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LA POSMODERNIDAD Y LA CRISIS

DE LOS VALORES RELIGIOSOS

Manuel Fernández del Riesgo

<,Hubo tiempos en que Dios habitaba con nonnalida_d


en la cultura occidental. Hoy Dios es un ausente. Y lo
más llamativo es que no se nota. No se le echa en falta a
este huésped, que era lo necesario y fundamental para la
vida de otros hombres en otras épocas.» El hmnbre de
la sociedad contemporánea c,se ha instalado en un sentido
de la vida inmanente».1 Y 1nás que militancia atea, lo que
abunda es la indiferencia agnóstica. En las nuevas genera­
ciones se da el tipo de ccjoven sin preguntas»: ((Parece que
las inquietudes se agotan frente a lo cotidiano o el próxi­
mo futuro más o menos planificable. Las cuestiones últi­
mas o penúltimas no parecen existir en las vidas de los
jóvenes».2 En fin, abunda el hombre arreligioso: «[ ... ] ac­
tualmente lo sobrenatural, entendido como una realidad
plena de sentido, está ausente o muy, alejado del horizon­
te de la vida de muchas personas -muy probablemente
de la mayoría- que parecen administrarse 1nuy bien sin
ello».3
Ahora bien, ¿hay características de la sociedad actual
que propician el indeferentismo último?; o dicho de otro
modo, ¿hay factores y portadores del agnosticismo en
nuestro medio social?

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Dos instituciones configuradoras de la sociedad mo­ pues, la mediadora entre el hombre y la naturaleza, y la
derna han sido «la producción económico-industrial y el auténtica vida moral consistirá en la sujeción a las leyes
estado burocrático-administrativo». 4 que postula este racionalismo hedonista. » 7
La época moderna fue profundamente configurada por El gran sociólogo Max Weber caracterizó a la época
la revolución científica y el consecuente desarrollo de las moderna como una época de racionalización creciente
ciencias experimentales. Ella fue testigo de la matemati­ que se objetivaba, progresivamente, en la especialización
zaci6n del universo y de los fundamentos del pensamien­ científica y la diferenciación técnica de las empresas eco­
to mecanicista. La proyección práctica de todo esto fue la nómicas, y en la organización burocrática empresarial y
mecanización de la producción y la tecnología, que revo­ estatal. Sólo una división del trabajo y de las funciones
lucionaron la economía. sociales altamente elaborada y formalizada aparecía
En esta tremenda aventura, el hombre moderno fue como una medida técnicamente eficaz para la compleji­
cobrando conciencia de sus propias capacidades creado­ dad que iban adquiriendo las empresas industriales y la
ras y manipuladoras de la naturaleza. Conciencia que se sociedad en general. El racionalismo burocrático consisti­
desarrolló pareja al racionalismo naturalista y a la idea rá en una organización estable que posibilitará la coope­
moderna de progreso. Para el hombre ilustrado, las mejo­ ración eficaz entre muchos actores sociales. Una coopera­
ras materiales y morales del individuo estaban sujetas a ción diferenciada y funcional, separada de la vida privada
un tratamiento científico de las mismas.5 La idea moder­ y del centro más profundo de la personalidad del buró­
na de progreso implicaba una esperanza secularizada que crata o funcionario. La impersonalidad de las relaciones
preSentaba la siguiente estructura: radical fisiocentrismo secundarias será propia de este tipo de organización.8
vinculado a una esperanza ((hesiódica)), rnundaneidad, ne­ Es cierto que la evolución tecnológica y los· cambios
cesidad (que descansaba en la propia naturaleza huma­ en la estructura ocupacional han debilitado la división en­
na), totalidad (el progreso abarcaba todos los órdenes de tre trabajo manual e intelectual, y han acentuado la sepa­
la naturaleza humana), y comunitariedad. 6 .Claro que, a la ración entre la propiedad y la dirección en el medio em­
larga, este progreso se redujo, prácticamente, a la produc­ presarial.9 Hoy se hacen funcionalmente necesarios equi­
tividad, gracias al desarrollo tecnológico y al control tec­ pos gestores y tecnocráticos al servicio de la eficacia y de

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nocrático. la racionalidad productiva. Sociólogos como D. Bell y
En toda esta evolución del pensamiento y de la cultu­ A. Touraine han señalado que cada vez cobran más relie­
111 ra, tuvo también mucho que decir el liberalismo. «Libera­ ve la programación, la organización y la información. 10 El

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lismo entendido como una actitud racional y mentalidad conocimiento se revela como una importantísima fuente
que reflexiona sobre el hombre, la sociedad, la política y de poder, influencia y rendimiento económico. (De ahí las
la economía, creando una nueva "Weltanschauung" y una inversiones en programas de investigación científica, sólo
11', nueva moral laicizada. El espíritu del liberalismo es natu­ rentables a largo plazo.) «Esta nueva fase de la sociedad

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ralist� en cuanto que es proclive a eliminar los valores y industrial ha sido denominada de varias maneras: socie­
finalidades trascendentes, y elabora una antropología de dad tecnocrática, [...] programada o [...] posindustrial, se­
la felicidad que entiende esta última corno tenencia y dis­ gún se quiera hacer referencia al poder dominante, al
frute de los bienes naturales. Esta antropología pone el modo [...] de organización o a la novedad que presenta,
interés corno motor de la actividad humana (Locke) y [... ] en general, respecto a la sociedad del capitalismo liberal
disuelve la creatividad del hombre en su sumisión a la clásico. Es la era del automatismo, la informática y el

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naturaleza, y a la naturaleza en la razón. La razón es, márketing.» 11
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Podemos Jecir f111e e1 entranmdo social de la sociedad· razón instrumental al servicio del interés técnico, denun­
moderna, ci - .-,gnrndo básicamente por el modo de pro:­ ciada por todos los autores de la Escuela de Francfort, y
Jucción , .:=1:!_)italista y la organización social racional-buro­ que no nos garantiza una auténtica liberación del hom­
.- .-ática, ha sobrevivido, si se ,quiere más sofisticado, en la bre. Como nos recuerda Paul Ricoeur, el desarrollo de la
sociedad contemporánea. racionalidad científica ha ido parejo a 1-m retroceso "en las
Las prácticas sociales que encierra este tipo de socie­ cuestiones del porqué y el para qué, del sentido total y la
dad conllevan también 1m tipo de mentalidad. En la me­ felicidad hermana. La razón instrumental que pregona el
dida relativa en que el pensamiento está condicionado por desarrollo científico y tecnológico, desentendiéndose de
la vida, las prácticas sociales son un indicador del estilo las cu�tiones últimas del sentido y de los valores, acaba
de pensamiento, si no hegemónico, al menos sí muy rele­ legitimando el orden social de la tecnocracia.
vante. Pues bien, la actividad industrial y . la actividad bu­ De aquí, nuestra primera conclusión: el predominio de
rocrático-administrativa han alumbrado «un estilo de vida la mentalidad que destaca los aspectos funcionales, cuan-­
social tecnologizado» 12 y una mentalidad ingenieril y ope­ tificables y previsibles de la realidad natural, no fomenta
rativo-funcional. El simple uso de artefactos técnicos y o resulta incompatible con aquella sensibilidad y actitud
automáticos propicia una manera de ver la realidad y de propias del hombre religioso, capaz de sintonizar con las
pensar. Todos nos acostumbramos a la repetición de ac­ cuestiones últimas y el misterio. 14 Es decir, (<el predomi­
ciones _rnanipulativas, útiles, eficaces, que tienen en sn nio de la racionalidad instnrmental tiende a evacuar la
base una mentalidad previsora y controladora en hmción pregunta por el Absoluto». (<Dios no tiene cabida donde es
de leyes científicas. El predominio de esta mentalidad expulsada la profundid ad y el misterio, y la gratuidad
operativa se refleja en un empobrecimiento del pensa­ es ignorada.» No hay cabida para las cosmovisiones tota­
miento, que se reduce al razonamiento tecnológico. Se-ex­ lizantes, estamos en ((la cosmovisión del bricolage». 15
tienden hábitos de pensamiento que marginan el proble­ Con ello nos vemos abocados al segundo punto de
ma entre apariencia y realidad, y en los que se postula la nllestra reflexión: la secularización. «La modernidad es
identificación <<entre razón y hecho, verdad y verdad esta­ hija de la secularización. Sobre ella se ha cimentado
blecida [...], la cosa y su función».13 La descripción fun­ nuestro mundo, con sus logros y fracasos. )) 16 Como nos
cional elimina la critica y el pensamiento contrastante. Se recuerda Andrew M. Greeley, «la religión ha dejado de
da una funcionalización técnica del lenguaje reductora ejercer un influjo directo sobre las grandes estructuras
del sentido: los nombres de las cosas sólo indican cómo asociativas que han surgido a lo largo de los últimos cua­
funcionan. Esta petrificación del signilicado implica un trocientos años. El gobierno, los negocios, los sindica­
sometimiento a los hechos inmediatos, impidiendo la ló­ tos... ». Y además «un gran número de fenóménos que an­
gica de la protesta {Mafcuse) y la posibilidad de alumbrar tes recibían una interpretación directamente religiosa son
un tipo de pensamiento trascendente. Es el triunfo del explicados ahora mediante la ciencia racionalista». 17 Re­
pensamiento positivo y unidimensional. Se cumple lo cordemos el tópico del hombre secular: «Un hombre se­
anunciado por Max Weber: el predominio de una lógica guro de sí mismo porque cree haber resuelto todos los
de la dominación racional. Una racionalidad tecnológico­ misterios del universo, hasta el punto de que puede pres­
instrumental que cosifica y .'empobrece al sujeto humano. cindir [ ...] de todas las preguntas acerca de lo Absoluto.
Una racionalidad que acaba elevando a rango máximo el El hombre secular puede pasarse sin lo sagrado. Es primo
principio de la eficacia sin cuestionarse, ni fundamentar hermano del hombre tecnológico, que no sólo entiende el
críticamente, los fines. ror lo tanto, la hegemonía de una universo, sino que lo domina con sus conocimientos cien-
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tíficos y sus recursos tecnológicos». 18 Es más, es posible
que esté apareciendo el hombre «posreligioso»: <{Sugiere
Bryan Wilson que puede haber mucha gente que, en una
j1 tónoma de los ·diversos órdenes institucionales, y que tuvo
como antecedentes el ius-naturalismo del siglo XVII y el
racionalismo ilustrado del siglo XVIII. Ello implicará «una
investigación empírica, resulte ignorar o no sentir la nece­ desmonopolización de las tradiciones religiosas» (P.L.
sidad de un esquema cognitivo o de una visión de, conjun­

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1

Berger), que puso en crisis sus <(funciones tradicionales»


to del universo». 19 La increencia de este hombre posreli­ y su «especialización institucional}> (Th. Luckmru:in).
gioso parece manifestarse en «una falta de experiencia de A medida que· aumenta la autonomía racional en los
lo sagrado y de sentirse -e incluso ser- sujeto de su diversos sectores institucionales, cela legitimación tradicio­
autoridad». 20 nal desde "arriba" [... ] se reemplaza por la legitimación
El proceso de secularización ha consistido en que sec­ desde "dentro". En este sentido las normas de los domi­
tores de la sociedad y de la cultura, cada vez más nu­ nios institucionales se convirtieron siempre en más y más
merosos, se han ido sustrayendo a la dominación de las sec-ulares}>, 25 En fin, «la significación última dejó de ser
instituciones y símbolos religiosos. Es un proceso socio­ difundida de modo eficaz desde el nivel de lo sagrado de
estructural que, como dice Peter L. Berger, «afecta a la la realidad a todas las dimensiones de la cosmovisión.
totalidad de la vida cultural e ideológica, y puede obser­ Surgió así una pluralidad de sistemas de conocimiento y
varse en el declinar de los temas religiosos en las artes, en cada uno de ellos desarrolló una lógica interna propia que
la filosofía, en la literatura», etc.21 Ello ha significado, tenía su base institucional también propia)).26
en último término, como dice Harvey Cox, «la desapari­ Frente a la hegemonía religiosa de la sociedad tradi­
ción de la determinación religiosa de los símbolos de inte­ cional, la racionalidad moderna favorece la contrastación
gración culturah. 22 critica y la pluralización de los mundos de vida en libre
Se pueden señalar una serie de grupos socio-estructu­ competencia. Así, la religión, como un producto cultural
rales y procesos sociales que han vehiculado y propiciado más, está también en «situación de mercado» y de «ser
la secularización. Así, por ejemplo, la ciencia experimen­ vendida» (P.L. Berger y Th. Luckmann); lo cual puede im­
tal, el proceso económico moderno, lo� movimientos re­ plicar, por parte de ella, la tentación de la servidumbre
volucionarios, los medios de comunicación y difusión, hacia las preferencias de los consumidores. Todo esto de­
etc.23 El proceso de racionalización favoreció el {<desen­ bilita la estructura de plausibilidad y aumenta la inseguri­
cantamiento» de un mundo que dejaba de estar atravesa­ dad al tener el sujeto que elegir lo que antes se daba por
do por fuerzas numinosas y superiores. En este sentido, supuesto. 27 Esta situación y la segmentación de la vida
como ha señalado Max Weber, la secularización también institucional favorecen el que la religión se convierta en
fue favorecida por la RefQmla protestante, que con su asunto privado. Por ello, la religión, para Th. Luckmann,
acentuación de la trascendencia divina y su mentalidad es ahora ccreligión invisible)), Además, la pluralidad de
antimági.ca favoreció el desarrollo de la ciencia.24 ofertas hace que esta religión privada sea una ccreligión a
No obstante, la localización originaria de la seculariza­ la carta», muy en consonancia con el ethos de la sociedad
ción está en el área económica (proceso de industriali­ consumista: {(se es creyente, pero a la carta, se mantiene
zación capitalista), y de ahí se extendió al orden político y tal dogma, se elimina tal otro, se mezclan los Evangelios
a otros órdenes sociales. Y las raíces de la secularización con el Corán, el zen o el budismo, la espiritualidad se ha
están en los procesos de racionalización que estos fenó­ situado en la edad kaleidoscópica del supermercado y del
menos sociales conllevan. Un racionalismo empirista y auto-servicio». 28 Todo ello significa una relativización dT
pragmático que acabará alumbrando una legitimación au- los contenidos religiosos, de tal modo que la religión aca-
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-,-
ba refugiándose, o en el polo público donde carece de dea y nos asienta en un mundo de pseudo-gratificaciones
realidad (se reduce a retórica), o en el polo privado donde frustrantes, y que crea falsas expectativas, en la que jue­
es real (virtud privada). gan las combinaciones artificiales de significantes y signi:
He aquí nuestra segunda conclusión: no es de extrañar ficados. 32 Se da, pues, una lógica de la transferencia o de
que en esta sociedad secularizada, pluralista y opcional, la convertibilidad arbitrarias. Entramos así en un mundo
acabe «sacralizándose» la propia libertad de conciencia de pseudoacontecimientos que tiene en la base «la susti­
con tintes más o menos subjetivistas. Es el antropocen­ tución de lo referencial por el código». 33 En este desplaza­
trismo profano de la secularizaciórt: el hombre es el crea­ miento juega también la famosa fórmula de Macluhan «el
dor de cuanto hay de bello y valioso en su mundo, la medium es el mensaje)). Y es que «el verdadero mensaje
fuente de toda significación. En la -sociedad secular, las que difunden los media TV y Radio, aquél que es descifra­
verdades y los valores, como la naturaleza y la política, ya do y "consumido" inconsciente y profundamente, no es el
no son expresión directa de la voluntad divina, sino lo contenido apa·rente de sonidos e imágenes, sino el esque­
que piensan y las aspiraciones de hombies concretos en ma apremiante, ligado a la propia esencia técnica de los
situaciones históricas determinadas. Nadie, pues, tiene media, de desarticulación de la realidad en signos
derecho a imponer sus creencias y valoraciones a los de­ sucesivos y equivalentes [...] mensaje [... ] de desglose y
más. espectacularización..., de aprovechan1iento de la informa­
Otra caracteristica de la sociedad actual es el consumo ción como mercancía, de exaltación del contenido en tan­
de masas como última salida de la crematística capitalis­ to que signo».34 Así se consumen el propio mensaje35 y la
ta.29 Como afirma Jean Baudrillard, vivimos en el <<tiem­ propia sustancia del mundo, parcelada e interpretada se­
po de los objetos),, sometidos a su ritmo y continua suce­ gún el código publicitario.
sión. Es la época de la <�profusiów>, «la negación mágica y Este consumo Corno sistema de intercambio o lengua­
definitiva de la escasez» y la acumulación de los signos de je se basa en la ambigüedad de los signos, que sublima el
la felicidad.30 La publicidad orienta «el impulso de com­ estatuto de utilidad real de los objetos; de tal manera que
pra hacia redes de objetos, _para seducir al consumidor y no se consume el objeto en sí mismo, según su valor utili­
llevarlo, segón su propia lógica, a la inversión máxima y a tario, sino corri.0:_ signo que nos distingue. Esta cultura del
los límites de su capacidad econórnica».31 Como dice Gi­ simulacro acaba alumbrando «estrátegias fatales>): los ob­
lles Lipovetsky, la primacía de las relaciones de produc­ jetos privados de su esencia y utilidad reales (su finalidad
ción ha sido desbancada por la apoteosis de las relaciones y referencia) se cÓnvierten en formas vacías y fascinantes,
de seducción. Seducción que, como verem0s, se basa en ante cuya seducción se abandona el sujeto. La astucia del
la acumulación y sobremultiplicación de las-elecciones es­ objeto acaba imponiéndose al sujeto. 36 Se da, pues, una
pectacularizadas. fetichización del lenguaje publicitario convertido en un
La cultura del consumo inculca el «derecho natural a sistema de señales.37
la abundancia». Y la publicidad y la mentalidad consumi­ Esta ambigüedad de los signos produce también una
dora descansan sobre la omnipotencia y manipulación de «neocultura generalizada en la que ya no existe diferencia
los signos. Los signos se convierten en pseudo-significan­ entre una tienda de ultramarinos de lujo y una galeria de
tes de significados que la propia sociedad establece. Tal pintura». 38 Parece que desaparecen las prelaciones y codi­
articulo asegura prestigio, calidad de vida, seguridad, feli­ ficaciones definitivas (Llpovetsky).
}-·. cidad, personalidad, independencia, etc. Vivimos así en Los productos además son creados para un consllIIl0
�<;", una cultura del simulacro (J. Baudrillard), que nos mol- rápido e inmediato, más allá de la duración de su funcio-

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nalidad. Se vuelven obsoletos aunque todavía funcionen to a la sociedad estamental). En su lugar, surge un «indi­
bien. Es una fuga de los objetos al servicio del sistema, y vidualismo puro, desprovisto de los últimos valores socia­
una subordinación del sujeto humano a su ritmo. <cLa so­ les y morales que coexistían aún en el reino glorioso del
ciedad de consumo --como dice Baudrillard- necesita de hamo economicus». 45 Es por ello por lo que Lipovetsky
los objetos para ser, y, de un modo más concreto, necesi­ habla de <<Una segunda revolución individualista>). Fruto,
ta destruirlos. El uso de los objetos no lleva más que a su según él, de lo que llama, a nuestro modo de ver desacer­
pérdida lenta. En la pérdida violenta se crea un valor mu­ tadamente, un proceso de personalización. En verdad, lo
cho más intenso.» 39 Como ha señalado Marvin Harris, en que se ha dado es un repliegue individualista, que no tie­
EEUU los fabricantes incluso han ideado la técnica de ne nada_que ver con un auténtico proceso de personaliza­
márketing denominada «obsolecencia planeada». Se utiliza ción. El individuo actual vibra sobre un transfondo nihi­
la chapucería como medio de aumentar los beneficios a lista y una búsqueda inútil de significado. El proceso de
corto plazo; e incluso a largo plazo también, por el co�);'ol personalización exigiría profundización crítica y consen­
oligopolista de determinados productos en el mercado: sualización de una jerarCJ.uía de valores, compromiso y
El punto de referencia absoluto de toda esta estrategia apertura al otro. El desarrollo auténtico de la persona exi­
es la felicidad entendida como consumo hedonista. Se ge la mediación de la relación interpersonal. No hay per­
trata, pues, de cela salvación _por los objetos)); objetos que sonalización sin desarrollo de la alteridad. 46
procuran la satisfacción de necesidades provocadas artifi­ Los modelos «anales)) de �mnportamiento (acumula­
cialmente. 41 En su sofisticamiento, la publicidad, además, ción de bienes y fomento del ahorro) de la cultura bur­
fomenta la ilusión de la afirmación de la personalidad a guesa del siglo XIX han sido sustituidos, en la cultura con­
través de la opción individual. La facilidad con que se sumista, pO� modelos «orales» que hacen al individuo
suele caer en la trampa muestra la carencia profunda que dependiente y alienado. 47 Este tipo de conducta implica
padecen muchos ciudadanos de hoy': no saben quiénes también una libertad sin compro1niso para probarlo todo.
son, ni llegan a ser ellos mismos. Por ello la cultura del La libertad no es ya una opción comprometida y coheren­
simulacro llega a su cénit en la pseudopersonalización. El te en una línea de acción, que madura y progresa con la
consumo como desenlace histórico del capitalismo es biografía del sujeto, sino que consiste en no renunciar a
también una alienación radical. Es la muerte del sujeto nada. «La consigna de ese nuevo hedonismo que rechaza
que se convierte en una pieza heterodirigida. 42 Ha aumen­ tanto la nostalgia como la autoacusación es colocarse.
tado el control colectivo del hombre sobre el medio, pero Sus adeptos no aspiran a una sociedad auténtica [. .. ], sino
ha disminuido el autocontrol individual; somos contro­ a una sociedad polimorfa, a un mundo abigarrado que
lados por otros. ponga todas las formas de vida a disposición de cada in­
La cultura del consumo ha promovido un hedonismo dividuo. >> ((Ya no existe verdad ni mentira, estereotipo ni
narcisista y egoísta, en el que el sujeto, que ha perdido la invención, belleza ni fealdad, sino una paleta infinita de
confianza en sí mismo, proyecta en el mundo sus propios placeres diferentes e iguales.))48 Cualquier elección o pro­
temores y deseos manipulados, sin capacidad crítica y yecto va acompañado de la posibilidad de su cancela­
con una actitud insolidaria. Sucumben la relación con el miento inmediato. Hay que explotar a fondo las infinitas
otro43 y la conciencia política. 44 Al cesar el capitalismo posibilidades de gozo y diversión. Sin embargo, sabemos
competitivo, frente a un capitalismo hedonista y permisi­ que no habrá auténtica libertad sin obediencia a la razón
vo, desaparece el individualismo competitivo en el terreno y sin autononúa de juicio para orientarse correctamente.
económico, y revolucionario en el terren� político (respec- Pero la sociedad ·de consumo fomenta un sujeto sin refe-
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rendas propias, sin voluntad y desustancializado. Es el nera de comportarse la ha denominado el sociólogo
«Yo débil» de la disponibilidad pura. J. González Anleo <<religión bghti>: «Un tipo de religiosi­
Teniendo en cuenta todo lo dicho, se comprende que dad caracterizado por su ausencia de dra!Il!itismo, su in­
el hedonismo·fomente el <<presentismo»; esto es,- la desa­ coherencia doctrinal, su talante asistemático -las creen­
parición de un sentido de la historia, de la capacidad de cias no se traducen necesariamente en normas para el
retener el pasado y el vivir en un presente perpetuo. Ya comportamiento personal y sus ritos no exigen un soporte
son muy pocos los que creen en el porvenir de la revolu­ institucional-, su "declaración de independencia" en el
ción, y el progreso mOderno se mira con reservas. Se terreno de los compromisos personales y éticos>>, etc. Es
quiere vivir, sobre todo, aquí y ahora, sin cuestionarse so­ ésta, pues, una práctica lejana de una religión <(que impo­
bre alguna posible definitividad. 49 Este estilo de vida, al ne exigencias y normas de pertenencia y que reclama un
que especialmente se adhieren los jóvenes, se ha ido im­ compromiso afectivo y efectivo con la Iglesia». 52
poniendo en toda la sociedad. Como dice Finkielkraut, la Llegamos así a una última conclusión general: la pos­
juventud se ha convertido en un imperativo categórico modernidad,53 entre otras muchas cosas, sigue siendo tes­
para todas las generaciones, y el <<proceso de conversión tigo de la crisis de los valores y actitud religiosos. 54 Y ello
al hedonismo del consumo emprendido por las sociedades se comprende si entendemos por posmodernidad el resul­
industriales occidentales culmina hoy con la idolatria de tado actual que ha alumbrado, por reacción, el proyecto
los valores juveniles».50 de la modernidad, caracterizado por la fe en las potencia­
Llegamos así a la tercera de nuestras conclusiones: el lidades liberadoras de la técnica y de la democracia repre­
ethos consumista implica la adhesión a un hedonismo ra­ sentativa. En términos generales, la posmodernidad se ha
dical (Lyotard habla de una economía de lo libidinal o ido configurando en nuestro discurso por los siguientes
paganismo estético que desdramatiza la existencia), un rasgos: mentalidad pragmático-operacional, visión frag­
presentismo nihilista que favorece el desenganche institu­ mentada de la realidad, antropocentrismo relativizador,
cional (se suceden los acontecimientos más allá de todo atomismo social, hedonismo, renuncia al compromiso y
sistema, revelándose el ser como puro acontecer incom­ desenganche institucional a todos los niveles: político­
patible con la noción de progreso y de finalidad de la his­ ideológico, religioso, familiar, etc. 55 Todo ello es, en algu­
toria), y, en el fondo de todo, una manipulación y desus­ na medida, consecuencia de la derrota del ideal del racio­
tancialización del sujeto. Todo ello resulta incompatible nalismo iluminista y científico-positivista unificadores del
con las exigencias de conversión y autenticidad religiosas, proyecto moderno. Como sostiene Lyotard, han entrado
que implican un vivir responsable, comprometido y fiel a en crisis las «narrativas maestras» que cantaban las espe­
un proyecto de sentido. ranzas y la fe en la liberación de la humanidad, en el
Añadamos, también, que el carácter privado de lo reli­ progreso y en ]a desalienación del proletariado. 56 Crisis,
gioso en la cultura secular, unido al anti.autoritarismo, al pues, de las concepciones omniabarcantes y totalizadoras.
antiinstitucionalismo, y a la mentalidad consumista, pue­ Frente a e1lo, pluralismo, eclecticismo, relativismo, equi­
de arrojar luz sobre el carácter paradójico de cierta reli­ valencias e intercambiabilidad.
giosidad juvenil. Los jóvenes suelen aceptat' ciertas verda­ La posmodernidad se caracteriza, pues, - por «una pro­
des religiosas y pasar de otras, no confían en la Iglesia ducción excesiva de artefactos y una inflación de la teo­
pero tampoco muestran una hostilidad abierta hacia ella, ria».57 Claro que, junto a esto, la posmodenridad es tam­
se entusiasman con la figura de Juan Pablo II y olvidan bién el rechazo de la reducción instrumental de la razón y
_ sus enseñanzas en materia sexual y familiar.51 A esta ma- del olvido del poder de la imaginación y de los símbolos.
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En este sentido y paradójicamente, la posmodernidad es «fracaso del individualismo utilitarista a la hora de pro­
también oposición a un burdo pragmatismo, y el desper­ porcionar una pauta de existencia personal y social» (Ro­
tar de nuevas fórmulas de espiritualidad, que tienen sus bert Bellach). Y es que el consumo y la opulencia no son
orígenes en los movimientos contraculturales de los años sinónimos de autorrealizatión. Se da un rechazo de esa
cincuenta y sesenta. En estos años, ellos fueron la «con­ hegemonía de la razón instrumental y de la sociedad or­
ciencia desmodernizante)>, 58 como reacción crítica a las ganizada y consumista, que no proporcionan una identi­
contradicciones de la modernidad: destrucción de la natu­ dad satisfactoria.
raleza, empobrecimiento del hombre al que se le amputa Por otro lado, los nuevos movimientos sociales juveni­
su libertad, bolsas de pobreza y delincuencia, crisis de les (pacifismo, ecologismo .. .) presentan aspectos filo-reli­
identidad, política de bloques y colonialismo, etc. Frente giosos: «Algu nos tienen una referencia explícita a las con­
al «desorden establecido», la contracultura postuló sus fesiones tradicionales; en otros laten viejas resonancias de
<<Contradefiniciones)): gratificación inmediata y no diferi­ izquierda, todos están recorridos por un utopismo para­
da, irracionalidad (formas de conocimiento más all.á de religioso de armonía y solidaridad mundial con los h0111-
las palabras, la conceptualización, el análisis y la explica­ bres y con la Naturaleza». En algunos aparece una nueva
ción), comunalismo frente a individualis1no competitivo, sensibilidad que reivindica «planteamientos éticos con
liberación sexual, cooperación espontánea (organización pretensiones de universalidad», que implican «una visión
social filoanarquizante), etc. 59 En fin, la contracultura fue del mundo, de la sociedad y del hombre que rompen con
caldo de cultivo de un neo-misticismo y del descubrimien­ el presentismo dominante y la cerrazón ante las pregun­
to de la filosofía y espiritualidad orientales. Ysi es cierto tas metafísicas. Se vuelve a poner en juego la existencia y
que la contracultura acabó manipulada y fagocitada por a dar crédito a la realidad desde la creencia en un proyec­
el propio sistema capitalista que la engendró como reac­ to}>. 63 Despierta, pues, una inquietud por lo auténtico, que
ción, también lo es que las inquietudes espirituales han puede hacer renacer la sensibilidad por el misterio que es
subsistido hasta nuestros días, e incluso reverdecen. Se el hombre.
está dando lo que José M.ª Mardones llan1a ,da venganza Recordemos también que la propia filosofía de la cien­
de lo reprimido>>. Parece que se está produciendo un cia está ayudando a superar la mentalidad empirista. La
«reencantamiento del mundo» por vía de una <<trivializa­ ciencia experimental está dejando de ser el paradigma,
ción de lo religioso [...] que la sitúa en horóscopos, ufolo­ sin más, de la racionalidad y el conocimiento objetivo. La
gismos o búsqueda de experiencias místicas por los cami­ teoría científica es sólo funcionalmente operativa para el
nos de Oriente». 60 Un <<helenismo religioso» caracterizado control humano de la naturaleza, pero deja intacto el pro­
por un pulular de «misterios» y prácticas encaminadas a blema ontológico; y, en últüno ténnino, se basa en pre­
alcanzar el éxtasis y el encuentro con uno mismo. 61 En concepciones para-científicas. Así, por ejemplo, sabemos
EEUU, por ejemplo, son innun1erables las sectas, movi­ que la representación de los fenómenos intra-atómicos
mientos, cultos y terapias que componen la oferta espiri­ está hoy muy lejos del sentido común. Las partículas ató­
tual. 62 No vamos a pronunciarnos aquí sobre la po�ible micas pueden ser cuantos de energía, vibraciones o pun­
autenticidad o inautenticidad religiosa de estos movi­ tos materiales. Son constructos teóricos, como símbolos y
mientos, cuestión compleja y difícil. Probablemente se modelos para la práctica manipuladora y predictiva; tie­
mezclan en ellos sugestión, magia, búsqueda de lo nove­ nen, pues, un carácter aproximativo que revela el grado
doso o anómalo, y quizás auténticas inquietudes religio­ de probabilidad del conocimiento científico. Y la clase de
sas. Pero lo que sí parece claro es que son testimonio del relación entre esos modelos y la realidad que estos últi-
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mos pretenden reproducir es una cuestión que sigue ción de posibilidad del acabamiento del existir humano,
abierta a la discusión. En fin, el científico, como el hom­ el Absoluto.
bre de la calle, sigue estando ante el misterio de la reali­ En este sentido, las· clásicas pruebas de la existencia
dad (¿por qué hay ser en vez de nada?). Esta situación de Dios de la teología natural -como dice M. Fraijo-,
epistemológica (K. Popper, Lakatos, Klrnn... ) favorece, de más que asegurar la existencia ·de Dios, muestran la fini­
nuevo, la apertura de la conciencia hacia otras dimensio­ tud del hombre y del mundo. ccSu misión seria la de po­
nes de la realidad y hacia las cuestiones últimas. Hoy se ner de manifiesto que es necesario ir más allá del h01nbre
vuelve a plantear como tarea de la · filosofía la protección y del mundo, si se aspira a lograr un fundamento sólido
de la racionalidad (K.O. Apel, J. Habermas ... ), la reivindi­ para la realidad.>> 64
cación de la idea de verdad, y la elaboración de un campo La respuesta religiosa parece haber sido, a lo largo de
donde el espíritu pueda atravesar la historia para conquis­ la historia humana, la fonna 1nás frecuente de intentar
tar ideas y valores universales (Fink.ielkraut). Y ésta puede satisfacer esa necesidad de superar y encontrar significa­
ser una buena ocasión para volver a caer en la cuenta de do a las experiencias que amenazan con el caos y el sin­
que el sujeto humano, como persona, es un valor supre­ sentido: el error,· la injusticia, el sufrimiento y la muerte.
mo que apunta hacia lo absoluto y transhistórico. La pos­ El hombre es el único animal religioso porque es el único
modernidad, tal como aquí la hemos descrito, no nos que experimenta una apertura originaria, a través de la
parece un proyecto viable, pues no nos lo parece todo cual, busca salvar su indigencia y abandono radicales. Y,
proyecto que prescinda del sujeto. hoy por hoy, no parece haber encontrado otra respuesta a
El hombre que, en su devenir, es preqcupación e histo­ su propio enigma. 65 Las actitudes posmodernas encierran,
ria (Ortega y Gasset), porque, en al guna medida, tiene muchas veces, una huida de las cuestiones últünas, que
que hacerse a sí n1ismo, se revela constantemente como son insoslayables para la condición hu1nana. El hombre
algo inconcluso, por tenninar. Inacabado en su pensa­ tiene necesariainente que enfrentarse a ellas si quiere vi­
miento y en su acción (experi1nenta siempre una insatis­ vir humanamente. El hombre actual está necesitado de
facción teórica y práctica), es continua superación y tras­ reconquistar una estructur� última cognitiva y normativa,
cendencia. Y por esta razón, el hmnbre no puede dejar de que otorgue orientación y sentido a su vida.
preguntarse por el sentido y meta de su vida en comunión
con los demás seres humanos en el mundo, y por el ori­
gen de esa última inadecuación o no coincidencia consigo
mismo. En el hombre hay una capacidad de querer, una NOTAS
voluntad de desarrollo y de realización total, que se con­
creta en una aspiración radical y originariá a ser, a cono­
1. José M." Mardones, Raíces sociales del ateísmo, Madrid, Fundación
cer y a amar absolutos, que no satisface nin guna de s_us Santa Maria, 1985, p. 9.
realizaciones particulares. Hay una inadecuación entre su 2. José M." Mardones, op. cit., pp. 10-11.
<<Causa eficiente}> y su «causa final». La apertura y expec­ 3. P.L. Berger, Runwrde ángeles, Barcelona, Herder, 1975, p. 21.
tativa religiosas descansan en esta insuficiencia radical 4. José M."' Mardones, op. cit., p. 14.
del dinamismo que nos constituye (Blondel). ¿Cuál es la 5. A partir del Renacimiento, la· idea de «ser modernrni se identificó
con «la creencia, inspirada por la ciencia moderna, en el progreso infini­
medida de lo humano?, ¿cuál es la 1nedida de su esperan­ to del conocimiento y el avance infinito hacia la mejoria social y moral».
za? Parece que el hmnbre es demasiado poco para sí mis­ «El proyecto de modernidad formulado en el siglo XVIII por los filósofos
mo. Hay una lógica de la acción que poné, c01no candi- de la Ilustración consistió en sus esfuerzos para desarrollar una ciencia

92 93
objetiva, una moralidad y leyes universales y un arte ,autónomo acorde 15. José M.ª Mardones, op. cit., pp. 33, 36 y 45. El siglo XX ha signifi­
con su lógica internan (J. Habermas, <(La modernidad, un proyecto in­ cado el fracaso de la optimista t1nificación racional proyectada por el
completo),, en WAA, La posmodernidad, Barcelona, Kairós, 1985, iluminismo y el positivismo francés: «La diferenciación de la ciencia, la
pp. 20-28). Todo ello con la finalidad última de organizar racionalmente moralidad y el arte han llegado a significar la autonomía de los segmen­
la vida social cotidiana. tos tratados por el especialista y su separación de la hermenéutica de la
6. Cfr. P. Laín Entralgo, uLa espera y la esperanza», Revista de Occi­ comunicación cotidiana» (J. Habermas, op. cit., p. 28. Esto ha provocado
dente (Madrid) (1962), 197 ss. la crisis de la «cultura de los expertos»).
7. M. Fdez. del Riesgo, «Razón técnica y alienación en la sociedad 16. Reyes Mate, Modernidad, religión, razón, Barcelona, Anthropos,
post-industrial», Cuadernos de Realidades Sociales (Madrid), 20/21 (enero 1986, p. 16.
1 982), 90. 17. A.M. Greeley, t(El hombre no secular», Cristiandad (Madrid)
8. «Lo nuevo, lo verdaderamente moderno, ¿no será la contradicción (1974), 23. Cfr. también, A. Grumelli, «Increencia, secularización y so­
entre la soledad individual y la reunión de las muchedumbres o de las ciología de la religión», en WAA, Cultura de la increencia, Bilbao, Men­
masas en las ciudades gigantes, en las empresas colosales, en las oficinas sajero; 1974, p. 251; A. Fierro, Sobre la religión, Madrid, Taunts, 1979,
gigantescas, en los ejércitos, en los partidos? Es el conflicto entre una pp. 245-246; Bertrand Russell, REiigión y ciencia, México, FCE, 1965.
cierta "atomización" [. ..] de la vida y una superorganización que la ro­ 18. A.M. Greeley, art. cit., p. 27.
dea, la acompaña y sin duda la presupone, Se persigue la socialización 19. R. Caporale, «Hacia una definición de la increencia: problemas y
de la sociedad. Red de relaciones y de comunicaciones que se hacen más avances», en WAA, Cultura de la increencia, op. cit., p. 57.
densas, más eficaces, y al mismo tiempo, el aislamiento de la conciencia 20. Charles Y. Glock, «El estudio de la increencia; perspectiva para
individual y el desconocimiento de lo "próximo" se ag�van" (H. Lefeb­ su investigación», en ibíd., p. 105.
vre, Introducción a la modernidad, Madrid, Tecnos, 1971,'p. 173). 21. P.L. Berger, Para una teoría sociológica de la religión, Barcelona,
9. «¡Terminó el poder de los propietarios y accionistas: ahora son los Kairós, 1971, p. 155.
expertos y los técnicos organizados quienes lo ejercen; incluso los inte-_ 22. H. Cox, La ciudad secular, Barcelona, Península, 1968, p. 42.
lectuales y los sabios! [.. .]. La discriminación social, el poder, etc., que 23. Cfr. P.L. Berger, op. ch., p. 158; A. Fierro, El crepúsculo y la
sigue siendo lo esencial, se han trasladado a un lugar distinto de la renta perseverancia, Salamanca, Sígueme, 1973, p. 14.
o de la riqueza pura y simple [... ]. El saber, la cultura, las estmcturas de 24. «El punto de vista decisivo del ascetismo protestante [. ..] era que
responsabilidades y de decisión, el poder, todos estos criterios, aunque así como se reconoce al cristiano en los frutos de su fe, así también el
en gran parte cómplices de la riqueza y del nivel de renta, han relegado conocimiento de Dios y de sus designios sólo puede extraerse del conoci­
ampliamente a éstos, así como a los signos exteriores del status, en el miento de sus obras. Por eso, la disciplina preferida de todo el cristianis­
orden de los determinantes sociales del valor, en la jerarquía de los crite­ mo puritano, b autizante y pietista era la física y aqt1ellas otras discipli­
rios de potencia» (J. Baudrillard, lA. sociedad de consumo, Barcelona, nas matemático-naturales que operaban con un método análogo» (Max
Plaza Janés, 1970, p. 84), Webe1·, La Ética protestante y el espin·tu del capitalismo, Barcelona, Pe­
10. Por ejemplo, y corno nos recuerda M. Harris, hoy la mayoría de nínsula, 1973, nota 146, p. 182).
los americanos producen servicios e información en vez de bienes ... 25. Th. Luckmann, La religión invisible, Salamanc.:i, Sígueme, 1973,
11. M. Fdez. del Riesgo, op. cit., p. 94, p. 112.
12. José M."" Mardones, op. cit., p. 19. 26. Th. Luckmann, «Creencia, increencia y religión», en WAA, Cul­
13. H. Marcuse, El hombre unidimensional, Barcelona, Sebe Barral, tura de la increencia, op. cit., p. 27.

E
1969, p. 115. 27. c<Una fe en este clima es una fe a la intemperie. Carece del abrigo
cultural de las mayorías cognitivas y de la presión social de las situacio­
f?h. 14. <(Por pragmatismo entendemos la preocupación del hombre se­
cular por la pregunta: "¿funciona?'', El hombre secular no<'se ocupa mu­ nes de monopolio cosmovisional. La fe está amenazada por la falta d e
cho en misterios [... ]. Juzga las ideas [...] por los resultados que Conse­ plausibilidad socio-cultural» (José M.ª Mardones, op. cit., p. 60).
.· guirán en la práctica. El mundo es concebido no como un sistema meta­ 28. Gilles Lipovetsky, lA. era del vacío, Barcelona, Am1grarna, 1 987,
físico unificado, sino como una serie de problemas y proyectos." El p. 118.
hombre secular y pragmático «está entregado a la solución de problemas 29. «Ya Marx analizaba el punto de vista del consumo y mostraba
(✓; 1 1 específicos, e interesado en lo que funcionará para que se haga algo. cómo esta apariencia enmascaraba y reve1."l.ba a la vez lo esenck'll: las
Tiene poco interés por lo que hemos denominado "cuestiones fronteri­ relaciones de producción [... ] se puede mostrar que la sociedad de con­
�--· zas" o consideraciones metafísicas» (H. Cox, La ciudad secular, Barcelo­ sumo está orientada por la clase que posee o domina los medios de

�A .I na, Península, 1968, pp. 83-85). proclucciórn) (H. Lefebvre, Introducción a la nwdernidad, op. cit., p. 179);

94 95
y J. Baudrillard nos recuerda que «el problema fundamental del capita­ 41. Son las necesidades falsas de que habló H. Marcuse. Las verda­
lismo contemporáneo no es ya la contradicción entre obtención del má­ deras, para él, se alumbrarán cuando el hombre tenga libertad para dar
ximo de beneficio y racionalización de la producción (a nivel del empre­ su propia respuesta, una vez que haya tomado conciencia de su aliena­
sario), sino entre una productividad virtualmente ilimitada (a nivel de la ción. Lo cual no es fácil, pues el individuo ha sido resocializado para
tecnoestructura) y la necesidad de dar salida a los productos. En esta cdnsumir, desconfiando de sus propios juicios y estando pendiente del
fase se torna vital para el sistema controlar no sólo el aparato de produc­ de los demás y de las instancias que lo definen. Cfr. Cristopher Lasch,
ción, sino la demanda de consumo» (J. Baudrillard, op. cit., p. 106). «El «Consumo, narcisismo y cultura de masas», Cuadernos del Norte, 38
sistema de las necesidades es el producto del sistema de producción" (19.86), 19 ss; y J. Baudrillard, la génesis ideológica de las necesidades,
(J. Baudrillard, op. cit., p. 110). Naturalmente, esto ipatiza la afirmación Barcelona, Anagrama, 1976, Cuadernos.
de Lipovetsky que recordaremos a continuación. 42, Cfr. C. Lasch, art. cit., p. 29.
30. Cfr. J. Baudrillard, ibíd., pp. 15 ss. 43, <([, ..] el hombre contemporáneo ha perdido el yo porque ha per­
31. Ibíd., p. 17. dido en realidad al tú, y por esto no es capaz de encontrar el nosotros.,,
32. «Fuera del ámbito de su función objetiva (...] foera del ámbito de Lo que queda es «un yo puramente centrípeto, hedonista», fascinado por
su denotación, el objeto se torna sustituible de manera más o menos lo puramente puntlJ.al (C. Díaz, Escucha, posmodemo, op. cit., pp . 41
ilimitada, en el campo de las connotaciones, donde adquiere valor y 4 5).
de signos. Así la lavadora sirve como utensilio y desempeña el papel de 44. La autoabsorción del narciso «permite una radic.alización del
elemento de confort, de prestigio, etc. El campo del consumo es propia­ abandono de la esfera pública y por ello una adaptación funcional al
mente este último. En este caso, todo tipo de objetos puede sustihiir la aislamiento social [...]. El narciso, nueva tecnología de control flexible y
lavadora como elemento significativo. En la lógica de los signos (...] los autogestionado, socializa desocializando, pone a los individuos de acuer­
objetos no están en absoluto ligados a una función o una necesidad do con LID sistema social pulverizado, mientras glorifica el reino de la
definida. Precisamente porque responden a algo totalmente distinto, que expansión del Ego puro» (G. Lipovetsky, op. cit., p. 55),
es, bien la lógica social, o la lógica del deseo, a las que sirven de camPo 45. Ibid., p. 50.
inestable e inconsciente de significación» (J. Baudrillard, ibíd., p. 113). 46. Los valores presentan una dimensión intersubjetiva: no son sólo
Cfr. tamb1.§n J. Baudrillard, Cultura y simulacro, Barcelona, Kairós, 1978. para mí mismo, sino también para los otros, a los que me permite reco­
33. J. Baudrillard, J.n sociedad de consumo, op. cit., p. 180. nocer. Los valores me permiten responder a la llamada del otro {Levi­
34. Ibid.,p. 175. nas ) y presentan la exigencia de comunicarse. En este sentido, un pro­
35. <l..J el significante se convierte en su propio significado; hay yecto de autorrealización humano marcadamente individualista violenta
confusión circular de los dos en beneficio del significante [... ]. Se pasa la condición hu_mana. En este sentido, el lugar del valor es «el hombre
del lenguaje centrado en el significado -mensaje transitorio- a un orientado constitutivamente hacia los demás en el mundo), (J. Gevaert,
mensaje centrado en el si gnificante)) (J. Baudrillard, ibíd.¡p. 177). El problema del hombre, Salamanca, Sígueme, 1984, p. 195).
36. Cfr. J. Baudrillard, Las estrategias f"atales, Barcelona, Anagrama, 47. Cfr. C. Lasch, op. cit., p. 20. Y esto refleja una de las contradic­
1984, pp. 121 ss. ciones culturales del capitalismo señaladas por Dariiel Bell. El cálculo
37. H. Lefebvre, Introducción a la modernidad, op. cit., p. 201. racional de los medios, el ascetismo, el autocontrol, la valoración positi­
38. J. Baudrillard, La sociedad de consumo, op. cit., p. 19. En la mis­ va del trabaJ·o y del ascenso personal, que sintonizan con las exigencias
ma línea _escribe Finkielkraut: «El pensamiento calculador [... ] descubre de la estmctura tecnoeconómica, están en conflicto con la búsqueda de
la utilidad de lo inútiL asalta metódicamente el mundo de los apetitos y gratificaciones inmediatas, el ideal del ocio, la espontaneidad y el recha­
de los placeres, y, después de rebajar la cultura al rango de los gastos zo del aplazamiento, que son valores propios de la cultura consumista.
improductivos, eleva cualquier distracción a la dignidad cultural» {Alaín Es decir, da la impresión de que el sistema tiene necesidad, a- la vez, de
Finkielkraut, La dennta del pensamiento, Barcelona, Anagrama, 1987, los hombres como trabajadores, ahorradores y contribuyentes, y de los
p. 125). Ante ello, es oportuno recordar la crítica de Carlos Díaz: «Esta hombres como consumidores y ciudadanos hipotecados. Cfr. D. Bell, Las
concepción bancaria de la cultura olvida que el énfasis no debería poner­ contradicciones culturales del capitalismo, Madrid, Alianza, 1977, p. 48.
se en las cosas, sino en las personas, y que las cosas son tan sólo racio­ De manera más general, podemos decir que, para D. Bell, el capitalismo
nalidad instmmental al servicio del hombre)) (C. Dfaz, Escucha, posmo­ avanzado ha perdido su integración, pues se ha convertido en una socie­
derno, Madrid, E. Paulinas, 1985, p. 155). dad que pretende articular tres órdenes regidos por principios difícil­
39. J. Baudrillard, La sociedad de consumo, op. cit., p. 74. mente compatibles. El «orden tecnoeconómico" (producción, estmctura
40. Cfr. Marvin Harris, La cultura norteamericana contemporánea, profesional, etc.) está regido por la «racionalidad ftmcional,, de la efica­
Madrid, Alianza, 1984, pp. 32 y 39. cia; el «orden político» está regido por el principio de la igualdad; y el

96 97
((orden culturah e.stá regido por el hedonismo. Subyacen, pues, a estos lenguaje de la arquitectura posmnderna, Barcelona, Gustavo Gili, 1985, y
órdenes, tres lógicas antinómicas difíciles, como decimos, de armoniz�. G. Lipovetsky, op. cit., cap. IV.) Por el contrario, nós referimos, de modo
Claro que, sin desmentir el planteamiento de D. Bell, debemos de mati­ más general, a las características básicas que configuran actualmente el
zar. Tiene razón Lipovetsky cuando afirma que no debemos de crista­ ámbito del pensamiento y de los valores y las relaciones sociales.
lizar demasiado la contradicció n entre economía y cultura, pues hay que 54. El valor es una cualidad de muchas realidades heterogéneas que
tener en cuenta también las funciones integradoras y productivas del permiten la realización de la persona humana. Por ello, a través ?e los
hedonismo consumista. Este último es condición de relanzamiento eco­ valores se revela el significado de la existencia del hombre. Además, es­
nómico y elemento neutralizador de la lucha de clases: uNo existe anti­ tán revestidos de un carácter transindividual e incondicionado, por el
nomia simple o unidimensional: el hedonismo produce unos conflictos Y que se nos imponen,' y que descubrimos en la certeza intuitiva. En su
neutraliza otros)i (G. Lipovetsky, op, cit., p. 127). Suaviza ciertos conflic­ dimensión absoluta, los Valores también presentan una objetividad jerár­
tos sociales y propicia la crisis de identidad. No obstante, y en términos quica. Se trata más bien «de esferas o de regiones de valores que presen­
generales, creo que tiene razón cuando escribe: «A medida que crece el tan incluso cierta autonomía entre si. Las propias esferas polarizan a las
narcisismo, triunfa la legitimidad democrática, aunque sea de manera dimensiones fundamentales de existencia y tienden a su realiz.ación: va­
cool; los regímenes democráticos con su pluralismo de partidos, sus elec­ lores del cuerpo, valores del espíritu, valores de la persona o valores
ciones, su derecho a la oposición y a la información se parecen ca�a vez éticos, valores religiosos». Estos últimos «se refieren a las relaciones con
más a la sociedad [ ...] del auto-servicio, del test y la libertad combmato­ Dios y a las expresiones culturales y comunitarias de tales relaciones)>.
ria». Aunque se debilita la militancia, se da «un consenso blando, impre­ «[ ...] los valores religiosos expresan el significado último del hombre, su
ciso pero real respecto a los regímenes democráticos)> (G. Lipovetsk:y, op. razón de vivir y esperar» (J. Gevaert, op, cit., pp. 201, 203 y 204).
cit., pp. 129-130). La despolitización va pareja a una «aprobación muda» SS. uAquí como en otras partes el desierto crece: el saber, el pode r, el
y ((difusa)i. � _
trabajo, el ejército, la familia, la Iglesia, los partidos, etc., ya han deJado,
48. Alain Finkielkraut, op. cit., pp. 115-116 y 121. Claro que, corno globalmente de funcionar como principios absolutos e intangibles y en
afirma C, Dfaz, ((cuanto todo o casi todo ha quedado reducido al bino­ distintos grados ya nadie cree en ellos ... » (G. Lipovetsky, op. cit., p. 35).
mio placer/displacer, los valores no valdrán por sí mismos, dejarán de Cfr. también p. 217.
ser axiológicamente relevantes [...]. Irrisión pues para el imperativo cate­ 56. Cfr. J.F. Lyotard, La condición postnwderna, Madrid, Cátedra,
górico y eclosión de los imperativos hipotéticos, donde, allá cada cual, 1984.
todo vale (sin considerar que cuando todo vale, nada es valor, y, por 57. Ch. Jencks, art. cit., p. 2.
ende, nada vale)» (op. cit., p. 103). 58. Cfr. P.L. Berger, B. Berger, H. Kellner, Un mundo sin hogar, San­
49. Cfr. Frederic Jameson, «Posmodemismo y sociedad de consu­ tander, Sal Terrae, 1979, pp. 191 ss.
mrn>, en WAA, La posmodernidad, op. cit., p. 1985. 59. Cfr. L. Racionero, Filosof{a del underground, Barcelona, Anagra­
50. Alain Finkielkraut, op. cit., p. 135. Cfr. también, G. Lipovetsky, ma, 1977; Theodore Roszak, El nacimiento de una contracultura, Ba:n::e­
op. ciL, ·p. 109. lona, Kairós, 1978; Keith Melville, Las comunas en la contracultura, Bar­
51. Especialmente, esta incoherencia es posible que se deba, en par­ celona, Kairós, 1975.
te, a que en las manifestaciones papales se consuma el mero espectácu­ 60. José M.ª Mardones, op. cit., p. 40.
lo, el puro significante más allá del significado: «El éxito que encuentra 61. Cfr. E. Schillebeeck, «Hacia un futuro definitivo: promesa y me­
Juan Pablo 11 [.,.] procede de la forma y no de la sustancia de sus decla­ diación humana),, en WAA, El -futuro de la religión, Salamanca, Sígue-
raciones [... ]. Su espectáculo, como el de los restantes super-stars, vacía me, 1975, p. 45.
las cabezas para poder llenar mejor los ojos, y no transporta ningún 62. Cfr. Marvin Harris, op. cit., pp. 157 ss.
mensaje, sino que los engulle a todos en una grandiosa profusión de luz
63. José M.ª Mardones, op. cit., pp. 43-44.
y sonido. Creyendo ceder únicamente a la moda en la forma, olvida, o
64, M. Fraijo, Realidad de Dios y drama del hombre, Madrid, Funda­
finge olvidar, que esa moda tiende precisamente a la aniquilación de la
ción Santa María, 1985, p, 47. El hombre padece pues, una necesidad
significaciómi (A. Finkielkraut, op. cit., pp. 137-138).
radical de Dios, y la filosofía sólo pod_rá proporcionar argumentos que
52, Juan González Anleo, «Los jóvenes y la religión light», Cuadernos
hagan «razonable» la existencia del Absoluto. Razonabilidad que podrá
de realidades soci.ales (Madrid), 29-30 (enero 1987), 29 y 30.
invitar al hombre a adoptar una actitud de búsqueda y de apertura al
53, No nos referimos especialmente a lo que se ha llamado posmo­
Misterio, para ver _si Éste se manifiesta. (Es lo que M. Blondel llamó el
demismo en el ámbito de la estética, y en particular de la arquitectura, ,,bautismo de deseo».)
que presentan unas connotaciones especiales. (Cfr. Ch. Jencks, «¿OL1é es
65, La muerte revela que la inadecuación y aliénación del hombre no
el posmodernismo?», Cuadernos del No,rte [Madrid], 43 [1987]; fderri, El se reducen a las relaciones de dependencia respecto de la naturaleza y

98 99
de las fuerz.as sociales (K. Marx), La inadecuación última que está inscri­ nal, como la muerte es a la vez necesaria e incomprensible)) (V. Jankele­
ta en la misma estn1ctura ontológica del ser humano le lleva, no sólo a vitch, lA. Mort, Parls, Flammarion, 1977, p. 7). O dicho de manera más
abrirse al mundo, sino a intentar trascenderlo. Para el neohurnanismo clara; la esperanza de una realización definitiva del hombre y de la so­
marxista, «la derrota de la personalidad privada» (la muerte) puede ser ciedad sólo puede descansar en la «fe en la resurrección)): ({[...] aunque
asumida desde una ·actitud altmista de ser para los demás (el «héroe la unidad de intereses humanos individuales y comunes fuera posible en
rojo» de E. Bloch). Capacidad que sólo puede dar la fuerza del amor una sociedad del futuro, quedaría aún sin resolver la cuestión sobre los
(Lukács, Garaudy, Gardavsky...). Pero, ¿no es esto, a la postre, algo so­ h0mbres de generaciones pasadas en la vocación realizada de una gene­
brehumano? ¿De dónde saca el hombre fuerzas para religarse a una ración futura. Sin embargo, sin una resurrección de los muertos es im­
«deidad), (el paraíso comunista) que, en último término, no le asegura posible que esté abierta a todos los hombres la posibilidad de tomar
una afirmación definitiva de sí mismo? En éste ei fracaso, en definitiva, parte en una sociedad perfecta que realiza la vocación humana), (W.
de todas las teodiceas seculares, que señala P.L. Berger (Cfr. Ru-rnpr de Pannenberg, ({Escatología y experiencia de sentido,¡ en WAA, El futuro
ángeles, op. cit., pp. 53-54). En este sentido, tda auténtica agonía para de la religión, op. cit., p. 175).
todo pensamiento de esperanza se sitúa en la muerte [.,.]..Ante el poder
dialécticamente inutilizable de la muerte enmudece el marxismo»
(J. Moltmann, «¿Esperanza sin fe? En torno a un humanismo escatológi­
co sin Diosn, Concilium [Madrid], 16, [junio 1966], p. 217), Como pensa­
ba W. Benjamin, el cumplimiento de una ética universal tendria que
tener en cuenta también a los muertos, si no, no se ejercerla el principio
de la generalización de los intereses. (¿Ante la muerte, qué hacer con la
ética? ¿Cómo hacer justicia a los ya irremediablemente desaparecidos?)
O dicho de otro modo, el sentido integral de la vida humana tiene que
incluir el destino de los muertos, y esto implica no poder concebir la
historia ateológicamente. Por eso, para M. Horckheimer, la teología es
«la esperanza de que lo injusto no sea la última palabra>,, y es también
({expresión de un anhelo, de una nostalgia de que el asesino no pueda
triunfar sobre la víctima» (en WAA, A la búsqueda del,sentidn, Salaman­
ca, Sígueme, 1976, p. 106). Es esta temática la que Úevó a E. Bloch a
desarrollar su filosoffa de la esperanza y de la utopía. En la medida en
que la realidad es proceso, la categorla fundamental de su ontología es
la de «posibilidad),: la ontología del «aún-no)). La materia es posibilidad,
y el hombre el articulador y orientador de su proceso. Así, el proceso del
mundo es capacidad abierta a lo nuevo. Por tanto no está dicha la últi­
ma palabra sobre la posibilidad de superar la caducidad que segrega el
propio proceso de lo real. Y en la medida en que el núcleo central de la
existencia humana se halla todavía en el «aún no devenir», no puede ser
aniquilado por la muerte. InclusO" Bloch acabará postulando la «exteni­
torialidad» o inaccesibilidad del núcleo del ser a la muerte. Será la pa­
tria de la identidad definitiva. ¿Pero en función de qué? ¿De una exigen­
cia de sentido, de un vohmtarismo utópico? ¿Y quién es el beneficiario
de esta inmortalidad? ¿El sujeto particular, un sujeto transindividual o
;¡' superego metapersonal? (Ruiz de la Peña). Y si la interpretación correcta
es esta última, ¿no. resulta una escisión algo forzada? En el seno del
sujeto estaría lo más noble que lo trascendería como inmortal y de lo
que, a la postre, no participarla, .. ¿Cómo es posible que lo más íntimo
de mi ser personal, sea, en definitiva, algo que me escapa como sujeto
irrepetible? Por ello creo que tiene razón Jankelevitch cuando afirma:

t
«En realidad la inmortalidad misma es a la vez indemostrable y racio-

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