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Arvelo Leslie
lesliearvelo@yahoo.es
Universidad de los andes. Facultad de Humanidades y Educación.
Departamento de Psicología y Orientación
Eje temático: Hombre, historia y sociedad.
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Resumen
El presente trabajo tiene como objetivo abordar algunas relaciones entre los conceptos
“función paterna”, “narcisismo” y “liderazgo político”. En una primera parte se definirán
los constructos “función paterna” y “narcisismo” para luego establecer vínculos entre ellos
con apoyo principalmente de la teoría psicoanalítica. En la parte central de esta ponencia se
procederá a relacionar estos dos últimos constructos aludidos con el de liderazgo político.
Para tales efectos se hará alusión a ciertas alteraciones de la función paterna en Venezuela,
tanto real como simbólica, que pueden generar estructuras psíquicas y síntomas narcisistas
insanos en los ámbitos individual y social. Se mencionará cómo estos trastocamientos en la
paternidad y sus consecuentes trastornos narcisísticos han facilitado, dentro del contexto
sociocultural e histórico de la sociedad venezolana, la emergencia de liderazgos
carismáticos, mesiánicos, salvadores, vengadores y autoritarios. Posteriormente se analizará
la relación del líder con sus seguidores articulando los narcisismos individual y social.
Finalmente se describirán algunos procesos psíquicos, en buena medida inconscientes y
regresivos, que subyacen en las estructuras de personalidad del líder narcisista patológico
que permiten explicar sus comportamientos y la influencia que ejerce éste sobre sus
seguidores, especialmente en coyunturas históricas caracterizadas por carencias
socioculturales (económicas, políticas, institucionales, familiares) y psíquicas (experiencias
tempranas, vículos parentales).
Para Klein (en Aberastury y Salas, 1978) el padre tiene un papel determinante
(aunque dependiente de la madre) en etapas muy tempranas del desarrollo del niño, incluso
antes de la posición depresiva (que se da cerca de los seis meses). A diferencia de Lacan
esta autora otorga una mayor importancia al padre real, a su presencia física, cálida y
frecuente. Así mismo concibe la presencia simbólica del padre no sólo a través de la
palabra sino también mediante las representaciones plásticas (cinéticas y visuales).
Por su parte Oiberman (1998) agrega una función al padre de gran relevancia como es la
referida al modelaje que ejerce el padre sobre el hijo de sexo masculino para que este a su
vez se convierta en padre a futuro. Es decir como figura identificatoria para el paternaje.
considerarlo más preciso, más delimitador dentro del ámbito psicológico. La paternidad
puede abarcar no sólo las funciones del padre sino también los roles y los aspectos
figurativos (la figura del padre). Desde este punto de vista la “función paterna” sería un
concepto más específico que permite, como lo plantea el psicoanálisis, deslindar las
funciones paternas de la figura paterna encarnada en un hombre.
Lo novedoso de esta definición es que agrega a la conocida función paterna real, la función
paterna simbólica. Es decir, la función paterna no sólo es ejercida por una persona, bien sea
el padre o quien lo sustituya (madre, pariente u otro adulto) de forma directa mediante el
contacto cotidiano o esporádico. También se puede ejercer la función paterna en el orden
simbólico mediante la idea o ideas que tengan las personas, grupos e instituciones de la
paternidad, de sus funciones y roles, que se traducen en valores, actitudes y conductas. La
función paterna real se vincula más con lo afectivo y la función simbólica con el papel de
corte, normador de las relaciones humanas. Ambas son igual de importantes y se
complementan. (Arvelo, 2008).
Sobre el narcisismo
(1914,1996)), fue, según el mismo Freud (1920,1996), acuñado por Havelock Ellis, en
1898. A lo largo de su obra Freud (en Laplanche y Pontalis, 1977) habla de un narcisismo
primario y de un narcisismo secundario. El narcisismo primario tendrá dos acepciones para
Freud según el momento de su obra. Inicialmente lo considerará como un estado precoz en
donde el niño se toma a sí mismo, a su propio cuerpo, como objeto de amor, es decir,
vuelca su libido sobre sí mismo. Posteriormente a raíz del desarrollo de su segunda teoría
sobre el aparato psíquico, considera el narcisismo primario como un estado anobjetal, es
decir donde no hay verdaderas relaciones objetales (afectivas, interpersonales) por no
existir una diferenciación entre el yo y el no yo, entre el yo y el otro. En esta última
conceptualización del término narcisista la vida intrauterina constituirá el modelo psíquico
existencial, caracterizado por una ausencia de total relación con el ambiente externo.
dando base a una intersubjetividad más rica, mas compleja. Este narcisismo secundario se
asocia mas a las patologías que por déficits, carencias (psíquicas, socioculturales) o por
conflictos intrapsíquicos se despliega como respuesta defensiva o compensatoria a estas
situaciones de pérdida, traumáticas, pero también como producto de identificaciones con
modelos e ideales narcisistas provenientes de figuras parentales, adultos significativos,
grupos, instituciones y medios de comunicación. Estas vivencias negativas e
identificaciones operarían tanto para el narcisismo individual como para el social.
limitantes para un ejercicio sano de la función paterna. Un padre o una madre inmaduros,
que no discriminan claramente su individualidad de la del otro, proyectarán en sus hijos sus
propias necesidades, deseos, hostilidades y los verán como una parte de ellos mismos que
puede manipularse como una sección del cuerpo. Esta forma relacional se evidencia en
vivencias, actitudes, conductas y prácticas de crianza que fomentan la fusionalidad, la
sobreprotección, la ambivalencia afectiva (odio-amor), conductas de permisividad
excesiva, intolerancia a la frustración, hedonismo, comodidad irresponsable,
descalificación del otro, atmósferas afectivas caracterizadas por la angustia, la depresión o
la ira, la violencia, etc. Unos padres con estas características o síntomas, típicos del
narcisismo insano, difícilmente estarán en condiciones para un ejercicio adecuado de la
función paterna. Se produce así una circularidad en la cual las distorsiones de la función
paterna pueden generar estructuras narcisísticas insanas, las cuales, a su vez, van a influir
negativamente en el ejercicio de la función.
En relación a la función paterna en nuestro país habría que decir que como producto
de distorsiones históricas que ha sufrido nuestra familia por la dominación colonial
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Las tendencias muestran que la crisis familiar venezolana más que solucionarse
tiende a agravarse dada la crisis social, económica, política e institucional que vive
actualmente el país. Ciertos indicadores muestran un crecimiento de los divorcios,
disminución de los matrimonios y fortalecimiento de la familia monoparental centrada en
la madre, que aunque ha sido una salida histórica- antropológica a la falta de los padres,
presenta hoy en día mayores obstáculos para el ejercicio adecuado de la función paterna.
(Arvelo 2000). Dentro de este cuadro de deflexión de la función paterna y con una
tradición caudillista, de personalismo político y presidencialista, en parte asociadas a las
omisiones y distorsiones de la paternidad, emergen en nuestro país figuras de líderes
carismáticos que encarnan al padre redentor, mesiánico, valiente, vengador, justiciero,
popular, afectuoso, sensible. Es decir, surgen líderes revestidos de una imagen fantaseada
de un padre ideal que mágicamente suplirá las carencias y necesidades afectivas,
económicas y sociales de sus hijos, los venezolanos.
En cuanto a la relación afectiva entre el líder y sus seguidores Freud (1921, 1996) la
describe muy bien cuando señala que:
Aunque el autor no establece una relación entre este narcisismo del jefe y el de sus
seguidores en la cita anterior, deja ver claramente esa necesidad de amor de estos últimos
por ese ser él quien en buena medida encarna al padre. En todo caso Freud (1921, 1996)
considera la existencia de dos psicologías: una colectiva, referida a los integrantes de la
masa y una individual, atinente al padre, jefe o caudillo. El autor caracteriza la psicología
colectiva o de las masas por los lazos afectivos y de identificación que se generan entre los
individuos componentes de una masa; por la falta de independencia e iniciativa del
individuo al diluirse éstas en el grupo, que pasa a constituir una unidad; por la
predominancia de la afectividad y de la vida psíquica inconsciente en detrimento del juicio
racional y de la actividad intelectual, que facilita la impulsividad y la tendencia a
transgredir todo límite, en aras de darle rienda suelta a esas manifestaciones afectivas.
Ahondando en la relación entre el líder y sus seguidores Freud (1921, 1996) plantea
que los integrantes de la masa, al compartir un objeto común, representado por el líder, se
identifican entre si, generando una cohesión grupal. Partiendo de la idea del padre de la
horda primitiva el autor establece una relación entre la influencia de este padre y la
hipnosis. Señala que en la hipnosis al igual que en la relación con el padre omnipotente,
amenazante, de la horda primitiva, el individuo tiende a comportarse pasivamente,
renunciando a la voluntad propia y sometiéndose al influjo del hipnotizador. Piensa que en
la hipnosis se despierta en el individuo su herencia arcaica respecto a sus actitudes con los
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Mas allá de compartir o no estas ideas de sobre un padre primitivo arcaico que aún
perdura en nuestra psiquis inconsciente y el hecho de la relevancia que le otorga al Freud al
papel del padre por su historia de vida y la ideología patriarcal que el autor deja colar en
varios de sus trabajos, resulta interesante la relación que establece entre el padre y el
caudillo y las influencias sugestivas, hipnóticas que estas figuras pueden ejercer en lo
individual y lo social. Por otra parte Freud en el trabajo aludido vincula este lugar
idealizado del padre, que se traslada al caudillo, con la dificultad de criticar al líder por
parte del seguidor al colocar éste último (el seguidor) al primero (el líder) en el lugar del
ideal del yo. En este juego el seguidor suprime su propio ideal del yo y lo sustituye por el
del líder. Es conveniente aclarar que cuando Freud está hablando aquí de “ideal del yo” se
refiere a la instancia crítica que posteriormente denominará “superyo” en su obra más
madura. Esto le permite aseverar que este proceso de idealización (colocar al líder en el
ideal del yo) de parte del seguidor anula, minimiza la capacidad de éste para disentir y
criticar al líder, además del peligro que encierra rebelársele por sus atributos de
omnipotencia y de figura amenazante (en buena medida características atribuidas por el
seguidor, sean ciertas o no).
Dos aspectos relevantes pueden también desprenderse de las ideas de Freud antes
esbozadas. Uno tiene que ver con el sometimiento al líder por parte del seguidor, bien sea
por temor o por debilitamiento de su juicio racional y crítico. Podría pensarse al relacionar
esto último con el narcisismo individual del seguidor y del narcisismo social como grupo,
que los seguidores exhibirían en buena medida características del narcisismo encubierto
(pasividad, inhibición, auto descalificación ante el líder) en sus vínculos con el narcisismo
del líder, que por lo general es del tipo manifiesto (omnipotente, grandioso, exhibicionista,
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agresivo, manipulador, etc). El otro aspecto tiene que ver con la asociación que hace Freud
entre la hipnosis y la influencia de un padre autoritario, omnipotente. Esto nos lleva al
aspecto carismático del líder. El elemento carismático tiene que ver con la fascinación
narcisista de la mayoría de los líderes que, por sus sentimientos omnipotentes, inspiran
seguridad, confianza. Todo esto remite a la relación especular, imaginaria que describe
Lacan (en Lollett, 1997) en donde el niño se siente fascinado por la imagen de la madre (o
quien la sustituya) y se identifica con ella para sentirse omnipotente y grandioso, tal como
él la percibe en su situación de indefensión y fragilidad. Implica también el investimiento
libidinal de la madre hacia el bebé a partir de su propio narcisismo. La presencia real y
simbólica del padre, así como un ejercicio sano de la función paterna serán factores
importantes para superar esta fase especular y evitar relaciones duales fusionales,
narcisistas, idealizantes, dando paso a una triangularización vincular, necesaria para la
constitución de un sujeto más autónomo y equilibrado.
Dentro de esta relación entre el líder y la masa el narcisismo individual del líder
movilizará y atraerá el narcisismo de sus seguidores. Mientras más patológico sea el
narcisismo del líder mas patológico será el narcisismo social pues, como señala Fromm
(1977), mientras más narcisista sea el líder y mayores sus cualidades de omnipotencia y
dotes manipuladores (sumados a sus dotes intelectuales) se hará más atractivo para el
seguidor, sobre todo si los elementos carenciales son muy fuertes. El líder mesiánico,
carismático tratará de consolidar su relación con sus seguidores fomentando los lazos de
dependencia, de fusionalidad, con sus promesas, halagos, pero también con su discurso. Es
común observar en este tipo de líder expresiones donde señala que el es pueblo, que el
pueblo y él son uno sólo.
Mientras más regresivos sean los mecanismos narcisistas con sus pulsiones o
defensas, más patología social se observará; pudiendo llegar incluso a un estilo narcisista
de gobernar o al narcisismo como política de estado, algo por cierto palpable en la historia
de la humanidad y aún hoy presente en ciertos países. En estos casos el líder narcisista trata
de transformar al mundo a su imágen y semejanza, tal y como lo intentó hacer Hitler en la
Alemania nazi (Fromm, 1977, 1992). Los mecanismos de escisión se manifestarán en
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Lo anterior se complica pues la grandiosidad del líder, su divinidad por una parte y
su intolerancia y violencia por la otra, cada vez lo aíslan más de sus colaboradores y
seguidores. A su vez este aislamiento le hace sentir más desamparado e indefenso, como un
bebé, lo cual aumentará sus temores y percibirá al otro como más amenazante
produciéndose un círculo vicioso que puede producir reacciones violentas, intercaladas con
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momentos depresivos. Esta depresión puede observarse también cuando el crítico es más
poderoso que el líder y éste sufre una herida narcisista que desploma su autoimagen
grandiosa o cuando no puede desplegar sus actuaciones agresivas. (Fromm 1977). En
muchos casos el líder narcisista preferirá recurrir a la violencia antes que deprimirse.
Incluso podrá exhibir conductas de lo que llama Fromm (1992) el sadismo destructivo,
cruel, que va más allá de lo sexual y cuyo fin es el de destruir. De esta manera la
intolerancia a lo diferente, a la discrepancia puede llevar a la destrucción física del
adversario. Este hecho es palpable en los regímenes dictatoriales y totalitarios.
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