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EUGENE IONESCO EL PIM-PAM-PUM (Traduccién de Alvaro del Amo) ESCENA 1 La escena representa una ciudad, la plaza. No es una ciudad moderna, no es tampoco una ciu- dad antigua. Es una ciudad sin ningiin rasgo es- pecial que la caracterice. Le iria bien el estilo de la época comprendida entre 1880 y 1920. Dia de mercado. Mucha gente si se dispone de un teatro grande. Mucha menos gente si se dispone de un teatro pequefio. Con pocos actores se pue- de producir la sensacién de que hay mucha gen- te, o bien espaciando a los distintos personajes, o bien creando un ritmo de entradas y salidas a base de cambiar cada vez de sombrero, de para- guas que cogen y dejan, de barbas que se quitan y se ponen. Durante largo rato, la gente se pa- sea en silencio. No parecen tristes ni alegres, han hecho o van a hacer la compra. Antes de que entren todos estos personajes, que parecen venir del mercado, al fondo, vere- mos el mercado con gente que compra y gente que vende. Oiremos el ruido de las palabras y un rumor, un clamor ininteligible. Ambiente colorista. Campanas. Si no hay figurantes suficientes, siempre se puede, lo que serta incluso preferible, reempla- 35 zarlos por marionetas o mufecas grandes {mani- quies). Las marionetas pueden ser agitadas 0 no segtin sean reales o pintadas. Al acabar esta primera escena, si se manejan marionetas de verdad, se volverdn, con expre- sién de angustia, inmovilizadas, cara al publico 0, atin mejor, con los ojos fijos en el lugar del suceso. Si se utilizan mutiecas inmoviles o pin- tadas, deberdn desaparecer en la neblina gris (como, por otra parte, les ocurrird también a las marionetas de verdad de las que sdlo se apre- ciardn los contornos, pues una semioscuridad invadiré el escenario al finalizar la escena). Antes de que aparezcan las Amas de Casa Primera y Segunda, entra por la derecha, al igual que las Amas de Casa, precediéndolas unos po- cos pasos, un personaje que ellas ven: un monje negro, muy alto, con capuchon, que atra- yesard la escena y saldrd por el otro lado. Las Amas de Casa Primera y Segunda entran por la derecha. AMA DE CASA PRIMERA. Solo los monos pescan esa enfermedad. (Sale el monje.) AMA DE CASA SEGUNDA. Felizmente, en casa tenemos perros. AMA DE CASA PRIMERA. Y gatos. AMA DE Casa SEGUNDA. Aunque son las personas quienes llevan el virus. 56 AMA DE CASA PRIMERA. {En las manos? ;Sin darse cuenta! (Salen.) AMA DE Casa TERCERA. Mi marido me decia el otro dia que la mayor parte de esta gente vive en Ja incoherencia. Ca- recen de costumbres coherentes. Mueren a me- nudo, al parecer. AMA DE Casa CuaRTA. Hagamos lo que conviene. (Salen.) AMA DE Casa QuINTA. (Entrando, con otra, por la izquierda.) Antano no habia mas remedio que lavar las zanahorias. Si no, te transmitian la Jepra. AMA DE CASA SEXTA. Hoy en dia Jas patatas producen diabetes o gor- dura extrema. Las espinacas son perjudiciales, producen mucha sangre. Y las lentejas, un exce- so de almidon. Las frutas, las ensaladas, como todo lo que se ingiere crudo, desencadenan coli- tis; si se cuecen, desaparecen las vitaminas, des- aparecen los enzimas, puede ser mortal. El alco- hol hace dafio, el alcohol alcoholiza. E] agua no es buena, ni siquiera la de aljibe. Hincha el est6mago. Lo puebla de ranas. AMA DE Casa QUINTA. La carne es dafiina. Es puro Acido trico. Y el pescado ataca a los nervios. AMA DE CaSA SEXTA. {Cue el pescado ataca a los nervios? 37 AMA DE Casa QUINTA. A causa del fésforo. Explota el fésforo. AMA DE CASA SEXTA. jEn Ja cabeza? AMA DE CASA QUINTA. Y los mejillones ;pueden producir la peste! Y las ostras. Y los mariscos. AMA DE Casa SEXTA. Y los esparragos, mi marido ni probarlos, es malo para el rifidn. El lo sabe. Es médico. Tiene pacientes que sufren de esparraguitis. AMA DE Casa QUINTA. También estén las berenjenas, que no producen mas que reuma. AMA DE CASA SEXTA. E] reuma es més triston que la peste. (Salen.) (Entran las Amas de Casa Tercera y Quinta.) AMA DE Casa QUINTA. jAy, las berenjenas! jE] cancer, el cancer! (Entran las Amas de Casa Séptima y Octava.) AMA DE Casa SEPTIMA. Me ha dicho mi marido que va a haber gente que va a subir a Ja Luna. Y més arriba aun. 58 AMA DE CaSa OCcTava. Haria falta una escalera mucho, mucho mas grande que las escaleras de bombero y cabeza abajo, puesto que parece que la Luna esta aba- jo, esta siempre del otro lado, pues de todos lados se ve. AMA DE Casa SEPTIMA. Exactamente. Si se la ve de todos lados, zpor qué no iba a estar de nuestro lado? AMA DE Casa OCTAVA. Es un riesgo que debemos correr. gCuantas jor- nadas se necesitarian? Me refiero a las escaleras. AMA DE Casa SEPTIMA. No podrian. Perderian el aliento. AMa DE Casa OcTava. Habria descansillos, plataformas, en las esca- leras. AMA DE CASA SEPTIMA. {Se imagina usted qué vértigo? Que la cabeza esté cabeza arriba o cabeza abajo, nada impor- ta, en lo que el vértigo se refiere. AMA DE Casa OCTAVA. Podrian instalarse sobre obuses. A caballo sobre obuses. Montarian sobre el caballo que estaria subido al obus. AMA DE Casa SEPTIMA. Moririan. Habria demasiado aire y les daria mu- chisimo miedo. Moririan. (Salen.) 59 INDICACIONES PARA LA REPRESENTACION: En vez de salir, las Amas de Casa pueden dar vuel- tas al escenario, si las posibilidades técnicas del mismo lo permiten. INDICACIONES PARA LA REPRESENTACION: Debe haber tantas intervenciones de hombres como de mujeres; si las intervenciones de hombres son mds numerosas que las de las mujeres, se au- mentaran las de las mujeres, o viceversa, hasta el momento en que se encuentran todos para sorprenderse y horrorizarse ante el primer acon- tecimiento catastrdfico: la muerte de un recién nacido, por ejemplo, o la muerte de varios hom- bres, o la muerte de varias mujeres. Es posible que todos los personajes que se encuentran en escena al comienzo de la pieza mueran cuando el comienzo finalice, es decir, al cabo de unos minutos. Sus cuerpos esparcidos cubrirdn el es- cenario. No debe olvidarse la llegada silenciosa del monje negro. Los Hombres Primero y Segundo entran por la izquierda. Hompre PRIMERO. (Al Segundo.) Todos somos idiotas, lastima, estamos goberna- dos por imbéciles. HomsrE SEGUNDO. Habra que encontrar un remedio para tal situa- cién. Un remedio que es, lastima, imposible de encontrar. HompreE PRIMERO. No importa. Aun asi, prometo encontrdrselo. Encontrarselo cuando usted quiera. 60 Homere SEGUNDO. Por mi, en seguida. Poder es saber. Homsre PRIMERO. Poder y saber son las dos facultades del hom- bre. Del alma del hombre. (Salen.) (Entran por la izquierda los Hombres Tercero y Ciarto.) Hompre TERCERO. (Lleva un cochecito de nifio.) Los domingos me toca a mi sacar a pasear a los nifios en su cochecito, Tengo gemelos. Mi mujer hace punto. Hompre Cuarto. (Haciendo punto.) A mi me pasa al revés. (Salen.) (Entran los Hombres Quinto y Sexto.) HOMBRE QUINTO. Le digo a usted que la cosa no iba demasiado bien. Me encontraba como en medio de una es- pesa niebla. Ya no entendia nada. Me sentia agitado, una especie de impaciencia nerviosa y muscular. No puede decirse que la cosa fuera bien, en absoluto. No podia permanecer en la cama, ni sentado, ni de pie. No podia andar por- que me cansaba. No podifa tampoco quedarme quieto, HompreE SEXTO. Tenia usted, sin embargo, una manera de solu- cionar el problema. No muy agradable. Pero la Unica alternativa. 61 Hompre QUINTO. gCual? Hompre SEXTO. Colgarse. Se podia usted haber colgado. HOMBRE QUINTO. Resulta peligroso. Hompre SEXTO. Implica un riesgo, si... Lo mio fue atin peor: depresién. El mundo entero me parecia un pla- neta lejano, impenetrable, de acero, hermético. Como algo completamente hostil y extrafio. Sin comunicacién. Todo cortado. Era yo el ence- rrado, pero encerrado fuera. Hompre Quinto, {Donde estaba la tapadera? ,Fuera o dentro? Homers SextTo. Daba igual, yo era incapaz de levantarla. Pesa- ba una tonelada. Toneladas y toneladas. De plo- mo. No, de acero, como le decia hace un mo- mento. Todavia el plomo puede derretirse... HompreE QUINTO. Yo nunca he podido levantar mas de sesenta kilos. Y con més facilidad sesenta kilos de paja que sesenta kilos de plomo. La paja, no Jo olvi- demos, siempre es mas ligera. Hompre SExTo. Me pregunto a veces qué se puede hacer para vivir. A veces duele, ,eh?, como dice mi amigo Gastén. 62 HomsreE QUINTO. {Seria preferible, quién sabe, morirse? Hompre SEXTO. No diga eso, trae mala suerte. (Salen por la derecha.) (Entran los Hombres Séptimo y Octavo.} Hompre SEPtimo. Nosotros no somos de los que se suben a los astros. Hompre OcTAvo. Nosotros nada de astros. Desastres. Grandes de- sastres, pequefios desastres. Hompre SEPTIMo. No son mas que técnicos superiores. Iran a la Luna, iran a las estrellas. Iran mas lejos que nosotros, pero no sabrén mds por eso. ,Cémo ser la vista que desde alli se contemple? Hompre OctTAvo. Mas vasta que la nuestra. Hompre SEPTIMO. Si, pero gqué sabran sobre el todo? No sabran nada sobre el todo. Lo que importa es el todo, lo dems no es nada. Hompre OcTAvo. En efecto, la nada no cuenta mucho. (Breve pau- sa.) Sin embargo, yo prefiero los pisos altos. Los inquilinos de los pisos superiores disfrutan de una vista mds elevada, mds amplia que los in- quilinos de los pisos inferiores. 63 Homsre Séptimo. No siempre. Hompre Octavo. Y gcdmo es eso? Homsre SEPTIMO, . Si la casa esta situada al iniciarse una pendiente y si los inquilinos superiores tienen sus venta- nas, o sus buhardillas, o sus tragaluces en el extremo de la pendiente, jlos ultimos pisos se convierten en cuevas! La perspectiva es para los demas. Los de abajo pueden ver desde mds arriba. (Salen.) (Entrada de las Mujeres Primera y Se- gunda.) Mujer PRIMERA. . a Mi cufiado trabaja en los reflejos incondiciona- dos, en los condicionados siempre es mas facil. MuJER SEGUNDA. . No hace una mds que lo que se le pide. Pero exigen muchisimo. (Salen.) (Entrada de los Hombres Quinto y Sexto.) Hompre QuINTO. Siento como un renacer de la alegria. La ale- gria, aqui llega. Es como si quisiera trepar des- de los pies hacia el corazén. Pero, ay, tengo hormigas en las piernas que le cortan el paso. 64 Hompre SExTo. Amigo mio, yo ya no exijo el placer de vivir. Me contentaria con la neutralidad. Mirar con tranquilidad el espectaculo sin sufrir. (Salen los Hombres Quinto y Sexto. En- tran las Mujeres Tercera y Cuarta y los Hombres Tercero y Cuarto. Los hombres por la izquierda, las mujeres por la derecha, como hasta ahora. Los Hombres Tercero y Cuarto siguen llevando, uno, el punto, el cochecito el otro. Ahora, el que llevaba el punto empuja el cochecito, y viceversa.) Homepre Tercero. (Al Cuarto.} No hay porvenir. Mujer Tercera. (A la Cuarta.) Nada, nadie va a venir. Todo, eso si, por pre- venir. Muger Cuarta. (A la Tercera.) Mas vale prevenir que curar. Hompere Cuarto. {Al Tercero.} Nada es realmente previsible. Muyer Tercera. (A la Cuarta.) Nada es realmente curable. Hompre Tercero. (Al Cuarto.) Ni siquiera lo previsible. Muser Cuarta. (A la Tercera.) Ni siquiera lo curable. Hompre Cuarto. (Al Tercero.) Sobre todo cuade lo previsible no puede pre- verse. 65 Muser TERCERA. Lo curable se resiste, con particular energia, a curarse. Es veneno. (Entran los demds personajes, las muje- res por la derecha, los hombres por la iz- quierda y se detienen, mds o menos, a am- bos lados de la escena, sin hablar y sin, tampoco, simular que hablan. Su aspecto debe ser mds bien distendido, miran, no se mueven. El hombre vestido de negro, muy alto, con capuchén, subido en invisibles zancos, entra, como ya ha hecho antes, y se detiene en mitad del escenario, tranqui- lamente, sin que nadie demuestre advertir su presencia.) Hompre Cuarto. (Empujando el cochecito de nifio, con los recién nacidos dentro, hacia la mi- tad de la escena, de frente, mientras que el mon- je se encuentra asimismo en el centro, pero atrds. Al Hombre Tercero.) Las campanas celebran el fina] de la misa. Antes de que salga mi mujer, vamos a’ tomarnos la copita. Hompre Tercero. (Al Cuarto.) Tu mujer tiene que encontrarse con la mia, en la panaderia. Hompre Cuarto. (Al Tercero.) Guarda la labor en la cunita. No van a comér- sela los nifios. (A la Mujer Cuarta.) Si es tan amable, querida vecina, le importaria ocupar- se un momento de estas criaturas? (La Mujer Cuarta se acerca, seguida de la Mujer Tercera.) 66 Mouser CuartTa. Como esta usted, caballero? Musser TERCERA. No he visto atin a sus mellizos. Me han dicho que son preciosos. HomBre Cuarto. Procure no despertarlos. El tiempo de tomar una copita, con mi amigo. Hompre TERCERO. Vamos a tomarnos una copita juntos. (Antes de que los hombres salgan, las mujeres se inclinan sobre los recién na- cidos.) HomBrE CuartTo, Hasta ahora mismo, sefioras. HomsBrRE TERCERO. Y gracias. Ahi se queda también mi labor. Musser Cuarta. (Mirando al interior del co- checito.) . Me han dicho que eran rubios. No tienen buena cara estos niiios. Homepre Cuarto. (Que habia dado un paso ha- cia el fondo con el Hombre Tercero.) 7Ya no hay nifios rubios! ;Ni sonrosados tam- poco! Muyer Tercera. (Mirando al interior del co- checito.) Tienen un tinte violaceo. Estén completamente negros. Duermen. 67 HomMpBrE TERCERO. {Violaceo? Hompre CuartTo. {Mis nifios completamente negros? Muser TERCERA. (Tocdndoles, en el interior del cochecito.) Parece que tienen frio. No estaran bien tapados. MUJER CUARTA. Les toco y no se mueven. MuserR TERCERA. (Mirando al interior del co- checito.) Cuchi, cuchi, cuchi. Mugser CuartTa. (Tocdndoles.) Estan helados. ;Ay, Dios mio! HompRE CuarTOo. {Cué esta usted diciendo? Moser TERCERA. Pero si estén muertos. Muser CuarTa. Han muerto asfixiados. ;Aaaaah! Hompre TERCERO. (Qué? Hompre CuarTo. Se encuentran perfectamente. (Mira al interior del cochecito. Lanza un grito.) jMuertos! Hompre Tercero. (Mira al interior del coche- cito. Lanza un grito.) jMuertos! 68 (Mientras las Mujeres Tercera y Cuarta sé apartan, despavoridas, gritando y un cierto revuelo empieza a agitar a los demds personajes, el Hombre Cuarto exclama.) Homere CuarTo. jLos han ahogado, los han estrangulado! jHan asesinado a mis hijos! Quién ha sido? (Los demds personajes se acercan, con los ojos como platos, despacio, al grupo formado por los dos hombres y las dos mujeres que rodean el cochecito.) MUJER PRIMERA. {Quién ha podido ser? HompreE CuaRTo. Yo sé quién ha sido. Los he dejado esta mafiana al cuidado de mi suegra. Siempre ha tenido ma- nia a estos nifios. Porque me detesta. Hace mu- cho tiempo. Desde siempre. » Muyer TERCERA. jDice que ha sido su suegra! Homsre TERCERO. jNo es motivo suficiente para matar nifios! MujeR CuarTA. iY la madre, que atin no sabe nada! Muger Quinta. jAh, mi yerno, mi yerno! A él le hubiera retor- cido el cuello. Pero no a los nifios. Ademas, jsi no tienen nifios! Mi hija no ha querido. Pero yo lo comprendo, en un arrebato de ira... 69 Hompre SEXTo. jEs una vergtienza! HomBre SEPTIMO. jEs mds que una vergiienza! Hompre QuINTO. jLas ancianas han sido siempre un peligro! ;Ase- sinas, envenenadoras! Homsre Cuarto. (A la Mujer Segunda.) Has sido td, suegra, la que los ha matado. Muser SEGUNDA. Yo no he sido, te Io juro. Hompre CuaRTo. iCriminal! (Se precipita hacia la Mujer Segunda, que cae.) Hompre TERCERO. (Al Cuarto.) No es para tanto. Hompre Octavo. (Al Cuarto.) Ella es inocente. HomBrE PRIMERO. Ha muerto. Muzyer Tercera. (Al Hombre Cuarto.) jAsesino! Hompre PRimMERO, HomBRE SEGUNDO y MUJER Quinta. (Al Hombre Cuarto, al tiempo que se le acercan, amenazadores.) jAsesino! ;Miserable! 70 Hompre CuaRTO. Se ha caido sola. Yo ni siquiera la he tocado. Hompre Ocravo. (Mirando a la Mujer Se- gunda.) jTiene un tinte violdceo, esté completamente negra! Hompre SextTo. Esta mujer era mi benefactora. Me las vas a pagar. / (Se precipita hacia el Hombre Cuarto con un cuchillo en la mano.) Hompre TeRcERO. (Al Sexto, tratando de dete- nerle.} Cuando 61 dice que no ha sido... Se ha muerto sola. (El Hombre Sexto esté muy cerca del Cuarto. El Hombre Cuarto cae.) Hompre Cuarto, (Al caer.) jAaaah! ;Muerto soy! (Su cuerpo en el suelo, con los brazos en cruz.) Hompre Tercero. (Al Sexto.) Has matado a mi amigo. jAsesino! ;Puerco! Los Hompres Y LAS Museres. (Al Hombre Sex- to, mientras avanzan hacia él, amenazadores, menos el Hombre Segundo y la Mujer Quinta, que examinan el caddver del Hombre Cuarto.) jPuerco! ;Asesino! Hompre SExTo. No he sido yo, he fallado el golpe. Se ha caido solo. Se ha como deslizado. Tt Hompre SEGUNDO y MUJER Quinta. (Tras haber examinado al Hombre Cuarto, que yace en el suelo.) jMiren! jEst4 completamente negro! jTiene un tinte violaceo! MujJER OCTAvA. : No lo puedo soportar. ;Policia! (Se leva la mano al corazon.) ;Aaaah, mi corazén! (Cae, muerta.) Hompres TERCERO y Ocravo. (Al Hombre Sexto.) jPuerco! ;Asesino! HomBre QuINTO y MugeR SEPTIMA. (Se interpo- nen, al igual que la Mujer Sexta.) No ha sido él. Muger SEPTIMA. jSi él mismo ha dicho que moria solo! (Durante este tiempo, los Hombres Pri- mero y Segundo, asi como las Mujeres Pri- mera, Tercera, Cuarta, Quinta y Sexta exa- minan el cadaver de la Mujer Octava.) HOMBRE PRIMERO. Ya no se mueve. MUJER TERCERA. Convendria de todos modos llamar a un médico. MusER SEXTA. Habria que llamar a los bomberos. Voy a bus- car a los bomberos. (Se dirige hacia el fondo. Cae.) 72 Hompre SExTo. No he sido yo. No he sido yo. Lo juro. (Se derrumba, rodeado por los Hombres Tercero, Quinto y Octavo y por la Mujer Séptima. Es evidente que cuando los per- sonajes rodean al Hombre Sexto, deben de- jar un espacio abierto hacia el publico para que veamos caer al Hombre Sexto. Los Hombres Primero y Segundo, las Mujeres Primera, Tercera, Cuarta y Quinta levan- tan, después de haberla examinado, a la Mujer Octava, que yace en el suelo, con los brazos en alto.) HOMBRE PRIMERO. No es el coraz6n. HOMBRE SEGUNDO. Quiza sea el corazén. MUJER PRIMERA. iTiene un color fatal! Muser Séptma. (Mirando al Hombre Sexto que yace en el suelo.) Ha muerto. Mu3ER TERCERA. EI cielo le ha castigado. Hompre Quinto. éNo se habra desmayado? (Los personajes que rodeaban al Hombre Sexto {es decir, el Tercero, el Quinto y el Octavo, y la Mujer Séptima), asi como los 73 que estaban alrededor de la Mujer Octava (es decir, los Hombres Primero y Segundo y las Mujeres Primera, Tercera, Cuarta y Quinta) se dirigen los unos hacia los otros, diciendo: «jEs realmente extraordinario! jJamds lo hubiera creido! j;No ofrecen un aspecto grato! jY es por su maldad! jSon culpables! jSon inocentes!».} Hompre Séptimo. (Sefialando a la Mujer Sexta, muerta.) jPues ha muerto! Se disponia a avisar a los bom- beros. (Se precipita sobre la Mujer Sexta.) jHay que levantarla! MUJER SEPTIMA. Esta, al menos, ha muerto, también, 40 no? HomMBRE PRIMERO. Se acabé. jNo vamos a reventar todos! Hompre SEPTIMO. (Cogiendo la mano de la Mu- jer Sexta.) jEsté inerte! j;Muerta! (Cae sobre la mujer.) MUJER PRIMERA. jHa dejado de ser una sorpresa! Hompre OCctTavo. Ya se va uno acostumbrando. (Se derrumba sobre la Mujer Sexta y el Hombre Séptimo. Los nueve personajes que quedan se ponen a correr en todos los sentidos, gritando y retorciéndose las ma- nos.) 74 MUJER PRIMERA. jTened piedad! Hombre PRIMERO. iEs la plaga! jLa gran plaga! Mujer TERCERA, jTened piedad! HomBRE SEGUNDO, He robado. MujJeR QUINTA. iSefior, tened piedad! HomBRE TERCERO. Soy un parricida. Mouser QuinTA. jHe cometido incesto! Hompre Quinto. (Derrumbdndose en medio del escenario.) iPiedad, perd6n, piedad, perdén! Muyer Séprima. Perdéname. HomBRE PRIMERO. E] infierno. (Se derrumba, a la derecha del escenario, de cara al espectador.) MUJER PRIMERA. Quisiera reparar mis faltas. (Cae en el lado opuesto del Hombre Pri- mero.) 75 MUJER TERCERA. jTan mala no soy! (Se derrumba detrds del Hombre Pri- mero.) HOMBRE SEGUNDO. {Donde estds, amor mio? ,Dénde, amor? (Cae junto a la Mujer Tercera.) MUJER CUARTA. iMis tripas! {Me abraso! (Cae junto al Hombre Segundo.) HomBrRE TERCERO. Todo me hace dafio. Yo he hecho dafio. jAy, hijitos mios! (Se derrumba junto a la Mujer Cuarta.) Muyeres Cuinra y SEPTIMA. (Que siguen co- rriendo de un lado a otro del escenario.) {No quiero! jSufro muchisimo! Muser Quinta. Tu desayuno, maridito, no est& listo! (Se derrumban, cada una en una esquina del escenario.) FIN DE LA ESCENA 76 (Un funcionario de la ciudad se dirige al publico.) FUNCIONARIO. Ciudadanos, extranjeros. Un mal desconocido se ha extendido, desde hace algtin tiempo, en nuestra ciudad. No es la guerra, no hay asesi- natos, vivimos normalmente, tranquilamente, muchos de nosotros en un estado que se parece mucho a la felicidad. De pronto, sin causa apa- rente, sin enfermedad previa, la gente empieza a morirse en las casas, en las iglesias, en las es- quinas de las calles, en las plazas piblicas. Em- piezan a morirse, 40s imagindis lo que eso sig- nifica? Y, para colmo, no se trata de casos aislados, un muerto por aqui, otro muerto por alld, una cosa asi, en Ultimo caso, podria admi- tirse. Son cada vez mas numerosos. Existe una progresién geométrica de la muerte. Se trata, nos explican los médicos, los historiadores, los tedlogos, los socidlogos, se trata de un mal que se repite con cardcter ciclico, pocas veces, pero con cardcter ciclico, y que habia ya siglos que no reaparecia, la ultima vez en un lejano confin 77 del mundo. El mal ha dado Ja vuelta a la Tierra para venir a azotar al pais o ciudad mas feliz, si, en el momento mas arménico de su historia, en el momento en que creiamos que no habia nada que temer. Este fenémeno terrible se ha registrado las dos ultimas veces en lugares muy lejanos, en Paris y en otra ciudad de la antigiie- dad, Berlin. También en Sicilia, al parecer, pero ya no disponemos de suficientes documentos para saber con exactitud si se trataba de Sicilia o de Argentina. Es inconcebible que nos haya tocado a nosotros cuando Brest esta mas cerca de esas regiones. Hay casas donde familias en- teras son aniquiladas a Ja vez. Primos y herma- nos resultan alcanzados al mismo tiempo por el mismo mal, por la misma angustia, a la que sigue idéntico dolor mortal. Aun cuando vivan en barrios distintos. Se ha Ulegado a creer, por un momento, que se podia explicar este fend- meno considerandolo una vuelta, una reapari- cién de antiguas querellas ancestrales entre fa- milias o en el seno de una misma familia, como ya es dificil que exista en nuestra apaciguada modernidad. Pero la gente muere tanto en la misma casa como en casas alejadas unas de otras, desconocidos morian al mismo tiempo, desconocidos entre si. Habia, segan esto, funda- dos motivos para creer igualmente que se tra- taba de una querella entre desconocidos. Un exceso de coincidencias nos ha obligado a aban- donar toda reflexion sobre la coincidencia. La gente muere al azar. Os he reunido por Ultima vez en esta plaza pu- blica para deciros lo que nos pasa y que lo que nos pasa es incomprensible. Nos vemos abru- mados por una mortalidad sin causas conoci- das. Es mi deber anunciaros que los paises ve- 78 cinos asi como las demas ciudades nos cierran sus puertas. Soldados rodean la ciudad. Ya na- die puede entrar, ninguno de vosotros puede salir. Todavia ayer era posible marcharse. Des- de hoy, estamos encerrados como en una tram- pa. Conciudadanos y extranjeros, no intentéis huir, no lograriais escapar a las balas de los carabineros que defienden las entradas y las sa- lidas. Vamos a necesitar valentia, habremos de echar mano a toda nuestra capacidad de resig- nacién. Necesito igualmente brazos para cavar las tumbas. Es preciso expropiar solares, can- teras, ya que no hay sitio en los cementerios. Pido voluntarios para vigilar las casas infecta- das, para impedir que nadie salga o entre. Ne- cesitamos guardas jurados para realizar encues- tas en las casas alcanzadas por la enfermedad a fin de averiguar si se trata en cada caso de la enfermedad mortal. Mujeres-encuestadoras pido para determinar Jas causas de las defunciones, para examinar asimismo a los vivos y constatar si tienen manchas, rojeces, hinchazones, y de- nunciarles a la Policia para que queden bien encerrados. Todo sospechoso que entre en una casa seré encerrado con los habitantes de la casa. Evitad siempre a los sospechosos. Denun- ciadles. Por el bien piblico. Pedimos cirujanos, empleados de pompas finebres, enterradores, todo el mundo dispuesto a echar una mano. Todo el mundo debe estar dispuesto a vigilar o enterrar a su prdjimo. No conocemos remedio al mal. Podemos intentar limitarlo al m4ximo, de este modo, quizd, conseguiremos, algunos de nosotros, sobrevivir. Pero que nadie cuente con ello. No obstante, nada'de mendigos, nada de vaga- bundos, nada de banquetes. Los espectaculos 79 estan prohibidos. Los almacenes, los cafés, per- manecerén abiertos el menor tiempo posible con objeto de reducir la propagacién. Si es que exis- te propagacién. Porque es posible que el mal nos caiga del cielo como una Iluvia invisible que pasara incluso a través de techos y paredes. Como os he dicho, ya no se celebraran reunio- nes publicas. Los grupos de mds de tres per- sonas seran dispersados. Deambular esta igualmente prohibido. Los habitantes deberan circular de dos en dos con objeto de que cada uno pueda vigilar al otro, y si cae, decirselo a los enterradores. Volved a vuestras casas, que cada cual se que- de en su casa. Que nadie salga mas que lo es- trictamente necesario. Se pintardé en toda casa contaminada una cruz roja como de unos treinta centimetros en el centro de la puerta con la siguiente inscripcién: «jDios, ten piedad de nosotros!» (Sale.) FIN DE LA ESCENA 86 ESCENA EN UNA CASA Decorado: habitacién vacia, Entra un perso- naje, con las manos enguantadas, llevando una silla redonda con respaldo y brazos, mientras otro criado, igualmente enguantado, aparece lle- vando una tarima. En el centro de la pared, a la derecha, colocan la silla sobre la tarima. Al fondo, una enorme ventana que divide la pared de arriba abajo. La ventana da a la calle. AI fondo, a la izquierda, una puerta de en- trada. Los criados salen y entran de nuevo con va- porizadores. Un tercer personaje, una mujer, aparece, lle- vando igualmente un vaporizador. Los personajes rocian las paredes, la silla, la tarima. Por la puerta de la derecha llega otro personaje, lleva dos sillitas que coloca a ambos lados de la puerta de la derecha. Es también una mujer. Rocia los muebles, el suelo, las pa- redes, el techo. Por la ventana se ve lo que pasa en la calle: se ve a un hombre medio desnudo, sin afeitar, corriendo de un extremo a otro del espacio que abarca la ventana, gritando: «;Tened compasion 81 de mi!» Y desaparece. Dos hombres corren tras él. Van vestidos de negro, con mdscaras para protegerse la nariz y la boca de los microbios y llevan porras en la mano enguantada. El primer perseguidor levanta la porra para rematar al personaje que ha debido desplomar- se en la calle. d Se oye un grito. Se ve a los dos personajes (uno de ellos lleva- ba una porra, el otro una camilla), levarse el cadaver extendido sobre la camilla, gritando uno: «jApestado!», y el otro: «;Paso libre, paso libre!» Entra el duefio de la casa, Es un hombre mds bien alto, flaco, moreno, vestido con una bata, bajo la que se distingue un traje oscuro. Lleva en la cabeza una especie de gorro,; lleva tam- bién, como los demas, guantes, con la esperanza de preservarse del mal. Parece asustado y saca del bolsillo constantemente un frasquito, que destapa, que aspira, que tapa de nuevo, que guarda en el bolsillo, que saca del bolsillo. Y asi sucesivamente. Se ve, por la ventana, a una mujer cubierta de harapos corriendo en sentido inverso al hom- bre que pasara hace un momento. La mujer desaparece gritando: «jSalvad mi alma, he ma- tado a mi hijo!» Tras ella, los mismos persegui- dores que la colocaran sobre una camilla, el uno gritando «apestado» y el otro, «abran paso», a pesar de que no hay nadie en la calle. Aparece también un hombre con uniforme de policia que, después de consultar una lista que lleva en la mano, comprueba el niimero de la casa, saca una tiza y traza sobre la puerta de enfrente una cruz, enorme, roja. Alguien trata de abrir la puerta desde el in- 82 terior; el policia le amenaza con el revélver y dice: «;Prohibido salir!» Cierra de nuevo la puerta. Veremos al hombre reaparecer por la venta- na y al policia matar al hombre que caerd al interior de la casa, como un personaje de guifiol. Todas estas ultimas acciones, a partir de la mujer que vocifera, ocurren después de la apa- ricién en escena del dueno de la casa. Estas tiltimas escenas se han producido si- multdneamente (puede haber incluso otras simi- lares) a la escena que transcurre en el interior de la casa. El duefio de la casa mira a sus criados, dedi- cados a vaporizar con el fin de desinfectar cada rincon. Ex DueNo DE LA Casa. jPurificad, purificad, desinfectad! Aqui estare- mos a salvo. ,Quién lleva los perfumes que pu- tifican? CRIADO. PRIMERO. Yo, sefior. Et DuENo DE La Casa. {.Quién lleva el aceite que contiene Ia propaga- cion del mal? Criabo SEGUNDO. Yo, sefior. Ex DuENo DE LA Casa. Que no quede el menor resquicio sin untar. A darse prisa. No basta con vaporizar. ;Y la resina? ¢Y la arenilla? (A una de las dos mu- jeres.) Frotadlo bien todo. {Y el benjui, la colo- fonia, los insecticidas, el azufre? 83 Crrapo PRIMERO. Aqui estan, aqui estan. Frotamos. (Frota.) CrIaDO SEGUNDO. jAqui esta e] azufre! Frotamos. (Frota.) Ex DusfXo pe 1a Casa. (A la Criada Segunda.) Sirveme la comida. {Le habéis dado brillo a todo, habéis rociado bien los muebles con barniz? CRIADO PRIMERO. Si, sefior. Con el producto que usted ha reco- mendado. Ex DueNo pe xa Casa. (A la Criada Segunda, que sale.) Para tocar las viandas, te pones los guantes blancos. (A Ia Criada Primera.) Quema incien- so. Junto a Ja puerta, junto a la ventana, en los rincones. (La Criada lo hace, mientras los otros continian frotando y desinfectando el sue- lo, las paredes, etc. La Criada Segunda trae una bandeja con la colacién del Due- fio de la Casa, que va a instalarse en la silla de brazos.) Ev DusNo pe La Cas. (Busca la postura, huele la comida.) Huele todavia a pescado. Huele todavia a fruta. {Habéis puesto suficientes medicinas? Pues hay que echar mas. Debemos alimentarnos y es pe- ligroso. Asi que hay que renunciar a los sabores. 84 CRIADO PRIMERO. Si no hiciera este calor, la epidemia seria menos virulenta. CRIADO SEGUNDO. Por no hablar de la lluvia de estio. CRIADA PRIMERA. Cuando asomen la nieve y el hielo, borrardn la enfermedad. CRIADA SEGUNDA. Sefior, ya Jas campanas no tocan a muerto. Hay demasiados. No tienen tiempo. CRIADO PRIMERO. Lo hacen para tranquilizar a la poblacién. CRIADA PRIMERA. Ya no quedan campaneros. Las tres cuartas par- tes han muerto por la enfermedad. EL DuENo DE LA Casa. Anda, apartaos. Vais a ahogarme. La distancia es higiénica. jHabéis cerrado bien las puertas? {Habéis cerrado bien las ventanas? (Se apartan del Duefio de la Casa.) CRIADO SEGUNDO. iNi una aguja podria deslizarse bajo la puerta! Ex DuENo DE LA Casa. jPues no debe pasar ni un hilo siquiera! CRIADA SEGUNDA. Todo esta cerrado. 85 Ex DueNa DE LA Casa. Tenemos trigo y arroz, pescado y carne en sala- zon, tenemos frutos secos, tenemos avellanas. Y estamos a salvo de las ratas. (Al Criado Pri- mero.) Hay que controlar continuamente el te- cho. Que el viento no arranque ni una sola teja. Y eso si, que no entre nadie, que no salga nadie. Estamos a salvo. No miréis por la ventana. La contemplacién del mal, la mera contemplaci6n, puede también contagiar. (Se lleva un trozo de comida a la boca.) Tened muchisimo cuidado. Me parece que hay una ligera corriente de aire. Y el viento transporta los gérmenes del mal. No hay la menor fisura. Pero puede haberla. Los vientos y el aire empujan las paredes y los tabiques, con la idea de atravesarlos. Permane- ced vigilantes. Tapad cada agujero con la cera que debéis llevar siempre encima. A ello, vigi- lad, inspeccionad. Hale, vamos. (Los dos criados y la Criada Primera miran por todas partes, tapan las fisuras, o lo simulan, se produce una gran agitacién en la casa. Sdlo permanece junto al Dueno de la Casa la Criada Segunda, que le sirve la comida. Durante ese tiempo, aparece por la ventana grande un hombre de negro que pasa llevando una bandera negra, seguido de un carro condu- cido por dos caballos negros, un cochero vestido de negro, un atatid sobre el carro. Detrds, un guardia con su alabarda sigue el ataud. Va tocando una trompeta. Interrumpe su ac- tividad para, cada cierto tiempo, gritar: «;A pdr- tense!» Seguin las posibilidades de «attrezzo», sé puede prescindir del carro y sustituirlo por dos hombres de negro llevando el ataud. 86 El Duefio de la Casa habla, a la vez que, con muchas precauciones, come, mirando y olfa- teando cuidadosamente cada bocado; hay algu- nos trozos que vuelve a colocar en el plato des- pués de olerlos, sin llegar a tocarlos.) Ex DUENo DE LA CASA. Tapadio todo. También hay grietas que se for- man porque si y por las que puede colarse el aire putrido, Vaporizadlas también. Cue no os dé reparo vaporizar hasta la comida, qué se le va a hacer si luego sabe mal. Vaporizad, porque el mal aire puede entrar por arte de magia a través del espesor de los muros. El espiritu del mal no siempre distingue paredes y tabiques. Es invisible y para él no existe la materia. CRIADO PRIMERO. Si piensa usted en él, sefior, entra por el pen- samiento. EL DuEKo pe La Casa. (Gritando.) iPues pensad que no entra! ;Pensad que no en- tra! Los tabiques deben ser calafateados, pero el coraz6n debe ser impermeable. Si vosotros no queréis, el mal no entraré en esta casa. No nos alcanzar4. Pero seguid desinfectando la casa. Seguid comprobando si hay grietas o fisu- ras. Si algo se descoloca. Cue todo cierre. Fuera de nosotros, ya no existe nada. Somos impene- trables. Esto debemos repetirnos. ;Somos im- Penetrables? j|Responded! CRIADOS PRIMERO y SEGUNDO. (Sin dejar de fro- tar y desinfectar.) Somos impenetrables. 87 Ex DugNo pe La Casa. (A la Criada Primera.) jDilo ti también! CRIADA PRIMERA. Soy impenetrable. E] mal no puede alcanzarme. Ex DueNo DE La Casa. (A la Criada Segunda.) cY ta? CRIADA SEGUNDA. El! mal no puede alcanzarnos. Los cuATRO CRIADOS. (A la vez.) El mal no puede Ilegar hasta nosotros. Ev DueNo DE LA Casa. Yo soy impenetrable. Soy inalcanzable. (El Duefio de la Casa cae de bruces, des- pués de tirar la bandeja con la comida. Los criados, aterrorizados, se precipitan hacia él. La Criada Primera levanta la mano del Duefio de la Casa y la deja caer.) CRIADA PRIMERA. Se le ponen negras las palmas de las manos. Criapo Primero. (Levantando la cabeza del Duefio de la Casa agarrdéndole por los pelos.) jSus ojos se le inyectan en sangre! jSu cara esta azul! CRIADA SEGUNDA. jLo ha tirado todo! jHa roto los platos! ;Y no tengo otros! Criapo Secunpo. (Al Primero.) Son las sefiales del mal. 88 CRIADA PRIMERA. Son Jas sefiales del mal. (Aterrorizados, los criados se apartan del cuerpo y se precipitan hacia la puerta. La abren.) Un Pouicia. (Fusil en mano.) No se puede salir de una casa en donde se haya declarado la enfermedad. Si lo intentan, disparo. (Les apunta con el fusil, los criados re- troceden, la puerta vuelve a cerrarse por fuera de un portazo. Los criados se preci- pitan a la ventana para intentar romperla. Pero encuentran a otro policia, armado. Los criados retroceden. Vemos que tienen miedo unos de otros. Del exterior, mien- tras que los cuatro criados, cada uno en un rincén de la habitacidn, caen de rodi- llas, gruesas cortinas oscuras cubren los cristales. Las tinieblas invaden el escenario.) FIN DE LA ESCENA 89 Personajes: ALEJANDRO, JACoBO, EMILIO, KATIA, Ex Doctor, LA ENFERMERA Decorado: la habitacién de una clinica, V en- tana al fondo. Los tabiques, a izquierda y dere- cha, de cristal. Puertecita a la derecha. A la izquierda, Alejandro en la cama. Tres o cuatro asientos. Alejandro tiene unos sesenta afios, Ka- tia es mucho mds joven. Emilio y Jacobo son un poco mds jévenes que Alejandro. Al levantarse el telén, en escena: Alejandro, Katia, Emilio y Jacobo, que acaban de entrar. ALEJANDRO. (A Jacobo y Emilio.) Sentaos. Las sillas no son muy cémodas. Emiio. (A Alejandro.) Pronto va a hacer veinte afios que no te veia. Ahora estdés enfermo. ALEJANDRO. Pero no me he muerto aiin. 90 EmILio. Ya lo sé. Trabajas muchisimo. Eso he oido yo. Nos estds preparando una obra importante. Jacogo. Yo he leido algunos fragmentos. Es excelente. EMILio. jQué polémica més esttipida! ALEJANDRO. EI tipico malentendido. EmILio. El tipico malentendido, como ti dices. Que me ha privado de tu amistad durante largo tiempo. Pero ya que te encuentro de nuevo... Katia. . Era facil de encontrar. Podia usted haberlo in- tentado. Emilio. (A Katia.) Si, no digo que no, también Alejandro podia haber dado el primer paso. Katia. Usted no tenia el menor interés. Jacoso. (Procurando conciliar.) Claro que si, Katia, gcOmo dice usted eso? EmiLio. {A Katia.) Usted es francesa, normanda. ,De dénde le vie- ne el nombre ruso? 91 ALEJANDRO. El nombre es francés, ruso es el diminutivo, Ella misma se lo ha puesto. Le gustaba mucho Chejov. EmILio. Es ridiculo. Puede uno perdonarlo todo, pero lo que no puede perdonarse a nadie es que tenga ideas distintas a las tuyas. El que piensa de otra forma es un enemigo. Jacoso. (A Emilio.) Lo que pasa es que tu no sientes la llamada de la amistad. La amistad es mds fuerte que las ideologias. Ti también has cambiado, has adop- tado nuevas ideas. Y ;quién no cambia? Emitio. Para mi, un amigo es alguien que piensa como yo. Para que siga siendo amigo mio, debe modi- ficar sus ideas al mismo tiempo que yo. Estoy exagerando un poco. Pero en el fondo, es asi. (A Alejandro.) Yo habia venido a hablar, a in- tentar clarificar contigo, a explicarme, a expli- car, a comprender un poco cual es el oculto motivo de esta falta de entendimiento mutuo, porque después de modificar tus ideas, las mo- dificaste de nuevo y tienes ahora las mismas ideas que yo, desde hace unos diez aiios, y, sin embargo, hemos seguido sin vernos. Katia. (A Emilio.) No agote su ingenio en disquisiciones. Y, sobre todo, no le agote a él. El médico no quiere que se agote. Le diré que ha dudado mucho antes de autorizar esta visita. 92 ALEJANDRO. Hablemos de otra cosa. Me alegro de veros. No hablemos de nada. Emilio. Existe, sin embargo, una extrafia coincidencia. Nuestra polémica se produjo al dia siguiente de concederme a mi aquel premio literario. Katia. Alejandro esta por encima de todo eso. ALEJANDRO. jEs absurdo! EmILio. Es evidente. Alejandro no es envidioso. Quiza, simplemente, se encuentre en desacuerdo ideo- légico con los miembros del jurado que, a no ser por eso, le hubieran sin duda concedido aquel premio. El lo merecia mds que yo. En aquella época, quiero decir que, quiza, pensaba que yo iba a renunciar a aquel premio. Como él hubiera hecho. Katia. Sin duda. El no hubiera aceptado. ALEJANDRO. No es tan desagradable pasarse varios meses en una clinica. Al principio, cuesta, Pero des- pués se acostumbra uno. Vivo en un mundo aséptico, el ruido y la furia del exterior llegan hasta mi como edulcorados, deshilachados. Y ya no me dan miedo o, mejor, ya no me molestan. 93 EmILio. Antes de entrar, nos han rociado con un liquido desinfectante. Jacopo. Mucha gente muere en este momento. EmiLio. Mas que lo normal. Muchos mueren en la calle. Se derrumban, los hombres se deshacen el nudo de la corbata, las mujeres lanzan un grito, y lue- go mueren. Jacopo. Esta de moda. ALEJANDRO, Si, ya lo sé, estoy al corriente. Jacoso. (A Alejandro.) Bueno, el caso es que est4s mejor, 4a que si? Tienes una cara estupenda. ALEJANDRO. (A Jacobo.) Tu también, a pesar de que te pasas el dia circu- lando por las calles de la ciudad. EMILio. (A Katia.) Me pregunto si en el hecho de que yo haya de- jado de ver a Alejandro, no tiene usted algo de culpa. {No se acuerda? Yo estaba en su casa, en su pisito, habiamos cenado y, en la conver- sacién, de repente... No me equivoco, descubri en su cara un reproche. KartIA. Yo no me acuerdo de eso. 94 EmILio. No me equivoco, no me equivoco. Jacopo. {A Emilio.) Lo debiste entender mal. ALEJANDRO. (A Emilio.) Le has concedido demasiada importancia. Siem- pre se concede a todo demasiada importancia. EmILio. Sin embargo, fue a partir de ese momento cuan- do se produjo en su actitud hacia mi un giro evidentisimo. Jacono. (A Emilio.) No le agotes. Lo pasado, pasado. EmILio. Me parece que es mas bien a Katia a quien agoto. ALEJANDRO. Desde entonces, hemos hecho muchas cosas, pero las hicimos todas a prisa y corriendo. Ha- bia que rapidizar. EmMILio. Habia que haber dicha las cosas en el momento en que la gente estaba atin en disposicién de es- cuchar Io que nosotros deciamos. Ahora, nadie haria caso. Tienen otras preocupaciones. Todos esos muertos, sin ir mas lejos. ALEJANDRO. (A Emilio.) Tienes razon. Lo que tenemos que decir, hay que decirlo en seguida. De este modo consegui- remos un sitito en la historia de la expresiOn. 95 Solo tenemos una palabra que decir. Se ente- rrar4 con millones de palabras mds, pero en un primer momento, hara oir su voz. Si no nos da- mos prisa, la palabra dejara de ser comprensi- ble, pierde su significado, esta ya superada. JACOBO. De una época a otra se descubren obras que re- sucitan. (Entra el Doctor, seguido de la Enfer- mera.) Ex Docror. (Después de acercarse a Alejandro con la Enfermera.) Se encuentra usted mejor? ALEJANDRO, Sigo con este dolor. Menos fuerte. Kati. (A Alejandro.) Decias que ya no sufrias. Ev Doctor. (A la Enfermera.) Péngale la inyecci6n. (Mientras la Enfermera le pone la inyec- cion, el Doctor se vuelve a Jacobo y Emi- lio.) Ex Docror. No se levanten. Tengo mucho trabajo en este momento. Un millar de personas han muerto hoy, en la calle, del mismo mal. JACOBO. ,Individualmente? 96 Ex Docror. Los hay que mueren individualmente, los hay que mueren en paquetes de diez o doce. La cien- cia se declara impotente. No sabemos qué es. Es una epidemia extrafia. No hay sintomas pre- vios. No podemos curar a nadie. Y las autop- sias no revelan nada. La ENFERMERA. (A Alejandro.) éLe he hecho mucho dafio? ALEJANDRO. Ahora me siento muy bien. Nunca me habia sentido tan bien. Kati. (A Alejandro.) Td que normalmente eres tan quejica. Ex Docror. Bueno, tengo que bajar. Me han anunciado la Ilegada de una hornada completa. Seguiremos al menos haciendo autopsias. LA ENFERMERA. El némero aumenta de dia en dia. Jacopo. (Al Doctor.) 4Abrigan ustedes la esperanza de llegar a expli- car esta enfermedad y combatirla? Ex Docror. Pero {se trata realmente de una enfermedad? ALEJANDRO. jAmigos mios; ;Amigos mios! KarIA. {Qué te pasa? 97 EmILio. {Qué ha dicho? JAcoBO. Ha dicho «amigos mios». La Enrermera. (Al Doctor.) No se vaya. Mire, los ojos parecen salirsele de las drbitas. ALEJANDRO. jAmigos mios! (Se habia incorporado a medias en la cama. Se desploma.) LA ENFERMERA. Se ha desmayado. (El Doctor se acerca a Alejandro.) Ex Docror. Ha muerto. Katia. . Imposible. Ah, pues asi. Qué voy a hacer sin él. Emizio. Y yo no he Ilegado ha hablar con él. jDemasia- do tarde! Jacopo. Sus ailtimas palabras han sido: «jAmigos mios!» Ex Doctor. (A Katia.) No, sefiora, no ha muerto de la enfermedad que habia venido a curarse aqui. Tampoco ha sido por la inyeccion. 98 Emiio. {Por qué ha dicho «Amigos mios»? ;Qué que- ria decir con eso? Se habia sentado en la cama, queria decirnos algo importante. EL Doctor. (A la Enfermera.) Ciérrele los ojos. Llame al servicio. Que bajen el cadaver al depésito. FIN DE LA ESCENA 99 ENCUENTRO EN LA CALLE Burcués PrImMERO y BuRGUES SEGUNDO (Los dos Burgueses entran a la vez, uno por la izguierda, el otro por la derecha.) BurGués PRIMERO. Hombre, qué hay. ;No estas muerto? BurcuEs SEGUNDO. No soy una aparicion. A veces me sorprende no estar muerto. El hecho es que no lo estoy. Exis- to, existo atin. BurcuEs PRIMERO. gSigues viviendo en el distrito 21? ;Qué vienes a buscar aqui? Nos han comunicado que tu dis- trito ha sido el mas afectado por Ja enfermedad. Mas atin que el distrito 25. Menos que ef 27. Habia pedido que se estableciera una frontera, una barrera para impedir que los habitantes de barrios insalubres penetraran, acudieran a refu- giarse en distritos menos afectados, el mio sobre todo. El mio el primero. ;Cémo has conseguido colarte? Con mi pufio y letra he redactado este 160 reglamento, aprobado por la mayoria de los con- sejeros municipales. BurGuEs SEGUNDO. Yo a ti no te he hecho nada. Burcufs PRIMERO. Si, y voy, me parece, a decirselo a los guardias. BurGuEs SEGUNDO. He venido a tu barrio en interés de la adminis- tracién. Soy delegado de alimentacién, Soy yo quien se ocupa de almacenar compota desde que las frutas naturales se prohibieron. Este es mi salvoconducto y aqui esta mi nombramiento. BurGués PRIMERO. Observo tus documentos de lejos. gY tu familia? BurcuEés SEGUNDO. Algunos viven aun, otros parientes ya no viven. Burcués PRIMERO. Como han podido nombrar a un vecino del distrito 21 para que se encargue de la alimen- tacion de la ciudad? Aparta. Hablame a tres metros de distancia, a cinco metros mas bien, que tus microbios no puedan alcanzarme. BurGuEs SEGUNDO. ZY tu familia? BurcuEs PRIMERO, En mi casa no hay nadie muerto ni enfermo. En las doce casas de mi calle, no se conoce un solo caso dudoso. 101

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