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8.6.

La accesión
Naujoël Última actualización: 19 Junio 2019

La idea inicial de accesión la proporciona el art. 353 CC, disponiendo


que "La propiedad de los bienes da derecho por accesión a todo lo
que ellos producen, o se les une o incorpora, natural o
artificialmente".

La accesión supone la atracción o absorción de una cosa accesoria


por otra de mayor valor o principal que otorga al propietario de esta
última la facultad de apropiarse de aquélla, conforme al viejo
brocardo o principio formulado con la expresión latina accesorium
sequitur principale (la cosa accesoria sigue la suerte de la principal,
podríamos decir), que constituye la idea inspiradora de la regulación
del Código, siguiendo las matrices romanas, aunque realmente no se
encuentre recogido en precepto alguno de carácter general.

En tal sentido, técnicamente hablando, por imperativo de la ley, la


accesión constituye un modo de adquirir la propiedad de las cosas
accesorias, aunque no sea objeto de mención explícita en el art. 609
CC.

6.1. Accesión de inmueble a inmueble


Bajo tal denominación suelen estudiarse los cuatro supuestos de
incrementos fluviales ya conocidos y regulados por el Derecho
romano como casos de accesión en favor de los predios a causa de
la aportación de las aguas o de las crecidas de los ríos: alluvio,
avulsio, alveus derelictus, e insula in flumine nata.

Si los supuestos de aluvión, avulsión, mutación de cauce o


formación de isla, se producen de forma natural, esto es, a
consecuencia de los propios fenómenos naturales (lluvia, deshielo,
etc.), las normas a aplicar con carácter general son las tradicionales
normas civiles. En cambio, si las modificaciones en la extensión de
las fincas de los territorios ribereños tuvieran lugar a consecuencia
de la intervención humana, el segundo inciso del artículo citado
dispone que respecto de "las modificaciones que se originen por las
obras legalmente autorizadas se estará a lo establecido en la
concesión o autorización correspondiente".

A) Aluvión y avulsión

En términos geológicos, se denominan terrenos de aluvión los que


quedan al descubierto después de las avenidas de agua . Por tanto,
el fenómeno físico del aluvión consiste en el incremento que pueden
sufrir los terrenos ribereños de los ríos a consecuencia del depósito
de los distintos materiales que puedan portar o arrastrar las aguas
fluviales en caso de crecida.

Jurídicamente, sin embargo, nuestro Código obliga a distinguir entre


los supuestos de aluvión y de avulsión. El primero de ellos quedaría
reservado a los casos en que el depósito de tierra o materiales se
produce de forma paulatina y constante, sin que exista propiamente
avenida de aguas; mientras que, por el contrario, las corrientes
torrenciales o las grandes avenidas podrían originar el supuesto de
avulsión.

En tal sentido, establece el art. 366 CC que "Pertenece a los dueños


de las heredades confinantes con las riberas de los ríos el
acrecentamiento que aquéllas reciben paulatinamente por efecto de
la corriente de las aguas". Por tanto, el posible aumento de la
extensión territorial de la finca lo hace suyo el propietario en virtud
de la accesión.
En cambio, los linderos físicos de las fincas propiamente dichos no
quedan afectados por la "subida" o "bajada" del nivel de las aguas
de los estanques o lagunas. Los dueños de las heredades
confinantes con estanques o lagunas no adquieren el terreno
descubierto por la disminución natural de las aguas, ni pierden el que
éstas inundan en las crecidas extraordinarias (art. 367). A la misma
conclusión ha de llegarse ahora en relación con los terrenos
adyacentes a los cauces de los ríos, según la Ley de Aguas que
dispone que "los terrenos que puedan resultar inundados durante
las crecidas no ordinarias de lagos, lagunas, embalses, ríos o
arroyos, conservarán la calificación jurídica y la titularidad dominical
que tuvieren". En cuanto al descenso de las aguas fluviales, ha de
tenerse en cuenta también la ley de Agua, que considera "Alveo o
cauce natural de una corriente continua o discontinua es el terreno
cubierto por las aguas en las máximas crecidas ordinarias". Siendo
así que los causes fluviales constituyen en todo caso dominio
público hidráulico del Estado, desapareciendo totalmente la
corriente de agua, el propietario de los terrenos ribereños no tiene
facultad de accesión alguna en relación con el cauce.

Como ya se ha indicado, la avulsión implica una extraordinaria


avenida de aguas que, violentamente (no, por tanto,
paulatinamente), provoque de forma brusca e irrefrenable la
separación o extirpación de un trozo de terreno o arbolado de una
finca para, aguas abajo, depositarlos en otra finca perteneciente a
distinto dueño.

Nuestro Código regula, respectivamente, ambos supuestos en los


arts. 368 y 369. En el primero de ellos establece el Código
(separándose de la tradición histórica) que "cuando la corriente de
un río, arroyo o torrente segrega de una heredad de su ribera una
porción conocida de terreno y la transporta a otra heredad, el dueño
de la finca a que pertenecía la parte segregada conserva la
:
propiedad de ésta".

Respecto del arbolado (o, debe entenderse, plantación en general),


el art. 369 dispone que "Los árboles arrancados y transportados por
las corrientes de las aguas pertenecen al propietario del terreno
donde vayan a parar, si no los reclaman dentro de un mes los
antiguos dueños. Si éstos los reclaman, deberán abonar los gastos
ocasionados en recogerlos o ponerlos en lugar seguro".

B) Mutación de cauce

El fenómeno consiste, obviamente, en la circunstancia de que las


aguas de un río varían su curso, se desvían del terreno que hasta
entonces ocupaban, pasando a anegar otras tierras. El Código Civil
regula la mutación de cauce en los arts. 370 y 372. Para el Código
Civil, los terrenos ocupados por el cauce abandonado acrecen, en
virtud de accesión, las fincas o heredades ribereñas, en
dependencia del supuesto de hecho concreto:

Si la finca ribereña ocupa ambos márgenes del cauce


abandonado, conforme a la primera proposición del art. 370, los
terrenos liberados pertenecerán al propietario de aquélla.
Si se abre un nuevo cauce en dicha finca (fenómeno nada
extraño, sobre todo en caso de largas sequías seguidas de
lluvias torrenciales), con abandono del anterior, respecto del
abandonado habrá de aplicarse lo establecido por el art. 370
(accesión a favor del propietario), mientras que los terrenos
ocupados por el nuevo cauce habrán de considerarse, de
dominio público, según establece el art. 372.
"Si el cauce abandonado separaba heredades de distintos
dueños -concluye el art. 370-, la nueva línea correrá
equidistante de unas y otras". Esto es, el cauce se dividiría
longitudinalmente entre los propietarios de las fincas de una y
:
otra ribera.

Probablemente la regulación civil se haya afectado por la Ley de


aguas, pues actualmente los cauces de las corrientes naturales,
sean continuas o discontinuas, constituyen siempre dominio público
hidráulico del Estado. Antes la accesión a favor de los propietarios
de los predios ribereños tenía lugar de forma indubitada.

C) Formación de isla

El posible debate sobre la accesión en relación con las islas


formadas ex novo queda limitado al supuesto de que su nacimiento
se produzca en los ríos que no sean navegables ni flotables. En
efecto, el propio art. 371 CC preceptúa que "Las islas que se forman
en los mares adyacentes a las costas de España y en los ríos
navegables y flotables, pertenecen al Estado".

Por otra parte, propiamente hablando tampoco existe, derecho de


accesión cuando la corriente de un río, al dividirse en distintos
brazos (caso típico de los estuarios o de los cauces con mínima
pendiente), produce la separación de porciones de una misma finca.
En tal caso, el art. 374 sigue reconociendo la propiedad del titular
originario de la finca. Para el caso de que el nacimiento de la isla
acaezca en los restantes ríos (sólo respecto de los tramos hasta
donde no lleguen las mareas) y se dé el supuesto de accesión, ha de
atenderse a lo establecido en el art. 373 CC: "Las islas que por
sucesiva acumulación de arrastres superiores se van formando en
los ríos, pertenecen a los dueños de las márgenes u orillas más
cercanas a cada una, o a los de ambas márgenes si la isla se hallase
en medio del río, dividiéndose entonces longitudinalmente, por
mitad. Si una sola isla así formada distase de una margen más que
de otra, será por completo dueño de ella el de la margen más
cercana".
:
6.2. Accesión de mueble a inmueble
El segundo gran grupo de supuestos a considerar en materia de
accesión viene representado por el hecho de que determinados
bienes muebles (materiales de obra, árboles o plantaciones, y
semillas o siembra: inaedificatio, plantatio y satio en las fuentes
romanas) se incorporen al suelo, bien inmueble por antonomasia. El
principio general que sienta el Código al respecto se formula en el
art. 358: "Lo edificado, plantado o sembrado en predios ajenos, y las
mejoras o reparaciones hechas en ellos, pertenecen al dueño de los
mismos (de los predios) con sujeción a lo que se dispone en los
artículos siguientes". Esto es, lo principal es el suelo y lo accesorio la
construcción, plantación o siembra llevadas a cabo en dicho suelo.
Por tanto, el propietario del terreno o dominus soli adquiere por
accesión todo cuanto a él se incorpora.

La posición del titular dominical del suelo se ve reforzada además


por la presunción establecida en el art. 359: "Todas las obras,
siembras y plantaciones se presumen hechas por el propietario y a
su costa, mientras no se pruebe lo contrario". Se presupone, pues,
salvo prueba en contrario, que el dominus soli ha realizado todas las
obras y plantaciones que recaigan sobre el terreno.

En el caso de probarse que la incorporación al inmueble fue


realizada por persona distinta al propietario del suelo, la pugna o
tensión de intereses entre ambas personas sigue existiendo, sobre
todo en el caso de que la actuación del incorporante haya sido de
buena fe. Por tanto, es necesario considerar los distintos supuestos
que puedan darse.

A) Suelo propio y materiales ajenos

Establece al respecto el art. 360 CC que "El propietario del suelo


:
que hiciere en él, por sí o por otro, plantaciones, construcciones u
obras con materiales ajenos, debe abonar su valor; y, si hubiere
obrado de mala fe, estará además obligado al resarcimiento de
daños y perjuicios. El dueño de los materiales tendrá derecho a
retirarlos sólo en el caso de que pueda hacerlo sin menoscabo de la
obra construida, o sin que por ello perezcan las plantaciones,
construcciones u obras ejecutadas".

El tratamiento legal de la cuestión es francamente criticable y parece


legitimar la intervención del dominus soli en la suerte y fortuna de los
materiales ajenos, extralimitando las consideraciones acerca del
valor de los bienes inmuebles hasta extremos difíciles de defender.

B) Materiales propios y suelo ajeno

El revés de la medalla del supuesto anterior se presenta en el caso


de que el dueño de los materiales sea quien, de buena o de mala fe,
adopta la iniciativa (desgraciada para él, como en seguida veremos)
de incorporarlos al suelo ajeno. Dada la prevalencia otorgada a los
bienes inmuebles, el Código reacciona con extraordinaria dureza (si
no saña) contra el incorporante, incluso en el caso de que haya
actuado de buena fe.

Actuación de mala fe. Si quien incorpora los materiales ha


actuado de mala fe, pierde irremisiblemente "lo edificado,
plantado o sembrado, sin derecho a indemnización" (art. 362),
pues todos los materiales los hace suyos en virtud de accesión
el propietario del suelo, si así le conviene o le interesa.
Actuación de buena fe. Incluso en el supuesto de que el
incorporante haya actuado de buena fe, el Código se pronuncia
abiertamente en favor del dominus soli, pues le atribuye la
iniciativa en la pugna de intereses establecida. Será el
propietario del suelo quien decida si hace suya la incorporación
:
realizada o, por el contrario, obliga a situarse al incorporante en
posición de comprador o de arrendatario:
Si el propietario del suelo opta por "hacer suya la obra,
siembra o plantación", habrá de abonar al incorporante sólo
los gastos necesarios y útiles (art. 361, por remisión a los
arts. 453 y 454).
Si el propietario del suelo, en cambio, opta por la otra
alternativa podrá "obligar al que fabricó o plantó a pagarle
el precio del terreno, y al que sembró, la renta
correspondiente" (art. 361).

Un caso particular de accesión es contemplado en la STS 39/2016


de 8 de febrero, en la que una copropietaria de una finca recibida por
herencia construye en la misma un edificio con dinero ganancial, con
lo cual podría decirse que construye en suelo parcialmente ajeno. La
construcción se lleva a cabo a la vista de todos los comuneros e
incluso con la participación activa de ellos. Cuando comparecen
todos para la aceptación de la herencia, el edificio de la actora, cuya
retención se discute, se encontraba ya terminado: procede que la
actora retenga el edificio levantado por ella hasta que se practique la
división de la finca común, en evitación de perjuicios irreparables
para quien ha obrado de buena fe inducida por el consentimiento de
todos los comuneros; una vez practicada la división de la cosa
común, el que adquiera la condición de titular de la finca o, en su
caso, de la parcela en que se encuentra ubicada la edificación,
podrá, por analogía, hacer uso de las previsiones que recoge el art.
361 CC.

De otro lado, la STSJ de Galicia 39/2016 de 31 de octubre, respecto


de bienes demaniales construidos en suelo ajeno de monte vecinal,
indica que no es el Ayuntamiento edificante a quien compete
ejercitar el derecho que el art. 361 CC reconoce exclusivamente a la
comunidad vecinal propietaria del terreno litigioso, el monte en mano
:
común […] y todavía menos, si cabe, imponiéndole a ésta hacer suyo
(previa indemnización) lo construido, por lo demás no susceptible de
apropiación particular al tener las edificaciones levantadas la
naturaleza de bienes de dominio público, con la consiguiente
cercenación de la otra opción que el precepto le reconoce, en
realidad la única que conserva la comunidad vecinal, y en cuya virtud
podría obligar al Ayuntamiento constructor a pagarle el precio del
terreno ocupado mediante su permuta en los términos del art. 8
LMVMC, a salvo la vía de su expropiación (art. 6 LMVMC) o la de
acordar uno y otro litigante su cesión (art. 5 LMVMC).

C) Suelo ajeno y materiales ajenos

Rizando el rizo de cuanto venimos viendo, ha de considerarse


finalmente el supuesto de que el incorporante, utilizando materiales
ajenos, actúe sobre suelo igualmente ajeno. El supuesto, sin lugar a
dudas, es sumamente raro en la práctica y no ha sido objeto de
aplicación por parte del Tribunal Supremo. No obstante, es objeto de
contemplación por el Código Civil en su art. 365.

6.3. La denominada accesión invertida o


construcción extralimitada
A) La construcción extralimitada y la inversión de las
reglas de accesión

En particular, el conflicto de intereses derivado de la construcción de


un moderno edificio de numerosas plantas (y, por tanto, de altísimo
valor económico), realizado básicamente en terreno propio, pero en
la que, actuando de buena fe el constructor, invada parcialmente una
parcela de terreno ajeno, plantea ribetes de difícil solución si ha de
atenderse exclusivamente a los criterios normativos expresamente
recogidos por el Código en el articulado que venimos analizando.
:
Habiendo sido construido el edificio principalmente en terreno
propio y siendo indivisible, la directa aplicación del art. 361 ("el
dueño del terreno en que se edificare, sembrare o plantare de buena
fe, tendrá derecho a hacer suya la obra, siembra o plantación, previa
la indemnización... o a obligar al que fabricó o plantó a pagarle el
precio del terreno, y al que sembró la renta correspondiente") ha
sido considerada inadecuada y, por consiguiente, la jurisprudencia
del Tribunal Supremo ha terminado por llegar a la conclusión de que,
frente a una laguna normativa, debía resolver ponderando los
intereses en juego y aplicando los principios que se deducen del
conjunto de los preceptos dedicados a regular la accesión y, en
particular, la accesión de mueble a inmueble.

Actuando así y manteniendo el valor del principio de que lo accesorio


sigue a lo principal , la jurisprudencia ha acabado por declarar que,
en realidad, en supuestos como los descritos (sumamente
frecuentes en la práctica, aunque sea por cuestión de metros) había
de entenderse que lo principal era el edificio y lo accesorio el suelo,
dando lugar a una composición de intereses que actualmente se
conoce con el nombre de accesión invertida o de construcción
extralimitada.

B) Requisitos de la accesión invertida según la


jurisprudencia del Tribunal Supremo

Los requisitos que deben darse en el caso litigioso para que se dé la


accesión invertida, son los siguientes:

1. Que el edificio se haya construido en suelo propio del


constructor (o edificante) y, en parte, en suelo ajeno: el
terreno ajeno ha de ser colindante o aledaño al propio del
constructor y, respecto de su extensión, no puede ser superior a
la propia del terreno perteneciente al constructor. Si únicamente
:
se han realizado tareas previas o preparatorias de la verdadera
edificación (movimientos de tierra o acopio de materiales, por
ejemplo) el propietario del suelo invadido puede detener el
efecto propio de la accesión invertida. Igualmente resulta
inaplicable la doctrina de la accesión invertida si el propietario
del suelo invadido se opone en cualquier momento inicial de la
construcción. Por contra deviene aplicable si el dueño del
terreno deja hacer y no se opone hasta que se encuentra
finalizada la construcción.
2. Que las dos partes del suelo formen con el edificio un todo
indivisible.
3. Que el edificio en su conjunto tenga un valor económico
superior al valor del suelo invadido (aunque a veces se dice
que ha de considerarse exclusivamente el valor de la parte del
edificio construida sobre el suelo ajeno).
4. Que haya buena fe por parte del constructor o incorporante:
se trata de un elemento primordial del supuesto de hecho, que
implica la ignorancia del constructor de que el suelo sobre el
que construye no le pertenece, por lo que, en caso contrario, no
puede darse la accesión invertida.
5. Inexistencia de relaciones contractuales entre constructor
y dueño del suelo parcialmente invadido: la STS de 1 de
febrero de 1979, apoyándose en la de 14 de junio de 1956,
establece que "la accesión invertida nada tiene que ver con las
obras y edificaciones realizadas por el arrendatario o el
usufructuario, que vienen reguladas por su específica
normativa..., ni con las llevadas a cabo por un adquirente del
predio en virtud de contrato extinguido por resolución".
6. Que no se haya perdido el dominio por prescripción. En tal
sentido, la STS 89/2010 de 25 de febrero, afirma que el
demandado, al oponer la existencia de prescripción adquisitiva
o usucapión, no pretende que se declare su propiedad sobre el
:
terreno y el edificio (que reconoce a favor de la comunidad de
propietarios) sino que, en referencia al efecto pasivo de la
prescripción (pérdida de dominio) alega que los actores no son
propietarios de la finca que dicen ya que claramente sus
antecesores en el dominio lo perdieron por prescripción.

C) Efectos de la accesión invertida: el pago del


terreno invadido

Ante la inexistencia de regla legal alguna sobre el particular, ¿como


habrá de valorarse el terreno invadido? ¿Habrá de pagar el
constructor únicamente el valor de la franja de terreno
indebidamente ocupada o habrá de indemnizar, además,
cualesquiera otros perjuicios?.

El Tribunal Supremo, acudiendo indistintamente al art. 1902 CC o a la


idea de equidad, ha acabado por considerar que la indemnización
"reparadora" a favor del dueño del terreno invadido, además de su
valor y de los correspondientes intereses legales, debe comprender
todos los daños y perjuicios que se le hubieran irrogado o "todo el
quebranto o menoscabo patrimonial que repercuta sobre el resto de
la finca a causa de la segregación producida" (STS de 26/04/2013,
entre otras).

No obstante, la STS de 8/11/1989 razona al respecto, que la


indemnización reparadora en estos supuestos de accesión invertida,
cuya regulación se debe al cuerpo jurisprudencial, ha de bascular
entre la posible codicia del dueño del terreno que por la constante
devaluación monetaria quiera beneficiarse de la revalorización de
terrenos por encima de esa inflación retrasando su reclamación y el
injusto enriquecimiento del constructor que viene poseyendo desde
un principio el terreno sin el menor disfrute del dueño del mismo,
que paralelamente se perjudicado por ello; y como quiera que esa
:
indemnización reparadora por tal circunstancia ha de comprender
todos los daños y perjuicios que además se le hubieren irrogado al
dueño del terreno.

6.4. Accesión de mueble a mueble


Los supuestos de posible accesión entre bienes muebles se
encuentran regulados en los arts. 375 a 383 CC, bajo la rúbrica del
derecho de accesión respecto a los bienes muebles. Según quiere la
tradición, dichos artículos, inspirados muy de cerca en las fuentes y
recopilaciones romanas, obligan a distinguir entre los supuestos de
unión (o adjunción), mezcla (también denominada confusión o
conmixtión) y especificación.

A) Unión

Conforme al art. 375, la unión o adjunción tiene lugar "Cuando dos


cosas muebles, pertenecientes a distintos dueños, se unen de tal
manera que vienen a formar una sola cosa ..." que sufriría detrimento
si se pretendiera recuperar la forma primitiva de sus componentes.
El art. 378 a su vez establece "Cuando las cosas unidas pueden
separarse sin detrimento, los dueños respectivos pueden exigir la
separación. Sin embargo, cuando la cosa unida para el uso,
embellecimiento o perfección de otra, es mucho más preciosa que la
cosa principal, el dueño de aquella puede exigir su separación,
aunque sufra algún detrimento la otra a que se incorporó".

En caso de resultar posible la separación de los componentes no


estaríamos frente a un problema de accesión, sino de eventualidad.
El problema básico que plantea la unión radica en determinar cuál de
sus componentes debe considerarse "cosa principal" y cuál "cosa
accesoria". A tal efecto, el Código utiliza diversos criterios:
:
El primero de ellos, recogido en el art. 376, consiste en reputar
cosa principal "aquella a que se ha unido otra por adorno, o
para su uso o perfección".
Semejante criterio puede resultar sumamente impreciso. Por
ello, en el artículo siguiente establece el Código que, en caso de
insuficiencia, será cosa principal "el objeto de mayor valor, y
entre dos objetos de igual valor, el de mayor volumen" (art.
377.1).
En todo caso, ejemplifica el Código "en la pintura y escultura, en
los escritos, impresos, grabados y litografías, se considerará
accesoria la tabla, el metal, la piedra, el lienzo, el papel o el
pergamino" (art. 377.2).

En consecuencia, posiblemente haya de considerarse como criterio


verdaderamente rector de la calificación de las cosas unidas el
referido al valor respectivo de ellas. Conforme a lo expuesto, la
atribución de la propiedad de la cosa resultante depende
naturalmente de la actitud o disposición con que haya actuado el
responsable de la unión:

1. Si la unión se produce sin intervención de mala fe por parte de


los dueños de las cosas unidas o con aquiescencia de ambos
(art. 379.3), el propietario de la principal adquiere, por accesión,
la accesoria, indemnizando su valor al dueño de ésta (art. 375).
2. Si el dueño de la cosa principal actúa de mala fe, el dueño de la
cosa accesoria "tendrá derecho a optar entre que aquél le
pague su valor o que la cosa de su pertenencia se separe,
aunque para ello haya que destruir la principal; y en ambos
casos, además, habrá lugar a la indemnización de daños y
perjuicios" (art. 379.2).
3. Si quien actúa de mala fe es el dueño de la cosa accesoria,
"pierde la cosa incorporada y tiene la obligación de indemnizar
al propietario de la principal los perjuicios que haya sufrido" (art.
:
379.1).

B) Mezcla o confusión

Bajo dicha denominación (o la de conmixtión) regula el Código el


hecho de que se produzca la mixtura de varias cosas pertenecientes
a diferentes dueños de forma tal que, una vez mezcladas, no
resulten separables. A tal efecto, es indiferente que se trate de
líquidos (diversas partidas de mosto o vino), áridos (trigo, cebada) o
de cualesquiera otros cuerpos sólidos (por ejemplo, aceitunas en la
almazara). Lo llamativo de la regulación ofrecida por los arts. 381 y
382 CC radica en que la mayor parte de los supuestos considerados
no generan realmente fenómeno de accesión alguno, sino al
contrario una situación de copropiedad ordinaria entre los dueños de
las diferentes partidas de cosas que han sido objeto de mezcla o
confusión.

La accesión únicamente se dará en el supuesto de que el


responsable de la mezcla obrara de mala fe (confundiendo,
supongamos, su propia cosecha con otra de notoria mejor calidad),
pues en tal caso el art. 382.2 establece que "perderá la cosa de su
pertenencia mezclada o confundida, además de quedar obligado a la
indemnización de los perjuicios causados al dueño de la cosa con
que hizo la mezcla".

Por el contrario, no habrá accesión, sino establecimiento de una


copropiedad sobre la masa común resultante de la mezcla, en los
siguientes supuestos:

1. Cuando ambos dueños, voluntaria y conscientemente (para


ahorrarse horas de molino, por ejemplo), llevan a cabo la
mezcla.
2. Cuando la mezcla se produce casualmente (art. 381) o, aunque
:
el Código no lo indique expresamente, a consecuencia del acto
de un tercero.
3. Cuando la mixtura sea resultado de la actuación de uno de los
dueños, pero obre de buena fe (art. 382 pr.).

C) Especificación

La especificación presupone que una persona, mediante su trabajo o


esfuerzo, modifica o transforma una cosa mueble perteneciente a
otra persona, dando lugar a la creación de una nueva especie, radical
o esencialmente distinta de la cosa matriz. El ejemplo tradicional y
por antonomasia del supuesto de hecho sería el caso de la escultura:
quien esculpe o talla un figura sobre un bloque de mármol o piedra
ajeno.

En la pugna de intereses entre el dueño de la materia utilizada y la


actividad que sobre ésta recae, el Código ofrece diversa solución
según la buena o mala fe de quien lleva a cabo la especificación
(denominado, si se desea, especificante) y, en caso de buena fe,
atendiendo al valor respectivo de la materia y de la cosa creada.

Actividad realizada de buena fe: aunque el especificante haya


actuado de buena fe, creyendo actuar sobre material propio y no
ajeno, si la materia utilizada tuviere mayor valor o fuere "más
preciosa" que la obra resultante, el Código opta por atribuir al
propietario de la materia la facultad de optar por una de las actitudes
siguientes:

"Quedarse con la nueva especie, previa indemnización del valor


de la obra", o
"Pedir indemnización de la materia" (art. 383.2), esto es,
atendiendo al valor de la materia antes de llevarse a cabo la
especificación.
:
Si, por el contrario, la obra ejecutada tiene mayor valor que la materia
utilizada (supuesto que resulta más frecuente), el especificante
"hará suya la obra, indemnizando el valor de la materia al dueño de
ésta" (art. 383.1).

Actividad realizada de mala fe: en tal caso "el dueño de la materia


tiene el derecho de quedarse con la obra sin pagar nada al autor, o
de exigir de éste que le indemnice el valor de la materia y los
perjuicios que se le hayan seguido" (art. 383.3). Se trata claramente
de una opción a ejercitar por el dueño de la materia, quien desde
luego no puede pretender, de forma simultánea, apoderarse de la
nueva especie y, además, reclamar la indemnización.

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