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UNIVERSIDAD PRIVADA DEL NORTE

Facultad de Arquitectura

En convenio con la

Asociación Peruana de Arquitectura del Paisaje


asociada al IFLA (Internacional Federation Landscape Architecture ) y NGC (National Garden Club).

Municipalidad de Miraflores- Lima

DIPLOMADO ARQUITECTURA SUSTENTABLE Y PAISAJISTA.


FORMULACION Y GESTIÓN DE ECOPROYECTOS

Seminario-Taller

INTRODUCCION A LA ARQUITECTURA DEL


PAISAJE Y EL ECOPROYECTO COMO
PROYECTO SUSTENTABLE
Roberto Fernández

Trujillo SEPTIEMBRE 2005

1
Introducción

Este Seminario-Taller procura presentar una introducción somera a la temática de la


arquitectura paisajística y su relación con la crisis de sustentabilidad y la perspectiva
responsable de analizar la posibilidad de nuevas formas proyectuales basadas en el análisis
de las condiciones del paisaje natural y cultural, su preservación y aquilatamiento dentro de
lo que comienza a señalarse como el posible pasaje del proyecto al ecoproyecto.
Asi por tanto, este Seminario-Taller presentará dos temas teóricos – con su bibliografía y
una referencia ejemplificativa lejana de la taxatividad pero útil quizá como referencias y
apertura a debates – como introducción a tales temáticas generales. Durante el segundo día
se pretende que los participantes de esta instancia presenten en una breve comunicación su
propuesta básica de tema de investigación ( a desarrollar en la continuidad del Diplomado )
entendible como una forma de avanzar en el reconocimiento y manejo de este nuevo campo
que articula arquitectura paisajística ( la landscape architecture de la tradición sajona ) con
la revisión de las prácticas proyectuales de cara a obtener mayor compromiso de estas
prácticas con diseños sustentables y mejor articulados con los componentes naturales y
culturales de los territorios de que hacen o harán parte.
La perspectiva de una nueva práctica proyectual – el diseño de ecoproyectos – toma así,
elementos emergentes del conocimiento ambiental de la crisis de sustentabilidad ( por
ejemplo, la necesidad de la racionalización del consumo energético y en general, la idea de
maximizar la economía en el uso de materia y energía ) tanto como componentes que
forman parte de la tradición de la arquitectura paisajística, dado que los propósitos de ésta,
quizá desde la perspectiva de valorar especialmente la calidad e integridad de los paisajes
sobre los que opera, tanto en sus características naturales como antrópico-culturales, posee
en sí una intrínseca vocación que hoy vemos confluir en las ideas del ecodiseño y la
intervención cuidadosa sobre la entidad de los territorios.
Sería preciso distinguir estos lineamientos de un posible remake nostálgico de prácticas folk
o regionalistas que han solido encubrir ideas conservadoras y rémoras respecto de la
transformación y modernización de las sociedades, sus territorios y equipamientos físicos
de la cultura material: no avalamos prima facie, un retorno ( por lo demás imposible dada la
multiplicación de la información como componente positivo de la fase histórica de la

2
globalización que ahora atravesamos ) a conductas regionalistas, hipercontextualistas o
directamente provincianas. Pero si debe entenderse como peligroso el aplanamiento
consumista de las diferencias culturales y los efectos de homogeneización regresiva que la
masificación globalizante está ocasionando incluso sobre culturas locales vigorosas y de
largas tradiciones: efectos que suelen caricaturizarse con la expresión macdonaldización del
mundo ( o coca-colización, que sería asimismo un rótulo indicativo de tal homogeneización
de uniformidad degradada ).
Por tanto una perspectiva de proyectualidad y gestión de los territorios que analice con
cuidado sus estructuras paisajísticas y la imbricación entre socius y locus hoy conlleva ya
no la condición veleidosa de una moda mas, sino la necesaria asunción de un momento
histórico que exige la mayor responsabilidad a los operadores de la cultura material,
incluso para garantizar alternativas de desarrollo en esta etapa, toda vez que parte del
mismo se liga a nuevas modalidades de multiculturalismo, etnodiversidad, refuerzo de las
identidades específicas histórico-culturales en materia por ejemplo, de música, literatura,
gastronomía, turismo eco-cultural, a lo que nosotros ahora pretendemos también agregar
arquitectura, diseño y gestión de paisajes y territorios y actuaciones genéricas en el mundo
local de las culturas materiales prácticamente avasalladas por los imperativos consumistas
de dicha globalización reductiva y crítica para los futuros regionales.
El Seminario pués presentará dos grandes temas que confluyen: la tradición paisajística y
la innovación del ecoproyecto como modalidad de proyecto sustentable. La articulación
plena de ambas temáticas es el cometido general del Diplomado y por tanto esto será
apenas una introducción o demarcación conceptual de un campo temático y práctico por
construir, en parte mediante tareas de investigación, relevamiento, experimentación y
diseño que deberán iniciarse en diferentes ámbitos. El Taller ofrecerá a los participantes la
posibilidad de presentar, analizar y discutir los términos posibles con que cada participante
cree poder organizar su trabajo de investigación, precisamente diferenciable en diferentes
instancias tales como relevamientos, experimentos, proyectos, articulaciones
multidisciplinares con el arte, el turismo, la arqueología, la tecnología, etc.

3
Parte I
La tradición paisajista como matriz histórica del ecoproyecto1

La arquitectura como dimensión del saber y prácticas de construcción de la ciudad, ha sido


por ello, una actividad cognoscitiva y técnica operante tanto en la instauración del concepto
mismo de ambiente ( definible como dialéctica problemática entre sociedad y naturaleza )
como también, probablemente, de la acentuación moderna de las características
problemáticas de la evolución de dicha dialéctica.
Quizá uno de los aportes mas históricamente orientados hacia esa reflexión teórica y
práctica sobre lo ambiental devenga de una rama algo colateral de su pensum disciplinar, la
del paisajismo ( la landscape architecture en la tradición sajona ).
Lo natural, como escenario teórico al que remitían los preceptos del arte clásico y el
principio operativo de la mímesis, formó parte, diversamente, de casi todo el espesor
histórico de este saber, desde el momento grecolatino hasta el romanticismo del siglo XVIII
y principios del XIX.
Sin embargo, salvo en la mirada genérica de la arquitectura acerca de la ciudad en el
territorio ( como cosa o sistema, como interfase – en cuyo caso prevaleció la consideración
de la periferia de la ciudad que bordea lo rural ) o en elaboraciones específicas del
paisajismo abocado a culturalizar lo rústico – por ejemplo en los principios artísticos y
políticos de Addison y Pope – o a naturalizar lo artificial – por ejemplo, en el desarrollo de
los conceptos del parque urbano, como destaca en las propuestas de Alphand o Olmsted -,
la arquitectura se ha ocupado más directamente de la ciudad, que como sabemos es una de
las más complejas mediaciones históricas del concepto de ambiente, en tanto un ambiente
urbano es ante todo, un vastísimo y complejo sistema de artificialización de un soporte
natural, en cuya definición y construcción la arquitectura ocupó un lugar central.
No obstante y si bien la vertiente del landscaping parece concitar una aproximación
genérica de la teoría de la arquitectura en sentido amplio a la escala o dimensión territorial
y supraurbana, el paisajismo anglofrancés triunfante y político en el siglo XVIII – desde

1
Parte de estos materiales hacen parte de mi Tesis de Doctorado de la Universidad de Buenos Aires
que lleva por título Crítica Ambiental del Proyecto, en este momento en proceso de publicación.

4
Capability Brown hasta Le Nôtre – era netamente rural: se trataba de domesticar lo natural
como gesto de cultura imperial, onmipotencia de poder que, según expresiones diversas de
ese poder, era liberal-negligée en la Inglaterra de Addison2, Pope y The Spectator, o
despótico-jerárquico en la Francia de los Luises3.
Despúes, en el XIX, en la tradición autoritaria francesa del ensemble Haussmann-Alphand
o en el incipiente desarrollo inmobiliario privado de raigambre sajona – con su nave insigna
del Central Park neoyorquino de Olmsted, primero probado en Birkenhead o en Saint James
– la idea de parque y plaza se inserta en el interior central de las ciudades con varios
propósitos: cientificismo biologista – que decanta en los jardines botánicos -, esteticismo
iluminista – que acerca el usufructo de un paisaje al flaneur de las ciudades -, higienismo
socializante, desarrollo inmobiliario generador de rentas diferenciales, relicto o residuo
nostálgico y recordatorio de lo natural pre-industrial, etc.
Las ideas emergentes de esta suerte de apartamiento del mundo, de refugio en una
naturalidad sustraída por el incesante desarrollo de lo urbano y por la puesta en producción
de los territorios, alcanzarán sin embargo, a jugar algún papel en las alternativas de pensar
modos diferentes de concebir el proyecto urbano, sobre todo el referente a la expansión
urbana, a la nueva ciudad de borde o periurbana, especialmente en USA, lugar protagónico
de la expansión capitalista a fines del siglo XIX y laboratorio interesante de una vía inédita

2
En Addison el descubrimiento del paisaje – en su iluminación frente a las montañas alpinas,
volviendo a Inglarerra después de un clásico tour italiano - está revestido de una fuerte impresión
sensorial de emoción positiva – el placer contemplativo de lo magnífico natural – junto al horror de
verse a merced de los peligros de la naturaleza: esa mezcla sentimental, lo sabemos, da paso a lo
que se llamó la estética sublime, basada en el agradable horror. Sublimar significará desde
entonces, superar el desgarramiento emotivo entre atracción y repulsión y consumar un acto
placentero. Ver, de J. Addison, Los placeres de la imaginación, Editorial Visor, Madrid, 1991.
3
Una historia sintética del paisajismo en sus lineamientos básicos y técnico-proyectuales puede
encontrarse en el texto introductorio de G. Van Zuillen, Il Giardino. Paradiso del Mondo, Editorial
Electa/Gallimard, Trieste, 1995. El breve texto refiere a las grandes tradiciones paisajísticas que
son las de la antigüedad ( que la autora hace llegar al jardín islámico, quizá suponiendo que este
modelo retiene elementos sustantivos de las propuestas egipcias, griegas y romanas ), el modelo del
hortus ( conclusus o deliciarum ) medieval, casi restringido al uso monástico extra-urbano, el jardín
renacentista, la geometría francesa, el paisaje inglés y el desemboque en los aportes del jardín
contemporáneo ( Repton, Brooke, Loudon y las ideas victorianas, La Pagerie, Thouin, Alphand y la
tradición napoleónica-haussmanniana, Robinson, Jekyll, Johnston, Nicolson y los aportes
concomitantes del enfoque arts&crafts, Page, Clement y Finlay ya en nuestros días ). Para una
historización más puntual del desarrollo de las ideas paisajísticas iluministas puede consultarse el
libro de M. Moser y G. Teyssot, L´Architettura dei Giardini d´Occidente dal Rinascimento
all´Ottocento, Editorial Electa, Milán, 1990

5
de modernidad, más alejada del vanguardismo estético pero más cercana del
experimentalismo que resignificó la arquitectura en relación con las nociones y las prácticas
del landscaping .
La exposición mundial de Chicago de 1893 abrió un cauce de debate entre los
urbanizadores culturalistas liderados por Burnham y los partidarios del landscaping
encabezados por Olmsted y ambos tuvieron relevante juego en ese episodio y en sus
consecuencias respecto de las relaciones entre naturaleza y ciudad, ya muy trabajada en
Chicago según el temprano proyecto de la parquización para la expansión sur de la ciudad
propuesta por Olmsted y Vaux en 1871.
Los landscapers a cargo del diseño de la expo colombina – Olmsted y Codman – tuvieron
un peso significativo, aunque arrastrados a la gran presión culturalista con que se debía des-
naturalizar la rusticidad agrarista norteamericana: de allí, por ejemplo, su propuesta de lago
veneciano4.
Es importante advertir algo que empieza a ocurrir en la cultura norteamericana de inicios de
siglo y que resulta significativo para la argumentación de este capítulo: no sólo emerge una
idea de ciudad cuya calidad no excluyera la idea de manipular naturaleza – en parte porque
no existe la densidad de las tradiciones urbanas europeas y su noción de horror vacuii o
saturación físico-cultural de los ambientes urbanos como consecuencia del relativo poco
espacio de las ciudades históricas – sino que se hace preciso construir una discursividad
propia, local, regionalista, tal vez diferente del legado occidental.
Es cierto que ambos argumentos son rebatibles: la conciencia de lo natural-regional en
algunos casos, como en Jefferson y su célebre cuadriculación completa del territorio
norteamericano, era de mucha abstracción y quizá finalmente, en el desprecio de la
identidad específica de lo natural-territorial ( incluyendo en tal desprecio a sus habitantes
naturales ) se incubaba un inicial motor de rendimiento capitalista de un suelo entendido a
la vez como herramienta productiva y como instrumento generador de renta.
Y por otra parte, vista la acerba crítica de Sullivan a Burnham con motivo de la Expo de
Chicago, quizá el perfil de diferenciación de la tradición cultural europea no era tan así y
4
Véase para la descripción y fundamentación del desplazamiento de los ideales paisajísticos a una
fusión entre ciudad jardín y gran capital inmobiliario para el caso americano, el ensayo de M.
Maineri Elia, Por una ciudad “imperial”. Daniel Burnham y el movimiento City Beautiful, en el
volumen de G. Ciucci-F. DalCo- M. Manieri-Elia-M. Tafuri, La Ciudad Americana. De la Guerra
Civil al New Deal, Editorial G. Gili, Barcelona, 1975, pp. 1-137.

6
había en cambio , deseos ocultos de emulación y cierta clase de mala conciencia de
nouveau riche.
Las desviaciones del ideal naturalista pronto tuvieron efectos útiles en el plan de los
developpers del desarrollo urbano americano, visible en el apoyo que grandes capitalistas
de Chicago – como Pullman o Armour, magnates del transporte y de la carne – hicieron de
proyectos como el ordenamiento paisajístico del lakefront de la ciudad o el desarrollo de
South Shore Drive, además por cierto, del suburbio jardín, del cuál es bien conocido Oak
Park como territorio específico del despliegue de las prairie houses wrigthianas.
Wright mismo proponía en 1901 una subdivisión de manzanas del suburbio de Oak Park en
cuatro grandes solares, idea que confirmaba su rechazo de ciudad y su ideal agrarista, pero
que de todas formas era funcional a una economía del desarrollo urbano en la que lo natural
podía verse como un interesante factor de calificación de las mercancías generadas, al
precio de una apropiación netamente diferencial y elitista.
El ulterior movimiento City Beatiful, ya de la década de 1890, propone internalizar dentro
de aportaciones al diseño expansivo de las ciudades y sus centralidades, la fuerza y el
prestigio cívico que había implicado la convergencia de proyectistas y landscapers –
alrededor de Olmsted – en el caso de Chicago, aunque estudiosos como Mumford
rápidamente descalificarán este desarrollo como una flexión más del desarrollo urbano
capitalista.
Ciudades como Kansas City ( con el proyecto de embellecimiento parquizador a cargo de
G. Kessler quién propondrá un park system para la ciudad del medio Oeste ) o influyentes
textos periodísticos como los de Ch. Robinson intentarán generalizar los principios de la
beautification urbana, que también recibirá los aportes de Olmsted jr..
Los modelos de ciudad bella proliferarán, desde preliminares propuestas para Cleveland (
concurso de 1895 ), Nueva York ( plan de Harder, 1898 ) o Filadelfia ( el Parkway de
Windrim, tardíamente concluído hacia 1904 ), hasta su eclosión en las grandes
intervenciones conmemorativas del centenario capitalino en Washington, con fuertes
debates y muchas propuestas al estilo landscaper como las de Bingham, Brown o Gilbert,
hasta confluir en el complejo proceso liderado por Burnham y McKim, que configuraría el
sistema de The Mall actual.

7
Sin embargo, el caso de la capital también empieza a definir el valor mas bien político de
un tratamiento paisajístico urbano que insertara fragmentos naturales dentro de la ciudad
con un peso equivalente al de los monumentos: lo natural urbano deja lentamente de ser
atractivo para los developpers y sólo se considerara posible centrar su planteo en aquellos
casos donde la estrategia puede engendrar alguna clase de capital político, identidad,
visibilidad de un poder benefactor, espectáculo cívico civilizado, etc.
El rol de Daniel Burnham es central, mientras dura, en este maridaje de desarrollo edilicio y
escenificación naturalista, sello que caracteriza la expansión americana de inicios de siglo y
que incluso resulta exportada a ambientes coloniales como el plan para Manila que
Burnham prepara y W. Parson concreta entre 1904 y 1914.
El tercer mundo es especialmente apto para una idea del tipo city beautiful, como lo
confirman proyectos para Manila y Baguío en Filipinas y también para Delhi y Canberra,
con claras convergencias de este ideario con aportaciones que luego realizarán diseñadores
como Lutyens o Griffin – antiguo discípulo de Wright, primero teósofo y luego adepto a la
filosofía hinduísta - aunque Burnham dirimirá su hegemonía también en planes para San
Francisco ( luego del terremoto, en 1906 ) o para Chicago ( 1909, primera expansión
urbana que podríamos llamar de voluntad metropolitana ).
Salvo en los dos últimos casos – dado que en San Francisco era necesario prever un urban
design menos denso de cara al riesgo sísmico y que en Chicago estaba internalizada la
posibilidad de un mercado inmobiliario que integrara a su oferta calidades paisajísticas
importantes sobre todo dado un fuerte prestigio del suburbio para la radicación de alto
standing – en el resto de los ejemplos ya lo natural como material urbano estaba ligado a su
utilización política a favor de cierta escenificación progresista de los lugares del poder.
Después de la primera guerra mundial, el fin del laissez faire del protocapitalismo moderno
y la necesidad de configurar un estado regulado, instala en USA modelos políticos si no
más progresistas al menos de mayor pretensión normativa aunque en lo urbano ello iba a
significar en la práctica la extinción del paisajismo en el seno de los procesos activos del
desarrollo urbano, ya que el ideario naturalista quedará confinado o a experiencias
marginales o al forjado de posturas críticas.

8
Emerson, Whitman o Thoreau5 representan una poética de la crítica a la plutocracia y un
retorno al ideal estoico de los peregrinos protestantes así como el fundamento de una
actitud de rechazo y apartamiento de la ciudad tanto como la prehistoria de la crítica al
industrialismo y al daño irreversible de la naturaleza. Yosemite oYellowstone y la creación
de las reservas naturales, The Serra Club, Rachel Carson o Aldo Leopold serán referencias
derivables de las ideas de esos pioneros de una cultura de la frugalidad natural.
El advenimiento y celebración del Golden Day acuñado por Mumford6, que instaurara la
confianza en un renacimiento americano7 inspira esa inicial convicción, que identifica al
principio urbanidad como democracia de oportunidades, pero que pronto decantará en
crítica del Estado y retiro romántico de la ciudad conflictiva y productiva, que va camino de
la execrable ciudad neotécnica de Mumford.
La experiencia utópica comunalista americana8 es también rica en el proyecto de
restablecer una relación entre sociedad y territorio natural, a menudo con fundamentos

5
El aporte más significativo de H. Thoreau a la conformación del ideario del hombre moral en la
escena natural – un intento mucho más fenomenológico que las construcciones teóricas de
Rousseau y quizá mas cercana a la empatía con el natural-otro de Montaigne – se da con Walden o
La vida en los Bosques, Editorial Marymar, Buenos Aires, 1977, relato de 26 meses pasados en la
soledad de los bosques de Walden, cercanos a Concord, entre 1845 y 1847, siete años antes de su
aparición como libro. Allí Thoreau detalla la realidad material de su vida en/con la naturaleza en un
largo capítulo que llama Economía y que incluye sus relatos sobre vestimenta, albergue, la
construcción de la casa ( una cabaña de troncos que hace con sus propias manos ), arquitectura, el
pan, muebles, filantropía, etc., antes de otros textos ( dónde y para qué vivía, lectura, soledad, los
lagos, animales de invierno, etc.), una entusiasta y fenomenológica descripción del pasaje de un
hombre de cultura a un hombre de naturaleza. Aunque el libro termina con cierta decepción acerca
de la posibilidad final de un reencuentro absoluto con lo natural ( cosa imposible después de haber
descubierto a la cultura ) se convirtió en una biblia de la vuelta a lo rural y de la crítica feroz a la
vida urbana artificial y que impregnó toda su voluminosa obra posterior publicada posmortem y
compuesta en 39 tomos bajo el genérico título de Diarios. Elogio de la vida salvaje es una edición
argentina de la Editorial Rinzai, de 1989, que tiene fragmentos de esos diarios, incluyendo dibujos
del autor, casi todos abstractos ideogramas de resonancias orientales sobre motivos del mundo
natural.
6
L. Mumford, The Golden Day. A Study in American Literature and Culture, Editorial
Boni&Liveright, Nueva York, 1926.
7
Este movimiento de renacimiento nacionalista – con su apropiación de poéticas clásicas
grecolatinas desde Homero y Virgilio al Dante - a la vez ingenuo y crítico, fue retratado por F.
Matthiessen en su libro American Renaissance, Editorial Oxford University Press, Nueva York,
1941.
8
La experiencia de las comunas utópicas americanas fueron en conjunto, el movimiento
representativo del socialismo utópico arraigado en vertientes de diversas sectas religiosas de
orígenes cristianos, más significativo de la historia urbana moderna y en sí, por sus motivaciones
morales – mas que por su capacidad innovativa en lo técnico y social – suponen un conjunto de
experiencias frustradas en su mayor parte, sobre la reinstalación de un orden natural como principio

9
religiosos como las phalanx ( falansterios de inspiración fourieriana) de Monmouth – de
1843 – o la de Brook Farm Phalanx, creada en 1844 y a la que adhirieron Hawthorne,
Emerson y Thoreau.
Pero los mormones, los rappistas, los shakers, los zoroaistas o bäumelers, los
perfeccionistas u oneidistas, los ebenezers o amanitas entre otras variadas sectas de diverso
destino son quiénes iban a instalar colonias aptas para el ejercicio de esas religiones
austeras pero que a la vez significaban modelos de asentamientos de absoluto respeto a las
condiciones naturales, según criterios que quedarían registrados en los escritos de John
Etzler, cuyo The Paradise editado en 1833, suponía definir un modelo de sociedad y ciudad
acorde al derecho natural.
Zion, la primera fundación del líder mormón Joseph Smith, instalada en 1833 – quizá mas
explícitamente que Salt Lake City, fundada en 1847 en un terreno anfractuoso y estéril en
parte – representa cabalmente este linaje de caínismo mesiánico, donde la ciudad retiene en
su centro, como paraíso perdido, un espacio verde natural común, centro que suplanta la
habitual centralidad monumental. Harmony y Economy, las ciudades-colonias del líder
Rapp también tenían principios equivalentes, como Zoar, en Ohío, la ciudad de los
separatistas, secta liderada por Joseph Bimeler, cuyo parque central era presidido por un
abeto rojo alrededor del cuál se pusieron otros doce árboles alusivos a las tribus judías y
también símbolo de la salvación y los apóstoles. La fuerte relevancia alegórica de la
vegetación también tendría uso político en los álamos – o las alamedas – ya que esta
especie era designada en griego como populus, de donde emerge la noción socio-política de
pueblo.
La incidencia romántica de paisajistas ingleses, como H. Repton ( cuyo manual The Art of
Landscape Gardening se edita tardíamente en Boston en 1907 ) junto a creaciones
institucionales como la Massachussets Horticultural Society instalada en Boston desde
1829 influyen para promover nuevas acciones urbanas inspiradas en el landscape, como
los cementerios, del cuál el Mount Auburn Cementery de Cambridge, de 1901, es una de las
primeras manifestaciones: allí influye en el diseño Jacob Bigelow, un biólogo de Harvard

de la vida urbana asociativa, justo cuando arreciaban los efectos regresivos de la industrialización:
un estudio significativo de esta experiencia es el libro de L. y O. Ungers, Comunas en el Nuevo
Mundo: 1740-1971, Editorial G. Gili, Barcelona, 1978.

10
que representa otro de los tempranos cruces disciplinares en esta puja por la naturalización
de las ciudades.
Grenwood en Brooklin o Laurel Hill en Filadelfia son otros casos que ratifican este filón
romántico del landscape, que decantará en la actividad teórica de Andrew Downing, editor
y propagandista político del paisajismo que trae de Europa a Calvert Vaux, el inglés que se
sumará a Olmsted para llevar a cabo el Central Park, opera magna de esta tendencia de
renaturalización del centro urbano, según el llamado plan Greensward presentado en 1858,
que luego reeditarán en proyectos como el Brooklin Park de 1868 , el plan de Riverside en
Chicago, del mismo año o Back Fay en Boston una década después, culminando con el
diseño del Franklin Park, en Boston, de 1885, donde parte de su arquitectura será tarea de
Richardson9 .
La expansión al Oeste encarada después de 1840 también será tema de enfoques ligados a
la tradición rural-agrarista y a acciones urbanísticas sesgadas por la mirada del landscaper,
incluso en una dimensión que asegura una idea ambientalista en la necesaria ecuación de
producción-conservación que se iniciará con la colonización, por ejemplo en torno de las
ideas del funcionario del servicio geológico John Powell, que inspira la llamada Homestead
Act – el instrumento jurídico de la colonización – o la formación del Conservation
Movement, una temprana organización interesada en la preservación de la calidad territorial
y del cuál proviene la figura de Benton Mckaye, luego miembro influyente de la RPAA y
mentor del proyecto llamado Appalachian Trail, tal vez el primer y mas importante plan de
desarrollo regional-territorial terminado en 1923, como un intento de revitalizar un área
deprimida de desarrollo, planteado para un territorio de 112000 km2, pensado como zona
de producción agrícola-forestal, y una red equipada de asentamientos extendida en una
línea de unos 700 kilómetros que arrancaba casi en Montreal y concluía al sur de
Cincinnati. Aquí los conceptos del landscape territorial y la conservación, unidas a la
voluntad de ocupar productivamente el territorio alcanzaban una dimensión regional.
Algunos años antes Mckaye había estudiado, quizá bajo influencia de los geógrafos
franceses y de Geddes, la relación entre el desarrollo del territorio y la política de empleo,

9
El desarrollo de las ideas paisajísticas americanas, desde el landscaping de inspiración
olmsteadiana hasta las propuestas de Mumford, Stein y la RPAA, está minuciosamente enfocada en
el ensayo de F. DalCo, De los Parques a la Región. Ideología progresista y reforma de la ciudad
americana, inserto en La Ciudad Americana, op. cit. nota 218, pp. 139-293.

11
incluso mediante ciertas teorías de industrialización basada en el uso de recursos naturales (
forest industry, timber mining, etc.).
Aquellos resultados del movimiento paisajístico y conservativo ejemplificados en Mckaye
– el mismo activo fundador de la Wilderness Society – tiene relación tanto con las ideas de
Thoreau y su trascendentalismo ligado a una moral natural como con otros influyentes
pensadores de inicio de siglo en USA, tales como Frederic Turner – el ideólogo del frontier
spirit norteamericano y la necesidad de ocupar y poner en producción racional todo el
territorio, es decir, consumar el ideal jeffersionano – o como Henry George, el teórico de
Progress and Poverty, libro editado en 1880 y que vendió 2 millones de copias en una
docena de años, en que se proponía el concepto del single tax, un único y generalizado
impuesto aplicado sobre la tierra, vinculado por una parte al viejo ideal fisiócrata según el
que la única fuente de riqueza era el suelo agrario y proponedor por otra, del control de las
rentas diferenciales del cambio del suelo rural al urbano por parte del Estado, idea
ciertamente recogida por Howard en su concepto de garden city.
El desarrollo conjunto y a la vez caótico de este plexo de ideas iba a configurar parte de las
tareas de varios planificadores muy influenciados por la noción de hacer ciudades
naturales, como el caso de John Nolen – responsable de proyectos para San Diego, Venice-
Florida, Reading o Madison al fin de la primera década del siglo – o Earle Draper – que
trabaja en el desarrollo de pequeños centros urbanos sureños como Chicopee o La Grange
antes de ser el planificador a cargo del megaproyecto de la Tennessee Valley Authority
(TVA) -.
Después de la primera guerra surge un movimiento de creación de ciudades sociales para
activar la ocupación posbélica, algo que anticipa las ideas keynesianas del New Deal
rooselveltiano ulterior a la crisis del 29. Organismos militares como la US Shipping Board
se hará cargo junto a empresas creadas al efecto de nuevos asentamientos tales como
Atlantic Heights o Yorhship Village, primeras tentativas de trasladar las ideas elitistas del
pensmiento paisajista a usuarios de clases bajas, tentativas que curiosamente se acogieron
al diseño orgánico y pintoresquista que había motivado el ideario del suburbio jardín, de
manera bastante opuesta a las soluciones reconstructivas mas racionalistas de la posguerra
europea, por ejemplo la política weimariana del modelo de siedlungs.

12
El despliegue de este pensamiento y práctica quizá confluya al último eslabón de esta etapa
norteamericana de apogeo de una articulación entre paisajismo y desarrollo urbano-regional
que es el conectado con el surgimiento en 1923 de la Regional Planning Architecture
Association ( RPAA ), un grupo derivado del American Institute of Architects ( AIA ) en el
que confluyó parte de la gente implicada en el Conservation Movement y en el que
descollarían el ya citado Mckaye junto a Lewis Mumford y Clarence Stein.
Su memorándum fundacional destaca el interés en las garden cities y en el ideario de
Geddes, el apoyo al Appalachian Trail y la propuesta de realizar investigaciones ( surveys )
en un conjunto de áreas regionales que entendían estratégicas como Berkshire County (
Massachussets ), Bear Mountain ( New York ), Netcong ( New Jersey ), Anthracite Region
( Pennsilvania ) , Shenandoah Valley ( Virginia ) y el Tennessee Valley.
Se trataba de un conjunto coherente de áreas-oportunidad que daban pié a concebir
proyectos de desarrollo regional, analizando cuidadosamente el potencial de recursos
naturales, la posibilidad de promover explotaciones sustentables y la perspectiva de instalar
asentamientos receptivos de población.
Hoy bien puede verse el ideario de la RPAA como una de las primeras manifestaciones de
sensibilidad ecoambiental así como un ámbito técnico e ideológico que puso en marcha
cierta metodología sistémica en la que insertar los discursos convencionales de la
arquitectura y el urbanismo, dentro incluso de complejas y articuladas redes de relaciones
interdisciplinares como la sociología, las ciencias naturales, la geografía o la ingeniería de
transformación territorial, de neta influencia en planificadores ambientales como McHarg.
Otros miembros de la organización se dedicaron a investigar políticas habitacionales –
como Henry Wright -, a crear empresas de desarrollo inmobiliario social – como la City
Housing Corporation, financiada por el empresario de la construcción de Nueva York,
Alex Bing, también miembro de la RPAA – o a proyectar unidades demostrativas de una
arquitectura urbana coherente con los principios del movimiento – como las diversas
intervenciones de Stein, el barrio de 1200 viviendas de Sunnyside, en Queens, de 1924, la
ciudad suburbana de Radburn, para 25000 habitantes, cercana a Nueva York, de1928 o el
proyecto urbano Phipps Garden Apartments en Nueva York de 1930, muy semejante a los
contemporáneos hof de Viena -.

13
En su densa historia de poco más de medio siglo, la experiencia norteamericana estableció
relaciones interesantes entre su modelo de desarrollo socio-económico y el pensamiento
urbano-regional articulado con las ideas paisajísticas; una historia quizá finalmente
marginal a las acciones y políticas que iban a inspirar ese modelo y sus efectos urbanos y
teritoriales ya desde la era de la segunda guerra mundial y sobre todo después de esa
posguerra.
Aun colateralmente y con menos predicamento político que muchos de los hechos arrriba
comentados, allí parece nacer una tradición del paisajismo que encarnada en personajes
como Lawrence Halprin o Dan Kiley retiene algo de la rusticidad del amor más bien sajón
por lo rural, pero empieza a tallar en decisiones reorganizativas de la funcionalidad urbana
y aún metropolitana: Halprin10 se responsabiliza del master plan del célebre conjunto del
Sea Ranch – obviamente, extraurbano - pero también es responsable de organizar los mardi
gras, los carnavales de New Orleans; Kiley11 trabaja y vive en el campo, pero proyecta el
jardin clausus del edificio Ford Foundation en Nueva York, verdadera trovatta que agrega
al proyecto de Roche-Dinkeloo una inédita cualidad hasta ese momento vedada a la
arquitectura high-tech.
En Francia, si bien La Villette de Tschumi parece inaugurar la tipología del parque urbano
en el que ya todo es cultura y que extinguió, como metáfora de época, todo vestigio de
naturaleza, la tradición del paisajismo es significativa en personajes como Jacques Simon (
Parque St. John Perse, Reims, 1970) o Michel Courajoud ( Parque de Villeneuve, París,
1974 ) y decanta en la obra mayor del Parc Citrohan, atribuíble dentro de sus múltiples

10
L. Halprin desarrolla una actividad polifacética que incluye incursiones en planificación
ambiental, estudios geográficos, diseño urbano eventual y landscape architecture, todo ello
convergente en una suerte de manual metodológico en que presenta su enfoque RSPV ( ressources:
recursos; score: resultado ; performance: rendimiento; value: valor ) para plantear procesos
creativos en/con los ambientes humanos, lo que quedó plasmado en su importante texto The RSPV
Cycles: Creative Process in the Human Environment, Editorial G. Braziller, Nueva York, 1969.
También actúa trabajando en acciones de desarrollo urbano participativo según el modelo de los
Take Part Workshops, de lo que quedará resumido el enfoque asumido en su libro escrito junto al
planificador Jim Burns, Taking Part, MIT Press, Cambridge, 1974. La revista Process:Architecture
editó en su número 4 ( Tokio, 1978 ), una monografía de sus trabajos paisajísticos principales y en
su número 33 ( 1984 ) otra compilación monográfica bajo el título Sketchbooks of Lawrence
Halprin.
11
Una versión de los trabajos y métodos paisajísticos de Dan Kiley puede encontrarse en el
monográfico 33 de la revista japonesa Process:Architecture, Tokio, 1982, bajo el título Lanscape
Design: Works of Dan Kiley.

14
créditos, al paisajista Gilles Clement12, proyectos si bien de significación en la
regeneración de centralidad urbana, pero que ya adolecen del grado de relevancia en el
debate sobre el cambio urbano que podían plantear Geddes u Olmsted.
En paralelo a la estridente actividad francesa, como suele ocurrir en casi todos los campos,
el discreto inglés Russell Page – autor en 1962, de un pragmático texto llamado Educación
de un jardinero – pone su cuota de desarrollo de este flanco de reflexión y proyecto de lo
urbano y lo corona con su jardín Pepsico en la sede neoyorquina de la empresa de bebidas.
De allí, toda una pujante gama de experiencias más recientes coloca al paisajismo en una
encrucijada fecunda entre manejo ambiental, preservación edilicia y arte urbano, por
ejemplo en los trabajos de redesarrollo del área portuaria de Baltimore hacia 1994, que hará
Martha Schwartz o los trabajos del sector Embarcadero en San Francisco que Tim Johnson
y el grupo MIP realizan en 1993: aquí parece mantenerse en cierto sentido, la tradición
olmstediana o el rol estratégico que otrora tuvieron personajes como Downing o Nolen,
aunque ya en escalas fragmentarias de ciudad y ligadas a la reutilización de áreas vacantes.
Y también puede hacerse alusión a un vasto campo de experiencias como los trabajos
mexicanos de Mario Schnetjman – que reelaboran las cosmogonías precortesianas -, las
imagenes land-art de Georges Hargreaves ( Parque Bixbee, Palo Alto, 1992; Parque
Candlestick, San Francisco, 1993 ) o los proyectos de Peter Walker que van desde una
evocación pop art de Versailles ( Plaza de Redwood City, 1989 ) a la metaforización de una
valle natural dentro de la ciudad ( Jardines del conjunto Solana – proyecto edilicio de
Ricardo Legorreta – en Texas, 1993 ).
El paisajismo, a caballo de su origen político-cultural y con su curioso bagaje que articula
saberes científicos junto a modelos estéticos del paisaje o la forma aparente de nuestro
hábitat, parece estar modestamente equipado para desarrollar un discurso de renovación
urbana mucho más responsable y popular que las antagónicas prácticas de los planes de
megaproyectos o la mera magnificación técnica de las infraestructuras.

12
En el número 3 de la revista 2G, monográfico dedicado al tema Landscape. Estrategias para la
construcción del paisaje, Barcelona, 1998, se ofrece una síntesis adecuada de los aportes más
recientes del tema, con algunas argumentaciones teóricas y un balance de intervenciones
proyectuales, quizá demasiado restringidas a una especificidad - o mero acompañamiento
complementario de proyectos arquitectónicos - ya bastante alejada del compromiso urbano que dio
curso a este plano de pensamiento proyectual.

15
Desde estas hipótesis, el entusiasmo histórico de la arquitectura en participar de la
artificialización propia de la antropización urbana, se enaltece en cuanto al propósito
genérico de situar dicho esfuerzo en una esfera de construcción de cultura, pero se
ensombrece cuando, a la luz de los estragos ambientales del mundo contemporáneo, los
principios de esta disciplina rara vez se dirigieron a indagar en las condiciones de soporte
natural de tal aparato tecnológico.
Sólo muy recientemente aparece una relativa cultura arquitectónica del ahorro energético o
de una mejor y más profunda lectura de los potenciales territoriales, pero en todo caso sus
proposiciones son bastante marginales al debate sustancial de la sustentabilidad. Quizá una
vertiente interesante de la relevancia actual del landscaping pueda relacionarse más con las
convergencias entre esta dimensión proyectual y algunas derivas del arte contemporáneo,
en relaciones más bien críticas que verdaderamente contributivas a nuevas estrategias de
proyecto territorial ligado a la sustentabilidad. Ulrich Weilacher13, entre otros, ha indagado
recientemente en estas relaciones y establecido vínculos de los que descuellan
contribuciones en la lectura y operación transformativa de territorios mas bien provenientes
de un mayor protagonismo teórico de las propuestas devenidas del land art, como en los
casos de Smithson, Oppenheim o De María.
En la modernidad a su vez, podría decirse que la arquitectura – encarnada en las
proposiciones del llamado Movimiento Moderno – conformó una verdadera apología del
desarrollo urbano, al menos según las siguientes líneas de acción, que irían divergiendo
paulatinamente del tronco encarnado por el ideario de Geddes y Howard y su derivación
americana de la tradición de la landscape architecture enfrentada a la voluntad de hacer
nueva ciudad con sensibilidad frente al mundo de los recursos naturales:

 La idea de tabula rasa respecto de la ciudad existente, ejemplificable en el proyecto de


renovación del barrio del Marais en París de Le Corbusier o en su Plan de Buenos Aires
de 1940. Esta idea, que supera y radicaliza el concepto de utopía urbana o ciudad ideal
renacentista ( que en rigor, se interesaba más por estipular una dialéctica entre tejidos
preexistentes y monumentos nuevos, por ejemplo, en las influyentes teorías albertianas
) no es patrimonio del ala dura racionalista: hubo ciudad ad initium tanto en LC como

13
U. Weilacher, Between Landscape Architecture and Land Art, Editorial Birkäuser, Basilea, 1996.

16
en el proyecto Broadacre de Wright, aunque la propuesta utópica de éste tenga
conexiones con el ideario garden city ( Wright conoció a Geddes en su visita a Chicago
y Griffin, el proyectista urbano de Camberra era miembro de su primer estudio en esa
ciudad ). Broadacre fue un modelo teórico preparado con estudiantes de la Taliesin
Fellowship en 1932, pero recogía ciertos reconocimientos a las ideas revulsivas de
George o a las utopías de Bellamy – manifiestas en su libro Looking backward – e
incluso del revolucionario y frustrado proyecto de la ciudad lineal territorial de Muscle
Shoals, Alabama, la propuesta de Henry Ford para un asentamiento de 140 kilómetros
de extensión sobre las tierras del valle del Tennessee. Aunque Wright, preparando
Broadacre, se cita a si mismo, en referencia a su pequeño conjunto urbano en el desierto
de Arizona, cerca de Chandler, llamado Ocotillo Camp construído en 192714.
 El concepto de ciudad nueva, verificable en las new towns y las villes nouvelles de los
60, pero latente desde las ideas de Howard y Geddes ( por cierto que en estos casos,
dentro de una prototeoría de sustentabilidad territorial y autosuficiencia de las garden
cities ). La idea de la nueva ciudad - que tuvo sus momentos simbólico-políticos en la
Chandigahr de LC / Nehru y en la Brasilia de Costa / Kubitschek – por cierto no ha
desaparecido del imaginario disciplinar, si se juzga el boom chino actual y la
introducción de la mayoría de las viejas recetas occidentales.
 La noción de expansión periférica en base a grandes conjuntos de viviendas y
equipamiento complementario. El modelo de las siedlungs del racionalismo alemán,
signado por una hipótesis de economía de producción, terminó por generalizar un
dispendioso derroche de suelo periurbano y una grave perturbación de las redes de
servicios.
 El criterio de urban renewal o renovación más o menos drástica de fragmentos de
ciudad interior, que violenta los antiguos preceptos contextualistas de Alberti y
desemboca en la apología del patchwork urbano que hará Colin Rowe y que motoriza el
presente auge del planning de proyectos y una serie de fenómenos urbano-
arquitectónicos como los reusos de antiguos enclaves portuarios o industriales, que en
muchos casos contribuye a reaprovechar el capital fijo latente en esa reserva de recursos

14
Véase acerca de la continuidad de la praxis wrightiana respecto de las tradiciones ruralizantes del
landscaping y de la RPAA, el ensayo de G. Ciucci, La ciudad en la ideología agraria y Frank
Lloyd Wright, pp.295-385, en La Ciudad Americana, op. cit. nota 218.

17
urbanos inexplotados y en otros, detona procesos ambientales regresivos como la
ghettización, la gentrification, el endurecimiento de fronteras innner city, el
encarecimiento de servicios y/o la complicación ineficiente de sus redes, las asimetrías
económicas resultantes de intensos procesos de revaluación del suelo y generación de
rentas diferenciales, etc.

Si bien es cierto que la mayoría de estas ideas fueron severamente cuestionadas por críticos
de la arquitectura – desde Mumford hasta el Team X : arco en el que podría buscarse el
gérmen de una postura moderna ambiental en relación a la arquitectura y la ciudad, por
ejemplo, en Erskine, Van Eyck y De Carlo -, el advenimiento de las posturas posmodernas
confluyentes y funcionales al escenario de la globalización económica y entronizamiento
mundial y canónico del neocapitalismo, no sólo tienden a reforzar el distanciamiento de la
arquitectura respecto de la adecuada comprensión de las crisis ambientales de las ciudades,
sino asimismo una reedición de la subyacencia de aquellos núcleos de actividad prourbana
que registramos, pero ahora despojados de los factores de relativa buena calidad proyectual,
en tanto crece la reubicación del proyecto arquitectónico como intervención
fudamentalmente cosmética y simbólica ( a lo que contribuyen la mayoría de las nuevas
palabras-llave de la arquitectura actual: contenedores híbridos, terrain vagues, pieles
frágiles, fashion buildings, temathic parks, layers, etc.).
A manera de una enumeración de comentarios y posiciones de la arquitectura en relación a
la cuestión ambiental de las ciudades, podríamos cerrar este capítulo con una serie de
referencias e hipótesis.
El momento romántico – como cruce de positivismo y restauración del sujeto, pero también
como laboratorio de modernidad – otorga a la arquitectura la posibilidad de recentrar el
proyecto como reflexión sobre la naturaleza: tanto como domesticación culturalizada de la
misma cuanto como reposicionamiento simbólico de lo natural como elemento del discurso
de la sublimidad.
Ambas cuestiones se pueden ejemplificar con las ideas de Schinkel, cuya protomodernidad
ayuda a comprender como bajo la dualidad de su idea romántica de tematizar la naturaleza,
puede abarcar el ulterior desglose de las posturas racionalistas y expresionistas-

18
organicistas, aunque volviendo al análisis schinkeliano puede relativizarse tal ulterior y
supuestamente tajante dicotomía de la arquitectura moderna.
Los proyectos de recalificación paisajística del Spree berlinés – como el
Packhofengebaude, la Schaupielhaus o el Altes Museum – nutre el discurso schinkeliano
con varios argumentos si se quiere, ambientales: la arquitectura clasicista en tanto
recuperación del potencial mimético de lo natural; la re-presentación de lo natural como
ambiente despojado de la imprevisibilidad y rusticidad y reconvertido en cultura ( como
una segunda naturaleza, dónde la primera se subsume en una interpretación mediatizada,
que empieza a insinuar el desplazamiento de la contemplación a la utilidad ); la natural
confluencia de lo universal y lo local, la historia y la geografía, la cultura sistemática y la
naturaleza accidental.
Pero en otra serie de trabajos, como las escenografías que Schinkel preparó para las óperas
que se representaban en su Teatro, el proyectista, despojado de la función, puede – como en
los decorados de su puesta de La flauta mágica – centrarse en el tema central de la estética
sublime, cuya demanda de emoción subjetiva sólo puede depender de la imponencia
mistérica de lo natural, que controla y reduce el efecto de cultura propuesto en el
secundario motivo de arquitectura. La vuelta a lo natural así, se dispone como motivo
únicamente estético, proveedor del máximo contenido de emoción subjetiva.
La ciudad racionalista, la tabula rasa del CIAM – por ejemplo, la ciudad contenida en el
Plan de Buenos Aires de 1940 redactado por Le Corbusier – maximiza un concepto de
ciudad maquínica, isomórfica, abstracta: supuestamente iba a permitir la máxima libertad
del sujeto en dicho contexto de expansión del concepto de obra de arte inorgánica moderna,
pero realmente funcionó como isometría ideal para el comportamiento del mercado,
reeultando tan abstracta como el capital.
Hilberseimer, abogado del extremo reduccionismo racionalista y teórico de la máxima
depuración de lo formal, devino en cronista de la ciudad mercantilizada ( nada mejor que la
reducción tipológica de los productos para funcionar como mercancías, en la línea del
radicalizado reduccionismo de dos o tres tipos edilicios que sostendrían desde Le Corbusier
hasta Yona Friedmann ): aunque esa depuración linguística le permitió establecer un
extraño puente entre hiperabstracción y organicismo del paisaje, allí donde como en su Plan

19
de Mauí en Hawaii, la naturaleza era elocuente: unas redes que retoman la geometría del
locus y despliegan una organización filiforme.
Parece posible pensar que el proyecto se ablanda y adapta a las solicitaciones de un entorno
capaz de supeditar condiciones sistémicas de tal proyecto, sólo si ese entorno tiene
significación, pregnancia o identidad cultural – como en la Amsterdam de Van Eyck o la
Urbino de De Carlo – o se trata de una configuración natural condicionante ( como el
desierto de Arizona en en el Ocotillo Camp wrightiano o en su ulterior Taliesin West o
como en las islas de Hawai frente al ultraracionalista Hilberseimer ).
Eisenman – en su reflexión proyectual de Los Castillos de Verona – disuelve lo natural en
una materia prima más del proyecto ( o más bien, de la escritura o textualidad proyectual ):
su Verona es lacanianamente real / imaginaria / simbólica y si el campo de lo no-real se da
en la discursividad ficticia – el drama shakespeariano – y la historia de la ciudad desde sus
orígenes, el campo de lo real es lo natural primario ( el río, el relieve ) y lo natural
secundario ( la materia prima de la ciudad construída )15.

15
El principio mostrativo y no interpretativo propio de las formas de proyectar en Eisenman tiene
que ver con su reconocimiento de cambios significativos en la proyectación contemporánea que
sufre un cambio metodológico mediático: En todas las artes del diseño se está experimentando una
transición paradigmática de formas de producción mecánicas a otras de naturaleza electrónica, de
una época de técnicas de interpretación a otra de mediación. La reproducción mecánica (
fotografía ) es distinta de la reproducción electrónica ( facsímil ); en aquella puede tener lugar una
transformación – y por tanto, una interpretación – entre el original y la reproducción, mientras que
en ésta no se produce ningún cambio, es decir, no hay interpretación, y en este sentido cabría decir
que la reproducción electrónica carece de esencia. Aunque en ambos casos resulta cuestionado el
valor original, la reproducción mediática plantea un sistema de valores diferente debido
precisamente a que no implica la menor interpretación. Los sistemas mediáticos actuales no solo
socavan la esencia y el aura del original, sino también los de la propia realidad. Ambitos
mediáticos como la publicidad y realidades sintéticas como Disney World han adquirido una fuerza
tan grande que cabría decir que conforman una nueva realidad. Mientras que en otros tiempos la
arquitectura servía de base de la realidad ladrillos y mortero, casa y hogar, estructura y
cimientos, era las metáforas que fijaban nuestra realidad – hoy día no está claro que es lo que
constituye nuestra realidad, cita en el ensayo Sucesos desplegables, de la antología de J. Crary y S.
Kwinter, Incorporaciones, Editorial Cátedra, Madrid, 1996, p. 359. Los argumentos eisenmanianos
remiten a crecientes distanciamientos de realidad, primero de lo natural a lo artificial-real, después
de lo artificial-real a lo artificial-.mediático o imaginario.
Algo semejante estaría postulando I. Solá Morales cuando señala lo siguiente: La arquitectura
negocia con metadiscursos y tiene que habérselas no con materiales físicos sino con repertorios de
significación. Queda claro que la arquitectura no actúa en lugares capaces de ser fijados por el
realismo inocente de la geografía, sino que su despliegue consiste sobre todo, en topo-logías, en
lugares mentales en los cuáles la geometría, la dimensión y el número son siempre algoritmos
representativos de nociones, ideas y conceptos.

20
El Euralille de Koolhaas ya es un puro artefacto de mercado, un acuerdo de operadores
económicos y políticos en un nuevo punto ( oportunidad ) del territorio y su accesibilidad.
La naturaleza es recuerdo o vestigio– residuo de lo verde o en las murallas de Vauban – y
también elemento de negociación social ( parque, vías parquizadas, flujos, recursos
naturales hechos servicios o productos ).
El enfoque, diríamos pos-landscaping de Koolhaas reduce la maniobra de
acondicionamiento físico-territorial a un acomodo o acuerdo de pareceres o intereses
actorales, no hay voluntad predeterminada de paisaje sino efecto final, medianamente
controlable por la habilidad escenográfica del urban-designer, de las tensiones emergentes
de las confrontaciones entre los diferentes actuantes en el proceso proyectual, ahora
devenido estrictamente táctico.
Si Ambasz – en casi toda su obra, como en su frustrado Master Plan de la expo sevillana en
La Cartuja – replantea una estética orgánica de lo natural ( de manera representativa como
en sus edificios japoneses o de manera ecosistémica como en su dispositivo de regulación
higro-climática en Sevilla ) como punto de partida de su proceso proyectual; Ito en el seno
de la cultura arcaico-tecnológica en que se inserta, piensa lo natural como espectáculo,
como programa de parque temático – como en su Parque Agrícola de Oita -, lo que por
fuera de toda ironía, es elocuente de la profunda degradación de la calidad ambiental de la
vida urbana moderna, ya que lo natural debe ser algo buscado dentro de una flexión incluso
sofisticada, de las oportunidades que ofrece el consumo devenido de los temathic parks.
El paisajismo urbano contemporáneo retiene, en sus minúsculas oportunidades, casi toda la
necesidad de representar lo natural en el espectro de la tecnósfera de las ciudades. Por lo
tanto no es casual que sea cada vez menos natural y más artificial: si de la aprehensión de lo
natural del viejo paisajismo retenemos no el objeto sino la función, el nuevo paisajismo no
tiene obligación sino de resituar el dispositivo de la contemplación que no necesariamente
debe depender de lo natural.

Este deslizamiento histórico del proyecto de un campo material a un campo nocional, de una
territorialidad a una suerte de abstracción discursiva lógico-matemática, también estaría aludiendo
al distanciamiento de lo real-natural y a la asunción de una distancia o separación que neutraliza la
potencia transformadora que la arquitectura pudiera haber tenido respecto del mundo material. La
cita de Solá Morales proviene de su artículo Removiendo la superficie, incluído en el libro-tesis de
doctorado de Y. Conde, Arquitectura de la Indeterminación, Editorial Actar, Barcelona, 1994, p.46.
Ambas citas, la de Eisenman y la de Solá Morales provienen del artículo de M. Djerzinski, Caja de
escalas para épocas de extremos, incluído en la revista Neutra 9-10, Sevilla, 2003, pp. 12-3.

21
Así se explica el periplo que va de Simon ( Parque St. John Perse, en Reims, años 70 ) a
Tschumi y La Villette o West 8 ( Parque Teleport, Amsterdam: un terrain vague rediseñado
como parque seco, metáfora del nuevo paisaje de detritus y geometrías trouvées ), pasando
por cultores de la transición del paisajismo al conceptualismo del tipo land-art, como
Walker ( Conjunto Solana, Texas: un trabajo conjunto con las arquitecturas barraganianas
de Legorreta, presentado como metáfora de un valle desértico o como fractura de la
naturaleza serpenteando un borde de ciudad ) o Couraujoud ( Parque Villeneuve, ejemplo
de sus propuestas de naturaleza salvaje e imperfecta y arte de instalaciones ).
El debate del desarrollo especializado de la arquitectura paisajística presenta facetas
diversas de la pérdida del estatus de las épocas de los jardins anglaise o française o del
urban landscape norteamericano , pero que contiene todavía la posibilidad de discursos
metafóricos de la relación compleja de territorio virgen y percepción culturalizada y aún
del intento de pensar lo urbano desde la totalidad perceptiva del paisaje, como en los
trabajos de Schwartz para Baltimore, una de las primeras operaciones urbanas en la
tradición de la arqueología industrial.
En el inicio de los discursos pictóricos de la ciudad metropolitana, Milán fué una referencia
poderosa para la postura moderna que liga futurismo y surrealismo metafísico, lenguajes
ambos tributarios del arsenal metafórico de la ciudad cambiante del inicio de la industria.
El futurista Boccioni en su prospecto de Porta Romana (1908) retiene algo de la óptica naif
del impresionismo y de su clave de revaloración de lo real inesencial del mundo cotidiano,
pero al contrario de la afrancesada nostalgia rural de Manet o Renoir, los artistas imbuídos
de los desmesurados elogios marinettianos a lo artificioso y nervioso de la nueva ciudad
fabril, convierten en natural los mosaicos suburbanos que interpenetran retazos de ruralidad
con la precariedad de los bordes urbanos y la parafernalia específica de la industria.
Menos de dos décadas después, el metafísico surrealismo de Sironi – uno los compañeros
de ruta de la arquitectura de Terragni – es capaz de registrar y apologizar la estética del
ingeniero, las formas tecnológicas puras que sin embargo subyugan misteriosamente la
atención del habitante metropolitano: lo real se ha vuelto totalmente artificio.
Como parte de la omnipotencia moderna, la oposición de artefacto y territorio – cuando la
arquitectura se despliega fuera del contexto de las ciudades – suele adquirir la contundencia
de la abstracción de la forma geométrica del constructo frente a la morfología de lo natural

22
– como en los edificios del campus de la Universidad de Alberta en Canadá, proyecto de
Erickson – o el atisbo de instalar una topología más compleja en construcciones que deben
insertarse en paisajes de naturaleza excepcional y aún de valor patrimonial natural – como
el el complejo de vistantes del Parque de Timanfaya en Lanzarote, de Abaca Cano et al -.
De una manera u otra, más o menos geométricamente abstracta, una veta neta de
modernidad ha sido tensar la oposición de esta dialéctica, al contrario de los contextualistas
naturales como Piettila, Martin Price o Grung.
La invención de América y su condición de laboratorio, dió pié para otra vertiente histórica
de relación entre sociedad-cultura y naturaleza, es decir, para un capítulo de la historia
ambiental que ecólogos como Alfred Crosby caracterizaron como de salvaje expoliación,
acrecentada frente a la preexistencia de aquellas culturas cuyo signo de retraso respecto de
Europa era, entre otros, el de una cuidadosa búsqueda de equilibrio para la sustentabilidad
de sus poblaciones, no siempre conseguido visto la catástrofica extinción del mundo
yucatense cinco siglos antes del desembarco ibérico.
En cualquier caso, el modelo de rendimiento de las normativas de las Leyes de Indias
garantizaba un dispositivo técnico y jurídico-económico que de hecho pudo repetirse más
de un millar de veces en sendas fundaciones urbanas.
Lo que queda nítido de tal operación es la uniformización del modelo frente a la variación
del paisaje – oposición nítida y a la vez misteriosa en el dibujo fundacional de Nuestra
Señora de Pereyra, de estrecha cercanía de un damero y un cauce de río, cercanos pero
autónomos uno del otro y hasta con sus propia ley de representación, geométrica la ciudad
y alegórico el río.
Esa abstracción y violento ensamble de tecnología reproductiva y naturaleza diversa
encubre el origen de numerosas problemáticas ambientales americanas.
En la tradición humboldtiana y hegeliana de una América floja de cultura y excedida de
naturaleza, la arquitectura moderna pudo revestir sus dogmas centrales de un componente
de alusión de lo natural americano, omnipresente y hasta ominoso: la arquitectura como
aditamento protésico del soporte natural ( en el Balneario Playa Grande de Ancón, Perú,
proyecto de Juvenal Baracco ), la arquitectura como metáfora del mundo natural que la
enmarca ( la acequía, metáfora del valle antioqueño, que cruza la csa sabanera de Rogelio
Salmona ) o la arquitectura disuelta en acompañamiento y soporte de la naturaleza tropical

23
( en la casa caribeña en Saint Kitts, de Morello-Savoia ) son algunos de los muchos
ejemplos de esta posibilidad americana que, desde una inicial condición de rémora – desde
la tabula rasa corbusierana – hoy parece mejor situada para instalarse en las crisis del
ambiente, en la posibilidad orbital de las respuestas técnicas que puede aportar la
arquitectura y en la perspectiva de una revisión de su contribución crítico-cultural.

24
Parte II
Perspectivas futuras de ecoproyectos

Si bien resulta posible, como planteamos, investigar el origen del concepto mismo del
proyecto como dispositivo cultural de acondicionamiento técnico de la naturaleza para
promover habitabilidad y derivar de allí, en una revisión de ese origen vinculada con las
nuevas tareas de pensar lo proyectual en el contexto del desarrollo de la crisis ecosférica de
sustentabilidad y su expresión dominante en los sistemas urbanos ( o mejor: subsistemas
urbanos dentro de sistemas territoriales ), la perspectiva de aporte de una teoría de la
sustentabilidad a una nueva formulación de la teoría y práctica proyectual no debería
reducirse a la indagación del origen lejano del proyecto ni a la ecologización sin más del
mismo ni tampoco por fin, a unos planteos únicamente centrados en nuevos manejos de la
sustentabilidad urbano-territorial que controlen normativamente los alcances de los
proyectos dentro de los límites de sustentabilidad, por ejemplo mediante el proceso extra-
proyectual de las evaluaciones de impacto ambiental (EIA).
Es decir que pensamos que no cabe ni la regresión a un grado cero del proyecto en que éste
sea pensado como acondicionamiento cultural en lo natural dominante, ni una
ecologización del trabajo proyectual, supuestamente devenido en operación científicamente
fundamentada, ni una reducción de lo proyectual-ambiental a la aplicación de categorías de
control ex-post de impactos ambientales indeseados provocados por formas antisustentables
de proyectar, quizá con usos irracionales de la tecnología.
Por lo tanto aparecen otras cuestiones que complementadas a las precedentes deberían
convertirse en temas de necesario desarrollo teórico y práctico-metodológico ( o práctico-
crítico ) para proyectar de aquí en más, en escenarios de probable sustentabilidad agravada.
Señalamos así, varios puntos a tener en cuenta:

25
 La posibilidad de confrontar la lógica economica ( o de otorgamiento de valor a un
episodio de transformación urbana a través de un acto proyectual ) con los criterios
de sustentabilidad, por ejemplo, reelaborando el concepto de renta urbana.
 La necesidad de establecer criterios de racionalidad, a través de los márgenes
actuacionales del proyecto, en relación al concepto de segunda naturaleza ( o sea:
tecnoestructuras aculturadas y asimiladas desde la calidad de vida integral del
sujeto urbano ).
 El objetivo de perfeccionar las decisiones proyectuales dentro de un cuadro
axiológico amplio e inclusivo de la temática de la sustentabilidad, revisando por
ejemplo aspectos estéticos, funcionales y operativos del proyecto tradicional, pero
sin pretender sustituir o extinguir tales aspectos, sino mejorarlos o trascenderlos.
 La perspectiva de indagar críticamente ( a traves del proyecto como dispositivo a la
vez técnico y crítico ) sobre las nuevas relaciones global/local, evaluándolas en
términos de conveniencias de sustentabilidad y reformulando el concepto de
escenario local, regional o geocultural.

Un intento de sistematizar las posibilidades de una reformulación del proyecto según


criterios que llamaríamos ecoproyectuales fue el emprendido por el arquitecto malayo Ken
Yeang16 - miembro de la firma Hamzah&Yeang - a partir de estudios básicos realizados en
Cambridge a principios de los años 70, en donde Alexander Pike, que habitualmente
empezaba a escribir sobre esta temática en Architectural Design , trataba de desarrollar
investigaciones proyectuales en torno del concepto de casa autónoma formulado
inicialmente por B. Fuller y que poco después quedaría registrado en un libro de B. Vale17
editado allí mismo .
Los entonces jóvenes matrimonios Rogers y Foster, que trabajaban juntos en un pequeño
estudio, desarrollaban casas de ambiente tecno, siguiendo la influencia de la pareja
norteamericana de los Eames e indagando, si bien con la confianza tecnológica y la
esperanza proyectual de fines de los 60, en organismos autocontrolados, cajas de
metabolismos inteligentes, sobre todo en lo climático.
16
K. Yeang, Proyectar con la naturaleza. Bases ecológicas para el proyecto arquitectónico,
Editorial G. Gilli, Barcelona, 1999 ( la edición original norteamericana es de 1995 ).
17
B. Vale, The Autonomous house, Edición de la University of Cambridge, 1972.

26
En esa configuración cultural aportaban otros diseñadores como Cedric Price e incluso en
parte, A.& P. Smithson o algunos miembros del grupo Archigram – como David Greene –
y también el influyente discurso teórico de R. Banham, que redescubría la ingeniería
inteligente de la arquitectura hospitalaria victoriana o las protoformas ambientales de un
Wright, presentado como environmentalist en un célebre ensayo de esa época.
Una de las primeras postulaciones de Yeang es la necesidad que tiene una teoría de la
arquitectura de reformularse según un mejor entendimiento de la ciencia ecológica, sobre
todo caracterizando al proyecto como sistema que deberá tener una adecuada interrelación
con su ambiente o contexto soporte.
En este punto Yeang indica que el proyecto arquitectónico puede tener, desde la óptica
ecológica, dos fallas; una como sistema en sí , correctamente formulado o no, otra como
relaciones adecuadas o no entre sistema y ambiente. Lo segundo conlleva a la necesidad de
un conocimiento más profundo del entorno ambiental, aun cuando se crea que el sistema-
proyecto es irrelevante en la dimensión de esa interrelación: en este sentido el valor de esta
teoría arquitectónica es otorgar pertinencia a la sumatoria de efectos de varios o muchos
irrelevantes proyecto-sistemas.
Por tanto, algunos conocimientos de las leyes funcionales de los ecosistemas son básicos
para perfeccionar esta teoría de proyecto, pero ese conocimiento no sólo será válido para la
relación proyecto-contexto sino también para darle calidad sistémica al proyecto. Es decir,
no sería un aspecto más de cultura proyectual – agregando a ese campo información nueva
que surgiría de un tema acuciante de la agenda contemporánea – sino otra forma de pensar
y desarrollar el proyecto.
Hay varias cuestiones de ese conocimiento ecosistemico básico que pueden puntualizarse,
como la diferencia - pero también las semejanzas - entre los ambientes naturales y los
artificiales, la lógica ecosistémica que debería también aplicarse a los ecosistemas
artificiales, basándose especialmente en el conocimiento de la termodinámica, que es como
se procesa la energía desde la esfera natural a la artificial y también la importancia espacial
o física de cada ecosistema, en el sentido que no son meramente características abstractas .
De este último punto Yeang indica dos claves: una que tal espacialidad es compleja e
interactiva y otra, que la dimensionalidad del entorno debería ser lo suficientemente amplia

27
para abarcar los aspectos de las interrelaciones entre sistema y entorno, hecho éste que
cuestiona el concepto a menudo excesivamente micro, de emplazamiento o implantación.
Pero este uso proyectual del conocimiento ecológico otorga otras cualidades a la
construcción de una teoría ecoproyectual, como la necesidad de modelizar la variación de
las relaciones sistema-entorno a lo largo del tiempo y luego de la aparición del nuevo
sistema fruto de un proyecto ( lo que se acerca al concepto EIA, a los controles de eficiencia
o desempeño e incluso, a la noción de ciclo de vida total de un producto o edificio ), la
heterogeneidad de las dimensiones espaciales de atributos del entorno ( que se relaciona
con la noción de layers supuerpuestos que McHarg había propuesto a nivel territorial ) y los
factores de presión y desplazamiento de componentes que engendra cada sistema en cada
contexto ( de lo que Yeang dice: trabajar con la naturaleza, no contra ella ).
Esta presión o dinámica puede vincularse con los procesos negativos de deterioro o
positivos de mantenimiento a que será sometido, con menor o mayor fortuna, cada
proyecto-sistema.
Así como un mejor entendimiento de las relaciones sistema-entorno superaría el método
EIA ( que trata de minimizar el impacto negativo de cada sistema en su entorno ), ya que
deberá buscarse una especie de método contra-EIA que formule desde el inicio del proyecto
una relación aceptable sistema-entorno, este abordaje más integrativo del entorno en el
sistema puede internalizar aquellos aspectos positivos de autorregulación o negativos de
entropía, propios de los contextos.
Un método contra-EIA supone además, internalizar desde el momento mismo del proyecto
la generación mínima de impactos ambientales – o sea, el mejor ajuste posible entre el
sistema-proyecto en sí y con su entorno -, en vez de librar ese análisis de optimización de
calidad ambiental a una operación externa al proyecto, generalmente ulterior a éste y
realizada desde una cierta expertise ajena al proyectista.
En base a estas características Yeang plantea una serie de puntos a tomar en cuenta en el
intento de elaborar una teoría ecológica del proyecto, a saber:

 Aplicar el concepto ecológico al entendimiento del ambiente, no para que el


sistema-proyecto reduzca su impacto ambiental (IA) sino para internalizar los datos
del ambiente y su dinámica al proceso mismo de ideación del trabajo proyectual.

28
 Plantear desde el proyecto un concepto de conservación de energía, materiales y
cualidades ecosistémicas.
 Intentar rastrear hasta consecuencias contextuales complejas los aspectos inherentes
a las relaciones sistema-ambiente, aceptando la complejidad holística de tales
relaciones.
 Profundizar el análisis del emplazamiento o contexto ya que como en los
ecosistemas dominantemente naturales, no hay ambientes ( o emplazamientos )
idénticos, por lo cuál deben investigarse las cualidades específicas y eventualmente
usar comparativamente esos análisis para escoger el emplazamiento más adecuado.
 Acoger la noción de ciclo de vida como concepto de proyecto.
 Entender que toda construcción comporta una transformación espacial del
ecosistema ambiente y unas adiciones de energía y materiales nuevos al lugar de
emplazamiento.
 Analizar la relación sistema-ambiente desde un punto de vista holístico e integrado,
no como sumatoria de efectos o impactos.
 Internalizar al concepto básico del proyecto el modo racional de minimizar y/o
eliminar la producción de desechos.
 Montar estrategias de proyecto basadas en la sensibilidad y en la previsión.

Yeang también propone confrontar un mismo objeto – la obra de arquitectura – según las
lógicas tanto del proyectista como de la óptica del ecologista: en este segundo caso
importará definir la clase de impacto que la obra funcionando engendra respecto de su
ambiente y en ese sentido, tal impacto depende de las intensidades de usos definidas y
aceptadas o toleradas por los usuarios de cada edificio.
Yeang introduce una serie de datos que permite calcular la demanda per cápita que los
usuarios de un edificio formulan en relación a una serie de ofertas de recursos :

 Aire: 2.86x10gramos oxígeno/día.


 Agua: entre 143 y 273 litros/día; el hombre primitivo consumía 2.5 litros/día y en
una cápsula espacial se calcula 2.83 litros/día.

29
 Alojamiento: en el Reino Unido se calculan 20 metros/persona, equivalentes a
22x10kwkt de materiales de construcción.
 Alimentos: 10x10 kcalorías/día; el hombre primitivo consumía una quinta parte de
ese promedio.
 Energía y combustibles: 2.74 kw de uso continuo; 413 litros/persona/año de
petróleo; 161 m3 de gas natural/persona/año; 825 kg de minerales fósiles/año.
 Metales: 63 kilos/persona/año.
 Minerales no metálicos: 960 kilos/persona/año.
 Materias orgánicas no alimenticias: – 154 kilos/persona/año.
 Productos residuales sólidos, líquidos y gaseosos: 32 kilos/persona/año de residuos
sólidos; 4.3 kilos/persona/día de residuos gaseosos y líquidos ( calculados para una
cápsula espacial ).

El argumento ecoproyectual inmediatamente considerado por Yeang es la necesidad de


ajustar tales demandas - casi todas las consignadas son, si se generalizan, insustentables -
y definir una clase de proyecto extremadamente orientado a minimizar las mismas.
Aquí alude a un mejor conocimiento de las relaciones sistema-entorno, ya que pueden
conseguirse prestaciones aceptables usando factores propios de tales relaciones, no siempre
incrementando el volumen de demandas de recursos y de producción de residuos.
El proyecto redefinido de esta manera, puede caracterizarse como una forma de preparación
de una declaración de impacto ambiental; es decir, como un instrumento que internaliza
aspectos que habitualmente se aplican ex - post y como formas puramente correctivas ( las
EIA ), no tanto como un enfoque positivo o preventivo. En términos de economía del
proceso proyectual es más caro en tiempo y dinero un proyecto + una EIA seria que un
ecoproyecto.
Luego las propuestas de Yeang se centran en definir una estructura de proyecto que
optimice el análisis de las interacciones sistema/entorno, a través de cuatro funciones
principales:

30
 Interdependencias ecológicas externas al sistema-proyecto: lo que implica un
análisis sistémico de los ámbitos de emplazamiento de un nuevo proyecto y/o la
descripción funcional y dinámica del área pre-operacional del proyecto.
 Interdependencias ecológicas internas al sistema-proyecto: lo que supone analizar
la funcionalidad ambiental del proyecto, los ciclos de vida y las operaciones de
mantenimiento, la verificación de uso de modelos lineales o cíclicos en el uso de los
materiales, los circuitos de intercambio de energía y materia, el impacto espacial
resultante del uso de los edificios y la perspectiva ideal de desarrollar un modelo
cíclico de uso.
 Interdependencias ecológicas del exterior al interior del sistema-proyecto: lo que
impone revisar el modelo de transacciones que formula el proyecto y sus
dispositivos de filtraje, mediación, buffer, etc. Esto abarca el análisis de la economía
de las transacciones y la búsqueda de formas de retención, almacenamiento, reusos,
etc.
 Interdependencias ecológicas del interior al exterior del sistema-proyecto: lo que
plantea básicamente el análisis de las emisiones engendradas por el proyecto, los
residuos generados, la gestión de los trasvases interior/exterior y la formas de
optimización de reducción de impacto de estas externalizaciones, incluso
maximizándose la retención, reciclaje y reducción de emisiones.

El enfoque general de Yeang procura por una parte, trascender los modelos sesentistas de
las bio-arquitecturas y por otra maximizar el discurso de la crisis de la sustentabilidad para
aumentar la responsabilidad individual de cada proyectista buscando en sus procesos
proyectuales economías en el consumo de recursos y en el impacto ambiental, más bien
como un mecanismo interno y propio del trabajo de desarrollo del proyecto.
Un punto adicional del enfoque yeangiano es el de superar la supuesta ruralidad o
antiurbanidad que parecía teñir la voluntad ambientalista en lo proyectual, sosteniendo en
cambio, la necesidad de aplicar formas ecoproyectuales más bien en los emplazamientos
urbanos, que son los más críticos en materia de calidad de sustentabilidad.

31
Un segundo libro de Yeang18 avanza en sus indagaciones sobre la posibilidad del concepto
alternativo de ecoproyecto y lo acerca al desarrollo de una plataforma teórica para sus
propias incursiones proyectuales profesionales, específicamente edificios en altura.
Estos estudios para estructuras arquitectónicas mas complejas y propias de la centralidad
urbana y/o de las condiciones metropolitanas tienen que ver con la superación del mito
antiurbano de un posible ecoproyecto, ya que las condiciones actuales de la crisis de
sustentabilidad no se palian solamente ecoproyectando fuera de las ciudades, sino
cambiando radicalmente el modo de proyectar fragmentos complejos, incluso proyectos
urbanos, dentro de las ciudades y sus crisis específicas de sustentabilidad.
Factores tales como la remediación territorial o el redesarrollo de áreas urbanas en desuso
deben entenderse también como manifestaciones ecoproyectuales urbanas, es decir,
metodologías de revisión del proyecto tradicional para mejorar la sustentabilidad
intraurbana, incluso considerando insumos que la ciudad pueda proveer ( como suelos,
infraestructuras o edificios en desuso ) como materias primas del proceso ecoproyectual.
Una comprensión abarcativa del posible aporte devenido de la ecología a repensar la ciudad
y la arquitectura queda ejemplificado en el trabajo del arquitecto y profesor italiano –
enseña Análisis y Evaluación Ambiental en el Instituto Universitario de Venecia – Virginio
Bettini19. El trabajo de Bettini es un conjunto de ensayos, algunos escritos con
colaboradores, que despliega una agenda importante de relaciones conceptuales y avances
metodológicos en las esferas de la ecología y la arquitectura de las ciudades, arrancando

18
K. Yeang, El rascacielo ecológico, Editorial G. Gili, Barcelona, 2001. La versión original se
titula The Green Skyscraper. The Basis for Designing Sustainable Intensive Buildings y fué editada
por la Editorial Prestel simultáneamente en Munich, Londres y Nueva York en 1999. Hubo una
versión previa, The Skyscraper Bioclimatically Considered: A Design Primer, editado por
Academy Editions, Londres, 1996.
19
V. Bettini, Elementos de Ecología Urbana, Editorial Trotta, Madrid, 1998. La edición original
italiana es de un par de años antes, pero ésta – al cuidado del biólogo alcalaíno Manuel Peinado
Lorca, que en esa universidad española regentea la cátedra de Medio Ambiente - tiene la
característica de una profusa complementación de notas aclaratorias que en muchos casos son como
mini-ensayos y si bien puede abusar de cierto estilo divulgativo, resulta muy didáctico para un
lector general pero en otros muchos son desarrollos muy valiosos. En el capítulo X Bettini y otros
autores desarrollan el tema La Ciudad de la Naturaleza, que es un interesante ensayo que recorre la
historia del verde urbano, deteniéndose en características contemporáneas de esa asociación y
ofreciendo un minucioso catálogo de las especies vegetales urbanas comunes en Italia en un
apartado que se llama Aspectos botánicos y ecológicos del verde urbano: las abundantes notas de
Peinado Lorca traducen esa cuestión al verde urbano español, de tal modo que el lector podría
verificar semejanzas y diferencias merced a un trabajo de edición que excede lo habitual.

32
con una mumfordiana Introduccción ( que llama La Reina Roja de Alicia ) que
homenajeando al pionero norteamericano en esta temática, aborda momentos-conceptos de
la historia ambiental de las ciudades. Los títulos de algunos parágrafos ilustran este
ejercicio: la analidad de Roma, la ciudad medieval como arboleda, el nuevo orden
barroco; temas que remiten y glosan el libro fundamental de Munford en esta vertiente, The
City in History. Luego dedica Bettini un primer ensayo llamado Lo que no es ecología
urbana que arranca por demarcar críticamente los alcances de la ecología urbana de la
Chicago School y luego una serie de tópicos asociados a esta noción pero que según Bettini
deben ser rechazados, tales como los modelos eurourbanos llamados Ecópolis, la higiene
ambiental, los green books sobre ambiente urbano, para reivindicar una mirada extra y
multidisciplinar capaz de abordar la complejidad de los fenómenos urbanos más bien desde
la modelización científica antes que desde el voluntarismo ideologista.
Ese sesgo – de aplicación de múltiples modelos de origen científico duro – lo verifica
Bettini en su segundo capítulo – El Balance de la Ciudad – en que se aggiornan y se
relativizan a la vez, los macro-modelos de metabolismo urbano, por ejemplo aquellos
formulados inicialmente por Odum o Wolman. Los análisis de una parte de la modelística
integrativa – aquellos signados por la óptica negativa de la entropía, iniciados a nivel
urbano por Rifkin – son abordados por Bettini en su tercer capítulo – La Ciudad como
Sistema Disipador – en dónde se revisa, por una parte la dinámica entrópica del
metabolismo urbano y por otra, los componentes y atributos del ciclo energético urbano,
con sus características de dificil modelización, ligadas al desborde territorial y la expansión
cuasinfinita de los subsidios energéticos.
El cuarto ensayo – La Ciudad, un Mosaico de Hábitats – vuelve a cierta ortodoxia
ecologista al rever la complejidad urbana desde la perspectiva del amosaicado propio de la
diversidad ecosistémica de ambientes poco intervenidos, los sistemas patchwork. En parte
esa traducción permite definir y clasificar fragmentos de ciudad que retienen alguna calidad
natural – como las temáticas inherentes al verde intraurbano, el arbolado de ciudad y luego
diferentes modelos urbanos basados en la lógica de potenciamiento del verde intraurbano
como los conceptos de ecocity ( Goode, McHarg ), green city ( Hough ) o greenway ( Flink,
Sears ) – y en parte, plantear categorías de suelos redefinidos por su cualidad natural ( dada,
relictual, residual o repotenciable ): las temáticas de la land evaluation ( Vacca ) y del

33
mapeo de acogidas ideales de actividades para cada categoría de suelo serían aspectos de
estas cuestiones. Las acciones restaurativas como las emprendidas en múltiples trabajos de
desarrollo de parques ecológicos – como los trabajos de Granger en Toronto, Lyle en
Pomona – o los proyectos londinenses de parques de esta clase – como el Williams Curtis,
el Gillespie , el Lavender o el Camley Street – abren la perspectiva de una nueva categoría
ecoproyectual urbana, por cierto bastante mas compleja que la devenida de un paisajismo
meramente artistizante.
En el capítulo V- La Torre de Babel de la Ecología Urbana – se dedica a registrar acciones
positivas, aunque desintegradas de varias ciudades europeas con algunas políticas
ejemplares como Metz, Dijon, Napoles ( que sigue el modelo Emscher Park ), Roma ( con
los aportes enjundiosos pero parciales de Giacomini, Cederna, Pignatti ), Sesto San
Giovanni ( la Stalingrado verde de Lombardía, con su ecoplano a cargo de F. Terragni ) o
Bremen como modelo alternativo de transporte social. El capítulo VI – Sistemas urbanos e
Indicadores de Sostenibilidad – está dedicado a analizar como la sostenibilidad urbana se
ha venido traduciendo en sistemas de indicadores ( como los de Sustainable Seattle o los de
la Task Force de la Agencia Europea del Medio Ambiente ) o en el montaje de estrategias
como la de huella ecológica urbana, no sin considerar en cada caso, los límites
conceptuales y técnicos de estas nociones. Mas adelante, este texto en su capítulo VIII
analiza la cuestión de El Ciclo Urbano del Agua, basado en una recopilación de los
antecedentes históricos de la administración de este recurso hasta presentar los argumentos
de la stream ecology ( ecología de flujos ) el concepto acuñado por J.D. Allan para
presentar un modelo del ciclo urbano; el capítulo VIII ( El Ciclo de los Desechos de la
Ciudad ) se dedica analógamente a revisar los circuitos urbanos de generación,
movilización y reutilización de los residuos.
Los capítulos finales ( XI: Seattle y otras ciudades; XII: Límites, no sostenibilidad )
argumentan en el primer caso algunas referencias de casuísticas exitosas – Seattle, Reggio
Emilia que han puesto en marcha, no sin contratiempos cuestionables, políticas
ambientales urbanas meritorias, así como por otra parte, dirá Bettini, es preciso demistificar
el marketing ambiental de ciudades que como Berlín o Barcelona, parecen poseer aspectos
irracionales en sus respectivas gestiones. El capítulo final exhuma una razonable duda
acerca del carácter supuestamente tranquilizador de la noción europea de sostenibilidad,

34
llamando la atención sobre la necesidad no de compatibilizar aspectos heterogéneos de esa
noción ( siempre favoreciendo alguna condición de mantenimiento de cierto statu quo
economicista ) sino de plantear de modo intrasgredible factores de control y regulación que
operen como obstáculos insalvables en la tendencia progresiva al agravamiento de las
calidades ecosistémicas.
Saliendo de estas argumentaciones de política ecoproyectual urbana expuestas por Bettini y
que podrían complementar el enfoque más arquitectural de Yeang, algunos proyectistas
contemporáneos, como el italiano Renzo Piano, el inglés Richard Rogers o la francesa
Hèlene Jourda, con mayor o menor oportunismo de cara al mercado y la opinión pública, ya
están revisando su filosofía proyectual mediante algunas modificaciones del proceso fáctico
del proyecto con nueva y especial atención a la cuestión de la sustentabilidad.
Si bien son referencia ineludible de una supuesta exaltación del potencial tecnológico
posmoderno, las obras de Piano parecen plantear alianzas entre lo tecnológico y lo natural,
en una suerte de delicado camino en la búsqueda de cierta economía constructiva y una
especie de humanismo tecnológico, a menudo tendiente a minimizar la potencialidad
retórica del aparato técnico puesto en juego.
Un texto de Claudia Conforti20 intenta argumentar sobre esa perspectiva peculiar cuyo
minimalismo high-tech pudiera contener argumentos a favor de una mejora de la
performance sustentable de la nueva arquitectura. Por empezar, el trabajo proyectual de
Piano se imbrica en un trabajo experimental que desarrolla en las varias sedes de su RP
Building Worhshop ( en Génova, París y Osaka ) y en el Laboratorio Unesco&Worshop de
Vesima, en las afueras de Génova.
El segundo centro citado se ocupa expresamente de promover un diseño susceptible de
extremar el respeto por los medios naturales y culturales en trance de crisis de
sustentabilidad, lo cuál empero, no le impidió cometer una serie de desaciertos ambientales
graves como su proyecto de ensanchamiento artificial de la Bahía de Sistiana, en Trieste (
1987 ), su propuesta para la Expo Venecia 2000 ( resistida por los habitantes de la ciudad )
o como apunta Conforti, su disparatada propuesta de mejora de la basílica palladiana de
Vicenza.

20
C. Conforti, Metáforas ligeras. Piano, entre la naturaleza y la técnica, ensayo aparecido en
Arquitectura Viva, 39, Madrid, 1994, pp. 26-29.

35
Pero por otra parte, muchas de sus ideas recogen el espíritu de precariedad, provisionalidad
y estatus de sistemas abiertos propios de esta fase histórica posindustrial, con lo cuál,
advienen, bastante sin esfuerzos, a empalmar con los discursos ambientalistas.
Los proyectos del Museo Du Menil o del nuevo aeropuerto de Kansai en la bahía de Osaka
parecen alentar algo de dicho humanismo, de esa perspectiva de soft-technology que desea
presentar como políticamente correcta, al menos desde la corrección europea. Una soft-
technology que remite a la investigación neo-organicista sobre la geometría de la naturaleza
o sobre los procesos morfogenéticos orgánicos.
En su libro antológico a cargo de Peter Buchanan, éste exalta el mecanismo alusivo del
modo proyectual con el que Piano busca presentarse bajo un talante ambientalista: el
crucero Crown Princess configurado según la silueta de un delfín, los elementos de la
cubierta del Du Menil según el diseño de las hojas que protegen la base de los árboles.
Otro crítico, V. Lampugnani encuentra al Du Menil como un punto de inflexión que se se
despega del anterior exhibicionismo tecnológico – por ejemplo, del Pompidou – lo que se
acentuará en el master plan ganador del concurso de la Postdämer Platz berlinesa de 1992,
abierta, dúctil y ligera apunta tal crítico, o asociable a una dimensión o expresión
arquitectónica vinculable al pensamiento débil de Vattimo.
Los edificios resultantes de este plan, han elaborado como se sabe, un concepto de forma
permeada con maximización de perímetros, para mejorar el microclima y romper la
tradición que reservaba para edificios corporativos el criterio de cajas herméticas de piel
sellada y clima artificial inteligente, o un sistema de estanques que permiten una recogida y
reciclaje de las aguas pluviales.
El Centro Cultural Canaco, en Noumea, Nueva Caledonia – un proyecto donado por el
gobierno francés al inicio de la independencia de esta ex – colonia, que lleva el nombre del
líder independentista asesinado J-M. Tjibaou – y acabado hacia 1994 luego de un complejo
concurso ganado por Piano, expresa esta tendencia sutil y tecnológicamente débil, en su
partido de una gran nave lineal sinuosa abierta en uno de sus lados a un conjunto de 10
ábsides semitransparentes inspirados en las cabañas tradicionales de la comarca.
Si bien el proyecto fue desarrollado con la asistencia del antropólogo Alban Bensa, se
estima que el gesto, por fuera de su intención alusiva regionalista, tendrá problemas de
supervivencia en el severo clima marino tropical y además llevó el presupuesto a niveles

36
muy altos. Aquí de paso, vale la pena aludir, a que la apelación a formas orgánicas de las
culturas regionales no es tanto una forma de procesamiento técnico sino mas bien, una
manipulación de orden simbólico.
En un artículo ciertamente bastante crítico de F. Chaslin21 se lee lo siguiente: El proyecto
de Piano buscaba instalarse en el límite entre la arquitectura y la antropología. Era una
propuesta delicada, plagada de metáforas, vehículo de un prudente diálogo entre artificio
y paisaje, entre la reminiscencia de las técnicas constructivas ancestrales y una sofisticada
expresión “high tech” manifiesta en el esplendor de unos voladizos formados por vigas de
madera laminada que prometían elevarse a diez metros y cuyos dedos parecían rascar el
cielo; en la plenitud de estas formas abombadas, ciegas por naturaleza y sin embargo,
finamente caladas, sobre cuyos flancos se superponían diversas celosías de madera
abiertas a los alisios; en la ligereza de esas cubiertas inclinadas y finalmente, en la
complejidad de las sombras filtradas, de los paños, de las articulaciones, de las piezas de
acero que tenían la claridad de los armazones de barco y que en este caso, reemplazaban
lo que la tradición anudaba con lianas.
Richard Rogers ha manifestado un explícito interés por las relaciones entre diseño y
sustentabilidad aun cuando sus trabajos proyectuales en muchos casos parezcan desmentir
ese interés, a menudo debido a su paralelo entusiasmo por la tecnología.
El libro Ciudades para un pequeño planeta22, que recoge una serie de cinco conferencias
pronunciadas por su autor en 1995 – las llamadas Reith Lectures – resume sus ideas, a
veces un tanto escindidas entre teoría y prácticas.
La conferencia y capítulo 1 versa sobre La cultura de las ciudades y oscila entre la alusión
a graves problemas de sostenibilidad de las ciudades – como los 20 millones de toneladas
anuales de residuos que se vierten a la bahía de Tokio y que casi la saturaron – y la
manifestación de optimismo que vincula a la difusión de la conciencia ambientalista y el
auge simultáneo de las comunicaciones y la producción automatizada .
La crítica de Rogers a las ciudades vinculadas al auge del automóvil - Las Vegas, Phoenix,
Los Angeles – no incursiona en el análisis de otros aspectos de baja calidad ambiental de

21
F. Chaslin, La catedral frágil. Renzo Piano, Centro Cultural Canaco en Nueva Caledonia, ensayo
aparecido en Arquitectura Viva, 62, Madrid, 1998, pp.44-51.
22
R. Rogers ( con la colaboración de P. Gumuchdjian ), Ciudades para un pequeño planeta,
Editorial G. Gili, Barcelona, 2000.

37
otras ciudades por efectos de la pobreza – Bombay – así, como en otro plano, valora
recientes procesos participativos mejoradores de la calidad de ciudades como Barcelona,
Seattle, San Francisco o Portland.
El capítulo 2 está dedicado al tema Ciudades sostenibles y luego de analizar el brusco
crecimiento de la vida urbana – su decuplicación en cuatro décadas – se señala el hecho del
consumo energético urbano ( ¾ partes del consumo total de energía se produce en las
ciudades ) así como la incidencia del paradigma urbano en la generación de contaminación
( también ¾ partes de la contaminación global se genera en las ciudades y sus
metabolismos imperfectos ) .
Otro rasgo mencionado por Rogers es que en el 2000 pueden identificarse 57 ciudades de
más de 5 millones de habitantes de las cuáles 44 están en países subdesarrollados, con lo
cuál queda vinculada la problemática de las grandes aglomeraciones con problemas
ambientales ligados a la insustentabilidad económica. Rogers postula que al menos 600
millones de habitantes urbanos padecen serios inconvenientes ambientales, fruto de su
extrema marginalidad.
Las referencias a los modelos de metabolismo urbano lineal y cíclico que había formulado
Herbert Girardet son planteadas por Rogers ya no como disyuntiva posible, sino a favor de
las inevitable conversión de las ciudades en redes cíclicas de procesamiento de energía y
materiales.
Los actuales 500 millones de vehículos que circulan producen 2 billones de metros cúbicos
de humos y tal magnitud mecánica podrá crecer en un 50% en una década y duplicarse
hacia el 2030, con el consecuente agravamiento de la contaminación. La respuesta
proyectual de Rogers se inclina por favorecer una clase de ciudad compacta que tienda a
minimizar los traslados, maximizar la peatonalidad e incluso posibilitar el uso de la
bicicleta.
Bajo esta perspectiva Rogers justifica su trabajo para China, en Shanghai: esta ciudad, la
quinta del mundo en 1990 con 13 millones de habitantes, le permitió proponer un ensanche
– Lu Zia Sui – en el sector de Pudong, el distrito que se ubica frente al centro de Shanghai,
río Huang Po mediante.
La propuesta de Rogers fue un fuerte anillo viario en derredor de un centro vacío
parquizado y equipado, compuesto por 6 nodos de 80000 habitantes cada uno, aunque con

38
capacidad para sólo 2500 autos cada uno, ya que la densidad admite una distancia de 300
metros entre el centro de cada nodo y el anillo circulatorio.
La concepción rogersiana de macrociudad basada en módulos se completa con la propuesta
en cada una de tales agrupaciones de un sistema de cogeneración energética –
electricidad+calor – a su vez aún, complementada por unidades de incineración en
atmósfera controlada de los residuos de cada módulo. Huelga decir que semejante planteo,
quizá tecnológicamente posible, es altamente inviable en función de los altos costos de
inversión inicial, sin perjuicio que la extrema densidad genera aglomeraciones que si bien
pueden ser más racionales desde el punto de vista eco-energético, abre perspectivas
imprevisibles sobre la calidad de la convivencia social, ya extremadamente heterogénea
como consecuencia de las economías globalizadas.
Otro proyecto semejante, aunque mucho más pequeño , presentado por Rogers en su libro
es la Tecnópolis de Mallorca, un sistema articulado de tres centros urbanos de 2500
habitantes cada uno, armados según hipótesis semejantes de compacidad y disminución de
los trayectos motorizados.
Si bien viniendo de un ilustre representante del mundo high tech estas ideas son cuando
menos creativas – Rogers agrega en este capítulo un elogio a las soluciones tecnológico-
ambientales, más bien en clave low-technology, de Curitiba – el tenor de las propuestas
contiene un importante grado de ingenuidad, al suponer que algunas cuestiones ambientales
básicas son resolubles mediante tecnologías y disposiciones, como si el tamaño y la escala
megalomaníaca fuesen aspectos controlables en términos de gobernabilidad local.
La tercera conferencia y su capítulo correspondiente trata sobre Arquitectura sostenible y
allí, casi como un recurrente lugar común, se arranca con una nostálgica evocación de la
clase de relación arquitectura-ciudad implícita en la célebre Roma de Nolli ( 1768 ) y en
general, de la ciudad – estado italiana, para pasar a comentar algunos proyectos propios
como su frustrada propuesta para la ampliación de la National Gallery – que sacrifica el
edificio pedido para organizar conectores urbanos -, el tampoco ganador proyecto para el
Forum de Tokio – que literalmente cuelga el programa de unas enormes torres para ganar
plantas libres, casi como un lejano homenaje a la utopía metabolista de la vanguardia
japonesa de los 60 -, el sistema de viviendas industrializadas para Hanssem, Corea ( 1991 )
– en el que los usuarios arman un kit componible según necesidades específicas que luego

39
se cuelga de un mástil-torre -, una casa autónoma en Colorado (1978), el edificio de
Tribunales de Burdeos ( 1998 ), etc., que junto a otros trabajos que Rogers juzga aportantes
a una arquitectura sostenible ( como el Centro Cultural Canaco de Piano o los alojamientos
de emergencia en tubos de cartón en Kobe, de S. Ban ) terminan por configurar una serie de
conceptos razonables de alguna búsqueda de racionalidad ambiental edilicia, aunque nunca
con suficiente y contundente aportación a nuevas formas de proyecto más socialmente
inclusivos y siempre con excesiva dependencia de la tecnología .
El cuarto capítulo se destina al tema Londres: la ciudad humanista y transcribe las ideas
generales que Rogers le aportó infructuosamente al gobierno Blair. Un primer análisis de
los múltiples bolsones de pobreza y atraso registrables en la inner city ( Sheperd Bush,
Stratford, Romford, Brixton, Lewisham, Crayford, etc.) le permite elaborar su utópico y
ambicioso Plan Thames Milleniun, un largo rosario de proyectos urbanos supuestamente
reactivadores de la economía urbana mediante la captura eficaz de los terrain vagues
existentes
Y la quinta conferencia y capítulo toman el título del libro: Ciudades para un pequeño
planeta, estando dedicada a proponer valorar más el índice llamado IBES ( índice de
bienestar económico sostenible ) en lugar del tradicional PBI así como a ratificar sus ideas
de ciudad compacta y desmotorizada tanto como su confianza en la tecnología y en el poder
reorganizativo de las redes comunicacionales de las ciudades.
Si bien Rogers parece representar un exponente del jet set profesional que adviene al credo
ambientalista más para potenciar sus propias tradiciones y metodologías proyectuales e
incluso para recrear una mística asociable a un nuevo marketing de proyectos, tampoco
puede excluirse su puesta en agenda de algunas cuestiones ciertamente vinculables con la
crisis de la ciudad moderna y su planificación.
Helene Jourda23 apela en cambio, al concepto de la contingencia de la crisis ambiental, esto
es, a su emergencia como cuestión histórica en tanto desatención a cuestiones elementales o
de sentido común.

23
I. Bercedo y J. Mestre, Entrevista con Francoise-Helene Jourda, en revista Quaderns 225,
Barcelona, 2000, monográfico dedicado a Las escalas de la sostenibilidad, pp. 16-21.

40
Dice así en el texto referenciado: Los problemas de la sostenibilidad y de la conciencia del
medio ambiente no deberían en realidad, existir. Es ante todo, una cuestión de sentido
común. No debería ser más complicado que eso: sentido común y un poco de tecnología.
Ese poco de tecnología lo relaciona con cierta sabiduría adaptativa emergente del modo de
vida vernacular que, en su caso, lo vincula al conocimiento empírico del campesinado
regional lyonés de donde es oriunda, en el que encontraba una serie de principios de
economía humana y energética, ajustada según la revisión del uso. Un uso ahora interferido
en la globalización, por la uniformización de principios no del todo racionales aún para la
propia voluntad civilizatoria productivista global.
Por ejemplo, dice, dormir la siesta donde el clima lo permite o aún lo exige, suele verse
casi como suvbersivo y sin embargo puede demostrarse la existencia de un profundo
principio de economía humana y a la larga, de productividad. Habría así, la posibilidad de
redefinir ecológicamente no sólo el espacio, sino el tiempo.
También propone Jourda confrontar el concepto de envolvente en las civilizaciones del
norte respecto de las del sur: en aquellas es nítida y continua; en éstas velada, estratificada
y discontinua, apelándose a unas formas de tratar las relaciones interior-exterior mucho más
mediatizadamente, lo que lleva a un derrame del factum arquitectónico en el paisaje y en el
uso de dichas mediaciones – como en el caso de las culturas islámicas y su visión hidratante
del territorio, en tanto predomina una situación de oasis – lo que convierte el proyecto
inevitablemente en una cuestión territorializante.
Las tendencias biunívocas que se están dando con la música en tanto, en un sentido,
afianzamiento de las identidades y hasta emergencia de etnomúsicas y en otro sentido
complementario, la tendencia a disponer de esas diferentes formas de hacer música en una
especie de mercado global, que quizá aliente las perspectivas de fusión y mestizajes y la
perspectiva de nuevas culturas globalizadas después de un cierto tiempo de procesamientos,
consumos y recepciones, todavía no parece estar del todo disponible en el campo de la
arquitectura, demasiado dominada por un aplanamiento de conductas proyectuales
fuertemente globalizadas.
La literatura como la gastronomía estarían atravesando procesos semejantes al de la
música, de los que parece que la arquitectura podría aprender bastante, valorando relaciones

41
de localismo y globalidad que tal vez contengan fermentos de mejor atención a las
cuestiones de una economía general de la sustentabilidad.
Jourda plantea que parte de los problemas de acceso a una mejor comprensión de la
sustentabilidad está ligada a la rigidez programático-institucional que todavía domina y
normatiza la producción de arquitectura disciplinar incluso por sobre la capacidad
innovativa emergente de la propia experimentalidad de los proyectistas: se pregunta, por
caso porque no se pueden poner dos pisos de viviendas sociales sobre bloques de oficinas,
ya que en esos casos suele existir un superávit energético y de infraestructura que sin duda
aportan más racionalidad ambiental a tal decisión ? .
El conjunto de Jourda24 para el Centro de Formación en Herne-Sodingen en el programa
Emscher Park, que pensado profundamente como una reelaboración de lo territorial y
culturalmente dado, puede suponer un buen punto de inflexión en el alcance de una mirada
mas ecoproyectual y menos alienada por una noción de proyecto que considera inevitable o
fatal ciertas características posmodernas, como esa materialidad global del acero o los
materiales sintéticos sofisticados y atópicos.
El proyecto alemán aludido consistió básicamente en el ejercicio heterotópico de traslación
de un fragmento del clima del sur de Francia a la región del Ruhr que, bajo una gran
envolvente de madera de la región de Sauerland ( una caja de 150x70x16 ) crea una
condición espacial de sustentabilidad a favor del uso de una serie de recursos eco-
energéticos, desde el metano de una mina cercana hasta la reutilización del agua de lluvia y
la captación de energía fotovoltaica, con lo que el proyecto no sólo resulta energéticamente
autónomo sino capaz de exportar superávits .
Aunque tal situación parece reflejar si se quiere, la pobreza de los recursos sustentables del
Norte respecto del Sur: poco sol o poca luz natural, carencia creciente de recursos naturales
como madera y agua, carencia de recursos alimenticios naturales, obligación de naturalizar
una cultura tecnológicamente sustitutiva y de aportamiento de los subsidios y prótesis
artificiales que resultan provistos por los soportes naturales de sustentación, etc.

24
Publicado en la revista Quaderns, op. cit. nota precedente, pp. 132-5.

42
En el campo de una llamada arquitectura ecológica, D. Gauzin-Müller25 ha editado un
volumen que quiere ser presentado como vadémecum de aportes contemporáneos y que
evade los desvíos más folk de posibles vertientes regionales de conductas proyectuales
sesgadas por intereses dominantemente ambientalistas presentándose en cambio, una
selección de referencias proyectuales más propias de lo que su autora refiere como eco-
tech, es decir una arquitectura que centrando su planteo en argumentos de racionalidad
ecológica, no se escapa de una adscripción estética a lenguajes que llamaríamos neo-
modernos, en tanto propios de poéticas asimilables al racionalismo moderno.
El texto de Gauzin-Müller, que comentaremos a continuación como alusión a cierto estado
de la actualidad del proyecto ligado al interés en las temáticas ambientales, posee cuatro
partes: la primera – titulada La Alternativa Ecológica: Retos, Prácticas y Perspectivas – es
un resumen de las ideas recientes acuñadas en torno del desarrollo sostenible, su contexto
político y económico, sus relaciones con tendencias de la arquitectura ecológica recientes (
low-tech, high.-tech, humanismo ecológico, minimalismo ecológico, etc.), ejemplos
europeos ( más bien de orden político-local y normativo, como los procedimientos alemán
Vorallberg, inglés Breeam, holandés DCBA, francés ACM o suizo Minergie ), alternativas
ecoproyectuales ligadas al uso de madera, referencias a las normativas europeas ligadas al
consumo racional de energia y algunos proyectos experimentales europeos ( sean de la UE,
o alusiones a los programas bávaro y francés ).
La segunda parte – titulada Urbanismo y Desarrollo Sostenible – plantea luego de un
panorama de políticas ligadas al uso del suelo, el control de impacto, la gestión de la
movilidad, la energía o el agua y el manejo de las áreas verdes y los residuos, una
presentación de 6 casos ejemplares en ciudades europeas con intereses concretos en política
pública local y auspicio de ecoproyectos urbanos: Mäder ( Austria ), Stuttgart ( el
Stuttgarter Modell y la experiencia del barrio Burgholzhof ), Friburgo ( las experiencias de
los barrios Rieselfeld y Vauban ), Amsterdam ( el caso del barrio GWL ), Helsinki ( el caso
del barrio de Viikki ) y Rennes.
La tercera parte – bajo el título Arquitectura y Calidad Medioambiental – repasa cuestiones
tales como el ahorro energético, la gestión del ciclo del agua, la incidencia de los materiales

25
D. Gauzin-Müller, Arquitectura Ecológica. 29 Ejemplos Europeos, Editorial G. Gili, Barceloina,
2002.

43
y los procesos de construcción, la construcción y gestión ambiental o el financiamiento de
la calidad ambiental, para luego referirse a 23 ejemplos europeos, agrupados en los ítems de
vivienda, equipamientos públicos y edificios de oficinas y servicios, algunas de cuyas
características salientes de algunos de ellos comentaremos mas abajo.
La cuarta y final parte del volumen – denominada El Procedimiento ACM – está destinada
a explicar la metodología de proyecto ambiental desarrollada en Francia bajo tal nombre (
ACM: Alta Calidad Medioambiental, en francés HQE: Haute Qualité Environnementale ) y
algunos de cuyos criterios ya comentamos en el precedente capítulo 6.
En la primera parte del texto además de presentarse un estado general de la temática de la
sustentabilidad ( Agenda XXI y demás ) se alega a favor de los argumentos del célebre
documento Factor 4 que von Weizsäcker y los Lovins26 suscribieron en 1995, con acuerdo
del Club de Roma y avalando la optimista postura de la posibilidad de una duplicación de la
riqueza existente usándose la mitad de los recursos naturales, así como una confianza en el
autocontrol del empresariado industrial, según los ejemplos del grupo Peugeot-Citröen que
decidió plantar 10 millones de árboles en la Amazonia o el inédito mercado de cambio de
CO2, canjeando pago de ecotasas por planes de forestación, implantado en la Bolsa de
Sydney desde el 2000.
Se alude luego al específico peso contaminante del sector de la construcción – casi un
tercio de la emisión de gases causantes del efecto invernadero, más que los transportes o la
industria en general – y a su relevancia en el consumo directo de recursos naturales.
Entre los diseñadores que el texto de Gauzin considera pioneros en aportaciones a un modo
proyectual alternativo figuran líderes del diseño low-tech – como Eble, el taller danés
Vandkunsten, Kroll, Hübner, Fehn y Jourda-Perraudin – es decir, un low-tech
internacionalizado y compatible con un diseño racional , además de aludirse al antiguo
discípulo de Wright, Paolo Soleri y su emprendimiento de Arcosanti, o neo-organicistas
humanistas como el alemán Behnisch, quién se ubica en una situación de equivalencia entre
Soleri y Foster. Precisamente Foster – junto a Piano, Rogers, Jourdá-Perraudin y Thomas
Herzog – lidera la aociación Read, fundada en 1993 para el uso de energías renovables en
la construcción.

26
E. Von Weizsäcker, A. Lovins y H. Lovins, Factor 4: duplicar el bienestar con la mitad de los
recursos naturales, Editorial Galaxia Gutemberg, Barcelona, 1997.

44
Entre las actuaciones institucionales destacables de la última década se señalan la
Vorarlberger Baukünstler – una organización austríaca de diseñadores inspirada en
Tessenow y propiciadora de operaciones proyectuales como las viviendas en Dornbirn que
dentro del movimiento y de la llamada estrategia experimental Ölzbündt, desarrolló H.
Kaufman indagando sobre el límite de prestaciones de la madera como ecomaterial así
como el aprovechamiento de secciones pequeñas y habilidades artesanales regionales,
también explotadas por arquitectos como Zümthor, que proyectó el Museo de Bregenz, una
de las ciudades de la región Vorarlberg – o los mecanismos de autoevaluación de calidad
proyectual sustentable tales como la Breeam británica – Building Research Establishment
Environmental Assessment Method – o la tabla holandesa DCBA, medios ambos para
evaluar la calidad relativa de edificios, avalando su certificación o favoreciendo
financiamientos especiales, que cumplen cometidos semejantes a otras normas recientes,
como el Beat2000 – un instrumento danés de medición de calidad edilicia y de prestaciones
– , el LCA-Tool – una herramienta de análisis de ciclo de vida de edificios usado en
Finlandia – el ya comentado sistema francés ACM, con sus 14 objetivos básicos de
eficiencia prestacional edilicia -.
En el caso suizo, algunos cantones adhieren al concepto Minergie, que es un acuerdo
voluntario de reducción al 35% del uso convencional de energía en las obras adheridas, las
que por ello obtienen una reducción del interés de financiamiento bancario.
En cuanto a los proyectos e iniciativas urbanas destacables por su enfoque ambientalista,
además de los casos ya referidos en el capítulo 7 y de algunas experiencias menores pero
valorables como el caso de la célebre actuación en la manzana 103 del barrio Kreutzberg en
Berlín, en la antología de Gauzin se analizan entre otros ejemplos, la experiencia de Mäder,
un pequeño municipio urbano de algo más de 3000 habitantes, en el Vorarlberg austríaco,
donde se aplican desde hace más de una década, sistemas de control del ciclo del agua y de
protección del paisaje; se han plantado 80000 árboles en cultivos programados que generan
el material básico de construcción y combustible y distintos sistemas de arquitecturas
públicas de experimentación de sustentabilidad, el que destacan las obras del grupo
Baumschläger-Eberle.
Stuttgart es otro caso de política urbana ambientalista, en una ciudad más grande y
compleja, de casi 600000 habitantes y gran desarrollo industrial. Allí se realizó durante 10

45
años una recuperación integral de paisajes dañados – la llamada U Verde de 8 kilómetros y
200 hectáreas, dentro del proceso IGA 93 – y acciones en barrios como el Burgholzof (
recuperación de viejas instalaciones militares ) o el Feuerbach, con obras paradigmáticas
como las viviendas realizadas por T. Herzog o el conjunto escolar de P. Hübner, hecho por
autoconstrucción por la comunidad educativa.
Además en Stuttgart se practica un régimen especial de ahorro energético en los edificios
públicos y un mecanismo llamado Stuttgarter Mödell, consistente en un fondo público
organizado por el aporte público resultante del ahorro en energía y destinado a financiar
nuevas operaciones de nuevo ahorro energético.
Ya se citó en el capítulo 7 la gestión urbano-sustentable de Friburgo, en la que destacan los
proyectos urbanos de los barrios de Vauban y Riesefeld, además del montaje de políticas
ligadas al concepto de ciudad solar, bajo las ideas del diseñador Rolf Disch. Riesefeld es
un barrio nuevo de casi 80 hectáreas y 4500 viviendas para unos 12000 habitantes que se
convirtió en uno de los laboratorios de evaluación de performances ambientales más
notable de la Unión Europea. Vauban en cambio, es la reutilización de un área de 34
hectáreas que funcionó como asentamiento militar, aplicándose el modelo Blockprofil que
permite participación comunitaria en el diseño., selección y gestión de viviendas.
A través de un régimen legal ad-hoc Stuttgart,como Rennes en Francia, generó un sistema
social de propiedad del suelo, mediante preferencia en las transacciones y mercado a
término de suelo regulado.
El Barrio GWL en Amsterdam es otra operación en que destaca un proceso de remediación
aplicado sobre un viejo asentamiento industrial del siglo XIX, en que luego de un concurso
K. Christiaanse y el grupo West 8 desarrollaron 600 viviendas en regimen cooperativo
sobre una trama verde interconectada que crea una plataforma verde uniendo los 120
jardines privados en un soporte que admite un ciclo continuo de agua.
Vikkii es un nuevo barrio de 1100 hectáreas desarrollado al borde de Helsinki en Finlandia,
dedicado a la biotecnología y con criterios sistémicos de acondicionamiento territorial,
vivienda y equipamientos, desarrollado además como un laboratorio de evaluación de
prestaciones ambientales según la metodología Pimwag – nombre de las iniciales del
colectivo de ecólogos que lo diseñó – que modela y mide estado y respuesta de un set de
indicadores ambientales y de sustentabilidad . Es importante indicar que en la mayoría de

46
las gestiones urbanas aquí aludidas, la noción de ecoproyecto urbano se basa no solamente
en una solución muy sensible a los condicionamientos y determinantes de sustentabilidad
contextual sino que además contienen mecanismos de evaluación del desempeño del
proyecto diseñados como parte del trabajo del proyecto.
Rennes, ciudad difusa de algo menos de 400000 habitantes en 36 municipios y unas 5000
hectáreas, es una de las ciudades francesas de más éxito en gestión urbana sustentable,
merced a la continuidad de políticas durante varios años, que redundaron en generación de
un modelo de suelo público ( con diversas tipificaciones ) que aplica y mejora la ley general
de suelo de Francia conocida por la sigla SRU.
El 75 % de las viviendas de la ciudad resulta así de control público y en base a tal supuesto
se fueron desarrollando y superponiendo otras políticas sectoriales, como las de transporte (
que creó el sistema público VAL ), la de gestión del agua ( con un mecanismo
descentralizado de alta implicación comunitaria que procesa y recicla un porcentaje alto del
ciclo hídrico urbano ), la de gestión de residuos ( más de la mitad se recicla ) o la de gestión
de proyectos urbanos, de la que destaca el barrio de promoción de Beauregard, un conjunto
que tendrá al completarse cerca de 2300 unidades, en una compleja imbricación de
vestigios del orden rural preexistente y los nuevos trazados.
Las políticas públicas de infraestructuras y servicios más que depender de actuaciones
faraónicas y centralizadas, se basan en estrategias micro-participativas, cuya acumulación
genera resultados positivos en términos de sustentabilidad: por ejemplo las casas tiene
dispositivos sencillos de depuración de aguas o los vecinos garantizan la selección de
residuos dentro de cada vivienda.
En cuanto a los ejemplos de arquitectura que Gauzin-Müller incluye en la tercera parte de
su antología, prevalece como antes dijimos, un grado de rigor técnico en la obtención de
resultados de mejor rendimiento ambiental, unido al logro de una arquitectura
contemporánea en orden a su imagen, lo que implica, como característica central, unas
inversiones más generosas al menos, como capital inicial, quizá luego equiparable en medio
o largo plazo, a presupuestos mas convencionales, mediado el menor costo de
funcionamiento y mantenimiento: pero esta ecuación, de alta inversión inicial, parece ser
únicamente posible en aquellas sociedades locales de fuerte inversión social, como el caso
de algunas experiencias centro-europeas o nórdicas.

47
También parece evidente que no se trata de soluciones generales o inclusivas ( en parte
porque muchas necesidades básicas ya están satisfechas ) sino más bien pensadas como
instrumentos persuasivos y de creación de mayor conciencia pública. En algunos casos, los
proyectos explotan especialmente, recursos naturales renovables ( como los cerámicos, los
aglomerados pétreos o la madera ), un tipo de gestión de obra diferente ( donde por caso,
vuelve a revalorarse una mayor inversión inicial afectada a mano de obra artesanal
calificada ), el control del presupuesto energético a mediano plazo, la gestión de los
residuos y la búsqueda de formas de financiamiento cruzado con parámetros de calidad.
Entre las obras presentadas cabe aludir a una casa en Perches, Francia ( de S. Cortese,
asesora de Medicina Ambiental, planteado como un modelo completo de materiales y
prestaciones controlados y gestión racional de energía, agua y residuos ), una casa en
Stuttgart ( del grupo Schlude+Ströhle enfocada como una caja-filtro reguladora del
metabolismo de la casa en el sitio ), las residencias estudiantiles en Constanz ( diseñado por
el estudio Schaudt como 17 casas adosadas de inspiración minimalista en el diseño pero
sobre cuya contemporaneidad estética se trabaja un cuidadoso control de prestaciones
ambientales que incluso regula las superficies y volúmenes del conjunto con un grado de
precisión en el diseño de una piel inteligente que refiere a uno de los problemas que plantea
un nuevo tipo de diseño sustentable): lo mismo que sucede con la caja de casas+talleres
proyectada en Friburgo ( por Common&Gies ) o las muy permeadas viviendas en Viikki (
diseño del grupo Arrak, con una superestructura de verandas y dobles paredes que regula
todo el comportamiento climático ) y diferente a su vez del Conjunto Salvatierra en Rennes
( de J. Y. Barrier, en que el buen funcionamiento de la caja térmica del pavillon se consigue
usando madera y ladrillos de adobe sin cocer ).
Los edificios de equipamiento público mostrados en la antología comentada oscilan entre
tratamientos de bloques en disposiciones de conjunto a la búsqueda de optimizaciones
funcionales y prestacionales ( como los parvularios en Pliezhausen, de D´Inka& Scheible y
el de Stuttgart de J. Eble ), edificios- caja con control de sus envolventes ( como la escuela
de Notley Green de Hall&Morris o el colegio en Mäder, de Baumschlager+Eberle o la
piscina de Bad Elster de G. Behnisch ) , edificio-bunker ( como el centro cultural de
Terrasson, Francia, de I.. Ritchie ) o edificios-core armados alrededor de espacios abiertos

48
y áreas de transición ( como el Instituto de Investigación en Wageningen, Holanda, de G.
Behnisch ).
Todas estas referencias proyectuales de la última década pueden ser presentadas como
proyectos calificados de acuerdo a los cánones del gusto y tecnología contemporáneos, pero
a la vez poseen un grado de interpretación sutil y no vernacularista de las condiciones
geosituadas tanto como un riguroso modo técnico de proyectar basado en un análisis de las
prestaciones edilicias según parámetros ambientales; muchos de los ejemplos además,
forman parte de gestiones urbanas también calificadas por enfoques ambientales ( Mäder,
Stuttgart, Rennes, Friburgo, etc.).
Como cierre para los argumentos de este capítulo quisiéramos centrarnos en el comentario
de un ensayo del filósofo A. Wellmer27, titulado Arquitectura y Territorio que aporta una
mirada que emergente del pensum filósofico crítico de su autor – un miembro tardío de la
célebre escuela de pensamiento crítico frankfurtiano inspirada por Adorno – y que a pesar
de su cierta consonancia con las ideas habermasianas matiza la fuerte nostalgia de
modernidad de éste y abre la perspectiva de un análisis más complejo de la crisis cultural
que instaura el posmodernismo.
Como se trataba de una intervención en un simposio celebrado en Trömso, Noruega, su
autor no puede evitar reflexionar sobre el estado de la modernidad en conexión con los
elementos más evidentes o menos mediados, que les son puestos de manifiesto en la
condición tan ostensiblemente regional del lugar noruego donde debe pronunciar su
conferencia: las preexistencias ambientales y culturales del lugar ( por ejemplo, la
arquitectura típica de las viviendas llamadas saami ), las características del paisaje y los
territorios, la cultura habitativa y el modo de vida de los pescadores del Mar del Norte, etc.
Su reflexión arranca haciendo alusión a la mucha mayor facilidad que se tiene en fechar o
datar un producto cultural cualquiera ( una pintura, una obra musical e incluso una
arquitectura, al menos aquella propia de una configuración estilística ) antes que en
localizar o situar en un territorio tales producciones, lo cuál sin duda tiene que ver, en lo
que hace a la arquitectura, con su condición internacional, tanto respecto de cuestiones

27
A. Wellmer, Arquitectura y Territorio, ensayo incluído en su libro Finales de partida: la
modernidad irreconciliable, Ediciones Cátedra, Madrid, 1996, pp. 273-291.

49
tecnológicas y funcionales como de cuestiones estéticas, es decir, a la homogeneidad o
cosmopoliticidad de lo que nombra como territorio temporal de la arquitectura.
El origen de lo moderno ( y aquí es interesante consignar que, respecto de la arquitectura,
Wellmer considera que la posmodernidad es parte de la modernidad ) estribaría en la
diferenciación de un aspecto estético - en cuanto al surgimiento de una esfera del arte
autónoma - y de un aspecto tecnológico, según el cuál, la arquitectura moderna intentará
conciliar, en su lenguaje, un modo de ser estético en la modernidad ( en tanto pretensión de
autonomía, auto-referencialidad o anulación de cualquier movimiento mimético ) con los
recursos y posibilidades de la nueva tecnología disponible, luchando a su vez, con su
tendencia a una clase de banalización que sería aquella que consagraría el funcionalismo y
el International Style.
Dice así Wellmer que la obra de arte autónomo ya no tiene una función religiosa o una
función práctica, mientras que el producto típico de las tecnologías modernas tiene un
significado puramente utilitario o “instrumental”: belleza y utilidad, por una parte, lo
mismo que belleza y moral, por otra, se convierten en cada caso, en esferas valorativas
diversas con “ lógicas” propias en lo que respecta a desenvolvimiento, cambio,
aprendizaje y progreso.
En este sentido, el campo de las diferencias valorativas, y su opcionalidad resultante a la
hora de decidir montar un proceso proyectual, es lo que nuestro juicio, hace desembocar a
la modernidad larga en las alternativas de las lógicas proyectuales. Material, función,
forma y significado – continúa Wellmer – aparecen mediados entre sí de un modo que es
típico de las obras de arte, aún cuando esos objetos ( de la arquitectura ) no estuviésen
pensados como objetos de contemplación estética sino como objetos de uso.
Lo que puede definir tanto la conciencia estética permanente de la arquitectura moderna –
pero sustantiva en la posmodernidad – como la dificultad creciente de atender al mundo
contingente de la necesidad.
La no-verdad del funcionalismo- observará nuestro autor – radica... en su convicción de
que una tecnología que ha roto sus conexiones con un universo tradicional de significados
podría producir su propio universo coherente de significado, pudiendo por tanto responder
por sí sola de la dimensión estética de la arquitectura.

50
Adorno dio una respuesta a esta dicotomía presuntamente insalvable entre estética y
tecnología: la arquitectura será de tanto mayor rango cuanto mas íntima sea la mediación
que establezca entre la construcción formal y la función.
Por eso- apuntará Wellmer – describe Adorno el proceso de proyectar y diseñar como un
proceso de mediación entre fines, materiales y técnicas constructivas. Como los edificios, a
diferencia de los cuadros, no se proyectan en un espacio, por así decir, vacío, sino que solo
tienen su ser como parte de un contexto espacial e histórico concreto, cabría considerar el
clima, el contexto histórico-social y arquitectónico como ulteriores determinaciones de ese
proceso de mediación. Un cuadro es un universo autónomo de significados , que no tiene
ningún contexto territorial, sino sólo un contexto estético, a saber, el contexto de otros
cuadros. En cambio un edificio representa e introduce siempre una ampliación y mudanza
en un contexto social y territorial existente; por eso nunca es un universo autónomo de
significado; antes tiene su ser en una relación de tensión, de comunicación, de conflicto o
de correspondencia con un contexto natural, social y arquitectónico... La arquitectura
lograda es una arquitectura que se ha logrado respecto de un contexto... aunque, en
constraste con los cuadros, las obras arquitectónicas no solo no tienen límites claramente
definidos sino que tampoco pueden ser percibidas como los cuadros y en tal caso, mis
percepciones, mis autoexperiencias no son las de mi cuerpo natural sino las de mi cuerpo
social.
En cualquier caso, continuará Wellmer su argumentación, se trata de defender la hybris
estético-tecnológica de la primera modernidad, aun cuando, como señala Reichlin
respecto de Le Corbusier, la intervención en espacios sociales y naturales de la
arquitectura pueda implicar, inevitablemente, una más en una secuencia de catástrofes, y
esto debe ser entendido y asumido ya que también es una catástrofe la primera cabaña
vernácula construída en un fiordo noruego, de modo que toda intervención de la
arquitectura en un espacio natural o social existente incluye elementos de ruptura y
deconstrucción.
Yendo a articular este discurso con lo territorial, Wellmer entiende a lo territorial como
algo que une indisolublemente lo natural y lo social, con lo cuál el intento de disociación
de la modernidad tardía ( globalidad social, localidad natural ) va in nuce, contra la
perspectiva de entender lo territorial.

51
Uno de los orígenes filosóficos y críticos de la posmodernidad parece haberse centrado en
la elaboración de una protesta de lo particular contra lo universal, concepto que en
cualquier caso, debiera recuperarse si se quiere afrontar la dialéctica subyacente e
irreductible entre universalismo por un lado y territorialismo o regionalismo por el otro.
Sin embargo, propondrá Wellmer, la defensa de lo particular no es posible si se adopta la
forma de una pura conservación, sino que se trata de entender el doble universalismo de la
modernidad: el tecnológico y el del entronizamiento de la democracia ( como derechos
humanos plenos y a la autodeterminación ): al unilateral universalismo tecnológico sólo se
le puede confrontar el universalismo democrático... para poder ser regionales.
Si los territorios pertenecen a los pueblos ( y los pueblos a sus territorios ) sólo la
democracia admite esa realidad, frente a la expansión del universalismo tecnológico ( como
expresión de la homogeneidad de la globalización económica y cultural, de la producción y
el consumo ).
De allí, propondrá Wellmer, los arquitectos sólo pueden convertirse hoy en genuinos
abogados de la integridad de un territorio, de una forma particular de vida, de una
determinada reserva de recursos naturales y culturales si se convierten a la vez, en
defensores de valores universalistas, en modernistas no atados a ningún compromiso – en
el sentido de Lyotard quién ha dicho que nada en el arte moderno es moderno si no
empieza siendo posmoderno – y en liberales radicales... ya que no sólo sueñan los
hombres; también sueñan las ciudades y los paisajes, e incluso los materiales, y quizá sea
tarea de los arquitectos descifrar esos sueños y traducirlos en articulación del espacio...
atreviéndose a intervenir en lugar de limitarse a conservar, a proseguir el proyecto de la
modernidad en lugar de un retroceso a meros gestos de defensa, de conservación, de
regresión. Decir algo importante significa decir algo nuevo...aunque una genuina
conservación de tradiciones sólo es posible por la vía de cambiarlas productivamente. Y
esto significa a la vez, que no podemos elegir entre progreso y conservación. La única
elección que nos cabe es la elección entre distintas direcciones del progreso.

52

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