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LEJOS COMO MI QUERER Regresaba al castillo con sus damas, cuando desde lo alto del caballo lo vio, joven de larga melena al borde de un campo. Y aunque fueran tantos los jovenes que cruzaban su camino, a partir de aquel instante fue como si no hubiera ninguno. Ninguno mis que aquél Por la noche, en el tanquete, no rio con los saltimbanquis, no aplaudi6 a los miisicos, apenas si tocé la comida. Sus manos pdlidas reposaban. Su mirada vagaba distant. Qué tienes, hija, que te veo tan pen- a? —pregunts el padre. —iOh, padre! ;Si supieras! —exclamo ‘lla, feliz de participarle aquello que ya no cabia en su pecho. Ye habls del joven, de su lindo rostro, de sus largos cabellos. Lo que el padre pensé, no lo dijo. Pero al dia siguiente, senor que era de aquel castillo y de las gentes, ordend que se decapitara al joven y se arojara su cuerpo al rio. La cabeza la entregé a su hija en bandeja de plata, él que siempre habia satistecho todos sus deseos, Aqui tienes lo que tanto anhelabas, Y sin esperar respuesta, sin buscarla siquiera en sus ojos, se retirs, Ido el padre, la castellana lavé aquel Fostro, perfumé y peind los largos cabe- los, acarici6 la cabeza sobre su regazo, Por Ja noche la posé en la almohada al lado de la suya, y se acosté a dormir. En la oscuridad, sin embargo, hondos suspiros impidieron la legada de su suefio. —éPor qué suspiras, dulce mozo? —pregunt6, volviendo el rostro hacia la otra almohada. sal Porque dejé la tierra arada en mi campo. Y las semillas listasen mi granero. Pero no tuve tiempo de sembrar. Yen mi ‘campo nada crecerd —No te apenes —respondié la caste~ Mana—. Maiiana sembrare tu campo. ‘Al dia siguiente llamé a su dama més, fiel, dijo a las otras que queria pasear, y salieron ambas a caballo Se apearon en el campo donde ella lo habia visto la primera vez. La tierra estaba arada. Enel granero encontraron las semi- Has. La castellana se ca'z6 unos zuecos sobre sus zapatillas de satin, no fuera que elbarrola delatara ante su padre. Y duran- te todo el dia echo semifas en los surcos. Porla noche se sentia exhausta. Y ya iba a dormirse, cuando hondos suspitos la detuvieron a la orilla del sueno. —2Por qué suspiras, culce mozo, si ya sembré tu campo? —Porque dejé mis ovejas en el monte, y sin nadie que las Hleve al redil serén devoradas por los lobos —No te apenes. Mafiana buscaré tus ovejas. 19 Al dia siguiente, tlam6 a aquella dama que por sobre todas le era iel, yaduciendo de nuevo su deseo de pasear, franquearon juntas los muros del castillo. Subieron a caballo hasta lo alto del monte. Las ovejas pastaban. La castellana cubris su saya con el manto, no fuera que hojas y espinos la delataran ante su padre. Después, con la ayuda de su dama reunié las ovejas y, Hevando el caballo de las riendas, descendié con el rebaiio hasta el redil. Exhausta estaba esa noche, cuando el hondo suspiro parecié lamarla —aPor qué suspiras, dulce mozo, si ya sembré tu campo y recogi tus ovejas? —Porque no tuve tiempo de guardarla liltima paja del verano, y se pudriré cuando leguen las luvias. —No te apenes. Mafiana guardaré tu aja. Cuando al dia siguiente mand6 lamar a su dama més fiel, no fue preciso ex- plicarle a dénde irian. Y con el pretexto de tomar el aire, se alejaron ambas del castillo “0 | | | | | Los haces de paja, amontonados, se secaban al sol. La castellana se calz6 los Zuecos, protegié su saya, se envolvié con tiras dle patio las manos, no fuera que las. heridas la delataran ante el padre. Y comenz6 a llevar los haces al granero, Antes del anochecer la tarea estaba terminada, ylas dosregresaron al castillo. Ni ast hubo silencio esa noche en el ‘oscuro cuarto de la castellana. —éPor qué suspiras, dulce mozo? — Pregunt6 ella una vez mis—. Por qué suspiras, si ya sembré tu campo, recogt tus ovejas y guardé tu paja? —Porque otra tarea atin es necesaria. Y es, sobre todas, la que mas me entristece. Majtana deberds en‘regarme al rio. Sélo 41 sabe donde espera mi cuerpo. Sélo él Puede juntarnos nuevamente, antes de entregarnos al mat. —iPero el mar esta tan lejos! —suspiré ‘con tristeza la castellana, Y aquella noche fueron dos los que suspiraron. Al amanecer, la castellana perfumé y Peind los largos cabellos del joven, ua acaricié la cabeza, la envolvié por fin en linos blancos, y lamé a la dama, Los caballos esperaban en el patio, un soldado guardaba el portn. —Vamos a evar algo de comida a los pobres —le dijeron. Y salieron, llevando su fardo. Siguiendo la margen de las aguas, se alejaron de la ciudad hasta encontrar un Femanso. Alli se apearon. Abiertos los linos, entregaron al rio su contenido. Los largos cabellos flotaron un momento, agitandose como medusas. Después desaparecieron en el agua oscura, De pie, la castellana tom6 las manos de su dama. Que le fuera fel, Ie pidié, y tal vez un dia volverfan a verse. Ahora, ambas debian tomar rumbos distintos. Para la dama, el castillo. Para ella, el mar. —iPero ests tan lejos el mar! —exclamé ladama. Montaron las dos. La castellana con- templ6 la gran planicie, las montafas al fondo. En algén lugar més llé de aquellas ‘montafias estaba el mar. ¥,en alguna playa de aquel mar, el joven la esperaba —La distancia hasta el mar —dijo en ire vor tan baja que tal vez.la dama no pudo ofrla— se mide con mi querer. Y espole6 su catallo.

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