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PABLO MACERA LA HISTORIA EN EL PERU: CIENCIA E IDEOLOGIA LIMA 1968 — = eae Escaneado con CamScanner Pablo Macera La Historia en el Pert: Ciencia e Ideologia El historiador es hoy dia en el Peri un hombre a la de- fensiva, no muy seguro de la validez cientifica y social de su oficio. Los factores que han determinado este com- plejo (conciencia) de inferioridad no son todos estricta- mente intelectuales; y en cierta medida examinarlos im- plica al mismo tiempo aproximarse a la totalidad del de- sarrollo social peruano durante los ultimos cincuenta afos. Comencemos por advertir que a principios de es- te siglo la Historia era no la unica pero sf la principal de las ciencias sociales vigentes entre nosotros —aunque este mismo titulo les era a todas por igual ancho y aje no. Dos grupos de presién intelectual —las lamadas ge- neraciones del novecientos y de la Reforma Universita- ria— contribuyeron a consolidar el prestigio social de la Historia aunque de otro lado, y sin proponérselo, crearon las condiciones para su posterior crisis. Por entonces todo aquel que hiciera Literatura (SAnchez), Politica (Maridtegui, Haya de la Torre), Economia (Ro mero, Ugarte, Velarde, Rodriguez, Garland), Medicina 5 Escaneado con CamScanner (Palma, Valdizin, Lastres) pensaba histéricamente sus problemas particulares 0 al menos pretendia hacerlo, De hecho, la Historia venia a ocupar el puesto que el si- glo XVIII habia otorgado primero a las matematicas y después a las ciencias experimentales y que durante to- da la primera época republicana tuvieron el Derecho y la Politica. En todos los casos un tipo de conocimiento que servia de modelo a los demas y del que por otra par- te se esperaba obtener una herramienta de accidn social, una técnica para operar eficaz y racionalmente sobre el quehacer humano concreto e inmediato vivido por los hombres de esas diferentes épocas. Nos Ilevaria muy le- jos decir por qué en cada circunstancia histérico-social, fue preferida una de aquellas disciplinas. Para los pe ruanos y espafioles, por ejemplo, que compartieron el entusiasmo reformista de Carlos III el lenguaje mateméa- tico y la observacién experimental de la Naturaleza no sélo eran formas de combatir la concepcién méagico-teo- légica del siglo XVII (y por consiguiente de definir y con- solidar su propia individualidad) sino también, sobre to- do, el unico camino por donde alcanzar un desarrollo econémico similar al de aquellos paises —Francia, Ingla- _terra— que se convertian en sociedades industrializadas. | Afios después el gran vacio de poder creado en toda América por la Independencia politica criolla sdlo podia ser subsanado, creyeron algunos, por una instituciona- lizacion del pais a través de la norma juridica previamen- te disefiada por la reflexién politica. 6 Escaneado con CamScanner Por qué entonces, nos preguntamos, el historicismo pe- ruano de fines de siglo hasta la IT Guerra Mundial? cA qué razones y necesidades, 0 mejor, a qué versién, falsa o verdadera, de las necesidades colectivas Peruanas, de- bio su origen y su desarrollo? Adviértase que la misma formulacién de esta pregunta sélo es posible en la medi- da que ese tipo de historicismo ha Iegado a su fin, en- contrandonos nosotros fuera de su proceso, por lo me nos parcialmente. Para Riva Agiiero, Porras, Mariategui o Haya no cabian dudas sobre el valor y la funcién so ciales del conocimiento cientifico de la historia. Dos cri- sis decisivas de la sociedad peruana tradicional (la Gue- rra de 1879 y el fracaso de la Republica Aristocratica 1895-1919 que concluyé en la dictadura de Leguia hasta 1929) volvian necesario en su caso, en tanto que grupos dirigentes potenciales, hacer del pasado una técnica pa- ra la averiguacién de su propio futuro. Esta motivacién determiné asimismo que su historiografia fuese algo asi como una historia judicial, un proceso abierto contra las generaciones anteriores a las suyas, para atribuirles la culpabilidad principal de los desastres sufridos por la colectividad peruana. El historicismo peruano de prin- cipios de siglo surgia asi intimamente vinculado a la po- litica, pensamiento y accién, como es de evidencia en Ri- va Agiiero, Belatinde y, para la generacién de la Refor- ma, sobre todo en Basadre, Maridtegui y Haya, aunque en cada caso individual y para cada uno de los grupos 7 Escaneado con CamScanner por razones y con propésitos y modalidades diferentes. Porque en Riva Agiiero y Belatinde la asociacién Histo- ria-Politica y la eritica de la actuacién de los grupos di- rigentes peruanos del XIX era una habil y quizds no del todo inconsciente tactica para monopolizar el descon- tento y la frustracién; de arrebatar la iniciativa a los gru- pos radicales marginados y minoritarios (Gonzalez Pra- da, los anarquistas, el movimiento provinciano e indige- nista). Una anticipacién que “por vacuna” evitaba bro- tes ideolégicos mayores y de este modo aseguraba la continuidad de lo tradicional. De esos objetivos, que no son los de V.A. Belatinde o Riva Agiiero sino los de toda una clase social, surgiria una imagen del Pert que pre- figurada en las primeras obras novecentistas, se conso- lidé mas tarde con la polémica Belatnde-Maridtegui y al- canzé curso oficial en las escuelas después de 1929 con Jas dictaduras de Benavides y Prado. Ese historicismo tuvo su climax en el pensamiento de Riva Agiiero des- pués de 1930 cuando alternaba sus lecciones sobre Ja Civilizacién Tradicional Peruana con el mas ardoroso y combativo fascismo, dirigiendo sus orgullosas furias a través del Apra contra el marxismo y la “Sublevacién Mundial” como gustaba Ilamarla. En el largo proceso formativo de esta ideologia histori- cista las criticas al pasado republicano més reciente fueron cediendo su lugar a la idea de una Peruanidad (término gratisimo a V.A.Belatinde) en la que armonio- 8 Escaneado con CamScanner samente desaparecian todos los conflictos, de modo que incluso el gran trauma de la conquista espafiola del si- glo XVI era_ presi ado como un hecho positive por efecto de la Religién y el Mesti generaciones presentes y venideras” que de este histo ricismo se desprendia era consolidar esa Peruanidad, apagar odios y diferencias; y como tarea concreta el arreglo de fronteras (con Chile, Bolivia, Ecuador, Colom- bia) para crear el Gran Peri Mestizo y Cristiano cuyos momentos imperiales habfan sido, segtin Riva Agiiero, la época incaica, el Virreinato austriaco del XVII y la Con- federaci6én Perd-Boliviana. aje. La “leccién para las Frente a este historicismo tradicionalista que siendo al principio laico y reformador terminé como una ideolo- gia catdélico-reaccionaria, el segundo de nuestros histo- ricismos, el de la Reforma Universitaria, significé una ruptura mas radical con el pasado peruano. No es facil describirlo y menos atin juzgarlo. Esa ideologia sigue teniendo vigencia en el Peri actual no sdlo a través de algunas de sus versiones politicas (el Apra de Haya y el Comunismo de Maridtegui) sino en los moldes y esque- mas que nos sirven para pensar y, a veces, para no pen- sar. De ese grupo generacional nos viene, para mal y pa- ra bien, buena porcién del Pert: contemporaneo: el mar- xismo con Maridtegui, el Apra con Haya, Sdénchez y Seoa- ne, los modernos desarrollos del capitalismo con Maria- no I. Prado y Pedro Beltran, y, con Vallejo, la segunda 9 Escaneado con CamScanner apertura de la literatura peruana a la dimensi6n univer- sal (la primera fue Garcilaso). Ha sido tal el poder, la sombra y el ejemplo de esos gigantes que alguna vez he dicho que en las generaciones posteriores ha provoca- do una reaccién a la vez de admiracién e ingratitud co mo si la deuda con ellos fuera excesiva; ambivalencia que ha desatado en ciertos casos una suerte de parrici- dio simbélico. Por estas razones un enjuiciamiento de toda su actuacién y en particular del nuevo historicismo que profesaron, no puede ni pretende ser un enjuicia- miento “objetivo”; en cierto modo al mirarlos nos mira- mos a nosotros mismos que hemos sido sus discipulos voluntarios durante casi toda nuestra vida de estudian- tes, Quiza: tion sea destacar las diferencias de status social entre los novecentistas y estos hombres de la primera Refor- ma Universitaria. Con las excepciones de Prado, Morey- ra y Beltran, de mfnima o nula participacién en la elabo- racién ideoldgica, pocos de los otros pertenecian a los primeros rangos del grupo tradicional de poder en el Pera. Porras y Seoane podrian quizds ingresar en esa categoria, pero el empobrecimiento familiar de ambos fue un factor de relativo “desclasamiento”, menos acen- tuado en Porras que en Seoane. i el mejor modo de aproximarnos a la cues- Algunos de los demas (Basadre, Jorge Guillemo Leguia, Luna Cartland, Vegas Garcia) podrfan ser calificados de aristécratas provincianos que a la usanza de Piérola nun- 10 Escaneado con CamScanner ca se sintieron comprometidos con la “gente de Lima” contra la cual muchos de ellos abrigaban un mixto sen- timiento (re-sentimiento) de menosprecio y exclusi n., Los demas (Sanchez, Beltroy, Maridtegui, Martinez de la Torre, Pesce) hubieran sido clasificados en escalera, se- gun la nomenclatura de su época, como hombres de la clase media, aunque nunca fueron ni quisieron ser arri- bistas trepadores de pirdmides. De uno u otro modo, los moldes de la sociedad tradicional peruana no eran satis- factorios para las expectativas individuales o de grupo de esta generacién; en un pais pensado y hecho en tér- minos de civilismo-pierolistas-militarismo-dictadura leguifs- ta, nada tenian que hacer. Habia por consiguiente una disconformidad original, predeterminada por la ubica- cin de clase que explica su radicalismo ideoldgico. Sin considerar aqui lo estrictamente politico y pedagdgi- co, la ruptura con el pasado se advierte a nivel histérico en la introduccién de temas, vocabularios y perspecti- vas que no habjan sido imaginados por historiadores co- mo Riva Agiiero y mucho menos por los eruditos de fi- nes del siglo pasado (Torres Saldamando, Polo). Aparte de las variantes individuales, lo principal de esa contri- bucién puede ser resumida en 1) conciliar la experien- cia histérica peruana con el pensamiento pol{tico euro- Peo contempordneo (Maridtegui, Haya) como no lo inten- t6 Riva Agiiero ni lo habfa conseguido Francisco Garcia Calderén; 2) la reintroduccién con Romero y Ugarte de i Escaneado con CamScanner San Marcos, manteniendo bajo su control a la Universi dad Catolica, dominaron también a través de la adminis. tracién oficial la circulacién de textos escolares y tuvie- ron el apoyo decidido de los grandes periddicos. Basa dre pudo romper esta conjura con su monumental Histo- ria de la Republica pero la muerte de J.G. Leguia, la di- plomacia y el monografismo de Porras y el exilio de San- chez dejaron inerme al gran publico en manos del histo- ricismo novecentista. Fue ese historicismo el que consin- tid que el Ejército rehabilitase el rol de los militares n la historia republicana y elaborase como simbolo el mito Castilla. Puesto que a las dictaduras Benavides-Prado no convenia una versién critica de la sociedad peruana, actual e histérica, la educacién fue orientada hacia una narracién no explicativa del proceso histérico, 0 lo que era peor, a una explicacién individualista de ese proce- so atribuido exclusivamente a los caudillos reificados co- mo Préceres. Podian decir los novecentistas que ellos no eran Ministros ni Rectores (aunque algunos lo fue- ron) y que las responsabilidades oficiales las compartian con algunos contempordneos de la Reforma de 1919, pe ro lo cierto es que fue con arreglo a su opinién que el Estado dictatorial manipulé sin escrupulos la historia pe- ruana. Fue durante estos afios, los peores de la historia repu- blicana del siglo XX, que debicron formarse como profe- sionales aquellos que habfan esperado ser discipulos de i+ Escaneado con CamScanner la Reforma Universitaria de 1930 y que debieron ser al contrario alumnos obligados y a pesar suyo de una Uni- versidad disciplinaria. Ha sido el caso entre otros de Ta mayo, Niiiez, Tauro, C.D. Valcdrcel y Temple, lo que po driamos llamar la Generacion Clausurada, pues para to dos fue decisivo el receso de San Marcos de 1932-1935. Su alienacién fue mds profunda que la de los grupos ante- riores porque nunca tuvieron la oportunidad de una lu- cha politica ideologica abierta que los extrajera del in- fierno a que los sometian sus profesores. No conocie- ron el destierro, la diplomacia o el exilio voluntario del Novecientos ni la Reforma ni las prolongadas Becas es- tudiantiles de las generaciones posteriores. Era inevita- ble que dentro de ese aislamiento prosperara lo que Ila- mariamos el perfeccionismo instrumental; y que el mode- lo escogido por los historiadores de ese grupo fuera el de Ja erudicién heuristica de la bibliografia (Tauro) o las fuentes (Temple). Con todo su capacidad y la voluntad de renovacién pudo expresarse en proyectos para elabo- rar una filosofia tedrica de la historia (C.D. Valcarcel) 0 una historia institucional del Peri (Temple), la historia de las ideas (Tauro) o el prolongado contacto con las fuentes documentales directas (Lohmann). Pero ningu- na de esas soluciones ni las obras orgénicas de Tauro y Lohmann bastaban para que la Generacién Clausurada pudiera continuar y corregir creadoramente, a los dos historicismos peruanos de este siglo. El incendio de la Biblioteca Nacional que apagé sus entusiasmos y el fra- 15 Escaneado con CamScanner if caso del experimento democrdatico universitario de 1945. 1948 coronaron la frustracién. De 1948 en adelante, has- ta 1956, la Generacién Clausurada gozé de algun domi- nio en ciertas instituciones universitarias (Facultad de Letras San Marcos) pero un dominio indirecto y parcial, compartido con hombres de otras procedencias (L.E. Valcarcel, A. Miré Quesada) y perjudicado, ademas, por su enfrentamiento conflictivo con la generacién de la Re- forma (Porras, Sdnchez, Basadre). 1945-1956 fue asi un periodo de liquidacién para el histo- ricismo peruano. Todavia en los afios subsiguientes Po- rras habria de publicar algunas de sus principales con- tribuciones (Fuentes Histdricas del Perti) y no seria has- ta la década del 60 que Basadre ofreceria una nueva ver- sién de la historia republicana; pero la iniciativa en las ciencias sociales en el Perti iba pasando entre tanto de la historia a la antropologia y poco después a la sociolo- gia. Quienes hemos asistido a ese proceso, no sdlo como tes- tigos sino, en cierto modo como materia prima estudian- til, no fuimos del todo conscientes de sus causas ni de sus efectos a mediano plazo. La Antropologia aparecié ofi- cialmente entre nosotros en 1946 con la creacién del De- partamento de ese nombre en la Universidad de San Mar- cos por el silencioso y admirable esfuerzo de Luis E. Val- carcel, a medias contempordneo e integrante de la Gene- 16 Escaneado con CamScanner ion Reformista. Pero sus orfgenes arrancaban desde muy atras con los trabajos arqueolégicos de Tello y la etnologia pre-cientifica de los siglos XVIII y XIX (Dom- bey, Martinez Compafién, El Mercurio Peruano, Rivero, Squier, Raimondi, Wiener). Considerada como un géne- ro menor y semiliterario, la antropologia no fue frecuen- tada por los noceventistas y los hombres de la Reforma si exceptuamos algunas paginas de Valdizan. Su promo- cién estuvo confiada a sectores intelectuales que por en- tonces carecian del poder que se disputaban los nom- bres mayores del Novecentismo y la Reforma. Al mar- gen de esa lucha, y al margen de muchas otras cosas, trabajaban los pintores de la escuela de Sabogal, los es- tudiosos y coleccionadores del folklore (Arguedas, Alicia y Celia Bustamante, Elvira Luza, Manuel Valle, Morote, Nufiez del Prado) creando lo que podrfamos lamar una cultura paralela para la cual poco valian los esquemas de cualquiera de las variantes del historicismo peruano, ambas demasiadas urbanas como para comprender los problemas de nuestra sociedad rural. Sus reductos no fueron los grandes centros académicos tradicionales si- no los museos dirigidos por Tello y Valcarcel, la Escuela de Bellas Artes en algunos momentos y las tertulias de Luza y Bustamante. La marginacién, a la vez forzada y voluntaria, dio al grupo antropoldgico la oportunidad de homogeneizar sus puntos de vista; y su asociacién con las provincias, el indigenismo y las corrientes de izquier- 7 Escaneado con CamScanner da le proporcionaron un sustrato ideologico de reinvin- dicacién vy novedad que cada vez disminufa en los histo ricismos urbanos ya establecidos, Valcércel recepciong este multiple desarrollo dandole a la antropologia una {mension institucional universitaria. Pero durante va. ros amos, hasta después de la caida de Odria, hasta me. dos de la década del 50 esta antropologia peruana fue decididamente ahistérica y hasta antihistoricista, pues incluso Valcarcel con ser historiador y antropdélo- go no habia conseguido que su curso de Incas fuera en verdad, mas alla de las declaraciones, una antropologia retrospectiva del Peri Antiguo. Los antropdlogos actua- ron por reaccién a los historicismos tradicionales vigen- tes y sobre todo con el decidido propésito de apartarse de los modelos historiograficos que cultivaba la Genera- cion Clausurada. Incurrieron asi en el actualismo y la monografia sin pensar sus temas en términos de tiempo Proceso; estableciendo una peligrosa separacién entre la subsociedad urbana y la subsociedad rural. Sin em- bargo, en muy poco tiempo se operé una superacién que produjo un nuevo tipo de relacién entre la antropologia y la historia a través de lo que se ha dado en llamar la EtnoHistoria. No es oportuno ahora discutir la validez tecrica de esta nueva ciencia Para la que no existe, en el Peru se entiende, otra definicién explicita que la dada Por Valc4rcel que la identifica con la antigua Historia de 'a Cultura. Lo que se ha llamado Etno-Historia se ha re 18 Escaneado con CamScanner ducido en algunos casos a unas cuantas paginas de com- promiso que a modo de introduccién figuran en los tra- bajos antropolégicos y al “enfoque interdisciplinario” que para algunos la caracterizaria no obstante que tal método ha sido ya aplicado por los historiadores euro- peos y norteamericanos. Pero lo que ‘interesa, repetimos, es, no tanto abrir un debate acerca de la Etno-Historia (debate que cada dia es mas urgente), sino subrayar la aparicion de un tercer historicismo, el antropolégico que, a inversa de los anteriores y paraddjicamente, pre- tendia ser una negacién dialéctica de la Historiografia como ciencia, aunque en realidad sélo fuera una reaccién contra el tipo de historiografia local que entre nosotros predominaba. El fervor con que la Antropologia, la Etno-Historia y la Sociologia, fueron y siguen siendo recibidos por los inte- lectuales peruanos y principalmente por los estudiantes de ciencias sociales no sélo atestigua el mayor desarro- lo de esas disciplinas, sino, ademds, el fracaso rotundo del historicismo peruano. Ha contado, sin duda, el hecho de que la Historia, como la Literatura y la Filosofia, no ha legado a ser entre nosotros una vocacién profesio- nal, mientras que por algun tiempo pudo hablarse de la profesién de antropdlogos y socidlogos.. Pero éste es un factor secundario como lo demuestra el que a pesar de haberse comprobado que es muy reducido a corto y me- diano plazo el mercado de trabajo para todas las cien- 19 Escaneado con CamScanner cias sociales, subsiste en las matriculas universitarias la seleccién discriminatoria en contra de los estudios his- téricos. Lo decisivo parece ser que la imagen del Pert que los historiadores usualmente ofrecen no es la que esperan y necesitan los nuevos grupos sociales de ex. traccién popular que de 1945 en adelante Ilegan a nues. tras universidades. Esas clases sociales no pueden con- siderar suya ni reconocerse en una historia que resulta hecha por Virreyes, presidentes, marqueses y ministros, que no fueron sus abuelos ni esperan ni quieren serlo ellos mismos. Ninguna compensacién encuentran, ade- mas, en aprender un tipo de instrumentacién cientifica histérica que insiste en la Heuristica y la Hermenéutica de las fuentes sin proponer nuevas interrogaciones. Por el contrario es inevitable que sean atrafdos por ciencias sociales como la Antropologia y la Sociologia, que con- sideran como actores de la historia, entre otros, a los grupos sociales de donde provienen esos estudiantes; y que se preocupa (0 deberia hacerlo) del conflicto econé- mico y social que ellos mismos padecen diariamente. La crisis actual de los estudios histéricos peruanos que formalmente podria ser descrita como tradicionalismo temético, ausencia de vocaciones e incomunicacién con las dems ciencias sociales, es pues en sus fundamentos la crisis de una disciplina que ha estado por debajo de las expectativas que ella misma creé a través de sus dos Primeros historicismos. Es la consecuencia de su inuti- 20 Escaneado con CamScanner lidad social absoluta, de su marginacién y aislamiento respecto al contexto pol{tico econdmico contempordaneo; es el precio que todos estamos pagando por haber cons- truido para habitacién nuestra una torre que ni siquiera de marfil pues hasta carece de los efectos estéticos perseguidos por Riva Agiiero, Mariategui, Sanchez o Po- rras y desconoce por completo las renovaciones de mé- todo y temas que practican los historiadores de otros paises americanos. A partir de estas reflexiones, sin olvidar el trasfondo mo- ral que aluden, cabrfa un plan minimo a favor de la histo- riograffa peruana que comenzara por los aspectos técni- cos, instrumentales y metodolégicos para con este ree- quipamiento formal afrontar el problema decisivo de sus relaciones y responsabilidades con la sociedad entera y sus conflictos. Habria en primer término que trabajar por una reunificacién de las ciencias sociales de modo E que la Historia pueda ser una Antropologia y una Socio- logia retrospectivas del Peru; mientras en forma simul- t4nea socidlogos y antropdélogos aprenden a pensar sus temas histéricamente, superando su no muy ingenuo “presentismo”. \ Esa unificacién requiere de un marco institucional que no poseen la mayor parte de nuestras universidades (con excepcién de la Universidad Agraria). No es conveniente ya, mantener la divisién de las ciencias sociales en departamentos aislados, bajo el pretexto de 21 Escaneado con CamScanner una especializada y prematura division del trabajo. De. be irse hacia una Escuela de Ciencias Sociales, nae centro de docencia ¢ investigacion a cuyo alrededor s convoquen, como antes en funcién de las Bellas Letras, todos los demas estudios de nuestras Facultades aa cionales. Precisa también abandonar el artesanado histérico ingj. vidualista y ejercitar a los historiadores en el trabajo de grupo. Aunque evitando los riesgos del industrialismo primitivo, es decir, la produccién en masa de bajisima ca. lidad. Buscar una conciliacién eficaz entre la promocién de las capacidades creadoras personales y la coopera cién de esfuerzos. La solucién podria estar en un regis- tro de investigaciones coordinadas ofrecidas a la eleccién de cada uno. Desde luego que el trabajo en equipo plan- tea dificultades para las que nuestra experiencia todavia es pobre. Dificultades de financiacién que importan de- cisiones morales sobre el origen y propésito de algunas generosidades extranjeras. Peligros ademas de aliena- dora “expropiacién” por parte de quienes detentan la financiacién y monopolizan la capacidad de empleo, en agravio de sus colaboradores. Con todas sus desventa- Jas este sistema podria ser ensayado por los historiado- res atin si fuera solamente una escuela de solidaridad Para salir de la evasion y agresividad mutua en que se debaten. 22 Escaneado con CamScanner Pero pese a su importancia, la unificacién de las cien- cias sociales y la adopcién del trabajo colectivo no bas- tarfan sin una reorientacién tematica total. No pensa- mos solamente en la necesidad que nuestros historiado- res, grandes y pequefios, se familiaricen con las nuevas modalidades historiograficas. Nos referimos sobre todo a la posibilidad de estudiar con preferencia aquellas cuestiones que sean las mas préximas y compatibles con la inquietud actual. Esta fue la gran leccién del segundo historicismo peruano, leccién que como hemos visto no fue seguida. Recordemos en este sentido la reciente ex- periencia venezolana de la Escuela de Historia de Cara- cas (German Carrera Damas). Del mismo modo entre no- sotros podria intensificarse como un primer paso la do- cencia e investigacién de la Historia Contempordnea del Peru, escribiendo la Historia de adelante hacia atras, re- cogiendo un problema en sugerencia presente y retroce- diendo luego hasta la Colonia o el Incario, hasta donde sea conveniente para explicdrselo y, quizds, resolverlo. Queda por ultimo una nota marginal que es una cuestién previa: los historiadores peruanos, y por extensién todos los cientificos sociales, no podran realizar este o cual- quier otro programa de reforma sino tienen una clara conciencia de su propia situacién histérica y asumen la responsabilidad que les concierne como hombres de transito, al filo entre dos épocas. Porque en definitiva es lo que somos, una transicién entre la sociedad tradi- 23 Escaneado con CamScanner cional y las nuevas organizaciones sociales que se avecj. nan, lo querramos 0 No, nuevas sociedades que no serin las nuestras y para las cuales no estamos hechos ni for. mados. Debemos aprender & vivir sin oportunismos en esta frontera, De lo contrario todo proyecto reformista solo vendria a ser una herramienta disimulada de arrj. pismo, una maniobra para engafiar por igual a nuevos y antiguos; algo asi como esos habiles intelectuales crio. los, de fines del siglo XVIII y principios del XIX, que en el Peri se ofrecieron como puente entre el pasado colo. nial y el futuro revolucionario independentista sélo pa- ra gozar mas a sus anchas el presente inmediato. 24 Escaneado con CamScanner

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