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De Jean-Baptiste Fages en esta editorial Para comprender Para comprender a LéiStouss a Lacan Jean-Baptiste Fages Amorrortu editores Biblioteca de pscologiay piconnalisis Directore: Jorge Colapinto y David Maldavsky Comprendre Jacques Lacan, Jean-Baptiste Pages (© Baitions Edouard Privat Primera edicién en eastellane, 1973; primers reimpresin, 1987; segunda reimpresion, 2001 ‘Traduccién, Matilde Horne Revisén tenica, Mario Levin Unica edicisn en castellano euterizada por Bditione Edouard Privat, Toulouse, y debidamente protagida en todos le paises, Queda heeho al depésito que previene la ey n° 11.728. © Todas los derechos de ia een en cateano reservados por Amorrorty ed teres S.A, Paraguay 1225, piso (1057) Buenos Aires, La reproduesin total o parcial de ete libro en forma idéntisa 0 ‘moditicada por cualquier medio meinen o eleetrénio,incluyes- do fracopia,grabacién o cualquier sistema de almacenamiento y recuperacin de informacién, no sutarizada por les editores, vila Aerechos reservados. Cualquierutlizacién debe eer proviamente solicitads. Industria argeatina. Made in Argentina ISBN 950.516-406-9 159.9642 Fages, Jean-Baptiste FAG Para comprender a Lacan. 1a ed, 18 relmp.- Buenos Aires : Amorrort, 200) 170 p.; 18x12 em. (Biblioees de pseslogta y paleoanslise) ‘Freducsin de: Mati Horne ISBN 950.516-405-9 L.Mulo- 1. Picoandlisis Improso en los Tallees Grifcos Calor Bf, Paso 392, Avellaneda, provineia de Buenos Aires, en noviembre de 2001, ‘Trada de esta edicign: 1.500 ejmpleres. Prdlogo Supongamos que un reportero, micréfono en mano y magnetéfono en bandolera, se pasea entre alumnos de ligco de Glkimo aio o que, junto a un quiosco de perié= dicos, interpela a lectores del Express, de Dépeche, Le Monde, Le Figaro o Le Nouvel Observateur: «Ha ofdo hablar usted del doctor Lacan?y. «Ah, sf, el es- tructuralista del psicoandlisis...>. En virtud de un estereotipo comparable, Roger Clamant convoca a Lacan en un opiisculo: Les matinées structuralistes! Eironiza sobre nuestro autor: «A sus anchas en el ciosismo y la galanterfa, se caracteriza por un pesitni ‘mo seereto en cuanto a la trascendencia de su men- saje: Si se solaza en el hermetismo, es en la medida en que esté persuadido de que sus descubrimientos pertenecen a lo fragils? En lo que a nosotros concieme, siempre hemos tinguido los andlisis estructurales, diseiplinas cienti- ficas derivadas de la lingistica moderna, de las ideo logfas estructuralistas, que son por sobre todo crea- ciones de opinién pablica cA titulo de qué podria conferirse el rétulo de estruc- turalista a la bisqueda psicoanalitica de Lacan? ¢Se trata acaso de una prolongacién de la ideologia llamada «estructuralismo> con todas las combinacio- nes que recubre: tanto la etologia de Claude L& 1 Patis: Robert Laffont, 1970, con una eIntroduceidn erties» por Albert K, 2 Tbid, pg. 2. Vi-Strauss, como las filosofias de Michel Foucault y Jacques Derrida, la lingiifstiea moderna y la retéri. ‘ea general, las teorfas literarias de Roland Barthes y Trvetan Todorov? :O seré una nueva rama de la investigaci6n cientiiea donde conflayen los dos ramales del psicoandlisi y la lingiistca? Aqui el i. nico testigo se pronuncia por la negativa: «Es ver- dad —y hay que reconocérselo— que esta ambicin de cientificidad no ¢s tal vez en Lacan més que un truco de ilusionista».* Empero, un problema serio no se resuelve a fuerza de ingenio verbal. Al amparo de tun consumado arte del cilusionismos, Lacan se pro- pone fecundar el psicoandlisis por medio del analisis ‘estructural y predica un eretorno a las fuentes», es decir una relectura del texto freudiano, De ahi que cl problema fundamental no sea ya el de la legitimi- dad de un rétulo, sino el de la validee de un enfoque aque se pretende cientifico. Problema siempre dificil toda vez que sc fecundan dos disciplinas, dos meto- dologias: en este caso, el psicoanilisis y la lingiiistica Las respuestas a estos interrogantes: gciencia o ideo- logia, ciencia del ilusionismo o fragil preciosismo, re- torno a las fuentes del psicoandlisis © proliferaciones bizantinas...?, las pediremos al propio Jacques La- can. ¥ esta serd la primera parte de nucstro estudio: el discurso de Lacan. Se trata del lenguaje, del discur. $0 en acto, en este caso el propio discurso de Lacan, Procuraremos traducirlo sin incurrir en excesivas trai- ciones, Fieles al plan de nuestros primeros estudios so bre ef estructuralismo,* haremos de esta traduccién tuna vulgarizacién, ¢Acaso traducir no es operar uns conversion de un cbdigo 2 otro? Vulgarizar es ante 8 Bid, pig, 6. 4 Comprendre le structuralime, Pais: Privat, 1967, y Le struc furallsme en proces, Pars: Privat, 1968, todo descifrar, decodificar un lenguaje instaurado en- {re miembros de una institucién dada —en nuestro caso la institucién congrega a Lacan, a sus oyentes y 4 lectores habituales— para someterlo luego a un hdigo distinto, eventualmente més amplio: en este {as0, el c6digo del «gran pilbicon, el de los lectores no iniciados que quieren «comprender algo. Este discurso de Lacan —este proceso reconstruido della investigacin lacaniana— id de la intuicién p mera del psicoanalista hasta las nuevas descripeion de las formaciones del inconsciente (segén la metéfo- ray la metonimia) 1. Del espejo al Eaipo, 2) El lenguaje. 3. La necesidad y la demanda 4 La metéfora y la metonimia, Je4 del primer lenguaje de Lacan, de aquel que dice y describe el inconsciente, a su segundo lenguaje, al retalenguaje,* a aquel por el cual Lacan, coronando si propia investigacién, asigna a esta un lugar en la celtura de nuestro tiempo frente: 5. Al psicoanaliss. 6 A la lingiistica A decir verdad, estos dos tiltimos capitulos serén a la ver discurso de Lacan y discurso sobre Lacan. En rea- lidad, ser& dificil separar lo que dice Lacan de lo que 5 Lor lectores de nvestros dos trabajor precedentes podein Aistingur sin dficultad el lenguaje-bjeto, es decir cl lems tomado somo objeto de estudio, del metaleneuaje, e¢ decir fl utllaje terminclégico que permite exte estudko de! lenguaje~ ‘objeto. Por ejemplo, Ia gramstiea es um metalenguaje aplicado al lenguaje hablade, objeto de estudio, 9 al respecto podemos decir nosotros. En estos dos citi ‘mos capftulos seremos nosotros quienes nus encontra, Femos en posicién de coronamiento; Lacan ejecutars la parte esencial del trabajo accionando la cuerda de descenso, pero nosotros debemos sostener la. cuerda gue la asegura. La segunda parte de nuestro estudio seré exclusiva. mente, por nuestra cuenta y riesgo, diseurso sobre Lacan, a saber un andlisis de sus Eeris segin nuestro método, estructural y ret6rico, La idea de proceder de esta forma nos fue inspirada por las miiltiples ext ticas relativas al esoterismo, a las ambigiedades, a1 preciosismo de la escritura Tacaniana, El esoterismo debe ser despejado, las ambigtedades dlsipadas, los reciosismos reducidos. Podemos admitir que Lacan Sea esotérico, pero nos rehusamos a priori a consid. rarlo ininteligible y a lamarlo incomunicable. Ha ha. blado para circulos restringidos, ha escrito sin dda para un pequeiio néimero de lectores, pero ha optade Por romper el silencio y comunicar. Solo la Iocura es affsca en su soledad y solo la experiencia mistica es inefable en su intimidad, Comunicar equivale a situar= se en algin lugar entre estos dos silencios. Y a la vez en algin lugar entre uno mismo y sus interlocutores La comunicacién no suprime necesariamente la dis tancia entre el que habla y el que escucha, el que res onde. La comunieacién es un juego de las diferen. Cias, una individualizacién de esas diferencias: El que toma la iniciativa va a Ta cabeza de sus interlocutores hrasta el lugar en que estos pueden distinguirlo, oftlo, percibir su originalidad, es decir sus diferencias: Guienes miran, escuchan, deben acortar la distancia sin gue ello implique que deban suprimirla. Si el in. terlocutor quiere a toda costa perder su propia dife. rencia, su originalidad, ese interlocutor «choca 0 se compenetray. Y a ese echoque» 0 rancios olores miticos. De aht Jos inventarios impresionistas en el mas alto grado, Por ejemplo esta frase, extraida al azar de los Ecris: «cLes derits em portent au vent les traités en blanc @une cavalerie folle» (Los escitos arrebatan al viento los tratados en blanco de una eaballeria loca)," nos sugie re connotaciones de poesia métrica, hasta ritmiea (vent/blanc), burla de si mismo (eseritos en gene- ral/Ecrits de Lacan), acumulacién impetuosa (trata. dos en blanco, cabalieria loca), arbitrariedad supre. ‘ma del lenguaje (tratados en blanco), esteticismo mis allé del escepticismo, etcétera, Para allanar tales dificultades, para evitar descripcio- nes fantasiosas, intentaremos descubrir las instancias en los «lugares» privilegiados donde normalmente cllas se inseriben: 10s calificativos y los superlatives, os comienzos y las conclusiones. Esta segunda parte, el discurso sobre Lacan, cconst- tuird entonees un proceso al autor? Quiz sucumba- ‘mos a la tentacién, si bien haremos todo lo posible por evitar tal_presuncién, Nuestro estudio tendré. como Sinica aspiracién reconocida ensayar métodos de and. lisis sobre el lenguaje lacaniano, ya que este lenguaje se ha expuesto a la comunicacién piblica, zCudnto més grande que la reducida, o mejor dicho traducida, quedars, al cabo de estos ensayos, de estos proce. ientos, la parte de irreductibilidad del lenguaje exa- minado? 7 Pag, 27 2 1. Discurso de Lacan 1. Elespejo j Marienbad! Los cinéflos se sentirdn tentades de atri- buir a Jacques Lacan el don de la premonicién, 0 el de la adivinacién a Resnais. El hecho es que fue en Marienbad, el 31 de julio de 1936, donde, en opor- tunidad del XIV Congreso Internacional de Psicoana- lisi, el doctor Lacan hizo una sorprendente entrada en Ia escena del movimiento psicoanalitico promuncian- do su conferencia «El estadio del espejon," y el otro hecho ¢s que Alain Resnais, en su enigmético film Lannée demiére @ Marienbad (1961), juega insis- tentemente con el motivo del espejo de infinitas ima genes. « estadio del espejo». Este descubrimiento primor- dial serd también el tema de una segunda comunica- cién de Lacan hecha el 17 de julio de 1949 al XVI Congreso Inte {ie eB eae lee ca fondo See 1 Bn exanto a datot biogeifics, puntaliemor simplemente que Jacques Lacan acid el 13’ de abril de 1901 en Par, ue curs estudios de medica y més tarde de priquiatra, {ue en 1932 present6 su tess de dectorado: «La paychove poe ‘anoiague dans les rapport avec fa personals, én la que ‘paminaba unos treinta casos La comnicacin de sis inves figaciones Hoga a cireules cada vex més vasts: clinica de la Falta en ef hospital Seine Anne, Seminario dela sx ee iin de la Ecole Pratgue des Hautes Etudes y, en 1966, po lcacién de fs Bers. Rompe ex 1952 con ia Asociacion ae femacional de Psicoanisi (fundada por Sigmund Freud ea 1912) para fonda, en 1953, la Ecole Freudienne de Pas. 13 funcién del yo (je)>2 Imaginemos a un nifio de sei meses de edad a quien se pone frente a sw imagen, Desde el primer momento le concede privilegiada im. portancia, ensaya en direccién a ella una serie de ges. fos,se entrega a una mimica gjubilantes. Una nifita desnuda lega incluso a indicar, con un gesto, que ca rece de falo. dla esta) actividad) plede! proloneise hrasta Ta edad de dieciocho meses. Tres etapas se delinean: 1. En un principio el nifio reacciona como si la ima- @@ presentaca por un espejo fuese tna‘ realidad 0 a] ‘menos la imagén d& otro. 2. Més tarde, clifio Sesaraqdentratanayesatiniagen GimotaAOb|etw real, ya no intentard apoderarse de aquel otrojquerseresconderiardetrdsidetyespejo, Hasta ahora, Tas reacciones del bebe no difieren de las del ‘mono, salvo por una mayor... lentitud. 3._Mas he aguf que en una tercera etap/€IiO NEED su propia imagen. Trétase de tun proceso de\identificaeiGn, de una conquista pro- agresiva de InGidlentidael @elisijeton {sta identificacién primaria del nifio con su imagen ¢s algo asi como el origen de todas las demas identi- ficaciones. Es una identificacion «dual», es decir re- @ucida a dos téeminos (el cuerpo del nifio y sv ima- Gen), Pesinmedizta, cnarcisista» diria Freud. Lacan, ateniéndose lo més posible a la etimologia del término, la califica déStmaginaria® imaginatia porque él tito se identifica con un doble de sf mismo, con una imma. 2 Reoue Frengaite de Psychanalse, vol 4, octubre-dciembre de 1949, pig. 449 y sigs. [eEl estado de} espejo como formaéer fe In funeién del yo tal como se nos revela en Ia experiencia psieoanalitcas, en J. Lacan, Lectura estructuralita de Fre México: Siglo Veintiuno, 1971. (N. del E.)) u“ en Que no es él mismo. pero que le permit (GHEY al haczrle, ha llenadoeun vaco, ura exbertar rao entre los dos términos de la relacign: el cuerpo 9 su imagen, Simulténeamente se pone al nif frente a sus pates en edad. El los agrede o les imita intentando deminars los, Juega a qu los decapita, los descuartiza 6 despan- zara yafalta de pequcfiosseres humanos, se eserclta con muticeos. Pega y dice que le han pegado, ve caer a otro y llora. Ahora bien, esta relacion agresiva es homéloga a la del cuerpo frente a la imagen del es. pejo. Bs (je). Praha parte, el estadio del espejo constituye el advenimnien. toide tina unidadh- de una subjetlad cenenéress permitiendo una primera experiencia de localigacion {el cuerpo. BopoPotra, determing tntalieMsetGr una 8 Bp términos lacaniance: relacion expecula, 5 sujecion del nifio a su imagen, a sus semejantes, al deseo de su madre. Lo imaginario no es todavia lo sim bético. Pronto veremos la singular importancia que adquiere esta distineién en el discurso de Lacan. Este andlisis del estadio del espejo arroja nueva luz sobre el dificil problema de las psiosisinfantiles. La- an introduce aqui el tema del cuerpo propio. El nfo no distingue realmente su cuerpo del mundo circun- Gante. Pero entre los diecséis y los dieciocho meses tercera etapa del estadio del espejo— al identificar- se con una imagen que no el, termina por reconocer- se, por captar la forma global (la guestalt) de sa cuerpo propio, en el estado de una imagen exterior de su cuerpo. De este modo el sujeto se anticipa a su propia maduracién, Empero, en esta fase de la construccién del sujeto, en este reconocimiento imaginario del cuerpo propio, puede producirse una ruptura. Vernos asi nifios psicé- ticos angustiados ante la vista de su imagen, tratando de huir, o de Io contrario completamente anonada- dos, petrificados. No pueden soportar la mirada de las demas personas en el espejo. Esa impotencia para re- ‘conocer su propio cuerpo, ese rechaz0 de la imagen, constituyen tna fijacién en el estadio anterior a la fa: se del espejo, una regresién al estadio del cuerpo frag- mentado, «Este cuerpo fragmentado (...) se mucstra regularmente en los suefos, cuando la nocién del ané- Iisisalcaniza un cierto nivel de la desintegracién agre siva del individuo. Se presenta entonces en forma de miembros desunidos, de esos érganos fijados en exos- copia que se alfan y se arman para las persecuciones Intestinas que inmortalizb para siempre en la pintura cl visionario Jerénimo Bosch en el ascenso al cenit imaginario del hombre moderno>.* 4 J. Lacan, Berit, 1966, pig. 97 16 Franquear victoriosamente Ia tercera etapa del esta- dio del espejo, es decir, integrar su imagen a su ‘cuerpo propio, es pues decisive para la constituci6n del sujeto. Empero, todo parece entonces evanescen- te, marginal. La cosa solo se manifiesta en un «inter- cambio de miradas: «El nifio se vuelve hacia aquel que de alguna manera lo asiste, aunque no haga otra cosa que asistir a su juegos.’ ¥ sobre todo nadie po- dria decir absolutamente nada acerca de lo imagina- rio, si este no estuviese referido a la cadena simbélica. Conviene explicar el sentido de este segundo témi- no, que Lacan distingue claramente del primero, lo imaginario. Para comprender el acceso al orden simbélico es pre- iso retomar con Lacan el tema freudiano del Edipo, es decir de la relaci6n con las diferenciaciones sexua- les. ae con el ee fas he aqui que en un segundo tiempo interviene el padre, c« como aguafies- Spare prvar al mio de en idea, =o Tae tee eet ert alle cho de la madre y a la madre, la recuperacién del ni fio, Este se i lipo es, por lo tanto, tere tempo seré la Aqui es precisat enel orden simbslice GE En fect. el Papel principal del Pate no esl de lin vide nil dela procreacin, sno el de palabra que sgaf ta la Ley. cEs en el nombre del padre donde retono- ceremos l fundamento de la funcn simbélice au. desde os confines de lo tiempos simbblico,dentfica 5 Ibid, pig. 70, ” ‘persona con la figura de la ley» * Es preciso en pri- ‘mer término que la madre reconozca al padre como autor de la Ley, mediante lo cual el nifo podra reco- rover el Nombre-del-Padre, Si Ia madre reniega de Ia funcién patema, y si el nid rechaza la Ley, lo im: i sist, es decir la a El nifio penetra es en el mundo del lenguaje, de la cultura, de lizacion, El lector puede ahora denotar su sorpresa: ¢Se nos ‘entonces del lenguaje al falo y del falo al len- ? Ocurre que hemos legado precisamente a uno de los puntos originales y fundamentales del anslisis lacaniano. El afalo» no se reduce al sexo biol6gico, ppara el cual Lacan reserva el término epenes. El falo ¢s un significante, un significante metaforico, es meté- fora patema, Toda metifora, segiin Lacan, es una «susti nificante>, una sustitucién de significantes. Para com- prender tal definicién tomemos un ejemplo corriente €l calificativo feén para aludir a un hombre valiente 6 Ibid, pa. 278, 18 Restablezcamos ahora el mecanismo de la sustitucién. Si enunciamos «hombre valiente>, obtenemos la re- Iaci6n: '§ (Significante) Enunciado vocal: hombre valientes 5 (significado) Significado de hombre valiente La metéfora edn introduce un significante nuevo: §. Este segundo significante hace que el primero, S, y, su significado s pasen por debajo de la barra de ignificacién; leén significa el antiguo significant, el enunciado vocal «hombre valiente> y al mismo tiem- po el significado: hombre valiente. Para ser mas pre~ cisos, significa implicitamente el antiguo significante (el enunciado vocal chombre valiente>) aunque ex- pulsindolo (nos vemos forzados a restablecerlo me talmente) y, por asi decirlo, hace descender al signi- ficado més profundamente (para redescubrirlo se re- quiere un segundo ejercicio mental) Volvamos al psicoanilisis: El nifio que desea el con- tacto permanente con la madre, la identificacién con la madre, tendré la experiencia de sus ausencias. La madre est. ausente porque esté con el padre, porque interviene la Ley del padre, porque el padre detenta el falo. De abi, crisis de Ia identificacién con Ia ma- dre, crisis de lo imaginario. El desenlace de esta crisis en el nifio serd la aptitud para nombrar la causa de Jas ausencias de la madre, para nombrar al padre y al nombrarlo integrar su Ley. El Nombre-del-Padre jue- ga el papel de una metéfora: es el nuevo significante que ha expulsado al significante anterior, que ha causado Ia Ausencia de la madre y que, por ast de- cirlo, hace descender hasta una profundidad mayor (lo hace descender hasta el inconsciente, para ser is precisos) el significedo del falo. 19 Podemos ahora tomar con alguna libertad” el esquema propuesto por Lacan (en una reinterpretacién de un caso estudiado anteriormente por Freud: el caso del presidente Schreber) S (significante metaférico) $ (significante primero) § (significante primero) “s (significado) Simplificando ante primero, la operacién de- ja subsistir a 5°, significante metaf6rico, y al signifi. ado 5, este ilimo confinado en el inconsciente (1) Todi esto puede transcribirse mediante la f6rmula fia (t) que traducida a términos psicoanaliticos daz Nombre del Deseo de padre (S') lamadre Nombre /Inconsciente ———— dat (—_ Deseo de Significado Padre Falo Ja madre para (S) el sujeto En el estadio del espejo y en la tercera etapa de este cstadio (identificacién con la imagen, con la madre) el nifio, dijimos, desea ser el Falo, desea por Io tanto ser el objeto del deseo de la madre. Esta tercera etapa del estadio del espejo ¢s asimismo el primer tiempo del 7 Libertad que el propio Lacan astoriza, a jusgar por au toro burlin en el «Prblogo> a jacques Lacan, de A. RiffletLemsite, Bruselas: Dessart, 1970, pigs. 16-17. (Lacan, Barcelona Bahasa, 1971). Cf, la formula exacta en Bert, pig, 587. 20 ip. neve el pe cn iii fo tiempo del Edi) El pade (Giiimemipaam priv a une yovra del falo, canta al nifio de st deseo. El nifio ingresa entonces normal- fuente en el treet tiempo del Edipo: remancla ser la totalidad del deseo de la madre, renuncia a ser om- nipotente; acepta la Ley patema que lo castra y lo Jimita y termina por nombrar al Padre; al nombrar ab Padre nombra al objeto de su deseo, el falo, pero nom- bra metaféricamente a ese objeto confinado en el in- consclente. El Nombre-deL-Paie es un susttut tme- taférico, un simbolo. Por lo tanto, al término del Edi- pol nifio freudianos, exuemam. mientras que! Podemos pues reconstituir y esquematizar el trayecto desde el Espejo hasta el Edipo: 1P etapa: La imagen real de otro; la smadre-otro Brats 2 etapa: La imagen no of mis que 2 imagen; la madve ireal Bepejo imag 18: Gempo: [3 etapa: Tdentfcnién con a pro stadio i imagen, identification del ton la made (cidentica: dip Sin primaries) 2 sempo: Probibisiin del padre, casvacSin Se tempo: Acceso al Nombre den sinbea (eden a 2. El lenguaje En Més allé del principio del placer, Freud descr be ¢ interpreta el juego de un nifio, consistente en hacer desaparecer un objeto mientras gta: Fort! (lo cual quiere decir: jLejos!), y a hacerlo luego reaps. recer, exclamando j Da! (jAgut esta!). Segin Freud, este juego ilustra la compalsién de repeticicn, es de. cir la necesidad insistente, recurrente, cocritiva, aun cuando no sea deliberadamente buseada, de realizar un acto que suele ser contrario a los deseos 0 a la linea consciente del sujeto. En este caso, el nifio que desea. rfa la presencia permanente de la madre se previene contra las ausencias periédicas de esta, remedando, con un objeto cualquiera, la alternancia de sus partic das y retornos. Retomando el caso presentado por Freud, Lacan ve en di ela determinacién que el animal humano recibe del orden simbéticos.” (Fort! ; Da! presentan todas las caracteristicas de una altemnancia estructural: una oposicién binaria articulada de términos acentuados significa y hasta efectia la ausencia o la presencia del objeto deseado, «El momento en que el deseo se hhumaniza es también aquel en que el nifio nace para el lenguaje>. El sujeto hace algo més que dominar su privacién: cleva su deseo a la epotencia segunda» del Tenguaje. «Su accién destruye el objeto que ella hace aparecer y desaparecer en la provocacié anticipato- ria de su ausencia y de su presencia. El nifio empieza 2 eintervenir en el sistema del discurso concreto del ambiente, reproduciendo més 0 menos aproximada- ‘mente en su jFortl y su jDa! los vocablos que de él 8 1910-1922, traduceén francesa por S. Jankélévitch, Eueis de Paychenalyse, Pars: Payot, xf [En Obras competes, Ma. arid: Biblioteca’ Nueva, 3 vole, 1968, vol. 1, pigs 1097-126) 9 Berits, pig, 46. 22 recibe»." Este acceso al lenguaje implica por lo tanto ia integracién de una materia significante (fonemas: vocales y consonantes) ofrecida por el medio social y cultural. Lacan prosigue: «El simbolo se manifiesta al principio como el asesinato de [a cosa y esa muerte constituye en el sujeto la eternizacién de su deseos.!! Qué quiere decir esto? Una doble adquisicién: por tuna parte el signo, el significante —en este caso las dos interjecciones articuladas—, no es la cosa: el he- cho de que el signo de expulién (jFort!) no sea la madre, implica que el del regreso (jDa!) es del mis- mo orden que el primero, y que tampoco sea la madre. Por otra parte, el nfo es remitido a su esoledad>, a la posibilidad de ejercitar por si mismo elementos del lenguaje que ha recibido de sa medio y por ende de repetir, prolongar, . En lo que respecta a la red de los significantes, Lacan ha asim. Jado perfectamente bien Ia leccifn saussuriana: «Cada elemento toma en ella su. empleo exacto por ser dife rente de los demas». La lengua es una distribucién —un sistema— de significantes en todos los niveles, desde las més pequefias oposiciones foneméticas hasta Is elocuciones compuestas» que analiza la lingiistica moderna (frase, discurso, ret6rica...). En cuanto ¢ Ia red det significado, Lacan no es mas explicito que Saussure, pero la coloca en posicién inferior, micn- tras que Saussure la exclufa del campo de sus andliss provisionales.® La red del significado es el conjunto de los «discursos concretamente pronunciados»." Esta de- finicin se ajusta bastante bien a la de habla, que pa- ra Saussure ¢5 una variacién efectiva, personal de la Lengua (o Cédigo). Seatin Lacan, el conjunto de los significados «reactiia histéricamente> sobre la red de Jos significantes, asi como para Saussure el habla reac- tiia sobre el eédigo de la lengua. Pero el significado no tiene en cambio la consistencia que corresponderia una referencia clara a la cosa representada o ima- ginada, Bl significado permanece flotante; el conjun- to, la red a la cual se liga, carece de coherencia. Y, finalmente, solo adquiere coherencia relaciondndose con la red de los significantes. Esta sltima rige el 14 Berits, pig, 414 15 Las contadisimas indicaciones seménticas figuran en el Cours de linguistique générale, Pais: Payot, 1962, pe. 108. (Curso de lingiistica general, Buenos Aires! Losida, 4 ed 1961) 16 Bevits, pig. 414 24 ‘onjunto de los significados; la lengua rige la palabra. Bl anilisis lacaniano conduce, en conclusién, a la su smacia de los significantes. [Qué ocurre con el inconsciente que, segin acaba- jnos de enterarmos —con la ayuda de Saussure—, est& fstructurado como un lenguaje? Antes de proponer tna de sus més claras definiciones, Lacan apela re- sueltamente al descubrimiento freudiano: «En esta asuhcién por parte del sujeto de su propia historia en fa medica en que esta constituida por la palabra di- rigida al otro radica precisamente la raiz del muevo método al que Freud da el nombre de psicoanilisiss.* Profesado de este modo el retomo a las fuentes, Lacan se explica; mas vale citarlo in extenso: «Fl incons- ciente es ese capitulo de mi historia que estA sefialado ‘on un blanco u ocupado por una mentira: es el capi- tulo censurado, Pero la verdad puede ser reencontra- da; las més de las veces se encuentra ya escrita en otra parte. A saber: En Jos monuments: y esto es mi cuerpo, es decir el nicleo histérico de Ia neurosis donde el sintoma his- térico muestra la estructura de un lenguaje y se desci- fra como wna inscripcién que, una vez recogida, s€ puede destruir sin pérdida grave. 9Bn los documentos archivads también: y estos son los recuerdos de mi infancia, tan impenetrables como aquellos cuando su proveniencia me es desconocida. 9En Ia evolucién seméntica: y ello responde al acervo ya las acepciones del vocabulario que me ¢5 propio, asi como a mi estilo de vida y a mi carscter. »También en las tradiciones, hasta en las leyendas que en forma heroificada transmiten mi historia »Por filtimo, en las huellas que inevitablemente con- 7 Bid, pag. 257 25 servan las distorsiones dle la verdad, impuestas por ¢ ajuste del capitulo adulterado con los capitulos que fenmarean y cuyo sentido mi exégesis podré restable Por haber olvidado el descubrimiento freudiano de que la palabra del paciente dirigida al analista era fundamento del tratamiento, el psicoandlisis se ha fal ificado, afirma Lacan, se ha vuelto peligroso a causa precisamente del poder de sus recursos y de sus técn. as, Esnecesario volver a la evidencia primera. «Ya sea que aspire a ser agente de curacién, de formacién » de sondeo, el psicoanAlisis no posee mas que un medio: Ja palabra del paciente (....) Ahora bien, toda pa- labra apela a una respuesta. Nosotros demostraremos que siempre que tenga un oyente, no existe palabra sin respuesta aun cuando no eneuentre otra cosa que el silencio, y que en ello radica la esencia de su fun cién en el andlisiso.* La palabra es la dimensi6n ese cial en el encuentro del paciente y el analista, y sin embargo el anilisis calla, no emite sino una palabra vacia, una palabra «entre, Situacién paradéji Cada’ uno de nosotros ha tenido la experi esa especie de atraccién que ejercen en nosotros cicrtos seres a la ver discretos ¢ impenetrables, pero atentos. Experimentamos el deseo de forzar su retraimiento, de conmoverlos, de convencerles. Multiplicamos los efectos verbales, hasta hacemos intervenir las confi- dencias y, si nos descuidamos, acabaremos por perder el control de nuestras palabras. Esto nos permite com- prender la actitud del analista tal como la preconi- 7a Lacan, El analista es ante todo el que escucha y traduce. Ha- 18 Ibid, pig. 289 19 Wid, pag. 247 26 ce el papel del testigo que garantiza la palabra que tl analizado dirige a otro. No debe atraer sobre si la relacién de identificacin, hacer transferir a su cuen- ta el complejo de Edipo. Debe, por el contratio, poner al analizado en relacién con el Lenguaje, la Cultura, la Sociedad, 1o cual lo coloea en posicién de mediador. Testigo de ia relacién con otro, mediador de la rela~ «in con la Sociedad, el analista asume este papel en la medida en que representa para el analizado todos los interlocutores del pasado de este. Comprendemos mejor entonces el papel de muerto que Lacan asigna al analista. Muerto para todas las falsas certezas, para todos los espejismos del sujeto. Muerte que es un rechazo de toda transferencia a la venta personal del analista. Es expresar con un térmi= 10 radical el papel frustrador del anilisis. El paciente reclama respuestas a sus demandas y el analista se re hhisa a darlas hasta la plena resolucién del contflieto 2* La segunda escena (y su secuencia) est, por lo tanto, cen simetrfa inversa respecto de Ia primera: el minis. ‘to ha sustituido por una falsificacién la carta de la reina; Dupin la recupera sustituyéndola a su vez por tuna falsficaci6n, Pero el segundo desenlace es dife- rente del primero: el ministro ignora que la carta le hha sido escamotcada, mientras que la reina lo sabe. A lo largo de todos estos desplazamientos, cada uno de los personajes, por turno, ha sido burlado: el rey nada ha visto; la reina ha visto pero no ha podido intervenir; Ia policfa, al registrar el palacio del mi nistro, no ha podido hallar una carta que se encon- traba’a la vista de todos; el ministro, por siltimo, no se ha percatado de la maniobra de Dupin. Todos es- tos desplazamientos, todos estos juegos de engatio se han efectuado en tomo de un significante, la carta, cuyo aspecto cada uno conoce pero euyo contenido jgnora. As{ilustra Lacan los poderes, la supremacta 24 Ibid, pig. 14 30 del significante:” Lo que es més, este significante inico —primero y tltimo— cireula al amparo de la ceguera de unos y del mutismo de otros: El rey no ve la reina no puede hablar, el ministro no sabe qué debe hacer, la policia no ve al principio, etc... esto ilustra’el Ingar del inconsciente, a la’ vez muy cercano y escamoteado. Este significante tinico circu- la, efectia un trayecto y es relevado en su recorride por sustitutos: Esto ilustra la cadena del lenguaje hasta en sus aspectos (sus sustitutos) retéricos o ideo légicos. Y cada uno de los personajes, sobre todo, se determina con relacién a Ta carta: Esto iustra la ley, al predominio del significante. Nadie puede escapar a esta ley; si algunas veces se Ia olvida, Ja ley del significante no lo olvida jams. Tal es Ta respuesta del significante més alla de todas las significaciones: «TG crees actuar cuando soy yo quien te agita mer- ced a los lazos con que anudo tus deseos. Asi estos crecen en fuerzas y se multiplican en objetos que te conducen a la fragmentacién de tu infancia desga- rraday.™ En una conferencia promunciada en la Sorbona el 9 de mayo de 1957, La instancia de la letra en el in- consciente 0 la razén desde Freud," Lacan aporta una aclaracién suplementaria a esta teorfa de la ley del significante. La letra* es «la base material que el discurso concreto toma del lenguaje. En efecto, el enguaje, en el sentido més corriente del término, la lengua hablada, «con su estructura, preexiste a la en 25 Se podria incluso agregar: del lenguaje retiico © ideo- gio, ustrado por los sunt de Ta cata, 2 eis, pig. 1. 2 Ibid, pg 498-528 (Ba J Lacan, of. ct, phage 179-216 (. da'B} * Bn francés ntre significa letra» y también cartan (Wid BT) 31 trada que hace en él cada sujeto, a un movimiento de su evolucién mentalp. El sujeto se inscribe ya. en 1 cmovimiento universal» del discurso ebajo la for. ‘ma de sti nombre propio». Fl lenguaje ¢s constitutive de la cultura; distingue las sociedades humanas de las sociedades animales, de modo que la condicién hhumana se estructura segin la triada: «naturaleza, sociedad y cultura». ‘A primera vista, Lacan retoma la férmula saussurea- na cn la cual cada significante recorta el significado Ss correspondiente, —, y ello en una relacién arbitraria, convencional respecto de la realidad representada. Si hubiera relacién necesaria, no habria diversidad de Jenguas humanas. Lacan se refiere una vez més 2 Saussure para establecer : Se trata del falo como signifi- cante fundamental del inconsciente, Lacan se explica al respecto en una conferencia pronunciada el 9 de mayo de 1958 en el Instituto Max Planck de Mu- nich.” Para ello, toma como puntos de partida cua- tio problemas: «El que la nifita se considere, aunque solo sea en cicrto momento, como castrada en cuanto ella misma, quiere decir: privada de falo, y por obra de alguien, alguien que es en primer lugar su madre, panto importante, y Iuego su padres; que «més pri mmordialmente, en los dos sexos, la madre esta provis- 29 eOberturas, en Le Cra et le Cuit, Pars: Plon, 1964, pg. 9 Y sigs (Mitoldgicar. Lo crudo y lo corido, México: Fenda de Gultura Econémics, 1968.) 0 Berts, pigs. 685-85. B ta de falo como madre falica»; que ela significacién de Ia castracién no adquiera de hecho (clinicamente manifestada) su valor eficiente (...) sino a partir de su descubrimiento como castracign de la madres, ¥ que estos tres problemas culminen en la cuestidn de la razén, en el desarrollo de Ia fase félica>."* La. can da cuenta luego de las dificultades y oscuridades de las diversas teorfas pricoanalticas en la elucida. cién de estos problemas. Pasemos por alto las discu- siones de escuela; la argumentacién de Lacan tiende precisamente a una respuesta decisiva al establecer ta funcién del falo: «El Talo es un significante (...) destinado a designar en su conjunto los efectos del significado en cuanto el significante los condiciona por su presencia de significantes.** Volvamos al cstadio del espejo: todo acontece, en ese momento, dentro de una relacién de identifica. ign (narcisista) del nifio con la madre, en Ia que cl padre no tiene todavia un papel distinto del de la madre. Més tarde, durante el segundo tiempo del Edipo, cl papel del padre es el de una palabra ne- gadora que, por asi decirlo, cexplica» las ausencias de la madre. El nifio experimenta que él no es el falo. Todas sus demandes varfan, se multiplican y finalmente se estrellan contra esa falta-de-ser. Claro esté que cuando el Nombre-del-Padre se revela, es la ley del padre Ia que significa al nifio su falta-de-ser (el que el nifio no es el falo). Pero hay mucho més en la clave de esta falta-de-ser; se trata de Ia funcién misma del falo. Este no pertenece al orden de los objetes; emucho menos es el érgano, pene o clitoris, al que simboliza>. Es precisamente de orden simbé- lico, significante, y no puede reducirse a una natu- 31 Ibid, pg. 686. 32 Thid) pag. 680. 3 raleza, a una realidad por primitiva que sea. No sien- do objeto, no siendo realidad, sino en si mismo signo de una ausencia, designa de manera primordial la falta-de-ser. Se abre sobre una multiplicidad de ob- jetos y de demandas de objetos porque é! mismo no ts objeto. Por lo tanto, precisamente a partir de este significante fundamental comienza la larga bisqueda del hombre. 3. De la necesidad a ta demanda Segiin ta acepcién més comin, la necesidad perte- nece al orden de los requerimientos orgénicos: ne cesidad cle agua, necesidad de aire, etc.... Freud no parece cuestionar esta acepcién comin, preocupado como esté por intercalar entre la necesidad y el de- seo su nocién de pulsién. La pulsién introduce en la simple necesidad orgénica un coeficiente —una cali- ficacién —erbtieo. La pulsién se sitia on la vida bio- V6gica, orgénica, y no en la vida psiquica. Es en el organismo una fuerza constante que tiende a supri- mir cualquier estado de tensién. Solo interviene en al psiquismo consciente o inconsciente a través del relé de una representacién, Lacan designa la necesidad en correlacién con lo que analiza en forma més explicita: la falta, La necesi- dad orgénica esté relacionada con esa falta radical que es consecuencia de la salida del seno materno Desde su nacimiento, el nifio no tiene ya complemento anatémico; su falta ¢s un vacio, un hueco. una caber- tura> que, mas acé de la pulsin, suseta la necesidad orgénica, {Qué es en realidad la pulsién? Durante una intervencién en un congreso reunido cn el hos- pital de Bonneval, Lacan propone, no sin humor. tna imagen de los albores de la vida humana e ilus- 35 tra los puntos de partida de la «pulsién». Evoca ef mito del andrégino —ese ser humano primordial an- terior a la diferenciacién de los sexos— descrito por Arist6fanes en el Banguete de Plat6n. Del mismo ‘modo que el andrégino, por mandato de Zeus, se divide en dos seres sexuados, el nifio recién nacido cs arrancado de la placenta, de las membranas in- temas de Ia madre, y se encuentra separado de una parte de sf mismo. Ha perdido, por el hecho de na cer, su complemento anatémico. Y Lacan prosigue, jocosamente, comparando al nifio con un huevo cas- cado que se expande en forma de hommelette.* La pulsién es, por asi decirlo, la presiOn (poussée)** in- vasora del nifio, una presién que traduce la falta del complemento materno. Pero esta presién tropieza con Jos limites Ia clausura— de su cuerpo. La pulsién, para poder difundirse, es entonces canalizada por las onas erégenas>, que son. a su ver vélvulas abiertas hacia el exterior y... (desde ese momento) for el exterior* De esta manera la pulsién es, del mismo modo que para Freud, una calificacién erética de Ia necesidad, pero para Lacan se instala, se localiza en el organis mo de manera més precoz, antes que cualquier re- presentacién en el psiquismo. EI deseo, segiin Freud, pone en movimiento el apa- rato psiquico, lo orienta segiin la percepcién de lo agradable y Io desagradable. De acuerdo con las des- cripciones de Lacan, el deseo aparece como conse- + Juego de palabras intradueible. Hommelete: hombrecllo, hhoimineulo; omelette: tora. (N. del T-) #8 Presi: junto con la fuente, e! fin y el objeto define la pulién freudiana. (W. det R. T°) 55 «Posiciin del inconscientes, congreso del 30 de octubre al 2 de noviembre de 1960, puolicado. en Incontcient, Pass Desciée de Brower, 1966. 36 cuencia de la falta esencial que vivencia el nifio se- parado de su madre. Tiende a colmar la falta —la castracién— que implica esa separacién de la madre. Elnifio desea ser el falo de Ia madre, el deseo del deseo de la mace, el complemento de su falta. Al no poder colmar esa abertura, el deseo ird a volearse en susti- tutos de la madre, 4B deseo se produce en el més allé de 1a demanda (..+)_ pero se constituye en su més acé...2,"* no cesa de repetir Lacan. Se produce més alld de la demanda, puesto que nunca puede satisfacerla; es con respecto a ella algo asi como un torrente frente a un canal (cl lenguaje), 0, para hablar como Lacan, fren- te al cdesfiladero» de la palabra. Se produce mas ac& de la demanda porque esta, aunque remedando su frenesi, le significa su falta-de-ser radical. De ahi la instauracién de una dialéctica ilimitada; la demanda invade y escamotea el deseo, pero, incapaz de satis- facerlo, lo obliga a renacer con creciente frenesi. La demanda «evoca la falta-de-ser con los tres rostros de la nada que constituyen el fondo de la demanda de amor, del odio que va a negar el ser del otro y de lo indecible de lo que se ignora en la peticién>.** «a demanda, nos parece, designa en J. Lacan, con un término genérico, el lugar simbético, significante, donde, se aliena progresivamente el deseo primor- dial. En otros términos, pertenece al orden del Tenguaje y sustituye por To tanto el dato psiquico del placer y el biofisico de la pulsién, La pulsion. pri tiva del sujeto, ser todo para su madre —ya lo diji- mos—, es prohibida por el padre, autor de la Ley; por el padre que priva al sujeto de la identificacién con 34 Boris, he. 629, 35 Tid, pig. 275. 36 A. RifleLemaire, of. eit, pig. 276 37 la madre. Reprimida, desconocida, la pulsién es rele. vada por un simbolo, por lenguaje, més precisamente por la demanda. El sujeto se interna entonces en e} ‘edesfiladero radical de la palabra»: demanda cono- cer, poseer. Las demandas, siempre insatisfechas, re- miten a los deseos siempre reprimidos y estos deseos tejen entre sf un texto sin fin de asociaciones. Un tex- to cada vez més indescifrable a medida que otras demandas y otros deseos vienen a anudarse en dl a Jo largo de la vida. Aqui se inserta una de las raras alusiones que hace Lacan al instinto de muerte: «Cuando pretendemos llegar en el sujeto a lo que era anterior a los juegos seriales de la palabra y 2 lo que ¢s primordial en el nacimiento de los simbolos, lo hallamos en la muerte>."” Un caso puede ilustrar estos puntos de vista: el de anorexia mental 0 rechazo de alimentos de parte de un nifio. El nifo, por ejemplo, pide un caramelo: esa demanda traduce en apariencia una necesidad orgé- nica, pero més profundamente remite a una demanda de amor. El nifio demanda a la madre que le mani- fieste 0 le confirme su amor. Una madre intuitiva puede comprender la verdadera demanda y besar al nifio, rehuséndole el caramelo. Una madre menos atenta puede creer que se trata simplemente de una necesidad y conceder el caramelo 0 un pufiado de caramelos; al hacerlo no ha reconocido la verdadera demanda, Si atiborra al nifio de dulees, si satisface sus necesidades y hasta las anticipa mAs alld o mis acd de sus demandas, terminara por sofocar la de- manda de amor. Entonces, la tinica solucién para el nifio es rechazar los alimentos cuando la madre lo atosiga, a fin de hacer surgir, por una via negativa, su demanda de amor. «El nifo que es alimentado con 37 Eerits, pg. 320, 38 més amor es aquel que rechaza el alimento y utiliza su rechazo como un deseo (anorexia mental). Con- fines donde se advierte mejor que en cualquier otra parte que es el odio el que devuelve la moneda del ‘Amor, pero donde lo que jamés se perdona es la iEtamos ahora en condiciones de comprender una de las afirmaciones repetidas de Lacan: El deseo det hombre es el deseo del Otro. Con referencia a Hegel, Ia {6rmula se hace explicita: «Bl deseo mismo del hombre se constituye bajo el signo de la mediacién, es el deseo de hacer reconocer su deseo. Tiene por objeto un deseo, el deseo de otro, en el sentido de que el hombre no tiene un objeto’ que se constituya para su deseo sin alguna mediacién, lo cual se pone de manifesto en sus necesidades més primitivas por el hecho de que, por ejemplo, hasta sus alimentos de~ ben serle preparados. ..».¥ Lo que el hombre desea es que el otro lo desce: quiere ser lo que le falta al otro, ser la causa del deseo del otro. El amante siente una falta pero ignora qué es lo que le falta; el amado ignora lo que hay de oculto en él y que no obstante atrae al amante. Entre el amante y el amado hay pues inadecuacién, no-coincidencia: lo que falta en el amante no es necesariamente lo que esté oculto en elamado. El deseo esté entonces signado por una im- posibilidad esencial. La adecuacién, es decir Ia per- fecta coincidencia del deseo y del objeto, es un mito, el mito por ejemplo del andrégino, del ser que retine les dos sexos. Cuando Lacan habla de otro, del Otro, el término debe tomarse en su sentido més radical volvemos @ encontrar aqui el tema hegeliano de la alteridad. 38 Ibid, pig. 628. 39 Ibid, pag. 181 39 Entre las frecuentes referencias a Hegel (a las que volveremos en nuestra . Pero una inversion dialéctica se opera: Por un lado el Amo esta eautive de un falso reconocimiento puesto que no tiene ante él sino a un esclavo incapaz de reconocerlo en toda libertad y ver~ dad, Por otra parte, el Esclavo, que vive en la angustia + México: Fondo de Cultura Beonfmiea, 1966 40 yeeltemor del Amo, comprende que no podré ser ver- daderamente reconocido por este; pero por estar en contacto con las cosas en virtud de su trabajo, descu- bre que debe arrancar a las cosas la conciencia de si la autoconciencia; ira a transformar, a subvertir el ‘mundo de manera tal que ya no quede en él sitio alguno para el Amo. Lacan transcribe esta dialéctica de la conciencia de sien la dialéctica del deseo. Se expresa en términos hegelianos, incluso para referirse a Freud: «El desto del hombre halla su sentido en el deseo del otro, no tanto porque el otro pasea las claves del objeto de- seado como por cl hecho de que su primer objeto es ser reconocido por el otro>.** ‘Ahora bien —preguntamos nosotros—, cual es enton- ces ese otro, quién mAs es ese «Otro con una O ma- yliscula? Lacan responde resueltamente: «El lugar de desplazamiento de la palabras. La dialéetica sin fin del deseo: El deseo de ser reconocido por otro ve que Te ha sido impuesta su condicién, es decir el orden del lenguaje; tiene ante él una ruta que lo coacciona, «el desfiladero radical de la palabra. Las afirm: nes de Lacan se hacen tajantes, decisivas: «Si, en efecto, el deseo es en el sujeto esa condicién que le es impuesta por la existencia del discurso, Ia de hac pasar su necesidad por los desfladeros del signi cante; si por otra parte (...) es necesario funda- mentar la nocién del Otro con © maytiscula como el lugar del despliegue de la palabra, es preciso esta- blecer que, en cuanto pertenece a un animal que es presa del Lenguaje, el deseo del hombre es el deseo del Otro». legados 2 esta altura del discurso de Lacan, podemos 40 Rerits, pig. 268. AI Thid, pig. 628. 4 arriesgarnos a esquematizar las descripciones que oft ccimos en los parrafos precedentes: a —e OTRO (orden sbiico) ex Demands Palabras Patfencs- Bxpaaii, omaserépenah ‘ohadeser. Neeidad-> Complemente malsene El deseo, por obra de la demanda, sc despliega en la palabra, y el lugar de este despliegue se denoming el Otro. En su acepeién global, el Otto no es la suma de los interlocutorcs sino el orden mismo del lenguaje. Eso habla» (ga parle), se dice para simplificar ¢ impugnar el pensamicnto de Lacan. Tendremos una idea més justa de este concepto si recordamos a al. ‘Sumas personas que contocemos, quienes para justificar Giertas decisiones, algunas veces heroicas, recurren sen. cillamente a la férmula lapidaria: «No quiero que alguien diga que...» o la atin més impersonal: «No quiero que se diga que...9. Este se implica mucho ‘mis que la opinién de los seres conocidos 6 de los here. deros... Este se adquiere toda Ia amplitud de una Humanidad impersonal, cosa que Kant intent6. per- sonalizar y formalizar al mismo tiempo (toda la Hus manidad en mien un acto moral...). Ese se, cu delgada capa de conciencia encubre profundidades i. sondables, hace pensar también en el Otro de Lacan: €s evocado como perteneciente al orden del lenguaje. En ma acepcign mis restringda —no contadictora con la anterior— el Otro de Lacan designa al incons- tient freudiano:«lnseiamos, de acuerdo con Ficed que el Otro es el lugar de esa memoria que descubrié con el nombre de inconsciente, memoria que Freud ‘considera como el objeto de un interrogante que per- 2 manece abierto por cuanto condiciona la indestructi- bilidad de ciertos deseos>. Dos nociones contribuirén a sustentar esta designa- ibn del inconsciente: las de escisién (fente) y rev ‘isién (refente), en las que Lacan recoge, con res- peto, la nocién freudiana (fica) de Spaltung: ‘eAgui se inscribe esta Spaltung dltima por la que el sujeto se articula en el Logos, y acerca de la cual Freud comenzara a escribir, céndonos en el éltimo pindculo de una obra de las dimensiones del ser la folucién del andlisis (je), nombre propio, indicaciones familiares. Esti sentado pero no est presente. La escisi precisamente en que el sujeto est a la vez represen- tado en el orden simbélico y excluido de él. La esci- si6n tiene como consecuencia un eclipse (fading) del sujeto. El nifio pequefio recibe y soporta el orden simbélico, se inscribe en él en virtud de una especie «EI nifio pequefio soporta la sociedad, su cultura, su organizacién y su lenguaje y sélo tiene 2 su disposi 49 Thid, pig. 642. 8 cién una altemativa trégica: constrefirse a él o nay. fragar en la enfermedad>.* La escisin se instaura y sitha entre la méscara y e reverso de la méscara. La méscara esti del lado del enguaje, del comportamiento social: El Yo (mei) prolifera través de Ios papeles a que se somete ost otorga. Pero estos papeles no son sino fantasmas flejos de sujeto verdadero. Este sujeto verdadero ha de buscarse en el reverso de la méscara, en la parte teprimida, inconsciente: he abi la paciente obra del psicoandliss, Mientras Ia escisién (fente) designa el momento en que se instaura la division, la re-escsién (refente} design Ia eetificacién» en el eta as ceado, en el hecho de que el sujeto no es més que un signifi ante. Se a fijado en sus personajes; puede sin dda reconocer intelectualmente su parte inconsciente, pero al mismo tiempo Ia deniega. El sujeto se construye, se engendra € mismo («paricién>), a partir de su divisibn, de su .** Pro entonces, sila mascara, el papel de cada uno se halla con su parte consciente del lado del lenguaje, cestard el inconsciente del lado vital y misterioso? ¢Habré, bajo la mAscara del lenguaje, una verdad de la vida inconsciente? ¢Quiere decir entonces que todo lo que hasta ahora hemos visto de las reflexiones de Lacan sobre el Ienguaje, sobre el significante pri- mero ¢ inconsciente, se contradice de manera radical? 44 A, RiffletLemsine, op. city pig. 129. 4% Boris, pig. 013, ms 4 Recordemos: Lacan presentaba el acceso a lo sim- piélico, al Ienguaje, como una superacién —y una ma- duracién— de la relacién imaginaria (indistincién en {uc sf mismo y su imagen, entre sf mismo y la madre) Entrecruzando estos dos anlisis comprenderemos el satil y profundo pensamiento de Lacan, Al salir del estadio del espejo —estadio de Ia relacién imagina- ria— el sujeto entra en el orden simbdlico significado por el padre. Hay en ello una progresiOn. Esta ser perfecta, normal, si al sujeto se le revelase el signifi ante primero de su deseo: el Falo, y si siempre tu- viera conciencia de ello (puesto que entraria, con conocimiento de causa, en el orden simbélico; situa cién, claro esta, absolitamente quimérica). Pero el sujeto, en distintos grados, pierde de vista el primer significante, el Falo, clave del lenguaje. Entra en el orden simbélico mediante una serie de confusiones, de alienaciones de tipo imaginario a falta de una lu- cidez suficiente. No se percata de que los nombres de pila, ls titulos, los papeles no hacen més que repre- sentarlo y tiende a identificarse con todas esas més- caras, En suma, se desplaza en lo simbélico en una serie de identificaciones imaginarias. Y nosotros he- mos aprendido con Lacan que la curacién consisia en reencontrar con el enfermo el primer significante: cl Falo, del cual parte todo el orden simbélicos en hacerle descubrir su posicién personal dentro de ese orden. La verdadera linea divisoria pasa en definitiva entre tun lenguaje falso, alienado por estar tejido a partir de una alienacién primitiva, y un lenguaje verdadero, liberado, es decir, tejido a’ partir de un significante primero, Pero ambos, lenguaje alienado y lenguaje 46 Segin Ja forma en que las demandas del nifo han sido ‘omprendidas por nr medio, % Iiherado, se sitfan cara a cara con exe gran Otro que es el orden simbélico global, la Sociedad, Ia Cultura El lenguaje alienado ha perdido sus distancias, el len. guaje liberado mide la distancia personal del sujeto, Para concluir, he aqui el esquema que nos propone Lacan:*" El sujeto se dirige a los objetos (otro, » mindscula)en una relaci6n imaginaria y construye un Yo (moi) (alienado). Al hacerlo, olvida (y debe re. cordar, reencontrar) que quien lo dirige y lo const. tuye es el Otro absoluto del orden simbélico. 4 La metéfora y la metonimia Hemos establecido, siguiendo a Lacan, el inconsciente «.* ‘Todas estas manifestaciones traducen y obliteran al mismo tiempo toda una actividad subterrénea, la de las formaciones del inconsciente. El Yo (Moi) incons- ciente tiende a regular, a moderar pulsiones instin- tivas que no son reconocidlas por la conciencia. Dis taibuye en una medida aceptable energfas instintivas experimentadas como peligrosas (la angustia) 0 pro- hibidas (el sentimiento de culpa). Si no llega a esta ." Una sistematizacin de esta indole habia sido ya rea- lizada por un lingiista como R. Jakobson,"* quien, partiendo de estudios sobre Ia afasia, terminé por hacer extensivas estas categorfas a todo el lenguaje poético, ‘Bl desarrollo de un discurso puede hacerse a lo largo de dos Iineas seménticas diferentes: un tema trae otro tema, sea por similitud o por contigiiidad. Lo mejor seria'sin chida hablar de proceso metaforico en el pri- mer caso y de proceso metonimico-en el segundo, puesto que hallan su expresién més condensada, el uno en la metéfora y el otro en Ia metonimiay." En el Petit Larousse se define 2 la metéfora como sigue: «Nombre femenino (del griego metaphora, traslacién). Procedimiento por el cual se traslada Ia significacién propia de una voz a otra significacién que solo le conviene en virtud de una comparacién tcita (ejemplo: la Juz del espiritu, la flor de los afios, aarder de deseos, etc.)>. Los recientes estudios de lingiistica y de ret6rica ge- neral observan més detenidamente los mecanismos de Ia formacién de una metafora, «La metéfora no es una 49 Les formations de Vinconscients, seminaries del afo 1956- 57, Bulletin de Poychologie, 1956-57. 50) Revit, pig. 689, 51 A quien Lacan se rellee explicitamente; ibid, pig. 506. 152 Bsais de linguistique générale, Pati: Bd. de Minuit, 1988, Pig. 61 9 sustitucién de sentido propiamente dicha, sino la mo- dificacin del contenido seméntico de un térmings = En el caso de «arder de descos», por ejemplo, todos Jos pequefios elementos (semas) ‘de significacién ine cluidos en arder no han sido suprimidos para reempla. zarlos por otros, los encerrados, digamos, en impaction. tarse (de deseos). Algunos de esos pequefios elementos se suprimen, otros permanecen y a ellos se sutan log gue provienen del rio tcto (en este cas los ele mentos significados por impacientarse). Si por otro Indo la figura que consite en tomar ls pare por ¢ todo se denomina sinécdoque, puede decirse que la metifora es el producto de dos singedoques (una parte de los elementos signifieades por arder més una parte de los significados por impacientarse)». De acuerdo con estos andlisis, la metafora seria més una intersec. cién que una sustitucin En cuanto a la metonimia, el Petit Larousse da la siguiente definicién: «.* | En eit texto hemos podido seguir la linea metonimi | ca: saber —> dominar— goce. ‘A. Rfflet- Lemaire™ relacina con este andlisis meto- timo el suefio de Freud en el que este expresa el e- sco de ser un descubridor. La vispera, un amigo, Ké- nigstein, le habfa reprochado el que se abandonara de- Imasiado alas fantasfas, El suefio es una respuesta a ese amigo: Bl ser descubridor esté ya en relacién con la OA. Rilflet-Lemaire, op. cit, pig. $20 65 Bort, pag. 518 | BA RiiferLemaire, op. cit, pig. 822 2 pasién de Freud por los libros. Esta pasion habria na. cdo de una escena en la cual se ve a los cinco aos de edad arrancando —con intenso placer— hoja por hoja de un libro de imagenes en colores. Este recuerdo Ig remite, por asociacién metonimica, por conexién de ideas, a otro recuerdo més tardio: Ia Kimpicza de un herbario Heno de gusanos (Biicherwurm). En este ca. 50 se produce una bifurcacién del sentido: Ia palabra alemana Biicherwurm designa al mismo tiempo el gusano de los libros y la rata de biblioteca. Freud, con su pasién por los libros, se comporta como un gusang que los devora. El recuerdo del herbario conduce a su vez, por rela- cién metontmica, a un suefio con un insecto (wurm) Segunda bifurcacién: la palabra wurm tiene doble sentido: designa al insecto y, en las representaciones del psicoanilisis, simboliza al nifio-falo, Nos lleva al profundo deseo inconsciente: devorar a la madre co- mo quien devora un libro. Por lo demés la asociacién de la madre con el libro se basa en un suceso persotal de Freud, En una oportunidad su padre le habia re- galado lo que més apreciaba: Ia Biblia. En el incons- ciente de Freud este gesto habia sido interpretado como un legado de su madre realizado por el pa. dre a favor del hijo. De este modo, de significante en significante, por medio de nexos metonimicos, por una Ya lo veo —responde Heine rece, esté pasado de edad». + pero este, me pa- 67 Ibid, pag. 333. (68 En retrca se hablarla més bien de una figura a nivel fonolégico (el de los sonidos): a palabra-vaifa 69/A. Rillet- Lemaire, op. it, pig. 396. 59 El desplazamiento del tema de Ia riqueza al de la edad parte del doble sentido del vocablo becerro: el consiste en trasformar el adagio cartesiano: Pienso, luego soy. La revolucién levada a cabo por Freud obliga 2 decir: ‘Pienso donde no soy, por consiguiente soy donde no Erretomo a Freud —en el sentido de eretomo a las fuentes-— esté claramente proclamado, programado. El que habla de retorno recusa las vias habitualmente seguidas hasta él, Acerca de las desviaciones, de lo que podriamos Hamar —en virtud de un juego etimolé- fico al estilo de nuestro autor— las extra-vagancias de las escuelas psicoanaliticas después de Freud, La- can se muestra particularmente intolerante: «Crea pues que aqui Freud logré lo que queria: una conser- vacién puramente formal de su mensaje, visible en dl esplritu de reverente autoridad con que se perpe- tran sus alteraciones més manifiestas. En efecto, no hay una sola patrafia de las proferidas en el insipido farrago de la literatura psicoanalitica que no intente ampararse en una referencia al texto de Freud, de ‘manera tal que en muchos casos, si el autor no fuese, ademis, miembro de la institucién, no se hallaria en su trabajo ningtin otro indicio de la calificacién ana- 10 Berits, pig. 408. 11 Ibid, pig. 317 61 litica».” El posfreudismo es, pues, en opinién de La. ‘ean, una inmensa no-man’s land. Lacan conoce suficientemente la Biblia y ain més Ig cobra de Hegel para saber que el espfritu puede moris bajo una letra que se perpetia. Ha presenciado hasta el cansancio el juego de las ortodoxias, herejias excomuniones en las capillas psicoanaliticas para no sentir cierta connivencia com la idea de una reforma, Si califica de , ya respuesta de Lacan, «Discusién del articulo de S. Leclaire y J. Laplanche: “El inconsciente, un estudio psicoanalitico”»."* Eldebate entre Lacan y sus discipulos puede centrarse en Jas relaciones entre inconsciente y lenguaje: Segiin J. Laplanche y 8. Leclaire, el inconsciente es la con- dicién del lenguaje, posee su secreto, mientras que para Lacan el lenguaje es condicién del inconsciente, tun inconsciente que él crea y provoca. Porque el len- guaje condiciona y constituye el inconseiente, impo- 7

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