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LA MASONFRIA. REVELADA VOL, VII MANUAL DEL CABALLERO ROSA CRUZ PRINGIPE DE ORIEATE Y OGEIDENTE POR, MAGISTER Eprronsac Izraccmmuart, S. A. Miguel Schultz No, 21 México 4, D, F, 1973 AL CABALLERO ROSACRUZ (o del Aguila y del Pelicano) PRINCIPE DE ORIENTE Y DE OCCIDENTE E] Amor de la Verdad y la calidad de Cabaltero de Orien- te, que patentiza yuestra precedente labor masénica, os han hecho merecedor de poscer simbélicamente este prado filosé. fico por excelencia, cuyo entendimiento y aplicacién os depa- ran oportunidades desconocidas Para quien se limite a consi- derarlo tinicamente en su forma exterior, Su cardcter innegablemente mistico y religioso —y sin em- bargo al mismo tiempo Perfectamente légico y racional, pues la religiosidad que demuestra, no'se pega a la letra, sino que procede de la vida, y es enteramente ajena a toda forma dt dogmatisme y a toda creencia arbitraria— lo ha hecho Ppare- cer y juzgar, por la observacién superficial, como algo extrafio a la fundamental esencia del simbolismo y del genuino espi- ritu de la Orden, mientras por ef contrario, cuando lo com- prendamos percibimos de que en ningin otro grado masénico encuentran éstos tal vez una expresién tan notable por su sen- cillez, profundidad y valor operativo. Acontece con este grado lo mismo que con el Cristjanis- mo, en su comparacién con las demas Teligiones: su estudio y conocimiento superficial, especialmente del punto de vista en que nos lo presenta ¢l dogmatismo ortodoxe, con Ia intransi- gencia agnéstica de la letra que mata al Espiritu de la Verdad, —5— 6 . CABALLERO ROSACRUZ sepultandolo en su forma exterior, en donde dificilmente puc- de —como Hiram en la masoneria— reconocerse como vivien- te, la hacen facilmente rechazar por aquellos que aspiran a Hibertarse de todo vinculo y de todo prejuicio, en su camino jracia la Verdad. Sin embargo mAs adelante, cuando lleguen por sus esfuerzos en up grado mas profundo de comprensién, percibiendo y viniendo en contacto interior con la vida oculta —-mistica y filos6fica— se convencen de que realmente la re- velacién que constituye la esencia pura y genuina de} Cristia- nismo, sobrepasa en profundidad y en poder y valor actual a todas las demas revelaciones de la Verdad y de la Vida Divina que nos testimonian los siglos y las creencias atin ahora espar- cidas en el mundo: es yerdaderaments un evangelio, la Buena Nueva, 0 sea la Palabra de la Verdad Libertadora, el Verbu que ba descendido como Juz entre los hombres, pero que éstos no comprendieron por estar sus ojos obcecados por la, vida material y sus oidos ensordecidos por los ruidos exteriores de la comprensién profana. Este mistico secreto es precisamente la palabra perdida —perdida solo en la apariencia, pues la realidad es lo que hay de mas permanente, lo que nunca puede perderse y desvane- cer— que los Rosacruces buscan y poseen, compartiéndola en todos sus trabajos, con_el vino de la Vida, bajo la especie del pan de ta Verdad. 2Como pudieran sin ella revivificarse los trabajos masé- nicos? ¢No es cierto, tal vez, lo que nos cuenta histérica y pro- féticamente; la Leyenda de Hiram, que la dicha palabra per- dida hemos de buscarla en el centro o Cémara del Medio de Ja Verdad Eterna? ¢No ha desaparecido y muerto en aparen- Ga el Arquitecto Director de la Obra, o sea Ja Palabra de la Verdad, que es fuz orientadora, por falta de los oides de la comprensién? ¢No reina por consiguiente el desorden, y la con- fusion en los trabajos, habiéndose roto las columnas y espar- cido los instrumentos que han de servirnos para la construc: cién? AL CABALLERO ROSACRUZ 7 Si queremos reanudar los trabajos, encaminandolos en una finalidad realmente constructiva, en la Luz de la Realidad que sola tiene el poder de orientarnos, nos hace falta esa Pa- labra, y nos precisa poner todo esfuerzo Para encontrarla, Es, pues, la verdadera luz y el s6lo guia que puede conducirnos rectamente, en medio de las profanas tinieblas que nos rodean. Y ¢dénde mejor hallar esa palabra, sino en la misma piedra, que se labra con el esfuerzo individual hacia un ideal interior de perfeccién siempre mas elevado Y que, una vez perfecta- mente citbica, abrese por ese esfuerzo en Ja cruz de sus propias dimensiones, en cuyo medio el corazén palpitante de la Piedra, que busca todo maestro secreto, es el capulio vital que se abre en la rosa mistica de la Sabiduria y del Amor? éNo es sobre esa misma piedra que quiso el Nazareno levantar el edificio simbélico de su ekklesia? No de las iglesias que, como los soldados a los pies de la Cruz, quisieron divi- dirse y sc sortearon sus despojos, sino de Ja Ekklesia verdadera, eterna y viviente, que permanece oculta e inacccsible para la intransigencia dogmatica —el ropaje exterior de la Verdad— en que se ingresa por medio de la mistica comprensién, y en la que se realiza la verdadera comunién. de las almas, unidas interiormente en el triplice lazo de la Caridad, de la Santidad y de la Gracia, que nacen de la practica de la Virtud y atestan su renacimiento en el Cristo individual. la dicha Ekklesia y la gentina Antigua y Mistica Frater- nidad de los Rosacruces no son cosas distintas: el mismo pan de la Verdad Eterna, de la Sabiduria Divina de las Edades, y el mismo vino de la Vida Elevada, Ennoblecida y Regenerada por la Virtud, igualmente se comparten en la una como en Ia otra, El mismo Cristo es conocido, realizado y testimoniado en la primera como cn la segunda, concibiéndolo y dandole a la luz el alma purificada por Obsa del Espiritu Santo o det Espi- ritu de la Verdad; por lo tanto ei uno como él otro pueden estrecharse la mano, y decir con Jestis: “De cierto, de cierto 8 CABALLERO ROSACRUZ te digo que lo que sabemos hablamos y de lo que hemos visto testificamos” (Juan 3-11). Este manual tiene por objeto indicaros el Camino para hacer de Ja simbélica investidura que habéis recibido del grado ‘de Rosacruz, algo mas efectivo, real y viviente, cuya realiza- cién interna'es precisamente aquello que tinicamente puede abrirnos la puerta de la mistica Ekklesia de la Fraternidad, cuya conexién con nuestra Orden hemos de ver en el Bosquejo His- térico. que ‘precede el estudio y la interpretacién del simbolis- mo de: este grado. Os invitamos a este estudio en el mismo espiritu: fraternal de Ja cena simbélica, en que los Rosacruces de todo e} mundo estén unidos en la comunidn celestial del Cuerpo del Cristo Viviente, en el medio de todos y de cada uno de nosotros. PRIMERA PARTE BOSQUEJO HISTORICO SOBRE EL CRISTIANISMO, GNOSTICISMO Y ROSICRUCIANISMO BOSQUEJO HISTORICO SOBRE EL CRISTIANISMO, GNOSTICISMO Y ROSICRUCIANISMO Asi como el simbolismo de este grado es aquel mismo que constituye el fundamento simbélico de todas las religiones, y de la base, origen y manantial de ellas —la que se ha llamado Religién Universal de la Verdad— asi igualmente su historia se enlaza con aquella del pensamiento religioso y de la filoso- ffa (como entendieron este término los pitagéricos, platénicos y humanistas) de todos los tiempos. En ningtin otro grado la relacién entre Masoneria y Reli- gién (Religio y Ars Structoria) aparece tan clara. En los gra- dos simbélicos o de San Juan (0 sea, precursores) nacidos de las antiguas y medicvales corporaciones de obreros construc. tores de templos, la prohibicién de discutir sobre asuntos de politica y de religion, y por otro lado el respeto y tolerancia de todas las creencias, asi como el esfuerzo para comprenderlas (por medio de la Légica y del Entendimiento Espiritual que simbolizan la escuadra y el compds sobre el Libro Sagrado de la Tradicién} dicha relacién es, en principio, sirnple amistad, que a veces, por la incomprensién y el fanatismo, se ha vuelto en abierta y violenta enemistad. En los grados capitulares de perfeccién, la relacién se hace mAs intima, por medio de un esfuerzo mas activo para buscar y tratar de comprender la palabra perdida de la Ver- dad, que se encierra en el propio Sancta Sanctorum de la reli- gidén actual, y en la béveda que oculta el sentido de las tradi- He | 12 GABALLERO ROSACRUZ ciones y prdcticas anteriores, El Caballero de Oriente, duefio de ese secreto que lo hace principe en Jerusalén, puede asi trabajar activamente a la reconstruccién. del Templo de la Ver- dad, animado por la esperanza mesidnica que ha de vivificarlo, trayendo en una mano la espada de la vigilancia y en la otra la cuchara de Ja argamasa unitiva: el Discernimiento y Ja Capacidad Sintética que permiten levantar el edificio, Pero,.con el grado de Rosacruz se penetra mas intimamen- te en el misterto y ministerio mas intimo de la religién y sc comulga en la mistica presencia de 1a luz de la vida, y del espiritu de la verdad: ‘se Mega, por lo tanto, a conocer y prac- ticar la esencia de la religion, en calidad de discipuios del Cris- to Verdadéro —la rosa que ha florecido en la Cruz— y con él mismo derecho de quienes Ilequen o se esfuercen Ilegar a El por otro sendero. “RELIGIO CHRISTIANA” Y “CATHOLICA” Como punto de partida para el estudio de esa.relacién, puede ser interesante constatar que las iniciales R.C. de este grado —las rnismas con las cuales, segim las reglas de la Fama debian universalmente reconocerse los rosacruces— han sido también interpretadas como Religio Christiana o Religio Ca- tholica. Este hecho testimonia 0 confirma para algunos la opinién de que el grado de Rosacruz haya sido mtroducido en fa maso- nerfa por los jesuitas. Sin embargo, a nuestro juicio, esto puede ser verdadero s6lo cuando démos a Ia palabra jesuita Ia inter- pretacién de la misma fama— “caminar, vivir, ser y morar en Jesis”— independientemente de toda relacién con la Societas fundada por el noble Ignacio de Loyola. Este Jestis (del hebreo Yehoshua “Aquel que salva”) es nuestro salvador individual, o sea nucstra propia intima reali- zacién del Principio Universal ¢ Impersonal del Christos, del “RELIGIO CHRISTIANA" 13 que ha nacido la palabra cristiane. Asi pues, Cristiano no sig- nifica originariamente “scctario, gregario o discipulo de un hombre o maestro llamado Jesucristo” sino aquél que ha inti- mamente realizado el Cristo, o sea el Principio que en el hom- bre trasciende el Alma Intelectiva, la Imagen Divina en el hom- bre o Dios en nosotros, el mismo Daimon socratico, o sea nues- tro propio genio o in-genio inspirador, al que se refiere el cono-, cimiento de la letra G, con.el cual se obtiene la gnosis ver- dadera. En este sentido estamos de acuerdo con las palabras de San Agustin: “Lo que llamamos religién cristiana existié entre Jos antiguos y nunca cesé de existir desde el principio de la yaza humana, hasta que Cristo tomé came, cuando /a verda- dera religion ya existente se empezé a lamar cristianismo”. Religiér. cristiana no quiere en principio decir otra cosa sino aquel lazo espiritual que naturalmente se establece entre aquellos que individualmente han realizado el Cristo como Jess o In-genium, o sea Luz, Poder y Principio Salvador, ven- cedor del error y de Ja ilusién en todas sus formas, que es tar- bién el sentido de la letra G y del yod de los maestros secretos. No se trata, en otras palabras, de tener, aceptar o profesar determinada ereencia, sino de realizar el Christos por medio de la Gnosis, que es el verdadero conocimiento, y llegar con Aquél a.la plenitud de éta. La realizacién individual del Cristo —o sea, la inspiracién y el conocimiento trascenderital de la Verdad— hace al cristiano 9 eristéfores (el que lleva en-sf la conciencia cristica), y este crisma espiritualmente recibido en el misterio-del alma’ indi- vidual, es precisamente aquello que-religa entre ellos a los que lo consiguen y constituye la religidn cristiana: la religié6n del espiritu, o de la verdad intimamente reconocida, en arititesis con la-religién puramente formal o pagana que une a los que adoran exteriormente los simbolos e imagenes de la Verdad. 14 CABALLERO ROSACRUZ Esta religién es también caéélica, 0 s¢a universal, dado que es la doctrina 0 verdad intima oe esotérica, y el espiritu de todas: la palabra aparentemente perdida en la forma exterior, pero que saben encontrar los que perciben y Iegan a conocer la esencia interior. No puede haber otra verdadera, ni puede haber en ella escisma o divisi6n ninguna, pucsto que la Verdad es una e indivisible, y en proporcién de que nos acercamos a ella igualmente nos alcjamos de todas las divisiones. Asi deben entenderse Religion Cristiana y Catélica en rela- cién con las iniciales R-C de los Rosacruces: la rosa mistica de la sabiduria esotérica, y su realizacién universal que repre- senta la Cruz, stmbolo de la extensién en los cuatro puntos cardinales. De pase notames que csas misrnas letras R-C también co- rresponden a las iniciales griegas XP de la palabra Christos, sobre cuyo significado volveremos en su debido lugar. CRISTIANISMO Y PAGANISMO Desde este punto de vista interior, cristianismo y paganis- mo cesan de ser dos términos que se oponen exteriormente el uno al otro, y se hacen Ios dos aspectos, respectivamente esote- rico y exotérico de la misma y de cualquier religin. Por consiguiente hay un cristianismo pagano, que es la doctrina mistica y la comprensié6n esotérica del Hamado paga- nismo, y también un paganismo cristiano, o sea la vulgariza- cién del cristianismo -—la‘doctrina de la inspiracién esotérica, que constituye la Iglesia del Santo Espiritu o del Paraclito— en un determinado sistema teolégico-dogmatico, y en una forma especial de culte o practica exterior. Puede considerarse como verdadero cristianismo pagano la ensefianza de Pit4goras y de Platén, como la de Apolonio de Tiana y de Plotino, y de otros iluminados de los tiempos precristianos, y en general de los misterios filosficos y de las CRISTIANISMO Y PAGANISMO 15 comunidades 6rficas, terapéuticas y esencias, que tenian en los misterios politicos de Eleusis la misma relacién que deberia haber entre la masonerfa filoséfica y la simbélica, En estas ¢o- munidades, misterios y escuelas filoséficas, se ensefiaba pues a vivir la Verdad y la vida del espfritu, manifestando y grabando Ja primera y realizando la segunda en el propio corazén del discipule o recipiendario. Ese Cristo —la uncién espiritual o bautismo del espiri- tu-— que debe realizar el discipulo, es el mismo Nous platénico, cl Datmon o Genio Individual, el Horo, o Khoro de los mis- terios de Osiris, el Baco 0 Yaxos de los de Dionisio: el nifio divino que nace en el alma virgen del hombre, segin ésta se aleja dé la atraccién de los cbjetos materiales, de Ja ilusién de los sentidos que la hace ordinariamente su esclava, y se abre interiormente para recibir la Luz del Espiritu —o sea el Espi- ritu Santo por cuya obra concibe ese Dios en nosotros, 0 Hijo de la Realidad Celestial. Asi cs como el Verbo Divino —la Palabra de la Verdad que era en el principio con Dios y era Dios— inspira nuestra inteligencia y se hace carne en nosotros y nos hace superar nuestros errores, ilusiones y limitaciones, segdin recibimos, par- ticipamos y vivimos de su gracia, y su fuego eleva, purifica y regenera todo nuestro ser, convirtiendo en vino espiritual el agua de nuestra naturaleza inferior, instintiva y pasiva. CRISTIANISMO PRECRISTIANO EI Principio Cristico cuya individual realizacién produce aquella iluminacién espiritual interna, igualmente conocida con el nombre de conciencia césmica, que da derecho a Hevar legitimamente el nombre de chrestano o cristiano, es univer- sal y ha siempre existido: de manera que todos aquellos que recibieron interiormente esa divina uncién son rosacruces y verdaderos cristianos. 16 . CABALLERO ROSACRUZ. La misma Iglesia sintié la necesidad de poner entre sus santos a los profetas y patriarcas de la historia y de la mito- logia del pueblo de Israel, que de alguna mancra Ic han pare- cido tocados por la gracia, y aunque no le haya sido posible hacer lo mismo, de una manera ‘abierta, con aquellos que si- guieron diferentes lineas de tradicién —y en particular con las grandes figuras del paganismo— sin cmbargo cncontramos en el santoral muchos nombres y personificaciones caracteristi- cas de origen pagano, al que deben su eleccién, a pesar de que se les haya atribuido una significacién distinta. Ast, ademas de los dos San Juanes que recuerdan al Jano bifronte, hay un San Libero, un San Dionisio y un San Vi- cente que recuerdan los misterios y las fiestas de Baco, una San Exmete que recuerda a Mercurio, una Santa Paladia que recuerda a. Minerva, una Santa Flavia que recuerda a Ceres, un San Apolonio por Apolo y un San Elfas por Helios. Todo cl Olimpo pagano, y sus respectivas festividades que caen en las mismas. fechas, pueden encontrarse en una veste cristiana en el santoral dela Iglesia. Pero, no es precisamente al tra~ vestimiento de los dioses y héroes de las antigiiedades en divi cristiani, por.un proceso natural de adaptacién al .ambiente; al que. queremos aqui referirnos. . . -Con, el nombre. de -cristianismo precristiano especialmen- te entendemos toda escuela inicidtica o filos6fica -y toda co- munidad mistica y religiosa, cuyo objeto haya sido la realiza- cién espiritual por medio de la cristificacién individual; en el sentido en que también San Pablo usaba este dltimo tér- mino. A todos.estos precursores, que los. Evangelics sintetizan en la doble figura de Juan —nombre simbélico de la gracia divina—_les.debemos haber abierto el camino y allanado la vereda para la-mas.plena-y completa manifestacién del Gristo. El primer Juan —Juan el -Bautista—: puede ser :consi- derado como la personificacién. alegérica de todos los esfuer- zos de los profetas, iluminados y videntes anteriores -a: Jess CRISTIANISMO Y PAGANISMO 7 ¥ que testimoniaron su primero aparecer. ¥ mas particular- mente de la fraternidad Esenia, que precisamente residird cerca del lugar en que’ se dice haber Jestis recibido el bautis- mo de Juan, o sea la iniciacién de los hombres que habian conocido la Gracia y la reconocieron en él. Los esenios —Ilamados también isarim o “iniciados”, na- zarenos* o “apartados”, y en griego Chrestanos— son en el pequefic mundo judio una comunidad de car&cter semejante a las pitagéricas y érficas que existian en aquellos mismos tiempos en la Grecia y el: Anatolia, a las terapéuticas de Egip- to y Etiopia (en cuyo seno ha nacido la iglesia cofta), y a las de los budistas y gimnosofistas (brahmanes} de la India. Se distinguian por su traje de lino cAndido, por sus largos cabe- llos, por la sencillez de la vida, por la pureza de las costum- bres, por su limpieza (tenfan entre sus obligaciones la del bafio o bautismo diario), se abstenian de todo juramento, habiendo prometido decir siempre la verdad. Igualmente practicaban la comunidad de los bienes, abs- teniéndose del comercio y de toda actividad que pudiera da- fiar a los demas, como por ejemplo la fabricacién de armas. Condenaban los sacrificios cruentos, siendo su alimentacién lo més posible sencilla y frugar, santificaban el s4bado, dedic&n- dolo a la plegaria en comtn, mientras en los demés dias alter- naban su tiempo dividiéndolo entre el trabajo, el estudio y la meditacién, sus doctrinas eran un secreto impenetrable para Jos demas, y por lo mismo -tenian sus propias tradiciones y escrituras sagradas, ademas de la Ley de Moisés. Asi como Ja pureza de Ia vida, en todos sus pormenores, su concepcién de la divinidad se distinguia de la concepcién comin de los judfos, en cuanto consideraban a Dios como * Esto no quiere decir que Nazarenos y Bsenios sean precitamente Jo mismo, sino que éstos fueron con el'nombre de aquellos. También los Cristianos fueron Usmados Natarenos o Nacereos y con este nombre son conocides atin entre los &rabes, 18 CABALLERO ROSACRUZ amor y objeto de amor, ms bien que como al scr mistcrioso que debe temerse y aplacarse con sacrificios, sin ninguna di- ferencia esencial en esto, con las costumbres, practicas y creen- cias llamadas paganas. Ese Dios de Amor y Beneyolencia, no es pues distinto del Padre Celestial de Jests, al que precisa conocer y adorar en Espiritu y Verdad. A diferencia del fariscismo que, al principio de nuestra era habia degenerado en puro formalismo exterior, olvidan- dose el espiritu sin el cual la letra de la Ley es mwerta, y jus- tificando asi las expresiones particularmente violentas que contra aquel especialmente encontramos en los Evangelios, los csenios daban mds importancia al espfritu que a la forma dela Ley: buscaban la verdadera santidad de la vida interna, més bien que una contrafaccién exterior de la misma, y se esforzaban llegar directamente a la comprensién espiritual de verdad, en lugar de perderse como aquellos en interminables y estériles discusiones. Al ingresar en Ja comunidad en calidad de novicios (o sea, en el primer grado) debian desprenderse de sus lazos mundanos, haciendo dovacién completa de los bienes que po- dian poseer. Habia luego otros tres grados que podemos comparar a los nuestros de compajicro, maestro y macstro se- creto (Acercado, miembro. efectivo, anciano), con la diferen- cia de que no eran simplemente simbélicos. Aprendian a sa- nar los enfermos, y hasta resucitar a los muertos, eurando el alma, en la que reconocian Ja enfermedad verdadera por me- dio de la palabra, o sea por Ja virtud inherente a la propia realizaci6n espiritual. No nos es dificil reconocer Ja fundamental identidad entre la vida y la ensefianza de Jesus, segiin las relatan los Evange- lios, y las costumbres y enseftanzas de los esenios, con la tmica diferencia de que éstas eran sobre todo secretas y reservadas a los miembros de la Fraternidad, mientras que las de Jests fueron em gran parte pttblicas, aunque muchas veces expre- EL MAESTRO JESUS 19 sadas por medio de pardbolas, alegorias y palabras, cuyo ver- dadero sentido solo podia y puede revelarse a los que tienen aidos para comprender. EL MAESTRO JESUS Liegamos asi a la figura central mas importante que aho- Ya nos ocupa, y que ha Itenado de si toda una época: todo et occidente, después de los primeros siglos, y cuya relacién con el grado de Rosacruz, segiin ahora se conoce, dificilmente pudiera negarse. . A pesar de.su grandeza, los datos histéricos que se refie- ren a su aparicién son de los més inciertos: vernos pues de rectificarlos lo mas sintéticamente posible, de acuerdo con lo que nos dicen los evangelios, pues aunque la redaccién defi- nitiva de éstos fuera alejada de los acontecimicntos, y su pro- pésito cl de ensefianza escrita que sirvicra de base y acoem- paiara Ia doctrina verbal, no deben. tampoco, a nuestro jui- cio, considerarse como privados de todo valor hist6rico, igual- mente en Io que relatan como en aquello que se ercyé mas oportuno callar. La verdad es muchas veces mds sublime que las inven- ciones y ficciones més maravillosas; y ademas el discernimien- to espiritual nos permite constantemente reconocerla, también: en lo que se refiere a la réalidad de los sucesos histéricos, dado que nuestro intimo ser espiritual no puede ser extrafio a nada de lo que ha acontecido en cualquier tiempo y lugar, sobre todo cuando se trate de cosas de gran importancia, Ese mismo discernimiento nos hace ver que no fue sin acierto la eleccién que hizo la Iglesia de los cuatro evangelios, entre la multitud de los Hamados afpécrifos, pucs muy poco hay en éstos, en lo que de aquellos se alejan, que pueda Parangonarsele por be- lleza y verdad, dado que lo bello seguramente acompafia lo que es genuinamente verdadero. 20 CABALLERO ROSACRUZ Los que niegan atendibilidad histérica, ya sea a la exis- tencia dé Jesis, como a los relatos milagrosos de los evange- fios, deben inculpar de ésto tmicamente su ignorancia y falta de discernimiento espiritual, por los que no se hallan todavia en condicién de explicarlos y comprender. Aunque estemos enteramente de acuerdo con ellos sobre la necesidad de dar « César —o sea al faganismo vulgar y filoséfico— Jo que le pertencce sobre el advenimiento del Cristianismo, tenemos en éste un fenémeno de tai importancia y trascendencia que su explicacién sin Jestis —y sin el Jesus al igual Maestro y Taw maturgo de los Evangelios-~ seria confundir jos efectos y adap- taciones particulares con la causa verdadera y primera, y ol- vidarnos de la figura esencial y fundamental de un cuadro de] que se toman en consideracién y se analizan, los accesorios. ‘Creemos que la mds profunda reflexién y las investiga- ciones que con mas acierto se hagan, nos llevan a la doble conclusién de que Jesis ha realmente existido y de que su vida no puede haber sido muy distinta de como la relatan los cuatro evangelios canénicos, que ademas encierran la més profunda doctrina esotérica, para quien sepa interpretarla con la escuadra del recto juicio y con el mayor alcance del com- pds de la comprensién. DATOS HISTORICOS Fl aio de nacimiento debe ser atrasado de cerca de siete afios, por haberse verificado tal succso en los iiltimos del rei- nado de Herodes el Grande (muerto el afio 4 a.C.), habiendo pasado Inego en Egipto su primera infancia, hasta la muerte del dicho rey, vasallo de los romanos. Cuanto a Ja fecha de la muerte, puede muy bien haber sido el mismo A.D. 33, sien- do en este caso a la edad de 40 aiios, Que Jestis Iegara a tal maturidad, aparece confirmado, también en el pasaje de Juan: “Adan no tienes cincuenta afios” (Cap. 8, v. 57). DATOS HISTCRICOS at Es probable que la edad de 33 afios se refiera al inicio de la vida piblica, mas bien que a la duracién de su existencia en forma manificsta para todos: la duracién de siete afios para su ministerio y ensefianza publica nos aparece més razonable que la de tres a los que quiere reducirla la tradicién ordinaria. Casi nada sabemos de la infancia: el apécrifo Evange- lio de la Infancia tiene al lado de algunos rasgos hermosos y probables, otros que no pueden conciliayse con el caracter del Maestro del amor y de Ja bondad, que llega hasta sanar la oreja del soldado que viene a prenderle, Su edad adulta-em- pieza cerca del mismo tiempo que el reimado de ‘Tiberio, suce- dicndo a Augusto cn e] dominio del mundo romanizade. Si Jests hizo parte de la fratcrnidad Escnia, hacia la cual le Hevaban naturalmente sus inclinaciones y afinidades espirituales seg4n aparece mas probable por el mismo silen- cio de los evangelios sobre aquellos, y por su vida en entera conformidad con las prescripciones y enscfianzas de esa es- cuela —dcbié ser en esta época (o sea, entre los 20 y los 30 afios, aproximadamente), que fueron de toda manera un pe- tiodo de estudio silencioso y de maduracién e iluminacién espiritual. Este crecimiento interno y esta ilursinacién Ic fue- ron oficialmente reconocidos en el acto que los evangelios des- criben simbdélicamente como el bautismo de Juan, o sea de la gracia divina. Al bautismo siguid otro periodo de recogimiento espiri- tual, mas solitario (el desierto simbédlico), que pudo igual- mente haber durado 40 dias como otros tantos meses, en los cuales consiguié un mas completo y perfecto dominio de sf y, rechazando las fentaciones materiales, por medio del discerni- miento de la verdad espiritual del Ser y de la Vida y de su Divina Realidad, cuya plena y perfecta realizacién interna Je preparé para ejercer Ja misién en la que habia de hacer ma- ifiesto el intimo y vital reconocimiento de su calidad de hijo ' Dios. 22 CABALLERO ROSACRUZ ENSENANZA Y MILAGROS Juan, el discipulo amado, fue-probablemente entre aque- Mos csenios que le siguieron abiertamente en su vida pdblica. Como hubo de decirlo a Pilatos, mientras se preparaba a Ja apotcosis que debia concluir su carrcra, el objeto de tsta fue dar testimonio a la verdad. ¢Cudl verdad? Aquella verdad que los sentidos y la mente csclava de ellos no pucden perci- bir y conocer: la verdad callada en el medio del ruido cxte- rior, aquella que ama el silencio y que cn cl silencio se revela a quienes Ja buscan con el recogimiento que para cllo precisa. La verdad que se identifica con Dios como espiritu realidad espiritual suprema —no “un espiritu” grande o pe- quefio, un El entre los Elohim, sino ef Espiritu, en unidad, universalidad y totalidad— de] que todos hemos nacido y en el que vivimos, del que somos hijos, y que por lo tanto es nuestro Padre verdadero y real: “No Ilaméis a ninguno vues- tro padre sobre la tierra, porque uno es vuestro Padre, en los cielos”, o sca en ef dominio de la realidad més elevada o Su- prema. La verdad que somos hijos de Dios y por lo tanto seres espirituales, y que es nuestro. deber y privilegio volver a El (como el hijo prédigo}, en nuestro intimo reconocimiento de su realidad y paternidad, y recoger asi la herencia que nos espera: la plenitud! de la,vida y del bien que El es en nosotros y para nosotros, y que se hace efectiva cuando la reconocemos, cesando de apegarnos y servir Ja ilusién material (ef demonio tentador). La verdad que nuestra vida'es espiritual, atin en el me- dio de su materialidad aparente, y que todes nuestros males, dolencias y aflicciones radican en los errores o ilusiones (es cados) de que somos los esclavos— la verdad que se conoce por medio de Ia Divina Palabra (Ja inspiracién interna) que Ja revela y cuyo conocimiento nos hace libres, pucs manifiesta ENSENANZA Y MILAGROS 23 exteriormente aquella perfeccién espiritual (el Reino de los Cielos) que como tinica realidad hemos rcconocido, con el ojo sincero, en to intimo de nuestro corazén. He aqui el verdadero mensaje de Jess: la buena nueva de ta verdad espiritual que habia de alegrar y.libertar al mun- do, esclavo y oprimido por el dominio de la ilusién material, Jas tinieblas en medio de las cuales vino Ia luz —la luz verda- dera— sin que éstas la reconocieran. Pues sélo ahora, después de diecinueve siglos, con muy pocas excepciones, relativamen- te aisladas y solitarias, empezamos a entender el mensaje su- blime del maestro, segin dicha uz Ilega a iluminar nuestras mentes, “A todos los que le recibicron didles protestad de ser hechos hijos de Dios .. . los cuales no son engendrados de san- gre, ni de volmtad de carne, ni de voluntad de varén, mas de Dios” (Juan, I-12, 13), 0 sca por el mismo espiritu que obra interiormente, y asi regenera la vida interior y sus ma+ nifestaciones exteriores, Los llamados signos 0 milagros que acompafiaron a esta " revelacién de Ja verdad, no tuvieron otro objeto que demos- trarla y confirmarla, o sea hacer patente exteriormente, en el mundo objetivo de la apariencia fenoménica, la perfeccion divina latente como Realidad Néumenica (el Reino de Dios), seguin la misma es percibida y realizada en el dominio indi- vidual de la conciencia o mundo subjetivo interior, que asi la recibe, Pues, asi como El mismo nos dijo: “Todo aquello que hago, vosotros también lo’ hartis, y cosas mayores que éstas”. Nada pues, hubo en Ia intencién del Maestro, de la mis teriosa exclusividad que Ja incomprensién dogmitica quizo atribuirle, en relacién con los milagros, Desde que éstos se empiezan a considerar como exclusiva y caprichosa prerroga~ tiva de una divinidad inaccesible (precisamente en contra de la actitud de Jess, como aparece en. Juan, Cap. 11, v. 42) cesan de producirse. 24 CABALLERO ROSACRUZ El ervor, o sea la actitud profana en relacion con los mi- lagros, estriba en esto: que se consiceran como alteraciones de las eyes y del orden natural de las cosas, en lugar que sim- plemente como necesarias restauraciones de la perfeccion in- herente en el orden divino (la realidad cspiritual 0 reino de los cielos, cuya gloria asi se hace manificsta), 0 sea, recono- ciendo los planes perfectos del G. A., cn lugar de Jos imper- fectos que han sido producidos y se sestienen en virtud. de los errores y de las creencias del hombre. LA GRAN DEMOSTRACION Entre todos los hechos y milagros de Jestis, a demostra- cién de sus ensefianzas y de sus palabras, ninguno tuvo mas importancia y mas resonancia, que aquel de su realizacién de la inmortalidad de la vida espiritual en el dominio —o tem- plo fisico— de la manifestacién material a través de la muerte aparente (y completa, desde el punto de vista exterior) de sta. A esa demostracién se reficren proféticarnente sus mis- mas palabras en muchos pasajes evangélicos, como por ejem- plo: “Como estuvo Jonds en cl vientre de Ja ballena tres dias y tres noches, asi estaré el Hijo del Hombre en el corazon de la tierra tres dias y tres noches” (Mateo, 12-40). “Destruid este templo, y en tres dias lo levantaré... é hablaba del templo de su cuerpo” (Juan, 2-19, 21). “Nadie me quita (la vida), mas yo la pongo de mf mismo: tengo poder para po- nerla y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10-18). “Aun un poquito, y el mundo no me vera mAs; empero, voso- tros me veréis: porque yo vivo, y vosotros también viviréis”. (idem, 14-19). No es aqui el lugar mas apropiado para indagar el im- portante valor y significado imiciatico de tal demostracién, enteramente andloga, pero contraria de aquella de que nos LA GRAN DEMOSTRACION 25 habla la mitologia indd con relacién a Yama, el dios de la muerte, que se nos dice haber abierto tal: camino para Jos hombres que, desde entonces, fueton mortales. La demostra- cién dc Jess es aquclla que precisamiente nos ensefia a ven- cer la muerte, por medio de la regencraciin, realizando Ja inmortalidad en la propia vida fisica, con una completa reden- cién de nucstra manifestacién individual. Jesis murié sobre la cruz, su cuerpo aparentemente aban- donado por el espiritu fue sepultado, para ser luego reani mado, vivificado y hecho incorruptible, por la propia radia- cién interior de la conciencia quc nuevamente sc incorpora en aquel y lo transforma en vehiculo perfecto’y glorioso, que puede aparecer y desaparecer a voluntad, y por medio del cual se realiza el domimio y magistcrio completo de toda la naturaleza. La fecha que la tradicién atribuye a este acontecimiento (el A.D. 33), es con toda probabilidad exacta, aunque hagan quicnes quieren retrasarla, al igual que la de su nacimiento. EL ORISTIANISMO DE JESUS Et cristianismo de Jestis no fue por cierto una ensefianza dogmatica, ni una revelacién oculta, y tampoco una ereen- cia, una ley o regla de conducta impuesta arbitraria y estric- tamente, sino algo mds simple, profundo y trascendente. En esto se distinguié de todas las sectas y ensefianzas an- teriores, incluidas las que pueden considerarse come formas de cristianismo precristiano, representadas y personificadas cn Juan el Bautista, y que realmente, abrieron el camino al cris- tianismo de los discipulos de Jests —que no pudo ser exacta- mente el mismo del de su Maestro— lo recibieron y facilita- yon su difusién: principalmente las escuelas pitagérico-plat6- nicas, la de Hillel entre }os judios, -y las comunidades misticas paganas y judias de las que hemos hablado. 26 CABALLERO ROSACRUZ Nada de esfuerzos exteriores, en el sentido de concesio- nes hechas a la ilusién material y a Ja evidencia del mal y de Ja imperfeccién: una sola cosa es necesaria, como hubo de decirlo cl Maestro a Marta, cuando ésta queria le impusiera su autoridad sobre Marfa para ayudarla en sus quchaceres —busear el reino. Toda la ensefianza de Jestis se concentra en el reine de éos cielos, que hay que encontrar y buscar ya no “por aqui o por alla” sino dentro de nosotros mismos: “Ni dir4n: helo aqui, o helo alla; porque he aqui, el Reino de Dios dentro de vosotros esta” (Lucas, 17-21). Es da perla preciosa, para ob- tener Ja cual el sabio que la conoce vende todo lo que posee, el fesore escondido en el campo “el cual hallado el hombre encubre, y de gozo de ello va, y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo” (Matco, 13), Es el grane de mostaza —el primero o sencillo vistumbre de la verdad— que, cuando sea sembrado, crece en un Arbol fuerte y lozano; la fevadura (de la misma verdad) que hace Ieudar toda la harina (Ja masa de la mente); y su simiente; cuando cae en buena tierra no dejara de dar frutos “cual a ciento, cual a sesenta y cudl a treinta”. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi que soy manso y humilde de corazén; y hallaréis descanso para vaestras almas. Porque mi yugo es facil y ligera mi carga” (Id. 11), al contrario de los fariseos y doctores de Ia ley “que car- gais a los hombres con cargas que no pueden llevar, mas vos- otros ni atin con un dedo tocais la carga” (Lucas, 11-46). Nada pues de las prescripciones y observancias minuciosas del fariseismo decadente, de las que el Talmud ha recogido, acre- ciéndola, la herencia. Toda la Ley y los profetas se reducen a dos mandamientos: “Amards pucs al Seiior tu Dios de todo tu corazén, y de toda tu alma, y de toda tu mente, y de todas tus fuerzas: este es el principal mandamicnto. Y el segundo es semejante a él: Amards a tu préjimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos”, (Marcos, 12). EL CRISTIANISMO DE JESUS 27 No hay que apurarse y afligirse por las necesidades ma- teriales, perdiendo en la busqueda de estas cosas la felicidad y el simple gozo natural de la vida, vendiendo como Fausto el alma y la tranquilidad del espiritu para adquirir aquello que... ;va@ nos pertenece! “;No es la vida mds que el ali- mento, y el cuerpo que el vestido?”” (Mateo, 6-25). Mas bus- cad firimeramente el Reino de Dios y su Justicia, y todas estas cosas os seréin aiadidas (id. 33). El Reino de Dios es la divina perfeccién latente pera inherente dentro de nuestro propio ser, cuyo consciente reco- nocimiento es el principio airactivo y causative de su expre- si6n o manifestacién exterior, de acuerdo con la Ley y con el Orden Divino, 0 sea procediendo de adentro afuera: es la vida para el muerto, la salud perfecta para el enfermo, la vista para el ciego, cl efdo para el sordo, el libre movimiento para el paralitico, la mondadura para el leproso, la sabidu- ria para cl ignorante, el juicio para el necio, la riqueza para el pobre, el pan para cl hambriento, la paz para el afligido, Ja remisién para el deudor, cl perdén para cl pecader, la hi- bertad para el esclavo, y la satisfaccién plena, completa y ver- dadera de todo justo deseo. Buscar esta perfeccién inherente es nuestra Divina He- rencia, dirigiéndonos directamente al Padre que la poscc en su Gloriosa Plenitud (“Sed pues vosotros perfectos, como per- fecto es vuestro Padre que esta en los cielos” (Matco, 5-48) y no desea mas que hacernos participes de ella (“porque al Padre ha placido daros el reino”) (Lucas, 12-32), ser fieles y obrar en armonia con esta visién espiritual (la justicia del Reino): he aqui en su esencia el cristianismo de Jesis cual conocimiento operativo también de aquellos que se Haman milagros, y que son simplemente los efectos y atributos del Reino. Perseverando en esta bisqueda de la perfeccién inhe- yente encontramos al Cristo verdadero, o sea al Hijo de Dios 28 GABALLERO ROSACRUZ en nosotros: nuestra propia Divina Perfeccin creada al prin- cipio por el Padre en su propia imagen y semejanza; y csc Cristo, este reconocimiento y conciencia de la Verdad, se hace entonces nuestro Salvador, y le reconocemos como el Verbo de Dios, su verdadero nombre, y el camino, ta verdad y la vida en su més perfecta y gloriosa plenitud. Cuando sabemos que Jesis habla muchas veces en los evangclios del punto de vista de esa conciencia cristica en nosotros, a la cual personi- fica, se nos hacen claros, muchos pasajes, de otra manera obscuros y dificiles de comprender, Esa misma vox podemos percibirla y reconocerla dentro de nosotros, y asi encontrare- mos al Hijo del Hombre y nuestro propio individual Salvador. LOS PRIMEROS DISCIPULOS Discipulos del Cristo son aquellos que se someten a este yugo 0 disciplina del Hijo de Dios o del Ser mas elevado que se ha reconocido interiormente —en el cual nuestro propio Padre Celestial es quien se nos revela y se complace, y no el testimonio y la herencia de la carne y de ta sangre de nuestra humana naturaleza. Los discipulos de Jesés lo fueron realmente, en la medida en que supicron reconocer al Cristo. viviente en ellos mismos, y discernirlo cr cl mismo Jests detras de su personalidad te- rrenal, comparativamente ilusoria como toda realidad exte- riormente percibida. Por esto hubo El de decir (Juan, 16-7): Os es necesatio que yo vaya, porque si yo no fuese, el Conso- lador (cl Divino Paraclito) no vendria a vasotros. Hasta que los ojos se fijan Gnicamente en Ja apariencia, o sea en la ma: nifestacion exterior, estan incapacitados para percibir y reco- nocer la Realidad Interior, que no cesa de estar presente, aunque nos falte alguna vez (o casi siempre) reconoccria. Y esto nos explica también cémo pudieron ser, y hacexse los propagandistas mds fervientes de la Buena Nueva de la PEDRO, PABLO ¥ JUAN 29 Salvacién, hombres que como Pablo nunca le conocieron per- - sonalmente, y por lo cual los demas discfpulos quisieron en un principio disputarle ese derecho de hablar en el nombre de Jestis el Cristo. Los doce (con Ja excepeién de Judas} y Jos demés que recibieron el esplritu, formaron el} primer nucleo de la mueva Iglesia, o del cuerpo mistico de Jests, del que habla San Pa- blo en sus epistalas a los Corintios. La levadura del Reino fue Avidamente acogida por todas Jas almas dispuestas a reci- birla; y no solamente entre los judios, sino también y, especial- mente entre los: gentiles, pues los primeros si predomimaron entre los inicladores fueron gradualmente disminuyendo en nimeros ¢ importancia, segin crecié y se esparcid el cris- tianismo. Entre quienes primero le recibieron, deben notarse aque- Ilas comunidades y fraternidades de la clase de la esenia de Judea, de las que habia muchas esparcidas entonces en todas jas ticrras orientales del Mediterraneo; por lo cual éstas tu- vieron parte importantisima en el futuro desarrollo de la reli- gién Hamada catélica, 0 sea universal, aporténdole cada cual cl contributo de sus propias ideas, practicas y convicciones. El origen del movimiento mondstico, por ejemplo, dentro del cristianismo, se encuentra precisamente en estas comunidades (como la esenia y la de los terapeutas del Lago Mareotides, que describe Filén) que existian anteriormente y acepiaron al cristianismo por natural afinidad. PEDRO, PABLO Y JUAN A Ja primera agrupacién judia de los discipulos de Jesus, que la tradicién considera cncabezada por Santiago hermano del Seitor, con Pedro y Juan, se les debe la Namada Iglesia o cristianismo de la circuncisién, cuyos tltimos descendientes, después de la destruccién de Jerusalén, formaron Ja secta de 30 CABALLERO ROSACRUZ los ebionitas (de ebienim “los pobres” —pobres en. Fests como se Hamaban a cllos, pobres en comprensién de su Mensaje, como les Namaron los adversarios). Esta primitiva Iglesia de Jerusalén, estaba caracterizada por la integral observancia de la Ley y de los ritos judios. BasAndose en lo dicho de Jestis “no he venide para suprimir Ja Ley, mas para cumpliria” creian sinceramente no ser posi- ble ser buen cristiano, sin scr igualmente y al mismo tiempo buen judio; y por lo tanto consideraban que la ensefianza de Jests, al igual que su predicacién, sélo fuera destinada a los Judios, sin hacer ninguna predicacién y proselitismo entre los gentiles, o imponiéndoles ademés, en el caso en que quisieran hacerse cristianos, la aceptacién de la Ley judia y la opera- cién de la circuncisién. EI mismo Pablo, de origen judio y fariseo, como él mis- mo nos lo dice (y estricto observante, en la primera parte de su vida, y como tal también adversario y perseguidor de los primeros cristianos en Jerusalén) crey6 necesario en su pre- dicacién entre las poblaciones griegas del Asia Menor y paises cercanos, y también en Roma, dirigirse primero a los jucdios, en las sinagogas que se habian establecido en Jos lugares prin- cipales, y solo después, al ser rechazado por éstos, acercarse a los griegos 0 paganos. Pronto hubo de encontrar entre Jos tiltimos un campo mucho més abierto, fértil y apropiado para recibir las nuevas ideas, que entre los -primeros, esclavizados en Ia estricta ob- servancia de Ja’ Ley y que, en su mayoria, al no aceptar Jesis como Mesias, se tornaron cn sus persccutores y le ocasionaron Jas mas grandes molestias. Con ésto surgié naturalmente ef problema de la observancia de la ley judia {incluido la cir- cuncisién) por los nuevos convertidos de origen no judio, que desde luego resultaba en formidable perjuicio para la propa- gacién del Mensaje de Jestis —-problema que Pablo resolvié considerando que, en virtud del mismo sacrificio de Jests, /a LOS EVANGELIOS a1 antigua ley estaba abolida, y solo quedaba facultativa su ob servancia para los judios convertidos, pero no era necesaria para los demas, Su conflicto sobre este punto con los santos 0 pobres de Jerusalén, aparece muy claro en sus epistolas, pero luego, con la intervencién de Pedro, hubo el acuerdo de que la cireunci- sion sélo era necesaria para los convertidos que pertenecian a la Igicsia de Jerusalén. Pedro siguié apoyando la circunci« sién mientras cstuvo entre judfos y tolerando Ia falta de aque- la entre los convertides paganos. Si la tradicién nos habla bastante de Pedro y Pablo como principales facteres de la difusién del cristianismo pri- mitivo, muy poco sabemos al contrario de Juan, que por cierto no tuvo una parte menor en dicha obra, aunque su actividad aparezca mas secreta y misteriosa, Se le ha considerado a la vez como un judio violento y fanatico, y como el m4s manso y fiel discipulo de Jesis, aquel que mejor supo comprender y practicar su doctrina. De todas maneras se hace aqui nece- sario (como para Juan el Bautista) distinguir entre la per- sonalidad del discipulo y su cardcte: simbélico, dado que en él se han representado todos los iniciados y Jas comunidades misticas anteriores al cristianismo que lo aceptaron, y tuvie- ron asi parte en su definitiva formacién. . LOS EVANGELIOS Al lade de la predicacién verbal de los primeros discfpu- los de Jesiis, debieron de formarse naturalmente, especialmen- te entre aquellos que la escucharon, algunos relatos escritos de los principales dichos (logia) y hechos del Maestro. A esta clase de escrituras, en un principio enteramente personales y brivadas, se afiadieron aquellas comunicacioncs dircctamente enviadas alas agrupaciones o iglesias por ellos formadas, por algunos apéstoles, especialmente Pablo, para que fucran lef das puiblicamente: 2 32 CABALLERO ROSACRUZ La costumbre de la lectura, a semejanza de lo que hacfan los hebreos con 1a -Ley y los Profetas en sus sinagogas, debid de extenderse a estas Colecciones privadas de dichos y hechos, en proporcién de que faltaba su exposicién verbal de testigos directos, a la que también reproductan substituyéndola. Ast nacieron los evangelios, obra colectiva de los primeros disci- pulos de los apéstoles, en la que se esforzaban trasmitir por escrito fa buena nueva de la salvacién de Jests el Cristo (ew angélion) . La progresiva reunién de estos escritos, 0 colecciones pri- vadas en un conjunto unitario, dio origen a cuatro relatos fundamentales, con muchas variantes, algunas de las cuales se han conservado ain hoy en los cédigos. Es un error pensar que los nombres que llevan dichos evangelios se refieran, cuan- do menos imtencionalmente, a sus autores como obras escri- tas; csto puede decirse unicamente del de Lucas, dado que la preposicién segdin (en griego katdé) Gnicamente indica la tradicién o predicacién que se esfuerza en yeproducir, y de la cual da testimonio. . El primero de tales escritos debié formarse entre los he- breos, ya sea en la Iglesia de Jerusalén como entre los Esenios que habfan aceptado el Mensaje de Jesis: de este primero Evangelio de Oriente, ha derivado (en un segundo tiempo segén la critica histérica)

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