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MPATO@RIA DEL ARTE COLOM BIANO VOLUMEN III SALVAT Director: Manuel Salvat Director editorial Ricardo Martin Coordinador editorial Amancio Fernindez Torregrosa Compaginacién: ‘Teresa Salas Direccién cientifiea de la obra: +t Eugenio Barney-Cabrera Coordinacién general: ia Mallarino de Rueda Coordinador de temas arquitecténicos: Jorge Rueda Gutiérrez Colaboradores cientificos de toda la obra: Leonardo Ayala, Eugenio Bamey-Cabrera, Dicken Castro, ‘Ana Maria Falchetti, Pablo Gamboa Hinestrosa, Francisco Gil Tovar, ‘Ana Maria Groot de Mahecha, Elena Iriarte, Silvia Mallarino de Rueda, Carlos Morales, Clemencia Plazas, Germén Rubiano Caballero, Jorge Rueda, Pablo Solano, Germén Teéllez. Fotografias expresamente obtenidas para esta obra, a cargo de: Luis Fernando Barriga, Yesed Campos, Dicken Castro, Nin S. de Fridemann, Ricardo Gamboa, Jon Luis Mabechs, Alfredo Peril, Jorge Rueda, Germin Teller, Sergio Tr Femando Urbina, Rodolio Valin. Han contribuidoademis ls siguientes fsbgratos ‘A. Camas, Edistudi, Toterationales Bildarchiv, R. Kine Photo Researchers, Thus y Zel © 1988 Suva Editores, S. A., Barcelona 1988 Salvat Editores Colombiana, . A., Bogotd Depssito Legal: NA, 950-1986 ISBN: #4-345-4695-7 Obra completa, ISBN: 84-345-4698-1 Tomo I indios del Chocé. A la derechs Z ‘corativa) cealizads por los indios cunas. Sociedades en vias de desaparicion No todos los grupos indigenas han desaparecido de la faz nacional. Marginados y reducidos demografica y culturalmente, sobreviven, mejor ain, mal viven, algunos de ellos, refugiados en la selva htimeda, a orillas de los ros o aferrados a Ia tierra erosionada y agria de las se- rranfas, en diferentes y empobrecidos estadios culturales. Ignorantes del pasado, de cuya memoria carecen, sin fu- turo, el presente que sufren los acecha y presiona de mil maneras con pretextos civilizadores. Acostumbrados, des- de tiempos inmemoriales, a que los territorios por ellos habitados y Ios seres que en ellos viven (aves, venados, plantigrados, pumas, monos, tapires, serpientes, etc.), lo SUPERVIVENCIA DE LO INDIGENA por E. Barney-Cabrera Paisajes del Chocd, en los cuales se observa la fe- racided del wopico, en donde la selva himeda cu- bre 1 mayoria del territoria, habitado por escasos grupos indigenas a orilas de fos rios. La viviende de los nativos sigue as mismas non truccién tradicional, en plantas circu pajvos y cénicos. mismo que el agua de Jos rios y los peces, el aire y la lluvia, los arboles y los pastos, eran pertenencias comu- nes, no comprenden que ahora sean marcados por cer- cas, vigilados con armas de fuego, poseidos por gentes {que se transportan en aviones y automotores cuando pe- riédicamente vuelven de la ciudad a recoger las cosechas contar los ganados. De vez en cuando estos mismos ‘ivilizadores y los mercaderes que tras ellos legan en de~ manda de artesanias, o los nuevos “doctrineros” de to- dos los credos, 0 quienes hasta sus malocas se acercan on paternales caricias a “estudiarlos”, los “invitan” a fe- rias y festividades que en las ciudades se realizan, donde los exhiben como a seres exéticos y rudos, en hechizados ambienggs de imitaci6n nativa. Las enfermedades los mi- nan, el hambre, cada vez mas aguda, los agota, y Ia tierra que todavia poseen, aunque de manera precaria, se an- gosta y estrecha, Contra estos males ya no valen las tradicionales tée- nicas del grupo; ni el arco y la flecha sirven contra el rifle y 1a metralla; ni la choza escondida y los caminos que siguen rumbos selviticos pueden ocultarse de los jones; ni las canoas y los remos osan competir con los motores fuera de borda; ni la pintura facial y corporal sirve contra las nuevas plagas; ni los shamanes y brujos curan enfermedades antes desconocidas. Ahora los dijes y orejeras, las coronas de plumas y las méscaras rituales, jas flechas de chonta y los arcos tensos, la cesteria para portar la carne del monte 0 para secar la yuca amarga, Jos bastones jerirquicos y embrujados, las diminutas y pintadas canoas de los nifios y los monigotes que repre~ 595 LOS GRUPOS INDIGENAS ACTUALES cunvang es ely ys 7 eens ene, & ee ay Os — YY ‘ee Se Sh oy /\ sentaban a los antepasados, las cortezas pintadas, todas las cosas, absolutamente todos los objetos que confor- maban el acervo de la cultura material, perdieron su sen- tido inicial, cambiaron de valores, se volvieron intitiles «6, inclusive, falaces 0 inauténticos. Mercaderias son para ‘cambiar por pocas monedas que a su vez s6lo sirven para adquirir licores y aguardientes fabricados en las ciuda- des 0 malas ropas de colorines estampados en fabricas, nacionales. La simbiosis, pues, aun de los grupos mis refugiados en la selva, es absoluta, enajenante, de dramé- ticas consecuencias y deprimente especie. En consecuen- cia, las reducidas sociedades indigenas que atin sobrevi- ven, y todavia sobreviven gracias a la inmensa extensién del pais y a sus caracteristicas geogrificas, sélo tienen tun precario porvenir de progresiva extinci6n, Por lo pronto, mientras desaparecen, pagan gravosos tributos a los “civilizadores” que los asedian y cercan por todas partes; una de las especies con que cumplen el deber tributario es el de las llamadas “artesanias”, que, como se ha dicho, son cada vez més pobres, falsas y co- mercializadas. Los oficios que se hacian para Ja tribu, para usos domésticos, con fines rituales, de acuerdo con normas y costumbres inmemoriales, ahora se realizan para surtir el mercado de “‘cosas raras”, de elementos exéticos. El exotismo es exigencia de la industria turis- tica y moda y uso de cmodos y sofisticados nacionalis- mos} por ello el tradicional oficio de los indios se vende ‘como recuerdo exético 0 es objeto de adoro y decora- cién en botillerias, hospedajes y residencias de acomoda~ das y “cultas” gentes. Este comercio y aquel cambio de valores de los oficios indigenas continuarin mientras sub- sistan las pocas tribus que atin los producen; pero bien pronto los articulos “exéticos” dejarin de serio o se con- vertirin en especies industriales que, con el caricter de artesanias dirigidas, disefiadas al gusto de los turistas, imiten malamente lo que, en tiempos que ya van siendo pretéritos, trabajaron los iltimos indios de Colombia. Los grupos indigenas supérstites, sucintamente enu- merados, se distribuyen dentro del territorio nacional asi: 1) Los habitantes de la Guajira, en el extremo norte del pais, poblacién que lega a unos 50.000 habitantes, muy aculturados en 1a baja Guajira debido a la vecindad con mestizos y gentes de vario origen y a la colindancia y nexos comerciales; Uegan hasta el rio Rancheria y algu- nos trabajan en las salinas oficiales. Toda suerte de mer- caderias y mercantilismos los penetra y condiciona, man- teniéndolos bajo constantes influencias extraias, 2) El grupo de fa Sierra Nevada de Santa Marta y los subgru- pos de la Sierra de Perijé y Ia Sierra del Cocuy; son va- rias las tribus que moran en tan amplia zona de serra nias y sobre las estribaciones de la Cordillera Oriental; generalmente se conocen como araucos, chimilas, moti- lones y tunebos y entre todos suman aproximadamente 598 Collar cuyas sartas estin hechas con las alas de un ingacto de la selva, usado como adorno por los na- tivos del Putumayo, en Ia zona suroriental del pais. Las citerantes tribus que todavia habitan estas re- ‘giones trebsjan diferentes artesanias que hoy son muy solicitadas en los comercios tursticos. 8.000 individuos. 3) En el occidente andino y en la costa Pacifica existen los noanamés, los emberis, los chamis, Jos catfos y 10s cuna, etc., con densidad demografica muy reducida, que se puede calcular entre 500 y 1.000 perso ‘nas por grupo; también el frecuente comercio con pobla- dores mestizos y blancos, y en particular negros, ha cau- sado ripida aculturacién y extraiias simbiosis en estos grupos. 4) El sur andino, y en particular el Macizo Co- lombiano, son zonas habitadas por cerca de 50.000 in- dios que se dividen en diferentes comunidades con dis- tintos dialectos; entre ellos estin los paeces 0 piez, los paniquité, los guambianos y coconucos, los ambalé, los totor6, los quillacinga y los coayquer. 3) En las selvas amazbnicas hay miltiples grupos de las familias li ticas tukano, arawae y caribe, tales como los desana, los tapuyo, los carapani, los cubeo y los barasana. 6) En los anos del oriente, en el sistema hidrogrifico del Orinoco, Indio emberb del Chocé. La pintura facial contras con ef sombrero y el vestido adoptados de los m tizos y los Blancos. Esta fotografia es buen ejemplo de Is acuturacién sufrida por la mayoria de las co- ‘munidedes indigenas actuales. sobreviven los guahiba, los cuiba, los siliva, los tinigua, entre otros muchos que, unidos, legardn a los 10.000 he- bitantes, y 7) Los yuco en la Sierra de Pirajé, y sobre los rios Opén y Carare, los carare, de origen caribe. Es preciso tener en cuenta que la anterior enumera- cién se trae por via de ejemplo, con mencién de algunos grupos cuya poblacién, dispersa, desunida, y entre ellos ignorada, ocupa zonas diferentes del pais, y considerados los ejemplos de norte a sur; por tanto, conviene recordar que en aquellas mismas regiones, y ocasionalmente en otras enclavadas en el centro de poblaciones mestizas, hhabitan otros subgrupos indios. Por ejemplo, entre los ‘no mencionados vale la pena citar a los cogi que viven en las laderas de Ja Sierra Nevada de Santa Marta, al norte y oriente de este insular sistema andino; los saha, moradores de los cauces altos de los rfos Cesar y Badi- lo, grupos ambos con dialectos de !a familia chibcha y Sopladera, objeto propio de la cesterl originaria del Vaupés, euyo armonioso y fino tejido vegetal 2s mo- tivo para que productos como dste sirvan para 19 decoracién y el comercio de elementos exdticos. ‘unos 2,000 individuos; en las selvas del Amazonas, y del grupo tucano, los macaguaje y los coreguajes, en las mire Benes del Caqueté y del Orteguaza, poderosas arterias fluviales que bafian ‘aquella region, y la familia huitoto, en las cuencas del Putumayo y del mismo Caqueti, 0 los sibundoyes y los ingano, sobre el Putumayo, en el Alto Caqueté y en el rio Guamés. En total se ha calculado que la actual poblacién india de Colombia, comprendidos Jos grupos aislados, las tribus que conservan antiguas po~ sesiones y también los individuos asimilados y perdidos entre “blancos” y mestizos, asciende a unos 300,000 ha- bitantes. Este nimero indica que Colombia ocupa en la América del Sur, junto con Ecuador, Peri y Bolivia, lu- gar prominente entre las naciones con poblacién india; Jo que hace que sea cada vez de mayor urgencia la de- fensa de estas tribus de entidad éinica, de la dignidad humana de sus individuos y de su patrimonio cultural. 599 La dispersién, el abandono, los diversos estados eco- némicos y Ia ignorancia en que se encuentran las tribus indigenas de Colombia no permiten fijar caracteristicas generales que las cobije a todas ellas; baste decir, para ilustrar dicha complejidad, que existen cerca de 180 len- guas y dialectos hablados por los actuales grupos indios, Jo que de hecho impide su propia comunicacién y desea. bles unidades; que los datos de poblacién aborigen va- rian de acuerdo con Ia fuente, desde 150.280 de la juris diccién eclesidstica hasta 344.000 del INCORA, Instituto de Tierras del Gobierno Nacional, cilculos ambos de 1971; los prelados de las Misiones afirman que en los territorios misionales viven 128.280, y fuera de dichas sedes los demégrafos calculan que su mimero no excede de 30.000. En otros aspectos los contrastes son mayores, como ‘Mujer guahiba sentads en a hamaca 0 chinchorro ‘mientras teje fibre de cumare, producto vegetal con ‘el cual tos ni como las misr Pintara sobre corteza de arb! hecha por grupos in- digenas de la Amazonia colambiana, particularmen- © por el denominado de los guayaberos, en el Vau ‘pis, La cortezs es del srbo! “Couratari martiana”; ef ‘oor negra se obtiene con brea, ¥ el acre con tintes vegetates, lo mismo que el rojo, el marrén y el mo- ‘ado (coleccién de Hugo Wife, Bogor), se desprende de las siguientes observaciones publicadas por el Departamento Administrative Nacional de Esta- distica (DANE), y que suscribe el socislogo Francisco Arango Montoya: mientras algunos indigenas, firma, “han legado al nivel ordinario del colombiano comin, otros indigenas se encuentran en el mismo estado primi= tivo, 0 atin en peor condicién de Ia que tenfan sus ante- pasados a la llegada de los espafoles. En la geografia pax tria encontramos ciertos enclaves y algunas regiones de refugio, donde viven varias tribus ndmadas 0 semindma- das, aisladas de todo contacto cultural extrafio. Y éste es el caso de chiricoas, de los makies, de los b de los tunebo, de los kuibas y de otros grupos disemi nados por las mAs apartadas regiones”. En otros apartes de la misma publicacién se anotan los siguientes factores y hechos sociales y etnogrificos: “Conviene destacar que atin hay en Colombia indigenas parias, es decir, indigenas sometidos a otros indigenas, con interdicci6n matrimonial con las tribus que se con- sideran superiores y éste es el caso de la tribu maka que esta sometida en el Vaupés a los tucanos y a los desa- nos”. “En cuanto al vestido, algunas tribus siguen usan- do los trajes tradicionales de sus antepasados, como es de uso corriente entre los sibundoyes. Otros usan poca ropa como es el caso de los cholos emberaes y noana- ‘maes del Chocé y finalmente algunos pocos de nuestros indfgenas viven todavia totalmente desnudos, como es el caso de los indios buijanas, que se encuentran némadas 1 infotigable observador de las costumbres regio- rales en el siglo xx, Manuel Maria Paz, dibujo esta limina, en la que aparecen unas indies del grupo ‘éliva cuando preparan el casabe, bebide acostum- ‘brada en ceremonies y en la vida cotidiana de los indigenas de Ia Amazonia, en Ia regién comprendida entre los rios Guaviare ¢ Ini- rida y entre las localidades de Tomancipan y Charra...” De Ja alimentacién se anota que también varia de acuerdo con la regién, siendo bisicamente harinicea; en el Amazonas se consume la yuca brava, de la que deri- van el cazabe, la farina y el maiioco; a estas comidas les agregan aif y carnes de pescado o de animales de monte y Ciertas frutas silvestres; en otros lugares es el maiz, el chontaduro y otras frutas silvestres 0 de cultivos inci- pientes. En cuanto a la organizacién social, 1a publica- ién citada agrega: “Son muy célebres los jefes y curan- deros cholos, lamados jaifanaes; los karekas de los tunebos, los tuchauas y los payés de los indios del V: pés y del Amazonas. Cada tribu tiene su propio jefe civil, 601 su shaman 0 brujo y sus sopladores especializados para la curacién de las enfermedades”. Del complejo mosaico etnogrifico se infiere que asi- ‘mismo los oficios y las llamadas artesanias de los indios actuales varian de calidad y cambian de importancia; la ‘mayoria de ellas, en cuanto corresponden a tribus situa- das en regiones accesibles 0 dominadas por el com: con el interior, acusan constantes y deplorables distor- siones etnogrificas y falsificaciones impuestas por los mercaderes; otras se reducen a la produccién en serie de objetos que, con anterioridad a la intromisién extrafia, pertenecian exclusivamente a la economia tribal y al uso individual del indio; éste es el caso de los instrumentos de utilizacién casera, como las cesterias y hamacas, 0 las armas defensivas y de caza, como arcos y flechas, 0 ele mentos rituales necesarios para la buena marcha de aque lla economia, como los bastones de los jaibanaes del Cho- Indios corequajes, subgrupo indigena del sureste co- Tombiano, segin testimonio dejado por Manuel Ma- va Paz, el infatigable dibyjante de la Comisién Co- rogréfica en la sequnde mited de! siglo xx. BO €6, y ciertas miscaras de corteza vegetal y algunas tallas de madera. Sacados estos productos y aquellos oficios de la economia tradicional de la tribu, y convertidos en “artesanias” que son solicitadas ahincadamente por el comercio turistico, resulta hoy difieil ponderarlas y ex plicarlas en su genuina entidad 0 individualizarlas de acuerdo con nociones aclaratorias del toque hummano de auténtico origen indio. No obstante, a continuacién, y por via de ejemplo, se intenta una breve resefia de tribu Y agrupaciones que poseen una importante significacion ‘etnogrifica. Guajiros, araucos y chimilas Al norte del pais hay tres regiones bien distintas y diferentes entre ellas, que se encuentran habitadas por Bajo estas lineas, corona de los huitoto de la Co- ‘era (Amazonas) hecha con plumas de pava, 99720, ‘gquacemaya y loro. A la derecha, aventador huitoto Ge Araracuara (Amazonas) hecho de plumas de pou jilunides por a base con tejdo del bejuco yaré (Mu- 80 Etnogréfico-Misional, Sarri, Barcelona) Tortuga tallada en palo sangre por los indios huito- to, en el suroeste del Amazonas. Este pequetio ob jeto (7,5 em de largo por 4 de ancho y 2,1 de alto) '8 de fino acabado y de excelente disero (coleccién Hugo Wife, Bogots) 603 Los grupos indigenas sobrevivientes que moran en ef Chocé habitan a 1a orilla de fos rios y viven de Ja ‘grupos indigenas, draméticamente presionados por los "tivilizados” que los invaden y rodean. Los més nume- ros0s y altivos son los gusjiros, moradores de la penin~ sula del mismo nombre en el extremo septentrional de Colombia. Su poblacién se ha calculado en 50.000 indi- viduos, distribuidos entre la Alta y la Baja Guajira, sien- do esta iiltima zona la que esté mis sujeta a influencias, pues, como dice la antropéloga Alicia Dussan de Reichel alli “la tribu colinda cof los criollos del bajo rio Ranche- ia” y estin las “zonas donde se encuentran las Misio- nes, las salinas y las guarniciones”. En cambio, en la ‘Alta Guajira, en el interior y en las costas, hasta hace ppocos aos los guajiros se habian defendido de la pene- tracién extrafia, pudiendo de esta suerte conservar parte de su patrimonio autéctono. Sin embargo, el trifico de ‘mereancias introducidas por contrabando, el atractivo na tural y exdtico del litoral que encauza corrientes turisti- 604 Mercado de “chorotes” en Boyacs. Estos chorotes {Jon vasijas de uso doméstico hechas por alfareros Campesinos y aldeanos que siguen 1a tradicion ce- ramistiea de los muiscas. cas desde Venezuela y desde el interior de Colombia y las nuevas vias de comunicacién, abiertas con el princi- pal fin de propiciar aquel nomadismo vacacional y for’~ neo, principian a provocar cambios y aculturaciones aun centre los grupos que se mantenfan mis apartados y de- fendidos, La parte baja es inundable, mientras la alta y rocosa se levanta con acantilados sobre el mar; en esta ‘zona, en el extremo occidental del litoral, se explotan las salinas de Péjaro, Manaure y Bahiahonda; otra industria de auge es 1a pesca de mariscos, pues la de perlas, que se exploté desde tiempos inmemoriales, ha decafdo, En fl interior las tribus viven del pastoreo de ganados, en especial asnos, caballos y cabras. EI sistema de los vientos alisios que soplan del nor deste determina en buena parte el clima y la geografia ide Ia Peninsula, Regién semidesértica, esta formada por arenales que en tiempos de sequia forman un paisaje éri- a eS Emre los artesanios it ‘quierda) muestran moti os geomstvicas y temas eseénicos pintedos con tales y, en al= fibras vegetales colorea- das y conservada en ef Museo Etnogréfica-Mi- sional de Saris, Barce- ona. Indlgenas trabajando en tel. Esto actividad se realize por :| temporadas, y es enton- ‘ces cuando fos grupos fa imiliares trazan sobre 1a =| superficie salina (os linde~ ros de cada zona labora- bie por fa respectiva fa- mila. do, sofocante, sin vegetacién, con tolvaneras levantadas por el viento, y cauces secos; s6lo existen dos caudales constantes, el rio Hacha y el riachuelo Paraguaichén, en Jos limites con Venezuela. En periodos de lluvia, parte del suelo, siendo mis bajo que el mar, se inunda y los lechos secos vuelven a vivir como arterias hinchadas que se desbordan y cubren los caminos. Los jagiieyes, que son ojos de agua dulce, conservados como reservas du- rante Ia sequfa, también se ensanchan, juntindose con los arroyos y con las aguas de lluvia aposentadas como lagos que inundan la regién. En esta época luviosa, de los arenales nacen grami- neas y matorrales, reverdecidos entre los viejos olivos y los cactos, tinicos vegetales que perduran en ambas e3- taciones. Al pie de monte, en las serranias, algunos bos- ‘ques complementan la vegetacién de la sabana; all cre- cen, a pesar de las talas, el dividivi, el totumo, el afl, el Paisaje de le Guajira, en donde aparecen las princi- pales caracteristicas do esta regién desértca, lumi- rosa y de pobre economia. Los habitentes de /a Guajira, generalmente némadas debido o le dspera y cambiante naturalezz, conservan antiguas costum- bres nativas junto @ nuevos usos llevados por gen- tes del interior del guayacén y el roble. De acuerdo con el panorama deseri- to es la vida del guajiro. 0, como expresa el antropblogo Roberto Pineda, “la economia del guajiro y en general su vida oscilan como péndulo entre dos extremos: verano invierno. Su actividad principal, la ganaderia ~agrega—, necesita de la luvia para la permaneneia de los pastos y del agua de los jagiieyes y casimbas; su otra ocupacién, la agricultura, demanda ja humedad suficiente que re- quieren Ia germinacién de las semillas y Ia vida misma de las plantas, Invierno en la Guajira quiere decir bonan- 2a, abundancia, satisfactién; verano, en cambio, es sin6~ nimo de desolacién, de hambre, de miseria y de muerte’ AA pesar de las influencias extrafias que han provoca- o tan notorias aculturaciones y deformaciones de las viejas costumbres guajiras, la sociedad india de esta re~ gi6n se sostiene y perdura; contra los extrafios, lo mis~ ‘mo que para neutralizar 0 combatir las fuerzas de Ia na- La vivienda de la Guajra suele ser frig e inestable. ‘asf como es fugaz y trashumante la estadia de [aS gentes en los sitios y aun en las localidedes urba- ‘nas. La netureleze desértica circunda las viviendas, ‘que se levantan en pequeros y parcos oasis. 609 Ante el mar, una mujer (guajra luce su taje to Montez del coforida y fa ‘amplitud deltrazado, pera varlan en simbolos de po- ier y riquers, como en raciedad jararqui- £0 ¢9n su tlea indumen- taria, turaleza, impera, como antaiio, como siempre, Ia magia, que es el arma, la defensa, el escudo y el recurso inelu- dible de que se vale el guajiro para realizar su vida. Em- pero, esa magia, de hondas ¢ inmemoriales raices verni- cculas, también se encuentra intervenida por simbiosis y agregados recibidos de los blancos, e inclusive de los ne- gros. No obstante, la magia con sus fuertes poderes ha penetrado igualmente en las ereencias de los “civiliza- dos”, quienes acuden a ella con fe similar a la que poseen los nativos de la Peninsula. A tan extrafio mestizaje se refiere el arqueblogo Ro- berto Pineda en los siguientes términos: “Pero lo mas interesante como fen6meno social es la simbiosis que se ha realizado: lo negro, lo espafiol y lo indio se encuen- tran tan estrechamente ligados, tan perfectamente amal- gamados, que ya resulta poco menos que imposible de- terminar el origen de las distintas influencias en muchos de los aspectos de la magia y de la hechiceria populares; saber exactamente lo que constituye el fondo africano, 0 el amerindio o el peninsular”. Y si es acentuado el mes- tizaje en las creencias mégicas y en las pricticas de he- chicerfa, cada vez se siente mayor el mismo fendmeno en todo el Ambito cultural, en las costumbres y en las manifestaciones sociales de los guajiros. Por tanto, pue- de adelantarse desde ahora que los elementos folkléricos, Jas artesanias y todos los oficios y productos originarios de la Peninsula evan e! sello de aquella simbiosis. Y en Ja medida en que son reclamados por el comercio turis- tico y por la moda de vestir y usar objetos y prendas “exbticas”, es decir, con sabor nativo, mis manifiesta y sensible es Ja transformaci6n y la penetracién de concep- tos, diseitos y factores mistificados. En el siglo XVi, cuando legaron los espafioles, la Gua- jira estaba habitada por tribus némadas, belicosas, de ca~ zadores y recolectores de frutos silvestres; ademis estos indios fueron invasores aguerridos, en épocas de sequia, de tierras mAs propicias donde moraban grupos de dife- rente indole y condicién econémica, como los mismos aruacos de que luego se tratard. ¥ aunque nunca los do- miné totalmente la conquista europea, asimilaron los gua- Jiros parte de las costumbres importadas, y en particular la economia basada en Ia explotacién de ganados, equi- nos, vacunos, lanares y caprinos. Sin embargo, las costumbres némadas, impuestas por la geografia peninsular, continuaron; los nuevos pasto- res, por tanto, siguen cambiando de localidad de acuerdo ‘con la temporada de lluvias 0 de sequias. La sociedad, dividida en clanes y castas, que se vinculan por la via uuterina o matrilineal, poca transformacién en ese sentido ha tenido. Las mujeres siguen en el mismo estado y con- ién de seres objeto de compra o de trueque, cuyo,pre- cio se fija segin la riqueza y poder politico y social del padre y se tasa en némero de cabezas de ganados. Las FL Alaizquiorda, moet yF ¥ nifio arhuacos. forman un ingenua ‘absolute ele ‘mentslidad y simplicided constructive, mujeres ademas tienen a su cargo, como fue costumbre inmemorial, la elaboracién de los articulos inicialmente destinados ‘al uso de la familia y del clan, y ahora para surtir el mercado de artesanias y de recuerdos turisticos. La demanda comercial, como es de suponer, ha creado otros oficios que, como el de joyeros, lo desempefian los hombres. La magia y los atuendos de uso personal (vestidos, hhamacas, bolsas de lana, etc.) constituyen la fuente principal de las amadas “artesanfas” de la Gua- jira. La magia aporta los amuletos, las contras y los fe- tiches que los artifices producen para el comercio en for- ma de dijes, collares, piedras sueltas, pulseras y dem: ‘elementos de adorno personal; junto a estos articulos que estuvieron vinculados a los ritos y hechicerfas se produ- cen orfebrerias y platerias de evidente origen forineo. os La “machita” 0 "tutu", que ‘es una balsa de fiqut Jano 0 algodén decorade con elreulos y franjas de Color a negras, es prenda tejda par las mujeres it~ digenas en fo Sierra Ne- vada de Santa Morta ¥ sade por ellas y por 103 hombres de la comunidad nativa: an la actualided. ‘ademds, es articulo de in- tenso comercio en fos tiendas turisticas. ays Se ctenetng el th Pintadera plana, origina- via del Chocd, Este obje- 10 arqueolégico es impor- tante testimonio de la costumbre que aun per- dara entre los natives de Ja misma localidad, con- sistente en ef uso de fa pintura facial y corporal cuyos diserios son simile {ras a los de la pintadera, Pero el azabache, la saltapiedra, el coral, las semillas de “ojo de venado” y “ojo de buey", monigotes y figurillas que imitan manos, forman todavia un complejo comercio interno y externo, para usos migicos, pues se consideran como eficaces amuletos, y para la venta en el comercio turfstico. Los vestidos y las mantas, las hamacas y las bolsas de lana, las sandalias y los gorros son articulos que también cubren los dos mercados, el interior y el fox neo; las telas de Ia industria nacional intentan imitar Jos nativos disefos que en la forma también se conser van mis o menos genuinos. Sélo las bolsas de lana o “mochilas”, algunas fajas y otros pocos articulos de! atuendo personal se trabajan en telares tradicionales y en 1a Localidad, La caracteristica de todos estos articulos es su vivae idad eromdtica y la amplitud generosa de las tallas; en cuanto a las piedras semipreciosas, que sirven de ador- y de amuletos, y en particular las llamadas piedras ‘temperamentales” porque cambian de tonalidad de acuer- do con Ia persona que las usa y lleva, se complementan con engastes en metal -oro 0 plata~ y con ellas se for man collares, dijes, zarcillos, pulseras. A este corto in- ventario se reducen los oficios y productos con que la Guajira ha entrado en el mercado de las artesanias. Como se ve, hay mis de equivocas transformaciones mercan les y mucho de amalgamas y mestizajes, viejos y recien- tes, que de verdaderas y genuinas expresiones indi pero, de todas maneras, subsisten, a pesar de los sen! bles cambios, formas, colores y disefios enraizados en Ia frida guajira y en la altiva condicién del nativo. Los aruacos y los chimilas colindan en la cuenca alta del rio Ariguani, que desde tiempos remotos fue frontera respetada por las dos comunidades; los chimilas, ho ducidos a minimas proporciones culturales y demo; ‘cas (no pasan de 500 individuos), se distinguieron desde siempre como aguerridos combatientes; algunos cronis- tas e historiadores opinan que con ellos tuvieron pactos los aruacos y que inclusive éstos pudieron “disfrazarse” de chimilas para combatir juntos contra los invasores ex- tranjeros. Parece, sin embargo, que si hubo ocasionales alianzas fue para ir a la zaga de los belicosos chimilas, “apropiindose de algunos atuendos de os cristianos muer- tos por aquéllos”, 0 para servirles de guias cuando pe netraban en persecucidn de los europeos. Hoy los chimi- las mantienen su marginado y himedo hibitat, en la cuenca del citado rio, y viven en pobres condiciones ex- plotando una incipiente agricultura de raices y maiz, base de su dieta alimenticia, que enriquecen con productos de la caza y de la pesca. Los elementos de esta economia s6lo dejan cortos mirgenes de instrumentos y objetos “‘tipicos”, con los que esporidicamente hacen comercio fuera de la tribu. En cambio, los aruacos habitan zonas mis dilatadas, aunque abruptas, en 1a Sierra Nevada de Santa Marta, sobre las vertientes meridionales, Por las condiciones del lima y de la brusca topografia, extienden sus posesiones en las tres zonas térmicas, esto es, desde las proximas a los nevados en los paramos de Adorimeina y Mamauka- rnaca hasta las llanuras templadas. Pero la morada prin- cipal la mantienen en la zona fria, con ocasionales estan- cias en la paramuna y en la templada, durante los periodos exigidos por Ia agricultura, de la que derivan su principal medio de sustento. Sin embargo, los colonizadores blan- ‘cos y mestizos los asedian y estrechan cada vez mis, arrinconindolos en clevadas tierras empobrecidas. Por razones como ésta puede lamirseles otra vez, como ya lo hizo en el siglo XVI el eronista fray Pedro Simén, “se- rranillos y tristes”, Ellos mismos se denominan ica (0 ka, segin los antropSlogos), que quiere decir gente, pero ois Nia (a la izquierda) y hombre (aqul arriba) de la co- ‘munided embers del Chocé. Los aretes de plata, el collar de chaquira de multiples vueltas 0 de semi- tas pertumadas, asi como la pintura facial y corpo- ral son caracteristicos de los usos y costumbres in- digenas en la referide region y en el citedo grupo desde el siglo XVI los espafoles los conocieron con el nombre de aruacos o arhuac, sin que esta palabra signi- fique parentescos con la familia lingiifstica arawak, a la que pertenecen otras tribus andinas y antillanas. Algunos autores, como Reichel-Dolmatoff, derivan la palabra aruac de aluaca, que es el sitio donde vivia Al- deauhuicu, un personaje de leyenda, antiguo civilizador divinizado segin viejas tradiciones tribales. Los espafio- les distingufan con el nombre de aruacos, en forma in- determinada, a todos los indios pactficos de! litoral Atlin- tico y, en particular, a los que por esa condicién se distinguian en la Sierra Nevada de Santa Marta. Sus pa- rientes que moran en las vertientes de! norte, conocidos como indios cogis 0 kougi, con quienes mantienen fre~ cuentes relaciones y nexos culturales, aunque hablan dis- tintas leaguas, los llaman machacas, mientras los mis- mos cogis se denominan asi, que quiere decir leones (Réugi), y péibu, que significa amigo. El padre José de Vinalesa, misionero capuchino, asignado a la regién de Ja Sierra Nevada, hablando del mencionado parentesco dice: “Como una prueba de que las dos castas de arhua- cos y kéugi puedan quizd pertenecer a una misma f lia, no olvidemos que a més de,tener unos y otros idén- ticas leyes, creencias y ceremonias, tienen a la vez una misma organizacién social. Ademis, con la mayor natu- ralidad, fécilmente se pasan algunos de su propio terri- torio al de los otros, llegando a permitirseles que se ra- diquen en él definitivamente”. Los indigenas gustan de adornarse con anillas que compran a las negras 0 en el comercio aldeano y Jas llevan junto con los antiguos usos de fa pintura ‘corporal. En Ia foto, mano indigena con adornos de plata (Chocd). Arriba, banco de brujo de los indios del Chocd, con ‘munidad que talla la madera para conteccionar ob ietos domésticas, ceremoniales y juguetes. Absja, ‘esta de la regién de Bauds, en el Chocd. Esta ces teria se elabora con fi ‘nas 0 con hojas de palma tejidas en forma hexago nal a base de Sngulos rectos y fibres de colores A pesar del asedio a que han sido sometidos los po- bladores de la Sierra Nevada de Santa Marta, atin con- servan sus tradiciones, costumbres, creencias y us0S, nO obstante las evidentes simbiosis y aculturaciones de di- ferente indole y de distinto grado. El historiador Juan Friede considera que “como pueblo eminentemente se- dentario y agricola, aunque a veces las familias, en vee de traer los productos de las chacras situadas en otro piso térmico de la misma regién, se trasladaban tempo- ralmente a una choza alli ct , Jos aruacos han de- sarrollado una mentalidad tradicionalista que durante si- glos ha opuesto tenaz resistencia a la penetracién de formas culturales extrafias”. Es asi como respetan los lu- Bares donde enterraron a los antepasados y evitan —dice el mismo historiador— “ocupar con sus chaeras los sitios en que se encuentran vestigios arqueolégicos”; también Por eso evitan, hasta donde les es posible, los tratos y comercios con los bunaci, 0 “civilizados blancos”, 2 quie~ nes culpan, entre otras cosas, de su disminucion demo- rifica, que ahora s6lo llega a 2.500 indios, mientras en {a antigiiedad, segiin los cronistas, “era copioso el name- ro de naturales”. Juan Friede, hablando del tradicionalis- mo de los aruacos, afirma que fue entre ellos cuando por primera vez oyé declarar: “Nosotros queremos vivir como mandan nuestros dioses”. Péuruba 0 San Sebastiin de Rébago, como ahora se laina, es la localidad sagrada de los aruacos. El histo- Hiador antes citado la describe asi: “La antigua ciudad de San Sebastidn de Rabago es el centro cultural de toda Ja regién. Situada a orillas del rio San Sebastiin, que es ‘el curso superior del rio Fundacién, a 2.300 m sobre el nivel del mar y con una temperatura media de 13°, San Sebastidn cuenta con una plaza y una capilla con su cam~ panario. Esti rodeada de un muro bajo de tapia, cons- truido con el fin de impedir la entrada a los animales que pastan en los alrededores, Dos puertas levantadas en los extremos opuestos dan acceso al pueblo. Unas cincuenta ‘casas, generalmente deshabitadas, pues slo son utiliza- das por los indios con ocasién de sus fiestas y otros acontecimientos importantes, bordean las tinicas dos ca- es con que cuenta San Sebastiin. Hay una casa para la ingpectoria de policfa y una para la cércel. Esta dltima dividida en dos compartimientos, destinados a hombres y mujeres. En el primero de ellos hay un cepo, colocado ‘a unos 30 cm del suelo, todavia hoy, en pleno siglo XX, empleado para expiar las condenas de prisién impuestas por las autoridades policiales 0 por los cabildos indige- nas”. Ademis, los aruacos poseen otros sitios sagrados y rituales, entre los cuales hay que sefalar como princi- pal la casa del Mémdé grande, que es el jefe y sacerdote, médico y brujo, centro de Ja vida de la comunidad indi- gena. Estas casas, de forma circular y techo eénico, cons- truidas por los mismos mimé, lamadas Kanksirua, son Sees eee eee re Hata did nn th reservadas con absoluta exclusividad para habitacién y cjercicio del oficio ritual del brujo; 1 ellas acuden los in- dios en solicitud de consejo y de buen gobierno, pero sin que puedan penetrar al interior. Las otras viviendas son de humilde condicién, fugaces inclusive, pues sélo sirven durante las temporadas de cosecha. Los aruacos tejen sus propios vestidos. Las mujeres hilan el algodén y la lana, y los hombres los tejen; ellas tusan telas de algodén, y los varones de lana. El vestido es una larga manta (2,3 m de largo por uno de ancho), con abertura en el centro para Ia cabeza; esta manta va cefida a la cintura por la faja Aujine 0 cuyyna, ‘usada por los varones, y por trenzas y cordones de lana para Jas mujeres; los hombres levan un gorro cbnico lamado tutusomé, que significa “cresta tejida”; las mujeres evan Ia cabeza descubierta. Como prenda, la mis itil e impor tante y ponderada por los araucos (hombres y mujeres) que complementa el vestuario, hay que citar ia mochils, Iamada tutu, tefida con hilos de lana 0 de algodén o de fique, decorada con circulos y lineas negras 0 combina- ciones en verde, mis el color natural del material. Las mochilas son tejidas por las mujeres indias. Al vestuario, y en particular a los tutu, se contrae el comercio de “ar tesanias” de los aruacos. La moda de las mochilas gua- jiras y de Ia Sierra Nevada de Santa Marta ha invadido Jas ciudades, por lo cual estos articulos se exhiben pro- fasamente en tiendas y comercios turisticos de todo el pats. Pero los aruacos, acaso ignorantes del valor “ex6- tico” impuesto por la moda, siguen hilando las fibras de fique o Jos hilos de algodén y de lana, para tejer la pren- da que mis estiman y mejor aprecian en su personal atuendo, mientras los mercaderes legan hasta ellos pro- poniéndoles nuevos tratos y trueques sin importancia. Cholos, catios y cunas En el litoral del Pacifico y especialmente en las costas del Valle del Cauca, del Choc6 y, en parte, sobre el golfo de Urabi, viven varias tribus indigenas que mantienen ‘comercios ocasionales con blancos y negros de la regién. Los principales grupos estin compuestos por los cholos, divididos en la tribu de los noanamés, en las riberas de Jos-rfos San Juan (cauce bajo), Taparral, Docordé y Bix cordé, entre el cabo Corrientes y 1a desembocadura del San Juan; la otra tribu es la de los emberd, habitantes de las mirgenes del Atrato, el Baudé y San Juan, entre el cabo Corrientes y Panamé, aunque también se extien- den algunos subgrupos hasta los rios Sind y San Jorge y alas hoyas del rio Cauca. Los catios pueden ser sub- grupos de los ember4, radicados en Antioquia, lo mismo que los chami; sobre el golfo de Urabé viven los cuna, Emparentados con los indios del mismo nombre de las Plateria procedente de Guambia, cuyos joyeras tal vez haven conservado (a tradicién indigena de fos orfebres que trabajaran pectorales, narigueras y otras ‘aihajas de oro en épacas precolombinas, Esta pla- teria de los guambianos actuales se caracteriza por los “eruceros’, que son collares de simbologia cris- tiana. 621 os dibujos de Francisco Tumita para el libro “Namuy Misag”. Arriba, “Espiritu do persona y arte magica (Kerey)” y, abajo, "La casa de aja (Pu-yal”. islas de San Blas, en Panamé. El ambiente fisico donde habitan las nombradas comunidades es de selvas héme- das, célidas, de intensa Iluviosidad y de abundantes co- rientes fluviales. La economia se basa en la pesca y la caza y en Ia agricultura incipiente, de sistemas rotatorios y ciclicos; la alimentacién principal es de raices, chonta- duros, plétanos y maiz. De acuerdo con el clima, los indios del litoral usan brevisimos ropajes, tales como taparrabos y, en ocasio~ nes particulares, camisa; en cambio acostumbran la pin- tura facial y corporal desde nifios, mediante tintes vege- tales de jagua o bija. Hombres y mujeres gustan de adornarse con objetos como narigueras y orejeras de me~ tal (plata) 0 de madera con engastaduras metilicas, y ellas con abundantes collares de semillas vegetales y de variados colores; también se adornan con plumas, 0 con. objetos fabricados de érganos y elementos animales, en especial pequefos insectos. Los cunas, a la manera de antiguas tribus, todavia llevan presionados los brazos y las piernas con sartas de cintas y cuentecillas que com~ ran en mercados del exterior. Los emberis y noanamés son insignes talladores de maderas blandas y duras; so- bresalen los bastones ceremoniales que hacen para Jos Jaibands, que son los brujos y curanderos de la tribu, y ‘miltiples objetos con imigenes humanas y de animales, Juguetes, cunas, banquitos, buques, etc., representativos de ancestros y antepasados muertos. Estos objetos los pintan con tintes vegetales, después de tallarlos y pulir~ los, con colores sienas, verdes, azules y negros. Los bas- tones ceremoniales son tallados en una madera dura lla- mada “‘mare” o en “meme”, que es el nombre de una palma; las varas son ahumadas al fuego, pulidas y fro- tadas con tela hasta quedar suaves y lisas. Aunque las figuras que tallan en Ja cabeza de los bastones suelen ser de hombres o mujeres desnudos, también se encuentran otros motivos, como batracios, flechas, micos, etc. € in= clusive parejas humanas o de animales en copulaci6n, “Estas figuras ~dice Reichel-Dolmatoff- siempre re~ presentan antepasados masculinos y, segtin su poder mé- gico, se distinguen dos tipos de bastones: los que repre~ sentan a un espfritu ancestral tutelar particular y los que representan espiritus que tienen funciones de ayudantes migicos subordinados.” En otros tipos de tallas, disti tas a los bastones, se usan maderas blandas general- mente, aunque también se encuentran algunos objetos en lefios duros. “Algunas —segin el mismo autor antes citado— representan espiritus tutelares y los que se dan a los nifios son casi siempre de madera de balso y ca- rentes de pintura, mientras que los que guardan los adul tos son de madera dura y tienen a veces una decoracién pintada.” El mismo Reichel-Dolmatoff trae el siguiente inventario de tallas: 1) bastones: antropomorfos, manos humanas, lanzas; 2) figurillas: antropomorfas, como es. La artesania del barniz de Pasto, famosa desde tiempos prehispénicos, se hha desvirtuade utilizando {falsos sistemas y equi- vocos motives nativos, como se ve en la fotogra- fia, que es de un mueble fabricado en serie por actual industria turis de Navifo. piritus tutelares para nifios o para adultos, para curacio- nes, para ceremonias especiales, para aprendizajes de jai- bands j6venes; zoomorfas para curaciones, como animales de pesca, culebras y otros, y para ceremonias especiales; 3) tablas: para curaciones, sueltas 0 en forma de techos ¥ casitas, para ceremonias, y entonces van suspendidas ‘© amarradas en postes o pucstas en el suelo; 4) buques para aprendizajes; 5) réplicas de objetos utilitarios; 6) asientos; 7) tampores-canoas, y 8) cruces para poner fue~ ra de la casa, sencillas 0 antropomorfas, para dentro de Ja casa 0 como amuletos. A cargo de las mujeres emberis y noanamis esté la cesterfa, que es oficio practicado a diario y que ofrece productos iitiles a Ia tribu y de hermosos disefios. Los cestos son hechos de fibras vegetales, espartos y lianas © de hojas de palma, que se tejen en forma hexagonal, a base de cruces diagonales que forman los hexigonos, 0 de cruces cuadrilaterales, con fngulos rectos que se co- Jocan diagonalmente, o a manera de zigzag, con tiras, lia- nas o espartos de varios colores que forman grecas, crux ces, tridngulos 0 cuadriléteros 0, por tltimo, tejidos en espiral. Hay canastos de diferentes formas y tamaios, de acuerdo con el uso o necesidad, unos cilindricos para guardar objetos personales, otros grandes y con asas, a ‘manera de petacas, 0 rectangulares con tapa, 0 en formas cénicas truncadas con manijas curvas, y, por tiltimo, ces- tas como embudos que se usan para pesca. Para obtener los colores de las cestas someten a secamiento cerca del fuego las fibras o lianas, de modo que adquieren tonali- dades sienas segin la duracién del secamiento; con tine tes de otras plantas obtienen colores rojos, de manera que combinados con los sienas producen al menos tres tonalidades. Los indios cunas tienen la especialidad de las telas denominadas “molas”, que son cuadrados 0 rectingulos cosidos con retazos de vivos colores sobre una tela de una sola tonalidad; estas molas, originalmente reprodu- cen temas geométricos o figuras estilizadas zoomorfas 0 de ancestros antropomorfos. La calidad decorativa y el fino acabado hecho a mano les ha dado prestigio inter- 623 a oh nacional a los artifices cunas, cuyas telas se usan en el mercado exterior para diferentes finalidades, que van des de la exhibicién como cuadros “de estilo moderno” hasta forros de sillas y almohadones en ambientes “tipicos”. Estos articulos y los antes mencionados por via de ejem- plo forman el principal acervo de productos ttiles, ahora Genominados artesanales, originarios de las tribus que ‘moran en ¢! litoral del Pacifico y a orillas del golfo de Urabi. Mestizos e indios del sur andino De los antiguos habitantes del sur andino s6lo sub- sisten pocos grupos marginados en la actualidad. Uno de cllos, acaso el de caracteres étnicos y etnogrificos mejor conservados, aunque, desde luego, con obvias y rotundas rupturas ocasionadas por la aculturacién, es el de los guambianos, que, dividido en subgrupos, habita en la Cordillera Central, al nordeste de Popayin, en las ver- tientes del rio Piendamé, entre la poblacién de Silvia y En las lanuras del Oriente colombiano, (os rlos se ‘explayan y aquietan sus aguas; pero hay lugares en los cuales las rocas los estrechen pare formar pel ‘grosas corrientes. En /a ilustracion de (a izquierda, tun paisaje de! Veupés. La cesteria del Vaupés, de origen indigeno, ofrece muestras de hermosos disefios decorativos basados ttn [a reiteracién de figuras geométricas, como el “balay” (cesta pande y circular) que reproducimos aqui arriba Bajo estas lineas, pictografta figurativa sobre corte~ 2a de érbol realizada por los guayaberos, pertene- Cientes al subgrupo guahibo oriental pagina, varios objet or ls inias de! Vaud 0 lequierde, vasia de cersmice negra, y 9 lac Cerdmica negra con incisiones rellenas de cal 0 te. 17a blanca, el paramo de Las Delicias. Ms al este, y sobre las ver- | tientes que caen al Magdalena, estdn los péez, legendaria gente india, de bravos dnimos, largamente apegada a la querencia de Ia nativa tierra, pero que por varias causas, algunas de ellas de dramética violencia, se encuentyan empobrecidos y asimilados a usos y costumbres de mes- | tiza composicién. Asi, por ejemplo, mientras los guam- bianos, o wampisamera (los de Guambia) como ellos se llaman, mantienen los trajes tradicionales, s6lo cambia- dos en dos o tres detalles (sombrero, zapatos), los piez san géneros y ropas que compran en los mercados de Inzd, de San Andrés de Pisimbalé, de Belalcdzar y Cal- | deras; mientras aguéllos defienden precariamente la par- Otros tipas de cerdmica de la misma regién. A 19 lequierda, cabeza de venado; sobre estas lineas, va- sija pintada antropomorfs, cialidad y posesién de las tierras, éstos, desalojados, se contratan como peones de haciendas, aunque también lu- chan por las naturales posesiones; mientras los guambi nos ain producen articulos textiles y platerfa, para su uuso personal 0 para el comercio con forineos, los pice hhan dejado caer en el olvido 0 han sustituido los oficios inarios de su tribu por otros importados. No obstan- te, ambos grupos y los otros vecinos de ellos o con ellos emparentados se encuentran actualmente minados por di- vversos tipos de enfermedades, asi como por Ia subali- mentacién y el alcohol. La comunidad guambiana se distingue por su traje de encendidos tonos azules y rojos y, particularmente, 627 Cesta procedente del Vaupés, en la cual se observa Ja pericia y buen gusto de los artesanos indigenes. "estas como asta se hacen originalmente pare Usos domésticos, pero en la actuslidad se han convertido fen atractivos articulos de! comercio turistico. por el mis bello y extrafio sombrero, tejido en paja, de baja copa y redonda ala, adornado con torzales de lana de colores que desafortunadamente han remplazado por el de fabrica, hecho de fieltro, pafio o plisticos. Los chum- bes o fajas que en principio fueron de algodén y ahora son de hilo calabrés, que usaban y ain llevan hombres y mujeres para ceiiir los anacos, faldellines y ruanas 0 para “chumbar", es decir, envolver con ellos a los nifios con lin de sujetar las mantas con que los abrigan, son tam- bién caracteristicos de los guambianos; decorados con dibujos geométricos, romboidales, eruces, grecas, etc. en colores rojos, sienas, negros, son largas y angostas cin- tas que, desafortunadamente, también han sido disefi~ das con nuevos y ajenos motivos para gusto de turistas y mercaderes de artesanias. Los “cruceros” o collares de plata que desde tiempos coloniales trabajaron y usaron Jos guambian de oro precolombinos, todavia se identifican como pro- ducidos por artifices locales. Algunos tejidos, como mo- chilas o jigeas, esto es, bolsos pequeios y mantas 0 rua- nas, completan el ajuar guambiano y, por ende, el comercio de productos y articulos que en esta comunidad se ori- ginan. Pero al mencionar a In gente de Guambia no se puede olvidar el nombre y 1a obra de uno de ellos, quien ha levado la voceria de ia tribu desde hace largos aios. Se trata de Francisco Tumifia Pillimue, memorizador de viejas leyendas, maestro de escuela y dibujante que con trazo ingenuo ha ilustrado los mitos y creencias de su gente. Gracias al antropélogo Gregorio Hemindez de 628 Alba, y con notas de éste, el inteligente indio pudo publicar sus dibujos en el libro titulado Nuestra Gente =Namuy Mitag-, valioso documento etnogeifico y artis- tico de la tribu guambiana. ‘Mis al sur del pais hasta Narifio, colindando con el Ecuador, In poblacién mestiza ha heredado !as habilida- des manuales de los indigenas ¢ inclusive algunas técni- cas de produccién artistica. Tejidos de palma, textiles, sombrererfa, cesterfa y tallas de madera son, por ejem- plo, artesanias mestizas que se inspiran en motivos abori- genes 0 que siguen sistemas nativos. La técnica mis an- tigua, extendida en todo ef mundo prehispinico, dentro de la érbita del sur, es a del barniz de Pasto, desafor- tunadamente en vias de olvidarse y transformada ya por Ja produccién industrial, inspirada en ella, pero totalmen- te mistificada. El bamiz con el que decoran objetos, en especial de madera, es una especie de cera 0 resina ve- getal que se da en arbustos silvestres que crecen en la Cordillera Oriental y en el Macizo Colombiano; los in- dios sibundoyes la cosechaban, tomando las secreciones del arbusto denominado mopa-mopa, pero recientemente, como informa la antropéloga Yolanda Mora de Jarami- lo, “un comerciante blanco recoge en Puerto Asis Ia co- secha de muchos indios, y la trac también a vender a los diferentes talleres”. Con esta goma vegetal, debidamente sometida procesos de laminacién, los artesanos deco- ran los muebles y objetos con diversos motivos. “Los mis corrientes —dice la antropéloga citads— son las gre- cas y guarda en T, y la guarda de tres de dos. Hay otros lamados de corona, ladrillos, granito y diferentes quin- En esta pagina y en la anterior, proceso de elabo- racién de la cerémica de Raquira (Boyacd). En la pagina enterior y bajo estes liness, modeledo y pu- Timencacién y, 2 la derecha, figura terminads. La co- rhmiea de Roquire, de larga tradicién, ha sufrido ‘cambios técnicas y formales mediante Ia introduc~ cin de maldes y motives nuevos. e Ley {g01." El brillo y primor con que los mejores artifices con- cebfan y terminaban sus productos ha permitido que el barniz de Pasto sea comparado con las obras de laca me- xicana y, no sin exageracién, con algunas de manufactura china. Los indios de la Orinoquia y del Amazonas Los indios del oriente y sur del pats, moradores de Jas selvas tropicales, en las vertientes del Orinoco y del ‘Amazonas, nomadas algunos, de incipiente economia to- dos, moradores de “malocas” 0 casas colectivas donde se alojan familias unidas por el mismo tronco, producen 629 objetos y iitiles, instrumentos adecuados a sus sistemas de vida, como Mlechas, arcos, tejidos de palma, telas de corteza vegetal, hamacas 0 chinchorros de fibra vegetal, miscaras rituales, instrumentos miisicos, adornos perso- rales y alguna cerémica utilitaria y ceremonial. E mun- do espiritual y, desde luego, el econémico son breves y de acelerado pauperismo, como el ropaje, que sélo les cu- bre “las vergiienzas”, como dirfan los cronistas de la con quista. Algunos antropélogos, como Gerardo Reichel-Dol- matoff, les han dedicado autorizados estudios, y otros, como Horacio Calle, comparten sus vidas, conviviendo con ellos. Reichel-Dolmatoff ha publicado un libro sobre Jos desana, en el cual recoge el testimonio de un abor gen de la tribu del mismo nombre; basado en los datos facilitados por este informante, el antropélogo ha traza~ do, con exhaustivo rigor cientifico, la mejor reseiia etno- Hogica y etnogrifica que existe sobre las comunidades amazinicas. Las artesanias del interior En el interior del pais existieron desde tiempos vie rreinales diferentes oficios y artesanias de incuestionable raigambre indigena. Desaparecidas las comunidades aborigenes, la poblacién mestiza que las sustituyé intro- dujo nuevas técnicas aprendidas de los europeos, pero en el fondo respeté la herencia vernécula y continué produ- ciendo objetos y stiles con fines domésticos o para surtir Jos mercados aldeanos y campesinos. Particularmente en €l ramo de Ja alfareria’ han sido famosas las artesanias de La Chamba, en el departamento de! Tolima; Ia “loza vidriada” de Popayén, la cerimica figurativa y utilitaria y vidriada de Chiquinquiré, los “caballitos” de Réquira, Jas micuras tradicionales de Riquira, Sichica y Sutamar- chin, que en estos dltimos lugares denominan “loza de suelo”, y algunas otras producidas en Cauca, Narifio y Cundinamarca por ejemplo. También la cesterfa y la fa~ bricacién de canastos o e! tejido de sombreros con fibras vegetales, como el denominado de “tapia pisada” en Bo- ea el municipio de San Andrés de Sotavento, departa- mento de Cérdoba, son productos populares que se dan ‘en antiguas localidades indigenas, pero que posteriormen- te han sido posefdas por blancos y mestizos. En resu- men se puede afirmar que las diversas regiones artesa- rales del pais son, en términos generales, las mismas que fueron habitadas o en donde atin moran las tribus indi- genas que més se distinguieron por la obra de sus arti- fices o por el desarrollo social y econémico de sus co- munidades. Desafortunadamente, las presiones del urbanismo que 630 rece a expensas de Ia aldea y de Ia vida rural, los inte- reses comerciales impulsados por la corriente turistica, 1 afin de imitar y copiar modas extranjeras y otros de- terminismos de origen fordneo; las técnicas de produc- ‘cién masiva de los sistemas impuestos por Ia sociedad de consumo; el predominio del plistico y de los acrilicos, el transistor y otros medios de comunicacién masiva, son, entre otros, factores que, indebidamente encausados © arbitrariamente introducidos en el pais, han fomentado el cambio radical de la produccién artesanal. Disfrazada con nuevas modas, dirigida sin mesura ni sabidurfa, de- sarraigada del lugar original y desplazada a centros art ficialmente disefiados, sometida a moldes y modelos im- portados, la genuina artesania del pais ha perdido y pierde cada dia su autenticidad. Por ello s6lo en apartados rit cones del territorio nacional o en reducidos grupos cam- pesinos y aldeanos es dable hallar todavia expresiones espontineas y limpias de influencias recientemente ad- quiridas. BIBLIOGRAFIA Departamento Admi- Ayer y hoy de los indigenas eolom- nistrativo Nacional de bianos, Bogots. 1971 Estadistica (DANE) Dusen de Reichel, A. Problemas ynecesidades delainves- tigacién etnotégiea en Colombia, Bo- gotd, 1965. Friede, J. Problemas socieles de las aruacos, Bogots, 1983, Hernéndez de Alba, Nuestra gente —Namuy Misog-, Po- G. (textos), y Tumifa payan, 1849 (2.* ed., 1965) Pillimue. F. (dibujos) ‘Mora de Jaramillo, Y. Barniz de Pasta, una artesania co- lombiana de procedencia aborigen, separata de “Revista Colombiana de Folelor”, nim. 8, Bogotd. Cerémica y ceramistas de Raquira, Bogots, 1974. Pineda Giraldo, R. Aspectos de la magia en la Guajira, Bogoid, 1950. Reichel-Dolmatolt, G. Desana, simbolismo de los indios Tukano del Veupés, Bogor’, 1968. 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