que recién estoy naciendo. He caminado todo el día como un duende. He visto caras, ojos que me han visto. Me he puesto mi camisa y mis zapatos y he saludado a la gente que pasaba como si fuera un hombre acostumbrado. Pero bien sabes, abuelita, que recién estoy naciendo.
Ahora, aquí, a veces, soy sólo una angustia,
una angustia en un pan o en una maleta. Pero sonrío y miro la tarde y soy feliz. Y no me importa el cansancio porque vos me enseñaste a ser un canto.
Recién comprendo que me diste
tanta tentativa, tanto amor y tanta lucha. Pero bien sabes que recién estoy naciendo. Amaneciendo enfrente de las cosas. Ésta es la piedra, ésto el fuego, ésto un café delante, ésto una tarde que lastima, ésto una hora, un mes, una distancia, y ésto, una lágrima en algún jueves de abril.
Qué calma, abuelita,
qué paz cuando te hablo. Qué fuerzas para empezar el día desde las suelas. Creo que estoy creciendo. Gracias.