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JESÚS Y EL COMIENZO DE UNA NUEVA ETAPA DE LA HISTORIA

Jn 3:31-36

EL QUE DE ARRIBA VIENE, ES SOBRE TODOS; EL QUE ES DE LA


TIERRA, ES TERRENAL, Y COSAS TERRENALES HABLA; EL QUE
VIENE DEL CIELO, ES SOBRE TODOS. Y LO QUE VIO Y OYÓ,
ESTO TESTIFICA; Y NADIE RECIBE SU TESTIMONIO. EL QUE
RECIBE SU TESTIMONIO, ÉSTE ATESTIGUA QUE DIOS ES VERAZ.
PORQUE EL QUE DIOS ENVIÓ, LAS PALABRAS DE DIOS HABLA;
PUES DIOS NO DA EL ESPÍRITU POR MEDIDA. EL PADRE AMA
AL HIJO, Y TODAS LAS COSAS HA ENTREGADO EN SU MANO. EL
QUE CREE EN EL HIJO TIENE VIDA ETERNA; PERO EL QUE
REHÚSA CREER EN EL HIJO NO VERÁ LA VIDA, SINO QUE LA
IRA DE DIOS ESTÁ SOBRE ÉL.

Los comentaristas no se ponen de acuerdo en si es Juan el Bautista quien


continúa hablando en estos versículos o si estos constituyen un comentario
editorial del apóstol Juan (los escritores del siglo I no usaban comillas).
Pero como en el texto no se indica una ruptura en el pensamiento o la
continuidad, es mejor ver estos pasajes como la continuación de las
palabras de Juan el Bautista a sus discípulos. Juan da cinco razones para
que sus discípulos (y por extensión, todo el mundo) aceptaran la
supremacía absoluta de Jesucristo.

1. CRISTO TENÍA UN ORIGEN CELESTIAL (V. 31)


2. CRISTO CONOCÍA LA VERDAD DE PRIMERA MANO (V.32)
3. EL TESTIMONIO DE CRISTO SIEMPRE ESTÁ DE ACUERDO
CON DIOS (V. 33)
4. CRISTO EXPERIMENTÓ SIN LIMITACIÓN EL PODER DEL
ESPÍRITU SANTO (v. 34)
5. CRISTO RECIBIÓ TODA LA AUTORIDAD DEL PADRE (V. 35-
36)

CRISTO TENÍA UN ORIGEN CELESTIAL (V. 31)

EL QUE DE ARRIBA VIENE, ES SOBRE TODOS; EL QUE ES DE LA


TIERRA, ES TERRENAL, Y COSAS TERRENALES HABLA; EL QUE
VIENE DEL CIELO, ES SOBRE TODOS. (3:31)
El adverbio anōthen (de arriba) es la misma palabra traducida “naciere de
nuevo” en 3:3, 7, donde refleja el origen celestial del nuevo nacimiento.
Aquí se refiere a Cristo como el único que “descendió del cielo” (3:13; cp.
6:33, 38, 50-51, 58; 8:42; 13:3; 16:28; 17:8; 1 Co. 15:47; Ef. 4:10).

Como tal es sobre todos; Cristo es soberano sobre el universo en general y


sobre el mundo de los hombres en particular.

Juan el Bautista, en contraste, se declaró de la tierra, terrenal, uno q u e


cosas terrenales habla. A diferencia de kosmos (“mundo”), gē (“tierra”) no
conlleva implicaciones morales negativas; tan solo se refiere aquí a las
limitaciones humanas.

La predicación de Juan era audaz, poderosa, persuasiva, pero era “un


hombre enviado de Dios” (1:6). En contraste, Jesús era el Dios encarnado
(1:1, 14) y su testimonio de la verdad era infinitamente mayor que el de
Juan (cp. 5:33-36). Debido al origen celestial de Jesús, Él tenía que crecer
mientras Juan tenía que menguar.

CRISTO CONOCÍA LA VERDAD DE PRIMERA MANO (V.32)

Y LO QUE VIO Y OYÓ, ESTO TESTIFICA; Y NADIE RECIBE SU


TESTIMONIO. (3:32)

En el antiguo pacto, Dios habló “muchas veces y de muchas maneras en


otro tiempo a los padres por los profetas” (He. 1:1), siendo Juan el Bautista
el último y el más grande de todos. Pero en el nuevo pacto, Dios “nos ha
hablado por el Hijo” (v. 2).

 La enseñanza de Jesús es superior a la de cualquier otro porque su


conocimiento no es de segunda mano.
 Él es la fuente de la revelación divina.

Testifica con certidumbre (cp. Mt. 7:28- 29; Mr. 1:22, 27) lo que vio y
oyó en el reino celestial (cp. v. 31), Jesús le dijo a Nicodemo:

“De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos”


(Jn.3:11).

Después enseñó:

“El que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo
al mundo” (8:26).
Les declaró a los discípulos:

“Todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”


(15:15; cp. 8:40).

Aun los enemigos de Jesús reconocieron que “jamás hombre alguno ha


hablado como [Él]” (Jn. 7:46). Trágicamente, Juan se lamentaba, a pesar
de la proclamación poderosa y autoritativa de la verdad, nadie recibía su
testimonio. Haciendo eco a las palabras de Jesús sobre el mismo asunto
(3:11; cp. 5:43; 12:37), la declaración hiperbólica del Bautista enfatizaba
que el mundo en general rechaza a Jesús y su enseñanza. El apóstol Juan
habló ese rechazo en el prólogo de su Evangelio:

[Jesús], aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a


este mundo. En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero
el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron
(1:9-11).

Pablo escribió a los corintios:

“El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de
discernir espiritualmente” (1 Co. 2:14).

Los incrédulos rechazan voluntariamente el testimonio de la verdad de


Jesús porque están muertos en sus delitos y pecados (Ef. 2:1) y cegados por
Satanás (2 Co. 4:4).

EL TESTIMONIO DE CRISTO SIEMPRE ESTÁ DE ACUERDO CON


DIOS

EL QUE RECIBE SU TESTIMONIO, ÉSTE ATESTIGUA QUE DIOS ES


VERAZ. (3:33)

Habiendo declarado la regla general, Juan dio la excepción. Aunque la


mayoría de las personas rechaza el mensaje de Jesús, no todo el mundo lo
hace. Hay quienes aceptan su testimonio y creen en Él para vida eterna. En
el mundo antiguo, las personas ponían su sello a algo (a menudo con un
anillo de firmar; Gn. 41:42; Est. 3:10, 12; 8:2, 8, 10; Dn. 6:17) como
señal de aceptación y aprobación total.

Quienes reciben el testimonio de Cristo, atestiguan de este modo que Dios


es veraz cuando habla por medio de su Hijo, como siempre (cp. Jn. 17:17;
Ro. 3:4; Tit. 1:2) [N.T.: En la versión inglesa de la Biblia usada para
escribir el libro, la NASB, hay una referencia al sello en Juan 3:33. Por eso
la menciona aquí].

A diferencia de los maestros humanos, cuyas palabras a veces concuerdan


con la verdad divina y a veces no, Jesús siempre habló en completa
armonía con el Padre. Por eso, están engañados quienes profesan creer en
Dios pero rechazan a Cristo.

 Jesús es uno con el Padre (10:30).


 “El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió” (5:23)
 el Padre dijo del Hijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia; a él oíd” (Mt. 17:5).
 Él es “el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino
por [Él]” (14:6).
 Rechazar a Jesús es tachar de mentiroso al Padre (1 Jn. 5:10)
 No creer en Jesús es morir eternamente (Jn. 8:24).

CRISTO EXPERIMENTÓ SIN LIMITACIÓN EL PODER DEL


ESPÍRITU SANTO

PORQUE EL QUE DIOS ENVIÓ, LAS PALABRAS DE DIOS HABLA;


PUES DIOS NO DA EL ESPÍRITU POR MEDIDA. (3:34)

 Los profetas de antaño que hablaron por Dios eran guiados,


inspirados y recibían poder del Espíritu Santo;
 Juan el Bautista estaba “lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre
de su madre” (Lc. 1:15).

Con todo, la capacidad del Espíritu para darles poder estaba limitada por su
naturaleza humana, caída y pecadora.

 Pero Cristo, el que Dios envió (3:17; 4:34; 5:24, 30; 6:29, 38, 39,
44, 57; Mt. 10:40; Mr. 9:37; Lc. 4:18; 10:16),
 hablaba infaliblemente las palabras de Dios porque Dios le dio el
Espíritu sin medida (1:32-33; cp. Is. 11:2; 42:1; 61:1).
 No hay límites al poder del Espíritu que obra por medio suyo porque
“en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9).

CRISTO RECIBIÓ TODA LA AUTORIDAD DEL PADRE

EL PADRE AMA AL HIJO, Y TODAS LAS COSAS HA ENTREGADO


EN SU MANO. EL QUE CREE EN EL HIJO TIENE VIDA ETERNA;
PERO EL QUE REHÚSA CREER EN EL HIJO NO VERÁ LA VIDA,
SINO QUE LA IRA DE DIOS ESTÁ SOBRE ÉL. (3:35-36)

Este último punto declara explícitamente lo que los primeros cuatro


implican. Por causa del amor del Padre por el Hijo, le ha entregado
autoridad suprema sobre todas las cosas en la tierra y en el cielo (Mt.
11:27; 28:18; 1 Co. 15:27; Ef. 1:22; Fil. 2:9-11; He. 1:2; 1 P. 3:22).

Esa supremacía es un indicador claro de la deidad del Hijo. La afirmación


de Juan sobre la autoridad absoluta demostró su actitud humilde, aun
cuando su ministerio heráldico se desvanecía en el fondo. Juan se dio
cuenta de que su obra terminaría pronto y habría cumplido su misión en
esta tierra. De hecho, poco tiempo después, Herodes Antipas, gobernante
de Galilea, lo arrestó y le decapitó (Mt. 14:3-11). Pero antes de salir de
escena, Juan el Bautista hizo una invitación y una advertencia que no solo
logran llevarnos al clímax de este capítulo, sino al de todo su ministerio.
Como ya lo habían hecho:

 Moisés (Dt. 11:26-28; 30:15-20),


 Josué (Jos. 24:15), Elías (1 R. 18:21)
 Jesús (Jn. 3:18)

Antes, Juan estableció las dos únicas opciones disponibles para los
pecadores perdidos: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que
rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre
él”. La verdad bendita de la salvación es que el que cree en el Hijo tiene
vida eterna como una posesión presente, no solo como una esperanza
futura. Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y
cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha
pasado de muerte a vida” (5:24; cp. 1:12; 3:15-16;). Pero, por otra parte, el
que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida.

La relación de la creencia y la desobediencia es un recordatorio de que el


Nuevo Testamento describe la creencia en el evangelio como obediencia a
Dios, un elemento esencial de la fe salvadora (cp. Hch. 6:7; Ro. 1:5;
15:18; 16:26; 2 Ts. 1:8; He. 5:9; 1 P. 1:2; 4:17).

La aterradora realidad es que la ira de Dios (su desagrado establecido por el


pecado) está sobre los pecadores desobedientes que se niegan a creer en
Jesucristo. Tal como la vida eterna es la posesión presente de los creyentes,
la condenación es la condición presente de los incrédulos. Aquí la idea no
es que Dios condenará un día a los pecadores por su incredulidad
desobediente; ellos ya están en estado de condenación (3:18; 2 P. 2:9) y
solo la fe en Jesucristo los puede librar de ella.

La consecuencia final por negarse a creer será experimentar la ira de Dios


por la eternidad en el lago de fuego (Ap. 20:10-15). Pero fue para eso que
Dios envió a su Hijo como Salvador del mundo: para salvar de este destino
aterrador a los pecadores indefensos y perdidos (1:29; 3:17; 4:42; Mt.
1:21; Ro. 5:9; 1 Ts. 1:10; 1 Jn. 4:14).

De esta manera, Juan el Bautista declaró sin rodeos la soberanía y


supremacía de Jesucristo, recalcando que solo Él es capaz de salvar a los
pecadores de las consecuencias de la desobediencia.

Y lo que Juan proclamó con sus labios, lo mostró en su vida,


promocionando activamente el ministerio de Jesús, aun a expensas del
suyo. Así, el peso del testimonio de Juan se puede sentir aún hoy; es una
advertencia para que los incrédulos se arrepientan y sigan a Cristo, y un
ejemplo para que los creyentes busquen la gloria del Salvador en vez de la
suya propia.

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