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4, Maria Luisa Puga Diario del dolor MME BIBLIOTECA CENTRAL §& Coleccién Primero Suefio Cuerpo y escritura. Estos son los dos elementos fundamentales que se entrelazan en los libros de esta coleccién, formando un tejido que es a la vez piel y pagina, palabra y goce (goce de la palabra). Los cuerpos y la escritura tienen ambos las huellas de la memoria; marcas, cicatrices que son también deseo, que son también historia. En este sentido, el erotismo es erotismo de los cuerpos, pero es también —y sobre todo— erotismo de la palabra. Lo erético en estos textos es la transgresién (a las normas literarias, a las normas corporales...), la subversién, la “fuga” del lenguaje, el devenir palabra inscrita en la piel. Lo erético es la busqueda de un lenguaje de creacién y ruptura, de un lenguaje nartativo que roce la poesia, que se “con-funda” con lo poético. “;Acaso existe una diferencia verdaderamente aprehensible entre la poesia y el erotismo?”, se preguntaba Georges Bataille. “Primero Suefio” es exploracién de ese espacio indiferenciado, exploracién de ese espacio de deseo. Sandra Lorenzano Directora de la Coleccién Maria Luisa Puga Diario del dolor DIARIO DEL DOLOR D. R. © Marfa Luisa Puga, 2003 ALFAGRARA oS UUyneasnan ma CCusestmo De So ean De esta edicién: D. R. © Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. de C.V., 2003 Ay. Universidad 767, Col. del Valle México, 03100, D.F. Teléfono 5688 8966 www.alfaguara.com.mx Directora de la coleccién: Sandra Lorenzano Universidad del Claustro de Sor Juana Izazaga 92, Centro Histérico, México, D. F. www.ucsj.edu.mx Primera edicién: junio de 2004 Coedicién con el Instituto Nacional de Bellas Artes y con el Claustro de Sor Juana ISBN: 968-19-1367-1 D.R. © Disefio de cubierta: Angélica Alva Robledo, sobre una xilografia del siglo XVI. Impreso en México odor los derechos reservados. Esta publicacién no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, niregistrada nv tuanamitide por un sistema de recuperacién de informacién, en ninguna forma ni por ningiin medio, sea mecdnivo, fotoquimicn, electrdnica, magnético, electrodptico, por forocopia o cualquier otto, sin el permiso previo, pot eactite, de le editorial BIBLIOTECA CENTRAL cusp (A72 72. LS taemeeane EE MATRIZ //4Y9 71 num apa 6742 94 6 CD 4252 Tite Para el doctor J. Gabriel Herrején Cervantes 1. La forma Es desazén, incomodidad, posturas imposibles. Pro- duce que el cuerpo no se esté quieto. Es una compa- fifa ineludible e inasible, concreta que me cubre como coraza... no, pareceria que es insoportablemente fuerte y no. Mas bien es como aureola. Y tiene una manera de manifestarse siempre sorpresiva, casi juguetona: jamds sé por donde. EI cuello, las rodillas, los ante- brazos, la cintura. Desde que llegé no he vuelto a estar sola. 2. El espacio Tiende a querer ocupar todo el espacio. Desplazarlo a uno por completo. Y muestra su cara agresiva cuan- do uno no lo deja. Uno no lo deja que invada por completo por miedo. Ya no es tanto el dolor lo que intimida, sino su agresividad. Llega a ser tan extrema que uno despliega una nueva actitud: la rabia. Una rabia inmensa. Pareciera entonces que uno lo saca a patadas de la conciencia. Pero el dolor ha conseguido 10 su objetivo: todo nuestro ser est consciente de él. No cabe nada més. Y por eso lo comenzamos a experi- mentar otra vez, como quien no quiere la cosa. Peque- fiito, insidioso, casi burlén. Entendemos, mi cuerpo y yo, que el espacio ya no es nuestro; tampoco ¢s del dolor, es de los dos. Y hay que aprender a compattirlo. 3. La presencia Ya que sabe que no puede ocupar todo el espacio, acepta quedarse buena parte del tiempo sdlo como presencia. Y eso es lo que produce el verdadero so- bresalto. Es como adquirir una suegra, un nifio pa- riente huérfano, un vecino ruidoso. Ya no se iran. Tienen que ver con uno y es responsabilidad de uno adaptarse. Ahi estas Dolor, no sé por dénde te vas a aparecer nunca, pero me estards dando jalones mds o menos apremiantes todo el dia, todos los dias. Antes yo no era asi y a veces me extrafio. 4. La aceptaci6n Por més que me esfuerzo no puedo ver por encima de él. En cualquier direccién que mire, ah{ est, aun- que s6lo lo capte oblicuamente. Esta estacionado en mi mirada y es cuando despierto por las mafianas cuando més extrafieza me causa. Llegé, llegé para quedarse, pero no me puedo acostumbrar a él. Con nostalgia recuerdo cuando no estaba, o no de esta manera tan definida. Y como me cuesta acostumbrar- me, la que cambia soy yo. Soy desconocida. No es ll desagradable, es inquietante. Como estar ausente. Quisiera tomarlo por los hombros, con fuerza y sen- tarlo a mi lado. Esté bien, pero quédate quieto. No me estorbes, no me tapes. Quieto ahi. Parece que acepta, que es sumiso y que con tal de quedarse hard lo que yo le diga, pero va agarrando confianza, Se siente cada vez més libre. 5. La insidia Ya ha sido aceptado, ya ha asentado su presencia en la costumbre. Casi podrfa decirse que es parte de mi persona, pero descubro su insidia, su inagotable insidia y no me repongo. No puedo sino mirarlo y ver como hace de los objetos (que yo creia amigos mios), sus secuaces. Puede uno ver cémo se vuelven mustios. Cémo de manera solapada ruedan lentamente hasta caer al suelo. Con una terquedad dura se convierten en obstdculos insalvables. El bastén, que comienza a convertirse en una extensién del brazo, puede ser ina- movible cuando yace en el piso. No se deja levantar, mete un extremo bajo el refrigerador. No se deja rotar. Cosas que en otras situaciones hace casi por sf sélo. La silla del escritorio también se vuelve indémita. 6. En la vida diaria ‘Aveces nos quedamos solos mi dolor y yo. Nos con- templamos con desgano. Haz lo que tengas que ha- cer, parece que nos decimos. Y se me ocurre entonces: 3A dénde se podré ir si lo ignoro? Nos quedamos so- 12 los y nos miramos de reojo. Hay una como amargu- ra en ambos. S{, hénos aqui conviviendo, pero no pasa nada. Me hace cambiar mi vida, pero no es in- soportable. En cambio él, estoy segura, necesita mo- vimiento y lo estoy decepcionando. El desdnimo, la depresién, las molestias, incluso, no duran demasia- do. No tienen un desenlace. Cuando nos quedamos solos nos aburrimos. 7. Los respingos de Dolor A veces se asusta, es muy contradictorio, porque por un lado se aburre de prolongar su estancia en un solo cuerpo, pero si oye cosas como “curacién”, me enca- ra ofendido, con un rictus enfermizo en la boca. Me hace pensar en un psicépata gringo. Si no la estamos pasando tan mal, zo si? Quisiera describir su aspecto: es delgado, untuoso, oscuro. Est al acecho siempre, aunque no esté cerca. Lo siento en distintos puntos de mi cuerpo y cuando me veo accidentalmente en el espejo, me parezco a él. No es nada agradable. En mi imaginacién me veo contenta y ligera. Clara y aten- ta. Cuando me acuerdo, erguida. Si me voy encogiendo es porque lo traigo encima y por mds que le echo hom- brazos no se quita. En eso se parece a Gato (que es mi gato): encimoso. Sélo moviéndome se aleja un poco. 8. Cero uno a su favor Hoy me vencié. No sabfa que se trataba de eso hasta que tuve que reconocer su victoria total. La cosa es que 13, yo no lucho en contra de él. Yo lucho en contra de mi estado de dnimo, para que no se caiga. Por eso me agarré desprevenida, ademds de que lo hizo cuan- do estaba dormida, no se vale. Con una mueca bur- lona se jacté: No hay reglas. Sé que esté enojado porque nuestra vida no es tan apasionante, a veces se quisiera ir y no puede. A diferencia de mi, él no quiere aprender a vivir conmigo. Por mi, que no aprenda, pero no es asf la cosa. No es simplemente encogerse de hombros. Yo me tengo que apuntar tantos tam- bién, pero no como en un partido de tenis. Tengo que ganarle terreno. Tengo que irlo desalojando, a medida que recupero mi cuerpo. Quiz4 mi conviven- cia con él no ha sido la acertada. A lo mejor entendi mal. Cref que con dejarlo estar era suficiente. No, no es asi. Hay que reconocerlo, entender su tamafio, su volumen para poder cercarlo. 9. {Una iguales? Porque pareciera que ayer se ausenté. Me dio vaca- ciones, o un respiro. A lo mejor se puso a reflexionar sobre mis palabras de antier. No estamos compitien- do. Estamos aprendiendo a convivir. Estas dos natu- ralezas estan aprendiendo: doler/aguantar. Cuando tuve que convivir con el miedo, hace ya mucho, aprendf que no es venciéndolo, sino poniéndolo a mi lado. ;Ser4 asf con Dolor? A, ratos, como ayer, ceja. En otras ocasiones me agarra desprevenida por- que yo me descuido. 14 10. Cuando se mete en el suefio No lo veo, nunca lo veo como cuando estoy despier- ta. En el suefio es un ruido que aparece en mis rodi- llas u hombros. Un ruidito crujiente, huidizo, pero pertinaz. Me atormenta, que no es lo mismo que de- cir: me duele. Me abruma, si, su presencia. Me afea. No quiero ser mirada. No quiero que lo descubran, es algo muy privado. No es algo mio, es algo que al- guien me aplica. Sdlo puedo pensar en torturadores helados. Varios, aunque invisibles. Despierto y me reviso: no estan, se quedar6n alld, en el suefio. 11. :En dénde quedé yo? Porque tengo bien definida su presencia, su territo- rio, sus recovecos, pero gy yo? Perdi mi imagen. Esa que tanto tiempo he pasado en construir, que es tan fragil porque cualquier cosa la distorsiona. De repente capto una imagen en el espejo y no la identifico con- migo. ;Cémo explicar lo que veo? Huesos. Huesos sin volumen. Y por més que persiga a las personas sentadas en sillas de ruedas, en la televisi6n o en la realidad, no me s¢ ver asi. Soy algo huidizo, indefini- ble, algo que se est4 evaporando. Y es cuando lo siento a él, a Dolor, engordar a mi costa. 12. Cuando los demés hablan de él Los escucho asombrada, casi como si estuvieran ha- blando de otra cosa. {Te dolié?, me preguntan si pa- samos un bache en la carretera. ;Ahorita te esta doliendo? Siento que Dolor se duele cuando hablan rrr 15 as{ de él. Siento que me mira entristecido. Yo quisie- ra explicarles que no es asf. Esta ahi siempre, pero no es ast. No emite vibraciones ni echa mal de ojo. Se deja ver apenas. Roza. A veces pellizca. Esta ahi, sim- plemente. A veces se acurruca junto a mi y yo de tanto en tanto le rasco la cabeza. Esta bien, me hace llorar a veces; me mata de la rabia otras, pero Ja mayor par- te del tiempo esta. Sdlo estd. (Qué buen 4nimo!, me dice la gente, ;Qué fortaleza! Me vuelvo a asombrar. Me resultan mds desconocidos ellos que Dolor. 13. Como no se mueve, platico con él Siempre creo que te vas a quedar en el estudio cuan- do me voy a México, igual que Gato, pero te vienes de polizén. ;Qué tienes que andar haciendo en la ca- mioneta, echado a mis pies, estorbandome? ;Para qué me tienes que venir a doler en medio de esta ciudad, como si con ella no fuera suficiente? ;Acaso tienes obligaciones? ;Eres como la otra cara del enfermero? {Cumples con un horario? ;Haces reportes? Punzada a las doce treinta. Pellizcos a la una, en medio del trdfico, con esa cantidad de gente que va y viene como si todo fuera normal, hasta su hambre. Y tt ahf, como burécrata, cumpliendo tu aburrido deber. Porque te aburres gno es cierto? Sospecho que te gustan los ra- malazos que te !levan a EMERGENCIAS en los hos- pitales; que te hacen caminar con paso rapido y con la adrenalina en alto. Te gusta el movimiento y el cam- bio de escenarios, no esta quietud casi cobijadora de un dolor opaco, aguantable y siempre presente, como bulto que uno Ilevara encima. Y te aburres. No pue- 16 des hacer nada, No te puedes ir, pedir un cambio de plaza, algo. Y ni modo que te eche yo, ya no se pue- de. Ya te acepté, igual que al miedo, que por ahi anda y est4 tan hecho a mi vida que resulta invisible. Mie- do ya es igual que Gato. Anda por mi estudio, que es el suyo. Lo recorre, lo olisquea, se retuerce en el sue- lo de placer cuando enciendo el calentén, se queja enojado cuando se le acaba la comida. Vivimos so- los, pero juntos. Sdlo protesta cuando se me olvida. 14. El tiempo y Dolor Perdi el pasado y el futuro. Ambos son irreales. Que si la prétesis, la operacién. Que si cuando no me dolfa. Ya no soy asi y no seré de otra manera. No lo puedo ima- ginar. Soy este presente raro y largo que no me permite ver hacia dénde se dirige y en el cual estamos conte- nidos Dolor y yo como incémodos pasajeros de un solitario vagén de tren. Hay mundo en torno nuestro, podemos escucharlo y sentirnos contenidos por él, pero yo, al menos, no me siento parte de él. No me siento parte de nada mds que de mi cuerpo tan raro, tan des- conocido y al mismo tiempo tan mi casa. Con todo y ese intruso. Ambos miramos por la ventana. ;Cuél ventana? Sepa. Yo siento que miro por la ventana todo lo que me rodea y que voy dejando atras. No estoy yendo en linea recta, para nada, es ondulante, capri- chosa, como esos garabatos que hacemos mientras ha- blamos por teléfono. Tiene un no sé qué de satisfactorio. Y tiene también sus momentos buenos y malos. 17 15. Los amaneceres Hay tres tipos: el diabdlico, el adolorido, el normal con dolorcitos. Es en el transcurso de la noche cuan- do me va diciendo (murmurando) Dolor cémo ser4 el dia siguiente. Cuando abro los ojos no lo sé, se me ha olvidado 0 a lo mejor no me lo ha dicho, pero basta el menor movimiento para saber cudl sera. Una sensacidn total del cuerpo. No cabe nada mds. Los suefios se evaporan, igual que los planes para el dia. No es que queden cancelados. Simplemente desapa- recen en esos momentos. Comienza el lento recorri- do del cuerpo por cada uno de sus sectores para saber por dénde no hay que pasar. Me siento observada con atencién a medida que elimino movimientos. ¢Con qué podria comparar esto? Tal vez podria ser con la ropa que uno se pone. Cada prenda dicta la manera en que se va uno a mover. Ah, me puse los pantalones estrechos. Este su¢ter es el de las mangas demasiado largas. Nunca en mi vida he logrado que la ropa se experimente igual. Cuando es cémoda es de chiripada. Y uno se aferra a una blusa, una cha- marra, lo que sea. La vida suelta su risotada. La vida es lo menos burocratico que he conocido, Cuando tomo el primer sorbo de café ya me co- nozco en mi versién de ese dia y estoy dispuesta a empezar su transcurso con lentitud y placer hasta donde se pueda. La atencién de Dolor se disipa. 18 16. En estas condiciones, cémo hacer la cama Lista de materiales: -Una cama -Dos cobijas ligeras y calientes y una sabana -Dos almohadas -Un bastén -Una silla con ruedas de esas de escritorio (né- tese, no una silla de ruedas). Supongamos que usted tiene acceso a un solo costa- do. Ayudandose con el bastén y los pies, impuilsese hasta la orilla de la cama. Retire las cobijas jalandolas desde los pies con el brazo que le duela menos. Debe uno hacer a un lado los conceptos diestro 0 zurdo. Serd lo que el brazo que duele menos permita. No quite la sabana por nada del mundo. Impul- sese hasta la cabecera y retire las almohadas. Si una de las almohadas le queda lejos, arrdstrela con el bastén. Y con el bastén alise la sdbana. Alisela de manera que no quede la menor arruga. Nada més doloroso que una arruga en la s4bana. Puede ser una tortura que dure toda la noche. Empiijela con conviccién hacia el cos- tado opuesto. Lo que sobre métalo de su lado utili- zando la mano del brazo que duele menos. Que sus movimientos sean breves, lentos, casi placenteros. Hacer una cama puede ser todo un arte. Impulsese hacia atrés y tome la primera cobija por la parte superior. Llévesela lentamente hacia la cabecera, sin pretender alisarla todavia, simplemente para tenerla extendida a lo largo de la cama. Una vez hecho esto, coléquese en el centro del costado, deje Aetna eee 19 el bastén bien apoyado en alguna parte y tome la co- bija con ambas manos. La va a estirar alzandola con ambos brazos y procurando que el borde superior caiga en la cabecera. A veces esto requiere de varios inten- tos y es un poco doloroso, pero no se deje vencer. Cuando caiga derechita, la satisfaccién que va a sen- tir sélo se podr4 comparar con su descanso por la noche. Yéndose a los pies de la cama y con el bastén como extensién de la mano, alise la cobija hasta que quede perfectamente tersa. Con un impulso enérgi- co de las piernas, regrese a la cabecera y coloque las almohadas. Vaya por la segunda cobija y haga lo mis- mo que con la primera. Contemple su obra. Dése tiempo para esto porque el resto del dia no volverd a reparar en ella y si lo hace sera de manera puramente accidental. 17. :Y la novela dénde quedé? Porque antes de todo esto, yo siempre trafa una no- vela en la cabeza, rond4ndome como mosca. Lo que me rodeaba se convertia en parte de esa novela, des- de el batir de un ala, hasta un lejano ;Panchoooo!, emitido por alld en el bosque. La trafa, si, como aho- ra traigo a Dolor, a manera de aureola. No habia manera de escabullirse. Bien, la aureola est4 aqui, se Ilama Dolor, la novela no, pero si otra cosa que aho- ra nos ronda a Dolor y a mi todo el tiempo sin que acierte a saber qué forma tiene: es la escritura. Antes era yo la que la observaba entrecerrando los ojos, pes- candola de reojo, descubriéndole sus trampas, sus juegos, sus artificios. Ella hace eso ahora conmigo y 20 con Dolor. ;Qué nos busca? ;Qué podemos tener que le interese? Sélo se me ocurre una cosa: frases inédi- tas, situaciones nuevas, actitudes diferentes. gSabra Dolor que nos esta ocurriendo esto? ;Serfa posible decirselo? Aguas, Dolor, nos estén mirando. Porque Dolor ya no me espia. Simplemente estd junto a mi, copia todos mis movimientos. La escritura en cam- bio, no pierde detalle. Caray, esto si que es nuevo. 18. Es la escritura que me pregunta: gTe vas a curar? Ni idea. No sé qué es lo que significa estar curada. {Caminar erguida sin Dolor? ;Retomar mi vida en el punto en que se quedé cuando llegé Dolor? No lo- gro imaginarlo. Me cost tanto trabajo aprender a ser as{ que creo que no tengo fuerzas para aprender otra forma. Eso le digo a la escritura porque en reali- dad es ella la que no encuentra palabras para hablar de una posible realidad curada. Dolor guarda silen- cio, absorto en si mismo. 19, Cuando el desdnimo se impone Es la falta de palabras. ;Cémo definir esta nueva si- tuacién? Pasajera, dicen algunos. Todo se va a atre- glar, dicen los més, que ademés dicen: Dios mediante. El desdnimo es como una laguna cuyo horizonte no se alcanza a distinguir porque la neblina lo cubre. Uno mira y se convierte en esa neblina. ;Dénde comienzo 21 y termino yo? En la orilla del desinimo y a la espalda de Dolor que no me toca, pero est4 ahi, mirando ha- cia la neblina también. Un momento de suspensién en el vacto. Vacio de sentido en las palabras: Rehabilitacidn es una de ellas, pero no tiene una realidad verdadera. Sélo en las peliculas se rehabilita uno y termina siendo un héroe. En la vida real se es simplemente una persona adolorida. Operacién es otra. Lo tinico que tiene esa pala- bra es una luz blanca enceguecedora y desconocida. Resulta escalofriante. Escritura. Esa cae a los pies con un alegre tinti- neo. A tientas la levanto buscdndole el derecho y el revés. Hay que saber cémo se usa. Hoy, ahora, en esta situacién. Julio Cortazar pareciera dictarme las instrucciones: Alisela sobre un papel en blanco. Retirese un poco para poder captar su sentido. No deje que se le jun- ten demasiadas vocales y menos consonantes. No uti- lice la ldgica (que le va a decir que alinee las letras por tamafios, por formas. Una p junto a una f; una h junto a una n). A la distancia procure encontrarles algtin disefio que le indique por dénde seguir, ya que evidentemente esa neblina no la lleva a ningtin lado. No, pues si. 20. Cuando una mirada necia... Si, como la de alguien que descubrimos en una esta- cién, en un aeropuerto en donde el azar se anota tan- tas coincidencias (ga quién crees que me fui a 22 encontrar ah{?), asf la escritura. Me mira insistente, diciéndome: yo te reconozco perfectamente, tu a mi todavia no, pero lo hards, me canso si no. Yo acepto sin mayor resistencia, pero no hago nada. Me dejo estar. 21. Salirse de las rutas conocidas Viajar con Dolor a cuestas es salirse a una tierra de nadie... mds bien de todos, salvo de uno. La gente resulta extraordinariamente ajena y los lugares inhés- pitos. Esta es una soledad que ya conocfa: la de los paises extranjeros en donde la pertenencia arraiga en los rostros, los movimientos, los gestos de los demas. En donde todas las ventanas iluminadas en la noche nos excluyen y subrayan nuestra intemperie. Ahf nuestra vulnerabilidad crece desproporcionadamen- te. Me refugio en la silla de ruedas, en mi cuaderno, en mi bolso. Se convierten en una torpe nave espa- cial que me permitird huir r4pidamente a la primera sefial de peligro. Con fascinacién miro piernas que se flexionan con elegancia; zapatos que comen dis- tancias; brazos que se elevan, cabezas que se echan para atrds; espaldas erguidas, movimientos bruscos, despatarrados, rientes. Hay una patina de costumbre en ellos que resulta envidiable. 22. Desde !a silla Es mis facil querer desde la silla que a pie. Sobre todo si la silla tiene ruedas. La mirada cubre mds dngulos; se toma més tiempo; se detiene en los gestos. El mi- 23 rado no sabe que est4 siendo visto tan meticulosa- mente, lo que le da una gran naturalidad. Cuando estamos uno ante otro, de pie, se produce no sé qué de enfrentamiento. Las guardias estan puestas. Los movimientos sirven para distraer, para manipular. En la silla uno se mueve menos, pero ademés el movi- miento implica siempre a la silla, lo que condiciona todo. Y si estamos sentados, la silla con ruedas es la que tiene movimiento. Para atrds, para adelante, para un lado. Movimientos que no fluyen, sino vuelan. No naturales. No como extender un brazo 0 adelan- tar una pierna. No movimientos nuestros. Esa artifi- cialidad nos contiene y otorga, también, cierta naturalidad. De ahi que los encaramientos sean mas apacibles, mds atentos, mds abiertos. No es que le esté tratando de encontrar ventajas ala silla de ruedas; no es que me esté consolando. Es s6lo que ha venido a ser como una pausa en el cami- no, algo semejante a subir una esquinita de la cortina y descubrir lo que hay detras de ella. 23. En lo desconocido es otra cosa Surca frdgil la silla, con algo de ignominioso. Entre tantos cuerpos, objetos; vollimenes que no toman en cuenta su aparicién, y silo hacen es con torpeza, con algo de terror callado, de asco casi. Porque el ser hu- mano es erectil, cualquier otra postura es aberrante. Ver a un perro cojear tiene apenas un toque de ano- mala. Maneja tan bien su cojera el perro que pronto es su habilidad lo que nos asombra, no su defecto. La silla, en cambio, tiene unos trazos impertérritos, he 24 bien disefiados, congruentes. Lo que la saca de pro- porcién para colocarla en la dimensién de lo grotes- co es la figura humana que se arrellana en ella. Esa figura que parece tan expuesta porque paredes y te- chos no proyectan ningun cobijo para ella. Tan facil imaginarla sobre la superficie redonda del planeta, irradiando no se sabe qué de tonterfa. ;A dénde pre- tende ir? ;Para hacer qué? Mas vale apartar los ojos y ver la linea tensa de los seméforos con su cuello in- clinado. Los vehiculos cargados de gente que se sienta temporalmente dentro de ellos. Las banquetas reple- tas de peatones tan bien colocados en sus piernas. 24. Lo que queda fuera de Dolor Casi todo, pero lo que mas noto son los sonidos del dia. Los pajaros del amanecer, el agua que corre, las voces de los dems, los motores, las urgencias de cual- quier indole. Dolor es impermeable al vivir cotidia- no. Nada lo distrae, es de una entereza envidiable. He llegado a la conclusién de que lo admiro. Quisie- ra poder salirme y verlo desde afuera. A lo mas que he Ilegado es a verlo en alguien mds. Me impresiond mucho. Formaban una pareja indisoluble. No habia antagonismo en ellos. Era como ver a una persona con su sombra. Un dibujo hecho a lapiz. La profun- didad era asombrosa. No tenia ninguna implicacién. La palabra sufrimiento simplemente no cabfa. Este dibujo cra. Un claroscuro formidable. Yo no estaba afuera precisamente, estaba enfrente y me pregunta- ba si asi es como me ven los dems. Intrigante. i 25 25. Instrucciones para cuando Dolor aprieta Cierre los ojos con suavidad. Recurra a la fuerza sélo como medida extrema. Hay varias opciones antes, como por ejemplo, con los ojos cerrados sua- vemente, acompaiie a Dolor por donde esté transcu- rriendo. Vamos a suponer que es el brazo derecho. Ubique calmadamente el punto en donde nace, jen la mufieca? Bien. Méntese ahi y cabalguelo. Si, suba por todo el antebrazo y deje el codo atras, en este momento el codo no es el problema. Ahi van Dolor y usted hacia el hombro, en donde, mire nada més, Dolor se achata y se detiene como para cobrar la res- piracién. Ahora van de bajada. Es como un ejercicio de entrenamiento. Agarre el ritmo, péngale musica. Arriba, abajo, arriba, abajo. Bien, bien. ;Nota cémo se va haciendo delgadito? El transcurrir de un punto a otro casi no se percibe ya. Sélo el arranque y la lle- gada: mufieca-hombro. Magnifico, lo esta usted ha- ciendo muy bien. Aqui viene el truco: estire el brazo horizontalmente, no con brusquedad, luego levante- lo, bajelo. Otra vez. {No es cierto que ya se escurrid? Si, lo que queda es su sombra, fijese bien, nada mas su sombra y eso es bastante mds tolerable. No le pida peras al olmo. Cosa, por lo demas, imposible ya que usted no conoce los olmos. 26. :¥ el alimento en dénde va? En la imaginacién la mayoria de las veces. Antojou huidizos que dejan un asomo de sabor. No ew comi- da propiamente lo que consume uno, esa que forta- 26 lece y nutre. Es satisfaccién de un capricho. El cuer- po no pide vitamina B o D. No expresa nada salvo ese deseo amorfo al que llama hambre, pero que es més curiosidad que otra cosa. Son los nombres de los platillos los que atraen: “sopitos”, “caldo tlalpe- fio”, “paella”. ;Qué tal éste?: “Queso al albafiil”. Qué inmenso paraje se abre ante nuestros ojos con estas palabras. Colorido y robusto. En cambio palabras como “verduras”, “pescado”, “atole”... 0 bien: “ave- na’, “betabeles”... para qué seguir. El mundo se vuel- ve plano y opaco. 27. El desdnimo y la depresién no son lo mismo El desdnimo es el tufo que Dolor va dejando a su paso. La depresién se encuentra en otra latitud, pero desde donde est puede envolverlo todo. Es una gran capa negra y, sf, es dificil que pueda cerrarse por com- pleto. Siempre se le filtra un poco de luz por algin lado. Es sdlo que a veces es tan poca que incita a que uno mismo acabe por cerrar la capa. Ay, ya. Seria lo Ultimo que se oirfa de nosotros. Lo curioso es que a veces es Dolor quien lo impide. Y el desanimo sale con un: Qué flojera, no. Y tan orondo nos da la es- palda asido del brazo de Dolor. En la oscuridad de la capa hay una soledad bastante terrorifica y eso es lo nico que nos hace extender el brazo y abrirle aun- que sea una rendija m{nima, porque respirar resulta dificil. Con grandes titubeos saca uno una pierna, medio cuerpo luego y enderezdndose hasta donde le es a uno posible, sale medio aturdido. Un ensayo no deliberado de muerte. someones apee8 eames 27 28. Lo indtil de la autocompasién Llorar, sf, un rato. Llorar como se estornuda, se eructa o bosteza. Algo que el organismo pide de tanto en tanto. ;Pero darle explicacién al llanto? Qué enojo- so. Ademis acaba por ser humillante. Tenerse lasti- ma es un tanto idiota. ;De qué le sirve a qui¢n? Sentirse victima conduce a otra emocién: la rabia sin destinatario. ;Se ha visto algo mas inutil? Esa ra- bia es mds incémoda que la rabia justificada. Esa rabia hace sentir un calor que no tiene nada que ver con el clima. Una impaciencia que no tiene nada que ver con el tiempo. Vista desde afuera, la autocompa- sin es mas bien grotesca. Pierde uno la compostura. Dolor se burla de uno. Dolor, que es lacénico en sus manifestaciones, desaprueba la pérdida de !a entere- za. Dolor es como un caballero perfectamente alerta y controlado. Cuando haya que gritar, grite a pul- mén abierto. Llore con satisfaccién. No se haga me- recedor de la bofetada que combate a la histeria. Seamos serios, por favor. 29. Explicaciones especializadas El tejido conjuntivo, dice el doctor con la misma ex- presién que si dijera: una buena digestion. Lo miro esperando. Se da cuenta y se explaya: La artritis es una de las enfermedades peor nombradas. Artritis- reumatoide. No es una, son muchas y ahi andamos nosotros haciendo andlisis de todo el organismo. {Qué hace un reumatélogo en los pulmones, en el higado, en los rifiones? 28 El doctor camina tranquilo en el breve espacio que le permite su escritorio y los estantes de libros; transmite la sensacién de estar paseando por un bosque. El tejido conjuntivo, dice con satisfaccién, es TODO. Por eso el enfermo no sabe nunca por dén- de le va a aparecer el dolor. Por eso al enfermo no hay que ayudarlo, hay que oftecerle sostén. El sabe cémo y en donde se apoya. Ajaja, Dolor, por eso te me apareces en donde menos te espero. Por eso cref que andabas jugando conmigo a las escondidillas. Por eso siempre estoy oyendo tus risotadas victoriosas. Yo cuidandome ac4 un costado y ti estds en el otro y siempre ganas. El doctor sigue hablando y yo dejo que sus pala- bras me rocen como una brisa suave, sin seguirlas porque aunque me gusta su entonacién no entiendo nada, pero: ESPONDILITIS ANQUILOSANTE. ;Orale!, Qué bonito término, ojalé eso tuviera yo. Me hace pensar, sentir, mds bien, aquellos borradores es- colares que se llamaban “de migajén”. Cémo se desli- zaban sobre el papel. Cémo hacfan desaparecer el trazo del lapiz. Es exactamente lo que hace Dolor y siem- pre, siempre, deja la sensacién de que podria rebotar con gran agilidad. Dan ganas de sonrefr. 30. Una opinién —Serd mejor que no la operen —dijo el traumaté- logo—. Yo no la operaria —Dolor y yo lo miramos con incredulidad. —Cémo? ;Usted no me operaria, o si usted fuera ye, ao se haria operar? ! al 29 —Ambas cosas —dijo con voz firme y mirdndo- me muy de frente—. Su problema es muy muy anti- guo —dijo casi con reproche—, y usted se las ha arreglado para conservarse activa. Ahora tiene la ayu- da de la silla de ruedas, pero no esté completamente desprovista de movilidad. ;Por qué no se queda asi? La operacién seria complicada y la rehabilitacion muy lenta y ademas no es cien por ciento seguro que que- de usted bien —Dolor se removia inquieto en mis rodillas, en las dos. —Pero... —quise protestar. —Haga usted sus ejercicios, siga yendo a la al- berca y adapte su vida. Es lo mas que le puedo reco- mendar. No podfa pensar. Dolor me recorria por todas partes. Yo habfa venido por una fecha para la opera- cién y me iba con una confusién total. Encima, me dolia todo. zY asi quiere que me quede? ;Ser4 posible que sea lo mejor? 31. Cuesta arriba Una operacién. La sola mencién hace que Dolor tense el cuerpo. No el mio, sino el suyo. Ambos miramos sorprendidos, sin saber hacia dénde estamos miran- do, qué es lo que debemos de mirar, qué debemos de sentir. Nos hacemos a un ladito para que la palabra OPERACION se asiente como quien dice en la sala. Si, que se acomode, que esté a gusto. Es tan distinta a nosotros. Cémo describirla... es alguien profesio- nal. Destila técnicas y aparatos. Saberes tan especia- lizados que no podriamos imaginar si quisi¢ramos (no 30 queremos). Pobre Dolor, tan como todo el mundo. Y yo, tan jodida por Dolor. ¢Qué le ofrecemos de tomar? Café, té, suna copa? Dolor murmura que un analgésico. No seas bruto, le digo, hay que atenderla y saber hacer preguntas inte- ligentes. Porque vino a planear su intervencién, escu- cha bien, Dolor, su intervencién en nuestras existencias. Tarde o temprano iba a llegar. A nosotros nos parecia que ya ibamos tan bien. Nos estaba cre- ciendo una costumbre, si no cémoda, al menos tole- rable. Un timbrazo a la puerta y todo se detiene: Engarrétenseme ahi, Ahora, con el vaso de agua ante s{ (agua fue lo que quiso), saca sus lentes, primero, después de un portafolio saca unos papeles y por ulti- mo toma la ominosa radiografia. Pocas caderas tan feitas como ésta, decreta. Y la palabra nos estalla en la cara con diferentes grafias: KADERA, CADHERA, CADDERA, CADERA. Fea palabra por donde sea que la queramos ver. No tiene el ritmo interno de mi otro diagndéstico: ARTRITIS REUMATOIDE IN- FLAMATORIA, por mis que estén ligados. Yo miro la radiografia con ojos entrecerrados; Dolor de plano mira para otro lado. OPERACION habla con tono inflexible: Una intervencién larga, de tres a cinco horas. Dolor se ha ido achaparrando. Una bolita oscu- raa mis pies, cuando yo extiendo la mano para reci- bir el presupuesto. Me siento desguanzada, no por el presupuesto, que ni siquiera estudio, sino porque mi cuerpo ya no es mio. Lo van a intervenir con términos que ni si- quiera entiendo. Mi estupor debe ser semejante al que sintieron las victimas de los can{bales. Dolor se apa- | 31 churra atin mds. Todo lo que le pasa a él es que no lo van a dejar entrar al QUIROFANO. Va a tener que esperar afuera. Me irrita que se apoquine asi. Un poco de dignidad, compafiero. De mi desguance sélo sé yo, nadie ms. 32. Los entrometidos malestares Se presentan como si los estuviéramos esperando, convencidos de que no tenemos otra cosa que hacer. De los peores el estémago es uno. Algo que comiste, el efecto de algtin medicamento, pura tensién, pue- de. Jams se sabe, pero Dolor y yo los vemos llegar y lo que sentimos es desgano. {Quién quiere ponerles atencién? Estos malestares son como la insistente voz de la maestra de primaria que se enterca en que te aprendas las multiplicaciones o los nombres de los rfos de Espafia. Los nombres de los rfos de Espafia. ;Por favor! En los 58 de vida que llevo jamas se me ha presentado una ocasién en que conocer los nom- bres de los rfos de Espafia me fuera de utilidad. Y como la maestra, el malestar estomacal llega y detie- ne todo. Caray, podfas reprobar una materia si no te sabias los nombres de los rfos de Espafia. Un té. Un rato de flojedad. Una paciencia que no tienes. Dolor contempla al malestar con desagra- do. Qué ganas de hacernos perder el tiempo, le dice, encogiendo sus enjutos hombros. ;Ustedes conocen esos buitres que hay en Africa, que en nada se parecen a nuestros zopilotes? Dan la impresién de ser calvos, de traer los hombros alzados en una actitud de indife- rencia superlativa. Caminan bamboledndose orondos, 32 indiferentes a su fealdad. Y con todo, no me caen tan mal como estos malestares, pequefiitos, fugaces, pero invasores como cufiados entrados en confianza. 33. La escritura exige Asi anddébamos, cuando la escritura reaparecié. Su mirada sobre mi. A Dolor esto le pasaba inadvertido y ni para qué decirle. El estaba en lo suyo. Esperé a que la escritura hablara primero. Nada. Sélo miraba. —Bueno, pues, ;qué? —pregunté exasperada. —Nada, calma, calma. Estoy buscando un 4n- gulo por dénde tomarte, por dénde decirte, que no sea el comtin y corriente. No quiero antecedentes; no quiero explicaciones y, fijate bien, tampoco quiero impresiones, que siempre se llenan de cargas emocio- nales. Quiero probar algo concreto; algo objetivo. Por lo tanto, lo que estoy haciendo no es tenerte a la ex- pectativa. Estoy organizando la jerarquia de lo que veo. Quédate quieta un momento. —No estoy acostumbrada a que me vean, sino a ver. —No estds acostumbrada a nada de lo que te esté pasando, qué mas da. ;No quieres saber quién eres en esta nueva situacién? Piensa en los meses y meses y meses en que Dolor no estaba porque no tenia nombre ni le habjas dado espacio para que exis- tiera. La cantidad de maromas que hacias para en- contrar movimientos posibles/ —Y eso que ibas a ser objetiva. —Es que no me dejas concentrarme. Me dis- traes. Acuérdate cémo te sientes cuando algo te dis- trae. Déjame verte. 33 34. Pasos dificultosos e inevitables La operacién trae consigo unas realidades insospe- chadas, le contaba mentalmente a Dolor cuando iba por la banqueta siendo empujada en mi silla. Tantas otras sillas de ruedas, tantas muletas, bastones, pies que se arrastraban. No es lugar para ti, Dolor, aqui sales sobrando. Estamos ante la impenetrable cara de la burocracia. Ese rostro est4 surcado por miles de pasillos numerados (en realidad son cuatro), que te golpean la conciencia cuando la voz en el micré- fono dice: Gonzalo Vazquez, pasillo 1. Maria Gé- mez, pasillo 3, Silvana Ramos, pasillo 3, Genoveva Ortiz, pasillo 4. Arnulfo Mendoza, pasillo 2. Esa voz va cutadriculando el espacio hasta hacerlo irrecono- cible. En alguno de esos cuadros estoy yo. Seré yo cuando digan: Maria Luisa Puga, pasillo (?) y en- tonces ya no habré marcha atras. Somos muchos en esta gran sala a la que llaman segundo piso, pero que en realidad es primero. Muchos y por mds que trato de individualizar no puedo. Veo una sola mancha amorfa, de colores opacos, de movimientos cojeo- sos. Silenciosa ademds. Con mansedumbre se des- prenden de ella manchitas que se encaminan por sus respectivos pasillos. La mancha madre permanece inmutable. Y ahora yo soy parte de ella. Me quiero arrancar y no puedo. Ya no tengo brazos, cara 0 piernas. Ni siquicra silla de ruedas. Estoy aqui y alld afuera que- dé mi vida. Dolor, te extrafio. Nila pasamos tan mal. Aquellas mafianas silenciosas en la casa, toreandonos para no tropezarnos. Casi las puedo ver con nostal- gia, lo que pasa es que esto es tan grande y tan desco- 34 nocido que no me atrevo a perderlo de vista. Soy muchedumbre y como tal me muevo. Hay adentros que todavia no he traspuesto y que no quiero siquie- ra imaginar. Los que sf, van quedando en mi con- ciencia y una vez ahi se han vuelto inocentes, aburridos, lentos, simpaticos. La mancha madre, en- tonces, adquiere una calidad laberfntica que podria ser interesante si uno se pone buzo. gEs la ciudad de la enfermedad ésta? ;La ciudad de la pausa? ;El famoso stand by? 35. Los espacios que arman nuestra arquitectura interna Dolor los conoce bien y los respeta. No se mete con ellos: el escritorio, el cuaderno, el libro (sf, la com- putadora es el apéndice de todos ellos). Estiro las piernas lo mas que puedo y me apoyo en el respaldo de la silla (que no es de ruedas, es decir, si, pero no de las que empuja alguien. Una simple silla de escritorio con ruedas, giratoria, deliciosa. No se puede andar con ella en las banquetas ni entrar en los restoranes. Seria raro, aunque mi idea original era precisamente esa: ponerle un fierro que a manera de volante permitiera que te empujasen. Un pedestal también, que se pudiera estirar y retraer. Una paleta para escribir... bueno, y yaen esas, un mototcito, ;por qué no? El escritorio sirve para sofiar todos los suefios y dibujarlos o escribirlos muy despacito, que para eso est4 el cuaderno. Cuando lo hago, Dolor asoma su escudlida cabeza de pelos grasientos y mira con aten- oo 35 cin (ya sé, ya sé, Dolor, ni tu cabeza es escudlida ni tienes los pelos grasientos, pero sofiar en el escritorio tiene una sabrosa calidad de ocio). Ordenar con infinita paciencia los objetos que va uno adoptando a lo largo del dfa, de la costumbre, de la vida. Los pobladores del escritorio, que como paracaidistas han ido legitimando su pertenencia. Cosas tan absurdas como un calzador en forma de pie desnudo. Llegé pisando fuerte y en el primer es- pacio vacfo se acomodé con desparpajo, descalzo como es. Lo guardo por mi vieja fascinacién por los pies, calzados o no. Por esa naturalidad tan sorpren- dente con que se desplazan. Por esa envidiable soltu- ra. Dolor no comparte este sentimiento. Los pies, me advierte solemne, son otra fuente inagotable de pro- blemas, si no lo sabré yo. Con el cuaderno soy atin mas meticulosa. Dolor siempre se ha mostrado escéptico ante el cuaderno. Doble esfuerzo, parece decir con la mira- da. O peor atin: Esfuerzo inuitil. Se podria decir que ante la escritura Dolor esgrime una actitud misdgina. En ese terreno ambos nos damos la espalda. Yo me encorvo ante el cuaderno; él, sepa qué hace. El cua- derno sirve para inventar las palabras con las que voy a decir 0 a decirme. O sea, sirve para ensayarlas. H4- gase de cuenta que practico ante un espejo. {Se ha visto algo mds tangible, mds concreto, mas sabroso que la escritura manuscrita? No, hasta donde yo sé. Es como ir caminando por una calle y de pronto ver la fachada de una casa invitadora, como hecha a la medida de uno. Si no la mete uno en el cuaderno, se pierde para siempre. Es més importante meterla en el cuaderno que entrar en la casa. 36 Hospitalizarse, la operacién, el sistema de Nutri- cién TIENEN que entrar en el cuaderno 0 corro el ries- go de desaparecer por completo en esa realidad paralela. 36. La espera Esperar es algo que hacemos toda la vida. Que apren- demos casi desde el inicio, que nos toca a todos aun- que algunos expliquen: Es que a mi la espera me mata. No, pues a todos. Esperar es justamente eso, tiempo, pa- sos indetenibles hacia la muerte. Claro que nos mata. Ademas hay la calidad de esperas a lo largo de todas nuestras identidades de vida. El nifio que ya quiere que amanezca para poder estar con su juguete nuevo. La adolescente, que no puede vivir sin su amado. El aman- te que no se halla si no tiene ante s{ a la mujer de sus suefios. La esposa que espia los sonidos de motores para saber cudl es el del marido... en fin. Son muchas, con muchos vocabularios, pero una misma angustia. Esta espera, la que me est4 tocando ahora: la operacién, no es mas que una mis, pero es nueva. La misma de siempre, pero nueva. Una espera hecha de otras mintisculas (las colas para pagar, para ser nom- brado por el micréfono, para recibir los resultados de los andlisis, para poder salirse a la calle a Fumar), me- ros escaloncitos para la gran espera: la operacién. 37. Hay cosas peores que la prisién Cuando me senté ante mi escritorio, Dolor me miré extrafiado: Pensé que no te verfa en meses. O que no 37 me verias més, dije, abriendo mi cuaderno. Pero no, aqui estoy de regreso, aunque eso no es exacto, no de regreso. Aqui estoy, pero en el vacio. Estoy colocada en el vacto. Si crefas que la espera era lo peor, espéra- te a estar alguna vez en el vacfo. Con !o tinico que se me ocurre compararlo es con un haberte quedado en la anestesia, no muerta, s6lo anestesiada, se siente ra- risimo. Dolor no entendfa, en algunas cosas Dolor es mas bien lineal, los vericuetos, las sutilezas no son su fuerte. Cierra la boca, le dije, voy a tratar de explicar: ibamos dando los pasos sefialados quién sabe por quién, pero sefialados. Como seguir un trayecto nu- merado, clarisimo, aunque no se lograra nunca ver su disefio total, y de repente se truncé... no eso es dema- siado brusco. Se desinflé. Todo lo caminado se desin- £16. Ya no veias la linea y mucho menos los nimeros. Eso, mi querido Dolor, se llama vacio. Te quedas col- gado sin tener en dénde pisar. Te metes en una cabi- na de teléfono, que se te aparece como paradero en el espacio, y comienzas a marcar ntimeros, pero sabes que es un gesto de inutilidad: el eterno sonar del tim- bre, los no sé, spor qué no llama mejor a...? Numeros y més nuimeros. Tonos amables, pero tan distantes € irreales. No hay realidad, alguien te est4 inventando en un arranque de ocio. Dolor me mira estuporizado. Me tiene ante si. No sabe qué hacer. Decidir regresar no fue un acto de enojo, de des- entendimiento. Fue un acto de salud, creo, para ver si desde aqui se puede recuperar la perspectiva. 38 38. La perspectiva Como un atardecer inexorable, la perspectiva cobra cuerpo. Me duele todo, para qué especificar qué. Sien- to que los huesos chillan pidiendo atencién. Dolor anda cabizbajo, ni siquiera participa de mis abruptos entusiasmos. Ha entendido antes que yo que la ope- racin es ineludible. Lo que yo crefa libertad no era mds que un postergamiento muy mexicano: Mafia- na hablo. No contestan. Se me hace que Nutricién no existe. Dolor opina lapidario: Claro que existe, quién mas pudo haber inventado a Kafka. Fue el empujén que necesitaba para marcar el teléfono casi psicopaticamente, hasta que una voz bastante amable contesté. Era una grabacién, pero abria rendijas de posibilidad. Una de ellas trajo a flo- te una voz humana, que con la mayor naturalidad pregunté mi nombre, mi edad y que de qué me te- nfan que operar. Ante mis ojos se abrié un espacio Ileno de luz, de personas inclinadas ante enormes cuadernos, absortas en su lento escribir. Estan inven- tando a Kafka, pensé aturdida, mientras daba mis datos por enésima vez. Asi fue como surgis el siguiente paso a dar, pero también mi verdadera identidad: 205836. Titubean- te dije: 20 58 36. No, dijo la voz firme: 205 836. Ah, esto debe ser parte del recepcionarse. El protocolo del cual nacié Kafka. Y volvi a sentir esa sumisién de los primeros dias: Como usted diga, sefiorita. 39 39. Vuelta a la normalidad Pero zqué es la normalidad? ;Dénde est4? ;Antes de Dolor? ;Con Dolor aceptado? :En los inescrutables caminos de Nutricién? Entre los caminos de Nutricién, opinéd Dolor inexpresivo. En los transitos de un punto a otro. Por ahf anda la normalidad. Lo demds son pasos que te van llevando a quién sabe dénde. El permanente tran- sito, que tiene que ver con tu tiempo y no con el de nadie mas. Pues sf, una vez mds habfa que darle la razén a Dolor. Al mirar en torno veo que no hay ninguin le- trero de LLEGADA, sdlo una flecha que dice sor- prendentemente: SEGUIR YENDO. Ah, caray, como subirse en un barquito de papel, de esos que hacfa- mos para que flotaran en los charcos y que podian adquirir una galanura sin igual. Dolor estd en Jo suyo sin prestarme mucha aten- cién. De tanto en tanto un pellizco, un soplo de algo chirriante. Una como torcedura al hacer algun movimiento. De pasada, porque como dije, est4 en lo suyo. ;Y qué es lo suyo?, me pregunto intrigada. ¢Qué hace cuando no estd doliendo? Me lo imagino como un arquedlogo solitario, aburridén, que estu- dia mapas largamente, consulta textos por demds aridos y bebe sorbos de un café siempre frio. Claro, Dolor es un estudioso de esos que son aburridos para todos menos para ellos mismos. Una fuente inago- table de conocimientos que a nadie interesan. Un gran ejercicio de inutilidad que llega a adquirir vi- sos de perfeccién. No puedo mas que admirarlo por su entrega. 40 Tui, me dice el doctor solemne, te ests casando con la artritis, no con Dolor. Si, no? Y Nutricién es el templo, 3o qué? 40. 3 alla afuera qué? Esta pasando el mundo, dice Dolor, metiche como siempre. Complejisimo y sumamente insatisfactorio, como con artritis reumatoide inflamatoria. Casado con ella, de hecho. —Estds hablando como mi doctor, no jodas. —Soy alguien de mundo —dice con tono engref- do. Viajar ensefia y si no quieres saber no preguntes. —Si quiero saber, pero no a través de ti. Quiero ofr, quiero ver. —Asémate, yo te dejo. Mal momento para asomarme. No se ve nada en la madrugada. No se oye nada; ni siquiera los gallos han comenzado a cantar y hasta los motores de los camiones se han quedado dormidos. Se diria que no pasa nada. Que todos han soltado la toalla, cansados por tanto esfuerzo, Sé que lo que pasa es sobre todo esfuerzo. Esfuerzo en mil direcciones por alcanzar mil objetivos. Que hay un problema con la nocién de espacio. Como que cada quien cree que el espacio es suyo y no que todos estamos dentro del mismo. In- tente decirle esto a un joven o aun anciano, a Dolor, para no ir més lejos. A mf, contenida, o sostenida por estos huesos tan impredecibles. Intente decirselo al bebé recién nacido que boquea con tanta exigencia. No, mejor vaya y antincielo en un micréfono en Nutricién: A TODOS LOS PRESENTES SE LES 4l SOLICITA PASAR AL PASILLO ESPACIO (es el que no tiene numero, murmurar4 alguien con un- cién despavorida) y los ojos de los presentes buscaran anhelantemente el pasillo espacio, pero cada uno cre- yendo que es para él. Con razén se fue Dolor. Esto de ver el mundo es inacabable y absurdo. Me invaden de repente los mi- les de manifiestos que me llegan por internet sobre mil injusticias, abusos, faltas de respeto y muchas palabras més, tantas, que me entra una risa nerviosa. Me acomodo en mi lancha, artritis reumatoide infla- matoria y me digo que no se esta tan mal aqui. 41. Hoy me siento cuadriculada Piquetes por todo el cuerpo, sumamente irritantes, pero no se lo comento a Dolor porque si no lo sabe es que es un irresponsable. Cuando me siento cua- driculada, pienso en el tiempo, en la extrafia natu- raleza del tiempo que puede ser tan distinto para cada uno de nosotros. Mi tiempo hoy, por ejemplo, transcurre en hipos (o en puntitos, como se quie- ra), pero pienso en el tiempo de los tramitdlogos. Viven encerrados en una esfera de ocho horas. Ahi quedan contenidos la llegada, el almuerzo y la pre- paracién para marcharse, que si nos ponemos pun- tillosos suman un total de ciento ochenta minutos. Desde esa esfera el tiempo de los dems es su jugue- te. Fascinante por su elasticidad. Una unidad como cuatro meses cae de sus bocas con una facilidad ex- traordinaria. Haga cita para dentro de cuatro me- ses. Venga al final de este afio. No, la cita de hoy es ie 42 la cita de hoy, para hacer la de mafiana tiene que venir mafiana. Cosas asi, que dicen con una total naturalidad porque no tienen conciencia de su po- der, vaya, porque no saben que ese dictaminar las unidades de tiempo tiene tanto poder. Puede des- moronar a alguien. Seguro piensan que el que esta del otro lado de la ventanilla tiene su propia esfera y lo mas probable es que ya haya almorzado. De esto tampoco hablo con Dolor ya que él no tiene hora- tios, no sabe de tarjetas checadoras ni de cierre de ventanillas. El pobre cuate llega, echa su gabardina a donde caiga y dice: Ya vine. Desgarbado, siempre lo imagino desgarbado y vulnerable, sobre todo cuando se quita la gabardina que, mal que bien, oculta sus huesudos hombros. A lo mejor cuando se va, viaja en el metro junto a algun tramitdélogo (que seguramente va comiendo pepitas y escupien- do las cdscaras por todos lados). Dos trasmisores de poder, hombro con hombro y sin saber todo lo que pueden hacer. Su involuntaria opacidad impide que el tiempo los transcurra. Son envidiables en su ca- pacidad (involuntaria también) de anonimato. ;Qué tal si yo, en lugar de ser una escritora tan surcada por el tiempo (ya que eso les sucede a los que escri- ben), fuera como ellos? No lo sabrfa. Sabria otras cosas, pero no ésa. 42. ;Cémo, pues, vine a dar hasta aqui? La extrafieza a ratos me azota la cara. Es cuando me descuido, cuando me dejo ir en la finta de un tiem- po normal. NORMAL. Qué bdrbaro, cémo que nor- 43 mal. No hace ni seis meses que caminaba. Con mu- cho dolor, no digo que no, pero me podfa trasladar de un lugar a otro. Cierto, lo primero era un lugar en dénde sentarme y cuando me ponfa de pie cojea- ba espantosamente, pero esas eran las transiciones. No se Ilamaban artritis ni cadera. No sabia nada de mis huesos pegados. Todo era NORMAL. Fueron las malhadadas radiografias las que me mostraron mi verdadero rostro (esqueleto, digo. Ese esqueleto lim- pito que decfa el otro doctor). Lo que pasa es que normal es siempre todo. Na- die, hasta donde sé, vive en estado de excepcidn. 43. La otra silla He hablado poco de ella, creo que sélo dos veces la he mencionado. Es Ja silla del escritorio, la que tiene ruedas, la silla en la que giras para sacar un papel de aqui y otro de alld. Esas sillas en las que te ves muy oficinista, muy eficiente. La mfa, ademas, tiene un respaldo que simula ser ortopédico, pero en realidad es maternal. Te abraza, aunque para que eso suceda, te tienes que sentar muy derecha. Bien, si con la silla de ruedas me transporto, con la de escritorio camino. Me impulso con los talones y el bastén, y asi me meto por todos lados. Los brazos los tengo mas libres y puedo llegar a los puntos que necesito con mayor facilidad. La estufa, por ejemplo: hay que hacerlo de costado con las dos sillas, pues me estorban las rodillotas, 0 no. La de escritorio es una silla noble y aliada a mis necesidades domésticas. Claro, me hace ver mds gro-

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