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Entre Taine Ma Itinerarios de la historiogratia contemporanea PiU AL) bod ESPACIO E HISTORIA: UN RECORRIDO ‘A TRAVES DE LA HISTORIOGRAFIA FRANCESA CONTEMPORANEA Las paginas siguientes ofreceran al desprevenido lector ciertamente bastante menos que lo que el ambicioso titu- Jo sugiere. Se tratard de un recorrido a través del papel que el problema de la relactén entre los hombres y el es- pacio (0 los distintos posibles espacios) ocupa en la obra historiografica de un conjunto de investigadores france- ses (0 de formacion hist6rica francesa). Recorrido limita- do pero no necesariamente arbitrario que intenta subra- yar las distintas nociones y significaciones que algunos historiadores han atribuido al espacio fisico 0 mitico en el cual o con relacién al cual los hombres desarrollan su accion en el tiempo. Dificil establecer un justificado punto de partida. Cier- tamente la genieracion francesa finisecular habia encon- trado satisfactorio estrechar el territorio del historiador a la dimensién predominantemente politica, ¢ institucional y los protagonistas del proceso histérico podian aparecer "demasiado a menudo 0 bien operando en el vacio o bien sobre un fondo decorado inmutable. Tendencia que en- contraba sus raices aun antes de la influencia metodolé- gica a la alemana posterior a la gran crisis cultural de 1870-1871 y que se expresaba tanto en aquella historia documental como en las monografias locales que juntas constituian el terreno difuso de la historiografia francesa del ultimo cuarto del siglo xix.! Siglo, sin embargo, que st 1. C. Carbonell, Histoire et Historiens. Une mutation eotogique des historiens francais, 1865-1885, Paris, Privat, 1976, pp. 112- 134, Mas en general, F. Hartog, Le xxe siécle et U'histoire. Le cas Fustel de Coulanges, Paris, Pur, 1988, pp. 97-156 y I. Alle- gray A. Torre, La nascita della storia sociale in Francia. Dalla Comune alle “Annales”, Turin, Fondazione Einaudl, 1977, en especial, pp. 193-172. (751 Fernando J. Devoto bien legaba una tradicion negativa hacia la valorizacion de la relacién entre los hombres y el espacio en el pro- ceso histérico, en algunos de los mejores cultores de la disciplina, como Michelet, también sefalaba una fina sensibilidad hacia la interrelacién entre los hombres y el medio, Y sera precisamente aquel historiador que en- conirara en Michelet (za través de la mediacién de su maestro Monod?) el punto de apoyo para formular esa critica despiada ¢ inteligente, aunque no desprovista de arbitrariedades, a la generacién de la “historia histori- zante”: Lucien Febvre, nuestro punto de partida. El fundador de lo que algunos lamaron luego la Ecole des Annales encontraria en un nuevo didlogo con las otras clencias sociales, y en su caso en forma privilegiada con la geografia, la gran clave para proponer la renova- ion de la historiografia que otros prefieren lamar “erudi- ta” “positivista’. Un argumento de historia regional (contra la opinién de su director) seria su tema de tesis de doctorado y luego su primer libro.2 Su autor se habia revelado ya como un investigador atento a los problemas territoriales y regionales de la historia de Francia en dos reves notas publicadas en la Revue de Synthese Histort que (en 1908 y 1909) que revelaban ya una lectura cul- dadosa de las sugerencias provenientes de la emergente escuela geografica francesa.° En aquel libro de Febvre, Fernand Braudel ha querido ver un antecesor fuertemen- te emparentable con las magnificas tesis de historia re~ gional que desarrollaran medio siglo mas tarde, entre otros, Goubert y Le Roi Ladurie. La obra, sin embargo, 2. L. Febvre, Philippe et le Franche-Comté, Paris, Flammarion, 1970. 3, “Frontiers: limites et divistones territoriales de la France en 1789" y “Regions naturelles et noms de pays”. Ambos reprodu- cldos litego en L. Febvre, Pour une histore a part entiére, Paris, sevpen, 1962, pp. 25-41 Espacio e historia, n vista con ojos de este fin de siglo, aunque revela sin duda esa preocupacion evidente en otras obras del historiador lorenés acerca del escenario en el cual los hombres ac- tian, dificilmente pueda ser vista como un trabajo en el que el didlogo entre Ia historia y la geografia ocupe un lu- gar explicativo central. Por el contrario, las transforma- ciones institucionales entre dos tipos de Estado y el con- flicto social en un momento de crisis politica y religiosa como lo fue Ja segunda mitad del siglo xvi para el Franco Condado son el centro de su interés. El didlogo con la geografia sera en cambio el tema cen- tral de otro libro de Febvre publicado una década mas tarde. La introducci6n geografica a la historia que escri- ira por encargo de Henri Berr para la coleccién “L'evo- tution de THumanite”, recuperara ahora si todas las inci- taciones provenientes de la escuela geografica francesa de Vidal de la Blache y sus discipulos.‘ Influencia a la que no sera ajena la experiencia académica del autor en. la nueva Universidad de Estrasburgo donde se desarro- llara un fecundo didlogo entre historiadores y ge6grafos. EI libro, centrado en una cerrada defensa del “posibilis- mo”, concepto desde el que se intenta reflexionar sobre la mulliplicidad de respuestas que las sociedades humanas han dado y pueden dar a los condicionamientos del me- dio, constituia ademas una enérgica polémica hacia el “determinismo™ ratzeliano. En esta polémica antialemana 4. L. Febvre, La tierra y la evoluctén humana. Introduccion geo- gréfica a la historia, México, unena. 1955 (ed. original en fran- és, 1922). Curiosamente, el analisis de esta obra y mas en ge- neral de las relaciones de Febvre con la escuela geografica fran- cesa ocupan un muy reducido espacio en los dos libros dedica- dos a ese historiador. Cir, CG. Massicotte, Lhistoire probleme. La méthode de Lucien Febure, Quebec, EDISEM, 1981 y H. D. ‘Mann, Lucien Febure, La pensée vivante d'un historien, Paris, A. Colin, 1971. 78 Fernando J. Devoto emergian, claro esta, los ecos de la Primera Guerra Mun- dial y el dificil clima existente en una universidad de frontera reincorporada hacia muy poco tiempo al patri- monto francés. El libro recuperaba, ademas, no solo las posibilidades constructivas de los hombres, convertidos en el polo activo de la diada que conformaban con el me- dio, sino que de ello se derivaban implicaciones historio- grdficas fecundas. Ellas resultaban del énfasis en las di- versidades regionales que valorizaban las distintas posi- bilidades que brindaban diferentes espacios a las agru- paciones humanas, de una sutil matizacion de los condi- cionamientos que provocaban los que Febvre llamaba “puntos de apoyo”: montafias, mesetas y Ianuras (mati- zacién y relativizacion que muchos de los historiadores y demégrafos posteriores olvidarian), de un sostenido énfa- sis en el papel de Jos hombres en la organizacion del es- pacio. Y en este ultimo punto el autor subrayaria, en lo que seria un tema recurrente en la tradicion de Annales, el papel que les correspondia a las vias de comunciacion, ala circulacion y, claro esta, a las ciudades en la articu- lacion espacial que permitia, explicaba o posibilitaba el funcionamiento de sistemas econémicos y de formacio- nes politicas. Mas alla de la importancia de éstas y tan- tas otras pistas fecundas, el libro deja, sin embargo, mas que un programa de accién positivo y sistematico (algo quiz demasiado alejado de la sensibilidad del Febvre historiador), un extraordinartamente rico conjunto de prevenciones, matizaciones y excepciones en las cuales el historiador moderno puede encontrar no s6lo sugeren- clas metodolégicas sino también antidotos hacia las pe- rezosas (y peligrosas) simplificaciones que acechan coti- dianamente su tarea. ‘Como en tantos otros aspectos, también en las rela- clones entre la historia y la geografia Febvre promovié la exploracién de vias nuevas que sin embargo en su propia Bapacto e historia ~ obra historica ocupe junto de sugerencias de La terre et Vevolution Humaine no derivarian mas que en un pequefo numero de articulos metodolégicos y en una obra de mayor significacion acerca del Rhin (realizada con su colega Demangeon).5 El nucleo problematico casi excluyente de estas reflexiones ligadas también a la experiencia en Estrasburgo sera el problema de la frontera. Estos trabajos ocuparian, sin embargo, un espacio decididamente marginal en st pro- duceién historiografica, inelinada crecientemente hacia la historia intelectual primero y de las mentalidades des- pués. EI tema de la relacién del hombre con el espacio fue ‘también una preocupacién importante en la obra de Mare Bloch. Bste, al igual que Febvre, habia realizado su exordio historiografico con un argumento regional: su “Memoria” sobre L'lle de France.* En ella aparecen los ecos de esa escuela geografica francesa, aunque ya es evidente que Bloch esta menos interesado en el problema de la diversidad que en el de la construccién de modelos que emerjan de la aproximacién comparativa a una mul- titud de casos a los que se les formulan preguntas gene- rales. En forma equivalente, bastante posteriormente, en su admirable Les Caractéres Originaux de UHistoire Ru- rale Francaise, que exhibira la extraordinaria sensibilidad de su autor hacia ese mundo social rural que sin embar- go habia sido ajeno a sus experiencias vitales (salvo por las oportunidades de aproximacién que le brind6 su ex- periencia bélica), la preocupacién por los rasgos unttarios 5. L. Febvre y A. Demangeon, Le Rhin. Problémes d'histoire et diéconomie, Estrasburgo, Sockété Génerale Alsacienne de Ban- que, 1930, 6. M. Bloch, “L'le-de-France (Les pays autour de Paris)", repro- ducido en M. Bloch, Mélanges Historiques, Paris, SEvPEN, 1963, (.u, pp. 692-787. 80 Fernando J. Devoto del proceso francés adquiriré mayor relevancia que el én- fasis en las diversidades regionales.? Y sera ese afén mo- delizante la nota diferente de la obra de Mare Bloch en re- lacion con la de Febvre, con todas sus implicancias lige- ramente devaluatorias del rol del espacio en ¢l proceso his torico y revaluatorias de perspectivas macrosociales ancladas en procesos de larga duracién. Ejemplo de ello se- ran los dos tomos de La Societé Feodale a la cual su amigo y colega acusara en un compte-rendu de abstraccion Sociologizante.§ Yendo atin mas alla, ese extraordinarlo y pionero interés de Bloch hacia la historia comparada gno revelaba, mas alld del fino rechazo del autor a considerar valida las comparaciones entre sociedades extremadamente separadas en el tiempo y en el espacio, la tentacién de trascender la férrea tirania que imponian al historiador tradicional las estrechas dimensiones espaciales (y temporales) y remontarse hasta establecer confrontaciones, por ejemplo, entre el feudalismo europeo y el japonés? Las frmulas, se ha dicho muchas veces, ocultan mas que lo que revelan, aun corriendo ese riesgo, sin embargo gpodria sostenerse la contraposicién entre un Febvre mas ligado en su didlogo con las otras clencias sociales a Ia geografia vidaliana y un Bloch en cambio mas tributa- rio de la tradicion sociologica durkheimiana? Mas alld de ello, en ambos el problema del espacio ocuparia desde los comienzos una relevante dimensién te6rica y problema- 7. M. Bloch, Les caractéres originaux de I'histoire rurale francaise, Patis, A. Colin, 1964, t. 1. Sobre los contactos con el mundo rural y Ia experiencia belica, eft. las observaciones de B. Geremek, Mare Bloch, historien et résistant, en “Annales”, aio 41, nim. 5, 1986 p. 1095. 8. M. Bloch, La sociedad foudal, México, urEHA, 1958, 2 vols. (edicion original en francés 1939-1940). Las observaciones de Febvre en Annales, reproducidas Iuego en L. Febvre, Pour tune... Cit. pp. 413-427. 4 Espacto e historia at tica, pese a que las investigactones coneretas los llevaran por otras vias. Vias que en aquél que era discursivamen- te mas iconoclasta (Febvre) nunca abandonaran las {¢- reas y profesionaimente mas tradicionales, pero en cier- to modo confortables, prisiones espacio-temporales: Francia y el siglo xv: y en el otro (Bloch), lo levaran en cambio Sobre un terreno historiografico ambiciosamente innovador, europeo y plurisecular 0, cs nuevas lineas de nm, el espacio ocu para un rol relevante como lo exhibe, por ejemplo, su interés por las por entonces pioneras posibilidades de la fotografia aérea.® También en quien fuera para ambos fundadores de Annales una especie de hermano mayor, Henri Pirenne, el tema del espacio y sobre todo el problema de la organi- zacién del mismo y su influencia sobre la vida social y econémica estuvieron en su centro de interés. Asi, por ejemplo, el Mahoma y Carlomagno se apoyaba en una re- fiexién que colocaba en las posibilidades ofrecidas por el control del mar interior para la organizacién de la vida econémica el centro explicativo del traspaso de una for- ma socio-econémica a otra.19 ¥ en este punto aquello que fuera llamado el “fetichismo circulacionista” de Pirenne y de los hombres de Annales por parte de otros investiga dores defensores de otros “fetichismos” ciertamente ma: ontol6gicos y menos hist6rico-coneretos (y hoy crepuscu- lares salvo en algunos rincones sudamericanos), era en. 9. Véase la nota publicada por Paul Leuilliot en 1935 en Anna- les y recuperada pese a su brevedad por F. Braudel en una an- tologia que realizara de trabajos publicados en la revista. Cfr. F. Braudel, Problemt di metodo storico. Antologta deile “Annales”, Bari, Laterza, 1982. 10. H, Pirenne, Mahoma y Carlomagno, Madrid, Alianza, 1980 (edicién original en francés en 1935). a2 Fernando J. Devoto parte al menos la consecuencia de esa desmesurada atencion hacia el rol articulador del espacio econémico primero, social y politico después, que se le otorgaba a las vias de comunicacion y a lo que ellas integraban: vi- las y ciudades, Es sin embargo con la obra de Fernand Braudel cuan- do e! problema de la relacién de los hombres con el espa- cio adquiere una decisiva centralidad explicativa. Tras Jos Litubeos iniciales vinculados con su formacién sorbo- nesa acerca de la cual se complacia en sefialar retrospec- tivamente sus aspectos historiograficamente tan tradicio- nales, que derivarian en un proyecto de tesis de doctora- do sobre la politica mediterranea de Felipe It muy a la medida-de la historia diplomatica entonces en boga, Braudel encontraria en la inversion copernicana de su planteo snicial la clave para producir una obra revolucio- naria. No ya Felipe it y su politica sino el Mediterraneo como personaje principal de un libro extraordinario.}? Buscando en las paginas de La Mediterranée... definir las matrices para esa primera parte acerca de las relaciones del hombre con el medio (el (érmino espacio le parecia inicialmente demasiado ambicioso) que seran la sustan- cia de su concepto de larga duracién, Braudel otorgaria a las sugerencias de Febvre y a aquel libro que escribiera en 1922 en la coleccion dirigida por Henri Berr un rol de- cisivo. Febvre por lo demas habia sostenido algo seme- Jjante al atribuirse el papel decisivo en el cambio de orlen- tacidn de la tesis en un compte-rendu publicado en Anna: les poco después de la aparicién del libro.!2 Junto a 11, F; Braudel, El Mediterrémeo y el mundo mediterraneo en la epoca de Felipe Il, Mexico, Fe, 1953 (ediclon aumentada con relacién al original frances de 1949). 12. En un comentario aparecido en la Revue Historique y repro- ducido en L. Febvre, Pour une.... cit., pp. 167-179. Ver también las observaciones de R. Romano, Tra storict ed economist, Tu rin, Einaudi, 1982, pp. 29-62. a Espacio e historia 83 aquellas apareceria, claro esta, la escuela geogrifiea fran- cesa a través de la obra de Vidal de la Blache, llegada por la mediacién de sus maestros de geografia de la universi- dad (entre los cuales estaba aquel Demangeon que habia colaborado con Febvre en Estrasburgo). ‘Tantas declaraciones y profestones de fe, ¢ceberian ce- rar el caso de las influencias presentes en La Mediterra- née...? gSe deberia considerar ese libro como un hijo legi- timo de la escuela geografica francesa, de ese posibilismo que Vidal postulara y Febvre enunciara? Las cosas, mi- radas mas detenidamente, son quizés algo mas ambiguas. Ante todo, esté claro que en ese Braudel (y en forma mu- cho mas explicita atin en el posterior de Civilisation Maté rielle) hay un intento por reducir los espacios de libertad constructiva del hombre ante el medio. Reflexién que es tan profunda que obliga a su autor a reabrir una cuestion que Febvre habia intentado clausurar en su polémica anti- ratzeliana sobre ¢l determinismo. ¥ en las ambigiedades y reticencias presentes en la conclusion de la primera parte, *Geohistoria y determinismo” —pero también en su ultimo gran libro, “Le probleme ambigu du determinisme geogra- phique... a encore besoin d'étre vidée"— 19 son evidentes to- das las diferencias que separan a Braudel de sus maestros. En cierta forma sin embargo, podria afirmarse que se trata tan sélo de una cuestin de énfasis, y que la forma extre- ‘madamente sutil del tratamiento de las relaciones entre el hombre y el medio que aquél realiza no autorizan a ir mas alla, Es dificil, sin embargo, no percibir en dichos énfasis aproximaciones que reflejan nuevos climas historiogréfi- cos. {Un Braudel que hacia 1949 esta en realidad abriendo ‘un veintenio en el que otros distintos tipos de determinis- mo marxianos 0 malthusianos intentaran reducir las posibilidades constructivas de los sujetos sociales? 13. F. Braudel, L'identité de ta France, Paris, Arthaud-Flam- marion, 1986, vol. 1, p. 237. ee Fernando J. Devoto Mas all de los marcos generales, un ejemplo concreto puede ayudarnos a clarificar el problema. Tomemos el caso de uno de aquellos puntos de apoyo, la montana. Todo el recorrido que Febvre habia realizado para mos- trar las distintas respuestas que el hombre puede plan- tear a ese medio eran en parte retomadas por Braudel, con la diferencia de que en este tiltimo mas que la multi- plicidad de excepciones quedaban como resultado de la Jectura algunas férmulas bellas pero perentorias: la mon- tafla como refugio de las libertades 0 la montana como una fabrica de hombres a beneficio de otros; formula esta uillima que reposa en la supuestamente irresoluble tensién poblacién-recursos y acerca de cuya general vali- dez pueden verse las finas observaciones realizadas re- cientemente por Viazzo desde otro clima historiogralico." En realidad, hasta cierto punto, estos énfasis de La Me- diterranée.... que seran mucho mas explicites én Civilisa- tion Matérielle, Economies, Capitatisme, pueden ser pues- tos en correlacién mas que con un retomno al determinis- mo germano (aunque la rediscusién de la relacion entre Braudel y la cultura alemana es un tema a profundizar) con esa inclinacién modelizante que sera la caracteristica comin entre el autor de La Mediterranée... y el otro fun- dador de Annales, Mare Bloch.5 "El espacio sera, lo dijimos, la variable principal en los libros de Braudel. Esa persistencia en el lugar central ira 14. P. P. Viazzo, Upland communities. Environment, population and social structure tn the Alps since the sixteenth century, Cambridge, Cambridge University Press, 1989, pp. 143-148. 15. Vease a este respecto las observaciones formuladas desde Ja tradicion historicista italiana hacia las aproximaciones “es- (ructurales" comparables en las obras de Bloch y Braudel por M. Cedronio, “Profilo delle «Annales attraverso le pagine delle “Annales”, en Atti del'’Accademia di Scienze Morali ¢ Politiche, vol. 120000, Napoles, Libr. Scientilica, 1972, pp. 244-246. Espacio e historia 8s mas allé de las modas y estara de nuevo presente en su ‘altimo lbro publicado cuarenta afos después del prime- ro, Lidentité de la France. El titulo del primer volumen, Espace et Histotre, lo revela admirablemente. El espacio ocupa aqui un papel semejante al que desemperia en La Mediterranée, sirve para explicar tanto la diversidad como las posibilidades que brinda para el estable- cimiento de un sistema de ligazones que son las que en definitiva permiten postular al mundo mediterraneo 0 a Francia como objelivos hist6ricos unitarios. Y esa organl- zacién del espacio que revela los rasgos unttarios esta constituido, motivo pirenniano curiosamente inobserva- do, por las rutas y las ciudades articuladoras de las civi- lizaciones y las economias. Son por lo demas esas ciuda- des el rasgo més importante del espacio mediterraneo. Esas ciudades que estan “siempre y por encima de todo .] que todo lo unen y relacionan, las que todo lo ant- man y todo lo explican”.%6 Pero yendo mas Iejos atin, la organizacién del espacio soportaba la explicacion de las, crisis econémicas que era en sus comienzos un trastorno de la circulacién que preludiaba y gobernaba lo que venia después. Y parece obvio insistir aqui nuevamente sobre las analogias con el Mahomet et Charlemagne. Las relaciones con las postbilidades que brindaba un espacio dado estaban en la base a su vez de las caracte- risticas de una “civilizacién material”, de los imperios y las naciones. Y esta relacién entre geohistoria y formacio- nes politicas constituira, ya desde el capitulo Iv de la se- gunda parte de La Mediterranée hasta el apartado it del capitulo primero de L'identité, pasando a través de aquellas dos bellas monografias realizadas para Feltrine- 1k sobre Carlos vy Felipe i en las que los verdaderos pro- tagonistas no eran ellos sino las tiranias que imponian 16. F, Braudel, BI Mediterrémeo.... cit. 1, p- 544, 86 Fernando J. Devoto las distancias a un imperio demasiado vasto, una de las mas brillantes y menos exploradas sugerencias de Braudel. Esa contraposicién entre distancia fisica y dis- tancia en tanto medida histérica de las posibilidades de movilidad de los hombres, obligaba a a repensar en otros, términos la historia politica y la constitucién de las na- clones modernas € introducia una articulacién entre ‘uempo corto y tiempo largo en el proceso historico. Los veinte aos posteriores a la publicacién de La Me- diterranée estuvieron también dominados en Francia por un enorme conjunto de estudios que, promovidos por Braudel desde ia vi Seccién, se aproximaban a nuestro tema desde Ja historia regional o desde la del comercio, las rutas, Jos puertos, las villas. En ellos, como observé ‘Toubert, habia continuidades pero también rupturas con Ia tradicién de Annales en el periodo de entreguerras: el interés por las dimensiones articuladoras del espacio co- Jocaba en un segundo plano aquella tradicién de estudios de historia agraria que habia encontrado en la obra de Mare Bloch tantos motives inspiradores.!7 Por lo demds, en muchos de los nuevos trabajos dificilmente pueda considerarse que la geografia desempefaba el rol de in- terlocutor privilegiado. El espacio volvia a ocupar el anti- guo papel introductorio cuya contribucién explicativa sdlo concernia a la delimitacién del objeto en estudio, esto es, el marco regional de la investigacion. Pero que el mismo no era finalmente imprescindible a los efectos ex- Plicativos de las tesis centrales lo revelan, por ejemplo, dos obras excelentes y a su vez tan disimiles hechas des- de la aproximacién regional: Les estructures du Latium médieval de Pierre Toubert o la mas antigua Les Pay- sans du Languedoc de E. Le Rot Ladurie. Al ser publica- 17. P. Toubert, “Mare Bloch ¢ il dopo: la storia agraria e le sAnnales» (1929-1985)", en Quaderni Storicl, aio xxv, nium. 74, vol. 2, 1990, pp. 487-499, Espacio e historia, “7 das ambas en edicién mas reducida para un publico mas vasto no parecié inconveniente suprimir las partes correspondientes al medio natural. La centralidad expli- cativa habia pasado en un caso a la demografia malthu- siana y en el otro a las estructuras sociales.!8 También en otra tesis de historia regional admirable, como la de Duby sobre el Maconnais que se proponia tan explicita- mente en su prologo ese didlogo de los hombres con el espacio,!® hecha por lo demas por un historiador que in- sistentemente ha recordado su deuda con Ta escuela geo- grifica francesa, es dificil no pereibir que el medio ocu- pa un lugar secundario ante esa tensidn entre poder pui- blico y estructuras sociales que subtiende el estudio de Jas transformaciones entre las dos edades feudales. De todas formas, en el caso de Les paysans..., en el que las variables mayores eran la poblacién y la produc- cién, como asi en tantas otras tesis de historia demogra- fica 0 en otros trabajos de Le Roi Ladurie como el que de- dicara al estudio del clima! operaba, aunque no ya el espacio concreto como factor de diversidad y posibilidad de unidad, si en cambio una relacién mas indirecta de tensién enire los hombres y un medio. Medio ahora per- cibido en muchos casos (aunque no siempre) estatica- mente, como en aquellos decorados pintados de principio de siglo, ya que la variable critica pasaba a ser la tecnolo- 18, P, Toubert, Feudalismo mediterrdneo, il caso del Lazio me dievale, Milan, Jaca Book, 1980 (y la perspicaz introduccién a esta edicion de C. Violante); E. Le Rol Ladurie, Les Paysans du Languedoc, Paris, Flammarion, 1969. 19. G. Duby, La societe au xe et xe sidcles dans la région ma gonnaise, Paris, sewEN, 1971, pp. 7-8. 20. P. Nora (comp.), Essais d'ego-histotre, Paris, Gallimard, 1987, pp. 109-138. 21. E. Le Rol Ladurie, Histolre du climat depuis Van mil, Paris, Flammarion, 1967, 88 Fernando J. Devoto gia (o en otros casos las relaciones de produccién), en un andlisis cuyo propésito era a menudo sugerir la servi- dumbre estructural de los grupos humanos a aquél, pro- vocada por la imaginada incontinencia de los comporta- mientos o las carencias alimentarias y sanitarias. balance de setenta afios de relaciones entre nouve- es historiens y gedgrafos contiene, pese a su intensidad, no pocos elementos insatisfactorios. No se trat6 tan sélo del problema kuhniano de la traduceién de un codigo de comunicacién a otro que constituiria el nucleo principal de los didlogos interdisciplinarios. Esos problemas en parte habian sido superados por un Lucien Febvre que. como recordaba recientemente Noiriel,22 se despreocupa- ba de nominalismos contextuales dispuesto como estaba a entrar a saco en las otras clencias vecinas y a traer en préstamo de ellas instrumentos técnicos 0 conceptuales (0 al menos una nueva terminologia para uso de los his- toriadores). EI problema mayor estriba en realidad en que la gran obra de apertura de los fundadores de Anna: les, su poner en circulacién en la tribu de los histo- riadores ideas, problemas, conceptos provenientes de otras disciplinas, sélo limitadamente llevo a éstos a un contacto con los productores originales de las mismas. Dificilmente el nombre de Vidal de Ja Blache o la escuela geografica francesa fueran a menudo, para las nuevas generaciones de historiadores, mucho mas que Io que de ellos dejaron dicho los traductores 0 decodificadores. Marcel Roncayolo lo ha subrayado hace poco.29 Discu- tiendo las pese a todo dificiles relaciones entre historia y geografia, ha recordado cémo la obra de un geografo 22. G. Nolriel, “Pour une approche subjectiviste du social”, en Annales, £5¢.,afio 44, nim. 6, 1989, pp. 1440-1444. 23. M, Roncayolo, “Histoire et géographie: les fondaments d'une complementaricté” en Annales £8.¢. ano 44, ntim. 6, 1989, pp. 1.428-1.430. Espacio ¢ historia 89 como Roger Dion, que desarroll6 tematicas tan cercanas a las propuestas en sus estudios de historia agraria por Mare Bloch, tuvo un escaso eco efectivo aun en aquellos historiadores javenes dispuestos a recuperar aquella par- te de Ja herencia historiografica del autor de la Apologie pour U'histotre. Los aftos 70 en sus grandes lineas de tendencia pa- recen haber significado un punto de giro en las orienta- ciones problematicas de la nouvelle histoire occidental. La economia dejaba creciente espacio a la antropologia en el didlogo privilegiado con la historia y los estudios sobre la base material de las sociedades cedian el lugar principal al andlisis de las estructuras mentales y las ideologias. En ciertos ambitos como la historia demografica, por ejemplo, la relacion cuasi determinista entre el medio na- tural y los hombres, antes de la liberacion de Prometeo que habria significado la revolucién industrial, se invertia, y las variables criticas pasaban a ser aquellas mas liga- das a las estrategias de decision de los sujetos sociales, nupeialidad y fecundidad, y no ya las férreas prisiones de la natalidad-mortalidad. La geografia, por su parte, aque- lla disciplina que habia soportado en su didlogo con la historia la reflexién sobre el papel del espacio, desapare- cia del primer plano de la escena. Una prueba de ello es que en ese tan ingenioso, galocéntrico y por momentos bizarro catalogo de las sofisticadas invenciones de los ha- Ditantes del parisino boulevard Raspail que fue Faire de THistove, la geohistoria no aparece entre los temas, rele- gada quizé ya al terreno de los arcaismos del siglo. EI tema del espacio y la historia no se extinguid, sin embargo. Por el contrario fue capaz de una nueva juven- tud bajo otro ropaje y significando cosas radicaimente distintas. En algunos casos, el problema del espacio de- 24. J. Le Gotfy P. Nora (comps.), Faire de Uhistotre, Paris, Galli- mard, 1974, 3 vols. 90 Fernando J. Devoto Jaba de ser tal para ceder su lugar a otro, el de la percep- cién del espacio. En otros casos, el término dejaba tam- bien de ser lo que en el lenguaje comin significaba, esto es, una dimensién fisica, para convertirse en un espacio no-fisico, imaginario, simbélico, mitico 0 psiquico. El es- tudio del espacio en los libros de historia se desplazaba asi del capitulo geografico al del “utillaje mental”. Y aun en los casos en los que podria presuponerse que la di- mension material, conereta, conservaria la primacia —como en los estudios rurales— éstos también coloca- ban en el centro de su preocupacién perspectivas deriva- das del didlogo con la antropologia en cuyo contexto ma- duraba una atencién privilegiada hacia el espacio rural vivenciado mas que hacia el trabajado, hacia los nuevos problemas de los sistemas de parentela de las sociedades campesinas mas que hacia los sistemas de cultivo o las técnicas agrarias. Lo que dicho sea de paso y al margen, podria ser visto, en aquel velado debate que habia con- trapuesto a los dialogos con la geografia vidaliana y con la sociologia durkheimiana, como un triunfo de los filo- nes derivables de esta ultima (via probablemente Halb- wachs y sus Cadres sociaux de la memoire). ira vez, un posible punto de partida para aproximar- nos a esas nuevas acepciones del término “espacio” y a esas no menos nuevas formas de relacién entre el espa- cio y los hombres, puede ser Lucien Febvre. Cierto, un estudio menos apresurado y esquemitico que éste debe- ria detenerse en aquellos que en el mundo de entregue- rras pusieron las bases para una futura historia de las mentalidades, desde Marcel Mauss a Levy Bruhl. Sin em- argo, ya sea a través de las obras que disen6 y otros ter- minaron tras su muerte (Mandrou) o a través de su in- fluencia sobre aquellos autores a los que dirigis en sus etapas iniciales (como Alberto Tenenti) o que prohij6 ins- Uitucionalmente en la entonces Ecole Pratique (Pierre « Espacio ¢ historia, a Francastel) su mediacién entre aquellos marcos tedricos de referencia y la produccién historiografica concreta difi- cilmente pueda ser subestimada en la Francia de la pos- guerra, En ese libro pionero que fue el Rabelais aparece ya de- limitada la idea que ciertas percepciones de los hombres, como la imagen del tiempo (que habia aparecido ya en unas paginas extraordinariamente sugerentes de La so- ciedad feudal de Bloch), 0 del espacio (la nocién de infini- to), analizadas a través de los utensilios mentales de que Jos hombres disponen, son un indicador importante de esas estructuras mentales que aparecen ya implicitamen- te como “carceles de larga duracién” que impiden la apa- ricion de nuevos sistemas de pensamiento.2® El tema del espacio aparece luego en forma mucho mas desarrollada en el libro que comenzaron Febvre y Mandrou y que este ltimo termin6 y publicd solitariamente con el nombre de Introduccion a la Francia moderna que levaba como sub- titulo el audaz y prometedor de “Ensayo de psicologia hist6rica”. Sefal de los nuevos enfoques, el tratamiento del problema aparece en la subseccién que trata del hombre psiquico y no en aquella que habla del hombre f- sico y su relacion con el medio ambiente. El tema del es- pacio visto como una “construccién del espiritu” se redu- ce a pocos renglones acerca de la forma de medirio, que en el siglo xvi se basaba en la utilizaci6n de distintas par- tes del cuerpo humano y en la apelacién a las dimensio- nes cotidianas de la vida rural, y de la memoria de los lu- gares.26 25. L. Febvre, Bl problema de la incredulidad en el siglo xv. La religion de Rabelais, Mexico, uTets, 1956 (edicion original en francés, 1942). 26. R. Mandrou, Introduccién a la Francia Moderna (1500: 1640). Ensayo de psicologia historica, México, UTEHA, 1962 (edi- clon original en francés, 1961). 2 Fernando J. Devoto Bste tema de la medida del espacio y del desplaza- milento en el espacio ser una de Jas lineas de trabajo mis fecundas que, buscando mantener la articulacion entre imagen y realidad material representada, permitira una fructifera utilizacién historiografica. Utilizacion me- nos ligada, como se vera, a la tradicién de estudios de mentalidades (pese a la terminologia a veces empleada) y més a las posibilidades que la percepcién del espacio brinda para el estudio de identidades sociales y politicas. Alberto Tenenti, por ejemplo, en un ensayo publicado originalmente en 1973 sobre Il senso dello spazio e del tempo nel mondo veneziano det secoli xv e Xvi haré un anilisis del problema que puede encuadrarse en Ja tlti- ma perspectiva enunciada.” F1 interés del autor se dirige a preguntar cémo la especifica articulacién del espacio territorial veneciano influye en la formacién de una cierta sensibilidad espacial en ese Estado (es decit, en su aris- tocracia dirigente) que condiciona la eleccién de determi- nadas politicas de expansién; asi como posibilita la afir- macién de la excepcionalidad de esa comunidad politica. En una forma que presenta rasgos homologables con la anterior aparece el problema del espacio en el célebre Montaillou. Aunque incluido su tratamfento nuevamente bajo el rubro “Outillage mental” no encontramos tampoco en Le Roi Ladurie un andlisis que intente deducir de determinadas caracteristicas de la percepcisn del espacio Ia psicologia de los habitantes del villorio occitano.8 Lo que en las paginas penetrantes que el historiador dedica al tema aparece en cambio es en primer lugar (al igual que en Mandrou) el problema de la aprehensién del espa- 27. Recopilado luego en A. Tenenti, Credenze, ideoogte, libertt rnismot tr&t medioevo d'etd moderna, Bolonia, Il Mulino, 1978, pp. 75-118. 28. E. Le Rot Ladurie, Montaillou, village occitain de 1294 & 1924, Paris, Gallimard, 1975, pp. 431-445. Espacio e historia cio y el rol que desempenan en ello las partes del cuerpo. asi como el problema de la orientacion en el espacio fisico y de los itinerarios a través del mismo, analizados a par- tir del vocabulario utilizado. Finalmente, y es quiza la parte mas significativa del andlisis de Le Roi Ladurie, emerge el problema de la delimitacién del espacio propio por parte de los habitantes, es decir. la crucial cuestion de la dimensién espacial de la identidad social (gla aldea, el valle, la region, el pais?). La autoadscripeién (el “noso- tros") permite aproximarse a las caracteristicas funda- mentales de la sociabilidad. Y en este punto, aunque el autor de Montaillou no utiliza el concepto de “espacio so- cial” en Ia forma en que habia sido puesto en circulacién entre otros por Alain Morel y definido como el ambito de interaccion social primaria de los habitantes,?? es eviden- te que su analisis se aproxima en numerosos puntos ala interpretacion de éste. <= El problema de la representacién del espacio oftecia otras posibilidades al historiador, algo mas distantes del anilisis de la relacién de los grupos humanos con el es- pacio territorial efectivo. Ellas seran exploradas ya en un trabajo de 1950 en el cual Pierre Francastel propuso se ductoramente el tema del nacimiento y destruccién de un sistema de representaci6n pictorica del espacio basado en la perspectiva. Movimiento lento de una estructura ‘mental, de la cual el sistema de representacion visual era un signo adecuado en tanto que (en contraposicién con la opinion de Wolffiin) no independiente sino interdepen- diente con las otras funciones intelectuales. Interdepen- dencia que estaba fundada en la nocién de que el modo de representacién pictorico era el resultado de una cierta interpretacion psicolégica y social de la naturaleza que a su vez reposaba en las posibilidades que brindaban los 29. A. Morel, “Liespace social d'un village picard", en Etudes Rurales, ano 45, nim. 73, 1872, pp. 62-80. 94 Fernando J. Devoto elementos cognilivos y técnicos disponibles en una época dada. Signo revelador entonces de estructuras mentales profundas pluriseculares y resistentes al cambio que no sélo eran estudiables a través de este indicador indirecto sino que podian ser puestas en correlaci6n con otras es- tructuras sociales con ella sincrénicas.% En forma seme- jante, Jean Pierre Vernant, en el mismo ambito institu- cional, y en un conjunto de articulos reunides en un vo- lumen hacia mediados de los aftos 60, plantearia un pro- blema equivalente: no ya el estudio directo de la re-pre- sentacién que el hombre griego se hacia del espacio sino a deduceién indirecta de las caracteristicas de esa re- presentacién a partir de un andlisis de la mitologia y el pensamiento filoséfico griego.*! De lo que se trataba en- tonces era de decodificar de un sistema de signos otro sistema de signos y luego, como ocurre en su brillante ensayo sobre Anaximandro, correlacionar los cambios en dicha estructura con los producidos en aquellas que con- ciernen a la vida social y politica. Ciertamente numero- ‘sas observaciones podrian hacerse a las lecturas de Francastel y Vernant cuya elegancia formal y agudeza in- telectual contrasta con la imposibilidad de colocar el pro- blema sobre bases verilicables. Y esto no s6lo por la in- certidumbre que s¢ deriva de la dificultad de afirmar la validez, de wn tnico significado para cada signo (es decir, de una imica clave de lectura para textos que en muchos casos por sus caracteristicas basaron su fortuna en la pluratidad de abordajes que admitian) sino mas en pro- fundidad porque todo el esquema reposaba en la certi- dumbre de la existencia (o al menos en la posibilidad 30. P, Francastel, Peinture et société, Paris, Dendel/Gonthier, 1977, passim. 31. J.P. Vernant, Mito y pensamiento en la Grecia antigua, Bar celona, Ariel, 1973, pp. 135-241 (edicion original en francés, 1965). Espacio e historia 95 epistemologica de postularla) de una “estructura de es- tructuras” que permite articular en forma totalizadora las distintas dimensiones del proceso historico. Las nuevas orientaciones hacia el estudio del “imagi- nario" social alentaron los enfoques preocupados crecien- temente por las representaciones simbélicas del espacio. El grado de abstraccién legé a nuevos niveles, como por ejemplo en el ingentoso articulo de Francois Hartog en el que se (rata se rastrear cémo una sociedad urbana esta- ble (la griega del siglo v) imagina y tamiza con sus valores el nomadismo a través de las imagenes que de los escitas formula Herodoto (lo que obliga al autor, entre otras ope- raciones, a la de presuponer la representatividad de la percepcién presente en las Historias). Analisis que permi- te al autor aproximarse a los problemas de la percepcién del poder y de la alteridad cultural.s? Buscando indagar sobre las razones de la popularidad reciente de este tipo de estudios, puede sostenerse en modo conjetural gue ella deriva de la confluencia de dos lineas de tendencia diferentes pero complementarlas. Por un lado, aquella que partia de la pirronistica observacién acerca de la imposibilidad de distinguir hermenéutica- mente entre imagen del pasado y el pasado mismo. Dicha conviccién legitimaba los enfoques que se desplazaban del estudio de la civilizacton material (la relacién entre el hombre y las cosas en un espacio concreto) al estudio de! imaginario en el que la relacién se establecia entre obje- tos simb6licos acerca de los cuales s6lo disponiamos de aquellas “huellas” que constituian los textos. El espacio dejaba su lugar como objeto historiografico al concepto de espacio; y aunque no siempre, ello derivaba en mu- chos casos sus motivos inspiradores del nuevo idealismo estructuralista que volens nolens presuponia o actuaba 32. F, Harlog, “Les Scytes tmaginalres: espace et nomadisme", en Annales, 5c. aio 34, nim. 6, 1979, pp. 1.137-1.154. x Fernando J. Devoto como si el discurso sobre la realidad creara dicha realt- Gad, En otros autores menos apegados a las modas teo- icas, el problema se les presentaba como resultado de la greciente sofisticacién y refinamiento que se producia en fa metodologia de 1a investigacion. La atraccién por las, categorias y los conceptos desde los cuales se pensaba et espacio era en estos tillimos e} resultado de un avance de fas experiencias concretas de Investigacion que plantea- ban incesantemente al historiador las distancias que exisien entre un fenémeno y sus representaciones. Fue asi, en muchos casos, como el refinado andlisis herme- Aeutico de las fuentes y de las categorias conceptuales, en la bésqueda de poner en “foco” al objeto en estudio lo que Hlevé a muchos estudiosos a olvidar la materialidad de aquellos paisajes sociales, que habian sido el verdade- $o interés inicial del que habian partido sus investigacio- nes, en beneficio de la percepeién o la representacion ideal 0 simbélica de los mismos. La tendencia descripta se superponia en parte con aquella otra mas antigua que veia, desde los balbuccos Iniciales de lo que luego se amara la “historia de las mentalidades”, en el analisis de la percepcién del espacio que las fuentes revelaban, un modo de indagar no las re- Taciones econdmicas o sociales concretas que en ese ém- bito se establecian sino una huella indirecta de las creencias y sensibilidades de los contempordneos del tes timonio. La fuente en cualquler caso servia para indagar no la realidad que describia sino al sujeto que la realiza- a, de donde la tarea del historiador se invertia respecto de los cdnones tradicionales: no se buscaba convertir ¢l {monumento en documento sino el documento en monu- mento. Llegando hacia el final de esta fugaz recorrida, zdebe- tia concluirse en la trreconciliabilidad de las dos formas de tratar Jas relaciones entre el espacio y el hombre? No Espacio ¢ historia 97 necesariamente, muchos y buenos ejemplos existen acer- ca dela postbtidad (aula necesidad) de apronimarse al problema desde la geografia 0 desde la antropologia cultural. La admirable sintesis que compusiera Le Goff hace ya un cuarto de siglo revelaba la utilidad que podia extraerse de la combinacién de ambas perspectivas.® Mas alld de las apelaciones hacia un sano eclecticismo de fin de siglo, zpuede sostenerse que los partidarios del espacio como representacién han ganado la partida? La respuesta debe ser ciertamente cautelosa pero tenden- cialmente negativa. Nuevamente aqui las incitactones del medio hacen sentir todo su peso en las historiografias del norte, con la aparicién vigorosa de una nueva forma de pensar la relacién de los hombres con el medio, de lo cual son ejemplo la eco-historia europea o Ja Environ: mental History norteamericana.% Desde ellas proviene un. radical ataque no s6lo a los enfoques culturalistas sino también a aquellas aproximaciones al tema de la eiviliza- cin material que lo hacian desde aquella perspectiva an- tropocéntrica de tradicién més 0 menos explicitamente fluminista. Una valoracién ahora negativa no ya hacia las, posibilidades constructivas del hombre sino hacia las consecuencias del desarrollo de esas postbilidades parece proyectar una fuerte impronta en un sector de los estu- dios histéricos. Hip6tesis, valoraciones, nuevos modelos y téenicas de investigacién mas sofisticadas que estaran en la base seguramente de una nueva estacidn historiograi- ca en el estudio de la relacién entre las sociedades huma- nas y el espacio. 33, J. Le Goff, La ctulizacion del oceidente medieval, Barcelona, Stiventud, 1969, pp. 185-272 (ealeton on Juve pp. 185.272 (calelon orginal en frances, 34, Ver a este respecto las observaciones desde una de las iro sclulnnte na lent an tre problemas tl ambiente A. Caracllo, Lernbionte come storia, Bolonia Mulino, 1988, en especial, 1. aalill ee

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