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RUY.3é1 EL ESCRITOR Y LA CRITICA Dinecor: RICARDO GULLON ‘TITULOS DE LA SERIE Galdés, edicin de Douglass M. Rogers. LEOPOLDO ALAS «CLARIN» Edicion de José Maria MARTINEZ CACHERO Loops ios sCloioy ein Ge José Mara Martins Caco TITULOS PROXIMOS EI Naturalism, edicién de. José Maria Martinez Cachero. taurus EE] Simbolismo, edicién de José Olivo Jiménez. 1 Manuel Azafia, edicién de José Luis Abellén y Manuel Aragén. ait | | Cubierta de Mavens, Rutz ANsts © 1978, Jose Manta Marriver CacreEno ‘Taurus Emicroxes, 5. A. Velizauez, 76, 4°-Mapean-t ISBN: 8430621059 Depésito legal: M. 15408-1978 PRINTED IN SPAIN INDICE Noma Prox. . 1 VIDA ¥ SENBLANZA DE LEOPOLDO \ALAS. Adolfo Buylla: Necrologia » signifioaidn de Leopoldo Alas -sAzorinn: Oviedo. Ex la bibliotece te «Clarins . u POLEMICAS Y AMISTADES José Masia Martinez Cachero: Maausl Garcia Blanco: «Claris ur La «Terese», Paginas NOTA PRELIMINAR w ODRA DE ), lo efeeni6 el entonces catedzético de Lengia y Li- teratura espafolas de la Universidad de Oviedo, Pedro Seinz Rodri- guez, que en cetubre de 1921 tavo a su cargo el discurso de aper- tura del curso académico 1921-22. Con el titulo Le obra de Clarin y contando con la ayuda de Leopoldo Alas bijo y de algunos ovetenses; Sainz Rodriguez, acert6 a paser cumplida revista a la biograffa, el pensamiento y Ta obra, én sus vatios aspectos y génet de Leopoldo Alas. ‘Tal discurso fue una primera Yamada, impat y serena, universitaria en suma; pretursora, a mi ver, de la mut ‘fos més tarde, en Espafia y en el orbe de los hispa- de prestar a la figura de Alas. Mas en la tercera del siglo iba a continiar la baja estimacién y ocurria ast que los libros de Clarin se vend(an poco, segrin Pala y Duleet (Maral del librero bispanoamericano, tomo I). En mayo de 1931, recién implantada por segunda vez Is Repitblica en Espafia, se inauguré en el parque ovetense de San Francisco un monuments a Leopoldo Alas, homensje que la incuria y el olvido genetalizados habfan ido demorando y, también, vicjos rencores he- edados. Fue a rafz de esta inauguracién cuando el periodista astu- tiano Juan Antonio Cabezas decidiS escribir un libro sobre Alas, —10— donde se eniremezclaran vide, obra y tiempo polftico y'literario, ast nacional como ovetetse, libro que apareceria en 1936 dentzo de la setic «Vides espaftolas ¢ hispanoamericanas del siglo xrx». Clerin;el versal (que ése és el titulo del libro de Cabeza), oftece al angen de elcubraiones de eétediay de a muy cién documental, pues su autor ha querido, ante todo, trasmitir la imagen de Clarin que posefan personas que Je ‘onocieron y trataron como, pon 3 cas0, su. atnige y com pafeto de csudios Pio Rubin'o Alfredo Mestiner el joven ‘edie que Te asistis en sus tltimos dias; asi como sensaciones directas de Jos ambientes y lugezes que nuestro escritor frecuenté en sus imu chos afios ovetenses, Narracién pantual, relafo emocionado de vicis- tudes externas e fntimes, Cabezas brinda cori su libro una primera reconstruccién biogrdfica’ que trabajos posteriores han matizado 0 completado. _, 1941 y 1943 son los afios en que Adolfo Alas, el segundo de los de Clarin, inicia Ia publicacién del nutrido’e interesante ‘usu padre; Menéndez Pelayo, Unamuno, Palacio V: és, Valera, Echegaray, Galdés, Giner de los Rfos, Pereda, Altamira, eteétera, fueron algunos de sus corresponsales, Inapreciable documieh= ‘tacién para conocer hasta sus entresijos més reservados a remitente y destinatario, asi como la época y el medio sociocultural en que luno y otro se’movian. Le muerte del editor-presentador interrumpi6 la publicacién de este riquisimo corpus. 1951 y 1952 éon afios clarinianos» jubilates, pues en ellos se cumplian, respectivamente, los cincuenta de la muerte de Leopoldo Ales y el primer centenario de su nacimiento en Zamora. En otzo ugar 'y ocasién he ofrecido completo recuento de lo que entonces se hizo y escribi6 entte nosotros y en el extranjero, y a esa crdnica hora. De tal conjunto cabe destacar dos libros: el de t, Leopoldo Alas and "La Regenta”. A Study in Nine teenth Century Spanish Prose Fiction, y el de Maino Gémez Santos, Leopoldo Alas Claris. (Ensayo bibliogréfico), y una miscelénca:. el nimero extraordinatio de le revista Archiowm, de la Facultad de Le- mnes ovetenses citadas apune 1 rades pentiltimas y mis recientes de Ia fortune critica de Clerin, puesta ahora en manos de hispanistas norteamericanos y europeos y de investigadores espafio- les; los trabsjos de unos v otros, sus libres, folletos, ediciones y ar- oulos ven Ta Juz con alguna frecuencia en la ciudad de Oviedo, Is Verusta regentina, lo cual constituye un eficaz naje que Oviedo y Asturias tinden a uno de sus hijos més preclaros. l de todos (no procede dat més nombres en esta inteodueciéa; algunos van incluidos en Ia antologia que sigue y otros ees fe de Leopoldo Alas C més encumbrados entze los escritores espafioles del sig Jo que justia sobradamente se Ie sevie «Bl escritor y la ext el reconocimiento de no pocos exeadares espafoles ¢ Jorge Ferrer Vidal, vgt. —eLeopoldo Alas es el mé del exento espafol, genial a quien fuera capaz de escribir un cuent *Cordera»!—, proclaman el mérito de La Regenta en «El Libro de Bolsillor de Alianza Editorial) venden ahora abundantemente. ‘Mi antologia critica «clariniana» es consecuencia de una dificil y discutida (conmigo mismo) seleccién de materiales; he querido diversas entre si por lo que toca a fecha de compoticion. Pi pero es indudabe que fl EDUARD J. GRAMBERG, «SU HIJO UNICO», NOVELA INCOMPRENDIDA DE LEOPOLDO ALAS cA. qué género de novelas pertencce Su sinico bijo?», se pre- unis un een on 1891, un alo despuds de pubicrse esta ob Medio silo mis tarde declan Azorin: «No sabemos cémo clsificar Lo a texto parece s6lo una preocupacién por definir esta novela genésicamente, resume, en realidad, unos proble- mas mucho més hondos. gQué se proponta Clarin al escribir este libro casi enteramente negative, pot no decir cinico, en que falta, ‘como observé acertadamente Baquero Goyanes, el entusiasmo, con que Alas solia deseribir precisamente los as sociedad? ? En La Regenta la toma de posicién quedé dl del clero corrompido en Fermin de Pas, del matrimonio de Ana Ozores, fracasado por imy jo Quintanar; condena del falso misticismo de Ia protagonista, ticétera, Lo positivo, aunque mucho menos frecuente, tampoco ofrece dificultades de interpretaciSn. La bondad evangélica del obispo Camoi- rén, la rectitud moral de Crespo, el «descubtimiento» de Dios en la figura de Guimarén son manifestaciones bien definidas de Ia idcolo- ‘fa clariniana, En cuanto a la forma estilistica se observa el detallismo analitico de la escucla naturalista, pero entiquecido por el brio jerta el autor tanto en su sétita como , compasivo de los personajes que, segtin § José Ma Mawrinez Cacugno, porque a ti debo perdonartelo todo... Mi 0 tienes lo tengo yo: tengo fe, teng ‘Los, problemas que suscitado se pudietan dividit en cuatro grupos + Obras selectas de Leopoldo Alas «Clarinn, Madea, Biblioteca Nveva, 1947, ple. 650, Todas ls Clas de las obras de Alas vlenes! en esta ediién, ¢ 9 fos ssbrayados, cia de ambientacién concreta. 2. El enjuicis bea reiva de Alga y Zo tio on La Regent colo gonwal te se ha hecho hasta ahora. En cuanto a Ja primera pregunta, ¢por icos opinan que esta diferencia se debe a un a cata de Clare, queny sexi esto taristes, iba apart Wgice. Bali nt 9 escenas morbosas, [pero nos estedos de alma del sands atento al drama tinico qu {intima de los personajes» 7. Baquero Goyanes nota también «el deseo de cefirse a un drama psicolégico» '. Kiipper ofrece le explicacién que Clarin aceptaba y aun ve Si iio correspond rela con declaraciones 1a més psicologismo que en tox 1s personajes cambio, esta tiltima novela presenta rico personaje de Emma un perfecto ejemplo de la fienen a complicar la cuestién las numerosas con- los esctitos criticos de Clarbr y sus cuentos y nove- tre a teoria y Ia préctica, problema que aqui no pode- desarrollo cronolégico con- decir, una existencia mos examiner. Parece, pues, que en vez de buscar vendrfa pensar en una agrupacién «es simulténea de varias modalidades e > und der fransésische Nature. jersided de Colonia, 1958, pe ‘en 1881 —relativamente tarde, dada su gran precocidad intelectual— ya ha elaborado por su propio esfuerzo un extenso repertorio de te- mas, personajes y estilos potenciales que sélo necesitan tiempo para En cada caso deci fente, pero otra vez no a la manera realista (P © naturalista (Blasco Thaiiez). Conforme a esta libertad de del método, opta Clarin en el caso de Su iénico bio por ambiente concreto, avendrian mal a amis fuertes que creé Alas— carezca ignalmente de cualq. descriptive. En La Regenta, en cambio, coincide el detallismo del medio con una desctipciéa analftica y nd desdibujada o abultada de los protagonistas, quedando relegada la caricaturizaciéa a algunos personajes de segundo o ‘orden. eudorromanticismo, ha dado mucho coloca ef momento de Ja accidn entre 1830 y 18404, 0 sea, en plena época roméntica, advirt is embargo, que Ia ambientaci fica. Baquero Goyanes ® no cree tan imprecisa sobre todo en el capitulo V, aplaza el mome: del 1850. Kipper analiza deteni jo despues decidiéndose ya no corresponde al_ ambiente acentéa, pues, es Ia falsedad de al periodo en que le tor efectivamente queria que queda de menos. No se trata de una sétira del seudorto- en exot thios Bagenno Gouses, of cit, ple 105 ‘artfculo de ABC. : manticismo de 1860 con una técita aprobacién del de la paternided de Reyes. Come Clarin no ha esctito nunca nada que no estuviera bien medi- tado —me reficro ahora s6lo a sus obras de creacién— no se puede atribuir el extraio desenlace a un deseo de féeil efectismo. Lo que se propuso Alas fue despojar el tema del amor paternal de su aspecto fisiolégico para hacerlo resaltar como una conquista afectiva de orden enteramente espiritual. Por Ja manera en que lo emplea Alas no creo gue este recurso reste calor humano 2 la figura de Reyes, principal- mente por el cambio de estilo a que nos referimos antes. El cinismo del ambiente sigue existiendo, pero ya no coincide con un enfoque burlén del protagonista por parte del autor, como ha sido el caso hasta estas escenas decisivas del final, y claro est que en este acer- camiento de autor y personaje participa también el lector. Resumiendo, podemos decir que lo dificil de la clasificacién lo tiene Sw dnico bijo en comin con todas las otres obras creativas de Claris, no exceptuando La Regenta, Se trata de un autor que en pleno siglo xr comenzé a romper las sacrosantas barreras que comparta- mentalizaban Ja literatura de aquella época en géncros y subgéneros, cada uno de ellos con su rétulo y sus reglas. Sin embargo, estudia esta novela en el contesto de la obra total de Alas, resulta perfecte- mente explicable y aun muy representativa para el arte novelistico del escritor asturiano, [Hispania, XLV (1962), pags. 194-199.] au CESAREO BANDERA LA SOMBRA DE BONIFACIO REYES EN «SU UNICO HIJO> Aquelle era Ia fuente ‘dena que renonsindose ta cadens de los padres § era cadena que la mus indiferenci. Le parecfa estar fuese un emp, (Yo no se pact apes nade las en su cuatto, El presente trabajo consistirdé en una serie de reflexiones gut partiendo del valor simbélico de ese sombra que Bonifacio ve dibu. cndan a eclarer algunos aspectos iada, de una novela que ha sido electual», de «extrafian y aque parece des- a la realidad de una persona, de una idea 0 de un senti exibiéndolos gréficamente como una sombra, Por eje apasionado roméntico del arte, de Ja misica, le a censayos de Ia compafia de pera que actfa en la fos ensayos porque «a Reyes no le gustabs la ficcién en nada, ni fen el arte», y consideraba que «el teatro verdadero, el teatro por denizo, era el ensayo» (573). Siguiendo esta costumbie, Bonis entta ido de un religioso respeto. Reclinado Erebo... se le reptesentaba vvagabundos, cruzar el esc joche de lona, al compés de y de las tomas de le no cebe duda de que el pobre Bonis se condena a no ver més que sombtas en el fondo mismo de la realidad que tiene delante. ‘Otro tanto le ha de ocurrit a Bonifacio con su propia realidad, cuando, a punto de nacer cl hijo, se siente, como pedre, eslabn de tuna cadena de amor, abnegacidn y caridad, porque st vi ee algo muy datinto de es sombra que proyeten cont de su alooba los «recuerdos Iejanos», recuerdos de ink recuerdos, por no ser mAs que recu realidad. Eso sf, una sombta de la tnica Ia que se abre “entre ellos y_ ese . Enize la sombra y Bonifacio se alzan también sucesivas geaeraciones de t6picos, de estereotipos, de habitos y costumbres. Bonifacio no consigue que su tinico hijo se llame «Manolia o Je- sis». Porque, en realidad, el hijo de Bonifacio no es el Manolin o Jestis que €l habfa deseado, sino su sombra. Lo que Bonis contempla ca el regazo de dofia Celestina es (pe sina 598). No falta aqué tampoco el incisi nis también crefa que aquella vida no era para llegut a viejon, porque aquellos arcbatos «eran manjar muy superior al estémago empobre- cido por tibias aguas cocidas del ra{sero esctibiente de don Diego». Es evidente que lo que Alas esti describiendo en esa excena no ¢3 la problemitica emocional de una simple aventur dad sexual de una mujer joven cualquiera, Tampoco ee , historia retrospectiva de intensidad pesional noes nk mucho menos la eftetorizacign expon ténea ¢ incontenible de una ansia de libertad, sino la obsesién maso- quista y autodestructore de un deseo de venganza imposible. Que no se trata de una intensidad de plenitud o de expansiva comunicaci6a, sino el vértigo de un vacio interior donde se anula toda comunica’ cin, posible. El elemento catatico que hace surgir ese vacio dentro de Serafina, y de él su apasionada sed de venganza, es la imagen del otro. Lievade de su natural ¢ instintiva sensualidad, seguramente Se safina se bubiese abandonado de todas formas a los brazos de Bo- nifacio. Pero era preciso que el otro deseara (al menos en In mente de Serafina) ese abandono sensual para que éte se transformara res que rigen en ese mundo de asin» no son las Teyes sobrehumanas e inapelables del tuniverso, sino las leyes de un deseo frustrado que se venga rabioss- mente de su propia frustraciéa, O, lo que en iiltima instancia viene — 24 — eer a significar lo mismo, les leyes universdles ¢ inapelables de un uni- ‘verso que no nos pertenece, en el que no podemos encontramos por ‘que no nos hemos encontrado antes dentro de nosotros mismos, Es fen ese mundo ajeno y vacio de todo contenido personal, 0 personali- zado, donde el novelista sittia, con aplastante légica, el frustrante es- pectro de el ofvo, Gitando en el centro de ese torbellino pasional, Bo- nifacio no es més que un pelele, un ser desprovisto de substancia propia. Su autéatica realidad, su infantil ansia de ternura y de paz, Ya fo os mle que una sombre etrante en espera de una futura reen- carnaci La caracteristica bisica que define ese mundo ajeno o enajensdo, en el que la verdadera realidad de Bonifacio no seré nunca més gue una sombra, es el jento."En el caso de Serafina, Alas fies presenta e2e resentimlento como saotivado por. slap ‘concteto, sus antiguas relaciones con Mochi. La identidad £ Has- ‘punto, existe una explicecin satisfactoria para dicho zesen- , una especie de justificacién del mismo. Al fin y al cabo, fo todo onal ceiccr de Serafina esendnieno. Hay ch cla mo: mentos de ternura, hay en ella una especie de sugerencia de lo que tal. vez ubiese sido su apasionamiento de no haber existido allé ea 1 fondo ls obsesiva presencia del ofro, ese otto que munca consiguis echar fuera de sf misma. En el caso de Emma, ya no vemos Ja menor apaziencia de justi- ficacién. Emma es resentida por naturaleza, por pura deformac de su espiritu tortuoso. Emma es desde un primer momento «el ene- del abismo> (635). igo», el que habita «en las regiones mis iit iad Solmenes de formas fatfoteas, la a cele fe rarca de ese mundo sin substancia, sin esperanza, sin amor, en guetta constante contra sf mismo. Su vida es un ansia constante de venganza, un continuo afin por deleitarse con las flaquezas del préjimo, cosa cen Ia que ella encontreba «una extrafia delicia y cierta vani Jo que ella crefa su espfrita singular, nico». Creo que Alas i nante con respecto al diabolismo de su personaje-cuando afirma ae el descubrimiento de !a maldad ajena le embelesebe Meciay (614). En otras palabras, Emma es le gran el caso de Serafina, Ia identidad fisica del otro, e de Emma ese otro puede ser cualquiera que se cruce en’ su camino. Bape al sake de Gualqior deco deny ce re él y apropidrselo, movida en esto por esa st venganza. Como si sintiera en el fondo de sf mis- ma que el hecho de apropiarse el deseo del oiro es Ia forma més perfecta y refinada de destruir el objeto de tal deseo. Como si qui- — 225 — 15 siera, de una forma vehemente, comunicar.a los otros su_propia frastracién, Emma jamés se opone’a un deseo culpable. Necesi de estos deseos ajenos como de su propia vida. Los aliment incita y, sobre todo, los imita. Aungue, como en 1uceno, ese deseo vaya en contra de sus propios intereses mate- riales, EI placer de sit singular venganza es’ muy superior al escaso interés que ella pueda tener por conservar su fortuna. En la descripcién que hace Alas de Emma Velcéscel, nos encon- tramos ante uno de fos.estudios. més penetrantes de ia literatura moderna sobre lo que pudiéramos lamar sicologia de lo diabélico. Aqut sélo podemos esbozer los rasgos més salientes de esc diabo- smo, para poner de manifiesto la forma en que Bonis, «a quien no gustaba In ficcidn en nada», es desposefdo de su propia realidad y convertido en un puro ente de ficcién, en algo sin més realided ‘es consecuencia, precisam que los retuerce y los frustra por dentro’ com ico constituye ya un elemento estéticd itmpres- ese soplo infernal encuentra sa base argu mnes de Emma Valedrcel, esa tii mimada, neurética Antes de examinar lo qu toda Ta novela, aquélla en mica dela frustracién y el re- explicita y definitivamente, de Bo- nas citas que nos: hagan ver la concatenacién que Alas establece Pavlatinamente entre la sina mimade y eapzichose, hija nie, del aboredo Valeércel, y la figura satdhica que ya hemos descubierto en 1 Une novela.:, 3. — 226 — también sin esperanza, del insigne don Antonio Diego Valcércel Merés, famoso guetrezo que hizo y deshizo en Ja guerra de las Alpu- 58). Es decir se enamora de su retrato: «Brillando como , gracias al bamiz reciente, el misterioso personaje del lienzo cia a los ojos sofadores de Emma como el tipo ideal de ss muertas, isreemplazables.» Era ésta , La copia, como es cvidente, no sc reduce sdlo a la intensidad de lo puramente erdtico, sino que abarca, de manera mucho més significativa, todo el tortuoso proceso sicoldgico a través del cual Bonifacio Reyes queda convertido, ahora de manera explicita y pal- pable, en un ente de ficcidn, en una-figura teatralizada, Para com- prender perfectamente 1a semejanza entre las dos situaciones, sélo, al pensar en la primera de ellas, con. colocar a Bonifeci papel de el ofro, ese oto ausente fisicamente en aquel Basta con hacer de Bonifacio, no sélo cl instrumento 0 la venganza del resentido, sino, al mismo tiempo, el objet de esa venganza. Le tinica diferencia seria entonces el grado de refi amiento satfnico que llega « conseguir Emma: ya no es necesatia i sigui i , puramente instrumental, de un tercero en el papel de ad de Bonifacio ha avan- instante mismo de sentir la poderosa atraccién que sobre ella ejerce el apuesto gala que precisamente representa en escena:el papel amante, resplandeciente en_ su magnifico atavio de noble caballero, t-con todos los ‘atributos que una heroina roméntica exigiria jantes a los. de aquel insigne semejantes,, incluso, por ser suractivo de Minghetti hubiese car ssubstancia», bubiese sido algo tes caprichos de enferma nex 10 mas'de sus extravagan- ‘Emma ve su tre- macho que ver con I attiad de )con ue fa rodeaben y advlaban ‘primo Sebastin, «que la habfa amado : al

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