You are on page 1of 5

ANTAGONISTAS Y ANTIDOTOS

INTRODUCCION
Las intoxicaciones agudas se han constituido en el momento actual en una emergencia
médica de elevada frecuencia. La terapéutica adecuada de una intoxicación halla basada
en tres factores: a. conocimiento de la naturaleza del toxico, b. urgencia de la
intervención médica, c. carácter inocuo de las medidas de tratamiento a poner en
marcha.
Inicialmente se procuro tratar las intoxicaciones mediante supuestos antídotos
universales de compleja constitución. Progresivamente se abandono este concepto en
beneficio de una terapéutica mas especifica y mas eficaz. Sostenida en un conocimiento
mas preciso de los mecanismos de acción de los tóxicos.
Aunque en su mayor parte las intoxicaciones agudas cuentan solamente con una
terapeuta sintomática, en algunos casos la administración de antídotos específicos puede
producir una mejoría espectacular de la sintomatología del paciente, obviando la
necesidad de cuidados intensivos.
Con frecuencia se utilizan en forma indistinta la denominación de antídoto o
antagonista.
Pero la teoría de los receptores conduce a dos conceptos, en relación con las sustancias
farmacológicamente activas: el agonista y el antagonista.
El agonista o efector es el fármaco o, para nosotros, el tóxico, agente químico con
afinidad para algún receptor biológico, sobre el que provoca una modificación de su
actividad fisiológica. Estos receptores podrán ser enzimas o membranas especializadas.
la potencia de los agonistas depende de dos cualidades: la afinidad y la eficacia, en
consecuencia, el antagonista será el fármaco que se oponga a la acción del agonista.
Pero cuando la sustancia que se opone al efecto tóxico lo hace actuando no sobre los
receptores biológicos, sino sobre el propio tóxico, tenemos el antídoto.

DESARROLLO
En consecuencia, el antagonista será el fármaco que se oponga a la acción del agonista.
Pero esta oposición se podrá realizar por dos mecanismos: compitiendo con el agonista
por el receptor, o estimulando una actividad orgánica contraria a la inducida por el
tóxico, para que anule o supere ésta. Deducimos, pues, que habrá dos tipos de
antagonistas, los específicos y los inespecíficos:
Los antagonistas específicos son los que actúan sobre el mismo receptor que el
agonista, compitiendo con él, de forma que prevalecerá el que se halle en mayor
cantidad. El antagonista específico puede bloquear el receptor antes de que lo haga el
agonista, o desplazar a éste de su unión, interrumpiendo la acción tóxica.
El antagonista inespecífico no actúa sobre el mismo receptor que el agonista, sino
sobre otro muy diferente, en el cual produce una acción que se opone a la originada por
el tóxico (antídoto), De esta forma el antídoto se enfrenta a la acción del tóxico por
inactivación o impidiendo su conexión con los receptores; así, el antídoto puede realizar
una neutralización tipo acido básica, o destruir un compuesto por oxidación o impedir
su paso a la sangre por adsorción superficial.
En consecuencia, pueden resumirse los mecanismos de actuación de los antagonistas,
como sigue:
— Antagonismo químico, por inactivación o destrucción del tóxico; entonces el
antagonista se denomina antídoto.
— Antagonismo toxicocinético: el antagonista modifica alguna de las fases
toxicocinéticas (absorción, distribución, biotransformación, eliminación) del
tóxico.
— Antagonismo competitivo: el antagonista compite con el tóxico por los mismos
receptores, e incluso es capaz de desplazarlo si ya estuviese unido.
— Antagonismo fisiológico: el antagonista actúa sobre otros receptores y provoca
efectos distintos a los del tóxico, contrarrestándolos.
Principios generales para el empleo de antídotos y antagonistas
El efecto de un tóxico es dependiente de la dosis o, más exactamente, de la
concentración del producto en el lugar de los receptores o zona de acción. Pero esta
concentración es, a su vez, función del tiempo, en un doble sentido: a) el de la velocidad
de llegada del tóxico al lugar (a mayor velocidad, mayor concentración se alcanzará y
mayor será el número de receptores afectados), y b) en un sentido contrario, la
velocidad de eliminación o inactivación del tóxico.
En definitiva, por encima del umbral de toxicidad, para una concentración dada, el
efecto dependerá del tiempo de contacto, y existen tres formas de disminuir el efecto
toxico.
1. Impedir que se absorba tóxico aún no absorbido, mediante neutralizadores,
precipitadores, etc. (antídotos), o acelerando la excreción mediante eméticos o
catárticos (antagonistas).
2. Actuar sobre el tóxico ya absorbido, mediante inactivación o bloqueo (antídotos)
o bien acelerando su eliminación por vía renal o pulmonar (antagonistas).
3. Elevar el umbral de toxicidad, de manera que una misma concentración de
producto origine menos efecto. Esto requiere el empleo de sustancias que
antagonicen el efecto del tóxico.
Una forma especial de antagonistas son los antagonistas metabólicos o antimetabolitos.
Se trata de sustancias de estructura química muy parecida a la de compuestos naturales
que, en el organismo vivo. Aunque son sustancias de más interés farmacológico que
toxicológico.
Tenemos el metotrexato, sulfamidas, mercaptopurina. Entre otras antimetabolitos,
citemos la p-clorofenilalanina, la alfa-metilparatirosina y el ácido fusárico.
El mejor antídoto conocido es el carbón activo, que se presenta en forma de polvo
constituido por pequeñísimas esferas que ofrecen una gran superficie con cargas
eléctricas capaces de retener por adsorción a la mayor diversidad de sustancias
químicas, como compuestos orgánicos, gases, vapores, pero es poco efectivo con los
ácidos y bases fuertes, sales metálicas, alcoholes, disolventes, cianuros y sustancias de
absorción rápida.
Otro supuesto «antídoto universal», en ocasiones totalmente contraindicado, contiene
leche, té y diversos ingredientes.
Hasta el momento se han revisado 150 pretendidos antídotos, que se han distribuido en
tres categorías
a) Antídotos de reconocida eficacia.
b) Antídotos de discutida eficacia o insuficientemente probados.
c) Antídotos de reconocida ineficacia.
En el organismo, el agente quelante no sólo bloquea los metales presentes en los
líquidos biológicos, sino que también extrae los iones depositados, los quelatos de
mayor utilidad clínica son:
La desferroxiamina, El EDTA-Ca, sal cálcica y disódica del ácido
etilendiaminotetraacético, ransportadora del cobre. El BAL, ditiopropanotriol o
dimercaptopropanol, estos son eficaces para tratar una intoxicación por metales.
Es frecuente la consulta acerca de cuáles debieran ser los antídotos indispensables o
mínimos que debiera haber en un botiquín de emergencias.
Principios generales seguidos para la inclusión de un antídoto en un determinado nivel
asistencial:
1. Que la sustancia sea efectiva y de eficacia contrastada. Existen 56 de estas sustancias
2. Urgencia en la aplicación del antídoto
3. Frecuencia de la intoxicación, según sea el medio rural, urbano o industrial
4. Relación riesgo-beneficio y complejidad de administración
5. Accesibilidad
6. Conservación
7. Caducidad
8. Coste
De esta manera se hace conocimiento de antagonistas y antídotos principales, y que
antídotos es recomendable tener en un botiquín de emergencia.
CONCLUSIONES
 El uso de antídotos y antagonistas constituye uno de los pilares del tratamiento
de las intoxicaciones agudas, A pesar de los esfuerzos realizados en la búsqueda
de productos eficaces que puedan ser utilizados con estos fines, es muy reducido
el numero de los que prestan real utilidad en la practica diaria.

 Dado el interés del conocimiento adecuado de este grupo de fármacos, se revisan


brevemente las indicaciones y manejo de los mas empleados.


 Se resalta la importancia de contar con una adecuada provisión de este material
en los Servicios de Emergencia, en condiciones de total efectividad cuando las
circunstancias lo requieren.

You might also like