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Quince minutos con San José

 
Una de las gracias más grandes que Dios puede conceder a un alma es que
sea devota de San José”. (S. Pedro Julián Eymard).
 
Háblame sencillamente, como lo harías con tu mejor amigo, con tu padre.
¡El Señor me colmó de bienes! Como padre nutricio del Salvador y esposo de la Madre
de Dios, Él no me retira su confianza, y me encarga cuidar ahora de todos los cristianos que
peregrinan en la tierra. Dios Padre me ha otorgado ahora en el cielo conceder a los hombres las
gracias que me pidan, si convienen para su salvación.
Dime qué necesitas para hoy. Pueden ser bienes materiales, siempre que pienses
emplearlos para la gloria de Dios: salud, dinero, trabajo, sabiduría y medios para desempeñarlo,
etc.
¿Necesitas hacerme alguna súplica en favor de alguien? Dime su nombre, a quién
quieres socorrer, qué problemas tiene... Pide mucho, sin dudar. A Dios le agrada mucho la
confianza filial.
Y para ti, ¿necesitas alguna gracia, tienes algún problema? Cuéntamelo. Dime con
sinceridad que eres quizá perezoso, egoísta, irritable, orgulloso... Conozco tu debilidad. Te
animo a pedirme ayuda, y a confiar en Jesús misericordioso, para enseñarte a superar esas
deficiencias.
¿Traes ahora entre manos algún proyecto? Cuéntamelo minuciosamente. ¿Qué piensas, qué
deseas? ¿Qué puedo hacer por tus hermanos, por tus hijos, por tus amigos? Dime qué anhelas más y
con qué medios cuentas para conseguirlo. ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte!
Pide también bienes espirituales: el amor de Dios, los dones del Espíritu Santo, las
virtudes que necesitas, librarte de las ocasiones de pecado, la ayuda en tu apostolado, y poder
irradiar paz y esperanza a los demás. ¡Que al verte, deseen amar a Dios! Pide por la salvación
eterna de todos, la conversión de los pecadores, hermanos tuyos, que viven en la ignorancia y el
olvido de la ley de Dios... ¿Qué haces por ellos? Pide muchos y santos sacerdotes, y vocaciones
para el seminario y la vida religiosa.
Quiero compartir contigo algunos momentos que viví con Jesús y María y enseñarte
cómo lo puedes aplicar en tu vida diaria.
Antes de saber cómo debía obrar en relación a la Maternidad Virginal de María, ¡qué
oscuridad padecí! En momentos así, conviene orar y pedir luz al Espíritu Santo. ¿Pasas ahora
por alguna situación conflictiva? ¿Sientes tristeza, mal humor o temor? Échate en brazos de la
Providencia, como lo hice yo.
Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes. Como padre fiel, no te desamparo ni un
momento.
Cuando el ángel del Señor se me apareció, en sueños, desperté e hice como él me había
mandado. Por eso el evangelio me llama “justo”: porque mi vida fue un continuo cumplimiento
de la Voluntad de Dios. ¡Qué alegría cumplir la Voluntad de Dios! Él la manifiesta de muy
diversas maneras. A mí me habló por un edicto de un emperador tirano, por sueños, por las
normas de la ley judía, etc. A ti te hablará también: por los propios deberes de estado o las
circunstancias de tu vida o en la oración recogida. Busca con sinceridad su querer. Pregúntate
antes de tomar una decisión: “¿Qué quiere Dios de mí ahora, en esto?” Piensa y busca lo más
agradable a Dios: en tu hogar, en tus planes, en tus negocios temporales...
¿No deseas mayor pureza? No temas recibir a María en tu casa, como lo hice yo. Isabel
experimentó un gran gozo al recibir su visita. Su presencia llena el alma de consuelo. Tenla
como tu mayor y más íntimo tesoro. Mírala con frecuencia e imita sus virtudes. Ella es tu madre
del cielo, la mediadora de todas las gracias. Pídele que, por su pureza, puedas mantener la tuya.
¿Quieres rezar y meditar, junto a mí, los misterios del Rosario?
Aquella noche que el ángel me dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a
Egipto... Herodes va a buscar al niño para matarlo». ¡Qué angustias! Nuestro único deseo era salvar
la vida del Niño.
¿Tienes deseos de respetar la vida en todas sus etapas y hacer algo para defenderla? Pide
por la vida amenazada: niños que no nacen, países que facilitan el abominable crimen del
aborto, las futuras madres en dificultades. Ruega por la conversión de los que promueven el
aborto, por las víctimas de la violencia, las guerras o las catástrofes, por los inmigrantes, los
ancianos abandonados, los drogadictos...
Yo no me contenté con rezar: Actué. A la sociedad moderna le acechan muchos peligros.
¿Por qué no colaboras ayudando a los demás? Cristo se esconde hoy bajo el rostro de un indigente,
de alguien que no te cae simpático, de algún anciano que espera tu cercanía. Haz el bien y tu alma se
llenará de inmensa alegría.
Al encontrar a Jesús adolescente, después de buscarlo durante tres días, no le
comprendimos cuando nos dijo que Él debía estar en las cosas de su Padre. Así puede pasarte,
que no comprendas el modo de actuar de Dios. Confíame tu pena, te ayudaré a sobrellevarla
mejor.
El principal mandamiento de Dios es que lo amemos sobre todas las cosas. Sé fiel en
santificar las fiestas, y aprende de mi sencilla y sublime oración. Pude vivir en la presencia de
Jesús y María todos los días hasta mi muerte. Tú también puedes tener esta misma dicha y un
trato familiar con ellos. Ofréceles, por amor, todos tus trabajos, tus gozos y tus penas. Visita con
frecuencia a Jesús en el sagrario
No es preciso hacer ‘mucho’ para agradar a Dios; basta que hagas lo que Dios quiere con
mucho amor. El fiel cumplimiento del deber por amor a Dios.
Jesús se retiró con nosotros a Nazaret, y nos estaba sujeto.
Yo amaba a Jesús, y hubiera dado mi vida por Él. Lo mantuve con mi trabajo, lo eduqué
en su crecimiento como hombre, lo adoré como Dios. Formamos una verdadera familia. ¡La
Trinidad en la tierra!
¿Tienes alguna preocupación por tus hermanos, tu familia o las demás familias, los
ancianos, los niños y jóvenes, los matrimonios rotos? Fui el Custodio de la Familia más santa, y
Dios quiere que sea también el custodio de cada familia, y de la gran familia humana... Pídeme
consejo en tus decisiones.
La Iglesia me venera como el Patrono del trabajo, por aquello de “¿No es éste el hijo de
José, el carpintero?”. Enseñé mi oficio a Jesús. ¿En qué trabajas tú? ¿Cumples tu tarea con
humildad, perfección, honradez y diligencia? Santifica tu trabajo, únelo al de Jesús, conviértelo
en una ofrenda a Dios cada día. ¿Colaboras por hacer un mundo mejor? Te alcanzaré la gracia
de hacerlo así. Ayudaré también, si me lo pides, a los que no tienen trabajo.
Soy el Patrono de la buena muerte porque acabé mi vida mortal en los brazos de Jesús y
María. ¿Vives tu vida pensando que solo estás de paso, que éste no es tu destino, sino el cielo? ¿O te
has apegado a lo de la tierra, y olvidas atesorar bienes para la verdadera Vida? Te alcanzaré todas las
gracias para preparar santamente tu encuentro con la Vida: Dios. ¿Rezas por los enfermos y por los
que hoy van a morir?
Ahora, hijo mío, vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la oficina, al estudio;
pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos.
Guarda, en cuanto puedas, sencillez, pureza, recogimiento, caridad con el prójimo. Ama a mi
Esposa, que es tu Madre, y vuelve otra vez con el corazón amoroso de hijo y amigo. Te espero
con Jesús y María.
Oración del Papa Francisco
“Glorioso patriarca San José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi
ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan graves y
difíciles que te confío para que tengan una buena solución. Mi amado Padre, toda mi confianza está
puesta en ti. Que no se diga que te haya invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María,
muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén”.

Oración a San José Custodio


Oh custodio y padre de vírgenes, glorioso San José, a cuya fiel guarda fueron encomendados la
misma inocencia, Cristo Jesús, y la Virgen de las Vírgenes, María. Por estos dos seres queridos, Jesús y
María, os ruego y suplico me alcancéis la gracia de que manteniéndome puro en la mente, limpio en el
corazón y casto en el cuerpo, sea siempre siervo fiel de Jesús y María. Amén.

Consagración a San José


“San José, quiero ser tuyo, por eso desde hoy te elijo como mi amado Padre, mi fiel Defensor, mi
omnipotente Abogado, y me consagro libremente a ti. San José, que al final de mis días recojas mi último
suspiro. Bajo tu protección me acojo, dulce defensor mío, no deseches las súplicas en mis necesidades, antes
bien escúchalas favorablemente”. Amén. ¡Gracias, Dios mío, por San José!
 

Para complementar estas visitas, te sugerimos leer la encíclica de S. Juan Pablo II Redemptoris
Custos, o “Patris Corde” de Francisco, y algún libro o devocionario de S. José. Lo puedes encargar
a nuestra editorial.
Pide especialmente por estas intenciones:
 Por la Iglesia y los sacerdotes.
 Por las familias cristianas.
 Por la defensa de la vida.
 

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