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Es dificil comprender Ia historia del siglo xx sin ee CN UR ae en més influyentes y de mayor agudeze intelectual PP CeCe Pn eC Luo co Pea c Peete ce Rea eee kao Poe etn ee eC a a eee ee Ue ae ee oa Ajmatova; y el analisis de la cultura en Rusia, Seek tL Oe POMOC eu eas acontecimientos de 1989 en el que, al tiempo eee ee a eee Ra ct ee Ses NER Cee NM eee te eee CR ee ee Peet ne eS ee una nueva barbarie, pero en el presente no Ree Oe aL ere ce eg ere eee ee) Pee Ce ea Pee eee eS et enna (iil 0 Ctreulo de Lectores il ica Muu mera a Ly 3 rae La mentalidad soviética La cultura rusa bajo el comunismo rer i Cireulo de Lectores Isaiah Berlin cy La mentalidad soviética La cultura rusa bajo el comunismo Edicién de Henry Hardy Prélogo de Stcobe Talbott Glosario de Helen Rappaport Traduccién de Gemma Deza Galaxia Gutenberg (Cireulo de Lectores Para Pat Utechin El eportero grafico estadounidense James Abbe se anot6 un éxi- to editorial en 1932 tras unas feetieras negosiaciones con el XKeemlin que le permitieron realizar una sesion forogeéfica con Stalin en privado. Entre los resultados figuraba esta insta ima- gen del dirigente sovitico, tomada en una época en la que st Vida tendia cada vez mas a la ceclusin. La labor del educador comunista consiste [...] ante todo fen ser un ingeniero de Stalin, es decir: en modelac al indi- viduo de modo que tan s6lo se plantee preguntas para las ‘que ya existen respuestas predeterminadas y crezca de tal modo que encaje de manera natural en la sociedad con las minimas fricciones. [...] La curiosidad gratuita, el afan de investigacién individual e independiente, el deseo de crear ‘© contemplar algo bello por mero placer, la basqueda de la verdad por simple iniciativa, y la persecucién de objeti- vvos por ser lo que son y satisfacer alguna inquietud perso- nal estén [...] castigados, porque pueden hacer aflorar di- ferencias entre las personas y entorpecer la evolucién armoniosa de una sociedad monolitica. TsaraH Bertin «Democracia, comunismo e individuo», conferencia impartida en el Mount Holyoke College, 1949 Indice Prélogo, de Strobe Talbott, Prefacio, de Henry Hardy « LA MENTALIDAD sovréTICA Las letras y of arte en la Rusia de Stalin... Visita a Leningrado .... Un gran escritor raso CConversaciones con Aimétova y Pasternak. Boris Pasternak . El porqué del aislamiento voluntario de la Unién Soviética. La dialéctica artifi EL generalisimo Stalin y el arte del gobierno Cuatro semanas en la Unién Soviética....... La cultura de la Rusia soviética La supervivencia de la inteliguéntsia rusa. ..... +++ Glosario, por Helen Rappaport Bibliografia recomendada .. oe Indice onomastico y de conceptos ......+++ B 3 55 89 105 19 159 175 203 217 263 269 345 3st Prélogo Isaiah Berlin concedia una gran importancia a las ideas, no sélo por ser productos del intelecto, sino también por su capacidad de generar sistemas, definir pautas y politi- ‘cas gubernamentales, y servir como inspiraciones cultura- les y motores hist6ricos. Ello lo convierte en una figura ic6nica para la Brookings Institution y otras instituciones de indole similar con sede en Washington. Al margen de sus distintas metas, todas estas organizaciones difunden Ja relevancia que las ideas poseen para la vida piblica. Abordan los problemas més arduos que airontan nuestra sociedad, nuestro pais y el mundo en general, y les buscan soluciones. Por ello se las conoce como gabinetes estraté- sicos, los famosos think tanks*. Probablemente a Berlin se le ocurrieia algéin sarcasmo acerca de estos equipos (y de su apelativo}, cuando menos porque contemplaba con escepticismo la tipica presun- cin yangui de que existe una respuesta para cada pregun- tay una solucién para cada problema. Pese a ello, Berlin habria disfrutado realizando alguna visita esporddica a muestra sede en el n.° 1775 de Massachusetts Avenue. Se hhabria sentido en casa; no en vano, entre 1942 y 1946 él +. La Brookings Institution es una organizacin privada sn smo de luo dedicada ala investgaci6n, Ia educacion y la difusiGn de aspecros importants de la politica interior y exterior. Su objet- ‘vo primordial es apoztar datos sobre problemas politicos actuales 0 Jatentes, Salvo indicacion contraria, todas las notas on del editor.) * Think tanks, literalmente stanques de pensar. (N. deta T,) 14 La mentalidad sovittca mismo trabajé unos portales més al norte de esta misma calle, en el n.® 3100, en la embajada britdnica. Siendo como era un conversador prodigioso y exuberante, es pro- able que la cafeteria de la primera planta le hubiera pare- cido un espacio particularmente acogedor. Cada dia, entre las doce y las dos del mediodia, el lugar se abarrota de eru- ditos de la Brookings y otras personas de las distintas es- calas de los gabineres estratégicos, quienes se reiinen para ‘comprobat sobre el terreno sus tiltimas ideas a la hora del almuerzo, Habria sido divertido contar con sir Isaiah en- ‘tre nosotros, entre otras cosas porque para él la diversion era un ingrediente més de la vida (y también de la vida del pensamiento), y lo dispensaba y apreciaba en los demés. Su yerno, Peter Halban, recuerda cémo Berlin lo instruy6 en la versién rusa del juego de las pulgas. Le encantaban los juegos de palabras, contar historias y cotillear, Sus opi- niones acerca de la condicién humana acostumbraban a ser audaces y Berlin también habrfa pasado tiempo en la biblioteca de la tercera planta. Creia que las ideas, como las civiliza- ciones, los estados y los individuos, deben mucho a sus an- tepasados. Esas ideas perviven en los libros. Sola descri- birse no como filésofo, sino como historiador de las ideas. Se concebfa a sf mismo no tanto como promulgador de ideas nuevas cuanto como estudioso, eritico, condensador y relator de viejas ideas. Otorgaba suma importancia a la ‘eradicién, al andlisis de las pruebas empiricas, a la refle- xin sobre la obra realizada previamente por otcas perso~ nas y a la evaluacién de las repercusiones que ésta habia tenido en su propio tiempo y en el nuestro. Una cualidad que todo aque! que conocié a Berlin, ya fuera en persona 0 a través de sus eseritos, le atribuye es su imparcialidad. No s6lo respetaba la opinin de los de~ més, sino que también percibfa la complejidad de Ia reali- dad... y de la moralidad. «Pluralismo» era uno de los ra- 10s términos con ese sufijo que en su vocabulario tenia connotaciones positivas. Por lo general emplazaba los is- 15 ‘mos en algsin punto intermedio entre la sospecha y el ana- tema, Defendia la apertura de espirita y la tolerancia, atributos que en una comunidad, ya se trate de un sal6n de actos universitario, una reunién de ciudadanos o una nacién, alientan la pluralidad y divergencia de ideas en ‘cuanto @ lo que debe considerarse bueno, verdadero y co- recto. La tiltima vez que vi a Berlin fue en 1994, aproximada- mente dos afios antes de su muerte. Por aqtel entonces yo trabajaba como funcionario del Departamento de Estado yy habia acudido a impartir una conferencia en Oxford so- bre la difusién de la democracia como objetivo de la poli- tica exterior estadounidense. Me desconcertaba verlo desde cl atril alli sentado, en primera fila, con su toga, la mirada fija en mf y las cejas enarcadas. Cuando hube concluido, se me acereé y, tras dedicarme varios halagos, me ofreci su consejo preferido, pronunciado por alguien que, sos- pecho, no era su estadista favorito: Talleyrand. «Surtout pas trop de zéleo*, me recomendé. No tuve la sensacién de que me estuviera recriminando nada, més bien me hacia participe de lo que él consideraba una verdad desa- gradable sobre las acciones de Estados Unidos en su pric- tica toralidad, y en especial en el ambito de la politica ex- terior. Lo que Berlin denominaba «la inevitabilidad de los fi nes conflictivos» era la «tinica verdad que he descubierto por mf mismo»', «Algunos de los Grandes Bienes no pue- den vivir juntos. (...] Estamos predestinados a escoger, y cada eleccién puede entrafiar una pérdida irreparable*.» Es el Lipo de conclusién propia de su visién del pluralismo y del liberalismo. + Sobre todo, no excederse en el celo.r (N. de la 7) x, Carta a Jean Floud, 5 de julio de 1968, ctada en Michael Ig- nate, Isaiah Berlin: una vida, Mads, Taurus, 1999. 2. sla persecucion del ideal», en Isaiah Berlin, El fuste torcido de la humanided, Barcelona, Peninsula, 2002 16 ‘La mentalidad sovittica Asi pues, desde la perspectiva de Berlin, todo tema in- teresante es un dilema. Lo tinico peor que cometer un error es pensar que no puede cometerse, Berlin opinaba ‘que debiamos afrontar la inevitabilidad de las consecuen- cias indeseables y potencialmente peligrosas de nuestros ‘actos, aunque estuviéramos convencidos de que eran los correctos. De haberse detenido ahi en su hipétesis, Berlin nos ha- bria dejado a todos, incluidos a aquellos de nosotros que formabamos parte de los gabinetes estratégicos, en una es- pecie de cul-de-sac, un estado de pardlisis ética e intelec- tual, por no decir de indecisi6n cronica. Pero no lo hizo, Postulé que la dificultad de la eleccién no nos exime de la necesidad de elegir. Y con ello recono- ié que el dilema no puede esgrimirse como excusa para el error, la indecision o la inaccién. Hay que sopesar los pros y los contras y, sobre ello, tomar una decisién. Si nosotros no lo hacemos, otros lo hardn, y quienes lo ha- gan podrian actuar perfectamente amparéndose en un ismo pernicioso u otro. A fin de cuentas, la adopcién de decisiones, sobre todo de las més arduas, es, en opinion de Berlin, una parte esencial de «lo que significa ser hu- mano». ‘Quizé la cita més célebre relacionada con la visi6n que Berlin tenia del mundo y de la humanidad sea el titulo de su ensayo El erizo y la zorva. Esté extrafdo de un fragmen- to de un poema del griego Arquiloco: «La zorra sabe mu- chas cosas, en cambio el erizo sélo una e importante», Berlin aplicaba este dicho @ los grandes protagonistas de la historia, pero al hacerlo no alababa un animal y condena- ba al otro, Todo el mundo posee una combinacién de am- bos, si bien en distintas proporciones e interacciones. En este sentido, el proverbio no funcionarfa como un eslogan de la vida, lo cual es sumamente apropiado, puesto que Berlin no era amigo de esl6ganes y panaceas. Ahora bien, sf tenfa una gran idea propia, su propio erizo, y, como es légico, era una idea paradéjica: «Des- confia de las grandes ideas, sobre todo cuando recaen en manos de Ideres politicos» El anténimo del pluralismo es el monismo, que sostie- ne que existe una respuesta predominante a quiénes so- ‘mos, c6mo deberfamos comportarnos y c6mo deberiamos gobernar y ser gobernados. Lo aplican los mandamases cuando afirman estar en posesi6n del monopolio del bien, de la verdad y de la capacidad de erradicar todos los ma~ les. El monismo es el denominador comin de otros ismos que han ocasionado una destrucci6n colosal a lo largo de Ja historia, incluidos los dos toralitarismos del siglo xx. Uno de ellos se asocia con el nombre de Hitler; el otro con elde Stalin, a quien en la fotografia de la pagina 8 vemos sentado bajo un retcato de ese otro difusor de Ia «Gran Idea», Karl Marx. Stalin ocupa el trasfondo, y en ocasio- nes también el primer plano, de todos los ensayos de Ber- lin sobre la politica y 1a cultura soviéticas, incluidos los es- critos tras la muerte del tirano en 1953. Tras leer con detenimiento el manuscrito de este libro, George Kennan comenté: Siempre he tenido a Isaiah, con quien mantuve una relacién bastante estrecha durante mis varios petiodos de residencis, en Oxford, no sélo como la mas sobresaliente y destacada inteligencia critica de su tiempo, sino como un santo patrén entre los comentaristas de la realidad rusa, en particular de la escena politica y literaria, En términos étnicos, Berlin no era ruso, sino judio (una distinci6n de enorme relevancia en la sociedad rusa); tam- poco habia nacido propiamente en Rusia, sino en Riga, en los mérgenes del Imperio; tenfa s6lo once afios cuando su familia emige6 de Petrogrado a Inglaterra, donde residié el resto de su larga vida, y regres6 a Rusia tan s6lo en tres ‘ocasiones. Pese a ello, en muchos sentidos ‘ue un observa- dor extraordinariamente perspicaz. de ese pais. De nifio se habfa sumergido en las ediciones encuademadas en cuero cy La mentalidad soviética de Tolstéi, Turguéniey y Pushkin que albergaba la biblio- teca de su padre y habia escuchado a Chaliapin interpretar el papel de Boris Godunov en el Teatro Mariinski. Y, por supuesto, conservaba su lengua materna, que le daba acce- 80 a todas esas mentes soviéticas, presoviéticas, postsovié- ticas, insoviéticas y antisoviéticas que modelaron su pen- samiento y el texto que el lector esta a punto de leer. ‘A lo largo de toda su vida, mientras con la mente sur- caba los siglos y el mundo al completo, Berlin continué pensando, leyendo, escuchando, hablando y escribiendo sobre Rusia, tanto en cuanto cuna de una magnifica cul- tura como laboratorio de un experimento de monismo atroz. En sus cavilaciones sobre las repercusiones de tal expe- rimento, Berlin rebusaba la idea de la inevitabilidad hist6- tica, ante todo porque ésta era ya monista en si misma. En su lugar, creia en lo que podria denominarse el pluralismo de las posibilidades. Una posibilidad era que Rusia, anda- do el tiempo, acabara por zafarse de los grilletes de su pro- pia historia. Expuso esa creencia en x945, inmediatamen- te después de su primer encuentro con la poeta Anna Ajmatova, narrada en «Visita a Leningrado» y «Conver- saciones con Ajmétova y Pasternak, A su regreso desde Leningrado a la embajada briténica en Moscé, donde a la saz6n trabajaba, escribié un visionario comunicado para la Oficina de Asuntos Exteriores de Londres. En él expre- saba su esperanza en que la vitalidad y la magnificencia de la cultura rasa soportaran, y con el tiempo incluso supera- ran, lo que él denominaba los «errores garrafales, los ab- surdos, delitos y desastres» perpettados por «el despotis- mo més detestable»; en otras palabras, que lo mejor del dualismo en Rusia acabaria por vencer a lo peor. En su «Poema sin héroer, Ajmdtova describié a Berlin como «el invitado del futuro». Pero en la vida real entre los poderes de Berlin no figuraba el de la profecia. No es- peraba sobrevivir a la Unidn Soviética. En r952, en un en- sayo incluido en este volumen, avanzaba ya el concepto de Prétogo 19 cla dialéctica artificial», la ingeniosa flexibilidad téctica del Partido Comunista en bloque que, segin él crefa, ja~ més permitiria que el sistema deviniera «demasiado ren- queante o ineficaz», pero tampoco que se sobrecargara y volviera autodestructivo. Era la «original invencién del generalisimo Stalin, su mayor contribucién al arte del go- bierno» y parte del manval de supervivencia de la tirania. Y Berlin temfa que funcionara: Por ello, mientras los dirigentes de la Unién Soviética sigan dominando la maquinaria del Gobierno y continien estan- do pertinentemente informados por la polica secreta, pare- ee poco probable que se produzce una implosin o siquiera una atrofia de la voluntad y el intelecto de dichos gobernan- tes como consecuencia de los efectos desmoralizantes del despotismo y la manipulacién sin escripulos de otros seres humanos. [...] Por muy acuciada por las dificultades y los peligros que esta maquinaria se encuentre, su éxito y eapa- idad de supervivencia no deben subestimarse. Su futuro puede ser incierto, incluso precatios puede cometer errores gatrafales y naufragar o cambiar de rumbo de manera gra- dual y cataste6fica, pero hasta que no cuaje una mejor na- turaleza entre los hombres, no esté necesariamente conde- nada al fracaso. Seguramente habré quien en este jticio halle indicios de que Berlin no supo interpretar las sefiales que habia es- critas en el muro, 0 al menos no con tanta anticipacién como Kennan, quien en 1947 habia percibido ya en la ‘URSS «tendencias que finalmente resultarian en la desinte~ gracién o suavizacién paulatina del poder soviéticon” 1. «The Sources of Soviet Conduct», Foreign Affairs 25, .° 4 {julio de 1047), pp. 366-582, en a p. 582. El aniculo se publico ajo el seudnimo «Xs, en lo que el editor describ a Belin como nuestra serie habitual de artculos enénimos firmados con una simple nical» (véanse pp. 46-47) 20 La mentalided coviétca Pero posiblemente haya una interpretacién mas correc- ta. ¥ es que el aspecto de ese muro era mucho més s6lido que nada de lo que durante el iltimo afio de mandato de Stalin se inscribiera en él. Ademés, «no esta necesariamen- te condenada» tal vez no fuera un diagndstico de enferme- dad terminal, pero tampoco era en ningtin caso un certi- ficado de buena salud. Y por siltimo, y tal vez lo més pertinente, Berlin no crefa en la certeza y mucho menos, parafraseando a Yogi Berra, en la certeza sobre el futuro. Entrevisté a Berlin en el verano de 1968, justo después de que los tanques soviéticos entraran en Checoslovaquia y aplastaran la Primavera de Praga. Me explicé a una ve- locidad de vértigo, de un modo barroco y erudito, pero con enorme claridad, que esa invasion demostraba la de- bilidad de un régimen que dependia sobremanera de la fuerza bruta y que ello revelaba la «decrepitud» del siste- ma soviético y de su ideologia. No obstante, Berlin, como yo mismo y précticamente todos mis conocidos, prevefa que el sistema se mantendria largo tiempo. A mediados de la década de 1980, Margaret ‘Thatcher taché a Berlin de pesimista cuando éste insinué aque haria falta una guerra para impulsar lo que hoy se de- nominaria «un cambio de régimen» en Moscé. Incluso en el «aiio de los milagros», 1989, cuando el Maro cayé (literalmente y en sentido figurado), mientras otros anticiparon un nuevo orden mundial, Berlin se abs- tuvo de anunciar el final de nada. En «La supervivencia de 1a inteliguéntsia rasa» aclama a los rusos por su papel en la revolucién pacifica que a la sazén se extendia por todo el bloque soviético. Son, segiin sus palabras, «un gran pueblo, ‘con una capacidad creativa inmensa, y una ver. sean libres, nadie sabe qué aportaran al mundo» Ahora bien, incluso en medio de lo que él describe como su «asombro, euforia y felicidad» por los aconteci- mientos registrados en Europa central, recuerda el comen- tario de madame Bonaparte cuando se congratulaba por ser madre de un emperador, tres reyes y una reina: «Oui, pourvu que ca dures*, Berlin se hace eco de esa precau- cién al final de su ensayo, que concluye como sigue: «Siempre es posible una nueva barbarie, peco en el presen- te no parece que se perfile ninguna en el horizonte. Al fin yal cabo, que los males pueden superarse y que el fin de la esclavitud esta en camino son cosas de las que el ser huma: no puede sentirse razonablemente orgulloso». Berlin crefa que la historia, incluida la historia de las ideas, se encuentra «en progreso» constante. En los mo- ‘mentos en que parece encauzado en una buena diecci6n, el progreso puede reconocerse ¢ incluso celebrarse, pero sin desplegar un celo o una certeza excesivos. Este libro, como précticamente todo Io que lleva el sello Brookings, es fruto de una colaboracién, Junto con Bob Faherty, director de Brookings Press, deseo manifestar mi gratitud a Henry Hardy, del Wolfson College de Oxford, por corregir los ensayos, las conferencias 7 otros escritos de Isaiah Berlin publicados en estas pginas. Henry aco- meti6 esta labor con un savoir faire y un esmero idénticos a los consagrados @ las catorce recopilaciones anteriores de la obra de Berlin, incluidos cinco posteriores a su dece- soen 1997. Me sumo a Henry para manifestar nuestra gratiud a ‘Aline Berlin por el apoyo brindado a lo largo de este pro- yyecto y por contribuir, junto con Peter Halban, a debatir ‘el manuscrito en una mesa redonda celebrada el 7 de julio de 2003 bajo los auspicios del St. Antony’s College, un acontecimiento que fue posible gracias a la amabilidad del rector, sir Marrack Goulding, y de Polly Friedhoff, la rela- cciones piblicas y encargada de desarrollo de fa instituci6n. Dicha sesién aplegé a eruditos, colegas y amistades de Berlin que compartieron con nosotros sus recuerdos per- sonales y el conocimiento de su obra. Los otros partici- * Sf, ojald dures» (N. de la T.) ae La mentalidad soviétca antes fueron: sir Rodric Braithwaite, el catedrético Ar- chie Brown, el catedrético Cao Yigiang, Larissa Haskell, Camilla Hornby, el catedrético Peter Oppenheimer, el doctor Alex Pravda, Helen Rappaport, el catedrético Robert Service, Brooke Shearer, el doctor Harry Shukman y Pat Utechin, Stross TALBOTT Prefacio Posefa una mirada inteligente, pero también cruel, y todo su serblanterefljaba la expresién de un fanstico aque firmaba sentencias de muerte sin pestaiear. Sulema ‘en Ia vida era «E! fin justifica los MEDIOS». Nada lo detenta de llevar a cabo sus planes. Isatatt BERLIN, «EE fin justifica los medios» (r921)* Hace tiempo que sé que este libro debfa ver la luz. Los es- critos diseminados de Isaiah Berlin sobre la politica y la cultura rusas bajo la era soviética tienen enjandia tanto en calidad como en cantidad, y ademés son tinicos en su es- pecie. En ry91, tras la exitosa publicacién de Bl fuste torcido de la bumanidad y en respuesta al desmoronamiento de! comunismo en Rusia y la Europa del Este, le insinué a Ber- lin que era el momento idéneo para publicar una recopila- cin de sus ensayos sobre la Unién Soviética, pero él ob- jet a mi sugerencia que la mayoria de los aspectos que abordaba en ellos eran aislados y superficiales y en cierto sentido estaban obsoletos. Volvi al ataque, esgrimiendo ‘mis argumentos a favor de mi propuesta. Y él me contest6 cn los siguientes términos: x. Ensu libro Dos conceptos de libertad y otros escritos el fin jus- tifea los medios, mi trayectora intelectual, Madrid, Alianza, 2008, 24 La mentalided soviética No conviene. Entiendo que todo lo que dices es perfecta- mente sensato, pero no es el momento oportuno, incluso aunque estos textos deban publicarse.[..] Cteo que en el presente, ahora que la Unién Soviética se ha desintegrado, afiadir obras que bailan sobre su tumba seria inapropiado (de hecho, ya se esté haciendo, y con exceso). No se requie~ zen més medios para demostrat la inadecuacién del marx mo, él comunismo, la organizacién sovitica, las eausas del liltimo golpe de Estado, la revolucién, etc. Y opino que, si tienen algin valor, cosa que, como bien sabes, dudo sincera- ‘mente, sera mucho més pertinente publicar estos ensayos en el plazo de diez 0 quince afios, quiz4 tras mi muerte, a modo dereflexiones interesantes, en el mejor de los casos, de c6mo percibiamos la coyuntura observadores como yo mismo en las décadas de 1950, 1960, x970, etc. Créeme, sengo ra26n, ‘Transcurrida mas de una década, y unos seis afios des- pués de la muerte de Berlin, parece oportuno dejar al mar- gen estas dudas, sobre todo si tenemos en cuenta que la evolucién de la antigua Unidn Soviética no ha seguido la sen- da rapida hacia la democracia liberal occidental que tan- tos (con la salvedad de Berlin) se precipitaron a augurar. Es bien sabido que buena parte de la mentalidad soviética ha sobrevivido al régimen que la engendré. En cuanto a las dudas de Berlin acerca del valor de su obra, y en particular de su valor permanente, estoy acostumbrado a descartar- las sin el menor cargo de conciencia, ¥ opino que su mo- desta frase «observadores como yo mismo» resta impor- tancia a la unicidad de su vision personal. La causa de que el proyecto salga a la luz en la presen te coyuntura cabe buscarla en la acertada sugerencia de mi amigo Strobe Talbott de que los articulos recopilados po- dian ser objeto de un seminario sobre la contribucién de Berlin a los estudios soviéticos y publicarse bajo el sello de la Brookings Institution Press, El prélogo de Strobe ubica per- fectamente el contenido del libro en el contexto de la obra global de Berlin Prefacio as ‘Todas las notas al pie de fos ensayos se han afiadido en la fase editorial, salvo aquellas en las que se anexan las si- las «N.del A» que pertenecen a Isaiah Berlin. A continua- ci6n se incluyen algunos comentarios complementarios acerca de las circunstancias que rodearon la escritura de Jos ensayos recogidos en este volumen, Las letras y el arte en la Rusia de Stalin En otofio de x945, Berlin, a la saz6n funcionario del Mi- nisterio de Exteriores briténico, visite la Unién Soviética por primera vez desde que emigrara en 1920, a la edad de once affos. Fue durante esa visita cuando tuvo lugar su cé Iebre encuentro con Anna Ajmétova y Boris Pasternak. Sin embargo, no glosé sus recuerdos de aquellas reuniones hasta treinta y cinco afios después" Con todo, en aquella época redacté dos informes ofi- ciales. Concluida su misién escribié tun memorandum par- ticularmente extenso sobre la situacién general de la cultu- ra usa, al cual otorg6, como era su costumbre, un titulo sin pretensiones: «Nota sobre la literatura y las artes en la Repiiblica Socialista Soviética Federada de Rusia en los &l- ‘timos meses de 1945». ‘También subestim6 el alcance de su informe. Adjunté una copia del mismo a una carta fechada el 23 de marzo de 1946 y remitida a Averell Harriman, el embajador esta- dounidense en la URSS, en la que lo felicitaba por su nom- bramiento como embajador en Gran Bretaia, En aquella carta, redactada desde la embajada briténica en Washing- ton, Berlin comentaba a Harriman: Incluyo un informe extenso y pobremente escrito sobre la literatura rusa, ete. que Frank Roberts’ me ha indicado que +. Este volumen incluye una versién abreviada de esas informes. 22. Ministro briténico en Mosed La mentelidad soviétca le remit. Dudo que contenga nada nuevo o interesante; aqui s6lo lo ha leido Jock Balfour", y sospecho que en el Mi- nisterio de Exteriores nadie lo hard. Es confidencial inica- mente por las archiconocidas repercusiones para las posi- bles fuentes de informacién que contiene, en caso de que alguna vez «éstas» tuvieran conocimiento de su existencia. Le agradecerfa enormemente que me lo devolviera a través de la saca de correo del Ministerio de Exteriores dirigida al New College de Oxford, en euyos sombrios recovecos re- cordaré con nostalgia, pero sin arrepentimiento, un mundo que tal vez deberia olvidar para siempre. E] modesto informe que Berlin envié en este despacho es, légicamente, harto engafioso. Tal como Michael Igna- tieff escribe en su biografia de Berlin: EI humilde titulo del informe traicionaba sus ambiciones: ra ni mas ni menos que una historia de la cultura rusa du- zante a primera mitad del siglo 20, una crénica de la aci ga generacién de Ajmétova. Probablemente fuera el primer informe occidental de la guerra de Stalin contra la cultura rusa. Cada pagina recogia pistas de lo que la poeta, ademas de Chukovski y Pasternak, le habfa narrado acerca de sus experiencias durante los aos de persecucién*. Visita a Leningrado El otro articulo escrito simulténeamente a los aconteci- micntos de 19.45 3 un relato mas personal de la histérica visita que realiz6 a Leningrado entre el 13 y el 20 de no- viembre, menos de dos afios después del levantamiento det sitio alemén, Berlin resta importancia ¢ incluso falsea de manera deliberada el encuentro que mantuvo con Ajmato- 1. Ministro briinico en Washington 2. Michael Ignatieff, op. cit. (p. £5, 9. 1 p. 255) Prefacio 27 va (probablemente} la noche det r5 al x6 de noviembre. En cambio, en una carta dirigida a Frank Roberts, el Chargé d’Affaires briténico en Moscd, en la cual le agra- dece su hospitalidad, afirma que, en la segunda visita que efectud a Ajmatova al final de su estancia, cuando se dis- ponfa ya a abandonar la Unién Soviética, ella le «dedic6 tun poema nuevo sobre nuestras conversaciones a media- noche, que es lo més emocionante que me ha ocurrido Un gran escritor uso El 28 de enero de 1998, la embajada britinica en Wash- ington dedie6 a Isaiah Berlin una conferencie titulada «Un recuerdo americano». Entre quienes lo homenajearon fi- guraba Robert Silvers’, coeditor del The New York Review of Books y amigo personal de Berlin desde hacia mas de treinta afios. En su discurso hablé de las circunstancias bajo las cuales se escribi6 el siguiente ensayo, asf como de su propia reaccién a las palabras de Berlin: Esta es Ia prosa de un narrador nato, aspacto que consi- dero esencial para entender la inmensa variedad de la obra de Isaiah. Asi lo pensé especialmente fen otofio de 1965], durante una estancia de éste en Nueva York que coincidi6 con la publicacién de a obra del poets ruso Osip Man- delshtam., Isaiah accedi6 a escribir una critica sobre ella. Los dias pasaban y me comunicé su partida inminente. Acordamos que acudiria a las oficinas del Keview una no- 1, Carta del 20 de febrero de 1946. Fl poema es el segundo del ciclo Cingue. 2. El homenaje aparece publicado bajo el titulo «Writing on Berlin» en The Isaizh Berlin Virtual Library (en lo sucesivo TBVL), Ja pigina web oficial de The Isaiah Berlin Literary Trust, beeps berlin.swolf ox.ac.ck/

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