EUGENE IONESCO
EL PIM-PAM-PUM
(Traduccién de Alvaro del Amo)ESCENA 1
La escena representa una ciudad, la plaza. No
es una ciudad moderna, no es tampoco una ciu-
dad antigua. Es una ciudad sin ningiin rasgo es-
pecial que la caracterice. Le iria bien el estilo
de la época comprendida entre 1880 y 1920. Dia
de mercado. Mucha gente si se dispone de un
teatro grande. Mucha menos gente si se dispone
de un teatro pequefio. Con pocos actores se pue-
de producir la sensacién de que hay mucha gen-
te, o bien espaciando a los distintos personajes,
o bien creando un ritmo de entradas y salidas a
base de cambiar cada vez de sombrero, de para-
guas que cogen y dejan, de barbas que se quitan
y se ponen. Durante largo rato, la gente se pa-
sea en silencio. No parecen tristes ni alegres,
han hecho o van a hacer la compra.
Antes de que entren todos estos personajes,
que parecen venir del mercado, al fondo, vere-
mos el mercado con gente que compra y gente
que vende. Oiremos el ruido de las palabras y
un rumor, un clamor ininteligible.
Ambiente colorista. Campanas.
Si no hay figurantes suficientes, siempre se
puede, lo que serta incluso preferible, reempla-
35zarlos por marionetas o mufecas grandes {mani-
quies). Las marionetas pueden ser agitadas 0 no
segtin sean reales o pintadas.
Al acabar esta primera escena, si se manejan
marionetas de verdad, se volverdn, con expre-
sién de angustia, inmovilizadas, cara al publico
0, atin mejor, con los ojos fijos en el lugar del
suceso. Si se utilizan mutiecas inmoviles o pin-
tadas, deberdn desaparecer en la neblina gris
(como, por otra parte, les ocurrird también a las
marionetas de verdad de las que sdlo se apre-
ciardn los contornos, pues una semioscuridad
invadiré el escenario al finalizar la escena).
Antes de que aparezcan las Amas de Casa
Primera y Segunda, entra por la derecha, al igual
que las Amas de Casa, precediéndolas unos po-
cos pasos, un personaje que ellas ven: un
monje negro, muy alto, con capuchon, que atra-
yesard la escena y saldrd por el otro lado.
Las Amas de Casa Primera y Segunda entran
por la derecha.
AMA DE CASA PRIMERA.
Solo los monos pescan esa enfermedad.
(Sale el monje.)
AMA DE CASA SEGUNDA.
Felizmente, en casa tenemos perros.
AMA DE CASA PRIMERA.
Y gatos.
AMA DE Casa SEGUNDA.
Aunque son las personas quienes llevan el virus.
56
AMA DE CASA PRIMERA.
{En las manos? ;Sin darse cuenta!
(Salen.)
AMA DE Casa TERCERA.
Mi marido me decia el otro dia que la mayor
parte de esta gente vive en Ja incoherencia. Ca-
recen de costumbres coherentes. Mueren a me-
nudo, al parecer.
AMA DE Casa CuaRTA.
Hagamos lo que conviene.
(Salen.)
AMA DE Casa QuINTA. (Entrando, con otra, por
la izquierda.)
Antano no habia mas remedio que lavar las
zanahorias. Si no, te transmitian la Jepra.
AMA DE CASA SEXTA.
Hoy en dia Jas patatas producen diabetes o gor-
dura extrema. Las espinacas son perjudiciales,
producen mucha sangre. Y las lentejas, un exce-
so de almidon. Las frutas, las ensaladas, como
todo lo que se ingiere crudo, desencadenan coli-
tis; si se cuecen, desaparecen las vitaminas, des-
aparecen los enzimas, puede ser mortal. El alco-
hol hace dafio, el alcohol alcoholiza. E] agua no
es buena, ni siquiera la de aljibe. Hincha el
est6mago. Lo puebla de ranas.
AMA DE Casa QUINTA.
La carne es dafiina. Es puro Acido trico. Y el
pescado ataca a los nervios.
AMA DE CaSA SEXTA.
{Cue el pescado ataca a los nervios?
37AMA DE Casa QUINTA.
A causa del fésforo. Explota el fésforo.
AMA DE CASA SEXTA.
jEn Ja cabeza?
AMA DE CASA QUINTA.
Y los mejillones ;pueden producir la peste! Y las
ostras. Y los mariscos.
AMA DE Casa SEXTA.
Y los esparragos, mi marido ni probarlos, es
malo para el rifidn. El lo sabe. Es médico. Tiene
pacientes que sufren de esparraguitis.
AMA DE Casa QUINTA.
También estén las berenjenas, que no producen
mas que reuma.
AMA DE CASA SEXTA.
E] reuma es més triston que la peste.
(Salen.)
(Entran las Amas de Casa Tercera y
Quinta.)
AMA DE Casa QUINTA.
jAy, las berenjenas! jE] cancer, el cancer!
(Entran las Amas de Casa Séptima y
Octava.)
AMA DE Casa SEPTIMA.
Me ha dicho mi marido que va a haber gente
que va a subir a Ja Luna. Y més arriba aun.
58
AMA DE CaSa OCcTava.
Haria falta una escalera mucho, mucho mas
grande que las escaleras de bombero y cabeza
abajo, puesto que parece que la Luna esta aba-
jo, esta siempre del otro lado, pues de todos
lados se ve.
AMA DE Casa SEPTIMA.
Exactamente. Si se la ve de todos lados, zpor
qué no iba a estar de nuestro lado?
AMA DE Casa OCTAVA.
Es un riesgo que debemos correr. gCuantas jor-
nadas se necesitarian? Me refiero a las escaleras.
AMA DE Casa SEPTIMA.
No podrian. Perderian el aliento.
AMa DE Casa OcTava.
Habria descansillos, plataformas, en las esca-
leras.
AMA DE CASA SEPTIMA.
{Se imagina usted qué vértigo? Que la cabeza
esté cabeza arriba o cabeza abajo, nada impor-
ta, en lo que el vértigo se refiere.
AMA DE Casa OCTAVA.
Podrian instalarse sobre obuses. A caballo sobre
obuses. Montarian sobre el caballo que estaria
subido al obus.
AMA DE Casa SEPTIMA.
Moririan. Habria demasiado aire y les daria mu-
chisimo miedo. Moririan.
(Salen.)
59INDICACIONES PARA LA REPRESENTACION: En
vez de salir, las Amas de Casa pueden dar vuel-
tas al escenario, si las posibilidades técnicas del
mismo lo permiten.
INDICACIONES PARA LA REPRESENTACION: Debe
haber tantas intervenciones de hombres como
de mujeres; si las intervenciones de hombres son
mds numerosas que las de las mujeres, se au-
mentaran las de las mujeres, o viceversa, hasta
el momento en que se encuentran todos para
sorprenderse y horrorizarse ante el primer acon-
tecimiento catastrdfico: la muerte de un recién
nacido, por ejemplo, o la muerte de varios hom-
bres, o la muerte de varias mujeres. Es posible
que todos los personajes que se encuentran en
escena al comienzo de la pieza mueran cuando
el comienzo finalice, es decir, al cabo de unos
minutos. Sus cuerpos esparcidos cubrirdn el es-
cenario. No debe olvidarse la llegada silenciosa
del monje negro.
Los Hombres Primero y Segundo entran por
la izquierda.
Hompre PRIMERO. (Al Segundo.)
Todos somos idiotas, lastima, estamos goberna-
dos por imbéciles.
HomsrE SEGUNDO.
Habra que encontrar un remedio para tal situa-
cién. Un remedio que es, lastima, imposible de
encontrar.
HompreE PRIMERO.
No importa. Aun asi, prometo encontrdrselo.
Encontrarselo cuando usted quiera.
60
Homere SEGUNDO.
Por mi, en seguida. Poder es saber.
Homsre PRIMERO.
Poder y saber son las dos facultades del hom-
bre. Del alma del hombre.
(Salen.)
(Entran por la izquierda los Hombres
Tercero y Ciarto.)
Hompre TERCERO. (Lleva un cochecito de nifio.)
Los domingos me toca a mi sacar a pasear a los
nifios en su cochecito, Tengo gemelos. Mi mujer
hace punto.
Hompre Cuarto. (Haciendo punto.)
A mi me pasa al revés.
(Salen.)
(Entran los Hombres Quinto y Sexto.)
HOMBRE QUINTO.
Le digo a usted que la cosa no iba demasiado
bien. Me encontraba como en medio de una es-
pesa niebla. Ya no entendia nada. Me sentia
agitado, una especie de impaciencia nerviosa y
muscular. No puede decirse que la cosa fuera
bien, en absoluto. No podia permanecer en la
cama, ni sentado, ni de pie. No podia andar por-
que me cansaba. No podifa tampoco quedarme
quieto,
HompreE SEXTO.
Tenia usted, sin embargo, una manera de solu-
cionar el problema. No muy agradable. Pero la
Unica alternativa.
61Hompre QUINTO.
gCual?
Hompre SEXTO.
Colgarse. Se podia usted haber colgado.
HOMBRE QUINTO.
Resulta peligroso.
Hompre SEXTO.
Implica un riesgo, si... Lo mio fue atin peor:
depresién. El mundo entero me parecia un pla-
neta lejano, impenetrable, de acero, hermético.
Como algo completamente hostil y extrafio. Sin
comunicacién. Todo cortado. Era yo el ence-
rrado, pero encerrado fuera.
Hompre Quinto,
{Donde estaba la tapadera? ,Fuera o dentro?
Homers SextTo.
Daba igual, yo era incapaz de levantarla. Pesa-
ba una tonelada. Toneladas y toneladas. De plo-
mo. No, de acero, como le decia hace un mo-
mento. Todavia el plomo puede derretirse...
HompreE QUINTO.
Yo nunca he podido levantar mas de sesenta
kilos. Y con més facilidad sesenta kilos de paja
que sesenta kilos de plomo. La paja, no Jo olvi-
demos, siempre es mas ligera.
Hompre SExTo.
Me pregunto a veces qué se puede hacer para
vivir. A veces duele, ,eh?, como dice mi amigo
Gastén.
62
HomsreE QUINTO.
{Seria preferible, quién sabe, morirse?
Hompre SEXTO.
No diga eso, trae mala suerte.
(Salen por la derecha.)
(Entran los Hombres Séptimo y Octavo.}
Hompre SEPtimo.
Nosotros no somos de los que se suben a los
astros.
Hompre OcTAvo.
Nosotros nada de astros. Desastres. Grandes de-
sastres, pequefios desastres.
Hompre SEPTIMo.
No son mas que técnicos superiores. Iran a la
Luna, iran a las estrellas. Iran mas lejos que
nosotros, pero no sabrén mds por eso. ,Cémo
ser la vista que desde alli se contemple?
Hompre OctTAvo.
Mas vasta que la nuestra.
Hompre SEPTIMO.
Si, pero gqué sabran sobre el todo? No sabran
nada sobre el todo. Lo que importa es el todo,
lo dems no es nada.
Hompre OcTAvo.
En efecto, la nada no cuenta mucho. (Breve pau-
sa.) Sin embargo, yo prefiero los pisos altos. Los
inquilinos de los pisos superiores disfrutan de
una vista mds elevada, mds amplia que los in-
quilinos de los pisos inferiores.
63Homsre Séptimo.
No siempre.
Hompre Octavo.
Y gcdmo es eso?
Homsre SEPTIMO, .
Si la casa esta situada al iniciarse una pendiente
y si los inquilinos superiores tienen sus venta-
nas, o sus buhardillas, o sus tragaluces en el
extremo de la pendiente, jlos ultimos pisos se
convierten en cuevas! La perspectiva es para
los demas. Los de abajo pueden ver desde mds
arriba.
(Salen.)
(Entrada de las Mujeres Primera y Se-
gunda.)
Mujer PRIMERA. . a
Mi cufiado trabaja en los reflejos incondiciona-
dos, en los condicionados siempre es mas facil.
MuJER SEGUNDA. .
No hace una mds que lo que se le pide. Pero
exigen muchisimo.
(Salen.)
(Entrada de los Hombres Quinto y
Sexto.)
Hompre QuINTO.
Siento como un renacer de la alegria. La ale-
gria, aqui llega. Es como si quisiera trepar des-
de los pies hacia el corazén. Pero, ay, tengo
hormigas en las piernas que le cortan el paso.
64
Hompre SExTo.
Amigo mio, yo ya no exijo el placer de vivir.
Me contentaria con la neutralidad. Mirar con
tranquilidad el espectaculo sin sufrir.
(Salen los Hombres Quinto y Sexto. En-
tran las Mujeres Tercera y Cuarta y los
Hombres Tercero y Cuarto. Los hombres
por la izquierda, las mujeres por la derecha,
como hasta ahora. Los Hombres Tercero
y Cuarto siguen llevando, uno, el punto, el
cochecito el otro. Ahora, el que llevaba el
punto empuja el cochecito, y viceversa.)
Homepre Tercero. (Al Cuarto.}
No hay porvenir.
Mujer Tercera. (A la Cuarta.)
Nada, nadie va a venir. Todo, eso si, por pre-
venir.
Muger Cuarta. (A la Tercera.)
Mas vale prevenir que curar.
Hompere Cuarto. {Al Tercero.}
Nada es realmente previsible.
Muyer Tercera. (A la Cuarta.)
Nada es realmente curable.
Hompre Tercero. (Al Cuarto.)
Ni siquiera lo previsible.
Muser Cuarta. (A la Tercera.)
Ni siquiera lo curable.
Hompre Cuarto. (Al Tercero.)
Sobre todo cuade lo previsible no puede pre-
verse.
65Muser TERCERA.
Lo curable se resiste, con particular energia, a
curarse. Es veneno.
(Entran los demds personajes, las muje-
res por la derecha, los hombres por la iz-
quierda y se detienen, mds o menos, a am-
bos lados de la escena, sin hablar y sin,
tampoco, simular que hablan. Su aspecto
debe ser mds bien distendido, miran, no se
mueven. El hombre vestido de negro, muy
alto, con capuchén, subido en invisibles
zancos, entra, como ya ha hecho antes, y
se detiene en mitad del escenario, tranqui-
lamente, sin que nadie demuestre advertir
su presencia.)
Hompre Cuarto. (Empujando el cochecito de
nifio, con los recién nacidos dentro, hacia la mi-
tad de la escena, de frente, mientras que el mon-
je se encuentra asimismo en el centro, pero atrds.
Al Hombre Tercero.)
Las campanas celebran el fina] de la misa. Antes
de que salga mi mujer, vamos a’ tomarnos la
copita.
Hompre Tercero. (Al Cuarto.)
Tu mujer tiene que encontrarse con la mia, en
la panaderia.
Hompre Cuarto. (Al Tercero.)
Guarda la labor en la cunita. No van a comér-
sela los nifios. (A la Mujer Cuarta.) Si es tan
amable, querida vecina, le importaria ocupar-
se un momento de estas criaturas?
(La Mujer Cuarta se acerca, seguida de
la Mujer Tercera.)
66
Mouser CuartTa.
Como esta usted, caballero?
Musser TERCERA.
No he visto atin a sus mellizos. Me han dicho
que son preciosos.
HomBre Cuarto.
Procure no despertarlos. El tiempo de tomar
una copita, con mi amigo.
Hompre TERCERO.
Vamos a tomarnos una copita juntos.
(Antes de que los hombres salgan, las
mujeres se inclinan sobre los recién na-
cidos.)
HomBrE CuartTo,
Hasta ahora mismo, sefioras.
HomsBrRE TERCERO.
Y gracias. Ahi se queda también mi labor.
Musser Cuarta. (Mirando al interior del co-
checito.) .
Me han dicho que eran rubios. No tienen buena
cara estos niiios.
Homepre Cuarto. (Que habia dado un paso ha-
cia el fondo con el Hombre Tercero.)
7Ya no hay nifios rubios! ;Ni sonrosados tam-
poco!
Muyer Tercera. (Mirando al interior del co-
checito.)
Tienen un tinte violaceo. Estén completamente
negros. Duermen.
67HomMpBrE TERCERO.
{Violaceo?
Hompre CuartTo.
{Mis nifios completamente negros?
Muser TERCERA. (Tocdndoles, en el interior del
cochecito.)
Parece que tienen frio. No estaran bien tapados.
MUJER CUARTA.
Les toco y no se mueven.
MuserR TERCERA. (Mirando al interior del co-
checito.)
Cuchi, cuchi, cuchi.
Mugser CuartTa. (Tocdndoles.)
Estan helados. ;Ay, Dios mio!
HompRE CuarTOo.
{Cué esta usted diciendo?
Moser TERCERA.
Pero si estén muertos.
Muser CuarTa.
Han muerto asfixiados. ;Aaaaah!
Hompre TERCERO.
(Qué?
Hompre CuarTo.
Se encuentran perfectamente. (Mira al interior
del cochecito. Lanza un grito.) jMuertos!
Hompre Tercero. (Mira al interior del coche-
cito. Lanza un grito.)
jMuertos!
68
(Mientras las Mujeres Tercera y Cuarta
sé apartan, despavoridas, gritando y un
cierto revuelo empieza a agitar a los demds
personajes, el Hombre Cuarto exclama.)
Homere CuarTo.
jLos han ahogado, los han estrangulado! jHan
asesinado a mis hijos! Quién ha sido?
(Los demds personajes se acercan, con
los ojos como platos, despacio, al grupo
formado por los dos hombres y las dos
mujeres que rodean el cochecito.)
MUJER PRIMERA.
{Quién ha podido ser?
HompreE CuaRTo.
Yo sé quién ha sido. Los he dejado esta mafiana
al cuidado de mi suegra. Siempre ha tenido ma-
nia a estos nifios. Porque me detesta. Hace mu-
cho tiempo. Desde siempre.
» Muyer TERCERA.
jDice que ha sido su suegra!
Homsre TERCERO.
jNo es motivo suficiente para matar nifios!
MujeR CuarTA.
iY la madre, que atin no sabe nada!
Muger Quinta.
jAh, mi yerno, mi yerno! A él le hubiera retor-
cido el cuello. Pero no a los nifios. Ademas, jsi
no tienen nifios! Mi hija no ha querido. Pero yo
lo comprendo, en un arrebato de ira...
69Hompre SEXTo.
jEs una vergtienza!
HomBre SEPTIMO.
jEs mds que una vergiienza!
Hompre QuINTO.
jLas ancianas han sido siempre un peligro! ;Ase-
sinas, envenenadoras!
Homsre Cuarto. (A la Mujer Segunda.)
Has sido td, suegra, la que los ha matado.
Muser SEGUNDA.
Yo no he sido, te Io juro.
Hompre CuaRTo.
iCriminal! (Se precipita hacia la Mujer Segunda,
que cae.)
Hompre TERCERO. (Al Cuarto.)
No es para tanto.
Hompre Octavo. (Al Cuarto.)
Ella es inocente.
HomBrE PRIMERO.
Ha muerto.
Muzyer Tercera. (Al Hombre Cuarto.)
jAsesino!
Hompre PRimMERO, HomBRE SEGUNDO y MUJER
Quinta. (Al Hombre Cuarto, al tiempo que se
le acercan, amenazadores.)
jAsesino! ;Miserable!
70
Hompre CuaRTO.
Se ha caido sola. Yo ni siquiera la he tocado.
Hompre Ocravo. (Mirando a la Mujer Se-
gunda.)
jTiene un tinte violdceo, esté completamente
negra!
Hompre SextTo.
Esta mujer era mi benefactora. Me las vas a
pagar. /
(Se precipita hacia el Hombre Cuarto
con un cuchillo en la mano.)
Hompre TeRcERO. (Al Sexto, tratando de dete-
nerle.}
Cuando 61 dice que no ha sido... Se ha muerto
sola.
(El Hombre Sexto esté muy cerca del
Cuarto. El Hombre Cuarto cae.)
Hompre Cuarto, (Al caer.)
jAaaah! ;Muerto soy!
(Su cuerpo en el suelo, con los brazos en
cruz.)
Hompre Tercero. (Al Sexto.)
Has matado a mi amigo. jAsesino! ;Puerco!
Los Hompres Y LAS Museres. (Al Hombre Sex-
to, mientras avanzan hacia él, amenazadores,
menos el Hombre Segundo y la Mujer Quinta,
que examinan el caddver del Hombre Cuarto.)
jPuerco! ;Asesino!
Hompre SExTo.
No he sido yo, he fallado el golpe. Se ha caido
solo. Se ha como deslizado.
TtHompre SEGUNDO y MUJER Quinta. (Tras haber
examinado al Hombre Cuarto, que yace en el
suelo.)
jMiren! jEst4 completamente negro! jTiene un
tinte violaceo!
MujJER OCTAvA. :
No lo puedo soportar. ;Policia! (Se leva la
mano al corazon.) ;Aaaah, mi corazén!
(Cae, muerta.)
Hompres TERCERO y Ocravo. (Al Hombre
Sexto.)
jPuerco! ;Asesino!
HomBre QuINTO y MugeR SEPTIMA. (Se interpo-
nen, al igual que la Mujer Sexta.)
No ha sido él.
Muger SEPTIMA.
jSi él mismo ha dicho que moria solo!
(Durante este tiempo, los Hombres Pri-
mero y Segundo, asi como las Mujeres Pri-
mera, Tercera, Cuarta, Quinta y Sexta exa-
minan el cadaver de la Mujer Octava.)
HOMBRE PRIMERO.
Ya no se mueve.
MUJER TERCERA.
Convendria de todos modos llamar a un médico.
MusER SEXTA.
Habria que llamar a los bomberos. Voy a bus-
car a los bomberos.
(Se dirige hacia el fondo. Cae.)
72
Hompre SExTo.
No he sido yo. No he sido yo. Lo juro.
(Se derrumba, rodeado por los Hombres
Tercero, Quinto y Octavo y por la Mujer
Séptima. Es evidente que cuando los per-
sonajes rodean al Hombre Sexto, deben de-
jar un espacio abierto hacia el publico para
que veamos caer al Hombre Sexto. Los
Hombres Primero y Segundo, las Mujeres
Primera, Tercera, Cuarta y Quinta levan-
tan, después de haberla examinado, a la
Mujer Octava, que yace en el suelo, con
los brazos en alto.)
HOMBRE PRIMERO.
No es el coraz6n.
HOMBRE SEGUNDO.
Quiza sea el corazén.
MUJER PRIMERA.
iTiene un color fatal!
Muser Séptma. (Mirando al Hombre Sexto que
yace en el suelo.)
Ha muerto.
Mu3ER TERCERA.
EI cielo le ha castigado.
Hompre Quinto.
éNo se habra desmayado?
(Los personajes que rodeaban al Hombre
Sexto {es decir, el Tercero, el Quinto y el
Octavo, y la Mujer Séptima), asi como los
73que estaban alrededor de la Mujer Octava
(es decir, los Hombres Primero y Segundo
y las Mujeres Primera, Tercera, Cuarta y
Quinta) se dirigen los unos hacia los otros,
diciendo: «jEs realmente extraordinario!
jJamds lo hubiera creido! j;No ofrecen un
aspecto grato! jY es por su maldad! jSon
culpables! jSon inocentes!».}
Hompre Séptimo. (Sefialando a la Mujer Sexta,
muerta.)
jPues ha muerto! Se disponia a avisar a los bom-
beros. (Se precipita sobre la Mujer Sexta.) jHay
que levantarla!
MUJER SEPTIMA.
Esta, al menos, ha muerto, también, 40 no?
HomMBRE PRIMERO.
Se acabé. jNo vamos a reventar todos!
Hompre SEPTIMO. (Cogiendo la mano de la Mu-
jer Sexta.)
jEsté inerte! j;Muerta!
(Cae sobre la mujer.)
MUJER PRIMERA.
jHa dejado de ser una sorpresa!
Hompre OCctTavo.
Ya se va uno acostumbrando.
(Se derrumba sobre la Mujer Sexta y el
Hombre Séptimo. Los nueve personajes
que quedan se ponen a correr en todos los
sentidos, gritando y retorciéndose las ma-
nos.)
74
MUJER PRIMERA.
jTened piedad!
Hombre PRIMERO.
iEs la plaga! jLa gran plaga!
Mujer TERCERA,
jTened piedad!
HomBRE SEGUNDO,
He robado.
MujJeR QUINTA.
iSefior, tened piedad!
HomBRE TERCERO.
Soy un parricida.
Mouser QuinTA.
jHe cometido incesto!
Hompre Quinto. (Derrumbdndose en medio del
escenario.)
iPiedad, perd6n, piedad, perdén!
Muyer Séprima.
Perdéname.
HomBRE PRIMERO.
E] infierno.
(Se derrumba, a la derecha del escenario,
de cara al espectador.)
MUJER PRIMERA.
Quisiera reparar mis faltas.
(Cae en el lado opuesto del Hombre Pri-
mero.)
75MUJER TERCERA.
jTan mala no soy!
(Se derrumba detrds del Hombre Pri-
mero.)
HOMBRE SEGUNDO.
{Donde estds, amor mio? ,Dénde, amor?
(Cae junto a la Mujer Tercera.)
MUJER CUARTA.
iMis tripas! {Me abraso!
(Cae junto al Hombre Segundo.)
HomBrRE TERCERO.
Todo me hace dafio. Yo he hecho dafio. jAy,
hijitos mios!
(Se derrumba junto a la Mujer Cuarta.)
Muyeres Cuinra y SEPTIMA. (Que siguen co-
rriendo de un lado a otro del escenario.)
{No quiero! jSufro muchisimo!
Muser Quinta.
Tu desayuno, maridito, no est& listo!
(Se derrumban, cada una en una esquina
del escenario.)
FIN DE LA ESCENA
76
(Un funcionario de la ciudad se dirige al
publico.)
FUNCIONARIO.
Ciudadanos, extranjeros. Un mal desconocido
se ha extendido, desde hace algtin tiempo, en
nuestra ciudad. No es la guerra, no hay asesi-
natos, vivimos normalmente, tranquilamente,
muchos de nosotros en un estado que se parece
mucho a la felicidad. De pronto, sin causa apa-
rente, sin enfermedad previa, la gente empieza
a morirse en las casas, en las iglesias, en las es-
quinas de las calles, en las plazas piblicas. Em-
piezan a morirse, 40s imagindis lo que eso sig-
nifica? Y, para colmo, no se trata de casos
aislados, un muerto por aqui, otro muerto por
alld, una cosa asi, en Ultimo caso, podria admi-
tirse. Son cada vez mas numerosos. Existe una
progresién geométrica de la muerte. Se trata,
nos explican los médicos, los historiadores, los
tedlogos, los socidlogos, se trata de un mal que
se repite con cardcter ciclico, pocas veces, pero
con cardcter ciclico, y que habia ya siglos que
no reaparecia, la ultima vez en un lejano confin
77del mundo. El mal ha dado Ja vuelta a la Tierra
para venir a azotar al pais o ciudad mas feliz,
si, en el momento mas arménico de su historia,
en el momento en que creiamos que no habia
nada que temer. Este fenémeno terrible se ha
registrado las dos ultimas veces en lugares muy
lejanos, en Paris y en otra ciudad de la antigiie-
dad, Berlin. También en Sicilia, al parecer, pero
ya no disponemos de suficientes documentos
para saber con exactitud si se trataba de Sicilia
o de Argentina. Es inconcebible que nos haya
tocado a nosotros cuando Brest esta mas cerca
de esas regiones. Hay casas donde familias en-
teras son aniquiladas a Ja vez. Primos y herma-
nos resultan alcanzados al mismo tiempo por
el mismo mal, por la misma angustia, a la que
sigue idéntico dolor mortal. Aun cuando vivan
en barrios distintos. Se ha Ulegado a creer, por
un momento, que se podia explicar este fend-
meno considerandolo una vuelta, una reapari-
cién de antiguas querellas ancestrales entre fa-
milias o en el seno de una misma familia, como
ya es dificil que exista en nuestra apaciguada
modernidad. Pero la gente muere tanto en la
misma casa como en casas alejadas unas de
otras, desconocidos morian al mismo tiempo,
desconocidos entre si. Habia, segan esto, funda-
dos motivos para creer igualmente que se tra-
taba de una querella entre desconocidos. Un
exceso de coincidencias nos ha obligado a aban-
donar toda reflexion sobre la coincidencia. La
gente muere al azar.
Os he reunido por Ultima vez en esta plaza pu-
blica para deciros lo que nos pasa y que lo que
nos pasa es incomprensible. Nos vemos abru-
mados por una mortalidad sin causas conoci-
das. Es mi deber anunciaros que los paises ve-
78
cinos asi como las demas ciudades nos cierran
sus puertas. Soldados rodean la ciudad. Ya na-
die puede entrar, ninguno de vosotros puede
salir. Todavia ayer era posible marcharse. Des-
de hoy, estamos encerrados como en una tram-
pa. Conciudadanos y extranjeros, no intentéis
huir, no lograriais escapar a las balas de los
carabineros que defienden las entradas y las sa-
lidas. Vamos a necesitar valentia, habremos de
echar mano a toda nuestra capacidad de resig-
nacién. Necesito igualmente brazos para cavar
las tumbas. Es preciso expropiar solares, can-
teras, ya que no hay sitio en los cementerios.
Pido voluntarios para vigilar las casas infecta-
das, para impedir que nadie salga o entre. Ne-
cesitamos guardas jurados para realizar encues-
tas en las casas alcanzadas por la enfermedad
a fin de averiguar si se trata en cada caso de la
enfermedad mortal. Mujeres-encuestadoras pido
para determinar Jas causas de las defunciones,
para examinar asimismo a los vivos y constatar
si tienen manchas, rojeces, hinchazones, y de-
nunciarles a la Policia para que queden bien
encerrados. Todo sospechoso que entre en una
casa seré encerrado con los habitantes de la
casa. Evitad siempre a los sospechosos. Denun-
ciadles. Por el bien piblico. Pedimos cirujanos,
empleados de pompas finebres, enterradores,
todo el mundo dispuesto a echar una mano.
Todo el mundo debe estar dispuesto a vigilar o
enterrar a su prdjimo. No conocemos remedio
al mal. Podemos intentar limitarlo al m4ximo,
de este modo, quizd, conseguiremos, algunos de
nosotros, sobrevivir.
Pero que nadie cuente con ello.
No obstante, nada'de mendigos, nada de vaga-
bundos, nada de banquetes. Los espectaculos
79estan prohibidos. Los almacenes, los cafés, per-
manecerén abiertos el menor tiempo posible con
objeto de reducir la propagacién. Si es que exis-
te propagacién. Porque es posible que el mal
nos caiga del cielo como una Iluvia invisible
que pasara incluso a través de techos y paredes.
Como os he dicho, ya no se celebraran reunio-
nes publicas. Los grupos de mds de tres per-
sonas seran dispersados. Deambular esta
igualmente prohibido. Los habitantes deberan
circular de dos en dos con objeto de que cada
uno pueda vigilar al otro, y si cae, decirselo a
los enterradores.
Volved a vuestras casas, que cada cual se que-
de en su casa. Que nadie salga mas que lo es-
trictamente necesario.
Se pintardé en toda casa contaminada una cruz
roja como de unos treinta centimetros en el
centro de la puerta con la siguiente inscripcién:
«jDios, ten piedad de nosotros!»
(Sale.)
FIN DE LA ESCENA
86
ESCENA EN UNA CASA
Decorado: habitacién vacia, Entra un perso-
naje, con las manos enguantadas, llevando una
silla redonda con respaldo y brazos, mientras
otro criado, igualmente enguantado, aparece lle-
vando una tarima. En el centro de la pared, a
la derecha, colocan la silla sobre la tarima. Al
fondo, una enorme ventana que divide la pared
de arriba abajo. La ventana da a la calle.
AI fondo, a la izquierda, una puerta de en-
trada.
Los criados salen y entran de nuevo con va-
porizadores.
Un tercer personaje, una mujer, aparece, lle-
vando igualmente un vaporizador.
Los personajes rocian las paredes, la silla, la
tarima. Por la puerta de la derecha llega otro
personaje, lleva dos sillitas que coloca a ambos
lados de la puerta de la derecha. Es también
una mujer. Rocia los muebles, el suelo, las pa-
redes, el techo.
Por la ventana se ve lo que pasa en la calle:
se ve a un hombre medio desnudo, sin afeitar,
corriendo de un extremo a otro del espacio que
abarca la ventana, gritando: «;Tened compasion
81de mi!» Y desaparece. Dos hombres corren tras
él. Van vestidos de negro, con mdscaras para
protegerse la nariz y la boca de los microbios
y llevan porras en la mano enguantada.
El primer perseguidor levanta la porra para
rematar al personaje que ha debido desplomar-
se en la calle. d
Se oye un grito.
Se ve a los dos personajes (uno de ellos lleva-
ba una porra, el otro una camilla), levarse el
cadaver extendido sobre la camilla, gritando
uno: «jApestado!», y el otro: «;Paso libre, paso
libre!»
Entra el duefio de la casa, Es un hombre mds
bien alto, flaco, moreno, vestido con una bata,
bajo la que se distingue un traje oscuro. Lleva
en la cabeza una especie de gorro,; lleva tam-
bién, como los demas, guantes, con la esperanza
de preservarse del mal. Parece asustado y saca
del bolsillo constantemente un frasquito, que
destapa, que aspira, que tapa de nuevo, que
guarda en el bolsillo, que saca del bolsillo. Y asi
sucesivamente.
Se ve, por la ventana, a una mujer cubierta
de harapos corriendo en sentido inverso al hom-
bre que pasara hace un momento. La mujer
desaparece gritando: «jSalvad mi alma, he ma-
tado a mi hijo!» Tras ella, los mismos persegui-
dores que la colocaran sobre una camilla, el uno
gritando «apestado» y el otro, «abran paso», a
pesar de que no hay nadie en la calle.
Aparece también un hombre con uniforme
de policia que, después de consultar una lista
que lleva en la mano, comprueba el niimero de
la casa, saca una tiza y traza sobre la puerta
de enfrente una cruz, enorme, roja.
Alguien trata de abrir la puerta desde el in-
82
terior; el policia le amenaza con el revélver y
dice: «;Prohibido salir!»
Cierra de nuevo la puerta.
Veremos al hombre reaparecer por la venta-
na y al policia matar al hombre que caerd al
interior de la casa, como un personaje de guifiol.
Todas estas ultimas acciones, a partir de la
mujer que vocifera, ocurren después de la apa-
ricién en escena del dueno de la casa.
Estas tiltimas escenas se han producido si-
multdneamente (puede haber incluso otras simi-
lares) a la escena que transcurre en el interior
de la casa.
El duefio de la casa mira a sus criados, dedi-
cados a vaporizar con el fin de desinfectar cada
rincon.
Ex DueNo DE LA Casa.
jPurificad, purificad, desinfectad! Aqui estare-
mos a salvo. ,Quién lleva los perfumes que pu-
tifican?
CRIADO. PRIMERO.
Yo, sefior.
Et DuENo DE La Casa.
{.Quién lleva el aceite que contiene Ia propaga-
cion del mal?
Criabo SEGUNDO.
Yo, sefior.
Ex DuENo DE LA Casa.
Que no quede el menor resquicio sin untar.
A darse prisa. No basta con vaporizar. ;Y la
resina? ¢Y la arenilla? (A una de las dos mu-
jeres.) Frotadlo bien todo. {Y el benjui, la colo-
fonia, los insecticidas, el azufre?
83Crrapo PRIMERO.
Aqui estan, aqui estan. Frotamos.
(Frota.)
CrIaDO SEGUNDO.
jAqui esta e] azufre! Frotamos.
(Frota.)
Ex DusfXo pe 1a Casa. (A la Criada Segunda.)
Sirveme la comida. {Le habéis dado brillo a
todo, habéis rociado bien los muebles con
barniz?
CRIADO PRIMERO.
Si, sefior. Con el producto que usted ha reco-
mendado.
Ex DueNo pe xa Casa. (A la Criada Segunda,
que sale.)
Para tocar las viandas, te pones los guantes
blancos. (A Ia Criada Primera.) Quema incien-
so. Junto a Ja puerta, junto a la ventana, en los
rincones.
(La Criada lo hace, mientras los otros
continian frotando y desinfectando el sue-
lo, las paredes, etc. La Criada Segunda
trae una bandeja con la colacién del Due-
fio de la Casa, que va a instalarse en la
silla de brazos.)
Ev DusNo pe La Cas. (Busca la postura, huele
la comida.)
Huele todavia a pescado. Huele todavia a fruta.
{Habéis puesto suficientes medicinas? Pues hay
que echar mas. Debemos alimentarnos y es pe-
ligroso. Asi que hay que renunciar a los sabores.
84
CRIADO PRIMERO.
Si no hiciera este calor, la epidemia seria menos
virulenta.
CRIADO SEGUNDO.
Por no hablar de la lluvia de estio.
CRIADA PRIMERA.
Cuando asomen la nieve y el hielo, borrardn la
enfermedad.
CRIADA SEGUNDA.
Sefior, ya Jas campanas no tocan a muerto. Hay
demasiados. No tienen tiempo.
CRIADO PRIMERO.
Lo hacen para tranquilizar a la poblacién.
CRIADA PRIMERA.
Ya no quedan campaneros. Las tres cuartas par-
tes han muerto por la enfermedad.
EL DuENo DE LA Casa.
Anda, apartaos. Vais a ahogarme. La distancia
es higiénica. jHabéis cerrado bien las puertas?
{Habéis cerrado bien las ventanas?
(Se apartan del Duefio de la Casa.)
CRIADO SEGUNDO.
iNi una aguja podria deslizarse bajo la puerta!
Ex DuENo DE LA Casa.
jPues no debe pasar ni un hilo siquiera!
CRIADA SEGUNDA.
Todo esta cerrado.
85Ex DueNa DE LA Casa.
Tenemos trigo y arroz, pescado y carne en sala-
zon, tenemos frutos secos, tenemos avellanas.
Y estamos a salvo de las ratas. (Al Criado Pri-
mero.) Hay que controlar continuamente el te-
cho. Que el viento no arranque ni una sola teja.
Y eso si, que no entre nadie, que no salga nadie.
Estamos a salvo. No miréis por la ventana. La
contemplacién del mal, la mera contemplaci6n,
puede también contagiar. (Se lleva un trozo de
comida a la boca.) Tened muchisimo cuidado.
Me parece que hay una ligera corriente de aire.
Y el viento transporta los gérmenes del mal.
No hay la menor fisura. Pero puede haberla.
Los vientos y el aire empujan las paredes y los
tabiques, con la idea de atravesarlos. Permane-
ced vigilantes. Tapad cada agujero con la cera
que debéis llevar siempre encima. A ello, vigi-
lad, inspeccionad. Hale, vamos.
(Los dos criados y la Criada Primera miran
por todas partes, tapan las fisuras, o lo simulan,
se produce una gran agitacién en la casa. Sdlo
permanece junto al Dueno de la Casa la Criada
Segunda, que le sirve la comida.
Durante ese tiempo, aparece por la ventana
grande un hombre de negro que pasa llevando
una bandera negra, seguido de un carro condu-
cido por dos caballos negros, un cochero vestido
de negro, un atatid sobre el carro.
Detrds, un guardia con su alabarda sigue el
ataud.
Va tocando una trompeta. Interrumpe su ac-
tividad para, cada cierto tiempo, gritar: «;A pdr-
tense!» Seguin las posibilidades de «attrezzo», sé
puede prescindir del carro y sustituirlo por dos
hombres de negro llevando el ataud.
86
El Duefio de la Casa habla, a la vez que, con
muchas precauciones, come, mirando y olfa-
teando cuidadosamente cada bocado; hay algu-
nos trozos que vuelve a colocar en el plato des-
pués de olerlos, sin llegar a tocarlos.)
Ex DUENo DE LA CASA.
Tapadio todo. También hay grietas que se for-
man porque si y por las que puede colarse el
aire putrido, Vaporizadlas también. Cue no os
dé reparo vaporizar hasta la comida, qué se le
va a hacer si luego sabe mal. Vaporizad, porque
el mal aire puede entrar por arte de magia a
través del espesor de los muros. El espiritu del
mal no siempre distingue paredes y tabiques. Es
invisible y para él no existe la materia.
CRIADO PRIMERO.
Si piensa usted en él, sefior, entra por el pen-
samiento.
EL DuEKo pe La Casa. (Gritando.)
iPues pensad que no entra! ;Pensad que no en-
tra! Los tabiques deben ser calafateados, pero
el coraz6n debe ser impermeable. Si vosotros
no queréis, el mal no entraré en esta casa. No
nos alcanzar4. Pero seguid desinfectando la
casa. Seguid comprobando si hay grietas o fisu-
ras. Si algo se descoloca. Cue todo cierre. Fuera
de nosotros, ya no existe nada. Somos impene-
trables. Esto debemos repetirnos. ;Somos im-
Penetrables? j|Responded!
CRIADOS PRIMERO y SEGUNDO. (Sin dejar de fro-
tar y desinfectar.)
Somos impenetrables.
87Ex DugNo pe La Casa. (A la Criada Primera.)
jDilo ti también!
CRIADA PRIMERA.
Soy impenetrable. E] mal no puede alcanzarme.
Ex DueNo DE La Casa. (A la Criada Segunda.)
cY ta?
CRIADA SEGUNDA.
El! mal no puede alcanzarnos.
Los cuATRO CRIADOS. (A la vez.)
El mal no puede Ilegar hasta nosotros.
Ev DueNo DE LA Casa.
Yo soy impenetrable. Soy inalcanzable.
(El Duefio de la Casa cae de bruces, des-
pués de tirar la bandeja con la comida. Los
criados, aterrorizados, se precipitan hacia
él. La Criada Primera levanta la mano del
Duefio de la Casa y la deja caer.)
CRIADA PRIMERA.
Se le ponen negras las palmas de las manos.
Criapo Primero. (Levantando la cabeza del
Duefio de la Casa agarrdéndole por los pelos.)
jSus ojos se le inyectan en sangre! jSu cara esta
azul!
CRIADA SEGUNDA.
jLo ha tirado todo! jHa roto los platos! ;Y no
tengo otros!
Criapo Secunpo. (Al Primero.)
Son las sefiales del mal.
88
CRIADA PRIMERA.
Son Jas sefiales del mal.
(Aterrorizados, los criados se apartan del
cuerpo y se precipitan hacia la puerta. La
abren.)
Un Pouicia. (Fusil en mano.)
No se puede salir de una casa en donde se haya
declarado la enfermedad. Si lo intentan, disparo.
(Les apunta con el fusil, los criados re-
troceden, la puerta vuelve a cerrarse por
fuera de un portazo. Los criados se preci-
pitan a la ventana para intentar romperla.
Pero encuentran a otro policia, armado.
Los criados retroceden. Vemos que tienen
miedo unos de otros. Del exterior, mien-
tras que los cuatro criados, cada uno en
un rincén de la habitacidn, caen de rodi-
llas, gruesas cortinas oscuras cubren los
cristales. Las tinieblas invaden el escenario.)
FIN DE LA ESCENA
89Personajes:
ALEJANDRO, JACoBO, EMILIO, KATIA,
Ex Doctor, LA ENFERMERA
Decorado: la habitacién de una clinica, V en-
tana al fondo. Los tabiques, a izquierda y dere-
cha, de cristal. Puertecita a la derecha. A la
izquierda, Alejandro en la cama. Tres o cuatro
asientos. Alejandro tiene unos sesenta afios, Ka-
tia es mucho mds joven. Emilio y Jacobo son
un poco mds jévenes que Alejandro.
Al levantarse el telén, en escena: Alejandro,
Katia, Emilio y Jacobo, que acaban de entrar.
ALEJANDRO. (A Jacobo y Emilio.)
Sentaos. Las sillas no son muy cémodas.
Emiio. (A Alejandro.)
Pronto va a hacer veinte afios que no te veia.
Ahora estdés enfermo.
ALEJANDRO.
Pero no me he muerto aiin.
90
EmILio.
Ya lo sé. Trabajas muchisimo. Eso he oido yo.
Nos estds preparando una obra importante.
Jacogo.
Yo he leido algunos fragmentos. Es excelente.
EMILio.
jQué polémica més esttipida!
ALEJANDRO.
EI tipico malentendido.
EmILio.
El tipico malentendido, como ti dices. Que me
ha privado de tu amistad durante largo tiempo.
Pero ya que te encuentro de nuevo...
Katia. .
Era facil de encontrar. Podia usted haberlo in-
tentado.
Emilio. (A Katia.)
Si, no digo que no, también Alejandro podia
haber dado el primer paso.
Katia.
Usted no tenia el menor interés.
Jacoso. (Procurando conciliar.)
Claro que si, Katia, gcOmo dice usted eso?
EmiLio. {A Katia.)
Usted es francesa, normanda. ,De dénde le vie-
ne el nombre ruso?
91ALEJANDRO.
El nombre es francés, ruso es el diminutivo, Ella
misma se lo ha puesto. Le gustaba mucho
Chejov.
EmILio.
Es ridiculo. Puede uno perdonarlo todo, pero lo
que no puede perdonarse a nadie es que tenga
ideas distintas a las tuyas. El que piensa de otra
forma es un enemigo.
Jacoso. (A Emilio.)
Lo que pasa es que tu no sientes la llamada de
la amistad. La amistad es mds fuerte que las
ideologias. Ti también has cambiado, has adop-
tado nuevas ideas. Y ;quién no cambia?
Emitio.
Para mi, un amigo es alguien que piensa como
yo. Para que siga siendo amigo mio, debe modi-
ficar sus ideas al mismo tiempo que yo. Estoy
exagerando un poco. Pero en el fondo, es asi.
(A Alejandro.) Yo habia venido a hablar, a in-
tentar clarificar contigo, a explicarme, a expli-
car, a comprender un poco cual es el oculto
motivo de esta falta de entendimiento mutuo,
porque después de modificar tus ideas, las mo-
dificaste de nuevo y tienes ahora las mismas
ideas que yo, desde hace unos diez aiios, y, sin
embargo, hemos seguido sin vernos.
Katia. (A Emilio.)
No agote su ingenio en disquisiciones. Y, sobre
todo, no le agote a él. El médico no quiere que
se agote. Le diré que ha dudado mucho antes
de autorizar esta visita.
92
ALEJANDRO.
Hablemos de otra cosa. Me alegro de veros. No
hablemos de nada.
Emilio.
Existe, sin embargo, una extrafia coincidencia.
Nuestra polémica se produjo al dia siguiente de
concederme a mi aquel premio literario.
Katia.
Alejandro esta por encima de todo eso.
ALEJANDRO.
jEs absurdo!
EmILio.
Es evidente. Alejandro no es envidioso. Quiza,
simplemente, se encuentre en desacuerdo ideo-
légico con los miembros del jurado que, a no
ser por eso, le hubieran sin duda concedido
aquel premio. El lo merecia mds que yo. En
aquella época, quiero decir que, quiza, pensaba
que yo iba a renunciar a aquel premio. Como
él hubiera hecho.
Katia.
Sin duda. El no hubiera aceptado.
ALEJANDRO.
No es tan desagradable pasarse varios meses
en una clinica. Al principio, cuesta, Pero des-
pués se acostumbra uno. Vivo en un mundo
aséptico, el ruido y la furia del exterior llegan
hasta mi como edulcorados, deshilachados. Y ya
no me dan miedo o, mejor, ya no me molestan.
93EmILio.
Antes de entrar, nos han rociado con un liquido
desinfectante.
Jacopo.
Mucha gente muere en este momento.
EmiLio.
Mas que lo normal. Muchos mueren en la calle.
Se derrumban, los hombres se deshacen el nudo
de la corbata, las mujeres lanzan un grito, y lue-
go mueren.
Jacopo.
Esta de moda.
ALEJANDRO,
Si, ya lo sé, estoy al corriente.
Jacoso. (A Alejandro.)
Bueno, el caso es que est4s mejor, 4a que si?
Tienes una cara estupenda.
ALEJANDRO. (A Jacobo.)
Tu también, a pesar de que te pasas el dia circu-
lando por las calles de la ciudad.
EMILio. (A Katia.)
Me pregunto si en el hecho de que yo haya de-
jado de ver a Alejandro, no tiene usted algo de
culpa. {No se acuerda? Yo estaba en su casa,
en su pisito, habiamos cenado y, en la conver-
sacién, de repente... No me equivoco, descubri
en su cara un reproche.
KartIA.
Yo no me acuerdo de eso.
94
EmILio.
No me equivoco, no me equivoco.
Jacopo. {A Emilio.)
Lo debiste entender mal.
ALEJANDRO. (A Emilio.)
Le has concedido demasiada importancia. Siem-
pre se concede a todo demasiada importancia.
EmILio.
Sin embargo, fue a partir de ese momento cuan-
do se produjo en su actitud hacia mi un giro
evidentisimo.
Jacono. (A Emilio.)
No le agotes. Lo pasado, pasado.
EmILio.
Me parece que es mas bien a Katia a quien
agoto.
ALEJANDRO.
Desde entonces, hemos hecho muchas cosas,
pero las hicimos todas a prisa y corriendo. Ha-
bia que rapidizar.
EmMILio.
Habia que haber dicha las cosas en el momento
en que la gente estaba atin en disposicién de es-
cuchar Io que nosotros deciamos. Ahora, nadie
haria caso. Tienen otras preocupaciones. Todos
esos muertos, sin ir mas lejos.
ALEJANDRO. (A Emilio.)
Tienes razon. Lo que tenemos que decir, hay
que decirlo en seguida. De este modo consegui-
remos un sitito en la historia de la expresiOn.
95Solo tenemos una palabra que decir. Se ente-
rrar4 con millones de palabras mds, pero en un
primer momento, hara oir su voz. Si no nos da-
mos prisa, la palabra dejara de ser comprensi-
ble, pierde su significado, esta ya superada.
JACOBO.
De una época a otra se descubren obras que re-
sucitan.
(Entra el Doctor, seguido de la Enfer-
mera.)
Ex Docror. (Después de acercarse a Alejandro
con la Enfermera.)
Se encuentra usted mejor?
ALEJANDRO,
Sigo con este dolor. Menos fuerte.
Kati. (A Alejandro.)
Decias que ya no sufrias.
Ev Doctor. (A la Enfermera.)
Péngale la inyecci6n.
(Mientras la Enfermera le pone la inyec-
cion, el Doctor se vuelve a Jacobo y Emi-
lio.)
Ex Docror.
No se levanten. Tengo mucho trabajo en este
momento. Un millar de personas han muerto
hoy, en la calle, del mismo mal.
JACOBO.
,Individualmente?
96
Ex Docror.
Los hay que mueren individualmente, los hay
que mueren en paquetes de diez o doce. La cien-
cia se declara impotente. No sabemos qué es.
Es una epidemia extrafia. No hay sintomas pre-
vios. No podemos curar a nadie. Y las autop-
sias no revelan nada.
La ENFERMERA. (A Alejandro.)
éLe he hecho mucho dafio?
ALEJANDRO.
Ahora me siento muy bien. Nunca me habia
sentido tan bien.
Kati. (A Alejandro.)
Td que normalmente eres tan quejica.
Ex Docror.
Bueno, tengo que bajar. Me han anunciado la
Ilegada de una hornada completa. Seguiremos
al menos haciendo autopsias.
LA ENFERMERA.
El némero aumenta de dia en dia.
Jacopo. (Al Doctor.)
4Abrigan ustedes la esperanza de llegar a expli-
car esta enfermedad y combatirla?
Ex Docror.
Pero {se trata realmente de una enfermedad?
ALEJANDRO.
jAmigos mios; ;Amigos mios!
KarIA.
{Qué te pasa?
97EmILio.
{Qué ha dicho?
JAcoBO.
Ha dicho «amigos mios».
La Enrermera. (Al Doctor.)
No se vaya. Mire, los ojos parecen salirsele de
las drbitas.
ALEJANDRO.
jAmigos mios!
(Se habia incorporado a medias en la
cama. Se desploma.)
LA ENFERMERA.
Se ha desmayado.
(El Doctor se acerca a Alejandro.)
Ex Docror.
Ha muerto.
Katia. .
Imposible. Ah, pues asi. Qué voy a hacer sin él.
Emizio.
Y yo no he Ilegado ha hablar con él. jDemasia-
do tarde!
Jacopo.
Sus ailtimas palabras han sido: «jAmigos mios!»
Ex Doctor. (A Katia.)
No, sefiora, no ha muerto de la enfermedad que
habia venido a curarse aqui. Tampoco ha sido
por la inyeccion.
98
Emiio.
{Por qué ha dicho «Amigos mios»? ;Qué que-
ria decir con eso? Se habia sentado en la cama,
queria decirnos algo importante.
EL Doctor. (A la Enfermera.)
Ciérrele los ojos. Llame al servicio. Que bajen
el cadaver al depésito.
FIN DE LA ESCENA
99ENCUENTRO EN LA CALLE
Burcués PrImMERO y BuRGUES SEGUNDO
(Los dos Burgueses entran a la vez, uno
por la izguierda, el otro por la derecha.)
BurGués PRIMERO.
Hombre, qué hay. ;No estas muerto?
BurcuEs SEGUNDO.
No soy una aparicion. A veces me sorprende no
estar muerto. El hecho es que no lo estoy. Exis-
to, existo atin.
BurcuEs PRIMERO.
gSigues viviendo en el distrito 21? ;Qué vienes
a buscar aqui? Nos han comunicado que tu dis-
trito ha sido el mas afectado por Ja enfermedad.
Mas atin que el distrito 25. Menos que ef 27.
Habia pedido que se estableciera una frontera,
una barrera para impedir que los habitantes de
barrios insalubres penetraran, acudieran a refu-
giarse en distritos menos afectados, el mio sobre
todo. El mio el primero. ;Cémo has conseguido
colarte? Con mi pufio y letra he redactado este
160
reglamento, aprobado por la mayoria de los con-
sejeros municipales.
BurGuEs SEGUNDO.
Yo a ti no te he hecho nada.
Burcufs PRIMERO.
Si, y voy, me parece, a decirselo a los guardias.
BurGuEs SEGUNDO.
He venido a tu barrio en interés de la adminis-
tracién. Soy delegado de alimentacién, Soy yo
quien se ocupa de almacenar compota desde
que las frutas naturales se prohibieron. Este es
mi salvoconducto y aqui esta mi nombramiento.
BurGués PRIMERO.
Observo tus documentos de lejos. gY tu familia?
BurcuEés SEGUNDO.
Algunos viven aun, otros parientes ya no viven.
Burcués PRIMERO.
Como han podido nombrar a un vecino del
distrito 21 para que se encargue de la alimen-
tacion de la ciudad? Aparta. Hablame a tres
metros de distancia, a cinco metros mas bien,
que tus microbios no puedan alcanzarme.
BurGuEs SEGUNDO.
ZY tu familia?
BurcuEs PRIMERO,
En mi casa no hay nadie muerto ni enfermo.
En las doce casas de mi calle, no se conoce un
solo caso dudoso.
101