You are on page 1of 32
12. Banderas rojas/banderas negras: marxistas contra anarquistas Los errores cometidos por un verdadero movimiento revo- lucionario son infinitamente mis fructiferos que la infali- bilidad del Comité Central mds inteligente. Rosa Luxemburgo Todo el mundo sabe que Karl Marx reprendia despiadadamente a los libera- les por su apoyo a la economia capitalista que, a su juicio, convertia en una burla su grandilocuente compromiso con la libertad y la igualdad. Pocas personas se dan cuenta de que la cantidad de tiempo, energia y pasion que Marx empleé luchando contra los liberales no es nada comparado con las interminables y feroces batallas, tanto ideolégicas como organizativas, que librd contra sus compaiieros izquierdistas, sobre todo anarquistas. Y lo que es cierto de Marx no lo es menos de los marxistas. Toda la historia del mar- xismo es un historial de luchas contra los anarquistas o los diferentes here- deros del anarquismo que se consideran a si mismos los verdaderos marxis- tas. En cuanto al anarquismo, es un movimiento que podria muy bien haber muerto bastante antes de lo que lo hizo si no fuera por la recurrente necesi- dad de cuestionar una organizaci6n politica marxista, leninista o estalinista. El anarquismo comenz6 como un movimiento a titulo propio, pero evolu- Gioné hacia una doctrina que la mayoria de las veces vivia parasitariamente del cuerpo del mismo marxismo que despreciaba. La tiltima vez que se alzé la bandera negra del anarquismo desafiando a la bandera roja! del marxismo fue durante los acontecimientos de mayo de 1968 en Francia, cuando una rebelién de estudiantes se propagé como una plaga general de huelgas y exigencias de autogestién. Los hitos previos comprendian la batalla entre Marx y los anarquistas por el control de la Aso- ciacién Internacional de Trabajadores fundada en 1864, seguida de la lucha por reivindicar el glorioso legado de los héroes de la Comuna de Pari que eh Viejas y nuevas voces revolucién de 1917. En general, Jos anarquistas salieron mal parados de sus combates con los marxistas. Desde el punto de vista tedrico, pensadores como Stirner, Proud- hon y Bakuni la altura de Marx, cuya superioridad intelec- tual Bakunin fue lo suficientemente generoso como para reconocer. Politi- camente, a los anarquistas les fue incluso peor. Insistiendo con orgullo en que su desorganizacién probaba su compromiso con el principio de la auto- nomia personal, los anarquistas sufrieron_una tras otra aplastantes derrotas a manos de los disciplinados marxistas. Sin embargo, deben tenerse en cuenta dos argumentos a favor de los anarquistas. Uno es que, fueran cuales fueran las carencias de sus creden- ciales filosOficas, se vieron mas que compensadas en esplendor artistico: Montmartre al principio de la década de 1890 fue un refugio para artistas, | anarquistas y antianarquistas; algunas décadas después, el surrealismo fue un movimiento de artistas vanguardistas que eran anarcomarxistas compro- metidos con la revolucién, pero hostiles con Stalin: su arte y su sentido de la teatralidad eran tan escandalosos y excitantes como el arte estalinista del deprimente «realismo socialistay. La segunda declaracién en favor del anarquismo es que sirvid-una y-otra vez, fuera bajo el disfraz del comunis- mo de izquierdas o el de algunos otros hibridos anarcomarxistas, como una importante critica del estalinismo desde dentro de las filas revolucionarias. Eran los comunistas izquierdistas, es decir, los marxistas sensibles al men- saje libertario de los anarquistas, los que periddicamente hacian Ilamamien- tos instando al régimen a que retornara a sus comienzos antiautoritarios. | Organizaci6n: ;qué hacer? La polémica entre los marxistas y anarquistas en el tema de la organizacién ha adoptado siempre la misma forma. Los marxistas defienden la postura_ de que la hostilidad de los anarquistas hacia la direccién y la organizacién imposibilita la accidn colectiva, hace que la derrota sea inevitable y lleva a los frustrados anarquistas a cometer actos de violencia aleatorios. Los anar~ quistas re sponden afirmando que un movimiento revolucionario aut no pued: de ninguna manera dar origen a.una sociedad. libertaria; la organi- zacion revolucionaria debe prefigurar el mundo que existird después del le- vantamiento decisivo; de lo contrario, la revolucién fracasara. En el momento de la fundacién de la Asociacién Internacional de Traba- jadores (la Primera Internacional, 1864-1876), Mijail Bakunin (1814-1876) planteé todos los argumentos contra la organizacién politica marxista que | estaban destinados a ser repetidos hasta la saciedad durante toda la larga lu- : cha entre marxistas y comunistas. La delegacién francesa, compuesta por 286 rd ae peo eee 12. "Banderas. rojas/banderas negras: m vegras: marxist s contra narquistas los seguidores del ultimo Pierre-Joseph Proudhon, el padre del anarquismo en Francia, fue muy receptiva al mensaje de Bakunin, especialmente por- que ya en la década de 1840 Proudhon habia advertido a Marx de que evi- tara el autoritarismo. «No nos permitas caer en la contradiccién de tu com- patriota Martin Lutero», escribié Proudhon a Marx en una carta fechada el 17 de mayo de 1846. Tan pronto como hubo derrocado a la teologia catélica, recurriendo constantemente a excomuniones y anatemas, acometié de inmediato la fundacién de una teologia protes- tante [...] Hagamos del mundo un ejemplo de tolerancia sabia y con visién de futuro [...] No nos erijamos en apéstoles de una nueva religién?, Odiando a Alemania por ser una naci6n autoritaria, tanto Proudhon como Bakunin hicieron lo que pudieron para utilizar contra Marx su nacio- nalidad: Proudhon, ligandolo a Lutero; Bakunin, comparandolo con Bis- mark. A Bakunin no le importaba que fuera Ferdinand Lassalle (1825- 1864) el que quisiera establecer el socialismo por medio del Estado prusiano y Marx el que le atacara enérgicamente por tratar de quedar bien con Bismark. «Como puedes esperar que de una organizacién_autoritaria_surja_una_ sociedad igualitaria y libr eaba Bakunin—. La Internacional, el embrién de la futura sociedad humana, deberia ser desde este momento la fiel imagen de nuestros principios de libertad y federacién.» Opuesto-a. la direccién surgida del Consejo General, en el que Marx era influyente, traté de disolver la Internacional en_secciones auténomas, federa- nera flexible. Como la mayoria de los anarquistas, Bakunin crea que las organizaciones deberian ser voluntarias, temporales, creadas para llevar_a_cabo un objetivo particulary después ser_disueltas. Sélo admitia que la disciplina fuera necesaria en un sentido extremadamente restringido: En el momento de la accién [...] existe una divisién natural de funciones segin las apti- tudes de cada uno [...]: algunos dirigen y mandan, otros cumplen érdenes. Pero no se debe permitir que ninguna funcién se petrifique y quede fijada, y que permanezca irre- vocablemente adscrita a una persona. No existe orden ni promocién jerdrquica, de for- ma que el comandante de hoy puede convertirse mafiana en un subordinado. Nadie sube por encima de los demas 0, si lo hace, es sélo para caer de nuevo poco después, como Jas olas del mar que retornan constantemente al saludable nivel de igualdad. Bakunin también expres6 de forma clasica el punto de vista anarquista_ cuando afirmé que «la organizacién de las fuerzas del proletaria ] debe ser tarea del propio proletariado». Todos los anarquistas posteriores enzarzados en un combate mortal con el comunismo ruso tuvieron buenas razones para citar a Bakunin contra la nocién leninista del partido concebi- do como la «vanguardia del proletariado». ‘287 Viejas y nuevas voces ee ee Sin embargo, Marx no era Lenin, y la descripcién de Bakunin del peli- gro que emanaba de la direccién de la Primera Internacional era tan enga- fiosa como las mismas palabras de advertencia mas tarde demostrarian ser certeras en el caso de la Tercera Internacional. Cualquiera que fuese el pa- recido con Lenin que uno pudiera legitimamente discernir en el autor del Manifiesto comunista, éste alcanz6 su apogeo en el mes de marzo de 1850, cuando Marx pronuncié un vibrante discurso pidiendo al proletariado que se hiciera con el poder a pesar de su escaso nimero y del estado de subde- sarrollo econémico de Alemania; pero el_15 de septiembre del mismo afio Marx habia cambiado radicalmente su postura de forma decisiva, diciendo que a la clase trabajadora le faltaban muchos afios para poder transformar Ja sociedad. El Marx que acepté pronunciar el discurso inaugural de la Pri- mera Internacional en 1864 estaba tan dispuesto a esperar a que se dieran las condiciones histéricas adecuadas y tan ansioso por complacer a los re- presentantes moderados de los sindicatos ingleses, como catorce afios antes habia sido por poco tiempo un ardiente revolucionario. El dominio con mano férrea de la Internacional no era_el objetivo.de Marx; su_preocupa- cién era asegurar su estatus como una organizaciOn de la clase trabajadora, y con ese fin trabajé para excluir a los republicanos franceses ¢ italianos, jacobinos en el primer caso, discipulos de Mazzini en el segundo. El discurso inaugural de Marx muestra la razon mas importante por la que estaba destinado, antes o después, a verse envuelto en una controversia con los miembros anarquistas de la Internacional. Nada resultaba mas ob- vio para Marx que la necesidad de las clases trabajadoras de crear sindica- tos y alterar sus condiciones por Medios politicos. En la época en la que vio Ja luz del dia la Internacional, los delegados franceses estaban evolucionan- do, desmarcandose del absoluto rechazo a los sindicatos de Proudhon; pero anarquistas de todas las tendencias permanecieron fieles.a ese rechazo de la accion politica. Para ellos, el modo de vida de la clase trabajadora es com- pletamente bueno y el Estado completamente malo, de lo que se sigue que el modo de proteger a los productores de la contaminacién es hacer que se abstengan totalmente de la politica. Ningtn anarquista podria estar de acuerdo con una de las frases que Marx incluyé en su discurso inaugural: «Conquistar el poder politico se ha convertido en el gran deber de las cla- ses trabajadoras.» Hacia el final de la década de 1860, Bakunin y Marx eran enemigos mortales, cada uno empefiado en desacreditar al otro y evitar que asumiera el control de la Internacional. Bakunin denuncié repetidas veces que Marx y sus seguidores, al defender un gobierno revolucionario transitorio que re- emplazara al régimen burgués caido, eran en realidad los defensores del au- ) toritarismo. «El que en nombre de la revolucién quiera erigir un Estado, aunque sea un Estado provisional, instaura la reaccién y trabaja para el des- potismo», escribié Bakunin en 1870. Tres afios después se quejaba de que «los lideres del partido comunista concentraran todos los poderes adminis- 288 12. Banderas rojas/banderas negras: marxistas contra anarquistas trativos en sus poderosas manos». Aunque reclutados de entre los trabaja- dores, los nuevos gobernantes «dejaran de ser trabajadores y miraran por encima del hombro a las sencillas masas trabajadoras». Los marxistas, aiia- dia, «dicen que el yugo de una dictadura es un escal6n transitorio en la con- secuci6n de la plena libertad para el pueblo: el anarquismo o la libertad es el objetivo, mientras que el Estado y la dictadura son el medio [...] Noso- tros contestamos que [...] sdlo la libertad puede crear libertad, mediante una rebelién total del pueblo». Marx y-Engels, volviendo las tornas a Bakunin, sefialaron que, aunque el anarquismo_en_el sentido de abolicién del Estado era el fin, no podia ser el medio. Lo que todos los socialistas [marxistas] entienden por anarquismo es esto: una vez se ha logrado el objetivo del movimiento proletario, la abolicién de todas las clases, el poder del Estado [...] desaparece. [Bakunin, sin embargo] [...] exige que la Internacional, en el mismo momento en que el viejo mundo esta intentando aplastarla, sustituya su orga- nizacién por anarquia, éNo refutan las desventuras revolucionarias de Bakunin en Francia el valor de sus prescripciones? En Lyon, observaba Engels, Bakunin simple- mente declaré la abolicién del Estado_y, en consecuencia, consiguid tomar_ el pc inte menos de una hora antes de ser echado del ayuntamiento. Peor atin fue la trayectoria del anarquism | que, para paliar su mie: do al centralismo, escogié una organizacién federalista bakuniana que, en palabras de Engels, «consistia precisamente en el hecho de que cada ciudad hace lo que le parece. Declararon que lo importante no _era_la cooper: con otras ciudades, sino su separacién de ellas». El predecible resultado de_ su desorganizacion por principio fue que las tropas gubernamentales aplas-_ taron_una revuelta tras Sobre la cuestion del autoritarisr0, Marx y Engels se encontraron con que Proudhon y Bakunin, de nuevo, les habian proporcionado todo lo que necesitaban para lanzar un devastador contrataque. El temor obsesivo de Proudhon al desorden, sus actitudes extravagantemente patriarcales para con las mujeres, su antisemitismo y su apoyo a los propietarios de esclavos del sur de Estados Unidos sobre la base de su oposicién ala «centraliza- cin», explican por qué estaba destinado a ser el nifio mimado, tanto de la, derecha como de la izquierda rancesa. Por su parte, Bakunin siempre.esta- ba contradiciéndose a si mismo al asociarse con una u otra élite revolucio- Spi Teal 0 imaginaria, o se desacreditaba por su intima rela- cin con el a asesino nihilista ruso, Nechaev.’. Marx y Engels se deleitaban al describir el anarquismo sumamente autoritario de Bakunin: iQué bello modelo de comunismo cuartelario! Aqui tienes de todo: comida comunal, suefio comunal, asesores y funcionarios que regulan la educacién, la produccién y el ‘2ggme | | i! Viejas y nuevas voces consumo [...] El mismo hombre que en 1870 predica a los rusos obediencia pasiva y ciega a las érdenes que vienen de arriba y de un comité anénimo, [...] este mismo hom- bre, en 1871, teje un movimiento separatista y desorganizador dentro de la Internacional bajo el pretexto de combatir el autoritarismo y Ia centralizacién de los comunistas ale- manes [...] y hacer de la Internacional lo que deberia ser: la imagen de la futura socie- dad. Si la sociedad del futuro se modelara sobre la Alianza [de Bakunin] [...] sobrepa- saria de lejos al Paraguay de los reverendos padres jesuitas, tan querido para Bakunin. ( Cuando se reunié la Primera Internacional, hacia mucho que Marx habia | repudiado todas las organizaciones secretas y conspirativas como una reli- quia de una época pasada, cuando la clase trabajadora «no estaba todavia preparada para un movimiento historico independiente». Ahora que el capi- Jaime y la clase trabajadora han madurado, las sectas revolucionarias se han vuelto «esencialmente reaccionarias». Sélo hay un modo de combatir ( todas estas intrigas, pero demostrara ser extraordinariamente efectivo; este \ medio es la publicidad total. Claramente, Marx gané la batalla en la discu- ) sién con Bakunin, pero Hlegaria el dia en que los anarquistas 0 anarcomar- \ xistas tendrian excelentes razones para repetir la mds vital de las objeciones (de Bakunin a la «dictadura del proletariado» ‘. Una inolvidable anarcomarxista que puso en tela de juicio el jerarquizado y centralizado partido de Lenin, organizado a i imitacion | del ejército y com- puesto por revolucionarios s profesionales, f fue la Rosa Luxemburgo (1870-1919). Cuando | Rosa cuestion6_ a Lenin, primero en 1904 y, luego, poco después de la Revolucién rusa, los revolucionarios tuvieron que admi- tir que estaba inmejorablemente cualificada para enfrentarse al lider de los bolcheyiques, Como Lenin, Luxemburgo rechazaba a Karl Kautski, el sim- bolo de la Segunda Internacional, porque su politica era totalmente gradua- lista.-Su desdén por el «cretinismo parlamentario» y por el reformismo de los sindicatos y los socialdemécratas alemanes sélo era igualado por el de Lenin. Y, sin embargo, ella apoyaba las cuestiones anarquistas de la «es- pontaneidad» y la necesidad de los trabajadores de liberarse asi mismos, tanto como Lenin era hostil respecto a ellas en Qué hacer? (1902) y Un paso adelante, dos atras (1904). La espontaneidad, tal y como Lenin la entendia, significaba el loco bom- bardeo de los anarquistas o la costumbre de seguir, en lugar de guiar, al proletariado. Por consiguiente, él insistié en la prioridad de la «conciencia» sobre la «espontaneidad», lo que quiere decir que defendia actuar ini mente de manera fria y calculadora, nunca por impulso. En abierto contraste, , los anarquistas siempre situaban primero la espontaneidad. Proudhon, por © | ejemplo, sostenia que «todas las revoluciones [...] han sido provocadas es- ~ _ pontaneamente por el pueblo». Del mismo modo, Bakunin anunciaba cons- ‘\ tantemente que, con la abolicién del Estado, habria un «tremendo despertar | de la vida espontanea en todas partes»; «la espontanea autoorganizacién de | Ia vida popular, durante siglos paralizada y absorbida por el omnipotente eI SIG | 12. Banderas rojas/banderas negras: marxistas contra anarquistas poder del Estado, volveria a las comunas». Ri uuxemburgo pensaba que el localismo y-el federalismo eran contraproducentes en la época del capita-_ lismo centralizador, pero su mi wxismo_compartia con los anarquistas | confianza en la capacidad de los obreros paraliberarse a si mismos. Escri- biendo contra Lenin en 1904, sostenia que «los errores cometidos por un movimiento verdaderamente revolucionario son infinitamente mas fruc- tiferos que la infalibilidad del Comité Central mas inteligente». Todos los grandes acontecimientos rusos de los tiltimos afios (las huelgas generales de 1896 y 1903, las manifestaciones callejeras de 1901) eran, afiadia, «el producto espontaneo de la agitacién». Ningiin anarquista podria haberlo di- cho mejor. Rosa Luxemburgo atacé a Lenin de nuevo después de su aparicién a fi- nales de 1917 como el lider de un gobierno revolucionario. Comenz6 con algunos gestos pensados para subrayar su trayectoria como una extremista radical, sobre todo denunciando la Segunda Internacional de Kautski a la ae que atribuia a la Revolucién de noviembre la salvacién del honor del so- cialismo internacional. Después procedié a expresar su decepcién por el ] hecho de que la version bolchevique de la «dictadura del proletariado» no | fuera ni lo més minimo un régimen dirigido por los trabajadores; por el contrario, era «la dictadura de un puiiado de politicos [...] una dictadura en ( sentido burgués, en el sentido del gobierno de los jacobinos». Nuestro verdadero objetivo, insiste, es pause crear una democracia socialista que reemplace a la democracia burguesa, no eliminar_ talent Ia demoeraci, Pero la demoeracia socialista noes algo que comience so en Ia tierra prometida después de que se ereen los fundamentos de Ia economia socialist | [..] Comienza en el mismo momento en que el partido socialista se hace con el poder. /* \@25~ Es lo mismo que la dictadura del proletariado. ) Habia muchas cosas malas en la democracia parlamentaria; sin embargo, «el remedio que Trotski y Lenin han encontrado, la eliminacién de la de- mocracia, es peor que el mal que se supone iba a curan». Rosa Luxemburgo exige libertad de prensa, libertad de asociacién y,_ en_términos similares a ad es siempre y exclusivamen- te libertad para el que piensa diferente». Con un lenguaje litcido y cargado de emocién, censura a los bolcheviques u_supresién de la vida pu cay enium momento en el que Tas ia: mn aprender a gobernarse a mismas’. Luxemburgo se opuso a la propuesta de Lenin de una Tercera In-_ ternacional (1919-1943) bajo liderazgo bolchevique. Cuando fue ejecuta- da por el ejército alemén en de 1919, Lenin suspiré aliviado en priva- atacado por. otros con sta: A cién se encontraba incémodamente cercana a la esbozada en El Estado y / > Viejas y nuevas voces la revolucién, el tratado que habia escrito en visperas de la revolucién y que consideraba tan importante que tomé medidas para asegurar su publi- cacién en caso de que se produjera su muerte prematura. El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo de Lenin no s6lo era un ataque a los izquierdistas europeos que querian el comunismo ahora, \eS. el dia después de la revolucién; también era un intento de enterrar su pro- pio El Estado y la revolucién, escrito justo tres afios antes. En la primavera de 1917 habia sostenido que «es perfectamente posible, de forma inmedia- ta, en las veinticuatro horas posteriores al derrocamiento de los capitalistas / y burécratas, sustituirlos [...] por los trabajadores armados». En 1920, en- © \ frentado a la carga de preservar la revolucién en un pais atrasado sacudido ? YY, por la guerra civil, Lenin eambié radicalmente su postura y defendié que | «s6lo después de muchos afios» podria el pueblo ser capaz de controlar di- (< rectamente sus asuntos. Hostil con el comunismo de izquierdas en 1920, /- Lenin se lamenta de que poco se puede conseguir en tanto uno esté obliga- \ do a tratar con el material humano legado por los capitalistas a los bolche- viques. Convenientemente olvidadas estén sus palabras en El Estado y la revolucién: «Queremos la revolucién socialista con una naturaleza humana como la que hay ahora», es decir, con el viejo Adan. Ahora, de inmediato, el dia después de la revolucién, los trabajadores pueden comenzar a turnar- se como gestores para que «pronto se acostumbren a la idea de que no haya directores» se lee en El Estado y la revolucién. Si los comunistas de | izquierda eran infantiles en 1920, entonces el propio Lenin no habia sido mas que un nifio en 1917. El primer comunista de izquierdas que Lenin _ tenia que reprimir en 1920 era el Lenin de 1917. __A comienzos de la década de 1920, el Ejército Rojo de Trotski habia. destruido a los anarquistas en el campo de batalla. Y en lo que respecta a los «soviets» 0 Comités dé trabajadores, tan queridos por los comunistas de ‘izquierda, los sindicatistas-y-tos“anarcomarxistas, y tan vitales para cual- quiera que creyera en la autogestién de los trabajadores, se les habia reduci- do al estatus de herramientas det partido. El anarquismo en Rusia estaba muerto_y los comunistas de izquierda estaban_viviendo de prestado. Sin embargo, el anarquismo encontré una forma de volver de la tumba, en parte gracias a una dispensa especial concedida por uno de sus antiguos enemi- gos mas mortales, La carrera de Trotski consiste en una textura de ironias primorosamente | 9)\) tejida que gira alrededor del tema de las relaciones entre el marxismo y el (0° © anarquismo. El hombre que sirvié a Lenin matando a los anarquistas en los Pee asostinmcdistamenta posteriores a la revolucién, habia lanzado en 1904 una dura advertencia contra el lider bolchevique: Los métodos de Lenin conducen a esto: en primer lugar, la organizacién del partido re-_ emplaza al partido como un todo; después, el Comité Central reemplaza a la organiza- cién; y, finalmente, un tinico dictador sustituye al Comité Central ® 12. Banderas rojas/banderas negras: marxistas contra anarquistas Naturalmente, Stalin fue la realizaci6n de la profecia de Trotski. Un ele- mento de los incesantes esfuerzos del exiliado, Trotski a lo largo de la déca-_ da de los afios treinta para-salvar-la-revolucién fue la calurosa acogida que presté a los lideres del surrealismo, a_pesar.dela fuerte dosis de anarquis- mo que inyectaban en su marxismo, Otro-elemento fue su constante critica al partido burocratico.y a Ja maquina estatal construidas por Stalin, tan pré- xima a la critica anarquista tradicional de.la.organizacion marxista que, du- rante décadas, muchos de los Ilamados trotskistas fueron en realidad anar- quistas encubiertos, La Comuna de Paris: zqué recordar? Volviendo la vista atras, a la Comuna de Paris (18 de marzo-28 de mayo de 1871), una década antes, Marx observaba que «la Comuna no era mas que -) el alzamiento de una ciudad en condiciones excepcionales; la mayoria de la Comuna no era socialista en ningiin sentido, ni podia serlo. Con un poco de sentido comin podrian haber alcanzado un compromiso con Versalles». Es dificil no estar de acuerdo con su valoracién. Los comuneros eran basica- mente jacobinos y artesanos, no socialistas y proletarios. Y las circunstan- cias fueron realmente excepcionales desde el_punto.de.vista.de_Marx,-ya. que no tenian nada que yer la economia.o la lucha de clases: Prusia habia derrotado a Francia, Luis Napoleén habia caido y el nuevo gobierno repu- blicano en Versalles estaba dispuesto, como no lo estaban los comuneros, a aceptar los humillantes términos de la paz dictada por Bismarck. Cuando el gobierno francés terminé de aplastar la revuelta parisiense, la Asamblea Nacional habia arrestado a 38.000 personas, asesinado.a.20.000.y deporta- do.a.otras 7.500. No es particularmente sorprendente que Versalles, cegado por el temor y el odio, echara la culpa de la Comuna a la Internacional, a pesar-del-escaso, nimero de miembros que ésta tenia en Paris y del papel menor que desem- ( pefiaron en los dramaticos acontecimientos que. duraron.dos meses,.Lo.que si es verdaderamente sorprendente es que Marx y Bakunin aceptaran la fal- sa _afirmacién de que la Internacional estaba detras de.ello,-y-decidieran transformar la Comuna (por medio de una memoria selectiva y una polémi- ca inspirada) en uno de los grandes mitos de la izquierda politica. A partir de entonces, marxistas y anarquistas iban a librar muchas de sus batallas blandiendo sus interpretaciones opuestas sobre la Comuna, usando cada bando su memoria ideolégicamente filtrada para probar el valor de su ver- sién del modo adecuado de llevar a cabo la politica revolucionaria. Poco antes del evento, Marx compartia con el Comité Central en una alocucién piiblica, y con Engels en una carta privada, su preocupacién por que pudiera declararse una Comuna de Paris. Desacreditaria enormemente a la Internacional, y los trabajadores perderian la oportunidad de levantar Viejas y nuevas voces su movimiento dentro de la estructura de la «libertad republicana». Sin em- bargo, tan pronto como se declaré Ja Comuna, Marx se preparé para sacar provecho del inevitable desastre para su tipo de socialismo, «EI 28 de mayo —tecordaba Engels muchos aiios después— sucumbieron los ultimos lu- chadores de la Comuna [...]; slo dos dias después, el 30 de mayo, Marx leia en el Comité Central el trabajo en el que se describe con breves y pode- rosos trazos la relevancia histérica de la Comuna de Paris»’. La contienda para reivindicar el legado estaba en marcha, y Marx, con La Guerra Civil __ en Francia, se situé el primero de la fila. A mitad de siglo, Marx habia demostrado ser un excelente historiador en sus panfletos que trataban la Revoluci6n francesa de 1848. Veinte afios des- pués, demostré ser un creador de mitos histéricos igual de habil en La Gue- rra Civil en Francia. S6lo uno de los lideres de la Comuna era en algin sentido marxista; muchos eran seguidores de Proudhon, al que Marx des- preciaba por sus reaccionarios esfuerzos para aferrarse a un pasado prein- dustrial; y otros eran los discipulos de-Blanqui, cuya preferencia por la politica conspirativa, chovinista y dictatorial le gané_la_animadversién de Marx. Con materiales recalcitrantes como éstos, Marx, sin embargo —me- dianie la invencién audaz y los juegos de manos—, cred una imagen de la Comuna a la que los marxistas posteriores volverian repetidamente en bus-_ ca de orientacion e inspiracién. Aunque parezca mentira, Marx consiguié convencer a muchos revoliicionarios de que la Comuna representaba el pri- mer-ejemplo del proletariado en el poder y también de que su gobierno pro- porcionaba un modelo de cémo hacerse cargo de la transicién del viejo al nueyo mundo. En la obra de Marx, el alzamiento de los comuneros era una «revolucién proletaria» que tuvo como resultado la creacion de lo que era wesencial= mente un gobierno de la clase trabajadora». Habiendo transformado de un plumazo a los artesanos en proletarios, Marx Ilégo a retratar a los comune- TOS COMO cosmopolitas luchando por promover la causa de todos los traba- jadores europeos. Nada podria ser mas falso que la afirmacién de Marx de que los comuneros eran «categéricamente internacionales»; nada, excepto su aseveracién de que eran «conscientes de estar iniciando» una «nueva era de la historia». La verdad es exactamente lo contrario: los comuneros esta- ban comprometidos en un esfuerzo nostalgico y chovinista por repetir la ‘experiencia de la primera Comuna de Paris de 1792. Igual que sus antepa- sados, sitiados por poderes enemigos, en 1792 habian organizado desde Pa- tis los ejércitos populares que lograron expulsar a los invasores_y marcha- ron sobre Europa con la divina mision de llevar la civilizacion francesa a_ todas partes, los parisienses de 1871 en aquel momento estaban intentando encender la mecha de la explosin que haria volar a los alemanes de vuelta a Prusia. Opuesto en septiembre de 1870 a la creacién de una nueva comu- na, Marx habia dicho a la Internacional lo mucho que temia que los trabaja- \dores franceses pudieran ser «engaiiados por los recuerdos nacionales de 12, ‘Banderas rojas/banderas negras: marxistas contra anarquistas 1792». El 30 de mayo de 1871, Marx aparentaba que sus temores no habian sido confirmados. ‘Marx pudo permitirse ser algo menos falso cuando analizé el gobierno de la Comuna. Pasando revista a las revoluciones francesas de 1789, 1830, 1848 y sus secuelas, percibié un patron de lucha de clases que se intensifi- _caba constantemente, al que hacia frente un poder del Estado represivo ~ cada vez mas desesperado, El afio 1871, en su opinion, marcaba el momen- \-to decisivo, la democracia directa practicada por los comuneros hizo posi- \\ ble lo que los franceses mas necesitaban: «La reabsorcién del poder del Es- ~) tado por la sociedad como sus propias fuerzas vivas, en lugar de como fuerzas que la controlan y someten». ,Qué mejor modo de comenzar a des- montar paulatinamente el Estado que el que los trabajadores practiquen el autogobierno en sentido literal? Todos_los.funcionarios piiblicos,.durante la Comuna, eran_elegidos por sufragio universal, permanecian en el cargo por poco tiempo, y eran trasla- dables. Incluso la judicatura, apuntaba Marx, fue despojada de su «fingida independencia». Ademis, «el servicio publico debia ser realizado.con suel- _dos de trabajadores», de forma que el privilegio burocratico se convirtiera, en.cosa del pasado. Una milicia reemplaz6 al ejército permanente, se sepa~ 16a la Iglesia del Estado y se le privé de fondos, y la libre educacién.se puso al alcance de cualquiera. «Se liberé ala ciencia de las cadenas que le habian impuesto por la fuerza el prejuicio de clase y la fuerza gubernamen- tal.» Durante dos meses los Parisienses mostraron al mundo que el Estado es innecesario e impartieron una leccion que viviria después de su derrota. 0 es0 es lo que Marx decidié creer cuando presenté la Comuna a sus lecto- or )res, no como un fracaso estrepitoso, sino como «la gloriosa precursora de una nueva sociedad». ‘Apenas se habia secado la tinta en los papeles de Marx cuando Bakunin Ilegé con su versién del mensaje de la Comuna. A diferencia del «comunis:- mo autoritario» que trataba de conseguir la revolucion politica y la dictadu- ra, los comuneros de la imaginacién de Bakunin alentaban «la accién es- pontanea y continuada de las masas». Por consiguiente, la Comuna se yolvié de interés, «sobre todo porque era una audaz y claramente formula- da negacién del Estado»; esto en Francia, que «habia sido hasta entonces la tierra de la centralizaci6n politica por excelencia». En directo contraste con Marx, Bakunin no pierde tiempo describiendo el perturbador crecimiento de la burocracia en el Estado francés; el lider anarquista dedica mas bien su atencién al modelo de centralizacién que, con anterioridad_a la Comuna, habia caracterizado a los movimhientos revolucionarios franceses, El jacobi- nismo de muchos aspirantes-a lideres de la. Comuna, omitido en el panfleto de Marx, es ampliamente discutido por Bakunin, quien se Aeleitaba.contan- do la historia de cémio estos radicales burgueses y autoritarios, para tenet J < una revolucion, «terminaron haciéndose [libertarios] socialistas a pesar de | ellos mismos». «Como no hay revolucién sin las masas, y como éstas po- i 795 Viejas y nuevas voces nen de manifiesto en la actualidad un instinto para el socialismo», los jaco- binos fueron obligados a ser libres por las mismas personas a las que ini- cialmente deseaban tratar con prepotencia. Lamentablemente, el jacobinismo, que fue expulsado por la puerta prin- cipal durante los primeros dias de la Comuna, volvié por la puerta de atras en un momento posterior y destruyé el impulso revolucionario. [Los comuneros] tuvieron que crear un gobierno revolucionario y un ejército contra el gobierno y el ejército de Versalles; para combatir la reaccién monérquica y clerical se vieron obligados a organizarse de manera jacobina olvidando o sacrificando las prime- ras condiciones del socialismo revolucionario Sin embargo, la Comuna mostré el camino hacia el futuro revoluciona- rio. Bakunin creia que los radicales de los paises latinos aprenderian sus lecciones de memoria; lo que no podia decirse de los socialistas alemanes. Aiios después, Piotr Kropotkin (1842-1921), principe ruso y anarquista convencido, apunté que el ejemplo proporcionado por la Comuna de Paris _ya se habia copiado en los levantamientos espafioles, y predijo que él mo- delo de 1871 de una federacién libre de comunas inspiraria las futuras re- wvueltas en «los. paises latinos, en Francia, en Espaiia, en Ia parte francéfona de Suiza y en la zona valona de Bélgica». Como era de esperar, Kropo! sostenia que la revolucién de 1871 «la habia hecho el propio pueblo; surgié— espontaneamente de las masas». En su opinion, como en la de Bakunin, era una prueba de la naturaleza espontdnea de la Comuna el que sus miembros. actuaran primero y, «slo después», intentaran ofrecer explicaciones. tedri- cas de su comportamiento; con lo que se debe contrastar con el parecer de Lenin, expuesto en {Qué hacer?, de que la «conciencia» debe preceder, guiar e incluso suprimir a Ja «espontaneidady. La perdicion de la Comuna, en opinion de Kropotkin, fue que su politica externa de pedir la prolifera~ cion de comunas libres no se correspondié con una politica interna decisiva. ‘de liberacién de las instituciones de control politico. En concreto, los co- muneros se dieron a si mismos un Consejo cuyos gobernantes, separados del pueblo, «paralizaron la iniciativa popular» ’. ~~ Kropotkin pensaba que, en sentido amplio, la razon de por qué la prome- sa de la Comuna no se realiz6 fue que mientras los socialistas de 1871 ha- bjan aprendido a repudiar el «comunismo autoritarioy de 1848, la admira- ble alternativa del «comunismo libre, el comunismo anarquista, s6lo estaba comenzando a despertar en las mentes de los trabajadores». Los herederos de Proudhon, bien representados entre los comuneros, atin creian en la \ pro- piedad privada y en los trasnochados interca bios econ OS uno a uno; Bakunin, intentando adaptarse a la economia moderna, defendia la propie- dad colectiva combinada con la remuneracion individual por articulos pro- dueidos.,Kropotkin, dando un paso adelante, apoyé la provisién de fondos _para crear almacenes comunes de los cuales las personas pudieran tomar lo 12. Banderas rojas/banderas negras: marxistas contra anarquistas See eae que necesitaran. Su lema era «de cada uno segiin su capacidad, a cada uno segtin sus necesidades». El gran error de los comuneros, en su opinién, fue_ no colectivizar la propiedad privada. «Intentaron consolidar primero la Co- muna y aplazar la revolucién social para después, cuando el iinico modo de Ievarla a cabo era consolidar la Comuna mediante la revolucién social». Todavia en 1968, los estudiantes franceses libertarios rebeldes de creen- \, cias anarquistas, en sus esfuerzos por diferenciarse de los miembros del Partido Comunista Francés, apelaban al ejemplo dado por la Comuna. Sin embargo, el momento dlgido de la lucha entre los izquierdistas del siglo xx por la herencia de la Comuna llegé en Ios aiios inmediatamente posteriores. a la tevolucién bolchevique.-Karl Kautski, el destacado tedrico de la gra- dualista socialdemocracia alemana, cuestioné la «dictadura del proletaria- do» instituida por Lenin y Trotski. Cuando Kautski publicd La dictadura del proletariado en 1918, Lenin respondié rapidamente con La revolucién proletaria y el renegado Kautski. Un aito después, Kautski volvié a criticar a los bolcheviques en Terrorismo y comunismo, al que Trotski replicé en 1920 con un libro que Ilevaba idéntico titulo. En esos trabajos, escritos por el mas notable representante de la difunta Segunda Internacional y el perso- naje destacado de la arribista Tercera Internacional, se trataba la Comuna de Paris. Insistiendo siempre en la necesidad de que se dieran las precondiciones de la revolucién a través de la lenta maduracién del capitalismo, Kautski (1854-1938) ofrece una exacta explicacién histérica de la prematura Comu- na para desinflar su mistica revolucionaria. En 1871, Paris no tenfa indus-~ trias; sus trabajadores eran artesanos pequefio-burgueses, no proletarios; la mayoria de los comuneros politicamente enérgicos eran jacobinos, no so- cialistas; y la Internacional, en la medida en que particip6, estaba represen- tada por proudhonistas mds que por marxistas. Como le convenia, Kautski también proporciond una, por lo general fidedigna, aunque incompleta, version de la postura de Marx ante la revolucién. Toma nota con satisfac- cién de la oposicién de Marx en septiembre de 1870 a la creacién de una Comuna, y recuerda al lector que el juvenil e impetuoso Marx que en 1848 Ilamaba a una ofensiva inmediata en Alemania para transformar la revolu- cién burguesa en proletaria fue sustituido ya en septiembre de 1850 por un aleccionado y maduro Marx que nunca mds aprobaria la toma del poder prematura. De hecho, Kautski estaba diciendo que Lenin y Trotski, que es- taban intentando saltar hacia la revolucién proletaria s6lo unos meses des- pués del triunfo de la burguesia rusa, estaban volviendo a una posicién con- tundentemente repudiada por Marx. Quizas lo mejor de todo, Kautski —en Terrorismo y comunismo— pudo invitar sutilmente a sus camaradas a lanzar el epiteto de «anarquista» a Le- nin, quien a menudo habja utilizado la misma peyorativa palabra contra compafieros marxistas con los que estaba en desacuerdo. Concretamente, Lenin habia acusado durante muchos afios a los marxistas de anarquismo

You might also like