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GACETA JUDICIA 447 ACCION DE NULIDAD ABSOLUTA DE UN CONTRATO.—INTERESES. — PRESTACIONES MUTUAS. — RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL Y RESPONSABILIDAD DELICTUAL— DEMENCIA EN EL MOMENTO DE LA CELEBRACION DE UN CONTRATO PRESUMIBLE DE LA QUE ANTECEDIO 0 SIGUIO INMEDIATAMENTE A EL.—ERROR DE HECHO EN LA APRECIACION DE LAS PRUEBAS.—SOBERANA APRECIACION DE LA PRUEBA INDICIA- RIA—PRUEBA PERICIAL 1.—No toda condena al pago de intereses por sumas de dinero tiene Ia calidad y significado de indemnizacién de perjuicios. Casos hay en que procede la condenacién a pagar intereses sobre una cantidad de dinero simplemente como frutos (arts. 717 y 718 C. C.), a titulo de acce- sién, como pertenecientes al duefio de la suma de que provienen, cuando se trata de devolu- cién de numerario, y casos en que los intereses constituyen una indemnizacién moratoria (art, 1617). 2.—Las restitueiones reeiprocas a que da lugar una declaratoria judicial de nulidad se ri- gen por las mismas reglas generales de las pres- taciones mutuas consignadas en el capitulo 4° del titulo 12 del libro 2° del C. C., en las que se prevé el caso de Ia inexistencia de los frutos de- bidos para reemplazarlos por el valor que tenian 9 hubieren tenido al tiempo de la _percepeién, en virtud del principio de Ia ejecucién por equi- valencia, 3—Juridicamente no se debe involu- erar las acciones de responsabilidad contractual y_delictual. Ni la ley ni la doctrina autorizan el ejercicio de esta accin HIBRIDA, segin expre- sién de los expositores, porque la yuxtaposicién © acumulacién de estas dos especies diferencia- das de responsabilidad es imposible, ya que 1a contractual, por su propia naturaleza, excluye 1a generada por el delito. Lo que puede acontecer es que hay hechos que ademis de tener Ia cali: dad de culposos con relacién a determinado con- trato, por su propia condicién juridica, indepen- dientemente de todo arrimo contractual, pueden constituir asimismo fuente de responsabilidad como culpa delictual, dando asi origen y posibi Tidad a dos acciones que pueden ejercitarse in- dependientemente pero que no son susceptibles de acumulacién porque se Hegaria asi a una in- Justa e injuridiea dualidad en Ia reparacién del Perjuicio. 4—De Ia demencia anterior a Ia ce- lebracién de un contrato y de Ia posterior puede inducirse la coetinea a la celebracién de él, 10 cual puede inferirse por un conjunto de pruebas que Ia establezcan, como declaraciones de tes gos, apreciaciones periciales, inferencias indicia- ias, ete. No es, pues, necesario demostrar que la demencia ocurrié precisamente en el momen- to de celebrar el contrato, sino que basta com- Probar que ella ocurrié inmediatamente antes 0 después para concluir que ocurrié una demencia concomitante, como una inferencia Idgica entre dos puntos cereanos de referencia, En esta apre- ciacion, basada generalmente en la prueba de indicios, es soberano el sentenciador. 5—No bas- ta la comprobacién de que el Tribunal senter. ciador se equivocé en la apreciacién de alguna prueba, pues lo que se requiere es que su equi- vocacién haya podido referirse a todo el haz probatorio. 6—EI Tribunal es soberano en la apreciacién de la prueba de indicios porque Ia ley ha dejado a su juicio califiear sus caracteres de gravedad y precisin segin las relaciones y conexiones entre los hechos que los constituyen y los que se trata de averiguar. Otra cosa es en lo referente a 1a existencia misma del hecho en que se genera el indicio. 7—El perito en cues- tiones de psiquiatria forense al dar al juez el tes- timonio de sus convicciones razonadas de hom- bre de ciencia no ofrece 1a prueba de una verdad cientifica sino de un hecho cientifico, esto es, con sus luces no busea la justieia establecer una verdad ideal sino una verdad de hecho, al frente de una realidad conereta que juridicamente no importa sino para deducir Ia existencia del con- sentimiento legalmente sano, que procede de una mente hicida y de una voluntad normal, capa- ees de obrar con razén y libertad. La enferme dad puede ser mis o menos grave y su denomi- nacién 0 clasificacién ser ésta o la otra, pero su apreciacién juridiea para califiear su’ trascen- dencia como tara de voluntad y consentimiento, no puede someterse a escala ni graduacién como si pudieran existir los actos semivalidos para ca- sos de semi-demencia. La teofia de la eapacidad limitada o disminuida no tiene valimento en el derecho civil, porque los actos, desde el punto de vista de su nulidad y de la prueba de su nuli- dad, son validos 0 invalidos, &—La mala fe debe ser Ia deduccién acertada hecha sobre la plena comprobacién de hechos precisos de naturaleza . incompatible con la BONA FIDES. Corte Suprema de Justicia. —Sala de Casacion Civil—Bogota, diciembre primero de mil no- vecientos treinta y ocho. (Magistrado ponente, Dr. Hernén Salamanca) Antecedentes Aligerado con la supresién de todas las 448, GACETA- consideraciones que no son necesarias para el planteamiento y decisién de las cuestio- nes que han de ser materia del recurso de casacién, muy brevemente se. puede enun- ciar el origen de este pleito: José Maria Rueda Gémez y Timoleén Rue- da Gémez, hermanos legitimos entre si, ce- lebraron dos contratos el dia 16 de noviem- bre de 1922, que hicieron constar en la es- critura publica mimero 271, de esa fecha, otorgada ante el Notario primero de San Gil. Por el primero de estos contratos Timo- leén Rueda se oblig6 a pagar a José Maria Rueda una renta vitalicia de 250 pesos “oro americano amonedado”, pagadera por men- “sualidades anticipadas a partir del dia 1° de ese noviembre, a cambio de lo cual, como precio de la renta, José Maria enajené a fa- vor de su hermano las haciendas denomina- das “Majavita” y “La Meseta’, ubicadas en jurisdiccién municipal de El Socorro, la pri- mera, y en jurisdiecién de San Gil y de Pin- chote la segunda, alinderadas como se lee en la escritura. Por’el otro de los referidos con- tratos, Timoleén se obligé a entregar por cuenta de José Maria las especies y sumas de dinero que a continuacién se expresan con indieacion de las modalidades pactadas para su eumplimiento: “g) 400 cargas de café pilado que situa- ré a orden de la casa comercial Camacho Roldén & Van Sickel, domiciliada en Nueva York, entregadas en la ciudad de Bucara- manga, en cuatro lotes de 100 cargas cada uno, en el término de cuatro afios, a razén de 100 cargas por afio, los que empezardn a contarse desde el préximo venturo de 1923, debiendo efectuarse Ja dltima entrega en 1926, b) 75 cargas de café, pilado, igualmenté, que entregaré a la casa comercial Schsiitte & Biinnemann, domiciliada en Nueva York, que seran entregadas en la ciudad de Buca- ramanga, dentro del término de dos afios, contados desde el dia 1° del presente mes, y ) 87,500 pesetas espafiolas que entrega- rao pagaré a Pedro Subirana y Pongrau, domiciliado en Barcelona (Espaiia), po- niéndolas a su disposicién en la sucursal del Banco de Colombia establecida en Bucara- manga, en la forma y dentro de los plazos siguientes: 12,500 el 1° de abril de 1923; otra suma igual en la misma fecha del afio subsiguiente, y las iltimas 12,500 pesetas, el 1° de abril de 1925. En cuanto a las cir- cunstancias de esta operacién, el otorgante Timole6n Rueda G. deberd atenerse para su cumplimiento a los términos de la escritu- ra niimero 223 otorgada el 17 de marzo de 1921 en la ciudad de Barcelona, ante Gui- JUDICIAL lermo Augusto Tell y Lafont, Notario del Colegio de Barcelona, y ; 4) 2,000 pesos oro, que el otorgante José Maria Rueda Gémez confiesa tener recibi- dos y a su satisfaccién de manos del otor- gante Timoleén Rueda G.” En retribucién de las anteriores presta- ciones José Maria Rueda Gémez transfirié en pleno dominio a Timole6n y a titulo de permuta, un predio ristico Hamado “El Jo- dito”, ubicado en el municipio de San Gil, con todos sus accesorios, demareado como reza la eseritura 271, y dos casas de habita- cién en la ciudad de San Gil, distinguidas con los ntimeros 7 y 16 de la calle 8*, cruza- miento con la carrera 1*, quedando incluido en esta enajenacién el mobiliario, la. bilio- teca y demas enseres y objetos que consti- tufan el menaje de la casa citada en ultimo lugar. El 1° de diciembre de 1931, nueve afios y dias desde la celebracién de estos contratos, José Maria Rueda resolvié atacar judicial- mente su validez con fundamento en que se hallaba en incapacidad por demencia cuan- do lo celebré y con este objeto demandé a Ti- mole6n Rueda ante el Juzado 5° Civil del Cir- cuito de Bogoté, para que, previos los tré- mites de un juicio ordinario de mayor cuan- tia y con su audiencia y citacién, se decla- ren nulos, de nulidad absoluta, los contratos relacionados en la escritura piblica nimero 271 otorgada en la Notaria 1* de San Gil el 16 de noviembre de 1922; se condene al de- mandado a restituirle los bienes raices y muebles que fueron objeto de esos contra- tos; se ordene al Notario 1° del Circuito de San Gil y a los registradores de instrumen- tos piblicos y privados del Socorro y San Gil cancelen la escritura contentiva del con- trato y las inscripciones que de ella se hicie- ron; se condene al demandado a pagarle la suma de cincuenta mil pesos ($ 50,000.00) ‘0 la que fijen peritos, como indemnizacién de los perjuicios que Te han causado por el “despojo” de los bienes mencionados asi co- mo por su abandono, descuido y desmejora y de sus accesorios y anexidades; que se condene al demandado, como poseedor de mala fe, al pago de los frutos civiles y na- turales producidos por los bienes materia de los contratos, desde el dia de su celebracién hasta cuando se verifique la restitucién, y no s6lo los percibidos sino los que el actor hubiera podido percibir con mediana inteli- gencia y cuidado teniéndolos en su po- der, frutos que el demandante estima en $ 240,000.00, o lo que pericialmente se fije en el curso del juicio, y, finalmente, que s¢ GACETA condene al demandado en las costas del jui- cio en caso de oposicion, Subsidiariamente, para el caso de no pros- perar la stiplica de nulidad absoluta, se de- mandé la resolucién del contrato que consta en las cldusulas 2°, 5* y 6 de la escritura ntimero 271 citada; que se condenara al de- mandado a restituir el predio ristico ‘de El Jobito y las dos casas a que ya se hizo re- ferencia; se ordenara la cancelacién de las citadas cldusulas contractuales y de sus re- gistros, y se condenara al demandado corho poseedor de mala fe, al pago de los frutos civiles y naturales y de la suma de $ 40,000. 00, o la que fijaren peritos, a titulo de in- demnizacién. La consideracién de esta ac- cién subsidiaria no esté comprendida en el estudio de casacién, _ Se opuso el demandado a todas las preten- siones del actor, y surtido los tramites del primer grado, el juzgado del conocimiento, en sentencia de 19 de abril de 1933 nego to- das las siplicas de la demanda y absolvié de sus cargos al demandado Timoleén Rueda Gémez. “ Recurrido en apelacién este fallo absolutorio y agotado el procedimiento de la segunda instancia, el Tribunal Superior de este Distrito Judicial, en sentencia de 12 de noviembre de 1936, revocé la del juzgado y en su lugar declaré nulos, de nulidad absolu: ta, los contratos de permuta y renta vitali- cia a que se refiere la demanda, contenidos en la escritura publica nimero 271 de 16 de noviembre de 1922, de la Notaria 1° de San Gil, y en consecuencia condené al demanda- do, 6 a quienes sus derechos representen, a restituir al demandante, una vez ejecutoria- do el fallo, la hacienda Majavita, la hacien- da La Meseta, el predio denominado El Jo- bito, y las dos casas de habitacién ubicadas en San Gil, junto con los muebles y por los linderos y especificaciones que reza la escri- tura del contrato; a pagar al demandante el valor de los frutos naturales y civiles de es- tos bienes, y no s6lo los percibidos, sino los que el demandante hubiere podido percibir con mediana inteligencia y actividad si hu- biera tenido los bienes en su poder, frutos que se deberdn desde el 16 de noviembre de 1922 hasta el dia de la restitucién, y cuyo importe se fijaré al ejecutar la sentencia, de acuerdo con el articulo 553 del C. J. Se condené ademés al demandado a pagar las costas del juicio, y se le absolvié de los car- gos en relacién con el cobro de perjuicios, Se declaré también en la sentencia que el demandante José Marfa Rueda Gémez, 0 sus sucesores, estan obligados a restituir a Ti- moleén Rueda Gémez o a sus sucesores: el monto total de la renta vitalicia que ha ve- JUDICIAL 449 nido recibiendo el actor mensualmente des- de el dia 1° de noviembre de 1922, y sus in- tereses a la rata legal computados sobre cada suma parcial desde la fecha de las res- pectivas entregas; el valor de 400 cargas de café pilado que el demandado entregé en Bucaramanga por cuenta del demandante a Camacho Roldan & Van Sickel, de Nueva York, al precio del café en la plaza a la fe- cha de las respectivas entregas ms los inte- reses legales sobre el valor del café habida consideracién a la fecha de cada entrega; el valor de 75 cargas de café pilado que el de- mandado entregé en Bucaramanga a la ca- sa comercial Schiitte & Biinnemann, al pre- cio de Bucaramanga en la fecha de las en- tregas parciales, mas los intereses legales liquidados desde la fecha de cada entrega; y 37,500 pesetas espafiolas o su equivalente en moneda corriente al tipo del cambio que regia en las fechas de los pagos parciales con sus ‘intereses legales sobre cada pago, que el demandado pagé por cuenta del actor a Pedro Subirana y Pongrau, de Barcelona, de acuerdo con el contrato que se anula, Sentencia acusada La sentencia de segunda instancia profe- rida por el Tribunal Superior de Bogoté es una pieza medular, ordenada, de minucioso estudio, cuidadosamente escrita, en que no se dejé’ en sombras ningiin aspecto probato- rio de los muy importantes que ofrece este litigio. Con base en referencias testimonia- les en que se hace la mencién y relato de nu- merosos episodios muy significativos y bien averiguados, se reconstruye desde los leja- nos dias infantiles la vida del demandante José Maria Rueda Gémez, que aparece a lo largo de este proceso plena de datos seguros. y precisos y de rasgos evocadores y pinto- Tescos como la vida indiscutiblemente des- equilibrada de un hombre congénitamente anormal, en el que se sumaron dos heren- cias de perturbaciones mentales. Alterna- tivas bruscas e inmotivadas en que pasaba de la alegria y Ja exaltacién a la tristeza y la depresién, su modo de ser discolo, atrabi- liario e impulsivo, revelaron desde su tel prana edad signos de anormalidad psiquica, que persistieron periédicamente en su ju- ventud llena de extravagancias, de excesos sexuales y aleohdlicos, de ideas de grande- za y de nobleza, de derroche, rifias y aven- turas extraordinarias en que ha sido homi- cida, incendiario y dos veces suicida frus- trado, una con la pérdida de un ojo a conse- cueneia de un disparo de revolver que se hi- zo, y siempre en el concepto de enfermo de 450 GACETA la mente en que lo han tenido quienes lo han conocido, y que le valié la absolucién en el juicio criminal que se le siguié por homici- dio ante los jueces del distrito del Socorro. Parte el tribunal de la verdad juridica de que la capacidad es la norma general en el derecho, estudia la demencia en su acepcién juridiea, como causa de incapacidad civil, y después’ de establecer la admisibilidad ‘de toda especie de prueba, desde el mas leve in- dicio hasta la mas convineente, para acredi- tar la existencia de la perturbacién mental como determinante de la incapacidad, entra en el estudio analitico del voluminoso acer- vo probatorio de este juicio, dando apliea- cién cefiida al principio general de derecho procesal de que a quien ataca la validez de un acto juridico es a quien corresponde la obligacién de probar plenamente los hechos en que funda su demanda. Con este crite- rio se hace en la sentencia un cuidadoso ba- lance de los elementos de conviccién traidos por ambas partes al proceso, en el cual se es- tudian espaciosamente, en capitulos separa. dos, todas las pruebas y contrapruebas, di- rectas e indirectas, la testimonial muy nu- merosa y clasificada en anterior, coeténea y posterior 2 la celebracién del contrato; la pericial, formada por el dictamen de seis ex- pertos médicos psiquiatras y producida en ambas instancias del juicio, y finalmente, la indicial, deducida légicamente por el senten- ciador de varios hechos suficientemente es- tablecidos y apreciada como prueba conver- gente que robustece su conviccién, De la consideracién analitica de la prueba pericial deduce el tribunal que la mayoria de los peritos, en ambas instancias, conside- raron incapaz al demandante para contratar en la fecha que interesa conocer, en la cual presté su consentimiento, esto es, el 16 de noviembre de 1922, por sufrir entonces Jo- sé Maria Rueda Gémez de la enajenacién mental conocida en psiquiatria con el nom- bre de psicosis maniaco-depresiva en su faz de depresién melancélica. Pero no asienta su conviccién de la incapacidad del actor en que fundé la nulidad decretada en la senten- cia, sobre esta prueba pericial exclusiva. mente a pesar de haberla considerado sufi: ciente, sino que la apoya, como reiterada- mente lo advierte, sobre la fe que deduce de todo el haz probatorio del juicio, “de los con- ceptos de la mayorfa de los peritos, en armo- nia con miltiples declaraciones de testigos, en consonancia con un mimero plural de in- dicios graves, elementos que convergen to- dos a demostrar que cuando se celebré el contrato don José Maria Rueda era incapaz, falto de voluntad”, JUDICIAL Dice el tribunal, al consignar en capitulo previo de su fallo los principios generales que rigen la manera como debe probarse que una persona estaba en incapacidad por ena- jenacin mental en determinado momento, que conforme a la doctrina, la jurispruden- cia y la raz6n basta demostrar, como se de- mostré con diversidad y plenitud de prue- bas en este caso, el estado habitual de de- mencia en una época determinada dentro de la, cual se celebré el contrato, para que el juzgador pueda, valiéndose de los métodos deduetivos e inductivos y con apoyo en la prueba indirecta de presunciones simples, descubrir y dar por completamente proba- do el estado de incapacidad en el instante preciso de la celebracién del contrato. De- mostrada por el actor con plenitud probato- ria su incapacidad por demencia en el lapso durante el cual se ajusté el contrato o pres- +6 su consentimiento, ha satisfecho a caba- lidad su deber probatorio de demandante y de esta manera ha destruido 0 dejado sin valor la presuncién de capacidad establecida por la ley. Decretada la nulidad absoluta de los con- tratos, las restituciones determinadas en la sentencia se ordenaron como consecuencia, de esa declaratoria. El demandado Timo- leén Rueda Gémez fue considerado, para efecto de la restitucién de los frutos, como poseedor de mala fe, y para esta calificacién se fund6 el tribunal en el conocimiento que segiin diversas pruebas del expediente apa- rece que tenia del mal estado de la salud mental de su hermano al tiempo de la cele- bracién del contrato. Contra esta sentencia del tribunal, cuya parte resolutiva y cuya fundamentacion esencial se han sintetizado, interpusieron oportunamente recurso de casacién ambas partes, el cual, debidamente admitido y tra- mitadd, se procede a decidir con la debida separacién. Recurso del demandante Acusa este recurrente la sentencia por el primero de los motivos legales de casacién sefialados en el articulo 520 del Cédigo Ju- dicial, por ser violatoria de ley sustantiva, y dirige todos sus ataques por las pretendi- das: violaciones legales contra las condena- ciones a cargo de José Maria Rueda conte- nidas en el numeral 7° de la parte resoluti- va de la sentencia, consistentes en la obliga- cién de devolver al demandado, como conse- cuencia de la nulidad declarada, el dinero que ha recibido en concepto de renta vitali- GACETA cia con sus intereses legales, en la forma ya vista, mas el valor de las cargas de café que Timoleén Rueda entregé a varios acreedo- res del actor, indicados en el contrato, por su cuenta, también con sus intereses legales a partir de la fecha de sus respectivas en- tregas y al precio del dia de la plaza en que se entregaron. . Se sefialan en la demanda como infringi- das las disposiciones legales que en seguida se agrupan con la expresién sintética del concepto en que se pretenden violadas: a) Los articulos 1615 y 1617 del Codigo Civil, porque la condena al pago de intere- ses como indemnizacién de perjuicios no procede sino en casos de mora del deudor; porque la obligacién de restituir no surge sino en presencia de un fallo firme y de una suma liquida, y porque la condena a pager intereses legales sobre el valor del café es improcedente porque el demandante lo que deberia conforme a derecho seria café y so- bre esta especie no es posible deducir inte- reses. b) Los artfeulos 1746 y 1747 del Cédigo Civil, porque el tribunal presume en su sen- tencia para justificar la restitucién decre- tada que las pensiones, el café y las pesetas a que se refiere la condena le sirvieron al demandante José Maria. Rueda para su sos- tenimiento y acrecieron su activo, no obs- tante que la segunda de las citadas disposi- ciones echa la carga de la prueba del enri- quecimiento de la persona incapaz sobre quien contraté con ella, de lo cual, en este caso, no obra ninguna prueba en el expe- diente. c) Los articulos 63, 963, 1613, 2341 y 2356 del Cédigo Civil, violados por el tribunal al absolver al demandado Timoleén Rueda, quien cometié culpa al contratar con su her- mano conociendo el mal estado de su salud mental, de la obligacién de indemnizar los perjuicios que caus6, suplicados en el nume- ral 4° del pedimento principal de la deman- da, por el despojo, el abandono, el descuido y la desmejora de los bienes relacionados en la escritura publica mimero 271 del 16 de noviembre de 1922, ya que la simple conde- na_a restituir los frutos de esas fincas no indemniza en raz6n de los deterioros y el despojo. 4) Los articulos 480 del Cédigo Judicial y 964 del Cédigo Civil, violados por falta de aplicacién, al haber prescindido el tribunal de determinar en su fallo las bases para fi- jar el monto de los frutos, cuyo importe ha de fijarse en la oportunidad de ejecutar la sentenci Se considera: JUDICIAL 451 No toda condena al pago de intereses por sumas de dinero tiene la calidad y significa. do de indemnizacién de perjuicios. Casos hay.en que procede la condenacién a pagar intereses sobre una cantidad de dinero sim- plemente como frutos (articulos 717 y 718 del C. C.), a titulo de accesién, como perte- necientes al duefio de la suma de que provie- nen, cuando se trata de devolucién de nume- rario, y casos en que los intereses constitu yen una indemnizacién moratoria (articulo 1617). En el caso de estudio los intereses sobre las pensiones recibidas por el actor y sobre el valor de las cargas de café a que ha sido condenado José Maria Rueda en la senten- cia que se acusa, en las condiciones alli de- terminadas, no tienen el sentido de una in- demnizacién, sino simplemente de una de- volucién de frutos civiles, con el mismo al- cance con que ha sido condenado el deman- dado Timoleén Rueda a la devolucién de los inmuebles con sus frutos naturales para conservar la relacién de equidad en las pres- taciones destinadas a restaurar el estado que tenfan las cosas antes de la celebracién del contrato que ha sido invalidado. El plei- to no se ha iniciado con el objeto de que en la sentencia definitiva se declare la obliga- cién de pagar una cantidad de dinero, la en- trega de las sumas a que se refiere la sen- tencia ha surgido como una consecuencia natural y legalmente prevista de la nulidad del contrato que ha sido deeretada, cosa no- toriamente distinta. No se trata aqui en ninguna forma del ejercicio del derecho se- cundario de la indemnizacién de perjuicios que corresponde al acreedor como ‘conse- cuencia de la responsabilidad contractual en los casos en que el deudor no ha satisfecho oportuna y totalmente su obligacién en la forma en que fue constituida, ni la presta- cién a cargo del demandante, contenida en Ia sentencia, tiene como raiz y fuente la in- juria causada a un acreedor con la violacién de un vineulo obligatorio y consistente en la inejecucién total o la ejecucién_ imperfecta o retardada de una obligacién. Las restitu- ciones reciprocas decretadas en la senten- cia no tienen origen en la responsabilidad contractual por inejecucién de la obligacién, sino en la extincién de la obligacion (artfeu- Jo 1625 numeral 8°, C..C.), obrada por vir tud del fenémeno de la nulidad que al ani- quilar el contrato da nacimiento, lo mismo que el contrato al nacer, a derechos y obli- gaciones recfprocas y conmutativos indis- pensables para el restablecimiente del ante- rior estado de cosas, segiin doctrina consa- grada en el articulo 1746 del Cédigo Civil y. 452 GACETA con base en obvios principios de justicia. Los intereses considerados como fratos son una de las restituciones mutuas que deben hacerse las partes contratantes como conse- cuencia del pronunciamiento judicial de la nulidad. Por esto, no son aplicaples al caso los ar- ticulos 1615 y 1617 del Cédigo Civil, que go- biernan situaciones de indemnizacién de perjuicios, y no teniendo aplicabilidad al ca- 80, resulta invélido el cargo de violacién fundado en falta de aplicacién. En cuanto al cargo de ilegalidad de la sen- tencia por haber condenado al demandante a restituir al demandado el valor de las car- gas de café en vez de café mismo, con fun- damento en que “café fue lo que gast6 o pa- g6 don Timoleén por su hermano y café se- ria lo que don José Maria debe devolverle cuando se pruebe el enriquecimiento respec- tivo”, basta considerar para no dar acogida al cargo, que las expresiones lo que gast6 o page, usadas en el articulo 1747 del Cédigo Civil, no tienen el sentido restrictive que supone el recurrente cuando habla de la obli- gacién de devolver “las cargas mismas”, co- mo si se tratara de la restitucién especifica de un depésito (articulo 2253, C. C.) Las restituciones reciprocas a que da lugar una declaratoria judicial de nulidad se rigen por las mismas reglas generales de las presta- cicnes mutuas consignadas en el capitulo 4° del titulo 12 del libro 2° del Cédigo Civil, en las que se prevé el caso de la inexistencia de los frutos debidos para reemplazarlos por el valor que tenian o hubieran tenido al tiempo de la percepcién, en virtud del prin- cipio de la ejecucién por equivalencia. De igual manera y por la misma causa de im- posibilidad de que el acreedor reciba la cosa misma que es objeto de su crédito por no existir la cosa que el demandado pagé por virtud del contrato a acreedores del actor, como es natural que no exista, el deman- dante condenado a restituirla debe su valor correspondiente a su dia y lugar, como esté determinado en la sentencia. Se observa, por lo demas, que el café a que se refiere la acusacién del recurrente no fue entregado por Timole6n Rueda a Jose Maria Rueda si- no a las casas comerciales acreedoras de é3- te, domiciliadas en Nueva York, sefialadas en la escritura en que se recogié el contra- to, de modo que el tribunal no podia conde- nar al demandante a devolverle al deman- dado una especie que no habia recibido de é1 y que por haber sido destinada al pago de JUDICIAL unas obligaciones comerciales de acuerdo con lo estipulado, se convirtié en una rela- cién de valores entre los contratantes para los efectos de las restituciones mutuas de- terminadas por el aniquilamiento del con- trato. No incurrié tampoco el tribunal en in- fraccién del articulo 1747, como lo preten- de el recurrente, al decretar las restitucio- nes ya vistas a cargo del demandante José Maria Rueda Gémez por haber considerado que en el caso presente ocurre la excepeién contemplada.en esa disposicién legal por aparecer que el actor, a pesar de la condi- cién de incapaz en que intervino en la cele- bracién del contrato, se hizo més rico, en el sentido que le da a esta expresién el citado texto legal, con las sumas que del demanda- do ha recibido en concepto de renta vitalicia y con lo que éste pagé para extinguir obli- gaciones de aquél. No es en ninguna pre- suncién arbitraria en lo que asienta el sen- tenciador su concepto del enriquecimiento del incapaz cuando afirma que “la pensién le fue necesaria para e] sostenimiento de la vida y el pago de las deudas elimin6 el pa- sivo que pesaba a cargo del demandante”; es en la propia declaracién que el actor ha hecho en carta dirigida desde Paris a su her- mano Timoleén, traida a los autos por éste y transerita como prueba en la sentencia, en a cual se lee: “...... .. Teniendo que ma- nejar con tanta cautela la suma de doscien- tos cineuenta pesos ($ 250.00) mensuales para vivir en Nueva York, resolvi mi venida Porque aqui cubre los gastos sin tener que estar fustigado por la economia contando los céntimos, circunstancia ésta que me ten- dra aqui indefinidamente o interpienso en otro pais en que con el mismo dinero pueda mejor vivir, Italia, Portugal, Grecia ofrecen una vida menos cara... Bi El hecho del enriquecimiento, calificado de evidente en la sentencia, lo deduce, pues, el tribunal de la propia manifestacién del actor, quien expresa que la renta le fue ne- cesaria para vivir; de acuerdo, por otra par- te, con el objetivo juridico que los tratadis- tas sefialan a la constitucién de la renta vi- talicia y que no es otro que el sostenimien- to de la vida del rentista. Respecto de los pagos que verifieé el demandado, al tenor del contrato, a las firmas acreedoras de Jo- sé Marfa Rueda, no niega el recurrente el concepto contenido en la sentencia de que el pago de una deuda es un hecho constitutive GACETA de enriquecimiento del deudor, ni niega tam- poco la realidad de los pagos, evidentemente establecidos en autos. Alega simplemente que no puede darse por establecido el enri- quecimiento del demandante con el pago de sus deudas por el demandado, porque “no se ha probado que los contratos de donde pro- cedian esas deudas fueran validos”, ya que nadie ha discutido en este pleito si José Ma- ria Rueda era demente cuando contrajo esas obligaciones. Apenas es necesario para con- tradecir este reparo injuridico, observar que, apareciende la verdad de los pagos, lo que no ha sido objeto de comprobacién nin. guna es que tales contratos fueran invali dos. Demuestra completamente .que el tribu- nal condicioné las restituciones a que conde- né el demandante con el limite comprobado de su enriquecimiento, este pasaje de la sen- tencia: “Cuanto a los $ 2,000.00 que segin la escritura contentiva de los contratos litt giosos don José Maria ‘confiesa tener reci- bidos ya, a su satisfaccién’ si cabe aplicar lo dispuesto en la primera parte del articu- lo 1747. Para que esa suma sea reconocida es preciso la demostracién de que con ella don José Maria se hizo ‘més rico’ conforme lo manda la ley. Por esta raz6n, en la par- te resolutiva no’se ordena el reembolso de esta cantidad”. Por otra parte, siendo el enriquecimien- to una cuestién de hecho, y habiendo sido aceptada y declarada por el tribunal con ba- se en los elementos probatorios que tuvo a su consideracién para calificar este punto, habria sido indispensable para enderezar bien el ataue en casacién contra este extre- mo del fallo que se demostrara que el sen- tenciador incurrié en errores de hecho o de derecho en la apreciacién de las pruebas, ¥ ue, como consecuencia de esta equivoca- cién, infringié los sefialados textos de la ley sustantiva. Esto, considerada la cuestién desde el 4n- gulo de la acusacién del demandante exclu- sivamente; porque este extremo de la con- dena del actor en relacién con lo recibido por renta vitalicia ha de modificarse como consecuencia légica y de equidad de la va- riacién que hard la Corte en punto a la res- titucin de frutos por el demandado, por al- terarse con esa raz6n las conclusiones a que aqui se ha legado en materia de enriqueci- miento del incapaz. Acusa el recurrente ‘demandante la sen- tencia en cuanto absuelve al demandado de JUDICIAL 453 la cuarta de las declaraciones suplicadas en la demanda, en que se pide que se condene a Timoleén’ Rueda Gémez, consideréndolo como poseedor de mala fe, 'a pagarle al de- mandante la cantidad de cincuenta mil pesos ( 50,000.00), 0 la que fijen los peritos si el demandado lo exigiere, como indemniza- cién de los perjuicios que se le han causado, tanto por el total despojo de sus bienes re- lacionados en la eseritura niimero 271 de 16 de noviembre de 1922, como por el abando- no, descuido y desmejora de esos bienes y sus anexidades. Para fundar su absolucién, escribié e} tribunal: “Nuestro Cédigo civil en su artfeulo 1746, indica la forma y me- dios de restituir las cosas al estado anterior en casos de nulidad declarada en sentencia firme, 0 sea mediante las prestaciones mu- tuas 0 compensaciones de frutos, intereses, mejoras, etc, Este, pues, es el remedio le- gal, expresa y especialmente consagrado en la ley, para obtener las indemnizaciones en casos como el presente y a él deben cefiirse las partes. En consecuencia, la condena- cién a pagos de perjuicios que se impetra ca- rece de apoyo legal y debe absolverse al de- mandado de este cargo de la demanda”’. Se pretende ver en este razonamiento la violacién del articulo 963 del Cédigo Civil, que establece en su primer inciso que el no- seedor de mala fe es responsable de los de- terioros que por su hecho o culpa ha sufri- do la cosa, ya que la simple condena a res- tituir los frutos no indemniza por concento de deterioros, de modo que neear los peri cios por desmeioras es anebrantar el va tado articulo 963 v el 1746 del Cédico Civil. El efecto seneral v previo de toda decla- racién de nulidad es retrotraer las cosas al estado en que se hallarian si no hubiese existido el acto o contrato nulo por medio de las restituciones mutuas que havan de hacerse los contratantes, én las cuales, por virtud del pronunciamiento judicial, ‘cada uno ser responsable de la nérdida de las es- pecies o de su deterioro, de los intereses ¥ frutos v del abono de las meioras necesa- rias, titiles y voluptuarias, toméndose en consideracién los casos fortuitos. v la pose- sién de buena o mala fe de las partes. todo ello segiin las reglas generales, y sin periui- cio de lo dispuesto especialmente sobre ob- jeto 0 causa ilfeita en que no hay derecho de repeticién, y en relacién con los incana- ces que solamente responden en la medida en gue se hayan enriauecido. En esta nor- ma legal (articulos 1746 y 1747 del C. C.) estén previstos y determinados todos los efectos aue pueden desprenderse del rompi- miento de un vinculo contractual por efecto 454 GACETA del pronunciamiento de una nulidad en sen- tencia que tenga la fuerza de cosa juzgada, en la cual, en presencia de las pruebas que se aduzcan en cada caso conereto y de la ca- lifieacién que al tenor de ellas se haga de la fe de los contratantes, ha de determinarse el aleance y la cuantia de las restituciones mu- tuas. Los términos de un fallo de nulidad tienen que reflejar la realidad probatoria de cada debate judicial. En el caso de estudio se habria quebran- ente el articulo 963 citado si is probatorios de la sentencia se hubiera aceptado o establecido el hecho de los deterioros de las fincas como conse- cuencia de hechos o culpa del demandado y que a pesar de esta conclusién se hubiera abstenido el tribunal de declarar la respon- sabilidad que tal precepto establece en se- mejante ocurrencia. Fuera de esta situa- cién, el cargo habria de fundarse en errénea apreciacién de las pruebas producidas con el objeto. de acreditar los deterioros, o en su falta de apreciacién; pero no simplemente por haberse abstenido el tribunal de orde- nar una prestacién que no puede hacerse si- no sobre la existencia probatoria de un he- cho. Pero en realidad esta cuestién de los pretendidos deterioros de las fincas del de- mandante carece de importancia y no ha de ser objeto de més detenida consideracién, porque la conclusién a que ha Ilegado la Cor- te después de un detenido estudio del pro- ceso en punto a la buena fe del demandado, como ha de verse en la parte correspondien- te de este fallo. deja en el vacio la acusacién que se ha venido estudiando. En esta nue- va situacién el punto quedaria reducido a la responsabilidad por los deterioros en cuanto de ellos se hubiere aprovechado el reo, cuestién de hecho en relacién con la cual también seria improcedente por error de técnica de casacién el ataque que no se di- rigiera contra el error del fallador en el jus- tiprecio de la prueba aducida sobre el par- ticular. La posesién que el demandado Timoleén tomé de los inmuebles y demas cosas com- prendidas en el contrato y a que se refieren las restituciones consecuenciales de la nuli- dad, fue por efecto de las prestacinoes con- tractuales de que da fe la escritura, de tal manera que resulta improcedente por demas hablar de despojo, palabra de sentido delic- tual, que significa el acto violento o clan- destino por el cual uno es privado de una co- sa mueble o raiz que poseia o del ejercicio de un derecho de que gozaba, “Como el sefior Timole6n Rueda — dice el recurrente — conocia la demencia de su JUDICIAL hermano al contratar con él, incurrié en la falta de cuidado expresada, por decir lo me- nos. Esa falta se llama culpa grave, negli- gencia grave o culpa lata y equivale al dolo en materia civil. Y, como, de otro lado, el que ha cometido un delito o culpa que ha in- feride dafio a otro, es obligado a la indemni- zacién, sin perjuicio de la pena que la ley imponga por la culpa o delito cometido, con- sidero que el tribunal ineidié en error de- jando de condenar por el dafio que le causé al demandado al demandante con aquel con- trato que privé a éste de sus bienes en pro- vecho de su hermano, El tribunal, rehusan- do el resarcimiento pedido en la cuarta sti- plica del capitulo principal de la demanda ha infringido, pues, los artieulos 63, 1613, 2341 y 2356 del Cédigo Civil, por haberlos dejado de aplicar al caso del pleito”. Con esta pretendida infraccién legal se plantea una cuestién de responsabilidad por culpa, que no estuvo ni podria estar some- tida a la consideracién y andlisis del senten- ciador al decidir el problema de nulidad con- tractual dentro de las normas legales en que estin previstos y determinados los efectos que se producen con este fenémeno juridico. Con la cita del articulo 68 del Cédigo Civil, que define y clasifica la culpa civil, disposi- cin referente por sus caracteristicas pro- pias a la culpa contractual, lo mismo que el articulo 1613, citado también como infringi- do, parece que el recurrente considera que es culpa contractual la que le imputa al de- mandado; pero al propio tiempo parece ha- cer alusién a la culpa extracontractual al citar como quebrantadas por el tribunal las disposiciones de los articulos 2341 y 2356 del Cédigo citado que gobiernan la respon- sabilidad comin por los delitos y las culpas. En esta forma, fuera de la inconducencia del cargo como cuestién de responsabilidad por culpa, se involueran de manera inaceptable la responsabilidad contractual y la respon- sabilidad delictual en una misma relacién juridica. Ni Ja ley ni la doctrina autorizan al ejercicio de esta accién hibrida, segin expresién de los expositores, porque la yux- taposicién o acumulacién de estas dos espe- cies diferenciadas de responsabilidad es im- posible, ya que la contractual, por su propia, naturaleza, excluye la generada por el deli- to. Lo que puede acontecer es que hay he- chos que ademds de tener la calidad de cul- posos con relacién a determinado contrato, por: su propia mesmedad jurfdica, indepen- dientemente de todo arrimo contractual, pueden constituir asimismo fuente de res- ponsabilidad como culpa delictual, dando asi origen y posibilidad a dos acciones que pue- GACETA den ejercitarse independientemente pero que no son susceptibles de acumulacién por- que se llegaria asi a una injusta e injuridica dualidad en la reparacién del perjuicio. En casos como el de autos, en que el hecho que se sefiala como raiz de la responsabilidad, en el _supuesto de que el pedimento de in- demnizacién de perjuicios fuera procedente, no- puede considerarse sino como insepara- blemente vinculado a un contrato, resulta evidentemente fuera de lugar cualquier es- fuerzo encaminado a sacar el punto de la responsabilidad del plano contractual para llevarlo impertinentemente al campo de la responsabilidad por los delitos y las culpas, que es la enfocada por los articulos 2341 y 2356 del Cédigo Civil, La iiltima acusacién del recurrente-de- mandante es por quebrantamiento de los ar- ticulos 964 del Cédigo Civil y 480 del Cédigo Judicial, por no aplicacién, al haber omitido el tribunal dar las bases para la fijacién del importe de los frutos, entre las cuales esta la de que el abono debe hacerse de confor- midad con el valor que ellos tenfan al tiem-, po de la percepcién. La disposicién citada del Cédigo de Pro- cedimiento, cuya infraccién, si la hubiere, no incidiria en el recurso de casacién por su naturaleza simplemente adjetiva, no fue tampoco desatendida por el tribunal, porque en la sentencia se expresa, después de estu- diar los dictémenes periciales trafdos al j cio para determinar la cuantia de los frutos, que la prueba al respecto es insuficiente pa- ra hacer una condena en’concreto y que “por estos motivos s6lo cabe la condenacién in genere”. Por no haber hallado las bases ne- cesarias para fijar el importe de los frutos en cantidad liquida, se advirtié en el fallo como pardgrafo del numeral 5° de-la parte resolutiva, que la fijacién de la cuantia de los frutos debia hacerse en la oportunidad de la ejecucién de la sentencia, de acuerdo con el'articulo 553 del Cédigo Judicial. Por lo que hace a la omisién de la época de per- cepeién para determinar el valor de los fru- tos, no es tampoco motivo bastante para in- firmar el fallo, porque siendo tal norma una regla legal obligatoria, su aplicacién es oportuna y pertinente cuando hayan de hacerse las mutuas restituciones en la eje-) cucién de la sentencia. | De lo expuesto surge la ausencia de fun- damento juridico en las acusaciones formu- ladas por el demandante contra la sentencia proferida por el tribunal, favorable al actor JUDICIAL 455 casi en la totalidad de las séplicas de su de- manda. Recurso de la parte demandada La muerte del demandado Timoleén Rue- da Gémez, acaecida mientras cursaba el jui- cio en su segundo grado, dividié su repre- sentacién judicial en el recurso de casacién, que fundaron ante la Corte tres distintos abogados en representacién de la viuda y herederos del demandado. El estudio de casacién no abarca la tota- lidad de los aspectos y temas originales del litigio, muchos de los cuales han quedado debatidos y fijados invariablemente en las sentencias de instancia, Esta decisin, en vista del planteamiento de las demandas, s6- lo versa sobre la manera de comprobacién de la enfermedad mental del demandante José Maria Rueda Gémez, ya en relacién con la anormalidad misma de que se le ha decla- rado: paciente como relativamente a su su- frimiento al tiempo de celebrar el contrato de cuya validez se trata; sobre la califica- cién de mala fe que el tribunal ha hecho pa- ra el demandado en la celebracién del nego- ciado, y sobre su condenacién en costas. Se ordena y agrupan a continuacién los cargos que se formulan por la parte deman- dada contra la sentencia del tribunal en las tres demandas de casacién, todos por el pri- mero de los motivos legales sefialados en el articulo 520 del Cédigo Judicial. I. — VIOLAUION DE LOS ARTICULOS 558, 1503, 1741 y 1757 DEL CODIGO CI- VIL Y 593 Y 661 DEL CODIGO JUDICIAL La ecusacién por quebrantamiento direc- to de estas disposiciones legales se relacio- na inmediatamente, segiin se lee en los ale- gatos, en que se transcribe incompletamen- te, con el siguiente pasaje de la sentencia, visible es el capitulo en que se estudia la presuncién de capacidad, y que dice: “Al juzgador corresponde, en la sentencia final, balancear las pruebas y las contrapruebas para deducir la verdad del hecho 0 hechos controvertidos. Ahora bien: si se demues- tra suficientemente que determinado indi- viduo adolecfa de incapacidad en determina- da época y dentro de ese periodo contraté, el juzgador puede concluir légicamente en presencia de las manifestaciones del sujeto anteriores y posteriores al acto, la incapa- cidad en él momento mismo de contratar. Ello esta dentro de su libertad de aprecia- cién, dentro del examen racional de las prue- bas, donde pueden hacerse valer las induc- 456 GACETA ciones y las dedueciones para establecer la verdad judicial en un momento dado. Lo contrario cereenaria indebidamente la mi- sién del Poder Judicial y acabaria con las presunciones de hombre, que constituyen preciosos elementos de conviccién, acepta- dos como tales por la jurisprudencia univer- sal y por los autores de derecho. Ni la ley, ni el juez pueden apoyarse en ocurrencias excepcionales, extraordinarias para deducir una consecuencia, Si se prueba, sin lugar a duda, el estado de incapacidad de una per- sona poco antes de celebrar un contrato y se demuestra también que poco después de ce- lebrado el mismo contrato perduraba el es- tado de ineapacidad, no es presumible, den- tro del orden natural de las cosas, un cam- bio stibito momentaneo en ese estado para dar cabida, por cortisimo tiempo, al estado contrario, o de capacidad plena, para luégo retornar bruscamente a la ineapacidad ante- rior. Da manera que quien alega ese cam- bio inusitado, extraordinario, y apoyado en 41 sostiene la validez de un’ contrato, para obtener el triunfo de sus pretensiones debe demostrar la ocurrencia del intervalo hicido © periodo de remisién en el momento de la celebracién del contrato. Por lo menos de- be hacer presumible (no simplemente posi- ble o verosimil) ese nuevo estado de lucidez en el momento preciso de contratar me- diante la demostracién de hechos que den base al juzgador para deducir la contrapre- suncién. Y no basta la mera posibilidad 9 verosimilitud de la cordura porque al falla- dor no le es dado apoyarse en lo que pudie- ra haber sucedido, sino en lo que debié su- ceder, conforme a los dictados de la razén, en el caso que se contempla”, Coneeptian los recurrentes que al razo- nar el tribunal de esta manera, no fielmente reflejada en las transcripeiones de. las de- mandas, infringié los citados textos de la ley porque desconoce el principio general que presume la capacidad y opta por la in- capacidad como estado presumible, y_por- que asf invierte la carga de la prueba, Tam- bién se hace consistir la violacién de estas normas en que el tribunal tuvo en cuenta para establecer o tener por establecida la de- mencia del actor en el momento de celebrar el contrato la prueba testimonial sobre su estado mental inmediatamente anterior e in- mediatamente posterior a su celebracién no siendo atinente esa prueba por no referir- se al momento mismo en que se celebr6 la convencién, y también como consecuencia del error de hecho consistente en haber per- dido de vista que en los autos esta demos- trada la naturaleza discontinua, no habitual, JUDICIAL de la enfermedad mental que aquejaba al contratante José Maria Rueda. Se considera: “Los actos y contratos del demente, —di- ce el articulo 553 del Cédigo Civil, — ‘poste- riores de decreto de interdiccién, seran nu- los; aunque se alegue haberse ejecutado o celebrado en un intervalo liicido. Y por el contrario, los actos y contratos ejecutados 0 celebrados sin previa interdiccién, serén validos a menos de probarse que el que los ejecuté o celebré estaba entonces demente.” De las dos condiciones necesarias sobre cuya comprobacién debe reposar la declara- cién de nulidad por causa de demencia, de un contrato celebrado por una persona que no esté ni ha estado nunca en interdicci6n por esa causa, a saber: “Que ha habido una ‘perturbacién ‘patol6gica de la actividad psi- quica que suprime la libre determinacién do la voluntad’, segiin la terminologia muy tée- nica del e6digo aleman, o que excluye la ‘ca pacidad de obrar razonablemente’, como di ce el eédigo suizo, y que esa perturbacién de la actividad psiquica fue concomitante a la celebracién del contrato” (G. J., T. XLIII, pagina 799), sdlo esta tiltima est a la con- sideracién de la Corte, porque el ataque a la sentencia sélo se ha dirigido contra la parte en que dio por establecida la psicosis, que en concepto de los peritos psiquiatras adoptado por el tribunal como base de su conviccién, determiné la incapacidad civil de] demandante para contratar, esto es, lo privé del juicio suficiente para aplicarlo al caso determinado y de la firmeza de volun- tad para hacer una libre decisién. La dilu- cidacién del problema de la eapacidad del ac- tor en relacién con la psicosis que esta de- mostrado y aceptado que sufria, no es pro- cedente, pugs, al considerar el cargo que se estudia. El momento en que juridicamente intere- sa y es necesario establecer la existencia de la enfermedad mental, cobijada por la de- nominacién sin técnica psiquidtriea de de- mencia que emplea el cédigo, es el de la ce- lebracién del ‘contrato, porque es ahi donde se presta el consentimiento en la forma ple- na y eficaz que requiere la ley, con concien- cia de la naturaleza del acto y de la exten- sin de sus efectos y obligaciones, sin nin- guna confusién de espiritu que merme la po- tencialidad mental y volitiva en la medida que garantiza el adecuado ejercicio de las actividades civiles. Pero esta necesidad de concomitancia de la perturbacién psfquica con la celebracién del contrato es cosa dis- GACETA tinta de su posibilidad probatoria, que no debe entenderse reducida por ella al extre- mo de considerar indispensable la demos- tracién del estado mental de incapacidad en el preciso instante de contratar, mediante la produceién de una prueba directa — tes- tigos o peritos — que hayan presenciado el contrato y afirmen el estado de incapacidad en ese momento. Seria absurdo estrechar y casi imposibilitar en esta forma la demos- tracién de la verdad judicial, tnico objeto racional del derecho probatorio. En el articulo 558 citado se usa la pala- bra entonces para expresar la época o tiem- Po a que debe referirse la prueba de la alte- racién mental patolégiea que determina la incapacidad. “Entonces”, gramaticalmente, significa “en aquel tiempo u ocasién”; no se limita la comprensién temporal de este adverbio a un instante preciso; su signifi- cacién oscila sobre una duracién indetermi- nada de tiempo. ‘Teniendo en cuenta su des- tino probatorio, la disposicién contenida en la parte final del articulo 553 del Cédigo Ci- vil no es susceptible de una interpietacién rigida € invariable en el sentido de fijar pre- cisamente el tiempo a que ha de referirse © cobijarse la prueba de la psicopatia y su incapacidad determinante; lo indispensable es que la prueba sirva para establecer la concomitancia de la demencia con la cele- bracién del contrato que es ataca. No hay una prueba te6rica invariable que consulte exactamente el aleance del adverbio de tiem- po empleado en el cédigo. Cada caso concre- to y cada acervo de pruebas impondra una interpretacién que se acomode a las carac- teristicas singulares y propias de la enfer- medad que aqueje al sujeto que se preten- de incapaz, Habiendo perturbaciones men- tales de numerosas y diferentes especies y etiologias, permanentes, progresivas, créni- cas e incurables, intermitentes, efimeras, cada caso judicial en que se pretenda que una de estas anormalidades ha abolido la capacidad civil de un contratante solicitara Iégicamente una manera especial de com- probacién para dar adecuada y préctica aplicacién al precepto legal que ampara los incapaces. Si se trata de demostrar la exis- tencia de una psicosis de naturaleza perma- nente o de desarrollo progresivo o de ciclos determinados y precisos, el “entonces”, des- de el punto de vista de su prueba, no serd el minuto fugaz en que se cumple la accién, como si ha de serlo cuando el acto atacado de nulidad se haya cumplido-en un “enton- ces”, dnico, pasajero, que desaparecié de la vida’ del incapaz sin dejar huella porque obe- decié a una causa transitoria que dejé de JUDICIAL 457 actuar. La clase de enfermedad condicio- na la prueba, Lo equivocado es querer re- ducir invariablemente la conducencia de las pruebas a las referentes al instante mismo en que se celebré el contrato, porque eso equivale a darle a la expresién “entonces” una acepcién estitica al frente de la reali- dad mévil y cambiante de los fenémenos de la psiquiatria forense, Para casos de des- equilibrios permanentes, ya sea su perma- nencia ilimitada o cireunscrita dentro de ci- clos precisos como acontece en las psicosis de fases alternativas, no hay razén legal ni de conveniencia para limitar su demostra- cién a la prueba coeténea del acto o contra- to que se ataca. Podria decirse que la ley aconseja en estos casos, para mejor ilustra- cién y més firme certidumbre, que no se re- duzea la inquisicién judicial a tratar de ais- lar probatoriamente un minuto loco de una vida sino a interpretarla totalmente, por lo menos en su sector afectado, cuando manda averiguar, para efecto de la interdiccién del demente, su vida anterior, su conducta ha- bitual y naturaleza de la demencia (549 del c.C) Al acierto y justicia de estos principios y normas de nuestro derecho, coincidentes con la doctrina de los expositores, se acomo- 6 exactamente el criterio del tribunal cuan- do acept6, luégo de analizar espaciosamente las pruebas relacionadas con los anteceden- tes y subsiguientes del contrato, relativa a la salud mental del contratante José Maria Rueda Gomez, que éste se hallaba en esta- do de ineapacidad al tiempo de celebrar las convenciones referidas como consecuencia de la enfermdad mental de que entonces adolecia. “Ante este copioso material pro- batorio — dice el tribunal — queda la im- presién neta de que don José Maria’ Rueda Gémez en el tiempo inmediatamente ante- rior a la celebracién de los contratos de que aqui se trata y en el tiempo inmediatamen- te posterior a ellos, no era una persona nor- mal. Los hechos relatados por los testigos arguyen paladinamente que las manifesta- ciones exteriores de don José Marfa, su com- portamiento, su modo de proceder, traspa- saban en mucho la zona oscura que existe entre lo normal y lo patolégico, para ocu- par decididamente los dominios de la anor- malidad. De la incapacidad inmediatamen- te anterior a la celebracién de los contratos y de Ja incapacidad inmediatamente poste- rior a ellos, deduce el tribunal légicamente la incapacidad con pruebas habiles en deter- minado lapso, en el cual no puede suponerse a priori que ese estado haya sufrido una al- 458 GACETA teracién sibita en que haya brillado momen- taneamente la luz de la razén”. No es inoportuno advertir aqui para ha- cer resaltar la intrascendencia del cargo en casacién, que la deduccién a que llegé el tri- bunal sobre la existencia de la incapacidad del actor en el momento de la celebracién de los contratos como consecuencia légica ¥ natural de la demencia demostrada inmedia- tamente anterior a ese momento y de la que inmediatamente le siguié, también estable- cida plenamente, de la cual dedujo estado ha bitual de demencia en ese tiempo, la afirmé en la innimera prueba testimonial relacio- nada con los antecedentes del contratante José Maria Rueda, remotes y cercanos, casi coetaneos con la celebracién, lo mismo que con la detallada relacién de los hechos de su vida a partir del 16 de noviembre de 1922, prueba testimonial legalmente producida y perfectamente conducente por versar sobre hechos coneretos y precisos. Pero la con- viecién de la incapacidad en que reposa la declaracién de nulidad absoluta que contie- ne le sentencia no se alimenta solamente de la fe que merece esta prueba testifical, sino que se afirma fuertemente sobre 1 mérito deducido de la totalidad de las probanzas, como repetidamente se asevera en diferen- tes pasajes del fallo acusado, entre las cua- les la que ofrece mas ancha base es sin du- da la pericial, objeto de interesante andlisis en la sentencia, y la cual es, en concepto del sentenciador, inequivoca en el sentido de de- clarar y establecer que el demandante era incapaz por anormalidad mental para con- tratar validamente en el dia que juridica- mente interesa conocer, 0 sea el 16 de no- viembre de 1922. También se robustece la conviccién judicial con las inferencias indi- ciarias que se hacen provenir de varios he- chos acreditados en autos, estudiadas en ca- pitulo separado, y cuyo mérito contribuye a reforzar la certidumbre en que se asienta la sentencia. De esta manera, a través del and- lisis de los elementos de conviecién milti- ples y diversos aportados por las partes al debate judicial, el tribunal desplaz6 el pro- blema de la capacidad civil del actor del campo de la abstraccién tedrica y decidié sobre é] dando aplicacién a los principios le- gales de derecho probatorio con los elemen- tos que tuvo a su consideracién para fallar el caso concreto de los autos. “Se admite sin dificultad — dice Josse- rand — que la carga de la prueba incumbe a quien excepciona por el concepto de la in- eficacia del acto: no podria argilirse en prin- cipio que la inexistencia de un contrato se presume, Corresponde al litigante que alega JUDICIAL esta eventualidad de excepcién establecer el fundamento de su alegacién, que no puede ser otro sino que el rcto se realizé en el cur- so de un periodo de demeicia, prueba que puede ser suministrada, por el mismo ena- jenado (si se halla en el curso de intervalo Wicido), 0 por sus causahabientes o repre- sentantes” (Curso de Derecho Civil. T. I, pagina 310). Refiriéndose a los actos de los dementes gue nunca han estado en interdiecién, dicen Planiol y Ripert: “La demencia no es-siem- pre continua y completa;.esté a menudo in- terrumpida por intervalos licidos. Cémo probar que en el momento preciso en que ha sido ejecutado el acto que se ataca el enaje- nado estaba privado de su razén, Esta prue- ba es con-frecuencia dificil, aunque se pue- da hacer por todos los medios puesto que se trata de un simple hecho. Partiendo de es- ta base, la jurisprudencia se contenta casi siempre con una presuneién resultante de que el enajenado estuviese en estado mis 0 menos constante de demencia tanto en el pe- riodo anterior como en el periodo pos- terior al acto atacado. Los tribunales Ile- gan asi a la cuasi certidumbre de la de- mencia en ef momento del acto, a menos que quienes sostienen’ la validez de éste es- tablezcan ciertas cireunstancias que hagan ver un intervalo lieide en ese momento. Es- te procedimiento no es sino la aplicacién del derecho comin que le permite al juez, cuan- do la prueba testimonial no es posible, deci- dirse por simples indicios. “Siendo tal la apreciacién de puro hecho, no cae bajo la censura de la Corte de Casa- cién, Es por lo demés una presuncién and- loga la que permite la anulacién de los ac- tos del demente recluido. Esta es todavia més fuerte en cuanto el encierro hace pre- sumir la nulidad del acto del loco, sin que el demandante tenga que demostrar la exis- tencia de la locura en el perfodo anterior y en el perfodo posterior” (T. I., ntimero 725). La Corte ha dicho en sentencia de casa- cién de 10 de octubre de 1923: “Para que pueda declararse la nulidad de los actos eje- cutados por un demente que no estaba en interdiccién judicial cuando los ejecuté, no es preciso que la prueba de la demencia re- caiga sobre el instante mismo en que ejecu- t6 el hecho, verbigracia, que firmé u ot g6 el poder. Basta demostrar que ese indi- viduo estuvo en estado habitual de demencia en tiempo comprendido entre la fecha ante- rior y posterior a la ejecucién del acto” (G. J.T. XXX, pigina 351). Cuando el tribunal afirmé en su senten- cia que “si se demuestra suficientementa GACETA que determinado individuo adolece de inca- pacidad en determinada época y dentro de ese perfodo contraté, el juzgador puede con- cluir légicamente en presencia de las mani- festaciones del sujeto anteriores y posterio- res al acto, la incapacidad en el momento mismo de contratar”, no hizo referencia a presuncién legal ninguna ni dijo que el juez debe presuniir nada, sino que se limits a enunciar la aplicacién de las reglas proba- torias comunes a un pleito determinado. Lo que ha dicho es que probada la demencia in- mediatamente anterior y la inmediatamente siguiente al acto acusado, puede concluir y concluyé la demencia concomitante, como una inferencia légica deducida a base de analogia entre dos plntos cercanos de refe- reneia en que era evidente la alteracién pa- tolégica y cientificamente aceptable la con- tinuidad ‘del estado mérbido. Este aspect de la cuestién plantea entonces la presencia de una prueba indieial en este punto (una de las varias en que se apoya la~sentencia), cuya apreciacién y mérito corresponde so- beranamente al sentenciador. Ninguno de los pasajes y conclusiones de la sentencia autoriza la afirmacién que ha- cen los recurrentes de que el tribunal des- conoce el principio general que consagra la capacidad como estado presumible. Todo un capitulo se deiica para afirmar el prin cipio elemental de que el articulo 1503 del Codigo Civil establece la presuncién legal de capacidad, con la advertencia de que no es ésta una presuncién juris et de jure sino una presuncién relativa o juris tanium, sus- ceptible de ser destruida por prueba en con: trario. Y tan infundado como el desconoci- miento de esta presuncién es el cargo de que el tribunal invirtié la carga de la prueba, desconocié Ja obligacién de probar que in- cambe al actor y establecié presunciones le- gales nuevas usurpando funciones de legis- lador, cuando la sencilla verdad que fluye del texto de la sentencia acusada es que el tribunal solamente ejereité la funcién esen- cial que corresponde al juzgador de apreciar las pruebas, analizindclas y pesdndolas de acuerdo con Ja estimacién legal y su facul- tad de apreciacién para formar la conviccién de plena prueba sobre el hecho fundamen- tal de que el demandante José Maria Rueda Gémez estaba en incapacidad por enajena- cién mental 0 demencia en el momento de suscribir la escritura ptiblica ntimero 271 el 16 de noviembre de 1922, ante el Notario del Cireuito de San Gil. “Toda decision judicial, en materia civil — dice e] articulo 593 del Cédigo Judicial, citade entre los infringidos — se funda en JUDICIAL 459 los hechos conducentes de la demanda y de Ja defensa, si la existencia y verdad de unos y otros aparecen demostrados, de manera plena y completa segiin la ley, por alguno 0 algunos de los medios probatorios especifi- cados en el presente titulo y conocidos uni- versalmente con el nombre de pruebas”. Cuando el articulo 1757 del Cédigo Civil di- ce que “incumbe probar las obligaciones y su extincién a quien alega aquéllas o ésta”, est4 expresando que el actor debe acreditar los hechos fundamentales de su aceién por alguno 0 algunos de los medios probatorios establecidos por la ley, que es precisamente Jo ocurrido en este caso en que el sentencia- dor hallé plenamente demostrada la verdad de los hechos en que el actor fundé su im- pugnacién de la presuncién legal estableci- da por el articulo 553, inciso 2°, al concluir y declarar que el demandante estaba enton- ces demente, refiriéndose al tiempo de la ce- lebracién de los contratos impugnados. E] pretendido equivoco en que quieren ha- cer pie los recurrentes para afirmar que el tribunal invirtié la obligacién de probar y establecié una nueva presuncién legal, estri- ba en la circunstaneia de que en vez de ha- berse limitado a declarar su convencimiento sobre la base de la prueba plena deducida de su estudio de los autos y producida por el actor, con lo cual quedaba satisfecha la obligacin probatoria de éste y desnaturali- vada la presuncién legal de capacidad, agre- 26 que esa prueba hubiera podido ser con- trovertida a su turno por la parte demanda- da suministrando la que demostrara la exis- tencia de un intervalo licido. Oigase lo que sobre la ausencia de contraprueba del de- mandado en la época en que el tribunal tu- * vo por-establecida la demencia habitual del demandante, dice el -fallo: “Llama grandemente la atencién que en mas de un afio, a que se refiere la prueba analizada en este capitulo y en el anterior, todas las personas que vieron a don José Maria anotaron en él signos claros de ena- jenacién mental. No hay testimonio referen- te a este tiempo, de donde pueda deducirse lo contrario. Nadie afirma que en ese tiem- po se hallara en su entero y cabal juicio. Forzosamente en este dilatado tiempo, y da- da la prestancia social del demandante, mu- chas personas tuvieron ocasién. de obser- varlo. Si, pues. don José Maria hubiera te- nido dentro de este tiempo — fines de mil novecientos veintiuno, mil novecientos vein- tidés y mil novecientos veintitrés, — dias buenos, de completa salud mental, no habria faltado un testigo siquiera que asi No afirmara, maxime en este pleito don- 460 GACETA de tanto se_ha escudrifiado en materia de pruebas. Precisamente, si don José Ma- ria hubiera tenido dias’ buenos en ese lapso, los habria aprovechado para recibir a sus amigos, como es usanza en per- sonas de categoria que vuelven al pais después de largos afios de ausencia en el ex terior. Tampoco se ha ensayado demostrar que la reclusién de don José Maria en casa de dofia Silveria por espacio de cinco meses obedeciera a enfermedad o causa distinta de la enajenacién mental que se le atribuye: “Bl demandado tiene interés en la no exis- tencia de los hechos afirmados por el actor; pero mientras el actor no pruebe los hechos que afirma, el demandado no tiene necesidad de probar ‘nada: actore non probante reus absolvitur. Por tanto, el interés (y la obli- gacién o carga) de la prueba en el deman dado nace tinicamente cuando el no afirmar y el no probar causarian dafio al demanda- do, y esto sucede cuando el actor ya ha pro- bado hechos idéneos para constituir el dere- cho a su favor, de manera que el juez de- beria estimar su demanda, si la otra parte no afirmase y probase hechos que se opon- gan a ellos” (Chiovenda. Principios de De- recho Procesal Civil). Lo expuesto da base para desechar el car- go por violacién directa de los articulos le- gales citados al comenzar este aparte. Pero como también se acusa la sentencia por su infraccién indirecta. como consecuencia de errores de hecho en la apreciacién de algu- nas pruebas, se exponen y consideran en se- guida tales ‘cargos, no sin advertir que ci- mentandose la decisién del tribunal no sobre determinado elemento de prueba sino sobre todo el haz probatorio del juicio, como ya se dijo, el ataque singular contra probanzas aisladas es ineapaz de destruir la funda- mentacién de la sentencia: a) El tribunal desconocié las declaracio- nes testimoniales de Leopoldo Gémez Me- Iéndez, Marcelino Martinez y otros, visibles en el cuaderno de pruebas mimero 9, quienes declaran haber tenido negocios con el actor José Maria Rueda y constarles por esto que 41, en las fechas a que se refieren, distintas de la del contrato atacado, era hombre nor- mal y experto negociante, con Jo cual se vio- 16 el articulo 697 del Cédigo Judicial. No coincide este cargo con la verdad que ofrece la lectura de la sentencia, en la cual, después de citar por sus nombres todos es- tos testigos y muchos mag, se dice: ““Algunos de estos declarantes celebraron negocios con don José Maria y lo hallaron ha- _ bil para contratar; otros, tuvieron conoci- miento, por haberlo ofdo, de aue don José JUDICIAL Maria procedia en sus negocios como una persona normal, quienes afirman que el de- mandante, a pesar de sus extravagancias, era persona perfectamente cuerda, pero nin- guno se refiere a la época del contrato, y por esta razén sus testimonios nada dicen’ én re- lacién con el problema que se trata de resol- ver aqui. También hay memoria en el expe~ diente que don José Maria tuvo relaciones comerciales con el Banco de San Gil y en to- dos sus negocios obré normalmenie, pero también estos negocios se verificaron en época distinta a la que ahora nos interesa conocer, y, por lo demés, nadie ha negado que don José Maria gozara de largos perfo- dos de completa cordura, ni se trata de in- quirir su capacidad de contratar en general, en abstracto. Se busca esa capacidad en concreto, en un negocio dado, en el que se levé a cabo el dia diez y seis de noviembre de mil novecientos veintidés y de que da fe la escritura ntimero doscientos setenta y uno corrida ante el Notario de San Gil”. Tnvélido es también el cargo por error de hecho fundado en que el sentenciador no tu- vo en cuenta las cartas dirigidas por el de- mandante a su hermano Timoleén desde Barcelona, por los afids de 1920 y 1921, que el recurrente considera reveladoras de luci- dez mental, y con lo cual, dice, se violaren los articulos 1763 del Cédigo Civil y 645 del Cédigo Judicial que valoran como pruebas Jos papeles domésticos y documentos priva- dos. Diversas cartas de distintas épocas y di- ferentes procedencias, escritas por el actor al demandado, aparecén analizadas en el fa- lo como fuertes indicios conducentes a re- forzar la conviecién del fallador en el senti- do de la demencia de José Maria Rueda, Las que dejaran de enumerarse en este estudio critico probatorio de la correspondencia epistolar del demandante, no quitan ni afia- den fuerza en el balance general de la prue- ba procesal, en el que figurarfan como ele- mentos indiciarios, incapaces completamen- te de modificar la certidumbre judicial ali- mentada por pruebas de indiscutible pleni- tud. El error de hecho no se concibe sino cuando la cuestién de hecho no ofrece duda. b) Error de hecho manifesto en la apre- ciacién de la prueba indiciaria que hizo el tribunal como elemento de mérito coadyu- vante en demostracién de la demencia del demandante, porque en concepto\ del recu- rrente tal prueba no lleva ni puede llevar a la‘conclusin de la existencia del hecho que se quiere demostrar, de lo cual deduce la violacién de los textos ‘legales que sefialan las reglas de la apreciacién indiciaria. GACETA Esta manera de atacar el mérito deduci do por el senteneiador de la prueba indicia- ria es completamente equivocado e inacepta- ble en casacién. El juez es soberano en el justiprecio de la fuerza de conviecién que corresponde a los indicios porque la ley ha dejado a su juicio calificar sus caracteres de gravedad y precisiénsegtin las relacio- nes y conexiones entre los hechos que los constituyen y los que se trata de averiguar. A la inferencia légica deducida judicialmen- te de un hecho, al céleulo de probabilifad fundade en él, no se puede oponer, en Ata- que de pruebas, otra inferencia ‘distinta, otra interpretacién del hecho. Los cargos contra la prueba indiciaria son conducentes y eficaces solamente si se enderezan contra la existencia misma del hecho en que se ge- nera el indicio, o su descalificacién, por ejemplo, por falta de conexién légica con el hecho que se quiere demostrar. Por lo de- més, ya quedé dicho aue es estéril el esfuer- zo destinado a combatir esta prueba que apenas se us6 por el tribunal para reforzar otras de mayor firmeza y excelencia. Con iguales consideraciones puede recha- zarse el caro por error de hecho en la apre- ciacién de los testimonios de Jestis Martinez, Calixto Camacho y otros, presenciales de Ia celebracién del contrato aue se anula, por- aue el dilatado ataque que contra esta prue- ba se hace no sirve para demostrar que en stt apreciacién se ineurrié en error de hecho. aue seria la existeneia visible de una verdad evidente y contraria, que debe aparecer de manifiesto en los autos, sino que todo se re- duce a interpretar de distinta manera a la adontada por el tribunal los hechos a que se refieren los testigos. ©) En relacién con la prueba de peritos, la principal y de mayor importancia en el pleito, formulan los recurrentes los siuien- tes reparos para dar fundamento a sus car- gos de violacién legal: Al aceptar el juzgador los dictamenes pe- riciales como plena prueba, ciegamente, sin criticarlos y analizarlos cientfficamente, “in- terpret6 erréneamente, aplicé de modo inde- bido y violé los articulos 716 y 722 del C6- digo Judicial”. E] tribunal podia y debia criticar cient{ficamente al dictamen’ unifor- memente rendido por los médicos psiquia- tras Maximiliano Rueda y Julio Manrique, en la primera instancia, Numerosas pagi- nas de sus demandas dedican los recurren- tes a demostrar que el concepto de estos ex- pertos en psiquiatria es equivoeado en la apreciacién de la psicosis de que sufre el ac- tor José Marfa Rueda, carece de todo fun- damento y es aventurado en sus conclusio- JUDICIAL 461 nes, para lo cual hacen largas citas y trans- cripciones de textos y autores de psiquiatria y medicina legal. La prueba pericial pro- ducida en la segunda instancia con el dicta- men de los médicos doctores Luis Zea Uribe y Guillermo Uribe Cualla contrarresta y des- virttia la practicada’en el primer grado del juicio, de donde deducen que el tribunal in- currié en error de hecho manifiesto al apre- ciar el iiltimo dietamen y en error de dere- cho al admitir como prueba un concepto pe- ricial desvirtuado por otro que tiene el mis- mo mérito probatorio, El tribunal debié te- ner en cuenta todos los dictamenes rendidos por los peritos que intervinieron en las dos instancias del juicio, y no habiendo mayo- ria en favor de la tesis de la demencia soste- nida por el demandante José Maria Rueda, puesto que de los seis peritos médicos que actuaron tres sostienen la negativa y tres la afirmativa, no se puede dar por probada tal enfermedad mental, y al darla, se violé el articulo 722 del Cédigo Judicial y conse- cuencialmente el 553 del Cédigo Civil. Se considera: Durante la primera instancia fue someti- do e] estado mental del demandante José Maria Rueda Gémez al dictamen médico de los doctores Maximiliano Rueda, Julio Man- rique y Miguel Jiménez Lénez. Los dos pri- meros coneluyen, con absoluta seguridad y después de tin largo y laborioso estudio: a) Que don José Marfa Rueda Gémer varecié de ensienacién mental en los afios de 1921 y 1922; b) Que esa enajenacién perteneeia fa la especie conocida en psiguiatria con el nombre de psicosis maniaco-depresiva ¥ que en esa época se manifestaba en su faz de depresién melancélica; c) Que el dia 16 de noviembre de 1922 y durante todo este mes persistié ese estado de enajenacién mental; d) Que en esas condiciones, caracterizadas por inhibicién psiquiea, abulia y estado emo- cional nenoso, don José Maria no pudo deli- berar libremente, ni inclinar una voluntad que no existia, en uno u otro sentido: e) Que los actos ejecutados en esas condiciones obedecieron tinicamente al automatismo ce- rebral 0 una influencia sugestiva y que, en consecuencia, faltaron los reauisitos esen- ciales del acto humano, y f) Que don José Maria carecié de capacidad mental y voliti- va normales para celebrar negocios 0 con- tratos el 16 de noviembre de 1922. La_psicosis maniaco-depresiva, segin la descripeién que hacen los peritos, se carac- teriza por ciclos o periodos en que alternan la mania y la melancolia, y refiriéndose a 462 GACETA la posibilidad que admita esta enfermedad de intervalos lticides, dicen en el caso con- creto del actor: “Los perfodos de depresién melancélica no son susceptibles de mejorias transitorias, durante las cuales el enfermo recupere por completo su lueidez intelectual; pueden presentarse, en ‘la evolucién de esta enfermedad, ligeros perfodos de remisién, transitorios, durante los cuales el fenémeno mental pierde parte de su agudeza, pero el fondo psiquico del enfermo permanece con las mismas alteraciones fundamentales de la enfermedad a que antes se hizo referen- cia; por consiguiente, demostrado como es- ta en el expediente que el sefior Rueda G6- mez se encontraba en el estado antes cita- do con anterioridad al 16 de noviembre de 1922 y demostrado igualmente que en fecha posterior ese estado persistia, debe aceptar- se I6eicamente, que el dia de 16 de noviem- bre de 1922 y durante todo este mes, persis- tia el mismo estado de enajenacién mental”. El perito Jiménez Lépez, por su parte, después de muy interesante estudio, opin6: a) Que en los afios de 1921 y 1922, don Jo- sé Maria Rueda Gémez sufria de depresin nerviosa que no puede calificarse de enaje- nacién mental; b) Que el estado de don Jo- sé Marfa no puede, con propiedad, recibir la denominacién de locura; c) Que la retrac- cidn de la actividad de que adolecia el sefior Rueda si pudo prolongarse durante todo el mes de noviembre de 1922: d) Que el sefior Rueda si pudo deliberar libremente e incli- nar su voluntad en un sentido o en otro ¥ one los actos por él eiecutados pueden con- siderarse como actos humanos; e) Que si pudo don José Maria Rueda en noviembre de 1922 celebrar negocios y perfecionarlos por escritura piiblica; f) Que no todo estado de ancrmalidad psiquica excluye la capaci- dad para celebrar actos civiles, porque hay anormalidades de tal manera débiles o cir- cunscritas 0 cierta esfera del proceso psiqui- co, ate no afectan la capacidad del razona- miento y de determinacién de la voluntad, y #) Que no puede concluir sin lugar a Ja menor duda que el 16 de noviembre de 1922 las facultades mentales de don José Maria estuvieran abolidas o perturbadas, hasta el punto de impedirle apreciar el significado, el aleance y las consecuencias de un testa- mento, de un poder o de un contrato. Esta prueba pericial del primer grado la aprecia el tribunal legalmente acogiendo el parecer de la mayoria, Durante la segun- da instancia se produjeron sobre el mismo punto los conceptos periciales de los docto- res Luis Zea Uribe, Pablo A. Llinds y Gui- Hermo Uribe Cualla. JUDICIAL El primero de estos peritos conceptué que “no puede hallar ningiin fundamento o prue- ba de que don José Maria Rueda Gémez, es- tuviera sin lugar a ninguna duda, en inca- pacidad legal, psiquica o fisiopsiquica, en el momento en que se otorgé la escritura mi- mero 271 ante el Notario de San Gil, el dia 16 de noviembre de 1922, concepto ‘que se extiende a la duracién de dicho dia”. Por su parte el médico Llinds sintetizé en contrario su dictamen asf: “Las facultades mentales, volitivas y afectivas del sefior Jo- sé-Maria Rueda Gémez no estaban en per- fecto buen estado, ni en normalidad absolu- ta ni en lucidez completa, el dia 16 de no- viembre de 1922, y por esa razén el sefior José Maria Rueda Gémez, en mi concepto, carecia de capacidad mental para pactar 0 contratar, y para obligarse a otra persona por acto de voluntad. De los elementos pro- batorios que obran en el proceso y de las ob- servaciones directas hechas durante varios exémenes practicados en la persona de don José Maria Rueda Gémez, se concluye, sin que honradamente haya lugar a la menor duda, que dicho sefior Rueda Gémez esta- ba en incapacidad psiquica o fisiopsiquica para celebrar contratos 0’ ejecutar actos ci viles, en el momento en que otorgé la eseri. tura’ publica ntimero 271, otorgada ante el Notario de San Gil el 16 de noviembre de 1922, durante todo ese dia, en los dias an- teriores y en los siguientes de dicho mes y afio’ ‘ En preseneia de esta disparidad de con- ceptos, intervino el perito tercero doctor Uribe Cualla, quien, precediéndolas de un hondo y erudito estudio, llegé a las siguien- tes conclusiones: “1* En mi coneepto el se- ftor José Maria Rueda Gémez es un indivi- duo que padece una psicosis periédica 0 ma- niaco-depresiva, que tuvo su origen consti- tucional hereditario. Fue su temperamento cicio timico y de fondo paranoico. 2* Ha te- nido etapas que se pueden calificar de rela- tiva normalidad por sus caraeteres especifi- cos. 3° En el diay en la hora en que otor- 26 la escritura piblica niimero 271 ante el Notario de San Gil el 16 de noviembre de 1922, se encontraba dicho sefior en un pe- riodo caracterizado de depresién psiquica, conseeutiva a un histero-traumatismo fi- naneiero. 4* Del estudio atento de la per- sonalidad del demandante sefior José Maria Rueda Gémez, y de los elementos probato- rios que obran en el proceso no se puede coneluir sin lugar a la menor duda que di- cho sefior estuviera en incapacidad psiquica © fisiopsiquica para celebrar contratos 0 ejecutar actos civiles en el momento en que GACETA otorgé la escritura piblica nimero 271, otorgada ante el Notario de San Gil el 16 de noviembre de 1922, 0 siquiera en el curso de ese dia. Sino se puede sostener cientifi- camente que existiera entonces una capaci- dad civil, integral y absoluta, si pudo po- nerse en juego una capacidad legal parcial, atenuada y limitativa, de acuerdo con su es- tado depresivo y sus antecedentes”. _ De los seis connotados expertos en mate- ria psiquidtriea que han intervenido en este pleito para ilustrar la justicia en la cuestion fundamental, tres concluyen, como se ha vis- to, con perfecta seguridad, que el deman- dante Rueda Gémez fue absolutamente in- capaz de prestar su consentimiento en los contratos de cuya nulidad se trata, y fue- ron los doctores Rueda, Manrique y Llinds. De los restantes, dos opinan que si pudo con- sentir validamente, los doctores Jiménez L6- pez y Zea Uribe, y el otro, el doctor Uribe Cuaila, estima que el demandante carecia en el momento de contratar de “una capacidad civil integral y absoluta” pero agrega que pudo poner en juego una capacidad legal parcial, atenuada y limitativa”, Con espacioso cuidado se estudié esta prueba pericial en la segunda instancia, Ha- ce notar el tribunal que hasta para los dos peritos que conceptuaron en sentido de la capacidad del actor éste es indudablemente un enfermo de la mente y copia este concep- _ to del profesor Jiménez Lépez: “La degene- racién hereditaria es en él evidente y muy recargada. Los signos degenerativos de or- den somético, aunque ligeros, son induda- bles: orejas,- frente, occiput, higado peque- fio. Los signos degenerativos de orden fun- cional son mas notorios: sexualidad precoz e intensa, emotividad exagerada, tenden- cias quereilantes, intolerancia por él alcohol, episodios de opresién, cefalea e insomnio, impulsiones a actos de violencia, crisis de- presivas frecuentes, sobre todo en la juven- tud. Pero, por las rezones dichas, el exami- nado no es un maniaco, ni un melane6lico, ni un loco moral, ni_un paranoico, ni un ma- nfaco-depresivo. Es, simplemente, un psi- cépata hereditario con crisis depresivas .y con impulsiones de cardcter destructivo”. En el mismo sentido de esta descripeién cli- nica aparece la anormalidad del demandan- te en el concepto pericial del doctor Zea Uri- be, quien dice: “He expuesto el caso clinico que, segin mi leal saber y entender, corres- ponde al sefior don José Maria Rueda G6- mez. Cuando se aprecian todas las piezas del expediente, aparecen manifestaciones di- versas, que hacen pensar al psiquiatra que en el demandante hay sintomas de muchas JUDICIAL 463 enfermedades nerviosas, pero que ante un frio andlisis, corresponden a los heredo-psi- ~ eépatas”. De todas estas circunstancias, “leyendo y releyendo los dictamenes periciales produci- dos en las dos instancias de este juicio”, de- dujo el tribunal fe plena de esta prueba, en- trelazada en su andlisis con las demas’ del proceso, para tener por demostrada la inca- pacidad por enfermedad mental en que apo- ya su declaracién de nulidad. Nada intere- ’sa el experticio en cuanto a la denominacién técnicamente acertada de la anormalidad mental; el perito en estas cuestiones de la psiquiatria forense al dar al juez el testimo- nio de sus convicciones razonadas de hom- bre de ciencia no ofrece la prueba de una verdad cientifica sino de un hecho cientifi- co, esto es, con sus Ices no busca Ia justi- cia establecer una verdad ideal sino una ver- dad de hecho, al frente de una realidad con- creta que juridicamente no importa sino pa- ra deducir la existencia del consentimiento legalmente sano, que procede de una mente Vicida y de una voluntad normal, eapaces de obrar con razén y libertad. La enfermedad puede ser mas 0 menos grave y su denomi- nacién o clasificacién ser ésta o la otra, pero su apreciacién juridica para calificar su trascendencia como tara de voluntad y con- sentimiento, no puede someterse a escala ni graduacién como si pudieran existir los ac- tos semivalidos para casos de semi-demen- cia. La teorfa de la capacidad limitada 0 disminufda no tiene valimento en el derecho civil, porque los actos, desde el puto de vista de su nulidad y de la prueba de su nulidad, son validos 0 invdlidos. Esta raz6n revela el acierto del tribunal al sumar a la tesis pe- ricial de la incapacidad el dictamen del peri- to tercero en segunda instancia, para con- cluir que “la mayoria de los peritos en am- bas instancias, consideraron incapaz, al de- mandante para contratar en la fecha que nos interesa conocer, o sea, el 16 de noviem- bre de 1922”. No es solamente en el acato que el tribu- nal dio a las reglas legales de apreciacién probatoria al calificar el mérito de la peri- cial que ha ilustrado este caso en lo que la Corte ve la respetabilidad de la conviccién judicial que esta a su consideracién, sino también en la cireunstancia, ya varias ve- ces mencionada, de que la sentencia se afir- ma en la totalidad de numerosas pruebas de diversa especie que reciprocamente se api yan y que constituyen una unidad indivisi ble en la formacién del convencimiento. El dictamen pericial médico, en el sentido ya visto de la mayoria, tiene corroboracién muy 464 GACETA significativa en las opiniones de diversos fa- cultativos que en distintas ocasiones de su vida han examinado la salud mental de Jo- sé Maria Rueda y la han encontrado anor- mal. En el fallo se hace el recuento deta- lado de todos estos pareceres médicos como factores corroborantes de la prueba pericial de Ia demencia, En lo relacionado con el cargo de haberle otorgado al experticio la fe de plena prueba sin analizarlo psiquidtricamente para cali- ficar sus fundamentos cientificos, la Corte recuerda su doctrina en punto a las faculta- des que competen al juez en la calificacién de la prueba pericial. De esta manera se ha- ce la rectificacién doctrinaria, sin inciden- cia en la resolucién, que merece el concepto contenido en la sentencia de que al juez sélo le es legalmente permitido una erftica juri- dica del dictamen pericial sobre la prueba de los hechos basicos, pero en ningtin caso Ie es dado discutir las consecuencias cienti- ficas que saquen los peritos de esos hechos. “Cada una de las especies de prueba adop- tadas en nuestro derecho civil constituye un elemento de conviccién judicial al que la ley hha dado un mayor o menor grado de certi- dumbre obligatoria en consideracién a su especial naturaleza juridica. Para la apre- ciacién de la prueba pericial la ley ha hecho su _estimacion legal en los articulos 721, 722 y 723 del Cédigo Judicial........” “Es la natural imposibilidad de que el juez posea conocimientos universales y en cantidad y calidad adecuada sobre las mil- tiples materias, algunas de gran compleji- dad técnica, que se someten a su decision jurisdiccional el verdadero fundamento filo- S6fico y juridico de la institucién de la prue- ba de peritos, mediante la cual el sentencia- dor alumbra sus decisiones y juicios con el examen y concepto que personas técnicas realizan sobre determinadas cuestiones de hecho que requieren la sistematizacién de co- nocimientos especiales para su comprensién y dominio. El perito, es, pues, un auxiliar técnico del juez. Sus conclusiones o dicta- men, de acuerdo con la naturaleza sui gene- ris de sus funciones, y como lo tiene consa- sagrado la doctrina juridica universal, cons- tituyen datos o elementos de juicio aprove- chables por el funcionario del Poder Judicial en la medida que encuentre aceptables los fundamentos en que se apoyen las conclu- siones a que leguen, fundamentos que en todo caso deben expresarse con precisién, exactitud y claridad (articulo 716 del C. J.) “No obstante estar lamados los peritos — dice Dellepiane — a suplir o completar los conocimientos del juez ilustréndolo sobre JUDICIAL cuestiones de hecho que requieren saber es- pecial, su opinién no liga imperativamente al magistrado, ni lo dispensa del deber erf- tico......” Pero la propia esencia de esta prueba, que busca completar la capacidad intelectual del juzgador para su funeién ju- risdiccional, sefiala por si misma el radio de apreciacién’ judicial de su mérito o fuerza de conviccién que ser mas 0 menos grande en relacién, a més de las condiciones y cali- dades personales del experto, con el mayor o menor grado de tecnicismo o especializa- cién cientifica o artistica que distinga el punto concreto sometido a dictamen y que de esta manera resulte mas o menos lejano y extrafio a la érbita ordinaria y normal en que se muevan los conocimientos de un juez. Casos habré naturalmente en que el senten- ciador ha de acoger como fuente de certi- tumbre completa los conceptos o afirmacio- nes perentorias que undnimemente le pre- senten dos peritos como consecuencias in- dudables sacadas a base de sus conocimien- tos especiales, de hechos sujetos a los sen- tidos, por no estar en capacidad de asumir el papel de téenico en materias totalmente extrafias a su formacién de jurista; pero al lado de estas ocurrencias colocadas por su tecnicismo riguroso més alld de las posibili- dades critieas del juez, hay casos como el de autos, que no tienen caracteristicas exigen- tes de especializacién intelectual*o de técni- ca que los cierre al buen criterio y a la pru- dente apreciacién del juzgador, que es @ quien en definitiva corresponde’determinar el alcance, importancia y fe que merezea el dictamen pericial en cada caso conereto. ‘Un juez culto, inteligente y sabio — como dice Stoppato — no es presumible siquiera que pueda negar lo que esta légica y cientifica- mente demostrado, o rechace lo que ha sido inevitablemente aceptado, sustrayéndose ar- bitrariamente a los resultados inequivocos que necesariamente proceden de hechos de- terminados’”, (G. J. T. XLVI, pag. 421). No son generalmente las luces propias de la jurisprudencia bastantes para guiar el criterio del juez por los dilatados dominios de la psiquiatria, en los que a pesar-de su densa poblacién de sabios domina casi com- pletamente el misterio El tema que se plan- tea, pues, en estas condiciones, no puede ser sobre problemas de psicopatologia, sino so- bre un punto preciso de derecho probatorio. Resultan por tanto improcedentes como ata~ ques en casacién a la estimacién probatoria las extensas y sagaces exposiciones hechas por los recurrentes con el propésito de des- truir la fe de la prueba pericial con funda- mento en la falta de exactitud cientifica de GACETA la psiquiatria y tratando de demostrar su equivocacién con citas de autores y copia de textos. Alegaciones de esta especie, posi- blemente contradictorias o sin nexos con la realidad del caso, son expuestas a crear un ambiente de especulacién y fantasia que confunde y dificulta la demostracién de la verdad judicial al dar una injustificada pre- valencia a las inspiraciones e intuiciones so- bre materias que el juez desconoce e ignora, con menosprecio de los elementos de verdad y factores de certidumbre suministrados por la ciencia y la practica de personas ex- pertas y entendidas que estudiaron el caso concreto de los autos. Con mayor relieve en casacién, a donde no llega sino la mera teoria, porque en las instancias si es posible hacer la critica de] experticio con el control que ofrece la vineulacién directa y el exa- men médico del sujeto. Claro que en las con- clusiones de la _ciencia psiquidtrica tienen mas aceptabilidad y fuerza las adoptadas por los peritos médicos a Base de examenes del enfermo que las tomadas directamente de los anaqueles de la libreria por la mano del abogado. No habiéndose demostrado, segtin lo ex- puesto, contravencién a la ley sustantiva re- sultante de su infraccién directa ni como consecuencia de errores de hecho que apa- rezean de modo manifiesto en los autos, la Corte tiene que respetar la apreciacién he- cha por el sentenciador de las pruebas por- que la casacién no esta destinada a revisar la controversia provocando un nuevo anéli- sis de las probanzas. Se rechazan, pues, los cargos. Il. — VIOLACION DE LOS ARTICULOS 768, 769 Y 964 DEL CODIGO CIVIL Acusa el recurrente la sentencia por que- brantanfiento de estos textos legales sustan- tivos por infraceién directa y como conse- cuencia de errores de hecho y de derecho en la apreciacién probatoria, en cuanto se cali- fiea al demandado Timoleén Rueda de ma- la fe como consecuencia del conocimiento que éste tenia del mal estado de la salud mental de su hermano al tiempo de celebrar los contratos de que se trata, Se considera: “La buena fe se presume, excepto en los casos en que la ley establece la presuncién contraria. En todos los otros, la mala fe deberé probarse”, dice el articulo 769 del Cédigo Civil. JUDICIAL 465 El prineipio de la buena fe, que en el de- recho moderno impregna todas las relacio- nes juridicas, constituye, segiin sus exposi- tores, “una especie de intermediario entre la norma moral que debe presidir todos los actos y la regla técnica juridica que fija sus condiciones y determina sus efectos”. La concepcién juridica de la buena fe tiende a alejarse del criterio que la considera exelu- sivamente como la creencia de no hacer mal a nadie o de no hacer nada ilegitimo, esto es, como un simple hecho psicolégico, de creencia, por un criterio juridico ma tuante y real que estima que la cues dominante consiste menos en la creencia misma “que en e6mo y. por qué se cree” “Es- ta concepeién profunda, que puede lamar- se ético-juridica, no desprecia la naturaleza psicolégica del contenido de la buena fe, es- pecialmente en cuanto constituye una ereen- cia; pero coloca en el mismo plano que co- rresponde a los elementos morales que per- miten calificar la buena fe y constituyen su valor, las caracteristicas juridicas que la elevan a la categoria de un verdadero prin- cipio de derecho” (Francois Gorphe). “El derecho y la equidad, lo mismo que las reglas de la buena fe, no son otra cosa que lo que el Pretor prescribia a las partes y al juez bajo el nombre de bona fide para la ejecucién ye] juzgamiento de la mayor parte de las obligaciones. La aplicacién de este-criterio a los casos particulares no re- posa sobre deducciones ldgicas sino sobre una apreciacién de valores, esto es, sobre el hecho de que de dos intereses opuestos el uno parezea tener un valor superior y por lo tanto decisivo para fijar la importancia de la prestacién debida. La costumbre po- ara servir al juez para apreciar la buena fe porque aparece como el resultado de un exa- men razonable y repetido. En efecto: la buena fe no es el producto de un razona- miento légico; no es tampoco un objeto del saber sino una cuestin de experiencia de la vida y de sentido practico” (Andreas von ‘Tubr). “Entendemos por buena fe una norma ju- ridiea que en la decisién de un caso conere- to representa el derecho objetivamente jus- to. Por eso la buena fe no consiente que una persona sea rebajada a simple medio de los apetitos unilaterales de otra, sino que exige que se tengan los mayores miramien- tos posibles con cada cual, conciliando las prestaciones recfprocas de ambas partes”. (R. Stamler). Esta manera de considerar la bona fides como una realidad y no simplemente como una intencién de legalidad y una creencia 466 GACETA de legitimidad, se proyecta también en la apreciacién de su modalidad antitética, en la estimacién de la mala fe, en su apreciacién probatoria que debe ser plena y completa para que pueda tener la capacidad destruc- tora de la presuncién legal de que la fe es buena. “El efecto de la presuncién es ha- cer considerar la cosa presunta como proba- da, mientras no se demuestre lo contrario. Segiin esto, la parte a la cual se opone una presuneién no puede limitarse a afirmar lo contrario, sino que debe destruir la pre- suncién misma con una clara prueba de los hechos en que funda su impugnacién” (Ric- ci). La mala fe no debe ser tampoco sim- plemente una creencia en cuya formacién no intervenga la raz6n juridica, ni el producto de un razonamiento exclusivamente légico, sino algo mds real que debe reflejarse evi- dentemente sobre el plano de las realizacio- nes juridicas. La mala fe debe ser la deduc- cién acertada hecha sobre la plena compro- bacién de hechos precisos de naturaleza in- compatible con la bona fide, como lo seria, en traténdose de la buena fe contractual, la demostracién evidente de una visible venta- ja pecuniaria en una negociacién celebrada con un ineapaz que mostrara un aprovecha- miento inhonesto del estado de inferioridad en que concurrié una de las partes a su ce- lebracién, es decir, la prueba de que se abu- 86 de un estado de debilidad para obtener un indebido e injusto provecho, apreciable en el desequilibrio de los valores. Sin olvidar tampoco que la calificacién de la fe juridi- ca, el rigor con que se exige o es exigible buena en los negocios, no es un concepto uniforme, rigido e invariable, sino una cues- tién de hecho, conformada probatoriamente y adoptada en las situaciones de cada caso. En el de estudio, el tribunal no tuvo ni adujo otra prueba ni fundamento distinto para calificar de mala fe al demandado Ti- moleén Rueda en la celebracién de los con- tratos referidos con su hermano, que el co- nocimiento que debia tener y que tuvo de la enfermedad mental que aquejaba a José Maria Rueda el dia en que se perfeccioné el negocio. En muy breves lineas de su exten- sa sentencia decidié el tribunal esta cuestién fundamental del litigio declarando que el aludido conocimiento que el demandado tu- vo de la enajenacién mental del actor es su- ficiente para destruir la presuncién estable- cida en el articulo 769 del Cédigo Civil, y bastante, por tanto, para reglar la condena- cién en frutos al tenor del articulo 964, ibi- dem. No considera la Corte que la base probato- ria usada por el sentenciador para calificar JUDICIAL de mala la £é del demandado tenga mérito suficiente para desnaturalizar la presuneién legal que le da derecho para afirmar sim- plemente que intervino con buena fe en la celebracién de ese negocio. No debe bastar el conocimiento de un estado mental malsa- no para de ahi exclusivamente deducir, sin més consideraciones, la mala fide; es indis- pensable relacionar este conocimiento para completarlo, con la nocién de capacidad en el sentido obvio o vulgar de aptitud o idonei- dad para hacer alguna cosa, en oposicién o a diferencia de la acepcién juridica 0 ca- pacidad de poderse obligar por si mismo 0 sin la autorizacin o ministerio de otra per- sona, porque nadie ignora que no todo es- tado de descabalidad mental o toda psicosis determine por si misma, como entidad pa- tolégica, la incapacidad civil por destruccién de la libre determinacién de la voluntad. La experiencia frecuente nos pone al frente de individuos que merecen el concepto general de locos o dementes, chiflados en el lengua- je vulgar, y que son, sin embargo, de sefia- lada capacidad y habilidad en la vida de los negocios. Este criterio para apreciar la lo- cura o demencia y la capacidad para el solo efecto de calificar la fe de quienes intervie nen en la celebracién de contratos con inca- paces por esa razén, es fundamentalmente distinto del estrictamente juridico conside- rados esos elementos para decidir de la va- lidez de los contratos a la luz de las pruebas procesales, especialmente de la pericial. En el un caso se trata de la apreciacién judicial sobre un hecho subjetivo de uno de los con- tratantes, y en el otro, de la aceptacién de un hecho cient{fico como conviccién obliga- toria sobre determinada base probatoria pa- ra hacerle producir los efectos determinados y previstos de la nulidad. Es necesario que la mala fe aparezca pro- minente en las palabras, los propésitos y los resultados de los actos para poder tener-por desnaturalizada o invalidada la calificacién de buena fe que a todos corresponde, con las excepciones determinadas, por consagrarlo asi la presuncién legal con plenitud proba- toria. Del solo hecho de que el demandado no podia ignorar que su contraparte en el contrato no era persona completamente nor- mal, inico fundamento de la sentencia en es- te particular, es indudablemente equivocado desprender Ja calificacin de mala fe en el demandado, porque, ademas de que la con- sideracién analitiea del contrato mismo, de su economia, no revela a través de un des- equilibrio en’el valor de sus prestaciones re- efprocas el aprovechamiento abusivo e in- justo de la incapacidad, obran en el expe- GACETA diente numerosos hechos completamente acreditados que dan origen a consideracio- nes y-deducciones contradictorias de la su- posicién de que Timoleén Rueda negocié de mala fe con su hermano José Maria. Muy someramente, porque su enunciacién no es necesaria para demostrar la violacién legal en que incurrié el sentenciador con re- lacién al cargo que se estudia, pueden enu- merarse algunas. Los elementos que ofrece el proceso para examinar de cerea el verdadero origen del negociado que qued6 consignado en la escri- tura mimero 271 de 16 de noviembre de 1922 no dan base a perfecta certidumbre en favor de una u otra de las tesis sostenidas a este respecto por las partes. No se demos- tr6 suficientemente que el demandante fue- ra a la celebracién del contrato sugestiona- do por el demandado, ignorante completa- mente del negocio, sin intervencién distinta del hecho de colocar su firma en el instru- mento cuando por asalto se le presenté en su habitacién su hemano con el notario y testigos. Mas aceptable es la relacién que hace el_demandado de que la iniciativa na- ci6 de José Marfa, quien expresé su volun- tad de hacer el negocio en la forma en que quedé consignado alegando el mal estado de sus negocios que lo habia Ievado a hipote- car sus bienes a firmas extranjeras, su que- brantada salud y su deseo de reposar tran- quilamente en el pais o fuera de él con una pensiér que le permitiera continuar su vida después de naar sus deudas. Se acomoda més a la realidad natural esta relacién en pre sencia de los términos mismos del contrato, en aue obran tantos detalles sobre negocios y liquidaciones y deudas vinculadas a la vi- da europea del demandante que casi exclu- yen la posibilidad de hacerse sin su noticia y ayuda, y concuerda mejor con otras prue- bas que inducen a pensar en una interven- cién activa de parte del actor y que se fun- dan en sus propias afirmaciones, tales como las cohtenidas en carta que dirige a su her- mano desde Paris, en mayo de 1924, y en que hace relacién de las sucesivas rebajas concedidas por él al discutir el precio de la renta vitalicia contratada y se refiere @ sus cdlenlos sobre la base de que el médico Ca- lixto Camacho le aseguré que viviria trein- ta afios v més. Igual significacién puede te- ner la circunstancia, a que se refiere el de- mandante en el hecho 81 de su demanda, de que durante el otorgamiento del instrumen- to notarial. hizo repetir la lectura de muchos renglones y parrafos que no comprendia bien en la escritura. Datos hay también co- mo las repetidas consultas del demandado JUDICIAL 467 sobre las prestaciones del contrato con di- versas personas y sobre la propuesta que el demandante hiciera a su hermana Silveria de Laurnes, siete afios antes, de un negocio muy andlogo, que dan base para pensar que el negocio tuvo su estado de preparacién re- gular v que a el no concurrié el contratante José Marfa Rueda en la forma de automa- tismo y vencimiento que relata en su de- manda. Varias declaraciones obran en el sentido de referir negocios del actor en las que los declarantes, sus contratantes, afir- man que se le tenia generalmente por hom- bre de muchas extravagancias pero de com- rleta canacidad en el giro de sus negocios. Estas circunstancias y muchas otras, afiadi- das a concentos periciales que no prevalecie- ron en el balance probatorio de la incapaci dad, nero aue tienen significacién en el re- cuento de estas noticias procesales sobre ca- pacidad ararente del demandante, demues- tran sebradamente aue los autos no contie- nen Ja prneha de mérito capaz para destruir la presimeién de buena fe que amnara al demandado, que se robustece y aclara con los elementos de informacién y prueba que en el exnediente lo muestran como un ciu- dadaro de eiemplares virtudes y de estric- ta probidad en sus negocios. | Findado en el caro, por lo visto, de vio~ lacién del articulo 769 del Cédigo Civil, la califieacién de buena fe del demandado se impone con la correspondiente consecuencia en punto de restitucién de frutos, que no de- be sino a partir de la contestacién de la de- manda al tehor del inciso 3° del articulo 964 del C. C. Pero la modificacién que ha de hacerse en la sentencia por virtud de la casacién par- cial que es necesario hacer en el extremo re- lacionado con la cuantia de las prestaciones restitutorias de uno de los contratantes, im- pone asi mismo la variacién en la prestacién gemela del otro para poder conservar el equilibrio de equidad en la reciprocidad de las restituciones. Autorizar al demandado Timoleén Rueda’ para conservar como due- fio, en virtud del principio de la buena fe, los frutos de las fincas que debe devolver al actor, en el lapso que se extiende desde el dia de la celebracién de los contratos hasta la contestacién de la demanda, dejando viva la obligacién correlativa del demandante Jo- sé Maria Rueda de restituirle al demandado Jo que en concepto de renta recibié en ese mismo lapso, seria consagrar una especie de enriquecimiento indebido del reo a costa del actor, solueién que no se compadeceria en ninguna forma con la nocién de proteceién legal a su incapacidad que figura en la ba- 468 GACETA se fundamental y como razén de esta accién de nulidad. Las restituciones a cargo del demandante se han decretado de acuerdo con el articulo 1747 del Cédigo Civil con el fundamento exclusivo, excepcionalmente previsto en ese texto legal, de que se hizo més rico, y esta situacin desapareceria evi dentemente, con violacién de la norma juri- dia protectora de los intereses del incapaz, al obligarlo al desembolso de lo que recibié en virtud del contrato en un espacio de su vigencia que al aniquilarse lo dejaria no so- lamente sin enriquecimiento sino incuestio- nablemente empobrecido por falta de la con- traprestacién correspondiente de su contra- parte, La naturaleza y caracteristica pro- pias y especiales de este contrato en que se estipularon prestaciones periddicas, impone la preindicada solucién para salvaguardiar el principio fundamental de la equidad que gobierna los efectos de las restituciones de- terminadas por una declaracién de nulidad contractual. Wl. — VIOLACION DEL ARTICULO 575 DEL CODIGO JUDICIAL Para no aceptar este cargo de violacién, fundado en que el tribunal no ha debido con- denar en costas al demandado por no ser te- meraria su oposicién, es suficiente recordar que la Corte ha considerado en reiteradas decisiones que la naturaleza accesoria que corresponde a la condena en costas coloca generalmente este extremo fuera del recur- so de casacién. En sentencia del 19 de agos- to de 1935, reproducida ya en otras ocasio- nes, dijo: “Siendo la institucién de la con- dena en costas ya un complemento del dere- cho deducido en juicio, que se decretan para no menguar el contenido de éste, ya una parte de los dafios ocasionados por la culpa del que temeraria o maliciosamente se opo- ne a su declaracién, tienen siempre la cali- dad de accesorias del derecho principalmen- te deducido en juicio, y su falta de reconoci- miento o su reconocimiento indebido, no pueden fundar la casacién del fallo en cuanto al derecho principal, por no po- derse llegar a éste mediante lo accesorio. JUDICIAL Y la segunda raz6n para no constitiur un motivo de casacién es que la conde- na en costas se subordina a la apreciacién de la temeridad propia del fondo del derecho discutido por accién o excepcién, de manera que es aquel derecho el que debe atacarse y no la represién o la temeridad con que se ejercié, que es lo que las costas sancionan. La sentencia recurrida examina el derecho que asiste a las partes, tal como quedé tra- bado en la litis contestacién, sin que para al- terarlo influya la mayor o menor o la nin- guna temeridad con que se haya incoado 0 defendido posteriormente durante el proce- so, y las costas s6lo miran a este tiltimo as- pecto. Y por tiltimo para apreciar la teme- ridad o malicia tienen los tribunales una ab- soluta libertad de criterio, por no haber, ni poderlas haber, en lo general, reglas preci: sas que la determinen, y envuelve por tan- to cuestiones de hecho extrafias al recurso de casacién. Con apoyo en las anteriores consideracio- nes, le Corte Suprema de Justicia, en Sala de Casacién en lo Civil, administrando jus- ticia en nombre de la Reptiblica de Colombia y por autoridad de la ley, CASA PARCIAL- MENTE la sentencia proferida por el Tribu- nal Superior de este Distrito Judicial, el dia 12 de noviembre de 1936, reformando el nu- meral 5° y el punto a) del numeral 7° de su parte resolutiva en el sentido de que las prestaciones en ellos decretadas se deberan solamente a partir del 15 de febrero de 1982, fecha de la contestacién de la demanda. ea lo demas queda en firme el fallo recu- rrido. Sin costas en el recurso de casacién. Publiquese, notifiquese, cépiese, insérte- se en la Gaceta Judicial y devuélvase el ex- pediente al tribunal de origen. Arturo Tapias Pilonieta — Liborio‘Esca- llén — Ricardo Hinestrosa Daza — Fulgen- cio Lequerica Vélez — Juan Francisco Mi- fica — Hernan Salamanca — Pedro Leén Rineén, Srio. en ppd.

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