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CRISTINA MORALES | Introduccion | a Teresa de Jests ANAGRAMA Narrativas hispanicas Cristina Morales Introduccién a Teresa de Jestis Prélogo de Juan Bonilla EDITORIAL ANAGRAMA BARCELONA NOTA ALA EDICION: iJA JA JA JA! La lectora se encuentra, en esencia, con la misma obra que vio la luz en 2015. Los cambios hechos en el texto son insignificantes a excepcién de dos cosas: una adivinanza punk de la que he introducido mas pistas, a ver si asf se amplia el circulo de iniciadas y se engrosa el pogo; y, por supuesto, el titulo. Yo consi- dero el titulo parte fundamental de un texto. Parece una perogrullada, pero hay editoriales que no lo ven asi y que presionan a sus autoras (y también a sus autores)! para cambiarlos, en el entendido de que el ti- tulo es una cuestién mercadotécnica y no literaria. En el entendido de que la tarea de la escritora es de tapas para adentro (como la liberal concepcidn de la vida privada) y que lo que pasa tapas para afuera (la liberal concepcién de la vida piblica) es un asunto de dise- 1. Esta elegante retranca por la igualdad de género se la debemos a Marta Sanz en su Monstruas y centauras. Nuevos len- guajes del feminismo (2018). 19 fiadoras, comerciales, distribuidoras, libreras, pres- criptoras clasicas e influencers modernas del que ella no debe preocuparse. Bajo esa concepcién, la escrito- ma es una proveedora més, al nivel del proveedor de fo- lios o de café para la maquina que hay en pasillo de la editc Pero el radicalismo liberal no existe: la estricta di- visién entre lo piblico y lo privado es la patrafia de Ja que se vale para recortar esa libertad privada con la que se le lena la boca. Esas tapas para adentro que deberfan ser el fuero juzgo de Ia autora, su sefiorio, su cortijo, su lo que le saliera del cofio se ven constante- mente hostigadas por los que dominan de tapas para afuera. La privada escritura debe adaptarse a la vida piiblica que la editorial le quiere dar al libro (en este caso, la conmemoracién de los 500 aftos del naci- miento de Santa Teresa ~de una determinada visién de Santa Teresa), y no al revés. Has escrito, princesa (sic), una novela bastante buena (sic). ‘Tienes muy buen espafiol (sic). Pero cambia la palabra «tetas» por la palabra «pechos» (sic). Pero no hagas vomitar a San- ta Teresa a través de la celosfa (sic). Pero haz que Santa Teresa se enamore de alguien (sic). ;No, de una mujer no! (sic). El primer titulo que imaginé para esta novela es Soy Teresa de Jestis. Respondia al hecho de que yo me sentia ante el encargo que me habia hecho la editorial como Santa Teresa ante el encargo de escribir sus confesiones. Mi editora era mi Garcia de Toledo. Escribi tres comienzos de novela de unas cinco paginas cada uno. Los dos primeros no convencieron 20 ala editora y, antes de elaborar el tercero, me dio las siguientes pautas: debes consignar una Teresa ya adul- ta porque yo le habia propuesto una niffa y una nifia es puro presente (sic), tiene poco que contar (sic). BI lenguaje debe ser menos lirico, menos experimen- tal, mas claro y més natrativo (sic) y, el tono, mas calmado (sic). Por iltimo, debia estar escrito en pri- ‘mera persona, Eso me parecfa dificilisimo y en tilkima instancia inmoral. Le escribf inmediatamente al que sigue siendo mi primer lector, que encima de pegarse el curto de leer- ‘me todo lo inédito, encima de haberse hace seis afios pegado cl curto de leerse el manuscrito de esta nove- la, el tio va y se la vuelve a leer y por si fuera poco le escribe un prélogo donde despliega la nocién teresia- nna de basura, joder cuanto arte, ni el historiador car- melita descalzo Teéfanes Egido,? ni La Banda Trape- ra del Rio, jni Siniestro Total! Pues voy y le digo Juan, tio, mira con lo que me viene la dofa, jcon que tengo que escribir en primera persona! Y Juan Bonilla, como mentor y maestro mio que es, me dice las verdades: zquién era yo para hablar por boca de una escritora que ya escribié todo lo que quiso escribir2, za qué teatrito me estaba prestando 2. Que presenté esta novela en la Feria del Libro de Valla- dolid cuando aparecié por primera vez en 2015 y que ha sido, hhasta el momento, su mejor lector: el que les tenia cogida la me- dda a todas las puntills, pespuntes, rotos y descosfos teresianos {que el texto contiene. Desde aqui le agradezco su lectura lucid sima, su complicidad y la defensa que hizo de la obra. 21 ante la necesidad, ante el no poder decirle que no a un encargo literario de una editorial importante que, enci- ‘ma, me daba un anticipillo? ;Y qué hago, Juan2, le pre- gunto poniéndome en sus manos. Pues decir que no, me responde. No puedo decir que no! Claro que pue- des decir que no. No puedo decir que no, hostia, pare- ‘ce mentira, jque yo no soy Juan Bonilla como para ir diciendo que no cada vez que me tocan la polla! Trabajo en la novela con las pautas marcadas en- ‘tre marzo y septiembre de 2014. A la editora, en ge- neral, le gusta, pero el titulo Soy Teresa de Jestis le parecié pedante (sic, claro). Propongo entonces un ti- tulo antipedante, 0 sea, un titulo-homenaje: Ultimas tardes con Teresa de Jesis, al que, por supuesto, no le concede ni un minuto de deliberacién; se lo toma a cachondeo. Yo lo justifico diciendo que, si bien las re- ferencias a Juan Marsé no son evidentes, los juegos de miértires que aparecen en la novela son inspiracién di- recta de las «aventis» de Si te dicen que cai: esas tortu- ras medio en serio medio en broma de los chavales marsianos que juegan a las checas en las barracas del Guinard6, Lo justifico también diciendo que Juan Marsé es autor de la casa y le va a molar. Lo justifico también diciendo que desde que llegué a Barcelona en 2012 Juan Marsé es el autor al que més he lefdo, el que més me ha consolado y el que mejor me ha ense- fiado esta ciudad. Lo justifico diciendo, inocente de mi, que esta es mi novela, que este es el segundo titulo que propongo y que la llamo como me da la gana. Noche en mala posada es el primer titulo que me propone la editora. Segiin ella, procede de una frase 22 de Santa Teresa que viene a decir «la vida es una mala noche en una mala posaday. Yo nunca encontré la re- ferencia bibliogrifica fidedigna de la misma, pero si la ponéis en Google sale en los recopilatorios esos de frases célebres. En un sitio de internet se dice que la frase pertenece a Camino de perfeccion y que es esta: «Que no queramos regalos, hijas; bien estamos aqui; todo es tuna noche la mala posada. Alabemos a Dios.» En el peloteo final de titulos, yo digo Introduccién «a Teresa de Jesis (otra ver a vueltas con las justficacio- nes: digo que para mi esta novela ha supuesto toda tuna investigacién, una visién de la vida y obra de la santa a través de textos de ella, de estudios sobre ella, de recorridos museisticos sobre ella y de obras artisti- cas en ella inspiradas hechas por seglares y por religio- sos de ahora y de hace quinientos afios,> estudios tere- sianos que nunca jamas me habfan dado a probar 3. No es este el lugar para desenrollar los papiros de bi- bliografia que ha mangjaco una, pero en calidad de joyas 0s e- comiendo Mistca y subversiva: las extrategiasreticas dl discur- s0 mistico (2001), del teélogo Juan Antonio Marcos la serie de TVE Teresa de Jesisditigida por Josefina Molina en 1984; el articulo de 1956 «Nueva genealogia de Santa Teresa» de Ho- mero Seris que demuestra la condicién de cristiana mueva de la santa (movidén en pleno franquisme) y, por el amor de Dios, no os perddis EI verbo se hizo sexo de Ramén J. Sender, de 1931: la tinica novela del autor que él mismo dejé de incluir en sus obras completas. Como ejemplo de critica machista y de concepeién ultraconservadora de la literatura, tenis que leeros cl breve ensayo de Javier Marias «El libro de la Vida. Exito y fra- caso de Santa Teresa», compilado en Breve biblioteca de autores eppaioles (1993). 23 cuando estaba en secundaria ~que es donde nos ense- fian a los espafioles quién fue Teresa de Jess... jeomo para farse!-, y que por todo ello me gusta la confu- sién con lo ensayistico que el titulo propicia). En ese pelotco la editora me devuelve Malas pa- Jabras (lo extrac de una frase de mi propia novela) y, como no podia ser de otro modo, gana. Decir que me pidieron confeccionar un traje a medida no es aqui una justificacién como aquellas que mi editora imponia que le diera. No es una justi- ficacién que invoque la comprensién de las lectoras or no encontrarse ante el producto genuino de la auy- tora. No es esta una captatio benevolentiae de esas que con tanta elegancia y astucia esparcia Teresa por toda su obra (que no eta ella quien escribia sino Dios, que se lo dictaba todo; que perdén por estas cuartllas tan mal escritas pero qué se podia esperar de una mujer tuin y vanidosa ¢ ignorance y pecadora, etc.). La cap- satio iba destinada a sorcear las amenazas de los do- que cran al mismo tiempo sus editores y sus inquisidores (y esta pavorosa coincidencia con el pre- sente mercado literario merece unas risas por nuestra parte, merece hasta la onomatopeya, la merece hasta en maytisculas y con admiraciones: JA JAJA JA). No es justificacién y no es captatio benevolentiae, la nota esta. Lo que quiere es ser una desromantiza. cin de lo que las lectoras y las jévenes y/o noveles au- toras (asi como los lectores y los jévenes y/o noveles autores) conciben como los templos de la literatura: lugares donde la relacién autora-editora es de confian- za y complicidad; lugares donde se busca y se alienta 24 lo revulsivo, lo que ponga patas arriba la tradicién li- teraria bebiendo de la tradicién literaria y creando, quizds, otra tradicién literaria, aunque ni falta que haria. Frente a eso, lo que la editora nos pedia a sus examinadoras de inéditos ~que de eso trabajaba yo antes de subir a la categoria de escritora de la casa— era algo bueno, bonito y barato (sic), de una autora con mucha presencia en redes sociales (sic) y que a set posible no tuviera apellido catalin (jsic, sic sic, en una editorial que tenfa su sede en Barcelona!). Los grupos editoriales y mediticos no son templos de nada salvo de un neoliberalismo mal barnizado de hipsteri- dad. Son sitios cutres donde se hacen fiestas cutres en Jas que hay barra libre porque, sin alcohol, no habria quien aguantara tanto cutrerfo. yt Esa lectora y esa autora joven a quien ir a esas fiestas y entrar en el gran bloque de oficinas cantén- doles su nombre en recepcién a los seguratas le hacia ilusién, era yo. También era yo quien, aprovechando la gran estructura de correctoras (la inmensa mayoria externas, falsas auténomas y mal pagadas como yo misma fui en varias ocasiones)é que se leen tu manus- crito hasta tres veces para aplicar el cédigo penal del idioma que es la ortografia, como dice Pérex, Andjar; aprovechando esas tres lecturas que iban después de 4, Para profundizar en la cuestién de la explotacién, pre- carizacién y neoesclavitud laborales en las empresas culturales cen general y en las editoriales en particular, véase La trabajado- 14, de Elvira Navarro, y el ya clisico El entusiasmo, Precariedad _y trabajo creative en la era digital, de Remedios Zafra (2017). 25 la de la editora, digo, dejaba yo incélumes las corree- ciones introducidas por mi dominica hasta el tiltimo momento, haciéndole creer que el texto se reescribiria segiin sus propésitos, pero quitindolo casi todo y re- cuperando mi escritura original en la correccién final, antes de meter las galeradas definitivas en imprenta. Los editores, para quien no lo sepa, nunca se leen los libros que editan una vez publicados. Ese «casi» doloroso es uno de los quids de la cuestién: la censura es poderosa y esquivarla 0 com- batirla, bien lo sabia Santa Teresa, una tarea ardua. Una tarea que, si te dedicas a escribir 0 a traducir, sea literatura, sea prensa, sea ensayo cientifico o sean ma- nnuales de aspiradoras, te lleva la vida entera, el arte y la arterfa toda te llevan. No es solo que las condi- ciones materiales de la creacién literaria no sean la milonga de la cteadora genial que despliega todas sus potencias en un torrente imparable por el que sus editores se verin anegados, no. Es que, una ver. fir- mado el contrato de superexplotacién material y sim- bolica que a las autoras noveles nos obligan a fir- mar por dos duros (cuando los hay), viene el tapas para adentro: cémete eso que llaman editing (que propongo rebautizar como censuring) y, si no te lo quieres comer (hay quien se lo come con gusto, o sin gusto pero tapéndose la nariz, como me tomo yo los sobres de Espidifén para el dolor de regla, que da risa verme en el trance), si no te lo quieres comer, digo, resiste como una jabata y calla como una puta, que al fin y al cabo es lo que todas somos (también la domi- nica, no vaya a creerse). Por el agotamiento ante la 26 dura resistencia es por donde el ecasiv de la censura se cuela y, aun habiéndola vencido en buena medida, aun, incluso, habiendo con legitimo orgullo declara- do nuestra victoria sobre ella, deja su rastro. «Esta no es mi novela, esta solo es casi mi nove- la», parece que estoy sugiriendo. Pero no, para nada. ‘Tampoco es que yo sea una enamorada de la nocién de autoria y venga a parapetarme en que lo que sale de estos dedos que teclean es mio y de nadie mis. Soy, de hecho, copiadora habitual de textos de otros en mis obras literarias y dancisticas, unas veces citandolos y ‘otras no,? y distribuyo textos mios sin firmar en for- mato fanzinero de los que cualquiera puede apro- piarse con tranquilidad absoluta. De lo que si que soy una enamorada, una apasio- nada, una fan, una friki, una stalker, una psicépata, es de la defensa de los cuatro derechos mal pertrechados que nos asisten a las escritoras frente a nuestros patro- nes, que son quienes tienen el poder de decisién sobre nuestros textos y sus condiciones de publicacién. Por- que no hay comunidad de intereses entre autora y edi- tora, porque esa relacién es dialéctica y no erética, es por lo que jamés hay que compartir (fraccionar, mini- mizar, banalizar) nuestro derecho a la completa auto- rfa y decir que determinada obra fue escrita gracias a los buenos consejos de nuestra patrona. Lo que hay que decir es que esta obra fue escrita a pesar de esos buenos consejos. Nuestras ideas y su modo de llevarlas 5. En mi primera novela, Los combatientes, que acaba de rceditar Anagrama, lo comprobaréis si aguzsis bien la vista. 27 a cabo sufien sisteméticos intentos de violacién por nuestros editores, sean literarios, de prensa, de revista cientifica o de catélogo de colchones. A veces la viola- ci6n se consuma, a veces nos libramos tras un forcejeo quedando nosotras y nuestro texto magullados y trau- mados, y a veces plantamos cara y dejamos malherido a nuestro violador. A veces hasta lo matamos. Toda sa violencia que nuestro escrito padece y contra la que se revuelve es parte del texto. Lo constituye, lo de- termina. No hace de él algo «menos original» segiin la romintica concepcién del acto creador. Del mismo modo que no compramos el discurso machista segiin el cual fa violacién hace a la mujer perder su dignidad hasta tal punto que es mejor que te maten a que te violen (porque deberias haber muerto intentando evi- tarlo; de lo contrario, no habré sido la penetracién tan cn contra de tu voluntad!); del mismo modo que no- sotras el que compartimos es el discurso de la Despen- tes, que desplaza el juicio de la dignidad hacia el viola- dor (jél es el indigno por la violencia que ejerce!) y dice que mejor violada que muerta porque asi nos lo cobraremos después y, con suerte, nos reapropiare- mos de nuestra fuerza de trabajo sexual; del mismo ‘modo, insisto, que no nos dan gato por liebre con los machos violentos y nuestra pureza sexual, no nos van a hacer creer que la novela que nos encargan es menos ‘nuestra por haber librado una batalla de troquelados y dulcificaciones. Nosotras y nuestros textos estamos vivos, en un mundo de mierda pero vivos, y es gra- cias a esa cabezoneria por seguir vivas y escribiendo que podemos seguir sefialando la mierda. 28 Negar Ia violencia editorial es hacerles un favor 2 nuestras patronas-editoras-violadoras (jcon qué clati- videncia declaraba la escritora Luna Miguel en una entrevista que lo que queria de los escritores de hoy cra que nos dejaran escribir, que no nos violaran y no nos mataran!).° Negar esa violencia es seguir alimen- tando el mito de descubridoras de tesoros literarios, de adalides de la cultura y la modernura, que mantic- ne a las editoras (y también a los editores) en sts po- siciones de poder violador. Negar que nos violan solo sirve para que nos sigan violando. F (O sea, que ni captatio benevolentiae ni hostias: pata- daen los huevos, navaja a la yugular y carcajada al aire. Barcelona, 14 de enero de 2020 6, Enurevsa a Luna Miguel en el programa Ari de Be- tevé, emitido el 11 de diciembre de 2019. 29 ‘Confesarse han las hermanas una ves en la se- mana, 0, a lo menos, a més tardar, en quinze dias. su confesor {... ‘Trabajen con mucho estudio ser breves en la confesién, desechando y apartando con discreci6n. Jas narrativas que no pertenescen a a tal confesién, confesando solamente y symplemente sus peca- dos [..}- La priora y las hermanas tengan tal padre 0 confesor aseftalado, el cual sea onesto y devoto, - bio y discreto y aprobado en la observancia reglar, zo en edad muy juvenil, mas de madura edad, al qual en los negocios y cosas arduas humildemente tlamen, y sin su conscjo ninguna cosa temeraria- mente hagan. ‘Constituciones de un monasterio femenino de la Orden de Nuestra Sefiora del Monte Carmelo bajo la advocacién de Nuestra Sefiora de la Encarnacién La gracia del Espiritu Santo sea con mi reveren- disimo padre confesor y custodie su descanso, y le ca- liente esta noche fria, amén. Son muy dadas las doce y tengo los ojos como platos. Las viejas dormimos poco, todo lo contratio que los viejos. Seguro que su reverencia duerme larga y profundamente y que a estas horas ya lleva dos acostado, respirando desde el estémago mismo. Yo ‘estémago tengo poco, y suefio menos. Pero asi apro- vecho para ejecutar lo que cl fraile me ha encomen- dado, que no es tarea facil. Mientras él descansa, yo trabajo. Sea, sea la gracia del Espiritu Santo con el domi- nico que ha acercado Ia boca a la celosia y bajando la vox me ha dicho: «Escribid las gracias y mercedes que el Sefior os concede, madre Teresa, para mejor enten- der yo wuestra confesién.» Y ha afiadido: «Para enten- deros mejor a vos misma.» Y todavia ha susurrado: «Para que los grandes letrados os entiendan.» Tam- s bia yo me he acercado a la celosfa,imiténdolo a él, y he olido su aliento de bien comido. Qué festiva me ha parecido su orden, qué promesa de riqueza en su voz. Me he sentido como un aprendiz al que su maes- tro le tiende por primera vez los pinceles, como el e5- cudero cuyo sefior le deja blandir su espada, como el esclavo que es mirado a los ojos por su amo. Le he res- pondido que s{ con una sonrisa, con una sonrisa he recibido su bendicién y con una sonrisa he corrido a mi cuarto, he preparado los pliegos, me he sentado y me he acercado la tinta. Me he quitado la toca, me he remangado el habito. Entonces, con la pluma ya posada en el papel, con la primera frase en la cabeza y ya saliéndoseme por la mano, me he detenido. He vuelto a pensar en sus palabras, «zAcaso no fuisteis ruin y vanidosa antes de ordenaros monja?» «Quién mejor que vos, madre, para explicar cémo Dios pre- ‘mia a las mujeres que dejan atrés su vida terrena?» «Vos sabréis mejor que nadie defenderos a vos mis- ma, dejar claro que no abrazdis ninguna reforma, y asi se acabard de una vez por todas esta ojetiza que os tiene la Inquisicién y seréis vista como lo que sois: una santa en vida.» La pluma, clavada en el papel, habia dejado un negro manchurrén. Entonces, otra ver imitando al dominico, he sido yo quien ha mentado al demonio, que sabe mas por viejo. Esta humilde servidora cuen- ta ya los cuarenta y siete. ;Quién es el mds viejo de los dos, padre mio: vos 0 yo? Me he vuelto a poner la toca y he bajado al rosa- tio y después a cenar. Como siempre, he comido 34 poco. Tan presente tengo a mi confesor que todavia con él en mente he ido a mis oraciones de antes de dormir. He empezado rezando por él, Dios le guarde, porque sé que me defiende ante los que me atacan. Y queriendo pasar a otro rez no he podido, pues nues- tra charla me lo Ilenaba todo. Le he pedido a Dios que me diera luz para entender mejor el encargo que el confesor me hacfa. Le he dicho: Dios mio, zdebo escribir que en mi juventud fui ruin y vanidosa y que por eso ahora Dios me premia? ;Debo escribir para dar gusto al padre confesor, para dar gusto a los gran- des letrados, para dar gusto a la Inquisicién o para darme gusto a mi misma? {Debo escribir que no abra- zo reforma alguna? ;Debo escribir porque me lo han mandado y he hecho voto de obediencia? Dios mio, idebo escribir? Y de todo ello ha resultado que Dios y yo esta- mos de acuerdo: que debo escribir lo que el dominico espera de mi porque otra cosa no admitiria y porque le debo obediencia. Que he de escribirlo porque quie- +0 que los buenos letrados se me arrimen, que eso me hard mejor escritora y por tanto mejor servidora de Dios, y porque no quiero que la Inquisicién me pro- cese, aunque ahi me engafto. La Inquisicién, si quiere, me procesari por el hecho de ser una mujer y escribir sobre Dios, y ni eso: por ser una mujer y escribir, por ser una mujer y leer. Por ser una mujer y hablar. De modo que vuelvo a sonreir ante el encargo porque al fin lo entiendo. Padre mio al que los angeles cubran con sus cilidas alas: yo os daré lo que me pedis, y lo que no me pedis no os lo daré, pero no por ello dejaré 35 de escribirlo, porque una se cansa de que no la en- tdendan, una se cansa de que quieran quemarla y lepi- timamente desea que ese tormento acabe, pero de lo que no se cansa una es de pensar el mundo, de con- térselo y de intentar no ser tonta. ¥ eso es lo que esto haciendo a la una de la madrugada en el pulacio de dofia Luisa de la Cerda, en Toledo, el once de enero del afio de mil y quinientos y sesenta y dos, Sea todo para mayor gloria y alabanza de nuestro Sefior Jesucristo, que El sabré mejorar las malas Pala- bras de esta Su siempre indigna sierva ‘TERESA DE Jesus 36 ‘Mi madre lefa a escondidas de mi padre, como el ctiado que sustrac unos garbanzos. La recuerdo con gjillas colgantes y bolsas en los ojos, pesados anillos bailéndole en torno a los dedos huesudos y labios gruesos y resecos nunca del todo sellados. Asi era du- rante seis meses. Durante los otros seis, llegado el embarazo de todos los afios, la cara se le amanzanaba y los anillos se le ajustaban a la carne, y los lados de la boca, vigorizados, cerraban sus labios hasta que llega- ba el grito del parto. Viendo ese trinsito, todos afir- mabamos que era més hermosa y més saludable cuan- do prefiada, y que por eso los beneficio de la casa y de la hacienda, sino también en el de ella misma. Pero de tanto inflarse y desinflarse, veia yo que aumentaba el contraste entre una esta- cién y otra, Mi madre cada vez alumbraba con me- nos esfuerzo, hasta el punto de, con mi hermano Agustin, romper aguas mientras almorzibamos y ter- minar de parir en la silla, con los criados recogiendo 37 Ia mesa y mi padre sorbiendo su infusién. Con la misma rapidez con que paria, se aflacaba, como si su cuerpo no quisiera retener nada del lustre previo, como quien vomita después de una comilona. La veia yo tan débil en sus diltimos afios de vida, tan envileci- dos sus labios nunca del todo cerrados, que no me explicaba cémo pudo volver a inflarse, una tltima vez, de Juan, Que Gloria Haya. En esta ocasién la tripa le crecié sin comunicarse con el resto del cuer- Po, igual que la serpiente que se traga una oveja. Solo entonces se permitié leer sus libros delante de mi pa- dre, que hasta le presté algunos suyos. No podfa le- vantarse de la cama ni caminar sin ayuda, y cuando Yo, a mis once atios, iba a verla y le besaba la mano y veia que las sortijas no se le salian solo porque los an- chos nudills les cortaban el paso, me imaginaba que esta vez. no iba a parir sino que iba a reventar, que Juan iba a salir catapultado de la barriga de mi madre y que a mi madre tendrian que coserla de arriba abajo, que no podria inflarse mds y se quedaria flaca para siempre, ‘menos hermosa pero més contenta. Disculpe, mi padre. Ya sé, porque me lo advertis- tcis desde el primer momento, que he de escribir més claro, que de lo contrario no me entendéis. ;Ah, los letrados!

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