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44 Y é ni siquiera saldria por la tele. Tuvo un acceso de rabia, Muy fuerte, La rabia lo Hev6 a la desesperacién y ella a... De repente se sintié orgulloso. ;Qué caramba! {No le habian echado, «despedido», como decfan todos? ;Pues se irfa! ; Vaya que si! Se irfa y les demostrarfa...! iQué? {Qué podia demostrar? El orgullo se le esfumé, estallando como una pompa de jab6n en el silencio de la escalera. Se guardé el sobre en el bolsillo del pantalén, recogié la bolsa y la maleta muy abrumado, y como si le pesaran una tonelada cada una, bajé el primer peldafio, camino de Ia calle. El destierro. om En la calle * " Nada mis salir a la calle, el peso de la realidad se le cay6 encima. Estaba solo. No tenia a dénde ir. Nadie a quien recurrir, Se sintié mas perdido que una foca en el desierto, asf que no dio ni un paso mas. Las ro- dillas se le doblaban, y un miedo atroz le ate- naz6 la boca del estémago y le paraliz6 el cere- bro. Miré a derecha e izquierda. Su calle, antes familiar y amistosa, ahora le parecfa la puerta del infierno, No tenfa ni idea de lo que pudiera haber mas alld de ella ahora que estaba solo. El mundo se convertia de pronto en un lugar muy grande, muy inhéspito, muy duro. 4Pero cémo era posible que aquello le estuviese sucediendo a él? Y encima cafa un sol de mil demonios. 46 En la acera de enfrente en cambio ha- bia sombra. Reunié todas sus fuerzas, que eran muy pocas, y cruz6 la calzada. AJ Hegar al otro lado ya no pudo més. Se sentfa como si hu- biera caminado mil kilémetros, como si lle- vara jugando diez partidos de fiitbol seguidos. ‘Asi que se senté en el bordillo, y desde él miré el portal de su casa. Seguro que su madre salfa en unos se- ‘gundos para Ilamatle. Seguro que ponia fin al castigo, 0 la roma, o lo que fuera. Seguro que ya Ie remordifa la conciencia. Seguro... Contuvo la respiracién. Su madre no parecfa tener mucha prisa en bajar a resca- tarle de la pesadilla. Entraron y salieron me- dia docena de vecinos, pero no la que mis de- seaba ver. Y ast, sin darse cuenta, pas6 su primera hora de soledad. ‘A él le pareci6 una semana. Tuvo tiempo de recordar muchas cosas, buenas y malas. Las Nochebuenas, los dfas de Navidad, sus cumpleafios, los dias de Reyes, 47 las vacaciones, su cama, sus juguetes, Ahora todos sus colegas estarfan en la escuela, pa- sdndoselo bien. Increfble. Por primera vez en su vida pensaba en la escuela como lo que en realidad era: un lugar para pasérselo bien. Ni siquiera lo habia comprendido hasta ese mo- mento. Habfa hecho falta aquello para echarla de menos. Pero también estaban las cosas malas. Y parecfan ser un montén Un montonazo. 4Cémo era posible que hubiese hecho tantas barbaridades en tan pocos afios de vida? A lo peor habia batido un récord Guinness de esos. Era un monstruo. —jVaya! —suspir6. El tiempo transcurrfa sin més, vacio, estéril. Tie-tac-tic-tac. {Qué podfa hacer? Finalmente, sf aparecié ella. Su madre, Se le paré el corazén en seco. Casi es- tuvo a punto de lamarla. Pero su madre no parecié querer bus- carle, al contrario. 48 Tba sonriente, muy guapa, muy arregla- da, como hacfa mucho que no la vefa arre- glarse, y lejos de mirar en su direccién lo que hizo fue echar a andar calle arriba. Con un semblante radiante. Miguel se qued6 boquiabierto. Mudo. jSe iba a un gimnasi dicho! iMenuda cara! Su madre desaparecié por la primera esquina y ya no regres6. Por lo menos en los minutos siguientes, y después... {Una hora? {Dos? Miguel tenia el cerebro embotado, las piernas paralizadas. Por delante suyo se ex- tendfa una negrura sin fin. Una negrura terri- ble, animica, tenebrosa. No sabfa qué hacer. Y ni siquiera habia desayunado. Tenia hambre. Lo malo era que no Ilevaba nada en- cima, ni un mal euro. {Cuando a uno le despedian no le da- ban una indemnizacién? Cuando volviera su madre le peditia... , como le habia 49 —Oooh... —tuvo ganas de echarse a llorar. Debia de ser ya Ultima hora de clase. Vio a muchos chicos y chicas, de su edad, 0 més pequefios, o mas mayores, con sus ma- dres. Iban hablando, riendo, 0 con caras se- rias, pero agarrados de su. mano. Madres ¢ hi jos, como debia ser. Les despedirfan también a ellos algiin dfa? {A d6nde iban los «despe- didos»? A lo mejor tenfan abuelos y abuelas, tias y tos. Lo malo es que sus abuelos vivian fuera y. —jJo! Por fin hizo acopio de valor, y también de fuerzas. Habfa tenido una idea.

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