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PASH UIU COLO Rme Vist) Y MANIFIESTOS INDIGENAS (Desde la conquista hasta comienzos del siglo XX) La BIBLIOTECA AYACUCHO fue creada por el gobierno SCS CED Mr Mlk como C | sesquicentenario de la batalla mediante la cual, en Ayacucho Cree CYS MTR tet erie) al mando del Gran Mariscal venezolano Antonio José de Sucre Reena icteric Pte Sol ete mlb tut oetr ce La BIBLIOTECA AYACUCHO concebida como una contribucién Pence Cer iat Coeteco ICM Ca ey eee etree race COM crete cra ae Ree ete enter VC Le) Pee Ce Een tty Cet uC CE EL seh tt CoM Coc ih MST Coron Com Er CR Ter CME eE TTC politico, folklore, antropologia, etc.— desde los aportes de las civilizaciones indigenas hasta la poderosa creatividad de nuestros CCM CECE COMMERCE Crt y variadas manifestaciones de una cultura que es, por definicién, mestiza, producto de una original mezcla de legados. La BIBLIOTECA AYACUCHO COR RC men titer CnC Venezuela a la cultura de nuestra America, a la vez que pretende ee eerie su rica tradicién literaria, subrayando lo que tiene de eC Ree tee Le Peeetr ett Com Cent ny BAe rs Cart autonomia intelectual y a una Chl eC n Ct Moet ot FUNDACION BIBLIOTECA AYACUCHO. CONSEJO DIRECTIVO José Ramén Medina (Presidente) Simén Alberto Consalvi Pedro Francisco Lizardo Oscar Sambrano Urdaneta Oswaldo Trejo Ramén J. Veldsquez Pascual Venegas Filardo DIRECTOR LITERARIO José Ramén Medina TESTIMONIOS, CARTAS Y MANIFIESTOS INDIGENAS (Desde la conquista hasta comienzos del siglo XX) / \ TESTIMONIOS, CARTAS Y MANIFIESTOS INDIGENAS (Desde la conquista hasta comienzos del siglo XX) Seleccién, prélogo, notas, glosario y bibliografta: MARTIN LIENHARD BIBLIOTECA A AYACUCHO © de esta edicibn BIBLIOTECA AYACUCHO, 1992 Apartado Postal 14413 Caracas - Venezuela - 1010 ISBN 980-276-187-7 (empastaday ISBN 980-276-183-4 (riistica) Disefio / Juan Fresin Forocomposicién y Montaye / Edigufas, CA Impreso en Venezuela Printed m Venezuela Oye, ladrén bandido, hoy te mataré, carajo. cPara qué has venido a nuestras casas, 4 nuestros pueblos, carajo? Quién acaso ba ido 4 tus casas, a tus pueblos? ¢No decian ustedes todavia: caraso, hoy como stempre, como antes, bien de rodillas me has de servir? A partir del dia de hoy esto, carajo, se termind, has de olvidarlo del todo. Ladrones, hombres ladrones, cdénde estan nuestras chacras? cdinde estén nuestros antmales? Ladrones, perros, mistis, hoy en nuestras manos van a mort. Hoy no somos ya como antes, ya no somamos ni dormimos. Hoy pues estamos despertando del todo, carayo. “Versos de escarnio contra los latifundistas”, Rumitage, Canas (Cusco), 1921, trad. del quechua. x PROLOGO LA DESTRUCCION DE LAS SOCIEDADES AMERINDIAS Y¥ SU RECONSTRUCCION COLONIAL CUANDO SE DESPERTARON de la pesadilla del encontronazo, las colec- tividades humanas que ocupaban desde tiempos inmemoriales el conti- nente ubicado al oeste de Europa cuvieron que admitir la evidencia: los intrusos estaban todavia alli. Antes de que pudieran adaptar su pensa- miento y su prdctica a esta nueva presencia, los falsos huéspedes se habian convertido en los verdaderos duefios de su espacio. Cuando los autéctonos intentaron expulsarlos por la fuerza militar, los extranjeros ya se habian granjeado la simpatia de algunos de los sefiores locales y pudieron resistir ventajosamente las embestidas desesperadas de los otros que no ten{an Ja intencién de dejarse someter. Al final, las colec- tividades autdctonas no hallaron otra solucién que la de contemporizar con sus adversarios demasiado astutos y crueles. Algunas, para salvar algo de su pasada autonomia, se retiraron a unos lugares por entonces inaccesibles. Oras, inmovilizadas por su propio tamajio, optaron por negociar con los intrusos su porvenir mal encaminado El despertar amargo de los “indios americanos” fue vivido, simul- t4neamente o no y con las peculiaridades del caso, por todas las colecti- vidades autéctonas a lo largo y lo ancho del continente “descubierto” por los europeos. En mayor 0 menor medida, ellas sobrevivieron al primer choque. Sobrevivieron también, pero con tremendas pérdidas, a las guerras contra el invasor; a las guerras contra otras colectividades autéctonas en que fueron involucradas por los europeos; a las guerras que las facciones de europeos, con ejércitos fundamentalmente indige- nas, se libraron. Con pérdidas mas tremendas todavia, sobrevivieron a las enfermedades nuevas traidas por los conquistadores. Sobrevivieron, XI finalmente, a toda la brutal desestructuracién de su modo de vida (or- ganizacidn social, economia, sistema politico, religién, cultura). Después de Ia catdstrofe, las colectividades indigenas, mermadas, debilitadas y marginadas, reorganizaron bien que mal su vida y su auto- nomia —relativa— en el marco, ciertamente incémodo y desventajoso, que les ofrecia un sistema colonial ya inamovible. No dejaron nunca, pese a las apariencias, de actuar como sujetos en una historia que les pertenecia sdlo en parte: en una parte a veces minima. Ya que la guerra absoluta contra el invasor, cuando habjan intentado realizarla, se habia frustrado siempre, optaron generalmente por una estrategia defensiva que les permitiera conservar una autonomia relativa. Esta estrategia combinaba la negociacién, casi permanente, con acciones guerreras, pun- tuales y de alcance limitado, encaminadas ante todo a la defensa de la autonomia amenazada, La expulsién militar de los europeos —para no decir, mds tarde, la de los criollos— no iba a figurar mas al orden del dia. EL DISCURSO INDIGENA DESTINADO A LOS "EXTRANOS” EN EL INTERMINABLE proceso de “negociacibn” entre las colectividades indigenas y las autoridades coloniales 0 criollas, el “alegato” de la parte indigena, cuando Mega a desembocar en un documento escrito, suele tomar la forma de un testimonio, de una carta, de un manifiesto. A veces, la de un tratado o de una narracién historiogréfica. Escritos, dictados 0 “dichos” por indios, estos textos forman parte de una tex- tualidad “indigena”, pero no se deben confundir con la que se viene Iamando, tradicionalmente, “literatura indigena”’ En todas las colectividades amerindias se atribuia (y se sigue atri- buyendo) un prestigio indiscutible a ciertas practicas verbales, social- mente estables y de cierto refinamiento, que podriamos calificar de “literatura” —mas por su funcién, relativamente andloga a la de la literatura en las sociedades occidentales, que por su apariencia—. Los “textos” verbales producidos, no siempre auténomos, se suelen insertar con frecuencia en unos “discursos” complejos que combinan los mas variados medios y cédigos semidticos: medios propiamente verbales (lenguajes, recursos narrativos y poéticos...), musicales (misica, ritmo, entonacidn...) y gestuales (actuacidn teatral, coreografia, vestimenta, XII pintura corpérea...). Estas son, para las colectividades amerindias, las practicas “textuales” bdsicas, su “tradicién”. Vinculadas a menudo a determinados momentos sociales (rito, trabajo, ejercicio politico), ellas contribuyen, en una medida importante, a afianzar y a demostrar su cohesién socio-cultural. Si bien muchas colectividades amerindias dis- ponian, desde antes de la conquista, de “escrituras” 0 sistemas de nota- cidn, la existencia de “textos” escritos (pensemos, por ejemplo, en los cédices “glificos” de Mesoamérica) no debe suscitar la idea de unas practicas escritas autosuficientes, destinados a la lectura individual y a su difusién mas alla de los limites de la comunidad. Latentes, los textos prehispénicos “escritos” requerfan, para alcanzar su plenitud, su recita- cién oral frente a un auditorio. La expresién literaria propia de los colectivos amerindios fue, por lo canto, predominantemente “oral” e “interna” [cf. Lienhard 1990: cap. I]. Ante la necesidad de “hablar” a sus interlocutores europeos o crio- llos, las colectividades indigenas tuvieron que crear un discurso distinto, capaz de llegar a los ofdos 0 los ojos de los “extrafios”, adversarios 0 posibles aliados: autoridades, personalidades y funcionarios metropoli- tanos 0 coloniales, luego republicanos; jefes militares del campo adver- so; pero también, desde el siglo XVIII, la “opinién publica” local, na- cional o internacional. Provistas de este discurso nuevo, ellas aprendie- ron, también, a moverse en el universo de la escritura al estilo europeo: sea como testigos orales, pero conscientes de los mecanismos de la comunicacién escritural, sea como autores 0 “dicta-dores” de cartas, manifiestos y otros textos andlogos. Creado para hacer frente a las necesidades que imponia la situacién colonial, el discurso indigena des- tinado a los “extrafios” se inscribe en la relacién conflictiva entre el “colonizado” y el “colonizador”. Instrumento de la negociacién, el discurso que estructura los testi- monios, las cartas o los manifiestos indigenas ostenta, aunque no siem- pre, rasgos marcadamente "diplomaticos”. Por un lado —caracteristica general del sistema de comunicacién elegido— el discurso sobreentien- de més de lo que dice y exige, por lo canto, un desciframiento —un “dectiptaje”— cuidadoso. Por otro lado, para adaptarse al horizonte cultural de su destinatario, el texto se sirve, en mayor o menor medida, de los recursos que ofrece el arsenal poético-retérico de los “extrafios” —europeos o criollos—. Epistolar, historiogrdfico 0 testimonial, este nuevo discurso indigena implica, pues, la practica de un didlogo inter- cultural. En los textos realizados se desarrolla, de modo abierto 0 sub- terraneo, un intenso enfrentamiento entre la cultura impuesta y la pro- pia, desembocando a veces en una especie de esquizofrenia del sujeto Xi enunciador. De ahi, su interés para un mejor conocimiento de los pro- cesos indo-hispanicos de interaccién cultural, AREAS Y PERIODOS INSTRUMENTOS de y para la negociacién, las cartas y los testimonios indigenas suelen multiplicarse en los momentos Algidos del conflicto étnico-social que opone a “indios” y “no indios”. Organizados segin dreas hist6rico-culturales y momentos histéricos, los documentos reu- nidos en este volumen permitiran seguir, hasta cierto punto, la diplo- macia de diferentes colectividades indigenas marginadas y deducir sus estrategias politico-culturales frente a los poderes colonial o republica- no. Privilegiamos, a raiz de la relevancia continental de su historia interétnica, tres grandes espacios: Mesoamérica, Andes centrales y Area tupi-guarani. La breve seleccién de documentos procedentes de otras areas (Andes septentrionales, Caribe continental, Pampa argentina) per- mite una ojeada a algunos de los conflictos que se desarrollaron fuera de los grandes espacios mencionados. Si bien los testimonios, las cartas y los manifiestos indigenas ob- servan, hasta cierto punto, las convenciones “literarias” establecidas, en cada época, para tales escritos, una periodizacién basada en criterios poético-retéricos tendria poco sentido: los textos no se inscriben, prio- ritariamente, en una dindmica literaria, sino en determinadas situacio- nes de conflicto. Aunque se refieran, como sucede a menudo, a proble- mas muy concretos y locales, ellos remiten en definitiva a una etapa determinada del enfrentamiento étnico-social entre sociedades indige- nas marginadas y sectores hegeménicos. Algunos de sus autores —los lideres andinos del siglo XVIII, los dirigentes campesinos mexicanos del siglo XIX— se muestran perfectamente conscientes de la dimen- sién regional o continental de su lucha. Partiendo de la historia de las areas mds representativas, pode- mos distinguir, muy aproximativamente, las grandes etapas siguientes: 1. Implantacién y consolidacién del sistema colonial/ resistencias indi- genas. 2. “Paz” colonial/ resistencia cultural y movimientos locales de insu- bordinacién. 3. Reestructuraciones coloniales del siglo XVIII/ movimientos insu- rreccionales. XIV 4. Expansién latifundista/ Iuchas indigenas contra el despojo. 5. “Modernizacién dependiente”’/ movimientos indigenas nuevos. Dificiles de determinar a raiz de la propia complejidad de los procesos histéricos [cf. Lienhard 1990: cap. III], los limites cronoldgicos de estas etapas varian, en una medida importante, de un 4rea (0 sub- rea) a otra. Varian, también, las plataformas politicas y la idiosincrasia cultural de los movimientos que luchan, al mismo tiempo, por objetivos —a veces, pero no siempre— coincidentes, A la hora de consolidarse el sistema colonial en México central (mediados del siglo XVI), por ejemplo, el Pert se halla —guerras interespafiolas y resistencia incai- ca— en pleno caos, mientras que en Paraguay, los jesuitas no han comenzado, todavia, su trabajo de “conquista espiritual”. Cuando Juan Santos Atahuallpa lanza, en el Peri, su gran ofensiva contra la domi- nacién espafiola (1742), hace apenas cuatro decenios que se conquistd el Petén yucateco-guatemalteco. En estos mismos momentos, en el Ca- ribe continental, los guajiros estan librando su ultima guerra contra la conquista espafiola; cuarenta afios més tarde, debelada la gran insu- rreccién colonial de los mismos guajiros, los espafioles de la zona fes- tejan como suyo el triunfo que las huestes espafiolas del Pert: acaban de alcanzar sobre la insurreccién tupacamarista. En pleno siglo XIX, la lucha de los mayas yucatecos contra la expansidn latifundista, como 1a de los indios de la pampa argentina, contiene aspectos de “guerra con- tra la conquista”. En varias 4reas mexicanas, en cambio, los movimien- tos coetaneos conera el latifundismo anticipan el agrarismo de inspira- cién “socialista” 0 “cristera” que se manifestard en y después de la revolucién mexicana. En resumen: no seria dificil multiplicar los ejem- plos que demuestren la imposibilidad —y la falacia— de una cronologia precisa. Por motivos de espacio y de coherencia interna, nuestra documen- tacién no incluye el ultimo periodo. En la etapa de la “modernizacién dependiente”, el conflicto entre las colectividades “indigenas” y los sec- tores hegeménicos evidencia una serie de rasgos nuevos (aunque algu- nos de ellos se habian manifestado ya en los enfrentamientos agrarios mexicanos del siglo XIX). Nos referimos a la penetracién cada vez mas rapida del capitalismo en las areas rurales; la integracién socio- cultural creciente de las comunidades indigenas tradicionales (que im- plica, a menudo, su transformacidn en sectores urbanos marginales); la adopcién, por parte de ellas —o ellos— de nuevas formas de lucha, inspiradas en el sindicalismo, el socialismo o la teologia de la libera- cién; el desarrollo de fuerzas politicas criollas més o menos solidarias de las masas indigenas y marginales, etc. Al mismo tiempo, varios mo- XV vimientos indigenas modernos subrayan, con orgullo, los valores de su cultura ancestral y la necesidad de su defensa. A todo esto subyace y se agrega la internacionalizacidn creciente del contexto econdmico, politi- co y cultural. En este contexto nuevo y dindmico, las formas del “testi- monio” y del "manifiesto” —la practica epistolar tradicional dejé, prac- ticamente, de existir— vinieron experimentando una renovacidn pro- funda. A su difusién semiconfidencial sucedié su publicacién a través de todos los medios modernos: periddicos y libros, tribunas parlamen- tarias, radio, cine, televisién, video. Imposible en el marco de este vo- lumen, una presentacién antolégica de todos estos materiales seria, sin embargo, muy deseable. LOS TEXTOS COMO YA SE INDICO, los textos reunidos en este volumen se refieren, en su gran mayorfa, a situaciones de conflicto locales 0, a lo sumo, regionales. Las notas que introducen cada uno —o cada grupo— de ellos, proporcionan toda la informacidn contextual necesaria para su lectura y comprensién. Aqui no nos incumbe, pues, el estudio de los documentos particulares. A partir de una serie de ejemplos significativos, indagaremos el funcionamiento —y las transformaciones histéricas— de los procesos comunicativos que subyacen a los textos testimoniales y epistolares. Analizaremos sucintamente las caracteristicas formales (“género”, etc.) € ideo-tematicas de los documentos, determinadas en buena parte por la calidad de esos procesos y de sus protagonistas. El conocimiento de los mecanismos generales de la produccién testimonial o epistolar per- mitir4, luego, apreciar mejor los rasgos especificos de los documentos particulares. Ayudard, también, a interpretar mejor las omisiones, los rodeos, las "mentiras”, las imprecisiones y otros rasgos expresivos que caracterizan el “discurso indigena destinado a los extrafios” —y su trans- cripcién—. 1. LA “CITA” Y EL “TESTIMONIO DEL TESTIMONIO” EN MUCHAS de las numerosisimas relaciones confeccionadas por los conquistadores (militares o “espirituales”) durante 0 después de su ex- XVI pedicién, se ofrecen supuestas “transcripciones” de discursos que de- terminados lideres indigenas dirigieron —o no— a los “extrafios”. A menudo inverosimiles, tales “testimonios” se realizaron, a todas luces, sin contar con una infraestructura técnica adecuada (intérpretes, escri- banos, testigos) y —més grave atin— sin la participacién efectiva del locutor indigena. Con frecuencia, el discurso indigena se “transcribia” de memoria, afios o decenios después de haber sido pronunciado —en un idioma frecuentemente ininteligible para el cronista—: mondlogos de Motecuhzoma en la crénica de Bernal Diaz del Castillo, o de Atau Huallpa en la de Pedro Pizarro. Aunque contenga a veces ecos com- probables de un discurso que fue realmente pronunciado, su funcidn se reduce en estos textos a apoyar, en tanto “prueba fehaciente”, un ale- gato personal o de grupo. Facilmente “diabélicos”, tales discursos "trans- critos” justifican, en muchas relaciones, la represién que se abatiria sobre los indios. En otros casos —Montoya (doc. 104)— ellos ponen de relieve la dificultad de la conquista espiritual y la intrepidez de sus protagonistas. En el contexto de ciertos juicios e “informaciones” legales se halla una variante mds verosimil de la cita del discurso indigena: el “testi- monio del testimonio”. Un testigo —no indigena— cita fragmentos del discurso indigena para apoyar la argumentacién de quien o de quie- nes lo convocaron. Si bien, en este caso, el protagonismo indigena no resulta mucho menos dudoso que en el de las “citas” apenas menciona- das, se puede suponer que el contexto legal favorece, hasta cierto punto, una reproduccién més “cuidadosa”, mds fidedigna del discurso indigena: la institucién a la cual se ditige la probanza pod, si lo desea, realizar sus propias averiguaciones para controlar la autenticidad del “testimo- nio de testimonio”. Para demostrar la excelencia de sus servicios prestados al progreso del cristianismo entre los indigenas, el ambicioso clérigo presbitero Cristébal de Albornoz presenta, en 1570, 1577 y 1584, sendas “infor- maciones de servicios”. Los documentos entregados por el eclesidstico retinen, sobre todo, numerosos testimonios de colegas y otras persona- lidades que lo vieron trabajar [Millones 1990]. El punto que mas des- tacan los testigos es el papel decisivo que Albornoz desempefié en la represién del movimiento nativista ayacuchano que se conoce bajo el nombre de taki ongoy, “enfermedad de la misica y la danza”. Varios de los testigos dan una descripcién relativamente detallada de este mo- vimiento, y resumen incluso el discurso de sus predicadores-danzantes, centrado en el retorno de las buacas. Este término designa, en el area de los Andes centrales, los lugares sagrados y sus representaciones an- XVI tropomorfas. Segiin uno de los testigos invocados, el padre Gerénimo Martin, los predicadores afirmaban que ya estas huacas* llevan de vencida al dios de los cristianos [...], y que ado- rando las dichas huacas y haciendo las cerimonias que los [...] maestros de las dichas guacas les decian que hiciesen, les irfa bien en todos sus negocios y ten- drian salud ellos y sus hijos, y sus sementeras se darian bien, y si no adoraban las dichas huacas y hacian las dichas cerimonias y sacrificios que les predicaban, se morirfan, y andarian las cabezas por el suelo y los pies arriba, y otros torna- rian guanacos*, venados y vicufias* y otros animales, y se despefiarian desatina- dos, y que las dichas huacas harian otro mundo nuevo y otras gentes... [op. cit.: 1990, 130] La autenticidad de este “testimonio de testimonio” parece, a pri- mera vista, mds que dudosa: ;cémo no tener la impresién de que el testigo, amigo de Albornoz, subraya la peligrosidad y la indole demo- niaca del discurso indigena para enfatizar la audacia del misionero cris- tiano que se atrevié a combatirlo? Sin embargo, los conocimientos que aportaron los estudios andinos recientes, mas que nada la etnohistoria y la etnografia de las poblaciones quechuas del 4rea implicada, obligan a tomar en serio ese discurso atribuido a los predicadores del taki on- qoy: si bien su formulacién, repetida casi textualmente por otros testi gos, puede parecer “fabricada”, sus elementos se integran perfectamen- te a lo que se sabe de la cosmovisién andina de la época colonial. Unos decenios antes (1539), en el juicio que la Inquisicién novo- hispana siguié contra don Carlos Ometochtzin Chichimecatecuhtli, ca- cique de Tetzcoco, un testigo —indigena— de la acusacién habia atri- buido a este dirigente indigena un discurso radicalmente antiespafiol: {Quignes son éstos que nos deshacen y perturban y viven sobre nosotros y los tenemos a cuestas y nos sojuzgan? Oid acé: aqui estoy yo y ahi esta el sefior de México, Yoanizi, y alli est mi sobrino Tezapilli, sefior de Tacuba, y alli est Tlacahuepantli, sefior de Tula, que todos somos iguales y conformes, y no se ha de igualar nadie con nosotros: que ésta es nuestra tierra y nuestra hacienda y nuestra alhaja y posesién. ¥ el sefiorio es nuestro y a nosotros pertenece... [Me- dina/ Jiménez Rueda 1951: 45] No se trata aqui del testimonio de don Carlos ante el tribunal. El testigo “reproduce” un discurso que don Carlos dirigié, supuestamente, a sus secuaces. Resulta dificil pronunciarse acerca de su autenticidad: por un lado, su argumentacién resulta perfectamente verosimil, por otro, es precisamente la que necesitaba el tribunal para condenar a muerte y ejecutar, como de hecho lo haria, a quien la empled. Cuando se consideran las presiones que podia sufrir un testigo ante la Inquisi- cién, no se puede descartar que este testimonio, por “auténtico” que parezca, sea el resultado de una manipulacion. XVIIL A muchos lideres indigenas revolucionarios —por ejemplo a Juan Santos Atahuallpa [docs. 80-82]— se atribuirdn declaraciones semejan- tes, siempre imposibles de verificar: al dirigirse a los “extrafios” (si es que se dignan hacerlo), ellos, conscientes de las reglas del juego [v. infra], no manifestaran nunca opiniones definitivamente contrarias al rey y al cristianismo. 2. LOS TESTIMONIOS INDIGENAS MOTIVACIONES EN OTRO TIPO de textos, el locutor indigena, real y perfectamente iden- tificado, desempefia un papel activo, consciente € imprescindible en el Proceso que desemboca en la presentacién —o “reduccién”— escrita de un fragmento de discurso indigena. Desde la época colonial, o quizés sobre todo en esa época, la re- daccién de textos en los cuales “se da la palabra a los indios” ha sido una practica muy comin. Pero no es, salvo en una serie de textos excepcionales, una auténtica voluntad de conocer al otro la que mueve al transcriptor. En la mayoria de los casos, la transcripcién del discurso indigena obedece a motivos de orden mas practico. Para imponer la racionalizacién de la explotacién colonial, el po- der metropolitano necesitaba saber en qué medida las estructuras poli- ticas, sociales y econémicas de los sefiorios prehispanicos seguian ofre- ciendo una base operativa para la organizacién colonial, o si exigian, al contrario, una transformacién mds 0 menos profunda. Para conocerlas, una sola opcién: consultar a los representantes sobrevivientes de estos sefiorfos. A raiz de esta voluntad politica central, centenares de funcio- narios coloniales consignaron por escrito las declaraciones de miles de antiguos y nuevos dignatarios indigenas acerca del funcionamiento po- litico, econémico, tributario y religioso de sus sefiorios. Si bien muchos de estos documentos no proporcionan sino unos datos de tipo técnico © estadistico, otros recrean, a partir de las declaraciones de los infor- mantes indigenas, el discurso indigena sobre la historia prehispdnica 0 la conquista, y permiten adivinar o reconstruir las diferentes actitudes de los conquistados frente a la Colo Pero no bastaba crear las instituciones que permitirfan el cabal funcionamiento del sistema colonial. Habia que controlar también en xIxX qué medida el personal colonial, a menudo recalcitrante frente a las exigencias del poder metropolitano, cumplia con sus deberes: tarea que ejecutaran unos “visitadores” nombrados especialmente para este efec- to. También ellos, sistemdticamente, se apoyaran en el testimonio de los colonizados, creando asi otra documentacién que oftece un espacio relativamente considerable a una expresién del discurso indigena. La Colonia, mundo altamente burocratizado y dominado por am- biciones personales poderosas y encontradas, fue una maquina de in- terminables pleitos por tierras, dinero, titulos, honores, funciones poli- ticas 0 eclesidsticas, puestos... Cada pleito suponia una “informacién” con declaraciones de testigos. Implicados o interesados directamente o no, los sectores indigenas se vieron solicitados a menudo para dar su versién de los hechos. Para conmover o convencer a su destinatario (representante de la autoridad metropolitana o colonial), el testigo in- digena, mas o menos consciente de los problemas de comunicacién intercultural, adoptaba una serie variable de elementos (recursos 0 c6- digos expresivos, légica argumentativa, etc.) que formaban parte del horizonte de expectativas de su interlocutor. De este modo, numerosisimos fragmentos de discurso indigena “colonial” accedieron a la hoja escrita. Los de apariencia mas “literaria’”, los que conservan la forma de narrar o de cantar, las imagenes 0 inclu- so el idioma de la cultura indigena [Sahagin 1979], han suscitado desde siempre un interés considerable. En cambio, las transcripciones de frag- mentos de discurso indigena destinado a los “extrafios” siguen dur- miendo, en su mayorfa, en los archivos. Si no fuera por la actividad cada vez mds intensa de los etnohistoriadores, ignorarfamos hasta su existencia. Es probable que el origen administrativo 0 judicial de estos documentos haya ocultado hasta ahora su interés cultural, para no decir “literario”. Eminentemente hibridos, estos textos articulan una “mate- ria prima” indigena con las exigencias formales de esos lugares “mar- ginales” de la cultura letrada que son las cancillerias y los tribunales. Los obstdculos o las pantallas deformantes que se interponen entre el discurso indigena vivo y su reproduccidn en el documento escrito ame- nazan, indiscutiblemente, su legibilidad. Ahora, no cabe duda de que un conocimiento suficiente del funcionamiento de tales pantallas defor- mantes puede permitir, hasta cierto punto, su neutralizacién, primer paso para un rescate siquiera parcial de la voz indigena soterrada. EL SECUESTRO DEL DISCURSO INDIGENA INDEPENDIENTEMENTE de las circunstancias, las técnicas y los motivos concretos de su transcripcién, los testimonios indigenas —en todo caso XX los de la época colonial— son el producto de un proceso de comunica- cién muy particular. En un acto de comunicacién normal, el emisor, movido por alguna intencién, envia un mensaje al destinatario previsto. Tanto el emisor como el destinatario puede ser un individuo o un colectivo. En cuanto al mensaje, este puede tomar la forma de un canto, un baile, un texto escrito, un cuadro, etc. La operacién comunicativa se ejecuta en un contexto determinado, cuyas caracteristicas son, entre otras, el tiempo, el espacio y la presencia o ausencia de testigos. Para trasmitir su men- saje, el emisor elige un canal: término que puede remitir, por ejemplo, a la comunicacién oral directa, la danza, el libro impreso o la pintura al leo. Para dar forma a su mensaje, el emisor movilizar4 una serie de cédigos: un lenguaje, un tipo o género de discurso, un tono, un acom- pafiamiento o contrapunto gestual, etc. La recepcién del mensaje se logra en la medida en que el destinatario conoce los cédigos empleados por el emisor y sintoniza el canal elegido. Los testimonios indigenas mencionados no se explican a partir de un acto de comunicacién simple. Quiero explicitarlo a partir de un ejemplo. En 1538, Pedrarias Davila, gobernador de Nicaragua, encarga a Francisco de Bobadilla, fraile mercedario, la realizacién de una “pro- banza” acerca del fracaso de las anteriores campafias de evangelizacién de los indios. A fines de septiembre del mismo afio, el fraile reine en Teoca a un grupo de indios para interrogarlos acerca de las cosas de la fe. Tres intérpretes traducen las preguntas del mercedario y las res- puestas de los autéctonos, hablantes del nahuatl. Un escribano apunta el didlogo en espafiol. El resultado “suena” de este modo: F, [Bobadilla]

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