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fin de fiesta

Dormir entre ceniceros no les borro la sonrisa, si, un poco, les


ensucio los dientes, que eran velas de navíos viento en popa y se
propulsan a fuerza de manchas como el tiempo es empujado por los
recuerdos. La almohada que consultaban, durmiendo de día, era el
piso del que salían, haciendo ruido, plantas hijas de fruta, y los
sueños eran verde delirante.
Bostezó por quinta vez, se dio vuelta y lo miró de reojo para siempre.

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