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Del uso y el abuso de

extranjerismos en nuestros textos


(Y de lo difícil que nos puede resultar escribir baipás en
lugar de bypass)

Leía el otro día, en un periódico, una noticia relacionada con el


marketing en el sector de la informática. La alternancia de
palabras escritas en redonda y en cursiva me supuso tal esfuerzo
adaptativo ocular que, al final, tuve que releer la noticia de nuevo
intentando salvar dichos obstáculos visuales y comprender la
información que contenía.

A modo de muestra, había frases como: “El marketing en el sector


del hardware y el software, si no quiere quedarse out u off,
necesita aplicar mejor el know-how”.

Al llegar a mi despacho, dispuesta a ratificar mi fundada sospecha


de que al periodista autor de la noticia le habría sido posible
plasmar la misma empleando otros términos en redonda (y por
tanto, que no fuesen extranjerismos crudos -término con el que
aludimos a aquellos vocablos que tomamos de otro idioma sin
modificar, tal cual se escriben en aquel-), me puse manos a la obra
y comencé a navegar en las páginas web de nuestra Real
Academia de la Lengua (RAE) y de la Fundación del Español
Urgente (FUNDEU).

Tal como recordaba, constaté que desde la FUNDEU se nos invita a


emplear el término márquetin en lugar del extranjerismo
marketing, con lo que ya habríamos evitado un extranjerismo.

Sin embargo, si buscamos en nuestro diccionario (DRAE) el


término marketing, comprobamos que, efectivamente, lo recoge y,
como extranjerismo que es, en cursiva, aunque, para más inri, nos
remite, sin ofrecernos siquiera su definición, al término
mercadotecnia, que es la palabra por la que nos sugieren sustituir
el extranjerismo.

Así que, al final, la elección entre marketing, márquetin o


mercadotecnia, siendo sinónimos, únicamente (sí, lo confieso, he
escrito `únicamente´ en lugar de `solo´ porque me cuesta aplicar
la taxativa reciente norma que nos impone no tildar nunca más el
adverbio, con lo que sigo sin entender qué me quiere decir mi
amigo cuando me comenta que a él le gusta “tomar el café solo”
(:s)) dependerá del gusto del autor.

Confieso, también, que comprendo que el autor de la noticia se


decantase por el extranjerismo: me duele, y mucho, leer el término
márquetin. Sí, sí, lo sé, tendré que hacer un esfuerzo adaptativo al
respecto, porque en la reciente Ortografía de la Lengua Española
(OLE, que por cierto, no podía tener una siglas más españolas (),
de diciembre de 2010, nos anima a emplear los términos con los
que contemos en castellano siempre que sea posible, para evitar
el uso (y el abuso) de extranjerismos.

Hace no mucho tiempo elaboramos, en mi empresa, el manual de


estilo de una entidad dedicada a menesteres médicos y
hospitalarios.

Necesitaban que, de una vez por todas, sus empleados utilizasen,


al redactar documentos, un estilo lo más uniforme posible,
adaptado al target (uy, lo siento, se me ha escapado, quiero decir
al público) al que se dirige dicha compañía pero, sobre todo, que
hubiera algún tipo de coincidencia entre dos textos procedentes de
distintos departamentos, en el uso (que no abuso) de las
mayúsculas y las minúsculas; las cursivas y las redondas; las
negritas y hasta los subrayados, entre otros.

Así que nos pusimos a ello y, como siempre hacemos cuando nos
enfrentamos a esta tarea, recabamos el mayor número de
documentos posibles, cuanto más variados y de fuentes diversas
dentro de la propia empresa, mejor, y nos pusimos a analizarlos y
esbozar los primeros apuntes. Vaya, en realidad, lo que viene a ser
un preoperatorio: análisis y pruebas, además del estudio previo a
la intervención quirúrgica para obtener el mejor resultado posible.
(En nuestro quehacer diario, los trabajadores de textos nos
sentimos como médicos cirujanos que estudian “pacientes”
(textos), emiten un diagnóstico y, en la mayoría de los casos,
aconsejan “operar” (intervenir) para mejorar el estado de salud del
paciente (del texto)).

Poner de acuerdo a una importante plantilla de trabajadores no es


fácil. Es más, muchas veces es la tarea más ardua. Pero el
resultado, sin duda, merece la pena. Sobre todo cuando la
dirección de la empresa comprueba que, por fin, sus textos
mantienen cierta uniformidad, armonía visual e, incluso, se ha
reducido sensiblemente la aparición de faltas de ortografía y
gramática, al atender las pautas del flamante manual de estilo que
han recibido.

Unos días después, sobrecogido, me escribió el Director médico un


e-mail (uy, lo siento de nuevo, quería decir un correo electrónico)
preguntándome si podía ratificarle que aquel “palabro” tan
tremendo que veía en el listado de términos castellanizados que
incluimos en uno de los anexos realmente existía o, para su alivio,
era un lapsus que se hubiera colado. Con todo el dolor de mi
corazón (porque lo cierto es que duele verlo), le dije que sí, que ahí
estaba, en el diccionario, y además no era excesivamente
reciente: baipás, con su plural, baipases. Le animé recordándole
que, junto al “palabro” incluíamos la sugerencia de que, si se
prefería, se podía emplear `derivación coronaria´ o `puente
coronario´, pero no bypass, que contaba con su homónimo
castellanizado.

En fin, huelga decir que me uní a su pesar ante la derrota de tener


que emplear ese “palabro”. Pero, como dice mi hijo mayor, “es lo
que hay”.

Y lo que hay en nuestro idioma, a día de hoy, en relación con los


extranjerismos es (a modo de abstract, digo `resumen´, perdón),
es lo siguiente:

- Cuando no quede más remedio, porque no contemos con un


término castellanizado que posea el mismo o muy similar
significado, haremos uso del extranjerismo: pizza (si bien hay
quien dice que podemos decir `torta´, dudo mucho de que el
teleoperador que nos atienda al pedir una por teléfono no nos
pida confirmación de que hemos llamado al sitio adecuado
porque queremos una `torta´ en lugar de una pizza).
- Cuando exista un término castellanizado que haya desplazado
al extranjerismo, no usaremos este último. Es el caso de baipás,
ya que nuestro diccionario ya no recoge bypass.
- Cuando convivan el extranjerismo y el término castellanizado,
queda en manos del autor del texto escoger el que más le guste
o, como dicen algunos, “el que más rabia le dé”. Es el caso del
whisky y güisqui o de marketing y márquetin.

Visto lo visto, quienes nos dedicamos a las letras, bien en


departamentos de comunicación, o de marketing, o de
publicaciones, o editorial y, sobre todo, publicidad, tendremos que
esforzarnos en emplear los términos castellanizados cada vez más,
para que aparezcan en catálogos de grandes superficies, prensa y
anuncios escritos y, como un buen virus, se propague lo más
rápidamente posible y evitemos acabar hablando en un spanglish
(perdón, quería decir espanglish), poco ortodoxo, cuanto menos.

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