interés de defensa no tanto de Ja integridad del hogar, sino de un derecho del marido sobre la vida sexual de su mujer, dere- cho no reciproco. No quiere decir esto que otro tipo de creencias, valores y practicas no condenaran al esposo libertino; pero no pueden compararse con Ja gravedad del adulterio, que era castigado con Ja pena de muerte. También comprueban e} valor de Ja virilidad la poli- gamia como premio a los guerreros distinguidos"’ y la posibilidad de los valientes de tener parte con las mu- jeres que participaban en la fiesta de tlaxochimaco, de igual modo como premio a las hazafas.12 Como con- traparte, destaca el valor negativo de la feminidad: ta mujer, por ejemplo, en términos de salud, era concep- tuada como un ser de naturaleza f4cilmente desequi- librable y, por tanto, vulnerable y generadora de fuer- zas nocivas. Obviamente, a esto correspondia una exal- taci6n de la virginidad que era mucho mayor en las jovenes que en los jovenes. La falta de virginidad era 'l Duran, Historia de las Indias, vol. HM, p. 164. 12 Sahagin, Historia General, vol. I, p. 179 y 184. (60

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