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Año 2021

Materia: Filosofía – TRABAJO PRACTICO INTEGRADOR (TPI)


Profesora: Noelia Báez

Punto 1: ¿en qué sentido la filosofía puede ser considerada un pensamiento problematizador?
1. Leer el siguiente texto

A pesar de que la filosofía existe desde hace muchos siglos, quizás desde el comienzo mismo de la
humanidad, es una disciplina que resulta difícil de definir. El filósofo inglés Anthony Kenny (1931) escribe, en
el Prefacio a su Breve historia de la filosofía occidental: “No es posible explicar por adelantado de qué trata la
filosofía. La mejor manera de aprender filosofía es leyendo las obras de los grandes filósofos”. Sin embargo,
todos tenemos, en general, alguna información sobre ella. ¿Quién no ha escuchado, alguna vez, llamar ‘filósofo’
a alguien muy distraído o que está como ausente en sus pensamientos? ¿Quién no tiene presente la imagen de
un hombre profundamente preocupado por cosas que se escapan a la experiencia cotidiana y que se complica la
vida con preguntas difíciles? Más todavía, ¿quién no ha presenciado la escena en que, frente a alguna idea un
tanto abstracta y relativa a la vida misma, aparece el comentario “ya te pusiste filosófico, vos”? Sin embargo, y
contrariamente a lo que estas ideas podrían sugerirnos, la filosofía está mucho más cerca de nuestro quehacer
corriente y diario, y somos mucho más filósofos de lo que generalmente pensamos. Veámoslo.
Un breve viaje a la fundación de la filosofía que nos recuerde su estirpe puede ser de ayuda. Se trata de una
actividad que, como disciplina y formalmente constituida, tiene su comienzo formal en Grecia, alrededor del
siglo VI a.C. Esto no quiere decir que antes los seres humanos no filosofaran, sino que es solamente a partir de
ese momento que la filosofía empieza a ser una actividad especializada y reconocida por sus cultores como una
disciplina diferente de otras ramas de la cultura o del saber. Como su nacimiento se dio en Grecia, es natural
que el término que la denomina provenga del griego: filosofía es un término compuesto por otras dos palabras
griegas: philos, que significa ‘amor’, ‘afección a’ (también ‘amistad’), y sophía, que quiere decir ‘saber’,
‘conocimiento’. Alguien que ama el saber –se supone– llegaría a su mejor momento sabiendo muchas cosas.
Pues bien, esto no es lo que le pasa a un filósofo, sino a un sabio, porque en realidad quien ama la sabiduría está
enamorado del saber, ávido de conocer, y siente necesidad de aprender siempre más; pero la definición no
dice nada sobre el darse por satisfecho con lo que ya se sabe. El filósofo no es un sabio –alguien que, de algún
modo, ya posee la sabiduría– ni un erudito, es decir alguien que intenta incrementar constantemente la cantidad
de datos o de información que posee, o especializarse en todas las ciencias y conocimientos. Un filósofo es
alguien que está siempre en actitud de aspirar a la sabiduría, que hace de la reflexión la actividad central de su
vida, que multiplica las preguntas sobre la realidad, el mundo y los seres humanos, en lugar de empeñarse en
responder y dar por cerradas o resueltas las cuestiones que lo preocupan. Un filósofo ‘reflexiona’, en el sentido
originario del término; es decir que se ‘flexiona’ sobre sí mismo, se vuelve sobre sí, se mira a sí mismo –y a sus
creencias y saberes– en actitud crítica. De manera que el interés principal del filósofo es plantear preguntas,
más que de responderlas. En verdad, en la disciplina filosófica es habitual que cada respuesta genere nuevos
interrogantes. Para decirlo sintéticamente, la filosofía es una actividad que se compromete con la
problematización de la realidad, de las acciones de los hombres, del orden de cosas dado y establecido. De
hecho, cerca de aquel remoto comienzo histórico, en el siglo V a.C. en Grecia, debido a su inquisidora actitud
cuestionadora, el célebre filósofo Sócrates (470 a.C. - 399 a.C.) fue repetidamente tildado de molesto,
precisamente por sus constantes interpelaciones a todo el mundo. Veamos el siguiente pasaje de Menón, un
diálogo escrito por su discípulo Platón (428 a.C. -347 a.C.) que, como casi todas las obras de este filósofo, tiene
a Sócrates como protagonista e interlocutor principal. Sócrates conversa aquí con Menón, e intenta que este le
dé una buena definición de qué es la virtud:

“Menón: —Y bien, Sócrates, antes he escuchado, incluso antes de acercarme a ti, que no haces
otra cosa que confundirte a ti mismo y hacer confundir a los demás; y ahora, según
efectivamente me parece, me engañas, me embrujas y sencillamente me encantas, de modo que
estoy lleno de confusión. Y me parece totalmente, si se me permite además bromear un poco,
que eres lo más similar en la forma y lo demás, al pez torpedo, el chato pez marino. Pues
siempre, al acercarse y tomarlo, él hace entorpecer, y tú ahora parece que has hecho en mí
algo similar; pues tengo verdaderamente entorpecidos el alma y la boca, y no puedo
responderte. En verdad, mil veces dije numerosísimos discursos sobre la virtud también para
muchos, y estuvo muy bien, según me parecía a mí mismo. Pero ahora no puedo decir en
absoluto qué es. Y me parece bien no querer navegar mar adentro ni alejarse; pues si hicieras
esto en tanto extranjero en otra ciudad, serías pronto despreciado como un hechicero.
Sócrates: —Pues eres un malvado, Menón, y por poco te burlas de mí.
Menón: —¿Qué dices, Sócrates?
Sócrates: —Conozco la causa por la que haces esta representación.
Menón: —¿Cuál crees que es?
Sócrates: —Para que yo, a mi vez, te haga una representación. Pues sobre los bellos yo sé que
se alegran de que los representen –pues les conviene. En efecto, las imágenes de los bellos son
bellas–, pero no haré una representación de ti. Y yo, si el pez torpedo se entorpece a sí mismo
en la circunstancia en que hace entorpecer a los demás, creo que soy igual a él; pero si no lo
hace, no. Pues no confundo a los demás estando yo mismo en una buena situación, sino que,
como yo mismo estoy absolutamente confundido, también hago confundir a los demás.
Efectivamente, ahora yo, acerca de la virtud, no sé qué es, y sin duda tú efectivamente lo sabías
antes de tener contacto conmigo, pero sin embargo ahora indudablemente eres semejante a
quien no sabe. Pues igualmente quiero analizar e investigar contigo precisamente qué es.”
(Platón, Menón).

El personaje Menón compara aquí a Sócrates con un “pez torpedo”, un pez que, levantando el polvo del fondo
del mar, oscurece el agua en que nada y no permite ver nada. En un paralelo con la visión física y la visión
intelectual –el ‘darse cuenta’ es ver con la inteligencia– queda claro que, en su cuestionamiento constante, el
filósofo viene no solo a incomodar a sus interlocutores, sino también a hacerlos dudar de aquello que pensaban
tener claro. La pregunta problematiza, pone en problemas a quien se enfrenta con los cuestionamientos. Esto es
así al menos por dos razones: en primer lugar, porque cuando no nos hacemos preguntas filosóficas –sobre la
vida, la muerte, la naturaleza de la buena acción, el sentido de la historia– tenemos la impresión de que sabemos
cómo son esas cosas; pero siempre que intentamos dar una explicación racional, argumentar sobre estas
mismas cosas, ya no resulta tan claro ni tan sencillo, parece que nos quedamos sin saber qué decir. Y, en
segundo lugar, porque esa falta de respuesta nos obliga a volver a pensar, reflexionar y buscar una explicación,
tal como le pasa a Menón respecto de la pregunta que le hace Sócrates: “¿qué es ‘virtud’?”. Es en este sentido
que debe entenderse entonces a la filosofía, como una actividad problematizadora, que pone en crisis nuestras
creencias heredadas.
Filosofía: “La filosofía es a la vez la más estimulante y la más decepcionante de las materias. Es estimulante
porque es la más amplia de todas las disciplinas, aquella que explora los conceptos básicos que recorren todas
nuestras formas de hablar y de pensar acerca de cualquier tema. Es más, puede uno dedicarse a ella sin haber
recibido ninguna formación ni instrucción especial previa: todo aquel que esté dispuesto a pensar a fondo y
seguir coherentemente una cadena de razonamientos puede hacer filosofía. Pero la filosofía es también
decepcionante porque, a diferencia de las disciplinas científicas o históricas, no aporta ninguna información
nueva sobre la naturaleza ni sobre la sociedad. La filosofía no trata de proporcionar conocimiento, sino
sabiduría, y su historia demuestra lo difícil que ha sido, aun para las mentes más poderosas, desarrollar una
visión completa y coherente. Puede decirse sin exagerar que ningún ser humano ha logrado todavía una
comprensión completa y coherente ni siquiera del lenguaje que empleamos para pensar nuestras ideas más
simples. No es casualidad que el hombre al que muchos consideran el fundador de la filosofía como disciplina
explícita, Sócrates, asegurara que la única sabiduría que poseía era el conocimiento de su propia ignorancia”.
(A. Kenny, Breve historia de la filosofía occidental)

2. De acuerdo al texto responder las siguientes preguntas:


a. ¿Qué significa la palabra filosofía?
b. ¿Qué es un filósofo?
c. ¿Qué lo diferencia de un sabio?
d. ¿la filosofía es algo que se estudia (se aprende solo leyendo) o algo que se hace (actividad)?
¿Por qué?

Punto 2: El problema gnoseológico. Clasificación de preguntas y configuración de las disciplinas


filosóficas.

1) Lean el siguiente texto


Ya dijimos que la filosofía es una actividad problematizadora, porque se formula preguntas y considera que
estas son más fundamentales que las parciales respuestas que los filósofos les den a lo largo de la historia.
Ahora llegó el momento de pensar un poco más detalladamente si cualquier pregunta es una pregunta filosófica,
o si hay ciertos requisitos que tal cuestión deba cumplir. Si al levantarme a la mañana me pregunto si debo
ponerme un abrigo o es mejor que me vista de manera liviana, o si es mejor que coma una fruta o una porción
de torta, sin duda estoy cuestionándome sobre mi acción. Sin embargo, estas preguntas, por sí mismas, no
constituyen ningún problema filosófico, ya que se refieren a cuestiones particulares y concretas que solo me
atañen a mí, en este particular instante. Y además porque, en general, no tienen ninguna relevancia para el
saber. Una pregunta filosófica no debe solo inquirir, sino inquirir de manera universal sobre cuestiones que
competen –o pueden involucrar– a todos los seres humanos. De hecho, cuanto más universal sea la formulación
de la pregunta, tanto mejor nos permitirá pensar filosóficamente un problema. Estas preguntas, que en el fondo
no son nuevas en cada época, sino que se han retomado y siguen retomándose desde la Antigüedad, y a partir de
perspectivas diferentes, pueden clasificarse y ordenarse y, a lo largo del tiempo, han configurado diferentes
ramas o subáreas de la filosofía. Evidentemente, no es lo mismo preguntarse ¿es posible llegar a conocer la
verdad? ¿qué es el conocimiento objetivo? o ¿percibimos los objetos tal como ellos son?, que formularse la
pregunta ¿qué es un hombre? ¿a partir de qué momento podemos considerar que hay vida en una gestación?, o
¿qué lugar ocupa la muerte en la existencia humana? Y si vemos claramente que las seis preguntas formuladas
no se refieren a lo mismo, sino que pueden diferenciarse dos áreas diferentes de la realidad, es porque estamos
empezando a ver que las primeras tres se refieren al conocimiento, mientras que las últimas aluden a nuestra
concepción sobre el ser humano.

Veamos cómo ha organizado sus preguntas la filosofía:


Gnoseología: este término proviene del griego: gnoseo, que significa “conocimiento”, y logía, que proviene de
lógos y que significa “discurso” o “argumento”. Se trata, entonces, de la rama que hace preguntas acerca de
cosas relativas a nuestro conocimiento: ¿es posible el conocimiento? ¿cuál es el límite del conocimiento
humano? ¿de dónde obtenemos nuestro saber (de los sentidos, del pensar)?
Estética: el término proviene del término griego aísthesis, que hace referencia a lo que se percibe con los cinco
sentidos. Con el tiempo, lo “estético” fue adquiriendo un significado más abstracto, y comenzó a designar lo
relativo a la naturaleza de lo bello, ya que a través de nuestras percepciones sensibles se generan afirmaciones
sobre la belleza, en las cuales ponemos en juego nuestros valores. Trata de dar cuenta de preguntas como ¿qué
es la belleza? ¿cómo determinamos los valores estéticos? o ¿cuándo decimos que un objeto es una obra de arte?
Ética: el término proviene del griego êthos, que significa “costumbre” o “hábito”, porque esta rama de la
filosofía reflexiona sobre la conducta humana. Es una de las sub-áreas que ha preocupado y que preocupa más a
los filósofos de todos los tiempos: ¿cómo se debe obrar? Esta pregunta implica siempre la consideración del
otro, de otro ser humano, de otro individuo, semejante, y afectado por nuestras acciones (o la ausencia de tales
acciones). Preguntas tales como ¿qué es el bien? ¿qué son los valores? ¿qué es una norma moral?, son preguntas
que atañen a la ética. Suele decirse que la ética reflexiona sobre la moral, es decir sobre el conjunto de normas y
valores que rigen en la sociedad en la que vivimos. Una cosa es no robar o no mentir, y otra diferente es
reflexionar sobre por qué no mentir o no roblar, es decir, sobre la naturaleza de los principios que ponemos en
juego en cada una de las normas morales que, conscientemente o no, seguimos. La actividad teórica –la
reflexión, el pensamiento– sobre la acción humana constituye la ética. Puesto que se refiere a la acción, ella se
enmarca en la filosofía práctica.
Antropología filosófica: el término “antropología” está formado por dos palabras griegas: ánthropos, que
significa “hombre”, y -logía; en este caso, se trata de una reflexión sobre el hombre. Pero, ¿en qué sentido la
antropología filosófica reflexiona sobre el hombre? No como las disciplinas científicas –tal como la psicología,
la medicina, etc.– sino cuestionándose qué constituye al hombre en el sentido más profundo, cuál es la esencia
humana, lo propiamente humano: ¿qué cosas tiene que tener un ser para ser un hombre?, es decir ¿qué es un
hombre? Cada una de las posiciones en debates tan actuales como la despenalización del aborto o la ley de
eutanasia, que toman partido acerca de cuándo comienza propiamente la vida humana y dónde comienzan
nuestros derechos para decidir su final, suponen un cierto concepto de hombre. Es precisamente de este del que
se ocupa la antropología filosófica. (No debe entonces confundirse esta rama de la filosofía con la antropología
cultural o con la antropología científica; estas últimas se encargan del hombre, pero tomado en sus cambios
mórficos (desde el Australopitecus hasta el Homo Sapiens Sapiens), y de las variaciones que ha tenido, desde
los primeros vestigios de que el hombre existe, su cultura material y simbólica).
Filosofía política: cuando observamos que los seres humanos, hasta donde sabemos, hemos vivido siempre en
comunidades, siempre hemos debido organizarnos políticamente de alguna manera; por ello nos preguntamos
por la naturaleza política que nos constituye. Esta rama de la filosofía se pregunta ¿qué es un sujeto político?
¿quiénes son considerados legítimos sujetos políticos en la sociedad? ¿por qué el ser humano tiene necesidad de
organizaciones políticas? ¿cómo deben estar conformadas tales organizaciones para garantizar la justicia? Es
importante tener en cuenta que estas preguntas, que son propiamente del campo de la filosofía política, suponen
siempre un concepto de hombre, es decir que en su base encontraremos una antropología filosófica más o
menos explícita por quien piensa sobre la política. Por ejemplo, a la pregunta de por qué es necesario vivir bajo
un orden político, un filósofo podría responder “porque el hombre es malo por naturaleza, es egoísta y produce
constantemente estados de guerra; por lo tanto necesita leyes y una organización civil para vivir en paz”; pero
otro podría responder, en cambio, “porque solo mediante mejores organizaciones manifestamos nuestra
naturaleza esencialmente racional”. Como se ve, una respuesta supone que lo propio del ser humano es
comportarse como bestias feroces; la otra, contrariamente, que su carácter distintivo es la racionalidad y el
diálogo.
Filosofía de la historia: para los filósofos que han planteado cuestiones de filosofía política, ha resultado difícil
no observar y reflexionar sobre la historia. En este sentido es que esta rama de la filosofía se ha vuelto
importante para analizar cómo el ser humano se ha visto a sí mismo en una dimensión diacrónica, es decir a
través del paso del tiempo. La concepción de la historia como un encadenamiento necesario y dialéctico de
procesos, típicamente Moderna, ha dado lugar a desarrollos esenciales en esta área de la filosofía. Preguntas
tales como ¿existe una relación necesaria entre los hechos históricos? ¿qué lugar ocupa el hombre en el
desenvolvimiento de tales hechos?, son nodales a esta rama.
Metafísica: es la rama de la filosofía relativa a lo que trasciende lo manifiesto a los sentidos.
Etimológicamente, también proveniente del griego, significa “lo que está más allá de la física”, es decir lo que
se escapa a nuestra percepción sensible y a lo propio de la naturaleza. Es por eso que las preguntas de la
metafísica son sumamente abstractas y generales; por ejemplo ¿qué es la existencia?, ¿qué es el ser?, ¿existe
Dios?, ¿existe la “realidad”? En cierto sentido, la metafísica coincide con la ontología, que significa literalmente
disciplina que se ocupa de lo que es (o de los entes); sin embargo el campo de la metafísica (que significa
literalmente lo que está más allá de la naturaleza) es más amplio, ya que toda metafísica supone una cierta
ontología (una cierta decisión sobre qué es o qué no es real; qué existe y qué no existe), pero no viceversa: si
una ontología supone que solo existen los seres naturales, y que nada fuera de ese límite tiene existencia, la
metafísica no tiene allí cabida.
La lógica es también una rama sumamente importante de la filosofía. En rigor, la lógica es un instrumento
fundamental –de hecho, los escritos aristotélicos sobre lógica están reunidos bajo el nombre de Organon, que
quiere decir “herramienta”, “instrumento” o “útil”– que utiliza la filosofía para argumentar correctamente.
Como la única forma de comunicar en filosofía –en general, en casi todas las áreas del saber– es la palabra y la
reflexión ordenada, la lógica, que estudia las formas correctas e incorrectas de inferencia y deducción, y
también la legitimidad de un valor de verdad o de falsedad, es una aliada fundamental de todas las disciplinas
filosóficas y científicas. Estas son las sub-áreas centrales de la filosofía.

Actividad:

2) Determinen qué rama de la filosofía se ocupa de las problemáticas incluidas en los textos siguientes.
Fundamenten su elección.

a. La estrecha relación que existe entre el pensamiento y el lenguaje ha originado la admisión de las ideas
generales como ciertas, ya que nos valemos de palabras generales para comunicarnos. No obstante, es una
ilusión. Es necesario sustraer los principios del conocimiento a la confusión creada por las palabras, porque, de
no hacerlo así, caeremos en el más lamentable error (G. Berkeley).

b. En toda acción y decisión [el bien] es el fin, pues es con vistas al fin como todos hacen las demás cosas. De
suerte que, si hay algún fin de todos los actos, este será el bien realizable, y si hay varios, serán éstos (...) Por
consiguiente, si hay solo un bien perfecto, ése será el que buscamos, y si hay varios, el más perfecto de ellos
(Aristóteles).

c. El hombre es el único que no solo es tal como él se concibe, sino tal como él se quiere, y como se concibe
después de la existencia, como se quiere después de este impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa
que lo que él se hace. Este es el primer principio del existencialismo. (...) Pues queremos decir que el hombre
empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un porvenir, y que es consciente de
proyectarse hacia el porvenir (J.-P. Sartre).

Punto 3: Ética

Todos reconocemos a la Ética cuando hablamos de esta disciplina filosófica, porque llevamos una especie de
brújula interna que nos dice cómo debemos actuar, que hacer y que no y cuáles son los modos de
comportamiento que la sociedad espera de nosotros y los comportamientos que esperamos en ella.

Leer el siguiente texto:


Juan conduce su auto rumbo a Aeroparque porque acaban de comunicarle que su padre, internado en un hospital
en Salta, está muy grave y quiere verlo antes de morir. Juan debe tomar el único avión que lleva a Salta ese día.
De pronto se cruza un niño en su camino y Juan lo atropella. Detiene su auto y advierte que el niño está herido;
piensa que si no lo atienden rápidamente quizá se agrave; mira a su alrededor y advierte que nadie está pasando
por allí. Pero sabe que, si pierde el avión a Salta, no llegará a tiempo para ver a su padre. Este caso constituye
un dilema, esto es, una situación en la que hay varias opciones para la acción y no resulta claro para los
protagonistas cuál deben elegir. Además, es un dilema moral, porque lo que haga Juan podrá ser considerado
bueno o malo tanto por él mismo como por otras personas.
En principio podríamos señalar las siguientes resoluciones posibles del dilema:
Resolución nº.1: Juan recoge al niño y lo lleva al hospital. Pero al llegar al Aeroparque el avión ya ha partido y
no llega a tiempo para despedirse de su padre.
Resolución nº.2: Juan deja al niño y se dirige al Aeroparque. Allí toma el avión, viaja a Salta y llega a tiempo
para despedirse de su padre.
¿Qué harías vos? Profundizaremos el asunto realizando la siguiente actividad:
A) Responda a las siguientes consignas:
1) ¿Qué crees que debería haber hecho Juan? Explica por qué.
2) Las razones que mencionaron en 1. ¿corresponden a algún código de conducta que conocen (una
confesión religiosa, un código legal, los principios aceptados en su familia, etc.)? Si es así, indique a cuál o
cuáles corresponden.
3) ¿Le parece que Juan pudo elegir libremente sus acciones o se vio forzado por causas ajenas a su voluntad
(el destino, una cierta personalidad, la voluntad divina, etc.)? ¿Por qué?
4) Vuelvan a su respuesta a la consigna 1. ¿Les parece que si Juan hubiera actuado de modo diferente al
que propusieron habría procedido mal? Ya sea que contesten afirmativa o negativamente, ¿por qué lo creen?

Al intentar responder a las preguntas anteriores habrán advertido que no es fácil hacerlo: podrá haber
discrepancias entre sus respuestas y las de otras personas y habrá argumentos que avalen unas y otras. Esto
se debe a que las cuestiones morales que aquí están en juego suelen ser complejas, y, como tales, de difícil
resolución.

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