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EL TEATRO ANTERIOR A 1939.

TENDENCIAS, AUTORES Y OBRAS


PRINCIPALES

La pérdida de las últimas colonias de España (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) influye de
forma determinante en el teatro de preguerra, puesto que la mentalidad española se orientó hacia el
pesimismo, la evasión y el existencialismo, guardando cierta relación con las filosofías vitalistas e
irracionalistas en voga (Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard), como queda reflejado en la
Generación del 98 o en el Modernismo. En España otros hitos históricos a tener en cuenta será el
exilio de Alfonso XIII y la II República hasta el levantamiento militar por parte del bando falangista
y nacionalista dirigidos por Francisco Franco, lo que provoca la Guerra civil (1936-1939).
Antes de pasar revista a la trayectoria del teatro de la época que nos ocupa, conviene
considerar brevemente las particulares circunstancias que confluyen sobre este género. El
empresario busca una rentabilidad económica donde no cabe la experimentación, por lo que no
puede adoptarse los grandes avances tecnológicos que se habían conseguido a finales del XIX en
Europa y que allí continuarían en los primeros años del XX, pues prefieren dar al público lo que les
gusta.
Podemos clasificar entonces el teatro en dos grandes bloques: el teatro comercial y que
triunfa y el teatro innovador, rechazado por el público y los empresarios.
Respecto al teatro que triunfa, entra en escena el Premio Nobel Benavente y la comedia
burguesa. Es el autor de más larga y continuada presencia en el teatro español de la primera mitad
del siglo XX. El sector tradicionalista que había aplaudido a Echegaray encontró en la “comedia
de salón” de Benavente el tipo de teatro ideal, con el logro de una evolución formal e ideológica,
pero respetuoso con los principios que aseguraban su posición. Está fundamentado en una actitud
crítica de la sociedad burguesa y aristocrática y toma como método la frase ingeniosa cargada de
ironía. La primera obra, Nido ajeno, suscitó un malestar entre los espectadores a causa de la crítica a
unos principios y costumbres plenamente vigentes que supera lo tolerable. Esto supuso un fracaso
estrepitoso, por lo que, aprendida la lección, Benavente supo encontrar el punto crítico adecuado,
sacrificando las posibilidades del conflicto dramático y las de sus personajes, siendo ajeno a los
nuevos movimientos teatrales europeos ignorando las estéticas vanguardistas de los años
posteriores. Quizás hoy día, las únicas obras salvadas por la crítica sean Los intereses creados y La
malquerida.
De los autores que siguieron su escuela destacaremos Martínez Sierra con Canción de
cuna. También cabe destacar a Millán Astray La tonta del bote.
Dentro del teatro que triunfa nos encontramos con el teatro poético. En la primera década
del XX vuelve a surgir este tipo de teatro, de signo antirrealista y en conexión con la estética
modernista, sobre todo al principio. Dentro del teatro poético destacará el teatro histórico en
verso, aunque no el único, pues junto a él prolifera el drama rural en verso.
Entre otros autores destacaremos a Eduardo Marquina, autor de obra fecunda que cultivó
tres géneros principales: el drama histórico en verso Las hijas del Cid; la comedia realista en
verso Alondra; el drama rural en verso Salvadora. Otro autor importante es Villaespesa con
Aben Humeya. En este apartado se suelen incluir las siete obras de los hermanos Machado
destacando La Lola se va a los puertos.
Asimismo del gusto del público fue el teatro popular que transita entre la comedia de
costumbres al teatro lírico. En este apartado nos referiremos al intento llevado a cabo de construir
una fórmula dramática que desarrolle los elementos del teatro musical (zarzuela) y, sobre todo, del
llamado “género chico” (sainetes en un acto con parte dialogada, alternado con números
musicales), que logró gran popularidad a finales del XIX con obras como La verbena de la Paloma.
La figura más representativa dentro de este grupo será Carlos Arniches que se consagra
con la obra El santo de la Isidra, el cual se abre a dimensiones más amplias que las propias del
sainete. Sus sainetes más famosos fueron El puñao de rosas; El amigo Melquiades, la mayoría de
ellos convertidos a zarzuelas o sainetes musicales.
Dentro de este apartado no podemos olvidar a los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez
Quintero cuya obra es amplísima. Su fecundidad está ligada a una concepción del teatro como
consumo y como una inmediata identificación de autor y público (enredos amorosos y chiste fácil)
Otra figura relavante fue Pedro Muñoz Seca, que conquistó una enorme fama y
popularidad. En su obra pueden distinguirse tres tipos: la comedia de costumbres sentimental el
conflicto de Mercedes; la parodia literaria La venganza de don Mendo. Destaca en su contribución
al el astracán, obras basadas en el chiste y la comicidad, que ralla al absurdo y al disparate.

Al margen de este teatro de éxito se halla el teatro innovador. La minoría pequeño-


burguesa accedió a la cultura europea bajo las libertades públicas y las directrices culturales de la
Institución Libre de Enseñanza. Se intentó buscar una renovación teatral que integrara nuestra
escena en la marcha del teatro de otros países. El rechazo radical de los circuitos comerciales hizo
que la mayoría de las obras de este periodo no subieran al escenario en su momento o que solo se
representaran una vez. Hay que distinguir dos momentos: la Generación del 98 y la Generación del
27. La mayoría de ellos no hicieron nada por conseguir el favor del público, y muchos de ellos
renunciaron a ver sus obras en cartel.
A este fin estaban destinados los esfuerzos de “La Barraca” de Lorca, “El caracol” de
Rivas Cheriff o “La misiones pedagógicas” subvencionadas por el Gobierno de la República. Hay
que añadir que estas campañas de orientación dramática moderna lograron interesar a muchos
hombres y mujeres de teatro que apoyaron esta opción, como Martínez Sierra, Santiago Artigas o
Margarita Xirgú, entre otros.
Respecto al teatro de los miembros de la Generación del 98. Unamuno, por ejemplo,
escribió piezas para teatro que eran una continuación de su trabajo artístico e intelectual. A estas
piezas traslada su temática literaria y filosófica: la muerte y la angustia de la desaparición total, el
problema de la personalidad, el tema de la identidad y la soledad en su aspecto más trágico. Entre
sus obras destacan Fedra; La esfinge.
Por su parte, Azorín abordó el género dramático con la pretensión específica de llevar a
cabo una experiencia de renovación teatral antinaturalista, apartándose voluntariamente de la
realidad, dando lugar a un teatro antirrealista, abierto a la subjetividad y al subconsciente, en
definitiva, en la línea del Surrealsimo que ocupaba los escenarios europeos. Destacan entre sus
obras Old Spain; Brandy mucho brandy.
Caso aparte es el teatro de Valle Inclán. Su obra está presidida por una firme voluntad de
renovación técnica, formal y temática. Fue un teatro tan nuevo para su momento que en España no
encontró el eco que debió tener y permaneció desconocido del gran público y alejado de los
escenarios hasta más de cuarenta años después de haberse escrito. Inventa una nueva dramaturgia,
una nueva concepción de lo dramático y una nueva utilización del espacio escénico, adelantándose
en gran parte al nuevo teatro europeo de vanguardia, épico o del absurdo. En su teatro se observan
tres etapas o ciclos: mítico Comedias bárbaras; farsa Farsa y licencia de la reina castiza y
esperpéntico Luces de bohemia y la trilogía Martes de Carnaval.
Nos detenemos en el ciclo del esperpento, este se abre con Luces de bohemia. Esta obra
consiste en un paseo por Madrid de los años 20 en cuyo laberinto grotesco nos conduce un héroe
clásico degradado (Max Estrella), cuya “mala estrella” le ha colocado en el universo, también
degradado, de la bohemia trágica que no es la bohemia disparatada y benévola en que pierden su
tiempo el coro de poetas modernistas. Muchos críticos opinan que más que un género se trata de
una técnica literaria distinta que irá perfeccionando a lo largo de su obra. Sea como sea, estos
críticos señalan entre sus características lo grotesco como forma de expresión, la deformación
sistemática de la realidad, el uso de un código doble (bajo el tono de burla y caricaturesco hay un
significado profundo y cargado de crítica) y el empleo de recursos múltiples para conseguir
contrastes violentos.

Pasando revista al teatro de la Generación del 27 nos encontramos con su máximo


exponente Federico García Lorca. Su teatro raya a una altura pareja a la de su obra poética y
constituye una de las cumbres de la dramática española moderna. Lorca fue un hombre plenamente
consciente de su arte, concretamente las ideas que él expuso sobre su teatro, sobre su carácter
literario y su valor poético.
Muchos críticos establecen como idea central de sus obras, bien el amor imposible o
frustrado, bien el conflicto entre el deseo y la realidad, bien la libertad versus la autoridad.
Cualquiera de estas formulaciones puede ser válida, pues el deseo de realización personal de sus
héroes (heroínas, mejor dicho) se muestra siempre bajo el aspecto amoroso, y su libertad en este
sentido está condicionada constantemente por causas sociales. Los personajes femeninos ocupan el
centro de su dramaturgia, y es que al ser un teatro inspirado en el pueblo español con las costumbres
de su propia época, Lorca comprendió que la mujer, marginada y utilizada sistemáticamente por
una sociedad patriarcal y machista puede encarnar más dramáticamente ese ansia de libertad y
realización al que aludimos. El lirismo es un componente básico de las obras lorquianas, tanto las
escritas en verso Mariana Pineda o El maleficio de la mariposa o las escritas en prosa La casa de
Bernarda Alba.
Su evolución puede descubrirse de la siguiente manera: su primer ensayo dramático fue El
maleficio de la mariposa obra de juventud que en cierta medida emparenta con el romanticismo
atenuado y el simbolismo. De “romance popular en tres estampas” califica a Mariana Pineda. Esta
obra abre camino al éxito de nuestro gran autor. Le siguen el ciclo de las farsas Tragicomedia de
don Cristobal y la señá Rosita; Retablillo de don Cristobal; La zapatera prodigiosa; Amor de don
Perimplín con Belisa en su jardín.
Otra etapa podíamos denominarla como vanguardista (experimentos surrealistas).
Lorca se interesa por el teatro en los primeros años de la República, tras su vuelta de Nueva York y
a raíz de su trabajo en “La Barraca” intenta innovar la esencia del teatro a través de las influencias
europeas. Destacan Así que pasen 5 años y El público. Obras en la que la sucesión de símbolos y de
cuadros no parecen responder a un plan preconcebido, en las que el tiempo transcurre de una forma
extraña y misteriosa.
Pero, quizás sean las tragedias de ambiente rural la más aplaudidas, representadas y
admiradas por la crítica y el público: Bodas de sangre; Yerma; La casa de Bernarda Alba; Doña
Rosita la soltera. En la primera, Lorca inicia un tipo de drama popular de dimensión trágica,
resultado de la síntesis de realismo y poesía, en la que trata la historia de un amor imposible por
causa de las estructuras sociales que los personajes tratan de romper desesperadamente. Con
respecto a Yerma solo indicar que trata de la tragedia de la mujer estéril, en la que no existe un
argumento como tal, sino el desarrollo psicológico de un personaje cuya preocupación por no tener
hijos se convierte en una obsesión y llega al extremo de asesinar a su propio marido cuando
descubre que es él el que no puede ofrecérselos. Con Doña Rosita va más allá del drama individual
de una señorita de provincias para constituirse en crónica patética del derrumbamiento de una clase
social que muere por instinto de conservación de unos principios ya obsoletos.
Por último, La casa de Bernarda Alba se trata de la historia de las mujeres de los pueblos
de España. Obra que recoge las grandes obsesiones del autor: el marco cerrado, el luto impuesto y
la prohibición de salir, marcan aún más el carácter despótico y autoritario de Bernarda, en la que
muchos ven una representación del Estado.
Otros autores que adquirieron una mayor importancia en las décadas siguientes al 36,
aunque comenzaron a escribir en estos años que nos ocupan fueron: Rafael Alberti La pájara
pinta; Alejandro Casona Nuestra Natacha; La sirena varada; Max Aub Espejo de avaricia;
Jardiel Poncela Usted tiene ojos de mujer fatal o Miguel Mihura Tres sombreros de copa.

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