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La escuela WoC Tahar Ben Jelloun anos) ee routs) Cele oa lle] ge) aol destinados a Le Tefoky mR Tahar Ben Jelloun LA ESCUELA VACIA Traduccién de Malika Embarek Lopez Titulo original: N’achetez pas la sang des enfants Autor: Tahar Ben Jelloun Traduccién: Malika Embarek Lopez Iustraciones: Compaiiia de Disefio © del texto: Tahar Ben Jelloun, 200r © de las ilustraciones: Miguel Ordéiiez, 2003 © de la traduccién: Malika Embarek Lépez, 2003 © de esta edicién: RBA Libros, S.A., 2003 Pérez Galdés, 36 - 08012 Barcelona www.tbalibros.com / rba-libros@rba.es Primeta edicién: mayo 2003 Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicacién puede ser reproducida, almacenada © transmitida por ningiin medio sin permiso del editor. Ref.: F-68 ISBN: 84-7901-439-3 Depésito legal: B. 20.379 - 2003 Impreso por Egedsa La historia que voy a contar ocurrié en un pais de Africa occidental llamado «el pais de los leones dormidos». Sucedié en un pueblecito situado a una hora de camino en autobtis desde la capital. No tiene nombre, lo Ilaman «El Pueblo». Yo lo llamo «La Nada», por lo vacfo que esta y por el viento que gira cual trompo y levanta polvo a su paso. La Nada es redonda como una calabaza, casi un circulo. En la mitad del pueblo, y rodeado por unas casitas sin agua corriente ni luz, se levanta un in- menso Arbol, un haya, con numerosos troncos de una edad que impone. ;Cuantos afios tendra? Se- gtin Hach Baba, el jefe del pueblo, debe de tener unos trescientos cincuenta y dos. ¢Cémo los con- tard? Es muy sencillo, cada tronco representa aproximadamente cincuenta afios. Siete por cincuen- ta igual a trescientos cincuenta. 7Y los dos que faltan? Son los que tiene una rama que crece incli- nada hacia el suelo. Dice Hach Baba que con el tiempo se convertira en un tronco. Se necesitan tres hombres y un nifio agarrados de la mano para rodear el arbol. Un siglo por cada uno. La tierra es de color arena. Cuando Ilueve, cosa que ocurre rara vez, se vuelve roja. Las paredes de las casas son de adobe, una masa de tierra arcillosa moldeada con piedras y paja. Es mucho menos resistente que la piedra o el hormigon. En esta al- dea no hay piedras; hay pozos. No hay carretera asfaltada, ni carteles de sefializaci6n. Sélo unas pistas trazadas por los animales y los hombres. El cielo suele estar blanco. Dicen que es porque esta preparando la Iluvia. Pero la Iluvia no cae. Debe de preparar otra cosa. Dicen también que tras el velo blanco, el cielo oculta los suefios de los nifios y los recuerdos de los ancianos. De noche, se juntan ambos. Cuando yo era pequefio, sofiaba mucho. Me gustaba mas dormir y seguir sofian- do que levantarme y corretear, persiguiendo a los perros hambrientos en medio del polvo. Mis sue- fios eran de colores y con mtisica. Veia luz en los Arboles y en las caras de los demas nifios. Me in- ventaba historias, mezclaba unas con otras y las entrelazaba con mi vida anodina. Las veia escribir- se en el cielo y yo no sabia leer. — Qué ocurre con los recuerdos de la gente que ya no est4 aqui? —pregunté un dia a mi abuelo. —Estan en el cielo, escondidos detrds de una inmensa cortina blanca. Cuando estan tristes, se convierten en lagrimas y caen como gotas amar- gas. Se llama «la lluvia de los muertos». Es muy beneficiosa para la tierra. Dicen que el cielo es un libro donde las pala- bras son las estrellas, y la Via Lactea, un rfo por donde se deslizan las misicas del mundo; y dicen también que es el cementerio de los Angeles, de esos nifios que la enfermedad se llevé demasiado pronto. El cielo los llama para que vigilen a las estrellas revoltosas que se escapan, fugaces, hacia otras galaxias. En mis suefios solia ver a mi amigo Momo que habia muerto, stibitamente, tras unas fiebres muy altas. Sé que allf ahora esta bien aun- que se aburre. Dicen también que el cielo es el mar del mundo, el espejo de los océanos. Nunca vi un mar tan inmenso, tan limpio y sin tempestades. Llegué incluso a imaginar que tenia ojos el mar, y se asomaba por encima de mi cabeza, observan- dome. Son tantas las cosas que dicen sobre el cielo que él se venga, burlandose de los habitantes de este pueblo. ¢Cémo se burla? Yéndose a vaciar sus nubes sobre la ciudad y olvidandose de regar nuestros campos. Hace muecas a quienes esperan ansiosos su clemencia. Es demasiado grande y no oye las plegarias de la gente. Yo, a veces, me dirigia a él, le hablaba en voz baja como si le estuviera contan- do un secreto. No me respondfa. Y yo no ofa nin- guna voz, aunque ya sé que el cielo no habla, y que no le gustan los pobres. «A nadie le gustan los pobres», me dijo un dia el abuelo. Lo pens6 mucho antes de revelarme esa verdad. Me parece injusta y cruel. ¢Qué significa ser pobre? No hace falta imaginarse cosas extraor- dinarias. Basta con que se fijen en nosotros, en observar nuestras caras, nuestros ojos sin luz, nues- tros pies descalzos y la tierra que cubre nuestras manos. Ser pobre en Africa no es nada del otro mundo, no sorprende a nadie. Ya nos hemos acos- tumbrado a carecer de todo y a no desesperarnos por ello. Ser pobre en nuestra aldea es despertar- se por las mafianas preguntandose si el dia pasara sin que los nifios griten de hambre. Es leer en los ojos de una madre el deseo de que llegue el sosiego cuando sube la fiebre y se siente dolor. Es perder el gusto a la vida porque nos ha olvidado. Como también nos han olvidado Dios y el cielo. Ser pobre es no tener suerte 0, mejor dicho, no tener nada, ni siquiera unas habas secas para aguantar la se- quia. Es no tener mas que las propias manos, los propios brazos y unos enormes ojos atentos al horizonte. Aqui todos tienen la mirada puesta en el hori- zonte. Todos creen que el salvador Ilegara de alli y de allf surgiran los nuevos profetas. Pero ya nadie cree en la llegada de los profetas. Hay quien cree incluso que la hambruna es un invento de los hombres. A qué se parecera un salvador? ¢A un rebafio de camellos que trae provisiones para toda la aldea? ¢A un mago montado en un corcel blan- co, que llega con una varita magica en la mano para hacer que la tierra se vuelva fértil y los hom- bres holgazanes, trabajadores? ;O se parecera a un pajaro de presa, que deja de ser rapaz y se dedica a apretar con sus garras las nubes para convertirlas en Iluvia? ¢Acaso un profeta de ojos claros y cabe- Ilo rubio que habla del bien y del mal, del paraiso 13 y el infierno, y promete acabar con la miseria si somos obedientes? No, el salvador no sera ni pro- feta ni mago. Sera todos los hombres unidos, que trabajan la tierra, exigen sus legitimos derechos e impiden que el hambre se aduefie de la aldea. Si aqui hay hambre es porque unos hombres que se pirran por los uniformes y los desfiles militares, ladrones y bandidos, embusteros y asesinos, se han apoderado de las tierras fértiles y del agua. Sdlo entienden el lenguaje de las armas, se llenan la panza con los bienes de los demas y se echan a dormir a pierna suelta, sin la menor muestra de remordi- miento, La escuela esta situada en la mezquita. O mejor dicho, la mezquita sirve de escuela. Hay que des- calzarse para entrar. Pero da igual, porque aqui la mayoria de los nifios no tiene zapatos. Llevan los pies sucios, cubiertos de polvo. La tierra esta seca. En una de las rojas paredes de la mezquita, unos peregrinos pintaron un avion y un barco al regre- sar de La Meca, la ciudad donde nacié la religion musulmana. Hay quien dibuj6 un dromedario. 14 Antiguamente, los peregrinos iban a la Meca a lomos de camello y el viaje duraba muchos meses. El ritual exigia esfuerzo, pues el buen musulman no debia elegir el medio mas facil para llegar a los lugares santos del islam. Hoy, los peregrinos viajan sobre todo en avién. No sé por qué necesitaran apresurarse para llegar a La Meca, pues la gente de este pueblo tiene todo el tiempo del mundo. Es lo unico que tenemos en abundancia. No como el agua o los cereales, que escasean. Cuando vuelven de La Meca, se los llama bach, que en arabe quiere decir «peregrino», el hombre afortunado que ha podido recogerse en Medina ante la tumba del profeta de los musulmanes, Mohamed, que los europeos co- nocen por el nombre de Mahoma. EI afio pasado, sdlo pudieron ir a La Meca el jefe del pueblo y su sobrino. Aqui no hay dinero. Toda la aldea pagé a escote el viaje de Baba y Moha. Fue el acontecimiento mas importante de la temporada. Todos los habitantes les encarga- ron que rezasen para salvar a la aldea de la ham- bruna y la sequia. No es que yo quiera decir cosas malas de los rezos; me castigarian por ello. No, rezar es bueno, sobre todo en la mezquita, pero T5 no es suficiente, las personas tienen que tener voluntad y reaccionar. Dios nunca dijo que basta- se con rezar para alejar el hambre y la injusticia. A veces me pregunto si los hombres no estaran utilizando a Dios para ocultar sus malas acciones. Es curioso, cuanto mas pobre es uno, mas recurre a Dios. En fin, eso es lo que he podido compro- bar en nuestra aldea. Mis padres se pasan el tiem- po rezando. Yo dudo bastante de la eficacia de esos rezos. Pero me callo y no digo nada que pueda escandalizarlos. La escuela aqui es menos importante que las conversaciones de los mayores a la sombra del Arbol. Conozco bien este pueblo. Estuve a punto de perder la vista por culpa de la tierra que se te mete en los ojos, cargada de unos gérmenes que provocan tracoma, una enfermedad contagiosa. Me curaron en la ciudad y gracias a un tio, que es chofer de taxi, pude ir a la escuela. Tuve suerte, mucha suerte, porque tengo la bendicion de mis padres. El dia que me marchaba a la ciudad, mi madre quem6 incienso y me hizo pasar siete veces por encima de un pequefio anafre donde éste se consumia en medio de las brasas rojas. El humo 16 que desprendfa no olfa bien. Yo me tapaba la nariz y hacia lo que ella me ordenaba. No tengo fe en esas costumbres, pero obedecfa a mi madre para no disgustarla y que no,se pusiera triste. Toda la familia habia acudido a desearme buena suerte. Parecia que me iba al extranjero como mi tio Bedyé, que emigr6 a Francia y hoy barre las calles de una gran ciudad. Solo ha vuelto una vez al pueblo y estuvo todo el tiempo durmiendo. En la ciudad vivia en casa de mi tio Issa. A su mujer no le gusté que yo me quedara con ellos. Me llamaba Prrousi, exagerando la erre; era su forma de pronunciar proces, que es la multa que el taxista paga cuando comete una falta de trafi- co. Yo era para ella como una multa, algo que le imponian. {No esta bien que a uno le consideren una multa! Pero yo no decia nada. Mi madre me habfa aleccionado antes de marchar a la ciudad: «Sé educado, portate bien, no te hagas notar, no hables en voz alta, no interrumpas a la gente, sé servicial, ayuda en las tareas de la casa, no protes- tes, no seas respond6n con la mujer de tu tfo...». Yo entendfa la preocupacién de mi madre. La gen- te de la ciudad no es tan hospitalaria como la del campo. Mi tio me dijo que en la ciudad la gente tenia otra mentalidad. —Aqui, el dinero es rey —me dijo—. El dinero es el jefe de la aldea y de todo lo que hacemos. Si no lo tienes, no te conoce nadie; por eso trabajo todos los dfas de la semana, incluso de noche, porque algunos autocares llegan de madrugada y los viajeros necesitan tomar un taxi para ir a sus casas; los autobuses de linea no funcionan de no- che, afortunadamente, con eso me saco un dineri- llo. jEI dinero, el dinero, la gente sdlo habla de eso, como si la vida fuese un enorme billete de banco! 7Te imaginas? jEste trozo de papel es mas importante que la amistad 0 el amor entre los seres humanos! Al principio, me sorprendia, pero acabé 18 rindiéndome ante la realidad, y empecé a compor- tarme como los demas: yo también corro tras el dinero. Es normal. A veces, he llegado incluso a pelearme con otro chéfer de taxi que intentaba robarme los clientes. Si, muchachito, si, el dinero lo es todo. Por eso, cuando regreso a la aldea, para mi es un descanso. Yo iba a la escuela, me aprendia las lecciones, y por la noche trabajaba de camarero en un café. Me comia las sobras de los bocadillos que los clien- tes dejaban en las mesas. Y los dias de fiesta, me sentia afortunado por disfrutar de una auténtica comida: puré de habas, un cuenco de arroz y un vaso de gaseosa. El viernes iba con mi tio al ham- mam. Me gustaban los bafios publicos: ver las gotas de agua chorrear por las paredes; algunas caian del techo y se deslizaban por mi nuca; 0 el vapor y los gritos de los hombres mientras unos individuos forzudos les daban masajes. En el pueblo no tenia- mos hammam, yo me lavaba cerca del pozo con un cubo de agua. Sélo eso. Una vez por semana me tocaba mi racién de agua. En la ciudad, el agua pasa por todas las casas. Pero la gente se olvida de que es un don de cielo. La desperdician. Y el 19 agua es la vida. La gente de la ciudad cree que la vida es el dinero. ¢Cémo convencerles de que se equivocan? Quizd no quieren enterarse. Mi abue- lo decia: «S6lo quien recibe un latigazo sabe lo que duele». En la escuela aprendi la historia y la geografia de los cinco continentes, lei libros de aventuras y de amor. Y el diccionario de la lengua francesa se convirtid en mi mejor compafiero. Me inicié en el algebra y la geometria. Después de todo eso, me dieron un diploma de primer ciclo. Me sentia or- gulloso de tener un certificado que demostraba que habia aprobado los examenes. Mi tio me matriculd luego en una escuela donde se aprende a ensefiar. Alli me alojaba y comia y, a final de mes, me daban una paga. Habja firmado un contrato que me com- prometia a trabajar para el Estado durante ocho afios. Por primera vez en mi vida, tenia mi propio dinero. Tuve que esperar mas de seis meses para cobrar el primer sueldo. Recuerdo el dia en que mi tio me acompaiié al banco para cambiar el cheque por dinero. Yo estaba temblando. Apretaba contra mi pecho mi carnet de identidad, el contrato y el cheque. Miraba aquel pedacito de papel rectangu- lar donde figuraba el salario escrito en cifras y letra. El empleado del banco desconfié de mi, me pre- gunt6 por qué en la foto del carnet no llevaba gafas. ¢Como le iba a decir que no tenia dinero entonces para comprarmelas? Me hizo algunas preguntas. Parecia un interrogatorio de una comisaria: ¢cudles eran los nombres y apellidos de mis padres, cuan- tos hermanos y hermanas tenia, qué iba a hacer con ese dinero...? Al rato, de mala gana, me lo entrego. No me gust6 su mirada. Tenia unos ojos extrafios, quiza amarillos, el color del odio. Sali de allf con la sensacién de ser rico, de golpe. Mi tio me dijo incluso que era mas rico que él. ¢Qué significa ser rico? gNo padecer necesida- des? ;Comprarte una camisa nueva, una bicicleta para ir a trabajar, comer hasta saciar el hambre, hacer regalos a tu gente, sentirte querido por los cielos? No me atrevi a gastar ese dinero, me lo meti en el bolsillo y lo cerré bien con un imperdi- ble. Lo guardé para ensefidrselo a mis padres. Se lo di a mi madre, que mandé quemar incienso y me cubrié de rezos. Ella tenia miedo del mal de ojo. Todo el mundo estaba al corriente de que su hijo ganaba dinero en la ciudad. — ee Un mes de trabajo. Los nifos estaban felices de participar en la construccién de su nueva escuela. Tengo algunos nifios mds que el primer aio. La fabrica no cerr6. Sigue empleando a nifios. No he renunciado a luchar contra la esclavitud y la trata de menores. Soy obstinado y a pesar de las dificul- tades sigo adelante. Este afio he preferido empezar las clases con- tandoles un cuento. —Hoy no vamos ni a leer ni a escribir. Habla- remos, dialogaremos, como hacen vuestros abuelos cuando se sientan bajo el Arbol. Os voy a hacer una pregunta en forma de adivinanza. Pensad bien antes de contestar. Qué creéis es para vosotros lo peor del mundo? Es decir, lo que provoca las des- gracias, destruye a la gente y convierte a los hom- bres en agresivos y peligrosos... Silencio en la clase, seguido de murmullos. —Agresivo? ¢Qué significa, sefior? —Es alguien que busca pelea, que provoca y se comporta como un perro rabioso, abandonado y hambriento. ;Qué es lo peor del mundo? —jLa muerte! —No, la muerte es el fin natural de cualquier vida. Cuando ella llega, nosotros nos vamos. Y si seguimos aqui es porque ella atin no ha Ilegado. La muerte no es algo malo ni bueno. Es lo que es y nada mas. La muerte de un ser querido es into- lerable, pero no es lo peor del mundo aunque no podamos evitarla. —jLa enfermedad! —La enfermedad puede ser terrible y provocar un sufrimiento insoportable, pero también se pue- de curar. La medicina y la ciencia no dejan de pro- gresar. —jEl hambre! —Si, pero no es una fatalidad. —Qué significa fatalidad, sefior? —Hay quien dice que lo que nos ocurre ya esta 50 Ba CT OM™I Qf EES escrito de antemano, que esta escrito en el cielo, © sea, que no podemos hacer nada para evitarlo. Y, sin embargo, se pueden hacer muchas cosas contra el hambre. En nuestro pueblo, hay sequia. Pero también sabemos que los paises ricos envian a la capital mijo y arroz, y a nosotros esta ayuda no nos llega. El hambre es algo horrible e intole- rable, pero tiene soluci6n. —Por qué el mijo y el arroz que envian los paises ricos no nos llega? —Porque el ser humano es egoista e injusto. Decidme, pues, ¢qué es lo peor del mundo...? —jUna tempestad de arena! —No, porque podemos protegernos y, ademas, no dura siempre. —jLos escorpiones, las viboras y los chacales...! —Son animales peligrosos, pero podemos evi- tarlos y no toparnos con ellos nunca. —jLo peor del mundo es la guerra! —Si, pero hay algo que la provoca, la crea, la extiende... —jEl odio! —No es suficiente; podemos odiar sin necesi- dad de desencadenar una guerra. No todos los 50

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