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Néstor Garcia Canclini Departamento de Antropo- logia de la UAM-Iztapalapa, México, DF. Articular hist6ricamente lo pasado no significa cono- cerlo tal y como verdadera- ‘mente ba sido, Significa adueharse de un recuerdo tal como relumbra en el instante de un peligro. WALTER BENJAMIN articulo reproduce el publicado, con igual thulo, en Af Patrimonio Cultural de México (E. Florescano, comp), 1994 México, LOS USOS SOCIALES DEL PATRIMONIO CULTURAL* A medida que el debate sobre el patrimonio cultural se agudiza en los medios masivos y en la escena politica, encontramos mas dificil defi- nir posiciones bien fundamentadas con los modos habituales de con- ceptualizarlo y estudiarlo, Puede cambiarse el uso o remodelarse un edificio de valor hist6rico por necesidades actuales? necesita ampliar el Metro para mejorar al transporte en el centro hist6rico de la ciudad, y al excavar se descubren restos precolombinos, ;cudl debe ser la eleccién: el progreso o la memoria? Los sismos que trastornaron en 1985 gran parte de la ciudad de México, ademas de agravar bruscamen- te los problemas de vivienda, impusieron la evidencia de que nuestras nociones ordinarias sirven poco para intervenir en los conflictos presen- tes entre grupos con intereses antagénicos. Repensar el patrimonio exige deshacer la red de conceptos en que se halla envuelto, Los términos con que se acostumbra a asociarlo -iden- tidad, tradicion, historia, monumentos- delimitan un perfil, un tertitorio, en el cual “tiene sentido” su uso. La mayoria de los textos que se ocu- pan del patrimonio lo encaran con una estrategia conservacionista, y un. respectivo horizonte profesional: el de los restauradores, los arquedlo- g08, los historiadores; en suma, los especialistas en el pasado. Sin embargo, algunos autores empiezan a vincular el patrimonio con otras redes conceptuales: turismo, desarrollo urbano, mercantilizacion, comunicaci6n masiva, Estos términos son mencionados casi siempre como adversarios del patrimonio: desafios 0 agresiones exteriores que proceden de universos distintos. Aqui partiremos de la hipétesis opuesta. Nos parece ‘que estas referencias recurrentes son el sintoma de una relacion fundamen- tal entre el patrimonio y lo que suele considerarse ajeno a su problematica. Muchas de las dificultades que obstaculizan la teorizaci6n y la politica cul- tural en esta 4rea proviene de una inadecuada ubicacion del patrimonio en el marco de las relaciones sociales que efectivamente lo condicionan. En México, como en otros paises, la legislaci6n, las declaraciones de organismos nacionales ¢ internacionales, y sobre todo los debates recientes, muestran un triple movimiento de redefinicién y reconcentra~ ciOn de los discursos referidos al patrimonio cultural: a. Se afirma que el patrimonio no incluye s6lo la herencia de cada pueblo, las expresiones “muertas” de su cultura -sitios arqueologicos, arquitectura colonial, objetos antiguos en desuso-, sino también los bienes actuales, visibles e invisibles -nuevas artesanias, lenguas, conocimientos, tradicione. b. También se ha extendido la politica patrimonial de la conserva- cidn y administracién de lo producido en el pasado, a los usos socia- 16 Etnologia les que relacionan esos bienes con las necesidades contempordneas de las mayorias ©. Por thtimo, frente a una selec: turales producidos por las clases hegem6nicas -piramides, palacios, objetos legados a la nobleza o la aristocracia-, se reconoce que el patrimonio de una nacién también esta compuesto por los produc tos de la cultura popular: masica indigena, escritos de campesinos y obreros, sistemas de autoconstrucci6n y preservacion de los bienes materiales y simbolicos elaborados por grupos subalternos Esta ampliacién del concepto de patrimonio, parcialmente recogida en algunos documentos cel gobiemo mexicano y de organismos inter- nacionales en los que México participa’, no cuenta atin con legislacion suficiente para proteger tan diversas manifestaciones culturales ¢ inter- venir en sus usos contemporineos, A menudo, las leyes existentes no prevén las pricticas de organismos oficiales y de agentes particulares, 0 entran en conflicto con ellas. Queremos analizar aqui cinco de las nue- vas cuestiones tedricas y politicas que necesitan ser trabajadas: 1. BI patrimonio cultural y la desigualdad social. 2. Los usos del patrimonio. 3. Propositos de la preservaci6n, 4. El patrimonio en la época de la industria cultural 5. Los criterios estéticos y filos6ficos. n que privilegiaba los jenes cul- El patrimonio cultural expresa la solidaridad que une a quienes com- parten un conjunto de bienes y pricticas que los identifica, pero suele ser también un lugar de complicidad social. Las actividades destinadas a definirlo, preservarlo y difundirlo, amparadas por el prestigio historico y simbélico de los bienes patrimoniales, incurren casi siempre en cierta simulaci6n al pretender que la sociedad no esta dividida en clases, etnias ¥ grupos, 0 al menos que la grandiosidad y el respeto acumulados por estos bienes trascienden esas fracturas sociales. El estudio de otros aspectos de la vida social ha levado a una vision menos arménica. $i se revisa la nocién de patrimonio desde la teoria de la reproduccién cultural, los bienes reunidos en la historia por cada sociedad no pertenecen realmente a todos, aunque formalmente parez~ can ser de todos y estar disponibles para que todos los usen. Las inves- Ligaciones sociol6gicas y antropol6gicas sobre las maneras en que se transmite el saber de cada sociedad a través de las escuelas y los muse- os, demuestran que diversos grupos se apropian en formas diferentes y desiguales de la herencia cultural, No basta que las escuelas y los muse- os estén abiertos a todos, que sean gratuitos y promuevan en todas las capas su acci6n difusora a medida que descendamos en la escala eco- nomica y educacional, disminuye la capacidad de apropiarse del capital cultural transmitido por esas instituciones’. Esta diversa capacidad de relacionarse con el pattimonio se origina, primero, en la desigual participacion de los grupos sociales en su forma- ci6n, Aun en los paises en que la legislaci6n y los discursos oficiales adop- 7 1 Véanse los materiales reunidos en el libro de Salvador Dfaz-Berrio Femsn- ez, Conservacin de monumentos _y-2onas, INA, México, 1985, 2. Un buen ejemplo son ls resultados de la Conferencia Intergubernamen- tal sobre fas Poltcas Cultures en Aunérica Latina y el Carte, onganiza- da por la UNESOO en Bog en 1978. Patrimonio cultural y desigualdad social 5, Se trata de un principio general, ‘stableido por quienes inestigan las leyes sociales de a difsién cultural (véanse especialmente Pier Bourdiew y Jean Claude Passeron, La reproduc- ‘ibn, Blementos para una teoréa del sistema de ensetartza, Lai, Barcelo- na, 1977; P Bourdieu y lan Darbe, Lamour de Fart, les mustes dart européens et leur public, Minuit, Pari, 1969), No se trata de una deter- ‘minacién mecénica del nivel eoné- ‘mioo 0 educatvo sobre la capacidad individual de apropianse del patrimo- no, sino lo que las encuestas y ls cstadticas revelan acerca del modo esigual en que ls insituciones trans roisoras del patrimonio permiten su aptopiacida, debido a su organizacin Yast aticlacién con otras desgual- dacs socials (Conchisiones seman tes seencventran en os estuos sobre rblico en Mésico, que luego citare mos). 4, Se adopta agate concepo de capi- tal cultural que maneja Boundieu para analizar process culturales yea ‘as, aunque no To empleaespefica- mente en relacién oom el patrimonio Dada laextensn yl propio de este texto, slo se sefiala su fecundidad para inamizar la nocién de patrimo- rio y situarla en la reproduccién social. Lin wso mas sstemtic deiera plantar, como ante cualquier aplica cin un concepto a otro campo, las condiciones epistemoldgicas y los Tfnites de su uso metaférco en un frea para la cual n0 fue trabajado como concept cent. Cf. Bou dieu, La cstincton, Critique social dus jugement, Minuit, Pars, 1979, caps. 24, y Le sens pratique, Minuit, Paris, 198, caps 3,67. tan la noci6n antropol6gica de cultura, que confiere legitimidad a todas las formas de organizar y simbolizar la vida social, existe una jerarquia de los capitales culturales: vale mas el arte que las artesanias, la medicina cienti- fica que la popular, la cultura escrita que la oral. En los paises més demo- criticos, 0 donde los movimientos revolucionarios lograron incluir saberes Y practicas de indigenas y campesinos en la definicion de cultura nacional -como México- , los capitales simbélicos de los grupos subaltemos tienen un lugar subordinado, secundario, dentro de las instituciones y los dispo- sitivos hegemonicos. Por eso, la reformulacion del patrimonio en téminos de capital cultural tiene la ventaja de no presentarlo como un conjunto de bienes estables neutros, con valores y sentidos fijos, sino como un proce so social que, como el otto capital, se acumula, se renueva, produce ren- dimientos que los diversos sectores se apropian en forma desigual’. Si bien el patrimonio sirve para unificar a una naci6n, las desigual- dades en su formacién y apropiacion exigen estudiarlo también como espacio de lucha material y simbdlica entre las clases, las etnias y los grupos. Este principio metodolégico corresponde al caracter complejo de las sociedades contemporaneas. En las comunidades arcaicas casi todos los miembros compartian los mismos conocimientos, poseian cre- encias y gustos semejantes, y tenfan un acceso aproximadamente igual al capital cultural coman, En la actualidad, las diferencias regionales o sectoriales, originadas por la heterogeneidad de experiencias y la divi- sion técnica y social del trabajo, son utilizadas por las clases hegemOni- cas para obtener una apropiaci6n privilegiada del patrimonio comin, Se consagran como superiores ciertos barrios, objetos y saberes porque fue- ron generados por los grupos dominantes, o porque éstos cuentan con la informacion y formacion necesarias para comprenderlos y apreciarlos, es decir, para controlarlos mejor. El patrimonio cultural sirve, asi, como recurso para reproducir las diferencias entre los grupos sociales y la hegemonia de quienes logran un acceso preferente a la producci6n y distribucién de los bienes, Los sectores dominantes no s6lo definen cuales bienes son superiores y merecen ser conservados; también disponen de medios econémicos € intelectuales, tiempo de trabajo y de ocio, para imprimir a esos bienes mayor calidad y refinamiento. En las clases populares encontramos a veces una extraordinaria imaginacin para construir casas con desechos en una colonia marginada, para usar las habilidades manuales logradas en su trabajo y dar soluciones técnicas apropiadas a su estilo de vida. Pero dificilmente ese resultado puede competir con el de quienes dis- ponen de un saber acumulado historicamente, emplean a arquitectos € ingenieros y cuentan con vastos recursos materiales y la posibilidad de confrontar sus disefios con los avances internacionales. Lo mismo se podria decir al comparar un conjunto de misicos aficio- nados de un pueblo indigena con una orquesta sinfOnica nacional. Los productos generados por las clases populares suelen ser mas representa- tivos de la historia local y mas adecuados a las necesidades presentes del grupo que los fabrica. Constituyen, en este sentido, su patrimonio propio. 18 Etnologia También pueden alcanzar altos grados de creatividad y valor estético, segtin se comprueba en la artesania, la literatura y la misica de muchas regiones de México. Pero tienen menor posibilidad dle realizar varias ope- raciones indispensables para convertir esos productos en patrimonio generalizado y ampliamente reconocido: acumularlos hist6ricamente Gobre todo cuando sufren pobreza o represi6n extremas), convel la base de un saber objetivado (relativamente independiente de los indi- viduos y de la simple transmision oral), expandirlos mediante una educa- cin institucional y perfeccionarlos a través de la investigacin y la expe- rimentacion sistematicas. Algunos de estos puntos se cumplen bien en ciertos grupos: por ejemplo, en la acumulacién y transmision historica dentro de las etnias mas fuertes. Pero la desigualdad estructural impide reunir todos los requisitos indispensables para intervenir plenamente en el desarrollo de ese patrimonio dentro de las sociedades complejas. ta desventaja suele acentuarse en los sectores populares mas inte- grados al desarrollo modero. La producci6n cultural de los obreros, observa la antrop6loga brasilefa Eunice Ribeiro Durham, casi nunca se archiva. La memoria popular, en la medida en que depende de las per- sonas, “es una memoria corta”, sin los recursos para alcanzar la profun- didad hist6rica que logra el patrimonio reunido por los intelectuales en la universidad’. En México, el registro de la producci6n cultural de sec- tores populares no indigenas ha sido escaso y reciente. Son excepcio- nales los programas como el del Museo Nacional de Culturas Populares. Sus expos y libros amplian la documentacion de las culturas subalternas mas alla de lo indigena, y reconocen el lugar de la cultura obrera y diversos aspectos de la cultura urbana dentro del patrimonio nacionalé, Pero el conocimiento de lo que podriamos llamar “popular moderno”, desde la historia sindical hasta los usos del espacio urbano, sigue teniendo menor importancia en la definicién del patrimonio que las grandes obras de las culturas tradicionales, sobre todo del periodo precolombino. Sefalar esta desigualdad estructural de las distintas clases en la for- maci6n y apropiacién del patrimonio es fundamental, pero insuficiente. Ta sociedad no se desenvuelve s6lo mediante la reproduccién incesante del capital cultural hegemOnico, ni el lugar de las clases populares se explica dinicamente por su posici6n subordinada. Como espacio de dis- puta econémica, politica y simbdlica, el patrimonio esta atravesado por la acci6n de tres tipos de agentes: el sector privado, el Estado y los movi- mientos sociales. Las contradicciones en el uso del patrimonio tienen la forma que asume la interacci6n entre estos sectores en cada periodo. La accién privada respecto del patrimonio esti regido, igual que en otros mbitos, por las necesidades de acumulacién econémica y repro- duccién de la fuerza de trabajo, A menudo, esta tendencia lleva a la explotaci6n indiscriminada del ambiente natural y urbano, la expansion voraz de la especulacién inmobiliaria y el transporte privado, en detri- mento de los bienes histéricos y del interés mayoritario. Pero como no 19 5. Eunice Ribeiro Durham, “Cultura, Patrimonio e preservgao”, en Anto no Augusto Arantes (comp ), Produ- zzindo 0 passado, Bstrategias de construgao do patrimonio cultural, Sao Paulo, Brasil, 1984, pp. 32-33 6. CL Obreras somos... expresiones de cultura obrera, Museo Nacional de Culturas Populares, México, 1984, y Relat obreras mericanas,'s.1.y 2, Méxioo, Asian de Amigos del Museo Nacional de Culturas Popula- res, Meco, 1984 Los usos del Patrimonio 7. Leopoldo Rodriguer. Morales. y Podro Paz Arellano, “La protecin y conservcin del patrimonio cultural de Oaxaca’, en La defensa del par ‘monio cultaral, Primes foro organ zado por la Delegicién Sindical D- ILIA de ta Seocin 10 del SNTE, México, julio de 198. hay un solo tipo de capital, tampoco existe una sola estrategia privaca respecto del patrimonio. No sitven, por eso, las generalizaciones que eti quetan el comportamiento de los diversos agentes con el simple rotulo de “burguesia” © “intereses mercantiles”. En parte, la degradacin del medio natural y urbano deriva de que los distintos tipos de empresas dustriales, inmobiliarias, turisticas- utilizan a su antojo el patrimonio con visiones sectoriales y enfrentadas. Las contradicciones entre sus inte~ reses son mas destructivas cuando no existen programas pUblicos que definan el sentido del patrimonio para toda la sociedad, regulen enérgi- camente el desarrollo econémico y establezcan un marco general -basa- do en intereses generales- para el desempeno de cada sector del capital. La accién privada no siempre puede ser reducida a una simple agresion al patrimonio, puesto que algunos grupos aprecian el valor simbélico que incrementa el valor econ6mico. Existen inmobiliarias que defienden la preservacin de un barrio muy antiguo para aumen- tar el costo de las viviendas que tienen alli, Algunas empresas turisti- cas conservan el sentido escenogrifico de edificios historicos, aunque introducen cambios arquitectonicos y funcionales con fines lucrativos, como el convento convertido en Hotel Presidente de Oaxaca, donde las celdas fueron transformadas en suites, se coloc6 una piscina en uno de los patios y la capilla fue adaptada como sede de convenciones y fiestas’. Quiza los efectos de la mercantilizacion son mas ambivalentes en las culturas populares tradicionales, Tal vez por ello muchos estudios y documentos politicas eluden analizar esa ambigtiedad, Se prefiere denunciar, simplemente, que Jas artesanias sometidas al régimen de valor de cambio sufren un deterioro de su calidad y sus componentes simbélicos tradicionales. Pero es innegable que en ciertos pueblos pobres, para cuyos habitantes la Gnica opci6n es emigrar, la incorpora- cién de las artesanias al mercado urbano y turistico posibilita que muchos indigenas y campesinos permanezcan en sus comunidades y reactiven sus tradiciones productivas y culturales. El problema no es tan- to el cambio de escenario y de uso de las ceramicas 0 los tejidos, ni la adaptaciones que experimentan, como las condiciones de explotacion en que se producen, De ahi que sea ineficaz. una politica de apoyo al patrimonio artesanal que s6lo se dedique al rescate y la conservacion de las técnicas y los estilos tradicionales, Asi como la defensa del patrimo- nio urbano requiere enfrentar la crisis estructural de las grandes ciuda- des y la injusticia sufrida por los sectores pobres, una verdadera inter- venci6n en el desarrollo actual de las artesanias necesita de una politic cultural combinada con transformaciones socioeconémicas en las condi ciones de vida de los campesinos. ‘También el Estado tiene una relacion ambivalente con el patrimonio. Por un lado, lo valora y promueve como elemento integrador de la nacio- nalidad. En el México postrevolucionario, sobre todo en el cardenismo, Ia politica cultural buscé combinar la cultura de élites y la popular en un. sistema, y trat6 de usarlo -junto a la castellanizacion de los indigenas, la 20 Etnologia reforma agraria y el desarrollo del mercado interno- para superar las divi- siones del pais. El indigenismo, que guié durante décadas la politica de investigacién arqueolégica y de rescate de las culturas populares, extrajo del pasado de las principales etnias algunas bases del nacionalismo poli- tico. Sin la accién del Estado es inexplicable la vasta rehabilitacion de sitios arqueolégicos y centros histéricos, la creacién de tantos museos y publicaciones dedicados a guardar la memoria, y el uso de estos recur- sos para conformar una identidad compartida, Esta intervenci6n estatal, sin comparacién con la de cualquier otro pais Latinoamericano, logré antes que las comunicaciones masivas y el turismo- que las artesanias de diversos grupos étnicos, los simbolos hist6ricos y algunos saberes regionales trascendieran su conexi6n exclusiva con la cultura local. La difusi6n conjunta por todo el pais de los tejidos wowziles y las imagenes del arte mural de la ciudad de México, la cerdmica tarasca y las pirimi- des mayas, form6 un repertorio iconogrifico unificado que es visto como representativo de la mexicanidad hasta en poblaciones que nunca tuvi ron experiencias directas de esas manifestaciones regionales. No obstante, como todo Estado modermo, al promover el patrimonio ha tendido a convertir esas realidades locales en abstracciones politico- culturales, en simbolos de una identidad nacional en que se diluyen las particularidades y los conflictos. A veces, el Estado se interesa por el patrimonio para frenar el saqueo especulativo; en otros casos, porque el alto prestigio de los monumentos es un recurso para legitimarse y obte- ner consenso, y en otros, sefala Carlos Monsivais, por simple “auto- complacencia escenografica”®, Pero si entendemos que el Estado no es nicamente el gobierno, debemos ver también el peso mayor o menor de cada una de estas tres pricticas como resultado del grado de parti paci6n de los diferentes sectores en la apropiacion de estos bienes. Hace muy poco tiempo que la defensa y el uso del patrimonio se convirti6 en interés de los movimientos sociales, Como afirma el mismo Monsivais, estos temas no han formado parte de los programas partida- trios ni de la cultura politica, ni siquiera en las agrupaciones progresistas: “Por décadas, la izquierda cometié el grave error de juzgar, por ejem- plo, a la lucha por preservar monumentos coloniales como tarea del guar- darropa evocativo de la derecha, quizés algo plausible, pero de ningtin modo tarea prioritaria, En su preocupaci6n por aduefiarse del sentido del porvenir, la izquierda le “regalo” el pasado a la derecha, reservandose s6lo la clausula de la interpretacion correcta y cientifica”’ En afios recientes, la expansion demografica, la urbanizacion incon- trolada y la depredaci6n ecolégica suscitan movimientos sociales preo- cupados por rescatar barrios y edificios, 0 por mantener habitable el espacio urbano. En la ciudad de México se produjeron avances extraor- dinarios en la organizaci6n y participacién popular, luego de los sismos de septiembre de 1985: agrupamientos vecinales inventaron formas iné- ditas de solidaridad y elaboraron soluciones colectivas, poniendo en pri- mer lugar la reconstrucci6n de sus viviendas de acuerdo con su estilo de vida, pero planteando también asumir criticamente “el valor historico del at 8 y 9, Carlos Monsvs, “Sobre la defensa del Centro Histrico", Gno- smdsuo, sup de Sabado (México), 3 de diciembre de 1983.3. 10, “Qué es la Unidn2", Uiniéin de Inqutinos y Damnifieads el Cento, noviembre de 1985. Citado en la Revista Mexicana de Sociologia (Mé- iat), XII, nn 2, abril junio de 1986p. 20. Los propésitos de la preservacion centro” de la ciudad en relaci6n “con todos los servicios né una vida digna” Sin embargo, esta preocupacién no es compartida masivamente, La organizacién y las movilizaciones se empequefecen en cuanto pasa la crisis. También en la distribuciGn de los intereses por el patrimonio, en Jos temas prioritarios de los diversos sectores, advertimos el desigual uso de la ciudad. Es comprensible que las clases populares, atrapadas en la penuria de la vivienda y en la urgencia por sobrevivir, se sientan poco involucradas en la conservaci6n de valores simbélicos, sobre todo si no son los suyos. Aun respecto de su propio capital cultural, los sectores subalternos manifiestan a veces una posici6n vacilante 0 tibia, como si intetiotizaran la actitud desvalorizadora de los grupos dominantes hacia la cultura popular. S6lo algunas capas medias y populares, especial- mente afectadas por el agravamiento de la situaci6n, van profundizando su conciencia colectiva. Nuevos movimientos, desde los populares urba- nos hasta los ecologistas, empiezan a cambiar lentamente la agenda publica y ensanchan el debate sobre el patrimonio. Tres rasgos caracte- rizan la transformaci6n observable en estos sectores: a, La cuestion del patrimonio ambiental -natural y urbano- no se ve como responsabilidad exclusiva del gobierno. b. Se comprende que si no hay movilizaci6n social por el patrimo- nio, es dificil que el gobierno lo vincule con las necesidades actua- les y cotidianas de la poblacién, ¢. E] efectivo rescate del patrimonio incluye su apropiaci6n colectiv: y democritica, © sea: crear condiciones materiales y simbdlicas para que todas las clases puedan compartitlo y encontrarlo significativo, En el fondo, las nuevas interacciones entre capital, Estado y sociedad in cambiando la problematica patrimonial. Ya no se trata s6lo de las dos cuestiones que monopolizan casi toda la bibliografia: c6mo conservarlo o restaurarlo debidamente -si es adecuado cierto material, si queda mejor esta pitina- y c6mo protegerlo con mayor seguridad -perfeccionar las leyes, ins- talar alarmas eficaces contra robo-. La cuestién del patrimonio ha desbor- dado a los dos responsables de estas tareas, los profesionales de la con- servacion y el Estado. Pese a la enorme importancia que atin tienen la preservaci6n y la defensa, el problema mas desafiante es ahora el de los USOS sociales del patrimonio, En él es neces esfuerzos de investigaci6n, reconceptuali ios para rio. concentrar los mayores acion y politica cultural Hay por lo menos cuatro paradigmas politico-culturales desde los cuales se responde a esta pregunta. El primero, que llamaremos tradi- cionalismo sustancialista, es el de quienes juzgan los bienes hist6ricos Gnicamente por el alto valor que tienen en si mismos, y por eso conci- ben su conservacién independientemente del uso actual, Consideran que el patrimonio esta formado por un mundo de formas y objetos excepcionales en el que han desaparecido las experiencias sociales y las condiciones de vida y trabajo de quienes lo produjeron. Esta posicién es sostenida por diversos actores sociales, aunque prevalece en la tenden- 2 Etnologia cias aristocritico- tradicionalistas del campo académico y de los apara- tos politicos. Su rasgo comin es una vision metafisica, historica de la humanidad 0 del “ser nacional’, cuyas manifestaciones superiores se habrfan dado en un pasado desvanecido y sobrevivirian hoy s6lo en los bienes que lo rememoran. Preservar un centro ceremonial © muebles antiguos son tareas indiferentes a las preocupaciones practicas; su Gnico sentido es guardar esencias, modelos estéticos y simbélicos, cuya con- servaci6n inalterada servird precisamente para atestiguar que la sustan- ia de ese pasado glorioso trasciende los cambios sociales. Quedan fue- ra de esta politica los bienes precarios 0 cambiantes, los que s6lo documentan practicas populares 0 acontecimientos culturales, sin alcan- zar un puesto sobresaliente en la historia culta de las formas y los esti- los. Los otros paradigmas corresponden al privilegio otorgado a cada uno de los tres agentes sociales descritos en el punto anterior Quienes ven en el patrimonio una ocasion para valorizar econémi- camente el espacio social o un simple obstaculo al progreso econémico sustentan una concepeién mercantilisia. Los bienes acumulados por una sociedad importan en la medida en que favorecen o retardan “el avan- ce material”, Este destino mercantil guiar4 los criterios empleados en todas las acciones, Los gastos requeridos para preservar el patrimonio son una inversion justificable si reditta ganancias al mercado inmobilia- rio 0 al turismo, Por eso se atribuye a las empresas privadas un papel clave en la seleccion y rehabilitacién de los bienes culturales. A este modelo corresponde una estética exhibicionista en la restauraci6n: los Criterios artisticos, hist6ricos y técnicos se sujetan a la espectacularidad y la utilizacién recreativa del patrimonio con el fin de incrementar su rendimiento econémico. Los bienes simbélicos son valorados en la medida en que su apropiacion privada permite volverlos signos de dis- linci6n © usufructuarlos en un show de luz y sonido. El papel protagonista del Estado en la definicién y promocién del patrimonio se funda en una concepeién conservacionista y monumen- talista, En general las tareas del poder pGblico consisten en rescatar, pre- servar y custodiar especialmente los bienes historicos capaces de exaltar la nacionalidad, de ser simbolos de cohesion y grandeza. Ante la mag- nificencia de una pirmide maya o de un palacio colonial a casi nadie se le ocure pensar en las contradicciones sociales que expresan. La atenci6n privilegiada a la grandiosidad del edificio suele distraer también de los problemas regionales, la estructura de los asentamientos rurales 0 urbanos en medio de los cuales los monumentos adquieren sentido: se ha senalado varias veces que la salvaguarda del patrimonio es eficaz si toma en cuenta las grandes obras junto con los sistemas constructivos y Jos usos contextuales del espacio", Pero es grande la tentaci6n de aso- ciar al Estado con las herencias monumentales para legitimar el sistema politico actual: se manifiesta asi la voluntad de defender lo propio, se busca significar el arraigo hist6rico de quienes lo conservan y “teinau- ‘guran” después de restaurarlo, y en la forma mas plena de apropiacion se le usa como sede fisica de un organismo oficial. En México, esta con- 23 LL. Néase, por ejemplo, el artculo de el patrimonio cultural en el émbito de los_asentamientos humanos’, ise UNAM (México), nim. 4, noviembre de 1986, pp. 411. 12. Oriol Bohigas, Contra tena argui- ectura adjlivada, Seix Baral, Bar- ‘celona, 1969, pp. 78-79. cepcién monumentalista no se muestra tinicamente en la politica de con servaci6n y uso de edificios antiguos; esti presente también en la arqui- tectura que evoca la monumentalidad precolombina 0 colonial, origi- nando reelaboraciones afortunadas -las del Museo Nacional de Antropologfa y El Colegio de México-, reinvenciones brillantes que inser- tan el modelo juedas geométricas contemporaneas -el Espacio Escult6rico en la Ciudad Universitaria de la UNAM-, pero también la grandilocuencia abrumadora de la Plaza Tapatia de Guadala- jara y la Macroplaza de Monterrey, donde la aspiracin autoexaltadora del poder politico y econémico sacrific6 la organizaci6n histérica y el equilibrio estético del espacio pablico. El cuarto paradigma, que denominamos participacionista, concibe el patrimonio y su preservacion en relacién con las necesidades globales de la sociedad. Las funciones anteriores ~el valor intrinseco de los bie- nes, su interés mercantil y su capacidad simbélica de legitimacién— son subordinadas a las demandas presentes de los usuarios. La seleccién de lo que se preserva y la manera de hacerlo deben decidirse a través de un proceso democritico en el que intervengan los interesados y se con- sideren sus habitos y opiniones. Este enfoque se caracteriza, asimismo, por incluir en el patrimonio tanto los edificios monumentales como la arquitectura habitacional, los grandes espacios ceremoniales 0 piblicos del pasado del mismo modo que los parques y plazas de hoy, los bie~ nes visibles junto a las costumbres y creencias. El acento en la partici- pacin social es el recurso clave para evitar los dos riesgos mas fre- cuentes que Oriol Bohigas sefiala en las ciudades o barrios antiguos: que se conviertan en “ciudades-museos’, ilustraciones hist6ricas de estructu- ras y formas que quedaron sin funciGn, o “ciudades para snobs”, areas apropiadas por una élite de artistas, intelectuales, burgueses y sobre todo especuladores, que ven en esos conjuntos urbanos un modo de subra- yar su distincién”. Desde la perspectiva participacionista es posible plantear a las poli- ticas culturales preguntas reveladoras sobre los usos sociales que se da a los bienes hist6ricos: a. {Con qué Optica se los restaura, la aristocrdtica que tantas veces os engendr6 o Ia del conocimiento y la utilizacion de quienes aho- ra desean entenderlos? b, ;De qué modo se presentan y se explican los edificios antiguos al abrirlos al piblico, y los objetos al exhibirlos en museos? ¢. Forman parte de la politica cultural s6lo la catalogacion y restau- raciOn, 0 también se busca conocer las necesidades y los codigos del piblico, lo que sucede en la recepcién y apropiacion que cada gru- po hace de la historia? En México estas preguntas han recibido respuesta ms bien con acciones que con estudios sistematicos sobre los usos del patrimonio y las necesidades populares. Existen en el pais organismos dedicados a promover el patrimonio vivo, que han hecho investigaciones sobre la participacion social, como el Instituto Nacional Indigenista, la Direccién ey General de Culturas Populares y el Museo Nacional de Cultura res. Sin embargo, es dificil evaluar los efectos de las diversas concep- ciones que los guien, entre otras razones, porque hay pocos estudios sobre la recepcin de sus tareas, Predomina la voluntad de difundir y promover el patrimonio popular, 0 el acceso a la cultura en general por parte de las clases subalternas. Esta politica promocional viene generan- do valiosas experiencias educativas y participativas museos comunitarios y escolares, programas de divulgaci6n cultural, pero rara vez basa su acei6n difusora en investigaciones sobre lo que piensan y hacen quie- nes la reciben, Queremos destacar una de estas carencias por su importancia para la participaci6n en el patrimonio cultural: el estudio del pablico y de los usuarios. Es significative que dispongamos de una vasta bibliografia de catalogacion y descripcién de sitios arqueol6gicos, edificios coloniales y monumentos, obras y tendencias artisticas, pero se cuentan con los dedos de una mano las investigaciones publicadas sobre la recepcion de bienes. Conocemos que los museos y las zonas arqueolégicas reciben anualmente un amplio pablico: en 1985 hubo un ingreso de 6.140.173 personas a los museos, de las cuales s6lo 1.161.330 eran extranjeras; los itios arqueol6gicos tuvieron en el mismo aio una concurrencia de 3,280,366, que inclufa 1.242.788 extranjeros'’, También sabemos que existe un alto nmero de visitantes al Musco Nacional de Historia de Chapultepec (659.997 en 1986) y al Museo Nacional de Antropologia (1.194.422 el mismo afio)" y que algunas exposiciones, como las de Die- go Rivera en el Museo Tamayo y en el Palacio de Bellas Artes, aleanza- ron el medio millén de asistentes. Pero ignoramos por qué el publico va a estos espacios culturales, c6mo los usa, qué prefiere o rechaza, de qué modo se apropia del patrimonio nacional y qué dificultades encuentra para relacionarlo con su vida cotidiana. Arturo Monz6n"¥ y Miriam A. de Kerriou® realizaron dos trabajos sobre el Museo de Antropologia que recogen principalmente datos cuantitativos. Respecto de los museos de arte, la Gnica investigacion publicada es la que Rita Eder efectu6 en 1977 en la exposicién Hammer", y se encuentra en prensa otra investigacion realizadla en cuatro exposiciones de la ciudad de México por un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Bellas Artes, con la colabo- raci6n de la Maestria de Antropologia Social de la Escuela Nacional de Antropologia Historia. En otros espacios culturales de a ciudad de México y de la provincia, desconocemos los datos basicos para vincular eficazmente las acciones culturales relativas al patrimonio con las nece- sidades de la poblaci6n. No se lograr una politica efectiva de preservaci6n y desarrollo del patrimonio si éste no es valorado adecuadamente por el piblico de los museos y sitios arqueoldgicos, los habitantes de los centros hist6ricos, los receptores de programas educativos y de difusion. Para cumplir estos objetivos, no basta multiplicar las investigaciones.patrimoniales, los museos y la divulgacion; hay que conocer y entender las pautas de per- cepcion y comprension en que se basa la relacién de los destinatarios 25 13, Anuario Bstaditico de las Bita- dos Unidos Hexicamos. 1985, Secre- tara de Programacién y Presupuest, Instituto Nacional de Estadistca, Geo- srafiae Informatica, 14, Infomacin poporconada por a Secreta Ténica del Instituto Nacio- nal de Antropologi e Historia 15, Arturo Mona, “Bases para inere- mentar el piblico que visita el Museo Nacional de Antopologf’, en Anales del INMH, tI, 2a. parte, nim. 35, México, 1952, 16, Miia A. de Keto, Las vista tes y al funcionamiento del Museo nacional de Antrpologta de México, México, 1981 (mimeo) 17, ita der y otros, “El pili de ate en Mésieo os espectadores dela expesicin Hammer’, Plural (Méx- ¢), v0.1, nim, 7, joo de 1977 El Patrimonio en la época de Ja Industria Cultural « La participacion del pablico y de los usuarios no sustituye la problematica especifica de la valoracién hist6rica y esté- tica de los bienes culturales, ni el papel del Estado o de los historiado- res, arquedlogos y antroplogos especializados en la investigacion y conservaci6n del patrimonio, Pero si ofrece una referencia -una fuente de sentido- con la cual debieran redefinirse todas estas tareas para avan- zar en la democratizacion de la cultura. acion de las sociedades contemporaneas ha reubicado los del patrimonio y de la participaci6n. Millones de personas que nunca han ido a los museos, o que apenas se enteraron en la escue- la de las obras que exhiben, hoy ven esas obras en sus casas por medio de la television. Pareceria que es innecesario desplazarse: las imagenes de las pirdmides y los centros hist6ricos legan hasta la mesa donde la familia come, se convierten en temas de conversacion y se mezclan con los asuntos del dia. La televisién transmite también mensajes publicita- rios en los que se usa el prestigio de los edificios antiguos para atribuir sus virtudes a un coche 0 un licor. El video clip difundido diariamente durante el campeonato mundial de fatbol, en que se disolvian las ima- genes de las pirimides antiguas en otras modernas, o del juego preco- lombino de pelota en danzas que remedaban el fitbol actual, proponia una continuidad fluida, sin conflictos, entre la tradiciOn y la modernidad. Es notable que esta visi6n conciliadora de las contradicciones historicas que transmitfa el video de una empresa privada ~Televisa- se halle tam- bién en mensajes del Estado; por ejemplo, la primera pelicula mexicana en el sistema Omnivision, FI pueblo del sol, proyectada en el Planetario de Tijuana dentro del programa de afirmaci6n de la identidad nacional en la frontera norte, describe la etapa colonial como un simple enrique- cimiento de las culturas precolombinas. Tal parece que la eliminacién de los conflictos es un rasgo mas extendido en los medios masivos que en otros modos de documentaci6n y difusi6n de la historia, in embargo, el problema no se reduce a mejorar la interpretacin ideol6gica del pasado. Las posibilidades de difusion masiva y espect cularizacién del patrimonio que ofrecen las tecnologias de comunicacion modernas plantean nuevos desafios: ¢C6mo usar de un modo més ima- ginativo y critico los medios para el desarrollo de la conciencia social sobre el patrimonio? ;Cuales serian los limites de la resemantizacion que realiza la industria de la comunicaci6n sobre las culturas tradicionales? {Como legislar sobre estos temas sin afectar los derechos basicos de libre informacién y comunicacién social? Cémo interacttian estos derechos con los de los grupos indigenas y populares a los que pertenecen his- toricamente dichos bienes culturales? Estas preguntas muestran la urgen- cia de ensanchar el campo de problemas y el ambito disciplinatio en que suele ubicarse el patrimonio. Necesitamos nuevos instrumentos concep- tuales y metodol6gicos para analizar las interacciones actuales entre lo popular y lo masivo, lo tradicional y lo modermo, lo pablico y lo priva- do, y ello requiere una mayor vinculaci6n de las Ciencias antropolégicas 26 con la sociologia y los estudios sobre comunicacion Los cambios en la produccién, la circulaci6n y el consumo de la c tura exigen modificar también la concepci6n del patrimonio manejada en las politicas piblicas. Sin duda, ha sido un gran avance que se haya mpliado el concepto elitista de cultura para incluir las formas artesana- les de produccién popular: hoy casi no existen discursos oficiales que nieguen un lugar en el patrimonio nacional a la misica, las danzas y la literatura indigenas. Pero cuesta extender la competencia del Estado a las ‘manifestaciones no tradicionales. La accion gubernamental se concentra en la conservaci6n y defensa de los bienes hist6ricos -sitios arqueol6gi- cos, arquitectura colonial-, la promocién de actividades artisticas que representan los valores mas altos de la nacionalidad -desde el folklore a la plastica moderma-, y protege algunas practicas culturales cuyo costo de produccién y descenso de pablico tornan problematico su futuro -cine, teatro, revistas de arte-, Pero el mercado simbélico de masas atrae poco interés estatal, y en gran medida es dejado en manos de empresas privadas, Aparecen ocasionales intentos en la television estatal de pro- mover las formas tradicionales y eruditas de cultura -programas del INBA. y de la Unidad de Television Educativa-, pero las nuevas tecnologias de son vistas a menudo como una cuesti6n ajena al campo cultural, Se las vincula mAs bien con la seguridad nacional y la manipu- lacion politica-ideolégica de intereses extranjeros, Por ello dependen de la Secretaria de Gobernaci6n y no del sector educativo, Las investigaciones sobre el consumo cultural familiar realizadas Glti- mamente en Estados Unidos, en paises europeos y algunos latinoameri- canos indican que los gastos domésticos se concentran cada vez mas en la adquisicién de “maquinas culturales” -televisores, tocadiscos, videos, radios para distintos miembros de la familia y para el coche-, en det mento del gasto en publicaciones y espectaculos teatrales, cinematogra ficos y musicales que se realizan fuera de casa’, Esta “cultura a domic lio, manejada por Ia iniciativa privada, crece en recursos, en eficaci comercial y simbélica, mientras los Estados siguen dedicdndose priorita- riamente a las pricticas culturales que estén perdiendo influencia. ZA qué se debe esta resistencia a extender la responsabilidad patri- monial del poder piblico a los nuevos circuitos y tecnologias culturales? Proviene, en parte, del temor a enfrentar a los grandes consorcios pri- vados, Los pocos intentos de desarrollar acciones mas definidas del E: do respecto de las instituciones culturales recibieron virulentos rechazos: los empresarios, ademas de defender su negocio, argumentan que el control estatal de los espacios simbélicos es una forma de autoritarismo. y conduce a la burocratizacion y unilateralidad de los medios masivos, wor qué esta restricci6n del Estado a formas tradicionales o cultas del patrimonio es aceptada por muchos responsables de la politica gubernamental que defienden con firmeza su participacién en el ambi- to educativo, € incluso por partidos progresistas de la oposicién que .cluyen en sus propuestas estos nuevos espacios culturales? ciones podria hallarse en esa dilatada creencia de que tampoco Una de las expli 18 CE los textos de Pier Hourdien ya citados. Respecto de América Latina, ase Sergio Micali, Fstado e ultra ‘no Brasil, DIFEL, Sao Paulo, 1984; y José Joaquin Bruner, ida cian, ‘sociedad y cultura: Chile, 1973- 1982, FINCSO, Santiago, 1982

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