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Del sintoma impuesto a la eleccion del sintoma Guy TROBAS Invito, bajo este titulo, a una lectura atenta de pasajes elegidos de los Estudios sobre la histeria, donde Freud nos presenta cuatro “historias de pacientes”, seguin la expresién que da t(tulo a la parte principal del segundo capitulo.! Desearfa asi situar un viraje que comienza clara- mente con la cuestién del sintoma y encontrard su generalizacién en Jos Uiltimos aiios del siglo. Estamos acostumbrados a mencionar dos giros en el abordaje del sintoma por Freud: el primero, psicolégico, distingue pardlisis motri- ces orgdnicas e histéricas, éstas proviniendo de una anatomia popular, imaginaria del cuerpo, como ella se deduce, nos dice Freud, de “nues- tras percepciones léctiles y sobre todo visuales;? el otro, en el movi- miento mismo de su elaboracién psicoanalftica, el de finales de 1897, sustituye la teoria de la articulacién entre traumatismo y fantasma a la del acontecimiento real, Este giro, considerado con razén como decisi- vo, introduce otra perspectiva de la relacidn causa efecto, especialmen- te en el nivel de la temporalidad. {Qué alcance darle ahora al viraje que vamos a argumentar con el Guy Trogas es psicoanalista en Paris, miembco de la Ecole de la Cause Freudienne (ROCF), de la New Lacanian School (NLS), de la Escuela de la Orientacidn Lacaniana (EOL) y de la Asociacién Mundial de Psicoandlisis (AMP). [ptdriteasynet.fr] Este articulo ha sido publicado en La cause freudienne n° 38, febrero de 1998. 1 Reenviamosa la ? edicién de PUF, Parts, 1967, de la cual las referencias son incan- elusas en el curso del articulo. 2 Ferup, §: “Algunas consideraciones para un estudio comparative de las pardlisis motrices orgdnicas € histéricas", Resultados, ideas, problenens, T. 1, Paris, PUF. , 1984, pag. 56. y en T. L Amorrortu Editores, Bs. As., pag. 207. N. de T.: Los mimeros de las paginas citadas corresponden a la versiin de Amo- rrorta Edilores, | Wo0d) V1 30 VOL YHd YN) texto freudiano y que parece haber quedada hasta ahora desapercibi- do? Para limitarnos al nivel més general, se trata, en Freud, del pasaje de una concepeidn del inconsciente a otra, de la concepeién en que do- mina atin el empirismo humiario -el cual fue introducido en Viena por el curso de Brentano- a la concepcién donde éste sera eliminado. Se trata del pasaje de una concepcién del inconciente organizado en re- presentaciones regidas por las leyes idealistas del asociacionismo (so- bre todo Jas de la contigitidad y de la similitud) a una concepcién del inconseiente en la cual las representaciones obedecen a las leyes mate- rialistas del lenguaje. “El inconsciente estructurado como un lenguaje” no solamente es legible en Freud, como Lacan nos lo hizo ver, sino que es posible captar también a partir de qué momento é] introduce aht las premisas ldgicas. Para enfatizar esto , Vamos a oponer las dos tesis concernientes ala formacién de sintomas que pueden ser circunscriptas en los Estudios sobre la histeria, La primera es la dominante, segura, oficial; la segunda es més dis- creta, mds hipotética. Freud no la desarrolla mas que prudentemente, con. un alcance atin limitado. El manifiesta incluso al respecto, cierta in- credulidad. Estas dos tesis se apoyan sobre un aspecto particular de la formacién del sintoma, lo que Freud llama su determinacién, que dis- tingue de sus motives (o causa) y de su mecanismo (pag. 187) en esto que ella concieme especificamente a su naturaleza formal, mas exacta- mente a Ja naturaleza de los materiales que la componen. Recordemos en primer lugar la concepcidn general de Freud de la génesis de los sintomas histéricos, concepcidn en cierta manera con dos pisos. En un primer tiempo, hay un episodio que constituye el fraumatis- mo inicial, primario, real por supuesto, y al cual Freud da, atin con Ger ta prudencia en la intencién de tratar con consideracin a Breuer, una significacién sexual manifesta. Este episodio lleva a Freud a plantear que toda histeria es traumitica. Debe sobrevenir en la infancia, hacia los cuatro.aftos, en un periode del desarrollo que no permite la yerba- lizacién. No se produce generalmente en esta época un sintoma como tal, salvo muy transitorio. Este incidente traumdtico se traduce prele rentemente por una acentuacién de tal o cual impresién sensorial, de tal o cual representacién que viene, de alguna manera, a recuperar 8 y carga de afecto que no puede encontrar su expresién via la palabra pot © el hecho del defecto de representaciones verbales adecuadas. Estas im- & presiones conciernen ala parte del cuerpo directamente implicada pot z el incidente, y a todo otro elemento corporal, comportamental, o idea © tivo, que forma parte del contexto, incluidos sus elementos historicos fy Estas impresiones van entonces a constituir una suerte de separadd psiquico, de grupo aislado de asociaciones, de huellas mnémicas don- de reina, por defecto de abreaccién, una excitacién, una tensién en ex- ceso. Esto es la “fijacién predisponente™, En un segundo tiempo (adolescencia, edad adulta), se producen uno 0 varios traumatismos (efecto acumulativo posible) que Freud con- sidera, incluidos bajo el punto de vista de su intensidad, como secun- darios y que él nombra “causas ocasionales”. Estos incidentes deben te- ner como caracterfstica la de recordar el traumatismo primario, de yol- ver a evocar las representaciones y afectos penosos de Ja situacién ori- ginal. Si aquf también el sujeto no tlene la posibilidad de verbalizar y entonces de abreaccionar correctamente por razones que son, esta vez, de orden conflictivo (con su instancia moral), las representaciones reac- tivadas del traumatismo primero serdn reprimidas y el sintoma surgi- rdensu lugar segiin un mecanismo de actualizacién. Actualizacién do- lorosa, por ejemplo, si se trata de uma conversién, de impresiones sen- soriales originales o de tal o cual sintoma pasado cel sujeto, al comien- zo orgaénico pero que toma ahora un rol psfquico que no tenfa (pag. 187). Mas generalmente, es todo elemento sensorial, fisioldgico, com- portamental o ideativo, asociado en el origen con el trauma, eventual- gente combinado con elementos del mismo orden de la actualidad o de la historia del sujeto, que podrian tomar un valor sintoméatico.Este tipo de combinaciones asociativas es particularmente valorizado por Freud en su tiltimo caso que nos presenta, el de Elisabeth von R. {Cémo, en esta concepcidn general del sintoma histérico, se opera mds precisamente su determinacién, es decir el proceso que le da su material y por consecuencia su forma clinica? La respuesta que leemos en Freud reposa sobre el mecanismo fundamental de la asociacion. De este mecanismo, por el cual puede leerse retroactivamente Ia relacién existente entre el sintoma y la situacién causal primaria, Freud hace un uso que podemos cernir con precisién, y que va a sufrir una rectifica- cion. A un nivel general, la asociacién puede ser definida como un pro- ceso de conexién, de articulacién entre representaciones —asi pueden hacer cadena. Freud aporta muy rapidamente algunas precisiones de- ducidas de la atencién que aht dirige, ast la posibilidad de un encade- namiento no solamente lineal de representaciones sino también radial, en el sentido donde muchas cadenas lineales de representaciones, cada una de diferente temdtica, pueden sin embargo converger hacia fo que él llama una “representacién nuclear”. Remarquemos también cuanto mas preciso para él es el registro dindmico de la asociacién con respec- to.a su registro estructural. Mientras que respecto de este ultimo, él no hace mds que retomar en primer lugar la tan corriente y vaga nocién de representaci6n, seguin la filosofia y la psicologia de su siglo, él cap- | vooes vad VOU yad NA a ta bien por el contrario lo que da la impresi6n, en el encadenamiento asociativo, de una sustituci6n: un movimiento, el de una carga, de una excitacién, que da sucesivamente a las representaciones un valor que no tenfan y que pueden también perder, En el contexto del sintoma, la representacién asociada, “patologizada”, es una tepresentacién que re- cibe algo de la valencia de actividad de una representacién asociante patégena. Este movimiento, por el cual, en un momento dado, una ex- citacién viaja de representaci6n en representacién de manera no anar- quica supone que algo pueda hacer lazo entre ellas de manera contin- gente y no de manera universal. La cuestidn que se plantea, en ese proceso asociativo, es de saber por qué sera tal representacién mas bien que tal otra, la que sera asociada a una primera, que sérd actualizada bajo una forma sintomAtica, y sobre la cual serd transportado entonces el afecto que resulta del encuentro conflictivo entre una significacidn sexual reayiyada, y una significacién en relacién con esta tiltima bajo el modo que le impone la prohibicion moral. A reserva de pensar que existiria en el contexto sexual inicial, pri- mario, un solo elemento representativo que se impondria de manera univoca a titulo de “sola representacién asociativa” del traumatismo -lo quée'es impensable-, estamos obligatoriamente llevados a plantear el problema de una regla que condiciona la Idgica de le eleccién de los enca- denaniientos asociativos de las representaciones. Es sobre esta cuesti6n cru- cial que concierne al mecanismo asociativo mismo que, en un momento dado, Freud descubre algo totalmente nuevo, jams sefialado hasta en- tonces ¥ que lo introduce al viraje que nos interesa aqui. Hay sin embargo un principio fundamental, a este nivel, sobre el cual Freud no variard, que-atraviesa ya los Estudios y constituye una primera orientacién en el problema anterior. Nada‘en el contenido de la representacién asociada , en su “concepto”, Ja predispone a ligar su destino al contenido sexual del traumatismo. No es entonces una re- presentacién de orden sexual. Es légica. Si el lazo de estructura en el incidente traumdatico fuera de este orden, las representaciones asocia- das suftirfan la misma suerte que la representacién traumdatica y cae- rfan bajo la sancin de la defensa y de la represion. Al contrario ponque ellas estdn fuera del campo sexual, neutras desde este punto de vista, van a escaparse de esto y servir ast de soporte al afecto correlacionada al trauma que pierde de ahi en mas su marca de origen, deviene des- conocido, Este principio que opera verdaderamente una reduccién !6- pica de la posibilidad asociativa -una reduccién por éliminacién- no lleva, sin embargo, a una especificacién que alteraria concretamentela infinidad teérica de posibilidades. Otros criterios de selecci6n son ne cesarios para dar cuenta de la determinacién de fal o cual representa ae cidn precisa como soporte de la asociacién. GUY TROBAS Aunque Freud no haya formulado como tal ese cuestionamiento, é] aporta de hecho respuestas que nos permiten marcar dénde se sitia precisamente lo que Io hace bascular de una tesis hacia otra. La primera de las dos tesis de Freud reposa sobre dos mecanismos complementarios, presentes en cada paso de los Estudios. Llama al pri- mero la “coincidencia fortuita”. Asi, los sintomas de conversién, las neuralgias y attos trastornos sensitivos histéricos, las imagenes fijas, jas Secuencias de comportamientos repetitivos, estan hechos de mate- riales representatives que fueron concomitantes con el traumatismo inicial o con los traumatismos secundarios: dolores de origenes diver- 08, secuencias de comportamientos, gestos y otros fenédmenos moto- res, elementos perceptivos, los cuales, por diversas razones, estuvieron puestos de relieve en la situacién traumdtica; también en esta serie, log pensamientos que atravesaron el entendimiento. En este mecanismo, reconocemos la primera regla asociacionista de Hume —la mds proxima del empirismo de Locke-, que explica el fenémeno de ligazén entre las representaciones por la co-presencia espacial y la simultaneidad {0 su- cesién inmediata) temporal, lo que denominé la contigiiidad. Este nuevo criterio localiza de alguna manera el conjunto de repre- sentaciones posibles, pero justamente se trata de un conjunte , ya que podemos legitimamente supaner la co-presencia de toda una constela- cién de elementos, de representaciones en juego en la situacién dande se produce el incidente traumatico. Dicho de otra manera, el cuestiona- miento precedente persiste y podriamos preguntar a Freud por qué, entre todos los elementos representativos contiguos al acto traumético, serd atribuido a tal o cual el poder de devenir el representante del com- plejo patégeno. El texto de Freud no nos da una respuesta como tal, pe- ro podemos sin embargo desprender de ahi un nuevo criterio general. Es el segundo mecanismo, complementario del primero. Para deveniz, por asociacién, representantes de la representacién patégena, las representaciones contiguas deben también ser connota- das, de alguna manera intrinsicamente, de un afecto penoso, de un ras- go de sufrimiento psfquico o moral: sintoma de origen orgdnico al co- mienzo, percepcién desagradable, dalorasa, representacién de un acto penoso son los casos modelos que se desprenden del material que nos presenta Freud. Una o varias representaciones ligadas al contexto trau- miatico (primero o segundo) serdn “patologizadas”” porque son ya los representantes de un sufrimiento, porque tienen el valor significante de ello, y a este Htulo presentan lo que Freud lama una “comunidad sig- nificativa”, “una comunidad por el concepto” con el sufrimiento moral, N. de T. : La palabra “puthoiogisées” del autor es un neologismo cuyo posible sen- tido serfa: volverse pateligicns. 3 | WI0da V1 30 YOILDyud YN) psiquico, ligado al traumatismo. En otras palabras, lo que hace lazo en- | Guy Tropas a = tre la representacin del trauma, cuyo indice es sexual, y la que vaa en- carmarse, por ejemplo en una astasia-abasia o una hiperestesia, es uma similitud que se funda sobre el valor representativo del afecto, es decir el suftimiento. Freud trata el afecto de sufrimiento como una significa- cidn en si, universal, ya que ella hace équivaler un dolor organico y un daiio moral, traumético. En otras ocasiones, él hace jugar el mismo rol al cuerpo como entidad que subsume dos érganos o dos regiones ana- témicas; ellas pueden asociarse porque son ahi ambas relativas. Para enunciar esto en nuestra retérica lacaniana, si planteamos las representaciones que son asociadas como tantos significantes -lo més simple: uno de la significacién sexual, otro de una sensacién dolorosa cualquiera-, el afecto de sufrimiento que establece la “comunidad sig- nificativa” toma el estatuto de significado comtin. Somos Ilevades por consecuencia a concluir que Freud regla aqui la determinacién de una telacién, de una conexién entre dos. significantes por un significado que excede su particularidad, Esta concepcién dé fa determinacién formal del sintoma supone claramente la supremacia del significedo sobre el signifi- cante en (a articulacién asociaiioe. Dicho segundo mecanismo que orienta el proceso asociativo, tal co- mo se desprende claramente de Ja lectura de los Estudios..., no es ni mas ni menos que la adaptacion de la segunda de las tres reglas asocia- cionistas de Hume, la semejanza. Esta regla planteaba que es por una operacion de “la imaginacién” que detecta una similitud sobre el fon- do general de la diferencia de ideas, de unas con relacién a otras, que puede establecerse una relacién entre ellas. Asimismo que en Freud la coincidencia fortuita y la “comunidad por el concepto” se combinan, la segunda operando sobre la base de la primera, pues en los asociacio- nistas, y primero en Hume, la similitud viene a introducir una discri- minacién, una seleccién en el campo de las posibilidades abiertas por la contigttidad Sin entrar en el detalle de las criticas que merecid la ideologia aso- ciacionista, recordemes que Lacan hizo una muy severa en “Mas alld del principio de realidad”, en 1936. En particular, no falté subrayar la tautologia de la definicién de Hume de Ja relacién por similitud -lo que Hume oculta hablando de “la fuerza oscura del principio de simi- litad”. En efecto, Lacan, al respecto, escribe elegantemente que ella “supone dada la forma mental de la similitud, no obstante ser tan deli- cada de analizar en sf misma. Asi se ha intreducido en el concepto ex plicativo el dato mismo del fendmeno que se pretende explicar” (Escrt tos, t. L pag. 69). Esta critica vuelve exactamente a lo mismo que lo que avanzamos mas arriba sobre la supremacia del significado sobre el sig nificante, Para volver sobre el terreno de la determinacisn del material del sintoma, ;podemos considerar como légicamente satisfactoria la con- cepeién de Freud que supone que la sustituciGn patdgena es, primera- mente, permitida por un efecto de contigiidad (lo que est conforme con su nocién actual de la temporalidad sin el aprés-coup) y, seeunda- riamente, en alguna medida decidido, orientado, determinado por un. significado indudablemente con un valor universal (el sufrimiento, el cuerpo)? En realidad, pareceria que esta concepcién deja atin, desde un punto de vista légico, un margen de indeterminaci6n a nivel de la par- ticularidad de eleccién de la representacién sintomatica —,por qué tal dolor serfa el tinico, puesto que incluso Freud admite aqui que trastor- nos orgdnicos sobrevenides en la historia del sujeto pueden ser tam- bién utilizados? ;Por qué tal parte u Grgano del cuerpo mds bien que tal otra? En resumen, con sus tres criterios— el de la neutralidad, del punto de vista sexual, de la representacién asociada (la futura “repre- sentacién sin importancia” de la Traumdeutung), el de la coincidencia fortuita y el de la comunidad significativa -Freud, realmente, intent dar cuenta del mecanismo subjetivo de la asociacién patégena, pero es- ta tentativa deja en suspenso un resto aleatorio, una indeterminaciin fundamental; encuentra un punto de dificultad légica, hasta diremos de inconsistencia légica, Esta dificultad, ocultada particularmente por el engafio ldgico del criterio de similitud, y que discernimos en la primer tesis de Freud so- bre la determinacidn del sintoma, es correlativo de un abordaje del su- jeto, de su particularidad, a partir de algo que no es del orden de una eleccién, sino més bien del orden de una imposicién: ésta resulta de una légica extrinseca, extra-subjetiva, o de una supuesta causalidad ob- jetiva qué combina diversos factores ellos mismo objetivables, incluso, en ultima instancia, el de una significacién bajo las especies del valor universal atribuido a tal o cual significado (el sufrimiento, el cuerpo). Esta perspectiva de un sfttoma impwesto, ocultando la causalidad particular, eventualmente enigmiatica, de una “elecci6n” subjetiva, Ile- va los rasgos del lazo de la ideologia asociacionista al discurso de la ciencia y a sus efectos de evacuacién del sujeto. Subrayemos cuan ho- mogénea es con la teoria de la realidad del traumatismo y con su obje- tivacién con lo que ella implica de un sujeto —podriamos decir el “su- jeto asociativo’—no intencional sino simplemente reactivo. Remarcare- mos, al respecto, que en los Estudios.., los materiales teprimiclos, lo que hace al objeto de una defensa.o de una resistencia, son siempre re- presentaciones correlacionadas a incidentes, accidentes, schacks, alter- cados, encuentros espantosos, separaciones, duelos, ofensas, en resu- men a cosas que tendrian ya “en sf”, objetivamente, un valor traumd- tico, En ningtin caso leemos que Freud articule sus mecanismos de re- 433 widdg v1 20 VadyHe VEE] presidn, de defensa, de resistencia con el deseo. La abreaccién no es en- zg) Guy TROBAS tonces Ia realizacién de un deseo. El deseo, es precisamente el concep- to decisivo que, en Freud, introducird a un sujeto verdaderamente in- tencional. No obstante, un viraje comienza en los Estudios sobre la histeria, el que, a partir de otra tesis sobre la determinacién del sfntoma, da otra posicidn al sujeto y levanta las criticas que venimos de formular. Esta tesis, la podemos localizar en los desarrallos sugeridos a Freud por el caso de Elisabeth von R..., probablemente redactado a mitades del 94’. ‘Aunque dicha tesis aparezca discretamente y en un modo menor en re- lacion a la anterior, no es menos explicitamente anunciada por Freud. en su especificidad: “(...) esta abasia (...) no era equiparable sélo a una pardlisis funcional asociativa psiquica, sino también a una parélisis funcional simbélica” (pag.167). Sigamos ahora paso a paso cémo Freud desprende esta nueva no- eidn y, mds precisamente, en cémo a partir del mecanismo de determi- nacién del sintoma que estd ah{ implicado—lo que él llama el “modo de formacién por simbolizacién’—, es toda una rectificacién de la concep- cién del sujeto ¥ del inconciente que toma su partida. Es justamente es- ta concepelén rectificada que, una vez precisada en el viraje del siglo, especialmente en los grandes ” textos canénicos” de Freud, sostendra la férmula lacaniana de “el inconciente estructurado como un lengua- je’. Sigamos las inflexiones de su progreso y de sus formulaciones pru- dentes que indican bien que Freud se sitiia en ese momento en el Limi- te de lo que su discurso puede sostener. La punta de la novedad est4 por primera vez en las paginas 166-167 de los Estudios... Freud acaba de poner de relieve la conjuncién de dos ocurrencias asociativas que acumularon sus efectos en la determina- cién del sintoma de la astasia-abasia de Elisabeth, y sigue asi: “era ine- quivoco que en la plasmacidn de la astasia-abasia habia cooperado un tercer mecanismo. (...) no cesaba de repetir que lo doliente ahi, era el sentimiento de su “desvalimiento”, la sensacién de “no avanzar un pa- so” (pag, 167). Un poco més lejos (pag, 188), Freud menciona las expre- siones "quedar inmovilizada en el lugar’ y “no tener apoyo”. Un co- mentario tedrico sigue: “no podia menos que atribuir a sus reflexiones un influjo sobre la plasmacién de la abasia; me vi llevado a suponer que ella directamente buscaba ahf una expresién simbélica para sus pensamientos de tinte dolido, y lo habia hallado en el refuerzo de su padecer (...) el mecanismo psiquico de la simbolizacién (...) no habla creado Ja abasia, pero todo indicaba que la abasia preexistente habla N. de T. : La frase en francés “rester clowée sur place” puede ser traducida también como: “He auertzar en pasa”. experimentado un refuerzo sustancial por este camino, (...) esta abasia {...) no era equiparable sélo a una pardlisis funcional asociativa psiqui- ca, sino también a una pardlisis funcional simbélica” (pag. 167), Observemos que Freud localiza lo que llama simbolizacién por via de una insistencia, de una repeticidn del significado en el orden det dis- curso que hace valer una enunciacién diferente de los enunciados del yelato del cual él esperaba, hasta entonces, que el encadenamiento aso- cativo de las significaciones constitufdas lo conduzca hasta la genesis del sintoma. Por consiguiente, podemos correlacionar el descubrimien- to del nuevo mecanismo a un desprendimiento de la escucha de Freud de Ja metonimia de las significaciones y a su apertura al campo de la metéfora. La articulacién del sintoma y del lenguaje esté ya aqui en juego. Lo que sorprende ahora a Freud, es una convergencia de meté- foras hacia un significado comtin, cada una deviniendo desde ahora un significante de ese significado, un significado que posee una “comuni- dad significativa” con el sintoma del sujeto. Gracias a esto, con esta su- misi6n a lo real tan caracteristica en él, Freud acepta la idea que esa re- lacién, indicada por la dicha convergencia y su comunidad significati- ya con el sintoma, no es fortuita, contingente. ;Qué es entonces? En sus primeros pasajes, descarta todo valor causal y no atribuye al “mecanismo psiquico de la simbolizacién” mas que un rol auxiliar, de reforzamiento secundario, Esta posicién, segura en la pagina 167, vaci- la en la pagina 188. En efecto, siempre a propésito de Elisabeth, escri- be: “Pero alli sustenté también la tesis de que la enferma cred o acre- centé la perturbacién funcional por wfa de simbolizacién (...) hallé en la astasia-abasia una expresién somatica de su falta de aulonomfa, de su impotencia para cambiar en algo las circunstancias (...)”. Tal vacila- cién entre creer © acrecentar, mientras que Freud habia descartado jus- tamente algunas péginas antes la idea de un valor causal, es sintomd- tica del debate dificil que va a llevar consigo mismo en las tiltimas pé- ginas de ese capitulo y del cual ellas Nevan Jas huellas. Algunas lfneas mds lejos, en una palabra que tiene un aspecto para- dojal, Freud nos dice, por un lado, que la “conversidn por simboliza- cin pareceria (...) exigir un alto grado de modificacién histérica”, y, después, por otro lado, que es en Cecilia que él observé “los mejores ejemplos de simbolizacién”, es decir en esa mujer de la cual subraya la conservacin “magnifica” de la memoria, es decir una apreciacidén con- traria al criterio decisivo que se dio para evaluar la gravedad de una neurosis histérica, Dos paginas mas lejos, otra vacilacién aparece. Se trata de la neural- gia facial tan violenta de Cecilia. Freud consiguié eliminar algunos ac- cesos por sugestién hipnética. Un dia, remontando el hilo hacia la es- ena traumitica, ella evoca una escena penosa con su marido del cual gy WI0da V1 90 WOU yud NF] una observacién la ofende, lo que desencadena un acceso de neuralgia con, entre sus gritos, el pensamiento “Para mi eso fue como una bofe- tada”. Sigue la desaparicién del dolor. Este mismo esquema se repro- duce nueve veces y Freud concluye: "No cabe ninguna duda de que se habfa tratado de una simbolizacién”, no sin agregar para su escéptica interlocutor tmaginario habitual: “Ahora todo el mundo preguntara cémo es posible que la sensacidn de una “bofetada” se haya podido pa- tecer en la externo a una neuralgia del trigémino (...)". Freud se lanza sabre un terreno tan nuevo que sabe que no puede desencadenar més que una reaccién de incredulidad. Pues, equilibra inmediatamente su primera afirmacion por lo que concierne el nivel de la génesis del sin- toma: "Finalmente se logré penetrar hasta el primer acceso de neural- gia (...) Aqui, no se encontré simbolizacién alguna, sino una conver- sin por simultaneidad” (pag. 191). En efecto, Freud establece una aso- ciacién por contigiiidad entre los remmordimientos ligados a un espec- taculo penoso y “ligeros dolores dentales y faciales” ligados, en 1a mis- ma época, al embarazo del sujeto. En el desarrollo de la pagina siguiente, es una nueva vacilacién construida sobre el mismo modelo, pero mds acentuada. Primero Freud demuestra que otro sintoma de Cecilia (dolor en el talén dere- cho} concierne a “la actividad de simbolizacién” yen la medida en la cual esta es localizable en el momento mismo de aparicién del sintoma, podria deducirse de ello que ella lo ha creado, que ella tiene un valor causal en su génesis. De hecho, al momento de atravesar ese paso, Freud parece tener un movimiento de retroceso (pag. 192). El explica en efecto esta génesis por una anexién “asociativamente creada” entre uma escena y un dolor ya presente por otras razones , de tipo orgdnico. Sin embargo no se detiene en esta oscilacién, en esta preferencia que lo hace dudar de acordarle al nuevo mecanismo wna incidencia causal. Ya en el pardgrafo siguiente, él da un nuevo paso hacia delante, a favor de una suerte de puesta a punto: donde transparenta el problema de equi- librar, de ponderar la audacia que comporta: ” Si, en estos ejemplos, el mecanismo de Ja simbolizacién parece relegado a un segundo plano (...) yo dispongo también de ejemplos que parecen demostrar la géne- sis de sintomas histéricos por mera simbolizacién” (pag. 192), Freud viene de afirmar su nueva tesis. Entre los ejemplos que nos proporciona extraigo el mds detallado: Cecilia “estaba en cama, bajo la vigilancia de su rigurosa abuela, De pronto Ja nifia da un grito, le habia venido un dolor taladrante en la frente, entre los ojos (...). A rafz del andlisis de este dolor (...), indicé que la abuela la ha mirado de una manera tan “penetrante” que hora- dé hondo en su cerebro; (...) tenfa miedo de que la anciana sefiora sos 142 pechara de ella.A rafz de la comunicaci6n de este pensamiento rompid Guy Tropas a reit fuertemente,y hete aqui de nuevo desaparecido el dolor* (pag 192). Lo que Freud logré ahora formular, es la puesta en juego en la gé- nesis del sintoma, del lenguaje bajo su aspecto mds formal, Tiene de es- to una Clara conciencia, y por lo mismo de la novedad que ella Tepre- senta (apunta sobre él mismo efectos cémicos). Es en esta canciencia de Ja articulacién sorprendente del sintoma al lenguaje que reside la per- tinencia de todo su pardgrafo conclusivo del capftulo, ya que se trata del lenguaje, especificamente de sus metéforas que indican una expre- sién del cuerpo. Leamos: “Como habriamos dado en decir respecto del afrentado, que “eso le clavé una espina en el coraz6n”, si la afrenta no fuese acompafiada de hecho por una sensacién precordial interpreta- ble de ese modo, y se la reconociera en esta? 7Y no es de todo punto ve- rosimil que el giro “tragarse algo”, aplicado a un ultraje al que no se re- plica, se deba de hecho a las sensaciones de inervacién que sobrevie- nen en la garganta cuando uno se deniega el decir, se impide la reac- cién frente al ultraje?”. Agrega: “(...) consiste en operaciones ensu ori- gen provistas de sentido y acordes a un fin; por mds que hoy se en- cuentre en la mayoria de los casos debilitadas a punto tal que su expre- sion Lingistica nos parezca una transferencia figural, es harto proba- ble que todo eso se entendiera antajio literalmente” (pag. 193), No nos detendremos sobre estas reflexiones tedricas que prefiguran las de Jones en “Sobre la teoria del simbolismo” que Lacan critica en sus Escritos. Subtayemos sin embargo un aspecto de la conclusién de Freud aqui: la histérica encarnando, traduciendo corporalmente porsu sintoma tal o cual locucién, “no hace de esto un mal uso, sino reanima solamente las impresiones sexuales en las cuales la locucién verbal de- be su justificacién” y vuelve a dar “ a sus inervaciones las mas inten- sas el sentido originario de la palabra” (pag. 193). En esto Freud no es- tarfa en desacuerdo con Lacan que escribe “ (...) esa funcién a veces tan sensible en el simbolo y el sintoma analitico, la de ser una especie de legeneracién del significante” (Escritos, t. 2, pag. 654), Llegados a ese punto de elaboracién de Freud que supone que el sujeto puede convertir en incidentes corporales sintomaticas tal o cual locuci6n que incluye de manera figurada, metaférica, tales incidentes, ¥ que implica que el sujeto puede hacer de su cuerpo el soporte que en- cama tal o cual significante del cual el significado es corporal, otro es- tatuto del sujeto comienza a desprenderse. El sujeto no aparece mas aqui como solamente reactivo , pasivo, Hbrado a las falsas evidencias univocas de la contigitidad (coincidencia fortuita) y de la similitud (co- munidad por el concepto), y como forzado por un determinismo obje- tivable e inscribible en una relacién lineal de causas a efectos; es ahora, al contrario, un sujeto en alguna medida activo, dotado de intenciona- 4 | vooa3 W130 WaILIYad YN lidad, “deseante”, ya que la respuesta del sintoma deviene en parte e| E | Guy Troaas producto de una eleccién subjetiva: la de la metéfora a Ja cual el Sujeto olorga su encarnacién corporal puesto que esta metafora no es ni im- puesta de afuera ni impuesta por el hecho de que ella serfa la tinica pa ra dar cuenta del afecto sentido. De un determinismo asociativo que Freud intentaba volver univoco y que implicaba un sujeto universalj- zable, pasamos a un Sujeto particular en el cual la intencionalidad de- termina en tiltima instancia la eleocidn del material del sfntoma y sub- vierte el impasse légico del razonamiento asociativo que hemos pues- to en evidencia. Convengamos que la que relevamos del texto freudiano no es avin ms que el nacimiento parcial de ese nuevo estatuto del sujeto. En rea- lidad, e ese nivel, el giro no esté tomado mds que a la mitad. En efecto, si hay emergencia de una eleccion del sujete (sea seleccién y decision}, esta es atin, en el pensamiento de Freud, encuadrada, canalizada, en esto que la metdfora, la locucidn elegida no pudiera ser cualquiera en el campo del Jenguaje ya que ella debe obedecer a dos reglas implicitas enel nivel de su significado: la de la puesta en juego “transparente” del cuerpo, y la de una connotacién del sufrimiento que permitird la ope- tacién ya comentada de la comunidad significativa. El nuevo margen dejado a una determinacion particular del sujeto queda atin bajo lade- pendencia de una significacién universal que tegla el proceso asociati- vo patégeno. El sujeto, si es bien un traductor activo, queda ain limi- tado en su eleccién de sus textos y de su léxico, por el hecho de un re- siduo de la légica asociativa de la determinacién impuesta al sintoma. No es todavia un sujeto intérprete y creador. Pero Freud no se mantiene en esta perspectiva ya novedosa y vaa franquear el limite que hard bascular verdaderamente su concepcién de la deterrninacidn del sintoma. Este franqueamiento tan decisive se sostiene en algunas lineas, a las que él da un relieve singular. Marque- mos de entrada la pequefia nota que él agrega al final de la tiltima fra- se del capitulo (pag. 193): “En estados de alteracién. psiquica profunda, se produce también a todas Juces una expresién simbdlica, en image nes sensoriales y sensaciones, del mas artificial giro lingiiistico”. Para captar el alcance de esta frase un poco opaca, conviene recot- dar el contexto que puntia esta nota: es donde Frend se libra a algunas teflexiones sobre las locuciones (met4foras) traduciendo las “expresio- nes emocionales” y dénde, notande un poder de evecacién en el pre sente debilitado con respeto a su sentido literal original, insiste sobre el hecho que los sintomas de las histéricas le vuelven a dar ese “sentido verbal primitivo”. Bien entendido, a este nivel, parece que Freud supo- ne necesario que esas expresiones verbales tengan claramente por sig- nificado tna sensacién corporal -lo que nos conduce a su primera aproximacién del mecanismo de simbolizacién como encarnacién di- recta de los significades del cuerpo, Es justamente esta necesidad que esta pequefia nota pone, de hecho, tela de juicio. Cuando Freud habla, atin con cierta reserva de “estados de altera- cién psiquica profunda (...) de expresién simbdlica (...) del mas artifi- cial giro lingitistico”, se trata de la evocacién de la posibilidad que ex- presiones verbales que no implican, a priori, y al nivel del significado, un registro sensorial, también pueden servir de vector, de soporte, aes- te registro. Esto se esclarece de golpe con la secuencia clinica que él trae enseguida y que concierne a Cecilia: “(...) se me quejé, la asediaba una alucinacién de que sus dos médicos -Breuer y yo- estaban colgados (pendus) en el jardin de sendos Arboles, préximos entre si, La alucina- cién desaparecié después que el andlisis hubo descubierto el siguiente proceso: la tarde anterior, Breuer le habia rechazado su demanda de un cierto medicamento, y entonces puso su esperanza en mi, pero me ha- 116 igualmente duro de corazén”. Ella se enoja y se dice en su emocién: “No valen uno més que cl otro! Uno es el pendant (Chomsloge’, ‘corres- pondiente’) (...) del otro” (pag. 194). Este ejemplo de una figuracién (en el sentide que Freud dard a este término en la Traumdeutung), por el “colgados (pendus) en el jardin de sendas Arboles”, de la sentencia pensada “Uno es...”, en la medida dénde esta tiltima no la determinaba a priori, ilustra bien la impregna- cién simbélica de una expresién verbal mas artificial por una imagen sensorial. La figuracién por los colgados (pendus) no es una figuracion determinada por el significado de correspondiente (pendant) en dicha frase, sino mas bien una figuracién restltante de una eleccién, de una opeién sobre el significante correspondiente (pendant), la cual opcién implica una decisién del sujeto completamente imprevisible con res- pecto a una significacién a priori, exterior al sujeto. La determinacién del sfntoma de! sujeto no es mds aqui del orden de una simple conver- sién de un significado universal sino, al contrario, del orden de una claboracién de un efecto del significado particular puesto en juego a partir de la polisemia significante. Entramos ahora plenamente en el registro del sujeto libre intérpre- te y creador, al punto mismo d6nde la determinacién del sintoma se- atin un proceso asaciativo orientado por un significado universal se borra delante de un proceso concerniente al puro significante (Freud lo llama imagen verbal), y esto en la medida dande sélo este wiltimo es ca- paz de poder representar algo de la particularidad del sujeto ya que determina la posibilidad de eleccién del significado. Extraigamos del texto de Freud el segundo ejemplo de esta forma de determinacion del sintoma por simbolizacién. Se trata de un sinto- ma de conversién acerca del cual Freud duda en concluir sobre el nivel 4s. wiod3 ¥1430 Valloyud YN de Ia causa determinante. Se refiere todavia a Cecilia, ese sujeto de | Guy Trogas 1 a6 quien Freud habla minuciosamente, prohibiéndose hacer de ello un ca- so, ¥ de quien haremos de manera voluntaria un simbolo, al mismo tf- tulo que Ana ©. y Dora, de una etapa crucial del pensamiento freudia- no. “En cierta época, atormentaba a la sefiora Cecilia violento dolor en el talon derecho, punzadas a cada paso, que le impedian caminar. E] andlisis nos levé hasta un tiempo en que la paciente se encontraba en un sanatorio en el extranjero. Habia pasado acho dias en su habitacién, y el médico del instituto debia venir a recogerla para que asistiera par primera vez a la mesa comin, El dolor se generé en el momento en que la enferma tomé su brazo para abandonar la habitacién; desaparecid en el curso de la reproduccién de esa escena, cuando la enferma mani- festé que ella habia estado gobernada entonces por el miedo de no “an- day derecha” en esa reunidn de personas extrafias” (pag. 191-192), Todo se juega sobre el significante aleman Aujtreten que permite el equivoco: puede entenderse como presentarse 0 marchar. Aqui todavia la determinacién del sintoma, su fuente formal, tiene algo que hace pi- vote sobre un significante que hace que el sujeto le acuerde inconscien- temente otro significado que lo que presupuso significar en el contex- to del enunciado: marchar viene a sustituirse a presentarse, en el in- consciente, probablemente porque presentarse segtin su deseo cae ba- jo la ley de la represién (Cecilia habria tenido un fantasma exhibicio- nista?). Notemos también la equivalencia llamativa aqui entre reprimi- do y retorne de lo reprimido, ya que sintoma y deseo no difieren mas que par el significado y no por el significante. Concluyamos sobre este giro en dos tiempos légicos que rompe el circulo de la determinacién asociacionista del sintoma seguin la pareja “coincidencia fortuita/comunidad significativa’. Este giro vence el privilegio de entrada acordado al significado en provecho del signifi- carte, y es correlativamente con esta prevalencia nueva del significan- te sabre el significado que el sujeto cambia de estatuto. Aqui donde el significado sintomatico estaba impuesto al sujeto por un mecanismo implicando, en tilima instancia, objetivacién y universalizacién, & ahora el sujeto el que lo elige, lo determina interpretando el significan- te. Dicha alucinacién a partir del significado colgado (perdi) no esta dada universalmente por el significante correspondiente (pendant). Es entonces de una interpretacién del sujeto de lo que se trata. Hacer de correspondiente (pendant) un colgado (pendu) es de parte del sujeto una operacién que, al partir del significante como universal, es decit del signiticante tal como puede ser recibido abstractamente en una aprox! macién lingti(stica, lo va a transformar, a reducir, por via de la particu- laridad del significado elegido, a un significante del sujeto. El signili cante correspondiente, por la interpretacién que el sujeto le da, pierde su estatuto digamos de neutralidad lingitistica, su vocacién universal, a devenir un signifieante del sujeto. Estando dicho esto, es justamente porque ese significante es particu- larizado por la representacién, por el significado prohibido que el suje- to le atribuye inconscientemente, sea a nivel de la enunciacién y no del enunciado, “uno es el pendant (‘correspondiente’ (...)) del otro”, es por- que esta asf particularizado que es reprimido, tomando desde entonces, por relacion al significante que se sustituye ahj, el significante colgado (pendu), estatuto de significado. Correspondiente deviene el significado reprimido de colgado que él tiene el estatuto de significante sintomati- co permitiendo el retorno de lo reprimido. Remarquemos que encontra- mos acd, siguiendo paso a paso a Freud, una formulacidn del sintoma que corresponde muy exactamente a la que Lacan nos daba en 1953 en su Discurso de Roma: “El sintoma es aqui el significante de un signifi- cado reprimido de la conciencia del sujeto” (Eseritos, T. 1, pag: 270). Esta particularizacién del sujeto, que implica una solidaridad ldgi- ca con la prevalencia del significante, viene a subvertir la aporia, el im- passe del abordaje asociacionista del sintoma, sea este indemostrable dltimo que concierne al lazo de la representacién sintomatica con el in- cidente traumatico en la medida en la cual los criterios asociacionistas abren mds de un campo de representaciones posibles que no dan cuen- ta de la selecciGn de la representacién contingente asociada. En efecto, desobjetivando la cuestién de los encadenamientos que Iegan a la re- presentacién que hace sintoma, subjetivando la cuestién, tratandola implicitamente en tétminos de eleecidén del sujeta, esta particulariza- ci6n da cuenta de una orientacién tinica sobre tal representacién mas bien que sobre tal otra. El resultado de tal inversion es eminentemente dialéctico en la me- dida dénde un impasse légico es reemplazado por un enigma, el de la intencionalidad que orienta al sujeto en la eleccidn del sintoma, del sig- nificante sintomdtica. Es la puesta en juego légica de la intencionalidad y de su lugar -una de las novedades del curso de Brentano respecto del asociacionismo, que anticipa sobre. Husserl- que, con rigor pone la cuestién central de la causa en Freud del costado del sujeto, y que vaa ser el resorte de un relanzamiento de su elaboracién a partir del 1896. Asi, mientras que en los Estudios... lo que determina en suma a todo sujeto, es una cierta objetivacién de la sexualidad, incluso ahi la del Otro, lo que va a emerger después es el registro del deseo del sujeta. De este hecho, mientras que antes el sintoma tenia una funcidn de re- presentacién del traumatismo, ahora va a adquirir una funcién de re presentacién del sujeto en la medida donde es su deseo particular lo que estd en juego en la intencionalidad, encontrando representarse en el significante sintomatico. | vaoea wi ga vouayad vn & & | Guy TRogAs Este sefialamiento abre a otro: atribuyendo al sujeto una dimensién intencional y en alguna medida interpretativa, el terreno se encuentra preparado para una concepcién del traumatismo que no sea simple- mente un encuentro donde el sujeto seria una victima pasiva. El espa- cio doctrinal para recoger el fruto de! auto-andlisis de Freud que es su concepdién del fantasma y de la atribucin aprés-coup del sentido trau- miatico estd ya aqui en preparacidn. Llamemos la atencién sobre un tiltimo punto correlativa del corte representada por lo que Freud descubre en términos de simbolizacion ¥ que, estableciendo ese rol tan sorprendente para él de “la imagen ver- bal", abre a la funcién del significante en el inconsciente por la via del concepto nuevo y anti-asociacionista de desplazamiento. En los dos ul- timos ejemplos, el de Aufireten y el de los colgados, ;sobre qué base, en efecto, Freud desprende, pone de relieve, esta importancia tan nueva acordada al lenguaje? ;Qué es lo que le permite captar esta funcién de simbolizacién que se estructura de otra manera que sobre el modo de las reglas asociacionistas? Pues, es por la via de una propiedad del sig- nificante, a saber la del equivoco, Desde ahi, podemos verificar, ya des- de Freund, que hay una equivalencia, una solidaridad ldgica entre la prevalencia del significante sobre el significado y el equivoco signifi- cante, por lo que concierne el sujeto. Es verdad que en este momento Freud sélo capta esta caracteristica del equivoco en el nivel més préxi- mo de la lingiiistica, al nivel de las palabras en las cuales la polisemia le atorga la evidencia mayor. Pero, ulteriormente plantearé el equivo- ca como del sujeto en tanto que él puede hacer equivocar toda particu- la del lenguaje. Ast mismo, sobre la base de esta primera concepcién restringida de la simbolizacién, la generalizard al conjunto de sintomas de la clinica de la neurosis y de otros fenémenos de la vida subjetiva (suefios, olvidos, lapsus), dandoles desde ahora esta unidad estructu- ral que Lacan al introducir la expresién “formaciones del inconscien- te“, y que sostiene la ldgica del significante. TRaDUCCION: Lic. CAROLINA ALCUAZ. VERSION REVISADA POR SU AUTOR.

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