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Enfoque: Vivir Disfrazados
Enfoque: Vivir Disfrazados
OPINIÓN IGLESIA
AQUÍ
Vivir disfrazados
No sé si es porque soy de Tene-
rife, donde se celebra uno de los
mejores carnavales del mundo,
pero siempre que llega febrero y
principios de marzo, se me pone
el cuerpo en modo carnaval.
Desde que era pequeño he vis-
ALEJANDRO to las calles llenarse de la música
ABRANTE de las agrupaciones, del colori-
do y el ritmo de las comparsas,
de las canciones de las murgas
que me hacían reír o enfadar, según fueran sus letras.
Pero, sobre todo, lo que más me gustaba –y debo con-
fesar que todavía me gusta–, es disfrazarme. Interpre-
tar por unos días otro personaje, alguien que no soy,
un payaso, una cabaretera o un oso de peluche. Hacer
reír a todo el que se cruza en mi camino y olvidar por
unos días los problemas y las dificultades de la vida
cotidiana.
SUMARIO Disfrazarse es maravilloso, pero no cuando tienes
Número 1.251. que vivir disfrazado por obligación, aparentando ser
Del 3 al 9 de mar- quien no eres. Llegué al CIE como cualquier tarde de
zo de 2022 sábado. Cuando crucé la puerta un trabajador de Cruz
Roja me mostró su preocupación por dos chicos que
2-5 Opinión no se relacionaban con los demás internos, y además
6-9 Mundo solían hablar en italiano entre ellos. Me pidió que fue-
10-17 España ra a hablar con ellos y así lo hice.
18-21 Fe y vida Me dijeron que eran católicos, pero que no querían
22-27 Cultura que el resto se enterara. Entonces comencé a visitarlos
28 La Contra y a celebrar con ellos durante varias semanas, siempre
en un lugar escondido, como los primeros cristianos.
Me contaron que emigraron a Italia siendo menores
y allí conocieron a un sacerdote que se ocupó de ellos
y les presentó a Jesús de Nazaret; que se bautizaron y
participaban de la vida parroquial. ALEJANDRO ABRANTE
Cuando su madre enfermó regresaron al país donde
ENFOQUE
nacieron, en el que está mal vista la conversión al cris-
tianismo, por lo que la ocultaron a su familia y amigos.
Al morir su madre volvieron a emprender su travesía
para llegar a la que había sido su casa durante los úl-
timos años, pero terminaron internados en el CIE de OMP
Tenerife.
Movimos cielo y tierra para conseguir la partida
de Bautismo e intentar solicitar el asilo. Un día fui a
visitarlos y ya no estaban. Me comentaron que creían
que habían sido deportados a su país de origen. No he
sabido nada más de ellos, pero supongo que vivirán
disfrazados. Al fin y al cabo, como decía Celia Cruz, «la
vida es un carnaval». b