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Ana, gverdad? Francisco Hinojosa tustraciones de Juan Gedovius {oajendo} loqueleg ANA, {VERDAB? Selene ences Hj, 200 Ana, ¢verdad? © Dele limtranes. Jean eda, 000 Obeenacicion Francisco Hinojosa 2017 Senkilan del Pcie S.A, Eons. & “Andrés Bello 2299 piso 10, oficinas 1001 y 1002 Dieectsiaeiea pa us Providecia, Satiagn de Chile Fore (6) 2344 2000, “let (56 223843060 Codie Postal 7913808, sro cantina Inmpreaoen Chile Priced in Chile Primera edicin: agosto de 2017 Dinechn de Are Jove Crespo y Rosa Marin Proyecto grco Maricol De Borgo, Rubén Chum y Jus Ortega Impede por CyC Impresres Lda ‘Td lo derechos reeevadn Esta publiaciin no puede ser reroducida, ni en todo ni en parte i repstrada en, 0 transmit por, wun aatems de reeupeacion de Informacin, en ninguna forma ni por aingén medio, res macénic, foroquimice, electronica, magnétco, electrooptic, por fotecopa, © ‘cualquier tv, sin el permiso previo por eserite dela Eatoria, loqueleg Fear ‘Ana era una nifia despistada, Sus papas le de- Tan despistada era que un dia salié de su cian siempre que estaba en las nubes, que vivia casa rumbo a la panaderia para comprar el pan enlaluna, que habitaba en las estrellas. dulce dela cenay se perdis. Cruzé la calle dando saltitos, al legar a la avenida esper6 pacientemente a que el seméfo- ro se pusiera en verde, pasé junto ala panaderia de don Silvestre y se siguié de frente du- ranteun buen rato, Pocoa poco, conforme avan- zaba, el frio se iba haciendo cada vez mds y més intenso. Tanto que no lograba cobi- jarse con sus propios abrazos. Justo cuando empezaban a caer los | primeros copos de nieve, llegé a un lu- | far extrafio que nunca antes habia visitado. Toda la gente vestia de ver de y levaba sus impermeables y pa- raguas del mismo color. 10 —Pero, nifia—le dijo una sefora—, gcomo es posible que salgas a la calle sin tu resbala- guayssin tu paragotas? —Es que... —traté de decir Ana, pero le castafieteaban tanto los dientes que no pudo continuar. —Vamos, vamos —continué la sefiora, y compartié con ella su impermeable y su pa- raguas—, en la cuadra siguiente esta mi casa. Desde alli le podrés llamar a tus paps para que pasen a recogerte. Salir a la calle sin resba- agua, con este clima, jqué locural ‘Al llegar a la casa de la sefiora, el semblan- te de Ana cambié. El calor que emanaba de la chimenea hacia del lugar algo confortable y placentero, Todo se veia muy limpio: las pare- des blanquisimas, la plata brillante de las cha- rolas, laalfombra recién peinadita, los muebles sin una brizna de polvo. Una nifia y un nifio jugaban sobre un table- ro un juego que ella no conocia. —iQuées eso? —les pregunts, —2Qué es qué? —se sorprendié el nifio. —Eso que estén jugando. —No estamos jugando: estamos haciendo la tarea, Y ademas, por qué no tienes tu res- balagua puesto? —{Quées resbalagua? —Pues qué va a ser:la ropa que uno se pone cuando saleala nieve. —Ah, quieres decir el impermeable —res- pondié Ana —{Qué es impermeable? —Pues la ropa que uno se pone cuando sale alanieve oalalluvia. —1Quées lluvia? —pregunté la nifta. —Las gotas que caen del cielo cuando. —Dirds el aguabaja. a 12 Al escuchar todo eso la sefiora, que esta- ba terminando de poner una jarra de leche en la estufa, se acercé a Anaya miré con ex- trafieza. —A ver, a ver, a ver: gno sabes lo que es un resbalagua? —Si, sefiora, un impermeable, acabo de enterarme. —jUn impermeable! :Dénde te ensefia- ron esa palabra? —Sélo sé que todo el mundo les dice im- permeables a los impermeables, —,Cémo te llamas? —Ana—contest6 con timidez. jAna! —gritaron los niftos, que seguian muy extrafiados con la presencia de la nifia. Anal —repitio la sefora—. ;Quién puede llamarse Ana? —Asi me llamo, se lo juro. —No me gustan las mentiras. Para na- da. Me caen mal las nifias que andan dicien- do mentiras. En este momento le lamamos por teléfono a tus papas para que vengan por ti, Yles diré que te traigan tu resbalagua y tu paragotas. Mira que salir ala calle asi... —Si, seftora, por favor, llmeles por te- léfono. Yo sélo salf a la panaderia a com- prar... —,Qué es panaderia, mama? —No sé, gqué voy a saber yo todo lo que esta nifia se anda inventando? —Es el lugar donde venden el pan —ex- plicé Ana. —gLa bollera? {Qué es bollera? — Basta! —grité la sefiora—. ,Cual es el niimero de teléfono de tu casa? —Es el 214.27, 3B 14 —ieQué?l A quién crees que vas a enga- far? Anda, dime, a quién crees que vas a en- gaiiar? Los teléfonos tienen ocho nimeros, no cinco. —Pues ése es el teléfono. Bs el tinico que me sé. Mi mama hizo que me lo aprendiera de memoria. Por si me perdia. —Ahora dime otra mentirota: gde donde vienes? —De Vico. De la Ciudad de Vico, Republi- cade Vico. —iVico! Vico queda del otro lado del mar. No me digas que saliste a comprar pan a la bollera y sin mas llegaste a Guadaliscorintia. —Guadalis... qué? —se sorprendié Ana. —Guadaliscorintia. No sé por qué te ex- trafia estar aqut si dices que sélo saliste a la bollera a comprar pan jen Vico!, a mas de diez horas en avién, gcomprendes? —No entiendo nada, sefiora. Lo tinico que quiero es regresar a mi casa, por favor. —Mira, Ana... jAna, qué nombre! —y ijos se rieron también—. Ya es muy tar- de, Asi que tendras que dormir aqui. Ya ma- flana veremos cémo comunicarnos con tus papas. Porlo pronto, Consoligarinco y Altra~ garancarina te ayudardn a sacar el viejo col- chon para. —iAsi se Ilaman sus hijos? Parecen trabalenguas —se sorprendié Ana, que no pudo ocultar la risa que le daban los nom- bres de los nitios. —No entiendo por qué te dan tanta risa nombres tan sencillos y comunes. (A dor- mir! Ha sido demasiado por hoy —y Con- soligarinco y Altragarancarina llevaron de Ja mano a la nifia a una habitacién del piso superior. sus 35 16 Alamafiana siguiente Anase asust6 al des- pertar en un cuarto que no reconocia. Alli no estaban sus muiecas ni sus libros niel ropero. ‘Tampoco su mamé, que siempre la despertaba con una cancion. ¥ en vez. de su piyama de cua- dritos azules llevaba puesto un horrible cami- s6n color verde brécoli Altragarancarina entré ala habitacion: —Quieres ir a la escuela? Mami salié y me pidi6 que te dijera que podias hacer lo que quisieras: ir a la escuela con nosotros 0 que- darte aqui en la casa. —W qué es mejor? —pregunté Ana. —La escuela es un poco aburrida. Pero que- darte en la casa solita es més aburrido. No hay 7 mucho qué hacer. 38 — {Me podrias prestar un resba.. —No es necesario llevar resbalagua: ya no esta nevando. Aunque sf hay que ponerse un taparriba —Quées un taparriba? —Esto que llevo puesto —y Altragaranca- rina sefialé la prenda. —jUnsuéter! —{Qué es suéter? —prepunté Consoliga- rinco desde la puerta. —Olvidalo —Ie respondié su hermana—, iquién sabe de donde sacard esas palabras tan chistosas! Porcierto —se dirigié a Ana—, tendras que cambiar de nombre. Silo dices en la escuela to- dos sevanaburlar. —{Qué tal Anatarungarecha? —propuso Consoligarinco—. Es un nombre comin y co- rriente. Como dijiste? —A-na-ta-run-ga-re-cha, muy facil. —A-na-ta-run-cha-re-ga —traté de repe- tir Ana, Al fin la dejaron sola para que se vistiera con la ropa que Altragarancarina le habia pres- tado, Toda era verde, verde pasto, verde oliva, verde claro, verde limén. Hasta las botas eran de un color verde perico y la diadema verde se- méforo, Guardé en la bolsa del vestido las mo- nedas con las que iba a comprar el pan cuando salié de su casa. Luego se vio al espejo: no se reconocia a si misma vestida de esa manera. Sin embargo se dijo: —La verdad, tengo cara de Ana. Vestida de verde, pero Ana. Aunque no les guste voy a decir mi verdadero nombre. Me vale. Ana, Ana, Ana. 319 20 Alllegar a la escuela, Altragarancarina se encargé de darel recadoanombredesumama: que llevaba de visita a Anatarungarecha sélo por undia. La maestra, no muy contenta, acep- t6 de mala gana ala nifia y le pidié que entra- ra al salén de clase. Entonces empezaron los problemas. —No me llamo asi. Mi nombre es Ana, les guste o no les guste. Ana, Ana, Ana. Me la- mo Ana. Asi me Ilaman mis papas y mis tios y mis amigos: Ana. Y punto. Ycomo sihubiera dicho un chiste muy gra- ioso, todos en el salén se rieron. —Pero qué nifia tan chusca —dijo la maes- tra—. iY podriamos saber por qué te pusieron un nombre tan... tan... tan raro? —No es un nombre raro, En Vico mucha gente se llama ast: Ana, —iEn Vico! No me digas que eres de un pais tan..., tan..., tan horrible, segiin me han platicado. a1 22 —Vico no es un pais horrible. En donde vivo tenemos un lago inmenso, hay arboles por todos lados, y gallinas... judcalal —grit6 un nifto con cara de asco—. Maestra Topolobampacracia, ghay ciu- dades que tengan arboles y gallinas? —La verdad, no lo creo. Hace mucho que toda la vegetacién y los animales del mun- do se mandaron al campo. Aunque, segin he leido, creo que en Vico, jqué feo nombre!, to- davia estén atrasados: tienen Arboles que en- sucian con sus hojas los techos de las casas, y gallinas que manchan con su popocacaciedad las calles. —|Guscala, gudcala! —dijeron a coro otros cinco nifios. —Basta ya de escuchar las bromas de nues- tra invitada. Abran todos sus librethojas y sa- quen sus boliplumadoras. —{Qué dijo? —pregunté Ana. —Ah, claro, tii no tienes librethoja ni boli- plumadora. Rodriganatuperio, préstale a Ana- tarungarecha lo que necesita para la clase de multiplimaticas. En cuanto Ana recibié de parte del nifio un cuaderno verde cocodrilo y una pluma verde pistache, se paré de su sila y salié a toda pri- sa del salén. Desde la puerta alcanz6 a decir en voz alta: —Me llamo Ana, soy de Vico, uso imper- meable y paraguas, escribo en cuadernos, me gustan los arboles y las gallinas y no quiero to- mar clase de multiplamiitacas. Cuando alcanz6 la puerta de salida de la es- cuela todavia retumbaban en sus oidos las car- cajadas de los nitios y la maestra. Corrié a todo lo que daban sus pies hasta que cayé rendida. Le dolian las piernas y tenia hambre. 23, 24 Alrecuperar el aire noté que estaba sentada sobre una piedra, al lado de una tienda. Deci- dida, entro a buscar algo de comer y de beber: un dulce, un pan, una galleta, un jugo, lo que fuera. Tomé un paquete pequerio, que al pa~ recer contenia un panqué. Sacé una moneda ysela entregé al viejito que atendia. —Caray, caray, caray, nunca habia visto en mi larga vida una moneda tan rara. De donde la sacaste? —Meladiomi mama. Wy para qué te la dio? ¢Para jugar? —Para comprar el pan. —Ah, qué nia tan simpatica. Es mas: me gusté tanto tu chiste que hasta te voy a acep- tar la moneda a cambio de este delicioso pas- terrosquivisco. —Gracias, sefior. Y ademas le voy a decir algo: me llamo Ana y soy de Vico. —Ja, ja, ja. jAna! jVico! Ja, ja, ja. Pero real- mente qué simpatica eres. Es mas, por haber- me hecho reir toma este refrescajugarinesco, te lo regalo. Antes de que el viejito se arrepintiera, Ana prefirié salir sin hablar mas, Cruz6 la calle y caminé una cuadra hasta que se encontré con. una banca: un buen sitio donde saciar el ham- bre y la sed. Le quits la envoltura al panqué y abrié el refresco. No habia dado la primera mor- dida y el primer trago cuando un seftor que pa- saba por alli empezs a gritar: Policia, policial (Rapido! jAqui hay una nifia que est comiendo en la calle! (Rapido! iPolicia! Anano podia creer que el sefior se estuvie- rarefiriendoa ella. Estaba realmente furioso. Ibaa decirle algo cuando tres policias vestidos de verde botella llegaron corriendo. 25 26 —Bs cierto —dijo uno de ellos—, la nifia est comiendo en la via publica. —Tendremos que arrestarla— continué el policia que tenfa cara de pera. —La llevaremos a la comisa~ ria —finalizé el tercero. —Sélo estoy comiendo —tra- t6 de explicar Ana, que la verdad estaba muy sorprendida. —Pues si—intervino el sefior—, nada més estas comiendo un paste- rrosquivisco jen la calle! Qué desfa- chatez! Qué educacién! |Llévensela pronto antes de que me dé més asco! 28 —Pero... —quiso decir algo Ana, antes de que uno de los policias la tomara de un brazo y le dijera: —Niiia, estas arrestada por ingerir ali- mentos y bebidas en la via publica. Y custodiada por los tres uniformados Ana se encaminé hacia la direccién que ellos le marcaban. Iba asustada, con los ojos a punto de expulsar una lagrima, con el corazén palpitdndole a toda velocidad, sin soltar su panqué y su refresco, recordando las veces que habia comido galletas y cho- colates en el parque de Vico sin que nadie le dijera nada. El jefe de los policias se enojé atin mas en cuanto sus subordinados le dijeron que la nitia estaba comiendo y bebiendo en la calle, a plena luz del dfa, y que ademés no le daba vergiienza hacerlo enfrente de los demas. —Para qué crees que existen los come- dores de las casas, eh, nitta? —Para comer —respondié Ana con una voz apenas audible. —Entonces, gse puede saber por qué co- mias en la calle y no en el comedor de tu casa? —Qué tiene de malo hacerlo en la ca- lle? —pregunté sin entender cual era el re- clamo del policia. —Qué tiene de malo! ;Qué tiene dema- lo! gle estas burlando de mi? —Es que tenia hambre —traté de ex- cusarse. —jTenias hambre! jTenias hambre! Pa- ra eso existen las horas de comer y para eso existen los comedores. Es asi de senci- No. Tendré que imponerlea tus padres una multa muy alta por lo que has hecho, y 29 otra por educarte tan mal. {Tenias hambre! Ahora dime, gcémo se llaman tus papas? —Juan Pérez y Lupe Torres. —gConque quieres seguirte burlando de mi? Nadie en todo el mundo puede lamarse de esa manera tan ridicula, Recuerda que soy la autoridad y debes tenerme respeto. 31 32 Te voy a dar otra oportunidad: gcémo se lla- man tus papas? —Ya le dije, sefior. En Vico son nombres que... —iAh, ah, ab! Ya comprendo. Té eres la ni- fa que dice llamarse, ja, ja, Ana, gverdad? —Si —contest6 con entusiasmo. —Hace unas cuantas horas estuvo aqui la sefiora Serapatanguaricuara para hablarnos sobre tu caso. Dice que saliste a la bollera a comprar pan y de pronto, jzas!, estabas en el centro de Guadaliscorintia, sin paragotas ni resbalagua. —Si, si, ésa soy yo, y quiero que me ayudea regresar con mis paps. Deben estar muy pre- cocupados. —He perdido mucho de mi valioso tiempo tratando de comunicarme a tu pais. Al in lo lo- gréhace unos minutos y, quieres saber algo? —Diga, rapido. —No tienen reporte de ninguna nitia de- saparecida. No hay ningunos papas que es- tén buscando a su hija. Hablé también con el ministro Refunfufiatifoideo para preguntarle qué hacer en un caso como el tuyo. Y me dio las siguientes instrucciones: que la nifia se quede a vivir con la sefiora Serapatanguari- cuara y sus hijos hasta que localicemos a sus papas. Y también me dijo que, mientras vivas aqui, tendras que ser como todos los guada- liscorintios. —~Por qué? —Porque si, Tendras un nombre normal, deberas comer en un comedor y no en la ca- lle, y aprenderas el himno de Guadaliscorintia para poder cantarlo, como todos, el domingo amediodia, —Eintendido? 33 La sefiora Serapatanguaricuara recibié a Ana de mal humor. —Ya me enteré del ridiculo que hiciste en la escuela. Muy mal, muy mal. Y ahora resul- ta que te encontraron comiendo en la calle. ¢Se puede saber por qué hiciste algo tan des- agradable? Tus papas no te ensefiaron que el lugar donde se debe comer es el comedor? —Pero en Vico. jilencio! No vuelvas a mencionar ese nombre tan grosero. El ministro Refunfu- fiatifoideo ha decidido que te quedes con no- sotros hasta que tus papas aparezcan. Para ello deberas seguir algunas reglas. En primer lugar, te lamards Anatarungarecha, que es el nombre mas parecidoa Ana. —Pero... —En segundo lugar, irds a la escuela, haras la tarea y te portaras como una nia normal. Ahora vete a tu cuarto y dile a Altragaran- carina que te ensefie el himno de Guadalisco- rintia. Debes conocerlo muy bien para que el domingo, cuando todos los guadaliscorintios nos reunamos a cantarle ala bandera, ta pue- das también hacerlo. Y pidele a Consoligarin- co que te ensefie su mapa, para que te enteres donde vives ahora y dénde esta tu pais. Que- da claro? —Si, queda claro. Lo que sucede es que no estoy de acuerdo. —jAnatarungarecha no esta de acuerdo! iQué tal! ;Anatarungarecha no esta de acuer- do conmigo! Pues para que te enteres debo de- cirte que no necesito que estés de acuerdo. Aqui sélo se obedece. He dicho. Los siguientes dias fueron muy dificiles para Ana, Tuvo que aprender cantidades de palabras: en vez de mochila tenfa que decir 35 bolsaespaldera, los zapatos se llamaban guantepisos, los guantes zapatimanos y las izzas salamitortiquesadas. 38 Ademas, tenia que comer alas dos y tres minutos en punto, irse a dormir a las ocho y veintiuno y lavarse los dientes siete veces al dia, aunque no hubiera probado antes alimento. Todas las noches tenia que prac- ticar el himno de Guadaliscorintia. Por mas que quiso hacerse amiga de Consoligarinco y Altragarancarina fue imposible: ellos no dejaban de verla como una nifia extrafia y aburrida. Aburrida porque no le gustaba jugar a sus juegos: lavar sabanas, barrer pi- sos, limpiar cubiertos y tejer taparribas. En la escuela le pasaba lo mismo. La maestra Topolobampacracia le ponia los ejercicios mas dificiles de multiplimati- cas. ¥ sus compafieros se reian de ella cada ver. que decia cosas como recreo, saltar a la cuerda, colorear, contar un cuento y comer chocolates. Todo iba de mal en peor hasta que un dia tuvo una corazonada. Le dijo a la seftora Sera- patanguaricuara: —{Puedo ir yo por el pan a la bollera? —Esta bien, pero no te tardes. Tienes que estar aqui en punto de las siete veintisiete pa- ra que cenemos a tiempo Cruzé la calle dando saltitos, al llegar a la avenida esperé pacientemente a que el sema- foro se pusiera en verde, pasé junto ala bollera de don Silvestrigandolfo y se siguié de frente durante un buen rato. Poco a poco, conforme avanzaba, el calor le iba entibiando el cuerpo. A la mitad de una calle se quit6 el resbalagua y el taparriba. Al voltear descubrié que estaba en Vico, justo de cara a la panaderia de don Silvestre. Revisé que las monedas siguieran en su bolsa, entré al lugar y compré pan dulce recién horneado. 39 Ydealli, agrandes zancadas, directo. su casa. —iAnal Ya estabamos preocupados —le dijo su mama —Es que no sabes todo lo que me ha pasado. —Te tardaste mas de media hora en ir ala panaderia y volver. —jMedia hora? —Mis, casi cuarenta minutos. Qué pas6? —Mamé, gte puedo pedir un favor? —No estan las cosas como para que pi- das favores. —Di mi nombre. —Ana, gqué sucede? —Otra vez. —Ana, me estas preocupando. —Una més y ya. —iAnal —Si, Ana, gverdad? Ana, verdad? Francisco Hinojosa lustrociones de Juan Gedovius ‘Ana se encuentra de pronto en un lugar donde los objetos tienen nombres extrafos, las personas evan ropa muy. distinta a la suya y todos la critican por ser diferente. Las autoridades deciden que debe comportarse como todos los demas: debera aprender sus costumbres, cambiarse el nombre, aprender un himno nacional durante las noches... Pero un buen dia, Ana decide que las cosas no pueden seguir ast NARRATIVA ‘wwu.loqueteo.santillana.com loqueleo Feanmuana

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