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EPISTEMOLOGIA DEL ARMARIO Eve Kosofsky Sedgwick e& cS Ediciones de la Tempestad Barcelona Todos los derechos reservados. Prohibida la reproduc- cién total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento y el almacenamiento o transmisién de sus contenidos en sopor- te magnético, sonoro, visual o de cualquier otro tipo sin per~ miso expreso del editor. Traduccién de Teresa Bladé Costa 1* Edicién: Noviembre de 1998. © Eve Kosofsky Sedgwick © 1990 The Regents of the University of California. Published by arrangement with the University of California Press. © Llibres de I’fndex, SL Ilustracién de portada: H. Fuseli, Aqutles tratando de-asir la sombra de Patroclo (Zurich, Kunsthaus). ISBN: 84-7948-034-3 Depésito legal: B-47795-1998 Llibres de l’index, S.L. c/ Pujades, 6 local 2 08018 Barcelona E-mail: index@teclata.es http://www.teclata.es/index Impreso en Liberduplex S. A. e Constitucié, 19 08014 Barcelona indice Agradecimientos Créditos Introduccién axiomatica I. Epistemologia del armario ...-.. 0... cece e cece eee une g1 IL. Algunos binarismos (ID Billy Budd: después del homosexual ...........--.--- 123 III. Algunos binarismos (II) Wilde, Nietzsche y las relaciones sentimentales del cuerpo masculino .......--. 0. erect recente 175 IV. La bestia del armario Henry James y la literatura del pénico homosexual ..... 241 V. Proust y el espectéculo del armario .. 6.6... secre eee 281 Agradecimientos En la preparacién de este libro he contado con la amistad, las preguntas, las ideas y las aportaciones teéricas de muchas personas, entre ellas Henry Abelove, Madeline Casey, Cynthia Chase, Robert Dawidoff, Maud Ellmann, Joseph Gordon, Timothy Gould, Neil Hertz, Marsha Hill, Jonathan Kamholtz, Sally Kamholtz, David Kosofsky, Leon Kosofsky, Rita Kosofsky, Doris Sommer, Deborah Swedberg, Nancy Waring, Barry Weller, Carolyn Williams, Joshtia Wilner y Patricia Yaeger. Andrew Parker voleé en el trabajo una gran abundancia de apoyo, provocacién y saber; junto con Mary Russo hicieron posible la magia dickinsoniana de que el Connecticut River Valley pareciera el centro del universo. La primera incitacién a escribir este libro vino en 1984 a partir de la lectura de un ensayo de D. A. Miller, “Secret Subjects, Open Secrets” (“Temas secretos, secretos abiertos”), cuyo autor fue el primer destinatario y lector de la mayoria de los capitulos del libro. La conversacién y el trabajo de Cindy Patton han representado para mi un cierto ideal, implicite en el libro, de transitividad: a través de discursos, instituciones, géneros y sexualidades, y entre activismo y teoria. Michéle Aina Barale, Paula Bennett, Joseph Allen Boone, Philip Brett, Jack Cameron, Jonathan Dollimore, Lee Edelman, Kent Gerard, Jonathan Goldberg, George Haggerty, Janet Halley, Wayne Koestenbaum, Joseph Litvak, Donald Mager, Jeffrey Nunokawa, Elizabeth Potter, Bruce Russell y Robert Schwartzwald compartieron conmigo la investigacién, la-cri- tica, las ideas y la sensacién de un propésito en comin. Hal Sedgwick me alegr6 la vida. Estudiantes como Rafael Campo, Nelson Fernandez, Gary Fisher, Hali Hammer, Sean Holland, Leslie Katz y Eric Peterson fiieron generosos en afecto, criti- ca, informacién, ideas y talento. Michael Moon aparecié pos- teriormente en escena y transformé substancialmente este trabajo, cumpliendo a la perfeccidn con nuestro cometido, El mejor obsequio. de todos ellos ha sido el valor que me han dado, no sélo en el sentido de provisién narcisista, aun- que sea insustituible, sino en el sentido original del término: me dieron valor. En el medio académico, bastante protegido (aunque teéricamente izquierdista), donde los investigadores tienen hoy, cuando hay suerte, el privilegio de hacer un tra- bajo intelectual continuado, en general hay una manifiesta ausencia de valor a disposicién de aquéllos que lo desearian. He podido recurrir una y otra vez a un poderoso manantial de valor como’es’el de los estudiosos homosexuales que durante estos aterradores arios han elegido ser francos acerca de una sexualidad especifica, a menudo en la lucha por la propia supervivencia as{ como por la dignidad, el placer y las ideas. Aprendi de Michael Lynch que inciuso el valor de cardcter mas espectacular no‘es, después de todo, un espectdculo, un anfiteatro de vistas fijas, sino una suerte de mercado flotante y permeable de préstamos, endeudamientos desmesurados e intercambio. * * * El dinero —es decir, tiempo de incalculable valor~ para la escritura de gran parte de Epistemologta del armario ha sido aportado por la John Simon Guggenheim Memorial Foundation. El puesto de profesora universitaria creado por la “Mrs. William Beckman Lectureship” en la Universidad de California, Berkeley, me proporcioné el tiernpo para trabajar en dos capitulos, y de hecho cada capitulo del libro reffeja la gran cantidad de estimulos que aportaron las clases y los alumnos. La MLA (Asociacién de Lengua Moderna [de Estados Unidos]) concedié al capitulo “La bestia en el arma- rio” el premio Crompton-Noll de critica gay y lésbica, y el Amherst. College asi como la Duke University ofrecieron un importante apoyo material. Créditos Varias partes del libro-han sido publicadas con anteriori- dad. Las versiones de los capitulos I y V aparecieron en “Epistemology of the Closet (I and II)”, Raritan 7, n° 4 (pri- mavera 1988) y 8, n® 1 (verano de 1988). Una versién del capi- tulo IV aparecid, bajo el mismo titulo, en Sex, Politics, and Science in the Nineteenth-Century Novel, ed. Ruth Bernard Yeazell, Selected Papers.from the English Institute, 1983-4 (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1986). Una ver- sién del axioma 6 del capitulo introductorio-.aparecié bajo el titulo de “Pedagogy in the Context of an Antihomophobic Project”, South Atlantic Quarterly 89, n° 1 (invierno 1990). Quiero expresar mi agradecimiento por contar con el permiso para reiraprimir estos apartados. Introducci6n axiomAtica Epistemologia del armario propone que muchos de los nudos principales del pensamiento y el saber.de la cultura occidental del siglo veinte estan estructurados —de hecho, fracturados— por una crisis crénica, hoy endémica, de defini- cidn de la homo/heterosexualidad, sobre todo masculina y que data de finales del siglo pasado. E] libro sostendrd que la com- prensién de casi todos los aspectos de la cultura occidental moderna no sélo es incompleta, sino que estd perjudicada en lo esencia!l en la medida en que no incorpora un andlisis criti- co de la definicién moderna de la homo/heterosexualidad; y partira del supuesto que el terreno mas apropiado para ini- ciar este andlisis critico es la perspectiva relativamente dis- persa de la teorfa moderna gay y antihomofdébica. El transcurso del tiempo, las ideas y la lucha politica necesaria desde el cambio de siglo sélo han extendido e inten- sificado la larga crisis de la definicidn sexual moderna, haciendo dramaticas, a menudo de forma intensa, la incohe- rencia interna y las contradic¢iones de cada una de las formas del “sentido comin” discursivo e institucional sobre este tema, heredadas de los-artifices de nuestra cultura actual. Las contradicciones de las que voy a tratar aqui no son, en primer lugar, las que se dan,entre personas e ideologias pro- homosexuales y antihomosexuales, aunque la principal moti- vacién del libro sea en realidad la afirmacién homosexual, sino que las contradicciones que parecen mas activas son’ las inherentes a todas las interpretaciones importantes del siglo veinte sobre la definicién de la homo/heterosexualidad, tanto heterosexistas como antihomofdbicas. En el primer capitulo se esbozan las lineas generales.y parte de la historia de estas interpretaciones. En suma, hay dos grandes contradicciones. La primera es la contradiccién que hay entre Ia definicién de la homo/heterosexualidad como un tema que es importante fundamentalmente para una minoria sexual poco numerosa, identificable y relativamente definida (a la que me refiero con i Introduccién axiomatica el nombre de visién minorizadora) y como un tema de impor- tancia constante y determinante en la vida de las personas de todo el espectro de sexualidades (a la que me refiero con el nombre de visién universalizadora). La segunda contradiccién es la que hay entre considerar la eleccién del objeto del mismo sexo como una cuestién liminar o transitiva entre géneros y, por otra parte, como el reflejo de un impulso de separatismo ~aunque no necesariamente politico— dentro de cada género. El objetivo de este libro no es decidir entre los dos polos de cada una de estas contradicciones porque, si su razonamiento es correcto, hoy no existe ninguna base epistemoldégica para poder hacerlo. En su lugar, trato de exponer los argumentos preliminares mds convincentes que sea posible para formular una hipdtesis sobre la importancia fundamental que tiene este conjunto de aspectos definitorios, nominalmente margi- nales y conceptualmente inextricables, para el conjunto de conocimientos ¢ interpretaciones de la cultura occidental del siglo veinte. La palabra “homosexual” se introdujo en el discurso euro- americano durante el ultimo tercio del siglo diecinueve y su popularidad incluso precedié a la del término “heterosexual”. Parece evidente que los comportamientos sexuales, e incluso para algunos las identidades conscientes, que denota el nuevo término “homosexual” y sus variantes contemporaneas ya tenian una larga y rica historia, aunque también la tenian una amplia gama de otras conductas sexuales y grupos de comportamiento. Lo nuevo de las postrimerias del siglo pasa- do fue la delimitacién de un esquema mundial por el cual, del mismo modo que a todas las personas se les habia asignado forzosamente un género masculino o femenino, también se consideraba necesario asignar una sexualidad homo o hetero- sexual, una identidad binarizada llena de implicaciones, por -confusas que fueran, incluso para los aspectos ostensiblemen- te menos sexuales de la existencia personal. Esta novedad no dejé ningun espacio de la cultura a salva de las fuertes inco- herencias definicionales de la homo/heterosexualidad. En las ultimas décadas del siglo diecinueve proliferaron y eristalizaron con una rapidez excepcional una serie de nuevos discursos taxonémicos institucionalizados (en Ja medicina, el derecho, la literatura y la psicologia) relativos a la definicién de la homo/heterosexualidad. No obstante, eran décadas en 12 Epistemologia del armario las que muchos de los demas nudos criticos de la cultura tam- bién estaban siendo reestructurados de forma decisiva, aun- que de forma menos repentina y novedosa. Tanto las relacio- nes de poder entre ambos géneros como las relaciones del nacionalismo con el imperialismo, por ejemplo, se encontra- ban en una Situacién de crisis claramente manifiesta. Por este motivo —y porque la estructuracién de los vinculos entre las personas del mismo sexo, en toda situacion histérica marcada por la desigualdad y la lucha entre géneros, no puede dejar de ser un espacio de regulacién intensa que afecta a practica- mente todas las cuestiones de poder y de género—* nunca se pueden dibujar las lineas que circunscriben dentro de un cier- to Ambito propio de la sexualidad, sea cual sea, las conse- cuencias de un cambio en el discurso sexual. Ademas, de acuerdo con el andlisis de Foucault, cuyos resultados yo adop- taré como axiomaticos, la cultura occidental moderna ha situado lo que denomina la sexualidad en una relacién cada vez mds privilegiada con nuestras construcciones mas precia- das de identidad individual, verdad y conocimiento, y cada vez es mas Cierto que el lenguaje de la sexualidad no sdlo coin- cide con otros lenguajes y relaciones ligados al conocimiento, sino que los transforma. Por consiguiente, una caracterfstica de las lecturas de este libro sera ocuparse de los aspectos transformativos de los textos, y de lo que a menudo se denomina de manera insulsa como las “relaciones con el lector”, como espacios de creacién, violencia y ruptura de definiciones en relacién con lectores concretos y circunstancias institucionales concretas. Una suposicién que subyace en el libro es que las relaciones del arinario ~las relaciones de lo conocido y lo desconocido, lo explicito. y lo implicito en torno a la definicién de la homo/heterosexualida~ pueden ser especialmente revelado- ras acerca de los actos discursivos de modo més general. En el transcurso de este trabajo ha parecido como si la densidad de su significado social otorgara a todo acto discursivo relativo a estas cuestiones (y los contornos de estas cuestiones son real- mente extensos) la exagerada propulsién de las aletas en una piscina: la fuerza de los diversos efectos retéricos ha sido excepcionalmente dificil de calibrar. No obstante, en las inmediaciones del armario, incluso se llega a cuestionar lo que cuenta como acto discursive. Como 13 Introduccién axiomatica dice Foucault: “No cabe hacer una divisién binaria entre lo que se dice y lo que se calla; habria que intentar determinar las diferentes maneras de callar [...] No hay un silencio sino silencios varios y son parte integrante de estrategias que sub- tienden y atraviesan los discursos”.’ E] hecho de permanecer en el armario es en si mismo un comportamiento que se ha iniciado como tal por el acto discursivo dei silencio, no un silencio concreto, sino un silencio que va adquiriendo su par- ticularidad, a trancas y barrancas, en relacién con el discurso que lo envuelve y lo constituye de forma diferencial. Los actos discursivos que puede comprender, a su vez, la salida del armario son tan extrafamente especificos como.les anteriores y puede que no tengan nada que ver con la obtencién de nueva informacién. Pienso en un hombre y en una mujer que, como amigos {ntimos que eran, durante afios se explicaron con fran- queza las dificultades sentimentales de sus respectivas vidas erdticas, estando el eroticismo de 6] exclusivamente centrado en los hombres. Pero fue sélo tras una conversacién particu- lar de un dia, después de toda una década de relacion, que a ambos les parecid que la mujer tenia permiso para poder refe- rirse al hombre, en su conversacién, como un hombre gay. Cuando hablaron de ello mucho después ambos estuvieron de acuerdo en que habjan sentido entonces que ese solo momen- to habia constituido un acto bien definido de destape homose- xual, incluso en el contexto de muchos afios previos de rela- cién basada en la condicién gay del hombre. ,Cuai fue el moti- vo que alegaron para explicar esta diferencia? No una version de “soy gay”, que sdlo podria haber sido una afirmacién trivial entre ellos. Lo que constituyé el acto de destape para este hombre, en esta situacién, fue el propio hecho de utilizar la expresién de coming out* o destape para referirse a si mismo al mencionar, como si no tuviera ninguna importancia, que tuvo que descubrirse como homosexual a otra persona. (De forma parecida, una camiseta que el colectivo ACT UP vende en Nueva York con el texto “He salido del armario, luego exis- *N.T: El verbo come out 0 su substantivacién como coming out es una abre- viacién de la expresién inglesa come out of the closet (salir del armario), que s¢ utiliza para referirse al acto de destaparse o deciararse abiertamente gay. 14 Epistemologia del armario to” tiene la intencién de desempefiar la funcién no de mera constatacién de que quien lo lleva se ha destapado, sino la funcién transformativa de destaparse en primer lugar). Como analizaré en el primer capitulo, el hecho de que el silencio sea tan intencionado y transformative como el discurso, en las relaciones en torno del armario, depende de que la ignorancia sea tan poderosa y multiple como el conocimiento. El conocimiento, después de todo, no es por si mismo poder, aunque es el campo magnético del poder. La ignorancia y la opacidad actuan en connivencia o compiten con el saber en la activacién de corrientes de energia, de deseo, de produc- tos, de significados y de personas. Si el Sr. Miterrand sabia inglés pero el Sr. Reagan no sabfa francés, como en realidad sucedia, era el cortés Sr. Miterrand quien debfa negociar en una lengua adquirida y el ignorante Sr. Reagan quien podia extenderse en su lengua nativa. En este modelo de habla inte- ractiva por el cual, como explica Sally McConnell-Ginet, “el sentido (...] estandar puede verse como Io que es reconecible tunicamente sobre la base del mutuo conocimiento de las prac- ticas establecidas de interpretacién por parte de los interlo- cutores”, es el interlocutor que tiene o hace ver que tiene una comprensién menos informada en lineas generales de las practicas interpretativas quien definira los términos del intercambio. Asi, puesto que “los hombres, con recursos extra- lingiifsticos superiores y posiciones discursivas privilegiadas, a menudo es menos probable que traten perspectivas diferen- tes a las suyas en la comunicacidn’”, sus actitudes, pues, “tie- nen més posibilidades de dejar una impronta duradera en el stock semAntico comin que las de las mujeres”. Estos efectos de la ignorancia pueden ser utilizados, auto- rizados y regulados a gran escala para asombrosas imposicio~ nes, quiz4 sobre todo en torno a la sexualidad, que es la acti- vidad humana de la cultura moderna occidental con una mayor carga significativa. La asimetria epistemolégica de las jeyes sobre la violacién, por ejemplo, favorece a la vez a los hombres y la ignorancia, puesto que no importa nada Io que percibe o quiere la mujer violada con tal que el hombre viola- dor pueda alegar no haberse dado cuenta de ello (ignorancia sobre la cual la sexualidad magculina recibe una esmerada educacién).* Y la maquinaria de violacién organizada por este privilegio epistemoldgico de la ignorancia a su vez mantiene 15 Introduceién axicmatica bajo una disciplina desproporcionada las ambiciones de las mujeres por tener mds control sobre las condiciones de su pro- pia circulacién.* O, de nuevo, en una ingeniosa orquestacién de ignorancia pacientemente instructiva, el Departamento norteamericano de Justicia dictamin6 en junio de 1986 que un empresario podia despedir libremente a personas que tuvie- ran el sida con tal de que pudiera alegar ignorancia con res- pecto del hecho médico de que no habia ningtin riesgo de salud conocido en el lugar de trabajo a causa de la enferme- dad.’ De nuevo, es obvio en el contexto politico que el efecto que se persigue es la declaracién manifiesta de una organiza- da declaracién de guerra a muerte a los hombres gays por parte del sector privado. Aunque el simple y persistente hecho o pretensién de ignorancia (el sentido primordial de la palabra stonewall, que da nombre a los disturbios de 1969 en protesta por el acoso policial a los clientes de un bar gay) a veces pueda ser sufi- ciente para imponer el poder discursivo, un drama mucho mas complejo de ignorancia y conocimiento suele ser el cata- lizador més comtn de la lucha politica. Este drama fue apro- bado legalmente cuando, sélo unos dfas después de la decisién del Departamento de Justicia sobre el sector privado, la Corte Suprema de Estados Unidos también abrié la “temporada de caza” en el sector ptblico legitimando las leyes estatales con- tra la sodomia en el caso Bowers v. Hardwick.’ En una viru- Jenta resolucién cuyo lenguaje hizo desde el principio hasta el final una insolente exhibicién de falta de légica legal —a la que el juez Blackmun, en desacuerdo, llamé “la ceguera mds deli- berada”~,” una sola palabra, aparentemente fortuita y usada en la opinién mayoritaria del juez White, se convirtid para muchos gays o lectores antihomofébicos en un foco a cuyo alrededor parecié pulular con especial densidad la fuerza de exaltacién de los 4nimos de la decisién." En opinién de White, alegar que el derecho a tomar parte en la sodoinia est4 “pro- fundamente arraigado en la historia y la tradicién de esta nacién” o “implicits en el concepto de libertad ordenada” es, a lo sumo, chistoso,”” Lo que en esta frase otorga a la palabra “chistoso” um poder ofensivo inusual, incluso en el contexto de un delito 16

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