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Ariana Azul Morales – Taller de Expresión III – Primer trabajo práctico

Volver a casa

El costo de vivir en una incertidumbre eterna. El tiempo corre, poco se mantiene. Hace un
año y un poco más, ¿en qué punto creía estar la sociedad? El pasado 20 de Marzo se
cumple un año del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio en Argentina, la cuarentena
estricta. Algunos podrán identificarlo como simplemente el fulgor de la responsabilidad y
el cuidado hacia el prójimo, otros podrán recordarlo casi como flashes de guerra. Lo que
empezaba como un virus desconocido en la otra punta del mundo, pasó de ser una
“gripecita” con tono brasileño, hasta ser diagnosticada como una pandemia. Probablemente
pocos habían entrado en el concepto puro de esta palabra, y hoy por hoy, está tan arraigada
a la cotidianeidad que se la reconoce como propia.

Para Marzo: el sentimiento de novedad y la desestimación de algunos, las últimas fiestas,


los últimos viajes en colectivo y nuevos filtros en Instagram dibujando irónicos barbijos
sobre los rostros de la gente, que hasta un año después y quién sabe cuánto tiempo más, es
obligatorio usar. La situación que se percibía palpable en el aire, y los casos aumentando
escalonadamente hasta llegar al primer pico cerca de Agosto. Las conclusiones de la
sociedad eran convergentes en un mismo punto: nadie tenía ninguna seguridad. Paranoia…
y esperanza. Contrastes puros sobre las calles: gente sin barbijo cuando en Octubre se llegó
a la máxima de casos con más de 15.000 por día, y por otro lado, los voluntarios de las ollas
populares que priorizaron la solidaridad.

Hay cierto concepto del tiempo colándose sobre los dedos como granos de arena, filosofar
sobre la efimeridad de lo que nos rodea. Con el pasar de los meses, algunas certezas se iban
anclando al discurso popular y otras dudas llegaban para quedarse. A lo largo del tiempo, se
comenzó a percibir cierta comunión en el sentimiento compartido: la duda, la paranoia, los
estragos de cada sentimiento creaba otra mella al saber que, al salir a la calle, todo el
mundo pasaba por un proceso parecido. Un año que llevó a repensar cuestiones, a
manejarse con otro estilo de vida, mientras algunos otros aspectos nunca cambian, como la
no tan visible lucha por las vacunas y el siempre triunfo de quienes conquistan con poder.
En cierta manera, la pandemia y el año que pasó fue algo a lo que ningún individuo, cerca o
lejos, parecido o diferente a uno, ha podido escapar. Y también, en cierta manera, pasó a ser
una gran metáfora de la vida humana: en puntos álgidos, reconocemos lo mejor y lo peor de
la humanidad.

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