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SIGLO XXI LITERATURA Y CULTURA ESPANOLAS Revista de la Catedra Miguel Delibes Némero 1 2003 Fundacién Siglo © Citedra Miguel Delibes, 2003 ISSN: 1697-0659, Depésito Legal: S, 1.595-2003 Siglo XX, Literatura y cultura espaol, es wna publicacién de le Cétedra Miguel Deli- bes (wwrw.catedramdelibes.com) Valladolid - New York Direcci6n Postal Sede en Valladolid: Facultad de Filosofia y Lerras Universidad de Valladolid 47071 Valladolid (ESPANA) Sede en New Yorke Ph. D. Program in Hispanic and Luso-Brailian Literatures + The Graduate Cencer-The City University of New York 365 Fifth Avenue, New York, NY 10016-4309 U.S.A. Imprime: Grificas VARONA, S.A. Poligono “El Montalvo”, parcels 49 37008 Salamanca SIGLO XXI Literatura y cultura expafiolas Directora: Maria Pilar Celma Secretatios: José Ramén Gonatler (Universidad de Valladolid) ‘William Sherzer (CUNY) COMITE CIENTIFICO Y EDITORIAL Universidad de Valladolid: Javier Blasco, Javier Garcla Rodrigues, Teresa Gémex Trueba, Carmen Morén Rodri- fguez, Antonio Piedra, Mercedes Rodrigue Pequetio. City Universi of New Yorke Lia Schwarz (Ditecrora de la Cétedra Miguel Delbes ~ sede CUNY) , José del Valle (Sceretario de Citedra Miguel Delibes -sede CUNY), Dionisio Cafas, Thomas Mer- tll, José Mutioz-Millanes, Gerardo Pifa, Susana Reise tras Universidades: “Tua Blesa (Zaragoza), Francisco Dian de Castro (Islas Balerars), Javier Diez de Reven- 42 (Murcia), James Ferndndez (New York), Luis Ferndndez Cifuentes (Harvard), Caslos Jevier Garcia (Arizona State), Victor Garcia de la Concha (Salamanca), German Gullén (Amsterdam), Julio Jeasen (Copenhagen), John Kronil (Cornell), Jo Labany (London), Ignacio Javier Lépex (Pennsylvania), Angel Loureiro (Princeton), Emilio de Miguel Galamance), Cristina Moreiras (Michigan), Gonzalo Navajas (California, Irvine), Mariano de Paco (Murcia), Randolph D. Pope (Virginia), José Maria Pozuclo (M Juan Carlos Rodriguez (Granada), Gonzalo Santonja (Complutense, Madrid), Santos nse, Madrid), Ricardo Senabre (Salamanca), Gonzalo Sobe- jano (Columbia), Andrés Soria (Granada), Adolfo Soxelo Vézquez (Barcelona), Noel ‘Vals (Yale), Darfo Villanueva (Santiago de Compostela). SEIS CLAVES PARA DELIBES Danio VintaNueva neers de Santiago de Compocels El comienzo de milenio se nos figura propicio para echar la vista atrés y specabezas de esa otra cencuria prodi icacién relevance. Lo ira, maxime en una época en ret papa de proved deve aguella sabia definicidn machadiana segiin la ual la teratrn no ota cost que palabra esencial en el tiempo. En julio de 2001, poco antes de que en est ide sevisar, en una conferencia del Hispanic Institute, los veinticinco afios de novela expafola comprendidos entre la rstauacin de a democraia ye fin del intema por causa de una Europa unida como en el concierto mundial de la posmodernidad. “Argumentaba yo entonces, no obstante, que si cn 1975 habia comenzado un curso histérico que transformarfa Espafia, el rumbo de la novela espafiola no experiments entonces ninguna conmocién trascendental, sino que ésta, si de tuarla en algsin momento se trarara, habria que retrotraetla, por caso, 2 diez afios antes, cuando cn 1962 Luis Martin Santos publica Tiempo de silencio y poco después nos llega la presencia deslumbrante de jévenes novelistas hispa- noamericanos como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes 0 Gabriel Garcia Mér- (quer, entre muchos otros. SIGLO XXI, LITERATURA Y CULTURA ESPAROLAS 1 (2003), Marcin Santos hizo en 1962 una llamada de atencién a sus colegas: la balanza del arte narzativo se habfa escorado peligrosamente hacia un peculiar realismo social que vino a hacer cierca, una vez mds, esta pardfrasis de una famo- sa afirmacién de Andsé Gide: que con buenas ideas se p cura, Pero aquel exceso de referencia comprom: ante dio via libre al error contrario: la novela abandoné la hizo solo discurso textual. Decia el maestro de novelists y crfticos Henry James algo que Miguel Deli- en la prictica de su obra creativa: la tnica obligacién que por anticipado pode- mos imponer a una novela, sin incurri en arbitrariedad, es que sea interesante. espafiola en los albores de la fracasado por su rarmploneria no sélo por Luis M aba diluyendo en la experimentacion. Las obras de Benet, Juan Goyt- solo 0, incluso, Oficio de tinieblas 5 de Cela podtan inceresar al lector culto como poemas 0 ejercicio de mica como narraciones. Y las novelas experimen tales de los jévenes aut davia més extremados en su radicalismo formal pero con menos ofici ni siquiera por e50. 3s de La ciudad y los perrosy Cien afos de soledad a mediados sagalfuga de J. B. puede darse por iniciada la verdadera espafiola. Se erataba, en dos palabras, de recuperar la natratividad, propésito en dl que también estaban embarcadas otras novelisticas europeas sobre las que n0 pesaban, sin embargo, los condicionamientos histSricos y politicos de la sieua- ida espafiola. Valga a estos efectos tan detectar este regreso al rclaco por el x ‘Miguel Delibes, el objeso de este congreso in 22, ha reconocido con sinceridad que su vocuc mucho de forn efectos retroactivos las influencias que se le rape y que sus tres primeras DARIO VILLANUEVA, 153 novelas fueron escritas ~son sus palabras logo de 1964 a su Obna com- (pleta- “can intuitivamente como podsia haber construido un barco” (16). Pero desde esta atalaya neoyorquina del afio 2003 tenemos ya suficiente perspectiva, y disponemos de abundosos materiales, para evaluat fo que es una de las pre- sencias fandamentales de [a novela espafiola contemporénea, una trayectoria que Miguel Delibes inicid en 1948 con La sombna del ciprés es alargada y en 1998 dio el iltimo de sus frutos a la fecha con EI hergje. ‘Mis de medio siglo contempla la carrera literaria de aquel joven veinteafie- 10, petiodista, dibujante y profesor, que obtuvo uno de los primeros premios Eugenio Nadal al comenzar sin més su andadura, y que cincuenta afios mas tarde, luego de recibir los més importantes reconocimientos 2 su ingente labor, ‘merece por segunda vez el Premio Nacional, que ya obruviera en 1955 con Dia- rio de un cazador, concedido ahora a su novela histérica antes mencionada, que trata de los conventiculos religiosos renovadores de la Valladolid de mediados cuvo siempre al margen de grupos y capi rencia hacia lo contingente que desde una ciudad no dignamente mantener, pero vivificado por el hilo um cipio representé para dl el comercio literatio con su editor de Barcelona José Ver és, cuyo testimonio esté en el volumen de su correspondencia entre 1948 y 1986, recienzemente aparecido (2002). Esa independencia brilla a otra de las faceras sin las) cscritor: su actividad periodistica en el diario El Norte de Castilla, donde lo Fue casi todo antes que director (José Francisco Sénchez. 1989). El periodismo apor- ta de por si, al margen de desde donde se ejerza, una curiosidad global, el pulso de la acrualidad contempordnea que luego demanda una prosa exptesiva y efi- caz a la vez, modelo no desdefiable para la buenas escritura literaria (y baste mencionar aqui, de nuevo, el caso de Gabriel Garcia Marquez) En 1965 alcanz6 gran notoriedad una novela de Truman Capote, In Cold Blood, enseguida considerada como una obra maestra del llamado new journa- Bam. Se tata, como es bien sabido, de la laboriosa reconstruccién por parte del , de todos los detalles que rodearon el ase- de Ia familia Clutter, de Halcomb, Kansas, cometido realmente el 15 de ismo y novela no son, si embargo, novedosas. Al mazgen de las cireunscancias profesionales de eset res y periodista, ficilmente entrecuzables, en ambos medios se da una relacién semejante en lo basico entre escritura, realidad y narracién, En nuestros afios cin- cuenta, cuando el neorrealismo evolucioné hacia un realismo de denuncia social, 156 SIGLO 2X1, LITERATURA Y CULTURA ESPAROLAS 1 (2003) ridad, solo Sst (1953) no superaba la frontera cronoligica de Ja guerra civil la ratificacién retrospectiva de uno de sus grandes temas, de los imitos sustancivos de Miguel Delibes ~dicho esto con una acepcién de la pala- bra que luego explicitaré~ cual es, ni més ni menos, el de Cain y Abel. Para el escritor, como para la gran mayoria de los espafioles, ese mito tezrible tiene su encarnacién maxima precisamente en la guerra civil, para cuya comprensién Delibes cree, por cierto, que es imprescindible considerar el factor religioso, hasta el p de haber de que muy otra hubiese sido nuestra suerte hist Juan XXIII antes de 1936 (Alonso de los Rios, 1993 51) En El hereje el motivo de la discordia son las doctri 1ma “habia dividido el mundo cristiano”, y en lo que a ¢ erasmistas y antierasmistas “no se dejaba \inicamente en los colegios y conventos, sino en todas las inst , negocios y familias de la ciudad donde se reunieran més de ‘Un atéivico cainismo se alimenta de la controversia reli- giosa, azuzada por las tesis de Trento, y el desencadenamiento de la Contrarte- forma produce en Espafia aquelarres de violencia inhumana como el del impresionante auto de fe nartado en EI hergje. Al paso de la cuerda de los pre- s0s del Santo Oficio, conducidos a la circel de Valladolid, “el pueblo enardeci- do -leemos en la novela~ exigia el auto de fe, los caificaba de luteranos, lepro- 3s de Satands y algunos, en plena exaltacién patriética, gritaban jViva el cen la hoguera un dia de mayo de 1559 el ipriano Salcedo, que habfa “aceptado la doctrina de porque creo ~decia~ que la fe es lo esencial y que dl sacrificio de Cristo tiene mayor valor para redimirme que mis buenas obras por desprendidas que sean” (1999 27). Las guernas de nuesrros antepasadas, publicada justamente en 1975 y estu- diada en una monografia por Carolyn Richmond (1982), ¢s ejemplo epénimo de lo dicho, Pero ilustra también a la perfeccidn la vigencia de un plancea- miento eminentemente comunicativo que en los afios siguientes anudar4 __ -intensemente la novela espafiola de la transicién con el hecho lingtifsico de la oralidad. Asi como Delibes reproduce las conversaciones de un pobre hombre, Pacifico Pérez, con el médico del hospital penitenciario donde esté recluido, menudarin otras novelas ~y pienso ahora, por caso, en las de José Maria Vaz de Soto que a través del didlogo se plantean cuestiones de interés « la vez par- ticular y general, textos donde se buscan las “sefias de identidad” desde la con- DARIO VILLANUEVA 157 frontacién y el intercambio de dos o més perspectivas, algo que con otto for- mato discursivo encontrébamos ya en Cinco horas con Mario (1966). Si Delibes introduce aqui el recurso al magnexéfono como soporte verost- mil para la oralidad de su novela, Javier Marfas emplearé en las suyas el contes- 0 como una nueva sintesis macluhiana de tecnologia y conduc- iva. Exe sineretismo asoma también en el filme de 1984 ditigido fa Martin Sarmiento a partir de un curioso volumen de relatos sus- titos por el grupo de escritores leoneses al que pertenecen Luis Mateo Diez, José Maria Merino, Ju boraron en esta ocasi 12 antropologia arura que es muy propio también de Miguel Delibes. Algo hay de ello as de sus obras de ficcién, como tam! ser més expresivo a este respecto. Me ref antos castellanos genuinos que hablan con cin del pal Lo més sorprendente en lo que se refierea la pervi -mutadas en los afios sesenta por Marshall McLuhan es que con los ces de la radio, la televisin y los m anteriores 2 la invencién de la imprenta. Ahora de nuevo la palabra oral se impo- ne la escrita,y la recepcién de los mensajes, en vez de ser exclusivamente vidual, reflexiva y racionalizada, se abre a la colectiv Miguel Delibes, tanto en su aspecto formal como en la ‘moderna que subyace en la mayorfa de su esté en la onda de las nuevas sensibilidades recuperadas. Tgualmente, es obligada la constatacién actual de las intensas relaciones cxistentes entre la novela y al cine o la televisidn. Ya se habfan producido en el terreno estérico con nuestros neorrealstas de los afios cincuenta, alguno de los cuales, como Ferlosio o Jestis Fernandez Santos, estudiaron cine 0, incluso, lo realizaron. Miguel Delibes, por su parte, ejexcié como exitico de peliculas en El | Norte de Castilla, edmitié -y no particularmente para bien— la influencia del cine americano en la segunda parte de La sombra del ciprés es alargada (91) y en cuanto al neorrealismo italiano, no duda en reconocet su fascinacién hacia él, asi como las huellas de La Strada, Milagro en Milén 0 El ladrén de bicicletas en su produccién del momento. Un estudio recientemente publicado por Antoine Jaime (2000) sobre Lite- natura y cine en Espana (1975-1995) confirma los fluidos contactos existentes 160 SIGLO XX LITERATURA Y CULTURA ESPANOLAS 1 (2003), préjimo” de inequiveco fundamento ct literariamente més lograda en esa iano, que encontraré su plasmacisn ra de 1981 que es Los Ja deshumanizaci6n 10), de modo que la responsabilidad social de semejante drama no puede ni debe cizcunscribiese como tema exclusivo de una escuela 0 petiodo concreto de Ia novelistica ‘Como ya quedé apuntado, la aparicién de Tiempo de silencio produjo una fuerte conmocidn y no poco desconcierso entre nuestros novelistas, Se descubre ahora que muchas obras de denuncia eran, como llegé a esctibir Juan Goytiso- Joy p do la aventura estétice e intelectual que toda obra de arte debe afrontar, y que cl publica lector estaba ahito de tan mostrenco realismo. 966 comienzan a aflorar los frutos de la requisitoria formulad: Santos. Y junto a Juan Marsé, Juan Benet o el propio Goytisolo, ‘Miguel Delibes ircumpiré con una obra arquetipica del nuevo realismo dialée- tico, Cinco horas con Mario, otro de los ticulos fundamentales de toda la novela espafiola contemporinea. La experimentacién con la forma para contrattestar Jos excesos por los que la balanza del arte novelistico se habia escorado peligro samente hacia el reference social comienza a dar paso a un error de signo con- la novela abandona la historia y se hace solo discurso. La palabra se con- vierte en el fin, no en el medio de la obra narrativa, y por este sendero el ismo dialéctico acabaré diluyéndose en la experimentacién formal Frage, de 1969, estudiada por Gonzalo Sobejano, quien demuestra com ‘mence cSmo las metamorfosis de los personajes, las audacias escriturales, la pro- pig musicalizacién de la estructura narrativa y las transgresiones con el no son sino otros tantos recursos para potenciar un mens: ya estaba en obras precedentes de Miguel Delibes y seguirén en las posteriores. Se trata de clave tanto de paribola como de auténtico esperpento, contra como fueron las de Orwell o Huxley, y oma buena cuenta de ls pos ss que los narradores hispanoamericanos acaban de reivindicar de ciones para el pro Tésif, al que asimismo se dedica esta novela, abierta por un lema de Horkhei- i DARIO VILLANUEVA 161 ‘mer, tan vivido en plena guerra fra, sobre cl miedo como sentimiento principal del ser humano. No me extenderé més en esta linea, porque otro es el objetivo que se me ha ‘encomendado para esta conferencia inaugural y porque el broche de oro de nuestro congreso corresponderé al maestro Gonzalo Sobejano, que eratard mejor que nadie el tema de “El lugar de Miguel Delibes en la narrativa de su tiempo”. ‘Me propongo, pues, concluir con la enumeracién de seis claves conceptuales, de {indole preferentemente temitica y formal, que pueden explicarnos la obra de Miguel Delibes tanto como la contextualizacion histérico-literaria de cada una de sus novelas. Desde sus comienzos el siglo xx, abrumado por la potencia natrativa que la liveratura habia alcanzado en la centuria anterior y confundido por los vertigino- s0s cambios de todo tipo a que se veta sometido, hizo suya una crisis de la nove- la que todavia ala fecha de hoy no puede decirse que se haya cerrado. Ya en 1920 Ramén Gémez de fa Serna (1999 101) esctibfa en Libro nuevo, una de sus obras ‘menos citadas: “ya no se pueden hacer més que las novelas del excepticismo, un tipo de novela escéptica bien hecha de cada tipo de novela... Y ast morité la novela, cuando se hayan hecho tantas especies de novelas escépticas como espe- ties de novelas hay”. Ignoro si ese era precisamente el de Miguel Delibes cuando escribfa yy publicaba en 1953 Mf idolarrado hijo Sit, pero no puedo por menos que valo- ja como un magnifico homenaje a la poética de! realismo y el nacuralismo decimonénicos, entreverada incluso de ciertas tesis como la del anti-malthusia- nismo abiertamente reconocido por el autor. No faltan, por supvesto, aspectos al comienzo de capitulo de una gavilla de noticias y anuncios de preasa que los “newsreels” de John Dos Passos en su gran fresco de New York ticulado Manhattan Transfer (1925). Con este recurso le sucedié a Miguel Deli- bes algo que él ha aducido en varias ocasiones, y yo no dudo que con toda sin~ propésito de Mi idolarrado hijo contrastando teérica y crticamente siempre a posteriori, Mas f critica, Tenemos sobradas prue- bas de lo contrario, incluso hasta la exageracién en el caso de sus propias valo- raciones acerca de algunas de las novelas por él escritas. En este se libros de conversaciones que Miguel Delibes mantuvo con vatios periodistas o investigadores amigos tienen un gran valor, as{ como los prélogos a los tomos de su obra completa y el contenido de otros voltimenes miscelaneos donde él ‘ 164 SIGLO XX1, LITERATURA ¥ CULTURA ESPANOLAS 1 (2003) (Garcia Dominguez, Miguel Delibes: un hombre... 55). Un ‘0, humano y literati que # acoté, a base de sus propios 0 titulado Castile, lo castellano y los castellanos (1979). La lar de sus mayores: de los campos ‘yermos al norte del rfo Duero y la “bronca comarca intermedia” del norte de Ledn, Palencia, Burgos y Soria, la menos exaltada literariamente, Acierta Fran- cisco Umbral cuando afirma que Delibes ha “desnoventayochizado” ~y bien que znos vale ean dificil palabra~ el campo de Castilla cuyos surcos, ribazos y veredas hholl6, presentando como escascz y silente sufrimiento lo que antes habia sido tratado como literaria austeridad. Este es el teatro de las pasiones que el escrito 1a de las claves por él propuestas para comprender la esencia de su arte. Pasio- nes en plural, pues en cada uno de los personajes de una pieza que el narrador ros propone anidan una o varias de ella. Pasiones sutiles o tremendas, pues este lileimo rasgo est presente en Delibes desde sus primeras obras y no cejaré en las siguientes, pero doblemente humanizadoras por su simpleza y autenticidad. La ‘mayor parte de ellas pueden, sin tergiversarlas, calificarse de domésticas, pues tienen su émbito de realizaci6n preferentemence en el seno de Ia familia. Surgen de las relaciones entre personas afines, por lazos de sangre, de parentesco, de matrimonio, de vasallaje 0, incluso, de pupilaje. Trenzan una tupida red de nudos entre hombres y mujeres, adultos y nifios o adolescentes, que experi- ‘mentan amores y odios, celos y recelos, envidias e impulsos sex vvenganzas, ideaciones misticas y pulsiones brutaes. El didlogo en sinve para expliciarlas, Pere Gimferrer, en su prologo ya citado tral de La baja raja, escribe algo que me interesa destacar aqul: “Toda literarura ¢s didlogo; todo verdadero didlogo es reconocimiento. Eloy se reconoce en Desi ¥y Desi en Eloy. Ambos nos misan; somos nosottos, y nos reconocemos en un doble juego de espejos” (Delibes, La hoja... 36). Hé ahi una de las claves, no solo de la novela de Delibes sino también de su éxito de priblico, sostenido alo lasgo de medio siglo y no decreciente: Ia sabia eleccién de las pasiones que mue- vven a sus personajes y la cabal plasmacién literaria de las mismas proporciona tun ingente caudal de motivos para la empatfa, para la identificac lec ‘ores, Dificl resulta para cualquiera de ellos, de cualquier edad, no sentirse pla- siado por alguna de la criaturas de Delibes en el ejetcicio, el gozo o el padeci- miento de alguna de sus minimas pero a la vez soberbias pasiones. Con lo dicho, a pesar incluso de que sean apuntadas por el propio escritor estas tres claves, para mi que no se le hace justicia al universo narrativo creado por Miguel Delibes y a las lineas maestras de su articulacién, No cabe dudar de que su talante cualista y su relacién natural o esponténea con la ite- ratura en general y con el hecho de narrar en particulas, no hacen precisamente DARIO VILLANUEVA 165 del escritor vallisoletano un 1 del escepticismo que Ramén Gémez de la Serna proclamaba en 1920. Sin embargo, Miguel Delibes ha pulsado més de ido varias especies de novela, como reflejaba el breve pano- , ado, que hemos realizado 4a ro Mi dria ser ~in monénica, que, entre otros posibles, bi jey la pasién. Quiero decir que el punto de partida de nuestro escrivor es la gran novela del realismo y el nacuralismo, como lo fue también para la gran mayoria de sus ccolegas en fa primera mitad del siglo xx. Pero ello no significa, ni mucho menos, que Delibes permaneciera anclado, como una estacua de sal, en aquella pottica De tal modo seria muy dificil que hubiese logrado lz connivencia con sus lec- tores contempordneos de la que sigue disfrurando. Lo que si es cierto, por otra parte, es que comenzando a escribir a finales de los afios cincuenta, Pardbola del néufrago pudo junto muerto 2 que cor cexcesos sevisionistas de la novela, sobre todo después de los logros inrep Joyce, Marcel Proust, William Faulkner, André Gide o Franz 20 suya la regla de oro de toda novelistica tal y como Ja formul6 Henry James, a quien recordabamos al principio de esta conferencia. Delibes siempre tuvo presente que la novela debe contar una historia y debe lograr por todos los medios la complicidad del lector. Arado al méstil de su navio de palabras soporté el canto de sirena de la lamada anti-novela, y amai- nado el temporal, siguié navegando hacia su ftaca de la narratividad puta ‘A este respecto, sus opiniones sobre el “nouveau-roman” franc, del que fue rigurosamente coeténeo, no confunden a nadie. En uno de los textos més tardios donde reitera s in de la novela como hombre, paisaje y pasién critica a sus colegas franceses por “basar la modemnizacién de la novela en el cscamotco de su esencia” (He dicho 92), y en sus conversaciones con César Alon- s0 de los Rios, cuando el comenzar, habla més directamente de la destrucci6n de los po. de la construccién narrativa y del propio lengua} destruccién de la literatura y tambien la destruccién de todo intento de comu- nicacién mediante la palabra” (107). Junto a ese estimulo externo, por no hablar de provocacién, que pare escri- ‘ores como Dedlibes signifies la irrupcién del “nouveau-roman’ francés, amplia- mente introducido en nuestra pais gracias 2 la labor editorial de Carlos Barral, hay que anotar el influjo del llamado “boom” de la novela hispancamericana entre nosotros al que me he referido va como otro factor de refuerzo para la pro- 166 SIGLO XXL LITERATURA Y CULTURA ESPANOLAS 1 (2003), lama de renovacién lanzada por Luis Martin Santos a principios de los afios as de sus conversaciones literarias Delibes manifiesta su actitud ante aguel fenémeno, que condimentado con sal grt as, en medios perio invencidn de cierto complejo de inferioridad por parte de los nove- 1eva savia de sus colegas hispanoameri- de figuras consagradas como Borges, libes, con la ecuanimidad que le . con todo, de “poner a un lado el ‘mostraba entonces sgrano y, al otro, la paja” (1993 11 Carlos Fuentes es uno de los escritores mexicanos, ocho afios més joven que Delibes, que contribuyé decisivamente al éxito europeo de la novelistica hispa- oamericana con su novela Cambio de piel, ganadora del prestigioso premio Biblioteca Breve de 1967. Pero, a diferencia de Delibes, Fuentes se caracceriza por su dedicacién complementaria ala critica y la teorizacin literaria, de la que fs una buena muestra su ensayo de 1972 La nueva novela hispanoamericana. Y ali formula otra definicidn, “la novela es mito, lenguaje y estructura” (2 yo no quisiera ver contrapucsta a la de Delibes, sino proveedara de tres pists ‘mds para la comprensién de nuestro escrito Asi como las tres claves aportadas por el propio Delibes en el pré- logo al tomo segundo de su Obra complecaen 1966 miren a la novela relista del siglo 10x, las que afiadimos gracias ala propuesta de Carlos Fuentes en st enss- parecen estar tomadas directamente del Uljses de James a vallisoletano leyé tardfamente, pero al que le recono- idad de su aportacidn. “Joyce fue el que puso el cascabel al gato”, es, al tiempo que sc pregunta: “No estin ya en Joyce todas las (Alonso de los Rios 118 y 110, respectivament). jrlandés toma transparencemente de la Odisea hhomérica para actualizarlo en la contemporaneidad dublinesa de! llamado “blo , también una de las claves de Miguel Delibes con la part Calatidad de que ello es asf en dos acepciones 0 conceptualizaciones diferentes. En cuanto a la concepcién clésica del mito como la narracién de un suceso acaecido en tiempos fundacionales y primigenios, pleno de significac s2 0 spiritual, es unénimente reconocido que gran parce de la now Miguel ciprés es alargada, en donde se describe una guerra inconcret, iniciada por la fiterza atévica del cainismo y maldecida por el protagonista, hasta El herj, sobre el que hemos tratado ya, Incluso en la paradisiaca Arcadia, fuera del mundo de las pasiones poitcas, que nos describe F dspaado voto de seior Cayo (1978) ba techado sus taices aquel cainismo, y el protagonista odia al dinico vecino que le Delibes esta vertebrada por el de Cain y Abel. Ast desde La sombra del DARIO VILLANUEVA 167 queda, con lo que a la altura de 1978, desencadenado ya cl proceso de la transi- Gidn democratica, as el rayo de esperanza esbozado en Ja actitud superadora de las dos Espaiias por parte de hijo en Cinco horas con Mario resurge ol pesimismo de El principe desronado y Las guerras de nuestros antepasados. Ese mito de la vio- Jencia entre hermanos, que todos los seres humanos lo son entre ellos, encuentra fen nuestro escritor, como en la gran mayorfa de los novelists espafioles de los dos tercios finales de! siglo 20, un filon de historias en la guerra civil, que ya estd presente en Mt idelatnado hijo Sisty tiene en 377A, madera de héroe una plasta- ién concrera con episodios de la guerra naval procedentes de la experiencia del autor, todo ello después de un lema tomado de wna lépida de Dachau: “Recuer- do pata los muertos; escarmiento para los vivos”. Pero sirven también a nuestto propésito otras concepciones floséficas mis moderns del mito como las formuladas por Claude Lévi-Serauss y Roland Bar- thes, Para los respectivos autores de La Pensée sauvage (1962) y Mythologies 1957), el mito viene a ser una forma de pensamiento, una configuracié plena realizacién del set humano. de la gran mayorfa de personajes, tos teéricos tan imporcantes uaciones y epi no el discurso de ingreso en la Real Academia Espafiola en mayo de 1975, en donde no faltan apuntes coincidentes com las pro- pias ideas de Lévi-Scrauss cuando denunciaba la tendencia contemporinca al Gominio total del hombre sobre la navuraleza y el dominio de cierras formas de hurmanidad sobre otras Edgar Paul, cuando extudia los temas recutrentes dela naturaleza y el pro- eaciona su defensa de un “ccologismo humano” —quizé que es el tema central de su discurso académico, y que ego el escritor quiso difundir con muy legitimo empetio prosclitista en un ‘volumen de expresivo titulo, Un mundo que agoniza (1979). 'El nuevo académico aproveché tan eminente tribuna para —son sus pala- bras~ “desde mi atalaya castllana, o sea, desde mi personal experiencia” denun- cat la agresién contra la naturaleza y la deshumanizacién progresiva de la Humanidad, y para defender “que el verdadero progresismo no estriba en un fo ilimitado y competitive, ni en fabricar cada dia mas cosas, ni en ar el acceso de toda 8, hoy en crisis, ¥ ext concordia” (EI sentid... 14). 168 SIGLO XXI, LITERATURA Y CULTURA ESPANOLAS 1 (2003), ‘Que esas ideas, que ese mito se plasma en imagenes lo demuestran ejem- plos como el que siguc. Dude que haya formulacién mis certera de ese ccolo- fismo de Delibes que esta breve conversaci6n sobre las malvas tomada de Ef di- iputado voto del schor Cayo (111). “La flor éta es buena para aligerar el vient Rafa burlonamente: En este pueblo todo sive para algo. ‘Cayo reanuidando la marcha: Todo lo que std sive, Para es0 est, :n0?” Semejantes ideas le reportaron a Delibes en un primer momento ciertas incompresiones, cuando se identifies su postura, su mio, con un cierto reac: ionarismo contrario al progreso y a la mox | El tiempo, aqui como en el ‘caso de su recelo 2 deturpar la esencia de la novela por mor de la experimenta- Iaraz6n, ¥ hoy se hace una lectura ecolégica de su obra, proxima a los postulados de los “verdes’. En st e280, este mito no es novedoso, Prueba de que figura encre las claves ‘en estas palabras de un magnifico persona- je femenino de la primera novela del escrito, la dass Sole de La sorb del eiprés «es alargada (Obra completa, Tomo 1254): “Todo esti regido por un perfect equilbrio ... La nacuralez, ls plan- « jombre, toman y dan con wna armoniosa ponderacién. Junto alas altas montafis ve usted siempre los valle: profundos; ala frescu ana de a primavera sucede la yerta esterilidad del invierno; al lado del sca es la ley del contrasre que rige el in de que todo, todo, renga su sent- La que no precisa de muchas explicitaciones es la segunda de las claves que, desde la definicidn de la novela acufiada por Carlos Fuentes, estamos proyec- tando sobre la obra narrativa de Miguel Delibes: el lenguaje. Concordamos con Francisco Umbral cuando destaca en su maestro y amigo “una suerte de ventri- Joquismo literatio, una fubulosa capacidad para poner voces” (63). De este modo Delibes no esté haciendo més que anclar sus novelas en la fuente més genuina del género tal y como t Bain nos hi discursos noveisticos resultan de la inceracc puntos de vista y registros lingiisticos. Ese dialogismo fonfa o multiplicidad de voces, la hecerologia o alternancia de tipos discursivos centendidos como variantes lingiifsticas individuales y la heteroglosia resuante DARIO VILLANUEVA 169 de la presencia de distintos niveles de lengua. Manuel Alvar (1987) destacaba precisamente en nuestro eseritor su dominio canto del vocabulario dialectal como de la lengua conversacional. nistas de sus novelas son auténticos por sus pasiones, pero tam . ellos son sus palabras, pues sus conductas estén verbalizadas izas, el narrador pasa a un segundo jerzan en primera persona. Asi, por caso, el sexagenario volupruoso con sus cartas de amor en la novela de 1983, 0, antes, cl bedel Lorenzo en sus diatios orales. “Y yo digo que esto de escribir pata uno es tal y como mirarse al espejo, con la diferencia de que uuno no se-ve aqui el semblante, sino los entresijos” (Diario... 12), leemos en el Diario de un emigrante, enriquecido por el contacto y la contaminacién entre el | de Santiago de Chile que acaba penetrando susil pero gue tiene en el Quico de EY se refiere 2 El hereje, to al del castellano mas genuino se proyecta tanto en cen las descripciones del narrador pero también en la expre- sin justa y variada de sus personajes. Delibes siempre ha criticado ol poder des- tructivo de los medios de comunicacién audiovisuales en lo que a la expresién linglistica se refiere, y de ello da buena muestra contrastando las expresiones aque salen de le voz serena, exacta, entenciosa y austera del sefior Cayo con el decepcionante y veridico combinado de “pasorismo” idiomtico y superficial jerga politica de la embajada partidaria que llega a pedirle su voto. Pero el natrador de El dispuzado voto del sefior Cayo actia con frecuencia conla solemne oficiosidad de un notario que levantara acta detallada de los usos ¥y objecos que se van para siempre, ya sea el utillaje del lar de Cayo, ya su prac- tica de retirar el enjambre de un tetén. Descriptivismo casi arque y que dota ala prose ‘No dejaré de men- como Las ratas, con- ‘como en el espaci gruente con el Chas es el de las estaciones y los fendmenos atmostéricos, de modo que los dias 170 SIGLO XXI, LITERATURA Y CULTURA ESPANOLAS 1 (2003) stifcan no solo por el calendasio, sino tambien por refranes oportunos y -mpre, por el santoral: “Para San Nicasio escampé, mas el Nini oted el ‘Deje, sefiora Clo, todavia hay blandura. Hemos de aguardar a que ‘el cielo jano llama dicradas porque, ‘no aparecen como grafemas sino que son denominas llos puntos del discurso en que deberfan figuras, la ex de los sujetos, objetos, antecedentes 0 complementos que comiinmente no es inecesario tesefar, todos estos recursos imaginativos no vienen a titulo gratuito, sino para intensificar pertinentemente el angustioso climax de la alienacién des- en la novela, no sucede ‘camino, de nombre la Mica, que segin Roque el Mofiigo “era la tinica persona del pueblo que tenia cutis’. Toda novela tiene estructura, pues la obra existe como tal en la medida en que al caos de! mundo se le sobrepone una ordena- car, Esta evidencia no puede iguel Delibes, por més que rura deja de ser un sopor- se en un fin en si misma. P 4 critique el énfasis expe {eo fundainento de la historia narrada para con perfeccionar el tratamienco y la resolucidn en sus obras de las dos grandes cues- fiones estructurales de la novela: la modalizacién y la emporalizacién. En cuanto a la primera, son vitales las soluciones que el escritot aplique a dos problemas, de la perspectiva y el de la vor. Quin ve la historia y desde qué dngulo; quién ifnico que al texto es son dos asuntos que Miguel Delibes ha abordado con gran versatilidad y resuelto siempre con la méai- __ma pertinencia, Por eso, como hemos visto va, Alfonso Rey, en su estudio critco sa 1974 apuntaba que las de nuestro escritor son ante todo novelas de petsonajc” y que su méximo acierto reside en novelizar cabalmente diferentes puntos de vista, perspectivas miltiples, comunes ‘A este respecto resulean muy ilustrativos dos datos idad, En el prdlogo al segundo tomo de su Obra completa (12-3), lemuestra que “la arquitectura de una novela no responde a una acti- DARIO VILLANUEVA wi ud caprichosa del artista sino a una exigencia imperiosa del tema o de los pro- tagonistas” mediante la confesién de que comenzé a escribir el Diario de un cazader en tercera persona, pero que el proyecto solo cuajé cuando adopts la forma confidencial del diario narrado por el propio protagonista. ‘Lo mismo sucederé, afios después, con Cinco horas con Mario. Alo largo de 1s cuartllas el novelista desgrana el conficto humano, soterradamente de los dos esposos estando ambos en vida. La patcialidad iffe enseguida el relato ylo hace inviable no solo artis- a efectos de la censura. No queda, pues, otta salida que finalmente adoptada: ese vasto mondlogo articulado por la e i 1 cadaver de Mario, lo que le da pie para ridiculizar -o al menos intentar- lealogia liberal y humanista de su marido cuya formulaci6n anuente no ic la ideologfa del régimen a la que Carmen secunda. 1c, las estructuras noveliscicas de Miguel Delibes exhiben una efi salaci6n de los ritmos, con las escenas, Ios restimencs, la elipses y Jones, as{ como en lo tocante ala ordenacién temporal. En 1977 hube de poner como ejemplos varias obras suyas en mi libro Kaructura y tiempo reduc cido en la novela. Es muy de notar que dos de las novelas preferidas por el escri- tor y por su amplio piiblico lector, El camino, de 1950, y Cinco horas con Marioy dde 1966, sievan como sendos ejemplos de reduccién temporal rerospectiva, pues ‘en ambas el discurso comienza por donde la historia narrada llega 2 su final. Sen- das noches de insomnio nos permiten penetrar en Ia intimidad de dos persona- jes, Daniel el Mochuelo y ka recién viuda de Mario Diez Collazo cuya esquela ‘mortuoria figura impresa en la primera pagina de la novela. Echando la vista atrds, hacia lo que han sido sus existencias hasta el momento, se contraponen dos formas de entender la vida. En El camino, la del nifio promgonista y la de su padre en relacién al progreso; en. Cinco horas con Mario, la de la Expatia cerrada y la Espafia abierta que ya confrontara el poeta Antonio Machado. Hombre, pasién, paisajc, pero también mito, lenguaje y estructura repre- sentan para mf otras tantas claves de Miguel Delibes. No las claves, con exclu- ién de cualesquiera otras, pero sf, a lo que cteo, seis convincentes razones para lustrar el gran logro de una novela que innovd, a la altura de los tiempos, el ‘ronco realista en la literavura espaitola contempordnea. (Osras CrTADAS [ALONSO DE 105 Ros, César. Converaciones con Miguel Dele. Barcelona: Ediciones ing, 1993, Edicion renovada del libro publicado en Madeid Magistrio 172 SIGLO XX. LITERATURA Y CULTURA ESPANOLAS 1 (2003), [AIVAR, Manuel. El mundo novelesco de Miguel Deliber. Madsid: Editorial Gredos, 1987. DEtises, Miguel. Obra completa. Tomo —, Obra completa. Torno Il. Barcelona: — Las rates. Barcelona: Destino, 1968. — Elsensido del progreso desde mi obra. Madeid: Real Academia Espafiols,1975, — Eldispusado voto del sefor Cayo. Barcelona: Destino, 1978. Un mundo que agoniza. Barcelona: Plaza y Janés, 1979 (déeima ediciéa de 2001). = La censura de prensa en os arias 40 (y osros ensayos). 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