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Moderadora y traductora:
Mir

Corrección:
Nanis

Diseño: 3
Lola’
Sinopsis .................. 5 Diez ..................... 181
Uno ........................6 Once ...................209
Dos ....................... 16 Doce .................... 228
Tres ...................... 29 Trece ...................248
Cuatro .................. 47 Catorce ............... 274
Cinco .................... 66 Quince ................ 285
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Seis ..................... 106 Dieciséis ............. 299
Siete..................... 134 Próximo Libro ... 309
Ocho .................... 159 Charlie Adhara .. 310
Nueve ................. 168
Un ex agente del FBI es asociado con el enemigo en este
intrigante romance cambiaformas, hombre/hombre de la autora
debut, Charlie Adhara.

C
azar grandes lobos malos nunca fue parte del plan del agente
Cooper Dayton, pero el ataque de un hombre lobo lo lleva al
cuidadosamente vigilado Buró de Investigaciones Especiales.
Un nuevo caso viene con un nuevo compañero: el robusto y sexy hombre
lobo, Oliver Park.
Park es un agente del Trust, una organización de vigilancia de hombres
lobo que trabaja para aliviar las crecientes tensiones con el BSI1. Pero en lo
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que respecta a Cooper, está fallando. Mientras investigan una serie de
muertes misteriosas diferentes de todo lo que han visto, cada hueso del
cuerpo de Cooper sospecha de su nuevo compañero, incluso cuando Park
demuestra ser tan competente como cautivador.
Cuando más personas desaparecen, la presión para resolver el caso se
dispara. Y aunque había decidido mantener las cosas profesionales, la
fricción de Cooper con Park pronto estalla... en una necesidad física que no
puede ser contenida o controlada. Pero con el recuento de cuerpos
aumentando día a día, hombres lobo y humanos corren el mismo peligro. Si
Cooper y Park no atrapan al asesino pronto, uno, o ambos, podrían ser los
siguientes en desaparecer.

1 BSI: Bureau of Special Investigations: Buró de Investigaciones Especiales.


E
l hecho de que Cooper Dayton estuviera corriendo por las calles
laterales de Bethesda y no conduciendo de regreso a D.C. a
estas alturas era prueba de que su padre había estado
totalmente equivocado. Su corte de cabello era bastante profesional.
Demasiado profesional, incluso. ¿De qué otra forma Ben Pultz podría
haberlo reconocido como agente federal a diez metros de distancia y salir
corriendo? No por sus vaqueros y camiseta. No por las armas
cuidadosamente escondidas debajo de su chaqueta intencionalmente de
gran tamaño. Tenía que ser el cabello al estilo del departamento.
Aparentemente, Pultz no creía que parecía un “marginado de una banda”,
aunque Cooper dudaba que su padre, el sheriff Dayton, fuera influido por
la opinión de un sospechoso de homicidio huyendo. 6
—¡Alto! —gritó Cooper—. ¡BSI!
Las pocas personas en la calle los vieron pasar corriendo con leve
interés. Cooper se preguntó si se verían más emocionados si hubiera gritado
FBI. En ese caso, algunos incluso podrían haber intentado intervenir. Tal
vez sacar un pie para hacer tropezar a Pultz, que con su metro sesenta y
cinco, un poco regordete y aparentemente desarmado, apenas parecía
intimidante.
Cuando Cooper se identificaba como agente del BSI, los civiles apenas
lo miraban dos veces. No sabían de qué se trataba. No les importaba.
Sin embargo, Ben Pultz sabía quién era el BSI. Y por la forma en que
saltó, inhumanamente elegante, sobre una boca de incendios y
catapultándose por un callejón lateral, también le importaba quién era el
BSI.
Cooper corrió alrededor del hidrante y disminuyó la velocidad al
acercarse al callejón. Sacó su 38, y la sensación en su mano lo calmó
instantáneamente; giró la esquina, con el arma levantada.
Había una cerca al final del callejón, con un letrero abollado de Alto
Voltaje clavado en un ángulo. Ben Pultz estaba a unos cinco metros por
delante y corriendo directamente hacia ella.
—¡Alto! —Cooper lo intentó de nuevo—. Se acabó, Pultz.
Más bien al contrario, Pultz simplemente corrió más rápido. Su paso
cambió a una extraña especie de ritmo acelerado y se inclinó
dramáticamente, su mano ocasionalmente extendiéndose hacia abajo como
para tocar la calle.
¿Pultz estaba a punto de cambiar?
El aliento de Cooper, que era rápido y fuerte por correr por todo el
centro, quedó atrapado en su garganta. Esperaba vagamente que no hubiera
nada en el callejón para tropezar porque no podía apartar los ojos de la
forma temblorosa de Pultz.
Pultz redujo la velocidad, sus pasos se acortaron y todo su cuerpo se
tensó como preparándose para algo.
Cooper dejó de correr a tres metros del sospechoso. Su arma colgaba
sin fuerzas en su mano y no se molestó en decirle a Pultz que se detuviera
nuevamente. Cooper quería ver. No podía mirar hacia otro lado. 7
Pultz saltó...
... y aterrizó, todavía completamente humano, aferrado a la parte
superior de la valla. Rápidamente trepó y pasó por encima, las zapatillas
chirriaron y resbalaron contra el metal aparentemente no eléctrico.
—Mierda —dijo Cooper, corriendo hacia la cerca de nuevo, mientras
Pultz caía ordenadamente en la calle al otro lado.
Pultz hizo una pausa y se volvió para mirar a Cooper. Era joven. Parecía
incluso más joven de lo que probablemente era debido a sus grandes ojos,
piel manchada de rosa y fino cabello rubio, lo que le daba una apariencia de
cara de bebé. Una apariencia que obviamente había tratado de contrarrestar
con la camiseta de una banda enojada cubierta de letras irregulares,
cráneos gruñendo y una multitud de cadenas baratas que lucían varios
símbolos colgando de sus vaqueros. Cooper pensó que parecía un idiota.
Pero aun así, un idiota joven.
Pultz comenzó a decir algo a través de la cerca.
—Yo no... —Cayó como una piedra. Los espasmos atravesaron su
cuerpo una vez, dos veces y antes que Cooper siquiera pudiera registrar lo
que estaba sucediendo, el cuerpo de Pultz se calmó. Se quedó inmóvil en el
hormigón.
—Jesucristo.
—No, solo yo, chico. —Jefferson salió de detrás de un contenedor de
basura, con la pistola Taser en la mano.
Cooper estaba dividido entre estar contento por el respaldo y estar
avergonzado de que Jefferson hubiera estado allí para verlo congelarse y casi
dejar que su sospechoso se escapara. Jefferson ya no era su mentor. Era su
compañero del BSI y no debería tener que estar recogiendo las faltas de
Cooper.
—Buena caída —dijo Cooper, enfundando su arma y trepando la cerca.
No tan ágilmente como Pultz, pero lo suficientemente rápido. Tener una
contextura enjuta no sobrecargada con músculos voluminosos tenía sus
beneficios a veces. A veces.
Se dejó caer al otro lado cuando Jefferson esposó al sospechoso.
—No hice nada. Suéltenme —se quejó Pultz a todo volumen, ya
recuperándose de su conmoción. Las pistolas Taser que daba el BSI eran
hechas especialmente para ser más fuertes que cualquier otra en el mercado 8
y podían dejar fuera de combate a un hombre humano dos veces del tamaño
de Pultz durante horas al menos. Pultz se lo había sacudido en segundos.
—Si no hiciste nada, ¿por qué saliste corriendo? —preguntó Cooper.
—Porque son del BSI. Escuché lo que pasó en Siracusa.
El ojo de Cooper se crispó. Maldita Siracusa. ¿Todos sabían sobre eso?
Pultz seguía hablando, aunque no peleó cuando Cooper ayudó a
Jefferson a ponerlo de pie, con las manos esposadas en la espalda.
—No me van a hacer eso, hombre. No voy a dejar que me cacen.
—¿Como cazaste a Caroline Tuscini?
—Au hombre, apenas conocía a esa chica.
—No dije que la conocieras. Dije que la mataste. La despedazaste y la
escupiste —dijo Jefferson.
—Yo no...
—Benjamin Pultz. Estás bajo arresto. Tienes derecho...
—Esperen un minuto. ¿Me están jodiendo? ¿Arrestado por qué? De
ninguna manera tienen nada sobre mí.
Cooper personalmente estaba de acuerdo. No tenían nada contra Pultz.
Técnicamente lo habían seguido hasta un local de comida rápida para
interrogarlo. Pero Pultz había sido visto discutiendo con la víctima un día
antes de que ella apareciera en el río con la garganta arrancada. Y él había
salido corriendo. Como dijo Jefferson, cuando una gallina es asesinada y
hay un zorro en el gallinero, no tienes que desperdiciar mucho tiempo y
dedos revisando sus dientes por plumas.
—Comencemos con resistencia al arresto y dejemos el resto para la
policía de Bethesda —dijo Jefferson. Empujó a Pultz mientras Cooper lo
seguía como respaldo. Ahora que la adrenalina estaba desapareciendo, las
profundas cicatrices en su vientre estaban comenzando a arder y mantuvo
un ojo en las manos esposadas de Pultz, listo para la más mínima pista de
que pudieran volverse mortales. Pero sus dedos permanecieron con uñas
romas y ligeramente regordetes, retorciéndose unos con otros con ansiedad.
Bajo las esposas llevaba una pulsera para una sala de juegos local.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó Cooper sin pensar.
Pultz lo fulminó con la mirada por encima del hombro.
—Diecinueve. ¿Qué mierda te importa?
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Cooper se encogió de hombros.
—Joven.
—Sí, pero quién sabe cuántos años es eso en años perrunos. —
Jefferson se echó a reír.

Cooper observó cómo se encendían las farolas mientras Jefferson


maniobraba el auto a través del tráfico de D.C. Se sentía de mal humor.
Había pasado los dos días enteros en Bethesda ansioso por volver a casa y
ahora que ya casi estaba allí, quería volver a Bethesda para interrogar a
Pultz.
¿Por qué había matado a Caroline Tuscini? ¿Por qué se había detenido
después de caer al otro lado de la cerca cuando podría haberse escapado?
¿Qué había estado a punto de decir?
Sin embargo, ese no era realmente su trabajo. El trabajo de
investigación a la antigua que Cooper había soñado con hacer cuando fue
reclutado para el FBI no era realmente aplicable estos días. El motivo no
tenía mucho que ver con la sed de sangre, diría Jefferson, y quítatelo de
encima, listo para el próximo caso. Pero él ya estaba acostumbrado. Llevaba
cinco años trabajando para el BSI. Casi tanto tiempo como el BSI existía.
Cooper solo había estado allí durante seis meses y todavía no estaba cómodo
con alejarse antes de que una investigación estuviera técnicamente cerrada.
Después de casos como Bethesda, se sentía como un cazarrecompensas
glorificado, y ese no era el por qué quería entrar en el cuerpo de seguridad.
Todo ese tiempo en la escuela, entrenando, todo lo que había renunciado en
casa, las peleas con su padre, por una razón: unirse al FBI. Y solo había
podido quedarse unos años antes de pasar a, bueno, esto. Y todo lo que esto
implicaba.
Pero ya era demasiado tarde para salirse.
Había sido advertido. Una vez que aceptaba un puesto en el BSI, no
podía regresar al FBI.
—Presentaría un conflicto —le habían informado sus supervisores.
Cómo, no lo entendía. Ambos trabajaban para el mismo gobierno. Ambos
iban detrás de los malos. El BSI era técnicamente una rama del FBI. ¿Dónde
entraba el conflicto?
Pero no había hecho esas preguntas.
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Después de que Cooper se despertara en el hospital, faltándole dos
metros de intestino delgado, con un tubo drenando el contenido de su
estómago por la nariz y una invitación para discutir “posibles oportunidades
de promoción” en la misteriosa sede del BSI, la única pregunta que tenía era
qué demonios había pasado.
El BSI le dijo que podrían responderle eso si aceptaba unirse a su
equipo.
—¿Eso no es chantaje? —había graznado Cooper, su garganta todavía
le dolía por la intubación, aunque afortunadamente los médicos le habían
quitado el tubo nasal y habían comenzado a alimentarlo por vía intravenosa.
—El gobierno de los Estados Unidos no chantajea. Lamentablemente,
las respuestas que quiere involucran información extremadamente sensible
que son cuestión de seguridad nacional. Normalmente, obtendría la misma
historia falsa que su compañero. Pero ha demostrado ser una promesa.
Entonces él hizo promesas.
Y cuando su recuperación fue completa, se encontró firmando su vida
en la silenciosa oficina de Jacob Furthoe, director del secreto Buró de
Investigaciones Especiales.
—Los monstruos son reales —dijo Furthoe, aceptando su contrato
como un alfiler de granada y señalando la silla al otro lado del escritorio.
—Prefiero estar de pie, señor, si eso está bien —había respondido
Cooper. Había tomado un mes antes de que sus intestinos reordenados
comenzaran a aceptar alimentos sólidos y lo dejaran salir del hospital, y la
pérdida de peso aún se notaba. Cooper no quería que su nuevo jefe pensara
que era débil. Además, estaba demasiado nervioso para quedarse quieto.
¿Qué clase de idiota aceptaba un trabajo antes de saber de qué se trataba?—
. Tuve el placer de encerrar algunos monstruos ya. —Había visto gente hacer
cosas terribles durante sus tres cortos años en el FBI. Había crecido con un
sheriff como padre que no sabía la diferencia entre hogar y trabajo, al que
no le importaba hablar de casos en la mesa—. Me temo que ya sé que son
reales.
—No, no lo hace. Pero lo hará —dijo Furthoe—. ¿Qué sabe sobre los
hombres lobo?
Cooper frunció el ceño y se movió en el lugar, torpemente.
—¿Es una pandilla, señor? No estoy familiarizado…
—No. Hombres lobo. A veces hombre, a veces lobo. O mujer, también, 11
por supuesto.
—¿Señor?
El director Furthoe se echó hacia atrás y señaló nuevamente la silla.
—Realmente creo que debería tomar ese asiento ahora.
Cooper se sentó. Y escuchó, aturdido, mientras Furthoe revelaba el
secreto mejor guardado del gobierno.
Los hombres lobo no solo estaban en los libros y las películas, en los
dibujos animados y los juegos. Eran reales y habían “salido” hacía cinco
años a los gobiernos de todo el mundo, representado por un grupo que se
autodenominaba el Trust. El Trust había explicado que los hombres lobo
siempre habían existido, viviendo entre humanos, pero debido a la
persecución se habían deslizado intencionalmente en la clandestinidad y la
mitología.
Hasta ahora.
Se habían revelado al gobierno para solicitar ciertos derechos que eran
cada vez más difíciles de resolver en la era moderna. La capacidad de
rechazar ciertos antibióticos, evitar ciertas pruebas, recibir ciertos permisos
que los ayudarían a seguir avanzando por el mundo sin detección pública.
Porque, como explicaba el Trust una y otra vez, la mayoría de los lobos
vivían vidas totalmente normales. Eran maestros y escritores, médicos y
secretarias. Comían la misma comida, miraban la misma televisión, tenían
familias y lucían como todos los demás. La mayor parte del tiempo.
La diminuta diferencia era que podían cambiar sus cuerpos humanos
a cuerpos de lobos cuando quisieran.
Parecía una diferencia bastante importante para Cooper.
—Eso no es todo lo que es diferente, por supuesto —había explicado
Furthoe—. Verá, no tienen que cambiar completamente la forma para hacer
crecer garras o colmillos, y eso es lo que los hace tan peligrosos, como usted
bien sabe, agente Dayton.
La mano de Cooper se retorció sobre su estómago. Los puntos habían
sido retirados pero la piel todavía estaba herida y tierna, y la indigestión era
diaria. Sus doctores dijeron que tenían “grandes esperanzas” de que lo que
quedaba de su intestino delgado se adaptara. ¿Y si no fuera así? No estaba
listo para hablar de eso.
—¿Qué hace exactamente el BSI, señor?
—En pocas palabras, nos especializamos en crímenes de lobos. 12
Cualquier crimen que el FBI recoja que esté marcado como peculiar se nos
pasa. Nuestra sede principal confirmará o refutará la participación de un
lobo. Como agente del BSI, su trabajo es rastrear y traer al lobo culpable.
Rastrear y capturar.
Y eso es lo que había hecho con Benjamin Pultz. Entonces, ¿por qué se
sentía tan insatisfecho?
Cooper se pasó una mano por el cabello. Su padre tenía razón, estaba
un poco largo en la parte superior y tenía una tendencia a caerse en su cara.
Ciertamente no se veía federal. Entonces, ¿qué había hecho que Ben Pultz
levantara la vista de su taza de papas fritas y lo mirara con tanto horror y...
miedo? ¿Por qué había salido corriendo?
La culpa, supuso Cooper, podía hacer que cualquiera viera cosas que
no estaban allí.
Jefferson interrumpió su fiesta de lástima autorreflexiva.
—Estás callado. ¿El estómago te está molestando?
—Estoy bien —dijo Cooper rápidamente, lo que por supuesto sus
entrañas desmintieron inmediatamente con una punzada dolorosa.
Jefferson siempre estaba comprobándolo por su lesión. Cooper lo agradecía,
lo hacía, pero aún deseaba que dejara de traer el tema a colación. En la
última revisión de Cooper, su médico le había dicho que no había razón
médica por la que aún debería experimentar dolor agudo y ardiente en el
vientre. Entonces lo había referido a un psicólogo. Cooper no había ido,
detuvo las revisiones con su médico y no le contó a nadie sobre todo el
asunto, incluyendo a Jefferson.
—¿Qué tienes en mente, Dayton?
Cooper se encogió de hombros y observó a las personas que pululaban
por el cruce peatonal. Una típica multitud de viernes en D.C. de empresarios
y empleados del gobierno. Un mar negro y gris rumbo a casa. Los problemas
del día de trabajo ya encerrados por el fin de semana.
Quería eso, poder dejar el trabajo atrás. Pero cuando tu trabajo
cambiaba tu perspectiva de la realidad, ¿cómo podía alejarse? ¿Qué
pensarían, estos drones de traje, sabiendo que había seres míticos
caminando y trabajando entre ellos?
Sin embargo, el público nunca podría saber sobre los hombres lobo.
Esa era una de las pocas cosas que acordaron el BSI y el Trust. El pánico,
el prejuicio, la violencia sin sentido que seguramente surgiría si se revelara
la verdad, era demasiado para contemplar. Entonces el trabajo de Cooper
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importaba. Incluso si no siempre se sentía… bien.
Se dio cuenta que Jefferson todavía lo estaba mirando, esperando una
respuesta.
—Solo estaba pensando en Pultz, supongo —dijo finalmente Cooper—.
¿Por qué crees que lo hizo? Matar a Caroline Tuscini, quiero decir.
—El motivo es el factor menos importante, lo sabes —dijo Jefferson. La
línea de su cabello estaba retrocediendo, pero el color todavía era tercamente
marrón oscuro y su cara parecía menor de cuarenta y seis años cuando
sonreía, lo cual era frecuente. Había sido el primer y único compañero de
Cooper en el BSI, y casi todo lo que Cooper sabía sobre los lobos lo había
aprendido de Jefferson. Tenía suerte de tenerlo—. Lo que yo creo que
constituye un buen motivo no será lo mismo que piense Pultz. O incluso tú,
para el caso.
—Sí, sí. —Suspiró Cooper—. Lo sé. Es solo que tiene que ser él,
¿verdad? Quiero decir, no se trata de otro lobo o… o lo que sea —terminó
sin convicción. ¿O qué?
—Es el único lobo que entró en contacto con Caroline Tuscini —dijo
Jefferson, dándole una mirada extraña—. Lo tenemos, Dayton. ¿Y si la
policía de Bethesda encuentra que no es él? Debe haber otro lobo y nosotros
iremos de vuelta.
—Cierto —dijo Cooper, mirando por la ventana de nuevo. Conocía el
trato. Nueve de cada diez veces en una matanza con lobos, el lobo más
cercano era el culpable. A Jefferson no le gustaba perder mucho tiempo
probándolo. Funcionaba la mayor parte de las veces. Solo en un par de casos
tuvieron que regresar y volver a trabajar el caso. No era el proceso más
eficiente, pero tampoco lo era un trabajo de reclutamiento que no podía
explicar los detalles del trabajo hasta después de que el contrato hubiera
sido firmado. Lo hacía para un número limitado de nuevos agentes. El BSI
era escasamente delgado. Esto era lo mejor que podían hacer.
—Confía en mí —dijo Jefferson—. Capturamos un monstruo hoy, chico.
—Cierto. Debe ser la tristeza del fin de semana, supongo. Se siente raro
sentarse en casa cuando hay tanto que hacer. —A diferencia de otros
agentes, a Cooper no le gustaba cuando sus días libres caían el fin de
semana. Solo parecía enfatizar el hecho de que no tenía una vida social de
la que hablar.
—Con esa actitud te vas a consumir antes de llegar a mi edad. —
Jefferson se echó a reír, pero parecía casi aprobatorio—. Eres demasiado
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joven para actuar tan viejo. Necesitas salir, divertirte, echar un polvo,
cometer errores.
Cooper resopló. Jefferson hizo que pareciera que Cooper tenía veintidós
años y no que estuviera acercándose rápidamente a sus treinta y tantos
años. Aunque, para ser justos, a los veintidós años tampoco había estado
haciendo muchas de esas cosas.
—¿Qué planes tienes este fin de semana? —continuó Jefferson.
Cooper le dio una respuesta vaga y rápidamente trató de lanzarle la
pregunta de vuelta a su compañero. A decir verdad, sus planes de fin de
semana consistían en atrapar algunas viejas películas de cine negro en la
televisión y beber un par de botellas de vino con su gato, Boogie. Bueno, él
estaría bebiendo. Boogie lo estaría juzgando. Pero Boogie tendía a juzgar
todo lo que él hacía. Incluso si salía y lograba encontrar un chico que
quisiera llevar a casa para pasar la noche, Boogie estaría horrorizado y
molesto. Era su aspecto básico. No es que Cooper estuviera proyectando.
Mucho.
Pronto Jefferson lo dejó frente a su edificio de apartamentos con la
instrucción final de:
—¡Vive un poco!
—¿Solo un poco? —respondió Cooper—. ¡No hay problema!

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E
l metro se balanceó inesperadamente y Cooper maldijo cuando
casi se derramó su café. La cafeína era un verdadero néctar a
esta hora del día y no tenía tiempo para comprar una taza de
repuesto. Una mujer sentada cerca le dio una mirada comprensiva y asintió.
Sus tacones eran demasiado brillantes y su camisa estaba un poco
demasiado arrugada para ir a otro lugar que no sea a casa, tan temprano
un domingo por la mañana. Cooper estaba vestido con un traje planchado,
pero sin corbata él lucía menos de negocios, más para un bar de vinos, y
ella claramente pensó que estaban en el mismo barco.
Ojalá, pensó Cooper. Pero él le dio un asentimiento amistoso y con
suerte condescendiente de vuelta. Preferiría estar caminando a casa de una
relación de una noche que estar apresurándose a trabajar en un domingo 16
sintiéndose inadecuado y poco preparado. O, más exactamente,
apresurándose para no llegar tarde a una misteriosa reunión de trabajo de
último minuto un domingo con una corbata manchada de café metida en el
bolsillo.
Cooper trató de llevarse la taza de café a la boca sin soltar el poste del
metro o dejar caer su sándwich de desayuno y su lujoso maletín nuevo, una
ridícula compra por impulso de la que ahora se arrepentía, ya que se
deslizaba por debajo de su brazo. El metro volvió a sacudirse y un poco de
café le cayó por la barbilla y salpicó su camisa. Un hombre desaliñado,
posiblemente sin hogar que estaba sentado cerca le sonrió con suficiencia y
Cooper frunció el ceño. Dios, ¿podía acabar este día?
Era un milagro que hubiera llegado tan lejos para este momento
considerando la cantidad de vino que había bebido anoche, no esperando
necesitar un cerebro funcional hasta el lunes.
Pero Santiago, la agente especial a cargo, su supervisora directa, había
telefoneado temprano esa mañana, despertando a Cooper y exigiendo que
se reportara para una reunión de emergencia con ella y el director Furthoe
sobre un nuevo caso.
—Y Dayton —había dicho—. Ven aquí un poco temprano. Necesito
hablar contigo de antemano.
Cooper había articulado con dificultad su seguridad de que lo
intentaría, aunque Dios sabía si eso fue lo que salió. Durante la noche, al
vino le había crecido piel, dado a luz una camada y construido una bonita
madriguera de dos pisos entre su boca y la parte posterior de su cráneo.
¿Un poco temprano? Tendría suerte si llegaba a tiempo en absoluto. El
metro estaba sorprendentemente lleno de gente para ser domingo por la
mañana. Había pequeños grupos de jóvenes parloteando, hombres con el
tipo de vello facial que generalmente se veía en los levantadores de pesas del
1800 y mujeres con un exceso de diademas, todos sosteniendo carteles.
Hípsters en D.C. para alguna marcha u otra.
Cooper soltó tentativamente el poste para comenzar a desenvolver su
desayuno. Pensó que tendría tiempo de parar fuera de la oficina para comer,
pero eso no iba a suceder. El tren disminuyó la velocidad de repente para
detenerse y tropezó hacia adelante chocando con un hombre alto, de
hombros anchos, de espaldas a él. El hombre era muy cálido y sólido contra
el pecho de Cooper. Una pared músculos que inmediatamente se tensó, y
Cooper rápidamente se empujó hacia atrás. 17
—Lo siento —murmuró Cooper. El tipo no se dio la vuelta, y si dijo algo
a cambio se perdió en los sonidos de las puertas abriéndose y el intercambio
de pasajeros.
Una madre con un cochecito se movió para pararse detrás de Cooper,
y él a regañadientes, se acercó de nuevo al hombre, cuya postura no se había
relajado. Cooper estaba lo suficientemente cerca como para sentir el calor
que irradiaba de la chaqueta de traje de tipo. Tenía un olor agradable que le
recordaba a Cooper extrañamente a la Pascua Judía y jugar con sus primos
y su hermano Dean en el sucio césped de sus abuelos. Esa peculiar mezcla
de tierra primaveral y lino limpio y fresco de su ropa infantil “elegante”. El
rico aroma del nuevo crecimiento, la tierra y el hombre.
Cooper se aclaró la garganta, avergonzado por el cosquilleo de calor que
recorrió su cuerpo. ¿Realmente había pasado tanto tiempo que estaba
olisqueando a un tipo en el tren como un pervertido? Cristo, Dayton, recobra
la compostura.
Dio un paso atrás tanto como lo permitía el cochecito detrás de él y las
amplias líneas de la espalda del hombre se relajaron un poco. Cooper volvió
a desenvolver su desayuno.
El desaliñado hombre sentado todavía lo miraba. Tenía esa mirada
semi-nerviosa, autorreflexiva que tiene mucha gente que ha pasado mucho
tiempo sola, pero en ese momento estaba mirando el sándwich de desayuno
de Cooper con un tipo de interés distante. Mientras Cooper observaba, el
hombre inhaló profundamente y olisqueó el aire. El primer pensamiento
absurdo de Cooper fue que también estaba admirando el olor embriagador
del hombre de hombros anchos.
Luego se preguntó si el desaliñado podría ser un lobo.
Había un brillo en los ojos del hombre que casi podría describirse como
salvaje. O desesperado.
Las tripas de Cooper se tensaron dolorosamente y las cuatro gruesas
cicatrices que recorrían la parte inferior de su vientre hormiguearon. Sus
manos cayeron automáticamente para cubrirlas.
Cuando los médicos le dijeron que habían tenido que quitarle dos
metros de intestino delgado aniquilado, Cooper había pensado que la vida
como la conocía se había acabado. Vio intravenosas y bolsas de colostomía,
dejar el trabajo por el que había trabajado toda su vida adulta en conseguir
y que nunca más se le permitiría volver a masticar su propia comida. Pero
aparentemente dos metros significaba que todavía le quedaba alrededor del
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setenta por ciento de su intestino delgado. Estuvo con intravenosas
nutricionales durante unos días horribles, pero después de eso, con algunos
cambios en la dieta y un período de ajuste de aproximadamente un año, se
esperaba que volviera a su nivel anterior de funcionamiento.
—El cuerpo es una cosa increíblemente resistente —había dicho su
médica—. Solo cuídate y no pierdas más intestino. No tienes mucho de
sobra. —Ella se había reído como si eso fuera poco probable. Y él también.
Eso fue antes de unirse al BSI y saber que estaba rodeado de personas que
constantemente podrían arrancarle el resto de su intestino sin pestañear.
Y su médico pensó que un viaje al terapeuta podría arreglarlo.
El hombre volvió a olisquear, bajó la mirada y suspiró. Cooper miró su
sándwich y se pateó a sí mismo. Por supuesto, el tipo solo estaba recogiendo
el olor a bagel fresco, tomate y queso derretido sobre huevo. Este trabajo
estaba haciendo que Cooper viera cosas. De nuevo.
El tren ralentizó y su maletín se deslizó por debajo de su brazo hasta el
suelo.
—Mierda —dijo, y luego agregó—: Lo siento. —A la madre que fruncía
el ceño detrás de él. Se apresuró a recoger su maletín, que había seguido
deslizándose bajo el asiento de una joven despistada con una camiseta
pintada. Maldita sea, y esta era su parada, también.
Si papá o Dean pudieran verlo ahora, dirían que era culpa suya por
tener una bolsa de estirado. ¿Quién te crees que eres, James Bond? Más bien
Maxwell Smart.
Por supuesto, si veían lo nervioso que estaba por oler a un hombre,
tendrían mucho más que decir y no sería para nada divertido.
—Discúlpeme —murmuró Cooper a la joven mujer que lo miró con
disgusto. Recogió su maletín de debajo de ella, se volvió y empujó el
sándwich sin comer hacia el hombre desaliñado, ignorando la tensión en
sus entrañas—. Oye, ¿quieres esto? —El tipo lo miró con recelo—. No lo
comí. No tengo tiempo... —Las puertas se iban a cerrar y sacudió el
sándwich—. ¿Sí?
El hombre lo tomó con delicadeza y Cooper corrió hacia las puertas que
se cerraban. Si se perdía su parada, podía olvidarse de llegar siquiera
elegantemente tarde para esta reunión.
—Esperen. Sostengan la puerta por favor. —Empujó a unas pocas
personas bostezando e indiferentes—. Sostengan la… 19
Las puertas fueron impedidas de cerrarse abruptamente por un
hombro ancho. El tipo que había estado parado frente a Cooper antes se
apoyó casualmente contra ellas, luciendo más atractivo desde el frente que
desde atrás, y eso era decir algo.
Tenía el cabello castaño oscuro que, a pesar del traje de moda, era un
poco demasiado largo para un hombre de negocios pero un poco demasiado
corto para ser uno de los hípsters. Demasiado viejo para eso, también. De
la edad de Cooper o un poco mayor. Sin bigote hípster tampoco. Su cara
más bien cuadrada y masculina estaba bien afeitada, su piel era de un
cálido marrón miel, solo unos tonos más claros que sus ojos, un extraño
color amaretto.
Estaba mirando a Cooper con abierta curiosidad, y cuando la mirada
errante de Cooper finalmente se encontró con la suya, el hombre le dirigió
una sonrisa con la boca cerrada y torcida. Cooper se puso rígido por ser tan
obviamente atrapado, pero el hombre simplemente continuó mirándolo
sonriendo y luego inclinó la cabeza inquisitivamente. Cooper se dio cuenta
de que había estado parado allí como un idiota durante demasiado tiempo.
—Uh, gracias —dijo Cooper, y casi se sonrojó por lo cálida que sonó su
voz.
El hombre tarareó cortésmente en respuesta, lo que Cooper
prácticamente pudo sentir como una vibración debajo de su piel cuando
pasó rozando a su lado para salir del metro. La plataforma estaba
abarrotada, así que caminaron lado a lado hacia la salida al nivel de la calle.
Dile algo, pensó Cooper. Di algo en absoluto. Pero él era horrible en esto.
No podía decir cuando los hombres podrían estar interesados en él, no sabía
qué decir cuando lo estaban. Era un tipo de acciones sobre palabras, y las
escaleras del metro no eran lugar para ninguna acción.
Miró hacia un lado y se sorprendió al ver al hombre que todavía lo
miraba. Cooper hizo una especie de ruido nervioso y sobresaltado que fue
algo entre una exhalación y una risa incómoda, y salió como el sonido de un
bocinazo.
De acuerdo, di cualquier cosa menos eso.
Había perdido su oportunidad de todos modos. Habían llegado a la
calle, que estaba aún más llena de jóvenes manifestantes con carteles que
debajo. Cooper hizo una pausa antes de empujarse entre la multitud y
también lo hizo el hombre.
—Bueno —dijo Cooper. Levantó la mano en un pequeño gesto de saludo 20
e inmediatamente derramó café sobre sí mismo, quemándose la piel—. Au,
mierda —murmuró, avergonzado, y miró estúpidamente el rápido líquido
refrescante empapando su puño, su maletín en una mano y su taza en la
otra. Su cerebro confuso luchaba por decidir qué hacer. Si ponía la taza en
el suelo, ¿cuáles eran las posibilidades de que no se volcara?
—No me arriesgaría —dijo el hombre, mirándolo con diversión apenas
contenida—. Si yo fuera tú —agregó intencionadamente, pero sonrió para
atemperar y sacó una servilleta de papel del bolsillo de su traje—. ¿Puedo?
—Tocó suavemente la muñeca de Cooper. Cooper se congeló, sorprendido y
concentrado en no derramar más sobre los dos. Los dedos del hombre se
hundieron justo dentro del puño y le hicieron cosquillas en los vellos del
brazo.
A Cooper se le cortó el aliento. Se aclaró la garganta apresuradamente
y dijo:
—Este realmente no ha sido mi día.
—Sabes, pensé lo mismo esta mañana. Pero el mío recientemente
comenzó a cambiar. —El hombre lo miró por debajo de las pestañas—.
¿Quizás el tuyo también...? —Le sonrió a Cooper y parecía estar esperando
algo.
—Ah, Cooper. Cooper Dayton. Te daría la mano pero quizás no me
quede más café. —Tomó una respiración profunda y fortificante y agregó—:
Tal vez podamos guardar ese apretón de manos para otro momento.
Una extraña expresión apareció en la cara del hombre. Sorpresa y, para
la incomodidad repentina y dolorosa de Cooper, algo así como decepción.
—Tal vez. —Apartó la mano y su mirada no se encontró con la de
Cooper mientras miraba distraídamente sobre el hombro de Cooper—.
Discúlpame —dijo abruptamente, y se metió en la multitud. A pesar de que
el hombre era tan ancho y alto rápidamente logró derretirse entre la gente y
desaparecer mientras la mano de Cooper todavía se cernía, extendida
estúpidamente en el aire.
Cierto. Bien entonces. Mensaje recibido. Eso estuvo... bien. Cooper
miró fijamente la multitud donde él había desaparecido y apretó la taza con
tanta fuerza que la tapa se salió, salpicándolo de nuevo. Esta vez el café se
sintió tibio contra su piel, enrojecida por la vergüenza y el rechazo.
—Idiota —se dijo, por más de una razón. Arrojó los patéticos restos en
la papelera más cercana, se limpió la mano con saña en su maletín y se
metió en la multitud. El puño de su camisa se sentía frío, pegajoso y húmedo
en su muñeca, un dolor de cabeza por la cafeína se estaba instalando,
21
todavía estaba a unas cuadras de distancia y ya llegaba tarde para la
reunión.
Quizás el hombre tenía razón y su día mejoraría después de todo,
Cooper pensó secamente. Porque en ese momento no veía cómo podría
empeorar.

—Realmente no puedes mantenerte alejado, ¿verdad?


Cooper se volvió hacia el orador junto con la mayoría de las otras
personas en la oficina principal del BSI. Su compañero, recostado en su
escritorio, tenía una voz imponente.
—Jefferson. ¿Te han llamado para esta reunión misteriosa también?
—¿Reunión? No. —Jefferson frunció el ceño y giró lentamente en su
silla—. A mí no. Aunque los altos mandos han estado muy nerviosos esta
mañana, así que me preguntaba si estaba pasando algo. —Le sonrió a
Cooper de repente—. Parece que me estás pasando por la escalera, chico.
No te olvides de nosotros, la gente común, cuando estés tomando las
decisiones, ¿de acuerdo?
—Lo dudo —protestó Cooper, torpemente—. Santiago dijo algo sobre
un nuevo caso. Pero si no fuiste llamado, probablemente solo estoy en
problemas.
Jefferson resopló.
—¿Problemas? ¿Por qué? Todo lo que haces es según las reglas.
No sonaba como un cumplido cuando lo decía y Cooper sintió un
destello de malestar.
—Me congelé —dijo. Había estado colgando pesadamente en su mente
desde el viernes—. En Bethesda. Si no hubieras estado allí al otro lado de la
cerca, Pultz se habría escapado. Porque me congelé.
Jefferson no discutió. Él miró a Cooper por un momento largo.
—¿Por qué? ¿Porque era joven? ¿Te sentiste mal por él?
—No —dijo Cooper rápidamente. Aunque sinceramente eso no había
estado lejos de sus pensamientos tampoco—. Cuando él estaba corriendo
yo… hubo un momento en que pensé que él iba a... ah, cambiar. —Cooper
bajó la voz y miró a su alrededor. Pero sus colegas estaban ocupados con
22
cualquier trabajo deprimente que los hubiera arrastrado a la oficina tan
temprano—. Nunca antes he visto un cambio completo real y solo... quiero
decir, a veces es difícil recordar que son... —Se fue callando, avergonzado.
La cara de Jefferson era comprensiva.
—Oye. Lo entiendo. Cinco años en el trabajo, solo lo vi suceder una vez,
y si alguna vez vuelvo a verlo, no podrías apartarme. Ni con una barra de
bailarinas en topless. —Cooper sonrió débilmente y Jefferson le dio una
palmada en el brazo—. No te preocupes, chico. No hay un agente aquí que
no se distraería con un cambio. Es simplemente humano. Por así decirlo. —
Jefferson soltó una carcajada y luego agregó, demasiado casual—: Pultz fue
liberado ayer de todas formas.
—¿Qué?
—Sí. Bethesda dice que tiene una coartada. Pasó todo el día en una
sala de juegos, aparentemente. Aparece en un par de cintas de seguridad.
Es la coartada más débil que he escuchado jamás. Recuerda lo que te digo,
ese lobo es culpable, pero Bethesda ya lo soltó.
—¿Entonces vamos a volver?
—No, Santiago dijo que está enviando a Carver. Ojos nuevos. Más como
un blandengue. —Jefferson puso los ojos en blanco. Carver parecía tener
siempre más casos abiertos que cerrados y era conocido por ser un firme
“Trustee”, o partidario del Trust y los derechos del lobo—. Hablando del
diablo.
Cooper se dio la vuelta. SAC Santiago caminaba hacia él. Ella había
sido una leyenda en el FBI antes de pasar al BSI en su concepción. La
oportunidad de trabajar con ella había sido una de las razones por las que
Cooper había aceptado apuntarse en un trabajo que no había entendido
completamente. Se preguntaba si ella habría sabido en lo que se estaba
metiendo. ¿Se arrepentía? En este momento ella solo parecía enojada.
—Dayton —dijo, como en respuesta a una pregunta no formulada. Si
esa pregunta era quién está hoy en la cima de tu lista de mierda—. No has
llegado temprano.
—No, señora. Lo siento. Los forasteros me retrasaron. —Bueno compró
la botella de vino de anoche fuera de la ciudad, de todos modos. Quién sabía
de dónde era el hombre del metro. Con suerte de muy, muy lejos.
—Camina conmigo —dijo, girándose, y luego dijo por encima del
hombro—. Jefferson, pensaba que te había dicho que te fueras a casa.
23
Jefferson la saludó y le guiñó un ojo a Cooper, que corrió tras Santiago.
Ella se movió como una bala fuera de la oficina principal y por el pasillo.
—Señora, me disculpo de nuevo. Yo…
—Cállate, Dayton. —Cooper cerró la boca y Santiago se detuvo a un
par de puertas de la oficina del Director—. Ahora no tengo tiempo para
hacerte un breve resumen como esperaba y ambos tenemos que
conformarnos con apuntes. —Hizo una pausa. A pesar de su urgencia de
hacía un minuto, parecía insegura de qué decir a continuación—. Mira. Se
te está asignando un nuevo caso. Y el director quiere probar algo… diferente.
—¿Qué…?
—Él lo explicará. No tengo tiempo. —Le lanzó una mirada
apaciguadora—. Pero sé que no te va a gustar. Así que te pido ahora, como
tu supervisora, que te pongas los pantalones de niño grande y por el amor
de Dios, los mantengas puestos para esta reunión. Si quieres quejarte,
hablaremos de eso después. —Extendió la mano como para garrarlo del
brazo, pero se detuvo—. Esto es más grande que tú —dijo, y sin ninguna
otra explicación continuó hacia la oficina del director.
Cooper la siguió.
—Ah, Santiago. Has encontrado al agente Dayton, bien, bien. —El
director Furthoe se puso de pie detrás de su escritorio y estrechó la mano
de Cooper con su gran pata suave. Era un hombre como un oso de grande,
con la cabeza calva, el bigote gris y grueso y un pecho de barril, pero se
movía de forma sorprendentemente delicada. Caminando como si siempre
estuviera de puntillas sobre la grava con los pies descalzos.
Furthoe no le ofreció su mano a Santiago y ella no la esperó,
moviéndose a un lado de la sala y tomando asiento como espectador junto
a la pared. La forma en que ella se movía en la habitación le decía a Cooper
que ella y Furthoe ya habían estado hablando antes de que él hubiera sido
recogido. Su inquietud aumentó.
—Señor. Siento llegar tarde. —¿Lo hacía? ¿O acababa de llegar tarde a
la reunión informativa informal que Santiago había querido tener?
—Disparates. Nos alegra que pudieras acortar tu fin de semana. Eres
un agente dedicado, Dayton. Uno de nuestros mejores. Por eso sabíamos
que serías perfecto para este caso.
Cooper se relajó un poco ante los elogios y tomaron asiento.
—Nos señalaron un par de asesinatos en Florence, Maine. Un pueblo 24
pequeño aproximadamente a una hora y media fuera de Portland en la
frontera del Bosque Nacional White Mountain. Una tercera persona
desapareció ayer. Te hemos reservado un vuelo hacia allá para esta tarde.
Cooper asintió. Estaba acostumbrado a los viajes repentinos. Tenía una
bolsa de viaje lista y la hija de su vecino, Ava, siempre estaba feliz de
alimentar a Boogie. Ella iba a alimentarlo a menudo incluso cuando Cooper
estaba en la ciudad.
—Sí, señor. ¿Jefferson volará conmigo?
—No. A Jefferson no se le ha asignado este caso. —Furthoe intercambió
una mirada con Santiago—. Es un poco complicado. Por eso queríamos
tener esta... charla. Nosotros, el BSI, quiero decir, hemos recibido mucha
mala prensa recientemente.
—¿Mala prensa, señor? —Parecía una hazaña difícil para una
organización secreta.
Furthoe hizo girar sus dedos cortos y gruesos.
—Quejas de la comunidad de los lobos, del Trust, incluso de aquí
dentro del departamento. Demandas de cambio desde todos los rincones
desde lo de Siracusa.
Cooper se movió incómodo en su asiento.
—Siracusa fue una tragedia, señor. ¿Pero vamos a cambiar todo el
sistema debido a un terrible incidente?
—Sin embargo, no es solo un incidente —dijo Santiago desde la
esquina—. No has estado aquí el tiempo suficiente, Dayton, pero este es un
problema sistémico. Cada vez más casos no se cierran correctamente. El
hombre lobo equivocado es arrestado. Tenemos quejas de uso innecesario
de fuerza. Hombres lobo que desaparecen. Huidas fuera del radar por mala
conducta del agente, mientras que los delincuentes reales se nos escapan
de las manos porque los agentes no se toman el tiempo para mirar, o la
mayoría de las veces, ni siquiera saben lo que están buscando.
Cooper pensó en Ben Pultz. Santiago tenía un punto. Él solo debería
asentir y dejar que siguieran con eso. Pero esa estúpida vena argumentativa
estaba asomando su cabeza.
—No estoy en desacuerdo —dijo lentamente—. ¿Pero, qué más podemos
hacer? Con todo el debido respeto, estamos sobrecargados. No hay
suficientes agentes para todos los casos marcados y cuando llegamos allí no
tenemos la información o experiencia necesarias. Sin mencionar que las
malas relaciones con los lobos, no los hacen más dispuestos a ser
25
serviciales.
Sorprendentemente, el director Furthoe parecía complacido, casi
presumido.
—Me alegra que estés de acuerdo, agente Dayton. Cuando Cola le
sugirió para esto, supe que sería el ajuste perfecto.
Margaret Cola era la cabeza del Trust. Escuchar que el lobo más
poderoso del país siquiera supiera quién era, sorprendió a Cooper.
—¿Esto, señor?
—Para este caso, hemos decidido vincular a uno de nuestros agentes
con un agente, eh, del Trust.
Furthoe continuó hablando de fomentar la buena voluntad y una nueva
era de colaboración, pero las palabras también podrían haber salido al revés.
—Un agente del Trust —interrumpió Cooper.
—Sí.
—Pero eso significa que sería un lobo. O que ella sería un lobo —corrigió
Cooper. Aunque parecía ridículo tener conciencia de género cuando Furthoe
estaba sugiriendo asociarse con otro tipo de... ¿especie? Otro tipo de algo,
de todos modos. Se movió en su asiento, desesperado por estar de pie. Por
estar en movimiento.
—Sí. El agente Park es un hombre lobo. —La voz de Furthoe tenía un
toque de impaciencia ahora—. También está muy familiarizado con la
ciudad de Florence. La señora Cola y yo hemos acordado que el agente Park
será extremadamente útil durante los enlaces con los lobos locales. Y una
muestra pública de cooperación entre el BSI y el Trust no podría llegar más
pronto. —Furthoe frunció el ceño, claramente pensando en Siracusa de
nuevo.
Cooper abrió la boca, pero Santiago lo interrumpió.
—Como tú mismo dijiste, Dayton, el BSI está en apuros. No solo no
tenemos suficiente personal sino también nuestros agentes humanos no son
de confianza para la comunidad de los lobos. No entienden la política o la
cultura de los lobos y son relaciones torpes. Trabajar con agentes hombres
lobo podría ayudar a ambos lados.
»Eso no quiere decir que estemos en lados opuestos aquí —agregó
Furthoe rápidamente—. Solo el que quebranta y el que respeta la ley.
Santiago se paró antes de que Cooper pudiera comentar sobre eso. 26
—¿Quizás es hora de presentar al agente Park, señor?
—Sí. Estoy de acuerdo. —Furthoe se levantó y Cooper también se
levantó rápidamente. Se sentía un poco aturdido—. Agente Dayton, estoy
seguro de que representarás bien al departamento. —Estrechó la mano de
Cooper con firmeza y sonrió—. Tengo un buen presentimiento sobre esto.
Un presentimiento realmente excelente.
—Esto es un desastre —siseó Cooper después de que se cerró la puerta
del director.
—Podría. Si no lo haces funcionar. Pero lo harás funcionar —dijo
Santiago, guiándolo por el pasillo. Pasaron retratos de agentes caídos y
supervisores anteriores. Sus miradas en blanco y uniformes parecían
sorprendidas hoy bajo el desconcierto propio de Cooper. Sentía el hormigueo
familiar de los nervios y la adrenalina que tenía antes de interrogar a un
sospechoso. Pero el lobo que estaba a punto de conocer no era un
sospechoso. Este sería su compañero. Se dio cuenta de que distraídamente
estaba trazando las cuatro largas cicatrices en su vientre, que parecían
arder y tensarse más cuanto más se acercaban, y rápidamente dejó caer su
mano.
Cooper nunca antes había conocido a un miembro del Trust. Después
de la gran salida, su trabajo con el BSI había caído al detrás de escena,
mierda política y armar programas educativos para agentes sobre lobos que
en su mayoría involucraban a Margaret Cola protagonizando pequeños
videos cursis que eran mostrados a los nuevos reclutas.
Somos como tú. Somos tus vecinos, tus amigos. Es probable que
conozcas a un lobo incluso si aún no te diste cuenta. Y otros tutoriales
igualmente inútiles.
Santiago interrumpió su aprensiva reflexión.
—Furthoe no te dio toda la historia, pero estamos al borde de un
acantilado en este momento, Dayton. Las tensiones con la comunidad de los
lobos no han sido tan altas desde la salida y cada comentario ignorante y
acción de nuestra parte lo hace exponencialmente peor.
—Pero…
—Pero nada. Hay rumores de que se están formando manadas de
rebeldes, protestando contra la existencia del BSI, queriendo hacer una
declaración. Grupos marginales por ahora, pero cada cagada de nuestra
parte es combustible para su fuego. El Trust no quiere que obtengan apoyo 27
más que nosotros. Tu trabajo con el agente Park es un experimento. Si
funciona, emparejaremos más de nuestros agentes con los de ellos. Necesita
funcionar, Dayton.
—¿Agentes? Sin embargo, no son agentes, ¿verdad? ¿Cómo puedo
confiar en él para cuidar mi espalda?
—Si quieres decir porque es un hombre lobo…
—Quiero decir porque es un lacayo de oficina. Un tipo de relaciones
públicas. Un político. ¿Con qué me va a ayudar, con el papeleo?
Santiago sonrió, un poco tensa.
—Creo que encontrarás al agente Park plenamente capaz. Entonces, si
pudiéramos acelerar esta crisis tuya, preferiría no dejarlo esperando más.
—¿Ya está aquí? ¿Ahora?
—Ha estado esperando en mi oficina. Llegó aquí antes que tú, podría
añadir.
—Jesús...
Santiago giró, obligando a Cooper a detenerse abruptamente.
—Pantalones. De. Chico. Grande —dijo—. Cualquier problema que
tengas con los hombres lobo...
—No tengo…
—Archívalo. Dayton, esto... —Respiró hondo y negó con la cabeza un
poco—. Esto es más grande que nosotros. Créeme. Necesitas hacer que
funcione. ¿Está bien?
Cooper asintió y Santiago lo condujo a su oficina.
Un hombre alto, de hombros anchos y un traje gris planchado estaba
de pie junto a la ventana viendo hacia afuera.
—Agente Park, lamento haberle hecho esperar —dijo Santiago.
El hombre se dio la vuelta y Cooper exhaló bruscamente. Conocía a
este lobo.
—Agente Park, este es el agente Cooper Dayton, su compañero para
este caso.
El tipo del metro sonrió y le tendió la mano.
—Parece que vamos a conseguir ese apretón de manos después de todo.
28
C
ooper se removió en su asiento e intentó concentrarse en lo que
Santiago estaba diciendo. Se negaba a mirar a su derecha. Aun
así, podía distinguir la presencia del lobo en su visión periférica,
reclinándose casualmente en una silla que era solo un poco demasiado
pequeña para él, aparentemente involucrado en la sesión informativa de
Santiago. Mientras tanto, los ojos de Cooper estaban al límite de cruzarse
con el esfuerzo de no mirarlo de lado.
Concéntrate, Dayton.
—Unos excursionistas descubrieron los restos de dos hombres en el
Bosque Nacional White Mountain. La causa preliminar de la muerte parece
ser pérdida de sangre. No hay señales de asalto sexual. Ambas víctimas
tenían múltiples heridas de corte hechas por algo afilado.
29
—Te refieres a garras —corrigió Cooper. Si iban a bailar alrededor del
tema porque su “compañero” lobo era demasiado sensible para escuchar
cómo uno de su especie había matado a dos hombres, este experimento no
merecía funcionar.
—Me refiero a algo afilado —dijo Santiago; su voz tenía un toque de
advertencia—. Nada más ha sido confirmado todavía. El médico forense local
cree que ambos han estado allí por al menos un par de días, por lo que los
animales buscando alimento ha complicado las cosas. Todavía están
tratando de determinar qué daño fue pre-mortem y cuál post. —Santiago
hizo una pausa y luego admitió—: Pero la víctima tenía la garganta
arrancada, y así es como nos marcaron el caso.
El signo más común de la matanza de un lobo. A menos que Florence
tuviera un imitador de Jack el Destripador, lo más probable es que el BSI
fuera llamado por una buena razón.
—¿El médico forense determinó la hora de la muerte? —preguntó Park,
dándole a Cooper una excusa para mirarlo. Él parecía totalmente a gusto.
—John Doe ha estado muerto cuatro o cinco días. Hay mucho daño en
el cuerpo y aún no han podido identificarlo. La otra víctima murió hace
aproximadamente una semana. La policía lo identificó como Kyle
Bornestein. Un chico local. Esta mañana, otro hombre local fue reportado
como desaparecido, Robert Gould.
—¿Qué les hace pensar que Gould está relacionado con nuestras
víctimas? —preguntó Cooper.
—Florence no tiene muchos delitos graves —ofreció Park—. Si las
autoridades locales piensan que están relacionados, probablemente se deba
a la proximidad del tiempo. —Cooper miró fijamente los ojos amaretto sin
parpadear de Park.
—Bueno, eso es para que ustedes dos lo averigüen. —Santiago
aplaudió—. Les envié por correo electrónico todos los detalles del caso junto
con la información de su viaje. Pueden echarle un vistazo cuando salgan. —
Miró hacia la puerta, efectivamente despidiéndolos a ambos. Cooper intentó
llamar su atención, pero ella lo ignoró y él salió de su oficina todavía
sintiéndose mal.
Él y Park caminaron por el pasillo hombro con hombro en silencio, un
eco incómodo de la estación de metro que le picaba con humillación otra
vez. Park se movía con una seguridad relajada. Parecía totalmente tranquilo
por la mañana. Quizás no estaba tan sorprendido como Cooper. Quizás
30
Margaret Cola era más abierta con sus planes con sus agentes que Furthoe.
Demonios, tal vez todo el Trust había estado planeando esto desde antes de
la salida y Park solo estaba siguiendo una línea de tiempo que había
conocido durante años.
—¿Necesitas un aventón al aeropuerto? —preguntó Park. El primer
sonido que había hecho desde que dejaron la oficina de Santiago. Tenía un
paso inquietantemente silencioso para semejante gran hombre. Perfecto
para el acoso, pensó Cooper.
Él dijo:
—No. —Tomaría un taxi. O le suplicaría a Jefferson que lo llevara si su
verdadero compañero seguía dando vueltas por la oficina en alguna parte.
—No parece que estemos volando en el mismo avión. —Cooper fulminó
con la mirada a Park, que estaba estudiando su teléfono mientras
caminaban—. ¿Deberíamos encontrarnos en Reagan o...?
—El aeropuerto de Portland está bien —interrumpió Cooper. Silencio.
—Entonces, Cooper. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando con el BSI?
—Tiempo suficiente.
—¿Tú…?
Cooper se detuvo abruptamente y miró a Park. Las luces fluorescentes
del pasillo hacían que Park se viera más duro de lo que lo había hecho en la
oficina de Santiago o incluso en el metro. Su rostro era aparentemente
neutral, incluso levemente sonriente, pero había un cerrado recelo en sus
ojos. El amaretto se había vuelto más frío, más duro, de un ámbar oscuro.
Un color implacable donde las cosas quedaban atrapadas y las impresiones
fosilizadas por milenios. La estrechez del pasillo hacía que estuvieran
parados cerca, y Cooper se dio cuenta de que en realidad no era mucho más
bajo que Park, unos centímetros más o menos. Algo sobre la forma en que
el lobo se movía hacía que pareciera más alto. Estaba demasiado cerca.
Cooper dio un paso atrás y la cara de Park se relajó, y sus ojos se
calentaron nuevamente. Entonces al lobo no le gustaba la confrontación.
Cooper no estaba seguro de por qué se sentía extrañamente decepcionado.
Por un momento absurdo estuvo casi tentado de volver a meterse en la cara
de Park otra vez.
—Mira, no me uní al departamento por la política. No sé tú, pero yo me
acabo de enterar de esto hoy. Me importa una mierda la política o la
indulgencia y especialmente no necesito... —Cooper se detuvo. Haz que 31
funcione. Tomo una respiración profunda.
Park lo observó, todavía sin molestarse. Estaba sonriendo
cordialmente. No para beneficio de Cooper sino como si algo en secreto lo
divirtiera. Eso solo molestó más a Cooper.
—¿Especialmente no necesitas...? —apuntó Park.
—Ambos sabemos que esta es una situación temporal. Encontremos al
tipo desaparecido, atrapemos al asesino y evitemos trenzar el cabello del
otro mientras tanto. No necesito saber qué tan bueno eres cantando
“Kumbaya”.
—Está bien.
—Quiero mantener esto profesional y atrapar al asesino lo antes
posible.
—Copiado. —Los ojos de Park bajaron y se centraron en la mancha de
café en el puño de la camisa de Cooper. Cooper sabía que Park estaba
pensando en su breve encuentro en la estación de metro. De ninguna
manera se había perdido la evaluación de ojos somnolientos de Cooper
transmitiendo sus pensamientos completamente no profesionales y su
inepto intento de flirtear. Probablemente Park había sabido exactamente
quién era. Eso explicaría la forma en que lo había estado observando antes.
No por interés sexual sino profesional. Había estado jugando con él todo el
tiempo.
La cara de Cooper ardía. Espetó:
—Y es agente especial Dayton.
Park asintió, con una expresión tan sobria que era burlona.
—Por supuesto. Entonces te veré esta tarde. Agente especial Dayton.
Cooper se volvió y se alejó antes de que pudiera decir algo aún más
infantil, como No si yo te veo primero.

Cooper bajó del avión en Portland, balanceó su equipaje de mano sobre


su hombro y se dirigió directamente al baño. No importaba cuán corto fuera
el viaje en avión, se bajaba sintiéndose cansado y sucio como el infierno.
Probablemente podría entrar en la cabina de un avión y salir justo en el
mismo momento y aún lucir como si no hubiera dormido durante días. Lucir 32
como un cadáver caminante no era un buen aspecto para inspirar confianza
en la policía local.
Cooper se examinó en el espejo y estaba consternado, aunque no
exactamente sorprendido por lo cansado que se veía. Sus ojos eran más
notablemente rojos que verdes y parecían resignados a hundirse en las
bolsas oscuras y pesadas que esperaban debajo de ellos.
Susceptible, diría su padre. Su pequeña idea de una broma. No era una
que hacía a menudo sin embargo, afortunadamente. La tendencia de Cooper
de verse golpeado en la cara en el momento en que perdía unas horas de
sueño era heredada de su madre, y cualquier cosa que le recordara al sheriff
Dayton a su difunta esposa era un tema delicado.
Cooper masajeó las esquinas de sus ojos. Estaba más que cansado,
lucía agotado; su cabello estaba tan sucio que podría confundirse con un
moreno y estaba todavía incómodamente bajo de peso. No era una
apariencia intimidante. Aunque para este caso el lobo llevaba suficiente
músculo por los dos.
No eso otra vez. Cooper frunció el ceño en el espejo. Había pasado todo
el viaje en avión obsesionado por trabajar con Park.
Jefferson había estado especialmente callado cuando Cooper le contó
la situación.
—Cuida tu espalda y mantenme actualizado en cada paso del camino
—había dicho Jefferson, sin sonreír para variar, mientras lo dejaba en el
aeropuerto de D.C.—. Incluso si nada parece sospechoso, un par de ojos y
oídos externos no hacen daño. Recuerda, cada lobo ha tenido toda una vida
de práctica ocultando la verdad. Son buenos mentirosos.
Cooper no estaba listo para llegar tan lejos. Dudaba que el Trust
hubiera asignado a cualquiera que pensara que no sería profesional. Era
por su propio bien que esta asociación funcionara, también. Pero Jefferson
había estado en el BSI mucho más tiempo que Cooper, por lo que prometió
estar atento. Cooper solo tenía que tomar su propio consejo y resolver este
caso lo más rápido posible para que las cosas pudieran volver a ser como
eran.
Se echó agua fría en la cara, se secó con una toalla de papel rasposa y
comprobó su reflejo nuevamente. Un control mínimo de daños y
absolutamente ninguna ayuda para su estado de ánimo. Se puso las gafas
de sol y entró en la terminal de aeropuerto.
Con todos los viajes que Cooper había hecho para el buró, tanto en el
33
FBI como para el BSI, había decidido que se podía decir mucho sobre una
ciudad por su aeropuerto. El techo de Portland Jetport estaba hecho
completamente con vigas de madera pulida y paredes que eran todas de
cristal. Una cabaña de troncos modernizada gigante, que era casi
exactamente lo que esperaba de Maine.
Miró los diversos quioscos. Cooper quería café, y se suponía que debía
comer comidas pequeñas y frecuentes para mantener su intestino feliz y
relativamente saludable, pero quería más estar en camino. Sacó su teléfono
para dejarle un mensaje a Park. También podrían alquilar dos autos. No
quería esperar por el tipo y se sentiría más cómodos teniendo su propio
medio de transporte y no tener que viajar hasta Florence con el lobo.
Cooper hojeó la carpeta que Santiago le había enviado por correo
electrónico de toda la información del caso, incluido el contacto de Park. Tan
pronto como abrió la página, su teléfono comenzó a sonar. Número
desconocido.
—Dayton.
—Soy Park. Has llegado. —No era una pregunta y Cooper no pudo evitar
mira alrededor. Se preguntaba si estaba siendo observado—. Estoy en el
estacionamiento de visitas. Me he tomado la libertad de conseguirnos un
automóvil.
—Bien. Voy de camino. —Parecía que estaban conduciendo juntos
después de todo. Al menos el medio ambiente estaría feliz.
Park estaba apoyado contra un SUV oscuro. Como Cooper, se había
cambiado a algo más casual. A diferencia de Cooper, de alguna manera
lograba lucir tan poderoso y autoritario en vaqueros, camiseta y chaqueta
ligera como lo había hecho con traje. A pesar de refrescarse rápidamente en
el baño del aeropuerto, Cooper se sentía más desaliñado que nunca.
Park asintió hacia él.
—Agente especial Cooper Dayton. —Lo dijo lo suficientemente serio,
pero la gravedad de su voz y expresión hizo que Cooper se asegurara que
Park se estaba riendo de él.
Cooper se dio cuenta de que no sabía el nombre de Park. Asumiendo
que Park era su apellido y no su nombre de pila. ¿Park le estaba recordando
esta desventaja? ¿Qué tipo de desventaja sería? No iban a grabar sus
iniciales en nada, ¿así que qué importaba? Cuanto menos se conocieran,
mejor. 34
—¿Listo? —dijo Cooper secamente, como si él no fuera el que acabara
de llegar. Park hizo un gesto, después de ti, y ambos subieron al auto.
El aire acondicionado estaba bajo y el aire frío parecía agudizar los
aromas en el coche. Los asientos de cuero, el café tentador en el portavasos,
el propio olor a primavera y lino fresco de Park. Barro y detergente, Cooper
se corrigió a sí mismo.
Iba a ser un largo viaje en auto.
Cuando Park salió del estacionamiento, Cooper abrió el archivo del
caso. La primera víctima, Kyle Bornestein, tenía veintiocho años,
recientemente despedido de una tienda de productos deportivos y ávido
cazador. El chico desaparecido y posible tercera víctima, Robert Gould, tenía
veintitrés años y trabajaba a tiempo parcial para el Servicio Forestal. La
segunda víctima, todavía un John Doe, había sufrido mucho daño post-
mortem lo que hacía que la identificación fuera una perra, pero según el
médico forense también había estado sano, en forma y tenía menos de
cuarenta.
Tres hombres relativamente jóvenes en excelente forma. No eran el tipo
de víctima típico. Pero entonces tal vez ese era el punto. Todos parecían
posibles machos alfa. Tal vez por eso el sospechoso los había eliminado.
Ser un alfa podía considerarse un tipo de personalidad maleable con
los humanos, pero era un estado real con influencia real en las manadas de
lobos. El Trust se negaba a reconocerlo, como lo hacían con cualquier cosa
que sonara demasiado animalista, pero Jefferson le había dicho que luchar
por el estatus era un asunto sangriento en el mundo de los lobos y el propio
Cooper había tenido una vez un caso de asalto entre dos bocazas que estaba
seguro que había sido una situación de alfa rivales entre dos lobos.
¿Pero entre un lobo y un humano? ¿Matar a humanos de tipo alfa tenía
algún peso en la cultura de los lobos? Esta parecía exactamente como una
de esas preguntas que Park podría responder. ¿Pero lo haría? Trabajaba
para el Trust después de todo, y él mismo era un lobo. Tal vez no quisiera
revelar demasiados de sus propios secretos. No si hacía que los lobos se
vieran mal. No mientras estaban tratando tanto de promover esta idea que
los hombres lobo ya no eran más peligrosos que cualquier otro.
Un dolor repentino en el vientre tan agudo que Cooper casi necesitaba
vomitar, protestó eso. Se mordió el labio con fuerza y lo ignoró. No hay razón
médica, todo está en tu cabeza. Volvió a leer el archivo. Bornestein había
sido reportado desaparecido por un compañero cazador, se suponía que se
encontraría una semana y media antes de que lo encontraran muerto. Gould 35
vivía con su madre, quien lo reportó desaparecido esta mañana después de
que nunca llegara a casa anoche. Nadie había reportado desaparecido a
John Doe, lo que indicaba que era una víctima de menor riesgo que las otras
dos. El sospechoso estaba escalando. Volviéndose más audaz con sus
asesinatos.
Cooper miró a Park. Parecía... tranquilo. Como si estuvieran haciendo
un viaje por carretera a un resort, no a un horrible, posible triple homicidio.
—¿Leíste los archivos? —preguntó Cooper.
Park no parpadeó.
—Sí.
—¿Crees que hay algo de peso en que este chico Gould desaparecido
sea otra víctima de nuestro lob… sospechoso?
—Tal vez. Lo que podría ser algo bueno.
Cooper miró a Park bruscamente.
—¿Es algo bueno ser secuestrado por un monstruo sociópata? Creo
que nuestra definición de bueno y malo está en desacuerdo, Park.
Park solo inclinó la cabeza, con calma, sin inmutarse por el tono
penetrante de Cooper.
—Kyle Bornestein fue visto por última vez hace trece días, pero apenas
fue asesinado la semana pasada. La autopsia de John Doe indica múltiples
lesiones que tenían días para cuando murió. Creo que podemos suponer que
el sospechoso los mantiene vivos durante varios días, después de
secuestrarlos. No se ha visto a Robert Gould desde que trabajaba en los
senderos del bosque ayer alrededor del mediodía. Si nuestro sospechoso lo
tiene, hay una buena posibilidad de que todavía esté vivo y tenemos un par
de días para encontrarlo de esa manera. Si él no es uno de los nuestros,
algo más le sucedió, probablemente fuera en el bosque, y eso le ha impedido
regresar a casa o contactar a alguien. En cuyo caso diría que hay una buena
posibilidad de que ya esté muerto. Entonces sí, agente especial Dayton, en
mi humilde opinión, mejor torturado y vivo que muerto y podrido.
Fue el discurso más largo de Park hasta ahora, pero nunca apartó la
vista del camino o alzó la voz.
—Está bien —dijo Cooper después de un momento—. Bien pensado.
Las cejas de Park se arquearon. Un leve indicio de sorpresa y la primera
emoción además de la agradable neutralidad que había mostrado hasta
36
ahora.
Cooper preguntó:
—¿Para qué crees que los está reteniendo?
—Ni idea.
—Menos útil —resopló Cooper, pero no lo dijo como crítica. Él tampoco
tenía ninguna idea. Se quedaron en silencio durante el resto del viaje.
La posibilidad de que Gould todavía estuviera vivo en algún lugar por
una cantidad limitada de tiempo ponía un nuevo fuego bajo el culo de
Cooper. Puede que no fuera feliz siendo el conejillo de indias de una
estratagema publicitaria, pero seguro que iba a hacer todo lo que pudiera
para que funcionara por el bien de Gould.
Y Dios sabía que no era como si no estuviera de acuerdo en que algo
necesitaba cambiar en el BSI. Le habían asqueado las noticias de Siracusa.
Dos agentes del BSI, Barret y Johnson, habían estado investigando una
serie de robos sospechosos. Lo único que los trabajos tenían en común era
el imposible punto de entrada y algunas huellas de animales en la escena.
Una nota a pie de página a los ojos de la policía local de Siracusa, pero que
había alertado al BSI.
Barret y Johnson habían armado una trampa, y efectivamente, los
lobos habían aparecido. Dos de ellos, en forma de lobo. Y entonces algo les
había avisado. Habían huido y Barret había disparado su arma, matando a
uno e hiriendo gravemente al otro.
Ambos lobos tenían solo dieciocho años. Adolescentes siendo estúpidos
e intentando conseguir algo de efectivo rápido.
De todos modos, esa era una versión de los acontecimientos.
Barret y Johnson primero afirmaron que los lobos los habían atacado.
Luego Johnson se retractó de su declaración y dijo que los lobos habían
huido.
Barret insistió en que solo parecía que estaban huyendo porque
estaban rodeándolos. Versión tras versión flotó alrededor de la oficina del
BSI y se filtró más allá.
Sea cual fuera la verdad, una cosa estaba clara: Barret había entrado
en pánico y un niño estaba muerto por eso. La comunidad de lobos estaba
indignada y Cooper no los culpaba. Se le revolvía el estómago de pensarlo. 37
Por lo que a él respectaba Barret era culpable. Sus compañeros agentes del
BSI cayeron en dos campos al respecto, sin embargo. La gente que defendía
a Barret había protestado porque él no podía decir que apenas eran
adolescentes cuando estaban cambiados. La gente del lado de los lobos
había dicho que no importaba. Los robos eran no violentos. Los sospechosos
no habían sido amenazantes. Barret nunca debería haber abierto fuego.
Pero cuando se trataba de lobos, ¿qué se consideraba amenazante? Sus
garras y colmillos significaban que siempre estaban armados y eran
peligrosos.
Cooper había hablado con Barret en la oficina varias veces antes de
Siracusa. No parecía odiar a los lobos. Nunca dijo una mala palabra sobre
ellos. Jefferson incluso había dicho que era un Trustee un par de veces a
sus espaldas. Pero cuando se enfrentó a noventa kilos de músculos,
colmillos y garras, Barret había tomado una decisión rápida. Una que
probablemente lamentaría por el resto de su vida.
Si asociarse con los lobos del Trust podría ayudar a identificar cuando
un sospechoso estaba a punto de atacar y cuando estaban cambiados pero
no eran amenazantes, entonces Cooper estaba a bordo.
Solo deseaba no ser el único en el centro de atención.
Probablemente entraron en Florence mucho antes de lo que Cooper se
diera cuenta. Las afueras del pueblo estaban descubiertas, un puñado de
casas que jugaban al cucú entre los árboles. Finalmente, llegaron al pueblo
propiamente dicho. Estaba más... lleno de lo que esperaba para ser Maine.
Pero entonces había estado esperando una oficina de correos, la estación de
policía y tal vez un restaurante. El conocimiento de Cooper del estado
comenzaba y terminaba con las novelas de Stephen King.
—Son solo tres manzanas de esto —dijo Park, leyendo con precisión su
expresión de sorpresa—. El resto es realmente rural. —Cooper ni siquiera
se había dado cuenta de que Park había estado observando su reacción. Él
deliberadamente le dio la espalda y observó el pueblo por la ventana del
pasajero.
Restaurantes, cafeterías, tiendas y galerías apiñados juntos en edificios
de ladrillo con alegres adornos blancos. La mayoría de las tiendas tenían
una estatua de madera tallada de algún tipo de utilería abriendo sus
puertas, esculturas antropomorfizadas: un oso usando un traje, una taza
de café de ojos maníacos, un gato fumando. Probablemente de la galería de
madera en la esquina, Wood It Work2. Cooper puso los ojos en blanco. La
ciudad claramente tomaba la palabra encantador como un edicto en lugar 38
de un adjetivo.
Pasaron una tienda de suvenires con una gallina con una camisa
hawaiana fuera.
—¿Florence recibe muchos turistas?
—Una buena cantidad. El Bosque Nacional White Mountain atrae a
excursionistas, algunos sabuesos en busca de rocas en todas las antiguas
minas de gemas pensando que van a encontrar la próxima gran amatista.
La Ruta 2 pasa por aquí, por lo que Florence recibe muchas personas de
paso hacia Canadá.
Cooper asintió distraídamente. Se preguntaba cómo Park conocía
Florence. Parecía que podría ser un excursionista dedicado con ese cuerpo.
—Parece que hay formas más directas de llegar a Canadá.
—Muchos hombres lobo a quienes les gusta ir al norte para el verano
vienen por aquí. Es una ruta más larga pero más discreta que pasar por
Portland, y está el bosque, por supuesto.

2Juego de palabras con la frase Good It Work (qué bueno que funcionara), reemplazando la
palabra Good por Wood que significa madera. Al traducirse pierde sentido.
Cooper parpadeó ante la franqueza de Park. Era la primera vez que
decía las palabras hombre lobo.
—¿Muchos lobos se dirigen al norte para el verano? —¿Qué eran,
gansos?
—Los que generalmente pueden hacerlo. El calor puede ser...
desagradable.
—¿Qué pasa si nuestro sospechoso es un lobo de paso? —pensó Cooper
en voz alta. Puede que ya hubiera seguido adelante.
—La mayoría solo se detiene aquí uno o dos días. Alguien aquí más de
una semana habría llamado la atención. Hice algunas llamadas y no hubo
ningún forastero que se quedara merodeando. Entonces, si las tres víctimas
están relacionadas, nuestro sospechoso es local.
Ahora eso era útil. Park no parecía que estuviera esperando elogios, así
que Cooper no ofreció ninguno.
—¿Viven muchos lobos aquí?
Park asintió.
—Me sorprende que no supiera que un agente fuera llamado para un
caso en esta área antes.
39
Hubo silencio en el auto tanto tiempo que Cooper saltó un poco cuando
Park respondió, casi con cautela.
—Aquí la mayoría son manadas. Viejas.
Lo dijo como si eso lo explicara. Quizás lo hacía. Las manadas más
grandes, bien establecidas podrían ser como comunidades en miniatura que
se mantienen para sí mismas con sus propias leyes y su propia justicia
rápida. Sin necesidad de autoridad externa. Bueno, no deseada de todos
modos. El BSI tenía un departamento completo que se enfocaba en
sancionar manadas que se hacían cargo de gobernar. Cooper personalmente
pensaba que las sanciones eran más problemas de lo que valían. Impedir
que los lobos controlaran a otros lobos enojaba a la comunidad y solo daba
más trabajo al sobrecargado BSI. Nunca habían tenido sentido para él. Pero
Jefferson decía que la idea de justicia de los lobos era con frecuencia violenta
y no siempre se limitaba a compañeros lobos.
—Estas viejas manadas, ¿son del tipo de lobos que se unirían a las
protestas contra el BSI? —preguntó Cooper.
Park ladeó la cabeza.
—Más como el tipo que se opuso a la salida, para empezar.
Cooper lo miró sorprendido.
—No sabía que eso era algo.
—Un gran algo. Especialmente con las manadas más grandes y
antiguas que aún prefieren fingir que no sucedió. —Había un tono extraño
en la voz de Park. Casi amargo. Pero no ofreció más información y Cooper
no preguntó.
Pronto llegaron al estacionamiento de la estación de policía. La policía
local de Florence estaba en un edificio de madera de dos pisos con techo
verde oscuro y una bandera estadounidense colgando inmóvil en el día de
verano sin brisa. Ubicada entre enormes pinos, parecía más una gran
cabaña rústica de pesca que una estación de policía. No ayudaba que el
estacionamiento estuviera sucio y prácticamente vacío de autos.
—Encantador —murmuró Cooper mientras su SUV se hundía
cómicamente en un bache.
—Bienvenido a Florence —dijo Park.
Maine era mucho más fresco que D.C. y a pesar de la evidente frescura
en el aire, había un tinte gris permanente en el cielo. No nublado.
40
Simplemente no azul tampoco.
Cooper caminó junto a Park hasta la estación de policía en silencio.
Ellos no discutieron un plan de juego, pero él ya estaba acostumbrado a
eso. A Jefferson no le gustaba hablar tampoco y normalmente tomaría el
liderazgo en sus casos, siendo el compañero experimentado. Especialmente
cuando se trataba de coordinar con la policía local. Ahora, asumió, ese sería
su trabajo.
Dentro, la estación estaba inquietantemente silenciosa. La recepción
estaba vacía. Una alta monstruosidad de roble flanqueada por otra bandera
estadounidense en un lado y la brillante bandera azul del estado de Maine
en el otro. Una verdadera campana colgaba de la esquina del escritorio. ¿Se
suponía que iban a llamar para pedir ayuda, como llamando a un conserje?
Cooper comenzó a hablar, pero Park se volvió bruscamente y miró detrás de
ellos justo antes de que una voz desconocida gritara:
—¡Hola!
Cooper se volvió también. Se había abierto una puerta al costado del
vestíbulo y un hombre joven con uniforme de policía y botas polvorientas
los saludó. Estaba sólidamente construido, aunque tenía rasgos delicados,
y tenía una cara rubicunda y amigable.
Cooper sacó su identificación.
—Agente especial Dayton del BSI. Y este es Pa... eh, el agente Park.
El chico se apresuró a presentarse.
—Claro, claro. Oficial Miller. Los hemos estado esperando.
Cooper se sintió aliviado de que el oficial no preguntara qué era el BSI.
Sus supervisores generalmente le daban al jefe local alguna explicación vaga
de “especial o circunstancias particularmente violentas”. Pero no siempre
era una explicación que se difundía a través de las filas. Afortunadamente
parecía que Melissa Brown, la jefa de Florence durante once años, Cooper
recordó del archivo, tenía a sus oficiales concentrados, si no totalmente
presentes.
—¿Está...? —¿Solo aquí? Cooper tenía dificultades para encontrar una
manera de preguntar sin sonar ridículo.
El oficial Miller captó lo que estaba diciendo.
—La jefa Brown está en la estación de guardabosques, dirigiendo la
búsqueda. Me pidió que esperara aquí por ustedes. —Miró con entusiasmo
41
a Cooper, prácticamente rebotando sobre sus talones—. Puedo llevarles
directamente allí si están listos.
Cooper no estaba acostumbrado a ser visto como el compañero a cargo.
Era agradable.
—Salgamos.
Ante la insistencia de Miller, los tres se amontonaron en su Crown
Victoria negro. Compañero a cargo o no, Cooper de alguna manera se vio
relegado al asiento de atrás.
—¿La jefa Brown está organizando una búsqueda en el bosque? —
preguntó Park desde el frente. Cooper frunció el ceño hacia la parte posterior
de su cabeza. El espeso cabello castaño de Park estaba un poco demasiado
largo para las reglas del departamento, cayendo alrededor de sus orejas. Se
preguntaba si alguien fuera del departamento se daría cuenta.
—Parte de ello, de todos modos. Gould fue visto por última vez
trabajando en uno de los caminos del este. La jefa Brown cree que todavía
podría estar allí afuera.
—¿Nos dijeron que pudieron identificar a una de las víctimas? —dijo
Cooper.
—Sí, Kyle Bornestein —dijo Miller—. Resulta que sus huellas estaban
registradas por un cargo de invasión de propiedad privada.
—¿Invasión de propiedad privada?
—Era un gran cazador. Hay un puñado de propiedades privadas que
se unen en el bosque nacional, y Bornestein siguió a un animal al interior
del patio de alguien. Los cargos fueron retirados, pero nos ayudó a
identificarlo. No hubo tanta suerte con el John Doe.
—Y cree que los tres crímenes están relacionados —dijo Park, con voz
pensativa.
—La jefa lo dice.
—¿Y qué hay de Bornestein y Gould? ¿Alguna superposición allí? —
preguntó Cooper.
—Si la hay, todavía no la hemos encontrado. No parecían moverse en
los mismos círculos.
—¿Qué círculos eran esos? 42
Miller frunció el ceño.
—Cuando Gould no está trabajando, está en el bar o en el gimnasio.
Bornestein tiene un par de compañeros de caza.
—¿Y ellos denunciaron su desaparición?
—No fue un informe formal. Pero uno de los tipos con los que caza está
en la fuerza. El oficial Harris. Un tipo estupendo. Para Gould, su madre
llamó esta mañana diciendo que no había vuelto a casa en toda la noche.
Es un adulto, por supuesto, así que no hay realmente nada que podamos
hacer. La jefa Brown está apostando por organizar el grupo de búsqueda.
Pero con dos cuerpos apareciendo, incluso si está en una parte del bosque
diferente, todo el mundo está listo para cualquier cosa.
—¿Usted no lo aprueba? —preguntó Park.
Miller hizo una pausa, su renuencia a estar en desacuerdo con un
superior obviamente en desacuerdo con sus opiniones personales.
—Gould es un hombre de veintitrés años. Podría haber un montón de
razones para que no volviera a casa por la noche. Todavía podría presentarse
solo.
A diferencia de la estación de policía, el estacionamiento de la estación
de guardabosques estaba lleno de vehículos oficiales. A primera vista, todos
parecían el mismo servicio, pero había ligeras diferencias en las marcas que
identificaban al estado, al Servicio Forestal Nacional y a la policía de tres
pueblos diferentes. Alrededor de un auto, consultando un mapa extendido
sobre el capó, se encontraba una pequeña multitud de varios uniformes.
—Jefa Brown —llamó Miller hacia el grupo. Una mujer usando pesadas
botas de montaña levantó la vista y entornó los ojos hacia ellos. Era de
estatura media y construida, con un moño rubio considerado y tenía un par
de lentes balanceándose en el borde de una nariz un poco demasiado
pequeña. Se quitó las gafas y por un momento, la tensión y exasperación
que cubrían su boca se relajaron. Murmuró algo a los demás que estaban
de pie alrededor del mapa y caminó hacia ellos enérgicamente.
—¿BSI? —dijo Brown, dándoles un apretón de manos. Tenía un agarre
firme y poderoso, probablemente de una carrera de probarse a sí misma
como una mujer en uniforme.
43
—Agente especial Dayton. Este es el agente Park.
—Nos alegra que estén aquí —dijo Brown, poniendo sus manos en sus
caderas y mirándolos detenidamente.
Cooper se puso un poco más erguido.
—¿Puede ponernos al corriente?
Brown se metió en eso.
—No estamos seguros que Gould tenga algo que ver con nuestras
víctimas. Esto podría ser simplemente un hombre perdido. Gould estaba
trabajando en un sendero no muy lejos de aquí ayer y los cuerpos fueron
encontrados más al sur. La madre de Gould dijo que lo esperaba en casa
después de que su turno terminara aquí a las dos. Tengo cuatro equipos
peinando el área en caso de que... —Se detuvo abruptamente, miró hacia
detrás y le hizo señas a uno de los hombres que estaban de pie alrededor
del mapa para que se acercara—. Este es el Guardabosque Christie del
Servicio Forestal. Fue el último en ver a Gould ayer.
Christie era alto, incluso más alto que Park, pero mucho más delgado.
Algo lento y de aspecto angular. El cabello castaño brillante se asomaba por
debajo de su sombrero de ala ancha, sus delgados labios formaban una línea
sombría y sus grandes gafas de sol oscurecían una buena parte de su rostro.
Brown los presentó. Christie no sonrió u ofreció un saludo, manteniendo las
manos metidas en los bolsillos de su uniforme.
—¿BSI? ¿Qué es eso? —dijo Christie como saludo.
—Buró de Investigaciones Especiales. Somos una rama del FBI —dijo
Cooper rápidamente—. ¿Puede guiarnos por lo que pasó?
—Robert Gould trabaja a tiempo parcial como técnico forestal aquí. Un
título sofisticado para mantenimiento de senderos y trabajos de servicio. Se
presentó ayer por la mañana y yo lo envié a Burberry Pass, uno de los
senderos del este. Tuvimos una tormenta un par de días atrás y un árbol
cayó en el camino. Gould debía pasar su turno despejándolo.
—¿Solo?
—Sí. No era un trabajo difícil y no tenemos un gran equipo. Hice rondas
y lo comprobé alrededor del mediodía. Nada inusual. Me preguntó si podría
irse un poco antes si terminaba. Le dije que estaba bien por mí.
—¿Esa fue la última vez que lo vio?
—Sí. Cuando volví a pasar por ese sendero alrededor de las dos, ya no
44
estaba. Supuse que había terminado el día.
—¿No regresó por la estación de guardabosques aquí para informarlo o
fichar la salida?
—No lo vi.
—¿Eso era normal?
Christie vaciló.
—Para Gould, sí —dijo finalmente.
—¿Gould era un hombre experimentado al aire libre? —preguntó Park.
—Con suficiente experiencia. Lo contraté hace aproximadamente un
año. Aprendió rápido. No está exactamente en la descripción del trabajo,
pero él sabe cómo rastrear y cómo mantenerse alejado de los depredadores.
Creció aquí, así que tiene un muy buen manejo de la tierra. Yo diría que
podría cuidarse solo. Pero algunos de esos acantilados y grietas tienen una
forma de sorprender incluso a los excursionistas experimentados.
Lo mismo hacían algunos de los depredadores, pensó Cooper, y se tocó
la barriga distraídamente. ¿Dos cuerpos aparecieron destrozados por un
lobo y un hombre capacitado desaparece en el mismo bosque justo después?
Brown podía no estar convencida de que los dos estuvieran relacionados,
pero Cooper sí.
—¿Dónde fueron encontrados Bornestein y Doe?
—Alrededor de una hora y media al sur de aquí fuera del sendero.
—Me gustaría ver la escena —dijo Park.
Cooper frunció el ceño. No estaba en desacuerdo necesariamente.
Simplemente no había decidido si sería un mejor uso de su tiempo ir a la
escena del crimen o unirse a la búsqueda. Pero Brown ya estaba asintiendo
y asignándoles un guía.
—Christie, ¿te importaría? Conoces la tierra mejor que nadie. —
Christie encogió sus hombros puntiagudos, su rostro ilegible detrás de las
gafas de sol—. Y…
—Me gustaría ir con ellos, jefa. —Otro de los hombres uniformados
parado alrededor del mapa se les había unido. Era un hombre corpulento,
se paraba como un soldado y tenía rasgos bien parecidos aunque un poco
toscos, incluida una nariz que obviamente se había roto una o dos veces.
Sonrió ampliamente—. Discúlpenme por entrometerme. Oficial Harris.
Ustedes deben ser del BSI. Hemos estado esperando su llegada. 45
Cooper asintió.
—Usted es quien denunció la desaparición de Bornestein.
Harris pareció sorprendido antes de que sus rasgos se transformaran
en una expresión ilegible y miró a Miller como si no tuviera dudas de quién
había estado hablando de él.
—No exactamente. A veces cazábamos juntos. Sin embargo cuando no
apareció la semana pasada no puedo decir que haya pensado mucho en eso.
Bornestein podía ser, ah, impredecible. —Sacudió la cabeza y bajó la voz—.
Cuando lo identificamos... no puedo decirles cuánto lamenté no haber dicho
algo antes.
Brown le dio golpecitos con su mano contra el brazo.
—No podrías haberlo sabido, Tim.
Harris le sonrió sombríamente.
—Tal vez no. Pero tengo que hacer lo que pueda ahora. —Era mayor
que Miller. Más viejo que Brown también. Cooper normalmente esperaría
que un hombre de su edad tuviera un rango más alto o incluso estuviera
retirado, aunque su propio padre tenía una década más que Harris y todavía
se negaba a jubilarse. Harris, también, tenía escrito “militar de carrera”
sobre él.
Brown dijo:
—Quiero que el oficial Miller acompañe a los agentes a la escena. —
Harris frunció el ceño y comenzó a protestar, pero ella continuó—: Necesito
tu cabeza táctica aquí con la búsqueda, Tim.
Harris asintió y sonrió, aliviando cualquier tensión.
—Entendido, jefa.
—Entendido, jefa —repitió Miller, y solo el más mínimo destello de
molestia pasó por la cara de Harris. Un viejo profesional. Atrapó a Cooper
observándolo y se encogió un poco de hombros como disculpándose. Tal vez
lamentaba que ellos estuvieran atascados con el novato. Tal vez Miller era
más molesto de lo que parecía.
—Buena suerte —dijo Harris.

46
C
ooper casi golpeó su cabeza contra la ventana con alivio cuando
finalmente estacionaron al final de una vía de servicio. Él y Park
se habían metido en la camioneta de Christie y Miller los seguía.
Si pensaba que el asiento trasero de Miller era malo, el de Christie era peor.
Los cuartos estrechos hacían sentir a Cooper atrapado y nervioso. Pero
había querido aprovechar la oportunidad para cuestionar a Christie y Park
se había pegado como lapa sin palabras. Hablar resultó ser una pérdida de
tiempo. Sacar información del guardabosques sombrío era como consultar
una bola mágica. La respuesta a todo era sí, no o un hostil ceño fruncido
que bien podría haber significado “Respuesta confusa, inténtelo de nuevo”.
Park no era de ninguna ayuda, sentado en silencio en el frente de
nuevo. 47
Lo que Cooper había logrado sacar de Christie era escaso. Sí, Gould era
un trabajador constante. No, no sabía si Gould tenía enemigos. No, no sabía
si Gould tenía alguna relación o amigos. No, Gould no había mencionado a
nadie extraño hablando con él o ningún encuentro reciente. De hecho, no,
ellos no hablaban de su vida personal en absoluto. No, no sabía si Gould
había conocido a Kyle Bornestein.
Lo único interesante era que Christie aparentemente se había
encontrado con Bornestein un par de veces durante la temporada de caza.
Lo había citado por uso ilegal de luz artificial y caza fuera de temporada.
—También tenía un cargo de intrusión, ¿no?
—Sí. —Hubo una larga pausa y luego Christie dijo—: No me gustaba
Bornestein. —La primera opinión no solicitada que había ofrecido hasta
ahora. Un poco inusual en eso. Aparentemente no le importaba hablar mal
de los muertos—. Él no era... bueno.
¿Qué demonios significaba eso? Park miraba a Christie con una
expresión contemplativa en el rostro, así que tal vez él lo entendía.
—¿Y qué hay de Gould? ¿Le gustaba? —preguntó Cooper.
Christie se encogió de hombros. Pero el ceño fruncido en su rostro era
suficiente respuesta.
No cuentes con eso.
Cooper se preguntaba si a Christie le gustaba alguien.
Tan pronto como Miller estacionó y se unió a ellos, Christie le entregó
a cada hombre un pequeño paquete de emergencia con agua, una soga,
bengalas y spray para osos.
—¿Esto es necesario? —preguntó Cooper.
—La escena del crimen está a una caminata de distancia de una hora,
en parte fuera del camino —gruñó Christie—. Es terreno irregular. Algunos
de estos pozos pueden tener más de seis pisos de profundidad y no hay
servicio de celular. ¿Alguno de ustedes tiene experiencia en senderismo?
—Sí —dijo Park distraídamente, entrecerrando los ojos hacia el bosque.
—Estoy bien —dijo Cooper.
—Um… —comenzó Miller.
Christie señaló a Miller.
—Tú, vienes detrás de mí. Vámonos. —Se giró abruptamente y comenzó 48
a caminar por un camino lleno de tierra, donde un letrero de madera
golpeado por el clima identificaba como Caribou Speckled Mountain
Wilderness. Miller les dio una especie de sonrisa avergonzada y se apresuró
a seguirlo. Park lo siguió, aún luciendo distraído, y Cooper fue a la
retaguardia.
El aire era fresco y húmedo bajo los árboles. Paredes de acantilados y
rocas se alzaban y retrocedían para que nadie olvidara que esta era una
región montañosa. Las rocas lloraban pequeños senderos de agua de
manantial. Cooper no pudo resistir presionar su palma contra la piedra.
Estaba helada de una manera que le provocó un escalofrío en la parte
inferior del brazo. Se limpió la mano en sus vaqueros. Era fácil perderse en
la melancolía en bosques antiguos como este.
Después que la madre de Cooper había fallecido cuando él tenía once
años y Dean tuviera catorce, su padre los había llevado a hacer senderismo,
pasear en bote y pescar la mayoría de los fines de semana. Era grandioso.
Realmente grandioso.
Bueno, podría haber sobrevivido sin algo de eso, para ser
completamente honesto. No le fascinaba la pesca, que era principalmente
horas de pie ocasionalmente interrumpidas por breves episodios de violencia
y los largos y sombríos silencios mientras hacían senderismo habían dejado
a Cooper con mucho tiempo para obsesionarse sobre su mamá. Pero esa
había sido la forma con la que el sheriff Dayton se acercó a sus hijos.
Jagger Valley, Maryland, no se veía así, por supuesto. Más plano, en
primer lugar. Más cálido también, en las sabanas de roble y pino. Pero algo
sobre marchar en línea a través de un bosque opresivamente tranquilo lo
hizo sentir como si estuviera de vuelta allí ahora, caminando penosamente
detrás de su padre y deambulando por los terrenos inundables del bosque.
Él y Dean teniendo dificultades por mantenerse a la par mientras el sheriff
Dayton caminaba más rápido y más rápido, mirando en silencio a su
alrededor como si buscara algo, a alguien o alguna salida.
Cooper a veces se preguntaba si se quedaba atrás, ¿su padre siquiera
lo notaría? ¿Volvería por él? Incluso cuando se volvía para mirarlos, algo en
su expresión le decía a Cooper que en realidad no los estaba viendo. Durante
un largo tiempo había una desesperación en sus ojos que había sido
impactante de ver de un niño mirando a su padre. Afortunadamente, el
aspecto se desvaneció después de unos cinco años. Pero incluso ahora,
cuando Cooper lo visitaba, su padre todavía insistía en que los tres fueran
a hacer senderismo por las llanuras aluviales. Esto era lo que hacían los 49
Dayton restantes, feliz recuerdo o no.
Sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. No creía haber
hecho ruido, pero Park se volvió, lo miró con curiosidad y levantó una ceja.
Cooper ignoró a Park y miró más allá de él.
Adelante, Miller intentaba mantener una conversación unilateral tan
determinadamente que casi hizo que Cooper echara de menos el silencio
forzado del viaje en automóvil. Lástima que no fuera Miller del que había
estado esperando extraer información. El joven oficial ansioso era un géiser.
Cooper se sacudió el ánimo e intentó enfocarse.
Miller hablaba sobre Florence, sobre mudarse aquí desde Portland, la
inexistente tasa de criminalidad y, con mayor frecuencia, se preguntaba si
tal vez todo esto había sido un gran error.
—Gould podría haber ido a Portland por el fin de semana. O está
durmiendo una borrachera. No sería la primera vez, ¿sabe a qué me refiero?
—Miller dirigió su charla a Cooper. Aparentemente lo había señalado como
el único tonto dispuesto a responder.
Cooper gruñó. Era difícil no saber a qué se refería cuando lo estaba
diciendo claro como el día.
—¿No cree que sea sospechoso que Gould desapareciera alrededor del
mismo tiempo que se encontraron dos víctimas de homicidio?
—¿Está diciendo que cree que Gould es sospechoso, agente Dayton?
Cooper no había estado diciendo eso. Pero ahora que Miller lo decía, lo
consideró. ¿Podría Gould ser un lobo que salió disparando cuando supo que
sus asesinatos habían sido descubiertos? ¿Park habría sabido si Gould
fuera un lobo? Solo porque él estaba familiarizado con algunos lobos locales
no significaba que los conocía a todos, ¿verdad? ¿Le habría dicho
necesariamente a Cooper si Gould lo fuera?
—De todos modos, ¿estamos seguros de que estos son homicidios? —
continuó Miller—. Las lesiones son consistentes con ataque de animales.
Osos, lobos o algo así. Podrían haber sido atacados, sobrevivido, pero
resultaron heridos y perdidos en el bosque, incapaces de obtener ayuda
médica, lo que explicaría el tiempo entre la desaparición y la muerte.
—El forense dice que los hombres murieron con días de diferencia.
¿Está diciendo que un animal atacó a nuestras víctimas en dos momentos
separados y luego sus cuerpos terminaron en el mismo lugar? No se supone
que los animales acumulen matanzas así.
50
—Tampoco se supone que los lobos estén tan al sur de Maine, pero lo
están —dijo Christie de repente desde el frente—. No se supone que los
caribúes vaguen tan cerca de la ciudad, pero lo han hecho. Muchos animales
por aquí no están actuando como se supone que deben hacerlo.
—¿Qué le hace pensar eso? —dijo Cooper—. Sobre los lobos, quiero
decir.
—Los he visto.
—¿Huellas?
—Sí. Y los animales que las hacen. —Era difícil leer la actitud de
Christie. Continuó caminando hacia adelante mientras hablaba sin girarse
hacia ellos, y su voz estaba en un estado permanente de ronquera. Casi con
renuencia a ser escuchado.
Miller, por otro lado, miró a Park y Cooper, desconcertado.
—¿Se encontró con lobos en el bosque? ¿Qué pasó?
—Nada. —El hombro de Christie se crispó. Un encogimiento de
hombros abortado—. Nos miramos. Me alejé. Los lobos no atacan a las
personas. Son las mamás osos y los linces a los que quieres evitar por aquí.
—Bueno —dijo Miller, dándose la vuelta para mirar a Cooper y Park de
nuevo—. Eso todavía significa que hay depredadores aquí que podrían
haber...
—Estamos dejando el camino ahora —interrumpió Christie, giró a la
derecha y comenzó a pisotear fuerte entre las hojas y la maleza.
No había estado exagerando cuando dijo “fuera del camino”. Cooper
había esperado un camino sin mantenimiento o tal vez un sendero de
ciervos, pero esto simplemente parecía como un desvío aleatorio fuera de
curso. El suelo del bosque, cuesta arriba ahora y lleno de basura con rocas
y raíces gruesas, obligó a Miller a guardar silencio para concentrarse en sus
pies. Sin su parloteo, el grupo estaba en silencio y también el bosque. Tanto
verde. A Cooper le gustaba pensar que tenía un buen sentido de la dirección,
pero había poca o ninguna forma de que pudiera volver solo ahora que
habían dejado el sendero.
Cooper miró a Christie especulativamente. Él marchaba sin dudar, sin
usar ninguna aparente herramienta de navegación, y había retrocedido a su
ceño tenso y silencioso. El tipo era extraño, sin duda. ¿Lo suficientemente
extraño como para guiarlos a perderse sin remedio y continuar como si todo
estuviera bien? Ojalá que no. Porque Cooper seguro como el infierno no 51
podía confiar en que el lobo le cuidaría la espalda.
Hablando de espaldas... Cooper dejó que sus ojos se movieran sobre
Park para distraerse de la constante subida cuesta arriba. Se había quitado
la chaqueta y su camiseta se estiraba a lo largo de los anchos músculos de
sus hombros. No era lo suficientemente larga como para cubrir el buen culo
firme que se balanceaba frente a él mientras caminaban cuesta arriba. El
rostro de Cooper se calentó y rápidamente desvió la mirada. Que no le
gustara Park no lo impedía de notar otros... atributos. Cooper no estaba
hecho de piedra.
Deseaba nuevamente que no hubieran compartido ese viaje en metro.
Deseaba que no hubiera sentido ese cuerpo presionado contra el suyo por
un momento o los dedos ásperos de Park en su muñeca. Pero sobre todo
deseaba que Park no hubiera visto lo interesado que estaba en sus atributos.
Cooper sintió la familiar punzada de vergüenza. No porque estuviera
avergonzado de su sexualidad, sino solo porque no era asunto de Park. No
era asunto de nadie más que de Cooper, y ahora se sentía claramente
expuesto. En desventaja. Ni siquiera sabía el nombre de Park, por el amor
de Dios.
Cooper se concentró en el cuello de Park, que parecía más seguro.
Apenas había un indicio mínimo de transpiración allí. El tipo no había
mentido cuando dijo que podía hacer senderismo. Ni siquiera estaba
respirando con dificultad. Cooper, por el otro lado, para su disgusto, estaba
con la lengua afuera como un hombre ahogado.
Park rodó los hombros y sacudió la cabeza de repente, como si se
sacudiera la mirada de Cooper. ¿Park lo había sentido mirando fijamente?
¿Era algún tipo de amenaza tácita?
Cooper en realidad no había estado en la presencia continua de un
hombre lobo antes. Sus interacciones se limitaban a perseguir, interrogar y
arrestar. Pasar todo este tiempo en silencio con Park le hacía pensar en
cosas sobre las que no se había preguntado antes. Era extraño lo poco que
podías saber sobre la comunidad en la que se centraba tu trabajo. Pero eso
era tanto culpa del Trust como del BSI. Los dos eran notoriamente
reservados. Queriendo ser entendidos sin realmente ser conocidos.
Lo que Cooper sabía, lo había deducido principalmente del trabajo.
Sabía cómo reconocer la matanza de un lobo. Sabía que los lobos eran todos
unos hijos de puta extra rápidos, fuertes y ágiles. Jefferson le había dicho
que la mayoría también tenía mal genio, aunque Park había sido fresco como 52
una lechuga hasta ahora.
De los pequeños folletos informativos que distribuía el Trust, Cooper
sabía que los lobos tenían “sentidos mejorados” y tendían a vivir solos o en
manadas, que podían ser de cualquier tamaño entre dos y veinte.
Había encontrado eso divertido porque, mierda, ¿no era cierto para
todos? Cuando era chico, Cooper, Dean y su padre eran como una pequeña
manada. Todos los conocían como los muchachos Dayton. Jagger Valley no
había sido mucho más grande que Florence. Por supuesto, había ayudado
que su padre fuera el sheriff y que todo el pueblo supiera que los muchachos
del sheriff seguirían sus pasos. Algo así.
En estos días, Cooper definitivamente caería en la categoría de lobo
solitario. Él y Jefferson se llevaban bien, pasaban suficiente tiempo juntos
cuando tenían que hacerlo, pero él era más un mentor que un amigo. A
Cooper le gustaba mucho Santiago, pero ella era su jefa, no una amiga.
Tenía incluso menos amigos que no fueran del trabajo.
Bueno, siempre tenía a Boogie. Entonces estaba eso. Su manada de
dos. Él y su gato. Qué rudo.
Cooper dio un manotazo en su cara donde un mosquito persistente
seguía yendo a su ojo. Esa era otra cosa sin la que él podría haber
sobrevivido en esos viajes de campamento semanales, los malditos bichos.
Lo golpeó de nuevo y su rodilla de repente colapsó. Había pisado en el
agujero de un animal y tropezó hacia adelante. Una mano grande y cálida
lo agarró del brazo y le impidió plantar cara en un tronco podrido.
Cooper se enderezó rápidamente y se apartó del alcance de Park.
—Estoy bien —dijo con brusquedad.
—Por supuesto que sí —respondió Park, con una profunda voz
tranquilizadora y solemne, pero había una estrechez burlona en sus ojos y
la más mínima inclinación en su boca. Tenía un labio inferior grueso y uno
superior ligeramente torcido. Torcido, Cooper se dio cuenta, porque había
una pequeña cicatriz que dividía el lado izquierdo. La cicatriz desaparecía
cuando su boca estaba completamente sonriente, lo que comenzó a hacer
ahora.
Cooper apartó la mirada fija de los labios de Park a sus ojos. No había
nada sutil sobre la diversión en ellos ahora.
—¿Aún bien? —dijo Park. 53
—No programé tiempo de descanso, muchachos —dijo Christie desde
el frente. Park alzó una ceja. No había forma de que Christie fuera mayor
que cualquiera de ellos. Park miró a Cooper con una expresión casi
conspiradora, invitándolo a reír con él. Pero Cooper, sintiéndose
sobrecalentado, molesto y recordando dolorosamente su encuentro esa
mañana, no estaba interesado en conspirar con lobos. Pasó junto a Park y
se apresuró a ponerse al día con el fuerte jadeo de Miller y Christie.
Se arrepintió de inmediato. Ahora Park estaba detrás de él. Que, si bien
era bueno que ya no miraba al lobo y se... distraía, también era malo porque
podía sentir la mirada de Park sobre él ahora. Un ligero hormigueo en la
parte posterior de su cuello. La mirada de un depredador. Cooper sintió que
se le aceleraba el pulso y el aliento le quedó atrapado en la garganta.
Esperaba que Park no pudiera escuchar eso. Oler eso. Lo que sea que
significaran esos “sentidos mejorados”.
Ese era su problema, o uno de sus muchos problemas, con el Trust.
Esta versión limpia, de baja información y alta ambigüedad con la que
alimentaban a cuchara al gobierno, que a su vez alimentaba con tubos a los
agentes de BSI.
La única diferencia entre un lobo y un humano es que podemos escuchar
realmente bien... sí, claro.
Cooper no creía que todos los lobos fueran monstruos brutales de
ninguna manera. Era difícil mirar a alguien como la pequeña y alegre
directora del Trust, Margaret Cola, en esos estúpidos videos informativos y
creer que luego regresara a una cueva llena de huesos.
No, los lobos no eran innatamente malos. Ni más ni menos que los
humanos. Pero todos tenían acceso instantáneo a garras y dientes letales.
Todos tenían reglas concentradamente estrictas de dominación y jerarquías.
Y la mayoría tendía a identificarse como pertenecientes a fuera de la
sociedad y las reglas de la sociedad.
¿Era realmente describirlo injustamente el ser cauteloso con un tipo
que llevaba armas letales ocultas en él en todo momento, tenía problemas
con la autoridad y se identificaba como un orgulloso forastero? Diablos no.
Era solo jodido sentido común.
El hormigueo entre los hombros de Cooper se intensificó y resistió la
necesidad de darse la vuelta y enfrentar a Park.
Deja de mirarme, pensó Cooper. Lástima que la telepatía no fuera uno 54
de sus sentidos mejorados.
Cooper recordó algunas de las imágenes que involuntariamente
pasaron por su mente cuando estaba mirando el culo apretado de Park y
rápidamente se retractó de ese deseo.
—¿Unos excursionistas encontraron los cuerpos? —preguntó Cooper.
—Sí —dijo Miller, mirando por encima del hombro y pisando una col
de mofeta—. Una pareja de Virginia. Excursionistas aficionados disfrutando
de su jubilación. Ellos se fueron. —Un olor empalagoso, dulce y podrido
rezumó de la planta a través del aire y los siguió a través del bosque.
—¿Por qué estaban vagando fuera del camino? —preguntó Cooper.
—Dijeron que querían seguir al arroyo por un tiempo. —Miller hizo un
gesto a su derecha—. Ya sabe, realmente alejarse de todo. —Resopló—.
Pero finalmente confesaron que estaban buscando un lugar apartado para
follar. Al parecer, el aire libre los enciende. Encontraron a John Doe y lo
reportaron. Encontramos a Bornestein cerca.
—Eso debe haber sido bueno para arruinar el momento —murmuró
Park, y Cooper tosió.
Estaba avergonzado de no haberse dado cuenta de que estaban
siguiendo un arroyo. No que pudiera verlo desde aquí, pero eso explicaba la
confianza de Christie en su dirección y toda esta maldita col de mofeta que
Miller parecía no poder evitar pisar.
—Hemos llegado —dijo Christie de repente, deteniéndose.
La cinta amarilla de la escena del crimen estaba envuelta alrededor de
unos pocos árboles delante de ellos. Era surrealista ver algo tan antinatural
después de una hora de caminata por el bosque casi intacto.
Cooper se movió alrededor de Christie y se agachó bajo la cinta. Nada
parecía especial sobre la zona. No era un claro. No había marcadores. Las
hojas muertas y los arbustos parecían más aplastados y dispersos, pero eso
era solo probablemente de la investigación que de cualquier otra cosa.
—Los excursionistas tropezaron con John Doe aquí —dijo Miller,
llegando detrás de Cooper. Señaló a unos tres metros de distancia en la
tierra recién excavada—. Los CSI descubrieron a Bornestein allí.
—¿Bornestein fue enterrado pero John Doe no? —preguntó Cooper,
sorprendido.
—Superficialmente —dijo Miller, y miró a Cooper con atención—. ¿Cree 55
que eso significa algo?
Las clases de psicología y criminología decían que sí, que significaba
algo. El asesino pudo haber sentido más culpa y vergüenza por Bornestein.
Era más probable que él o ella lo hubiera conocido. ¿Pero sucedía lo mismo
con la psicología de los lobos?
También significaba que el cuerpo de John Doe había sido más
vulnerable a los carroñeros, haciéndolo irreconocible e impidiendo aún más
la identificación. ¿Esa había sido la intención? Pero, ¿por qué ocultar la
identidad de una víctima y no de la otra?
Cooper se encogió de hombros para responder la pregunta de Miller.
—Tal vez —dijo, y se giró.
Park estaba agachado al borde de la escena del crimen y examinando
el área. Para molestia de Cooper, parecía estar descubriendo algo. Cooper
también miró a su alrededor. Nop. Todavía solo bosque.
Se obligó a caminar hacia Park y agacharse cerca de él. Suficientemente
cerca que podían hablar en voz baja, pero no demasiado cerca.
—¿Tienes algo? —preguntó.
—Huelo a muerte —dijo Park en voz baja.
—Bueno, esta es una escena de crimen —dijo Cooper, resistiendo el
impulso de poner los ojos en blanco ante la frase dramática de Park. Para
ser justos, él era un agente del Trust, lo que sea que eso significara, y Cooper
dudaba que eso incluyera la resolución de asesinatos, y esta probablemente
era su primera investigación real. Cooper se preguntaba si se esperaba que
le enseñara cosas a Park.
—No. Algo todavía en descomposición. No lejos de aquí. —Los ojos de
Park se cerraron lentamente e inclinó la cabeza como si pensara.
—¿Seguro que no es perfume de col de mofeta oriental? Miller
ciertamente nos ha dosificado a todos con suficiente de eso.
Los ojos de Park se abrieron y sonrió.
—No. —Se puso de pie de repente y Cooper se encontró con su
entrepierna a la altura de los ojos. Rápidamente se apresuró a ponerse de
pie también—. No los mataron aquí —continuó Park en voz más alta—.
Aquí es solo donde los tiraron.
—Tiene razón —dijo Christie, y Cooper reprimió una sacudida. No
había escuchado acercarse al guardabosque. Christie era muy silencioso. 56
No es que Park fuera un chismoso como Miller, pero su presencia aún era
más ruidosa, de alguna manera. Al menos, Cooper siempre parecía sentirse
muy consciente de dónde estaba.
—Los técnicos encontraron una mínima cantidad de sangre en el sitio
—agregó Miller, uniéndose a ellos—. Definitivamente no la carnicería que
esperarías de esas heridas.
Park asintió cortésmente, aunque claramente ya lo había descubierto.
Él deambulaba por el borde de la escena del crimen, y de repente se agachó
debajo de la cinta y caminó más lejos dentro del bosque, lejos de donde
habían venido, sin una palabra.
—¿A dónde va? —preguntó Miller, sonando preocupado. Park había
desaparecido en el follaje misteriosamente rápido. Pero eso era más
testimonio del poder de los densos bosques viejos que de cualquier velocidad
inhumana por parte del lobo.
Cooper solo sacudió la cabeza. Si ese imbécil asumía que Cooper iría
trotando tras él como un perro a los talones, tenía que pensárselo dos veces.
—¿Sabe lo que está haciendo? —preguntó Christie en voz baja—. No
quiero tengo que montar otro equipo de búsqueda.
—Todos deberíamos estar juntos. No hay servicio de telefonía aquí y él
no tiene radio —agregó Miller.
Cooper suspiró y caminó en la dirección en que Park había ido, con
Miller y Christie siguiéndolo. Maldito Park. Guiándolos por sus narices. Con
su nariz.
—¿Park? —gritó Cooper.
—Aquí.
Encontraron a Park a unos treinta metros de distancia, agachado de
nuevo. A sus pies había una enorme pila de pelaje oscuro enmarañado.
—Jesús —murmuró Cooper—. ¿Eso es...?
—Un oso —dijo Christie, inclinándose sobre Park y examinando el
cadáver—. Joven.
Park se tensó y se alejó un poco. Christie simplemente pareció tomar
esto como una invitación para agacharse a su lado y acercarse aún más. Su
rodilla rozó la de Park, quien se retorció y se congeló.
Cooper se acercó y le dio una palmada en el hombro a Christie.
—¿Le importa si me meto y echo un vistazo? 57
Christie se había quitado las gafas de sol. Tenía ojos azules helados que
eran sorprendentes en su agudeza, especialmente ahora, fríos y molestos
por la rudeza de Cooper. Pero Christie no dijo nada, se levantó y retrocedió.
Cooper tomó su lugar y puso una respetuosa distancia entre él y Park. Si
había algo que había descubierto sobre los lobos por su cuenta, era que les
gustaba su espacio personal. Pero de nuevo, ¿a quién no?
Miró a Park, que lo miraba con una expresión pensativa en el rostro.
—Parece una extraña coincidencia que esto esté aquí —dijo Cooper
mientras Christie se paraba al otro lado del oso.
—No es una coincidencia —dijo Park, sacando un bolígrafo del bolsillo
y pinchando el cuerpo—. ¿Alguien puede llamar por radio a la estación?
Quiero que un vehículo transporte este oso hacia abajo. Necesitamos
averiguar qué la mató.
—¿Quieres que le hagamos una autopsia a un oso? —preguntó Miller.
Estaba parado a poca distancia y parecía vagamente mareado.
—Los osos negros no tienen depredadores naturales. Nada hubiera
tenido razón para matar a una hembra joven y sana. ¿Y a menos de treinta
metros de distancia de nuestra escena del crimen?
—Tal vez Bornestein la mató en defensa propia, pero no antes de que
ella lo lastimara —sugirió Miller—. Se tropezó y murió antes de regresar al
sendero para pedir ayuda.
Park frunció el ceño y Cooper tenía que estar de acuerdo. ¿Se suponía
que era una coincidencia que John Doe muriera a pocos metros de distancia
de Bornestein un par de días después? ¿Se suponía que Doe había enterrado
a Bornestein?
—Oficial Miller, ¿llamaría por radio para un transporte, por favor? —
Podría no saber mucho sobre osos, pero incluso él sentía que era extraño
encontrar un gran depredador como este.
Miller sacó la radio y se alejó de ellos, murmurando una llamada a la
estación.
Christie estaba pasando la mano por el pelaje, buscando algo. Él tenía
un pesado vendaje blanco alrededor de su palma. Si Cooper tenía una herida
curándose, no tocaría animales misteriosamente muertos en el bosque.
—No tiene etiquetas de caza —dijo Christie—. Incluso si esto fue un
accidente, debería haber sido reportado. No soy un experto, pero estas
heridas se ven más pre-mortem que de típicos carroñeros, y nunca he 58
conocido que otro animal atacara a un oso. Y ganara.
—¿Qué fue eso? —dijo Park, y pasó su propia mano sobre el oso. Cooper
también lo vio. Algo en el pelaje. Park pellizcó un trozo y lo levantó. Todos
se inclinaron para ver.
—¿Tierra? —sugirió Cooper dudoso. Se parecía más a un pequeño
huevo negro de insecto o un hongo arenoso.
—No. Es sintético —dijo Park. No se dio cuenta de la mirada curiosa
que Christie disparó contra él.
Christie peinó sus dedos a través del pelaje.
—Sea lo que sea, tiene mucho de eso. —Había algo vagamente familiar
al respecto cuando se veían todos juntos. Algo molestó el cerebro de Cooper,
una sensación casi nostálgica que provocó el olor del aire fresco de otoño en
Maryland cuando era niño, pero el recuerdo no llegó a enfocarse.
—¡Encontré algo! —gritó Miller desde una corta distancia. Park deslizó
la arena misteriosa en el bolsillo de sus vaqueros y los tres se unieron a
Miller—. Huellas de cuatriciclo —dijo Miller, señalando ligeras hendiduras
en el barro y las hojas.
—¿La policía local de Florence utiliza cuatriciclos?
—No como estos —dijo Miller, sonriendo, claramente orgulloso—.
Entramos con algunos cuatriciclos más grandes por el sur de la escena, pero
no tenían razón para terminar aquí.
—Buen trabajo, Miller —dijo Cooper, reevaluando al joven oficial.
Incluso habiéndolo señalado ahora, Cooper no estaba seguro de que hubiera
reconocido el barro surcado como huellas de neumáticos. Park, por otro
lado, estaba siguiendo las huellas con aparente facilidad más lejos en el
bosque.
—Transmitiré las coordenadas por radio y conseguiré algunos técnicos
para que tomen una impresión de las huellas también —dijo Christie.
—Creo que uno de nosotros debería permanecer en escena, marcar el
camino y esperar que los técnicos lleguen aquí —agregó Miller—. No seré
bueno guiándolos de nuevo al sendero, así que puedo quedarme.
Cooper no podría ser mucho mayor que Miller, pero apenas podía
recordar cuando él era tan verde y ansioso, ofreciéndose voluntario para
quedarse solo para proteger la escena. Cooper esperaba que el oficial
consiguiera los puntos brownie que claramente quería. Era eso o que el
oficial quería un descanso antes de la caminata de regreso.
59
—¿Está armado?
—No se preocupen por mí —dijo Miller, apartando su chaqueta de
policía para revelar tanto su arma como una pistola paralizante—. Sin
mencionar el spray para osos. Los animales necesitan tener más miedo de
mí.
Park regresó pronto, sus pasos anormalmente silenciosos sobre la
hojarasca y las ramitas del suelo del bosque.
—¿Algo? —dijo Cooper.
—El sendero termina en zonas inundadas. Quien arrojara los cuerpos
no quería ser rastreado y sabía exactamente hacia dónde conducir para
asegurarse de que el arroyo se ocupara de eso.
Cooper miró a Miller y a Christie, pero ambos estaban distraídos. Él
bajó la voz de todos modos.
—¿Puedes seguir el olor o algo así?
Park ya estaba sacudiendo la cabeza.
—Los vehículos son un desafío para empezar incluso con el rastro
fresco y este camino está demasiado comprometido. No pude seguirlo. No
así de todas formas. —Hizo un gesto vago.
—El oficial Miller se quedará atrás y delimitará la escena.
Park asintió.
—Asegúrese de que traigan de vuelta a ese oso.
—Está bien —dijo Christie, reuniéndose con ellos y abrochando la radio
a su cinturón al lado de su propia arma—. ¿Ustedes terminaron aquí?
—Ya terminé —dijo Cooper, como si hubiera hecho una mierda, desde
que llegaron aquí. Miró a Park, que ya estaba mirando a Cooper. Sus ojos
parecían un poco más claros que antes. Un color casi amarillento en la luz
rápidamente desvaneciéndose. Cooper se sorprendió de que más personas
no sospecharan la verdad sobre los lobos. Aquí, en lo profundo de un bosque
antiguo, había algo de otro mundo sobre él, casi mágico.
Park parpadeó perezosamente y Cooper se dio cuenta de que había
estado mirando fijamente. Se apresuró a apartar la mirada, sintiéndose
cálido y quisquilloso.
¿Mágico? Cristo. ¿A qué altura estaban?
El regreso a la civilización se sintió más rápido que el viaje de ida.
Quizás porque Christie, ahora menos inclinado a pensar que estaba
cuidando a un par de palurdos, fue un poco más hablador.
60
No creía que los grupos de búsqueda tuvieran oportunidad de
encontrar nada.
—El Bosque Nacional de White Mountain tiene casi ochocientos mil
acres en total. Los cuerpos no se encuentran durante años por aquí —dijo
Christie, un poco demasiado alegre para el gusto de Cooper—. Tan lejos de
un sendero, fue pura casualidad que estos dos fueran encontrados tan
pronto, o que realmente que se encontraran en absoluto. —La implicación
de que un rayo no golpearía dos veces para Gould colgaba en el aire.
—La jefa Brown parece pensar que hay esperanza —dijo Cooper—. Es
mucho terreno, pero mucha gente está contribuyendo.
Christie se encogió de hombros.
—A la gente le gusta sentir que está haciendo algo.
Cooper frunció el ceño. No estaba acostumbrado a ser el optimista.
—Nuestras víctimas no fueron asesinadas aquí y no fueron asesinadas
de inmediato. ¿Hay lugares donde podrían haber sido retenidas sin llamar
la atención en el bosque?
—Definitivamente —dijo Christie—. Las montañas ofrecen muchos
escondites. Intento vigilar la mayoría de las propiedades abandonadas. Pero
hay toneladas de otros lugares. Refugios abandonados creados por
pasajeros. Cuevas naturales. Viejas minas de gemas.
—¿Minas de gemas? —preguntó Cooper. Esa sería una primera vez
para él. Por un breve momento Cooper entretuvo la fantasía de que los
asesinatos eran parte del encubrimiento de contrabando de anillos de
diamantes, estilo 007—. ¿Qué tipo de gemas?
Park lo miró, sonriendo como si hubiera leído su mente.
—No de ese tipo de gemas. Amatista, turmalina. Cuarzo. Berilo. Nada
muy elegante. Algunas todavía están operativas, pero la mayoría han sido
cerradas.
—Así es —estuvo de acuerdo Christie con otra mirada de aprobación a
Park—. Parece saber mucho sobre nuestro pequeño bosque además de ser
un fuerte excursionista, agente Park.
Park se encogió de hombros, la imagen de la modestia. Cooper puso los
ojos en blanco.
Llegaron al auto y Cooper se encontró todavía en el asiento trasero de 61
nuevo mientras Christie y Park continuaban hablando sobre la geografía del
bosque y sobre todo lo ignoraban. Se sentía como un niño de paseo.
—Me gustaría ver las casas de las víctimas —estaba diciendo Park en
el frente. Cooper pensaba que era una buena idea y había estado
considerando hacerlo también.
Por eso estaba perplejo cuando se escuchó decir:
—Negativo. Solo quedan un par de horas de luz del día. Prefiero unirme
al grupo de búsqueda.
—¿Crees que dos hombres más van a hacer la diferencia?
—¿Crees que ir a las casas de las víctimas lo hará? —respondió
Cooper—. Ni Gould ni Bornestein fueron sacados de su propia residencia.
Miller ya tomó declaraciones de la familia y estableció una línea de tiempo.
Los ojos de Park se encontraron con los suyos en el espejo.
—¿Es eso lo que preferirías hacer, agente especial Dayton?
No. Eso no era lo que decía su instinto. Pero era un buen procedimiento
sólido. Y no podía cambiar de opinión ahora sin sonar como un completo
imbécil. Cooper dijo:
—Eso es lo que preferiría que hiciéramos los dos. Apliquemos tus
fuertes habilidades de excursionista con el grupo de búsqueda.
Park ladeó la cabeza.
—Como desees.
Cooper miró por la ventana, pero aún podía sentir la mirada de Park
sobre él en el espejo, la cual ignoró.

Dos horas y media de caminata por las partes pantanosas del bosque
con los grupos de búsqueda dieron como resultado que los vaqueros de
Cooper se empaparan hasta las rodillas en el lodo más maloliente que jamás
haya encontrado y ningún rastro de Gould. Afortunadamente, Park había
sido puesto en un grupo diferente al de Cooper y él pudo evitar cualquier
mirada de “te lo dije”. No es que Park pareciera del tipo de regodearse. O
como alguien que se regodearía sobre no encontrar un joven desaparecido,
de todos modos. Pero la actitud perpetuamente imperturbable de Park era
igual de molesta.
62
Cuando los grupos de búsqueda regresaron a la base antes del
atardecer, hubo algo de pánico cuando uno de los grupos volvió con un
miembro menos. Vince Medes, un voluntario civil, no se registró.
—¿Es posible que este bastardo lo haya arrebatado justo debajo de
nuestras narices? —dijo el oficial Harris mientras la jefa Brown organizaba
un nuevo grupo de búsqueda, sin civiles esta vez, para regresar al área
donde Medes fue visto por última vez.
—¿Quién más estaba en el grupo de Medes? —preguntó Cooper.
Harris hojeó un portapapeles.
—¿Crees que nuestro tipo podría estar en el grupo de búsqueda? —Le
entregó a Cooper una página de nombres y firmas de quienes habían estado
con Medes. Cooper les echó un vistazo, aunque las posibilidades de que
reconociera un nombre eran escasas o nulas. Se dio cuenta que la mayoría
del grupo habían han sido buscadores civiles, sin embargo. Un lobo local
podría haberse unido fácilmente.
Deseaba que Park estuviera allí para revisar la lista, pero la jefa Brown
había llamado por radio a los grupos que aún estaban fuera, incluido el de
Park y el de Christie, y les había dado instrucciones para que se dirigieran
directamente a la última ubicación conocida de Medes.
—No estoy listo para llegar a ninguna conclusión —dijo Cooper a
Harris—. ¿Sin embargo usted sí cree que estamos buscando a una persona
responsable de la muerte de estos hombres?
Harris lo miró perplejo.
—¿En lugar de qué, agente Dayton?
—Su colega el oficial Miller parece pensar que existe la posibilidad de
que todo esto sean ataques de animales.
Harris sacudió la cabeza y sonrió sombríamente.
—Claro, creo que es un animal. Uno de dos patas. —Se giró para ver a
la jefa Brown dirigiendo pequeños grupos de oficiales y guardabosques
retrocediendo por el sendero. Se les pidió tanto a Cooper como a Harris
quedarse y terminar de registrar a los buscadores que regresaban para
asegurarse de que no hubiera desaparecido nadie más—. Si Medes ha sido
secuestrado, ¿qué espera que eso signifique para Gould?
—Nada bueno.
Afortunadamente, nada más que un tobillo doblado y un mal juicio le
63
había sucedido a Medes, que finalmente regresó colgando entre los hombros
de Park y un policía estatal.
—Se dobló algo y se dio la vuelta para regresar solo. No quería hacer
un escándalo, así que no se lo dijo a nadie —gruñó Christie en explicación
cuando regresaron; su disgusto con la situación era obvio—. Se perdió y
terminó un kilómetro y medio al este de donde se suponía que debía estar.
Qué bueno que su compañero sea tan buen rastreador o hubiera sido una
mierda sin suerte ahora mismo.
—¿Park lo encontró?
Christie gruñó una afirmación, pero fue un poco más suave que antes.
Ya era de noche cuando el grupo de búsqueda secundario había
regresado. Cooper podía distinguir al Medes desaparecido ahora, a tres
metros de distancia. La cara del hombre estaba tensa por el dolor y la
vergüenza, pero había alivio y gratitud obvios allí también mientras Park le
hablaba en voz baja con una expresión calmada y amable. Medes se estaba
relajando lentamente e incluso se rio un par de veces de algo que Park decía.
Suave. Ese era exactamente el tipo de encanto y manipulación que
Cooper había esperado del Trust. Y por eso no podías confiar en ellos. No
porque eran lobos, sino porque eran tan buenos haciendo política y nadie
sabía exactamente lo que tenían en su agenda.
Cooper los observó estrecharse las manos y Park esquivó un abrazo
cuidadosamente antes de pasar a Medes a la jefa Brown y unirse a Cooper,
Christie y Harris.
—Supongo que las felicitaciones están en orden. Christie estaba
hablando muy efusivamente de usted —dijo Harris mientras Park se
acercaba.
Christie miró al oficial mayor con una mirada fría y en blanco. Harris
no pareció darse cuenta y continuó sonriendo agradablemente.
—Esfuerzo grupal —dijo Park casualmente, sus ojos buscando a
Cooper como si él esperaba que dijera algo. ¿O tal vez quería decirle algo él
mismo?
—Claro, usted lideró y el grupo siguió —decía Christie. Su voz, aunque
de ninguna manera era efusiva, se había suavizado un poco en lo que
sonaba, molestamente, como respeto.
—¿Es cazador, agente Park? —dijo Harris. Cooper resopló.
—He hecho un poco rastreo —dijo Park cortésmente.
64
—Más que un poco, parece —dijo Christie.
—Y eso es malditamente bueno. —La jefa Brown se unió a ellos. Se
pasó una mano sobre los ojos exhaustos y se golpeó los lentes, sorprendida
de que estuvieran allí. Se los quitó con el ceño fruncido—. Qué espectáculo
de mierda de día.
—Nada perdido... —dijo Harris.
—Y nada ganado. —Brown rodó los hombros y miró a Cooper
atentamente. Nada perdido era obviamente por la contribución de Park. Se
preguntaba si ella estaba pensando que nada ganado era suyo.
—Demuestra lo fácil que es perderse en estos bosques —dijo Harris.
Christie chupó sus dientes.
—Robbie… Gould no es tan estúpido.
—¿Qué piensan ustedes, agentes? —dijo Brown—. ¿Robert Gould es un
chico perdido en el bosque o tenemos un asesino en serie en Florence?
Cooper miró a Park, quien le devolvió el asentimiento. Corto y sombrío.
Lo que sea que Cooper sentía por Park y sus motivaciones, sabía que en esto
estaban de acuerdo.
—Gould no es un niño. No se fue solo.
Si estaba retenido en algún lugar o ya estaba muerto en un pantano
era solo una cuestión de tiempo.

65
C
ooper se sentó en el bar frunciendo el ceño ante su teléfono. Su
padre había llamado dos veces, Jefferson había enviado un
mensaje de texto preguntando si había habido algún problema
y SAC Santiago había dejado un correo de voz pidiendo una actualización.
3

Quería enviarles un mensaje grupal a todos: No. Simplemente no.


La camarera deslizó su Ensalada de Proteína Pied Piper frente a él.
—¿Puedo conseguirte otra, cariño? —Le hizo señas con la cabeza hacia
su ginebra casi vacía aunque él la había ordenado hacía unos minutos.
—¿Por qué no? Gracias. —Cooper hizo un guiño por hábito y ella le
mostró su hoyuelo. Forzado, calculado. Nada cerca de alcanzar sus ojos, lo
que lo evitó solo lo suficiente para desalentar una conexión pero no una
propina. Ella era bonita, con piernas largas y cabello largo que se
66
balanceaba hacia adelante para cubrir su pecho. Él la había observado
leerlo en el momento en que se sentó. De fuera de la ciudad, en sus treinta
y tantos, insatisfecho con su día, receloso y con energía ansiosa hirviendo
su sangre. Un hombre con algo que demostrar y nadie con quien
demostrarlo. Una apariencia fea y peligrosa. No la culpaba por alejarse de él
con cautela. A él tampoco le parecía atractivo en los hombres.
Cooper intencionalmente suavizó sus ojos y relajó su mandíbula.
—En realidad, no importa. ¿Puedes cambiarme eso por un té helado?
Ella regresó a la cocina y Cooper volvió a estudiar su teléfono. Sin ese
segundo trago no le estaría respondiendo a su padre esta noche.
Especialmente no tan tarde.
Para cuando se registraron en el motel, eran más de las nueve y Cooper
había considerado quedarse en su habitación escasa pero limpia e irse a
dormir. Había sido un día condenadamente largo y si los sueños realmente
fueran la forma en que el cerebro resolvía la mierda, quería comenzar a
soñar lo antes posible. Lamentablemente un día completo había conducido

3 SAC: Special Agent in Charge: Agente Especial a Cargo.


a un estómago vacío. Se suponía que debía comer comidas pequeñas con
frecuencia durante todo el día para permitir que su intestino delgado
acortado absorbiera la cantidad necesaria de nutrientes, pero era difícil de
hacer cuando estaba de viaje. Cooper no quería llamar la atención sobre sí
mismo como débil o, Dios no lo quiera, deteniendo todo para poder comer
algo cuando faltaba un chico. Sus entrañas solo tendrían que lidiar con ello.
Pero ahora, con el estómago adolorido y la cabeza palpitando, Cooper
se había acercado a la calle principal de la ciudad en busca de alimentos a
poca distancia. El Bear’s Den4 había sido el único lugar abierto. Los letreros
de cerveza iluminados en las lúgubres ventanas llamaban como un oasis en
el desierto y su ensalada: un menjunje de arándanos, nueces pecanas,
queso de cabra y espinacas, superó las expectativas. De acuerdo, sus
expectativas habían sido extremadamente bajas. Esperaba que las
expectativas de Santiago fueran igualmente bajas. Esa era la única forma
en que podría impresionarla.
Cooper trabajó en un correo electrónico rápido para su jefa, tratando
de encontrar la mejor manera de decir que no lograron nada sin decir las
palabras “no logramos nada”. Lo que se sintió como progreso a las tres de
la tarde, —las huellas del cuatriciclo y un oso misteriosamente muerto— 67
parecía absurdamente endeble al final del día sin nada más que agregar.
Quizás Park tenía razón y deberían haber ido a las casas de las
víctimas, o establecer una base en la estación y revisar las declaraciones.
La mejor manera de encontrar a Gould, Cooper ahora estaba convencido,
no eran los grupos de búsqueda en el bosque sino averiguar qué conectaba
a las tres víctimas. Elegir unirse a los grupos de búsqueda no había sido
necesariamente un error, pero hacerlo solo para ejercer poder sobre Park
definitivamente lo había sido. Lo había pensado demasiado cuando debería
haber ido con su instinto. Lo que quedaba de eso, de todos modos.
—Tu cabeza está tan metida en tu trasero que te estás ahogando con
tu propio cerebro —era lo que diría su padre. No es que él alguna vez
conociera los detalles, pero era cierto de la misma manera. Cualesquiera
que fueran los problemas que Cooper tenía para hacer equipo con un
miembro del Trust se estaban interponiendo en el camino de ser un buen
agente.
También, contradictoriamente, no tenía nada que ver con Park, quien
no había sido nada más que profesional y probablemente no hubiera querido
ser puesto en este caso más de lo que Cooper lo había querido aquí. Ambos

4 Bear’s Den: La Guarida del Oso.


eran engranajes siendo ordenados de girar. Cooper era el único poniéndose
dramático al respecto.
Park no había discutido con su decisión de unirse al grupo de
búsqueda. Eso se había sentido como una concesión a la autoridad de
Cooper en ese momento, pero ahora estaba empezando a preguntarse si
Park se molestaba en discutir con alguien. No porque pareciera un felpudo,
sino porque había estado más que tranquilo todo el día. Una especie de
persona tipo Zen casi molestamente relajado, que no solo evitaba la
confrontación sino que parecía desinteresado en ello por completo. Aburrido
por eso, incluso. Había algo en ese tipo de autocontrol que simultáneamente
atraía a Cooper y lo hacía querer romperlo.
Pero haz que funcione, había dicho Santiago. Lo había dejado estar. O
había dejado a los lobos estar. El primer día fue un fracaso. Mañana haría
un esfuerzo.
Cooper estaba empezando a responderle a Jefferson cuando escuchó
su nombre siendo llamado.
—¡Agente Dayton! —El oficial Miller se sentó a su lado en la barra—.
Qué coincidencia encontrarle aquí.
68
—Era el único lugar abierto —dijo Cooper, y Miller se rio como si fuera
una broma.
—¿Qué hay de bueno?
Cooper miró su ensalada.
—Esto no es tan malo.
Miller volvió a reírse; de qué, Cooper no tenía idea.
—Quiero decir… no importa, hombre. Mantenga esas cosas verdes lejos
de mí. Soy alérgico.
—¿A las espinacas? —dijo Cooper, desconcertado.
Miller se rio esta vez y Cooper se preguntó si había estado bebiendo de
antemano.
—No, solo a las nueces. —Miller agitó su mano entre ellos y lo que
parecía un brazalete de alerta médica se deslizó por su gruesa muñeca. Él
escaneó la barra como si buscara a alguien. Probablemente a alguien con
quien tener una mejor conversación, pensó Cooper. Decir que no era bueno
para las charlas triviales era un eufemismo.
Miller pidió una cerveza y una hamburguesa y se acomodaron en un
silencio incómodo. Cooper ansiaba levantar su teléfono de nuevo, pero Miller
lo estaba mirando intensamente, como si esperara que tuvieran una
conversación. Cooper deseaba haber ordenado que su comida fuera para
llevar.
—Día largo —dijo. Aburrido, pero Miller se aferró ansiosamente,
asintiendo.
—Día largo y loco. Supongo que debe estar acostumbrado. Debe ver
todo tipo de cosas salvajes con el BSI.
—Se podría decir eso —dijo Cooper, y empujó otro tenedor lleno de su
ensalada en su boca y masticó rápidamente. Cuanto antes terminara, antes
podría estar fuera de aquí y en la cama—. ¿Se obtuvo algo de esas huellas?
—Los técnicos obtuvieron un buen molde de la huella, pero no pudieron
seguirla. Las inundaciones borraron el rastro.
—Park tenía razón de nuevo —murmuró Cooper, más para sí mismo
que para Miller. El pensamiento de que podría necesitar enseñarle a Park
algo sobre escenas del crimen parecía vagamente ridículo ahora—. ¿Qué hay
de ese oso? 69
—¿Qué pasa con eso?
—Bueno, ¿el forense determinó...?
Cooper se interrumpió cuando la camarera le trajo a Miller su cerveza.
Luego miró alrededor del bar incómodamente cuando Miller intentó
coquetear con ella, preguntándole torpemente si tenía algo divertido
planeado para este fin de semana mientras inflaba tanto su pecho que
estuvo a punto de caerse del taburete.
Estaba casi vacío, un poco demasiado oscuro para ser agradable y un
poco demasiado pequeño para ser popular. Aun así, cuando eras el único
lugar abierto en la ciudad, no necesitabas demasiado y había un puñado de
personas terminando comidas y bebidas. Una familia que hablaba entre sí,
una pareja de mediana edad discutiendo, un grupo de adolescentes, todos
con sus teléfonos enviando mensajes de texto, probablemente el uno al otro.
Cooper se preguntó de qué estarían hablando todos. De los cuerpos
descubiertos, ciertamente. Del desaparecido Gould, también. ¿El pueblo
pensaba que los dos estaban conectados? O, como la jefa Brown,
¿esperaban con las manos firmemente sobre sus ojos que esto fuera solo
una fea coincidencia?
La camarera finalmente escapó y Miller se volvió hacia Cooper un poco
avergonzado, encogiéndose de hombros.
—No es fácil conocer gente en un pueblo pequeño.
—Es de Portland, ¿verdad? —dijo Cooper.
Miller parecía complacido de que Cooper hubiera recordado el chisme.
—Me mudé aquí hace un par de años. Es un gran lugar si estás
interesado en la naturaleza. No si estás interesado en tener citas. ¿Tiene a
alguien?
—No —dijo Cooper de modo cortante. Eso no detuvo a Miller. ¿Qué
pasaba con su cara que hacía que la gente pensara que Cooper estaba
interesado en ser amigable? Miller parloteaba sin parar. Aparentemente él
no era el único inmigrante de Florence. De hecho, la mitad del Departamento
de Policía parecía haberse mudado aquí. Harris solo había estado aquí nueve
meses, lo que explicaba por qué no estaba más arriba en el tótem, y Christie
se había mudado aquí desde el oeste hacía menos de cinco años.
¿Por qué? Cooper luchó contra el impulso de preguntar. No es que
Florence no fuera... dulce. Pero no era una oportunidad de oro en cuerpos
policiales. No a menos que tuvieras grandes sueños de dirigir el tráfico 70
peatonal. Pero, entonces, él estaba aquí por un potencial asesino en serie.
La muerte podría suceder en cualquier lugar y generalmente ocurría.
Llegó la hamburguesa de Miller, pidió otra cerveza y Cooper se puso
inquieto. No tenía ganas de hablar sobre el caso, pero no sabía cómo
parlotear. Esa era solo una de las razones por las que nunca habría sido un
buen policía en un pueblo pequeño. Encontrar las palabras correctas era
una lucha para Cooper. Era un firme creyente de que las acciones podían
hablar el doble de alto que las palabras. Si tan solo las otras personas
sintieran lo mismo.
—Entonces ese oso —dijo Cooper desesperadamente, sorprendiendo a
Miller que se ahogó con su papa frita—. ¿Cuál fue la CM5?
—Natural. Sobre todo.
—¿Sobre todo?
—Bueno, las heridas son consistentes con un ataque animal, muy
natural para un oso. —Resopló Miller.

5 CM: Causa de la muerte.


—Park dijo que los osos negros no tenían depredadores. ¿Y qué diablos
estaba haciendo tan cerca del vertedero?
Miller apuntó a Cooper con una patata frita, la cual se dobló
obscenamente.
—Más razones para pensar que hay un animal que no está bien de la
cabeza ahí fuera. Rabioso o algo así. ¿Quién puede decir que lo que sea que
actuó anormalmente y mató a ese oso, no mató también a nuestras dos
víctimas?
—¿En días separados?
—Murieron con días de diferencia. No significa que no fueron atacados
al mismo tiempo. Doe enterró a Bornestein, superficialmente, porque él
mismo resultó herido, y luego murió poco después, incapaz de regresar.
Cooper sacudió la cabeza pero no se molestó en discutir. Era una teoría
estúpida. Posible, pero eso no la hacía menos estúpida. Estaba sorprendido
de que Miller se estuviera apegando a ella con tanta fuerza. Tal vez se había
mudado a Florence para alejarse de la violencia y estaba listo para saltar a
la primera explicación tonta que no exigiera que hicieran ningún trabajo.
O tal vez Cooper solo estaba siendo un imbécil. Estaba demasiado 71
nervioso hoy. Demasiado irritado.
La puerta del bar se abrió y miró por encima del hombro de Miller hacia
el recién llegado.
Park reconoció a Cooper en el mismo momento en que Cooper lo
reconoció a él. Él vaciló en la puerta y, por un momento embarazoso, Cooper
pensó que iba a darse la vuelta y marcharse. Pero dejó que la puerta se
cerrara detrás de él y caminó hacia ellos. Miller se volvió en el último
momento y casi se cae fuera de su taburete cuando encontró a Park
directamente detrás de él.
—Esto es una coincidencia —dijo Cooper.
—No cuando es el único bar abierto después de las diez en Casablanca.
Cooper se rio entre dientes, y al darse cuenta de que estaba haciéndolo,
se detuvo abruptamente.
—¿Te gustaría unirte a nosotros?
—Llamé con antelación y ordené para llevar.
—Inteligente. —Suspiró Cooper, y se dio cuenta de que podría ser
insultante para su compañero de cena. Miller no pareció darse cuenta, pero
los ojos de Park se estrecharon definitivamente con diversión. Era la primera
indicación de que tal vez Park encontraba al joven oficial tan molesto como
lo hacía Cooper. Park era bueno para ocultar sus sentimientos. Cooper se
preguntaba cuáles eran sus sentimientos ocultos sobre él. Probablemente
no muy halagadores.
Cooper sintió que la sonrisa se le escapaba de la cara. Miller bebió
profundamente de su cerveza y buscó a la camarera para pedir una
segunda. Ella ya estaba moviéndose rápidamente hacia ellos.
—Cállate. De ninguna manera. —La camarera rodeó la barra y le dio
una palmada al brazo de Park con un ruido sordo—. ¿El Park perdido de
nuevo en Florence? No lo creo.
—Hola, Jenny.
La camarera, Jenny, ahora tenía una sonrisa legítima en su rostro
mientras besaba la mejilla de Park.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí en verano? Tu familia no está en el
pueblo, ¿verdad?
Cooper miró a Park con curiosidad. Hasta este momento no había
considerado que Park podría tener una familia, esposa e hijos. Simplemente 72
asumió... ¿qué exactamente? Bueno, lo que sea que hubiera pensado, se
había equivocado. Cooper empujó su ensalada inacabada, su apetito había
desaparecido y deseaba haber ido por ese segundo trago.
—No, no. Estoy aquí por cosas de trabajo —dijo Park, señalando a
Cooper y a Miller.
Se inclinó más cerca, y su voz bajó cuando dijo:
—¿Te refieres a Robbie Gould? —Park inclinó la cabeza, ni un sí ni un
no definitivo, pero Jenny se enderezó con una mirada sombría, cruzó los
brazos sobre el pecho y se estremeció—. Pobre niño. Sin embargo, si te
tienen a ti buscando, al menos tiene una oportunidad. Nadie conoce el
bosque mejor que un Park.
Cooper miró a Park por una explicación y fue ignorado.
—¿Lo conocías? ¿A Gould? —preguntó Park.
Jenny se encogió de hombros.
—No diría “conocer”. Solo al estilo Florence. Él venía aquí a beber con
amigos un par de veces a la semana. Venía a beber solo un par de veces a
la semana. —Arqueó una ceja para enfatizar su punto.
Entonces Gould tenía un posible problema con la bebida. Eso
combinaba con lo que Miller había dicho más temprano ese día, e incluso
agregaba un poco de peso a su teoría de que la desaparición de Gould no
estaba relacionada con los demás y que solo se había perdido en alguna
parte. Tal vez por una borrachera.
Cooper miró a Miller esperando una expresión de “te lo dije”, pero Miller
no estaba prestando atención. Tenía una mirada oscura en el rostro y estaba
mirando la interacción entre Park y Jenny de cerca. Molesto por ser
desplazado, probablemente. Ahora que ella estaba realmente contenta de
ver a alguien, era dolorosamente obvio lo desinteresada que había estado en
él antes.
—Agente Park, no sabía que había estado en Florence antes —dijo
Miller abruptamente.
Park parpadeó hacia él e inclinó la cabeza.
—Crecí aquí.
—¿Aquí? ¿En Florence? —preguntó Cooper, aturdido.
Park se encogió de hombros y miró hacia otro lado. ¿Qué, no estaba
seguro ahora? 73
—Principalmente. A las afueras de la ciudad.
Había un tono extraño e informal en su voz. ¿Se suponía que Cooper
tenía que haber sabido eso? Ciertamente se ajustaba a lo que había visto
hasta ahora. Cooper podría imaginar fácilmente a Park creciendo en un
pueblo pequeño como este. El tipo de lugar donde la gente lo conocía y decía
cosas como “Ese chico Park. Buen chico, el condenado”. La facilidad que él
tenía con su propio cuerpo y condición en el mundo, su actitud natural de
hacerse cargo y manejar las cosas. La forma en que parecía tan... intocable.
Todo el pueblo probablemente se había arrodillado a sus pies.
Cooper también había crecido en un pueblo pequeño así. Excepto que
él había sido el niño con el ceño fruncido en el asiento trasero, escuchando
a su padre adorando a la última joven promesa. ¿Por qué no puedes ser más
como él, hijo?
—Me sorprende de que no lo supieras —le dijo Jenny a Miller—. Los
Park son unas de las familias más antiguas de la ciudad.
Oh. Ese tipo de familia. La sorpresa de Cooper se agrió convirtiéndose
en inquietud. Él había sabido que el agente del Trust con el que lo estaban
emparejando estaba familiarizado con algunos de los lobos locales, pero no
se dio cuenta de que “familiarizado” era la abreviatura para malditas
reuniones familiares.
—¿Los Park que viven cerca de Hyde? —preguntó Miller.
—Así es —dijo Park, aunque parecía menos complacido con eso que
incluso Cooper, y Cooper estaba enojado. No podía creer que Park todavía
tuviera familia inmediata en la zona. ¿Y si estaban involucrados? Jefferson
habría dicho que todo era una conspiración, y Cooper tenía que estar de
acuerdo. Haz que funcione, en efecto. Park lo estaba haciendo funcionar
para sí mismo, de acuerdo.
Park lo observaba de cerca.
—Mi familia no está aquí ahora y no ha estado en el pueblo por un
tiempo —le dijo directamente a Cooper, como si estuvieran solos en la
habitación, y luego, después de una pausa, agregó en un tono más
informal—: Siempre pasan los veranos y las vacaciones en Canadá. Pero
volvíamos para la escuela en Florence. Mis sobrinas y sobrinos también lo
hacen ahora.
—¡Hurra, hurra! ¡Florence High presente! —dijo Jenny, y bromeó
bombeando su puño en el aire—. Corrí con su hermana mayor, Camille. 74
Mierda, ella era rápida. Pensaba que de seguro se volvería profesional o algo
así.
Park asintió solemnemente.
—Ella podría haberlo hecho, si no fuera la persona más perezosa que
he conocido —dijo, y Jenny se rio.
—Le diré que dijiste eso, pequeña mierda —dijo ella, empujándolo y
Park se balanceó hacia atrás creíblemente, como si ella no se hubiera
acercado a su hombro—. El mismo hermano pequeño malcriado. No
creerían lo molesto que era este chico en aquel entonces. Siempre tratando
de meter la nariz en todo, consiguiendo que todos jugaran con él, que le
leyeran, que lo llevaran de un lado al otro. Tan niño del medio, Dios mío. Y
luego su pequeño labio se estremecería cuando le decías que se fuera.
Park se aclaró la garganta. Era la primera vez que Cooper lo veía
luciendo claramente incómodo.
—Creo que me estás confundiendo con uno de mis hermanos menores.
—Miró a Cooper tan rápido que pudo haberlo imaginado.
—Nop. Definitivamente eras tú. —Jenny sonrió astutamente—. Por lo
que he escuchado, sigues siendo un adicto en llamar la atención.
Park le dio a Jenny su sonrisa más suave hasta el momento, aunque
Cooper podría jurar que vio algo destellar en sus ojos e hizo que las cicatrices
de su vientre se contrajeran.
—Espero que Cam todavía sea rápida —dijo Park de manera uniforme.
Jenny finalmente alejó a Park para que pagara su comida. Cooper los
observó golpeando sus hombros junto a la caja registradora, obviamente
burlándose del otro cómodamente. ¿Jenny todavía veía al hermano menor
de una vieja amiga de la escuela o… qué? Dio un salto cuando Miller golpeó
un par de billetes sobre la barra.
—Me voy. —Miller se puso de pie, flexionando los hombros, y con una
mirada agria en su rostro, dejó su segunda cerveza intacta.
Cooper también se puso de pie, poco dispuesto a quedarse atrás para
ver a su compañero encantando aún a más lugareños. Miller definitivamente
no quería verlo y ya estaba dirigiéndose hacia la puerta.
—Nos vemos en la mañana, Miller —dijo Cooper, y Miller levantó una
mano nerviosa sobre su hombro en respuesta.
Cooper le dio un par de minutos de ventaja antes de irse también. No
quería quedar atrapado caminando torpemente detrás de Miller por la calle 75
principal.
Park todavía estaba charlando con Jenny, quien se reía y cargaba una
enorme bolsa de comida para llevar con múltiples contenedores de comida.
¿Para ambos? ¿Park se estaba encontrando con alguien más? ¿A esta hora?
Ese podría ser solo un tipo de encuentro. ¿Pero quién sabía cuántos otros
viejos amigos tenía por la ciudad?
Cooper salió del bar sin decir adiós. No quería demorarse y que Park
tuviera que caminar torpemente detrás de él, tampoco. Si Park estuviera
siquiera planeando volver al motel. Echó un vistazo alrededor de la calle
desierta como si el compañero de cena secreto de Park lo estuviera
esperando aquí afuera. Pero todo lo que vio fue unos cuantos autos
estacionados vacíos, incluido un coche patrulla. Miller debía haber seguido
caminando para despejarse la cabeza. El idiota obviamente estaba celoso de
la camarera y Park.
Sí, mientras que tu forma de actuar no es idiota en absoluto.
Cooper se detuvo en seco. No era lo mismo. No estaba celoso, por el
amor de Dios.
De vuelta en su habitación, Cooper se sintió demasiado nervioso para
ir directamente a la cama. Esperó, caminando de un lado al otro detrás de
su cortina cerrada, hasta que vio una sombra alta y ancha pasar su
habitación en el pasillo exterior. Por un momento, la sombra pareció
titubear fuera de su ventana y Cooper contuvo el aliento. Pero la sombra
siguió adelante y Cooper se preguntó si lo había imaginado.
Esperó, observando, pero nadie lo siguió. Park estaba solo.
Cooper se dijo que su alivio se debía a que no quería tener que
confrontar a Park sobre el código de conducta.
Esa mentira lo mantuvo despierto durante horas.

Cooper se bebió los últimos restos de su segundo café y resistió el


impulso de aplastar el frágil vaso de papel en su mano. Había tenido una
noche de sueño insatisfactorio y había sido una mañana igualmente
insatisfactoria leyendo declaraciones y buscando conexiones entre las
víctimas. Cualquier esperanza que hubiera tenido de que la policía local de
76
Florence ya hubiera ensamblando una línea de tiempo clara o una base
sólida de investigación estaba arruinada. A nadie le gustaba hacer papeleo,
pero eso no era excusa para el desorden aquí.
Park, que le había estado frunciendo el ceño a la misma página durante
cinco minutos, no es que Cooper estuviera mirando o algo así, suspiró y
arrojó su carpeta sobre la mesa de conferencias que habían tomado esa
mañana. Ya había buscado a través de los conocidos de Bornestein y Gould
por nombres que reconociera como lobos, en vano. Ni un solo amigo o
conocido en común, lobo o no.
—Creo que deberíamos revisar las casas de las víctimas —dijo Cooper.
Su voz sonaba incómodamente alta después de horas de casi silencio.
Apenas habían dicho seis palabras esa mañana. Cooper, aún inquieto por
el conocimiento de que había varios Park en este pueblo, había estado más
que un poco distante cuando había encontrado a Park metiéndose una
cantidad absurda de carbohidratos en el salón del buffet del motel esa
mañana. Park, ya sea notando el estado de ánimo de Cooper o con su propia
mierda en la que pensar, no había empujado la conversación.
Pero ahora Cooper se sentía extrañamente ansioso por hablar con Park.
Extraño no porque estuviera tan acostumbrado a la compañía y a los
compañeros conversadores: Dios sabía que Jefferson no era una persona
sociable, sino porque generalmente odiaba tener que resolver las cosas
hablando con alguien. Nunca. Pero se estaba cansando de mirar al lobo de
reojo y no saber lo que estaba pasando detrás de esa fachada imperturbable.
No era frecuente que Cooper no pudiera obtener una lectura clara de
alguien.
—¿Qué piensas, ah, de hacer eso?
Park lo miró como si fuera tan desconcertante como los papeles con los
que habían trabajado duro durante las últimas dos horas.
—Pienso que es una buena idea.
Creo que fue mi idea ayer, Cooper completó mentalmente la vacilación
de Park. Él asintió y fue a buscar a la jefa. Sintió a Park siguiéndolo a su
espalda a una distancia ligeramente cautelosa.
Brown tenía el teléfono de su escritorio presionado entre el hombro y
la oreja. Una extensión de mapas cubría su escritorio.
—Tengo que irme. Llámame. Por favor. —La Jefa Brown vaciló y luego
colgó el teléfono. Se veía exhausta, nuevas líneas se extendían como
telarañas alrededor de su boca y su mandíbula dolorosamente tensa—. 77
Bueno, el público nombró oficialmente al asesino “El Degollador del
Pantano” —dijo, y Cooper hizo una mueca—. Díganme que sacaron algo de
las declaraciones.
—Nada concreto. —No podía atreverse a quejarse del estado descuidado
de los archivos—. ¿Algún progreso en la identificación de John Doe?
—No. No hay huellas en el archivo, no hay informes coincidentes de
personas desaparecidas en todo el condado. Demonios, incluso verificamos
los registros dentales a nivel local. Nada.
—El agente Park y yo queremos ver las casas de las víctimas.
—¿La de Bornestein?
—Y la de Gould.
—Robbie Gould vive con su madre... —Brown se detuvo. Sonaba reacia.
¿Qué esperaba que dijera Cooper? ¿Oh, no importa entonces?
Tratar con la familia de una víctima nunca era agradable, pero ese era
el trabajo. Si no fuera un mal momento, el departamento no estaría allí.
Evitar la casa de Gould para ahorrarle la molestia a su madre sería una
locura. ¿La jefa seguía esperando seriamente que los dos no estaban
relacionados? ¿O estaba sucediendo algo más?
Cooper dijo:
—No estaría de más hablar con ella también. Hay algunas lagunas en
la línea de tiempo.
—Si lo cree así. —La jefa suspiró y volvió a levantar su teléfono—.
Delano, envía a Tim a mi oficina, por favor. —Colgó—. El oficial Harris puede
llevarlos allí.
Harris entró en la oficina un momento después. Parecía tan exhausto
como Brown pero aun así sonrió esa misma sonrisa de bulldog.
—Buenos días, muchachos. Jefa, ¿me buscaba?
—Necesito que lleves a los agentes a casa de Gould y Bornestein.
Harris se rascó la cara, áspera con cerdas rubias esta mañana.
—Me estaba dirigiendo al sitio de búsqueda, jefa.
—Necesito que hagas las presentaciones con Kelly. La madre de Gould
—explicó ella.
El rostro normalmente alegre de Harris parecía forzado, sus ojos
cansados. Cooper entendía que era frustrante para un hombre como Harris
que quería estar en primera línea, ser degradado a niñera. Cooper dijo: 78
—Miller puede llevarnos.
—Miller está enfermo esta mañana —dijo Brown.
¿Enfermo? ¿Qué era esto, la escuela secundaria?
—¿Es común en él?
—No. Y es un momento de mierda para comenzar —dijo Brown, e
intercambió una mirada puntiaguda con Harris.
Cooper pensó en lo nervioso que Miller había estado la noche anterior.
Lo rápido que había salido corriendo de allí. Quizás había estado enfermo
más que celoso la noche anterior. También había estado actuando de
manera extraña, apegándose a esas estúpidas teorías, y tomando su cerveza
bastante rápido. No podría haberse reportado enfermo porque estaba de
resaca, ¿o sí?
Con la vida de un joven en juego, era muy irresponsable. Sorprendente
también, dado lo ansioso por impresionar a sus superiores, que Miller había
parecido. Aunque ahora que Cooper lo pensaba, eran esos tipos de personas
quienes hacían los errores más tontos de todos. Como una persona que
quería agradar a los demás en recuperación, él debería saberlo.
Park y Cooper siguieron la camioneta verde oscuro del oficial Harris en
el coche de alquiler por más caminos llenos de baches que gradualmente
dejaron de fingir ser pavimentados y se convirtieron directamente en tierra.
Kyle Bornestein vivía solo en un parque móvil en las afueras del pueblo, por
lo que habían decidido ir primero a la casa de los Gould.
Cooper intentó observar discretamente a Park conduciendo en su
periferia, sin mirarlo directamente.
—Entonces. Familia en la zona. No lo sabía.
Park tarareó.
Cooper empujó.
—¿Y “familia” significa...?
—Lo normal —comenzó Park lentamente, y pareció considerar a Cooper
por un momento—. Mis cinco hermanos y sus respectivas familias, algunas
tías y tíos, mis abuelos.
—¿Qué hay de ti? ¿Tienes tu “respectiva” familia?
79
—No.
—¿Y todos viven juntos?
—Mayormente.
—¿Padres?
Park dudó.
—No —dijo—. Los perdí.
—Lo siento.
Él se encogió de hombros.
—Fue hace años. Todos fuimos criados por mis abuelos.
—Aquí en Florence.
—Según la temporada. Todos están en Canadá ahora. Han estado allí
por más de un mes.
—¿Ya estableciste coartadas? —dijo Cooper, lo que tal vez era injusto
pero estaban tratando con un asesino lobo en serie aquí. Entre los dos, Park
no iba a ser el que tuviera un ojo crítico para investigar a su propia familia.
Park ni siquiera parpadeó. Era como si hubiera estado esperando esto.
—Sí, agente Dayton. Ese fue el plan que todos tramamos juntos. Ellos
asesinarían personas y luego yo solicitaría específicamente que me pusieran
en el caso para que el BSI se asegurara de saber que los Park son hombres
lobo. Nos has atrapado, jefe.
Cooper sonrió a pesar de sí mismo.
—¿Por qué pediste ser puesto en este caso?
—Crecí aquí. No me gustaba la idea de alguien cazando aquí en mi
tierra.
Cooper lo estudió.
—No —dijo—. No te creo.
Park parecía divertido.
—¿Preferirías pensar que solicité este caso porque uno de los miembros
de mi familia es el asesino?
—No, no —dijo Cooper—. Tienes razón. Eso sería estúpido. Y
independientemente de todo lo demás, obviamente no eres estúpido.
—Justo cuando creo que no puedes volverte más dulce, agente especial 80
Cooper Dayton, agregas otra capa de azúcar —dijo Park secamente—.
Dímelo tú entonces, ¿por qué estoy en este caso?
—No sé por qué —dijo Cooper honestamente—. Pero sé que no es
ninguna mierda territorial lobo de nada de cazar en mi tierra.
—¿Oh? No me di cuenta de que enseñaban psicología lobuna en tu
programa de maestría en criminología —dijo Park.
Cooper sintió una breve sacudida de sorpresa porque Park hubiera
examinado sus antecedentes y respondió un poco malhumorado:
—No es necesario conocer la psicología del lobo para notar lo obvio. Tus
abuelos, tus hermanos, tus sobrinas y sobrinos, todos viven aquí juntos o...
—levantó la mano para cortar cualquier protesta—, al otro lado la frontera
por la temporada, lo sé. ¿Múltiples generaciones todas unidas y tú eres el
único a un avión de distancia? No eres parte de tu manada familiar. Por lo
tanto, no tienes... un impulso primitivo de proteger su tierra. —Era un
disparo total en la oscuridad, pero mientras lo decía, Cooper se sentía
seguro de que tenía razón.
Park lo miraba con una expresión curiosa en el rostro.
—¿Qué? —dijo Cooper—: Dime que estoy equivocado.
—No estás equivocado —dijo Park finalmente, y Cooper sonrió,
absurdamente satisfecho con su improvisado análisis—. Eres mucho más
sensible de lo que te gusta fingir ser —continuó Park, y la sonrisa
desapareció de la cara de Cooper.
—¿Qué demonios se supone que significa eso? —¿Sensible? ¿Como en
débil?
—No, no quise decir sensible de esa manera —dijo Park.
—¿De qué manera?
—De cualquier manera que te ponga furioso, Dayton. Me refiero a
sensible como que estás en sintonía con las cosas que te rodean. Pretendes
ser este tipo que actúa primero y piensa después, pero prestas atención.
Tienes una habilidad especial para notar las cosas pequeñas.
Cooper se relajó un poco.
—Leer señales es parte del entrenamiento del FBI. Todos estamos
entrenados para hacerlo.
Park le sonrió. Claramente era una sonrisa que decía “lo que quieras
decirte”.
—No noto tanto —murmuró Cooper, extrañamente cohibido de repente.
81
¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Estaba tan empeñado en discutir con
Park que ni siquiera podía recibir un cumplido?
Cooper trató de cambiar la conversación.
—Ni siquiera sé tu primer nombre.
—¿De verdad? —dijo Park en serio.
Cooper esperó a que dijera algo más. Cuando era obvio que no iba a
decirle su nombre, Cooper murmuró:
—Vete a la mierda. —Miró por la ventana mientras Park se reía. Tenía
una risa agradable, cálida y baja. Cooper se removió en su asiento—. Cristo,
¿qué tan lejos está este lugar? Pensaba que Florence era un pueblo pequeño.
—De población pequeña —dijo Park—. Muchos... —Se detuvo cuando
el teléfono de Cooper vibró. Sheriff Dayton, decía la pantalla. Algunas
personas pensaban que era extraño que él tuviera registrado a su padre así,
pero nunca habían conocido al sheriff. No era cálido y mullido. Cooper lo
dejó sonar y lo guardó en su bolsillo.
—Entonces. Robert Gould. Veintitrés. Vive con su madre soltera.
Trabaja a tiempo parcial haciendo el mantenimiento de senderos para el
Servicio Forestal —dijo Cooper, recitando los hechos esenciales que habían
estado en el perfil de la víctima—. ¿Qué más sabemos sobre él? —Dudó,
recordando algo que Miller había dicho ayer—. ¿Es un lobo?
Park levantó las cejas ante eso.
—¿Gould? No. Ya te lo habría dicho si lo fuera. Sin embargo, es un tipo
grande. Se metió en un montón de, ah, altercados físicos. Era la estrella del
equipo de lucha de Florence High School. Todos pensaban que la lucha libre
era su boleto fuera de aquí, incluido Robert. Él entraba en la colchoneta y
la multitud cantaba: “Ve por el Gould”.
Cooper resopló.
—Eso ni siquiera tiene sentido a menos que estuvieran apoyando a sus
oponentes.
—Y dices que no notas cosas. Con una visión como esa, diría que
estamos cerca de abrir este caso de par en par.
—Estás de buen humor hoy.
—Estás hablador hoy —respondió Park, como si eso lo explicara. Tal
vez lo hacía. Cooper pensó en lo que la camarera, Jenny, había dicho la
noche anterior. Sobre Park siendo un hijo del medio y... lo otro. Se movió en
82
su asiento. ¿Realmente había sido tan distante ayer? Él hizo una mueca.
—Está bien, está bien. Entonces, ¿qué pasó con los sueños de Gould?
¿Su gran boleto fuera de aquí?
—La vida pasó. El boleto de salida no tenía tarifa suficiente para el
mundo grande y malo. Abandonó la escuela. Desilusionado y desamparado,
regresó a casa a vivir con mamá después de un par de años. Bebía mucho.
Tenía muchas peleas. El guardabosques Christie le consiguió un trabajo a
tiempo parcial manteniendo los senderos cerca de un año atrás.
—¿Cómo lo conoció Christie?
—No lo sé. Lo siento.
—Sabías mucho más que yo.
—Él estaba solo un año detrás de uno de mis hermanos. Cuando
escuché el nombre, hice una llamada telefónica. Me contó lo que pudo.
—¿Cuál es el nombre de tu hermano?
—Park. —El lobo parpadeó inocentemente.
—Imbécil —dijo Cooper, pero no pudo evitar sonreír.
Siguieron la camioneta de Harris por un camino corto que conducía a
una pequeña casa blanca. Un SUV grande y destartalado ocupaba la mayor
parte del camino de entrada, y Harris estacionó parcialmente en el jardín
delantero para hacer espacio.
—¿Ese es el auto de la víctima? —preguntó Cooper.
—No, Robert conducía una Yamaha. Aún no la han localizado. Ese debe
ser el transporte de la madre.
Cooper hizo una mueca al pensar en conducir una motocicleta en
carreteras como estas.
—¿Estamos seguros de que Gould y su motocicleta no están en una
zanja en alguna parte?
—Hicieron un rastreo en su teléfono. Fue desactivado a las 2:34 p.m. y
no ha estado encendido desde entonces. Presumiblemente podemos suponer
que Gould fue definitivamente secuestrado alrededor de esa hora.
Salieron del auto y Harris sonrió e hizo señas, la imagen de la alegría,
como si fuera una especie de jodida sorpresa que se encontraran aquí así.
Una variedad de pequeños ángeles de piedra estaban colocados alrededor
de la casa como un guarda. Park los miró con interés mientras el oficial 83
Harris llamaba a la puerta principal. Se abrió de inmediato y una mujer de
mediana edad los miró con ansiedad desde la casa oscura.
—¿Robbie? —dijo.
—Todavía no hay noticias, señora Gould —dijo Harris con una cara de
disculpa. Gracias a Dios, que había disimulado esa sonrisa—. Me gustaría
presentarle a estos caballeros que están ayudando con la investigación de
Robbie. Tienen algunas preguntas para usted.
Cooper notó que Harris no dijo “asistiendo con la búsqueda de Robbie”.
A pesar de su actitud alegre, el hombre no parecía tener más dudas de cómo
iba a resultar esto para Gould que Cooper.
—Señora Gould, mi nombre es agente especial Dayton del BSI y este es
mi colega, el agente Park. ¿Le importa si entramos y le hacemos un par de
preguntas?
La señora Gould asintió y dio un paso atrás para dejarlos entrar a los
tres a la casa. La siguieron por un pasillo estrecho y entraron en una cocina
anticuada pero limpia. La casa olía ligeramente a cigarrillos viejos. Alguien
aquí alguna vez fue fumador, pero ya no.
Mientras sus ojos se adaptaban a la habitación, oscura en comparación
con el exterior, Cooper examinó a la señora Gould. Ella era delgada, muy
delgada y parecía exhausta. Tenía el cabello rubio soso y círculos oscuros
debajo de los ojos que actualmente se veían más rojos que azules. A pesar
del calor húmedo del día, llevaba un suéter grueso sobre su camiseta sin
mangas y todo su cuerpo tenía un ligero pero constante temblor. Tropezó
un poco al sentarse en una de las sillas de la cocina. Cooper no necesitaba
los sentidos mejorados de un lobo para descubrir que Robert heredó su
problema con la bebida de su madre. Por supuesto, si tu único hijo estaba
desaparecido o muerto, probablemente también podrías encontrarlo en
fondo de una botella de vodka.
—Señora Gould, sé que es un momento muy difícil y que ya ha hablado
con la policía sobre esto, pero realmente agradecería que pudiera contarnos
sobre el último día que vio a Robbie.
Se pasó una mano por la cara. Sus nudillos estaban agrietados y rojos.
—Robbie salió de la casa alrededor de las siete de la mañana. Estuvo
trabajando medio día en los senderos. Eso significaba que se suponía que
debía estar de regreso para las dos. Cuando no lo estaba, no me preocupé
demasiado. Sé que estaba planeando preguntarle al guardabosques Christie 84
por turnos adicionales. Pensé... pensé que tal vez Christie se los había dado
y que comenzaba ese mismo día. Cuando él no estaba en casa para las once
de la noche, comencé a asustarme.
—¿Entonces llamó a la policía? —preguntó Cooper.
—No, aun no pensaba que algo estuviera mal. Estaba preocupada de
que hubiera ido al Pumphouse.
—Bar —ofreció Harris—. Un poco fuera de la ciudad, fuera de la ruta
35.
—¿Robbie solía ir al Pumphouse?
—No, nunca —protestó la señora Gould.
Correcto, pensó Cooper.
—¿Por qué le preocupaba que fuera allí esa noche? —preguntó lo más
gentilmente posible.
—No soy estúpida —dijo—. Sé que a Robbie le gusta salir y divertirse.
No digo que no lo haga. Y cuando toma un par de copas, a veces puede
ponerse un poco ruidoso. Cosas típicas de chico. —Su voz se estaba
volviendo seria. Demasiado seria.
—Claro —dijo Cooper. De nuevo, calmante, estando de acuerdo—. Sé
cómo es a esa edad. —A menos que Robbie se emborrachara con vino sobre
sus libros de texto y le hiciera una mamada a su compañero de cuarto
“heterosexual”, Cooper de hecho no sabía cómo se era a esa edad, pero la
señora Gould se relajó un poco.
—Se metió en algunos... desacuerdos. Zarandeos, ya sabe. No me contó
al respecto. No quería que me preocupara. Pero hubo este recientemente.
Hace una semana, Robbie llegó a casa realmente molesto. Yo, ah, lo escuché
hablar al respecto por teléfono.
Nada como un teléfono fijo para escuchar a escondidas, pensó Cooper.
—¿Sabe quién era?
Ella sacudió la cabeza.
—¿En el teléfono? No. Pero mencionó a alguien llamado Sammie. Dijo
que volvería al Pumphouse para convencer a Sammie. Pensé que tal vez era
una chica que le gustaba o algo así y traté de preguntar más, pero Robbie
se enojó. Dijo que era un adulto que no necesitaba que su… —tragó
secamente—… su madre se metiera en sus asuntos. Le hice prometerme
que no iría allí. No más peleas, dije. No más problemas. Me lo prometió. — 85
Un pequeño sonido animal se le escapó.
—¿Tiene alguna idea de cuál es el apellido de Sammie? —La señora
Gould sacudió la cabeza, apretando los labios—. ¿Robbie mencionó alguna
vez a Kyle Bornestein?
—No —dijo—. No lo creo. ¿Kyle es sospechoso?
—No, señora. —Si ella no sabía acerca de los cuerpos encontrados en
el bosque, Cooper no se lo iba a decir—. ¿Qué tal a alguna novia o amigos?
—No tiene una novia estable. No es que no sea lo suficientemente guapo
para eso —añadió apresuradamente—. Muchos de los amigos de Robbie
están en la escuela ahora o se mudaron. Le di al oficial una lista de
nombres... —miró a Harris, quien le sonrió alentador—, pero nadie lo ha
visto. Ni siquiera sabían que él está desaparecido —susurró, y su voz se
quebró.
Eso era suficiente interrogatorio. No obtendrían nada más útil de la
señora Gould. Cooper ya había revisado la lista de amigos de borracheras
de Gould en el archivo que no eran lo suficientemente cercanos como para
ser buenos amigos y eran definitivamente un callejón sin salida. No había
mención de un Sammie o Samantha ahí.
—Eso es muy útil, señora Gould. Gracias. ¿Podríamos echar un vistazo
a la habitación de Robbie?
—Sí, por supuesto. Está…
—Por favor, no se levante. Si solo pudiera decirme qué puerta, puede
quedarse aquí con el oficial Harris. Quizás él pueda ayudarle a recordar más
sobre este Sammie por el que Robbie estaba molesto, ¿de acuerdo? —Miró
a Harris, quien asintió. Park había retomado su mirada cerrada y pensativa.
Pero cuando Cooper se dirigió por el pasillo hacia la habitación, Park lo
siguió.
La habitación de Gould podría haber sido la de un hombre de veintitrés
años o la de un chico de quince años. Carteles rotos colgaban de las paredes:
logotipos de equipos de deportes de Boston y varias motocicletas con
mujeres tetonas vestidas para arriesgar la peor caída de una motocicleta
jamás. La cama no estaba hecha y olía a rancio. Ropa sucia cubría el suelo
en montones, como las malas hierbas.
—Bueno, esto trae recuerdos —dijo Cooper, y Park resopló. Cooper sin
embargo, no había estado bromeando. La habitación de su infancia no había
sido tan diferente de esto, calcetines sucios y damas semidesnudas
incluidas. Cuanto más se volvió claro que no iba a ser el hijo que su padre
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esperaba, más había peleado con eso.
Cooper miró por el armario y la mesita de noche. Al no encontrar nada,
se unió a Park en la cómoda cubierta de trofeos de lucha, cintas y fotos
enmarcadas. Una pancarta casera desteñida con pintura en aerosol dorada
colgaba en la pared sobre eso.
—“Ve por el Gould” —leyó Cooper en voz alta—. Bueno, claramente no
estaba listo para dejar ir los días de gloria.
Park recogió una foto de cinco tipos que estaban sonriendo delante de
una fogata y se la mostró a Cooper. Señaló a un hombre rubio y corpulento
a la izquierda. No atractivo exactamente, pero llamativo en su tamaño.
Enorme, fuerte y risueño.
—Este es Robbie Gould —dijo Park. Señaló al chico que Robbie tenía
en una llave de cabeza amigable. El chico era más delgado que Robbie, pero
también lo eran algunas secuoyas. Tenía la piel marrón oscura, ojos grandes
y, a pesar de estar en un estrangulamiento, parecía estar divirtiéndose aún
más que Robbie—. Ese es Samuel Whittaker.
—¿Crees que él es el Sammie con el que Robbie estaba peleando?
—No lo sé —dijo Park lentamente. Bajó un poco la voz—. Pero el
Pumphouse es un bar de hombres lobo. Y Sam Whittaker... —tocó la sonrisa
en la cara del chico otra vez—, es un hombre lobo.
Cooper aplaudió.
—Ahora estamos llegando a alguna parte.
Park inclinó la cabeza y frunció el ceño, un gesto que Cooper estaba
comenzando rápidamente reconocer como su cara de “Creo que estás
equivocado, pero no perderé el aliento diciéndolo”.
—¿No estás de acuerdo? —dijo Cooper.
Park lo miró con escepticismo.
—¿Importa si estoy de acuerdo?
Cooper hizo una pausa y luchó por encontrar las palabras correctas.
—Debería haber escuchado tu opinión ayer. Así que me gustaría
escuchar lo que piensas ahora. —Eso no lo cubría del todo, pero Cooper no
estaba completamente seguro de por qué le importaba si Park no estaba de
acuerdo. Por supuesto, el tipo no estaba contento de que el camino
condujera a uno de los suyos. Pero lo habían sabido desde que vieron las
fotos de la escena del crimen. Era por eso que el BSI estaba aquí.
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Park abrió la boca para responder cuando Harris entró en la
habitación. Su cara se había endurecido, haciéndolo parecer más un toro
que nunca.
—¿Encontraron a Gould? —adivinó Cooper. Pensó en tener que
caminar de regreso a esa lúgubre cocina y decirle a la señora Gould que su
único hijo estaba muerto y suprimió una ola de náuseas.
—No —dijo Harris—. Tengo que regresar a la estación. Posible persona
desaparecida.
—Mierda. —Cooper miró a Park y vio la misma desesperación que él
sentía—. Otro secuestro no es un buen augurio para Gould.
Harris parecía sorprendido y luego sacudió la cabeza.
—No. Esto no está relacionado.
—¿Cómo puedes saberlo? —preguntó Park.
—La víctima es mujer. Treinta y ocho. No regresó a casa de su turno
tarde del trabajo anoche. Su jefe informa signos obvios de una pelea. —
Harris hizo una mueca—. Víctima diferente, M.O. diferente. Ustedes son los
expertos, pero yo no veo cómo esto podría tener algo que ver con los hombres
muertos.
—No. Probablemente no —estuvo de acuerdo Cooper. Miró a Park—.
En ese caso, creo que tú y yo deberíamos ir a la residencia de Bornestein.
¿Estás bien con eso? —Park asintió—. ¿Y el oficial Harris, nos actualizará si
surge algo que una los casos?
—Correcto —dijo Harris, con cansancio. Pulsó el puente de su nariz
como evitando un dolor de cabeza—. Esta solía ser una buena ciudad. Un
pueblo seguro. Ahora no se puede atrapar a un demonio antes de toparse
con otro. ¿Cuándo fue infestado por el pecado este mundo?
Se despidieron incómodamente de la señora Gould y luego de darles
direcciones y las llaves de la casa de Bornestein, Harris volvió a toda
velocidad hacia la ciudad, dejando surcos muy profundos y lodosos en el
patio delantero de los Gould. Con los pequeños ángeles de piedra esperando,
Cooper no pudo evitar pensar que parecían tumbas cavadas esperando ser
llenadas.
Infestado por el pecado.
Apartó la vista y siguió a Park al interior del auto. 88
—¿Sabes dónde vive Sam Whittaker? —preguntó Cooper una vez que
habían conducido un par de kilómetros en silencio.
—Aproximadamente. Conozco el vecindario —dijo Park—. Podría
averiguarlo desde allí —agregó con una mirada significativa.
Cooper asintió. Tenía que admitir que lo del compañero lobo tenía
ciertas ventajas.
—Quieres localizar a Whittaker después de ir a casa de Bornestein —
dijo Park. No era una pregunta.
—Uh, veamos. ¿Una investigación donde hombres jóvenes están siendo
masticados por lobos y hay un lobo que se sabe que peleó con Gould poco
antes de su desaparición? Por supuesto que quiero tener una maldita charla
con Whittaker.
La forma en que dijo charla sonaba siniestra y amenazante, como si
fuera el policía de un programa de los años setenta hablando sobre cómo
ayudar a un sospechoso a recordar qué sucedió. La mirada evaluativa que
Park le dio dejó en claro que había captado el tono también.
Cooper sintió una punzada de culpa en el estómago. Pero así era como
estaba acostumbrado a hablar sobre un caso. Jefferson siempre decía que
tenían los trabajos más difíciles del mundo. No había precedentes de lo que
estaban haciendo. En terreno virgen, la justicia a veces era un área gris.
Tenía que serlo. Nunca tuvo que pensar en cómo sonaba para un lobo antes.
A veces era difícil recordar que Park era un lobo. Él era simplemente
tan... estable. Controlado. Reservado.
Por supuesto, era obvio lo peligroso que podía ser Park si quisiera. Él
estaba trabajado como el infierno y era casi tan grande como Robbie Gould.
Pero a diferencia de Gould, era un tipo de fuerza relajada y sin esfuerzo.
Cooper supuso que Park era alguien que siempre había sido el tipo más
poderoso de la habitación, siempre lo había sabido y no sentía la necesidad
apremiante de probarlo.
Cooper no tenía envidia de ser un lobo, por supuesto, pero ansiaba ese
tipo de confort en tu propia piel.
Su teléfono volvió a sonar. Sheriff Dayton.
—Eres popular —comentó Park a la ligera—. ¿Quieres atender eso?
Puedo detenerme, si quieres —dijo, ofreciendo privacidad.
No. Cooper realmente no quería atenderlo. Ya sabía de qué se trataba
esto. No estaba listo para tener esta conversación, y ciertamente no estaba 89
interesado en tener esta conversación frente a Park. Pero aparentemente su
padre no podía tomar una indirecta y darse cuenta de que estaba ocupado.
O más probablemente, simplemente no creía que Cooper estuviera ocupado.
—No importa —dijo Cooper bruscamente, y aceptó la llamada—.
Dayton —dijo por teléfono.
—Coop. —La voz de su padre retumbó por el teléfono. La voz que
siempre lo hacía sentir como un niñito flaco de nuevo. Dura e
inquebrantable. Como todo lo demás sobre el sheriff Ed Dayton. Su
liderazgo, sus puntos de vista políticos, su paternidad.
Por supuesto, su padre era un buen hombre que había hecho lo mejor
por sus hijos, y Cooper lo admiraba muchísimo por eso. No pudo haber sido
fácil convertirse en viudo y ser padre soltero de dos chicos menores de
quince años.
Pero tampoco fue fácil ser uno de esos muchachos y, a veces, mientras
había crecido, Cooper se preguntó si la actitud del sheriff de “no se permiten
debilidades” era lo que realmente necesitaba cuando tenía once años y
acababa de perder a su mamá. No tenía sentido detenerse en eso ahora.
Se aclaró la garganta.
—Papá. ¿Cómo estás?
—Bien, hijo, bien. Sin embargo, he estado tratando de ubicarte durante
dos días.
—Lo sé. Estoy en un caso.
—Claro —dijo su padre—. ¿Ya no te dan descansos para tomar un café
entre reuniones?
Cooper contuvo un suspiro. No tenía sentido explicar que no estaba en
reuniones. Desde que había elegido no volver a casa después de la
universidad y en cambio, seguido su maestría y aplicar en el FBI para
trabajar como perfilador, una muestra aparentemente imperdonable de
elitismo, su padre y su hermano parecían creer que él no pertenecía a un
verdadero cuerpo policial. Como si el hecho de que estuviera obligado a tener
al menos un traje ahora significara que debía usarlos todo el tiempo
mientras estaba sentado en salas de juntas hablando de picos del crimen y
bebiendo café expreso. No había ayudado que su descripción de su trabajo
solo se hubiera vuelto más vaga después de unirse al BSI.
—De todos modos, hijo, ¿vendrás a casa para la fiesta de jubilación de
Don el próximo fin de semana? 90
—A menos que surja algo con el trabajo —dijo Cooper, dándose una
salida para más tarde. El amigo más viejo de su padre en la fuerza se
retiraba y había invitado a Cooper a la despedida hacía semanas. No
importaba cuánto odiara ese tipo de eventos, odiaba decirle no a su padre
aún más. Era mejor estar de acuerdo y dar sus excusas el día del evento. Lo
hacía tan a menudo que Cooper a veces se preguntaba si su padre ya lo
esperaba. Sin embargo, esta llamada no era sobre eso.
—Muy bien, solo quería asegurarme. Pensé que podrías quedarte en tu
vieja habitación, a menos que prefieras quedarte en casa de tu hermano.
—Es igual —dijo Cooper con cansancio, mirando por la ventana del
pasajero. Estaban pasando junto a un lago brillante ubicado entre pinos y
acantilados. ¿Qué había sobre el agua de Maine que la hacía parecer helada
sin importar cuán tibio o soleado fuera el día?
—¿Estás pensando en traer a alguien? Nos encantaría conocer a tu
novia. Estoy seguro de que a Don no le importaría un invitado adicional.
Estoy seguro de que él tampoco lo haría, pensó Cooper, recordando al
ruidoso y entrometido Donald.
—Sabes que no estoy viendo a nadie —dijo en su lugar, resistiendo la
urgencia de mirar a Park. Dios, se arrepentía de contestar el teléfono.
—Seguro, seguro. —Su padre se rio entre dientes—. Un chico joven y
guapo como tú. Recuerdo cómo era. No estás viendo a una.
Cooper recordó desagradablemente a la señora Gould hablando de
Robbie. No es que no sea lo suficientemente guapo para eso. Como si
estuviera preocupada de que su hijo no tuviera novia fuera un reflejo directo
de ella. ¿Por qué los padres sienten como que la vida sexual de sus hijos
adultos tiene algo que ver con ellos?
Intentó imaginarse, no por primera vez, diciéndole a su familia que era
gay. Entonces su papá no lo estaría presionando para que llevara a nadie a
casa. No es que así tuviera a alguien que llevar de todos modos.
—Papá, tengo que volver al trabajo, ¿de acuerdo?
—Seguro, seguro. Ya sabes, con Don retirándose, hay una posición
abierta aquí en la fuerza.
Y aquí vamos, pensó Cooper. La verdadera razón por la que su padre
estaba llamando.
—Ya tengo un trabajo. Me gusta mi trabajo —dijo, tratando de hablar
91
en voz baja. Echó un vistazo a Park, cuya expresión estaba en blanco,
parecía que no estaba prestando nada de atención a su conversación. Pero,
¿cómo podría no hacerlo? Estaba en la naturaleza humana. O… lo que sea.
—Por supuesto que sí —dijo su padre—. Pero si te estás aburriendo y
quieres poner tus botas en el suelo...
—No estoy aburrido en el BSI, papá. —Ese sentimiento perdido,
desequilibrado, enfermo no era aburrimiento, ¿verdad?
—Es una buena oportunidad aquí. Podrías trabajar con tu hermano y
conmigo. No estoy lejos de la jubilación yo mismo. Descansaría tranquilo
sabiendo que todavía habría dos Dayton cuidando Jagger Valley cuando me
haya ido.
—Papá…
—Aquí podrías pensar en establecerte, tener una familia. No más viajes.
Una vida buena y estable con...
—Realmente me tengo que ir, papá. ¿Podemos hablar de esto más
tarde? El próximo fin de semana.
Su padre suspiró y Cooper pudo imaginarlo recostándose en su silla de
escritorio, en una oficina muy parecida a la de la jefa Brown, tirando de los
cabellos canosos de su bigote, con rostro decepcionado.
—Por supuesto, Coop. Piénsalo.
Después de colgar, el auto parecía opresivamente silencioso. Cooper
quería decir algo, cualquier cosa para pasar el momento y dejar de pensar
en la conversación telefónica. Para evitar que Park pensara en la
conversación telefónica.
¿Había sonado tan patético como se sentía? Trató de imaginarse a Park
esquivando, evitando y mintiéndole a su propio padre. No era jodidamente
probable.
—Padres, ¿verdad? —dijo débilmente—. Nadie te conoce mejor y nadie
te entiende menos.
Park lo miró por el rabillo del ojo con una mirada extraña, y Cooper
casi se mordió la lengua al darse cuenta de su error.
—Mierda, yo no… eso fue una mierda que decir.
—Está bien —dijo Park. Su rostro permaneció inexpresivo, pero el tono
de su voz, aceptación despectiva, parecía implicar que no era nada menos
92
que lo que esperaba.
—No. No lo está —dijo Cooper con firmeza—. Mi madre murió cuando
yo era un niño, así que... —No sabía a dónde iba con eso. Solo había querido
de repente que Park supiera que no estaba solo. O lo que sea—. Entonces,
quiero decir, sé que no está bien —terminó sin convicción.
Park lo miró de nuevo. Su mirada se suavizó ligeramente y parecía casi
perplejo e inseguro antes de sacudir la cabeza y mirar hacia la carretera.
Después de una pausa incómoda, afortunadamente cambió de tema.
—Entonces... tu padre quiere que sigas sus pasos. —Bueno, al menos
tuvo la decencia de no pretender que no había escuchado nada. Hubiera
sido difícil para un humano no captar la voz reverberante de su padre en el
auto cerrado. Sin importar un lobo.
—Sí, cuerpo policial, tres generaciones. Soy una especie de oveja negra.
—Cooper se echó a reír, luego se detuvo cuando se dio cuenta de lo amargo
que sonaba.
—Todavía estás en un cuerpo de la ley.
—No como ellos, aparentemente.
—¿Sabe él qué es el BSI?
—¿Que es una rama del FBI? Sí. ¿El resto? No. No tenemos permitido
hablar de eso, obviamente.
Park tarareó. Cooper se dio cuenta de que lo hacía mucho. Un profundo
gruñido que era casi una respuesta en sí misma.
—No, no se supone que lo hagas. Pero estoy seguro de que algunos lo
hacen. Con sus seres queridos, de todos modos.
Cooper se encogió de hombros. No lo dudaba. Pero nunca le había dicho
a su padre o a Dean sobre lo que realmente hacía el BSI. Nunca se le había
pasado por la cabeza. Claro, deseaba que lo respetaran más, pero hablarles
de lobos no era la forma efectiva de hacerlo.
—Ellos, mi padre y mi hermano, no querrían saber —dijo.
—¿No? Hubiera pensado que eras un defensor de la divulgación
completa —dijo Park, haciendo referencia al movimiento controvertido de
que los lobos salgan fuera. A todo el público. La idea era que todos tienen
derecho a saber que los hombres lobo vivían entre ellos por su propia
seguridad.
Cooper escuchaba muchos rumores al respecto en la oficina y pensaba
93
que todo sonaba como una receta para el desastre. ¿Por qué pensaría él que
sería partidario de la divulgación completa? Dudaba que la respuesta fuera
halagadora y no estaba seguro de que estuviera dispuesto a preguntar.
—Son el tipo de hombres felices de creer lo que siempre han creído. La
mayoría de la gente lo es. No digo que sea bueno serlo. Pero interrumpir eso
solo desataría el pánico. La gente en pánico hace cosas estúpidas y
violentas. Nadie sería más feliz. O estaría más seguro —agregó.
Park volvía a tener esa expresión ligeramente sorprendida y pensativa,
y Cooper se volvió incómodamente consciente de que sonaba como un puto
Trustee, eligiendo la seguridad de los lobos y el derecho a la privacidad sobre
su propia familia. Era un pensamiento incómodo de tener. Ciertamente no
sabía por qué estaba discutiéndolo con Park de todas las personas. ¿Cómo
habían comenzado a hablar de esto?
—Dime por qué no crees que Sam Whittaker es nuestro hombre.
—No dije eso, ¿o sí? —dijo Park, aceptando fácilmente el cambio
abrupto de tema.
—No. Pero lo estabas pensando. Soy sensible, ¿recuerdas?
Park mostró una rara sonrisa completa. Y la cicatriz en su labio
superior desapareció.
—Simplemente no estoy listo para llegar a ninguna conclusión antes
de encontrar una conexión entre Whittaker y Kyle Bornestein.
Cooper se encogió de hombros otra vez. Estaba seguro de que
encontrarían una conexión entre Whittaker y las otras víctimas pronto.
Finalmente, llegaron al parque móvil y localizaron el remolque de
Bornestein. Era un poco más andrajoso que las otras casas a su alrededor.
No había un pequeño jardín o adornos en el porche para el #32. Cooper tuvo
la clara sensación de que estaban siendo observados cuando metía la llave
en la puerta debajo de la cinta amarilla de la escena del crimen. Miró por
encima del hombro pero no vio a nadie.
—Los vecinos entrometidos siempre serán entrometidos —dijo Park, y
arqueó una ceja para confirmar que estaban siendo observados. Él no
estaba mirando por encima del hombro, pero Cooper supuso que no lo
necesitaría.
Entraron en el remolque y los ojos de Cooper se tomaron un momento
para adaptarse. Entonces vio todos los ojos mirándolo directamente. 94
—Jesús, maldición. —Cooper tropezó hacia atrás y se estrelló contra
un Park muy cálido y sólido.
Park lo estabilizó con una mano en la cadera y encendió la luz del tráiler
con la otra.
—Está bien. Están muertos —dijo.
Cooper se estremeció, lo que podría haber sido una reacción a la voz de
Park lo suficiente cerca como para que le hiciera cosquillas en la oreja, o a
la cantidad de animales embalsamados todos luciendo en varios grados de
horror hacia ellos. No la taxidermia del tipo linda y tierna.
Se dio cuenta de que todavía estaba presionado firmemente contra
Park, espalda contra pecho, culo contra entrepierna. Sintió que la sangre le
subía a la cara y se apartó.
—Lo sé. Simplemente no me gustan… —Los animales muertos, iba a
decir, pero se dio cuenta de lo débil que sonaba—. Las mierdas como esta.
—No muchos lo hacen —dijo Park, mirando a un mapache gruñendo
con vago disgusto—. ¿Nos separamos?
Era una casa de un dormitorio bastante estándar con el dormitorio y
baño a la izquierda, una cocina a la derecha y una sala de estar que ocupaba
la mayor parte de la mitad. Estaba mucho más sucia que la casa de Gould.
Más sucia que el dormitorio de Gould, incluso. Donde no había criaturas
embalsamadas muertas en exhibición, había botas embarradas, cañas de
pescar, ballestas y rifles apilados cuidadosamente en un estuche de armas.
Descargados, gracias a Dios. Cooper revisó cada uno. Florence no
necesitaba más tragedias si podía evitarlo.
Cooper comenzó en el dormitorio. Sábanas de franela, una pila de DVD
porno junto a la cama, un par de latas de cerveza vacías en el piso y, por
supuesto, más animales.
La mayoría eran animales pequeños como zorros, conejos, pájaros, un
par de peces grandes montados en la pared. Pero también había cabezas de
ciervo, y lo que parecía un coyote en la esquina. En opinión de Cooper, la
cantidad de taxidermia había cruzado la línea de un cazador entusiasta al
territorio de Norman Bates6.
Entró en la sala de estar. Ocupando la mayor parte del espacio había
un equipo de levantamiento de pesas caro y de primera línea. Contra la
pared había una cómoda con un estéreo, del tipo viejo sin un enchufe
auxiliar para un mp3. La bandeja de CD estaba vacía. Cooper encendió el
estéreo. Un locutor hablando por radio explotó a través de la habitación. 95
Lo dejó encendido y se sentó en el banco de pesas.
—Soy un hombre de veintiocho años —susurró Cooper, esperando que
la radio fuera lo suficientemente fuerte como para cubrir su voz de Park—.
Vivo solo. No limpio porque no recibo visitas. Pero soy ordenado con lo que
me importa, mis armas. Son importantes para mí. Lo más importante que
tengo aquí. ¿Por qué?
Cooper se recostó en el banco. La piel sintética olía limpia y nueva. Más
como producto químico, menos como sudor seco. Se estiró para envolver
sus manos alrededor de la barra con pesas. Las pesas grandes de treinta y
cinco kilos habían sido dejadas puestas. Setenta kilos en total.
—Entreno en casa. No hay nadie aquí para verme. Porque no soy bueno
con la gente. Soy considerado un solitario. Pero soy bueno cazando. Por
consiguiente las armas, por consiguiente los animales muertos. Trofeos.
Trofeos igual respeto. Necesito estar rodeado de ellos siempre. Porque anhelo
respeto. No lo consigo en ningún otro lado. Eso me haría enojar. Frustrado.

6Norman Bates: es el protagonista de Psicosis. El personaje está basado en el asesino en


serie Ed Gein.
Cooper suspiró y dejó que la voz argumentativa en la radio lo cubriera.
Gritándole a nadie. Algo sobre el cambio. El cambio es malo. ¿Quién está
cambiando nuestro país? Una mujer adusta llamó por teléfono para sugerir
“esas personas”.
Cooper sacudió la cabeza, se levantó y apagó la radio. Y algunas
personas pensaban que la divulgación completa de la existencia de los lobos
era una buena idea. El mundo estaba luchando por proteger a los pueblos
marginados de la ignorancia, el odio y el miedo, así como estaban. ¿Cómo
aceptarían las masas histéricas a los hombres lobo que podrían
legítimamente lastimarlos?
Siguió el desgarrador olor a comida podrida hasta la cocina.
Park estaba parado sobre una pequeña mesa cubierta de correo abierto
con el ceño fruncido en su cara. Cooper se preguntaba si tener sentidos
mejorados alguna vez era realmente una cosa negativa. Si era así, esta
cocina ciertamente podría calificar como un disparador.
—A juzgar por la exhibición abierta de pornografía y la limpieza de las
sábanas, pensaría que Bornestein no tenía compañía tan a menudo. No
pude encontrar nada que lo conectara con Gould. O Whittaker —añadió
Cooper de mala gana. No es que eso probara o refutara una mierda—.
96
¿Tienes algo?
—Parece que Bornestein estuvo un poco en una racha de compra
compulsiva recientemente —dijo Park, tocando el lío de recibos y facturas
en la mesa, la declaración de una tarjeta de crédito en la parte superior.
—¿Alguna señal de que compró un televisor o una computadora?
—Nop. Solo el equipo de gimnasio y mucho equipo de caza. ¿Por qué?
—No pude encontrar ninguno en la casa. Pero tiene DVDs. Eso es raro,
¿no es así?
—Tal vez los miraba en casa de un amigo.
—¿Somos Zorras? ¿Qué tipo de aperitivos sirves con eso?
—¿Puercos en una sábana? —sugirió Park con una cara en blanco.
Cooper puso los ojos en blanco.
—¿Has terminado aquí? —Estaba ansioso por salir, de vuelta al aire
fresco. Todos los ojos ciegos y la muerte glorificada estaban poniéndolo
nervioso.
—¿Algo le molesta, agente Dayton?
—Nop. Solo quiero resolver este caso. E ir casa y abrazar a mi gato muy
vivo.
—Debería haber sabido que eras una persona de gatos.
—¿Por qué, porque no me gustas? —murmuró Cooper cuando Park
salió del tráiler.
Park gritó sobre su hombro:
—Porque eres un imbécil antisocial.
Cooper se rio a pesar de sí mismo. Siguió a Park fuera y cerró con llave
la casa de Bornestein. Cuando se volvió, Park estaba golpeando la casa
frente a la de Bornestein.
Cooper se apresuró para alcanzarlo.
—¿Qué estás haciendo? —siseó.
—Sondeando. —Park parpadeó hacia él con falsa inocencia—. Los
vecinos entrometidos siempre serán entrometidos. ¿Recuerdas?
—Sondear, nosotros ni siquiera...
La puerta se abrió y un hombre de aspecto desaliñado de unos
veintimuchos miró fuera sospechosamente de detrás de la puerta 97
mosquitera.
—¿Qué quieren?
Cooper se sacudió su molestia.
—¿Señor? Mi nombre es agente especial Dayton del BSI, y este es mi
colega, el agente Park. ¿Le importa si le hacemos algunas preguntas sobre
su vecino Kyle Bornestein?
—¿BSI? Sí, claro. ¿Te crees que soy estúpido? ¿Qué demonios es eso?
¿Basura Segura Incorporada? —El hombre cruzó sus brazos peludos.
—Somos una rama del FBI —dijo pacientemente Cooper.
—¿Oh en serio? —El hombre se echó a reír, mirándolo de arriba abajo.
A Cooper le costó no inquietarse. Estaba seguro de que lucía como un
desastre. Había sido una mañana larga bebiendo café malo en la sala de
pruebas sin aire acondicionado, demasiados viajes en automóvil y
examinando el armario acre de Gould. Cristo. Sin importar la cocina de
Bornestein: ¿a qué demonios debía oler para Park ahora? Estúpido
pensamiento.
—Sí, en serio —dijo Cooper enérgicamente.
—Bueno, nunca he oído hablar de ustedes —espetó el hombre, y
comenzó a cerrar la puerta.
—¿Señor Montgomery? —interrumpió Park y el hombre se congeló—.
¿Señor Thomas Montgomery?
—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Pincharon la línea telefónica? ¿Revisaron
mi correo? Eso es un delito federal, que lo sabrían si fueran realmente del
FBI —dijo.
—En absoluto, señor Montgomery. Le prometo que su nombre apareció
por una... ruta diferente.
Cooper levantó una ceja. No tenía idea de qué estaba hablando Park,
pero seguro sonaba siniestro y Montgomery parecía nervioso.
—Ahora, no estamos aquí para dar seguimiento a su negocio de
marihuana de cosecha propia —continuó Park con una voz agradable pero
dominante que de alguna manera sonaba más amenazante que si hubiera
estado gritando—. Simplemente no tenemos tiempo. —Se encogió de
hombros—. Estaremos demasiado ocupados buscando toda la información
que usted nos va a dar. Al menos, creo que lo estaremos —agregó, mirando
entre Montgomery y Cooper con una exagerada expresión de confusión. 98
Era exagerado, casi cursi y tan inesperado que Cooper tuvo que
contener una sonrisa. Para encubrirla, le dio su mejor mueca de policía malo
y cruzó sus brazos sobre su pecho.
—No sé, Park, tengo mucho tiempo libre de repente.
—Uh-oh —dijo Park, con la cara torcida por la preocupación. Cooper
tosió.
—Está bien, está bien. No tienen que ser imbéciles al respecto. ¿Qué es
lo que quieren saber?
—Cuéntenos sobre Kyle Bornestein. ¿Cómo era?
—Era un maldito loco —dijo Montgomery—. Cuando me mudé pensé:
“Bien, genial, aquí hay un tipo de mi edad. Debería ser más tranquilo que la
señora Osteoporosis McGlover al lado”. Uhh, falso.
—¿Qué le hizo pensar que era raro? —preguntó Cooper.
—Amigo, te vi entrar a su casa. ¿Qué demonios crees? Dame jugo de
ciruelas con la señora M. cualquier día por encima de un segundo allá en el
Valle de la Muerte. Y no era solo eso. Él era, no sé, intenso. Sobre todo.
Haciendo pesas a las seis de la mañana. Trabajando fuera. Cazando.
Política. Tomando fotos de jodidas ardillas. Ardillas, hombre. Vamos.
—¿Notó algo diferente en él antes de que desapareciera?
Montgomery se encogió de hombros.
—Uh, ¿quizás se volvió más intenso? Field Start lo despidió hace unos
meses.
—¿Field Start? —preguntó Cooper.
—La tienda de artículos deportivos-barra-equipos. Eso le dio más
tiempo para ser más raro, ¿supongo?
—¿Dijo por qué lo despidieron?
—Según Kyle, los dejó porque tenía algo grande en proceso. No paraba
de decir: “Estoy sentado en una mina”. Sí, claro. Todos saben que fue
despedido por robar mierda. Supongo que su mina de oro necesitaba un
cerco que no pudo permitirse comprar.
—¿Kyle hablaba sobre tener amigos o familiares en el área?
—No lo sé. Un par de tipos con los que cazaba solían venir. Pero creo
que incluso ellos pensaban que era un loco. No he visto a nadie por un
tiempo. No hasta que los policías comenzaron a aparecer de todos modos.
—¿Usted tiene amigos o familiares en la zona? —preguntó Park. 99
—¿Qué carajo? ¿Eso una amenaza? ¿Me está amenazando? —le
preguntó Montgomery a Cooper.
Cooper no estaba seguro de lo que estaba haciendo.
—Responda la pregunta, señor Montgomery. —Olfateó el aire
dramáticamente. No podía oler nada, pero pensó que Park no había estado
mintiendo sobre la hierba.
Montgomery sacudió la cabeza.
—No, no tengo amigos ni familiares en esta zona. O cualquier zona.
Pero la señora M. se daría cuenta si me fuera, así que no tengan ninguna
idea.
—¿Ha ocurrido algo fuera de lo común en su vida recientemente?
¿Alguna pelea o encuentros extraños? ¿Se ha sentido amenazado en
absoluto? —continuó Park.
—¿Además de este encuentro encantador? No.
—¿Kyle alguna vez mencionó a Robbie Gould?
—¿El tipo desaparecido? No, no lo creo.
—¿Y qué hay de Sam Whittaker? —dijo Cooper.
—Nunca escuché de él.
—¿Qué hay de este chico? ¿Ha estado alguna vez por aquí? —Park sacó
la foto que le había enseñado a Cooper en casa de Gould de su bolsillo y
señaló a Whittaker. Las cejas de Cooper se arquearon. Ni siquiera se había
dado cuenta de que Park agarró la foto. El lobo era escurridizo.
—Nop. No lo reconozco.
—Está bien, gracias, señor Montgomery.
—¿Eso es todo?
—Eso es todo.
—Tenga cuidado —dijo Park, y sonrió alegremente.
Comenzaron a caminar de regreso al auto cuando Cooper se giró.
—Solo una cosa más. ¿Alguna vez Bornestein trajo películas para ver
en su casa?
—¿Qué? No. Diablos, no.
—¿Tal vez él pidió prestado su computadora entonces?
—De ninguna manera. Te dije que no éramos amigos. Además, él tenía
la suya.
100
—¿Su propia computadora? ¿Está seguro?
—Oh sí. Estaba con ella todo el tiempo. La señora M. siempre se
quejaba que él estaba robando su WiFi. Lentificándola. —Hizo un gesto
hacia el tráiler inmediatamente al lado de Bornestein.
—¿Qué le pasó a la computadora?
—Los policías vinieron y se llevaron todo eso. Duh. —Montgomery
frunció el ceño—. ¿Qué dijeron que era el BSI?
—Gracias por su tiempo, señor Montgomery.
—¿Sacaste algo de eso, Columbo7? —murmuró Park cuando llegaron
al coche y salió del parque.
Cooper se encogió de hombros, aún reconstruyéndolo, y, como siempre,
Park no presionó. Se quedaron en silencio. El murmullo y golpeteo del auto
en la calle con baches era el único sonido entre ellos.

7Columbo: es un detective de Los Ángeles que resuelve casos de homicidios, en una serie
estadounidense con el mismo nombre. Se caracteriza por su inigualable voz, su inseparable
gabardina y su estilo detectivesco aparentemente despistado.
Cooper debería estar agradecido por el espacio, o al menos
acostumbrado a él. Tan buen compañero como Jefferson era, él tenía la
tendencia de irse de vez en cuando y dejar a Cooper para ponerse al día.
Pero él y Park habían tenido una sincronización allá atrás. Había sido,
bueno, agradable. El silencio no lo era. Más que eso se dio cuenta de que
tenía curiosidad por escuchar la opinión de Park. Entonces tal vez el tipo
era solo un político para el Trust, pero aun así había hecho algunas buenas
preguntas.
Y tenía una forma de manejar a la gente. Ganándose a Christie,
calmando a los perdidos locales del grupo de búsqueda, bromeando con
Jenny. Incluso mientras hacía que Montgomery hablara con ellos había sido
encantador, en cierto modo. Park parecía ser capaz de leer a la gente y
meterse en el papel que esperaban. Siendo lo que la gente esperaba, los
hacía más propensos a relajar la guardia a su alrededor. Eso no era un mal
rasgo en un agente. O compañero.
Cooper frunció el ceño ante eso. ¿Y si Park también lo estaba haciendo
con él? Jugando el papel que pensaba que Cooper quería ver. Pero rechazó
la preocupación. Park estaba lejos de lo que Cooper esperaba. Y Cooper no
se estaba poniendo cómodo con él... solo estaba tratando de hacerlo 101
funcionar, como dijo Santiago.
Se aclaró la garganta.
—Entonces. ¿Qué era todo eso sobre tener familia y amigos en la zona?
Park ladeó la cabeza.
—¿Por qué crees que nuestro sospechoso tomó a Bornestein y no a
Montgomery?
—¿Qué quieres decir?
—Todo lo que hemos encontrado hasta ahora indica que nuestras dos
víctimas, Gould y Bornestein, no se conocían, ¿verdad? ¿En cuyo caso dirías
probablemente estamos buscando un asesino en serie?
—Se ve de esa manera —admitió Cooper. Los asesinos en serie eran
mucho más raros de lo que la televisión los hacía parecer, pero sin enlaces
o superposición de conocidos de las víctimas hasta ahora, era una teoría
que necesitaba ser considerada.
—Lo único que las víctimas tienen en común es que todos son hombres
en su veintes —continuó Park—. Montgomery también es un hombre de
unos veinte años, y tiene mucho menos riesgo que Kyle Bornestein.
Bornestein era extraño, pero tenía algunos amigos. Incluso iba a cazar con
un oficial de policía que notó cuando desapareció. Montgomery no tiene eso.
Bornestein está obsesionado con mantenerse en forma y su casa está repleta
de armas que sabe usar para defenderse. Montgomery pasa sesenta y cinco
kilos, como mucho y es un porrero. Si estás buscando una víctima
masculina adulta joven, ¿por qué Kyle y no el más vulnerable Montgomery?
¿Qué tiene Bornestein que lo convierte en el tipo de nuestro sospechoso?
—Quizás en este caso no ser vulnerable sea parte de la victimología —
sugirió Cooper, recordando su teoría de los machos alfa. Inmediatamente se
sintió estúpido por decirlo, pero Park lo miraba con ávido interés.
—Continúa —dijo Park.
—Solo que si Bornestein y Gould tienen algo más en común, es que los
dos son luchadores de alguna manera. El informe del forense indica que
nuestro John Doe estaba en condición física máxima también. Tal vez eso
es importante para nuestro sospechoso.
—Así que estás de acuerdo en que estos no son crímenes personales.
Tenemos un asesino en serie cazando hombres aptos que pueden
defenderse.
—Eso no descarta a Sam Whittaker —argumentó Cooper—. Puede 102
haber sido personal con Gould y los demás eran solo sustitutos de su ira.
Todavía quiero hablar con él esta noche.
Park sorprendió a Cooper al aceptar.
Condujeron en silencio hasta que Cooper dijo:
—Lo que hiciste allí, haciendo hablar a Montgomery... —Hizo una
pausa—. Fue... ya sabes. Me alegro de que haya funcionado. Supongo que,
ah, ¿olisqueaste la hierba?
Park asintió.
—¿Pero cómo descubriste su nombre? ¿Súper audición? ¿Estaba
hablando por teléfono o algo así?
—No, en realidad eché un vistazo a su buzón —admitió Park
tímidamente. Y luego, un poco preocupado, agregó—: Quiero decir, solo es
un crimen si abres el correo, ¿verdad?
Cooper seguía sonriendo cuando llegaron a la casa de Whittaker.
Sam Whittaker no estaba en casa. Park lo dijo tan pronto como
llegaron, y después de tocar el timbre sin respuesta por un par de minutos,
Cooper estuvo de acuerdo y regresó al auto con Park para esperar. Habían
encontrado su pequeño bungaló con bastante facilidad al final de una
pequeña calle tranquila, aunque Park no hizo el rastreo poniendo la nariz
en la tierra que Cooper había estado esperando. Simplemente como que
respiró hondo y miró a su alrededor como si tratara de ubicar a un amigo
en una habitación abarrotada. Cooper se sentía estúpido por esperar algo
más. Casi había estado esperando que Park se transformara. Era muy raro
que los lobos cambiaran mientras los agentes los perseguían, lo que
probablemente era parte de la razón por la que Siracusa se había convertido
en un desastre.
Cooper se preguntaba por qué no cambiaban más a menudo. ¿Dolía?
¿Había algún tipo de regla en su contra? Pensó en preguntarle a Park, pero
cortó eso de raíz. Parecía demasiado... personal. Ya había hablado mucho
más sobre sí mismo de lo que había planeado. Mantén la conversación sobre
el caso y tu cabeza en el juego.
Cooper se dio cuenta de que Harris no había llamado por teléfono para
actualizarlos sobre la mujer desaparecida. No es que hubiera prometido que
lo haría, pero en un pueblo de este tamaño y con una serie de delitos tan
poco claros, era bueno no descartar nada como irrelevante sin importar lo
improbable que pareciera que estuvieran conectados.
—Voy a dar un paseo por el perímetro —dijo Park, abriendo la puerta 103
del lado del conductor y saliendo. Los sonidos de la tarde se derramaron
dentro del auto. Grillos y pájaros hablando mierda unos con otros al máximo
volumen. El tira y afloja del depredador y la presa dondequiera que miraras.
Park se inclinó dentro del auto—. ¿Te gustaría venir?
Cooper sacudió la cabeza.
—Voy a llamar a Harris sobre esa mujer desaparecida. —Hizo una
pausa—. A menos que creas… ¿necesitas respaldo?
Park sonrió un poco irónicamente.
—No. No lo hago. —Cerró la puerta y caminó alrededor del frente del
auto.
—Bueno, discúlpame por respirar —murmuró Cooper para sí mismo, y
vio a Park sonreír como si lo hubiera escuchado. Quizás lo hizo.
Cooper marcó a Harris. Cuando sonó el teléfono, vio a Park deambular
por la acera hacia la casa de Whittaker, con las manos metidas en los
bolsillos, casual como era posible. Cooper casi esperaba verlo comenzar a
silbar.
El oficial finalmente contestó, con voz ronca y tensa.
—Harris.
—Oficial Harris, soy Dayton.
—Agente Dayton. —La voz de Harris se aligeró y se relajó—. ¿Sucede
algo malo?
—No. Solo estamos esperando una pista. ¿Cuál es la historia con la
persona desaparecida?
—La camarera no recogió a su hijo de la niñera anoche. Cuando su jefe
apareció para abrir el bar esta tarde, descubrió que nunca había cerrado
con llave. Había señales de una lucha en la escena.
—¿Alguna posible conexión con nuestro caso?
Harris vaciló.
—Todavía estamos investigando eso.
Cooper miró su reloj y frunció el ceño.
—¿Todavía?
—Créame, lo sé —se lamentó Harris—. Pero con los grupos de
búsqueda y Miller de baja, hemos estado un poco cortos de personal aquí.
No tenemos los recursos que ustedes tienen en Washington. 104
Park reapareció al otro lado de la casa de Whittaker y se detuvo en la
esquina de la calle.
—Bueno. Entonces, ¿por qué la niñera no denunció su desaparición
anoche?
—Su turno terminó después de la 1 a.m. Para no despertar al niño, la
niñera dijo que no era anormal que mamá viniera a recogerlo por la mañana.
—¿Después de la una? No pensé que nada en este pueblo estuviera
abierto tan tarde.
Harris se echó a reír.
—No lo están. El Bear’s Den es la excepción a esa regla.
Las tripas de Cooper se tensaron desagradablemente.
—¿El Bear’s Den?
—Sí, ahí es donde trabajaba nuestra camarera. Una especie de bar con
comida.
—¿Cuál es su nombre?
—Jennifer Eagler.
—Mierda —dijo Cooper. Jenny. La camarera del bar de anoche. La
amiga de Park.
—¿Qué, la conoce?
—Conozco a alguien que sí.

105
H
abía múltiples formas de abordar esto de manera sensible e
inteligente si Cooper pensaba en ello. No lo pensó.
—¿Cuál es exactamente tu relación con Jennifer Eagler?
Park, que acababa de regresar al auto, se congeló y miró a Cooper, su
cara cuidadosamente en blanco.
—¿Jenny?
—La camarera del bar de anoche. Ustedes dos parecían muy amistosos.
—¿Y? —Los ojos de Park se endurecieron ligeramente.
—Te quedaste en el bar más tarde que Miller y yo.
—Saliste corriendo de allí como si temieras que te pidiera sentarme 106
contigo en la mesa de los niños.
—Recogiste suficiente comida para dos personas.
Las cejas de Park se arquearon.
—Realmente no estás ayudando a este ambiente con vibras de chica
mala que estoy recibiendo…
—¿Estuviste solo anoche?
—¿Celoso?
Cooper inhaló tan rápido que casi se atragantó con la lengua.
—¿Por qué demonios estaría celoso? ¿Estuvo Jennifer Eagler contigo
anoche? —continuó antes de que Park pudiera responder eso.
—No, claro que no. —Park frunció el ceño—. ¿De dónde viene esto?
—Park… —Cooper respiró hondo y sacudió la cabeza.
El soñoliento sol caía más bajo en el cielo y el lado derecho de la cara
de Park de repente se destacaba con una luz naranja tan brillante que
parecía una llama abierta. Mentiroso, mentiroso, te arde la cara.
Excepto que Park no había sido más que franco con él desde el
principio.
Cooper todavía no podía mover su boca.
—Mira, iré primero. —Park levantó las manos con las palmas hacia
afuera—. Escuchaste que Jenny fue a la secundaria con mi hermana. Somos
amigos. No muy cercanos, solo amistosos. Dejé el bar a las diez, quince
minutos después de ti. Pasé la noche solo. Tenía mucha comida porque...
bueno, como mucho. —Park hizo una mueca—. Y sí, antes de que preguntes,
eso es una cosa de hombres lobo. Esas son mis cartas sobre la mesa porque
confío en que hay una razón detrás de esto. —Park esperó. Cooper notó que
no dijo porque confío en ti. Lo suficientemente justo. Él tampoco confiaba en
Park.
Pero tampoco creía que Park tuviera nada que ver con lo que sucedió.
Y no solo porque Cooper se había sentado junto a la ventana de su motel
observando a Park regresar poco después de él solo. No es que fuera a
admitir eso.
—Jennifer Eagler está desaparecida. ¿La llamada que recibió Harris
esta tarde? Era ella. Nunca llegó a casa anoche.
La expresión de Park se congeló y endureció, como si alguien hubiera
vertido resina sobre él. Sus ojos se desenfocaron, mirando fijamente algo
que Cooper no podía. Sus manos, grandes y poderosas, se cerraron en
107
puños en su regazo, los nudillos tan blancos que los huesos parecían haber
atravesado la piel. Era aterrador y tan impropio del plácido Park habitual al
que se había acostumbrado, Cooper resistió el impulso de alejarse y cubrir
las cicatrices repentinamente hormigueantes en su estómago.
—¿Park? —dijo Cooper con cautela.
—¿Quién? —dijo Park. Su voz era rígida y gruesa.
Podría haber estado preguntando varias cosas, así que Cooper
respondió a todas ellas.
—No tienen pistas. Su jefe descubrió que el bar nunca había sido
cerrado anoche y lo reportó. Harris no ha podido encontrar una conexión a
nuestro caso todavía.
Park asintió.
—En este punto, no parece probable que ella sea otra víctima de
nuestro sospechoso. —Si eso era algo bueno o malo no estaba claro. Por un
lado, ella no había sido secuestrada por un asesino en serie lobo que
mantenía y torturaba a sus víctimas antes de destrozarlas. Por otro lado,
ella era una mujer desaparecida consistentemente expuesta a una buena
cantidad de idiotas borrachos. Había más de un tipo de maldad en el mundo.
Por supuesto, había una tercera posibilidad. Ella había desaparecido
después de hablar con ellos sobre el caso. Era amiga de Park. Pudo haber
huido voluntariamente. Podría ser la sospechosa.
No había nada que descartara a una mujer asesina. El único requisito
era que estaban buscando un hombre lobo. Los asesinos en serie eran casi
unánimemente varones, así lo había asumido Cooper, pero no tenía idea de
si esa dinámica era cierta entre los lobos. Jenny podría ser la asesina y
cuando descubrió que Park estaba en la ciudad, había huido corriendo por
ello.
Ella había dicho que Gould entraba al bar a menudo. Bornestein
parecía del tipo de ir a tomar algunas cervezas allí también.
O ella podría saber quién era el asesino. Como lobo local, ella estaría
familiarizada con los otros lobos de la ciudad. Saber que Park estaba con el
Trust le habría dicho que el asesino que cazaban no era humano. ¿Y si ella
se hubiera dado cuenta de algo, confrontado al sospechoso anoche y hubiera
sido silenciada?
Park interrumpió los pensamientos de Cooper.
—¿Vamos a ir al Bear’s? 108
Él respondió lentamente, con cuidado.
—Harris dijo que no hay nada que ver allí. Creo que haremos más bien
hoy encontrando a Whittaker. —Además, Cooper no quería a Park en la
escena del crimen. Si Jenny estaba involucrada de alguna manera... Bueno,
él se iba a sentar en esa teoría por ahora—. Ni siquiera sabemos con certeza
si fue secuestrada todavía. Si estuviera en algún tipo de problema, podría
haber organizado una pelea ella misma. ¿Cuáles son las posibilidades de
que ella simplemente recogiera y se fuera?
—No hay ninguna posibilidad. No sin su hijo. No tendría razón para
hacerlo.
—Hablando del niño, ¿qué hay del papá? ¿Hay alguna posibilidad de
que sea algo doméstico?
—No. Está fuera de la imagen. Lo ha estado por un tiempo largo.
—¿Ustedes fueron… qué hay de ti y Jenny? ¿Alguna vez fueron pareja?
—¿Qué tiene eso que ver con esto?
No lo hacía. Cooper solo quería saberlo. Dijo:
—Bueno, los celos son el motivo más viejo que hay, obviamente. La
forma en que ella estaba contigo anoche le haría pensar a cualquiera que
ustedes tienen un pasado. —Cooper tuvo que luchar para inventar una
excusa, pero mientras lo decía algo sonaba cierto.
—Nuestra relación nunca ha sido de naturaleza romántica. O sexual —
agregó Park. Inclinó la cabeza y le sonrió un poco extraño a Cooper—. Ella
no es mi tipo.
Está… bien.
—¿Qué hay de...? —Cooper se interrumpió cuando una camioneta se
detuvo frente a la casa de Whittaker y estacionó—. Uno de los nuestros —
murmuró, mirando el color verde familiar y la insignia en el lateral.
La puerta del conductor se abrió y salió una pierna larga y delgada.
—El guardabosques Christie —dijo Park—. ¿Nos estará buscando? —
Se movió para abrir la puerta del auto, y Cooper le puso una mano en el
brazo. Park se quedó quieto al instante.
—No le dije a nadie que estábamos aquí. Christie no nos está buscando.
Observaron a Christie moverse rápidamente hacia la puerta de
Whittaker, hacer una pausa y luego llamar y esperar.
109
—Christie dijo que no conocía a ninguno de los amigos de Gould —dijo
Park—. O enemigos.
—Tal vez él no sabe que se conocían. —Cooper lo dudaba, pero uno de
ellos tenía que mantener un poco de optimismo. En teoría.
Christie volvió a llamar a la puerta.
Cooper comenzó:
—¿Es él…?
—No. No es un hombre lobo. Te lo dije, te lo habría dicho si lo fuera.
Esa es parte de la razón por la que estoy aquí.
Cooper pensó en Jenny y se preguntó si eso era cierto. Christie se
apartó de la puerta y se apresuró a regresar a su camioneta. El motor giró
y el guardabosques se fue.
—¿Conoce a Whittaker por alguna otra razón? O él está jugando al
detective aficionado —pensó Cooper en voz alta.
—¿Por qué?
—¿Culpa por Gould? —Cooper sacudió la cabeza. Sintió que el brazo
de Park se flexionaba bajo su mano y, siendo el detective profesional que
era, se dio cuenta de que todavía estaba aferrándose al brazo de Park.
Se apartó. Sus dedos hormiguearon donde habían tocado el cálido calor
de la piel de Park. Se quedaron en un silencio incómodo, esperando a
Whittaker mientras el sol se deslizaba detrás de los árboles y las sombras
se profundizaban, reduciendo el espacio en el coche. Algo sobre la oscuridad
hacía que los sonidos de sus respiraciones superpuestas fueran más
fuertes. Sin querer, Cooper se dio cuenta de que había sincronizado su
respiración con la de Park. La sostenía dentro, y luego exhalaba
ruidosamente cuando no podía aguantar más. Podía sentir que Park lo
miraba y tuvo que evitar retorcerse hacia otro lado. O peor, retorcerse hacia
él. De cualquier manera, Cooper estaba ansioso por moverse, su piel se
sentía demasiado tensa.
Cooper solo estaba considerando sugerir tomar turnos en la casa de
Whittaker cuando Park dijo:
—¿Deberíamos ir al Pumphouse?
—¿A tomar una copa? —tartamudeó Cooper.
110
Park le dirigió una mirada indescifrable. Lentamente dijo:
—A ver si Whittaker está ahí.
—Cierto. Quiero decir, ¿crees que estaría allí un martes?
—Martes achispado —sugirió Park—. Y no es solo un bar. Hay comida.
No sé tú, pero yo podría matar una hamburguesa. No literalmente, agente
Dayton. —Le guiñó un ojo. Luego su rostro se suavizó y miró a Cooper
pensativo, sacudió la cabeza y dijo—: También es una especie de lugar de
reunión para hombres lobo. Si Sam no está allí, quizás alguien más pueda
decirnos dónde está.
Cooper tragó saliva imaginando entrar en un bar lleno de lobos de todo
el condado. Sería totalmente vulnerable. No pudo evitar pasar su mano
sobre la Taser asegurada a su cinturón.
—No tengas miedo. Yo te protegeré —dijo Park. Sus ojos brillaron con
una risa reprimida, pero su voz era profunda y sincera e hizo algo extraño y
frustrante con el pulso de Cooper.
—No tengo miedo —espetó Cooper—. De hecho, dado tu posible
conflicto de intereses, creo que debería tomar la iniciativa.
Park parpadeó lentamente, lo que Cooper estaba seguro significaba que
estaba pensando algo poco halagador, pero se encogió de hombros y no
discutió.
Así fue como se encontró conduciendo con Park a través de un
estacionamiento con poca luz fuera de la carretera y hacia un edificio
cuadrado bajo de ladrillos. Un signo desvanecido decía Porter’s Pumphouse.
Las luces destinadas a iluminarlo se habían apagado hacía mucho tiempo y
nadie se había molestado en reemplazarlas.
Una peculiar maraña de líneas estaba amontonada en el techo sobre la
puerta. Cooper primero pensó que era una antena anticuada y destrozada.
Pero a medida que se acercaba, las líneas parecían reorganizarse contra el
cielo oscuro para revelar una escultura de metal de la cabeza de un lobo.
Donde se suponía que debía estar el ojo del lobo, un trozo de cuarzo amarillo
sin pulir atrapaba la luz de la luna.
Cooper se estremeció y miró hacia otro lado, con una punzada de
nervios recorriendo su columna vertebral, y un latido agudo comenzó en su
vientre. Nada sobre el edificio le daba la bienvenida a los viajeros. O sabías
venir al Pumphouse o no lo sabías, Park lo había explicado en el camino. En
otras palabras, la presencia de Cooper no pasaría desapercibida. 111
Respiró hondo y empujó la puerta, preparándose para problemas.
No era... lo que esperaba. Aunque en realidad no sabía qué esperar. El
Pumphouse parecía un bar normal. Más agradable por dentro de lo que
implicaba el exterior, tenía mucha luz cálida, música suave, una mesa de
billar en la esquina y un gran televisor de pantalla plana sintonizado con el
juego de los Red Sox. Las robustas mesas y sillas de madera estaban
pobladas por una variedad de personas. Un puñado de personas veía el
juego, una pareja de mediana edad se reía tomando unos aperitivos de
palitos de mozzarella como si estuvieran en una primera cita, y un grupo de
lo que parecían chicos universitarios descansaban alrededor de la mesa de
billar, tomando turnos. Otros grupos estaban dispersos alrededor de los
bordes de la barra. Estaba bastante abarrotado y la sala zumbaba de risas
y tintineos.
El bar no se quedó en silencio cuando entraron. Nadie exigió saber qué
asuntos tenía Cooper allí. Nadie además del camarero ni siquiera miró hacia
ellos.
—¿Todo despejado? —preguntó Park. Su voz llena de risa apenas
contenida.
Cooper cerró la boca y apartó la vista de los ojos burlones del lobo. Se
sentía como un idiota. De nuevo. ¿Todas estas personas eran lobos? Apenas
podía cree que ayer en el avión había estado convencido de que podía
encontrar un lobo merodeando por la ciudad y las posibilidades eran buenas
de que él, o ella, sería el asesino.
Sabía que Florence era atravesada por más lobos que la mayoría de las
ciudades donde había tenido casos pero aun así, Cooper pensó en el sistema
de Jefferson de encontrar el lobo más cercano al crimen y tuvo que
preguntarse, ¿cómo jamás funcionaba eso?
—Tengo ojos puestos en Whittaker. —Park asintió hacia la esquina
trasera de la habitación. Sentado al final de la barra y conversando con un
hombre atractivo en sus cuarenta estaba Sam Whittaker.
Cooper tenía que admitir que actualmente no parecía un asesino en
serie de juerga. Parecía relajado, se estaba riendo mucho y, Cooper se
sorprendió al darse cuenta que parecía estar coqueteando con el tipo mayor
apoyado contra la barra a su lado. Pero las apariencias podían ser
engañosas, como siempre decía Jefferson. Especialmente cuando uno podía
cambiar esa apariencia tan dramáticamente como podían hacerlo los lobos.
Cooper se dirigió hacia el fondo de la habitación y se detuvo justo entre
112
el lobo y el zorro plateado. Podía sentir a Park un poco rezagado, dándole
una clara delantera. Cooper sintió una oleada de aprecio bajo el zumbido de
la ansiedad. Tal vez era una tontería, pero necesitaba recuperar el control.
Había estado cada vez más descentrado desde que se enteró de su
asociación con Park. Tal vez incluso antes que eso.
—¿Sam Whittaker?
Los dos hombres dejaron de hablar, y Whittaker lo miró con una
expresión cortés de alguna manera molesta.
—¿Puedo ayudarte?
—Necesito hacerle un par de preguntas.
—Está bien —dijo Whittaker, y ladeó la cabeza.
—En privado. —Preferiría no alertar a todo el bar de lobos sobre la
presencia de un agente de BSI en la ciudad.
La expresión de Sam cambió de molestia a incredulidad.
—Uh, gracias pero no gracias, hombre. No es que no seas sexy, pero...
—Señor Whittaker, esa no era una de las preguntas —interrumpió
Cooper, molesto por sentir calor en sus mejillas. Con suerte se entendería
como sonrojo por enfado—. Salga fuera conmigo o se arrepentirá de querer
tener esta conversación aquí.
—Oye, amigo. Creo que deberías captar la indirecta. No le interesa
hablar contigo —dijo el tipo mayor, enderezándose para ponerse en la cara
de Cooper.
La mano de Cooper fue a su cinturón e intentó ignorar los viciosos
calambres en su vientre. Realmente no quería sacar su arma, pero no quería
ser atacado por sorpresa tampoco.
—Retroceda, señor.
—¿O qué? —dijo el hombre mayor, inclinándose más cerca, y un
destello dorado, tan rápido que Cooper se preguntó si lo había imaginado,
iluminó sus ojos.
Un gruñido bajo retumbó detrás de Cooper. Más una vibración que el
verdadero sonido. Casi hubiera pensado que era un tren que pasaba a la
distancia, excepto que la mirada del hombre mayor, ahora de un color
avellana regular, se lanzó sobre los hombros de Cooper y luego bajó
rápidamente a lo que incluso Cooper reconoció como un signo de sumisión.
—Park —murmuró el hombre—. Me disculpo. No te olí allí. 113
—Dijo que retrocediera —dijo Park. Bajo, suavemente, pero sin dejar
lugar para argumento. Una orden que no tenía dudas sería obedecida.
Cooper sintió una emoción por su columna vertebral.
—No tenía intención de faltarle el respeto —dijo el tipo mayor con
nerviosismo y se retiró, con la cabeza baja y los ojos apartados, sin darle
una segunda mirada a Whittaker.
Ay.
Los ojos de Whittaker también miraban sumisamente en dirección a
las rodillas de Park, pero aun así se las arregló para exudar molestia porque
su ligue había sido interrumpido.
—Llevemos esta conversación afuera ahora —repitió Cooper. La
pequeña exhibición de mandamás de Park había atraído un par de miradas
curiosas alrededor de la habitación y había una tensión subyacente en las
conversaciones murmuradas.
Whittaker se mordió el labio pero no discutió. Los tres salieron del bar.
—No voy a ir más lejos que esto hasta que alguien me diga qué
demonios está pasando —dijo Whittaker, deteniéndose a unos metros de la
puerta.
El sol había terminado de ponerse y la tenue luz del bar proyectaba
peculiares sombras en el estacionamiento.
—Señor Whittaker, mi nombre es agente especial Dayton del BSI, y este
es…
—Un Park —interrumpió Whittaker—. Sé quién es él. El que va por
libre. No te he visto por aquí en mucho tiempo. ¿Qué quieren conmigo?
—Kyle Bornestein. ¿Cuál es tu relación con él? —dijo Park.
—¿El tipo muerto? Uh, ¿inexistente? Nunca lo conocí. O si lo hice fue
al estilo Florence y no me acuerdo.
Al estilo Florence. La camarera Jenny también había dicho eso. Un
pueblo muy pequeño como para no toparse con alguien, de alguna manera.
Era ideal para una investigación desordenada.
—Parece bastante a la defensiva, señor Whittaker.
—¿Sí? Apuesto a que sí. No me gusta tener al BSI en mis asuntos. ¿Qué
les importa un pueblerino...? —Se interrumpió y miró a Park—. ¿Bornestein
fue cortado?

dijo:
Park asintió, impasible, y luego, anticipando la pregunta de Cooper, 114
—Sí, fue asesinado por un hombre lobo. Como lo fue el John Doe con
el que fue encontrado.
—Mierda. —Sam respiró—. Mierda, mierda. —Estuvo en silencio por
un momento, casi luciendo apenado, y luego su rostro desafiante volvió y
miró con desdén a Cooper—. ¿Y supongo que están tratando de echarme la
culpa? Buena suerte con eso, porque no tuve nada que ver con eso y no
conozco a nadie que lo haya hecho. ¿O no se van a molestar en probarlo?
¿Me van a disparar aquí? —Lanzó sus brazos hacia arriba al estilo mártir,
casi gritando al final.
—No voy a dispararle —espetó Cooper—. Jesús, dije que quería hacerle
algunas preguntas y eso es lo que estoy tratando de hacer. Mantenga su voz
baja. Por favor.
—¿Oh sí? ¿Siempre traes tantas armas para hacer preguntas?
Cooper se movió incómodo. Una pistola y su pistola paralizante
modificada específicamente para derribar hombres lobo se sentía bastante
extremo en este momento frente a este chico delgado y de boca inteligente.
Pero como decía Jefferson, los lobos siempre estaban llevando al menos diez
cuchillos mortales solo en sus manos.
—Es procedimiento de seguridad estándar —murmuró Cooper.
Whittaker resopló.
—Sí, estoy seguro que te sientes realmente inseguro con un puto Park
a tu lado. No me tomes el cabello.
—¿De qué está habl…?
Park lo interrumpió.
—¿Cuándo fue la última vez que viste a Robert Gould?
—¿Robbie? ¿Qué tiene que ver él con nada?
—Contéstame —dijo Park, con algo de grava en su voz.
Whittaker apretó los dientes y dijo:
—Lo vi el sábado. ¿Por qué?
Esa era información nueva. Whittaker había visto a Gould el día que
desapareció.
—¿Dónde y a qué hora exactamente lo vio? —preguntó Cooper.
—Vino por aquí. Tal vez un poco después de la una. ¿Hay algún punto
en que pregunte por qué otra vez? 115
—¿Gould venía al Pumphouse a menudo?
—No. Por supuesto no. —Whittaker miró a Park con una expresión
exasperada como si los dos estuvieran atrapados tratando con Cooper.
Imbécil—. Vino aquí a buscarme. Él sabe que empecé a trabajar el turno del
almuerzo aquí la mayoría de los días. Quería hablar.
—¿Tú trabajas aquí? —preguntó Park, lo que parecía la parte menos
importante de lo que se había dicho en la opinión de Cooper.
—Rudi me dio el trabajo hasta que me recupere —dijo Sam desafiante.
—¿La estás siguiendo a ella ahora?
Whittaker asomó la barbilla.
—Sí. ¿Tienes algún problema con eso?
—Simplemente me resulta interesante —dijo Park casualmente.
Cooper no estaba seguro de lo que estaban hablando, pero viendo que
no encajaba para saber por qué Gould estaba hablando con su principal
sospechoso el día que desapareció, a él no me importó mucho.
—¿Sabe qué me parece interesante? Que Gould viniera aquí solo para
hablar después de que hubieran peleado.
—¿Cómo sabías…? ¿Robbie te dijo que estuvimos peleando? Ese
imbécil. Realmente no fue gran cosa.
Cooper intercambió una mirada confusa con Park.
—Señor Whittaker —dijo Cooper lentamente—. Robert Gould ha estado
desaparecido desde el sábado por la tarde.
La cara de Whittaker se congeló en su lugar, como si hubiera
escuchado la pregunta y ahora estuviera esperando los subtítulos para
averiguar lo que significaba.
—¿Qué quieres decir desaparecido? —dijo suavemente, y aunque
carecía de todo su gruñido y arrogancia adolescente anterior, sonaba más
joven que nunca.
—Robert Gould desapareció el sábado, creemos, contra su voluntad. El
último lugar donde fue reportado visto fue trabajando en los senderos del
bosque. Hasta usted.
Cooper dejó que esa implicación fuera asimilada. Un automóvil que se
movía lentamente pasó por la carretera y los faros atraparon los ojos de
Whittaker, reflejando el resplandor inhumanamente. Casi antes de que
Cooper lo registrara, la luz se aclaró y los ojos del lobo volvieron a ser cálidos, 116
marrones y asustados.
—No sabía que estaba desaparecido —dijo Whittaker finalmente.
—Todos en la ciudad saben que está desaparecido.
—He estado en el norte, al otro lado de la frontera, haciendo recados
para Rudi. Acabo de regresar a la ciudad esta tarde.
—Bueno, esa es una coincidencia interesante. Huyendo del país
después de que un hombre es atacado —dijo Cooper.
—¡No estaba huyendo ni una mierda! —gritó Whittaker y luego dio un
paso atrás, pasándose una mano por la cara y respirando pesadamente—.
Le pedí a Rudi que me enviara. Necesitaba algo de tiempo fuera. Cuando no
supe nada de Robbie, pensé que todavía estaba enojado conmigo.
—¿Cuál es su relación con el señor Gould?
—Ambos estábamos en el equipo de lucha libre en la escuela
secundaria. Somos amigos.
—Es curioso, su madre no lo describió de esa manera.
Sam frunció el ceño.
—Sí, ella no lo haría. Me sorprende que incluso recuerde quién soy,
para ser honesto.
Cooper no se molestó en explicar que ella no lo hacía.
—¿Qué le hace decir eso?
—No le gustaba que Robbie y yo fuéramos amigos en la escuela
secundaria. En el último año nos distanciamos. Dejamos de hablar. No nos
mantuvimos en contacto durante los cuatro años que estuve en la
universidad. Regresé el año pasado y comenzamos a pasar el rato de nuevo.
Pero como que pensaba que Robbie no le estaba contando a la señora Gould
al respecto.
—¿Por qué la señora Gould no aprobaba su amistad?
La cara de Whittaker se volvió amarga.
—Diría que Robbie era demasiado viejo para tener mejores amigos…
amigos maricones. Ella pensó que estaba siendo una mala influencia
extraña para su precioso hijo.
—¿Y lo era?
—No —espetó Whittaker, con un toque de gruñido en su voz. Cooper
deseaba no dar un paso atrás—. Robbie no es… no era así. Solo éramos
117
amigos.
—¿Pero usted quería algo más? —adivinó Cooper—. ¿Es por eso que se
distanciaron?
—No. —Sam sacudió la cabeza—. No —repitió, aunque si se lo estaba
negando a ellos o a sí mismo era discutible—. Dejé de luchar al final del
primer año. Conseguía demasiada atención, ya sabes. —Dirigió eso a Park—
. Robbie estaba enojado. Pensaba que estaba guardando secretos. Pensaba
que no confiaba en él. Estúpida mierda adolescente.
—¿Guardaba secretos?
—Amigo. —Whittaker curvó su labio superior y Cooper observó sus
caninos alargarse en colmillos—. Claro. —Su voz salió un poco áspera, y sus
colmillos se retrajeron rápidamente a dientes normales, aunque un poco
puntiagudos, antes de que el pulso de Cooper incluso tuviera tiempo de
acelerarse—. Maldito BSI —agregó Whittaker, mirando deliberadamente el
cinturón de Cooper.
Cooper se dio cuenta de que su mano había volado hacia su arma y
estaba descansando allí. Rápidamente se cruzó de brazos.
—¿Gould no lo sabía? —Park habló—. No estaba informado sobre lobos
—agregó para beneficio de Cooper.
—No, nunca.
—¿Por eso pelearon la semana pasada?
—No. No exactamente. Robbie a veces hacía trabajos extraños por
dinero extra. Paisajismo. Trabajo de granja. Mover muebles. Ese tipo de
mierda. A veces yo lo ayudaba porque… lo que sea, a veces yo ayudaba. De
todos modos, él vino la semana pasada para decir que había conseguido este
nuevo trabajo y que necesitaba mi ayuda. Le dije que no. Se enojó por eso.
—¿Cuál era el trabajo?
—No conocía los detalles. Robbie dijo algo sobre cómo se suponía que
debía mantenerlo en perfil bajo debido a mierda de sindicato o algo así, no
lo sé. Tan pronto como escuché que era junto a la casa de Loco Baker, le
dije que no podía hacerlo. Quería saber por qué. No pude encontrar una
buena razón. Y... nos metimos en ello. —Whittaker hizo una mueca—.
Supongo que la mierda adolescente es crónica.
—No hay nada junto a la casa de Loco Baker. ¿Qué estaría haciendo él
ahí? 118
—Dije que no lo sé, hombre. Robbie solo dijo que era fuera de
Shadepoint Road. Eso está demasiado cerca de la tierra de Baker para mí,
así que dije que no.
—¿Loco Baker? —preguntó Cooper.
Whittaker miró a Park para responder.
—Geoffrey Baker, hombre soltero blanco, en sus cuarenta y pocos, tal
vez. Nacido y criado aquí. Propiedad heredada en el sur de Florence
bordeando el bosque. Es un hombre lobo solitario. Nunca he sido parte de
una manada. Nunca quiso serlo. Tiene una reputación de tener... problemas
territoriales.
—Un lobo con problemas territoriales —repitió Cooper—. Propiedad que
bordea el bosque. Loco Baker. ¿No pensaste que esto podría ser relevante?
Por primera vez desde que lo conoció, Park parecía molesto, y tal vez
un poco avergonzado.
—No lo pensé. “Loco” es una especie de broma. No es como si él fuera
en realidad una amenaza. Solo un tipo solitario y extraño que se mantiene
solo y no le gustan que los niños invadan su propiedad. Solíamos hacer un
juego para ver quién podía acercarse más a la casa de Loco Baker antes de
que saliera furioso y nos persiguiera. Puntos extra si podías enojarlo lo
suficiente como para cambiar.
—Sí, hice lo mismo con mis amigos cuando era chico —dijo Whittaker—
. Nos meábamos encima mientras él estaba aullando detrás de nosotros,
pero todo era diversión y juegos, no había peligro real. Ya sabes, cosas de
niños.
—Claro —dijo Cooper secamente—. Suena como un barril de risas. Si
no hubiera peligro real, ¿por qué no quería ir allí para este trabajo?
—Eso era cuando éramos cachorros. Soy un hombre adulto ahora. Ir
allí podría haber sido interpretado como una amenaza para alguien como
Baker. Él podría estar… a la defensiva. No quería arriesgarme a meterme
con él. Pero no podía explicarle exactamente eso a Robbie.
—Pero no le advirtió que se mantuviera alejado. Tu buen amigo.
—No había nada de lo que advertir. Baker no se sentiría amenazado
por un humano en su territorio. Él se topa con cazadores y excursionistas
todo el tiempo. Lo enojan con seguridad, pero no es como si los lastimara o
lo que sea. Sin embargo, le dije a Robbie que el trabajo sonaba sospechoso
como el infierno. ¿No se lo digas a nadie, mínimos detalles y en el medio de 119
la nada?
—¿Cómo sabe que no fue Baker quien lo contrató?
Whittaker resopló.
—Eso no sonaba como Baker.
—Pero Gould no dijo que no era Baker.
—No, supongo que no.
—Dijo que Gould vino al Pumphouse el sábado por la tarde buscándole.
¿Por qué?
—Dijo que se dirigía al trabajo y trató nuevamente de convencerme de
que me sumara. Dije que no, otra vez. Se fue.
—¿Y dónde estuvo el resto del día? Comenzando con la 1 p.m.
Whittaker lo fulminó con la mirada.
—Estaba aquí. Trabajando. Tomé el turno de la cena y ayudé a cerrar.
No salí de aquí hasta la 1:30 a.m. Dejé la ciudad a la mañana siguiente
alrededor de las ocho.
—¿Alguien puede confirmar eso? —preguntó Cooper.
—Rudi, mi... mi jefa. Una buena cantidad de clientes. Estábamos
abrumados ese día. Un grupo de las manadas de Massachusetts se movían
para cruzar la frontera. Pendejos ruidosos.
—Todos lobos, supongo.
—Sí, ¿y qué?
—Que no confío necesariamente en que su jefe-barra-alfa no le cubra.
Whittaker resopló.
—Rudi nunca lo haría. Pero bien, ¿confías en la jefa Brown? Porque ella
me vio aquí el sábado. ¿O crees que la jefa de policía también me está
cubriendo?
—¿Qué estaba haciendo Brown aquí? —preguntó Park.
—No lo sé. Ella viene mucho por aquí. Pero me vio aquí reventándome
el trasero, así que no me voy a quejar de eso.
—Vamos a comprobar eso —amenazó Cooper.
—Bien. Hazlo.
Cooper buscó en su rostro cualquier duda, pero no la vio.
—¿Conoce a Jennifer Eagler?
120
Whittaker frunció el ceño.
—Sí. Robbie tenía algo por ella. ¿Por qué?
La ceja de Cooper se arqueó. Nada más peligroso que un triángulo
amoroso.
—¿Y qué hay del guardabosques Christie? ¿Lo conoces? —dijo Park.
Whittaker vaciló.
—Es el jefe de Robbie.
—Sí —dijo Cooper con impaciencia—. ¿Qué más?
—¿Qué más qué? Solo he visto al tipo un par de veces. —Whittaker
sonaba a la defensiva. Pero entonces sonaba a la defensiva el noventa y
nueve por ciento de la conversación.
—¿Qué razón tendría para ir a buscarle esta tarde?
Whittaker se burló.
—¿Cómo diablos debería saberlo? Él sabe que Robbie y yo somos
amigos. Una de las únicas personas que lo hace. Tal vez quería decirme que
Robbie estaba... acerca de Robbie antes de que un imbécil como tú lo hiciera.
—Whittaker se volvió hacia Park—. ¿Puedo irme ahora?
Park lo observó por un momento.
—Quédate por la ciudad —dijo finalmente—. Y dile a Rudi que no más
recados para ti por ahora.
Whittaker asintió y retrocedió rápidamente. Se detuvo junto a la puerta
del Pumphouse.
—¿Podría…? Todavía es posible que Robbie esté... bien, ¿verdad?
—Dos cuerpos destrozados en la morgue indican lo contrario —dijo
Cooper. Whittaker parecía pálido. Se apresuró a entrar.
—Eso fue duro —comentó Park.
Cooper sintió una punzada de arrepentimiento y rápidamente la
descartó. Tenías que ser duro. Whittaker era un sospechoso, no un miembro
de la familia. Si a Park no le gustaba, tal vez no estaba hecho para esto.
—Era la verdad.
Subieron al auto y regresaron al motel. Con la forma en que las cosas
habían salido, no se habían asesinado hamburguesas durante el 121
interrogatorio en el Pumphouse y Cooper necesitaba comer. Sus entrañas
no habían dejado de darle calambres todo el tiempo que habían estado
hablando con Whittaker. Este horario no estaba haciendo cosas buenas
para su cuerpo.
¿Debería invitar a Park a cenar? ¿Todo el “ser amable y hacer que este
experimento funcionara sin problemas” se extendía a tener cenas?
Cooper revisó su teléfono. Nunca había contactado a Jefferson la noche
anterior y su compañero había enviado un mensaje de texto por segunda
vez para quejarse. Ya había escuchado sobre la desaparición de Eagler y
quería una actualización sobre eso también. Cooper no sabía si debería
sentirse apoyado o controlado de manera excesiva. Jefferson era un
compañero paciente que nunca había dado ninguna señal de que se
molestara por guiar a Cooper a través de este valiente nuevo mundo de
lobos, pero por mucho que esto fuera un experimento para ver cómo la
asociación con lobos podría funcionar para el BSI, Cooper sentía que
también era una oportunidad para demostrar que estaba listo para tomar
la delantera en un caso él solo.
No es que lo estuviera haciendo tan bien hasta ahora. Por un lado,
acababa de alejarse de un sospechoso principal. Jefferson habría arrestado
a Whittaker en el acto. Era un lobo que admitió haber peleado con la víctima
menos de una hora antes de que desapareciera. ¿Qué más había para saber?
Pero la historia de Loco Baker había confundido a Cooper. Había
demasiados lobos en esta ciudad para atrapar al primero con el que se
cruzara. Tampoco los haría ganar ningún aliado en el departamento
arrastrar a Whittaker a la estación sin una pizca de pruebas. No quería otra
situación como la de Ben Pultz. Él finalmente tenía la oportunidad de
realmente investigar.
Se dio cuenta de que Park lo miraba por el rabillo del ojo.
—¿Qué pasa? —dijo Cooper bruscamente.
—¿Estás bien allí?
—Por supuesto. Solo pensaba.
—Bueno, tienes la cara de pensar más enojada que he visto jamás. —
Park rio suavemente—. ¿Quieres compartir con la clase?
Sí, ¿cenarías conmigo? Dijo:
—Gracioso. No me das la impresión de ser un gran tipo de mostrar y
contar. 122
Park levantó una ceja.
—Por el contrario, agente Dayton, hay muchas cosas que quiero
mostrarte y contarte.
Cooper se preparó, listo para replicar, pero Park no parecía
amenazante. En tal caso sonaba casi... insinuante. Lo cual era ridículo.
Cooper probablemente estaba proyectando, o Park le estaba tomando el
cabello. Recordándole su encuentro en el metro y qué idiota había sido.
Cooper sacudió la cabeza y cambió de tema.
—Deberíamos comenzar temprano mañana. Me gustaría ir a casa de
Baker lo antes posible.
—Comenzar temprano suena bien para mí.
—Correcto. Y quiero consultar con Brown sobre esa coartada.
—Está bien. ¿De verdad crees que Whittaker es bueno para eso? —dijo
Park dubitativamente—. Parecía genuinamente sorprendido y molesto al
escuchar que está desaparecido. Él obviamente... se preocupa por Gould.
—Podría haberse molestado fácilmente porque los vinculamos. Se
sorprendió que la señora Gould supiera de él. Y en cuanto a preocuparse,
ahí está tu motivo. Tal vez ya no podía soportar su amor no correspondido.
O tal vez no fue no correspondido después de todo. Lo más probable es que
algo salió mal —murmuró Cooper.
—Qué romántico eres. ¿Qué pasa con Bornestein y nuestro John Doe?
¿Estás diciendo que él también estuvo involucrado con ellos?
—No. Pero Gould podría ser su víctima ideal y los demás simplemente
sustitutos para su ira hasta que consiguió al verdadero. Es bastante común
con los asesinos en serie. Lo veía cuando estaba en el FBI.
Park frunció el ceño pero no discutió. Cooper se preguntaba cuál era
su historial. ¿Había tenido alguna experiencia perfilando y cazando asesinos
antes de unirse al Trust? Para el caso, ¿tenía alguna experiencia con eso
mientras trabajaba para el Trust?
Obviamente, la impresión del BSI de los representantes lobo como
políticos, promotores de folletos y gestión de relaciones públicas no era toda
la historia. Park estaba familiarizado con una investigación criminal y no
todo se debía a instintos lobunos.
—Si él es nuestro sospechoso, si —dijo Park—, todo este asunto del
trabajo misterioso es una mentira bastante arriesgada.
—Sí. Pero él podría estar ganando tiempo arrojando nuestras 123
sospechas sobre una persona aún más sospechosa para poder cruzar la
frontera. Le pediré a la jefa Brown que lo vigile.
Parte de Cooper quería darse la vuelta y arrestar a Whittaker ahora
mismo. Meter su culo en la cárcel durante la noche mientras ellos vigilaban
a Baker. Por si acaso. Pero eso sería difícil de explicar a los lugareños. Ellos
no protestarían demasiado si supieran lo que realmente era. Lo que Park
también era, pensó Cooper.
Miró a Park, que parecía inocentemente confundido y mordisqueaba su
grueso labio inferior. Cooper tragó saliva y apartó la vista rápidamente.
—¿Por qué querrías vigilar a Whittaker? —dijo Park.
—En caso de que intente salir disparado.
—No va a huir.
—¿Por qué no? Si él es nuestro asesino, sabe que estamos cerca. No
tomará mucho hablar con Brown y Baker. E incluso si él no es nuestro
asesino, aún podría asustarse. Whittaker no me parece un idiota. Él sabe
que acaba de admitir motivo y oportunidad, y todos sabemos que tiene los
medios.
—No huirá —repitió Park con una convicción que molestó a Cooper.
—Si yo fuera Whittaker, huiría.
—Si Whittaker fuera tú, huiría. Pero no si tú fueras Whittaker.
—¿Qué diablos se supone que significa eso?
Park sacudió la cabeza de una manera tranquilizante. Pero algo sobre
el destello de sus ojos y temblor en sus hombros le dijeron a Cooper que el
lobo lo estaba irritando intencionalmente y le estaba encantando. La cena
no estaba sucediendo ni en broma.
—Estoy diciendo que si fueras tú, como en un humano, podría verlo
huyendo. Pero él es un hombre lobo, así que no lo hará, porque le dije que
no lo hiciera.
Cooper digirió eso.
—Crees que Whittaker no saldrá disparado porque le dijiste que se
siente, se quede quieto y dé la vuelta.
Los labios de Park se torcieron.
—Esencialmente.
—Vaya. No puedo decidir qué es más grande, tu cabeza o tus bolas —
murmuró Cooper, y Park se echó a reír. Cooper se encontró sonriendo un 124
poco en respuesta. Su nube negra de temperamento había pasado tan
rápido como había llegado. Algo sobre Park podría tranquilizarlo en un
instante. Tal vez lo mismo sobre él que podía irritarlo de cero a sesenta igual
de rápido—. ¿De qué se trató eso, de todos modos? —preguntó Cooper.
—¿Qué?
—Ya sabes. El efecto Park. La forma en que reaccionó ese tipo en el
Pumphouse por ti. Y toda la cosa de Whittaker. ¿Qué te hace estar tan
seguro de que él te escuchará?
Park golpeó el volante pensativamente.
—Tengo una familia grande y muy unida —dijo finalmente—. Eso tiene
mucho peso por aquí, entre algunas personas.
Cooper chasqueó los dedos rítmicamente.
—“Cuando eres un Jet, eres un Jet siempre...”.8
Park se rio entre dientes.

8 Cuando eres un Jet, eres un Jet siempre…: Parte de la letra de la canción Jet Song,
perteneciente a la película dramática musical estadounidense West Side Story (conocida
como Amor sin barreras en Hispanoamérica).
—No es así.
—¿No? ¿Entonces no me estás diciendo que los lobos no quieren
meterse contigo porque tu familia es la manada más grande de los
alrededores?
Park sacudió la cabeza, se detuvo, luego asintió y dijo:
—Está bien. Eso es parte de lo que estoy diciendo. —Cooper resopló—.
Pero eso no es todo. Claro, somos muchos, y Dios sabe que cada año salen
más, pero eso no es demasiado raro. Lo que es diferente es que la mayoría
de las familias grandes se dividen en manadas más pequeñas para evitar...
—Se detuvo.
—¿Múltiples alfas? —adivinó Cooper. La política de las manadas era
otra cosa que al Trust no le gustaba reconocer, pero solo tenías que
encontrarte con un par de lobos para darte cuenta de que seguían algún
tipo de mierda de estado estricto.
—Demasiados cocineros en la cocina —respondió Park. Era una
terminología menos animal, pero no un desacuerdo—. De todos modos, la
mía no se separó. Todos aún van juntos, a pesar de que hay más de una
personalidad dominante. Contra viento y marea, lo han hecho funcionar. 125
Después de perder a mis padres, mis abuelos solo se volvieron más
anticuados. Más cercanos. Nos criaron para siempre poner a la familia
primero. Siempre mantenernos juntos. Ese tipo de lealtad hizo que el
nombre Park se hiciera poderoso en ciertos círculos.
—Lealtad de todos menos de ti —reflexionó Cooper en voz alta, y la
mirada de dolor que cruzó la cara de Park le hizo desear poder chupar las
palabras de vuelta a su boca.
La leve condena de Park de antes se le pasó por la cabeza. Eso fue duro.
—Amo a mi familia —dijo Park en voz baja—. No tenemos
resentimientos entre nosotros. Yo solo quería cosas diferentes.
—Seguro —dijo Cooper. Definitivamente había más en esa historia,
pero que lo condenen si iba a indagar sobre ello. No mientras exhibía serios
signos de meter la pata—. Lo entiendo. La gente piensa que porque trabajo
para el departamento que seguí los pasos de mi padre. Pero él no lo ve así.
En el momento en que me fui para obtener mi título, él lo vio como una
traición. —Estaba sorprendido de seguir hablando, y de sí mismo nada
menos.
—La oveja negra —dijo Park.
—Tú también.
—Eh, oveja negra con ropa de lobo —dijo Park, y le guiñó un ojo. Cooper
soltó una risa sorprendida.
Invítalo a cenar. La risa de Cooper terminó abruptamente. Jugueteó con
sus vaqueros mientras conducían en silencio. Buscó algo que decir para
mantener la conversación, con ganas de ver más del Park espontáneo, pero
todo lo que se le ocurrió parecía estúpido. Trillado.
Se detuvieron en el estacionamiento del motel y Park apagó el motor.
En vez de salir, se volvió hacia Cooper. Estaba oscuro excepto por el
resplandor cercano del letrero del motel, que proyectaba una extraña luz
teñida de azul sobre el automóvil. La cara de Park estaba en la sombra y
dificultaba determinar su expresión. Cooper sabía que Park podía verlo
perfectamente bien a pesar de la oscuridad, y esa sensación de ser
observado y no poder verlo hizo que su corazón se acelerara.
Se concentró en organizar sus rasgos en una expresión profesional y
rápidamente lamió sus labios secos.
La sombra que era la cabeza de Park se inclinó hacia un lado.
—Estás nervioso. ¿Por qué? 126
—No, no lo estoy —dijo Cooper rápidamente. Lo enmendó—: Estar en
la oscuridad no es un estado natural para mí.
—¿No? —dijo Park, y Cooper pudo escuchar la sonrisa burlona en su
voz. Park extendió la mano y encendió la luz interior del auto.
¿Eso significaba que iban a estar sentados aquí por un tiempo?
—Oye. Lo siento. Sobre tu amiga Jenny.
Los ojos de Park se abrieron un poco. Estaba sorprendido por eso.
Entonces su habitual fachada neutral estaba de vuelta en su lugar. Cooper
no estaba seguro si Park estaba dejando que su máscara se resbalara más
o si Cooper se estaba volviendo mejor en captar las pequeñas pistas.
—He estado pensando... Whittaker dijo que Robbie sentía algo por
Eagler —dijo Cooper—. Y a Whittaker le gustaba Robbie. Ese podría ser tu
motivo. Evitó decir si la conocía o no. ¿Ella conocía a Baker?
—¿Ahora crees que ella podría ser otra víctima de nuestro sospechoso?
—Es poco probable, pero tal vez. —Decidió no mencionar su teoría
alternativa de que Jenny misma era la sospechosa.
—No estoy seguro si ella los conocía. Jenny conocía a mucha gente.
Podría haber conocido a Whittaker. Es un tipo amigable. —Cooper resopló—
. Salvo esta noche —continuó Park con una sonrisa irónica—. No sé si
alguien realmente conocía a Baker.
—Baker es un lobo solitario —dijo Cooper, repitiendo lo que Park había
dicho antes—. ¿Y Sam Whittaker no solo trabaja para Rudi? Él es... ¿parte
de su manada? —Cooper supuso basándose en las tangentes que había
tomado la conversación. Park asintió—. ¿Por qué te sorprendió eso?
—La familia de Sam ya forma parte de una manada bastante sólida.
Habría asumido que si se hubiera quedado por la ciudad, se habría quedado
con ellos.
—¿Es inusual dejar una manada?
—No diría eso. Pero nunca sucede sin una razón.
—¿Y qué hay de Jenny? ¿De qué manada es parte?
Park parecía perplejo.
—Jenny no es un hombre lobo.
—¿Qué? Oh. Yo... oh. 127
—¿Por qué pensaste que lo era?
Sí, ¿por qué lo había hecho? ¿Porque ella y Park eran amigos? Eso
parecía tan absurdo ahora. Tan… ¿grosero? Tan estúpido. Y Cooper hubiera
preferido empezar a cantar que admitirlo como la razón. Buscó algo más que
decir.
—¿Es eso lo que quisiste decir antes? ¿Cuando dijiste que no era tu
tipo?
Oh. En lo que a avanzar puntos de conversación se refería, eso no era
mucho mejor.
Afortunadamente, Park parecía más desconcertado que ofendido.
—¿Desapruebas las relaciones humanos-hombre lobo, agente Dayton?
—No. Por supuesto no. Yo… eso no es lo que quise decir. Simplemente
no entendía... —Cooper se fue callando, completamente incómodo, y Park
se compadeció de él.
—Ella no es mi tipo porque soy gay.
El silencio era agudo. Vagamente, Cooper se dio cuenta de que tenía la
boca colgando abierta. La cerró rápidamente. Luego la abrió de nuevo para
decir:
—Oh, eso es bueno.
¿Eso es bueno? Buen trabajo, Dayton. Cristo, y ahí iba el mejorar en
recoger las pequeñas pistas. ¿Eso significaba... Park podría realmente haber
estado interesado en él allá en el metro?
Cooper no pudo pensar qué más decir y fue con lo siguiente que
apareció en su cabeza.
—Yo también.
—En serio —dijo Park, aunque no parecía sorprendido. Si algo él
parecía era estar conteniendo la risa. Pero, por supuesto, probablemente ya
había descubierto eso por la forma en que Cooper había estado lamiendo
sus labios en su dirección y generalmente actuando como un idiota nervioso
en la estación.
Sintió un sonrojo amenazando sus mejillas. Gay o no, Park lo había
mandado de paseo tan pronto como supo su nombre. Cooper no debería
olvidar eso. Él dijo rápidamente:
—Entonces, ¿es por eso que ya no eres parte de la manada de tu
familia?
La cara de Park se puso en blanco, la risa desapareció.
128
—No. Ciertamente no.
—Dijiste que nadie deja su manada sin una buena razón.
—Mi sexualidad no es el motivo de ese asunto —dijo, cerrando
claramente el tema.
Park se había deslizado en una forma forzada y refinada de hablar.
Podría haber sido porque le molestaba que se metieran en su vida, pero
Cooper había notado que lo mismo sucedió la última vez que habló de su
familia. De repente sonaba como un niño de escuela privada.
Dinero, pensó Cooper. Familia de dinero y mucho dinero,
probablemente. Que era otra razón por la que la gente de por aquí
reaccionara al nombre del Park como lo hacía.
El dinero tenía ese efecto sin importar quién fueras, o en lo que
pudieras o no convertirte.
Si Park estaba fuera de la manada, ¿también estaba fuera del dinero?
No tenía efecto en este caso, pero sí hacía que Cooper sintiera curiosidad
por saber dónde estaban las líneas estaban entre manada y familia. ¿Había
uno sin el otro?
Había una nueva tensión en el aire y Cooper daba vueltas para cambiar
de tema.
—Hablando de marginados, ¿cuál es nuestra jugada mañana en la casa
de Baker?
—¿Nuestra jugada? —repitió Park dubitativo—. Pensaba que íbamos a
ir allí para interrogarlo. Whittaker dijo que el trabajo era en la tierra de
Baker. Puede que solo fuera un testigo. Siendo realistas, puede no ser nada
en absoluto. ¿Sobre qué hay que ser táctico?
—Baker es peligroso, según tu propia admisión.
Park se burló:
—Peligrosamente gruñón.
—Creo que deberíamos llevar a un oficial de la policía de Florence como
respaldo.
—Ya somos dos nosotros y él solo uno, y ni siquiera sabemos si él es
nuestro tipo. ¿De qué tienes tanto miedo? Las probabilidades están a tu
favor.
Cooper sintió una ola de calor quemándole la cara y la sangre, diferente
del leve sonrojo de antes.
129
Miedica. Debilucho. Maricón.
Park no pareció darse cuenta de que Cooper estaba poniéndose
nervioso mientras continuaba:
—Eres un oficial de BSI altamente capacitado y armado hasta los
dientes.
—Es un lobo. Está armado con dientes.
—Según esa lógica, yo también —respondió Park.
—Eso es lo que me preocupa —espetó Cooper. Se sentía furioso. O…
algo. Pero por qué debería estar enojado con Park, no lo sabía—. Dos ustedes
y yo uno solo. Las probabilidades están a su favor.
—¿Todavía no confías en mí para que no te ataque? —dijo Park.
—No seas estúpido. Por supuesto que no.
—Pero no confías en mí para cuidarte la espalda.
La boca de Cooper se abrió y se cerró. Resistió el impulso de tocar las
cicatrices sobre su vientre. El silencio se prolongó.
—Bueno. Esa es una respuesta. —La voz de Park era tensa y
controlada—. Dime, agente especial Dayton, ¿qué he hecho o dicho que te
hace sentir que elegiría el lado de un asesino en serie sobre el tuyo?
—Nada —murmuró Cooper, e incluso él podía escuchar el
resentimiento en la palabra—. Pero ni siquiera te conozco.
—¿Siempre asumes lo peor de la gente? —La forma en que lo dijo, como
si él se sintiera mal por Cooper, como si pensara que lo conocía, como si
pudiera ver todas las veces que Cooper no había asumido lo peor y cómo
había resultado eso...
Simplemente enfureció más a Cooper.
—Hasta que alguien me dé una razón para pensar lo contrario, sí, lo
hago.
—Eso debe ser muy solitario para ti.
—Mira quién habla —replicó Cooper—. Hasta ahora lo más útil sobre
ti es lo aterrorizado de ti que está cada lobo de este pueblo. ¿Estás diciendo
que eso no es solitario?
Sabía que había ido demasiado lejos en el momento en que las palabras
salieron de su boca. Lo sabía incluso mientras lo decía, pero no podía
130
retractarse. Park había sido un gran compañero. Un buen compañero. En
todo caso, su amabilidad imperturbable había hecho que Cooper se sintiera
demasiado cómodo, acercándolo y relajando sus tensiones como una fogata
en una noche fría. Pero algo sobre que Park lo llamara solitario había
cortado más profundo de lo que creía posible, y como un animal con la
espalda contra la pared, había querido arrojarle lo mismo a la cara.
Park apretó los labios, sacudió la cabeza y levantó la mano entre ellos.
Cooper se estremeció instintivamente y luego se arrepintió inmediatamente
cuando Park se congeló. Su rostro parecía sorprendido y luego disgustado.
—Solo estoy apagando la luz, agente Dayton.
—Yo no... —tartamudeó Cooper y apartó la mano de donde estaba
bloqueando su intestino protectoramente.
Park no esperó a escuchar el resto. Apagó la luz y salió del coche.
En la oscuridad, solo, lo último de su ira se filtró fuera de Cooper tan
rápido como había aparecido.
Mierda. ¿Cómo se había vuelto todo tan mal tan rápido? ¿Había un
equivalente profesional a no eres tú, soy yo? Probablemente no, ya que no
surgiría si ambas partes estuvieran actuando profesionalmente.
Cooper salió del auto y siguió a Park a través del estacionamiento hasta
el motel. Estaba extrañamente menos oscuro afuera de lo que había estado
en el automóvil debido a la luz de una luna no bastante llena. No es que la
luna tuviera ningún efecto sobre los hombres lobo. Esa había sido una de
las primeras preguntas que Cooper había hecho. Aunque bien podría estar
teniendo un efecto en Cooper, que se estaba comportando pésimamente.
¿Cuándo se había vuelto tan desconfiado? ¿Tan desagradable? Tan...
¿herido?
No pudo alcanzar a Park, que de alguna manera logró moverse
rápidamente sin correr completamente lejos de él. No estaba lo
suficientemente lejos como para no sentir la distancia helada que se había
establecido entre ellos. Nada había cambiado abiertamente. Nada de lo que
pudiera quejarse en su informe. Park todavía estaba tranquilo. Su expresión
tan en blanco y cortés como cuando se conocieron. Pero había un sutil
cierre. Esa tranquila conciencia que Cooper había sentido por él se había
ido.
Si Park era realmente una fogata, Cooper había sido desterrado al frío.
Bueno, eso es en lo que eres mejor, Dayton, pensó mientras seguía a
Park por las escaleras a sus habitaciones. Ahuyentar a la gente. Justo 131
después de que Park se abriera y empezara a ponerse personal.
Porque Park había comenzado a ponerse personal. Era mejor quedarse
afuera en el frío que acercarse demasiado y quemarse, era el lema por el que
había estado viviendo tanto tiempo como…
Cooper cortó ese pensamiento.
Primero llegaron a la puerta de Cooper. Tanteó con la llave y sintió que
Park se detuvo detrás de él.
¿Iba a entrar? ¿Esperaba que Cooper lo invitara a entrar? ¿Park quería
pelear un poco más o... qué?
Cuando Cooper finalmente abrió la puerta, miró hacia atrás. Park ni
siquiera lo estaba mirando. Estaba frunciendo el ceño hacia el
estacionamiento, con la cara enfrentando las sombras.
—Bloquea tu puerta —dijo Park, sin mirarlo.
¿Se suponía que eso era una indirecta a la falta de confianza de Cooper
en él o consejo genuino?
Park caminó un par de puertas hacia abajo y rápidamente desapareció
en su propia habitación antes de que Cooper pudiera preguntar. Sintió un
enredo en el pecho que podría haber sido decepción o alivio. De cualquier
manera, lo hacía sentir extrañamente vacío. A la deriva. Como si toda esa
conciencia y enojo se hubieran acumulado para desvanecerse abruptamente
en nada.
Ordenó una pizza a domicilio. Pensó en ir al lado para compartirla. Una
ofrenda de paz. No lo hizo. Deseaba que el BSI no les reservara estos moteles
baratos como la tierra sin minibares. Llamó a Jefferson.
—Ya era hora, Dayton. Casi empezaba a preocuparme. —La voz
profunda y sonora de Jefferson asentó de inmediato a Cooper. Necesitaba
su cabeza derecha y hablar con alguien sobre el caso además de Park—.
¿Qué ha estado pasando?
Entonces Cooper le contó lo que había estado sucediendo. Todo desde
el grupo de búsqueda y los lugareños a Whittaker y el Loco Baker. Incluso
el oso tuvo un cameo junto con esa extraña mierda sintética en su pelaje.
El único tema que eludió fue Park. Una evasión que fue tan suavemente
y sin oposición como él esperaba.
—¿Por qué demonios no estás hablando de tu nuevo compañero lobo?
¿Te preocupa que me ponga celoso o algo así? 132
—No sé qué decir —dijo Cooper con evasivas—. Él está bien. Estamos
trabajando… bien. —Se levantó de la cama y paseó por la habitación del
motel.
—He estado investigando un poco aquí y no vas a creer esto. Al parecer,
toda la manada de Park...
—Vive aquí. Sí, lo sé. Me lo dijo.
—¿No crees que eso es relevante?
—No están involucrados. No han estado aquí en todo el verano. —
Cooper se recostó en el borde de la cama y miró el espejo que colgaba del
vestidor. Todo sobre él parecía arrugado. Su ropa, su cabello, su piel, su
cara, su espíritu.
—Bueno, allí o no, han sido sancionados por nosotros por...
—No son su manada de todos modos. Solo familia —interrumpió
Cooper, sintiéndose de repente cansado. Hacía un par de horas se estaba
muriendo de curiosidad por descubrir más sobre la familia de Park y por
qué se había separado de ellos. Ahora se sentía agotador solo escuchar a
Jefferson insinuarlo. No quería escuchar qué había encontrado Jefferson
sobre esa familia. No quería pensar en Park, en ningún Park, en absoluto—
. Sabes que las sanciones no significan nada. Bien podrían ser multas de
estacionamiento… todo el mundo tiene una. Park no está involucrado en
esto.
Hubo una larga pausa al final de Jefferson.
—Si estás seguro.
—Sí. Lo estoy.
—¿Y la mujer desaparecida, Jennifer Eagler? Dijiste que ella lo conocía.
Tal vez él no sea parte de una manada, pero ella...
—Ya fui por ese camino. Ella no es un lobo.
—¿Qué?
Cooper explicó sus propias sospechas sobre la posible conexión de
Jenny con el caso.
—De todos modos, de acuerdo con Park, ella es humana y no está al
tanto de que haya otra forma de ser. A mi modo de ver, ella es víctima de un
crimen no relacionado o Whittaker la eliminó debido a su relación, aunque
insustancial, con Gould.
—Él podría estar mintiendo. 133
Cooper resopló.
—Estoy seguro de que Whittaker está mintiendo. Simplemente no sé
sobre qué parte todavía. O qué partes, plural. O por qué. O cualquier cosa…
—No, Park. Park podría estar mintiendo acerca de que Eagler sea un
lobo.
Cooper frunció el ceño ante su reflejo.
—¿Por qué haría eso?
—Por la misma razón por la que alguien dice una mentira. Él está
protegiendo algo. O a alguien.
Cooper pensó en eso.
—Mira, Jefferson, me tengo que ir.
—Está bien. Mantenme actualizado y cuida tu espalda, Dayton.
Algunas veces eres demasiado rápido para confiar en la gente.
Cooper rio amargamente. Simplemente no podía ganar.
C
ooper estaba teniendo un sueño extraño. ¿Pero cuándo eran
típicos los sueños? A menos que fuera uno de esos donde llegas
tarde, o te presentas desnudo a clase, o llegas tarde a clase y
desnudo.
Ahora que lo pensaba, estaba desnudo en este sueño. Pero no tenía
prisa por llegar a ninguna parte y estaba solo.
¿O no? Alguien estaba detrás de él, deslizando las manos sobre sus
caderas. Hablándole en voz baja al oído.
¿De qué tienes miedo?
De ti, admitió Cooper.
Tonto, la voz se rio entre dientes y lo empujó de frente contra la pared. 134
Ni siquiera me conoces.
¡Ese es exactamente el por qué!, dijo Cooper con un nivel de emoción
por esta falta de visión que solo se encuentra en sueños y dramas de
televisión diurnos.
Crees que sabes quién soy, continuó la voz.
Bueno, dijo Cooper, toda falsa modestia. Posiblemente no podría.
¿Quién soy?
Intentó darse la vuelta, pero el agarre de la voz se tensó en sus caderas,
las manos afilándose hasta que sintió que su piel se estaba despellejando
del hueso. Manos que podrían moverse solo unos centímetros y cortarle el
vientre para tomar lo poco que él había dejado.
Sin espiar, lo regañó la voz y lo empujó contra la pared rítmicamente.
Sorprendentemente resistente para una presencia no corpórea, pensó. La
voz lo empujó tan fuerte contra la pared, una y otra vez, que podía sentir
vibrar el interior de su cráneo.
Pum. Pum. Pum.
Sabes quién soy. La voz empujó contra él.
Pum. Pum. Pum.
Cooper empujó hacia atrás contra la voz y sus ojos se abrieron. Su
quijada estaba cerrada con fuerza; debía haber estado apretando los dientes
mientras dormía de nuevo. Cada músculo se sentía rígido. Eso no era lo
único que se sentía rígido.
Pum. Pum. Pum.
Las vibraciones rítmicas volvieron a sonar, pero en lugar de golpear
dentro de su cráneo, venían de algún lugar a su izquierda.
Pum. Pum. Pum.
Cooper tomó su teléfono de la mesita de noche y lo sacó del cargador
para poder rodar sobre su espalda. El reloj del motel marcaba las 6:08.
Jesús.
—Dayton —dijo Cooper con voz ronca al teléfono y luego se aclaró la
garganta.
—La encontramos.
Cooper se tomó un momento para ubicar la voz, la jefa Brown, y el “la”,
Jenny Eagler. Cerró los ojos. 135
—¿Dónde?
—El parque Grant. Los corredores de la mañana la vieron tirada en
medio del campo de fútbol y lo reportaron hace media hora. Ella está de
camino al Mercy Hospital en Portland.
Sus ojos se abrieron de nuevo y se sentó.
—¿Está viva?
—Sí. En mal estado, sin embargo.
—¿Dijo algo?
—Nada coherente. La llevaron bastante rápido. Pensaba que usted y el
agente Park podrían querer seguirla al hospital. Ver si pueden conseguir
más.
—Sí —estuvo de acuerdo Cooper—. Iremos allí directamente.
Brown sonaba aliviada. No la culpó. Con todos sus oficiales atados a la
búsqueda de Gould, los asesinatos o en casa enfermos, la pequeña Florence
estaba superada. Cuanto más pudiera delegar al BSI, mejor.
Después de colgar, Cooper se apresuró al lado para actualizar a Park,
ansioso por contarle que su amiga estaba viva. Llamó a la puerta y esperó.
Nada. Llamó de nuevo, más fuerte.
Hacía un poco de frío fuera para ser verano. Maine no era un lugar para
andar por ahí con los pies descalzos, bóxeres y una camiseta de la escuela
andrajosa al amanecer, y se movió impacientemente en el lugar. La luz
todavía tenía ese peculiar filtro azul de temprano por la mañana que hacía
que todo fuera un poco más inquietante. La neblina saliendo de la superficie
del estacionamiento a medida que se evaporaba el rocío no ayudaba.
Cooper volvió a acercar el puño a la puerta.
—¿Qué estás haciendo? —dijo una voz detrás de él. La voz, se dio
cuenta Cooper incluso cuando se sobresaltó hacia la puerta, una cruda
imitación de su sueño.
Sabes quién soy.
—Park —dijo Cooper, girando, y luego se detuvo. Park lo estaba
mirando impasiblemente en shorts de gimnasia y camiseta. Su cabello
estaba más oscuro de su marrón habitual, casi negro ahora, mojado de
sudor. La camiseta y los pantalones cortos, sin embargo, parecían 136
completamente secos—. ¿Dónde diablos estabas?
Cooper se sorprendió aún más al ver que Park parecía un poco
cohibido.
—Fui a correr. Aclara mi cabeza.
¿Correr antes del amanecer? Se sorprendió.
—Encontraron a viva Jenny —dijo Cooper—. Está de camino a
Portland.
La cara de Park era sombría.
—Dame dos minutos.

Había algo sobre los hospitales en la mañana que se sentía más


relajado, incluso si no había nada causal en tus razones para estar allí. El
personal de la mañana hablaba en voz baja mientras tomaba un café,
poniéndose al día con lo que se habían perdido la noche anterior. Había una
especie de calma en el aire de un turno nuevo y descansado. Un optimismo
tentativo. Este podría ser un buen día.
Cooper lo odiaba. Siempre lo había hecho. Porque si estabas en un
hospital a las siete de la mañana, entonces no, ciertamente no iba a ser un
buen día. Había que llamar a las cosas por su nombre.
Su padre los había llevado a él y a Dean a visitar a su madre por las
mañanas. Por alguna razón pensaba que sería mejor que después de la
escuela. ¿Se suponía que su madre estaba más enérgica por las mañanas?
No lo estaba.
¿Se suponía que debían haber sido menos propensos a las pesadillas
si no sostenían su mano y sentido su piel delgada y cerosa, como un sellador
pasado de moda vertido sobre huesos frágiles, directamente antes de
acostarse?
No lo eran.
Cooper se movió impaciente en el pasillo esperando al médico de Eagler.
Junto a él, Park permaneció innaturalmente quieto, con los ojos cerrados.
No con relajación. Habían conducido a Portland en un tenso silencio. ¿Park
estaba molesto por su amiga? ¿O era algo más? Cooper se preguntaba si él 137
no era el único que tenía malas experiencias con los hospitales.
La mandíbula de Park estaba apretada y sus labios delgados, creando
líneas en su rostro que no estaban allí antes. No se había afeitado esa
mañana y el desaliño le daba un aspecto más temerario y provocador en
desacuerdo con la tensión en su cuerpo. Su cabello hacía mucho tiempo que
se había secado en un revuelto castaño suave ligeramente enredado y rizado
que hacía que Cooper quisiera pasar los dedos por él.
Los ojos de Park se abrieron y Cooper rápidamente desvió la mirada. Él
vio dos enfermeras, con portapapeles debajo de sus brazos y tazas de café
en sus manos, susurrando y riendo. Un carro con bandejas cubiertas estaba
cerca. Los olores de los desayunos de las personas mezclados con el olor
empalagoso de la enfermedad y el miedo eran nauseabundos. ¿Cómo podía
alguien comer aquí? ¿Cómo podía alguien sonreír, bromear y estar aquí?
Supuso que algunos podrían pensar lo mismo sobre lo que él hacía
para vivir. Pero denle muerte por encima de moribundo cualquier día. Al
menos entonces el dolor ya no estaba. Había un camino claro de qué hacer
a continuación. A diferencia de la espera sin fin y los sentimientos de
inutilidad que venían de ver a alguien consumirse.
Cooper preferiría morir rápida y violentamente que quedar atrapado
por su propia debilidad.
—Lamento haberles hecho esperar. —Una mujer de mediana edad con
gafas coloridas y un corte corto negro les estrechó la mano—. Soy la doctora
Lin. ¿Están aquí por la señora Eagler?
Cooper mostró su identificación.
—Sí. Agente Dayton, y este es el agente Park. ¿Cómo está?
—Ella estará bien. —Cooper escuchó a Park exhalar suavemente ante
eso—. Está en estado de shock. Contusiones y abrasiones. Marcas de
restricción en sus muñecas y tobillos. Una clavícula rota y tres costillas
rotas. Un fuerte caso de exposición. Hipotermia. Diría que fue mantenida
fría y húmeda durante al menos veinte horas. También encontramos dos
marcas de quemaduras en la parte posterior de su cuello, supongo que de
una pistola eléctrica. No tiene signos de agresión sexual.
Cooper miró a Park para ver si quería preguntar algo, pero él no estaba
siquiera mirando la doctora. Sus ojos estaban cerrados de nuevo y su
expresión casi podría confundirse con aburrimiento si no fuera por el pulso
visiblemente fuerte en su mejilla como si estuviera luchando por controlar 138
la ira.
Cooper volvió su atención a la médica.
—¿Cuándo podemos hablar con ella?
La doctora Lin frunció el ceño.
—Ahora está sedada y necesitamos operar esa clavícula. No estará
despierta por un tiempo. Esta noche como muy pronto. Preferiblemente
mañana.
Mierda.
—Nos dijeron que ella estaba consciente cuando la trajeron. ¿Sabe si
dijo algo?
—Lo siento. No estaba despierta cuando llegó.
—Gracias doctora.
—La ropa que llevaba puesta cuando la trajeron —interrumpió Park
antes de que la doctora Lin pudiera irse—. ¿Podemos ver eso?
—Ella estaba desnuda. No se encontraron efectos personales.
—Eso es extraño —murmuró Cooper después que la doctora. Lin se
fuera, más para sí mismo que para Park, quien lo ignoró de todos modos.
No era inusual que las víctimas fueran encontradas desnudas, pero esos en
general eran delitos sexuales. ¿Cuál sería el punto aquí? ¿Una cosa de
poder? ¿Humillación? ¿Una táctica ofensiva forense? ¿Algún tipo de mensaje
del sospechoso?
Abrió la boca para decir eso, solo para descubrir que Park había vagado
por el pasillo, siguiendo a la doctora Lin. Cooper se apresuró para alcanzarlo
y luego extendió la mano para agarrarlo del brazo antes de que pudiera
pasar a la siguiente sala.
—Oye. Oye, Park, para. —Cooper tuvo que cavar sus dedos antes de
que Park incluso lo notara y se detuviera—. No puedes ayudarla allí.
Park lo miró y la piel bajo los dedos de Cooper onduló de manera
extraña, como un espasmo muscular que no movió su brazo. Lo soltó
rápidamente y dio un paso atrás, tropezando un poco. La expresión de Park
cambió a algo que Cooper no podía leer, confusión o arrepentimiento, ya sea
hacia él o hacia Jenny, no estaba claro, antes de que su rostro se
tranquilizara, nuevamente bajo control.
—Sí. Por supuesto —dijo Park enérgicamente—. Discúlpame. —Su tono
demasiado formal era la única indicación de que estaba molesto. Eso y la
forma en que caminó deliberadamente alrededor de Cooper, con cuidado de
139
no rozarlo nuevamente.
Regresaron a Florence en un silencio más tenso.
Bien, tal vez no era solo el hospital o Jenny lo que puso a Park de
malhumor. Cooper se dijo que no le importaba. Si los sentimientos de Park
seguían heridos desde anoche, entonces estaba actuando como un niño. El
silencio le daba a Cooper mucho tiempo para pensar de todos modos.
Tiempo que necesitaba desesperadamente cuando su cerebro seguía
intentando conectarse después de la noche inquieta que había tenido.
No había forma de que el secuestro de Jennifer Eagler pudiera
conectarse con Gould o los asesinatos de Bornestein y Doe, para el caso.
Aunque era interesante que ambos cuerpos también hubieran estado
desnudos... pero ¿era relevante? ¿Era suficiente para conectar los casos?
Probablemente no.
Si el lobo que buscaban era un asesino en serie que secuestraba
personas, conteniéndolas y torturándolas y luego rebanándolas y
cortándolas en cubitos, Cooper esperaría ver una victimología consistente.
Con las tres primeras víctimas tenían eso. Hombres que no parecían
conocerse pero que estaban en su apogeo en cuanto a condición física.
Hombres que podían defenderse y que a menudo lo hacían. Machos alfa.
Si el lobo que buscaban trabajaba con una determinada lista de
personas conocidas para él, sin embargo, una lista objetivo de personas que
sentía que lo habían perjudicado, eso podría explicar la desviación en la
victimología. Incluso podría funcionar bien con Sam Whittaker siendo su
sospechoso, si los celos eran un motivo. Pero entonces, ¿por qué dejar viva
a Jenny?
No sin querer. Ella pudo haber estado en mal estado, pero ninguna de
las lesiones podían considerarse particularmente mortales. Quizás la
exposición. Pero, ¿cómo podía saber su secuestrador cuándo iba a ser
encontrada? Ahora que lo pensaba, ¿por qué estaba sufriendo hipotermia
en primer lugar? Era Maine, pero aún era verano. Claro, era un poco frío y
húmedo durante la noche, pero ¿podría una noche en un campo de fútbol
hacer eso? Tal vez. Cooper no estaba seguro. ¿Y las quemaduras de pistola
eléctrica? ¿Por qué?
Sin embargo dejarla en medio de un campo de fútbol público era una
desviación inexplicable del patrón. Quienquiera que se llevó a Jenny quería
que ella fuera encontrada. Dependía de ello, incluso. 140
Se suponía que Bornestein y John Doe nunca debían ser descubiertos,
él estaba seguro de eso. Alguien se había tomado la molestia de elegir un
lugar apartado en medio de un bosque nacional, lejos del sendero, y había
cubierto sus huellas. El cuerpo de Gould aún no había sido encontrado. Por
supuesto, él podría no estar muerto. Cooper comenzaba a dudarlo en este
punto, pero era posible. Y si Gould no estuviera muerto, eso vincularía más
su desaparición a la de Jenny.
¿Era posible que Gould y Jenny fueran víctimas de un sospechoso y
Bornestein y Doe víctimas de otro? ¿Era una coincidencia que Gould
hubiera desaparecido del bosque donde se encontraron los cuerpos?
Pero Gould no había desaparecido de allí, se corrigió Cooper. Sam
Whittaker supuestamente lo había visto en el Pumphouse entre la una y la
una treinta. Sam podría haberlo dominado en ese momento. Él podría haber
arrojado el cuerpo en algún lugar de camino a Canadá y luego regresado a
tratar con Jenny.
¿Y qué había de este misterioso trabajo? Supuestamente, Gould se
detuvo en su camino hacia el lugar de “el Loco Baker”, que vivía
prácticamente en el bosque nacional. ¿Dónde entraba un excéntrico lobo
solitario territorial en todo esto?
Cooper sintió que estaba tratando de hacer una cama con una sábana
demasiado pequeña. Sin importar en qué dirección la girara, no podía cubrir
todas las esquinas a la vez. Quería poder conectar los cuatro crímenes, pero
había demasiadas inconsistencias.
Condujeron directamente a la estación. Había algunas personas más
apiñándose alrededor que el primer día que llegaron. Cooper se preguntaba
qué significaba eso para la búsqueda de Gould. Era muy pronto para
cancelarla. Pero estos eran profesionales. Tres días de búsqueda no habían
encontrado un rastro. Los lugareños sabían que esto no se veía bien.
Park había desaparecido detrás de él al entrar al edificio, así que Cooper
se tomó un momento para observar la estación trabajando. El estado de
ánimo era sombrío, los tonos apagados y las miradas escépticas.
Principalmente en dirección a Cooper. El sentimiento era claro. Habían
esperado que él hubiera hecho algo útil ya. Que fuera mejor.
Hacía unos días, Cooper se había lamentado de no tener la oportunidad
de realmente investigar nada ya. Ahora se preguntaba si era demasiado
tarde. Tal vez su cerebro se había atrofiado por el desuso. Quizás ser cazador
de lobos era todo lo que podía hacer ahora.
Cooper no vio a Harris ni a Miller, pero reconoció a la mayoría de los
141
otros de la búsqueda del domingo. Había sido un error unirse a ellos. Si ellos
iban a encontrar a Gould, probablemente no iba a ser a través de búsquedas
en cuadrícula y trabajo voluntario. Había demasiado terreno para cubrir.
Tenían que conseguir un punto de partida. Alguna pista de dónde eran
mantenidas las víctimas antes de que fueran descartadas.
Cooper se preparó una gran taza de café negro, que posteriormente le
despegó el paladar de su boca directamente. Alguien debía haber rehecho el
lodo de ayer. Sus ojos aún estaban llorosos cuando fue a buscar a la jefa
Brown a su oficina.
—Agente Dayton. ¿Pudo hablar con Jenny Eagler?
—Fue sedada antes de que llegáramos.
—Maldición. ¿Toma asiento? —Brown hizo un gesto, y Dayton sacudió
la cabeza y luego se sentó de todas formas. Hacía que otras personas se
sintieran más cómodas al verlo sentado, incluso si él odiaba estar quieto.
Necesitaba que ella se sintiera cómoda para esto.
—Jefa Brown, ¿estuvo en el Pumphouse en algún momento el sábado?
Es un bar…
—Sé lo que es —interrumpió Brown—. Sí, estuve allí, alrededor de las
tres, tal vez. ¿De qué se trata esto?
—¿Conoce a un tal Sam Whittaker?
—Claro —dijo Brown fácilmente—. Estaba en el equipo de lucha libre
de la escuela secundaria. Buen chico.
—Eso fue, ¿qué, hace cinco años al menos? Esa es una buena memoria
la que tiene.
Brown hizo una mueca y giró su silla ligeramente, de un lado a otro.
—Este es pueblo muy pequeño en una Maine, muy blanca y
conservadora, agente Dayton. La gente tiende a recordar al chico negro flaco
y gay que podía voltear de espaldas a un tipo de noventa kilos. Tenía muchos
seguidores.
Cooper reconocía eso. Whittaker no había estado exagerando cuando
dijo que estaba recibiendo demasiada atención en el equipo de lucha libre.
Alguien se movió detrás de él y Cooper miró por encima del hombro.
Park había entrado en la oficina y había ido a pararse junto a la pared en
silencio. Tan silenciosamente que Cooper no estaba seguro de haberlo
notado entrar si Harris no hubiera estado siguiéndolo y haciendo una
142
cantidad de ruido más razonable.
—Buenos días, Dayton. —Harris colocó su amplio marco en la silla
vacía al lado de la de Cooper. Un pequeño suspiro sonó de Harris o de la
silla o de ambos—. Park estaba diciéndome que vienen de Portland, de
visitar a Jenny Eagler. ¿Cómo estaba?
—Clavícula rota e hipotermia, pero ella estará bien.
—Ella tuvo suerte.
Park dijo:
—¿Sí?
Harris se sonrojó un poco y luego hizo una mueca de tristeza.
—No, tiene razón. Jenny no merecía esto.
Brown dijo:
—Demonios, ¿cuándo merecer algo tener algo que ver con eso?
—Jefa, de vuelta a Whittaker. ¿Cuándo fue la última vez que lo vio?
Ella frunció el ceño.
—No estoy segura. No es como si yo… espere, el sábado. Vi a Sam
entonces. Ahora trabaja en el Pumphouse.
—¿Lo vio con alguien?
—No. El bar estaba lleno. Algunos grupos grandes de personas se
habían detenido. Motociclistas de paso. No parece mucho, pero le
sorprendería cuánto negocio de gente de paso tiene el Pumphouse.
No, realmente no lo haría, pensó Cooper.
—De todos modos, Sam estuvo allí todo el tiempo, trabajando como un
perro.
—¿Y por qué estaba usted allí, jefa?
Ella lo miró brevemente, sorprendentemente enojada antes de que su
rostro cambiara a leve impaciencia.
—Tomando el almuerzo. ¿De qué se trata esto?
O sabías sobre el Pumphouse o no lo sabías…
Cooper la miró atentamente, pero no había forma de saberlo. Además,
si ella era un lobo, Park habría dicho algo. Cooper estaba sorprendido de
darse cuenta que le creía. 143
Él dijo:
—Estamos tratando de establecer el paradero de Whittaker en el
momento de la desaparición de Gould.
La cara de Brown se cerró. Detrás de sus gafas sus ojos eran fríos y
agudos.
—¿Qué le hace pensar que Whittaker estuvo involucrado?
—Él admite haber discutido con Gould en el Pumphouse poco antes
que usted llegara. Tienen una historia larga y... complicada.
—¿Eso es todo? —dijo Brown—. Gould peleaba con mucha gente. Era
un joven que se enojaba con facilidad.
—Y una de esas personas era Whittaker. —Cooper se preguntaba si ella
se daba cuenta de que había cambiado a hablar de Gould en tiempo pasado.
—Sam Whittaker es un buen chico —protestó Brown.
—Whittaker tiene algunas banderas de advertencia.
—¿Como cuáles?
Cooper tenía dificultades. Este era el problema de trabajar con los que
no sabían. Si es que Brown realmente no lo sabía.
—¿Cuánto tiempo estuvo en el Pumphouse?
—Tomé una ensalada de pollo. Sam Whittaker estuvo allí todo el
tiempo. Me preguntó cómo iba mi día. Le dije: “Como la mierda”. Él dijo:
“Igual”. Me fui alrededor de las cuatro. ¿Alguna otra pregunta?
—¿Estuvo Whittaker a la vista todo el tiempo?
—Sí. Bueno, salí para conversar con... con la dueña —tartamudeó
Brown—. Pero eso fue durante media hora. Cuarenta y cinco minutos como
máximo.
Cooper frunció el ceño. Cuarenta y cinco minutos de tiempo no
contabilizado alrededor de la hora en que el teléfono de Gould fue
desactivado. No era mucho, pero...
Park decía:
—¿Rudi Abouesse? ¿Sobre qué necesitaba hablar con ella?
—Algo que no tiene nada que ver con esto.
—Jefa —dijo Harris antes de que Cooper pudiera argumentar que nada
estaba no relacionado—. Tal vez no sería una mala idea hablar con
Whittaker nuevamente. Él podría haber atacado a Gould y luego... 144
—¿Metido su cuerpo en algún lugar en un escenario lleno con al menos
veinte testigos y luego continuó atendiendo mesas en menos de treinta
minutos? —Brown dio una palmada en el escritorio—. Están todos locos.
—No tan locos —dijo Harris con calma—. Whittaker tiene un registro.
Brown le lanzó una mirada.
—¿Cómo sab…? Es un archivo cerrado. Suficiente.
Harris se encogió de hombros y sonrió.
—Claro, jefa. Pero tal vez no sería imprudente poner a Whittaker bajo
vigilancia.
Brown dudó y Cooper pudo decir que iba a estar de acuerdo antes de
que ella lo dijera. Curiosamente se sintió decepcionado, especialmente
porque había peleado con Park sobre lo mismo anoche. Pero la línea de
tiempo no coincidía y las tripas de Cooper no estaban convencidas.
Por otra parte, sus tripas no siempre eran las más confiables estos días.
Especialmente desde que fueron hechas trizas y tuvieron que volver a
montarse.
—Miller puede vigilarlo —continuó Harris.
—Miller todavía está de baja —murmuró Brown, intercambiando una
mirada significativa con él—. Si tú…
—Estoy llevando a los agentes a la propiedad de Baker —interrumpió
Harris.
Cooper lo miró sorprendido. ¿Park se había adelantado y arreglado
respaldo? ¿Después de las cosas que había dicho la noche anterior? Intentó
llamar su atención, pero Park seguía mirando al frente, indiferente y
profesional, con sus manos cruzadas holgadamente delante de él.
—¿Baker? ¿Te refieres a Geoff Baker? ¿Qué quieren allá arriba? —
estaba diciendo Brown.
—Whittaker afirma que Gould había sido contratado para hacer un
trabajo en esa área.
—¿En esa área? ¿O para Baker? Porque nadie más vive ahí fuera —dijo
Brown.
—Whittaker no sabía los detalles. Esperamos obtener más de hablar
con Baker y echar un vistazo.
—¿Los tres? —dijo Brown, frunciendo el ceño—. ¿Esperan problemas?
—Simplemente no estoy tan familiarizado con el área como me sentiría
145
cómodo —dijo Park fácilmente.
Brown asintió.
—Tiene sentido. En ese caso, lleven a un oficial forestal con ustedes
también. Todo tipo de cosas geológicas suceden en esas partes, si van a ir a
hurgar y no conocen la tierra, podrían terminar en el lado equivocado de un
tobogán de roca. Lleven a Christie. El hombre no puede callarse sobre lo
impresionantes que son sus habilidades de rastreo, Park. —Ella sonrió—.
Estoy seguro de que le encantaría tenerle en privado.
Cooper sintió un destello de molestia curiosamente cerca de los celos.
¿Por qué?
¿Porque Park estaba recibiendo reconocimiento que él no? Seriamente
no esperaba ser mejor que un lobo en rastreo, ¿verdad?
Aun así, la sensación persistió cuando, caminando hacia fuera, Park
aceleró el paso para unirse a Christie, que estaba cargando un paquete de
equipo en su baúl.
—Supongo que eso significa que usted viene conmigo. —Harris sonrió
y Cooper pudo ver su propia cara fruncida en el reflejo de las gafas de sol
del oficial.
Hizo el esfuerzo de devolverle la sonrisa.
—Vámonos.
—Primero... —Harris metió la mano en su camioneta y sacó una lata—
. Repelente. O lo lamentará mañana. Créame.
Lo sacudió y rápidamente roció a Cooper, y luego a sí mismo. El
hormigueo sinusal del olor a insecticida se asentó sobre ellos y rápidamente
le provocó un dolor de cabeza en el aire cerrado del auto. Incluso el leve
tintineo de una delicada cruz dorada y el anillo en una cadena que colgaba
del espejo retrovisor le pusieron los cabellos de punta a Cooper mientras
subían la montaña. Deseó haber montado con Park, incluso si el lobo lo
estaba ignorando.
Era un largo viaje hasta la casa de Baker, alargado por caminos lentos
y sinuosos y Harris parecía decidido a conducir cinco kilómetros por debajo
del límite de velocidad. Cooper se preguntaba si él era el único que estaba
trepando por las paredes. Cuando miraba detrás de ellos, podía distinguir a 146
Christie gesticulando animadamente en el asiento del conductor y
señalando varios graneros que pasaban. Harris tenía una gran jaula de
animales en su baúl que en su mayoría ocultaba la vista de Cooper sobre
Park, pero si Cooper entrecerraba los ojos y torcía el cuello correctamente,
podía ver el antebrazo musculoso marrón de Park, descansando en la
ventana abierta del lado del pasajero. Su palma estaba abierta, los dedos
extendidos. ¿Era eso el equivalente de los hombres lobo a los perros sacando
la cabeza por la ventana y dejando que su lengua se agitara con la brisa?
¿O una secreta señal de exasperación con respecto a su progresión de
treinta kilómetros por hora?
—¿Algún problema? —interrumpió Harris.
Cooper se sobresaltó.
—No, solo... —Buscó algo que decir—. ¿Tiene un perro? —dijo,
asintiendo hacia la jaula de atrás.
—Solía tenerlo —dijo Harris brevemente, claramente no distraído—.
Entonces, ¿cuánto tiempo ha estado con el BSI, agente Dayton?
—Menos de un año. Tres años con el FBI antes de eso —agregó. Se les
indicaba que mantuvieran su charla sobre el BSI limitada, que desviaran la
atención rápidamente. Esperó las inevitables preguntas de qué hacía
exactamente el BSI, pero Harris no preguntó. Cooper no estaba seguro
exactamente de lo que sus supervisores le dijeron a los locales sobre su
participación. Por lo general, el BSI se especializaba en ciertos tipos de
crímenes violentos, lo cual era bastante cierto. A menudo los lugareños
estaban tan agradecidos por los recursos adicionales que no lo cuestionaban
demasiado y el BSI tendía a entrar y salir de la ciudad con bastante
rapidez—. El oficial Miller mencionó que usted mismo no ha estado aquí en
Florence mucho tiempo.
—Menos de un año. —Harris se hizo eco de Cooper con una sonrisa—.
Pero veinte años en la fuerza allá en Filadelfia.
—¿Veinte? —Cooper estaba asombrado. ¿Por qué recoger todo e irse
después de tanto tiempo? ¿Por qué Florence? Un pueblo que realmente no
tenía espacio para su rango y experiencia. ¿Por qué ahora?— ¿Entonces qué
pasó? —tartamudeó Cooper, dándose cuenta cómo sonó eso—. Quiero
decir…
—¿Por qué abracé a mi Barney Fife9 interior? —Harris sonrió.
—Oiga, vengo de una larga fila de policías de pueblos pequeños. No lo
estoy criticando.
147
—Yo tampoco. Créame, agente Dayton, encontré exactamente lo que
estaba buscando cuando me trasladé a Florence.
—¿Y qué estaba buscando?
Harris frenó suavemente en una señal de alto y se detuvo un momento
demasiado largo para la carretera desierta. Tocó la tintineante cadena de
oro que colgaba del espejo reverentemente y se aclaró la garganta.
—Perdí a mi hija hace poco más de un año. Su... asesino se escapó.
—Lo siento —murmuró Cooper, titubeando por el cambio repentino de
dirección.
Harris asintió y continuó conduciendo.
—Siempre fue difícil, por supuesto, cuando el sistema al que dediqué
mi vida no fue suficiente. Pero no podía hacerlo más. No después que Al...
—La voz de Harris se ahogó un poco con el nombre, llena de emoción—.
Con, ah, mi hija. No mientras el monstruo que la apartó de mí todavía estaba
ahí afuera. Quería multas por exceso de velocidad y disputas de propiedad.

9Barney Fife: es un personaje ficticio del programa de televisión estadounidense The Andy
Griffith Show. Es un alguacil adjunto en la comunidad sureña de Mayberry, Carolina del
Norte, de ritmo lento y somnoliento.
Buenas personas teniendo un mal día, o personas malas teniendo buenos
días. De cualquier manera, personas. En Florence no tendría que sentirme
impotente contra el mal que se llevó a mi niña. O, pensé que no lo haría, de
todos modos.
Cooper reconoció eso con una mueca y se callaron. El coche se arrastró
por la carretera de montaña. Observó a Christie y Park en el espejo de nuevo.
Harris había elegido un pueblo infernal para escapar de los monstruos.
Precisamente en medio de la ruta 66 de hombres lobo. No es que eso sonara
como si hubiera muchos problemas por aquí. No hasta ahora.
La mano de Park se apretó y golpeó el costado del auto. Definitivamente
exasperación. Cooper sonrió.
—¿Cuánto tiempo lleva trabajando con su compañero? —dijo Harris, y
Cooper se enderezó en su asiento.
—Este es nuestro primer caso juntos, en realidad. —¿Debería haber
admitido eso? ¿Eso disminuiría la fe del departamento en que ellos supieran
qué demonios estaban haciendo?
Sin embargo, Harris no parecía sorprendido o preocupado. Rascó la
desvanecida pelusa rubia de su corte rapado. 148
—Un infierno de caso para conocerse.
—Todos lo son. —Una respuesta común. Pero lo que dijo Harris era
cierto. Éste se sentía más raro. Inconexo. Algo sobre las quemaduras de
pistola eléctrica de Jenny Eagler seguía molestando el cerebro de Cooper.
No encajaba con los típicos casos de lobos con el que trabajaba el BSI.
Pero el secuestro de Eagler no estaba conectado. ¿Cierto?
Todavía. Su secuestro era una gran coincidencia.
Cooper preguntó:
—¿Alguna vez ha tenido problemas con Baker?
—Nop. Por lo que entiendo, era un tipo realmente solitario. Nunca lo
conocí. Nunca bajó a la ciudad. Autosuficiente aquí arriba. —Harris lanzó
comillas al aire alrededor de autosuficiente y sonaba vagamente asqueado.
—Usted también es un cazador, ¿no?
—Empecé después de mudarme aquí. Bornestein me estaba ayudando.
—La sonrisa de Harris se puso un poco melancólica—. Pobre niño.
—Eso me recuerda, ¿encontraron algo en la computadora de
Bornestein?
Harris parpadeó.
—¿Computadora?
—¿No tomaron una computadora como evidencia?
—No encontramos una computadora en casa de Kyle.
Cooper frunció el ceño.
—Error mío —dijo lentamente—. ¿Bornestein alguna vez mencionó a
Baker? ¿O tal vez cazó por aquí?
—No. Demasiado peligroso.
Cooper lo miró sorprendido.
—El terreno. Está todo lleno de descensos, cavernas y tierra inestable.
—Harris le sonrió—. Querrá vigilar sus pasos, agente Dayton.
Era mediodía cuando doblaron por el largo camino de entrada de
Baker, pero no se notaba de mirar alrededor. Enormes pinos bordeaban el
camino de tierra, anulando el cielo y el sol. Hacía al menos diez grados
menos aquí también. Cooper se preguntó si habían ganado más elevación
de lo que se había dado cuenta. Todo en el área era desorientador, como si
se hubiera quedado dormido en el auto y hubiera despertado a una hora 149
diferente en una temporada diferente. Casi tan pronto como habían bajado
por el camino de entrada, había perdido de vista la carretera principal.
Baker definitivamente tenía la parte aislada de loco y solitario.
Cooper pensó en lo que Whittaker había dicho sobre el hecho de que
un lobo macho adulto pasando por su territorio fuera percibido como una
amenaza. Park no parecía preocupado anoche. Pero ahora tenían dos
testigos humanos que no tenían idea de lo que estaba pasando detrás de
escena. ¿Eso obligaría a Baker a dar un paso atrás? ¿O simplemente
aumentaría su sensación de amenaza?
—¿Podemos detenernos aquí? —preguntó Cooper.
—¿Ve algo?
—No, solo, por lo que escuché sobre Baker, él podría ser el tipo de
persona que se asustaría si los cuatro conducimos hasta su puerta
principal.
Harris se encogió de hombros y estacionó lentamente al costado del
camino de entrada, el auto inclinándose un poco en las agujas de pino de la
zanja suave. Salieron cuando la camioneta de Christie se detuvo detrás de
ellos.
—¿Qué sucede? —dijo Christie, saltando del asiento del conductor.
—El agente Dayton cree que deberíamos entrar caminando.
—No quiero que Baker tenga ideas equivocadas —ofreció Cooper,
mirando a Park en busca de una opinión. Pero Park ya había comenzado a
andar por el largo camino de entrada y estaba mirando ávidamente a los
árboles, luciendo a todo el mundo como un turista en una excursión por la
naturaleza a excepción de un aumento levemente mayor de su pecho.
Estaba olfateando el área, Cooper se dio cuenta.
—¿Vamos a acercarnos por el bosque? —preguntó Christie un poco con
entusiasmo—. Traje mi equipo.
—Uh, la entrada debería estar bien —dijo Cooper, ya lamentando su
decisión de detenerse—. Esperaba hacer que esto pareciera menos una
emboscada. —La cara de Christie volvió a su ceño fruncido habitual.
Harris se echó a reír y le dio una palmada en la espalda a Christie.
—Encontraremos una razón para usar tus mosquetones algún día.
Cooper corrió para alcanzar a Park.
—Oye. 150
Park asintió en señal de reconocimiento pero giró un poco hacia la
derecha, como para poner más distancia entre ellos. Cooper decidió
ignorarlo junto con el apretón en su pecho. Se acercó a Park.
—Entonces no estabas bromeando cuando dijiste que no había nada
afuera de la casa de Baker.
Park gruñó y caminó un poco más rápido. Cooper se mordió la lengua
con molestia.
—Oye. Park. Oye. —Cooper aceleró y agarró el brazo de Park, obligando
al lobo, su compañero, a enfrentarlo.
La mirada de Park era relajada, aunque no fue tan lejos como para
sacudirse el agarre de Cooper.
Esta vez no hubo ondulaciones extrañas, pero Cooper podía sentir los
músculos sustanciales del brazo de Park tensándose bajo sus dedos. Él
estaba demasiado molesto para ser intimidado.
—¿Hablas en serio ahora? ¿Estás huyendo de mí porque, qué, herí tus
sentimientos anoche?
Algo en los ojos amaretto de Park parpadeó. No un atisbo del lobo
primitivo como había visto en el bar, sino algo suave e incierto que aterrizó
como una patada en la garganta.
Cooper continuó y su voz era un poco áspera. No era bueno
disculpándose. La gente de su familia generalmente solo peleaba y
comenzaba a hablarse de nuevo cuando necesitaban algo, los rencores se
archivaban cuidadosamente para retomarlos luego.
—Lo que dije ayer, sobre los hom… los lugareños teniéndote miedo y la
otra cosa, fue, ah… no debería… mira, no sé por qué lo dije —mintió.
Park asimiló esto en silencio y Cooper pensó que iba a ignorarlo.
Demasiado para disculpas. No debería haberlo mencionado en absoluto.
Entonces Park dijo abruptamente:
—¿Yo te asusto?
Cooper frunció el ceño.
—¿Qué...? —Entonces entendió—. Quieres decir porque yo me... —
Estremecí, me aparté, tropecé conmigo mismo alejándome esta mañana,
insistí en respaldo que Park llevó a cabo y arregló a pesar de no querer—
. ¿Es por eso que me estás evitando? —Su voz era incrédula—. Crees que te
151
tengo... —Se fue callando, no dispuesto a usar la palabra miedo.
Park parpadeó una vez, lentamente, esperando.
—No seas ridículo. Yo... —La siguiente parte se sentía más difícil de
decir que nada más hasta ahora. Cooper se dio cuenta de que estaba tirando
y retorciéndose la camisa sobre sus cicatrices y se detuvo, metiendo las
manos debajo de las axilas. Pateó una pequeña roca en el camino de tierra
entre ellos y la vio rodar en lugar de mirar a Park—. Esa mierda no tiene
nada que ver contigo. Nada. ¿Está bien? Y tengo que decir, es bastante
egocéntrico de tu parte asumir que lo es. Entonces, ¿eso calma tus grandes
sentimientos frágiles?
—Vaya —dijo Park después de un largo minuto. Su voz era secamente
divertida y cuando Cooper levantó la vista, su expresión era más cálida, más
suave que antes, de una manera que era difícil de ver para Cooper—.
Realmente sabes cómo dorar la píldora, Dayton.
—Oh, supéralo. No fue gran cosa. ¿Qué estás esperando, que me ponga
de rodillas y suplique?
Park ladeó la cabeza. Ahora la mirada en sus ojos no era suave en
absoluto. Echaron un vistazo a la boca de Cooper y luego de nuevo hacia
arriba.
Cooper no respiró. ¿Él había...?
Harris llamó desde más abajo en el camino.
—¿Todo bien allá arriba?
El momento, si había habido un momento, estaba roto. Park miró hacia
otro lado y le dio a Harris un pulgar hacia arriba sobre el hombro de Cooper.
Él dijo:
—No estoy huyendo de ti porque mis sentimientos hayan sido heridos,
agente Dayton. Estoy huyendo porque hueles como si te hubieras bañado
en repelente de insectos y está destruyendo cualquier posibilidad que tenga
de recoger algo útil. —Hizo una pausa—. Y sé que quieres que sea más útil.
—La pulla se sintió extrañamente cómoda. No fría, casi juguetona. Burlona.
Park continuó por el camino de entrada.
Bueno. Podría haber ido peor.
Cooper respiró hondo y luego lo siguió, dejando una distancia poco más
grande entre ellos.
152
—Digamos que Gould no fue atraído aquí para trabajar para Baker…
¿Para qué más podría haber estado aquí?
Park escaneó el bosque.
—Nadie más vive aquí arriba. Es más que nada acantilado. El suelo
roca sólida. Christie me dijo que esta parte del bosque era principalmente
para escaladores y fanáticos de las rocas, pero rara vez utilizado por los
excursionistas. El único sendero ha estado cerrado durante años.
Demasiado rocoso.
—¿Qué estás diciendo? ¿Que estuvo aquí arriba para un trabajo del
Servicio Forestal?
—O él pensó que lo era. Christie dijo que Gould podría ser un poco...
—Park le dio golpecitos a su propia sien—. Salta primero, pregunta nunca.
—¿En serio?
—Bueno, Christie no lo dijo de esa manera, pero sí. Dijo que Gould era
impulsivo. No pensaba en lo que venía. No pensaba mucho en nada aparte
de él y su motocicleta, según Christie.
Christie dijo, Christie dijo.
—Bueno, ¿no es Christie un manantial de información hoy? —dijo
Cooper, sintiéndose irritable. ¿Por qué no había surgido nada de esto antes?
Miró por encima del hombro a los hombres que lo seguían a seis metros
de distancia. Christie no se parecía al tipo que había estado agitando las
manos con entusiasmo en la ventana trasera o alguien que hubiera
cotilleado durante el viaje. Él estaba frunciendo el ceño una vez más, su
rostro anguloso retorcido con sospecha o nervios, y no dejaba de mirar
alrededor del bosque a ambos lados del camino de entrada.
También era más joven de lo que Cooper había pensado primero. Su
apariencia flaca y puntiaguda, su cabello castaño cayendo
desordenadamente sobre su rostro, y sus desarmadamente ojos azules que
nunca parecían estar enfocados en una cosa por mucho tiempo. No se veía
mal. No era el tipo de Cooper. Pero tal vez era el de Park.
Tal vez no era asunto de Cooper.
—Me sorprende que lo hayas hecho hablar. Parece tan... —Cooper hizo
un ceño fruncido exagerado.
—Es un tipo interesante.
—¿Oh? 153
—Mmm. —Park hizo una pausa—. También admitió haber visto a
Whittaker visitar a Gould en el trabajo con bastante frecuencia.
Cooper dejó de caminar por un momento y luego trotó para alcanzar a
Park. Mantuvo la voz baja y dijo:
—¿Por qué no nos dijo eso antes?
—Afirma que no creía que fuera importante. Dijo que Whittaker y
Robbie pasaban mucho tiempo en los senderos porque no querían que la
madre de Gould lo descubriera.
Las cejas de Cooper se alzaron.
—Así que estaban follando.
—¿Eso es lo que significa pasar el rato en el bosque para ti?
—¿Cuando tenía su edad? Claro que sí.
—¿Y ahora?
—Ya te gustaría saberlo.
Park lo miró de manera extraña.
—Le pregunté a Christie al respecto y él dijo que no, ellos no estaban
involucrados románticamente. Solo amigos.
Involucrados románticamente. Qué dulce.
—¿Christie se daría cuenta si lo estuvieran, sin embargo?
—Sí. Definitivamente —dijo Park inmediatamente.
Cooper masticó eso.
—No. Espera.
—Sí, eso creo. —Park sonaba complacido de que Cooper lo hubiera
alcanzado tan rápido—. Christie tiene algo por Whittaker. Lo hizo muy
observador de ellos dos. También lo hizo sentir protector sobre Whittaker.
Entonces cuando nosotros preguntamos sobre amigos de Gould...
—Él mintió para mantenerlo fuera de esto, y luego trató de decirle a
Whittaker él mismo, de darle la noticia suavemente. Idiota.
Park no estuvo en desacuerdo.
—Debería multarlo por obstruir una investigación en este momento.
¿Dónde estaba Christie cuando Gould desapareció?
—Usando su hora de almuerzo para ir a una reunión. ¿Por qué? 154
—Solo me preguntaba si alguien tan observador de nuestro principal
sospechoso podría haber visto más de lo que está dejando ver. ¿Qué tipo de
reuniones tienen los guardabosques durante el almuerzo?
—Es observador, no un acosador —dijo Park—. Y no era una reunión
de trabajo. AA10.
—Huh. Qué sincero de su parte. ¿Hay algo de lo que no hablaron?
La sonrisa de Park parecía un poco delgada.
—A algunas personas les gusta contarme cosas.
—Me he dado cuenta. —Sin mencionar que siempre se encontraba
hablando más de lo que planeaba alrededor de Park—. Me sorprende que tú
me hayas contado a mí todo esto.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, no le está haciendo ningún favor a Whittaker, ¿verdad?
—¿Esto de nuevo? —Park sonaba enojado—. ¿Todavía piensas que
mentiría para proteger a un asesino?

10 AA: Alcohólicos Anónimos.


—Pero no crees que Whittaker sea el asesino, ¿verdad? Como Christie,
podrías pensar que estás mintiendo para proteger a un niño atrapado en un
desastre.
—¿Y realmente crees que es nuestro principal sospechoso?
Cooper evitó eso.
—Harris lo hace.
—Harris se enteró de Whittaker hace una hora. Él no cuenta. ¿Qué
crees tú?
—Creo que quiero ver lo que Baker tiene que decir sobre Gould estando
en su propiedad el día que desapareció.
Park se burló.
—Baker. No lo veo.
—No quieres creer que nadie que conoces, por muy distante que sea,
esté involucrado en esto. Estás demasiado cerca de eso, Park.
Para su crédito, Park pareció considerarlo seriamente.
—Tal vez tienes razón. Pero tú también estás muy cerca de eso. No de
la misma manera. No porque creciste alrededor de estas personas, sino 155
porque ya has escrito la historia en tu mente, y ahora solo estás buscando
el elenco.
Cooper sacudió la cabeza. Se sintió... agitado. Park no sabía de lo que
estaba hablando. Cooper mantenía la mente abierta. Su mente incluso
podría ser considerada demasiado abierta, recientemente...
Casi sin querer, Cooper dijo:
—Miller no fue a trabajar hoy de nuevo.
Park hizo un pequeño resoplido.
—No creo que vaya a conseguir esa promoción que está buscando.
—¿Qué piensas de él? Miller.
—¿Qué quieres decir?
Cooper no estaba seguro de lo que quería decir. Simplemente pensaba
que era extraño que él fuera el único que parecía encontrar el momento de
Miller, bueno, extraño. Y no podía parar de volver a esas quemaduras de
pistola eléctrica o la mirada en la cara de Miller cuando Eagler hablaba con
Park. Pero era un salto serio de sentimientos raros a acusar a un compañero
oficial de... ¿qué?
¿Sin embargo, no sería una acusación, verdad, planteárselo a Park?
Serían compañeros, compañeros temporales y experimentales,
intercambiando ideas. Lo cual estaba bien. Esperado, incluso. Y le mostraría
a Park que no estaba aquí para jugar a pincharle la cola al lobo.
A menos que Park lo pusiera en su informe. Entre mirar
inapropiadamente mis labios y atacarme verbalmente sin razón, el agente
Dayton acusó a un oficial local de secuestro y asalto, demostrando de manera
concluyente que no es apto para el servicio y su paranoia está fuera de
control.
Cristo.
Realmente dependía de si confiaba o no en Park.
—¿Dayton? ¿Hay algún problema?
—No olvídalo. Yo… me preguntaba, ¿será esto un problema? Nosotros
entrando en el territorio de Baker sin previo aviso y tú, uh, ¿esa cosa que
dijo Whittaker?
—¿Quieres decir que soy un enorme lobo alfa adulto marchando por la
puerta de un ermitaño territorial con tres hombres armados? ¿Cuál podría
ser el problema con eso? 156
Cooper tragó saliva. Pasó su mano tranquilizadoramente sobre sus
armas firmemente sujetas a su cintura, pistola y Taser. Whittaker se había
quejado de él de ir ataviado con armas, pero era un procedimiento estándar
para el BSI. Cada vez más LEO11 llevaban ambos. Bueno, no Tasers
modificadas para derribar a los lobos. Sino las normales.
¿Baker lo vería como estándar? ¿O como una amenaza?
—¿Ir caminando ayuda? Pensé que podría ser menos agresivo que si
nosotros conducíamos hasta su puerta.
Park asintió adelante.
—Supongo que estamos a punto de averiguarlo.
Cooper entrecerró los ojos. A través de los árboles pudo distinguir la
forma de... ¿algún tipo de camión? ¿Maquinaria? A medida que se acercaban
y la casa aparecía a la vista, las cejas de Cooper se dispararon. El patio
estaba lleno de... todo.
Un par de autos viejos estaban despatarrados en la hierba, con aspecto
Dalinesco en su caída. Cortadoras de césped y sierras de mesa estaban

11 LEO: Fuerzas Policiales Online.


esparcidas por el patio entre máquinas desmontadas y pilas precarias de
piezas. Largas tuberías de metal aquí, una colección de cubos oxidados allí.
Parte de maquinaria que Cooper no pudo identificar, y después de un
momento se dio cuenta de que no eran máquinas en absoluto. Ya no. Torres
de varios objetos metálicos estaban soldadas juntas para convertirse en
esculturas. Era eso o Baker había acumulado basura junta en una especie
gigante de trampa para ratones. Algunos de los bancos tenían motosierras
y otras herramientas en diversos grados de dilapidación y óxido. Si Cooper
tuviera que nombrar la estética, diría “Psicópata Americano tiene una venta
de garaje”.
Había una gran carpa con las solapas cerradas y múltiples
contenedores de metal esparcidos por la casa. Cooper pensó en Gould
atrapado en una de esas cosas y se estremeció.
Había una extraña quietud en el aire mientras se acercaban a la puerta
principal, no había pájaros cantando o ardillas moviéndose deprisa, como si
toda la naturaleza estuviera conteniendo el aliento por lo que pasara
después. La mano de Cooper se movió nerviosamente hacia su arma.
—Pero solo le mostrarás tu señal de pandilla Park o lo que sea que
hiciste en el bar y estará bien —dijo Cooper, dándose cuenta tardíamente 157
que sonaba como si estuviera continuando una conversación.
Park no parpadeó.
—No delante de los niños —dijo, mirando hacia atrás a Harris y
Christie, que estaban avanzando al otro lado del patio, caminando sobre
postes y mirando pistolas de clavos.
—Cierto. —Cooper de repente se sintió mucho menos agradecido de
que Park se hubiera adelantado y solicitara el respaldo que Cooper había
querido.
Recobra la compostura, Dayton.
Pasó junto a Park hacia la casa. Era una casa hecha de tablillas azul
oscuro de un piso, en mucho mejor estado que el patio. Subió tres escalones
de madera, abrió la puerta pantalla y le dio a la puerta tres fuertes golpes.
—¿Señor Baker? BSI. Necesitamos hacerle algunas preguntas.
La casa estaba en silencio hasta donde Cooper podía ver. Christie y
Harris esperaron al pie de los escalones. Park se paró a su lado, con los ojos
parcialmente cerrados como si él estuviera concentrado en algo. Cooper
llamó de nuevo.
—Señor Baker, si pudiera, por favor, abra la puerta.
Nada. Cooper miró a Park, que sacudió la cabeza ligeramente.
—¿Deberíamos revisar la parte de atrás? —dijo Christie, su voz áspera
suave.
Cooper estuvo de acuerdo.
—Christie, conmigo a la izquierda. Harris, Park, ¿toman la derecha?
Park ya estaba bajando las escaleras, que apenas crujieron bajo su
peso. Harris lo siguió de cerca. Christie y Cooper caminaron tranquilamente
alrededor de la casa, yendo cuidadosamente a través de un campo minado
de chatarra y grietas ocasionales donde la tierra simplemente cedió.
—Jesús —murmuró Cooper, casi tropezando con otro agujero de roca.
—Cuidado donde pisa —dijo Christie inútilmente—. Estamos en la
ladera de la montaña aquí. Mucha roca suelta. —Sus largas piernas lo
llevaron a la parte trasera de la casa primero y miró por la esquina—. Huh
—murmuró, y su mano fue a su arma. Cooper rápidamente hizo lo mismo.
—¿Tiene visual en Baker? —preguntó Cooper.
—No —dijo Christie—. Solo... —Hizo un gesto con la cabeza para que 158
Cooper lo rodeara y echara un vistazo. Cooper sintió una tensión en los
hombros al mirar a Christie, quien le devolvió la mirada con sus ojos azul
helado. Cooper dio la vuelta lentamente rodeándolo.
La puerta trasera estaba abierta de par en par, y las bisagras chirriaban
suavemente con la brisa de montaña. Apoyada contra la casa había una
Yamaha '97, la pintura dorada opaca a la sombra.
—L
a motocicleta de Gould —murmuró Cooper cuando los
cuatro se pararon en la parte trasera de la casa
examinando la Yamaha. Miró a Park, que se mordía el
labio y parecía casi molesto. Cooper no estaba sorprendido. Park realmente
no había pensado que Baker era el sospechoso.
—Eso parece una causa apropiada para mí —dijo Harris, un poco
alegre teniendo en cuenta que podían estar a punto de toparse con un Gould
rebanado.
Cooper sacó su arma y entró en la casa abierta. Christie, Harris y Park
siguieron detrás de él. El piso era de linóleo de color terracota colocado sobre
lo que parecía piedra de villa toscana si entrecerrabas los ojos muy fuerte.
Chirriaba bajo el peso de Cooper mientras caminaba por el pasillo y
159
despejaba habitaciones sistemáticamente.
La casa estaba vacía. No había señales de Baker. No había señales de
Gould.
—Deberíamos separarnos y hacer una búsqueda en la casa y la
propiedad —dijo—. Debe haber al menos veinte cobertizos de
almacenamiento esparcidos por ahí.
—Me pondré en contacto con la estación para conseguir algunos tipos
de criminalística —dijo Harris, desabrochando su radio y dirigiéndose hacia
la puerta principal.
—Soy mejor fuera —murmuró Christie—. Comenzaré en los cobertizos
en el lado lejano de la propiedad donde el terreno es peor. Cuiden donde
pisan. —Él siguió a Harris fuera.
Eso dejó a Cooper parado con Park en la sala de estar. Park tenía esa
mirada cerrada de nuevo en su rostro y Cooper se preguntaba si estaba
enojado con él. Sintió el loco impulso de disculparse. ¿Por qué? ¿Disculparse
por tener razón? ¿Siento que el viejo de la bolsa de tu infancia resultara ser
un monstruo adulto que mató a tres o más hombres?
Park la había jodido. Debería haber dicho algo sobre Baker desde el
principio, y ambos lo sabían.
Cooper comenzó a mirar alrededor mientras observaba a Park en su
periferia hacer lo mismo. La casa estaba lo suficientemente ordenada, en
comparación con el exterior, pero habitaciones enteras parecían rancias y
polvorientas. Cooper pasaba una cantidad de tiempo embarazosa en su
apartamento cuando no estaba en el trabajo, y no había una mota de polvo
en las mesas, no porque fuera necesariamente un fanático de la limpieza,
sino porque las estaba usando todo el tiempo.
—Pensaba que se suponía que era un ermitaño. ¿Qué tipo de ermitaño
no se encuentra en casa?
—Tal vez él sabía que íbamos a venir —dijo Park, tocando una pequeña
escultura soldada en la esquina que era un hombre arrodillado con cuernos
o un matorral fuera de control.
Cooper miró un revoltijo de piezas metálicas reutilizadas. Entre los
cuernos o ramas, había colocado un pequeño trozo de cuarzo amarillo.
—Baker hizo esa escultura en el Pumphouse. —No era una pregunta
tanto como una epifanía comunicada, y Park simplemente se encogió de 160
hombros.
—¿Crees que alguien le advirtió que veníamos? ¿Whittaker o su jefa?
—¿Y asustar a la única razón por la que no estás arrestando a
Whittaker en este momento? No. Además, solo porque Rudi apoya su... arte
no significa que sean cercanos.
—Cierto. Pero sí sugiere que está al menos un poco familiarizado con
el Pumphouse. Podría haberse cruzado con Gould allí.
—Ofrecido algo de trabajo y cuando llegó aquí... ¿qué? No huelo nada
de sangre e incluso el aroma de Baker está disipado. Debe tener una
ubicación secundaria.
—¿Alguna idea?
—No creo que tenga ninguna otra propiedad o familia. Pero tampoco
creía que Baker era capaz de asesinar, así que, ¿qué demonios sé? —Park
sonaba un poco disgustado consigo mismo.
—Cualquiera es capaz de asesinar —dijo Cooper, mirando por encima
de los estantes. Libros de arte en su mayoría; algunas figuras más con la
firma de Baker estilo “qué demonios es” de formas metálicas envueltas
alrededor de ese peculiar cuarzo amarillo; una fotografía enmarcada de un
hombre y una mujer riendo usando sudaderas holgadas de los ochentas y
vaqueros rígidos de cintura alta. Entre ellos, un niño de unos doce años con
enormes orejas colgando de sus brazos y mirando a la cámara. Geoffrey
Baker y sus padres. Cooper trató de imaginar a este chico de aspecto tonto
convertirse en el Boo Radley12 local, evitado y burlado por los lugareños y
persiguiendo a niños malcriados fuera de su propiedad, gruñendo. Niños
que no podrían haber sido más de una década más jóvenes que él, en
verdad.
Trató de imaginarse a este niño secuestrando y torturando a hombres
jóvenes antes de tirar sus cuerpos en el bosque.
—Realmente no crees eso, ¿verdad? —dijo Park.
—¿Qué? —Cooper se dio cuenta de que había recogido la foto y la volvió
a colocar rápidamente en el estante donde miraba a la habitación desde
arriba en un lugar de honor. Lo que sea que se quebró en Baker, no fue por
falta de amor de su familia.
—Que cualquiera es capaz de asesinar. No crees eso —aclaró Park.
—Sí, lo hago —dijo Cooper, entrando en la habitación contigua, un
pequeño dormitorio con una cama doble, un par de carteles en la pared. 161
Impresiones de Rothko y Chagall. En la mesita de noche había un libro
abierto, El Espíritu Creativo—. Tal vez no el asesinato frío y calculado. Pero
en la situación correcta cualquiera podría convertirse en un asesino.
—Cualquier lobo, quieres decir —dijo Park. Había seguido a Cooper al
dormitorio y comenzado a mirar por el armario y olisquear delicadamente la
ropa.
—No, dije cualquiera. Me refería a cualquiera —dijo Cooper un poco
secamente. Primero los comentarios sobre Whittaker y ahora esto. No estaba
acostumbrado a que la gente lo viera como un intolerante. O tal vez no se
había visto obligado a darse cuenta antes—. No es como si tuvieran el
mercado acorralado de la ira. Aunque creo que los lobos tienen una mejor
oportunidad de matar con éxito a alguien. Pero eso es solo logística. No
moral o lo que sea que pienses que pienso de los lobos.
Park no respondió, por lo que Cooper se volvió para comprobar que
todavía estaba allí y no... sosteniendo la cabeza oculta de Gould sacada de
una sombrerera o algo así.

12Boo Radley: es un personaje ficticio de la novela de 1960 de Harper Lee, Matar a un


Ruiseñor. Es un hombre misterioso y solitario y, como tal, tema frecuente de las leyendas
horribles de los niños.
No lo estaba, gracias a Dios, pero había dejado de oler el armario y
estaba observando a Cooper con una expresión extraña.
—¿Qué pasa?
—No te entiendo, Dayton —dijo Park. Su voz era tranquila, frustrada y
algo más que Cooper no pudo identificar.
—¿Qué es lo que no se entiende? A diferencia de algunas personas,
digo lo que estoy pensando. —Demasiado a menudo, cuando estoy contigo.
Park sonrió y sacudió la cabeza.
—Ese debe ser el por qué no tienes ningún sentido.
Cooper le sacó el dedo.
—¿Tienes algo allí, Naricita?
—Su aroma está especialmente disipado aquí. No creo que nadie haya
dormido en esta cama por al menos una semana.
—Definitivamente una ubicación secundaria entonces. ¿Un cómplice?
¿Amigo? ¿Amante?
—No lo creo. Es solitario.
Cooper hizo una mueca.
162
—Oh en serio. ¿A qué huele eso?
—Huele a Baker y que nadie más tocó esta ropa. Nunca.
—Quizás le gustaba estar solo. Eso no lo hace solitario —dijo Cooper,
sintiéndose extrañamente a la defensiva de un lobo que estaba bastante
seguro que estaba en medio de un desmadre de matanzas. Pero el recuerdo
de su discusión la noche anterior había derivado torpemente en la
habitación. Se preguntaba qué sabría Park de sentir el olorcillo de su
apartamento. No es que Park iba a estar en su apartamento.
—Tal vez —dijo Park de una manera que claramente significaba que no
estaba de acuerdo—. De todas formas, nada de esto se ha usado en una
semana al menos, tampoco. Si él está cerca, no está usando esta ropa.
Salieron de la habitación y trabajaron en silencio por el resto de la casa.
Cooper entró en la cocina y abrió la nevera. Frunció el ceño ante los
múltiples contenedores de comida para llevar. ¿No podía conseguir que el
repartidor se acercara a su apartamento del tercer piso, pero Baker recibía
la entrega aquí? Tal vez Baker iba a la ciudad más de lo que se habían dado
cuenta.
Él cantó suavemente para sí mismo:
—Vi a un hombre lobo con un menú chino en su mano13. Va a conseguir
un gran plato de... —Cooper abrió un recipiente con su bolígrafo—… pad
thai.
—Nop —dijo Park justo al lado de su oreja.
Cooper saltó.
—¡Jesús! Haz ruido de vez en cuando, ¿no?
—Sin nueces.
—¿Qué mierda me acabas de decir?
Los ojos de Park se entrecerraron con diversión, pero su rostro seguía
serio. Él hizo un gesto con la cabeza hacia la nevera.
—No huelo las nueces. El pad thai se cocina en aceite de maní y es
servido con nueces. Ipso facto, no es pad thai.
¿Ipso facto?
—Oh, bueno, caso cerrado entonces. —Cooper cerró la nevera de
golpe—. ¿Qué eres, la próxima serie exitosa de Food Network, detective Chef?
—Me gusta experimentar. —Park lanzó una sonrisa—. Quiero
163
mostrarte algo. —Condujo a Cooper a la entrada de la puerta principal y se
agachó—. ¿Qué piensas sobre esto?
Cooper se agachó a su lado y sus rodillas se rozaron. Park señaló el
felpudo.
—¿Qué estoy mirando? —dijo Cooper.
Park pasó la mano por las cerdas de la alfombra y la suciedad saltó.
No, no suciedad. Más de esa basura que había estado sobre el oso muerto.
Recogió un trozo y lo apretó entre sus dedos. Otra vez un recuerdo distante
de la infancia se asomó a través de la bruma, y esta vez Cooper lo dejó.
Pensó en cuando tenía diez años y estaba arrodillado en el lateral, aliviado
de que su madre estuviera demasiado enferma para ir a su juego de fútbol
ese día y pudiera ver cómo estaba en el banquillo durante toda la cosa. Y
luego se sentía culpable por estar aliviado.
—Es Astroturf14 —se dio cuenta Cooper—. Para campos deportivos, ya
sabes, ¿con césped falso? —Le sorprendió que le hubiera llevado tanto

13Frase de la canción Werewolves Of London de Warren Zevon.


14AstroTurf: es una marca de césped artificial. Aunque el término es una marca registrada,
se utiliza a veces como una descripción genérica de cualquier tipo de césped artificial.
tiempo reconocerlo. Había tenido un odio particular por ello cuando era
niño. Siempre estaba abriéndose camino dentro de sus zapatos y pegándose
a sus calcetines y pantalones cortos donde se escondía, incluso cuando se
quitaba sus zapatillas deportivas antes de entrar ya que sabía que se
suponía que debía... hasta que su padre llegaba a casa y exigía saber quién
había dejado el rastro de tierra que atravesaba toda la casa y había hecho
enojar a mamá.
Park estaba frunciendo el ceño.
—No creo que Baker sea del tipo de ir a patear una cabellota con
algunos amigos.
—En una corazonada, diría que tampoco lo era ese oso.
—El campo donde encontraron a Jenny esta mañana, eso es de
Astroturf.
Ambos hicieron una pausa para pensar en eso.
—¿Es el único? —preguntó Cooper.
—Creo que sí. No es un pueblo muy moderno, Florence. Pero no estoy
seguro. ¿Crees que el secuestro de Jenny está relacionado con los asesinatos
después de todo?
164
Cooper no estaba listo para responder eso.
—Veamos esos cobertizos.
Christie y Harris seguían haciendo ruido alrededor del patio delantero,
así que Park tomó los contenedores en el bosque lateral y Cooper se dirigió
a la parte de atrás, donde cinco contenedores más de diferentes tamaños
estaban colocados en un círculo poco definido como algún extraño ritual
estilo Stonehenge. Entre ellos se alzaban más esculturas que Cooper
comenzaba a reconocer como figurativas. Varios animales y personas con
brillantes ojos de cuarzo que parecían mirarlo donde quiera que fuera. Él
sacudió la mirada y comenzó a trabajar a través de los contenedores.
En el interior encontró más metal y varias máquinas oxidadas. Una
tonelada de equipo de camping y de escalada. Muchas revistas. Un sofá con
flores de color crema y amarillo envuelto en plástico grueso y otros muebles
anticuados que probablemente habían pertenecido a los padres de Baker.
¿Sentimental? No era de extrañar que la casa estuviera tan ordenada. Como
acaparador encubierto, el tipo simplemente guardaba todo aquí. A pesar de
la cantidad de cosas, nada parecía fuera de lugar o daba alguna pista de
otra propiedad.
Iba lento, y al final Cooper se sentía cansado, polvoriento, sudoroso y
desanimado. Salió del último cobertizo e incluso sintió el aire tranquilo del
verano como un abanico contra su piel.
Ya no podía escuchar a los demás. Probablemente estaban llegando al
final de su búsqueda también. Debido a la falta de gritos, dudaba que
hubieran encontrado algo sustancial tampoco. Ahora que se había
encontrado la motocicleta de Gould aquí, la participación de Baker parecía
garantizada. Entonces, ¿por qué no había más aquí? ¿Cómo pasó el mal y
no dejó ningún tipo de rastro? ¿Por qué estaba el hombre, el monstruo, que
había secuestrado, torturado y asesinado a hombres jóvenes leyendo sobre
el abstraccionismo y aferrándose a fotos familiares y recuerdos
sentimentales? Cooper no esperaba que uno de los cobertizos estuviera lleno
de pieles colgando, estilo Ed Gein15, pero, bueno, algo.
Estaba el Astroturf en el tapete, y se había encontrado Astroturf en el
oso muerto cerca de Bornestein y Doe, y donde habían encontrado a Jenny
Eagler, y tu hueso de la pierna estaba conectado al hueso de la cadera ¿y
qué demonios tenía esto que ver con algo?
Cooper caminó alrededor de los cobertizos donde la cobertura de los
árboles se espesaba y la diferencia entre luz y sombra se hacía más severa. 165
Sus ojos todavía estaban ajustándose mientras caminaba, por lo que tuvo
suerte de notar la profunda grieta en el suelo de roca antes de pisar, o más
bien caer, en ella. La grieta, u hoyo, u hoyo al infierno, era profunda. Más
profunda de lo que podía ver, y comenzaba alrededor de más de un metro
de ancho, se estrechaba rápidamente y luego parecía abrirse nuevamente.
Una gran pieza de cerca de metal estaba apoyada cerca junto con un par de
postes más. Un poco más de un metro más abajo en la grieta, algo liso e
inorgánico atrapaba la luz del sol y se destacaba contra la tierra y la roca.
Podría ser un trozo de metal perdido. Tal vez parte de la gran valla contra el
árbol.
Pero si ahora contaban al Astroturf como pista, no podía asumir que
nada era poco importante.
Cooper se puso boca abajo y miró hacia la grieta. Tenía una forma
ovalada aplanada y ahora veía un poco de cadena unida a ello también. Algo
delicado y muy brillante. Atrapaba el sol mejor que los otros trozos de metal
que yacían alrededor del patio. Brillaba como una joya pulida.

15 Ed Gein: fue un asesino y ladrón de tumbas estadounidense. Conocido como el


“Carnicero de Plainfield” despellejaba a sus víctimas para elaborar objetos con piel humana.
Cooper no había visto ningún indicio en el dormitorio que Baker usara
joyas.
¿Qué hay de Jenny? La médica había dicho que había sido retenida en
un lugar frío y húmedo. ¿Baker la habría puesto bajo tierra? ¿Quizás incluso
en esta grieta? Cooper volvió a mirar la valla suelta y tuvo un escalofrío
involuntario.
Se puso de pie y consiguió un largo trozo de cuerda de escalar y un
mosquetón de uno de los cobertizos. Lo anudó cuidadosamente alrededor
de un árbol grande lo suficiente como para sostener su peso y algo más,
cuidadosamente lo pasó por el mosquetón y ató el otro extremo a su
alrededor.
—Figura ocho, sigue a la serpiente —dijo Cooper, recordando la rima
que su papá le había enseñado cuando era niño y terminó el nudo. Hacer
todas las ataduras correctas probablemente era excesivo para hacer rappel
en la grieta el par de metros que necesitaba para llegar a la cadena, pero
había escalado demasiado con su padre y su hermano en sus viajes para
“ser un hombre” para no respetar todo el procedimiento. Además, escalar
había sido una de las pocas actividades que siempre había disfrutado. Ser
la persona nerviosa de la familia había sido una ventaja por una vez. 166
Por supuesto, siempre había estado subiendo y no bajando. Bonitos
acantilados abiertos con el sol en la espalda y una brisa fresca en el cabello.
No estrechos agujeros de ratas equilibrados entre toneladas de tierra y roca.
Cooper observó la turbia oscuridad de la grieta y el sudor de su cuello
de repente se sintió frío. Odiaba estar bajo tierra. Odiaba las cuevas. Odiaba
estar en un espacio pequeño y cerrado y respirando su propio aliento una y
otra vez. Una tumba.
No necesitaba ser el que bajara, por supuesto. Christie probablemente
aprovecharía la oportunidad de usar ese equipo que insistía en llevar de un
lado al otro. Pero Cooper no quería alertar a los demás todavía. Ni siquiera
sabía si lo... lo que sea que fuera era importante. Podría ser otra chatarra
para el arte de Baker. Aunque, por lo que Cooper podía ver, el óxido y el
cuarzo eran el medio de elección de Baker, no la plata brillante.
¿No se preguntarían por qué Cooper no había recuperado simplemente
el metal él mismo? ¿Por qué necesitaba ayuda para descender unos pocos
metros en una grieta? Ridículo. Era perfectamente capaz de hacer esto él
mismo. No necesitaba a nadie. Esta sería una buena forma de demostrarlo.
De probarse a sí mismo. No es que necesitara demostrar su valía ante
alguien en particular.
Tiró de la cuerda una última vez para verificar tres veces el nudo y se
bajó a sí mismo, con los pies apoyados contra un lado de la fisura. Esto
estaba bien. Fácil. Tuvo que detenerse durante un par de minutos y trabajar
en maniobrar su cuerpo alrededor de la roca que sobresalía donde la grieta
se reducía temporalmente, pero eventualmente lo resolvió.
Una vez que evitó la obstrucción, la grieta se ensanchó nuevamente y
él pudo desdoblarse lo suficiente como para verificar su progreso. La mayor
parte del cielo estaba oscurecida por la roca que acababa de rodear. No podía
ver la tierra, solo una raya gris del cielo. Más brillante de lo que parecía
cuando estaba allá arriba respirando el agradable aire libre.
Los pulmones de Cooper comenzaron a apretarse y se aclaró la
garganta. Estaba húmedo aquí abajo. Más húmedo de lo que hubiera
esperado que fuera una roca sólida. El tipo de humedad oscura exclusiva de
las entrañas de la tierra. Hasta el aire sabía sucio. Eso hizo que su piel se
sintiera gruesa y gomosa.
El brazalete, definitivamente era un brazalete ahora que estaba cerca,
estaba unos centímetros por debajo de él, atrapado al otro lado de la grieta.
Se retorció en el arnés de su cuerda y se agachó para agarrarlo. Sus dedos
rozaron la delgada cadena, evitando cuidadosamente el colgante en el 167
medio. Había algo grabado en la superficie.
Una pizca de tierra cayó del cielo y se pegó en su piel húmeda.
—Eso es extraño —dijo Cooper antes de que su corazón se disparara
en su garganta mientras caía libremente dentro de la tierra.
F
río, fue el primer pensamiento de Cooper. Ya no estoy cayendo,
fue el segundo.
Esas eran las prioridades de tu cuerpo para ti.
Estaba atrapado entre losas de roca, en la oscuridad. Su pierna
izquierda estaba acurrucada contra su pecho, la rodilla en su barbilla, el
tobillo palpitando. Su pierna derecha colgaba flojamente debajo de él, aún
sin tocar el fondo sólido. La grieta podría haberse reducido lo suficiente
como para detener la caída de Cooper temporalmente, pero definitivamente
continuaba.
El aire frío que le hacía cosquillas desde abajo indicaba que continuaba
bastante. Cooper se obligó a inhalar y luego comenzó a respirar rápidamente
cuando su cerebro recordó lo sabroso que era el oxígeno y maldición, ¿por
168
qué lo había abandonado? Una vez que había aspirado un par de bocados
del pesado aire húmedo, su cuerpo pasó a tener nuevas quejas.
Su columna vertebral estaba aplastada contra la piedra. Su piel picaba
donde su camisa se había subido y su espalda había sido raspada. Sus
manos y pies estaban entumecidos y helados por los calambres mientras la
sangre huía de sus extremidades como ratas escapando de una embarcación
en picada. Le dolía el codo derecho como si lo hubiera roto. La buena noticia
era que no era su cabeza.
Cooper probó suavemente flexionar su pierna izquierda, ignorando la
punzada en el tobillo y empezó a contonearse hacia arriba por la pared. Lo
hizo tal vez unos diez centímetros antes que sus zapatos, no destinados a
subir portales al infierno, se deslizaran sobre la roca mojada y él saltara
hacia atrás con una exhalación brusca.
—Mierda, mierda, mierda —murmuró. Su corazón, aún recuperándose
de su caída libre, no necesitó mucho para convencerse de volver a
acelerarse.
Su cuerda de escalar colgaba inútilmente de su cintura. Al menos un
extremo todavía parecía bien anudado y atravesando el mosquetón. Tiró de
la cuerda, recogiéndola en su regazo, y examinó el extremo que había sido
atado al árbol. No estaba roto ni deshilachado. Solo... desatado.
Cooper tragó saliva y volvió a levantar la vista. No podía ver el cielo,
solo en dirección de donde parecía venir una luz gris desvaída. Estaba
respirando demasiado fuerte para escuchar algo, así que se llevó la mano a
la boca y escuchó. El sonido estaba extrañamente distorsionado. El aire se
presionaba contra sus tímpanos como si estuviera bajo el agua, no bajo
tierra. No podía escuchar nada de arriba, pero el silencio tenía una... calidad
vigilante.
¿Había alguien allí o era su propia tensión la que afectaba el aire?
Definitivamente alguien había estado allí. Cooper sabía que sus nudos
habían sido buenos. Alguien había desatado su cuerda del árbol. Alguien
podría estar allí arriba ahora. Parado sobre la grieta. Observando y
esperando para ver si había sobrevivido.
Cerró los ojos, casi inútiles en esta oscuridad de todos modos, y se
concentró en ralentizar su respiración. Si pidiera ayuda, ¿alguien lo
escucharía? Si la persona que había desatado su cuerda estaba esperando
allí, él o ella ciertamente lo haría. Incluso podría terminar el trabajo.
169
Si algo, cualquier cosa, se precipitaba por el estrecho espacio, Cooper
no podría evitarlo. Pensó en todos esos trozos de metal oxidados yaciendo
por el patio y sintió náuseas. Luchó contra el impulso inútil de cubrir su
cabeza con sus manos.
En cambio, esperó, esforzándose por escuchar algo de arriba. Aún
nada. ¿Debería aguardar aquí y esperar que los demás lo encontraran?
¿Continuar tratando de ir subiendo centímetro a centímetro hacia arriba?
¿Cuánto tiempo esperaría allí su atacante? ¿Cuánto tiempo ya había
pasado?
Cooper se sintió congelado por la indecisión. La elección equivocada
podría matarlo y no parecía haber una correcta. No hacer una elección en
absoluto no lucía tan prometedor tampoco.
Su respiración era rápida y superficial. Se sentía como si solo pudiera
respirar con la parte superior de sus pulmones. Podía sentir su propio pulso
latiendo casi dolorosamente en su garganta. Ahora no era el momento para
esta mierda. Necesitaba calmarse. Ahora.
Era más fácil decirlo que hacerlo.
No podía hacer esto. Necesitaba hacer algo.
Su creciente pánico tomó una decisión por él, y Cooper se encontró
intentando subir la pared con sus dedos entumecidos y torpes, agarrándose
a simples sugerencias de asideros. No llegó lejos. Sin el espacio para tirar
de su pierna derecha hacia arriba, no podía apalancarse para moverse muy
lejos. Su pierna izquierda y los músculos de la espalda temblaban ahora por
estar demasiado tensos. Pero si los relajaba, estaba seguro de que se
deslizaría más abajo. Tal vez incluso hasta el fondo, si hubiera uno, ¿y quién
lo encontraría?
Park. Si el tipo podía oler la soledad en el cuello de una camisa, Cooper
apestando a desesperación y miedo debería ser como una brisa. ¿Pero Park
siquiera estaría buscándolo?
Cooper había dejado bastante claro que no estaba interesado en la
ayuda. Si Park incluso notó que estaba desaparecido, ¿supondría que
Cooper había salido disparado para perseguir su propio liderazgo y retirarlo
intencionalmente? ¿De nuevo?
Mierda.
—Park —susurró Cooper, sintiéndose como un idiota—. Park —repitió
un poco más alto, pero aún no a todo volumen, mucho menos gritando. La
posibilidad de que quien haya desatado su soga todavía estuviera
170
esperando, escuchando, era demasiado aterradora para considerarla—.
Park. Agente Park... ¿John Park? ¿Fred? ¿Freddy Park? —trató de adivinar
Cooper—. ¿Frederick? —Claro. Porque adivinar su primer nombre era lo que
iba a hacer la diferencia aquí. Estúpido. Tal vez merecía que alguien dejara
caer una roca sobre su cabeza y sacarlo de su miseria—. Vamos, bastardo.
Muéstrame tu súper audición. Pendejo Park. Gran alfa Park. Park grande,
fuerte y musculoso. Park Culo Increíble. Park Ojos Bonitos.
Su garganta se sentía apretada por reciclar el mismo aire húmedo una
y otra vez. Cooper cerró los ojos y centró toda su atención en hablar en una
voz normal y no gritar. No podía atraer la atención equivocada. Él no podía…
—Dayton. ¿Dayton? —Cooper estaba tan perdido en su propia cabeza
que le llevó un momento darse cuenta de que ese era su propio nombre el
que escuchó y otro momento darse cuenta de que no era él quien lo decía—
. ¡Dayton!
—¡Park! —Jadeó Cooper y no pudo evitar trepar hacia el sonido.
Inmediatamente se deslizó más abajo con un gruñido.
—¿Estás herido? —estaba diciendo Park; su voz resonó extrañamente.
—No, estoy... —La mayor parte de su cuerpo estaba entumecido por el
frío y la falta de circulación de sangre, por lo que si estaba gravemente
herido, afortunadamente no lo sabía—. Estoy bien. Solo sácame de aquí. —
Con suerte el borde de pánico en su voz no fuera tan notable allá arriba en
la superficie como aquí abajo rebotando contra la pared para regresar a su
propia cara.
—Bien, bien, aguanta. Voy a buscar un...
—¡No! —gritó Cooper—. Por favor no te vayas. Por favor.
Park definitivamente escuchó el pánico esa vez. O eso o se sorprendió
al escuchar a Cooper decir por favor, porque cuando volvió a hablar su voz
era suave, calmante y dominante.
—Necesito conseguir la cuerda del auto para sacarte. Prometo que
volveré. ¿De acuerdo, Dayton?
Sí, no antes de que alguien más llegue primero, pensó Cooper. Él dijo:
—¿Estás solo allá arriba?
—¿Sí? —respondió Park.
—¿Estás seguro? ¿No hay nadie cerca? 171
—Estoy seguro. Puedo llamar a los demás si...
—No. No llames a nadie. No dejes que nadie más se acerque aquí. Hay
cuerda en el segundo cobertizo a la derecha. Por favor, solo... date prisa.
Park no respondió de inmediato, y Cooper gritó su nombre, asustado
de que ya se hubiera ido.
—Estoy aquí —dijo Park—. Está bien. Prometo que no te voy a dejar.
Déjame conseguir la cuerda del cobertizo ahora. Cuenta hasta diez y volveré
antes de que termines.
—No tengo cuatro malditos años —gruñó Cooper incluso mientras
comenzaba a contar en su cabeza.
...cinco… seis… siete...
—Dayton, ¿estás ahí?
Cooper exhaló.
—¿Qué diablos crees? —Pero salió con menos bronca de lo que le
hubiera gustado.
—Si arrojo este extremo hacia abajo, ¿tienes suficiente espacio para
atarlo a tu alrededor?
Nop. Pero haría espacio, maldita sea. Si dijera lo contrario, Park podría
insistir en llamar a un equipo de rescate o irse para obtener un mejor equipo
y necesitaba salir de aquí ayer.
—Sí —dijo—. Hazlo.
Cooper escuchó el suave golpe de un rollo de cuerda que aterrizaba en
una saliente muy por encima él y luego a Park maldiciendo en voz baja. Pasó
un momento y escuchó el golpe de la cuerda golpear la roca de nuevo pero
cayendo un poco más lejos esta vez, enviando una dispersión de tierra en
su cabello recordándole el momento justo antes de caerse. Su respiración,
que se había calmado un poco desde la llegada de Park, se agitó de nuevo.
Este sería un mal momento para comenzar a hiperventilar, pensó Cooper,
lo que por supuesto hizo que sus pulmones se apretaran aún más.
—¿Dayton? —dijo Park, su voz preocupada.
—Bien —gruñó Cooper.
Deja de avergonzarte a ti mismo.
Apretó más fuerte, apretando la roca hasta que le dolieron los nudillos.
Luchó por tomar otra respiración profunda.
—Háblame —dijo Park mientras maniobraba el extremo de la cuerda
172
por la grieta como si enhebrara una aguja retorcida.
—No hay mucho que decir —dijo Cooper entre dientes. ¿Por qué estaba
perdiendo el aliento hablando?—. El ambiente aquí abajo deja mucho que
desear.
—Es por eso que siempre debes revisar tus reseñas de Yelp.16
Cooper resopló ligeramente con reticente diversión.
Contradictoriamente, esa pequeña exhalación hizo que sus pulmones se
sintieran mejor, más abiertos, que todas esas inhalaciones desesperadas
que había estado haciendo. Pudo relajar el agarre de sus dedos sobre la roca
un poco. No era como si estuvieran haciendo mucho de todos modos. Era
más su trasero encajado contra la piedra lo que le impedía caerse más que
nada.
—Dime en qué estás pensando —dijo Park mientras continuaba
maniobrando la cuerda hacia abajo.
—Um, ¿no creo haber estado tan agradecido por tener un culo gordo?
Park se rio suavemente.

16 Yelp: aplicación móvil donde se publican reseñas de empresas de fuentes públicas.


—Es un gran culo.
Si es que estaba de acuerdo con su utilidad en ese momento o estaba
diciendo que tenía otras... cualidades estéticas, Cooper no estaba seguro.
Pero su sorpresa ante el comentario lo distrajo del dolor en la espalda por
uno o dos preciosos milisegundos. ¿Park lo había comprobado? ¿Estaba
interesado en él sexualmente? ¿Era este un momento razonable para
pensarlo?
Probablemente no parecía cubrir las tres.
—¿Qué más? —lo incitó Park.
—Estoy pensando... —Que quiero que hayas comprobado mi trasero—.
Estoy pensando que te estás tomando un tiempo ridículamente largo para
enhebrar una cuerda muy delgada a través de un gran agujero de mierda.
—No eres una damisela en apuros muy agradable —comentó Park.
—Y tú eres un Lassie de mierda. Timmy nunca tuvo que esperar tanto
tiempo cuando él se caía a un pozo.
La cuerda eligió ese momento para aterrizar en la cabeza de Cooper. La
agarró perdiendo el equilibrio en su prisa, y comenzó a resbalar.
—¡Mierda! —Pateó con fuerza con la pierna izquierda y dejó de moverse.
173
—¡Cooper!
Esperó hasta que su corazón salió de su lengua.
—Presente —dijo tan calmadamente como era posible. Al menos su voz
no temblaba tanto como lo hacían sus manos.
Cooper pasó rápidamente la cuerda por el arnés de cuerda que ya
estaba alrededor su cintura y la ató varias veces. Tiró de ella con fuerza y
los nudos se quedaron sujetos.
—Muy bien —llamó a Park—. Estoy listo para mi primer plano, señor
DeMille.17
La cuerda se tensaba en sus manos y lentamente, muy lentamente, se
sintió a sí mismo comenzando a ser desatascado. Se aferró a la cuerda con
una mano apretada y puso la otra frente a su cara para evitar golpearse
contra la pared. Incluso mientras avanzaba lentamente, mantuvo su pie
izquierdo presionado contra una pared y su columna vertebral soldada a la
otra, si aliviar la presión.

17 Frase de la película estadounidense de cine negro, Sunset Boulevard, estrenada en 1950.


—Dayton —gruñó Park desde arriba—. ¿Estás atrapado en algo?
—No —dijo Cooper, mirando su pie con culpa. La grieta era lo suficiente
ancha ahora que en el momento en que relajara la tensión en su cuerpo
estaría colgando libremente, confiando completamente en la cuerda. Y en
Park.
—¿Estás... tratando de ayudar? —preguntó Park, diplomáticamente.
Una forma educada de preguntar si se aferraba a la roca porque no confiaba
en que Park lo sostendría.
Cooper tomó otro respiro tembloroso.
—¿Definitivamente puedes sostenerme?
—Sí —dijo Park.
—Soy más pesado de lo que parezco, ya sabes. No es que no todo sea
músculo. Y culo —agregó.
—Prometo que te tengo, Dayton. Suéltate.
Cooper hizo una mueca, contuvo el aliento y relajó los músculos, todo
a la vez.
Su cuerpo se balanceaba como un péndulo entre las paredes, pero no 174
cayó más abajo. Su pierna izquierda colgaba debajo de él, un peso muerto
alienígena por un momento misericordioso antes de que mil alfileres y
agujas ardieran como ácido a través de sus músculos.
—¿Bien? —le gritó a Park—. ¿Muy pesado?
—Por favor. Como más de lo que pesas para el desayuno —respondió
Park, demasiado alegre y relajado para alguien transportando setenta y siete
kilos de peso muerto por el portal del infierno.
Cooper se movía a un ritmo bastante rápido cuando su cabeza golpeó
el primer estrechamiento de la grieta.
—Au, maldición —dijo—. Espera.
Park dejó de tirar y Cooper trató de meter los hombros en la grieta.
Olvídense de la piel, la roca parecía raspar sus huesos. Se retorció y se tensó
hasta que le dolieron los tendones del cuello. Cristo, ¿por qué le estaba
tomando tanto esto? ¿Por qué seguía allí? ¿Cuánto tiempo más iba a estar
atrapado?
Cooper de repente se sintió agitado e irracionalmente furioso. Quería
abrirse camino a golpes a través de la tierra pero no podía mover sus brazos,
lo que simplemente lo puso más enojado.
—Es adrenalina, solo adrenalina —murmuró para sí mismo, más allá
de preocuparse si Park lo escuchaba en este punto. Hablar en voz alta lo
obligó a respirar más uniformemente lo que a su vez ayudó a calmar la ola
de ira provocada por la claustrofobia—. Cupiste para bajar, así que debes
caber para subir. —Se escabulló un par centímetros hacia abajo y trató de
mentalizarse para pasar a la fuerza de nuevo.
—Tienes exactamente veintisiete horas y luego voy a entrar allí y a
recortarte —dijo Park desde arriba.
—Como si tu gran cabeza pudiera caber —dijo Cooper—. ¿Y veintisiete
horas? ¡Son 127 horas!18 ¿Crees que se cortó el brazo después de un día?
—¿Quieres que sean veintisiete minutos, Dayton? —dijo Park.
Cooper lo maldijo brutalmente, pero el puñado de neuronas aún
disparando lógicamente sabía que Park estaba diciéndole mierdas para
distraerlo. Ya que ahora quería golpear a su compañero en lugar de la roca,
supuso que probablemente estaba funcionando.
Exhaló todo lo que pudo, levantó las manos para agarrar la pared sobre
su cabeza y tiró. Esta vez se arrastró con un poco de presión sobre su
esternón. La roca frente a su cara estaba salpicada de color ladrillo. Sangre 175
seca.
Cooper tragó saliva y parpadeó para quitarse el sudor de los ojos.
Todavía estaba ahí.
Debía ser su propia sangre al caer. Parecía que había tenido problemas
el bajar por el agujero también. No recordaba la caída, exactamente. Pero
tal vez eso era algo bueno.
Cooper tiró de la cuerda. Fuerte.
—Despejado.
La cuerda comenzó a ascender nuevamente y él llegó a la cima sin
incidentes. Pronto pudo ver a Park parado sobre la grieta.
Había enrollado la cuerda alrededor de un árbol y tiraba de ella con
cuidado sobre el puño, su rostro tranquilo y relajado; la única señal de que
estaba haciendo algo fuera de lo común eran los músculos abultados de su
brazo. Quizás era un poco parcial, pero en ese momento Cooper estaba
seguro de que nunca había visto nada más hermoso.

18Referencia a la película estadounidense de drama y suspenso protagonizada por James


Franco, 127 horas, donde el montañista Aron Ralston se amputa una parte del brazo
derecho luego de quedar atrapado bajo una roca.
—Oh, hola —dijo Park, como si acabara de notar a Cooper—. ¿En qué
andas?
Tratando de imitar su calma calculada, Cooper dijo:
—No mucho, solo colgando. —Era forzado, pero Park resopló
juguetonamente, como si no pudiera escuchar el temblor y la voz
entrecortada de Cooper.
Tan pronto como estuvo lo suficientemente cerca, Cooper agarró el
borde del suelo. Park se arrodilló y agarró el antebrazo de Cooper con una
mano y el improvisado arnés de cuerda en la parte baja de su espalda con
la otra y tiró de él, cayendo hacia atrás con Cooper a su lado.
Cooper presionó su mejilla contra el suelo sólido, calentado por el sol e
inhaló el aroma celestial de tierra seca y hierba y, mierda, solo vida.
Las manos de Park estaban trabajando suavemente sobre el cuerpo de
Cooper. Buscando lesiones, Cooper se dio cuenta lejanamente. Nada serio
se dio a conocer y Cooper murmuró una oración de agradecimiento en la
tierra.
—¿Qué fue eso? —dijo Park desde su lado.
Cooper se volvió para mirarlo sentado en el suelo junto a él. Park lucía
176
curioso y amable, pero había un poco de tensión y preocupación arrugando
sus ojos. Preocupación por él, se dio cuenta Cooper.
—Dije que sabía que debería haber tomado ese giro a la izquierda en
Albuquerque19 —dijo ahogándose.
Park sonrió y sacudió la cabeza. La mano que lo estaba revisando rozó
las líneas de tejido cicatricial engrosado en el estómago de Cooper y dudó.
Park trazó las líneas como si estuviera leyendo braille y luego subió la mano
abruptamente para descansarla sobre el hombro de Cooper.
—Lo hiciste bien —dijo suavemente—. No mucha gente se habría
mantenido así. —Todas las bromas demasiado alegres desaparecieron de su
voz, y su pulgar masajeaba la tensión de la articulación del cuello y el
hombro de Cooper. Si Cooper tuviera la energía, se habría apoyado en el
toque. No lo hizo, así que solo miró a Park y deseó que no se detuviera. El
cuerpo de Cooper estaba sonrojado, los músculos temblaban. Podía sentir
su pulso palpitar debajo de los dedos de Park.

19 Sabía que debería haber tomado ese giro a la izquierda en Albuquerque: Esa
declaración de Bugs Bunny es un tema recurrente desde hace mucho tiempo en la serie de
dibujos animados de Warner Brothers.
Es solo la adrenalina sobrante, pensó Cooper. Te caíste por un agujero
gigante. No confundas la excitación física con excitación sexual. Tal vez un
poco de adoración al salvador.
Aun así, Cooper no podía apartar la mirada.
—Hola —dijo Park—. Oliver.
—¿Qué? —La voz de Cooper sonó más ronca de lo habitual. Tal vez
debido a respirar el aire asqueroso de la grieta. Tal vez no.
—Mi nombre es Oliver. Aunque si quieres volver a llamarme Park Ojos
Bonitos, prometo que aún vendré corriendo.
Cooper sintió que el rubor de su cuerpo se extendía por sus mejillas.
No apartó la mirada de los ojos de Park. El ámbar frío se había calentado al
amaretto y estaban, otra vez, riéndose de él. Burlándose.
Cooper quería cerrar esos ojos. Verlos ensancharse en sorpresa. Inclinó
su cabeza un poco y besó suavemente la parte superior de la mano de Park,
aun descansando sobre su hombro, sin romper el contacto visual. Park no
se había estado moviendo realmente antes, pero de alguna manera parecía
ir más allá.
El corazón de Cooper latía, rápido y vertiginoso. ¿De dónde diablos
177
había salido eso? Podía eliminarlo. Diciendo que estaba tan agradecido con
estas manos por sacarlo del infierno. Era lo suficientemente cierto. Él
debería decir eso. Fue por eso que se sorprendió al encontrarse besando la
mano de Park nuevamente, esta vez un poco más lento, un poco más
húmedo, sus labios ligeramente abiertos, sus ojos cerrándose. La piel de
Park estaba tan cálida contra los labios helados de Cooper. Ninguno de los
dos se movió por un momento. Cooper levantó la vista.
Los ojos de Park ya no se reían. Estaban estrechados, con párpados
pesados y depredadores. Hizo que el calor del vientre inferior de Cooper se
desplegara agradablemente, como un gato despierto estirándose al sol. Se
mordió el labio para evitar que cualquiera de los sonidos embarazosos que
sintió revoloteando en su pecho escapara.
La mano de Park se retorció hasta que sus dedos acunaron suavemente
la barbilla de Cooper, su pulgar tiró suavemente de su labio inferior y luego
se deslizó sobre la boca de Cooper.
Park cambió de posición para estar arrodillado junto a Cooper, flotando
sobre él y mirando hacia abajo. Su presencia cercana se sentía como un
peso físico tangible. Cooper instintivamente rodó sobre su espalda para verlo
mejor y sintió la mano de Park contrayéndose donde aún descansaba, el
pulgar en sus labios y sus dedos acariciando su garganta. Park se inclinó
más sobre él, apoyando la mano izquierda contra el suelo junto a la cabeza
de Cooper.
Cuando habló, la voz de Park era áspera y cruda.
—¿Tú…?
—¡Ahí están! —gritó una voz. Park apartó su mano y se sentó de nuevo
sobre sus talones. Cooper se sorprendió al ver un leve sonrojo manchar sus
mejillas. ¿Qué había empezado a decir? ¿Tú... quieres continuar esto en
privado?
Cooper también se sentó, mucho menos rápido, y miró a su alrededor.
Harris caminaba hacia ellos, con la cara sin sonreír por primera vez.
Park ya estaba de pie y se agachó para ayudar a Cooper a levantarse. Todos
los moretones y rasguños en su cuerpo eligieron ese momento para cantar
un coro de quejas, y Cooper gruñó.
—¿Estás bien? —preguntó Park. Su voz era tranquila y preocupada,
pero en el momento en que Cooper estaba de pie, tiró de su mano y la metió
en el bolsillo de sus vaqueros. ¿Tú… realmente crees que estaría interesado
en ti sexualmente? ¿En ti? 178
—Bien —respondió Cooper cuando Harris se detuvo junto a ellos.
—¿Qué está pasando? —dijo con voz sospechosa—. ¿Dónde han
estado?
—Me caí por un agujero —dijo Cooper, señalando la grieta—. Pensé que
vi algo y traté de echar un vistazo más de cerca.
—¿Encontró algo?
—No —dijo Cooper brevemente—. ¿Dónde está Christie?
—Buscándole. Ha estado MIA durante más de una hora.
Cooper parpadeó y miró a Park.
—¿Sí? —Él se estremeció. Se había sentido tanto como segundos que
como días allá abajo. Supuso que una hora era una cantidad razonable.
—Deberíamos hacer que te examine un médico —dijo Park. Su voz
había vuelto a su tono suave y parejo normal.
¿Tú... tienes una conmoción cerebral que te hace insinuártele a tu pareja
en formas extrañas?
—Estoy bien, solo sucio. —Y frío, dolorido y... confundido.
Park frunció el ceño y parecía que iba a presionar, pero Harris
afortunadamente interrumpió.
—Debería encontrar a Christie. Hacerle saber que le encontré antes de
que saque su sonar. Los técnicos del crimen estarán a unos diez minutos.
Quiere irse o….
—Nos quedaremos —lo interrumpió Cooper—. ¿Y puede conseguir más
uniformados aquí arriba? Quiero hacer una búsqueda completa de la
propiedad.
Park le lanzó otra mirada y Cooper sacudió la cabeza ligeramente. No
discutas, rogó con los ojos.
Si Park captó el mensaje o él todavía se sentía demasiado incómodo de
su encuentro mano-boca para comprometerse con Cooper no estaba claro,
pero se mantuvo en silencio hasta que Harris se alejó para dar órdenes a su
radio.
Entonces Park dijo suavemente:
—Deberías volver a la ciudad. No necesitas estar aquí, y estás
sangrando. Puede que te hayas golpeado la cabeza...
—Dije que estoy bien, así que retrocede, ¿de acuerdo? —Eso salió más
179
duro de lo que pretendía y Cooper sintió una punzada cuando Park
rápidamente apartó la mirada de él, con la cara encorvada, y los hombros
tensos.
Cooper sintió un poco como si acabara de golpear a un cachorro con
un periódico. Pero honestamente estaba bien. Ahora que estaba al aire libre,
de todos modos. No estaba herido. Algunas magulladuras y rasguños ardían
débilmente, pero ¿y qué? Se hizo más sangre aprendiendo a andar en
bicicleta. Y si no estaba herido físicamente, Park debía creer que estaba
mentalmente herido. Vulnerable. Agitado. Eso no era algo que Cooper quería
que Park pensara.
—Mira, solo quiero decir que no necesito que me cuiden.
—¿Quién se está ofreciendo? —dijo Park, sin darse la vuelta—. Solo
estaba tratando de cuidar de mí. Apestas a muerte. —Se alejó tras Harris.
Cooper suspiró. ¿Por qué cada conversación con Park terminaba así?
¿Por qué Cooper tenía que saltar como un animal herido cada vez que Park
se acercaba?
Observó a Park chocar contra la casa con una exhibición inusual de
emoción. Bueno, se las arregló para hacer que el hombre más imperturbable
que jamás haya conocido pareciera lo suficientemente enojado como para
matar.
Ponte en línea.
—Mierda —murmuró al darse cuenta. Había olvidado decirle a Park
que alguien en la propiedad de Baker acababa de intentar asesinarlo.

180
A
pesar de los refuerzos, no se encontró nada de utilidad en la
propiedad de Baker y a pesar de los mejores esfuerzos de
Cooper, no tuvo la oportunidad de hablar con Park acerca de
sus sospechas de que alguien había intentado matarlo.
Cada vez que lograba llamar la atención de Park, él inmediatamente
apartaba la mirada, y cuando Cooper trataba de conseguir que estuviera
solo, él salía corriendo. O lo que sea que fuera el equivalente a salir corriendo
de Park. Deslizarse con gracia a otra parte.
Oliver. Oliver Park. Le quedaba bien. O más bien, era inesperadamente
gentil, refinado y dulce, y eso le quedaba bien.
Cooper se dio cuenta de que estaba sonriendo para sí mismo mientras
revisaba la caja de herramientas de Baker y se detuvo rápidamente. El BSI
181
tenía dificultades para mantenerse al día con las apariencias sin que los
lugareños lo vieran sonriendo por las posibles herramientas de tortura de
un asesino en serie. Hablando de mala prensa.
Finalmente logró acercarse a Park mientras estaba agachado y
examinando los neumáticos de la motocicleta de Gould.
—¿Encontraste algo?
Park se sobresaltó, girando en la tierra. Su rostro solo se relajó por un
segundo cuando vio que era Cooper antes de tensarse en una expresión
neutral y distante.
—¿Me las arreglé para acercarme sigilosamente? —bromeó Cooper,
tratando de ignorar la sensación nauseabunda de rechazo burbujeando en
sus entrañas—. ¿Qué le pasó a esa nariz de sabueso?
Park espetó:
—No es como si olfateáramos todo, todo el tiempo. No soy un perro en
realidad, a pesar de lo que piensas. A veces estoy ocupado haciendo otras
cosas. A veces incluso pensando.
—Vaya. Está bien. —¿De dónde vino eso?—. No quise decir... —Como
siempre, Cooper no pudo ordenar las palabras correctas para disculparse.
Ni siquiera estaba seguro por lo que se estaría disculpando—. Escucha, he
estado tratando de conseguir que estuvieras solo. Necesito hablar contigo
sobre algo...
Park se sacudió las manos y se levantó.
—No es necesario. Lo entiendo. No estabas pensando con claridad.
Estabas asustado. No te preocupes por eso. —Una mueca cruzó por su
rostro—. No le voy a decir a nadie.
Cooper parpadeó. ¿Qué...?
—¿Tú... estás hablando de, eh...? —¿El beso? proveyó su cerebro. ¿Pero
era eso exactamente lo que había sido? La vez que chupé el dorso de tu mano
era más preciso pero no muy atractivo—. ¿... la cosa? —terminó débilmente,
pero Park ya estaba retrocediendo.
—No espero nada. Ya está olvidado —dijo Park, y se retiró.
Cooper lo vio caminar hacia la casa y ser llamado por un uniformado
que parecía hacerle una pregunta. Park se volvió y señaló a Cooper.
Arreste a ese hombre si intenta hablar conmigo otra vez. Acoso sexual.
182
Chupada de manos con intención de distribuir.
Cooper se sonrojó. ¿Era esa su... intención?
Park claramente pensaba que Cooper lamentaba “la cosa” en la parte
superior de la grieta. Le estaba ofreciendo una salida. No era necesario
volver a hablar nunca de ello. Cooper debería tomarlo y estar agradecido.
Park tenía razón, no sabía lo que había estado pensando. Debería sentirse
aliviado de que Park estuviera dispuesto a fingir que nunca había sucedido.
Probablemente se sentiría aliviado si no estuviera demasiado ocupado
preguntándose si Park lo lamentaba.
Cooper pasó una mano sobre el asiento de cuero de la Yamaha,
buscando una distracción.
Corrección, buscando dejar de distraerse y enfocarse en el caso, que
era por eso que estaban allí y la razón real por la que necesitaba hablar con
Park. Park, ¿quien pensaba que “la cosa” era un error?
¿O Park pensaba que Cooper pensaba que era un error?
Se chupó los dientes, asqueado consigo mismo. Esto era juvenil.
Suficiente.
Sin pensarlo demasiado, montó la Yamaha. La motocicleta era lo único
que vinculaba a Gould con Baker. Esta motocicleta que Gould amaba, y que
cuidaba mejor de lo que se cuidaba a sí mismo, según Christie. Cooper
agarró el manillar, el caucho texturizado encajaba perfectamente en sus
palmas.
—Soy un hombre de veintitrés años. La gente solía respetarme por mi
destreza física, pero eso cambió cuando no estuve a la altura y tuve que
volver a casa con mamá. Ahora soy una broma en el pueblo. Me aferro a mis
días dorados, a la escuela secundaria. La gente me tiene lástima. Christie
me dio un trabajo a tiempo parcial porque me tiene lástima. O porque está
tratando de meterse en los pantalones de mi mejor amigo.
»Sam Whittaker. Sam me conoció cuando era alguien. Él todavía me
mira como si fuera alguien. Estoy desesperado por aferrarme a eso. Le
miento a mi madre y escondo nuestra amistad. ¿Relación? Amistad. Sam
desea que fuera más. ¿Sé eso?
Los enamoramientos de la secundaria eran difíciles de ocultar. Todas
esas hormonas, toda la ignorancia, el tartamudeo y la torpe inexperiencia.
En la experiencia de Cooper, el objeto de afecto usualmente se daba cuenta
del enamoramiento, a veces antes de que la persona que estaba enamorada 183
de ellos lo supiera ella misma. Gould lo había sabido. Y Gould había usado
el afecto de Sam para su ventaja. ¿Era eso lo que había conducido a Sam al
límite?
Cooper suspiró. Era más fácil de esta manera. Todo era mucho más
comprensible al usar los zapatos de otra persona. Deseaba que fuera así de
simple navegar por su propia vida.
Cooper se inclinó hacia adelante en la motocicleta e imaginó conducir
de regreso al Pumphouse para intentar convencer a Sam una vez más de
que lo acompañe en este trabajo misterioso. ¿Por qué? Sam ya había dicho
que no. ¿Qué importaba si él venía o no? Gould necesitaba el dinero. Mucho,
si estaba dispuesto a aceptar algo tan sospechoso. ¿Por qué querría dividir
el pago con Sam?
—Sam tiene secretos. Peleamos por los secretos, pero él todavía no me
cuenta lo que está escondiendo. Sam, que aguanta toda mi mierda, que lo
esconda como amigo, todas las peleas, guarda esta cosa para sí mismo. No
puedo dejarlo estar. ¿Por qué? La última vez sus secretos pusieron fin a
nuestra amistad. No quiero que eso vuelva a suceder. No puedo permitir que
vuelva a suceder porque Sam es el único que intercede por mí en este
pueblo.
»¿Qué quería más que cualquier otra cosa?
¿Dinero? No, ¿por qué tratar de compartir el día de pago con Sam?
¿Respeto? Claro, revivo los días de gloria. Cuando la gente me respetaba
físicamente.
¿Respuestas? Seguro. Pero, ¿cómo me daría respuestas que Sam viniera
conmigo a casa de Baker?
A menos que Gould ya hubiera hecho la conexión entre Whittaker y
Baker. Y traer a Whittaker aquí habría logrado... ¿qué?
O...
Baker era quien quería a Whittaker aquí. Baker estaba en posición de
darle a Gould las respuestas que ansiaba. Cooper había estado allí una vez
también, a punto de comprender un gran secreto que atormentaba sus
pesadillas. Dado la oportunidad de obtener respuestas, ¿qué no habría
aceptado hacer Gould? Si se le pedía, ¿habría tratado de atraer a su mejor
amigo a un potencial peligro?
Cooper había arriesgado su vida, renunciado al trabajo de sus sueños
y firmado su carrera con el BSI por una endeble oportunidad de la verdad.
Pero, ¿por qué Baker querría atraer a Whittaker aquí? Ni siquiera
184
parecía estar viviendo aquí durante la última semana. ¿Y por qué Gould
confiaría en Baker de todas las personas? ¿Cómo podría siquiera conocerlo?
No lo haría. No estaría hablando con él por teléfono sobre tratar de
convencer a Whittaker otra vez tampoco. Baker, ¿quien no tenía un amigo
en el mundo? Simplemente no encajaba. ¿Pero en quién confiaría Gould
además de Sam?
Cooper tocó la llave aún en el encendido. Después de un momento lo
intentó. El motor chisporroteó y jadeó un par de veces, y él se rindió.
Totalmente sin gasolina.
—Me encantaba esta motocicleta. Nunca la trataría de esta manera.
Puede que no piense en mucho, pero pienso en esto. Entonces Baker vació
el tanque. ¿Para qué? No había otro vehículo en el sitio. ¿Por qué dejar la
motocicleta aquí para que la encuentren?
—¿Agente Dayton?
Cooper se sobresaltó. Dos técnicos de emergencias médicas se habían
acercado a él, sin que él siquiera los notara.
—¿Sí?
—Nos llamaron y dijeron que tuvo una mala caída y requería atención
médica.
Cooper frunció el ceño. Podía ser que no hubiera descubierto mucho,
pero estaba bastante seguro de que sabía exactamente quién lo había
delatado.

Alguien estaba intentando entrar en la habitación.


Cooper se sentó, con el corazón acelerado, confundido y frío. Estaba
desnudo en su cama del motel, encima de las sábanas. Le llevó un momento
recordar cómo había llegado ahí.
Para cuando escapó de los técnicos de emergencias y le rogó un aventón
a uno de los uniformados de regreso a su motel, se había sentido tan agotado
y adolorido que apenas podía moverse. Se había sentado para quitarse la
ropa antes de meterse en la ducha y eso solo había significado cerrar los
ojos por un minuto. Las sombras profundas que se derramaban a través de
la habitación y piel de gallina húmeda en todo su cuerpo sugerían que se
185
había quedado dormido por mucho más que eso.
Sonó otro golpe en la puerta, fuerte y agresivo, definitivamente no un
amable toque del servicio de habitación, y luego una violenta sacudida de la
perilla de la puerta. Cooper saltó de la cama, arrastrando la sábana
alrededor de su cintura y se detuvo congelado en medio de la habitación. Se
sintió paralizado por la indecisión, lo cual era extraño porque realmente no
había mucho aquí que requiriera decidir. Debía haber sido despertado de
una etapa profunda del sueño. O estaba más sacudido por los eventos del
día de lo que se había dado cuenta.
Los eventos del día. Eso era. Cuando alguien había tratado de matarlo.
Cooper sacó su arma de la funda, revisó rápidamente el cañón, quitó el
seguro y se paró junto a la puerta. Tomó un respiro estabilizador, parpadeó
la última señal de sueño de sus ojos y gritó:
—¿Quién es?
Los golpes cesaron.
—Si este eres tú tratando de hacer algún tipo de broma sobre los tres
cerditos ahora mismo, voy a golpearte justo en la barbillita, Dayton.
Cooper suspiró y bajó su arma. Rápidamente desbloqueó la puerta y la
abrió a un Park de aspecto extremadamente molesto.
Park tenía las manos apoyadas a ambos lados del marco de la puerta y
estaba mirando hacia arriba con una expresión que personificaba ¿por qué
yo?
—¿Por qué demonios estabas tratando de tirar abajo mi puerta?
—Si hubiera querido tirar abajo tu puerta, estaría abajo. Estaba
llamando a la puerta. Durante diez minutos. ¿Por qué no...? —Park se
detuvo, solo notando a Cooper ahora.
Más exactamente, lo que llevaba puesto Cooper. O lo que no estaba
llevando.
Las cejas de Park se levantaron mientras que sus ojos bajaron. Y
subieron. Y de nuevo bajaron.
—Estaba durmiendo —dijo Cooper, tratando de no inquietarse bajo la
mirada evaluadora de Park. Su polla estaba notando la atención, y se agarró
torpemente la sábana ajustándola más alrededor de su cintura para obtener
más cobertura. Dijo entre dientes—: Aquí hay un consejo cortesía de la casa:
las personas normales no tocan como si estuvieran golpeando a un tambor 186
de guerra.
Los ojos de Park, que habían permanecido en el desastre de cicatrices
en el vientre de Cooper, se dispararon hacia arriba.
—Las personas normales no tardan un cuarto de hora en responder a
la puerta. No respondías, y después de tu caída de hoy estaba preocupa...
—Park se cortó, y para asombro de Cooper, un leve tinte rosado calentó sus
mejillas—. Bueno, podrías haber tenido una conmoción.
—No tengo una conmoción —dijo Cooper. Dio un paso atrás e hizo un
gesto para que Park entrara para poder cerrar la puerta detrás de él. El aire
nocturno se sentía desagradablemente agudo en su piel ya fría—. Tengo una
buena factura médica gracias a esos malditos técnicos de urgencias que me
echaste. Muchas gracias por eso, por cierto. —Intentó el sarcasmo, pero
frustrantemente salió débil: Cristo, casi sonaba sincero. Se sentía
desarmado sabiendo que Park había estado golpeando la puerta por
preocupación por él.
Esa sensación cálida y borrosa desapareció rápidamente cuando Park
dijo:
—Bueno, estuviste sentado en esa motocicleta hablando solo durante
mucho tiempo. El daño cerebral no parecía una exageración.
—¿Pero, abuela, qué grandes orejas tienes? —dijo Cooper, dándole un
portazo a la puerta del motel. ¿Por qué había invitado a Park a entrar?
—Es mejor oírte quejart… ¿qué demonios es eso? —señaló Park
sonando horrorizado.
Por un momento horrible, Cooper pensó que tal vez la sábana se había
deslizado, pero Park continuó:
—¿Esa es un arma que estás escondiendo en esa sábana o realmente
solo estás muy infeliz de verme?
—Oh. —Cooper se encogió de hombros y torpemente le puso el seguro
y apartó su arma mientras trataba de mantener la sábana en su lugar—. No
sabía quién estaba golpeando. —Si era posible, Park parecía aún más
asombrado por esto—. ¿Estás seguro que no te golpeaste tu cabeza? —dijo
Cooper secamente—. Nunca le había visto tan expresivo, agente Park.
La cara de Park volvió de inmediato a su neutro soso normal.
—¿Quién pensabas que estaba tocando? —dijo lentamente y con
seriedad, como si hablara con un niño.
187
—Estaba durmiendo. No estaba pensando. Pero no quería arriesgarme
si quien quiera que trató de matarme hoy estuviera inclinado a terminar el
trabajo.
—¿Qué?
—Eso es lo que estaba tratando de decirte en el lugar de Baker —dijo
Cooper con cansancio. Tuvo que luchar contra el impulso de volver a la
cama y tener esta conversación desde debajo de las sábanas. Tenía tanto
frío—. Alguien desató mi cuerda de escalar.
Los ojos de Park se entrecerraron.
—No entiendo.
—Me pareció ver algo en la grieta, fuera de alcance. Usé la soga de
Baker, até un extremo al árbol, el mismo que tú estabas usando, y luego me
caí. Pero el extremo de la cuerda no estaba deshilachado, no se rompió, el
árbol no se rompió. Alguien lo desató.
Park pareció elegir cuidadosamente sus siguientes palabras.
—¿Y si la cuerda solo... se aflojó?
Cooper espetó:
—Conozco mis nudos, Park. He estado escalando durante años. Confía
en mí, no se aflojó simplemente. Alguien más estaba allí. Lo escuché.
Park lo miró y luego asintió.
—Está bien. Te creo. ¿Pero quién? Nadie sabía que íbamos a estar allí
excepto la estación y no había nadie además de Baker, que vivía allá arriba
y que podría habernos visto en la propiedad. —Frunció el ceño—.
Supongo... supongo que Baker todavía podría haber estado cerca. Debo
haber estado equivocado. Lo siento, Dayton. ¿Pero por qué no se lo dijiste a
los demás?
Cooper, preparándose para una discusión, fue derribado por un
momento, especialmente por la disculpa de Park por algo que ni siquiera era
su culpa.
—¿Baker? Oh. Yo no... —Hizo una pausa. Una larga pausa—. No tenía
pruebas. En realidad no escuché a nadie. No exactamente. Pero... —Se
movió—. ¿Alguna vez has tenido esa sensación que sabes que no estás solo?
Pero no puedes determinar cómo lo sabes. Es solo un... una sensación —
terminó sin convicción—. Pensé que nadie me creería.
Park lo sorprendió sonriendo suavemente, pero sus ojos eran serios. 188
—Eso es sano instinto animal. Créelo. Pero eso no era lo que ibas a
decir, ¿verdad?
Cierto. Espeluznante que Park lo supiera, pero cierto.
—No creo que haya sido Baker —dijo Cooper antes de que pudiera
cuestionárselo otra vez.
—¿Qué quieres decir?
—No creo que Baker estuviera allí hoy. No creo que sea él quien desató
mi cuerda. Simplemente no cuadra. Tú tenías razón. Esa casa no se sentía
como que alguien estuviera viviendo allí. Dijiste que en la cama no habían
dormido en una semana, o más, y te creo. ¿Pero de alguna manera él sabía
que íbamos a estar allí hoy?
—Tal vez estaba vigilando la propiedad.
—¿Por qué? ¿Porque pensó que la policía podría llamar a la puerta?
¿Entonces por qué dejar la motocicleta de Gould a plena luz del día? No, no
puede ser una coincidencia. Tiene que ser alguien que sabía que íbamos al
lugar de Baker.
—¿Crees que Sam Whittaker plantó la motocicleta de Gould para que
la encontremos? ¿Y luego esperó para deshacerte de ti? ¿Por qué?
—Si Gould nunca logró salir del Pumphouse, Whittaker necesitaría
deshacerse de su motocicleta en alguna parte. Prepara una historia
sospechosa sobre Baker, sabiendo que lo comprobaríamos. La conduce
hasta allí durante la noche. Espera cerca para observar e impulsivamente
aprovecha la oportunidad de deshacerse de un agente del BSI. O… —Cooper
se detuvo.
—¿O?
Solo dilo.
—¿Qué opinas de Miller?
Park ladeó la cabeza.
—Esta es la segunda vez que me preguntas eso. ¿Por qué?
—La cosa que vi, lo que pensé que vi en la grieta, era una especie de
brazalete. No conseguí un vistazo muy de cerca y lo perdí cuando me caí,
pero creo que podría haber sido un brazalete de alerta médica.
—Está bien —dijo Park lentamente.
—Miller es alérgico a las nueces. Me lo dijo en el Bear’s la noche que
Eagler fue secuestrada. A él le gustaba. Estaba tratando de coquetear con
ella y ella no estaba interesada.
189
—Miller no es un lobo —dijo Park.
—Lo sé. Pero el doctor dijo que Jenny tenía quemaduras de una pistola
eléctrica en su cuerpo. ¿Por qué? ¿Necesitarías una pistola paralizante para
dominar a una mujer humana promedio?
Park frunció el ceño pero sacudió la cabeza.
—¿Y qué hay de las sobras en la nevera… pad thai sin nueces?
—Eso es extenderlo mucho. Te dije que no era pad thai. Solo unos
tallarines. Probablemente fueran de Baker.
—Sin embargo, parecían frescos. Entonces, alguien está comiendo
comida para llevar allí pero no está usando la ropa o durmiendo en la cama.
O Baker, el ermitaño desnudo, simplemente no puede resistir el lo mein, lo
cual lo entiendo, o alguien de bajo perfil está usando la casa de Baker para
hacerlo. ¿Qué pasa con el Miller, ansioso por impresionar, que no viene a
trabajar dos días seguidos durante la mayor investigación que Florence haya
visto? ¿En serio soy el único que piensa que es sospechoso?
—Crees que Miller es nuestro sospechoso.
—Creo que hay dos sospechosos. Dos crímenes. Ambos vimos las fotos.
Bornestein y Doe fueron asesinados por un lobo o lobos. Sospechábamos
que el secuestro de Jenny no estaba relacionado con nuestro caso desde el
principio. Dos sospechosos. Un lobo asesino en serie, el otro Miller.
—¿Pero por qué Miller estaría en la propiedad de Baker entonces? ¿Él
o su brazalete? Si se trata de dos delitos separados, ¿por qué ambos están
vinculados a Baker? ¿Y dónde encaja Gould?
Cooper no tenía una respuesta para eso. Negó con la cabeza, y el
movimiento lo hizo balancearse ligeramente cuando la habitación se
sacudió.
Park dio un paso hacia él y le puso una mano cálida y firme sobre el
codo. Cooper no pudo resistirse a apoyarse un poco en la cálida palma.
—Tranquilo. Estás congelado. ¿Y cuándo fue la última vez que comiste?
No podía recordarlo. Por una vez sus tripas no lo habían estado
molestando. De hecho, no le habían dado puntadas ni una vez durante todo
el tiempo en casa de Baker. Cooper sacudió su cabeza de nuevo e
inmediatamente lo lamentó.
El agarre de Park sobre él se apretó. 190
—Toma una ducha caliente y luego necesitas comida. —Hizo una
mueca de repente. Como si acabara de ver algo desagradable. Cooper se dio
cuenta de que Park olfateaba el aire.
El cuerpo de Cooper estaba cubierto de tierra y rasguños y lo que solo
podía ser descrito como mugre de roca viscosa. Incluso él podía olerse a sí
mismo en este punto.
—Realmente hueles a muerte —confirmó Park.
—Sí, gracias. Me ducharé. Puedo captar una indirecta cuando es
empujada repetidamente en mi cara.
Park sacudió la cabeza.
—No, quiero decir... —Su mano se movió lentamente y rondaba por la
oreja de Cooper—. ¿Puedo?
De repente, la garganta de Cooper estaba demasiado apretada para
hablar, así que asintió. Estaba inseguro de lo que estaba aceptando, pero
Park no iba a lastimarlo y cualquier otra cosa, bueno, cualquier otra cosa
estaba bien.
Los dedos de Park sostuvieron suavemente la cabeza de Cooper en su
lugar. Se inclinó hacia delante inclinando la cara de Cooper hacia un lado.
La respiración de Cooper se detuvo por completo. ¿Qué…?
Pero Park no lo besó. Olisqueó suavemente el cabello de Cooper.
—Ummm...
—No me di cuenta antes porque había muchos otros factores más
inmediatos —dijo Park en voz baja, casi como si estuviera hablando solo—.
Tu sangre, tu miedo, ese maldito repelente de insectos. Pero sigue ahí
después que todo lo demás se desvaneció. Permanece. Muerte.
Park se encontró con los ojos de Cooper y se miraron por un momento
mientras a Cooper le costaba procesar las palabras de Park. Palabras feas
tan contrarias a su toque seductor.
Park dejó caer su mano y dio un paso atrás.
—¿Crees que hay alguien ahí abajo, en el fondo de la grieta? ¿Gould?
—Cooper estaba orgulloso de lo poco afectada que sonaba su voz. O cómo
pensaba que sonaba. Era difícil decirlo en medio de la fiesta que su corazón
estaba teniendo en sus oídos.
Park se encogió de hombros.
191
—No lo sé. No puedo decirlo consiguiéndolo de segunda mano así,
horas después. Podría ser un animal muerto. Probablemente sea un animal
muerto.
Cooper pensó en la sangre seca en la superficie de la roca. Había
asumido era de los diversos rasguños en su propio cuerpo. Ahora no estaba
seguro si se debían hacer más suposiciones sobre este caso.
—Creo que tú y yo necesitamos hablar. Sobre el caso —agregó
rápidamente.
Park estuvo de acuerdo.
—Pero durante la cena. No has comido en todo el día. —Él sonrió
débilmente—. Y yo siempre necesito comer.
—En algún lugar más privado que el Bear’s Den.
—Por favor. ¿Esa trampa para turistas?
—Tú también estuviste allí.
—Porque te estaba vigilando —explicó Park con una voz
fastidiosamente condescendiente.
Como de costumbre, parecía imperturbable por los gruñidos
indignados de Cooper.
—Bueno, vamos. ¿No te vas a duchar? Puedo llevarte a un restaurante
más privado, pero aun así se requiere ropa. —Park miró intencionadamente
la sábana envuelta alrededor de la cintura de Cooper y luego, para sorpresa
de Cooper, se sentó en la cama.
—¿Vas a esperar aquí?
—Me acabas de decir que alguien intentó matarte hoy —dijo Park, su
expresión un argumento sombrío y prohibitivo—. Quizás Miller. Quizás
Whittaker. Quizás Baker. Todas esas personas podrían entrar a esta
habitación fácilmente, ya sea con fuerza bruta o con una insignia. Será
mejor que te lo creas que estoy esperando justo aquí.
Cooper tenía la intención de entrar y salir de la ducha, pero en el
momento en que el agua caliente atravesó la mugre del día y comenzó a
empapar sus músculos rígidos, aceptó que eso no iba a suceder.
Dejó caer la cabeza hacia adelante, gimiendo cuando el agua cayó en
cascada sobre él, descongelando sus huesos. Park tenía razón, no podía oír
nada debajo del agua y habría sido totalmente vulnerable si alguien fuera 192
tras él.
Pero entonces, ¿por qué alguien iría tras él? ¿Por qué había ido alguien
tras él? Claramente había sido un golpe impulsivo. ¿Pero por qué? Debían
pensar que sabía más de lo que lo hacía.
Solo deseaba que ese fuera el caso.
Había sido atento de parte de Park quedarse, pensó Cooper mientras
masajeaba el jabón sobre sus músculos adoloridos y cortes punzantes.
Incluso si era extraño ducharse con alguien esperando en la otra habitación,
haciendo guardia en su cama.
La polla semidura de Cooper no pensaba que extraño fuera la palabra
correcta para lo que era esto en absoluto. Se dio un par de tirones
comprensivos y suspiró. El vapor de la ducha en el baño cerrado amplificaba
los olores. El olor fuerte de su gel de baño se mezclaba con el olor casi
embriagador de su propia excitación. Gimió muy suavemente de nuevo.
Sería demasiado extraño masturbarse rápidamente con Park en la otra
habitación, ¿verdad?
Por otro lado, podría ayudarlo a controlar estos impulsos inapropiados
que Park parecía inspirar últimamente, por no hablar de calmarlo. Todavía
se sentía nervioso e inquieto. Su corazón continuaba latiendo
desagradablemente, una sensación casi nauseabunda, aunque lógicamente
sabía que no había nada que temer por el momento. Nada amenazaba su
vida, de todos modos. La estúpida ansiedad era el peor invitado de una
fiesta. El primero en aparecer y el último en irse. Cooper anhelaba un trago.
Pero, sinceramente, masturbarse ofrecía casi el mismo alivio relajante.
Ahuecó sus bolas y se mordió el labio para amortiguar un gruñido.
¿Bueno, por qué no? ¿Quién lo sabría? Ya medio agitado, podría ser lo
suficientemente rápido. Especialmente sabiendo que Park estaba en la otra
habitación.
A menos que... ¿Park pudiera oírlo? ¿Olerlo? Echó un vistazo a la
puerta cerrada del baño. Cristo. Su polla se engrosó incluso cuando sus
nervios vacilaron.
Cooper cambió el agua a terriblemente fría y terminó de lavarse en
menos de un minuto, evitando estudiadamente su ingle. Salió de la ducha
y envolvió una toalla alrededor de su cintura, deseando haber pensado en
llevar un cambio de ropa al baño. No es que Park no acabara de verlo en
nada más que una sábana hacía quince minutos. Pero ahora se sentía
diferente.
Salió del baño liberando una pequeña nube de humedad con él.
193
Park estaba sentado en la cama donde Cooper lo había dejado,
recostándose sobre sus manos, mirándolo fijamente con una ligera
inclinación de la cabeza.
Cooper señaló los cajones.
—Solo voy a...
Park no dijo nada. Ni siquiera reconoció que Cooper había hablado.
Solo siguió mirándolo con una intensidad de párpados caídos que negaba
completamente cualquier progreso que el agua fría hubiera logrado hacer en
el cuerpo de Cooper. Si Cooper tuviera alguna duda de que Park sabía
exactamente lo que había comenzado a hacer en la ducha, ya no la tenía.
Tomó unos vaqueros y ropa interior y luego caminó hacia el armario
junto a la cama para tomar una camisa abotonada. Park no dijo nada, solo
lo observó atentamente. Estaban lo suficientemente cerca como para
tocarse.
La piel de Cooper estaba sonrojada y su cuero cabelludo se erizó. Ese
sano instinto animal que Park estaba defendiendo antes ahora estaba
bramando. Él sabía que Park lo deseaba. Mucho. Ni siquiera estaba tratando
de ocultarlo. Él simplemente miraba fijamente a Cooper con una mirada
hambrienta, casi depredadora. Una mirada que hizo que Cooper quisiera
hacer cosas, ofrecer cosas, que hacían arder sus mejillas solo por
considerarlas. Estaba seguro que solo tenía que darle la más mínima señal
y Park saltaría. Que probablemente lo tomaría allí mismo contra la puerta
del armario si quisiera.
Se estremeció. La imagen de eso, Cooper arañando la pared mientras
Park lo reclamaba de esa manera tranquila y controladora, era demasiado
emocionante para pensarla.
Y ese era el problema: Cooper no estaba pensando. Hacía solo un día a
él no le había gustado Park, desconfiaba de él.
¿No es así?
No era que Cooper tuviera nada en contra de las relaciones lobos con
humanos de por sí, pero era obvio quién siempre tendría la ventaja en lo que
respectaba a poder físico y control, y se había prometido a sí mismo hacía
mucho tiempo que no iba a ponerse en una relación desequilibrada así
nunca más.
No es que una relación estuviera sobre la mesa. Solo sexo. Entonces,
¿cuál era el problema? Realmente era solo cuestión de si confiaba o no en 194
Park.
Cooper tiró de la camisa de la percha apresuradamente y se retiró de
nuevo al baño, cerró la puerta y se miró en el espejo del lavabo. Su cara
estaba sonrojada, sus ojos salvajes y de un verde más brillante que de
costumbre. Había una diferencia entre no confiar en alguien y confiar en
dejarte ser totalmente vulnerable.
Se echó agua fría en la cara. Cuando regresó unos minutos más tarde,
vestido y sintiéndose más en control, Park estaba de espaldas a él, mirando
por la ventana del motel.
—¿Dónde está este restaurante entonces? —dijo Cooper, en voz alta,
casualmente.
Park se volvió y le dedicó una sonrisa leve y cautelosa.
—¿Te gustan los mariscos?
—Cuando estés en Roma20 —dijo Cooper—. O en Florence.
Suficientemente cerca.

20 Cuando estés en Roma: La frase completa es “Cuando estés en Roma, haz lo que hacen
los romanos”. Es una analogía que hace uso de la estricta regla del antiguo imperio romano,
y sinónimo de “Ir con la corriente”, o hacer algo porque todos los demás lo están haciendo.
The Ancient Mariner21 era un edificio de dos pisos frente al mar que
parecía derramarse justo al lado de la orilla y hacia el lago, donde se sostenía
su temblorosa cubierta trasera sobre gruesos zancos en el agua. Si el lugar
hubiera sido más pequeño, Cooper podría haberlo llamado choza. Pero en
cambio era grande y... de aspecto precario.
El interior estaba casi vacío de clientes y sorprendentemente oscuro.
Las paredes de madera oscura tenían arpones oxidados y tramos de red de
pesca anudados pegados a ellas tan al azar que podrían haber estado
imitando el casco de un barco o podría haber estado pasando por alguna
especie de renovación para una carrera de superviviencia.
Fueron conducidos rápidamente a una mesa muy privada, dentro por
la insistencia de Cooper y no en la cubierta que temblaba con el viento, bajo
una gran placa de madera con letras doradas descoloridas. Otra decoración
con suerte, y no la última clasificación de seguridad y saneamiento.
Llegó su camarero, un hombre cetrino y serio que pudo haber estado
audicionando para el papel del antiguo marinero mismo. Cooper se sintió
195
aliviado cuando Park pidió un Tom Collins para que Cooper se sintiera libre
de tomar un gin-tonic. Su nerviosismo no se había desvanecido, un hecho
no ayudado por la extraña atmósfera del restaurante. Había sido un día
largo y difícil.
Una vez que recibieron sus órdenes, Cooper se lanzó a todo lo que había
notado en los últimos días que, cuando todo estuvo dicho y hecho, no
equivalía a mucho. Park escuchó pensativamente, interrumpiendo solo
ocasionalmente con una pregunta.
Cuando terminó, Park parecía dispuesto a considerar a Miller como un
posible sospechoso del secuestro de Jenny y Cooper no sabía si estaba
aliviado que no estuviera siendo reprendido o aterrorizado por las
implicaciones de su teoría.
—Pero ¿por qué Miller secuestraría a Jenny y luego la liberaría
prácticamente sin daños? —dijo Park, terminando su trago y haciendo un
gesto para que les rellenaran a ambos—. ¿Por qué lo haría alguien? No hubo
ganancia monetaria, ni agresión sexual.

21 The Ancient Mariner: El Antiguo Marinero.


—Tal vez ella participó en todo esto.
—No —dijo Park—. Absolutamente no.
—Está bien. No está involucrada. Tal vez ella vio algo que no debería
haber visto —dijo Cooper en un tono conciliador que rara vez se había
escuchado usar. Estaba sintiéndose extrañamente magnánimo. Pero
después de todo, sabrían más lo suficientemente pronto cuando pudieran
interrogarla.
La conversación se detuvo cuando llegó la comida con una segunda
ronda de bebidas. El salmón glaseado con arce de Cooper estaba caliente,
escamoso y se derretía en su boca, y basado en el gusto con el que Park se
dispuso a comer dos aperitivos y su gran pescado con papas fritas, el salmón
no era una casualidad. Lo que la casucha carecía en salidas de emergencias,
lo compensaba en la cocina.
—Necesitamos hablar con Miller mañana —dijo Park después de unos
minutos, mordisqueando una papa frita—. Ya sea que venga a la estación o
no.
Cooper estuvo de acuerdo.
—Pero hay que pisar con cuidado. —Era una mala situación lanzarle 196
la sospecha a un compañero de la fuerza. Miller parecía adorar al héroe
Harris, y aunque la atención constante podría molestar al oficial mayor,
probablemente no tomaría amablemente ninguna acusación a su
protegido—. No tenemos ninguna prueba sólida. Estaba hablando con
Jenny la noche que desapareció. Y tú también.
—El brazalete de Miller…
—Está en el fondo de la grieta. Si existe en absoluto. El brazalete, no el
fondo. Aunque tengo mis dudas sobre eso también.
—Lo viste, así que está allí en alguna parte. Deberíamos enviar un
equipo mañana para encontrarlo. Un espeleólogo profesional con respaldo
vigilando.
Cooper sintió una oleada de cálida gratitud por la fe de Park en él.
—Aun así, podría pertenecer a cualquiera. Probablemente sea de
Baker.
Park sacudió la cabeza.
—Definitivamente no es de Baker.
—¿Qué, los lobos no tienen alergias?
—Claro que sí, en cierto modo. Pero teniendo en cuenta las reacciones
típicas, una pulsera de alerta médica no haría una mierda.
Nuevamente, la curiosidad de Cooper se despertó. ¿Qué significaba
eso? Este no era el momento de preguntar. Pero había tanto que el BSI no
les contaba a sus agentes sobre la cultura, biología o cualquier cosa, de los
lobos en realidad.
Lo que se sentía como demasiado para procesar ese primer día ahora
parecía una absurdamente escasa cantidad de información. Incluso si este
proyecto de compañeros no despegaba, ahora era obvio para Cooper que el
BSI necesitaba más educación en, bueno, todo. Con mucho gusto diría eso
en su informe ya sea si le preguntaran o no.
¿Y si le preguntaban si pensaba que asociar agentes de BSI con agentes
del Trust también era una buena idea?
Cooper ordenó otra bebida para los dos y volvió al caso.
Tal vez la ausencia de Miller era una coincidencia. O tal vez él era uno
de los dos sospechosos, él y Baker. Tal vez él estaba al tanto de los lobos y
había estado en el lugar de Baker investigando por su cuenta. O tal vez
estaba trabajando con Baker. O Whittaker. O Whittaker estaba trabajando 197
solo y estaba plantando evidencia a diestra y siniestra, guiándolos en una
persecución de gansos salvajes con un montón de gansos.
Desde que vio ese brazalete en el lugar de Baker, no pudo quitarse la
sensación de que los casos estaban relacionados y, sin embargo, no podía
ver cómo podían estarlo. Quizás no significaba nada. Podría haber aparecido
allí en cualquier momento. Podría pertenecer a cualquiera. La vida real
estaba llena de coincidencias. Tal vez el brazalete fuera solo un brazalete.
Cooper ordenó otra bebida mientras Park conseguía el postre y traía a
colación a Christie nuevamente, diciendo:
—Sigo pensando que hay algo extraño en que el fuera a la casa de
Whittaker.
—Extraño o desesperado e impulsivo —reflexionó Cooper. Lo cual era
exactamente lo mismo que había pensado sobre que alguien saboteara su
cuerda de escalar.
—Christie conocía a Bornestein y a Gould —dijo Park, como si leyera
los pensamientos directamente de la cara de Cooper como un apuntador
automático. Impresionante porque Cooper apenas sabía lo que estaba
pensando él mismo—. Nos mintió sobre Whittaker, lleva una pistola
paralizante y estaba en la propiedad de Baker cuando caíste.
Cooper aceptó esto con el ceño fruncido. Cuanto más hablaban de ello,
más sospechosos parecían acumularse.
—Alguien debería revisar su coartada durante la desaparición de
Gould. ¿Te dijo que estaba en una reunión de AA?
—Conozco a alguien con quien puedo hablar mañana. Podría ser mejor
si voy solo, sin embargo.
—Claro —dijo Cooper distraídamente—. Estaba pensando en ir a la
morgue para ver si puedo confirmar que en realidad son asesinatos de lobos
y no... No sé...
—¿Christie El Degollador del Pantano?
Él se encogió de hombros.
—Los errores suceden. —No quería hablar de Christie. De hecho, ya no
quería hablar sobre este maldito caso. Tal vez era la ginebra o tal vez era
que todavía tenían demasiadas incógnitas, pero Cooper estaba mareado de
hablar en círculos.
—Dayton… —comenzó Park, y luego vaciló.
—¿Mmm? 198
—Me llamaste por ayuda. En casa de Baker.
Cooper levantó una ceja.
—Sí, curiosamente lo recuerdo. —¿Park estaba intentando pescar otro
gracias? Ya le había agradecido. ¿No?
—Si estabas tan seguro de que alguien en la propiedad de Baker intentó
matarte, ¿cómo sabías que no fui yo?
—Oh, confié en ti. —Eso era obvio. Confió en él con su vida en esa grieta
sin pensarlo dos veces. Algo sobre eso molestaba el cerebro de Cooper. Una
conexión tratando de hacerse. Deseaba no haber bebido tanta ginebra.
En el lado positivo, el restaurante ya no parecía tan extraño. El
ambiente oscuro y silencioso ahora se sentía íntimo, la decoración, bueno,
la decoración seguía siendo extraña, pero Cooper se sentía casi entretenido
por eso ahora. Leyó la placa arriba de su mesa.

Nos dirigimos al bar del puerto.


Y yo con sollozos rezaba.
¡Oh, déjame estar despierto, Dios mío!
O déjame dormir.

Cooper podía relacionarse.


—Es del poema. ¿La rima del Antiguo Marinero? —dijo Park,
sobresaltando a Cooper de sus observaciones.
—Correcto. Por supuesto. Una rima realmente optimista, ¿verdad?
Los labios de Park se torcieron.
—Entonces, ¿qué eres, una especie de poeta secreto?
—Apenas. Pero hice mi doctorado en literatura comparativa. El nombre
de este lugar era una pequeña pista también —bromeó Park, pero Cooper
apenas lo escuchó.
Todavía estaba atrapado en la primera parte. Cooper no podría haber
sido más sorprendido si Park le hubiera dicho que se había entrenado para
ser un bailarín go-go. Realmente, lo hubiera creído más. Doctor Oliver Park.
Pues mierda.
Cooper imaginó al hombre corpulento frente a él con una chaqueta
tweed leyendo literatura. Era ridículo. O… algo. 199
—Supongo que es verdad lo que dicen sobre el mercado laboral para
los estudiantes de inglés.
Park se rio de lleno ante eso. Un sonido brusco y gutural. Una risa
ladradora, notó Cooper con una oleada de calor. Tomó un sorbo de su
ginebra. No se estaba poniendo más sobrio en ningún momento pronto,
entonces ¿por qué no?
—¿Fuiste directamente de la escuela a trabajar para el Trust?
—No, solía enseñar en la universidad de Toronto.
Profesor Oliver Park. Cooper le agregó algunas coderas a la chaqueta
tweed. Tosió y se movió en su asiento.
—¿Entonces qué pasó?
—Oh, bueno. —La sonrisa de Park se tensó ligeramente—. La vida. Ya
sabes.
En realidad no, pensó Cooper. Había crecido sabiendo que iba a
perseguir chicos malos de una forma u otra. Desde la infancia, su propio
plan de carrera solo se había desviado dos veces, primero de seguir los pasos
de su padre en la policía de Jagger Valley para unirse al FBI, y segundo,
dejando el FBI por el BSI.
Ambos cambios fueron provocados por experiencias cercanas a la
muerte y ninguno fue realmente tanto cambio. No desde el punto de vista
externo, al menos.
No podía comprender qué tipo de evento de la vida disparaba a un
hombre de memorizar sonetos, o lo que sea que Park había estado haciendo,
para, bueno, lo que sea que condenadamente hiciera para el Trust.
Su desconcierto debía haberse mostrado, porque Park agregó:
—Es una larga historia. No me gusta contarla.
Eso solo envió las especulaciones de Cooper a las nubes. ¿Un
escándalo? ¿Una aventura con un estudiante? ¿Un asesinato? ¿Estaba
trabajando con el Trust como si se le hubiera ordenado servicio
comunitario? No podía ver eso. Tal vez se parecía más al ejército y Park
había sido reclutado. Pero eso tampoco parecía muy factible.
La expresión de Park no invitó a más preguntas. Su cara estaba cerrada
y casi agresivamente en blanco mientras tomaba un gran bocado de su tarta
de queso. Para alguien que disfrutaba estar rodeado de personas, era una
persona muy privada. Encantando a otras personas desde detrás de una
máscara cuidadosamente controlada. Cooper se preguntaba si siempre 200
había sido así o si era algo que había aprendido por necesidad.
En cualquier caso, la historia de Park no era asunto de Cooper. Dio
vueltas por un cambio de tema que los moviera más allá de la repentina
tensión. Él también necesitaba distraerse de pedir otra bebida que,
considerando la forma en que su cabeza seguía asintiendo a un ritmo que
no estaba allí, sería muy mala idea, de hecho.
—Entonces, tienes un gran apetito —dijo Cooper, inclinándose sobre la
mesa, e intentó sin éxito mantener quieta la parte superior de su cuerpo.
Había igualado la bebida de Park copa a copa, pero Park no parecía afectado
por el alcohol. Cooper, por otro lado, estaba convencido de que aunque había
estabilizado su cabeza, sus hombros estaban ahora haciendo el viejo
movimiento de una dama borracha desafortunada preguntando al héroe por
qué tenía que ser tan malo—. ¿Dijiste que era una cosa de los lobos?
—Así es.
—¿Cómo? —dijo Cooper.
Park tomó otro bocado de su tarta de queso y masticó, considerando a
Cooper pensativamente.
—Es un esfuerzo metabólico. El cambio. Requiere mucha energía en
poco tiempo. Si voy a cambiar necesito muchas calorías.
Cooper asintió con la cabeza. Eso tenía sentido. Los lobos no eran
mágicos, después de todo, incluso si a veces parecía de esa manera.
—Pero todavía estás comiendo mucho y no has cambiado.
Park le dio una mirada irónica.
—¿Lo hiciste? ¿Cuándo? —siseó Cooper, inclinándose hacia adelante.
No podía creer que se lo hubiera perdido.
—Es saludable al menos una vez al día. De lo contrario, la tensión
puede aumentar y la necesidad puede simplemente... aparecer en los
momentos más inconvenientes. Sabes cómo es eso. —Park sonrió y luego,
escandalosamente en la opinión borracha de Cooper, le hizo un guiño. Era
bueno saber que uno de ellos había conservado las habilidades motoras
finas. Cooper estaba teniendo problemas para tragar—. ¿Sucede algo malo?
—preguntó Park. Parecía tranquilamente divertido.
—No. Simplemente decepcionado que no te vi, ya sabes, hacer lo tuyo.
Nunca. Nunca he visto a alguien hacer eso, quiero decir. Solo unos pocos
agentes que conozco lo han hecho. —Cooper tardíamente se preguntó si 201
estaba siendo grosero hablando de Park como si fuera una barraca de feria.
Aun así, si escuchabas que alguien estaba haciendo algo increíble como
triples volteretas en su tiempo libre, te gustaría verlo, ¿no?
Pero esto no era algo que Park había aprendido, era quien era. Su
propia identidad.
—No importa. No quiero verlo.
—¿Porque te repugna?
Sacudió la cabeza muy rápido.
—Por supuesto que no es repugnante. Es increíble. Pero mi compañero
dice que no puedes quitar los ojos de un cambio incluso si tu vida
dependiera de eso, y ya te miro demasiado.
Él se frunció el ceño a sí mismo. Quizás tampoco debería haber dicho
eso. Parpadeó ante su bebida repentinamente vacía. ¿Cómo había sucedido
eso?
Park tenía una mirada peculiar en su rostro. Confundida pero
complacida también. Una mirada casi tímida de placer.
—¿Duele? —preguntó Cooper.
—No realmente.
—Nunca vemos cambios y supongo que asumí que es porque es
doloroso.
—No. Solo inconveniente.
Cooper lo miró sin comprender.
—Estar desnudo —explicó Park, y Cooper se sonrojó. Pensó que podría
estar haciendo mucho de eso hoy.
—Supongo que eso tiene sentido. No lo había pensado.
—Es una broma permanente en el Trust, que la verdadera razón detrás
DE la salida fue combatir el número de cargos de indecencia pública que los
lobos acumulaban cada año.
Cooper se echó a reír.
—¿Entonces no duele en absoluto?
—En todo caso, es un dolor satisfactorio. Como hacer sonar tus
nudillos, presionar un moretón, una follada dura —dijo Park. Su expresión
cambió tan poco que Cooper no estaba seguro de haber escuchado
correctamente. 202
—Correcto. Bien. Eso es bueno.
Park sonrió, y hubo un parpadeo de la misma mirada de párpados
caídos de la habitación del motel. No tan depredadores, pero claramente ya
no pensando en tarta de queso y algo de poesía antigua.
Las piernas de Cooper rebotaban inquietas. Las estiró debajo de la
mesa y los costados de sus pantorrillas se presionaron suavemente, casi
imperceptiblemente, contra las de Park. Sus piernas se sentían calientes,
así que Cooper las dejó allí. Park no lo reconoció. Pero tampoco se alejó.
Cooper estaba abruptamente impaciente por irse. La atmósfera del
Antiguo Marinero había dado un giro de 180 grados, de espeluznante y
desierto a íntimamente privado a opresivamente demasiado público. Quería
levantarse y moverse. Si él fuera un lobo, saldría de su piel humana
demasiado apretada y demasiado débil y correría todo el camino de vuelta
al motel. ¿Por qué parar ahí? Tenían demasiado para dar seguimiento a este
caso. Quizás él... ¿qué? Nada a esta hora. Pero Cristo, solo quería hacer
algo.
—¿Cambias de noche o de mañana? —preguntó Cooper.
—No importa. —Park miró a Cooper y luego inclinó la cabeza
ligeramente—. No esta noche —corrigió.
Cooper asintió y continuó mirando a Park, su pierna aún rebotando
ligeramente, rozando la pantorrilla de Park.
Park parpadeó lentamente e hizo señas para la cuenta. La conversación
murió. Eso estaba bien para Cooper. Ya no tenía ganas de hablar.
Demasiado hablar. Demasiado pensar, preocuparse y adivinar.
No hablaron. Ni en el restaurante. Ni en el auto conduciendo de regreso.
Y ni caminando por el estacionamiento hasta el motel.
La noche parecía más cálida que cuando se fueron y Cooper tiró de su
camisa, sintiéndose sonrojado. La luna colgaba llena y baja en el cielo,
bañando el lote de autos en un brillo plateado. Incluso el motel algo rústico
parecía etéreo con sus nuevos adornos plateados.
Bueno, mierda, mira quién era todo poético ahora. Cooper casi le dijo
algo a Park pero no podía hablar. El silencio entre ellos se sentía casi físico,
como un resorte en espiral esperando su liberación. Podía sentir a Park
mirándolo. Observando, siempre observando. Muy atento. Pero nunca
expectante. Era... liberador. 203
Se detuvieron frente a la puerta de Cooper y se quedaron en silencio
por un momento.
—¿Crees que estás en peligro? —dijo Park.
Cooper se tomó un momento para recordar por qué estaría en peligro.
—La cerradura parece intacta —dijo. Desbloqueó torpemente y abrió la
puerta para revelar la oscura habitación tranquila.
—Espera aquí —dijo Park, y entró. Cooper observaba desde la puerta
mientras Park miraba alrededor y asomaba la cabeza en el baño y el armario,
olisqueando delicadamente. Volvió a salir y dijo—: Todo despejado.
Cooper asintió distraídamente.
—Bien.
Se miraron el uno al otro.
—Bueno. Buenas noches, Dayton. —Park comenzó a girar.
—Espera —dijo Cooper. Se humedeció los labios repentinamente
secos—. ¿No vas a comprobar debajo de la cama? —Las palabras salieron
lentas, gruesas y sugerentes.
Park lo miró por un momento, y luego, de repente, Cooper estaba
siendo empujado dentro. La puerta se cerró de golpe detrás de ellos y él fue
empujado contra ella.
La dura longitud del cuerpo de Park lo inmovilizó contra la puerta. La
cara de Park estaba justo contra la suya, y el aliento de Cooper quedó
atrapado por anticipación del beso. Pero Park se negaba a cerrar esos dos
últimos centímetros críticos. Se balanceaba hacia adelante y luego atrás otra
vez, meciendo su cuerpo contra el de Cooper. Acercando sus labios y luego
alejándose, todo mientras examinaba cada centímetro de la cara de Cooper.
¿Una provocación? O una pregunta.
Se parecía mucho al sueño de Cooper. Solo que esta vez estaba mirando
hacia adelante y sabía exactamente quién estaba empujando contra él.
Tú sabes quién soy.
Cooper agarró la cabeza de Park y la bajó a la suya.
El beso fue áspero y la boca de Park estaba caliente y tenía un sabor
dulce ya sea por el pastel de queso o por el sabor innato de su cuerpo,
Cooper no podía decirlo, pero estaba seguro como el infierno que esperaba
seguir investigando. 204
Las manos de Park lo estaban cacheando con un propósito, frotando
arriba y abajo sus flancos firmemente, tocando sus pezones con el pulgar.
Cuando una mano grande palmeó su erección a través de sus vaqueros,
Cooper perdió el foco en el beso y su cabeza cayó hacia adelante,
descansando la frente sobre el hombro de Park. Inhaló el aroma de Park,
marcado y masculino, y dejó que el escaldado placer lo cubriera mientras
Park eficientemente desabotonaba su camisa y vaqueros, saludando cada
nuevo trozo de piel revelada con espléndidas atenciones.
—Bien. Muy bien —murmuraba Park mientras quitaba los vaqueros de
Cooper y liberaba su polla adolorida—. Yo me ocuparé de ti.
Una cosa ridícula que decir, pensó Cooper, y habría puesto los ojos en
blanco si las palabras no fueran tan excitantes en su sinceridad. Park
realmente quería cuidar de él y Cooper...
Cooper no estaba interesado en escuchar nada más que lo hiciera
pensar. Su boca cubrió la de Park, sofocando afortunadamente su propio
gemido roto cuando la mano de Park se envolvió alrededor de su polla,
familiarizando sus dedos burlonamente con su circunferencia, longitud y
topografía.
Se arrojó más profundo en el beso, acercando a Park.
Cooper era vagamente consciente de que estaba siendo un poco
descuidado, usando demasiado los dientes, pero descartó la idea cuando
Park le devolvió el beso con la misma bruta intensidad. La delicadeza era
para los niños. O al menos los sobrios.
—Sí —susurró Park, separándose mientras las manos de Cooper abrían
a tientas los vaqueros de Park y metía la mano dentro—. Tómala.
—Jesús. —Cooper jadeó en el cuello de Park, y agarró su polla, caliente,
pesada y empujando groseramente la mano de Cooper para tocarlo en la
ingle como un caballo corriendo por la puerta. De hecho, un caballo era una
buena analogía en más de una forma—. Jesús.
Park se echó hacia atrás un poco, dejando que Cooper trabajara su
polla considerable por un rato y luego retrocedió para terminar de
desnudarse rápidamente. Cooper pateó sus propios vaqueros y ropa interior
y se dio cuenta de que todavía no había logrado quitarse su camisa
desabrochada. Lo cual no era necesariamente malo cuando Park usó la tela
para jalarlo con fuerza contra su cuerpo duro y apartarlo de la puerta,
liberando el culo de Cooper para agarrarlo.
Cooper gimió vergonzosamente contra la garganta de Park. Pensaba
que podría estar temblando. Sabía que su columna vertebral se estaba
205
curvando, levantando su trasero hacia las manos de Park como una ofrenda.
—Eso es —dijo Park, masajeándolo a sabiendas, completamente en
control—. Te tengo.
A Cooper le molestó de repente. Empujó a Park con fuerza, quien
tropezó hacia atrás rápidamente al tacto, dándole espacio. No físicamente
fuera de balance pero sí mentalmente. Como si estuviera preocupado de
haber hecho algo mal y esperara un regaño.
Cooper se quitó la camisa, empapada de sudor, y se la arrojó a Park,
quien la atrapó y luego se la llevó a la nariz e inhaló sin apartar la mirada
de Cooper, su expresión aún cautelosa.
Lo que sea que vio en la cara de Cooper, u olió en la tela de la camisa,
para el caso, despejó cualquier incertidumbre y sonrió, entrecerrando los
ojos. Depredador una vez más, feliz de dejar jugar a su presa.
Cooper avanzó y empujó a Park de nuevo, de modo que quedó sentado
al borde de la cama, y luego se sentó a horcajadas sobre él, agarrando sus
poderosos hombros. Comenzó a chocar y mecerse contra Park, exigiendo
que siguieran su ritmo ahora.
Park bajó su cabeza y Cooper sintió su lengua caliente deslizarse
firmemente sobre sus pezones. A pesar de lo caliente que se sentía la piel de
Cooper, la boca de Park todavía estaba de alguna manera más caliente. La
sensación era asombrosa. Doblemente cuando Park comenzó a masturbar
sus pollas juntas.
Cooper se retorció y gritó. Sus manos, corriendo por el cabello de Park,
apretando por equilibrio. Puede que fuera un poco más pequeño que Park,
pero aun así seguía siendo un hombre bastante alto, adulto y no hecho para
retorcerse en el regazo de alguien mitad dentro y mitad fuera de la cama.
Empujó a Park nuevamente, quien cayó hacia atrás con entusiasmo, con
Cooper tumbado sobre él. Cooper se preparó y comenzó mecerse contra
Park, encontrando una deliciosa fricción.
Podía sentir los labios de Park rozando su clavícula de un lado al otro
y su pecho. Susurrando algo contra su piel. Insoportablemente gentil.
Aceptando lo que Cooper le daba.
A Cooper le dolía físicamente la facilidad con que Park podía entregar
el control así. Sin una pizca de lucha en él. La total autoconfianza de la
pasividad fácil.
Jadeó contra la sien de Park cuando sintió los dientes rozar el punto
206
blando debajo de su mandíbula. Cooper quería eso. Estaba tan cansado de
luchar. Tan cansado de defender su posición, de probarse a sí mismo. Tan
cansado.
Tiró de la piel sudorosa hasta que rodaron y Park ahora estaba
cubriendo a Cooper. Solo quería sentir.
Encontraron un nuevo ritmo juntos.
—¿Te gusta eso? —dijo Park suavemente.
Cooper gruñó. No era realmente de hablar durante el sexo.
Especialmente cuando la respuesta parecía así de obvia. No estaba muy
seguro de qué decir además de los comprobados sí y no.
Trató de tirar de Park más abajo, alentándolo a dejar caer todo su peso
sobre él.
—¿Quieres esto? —dijo Park.
Bueno, obviamente. Era un punto discutible de todos modos cuando
Cooper perdió el aliento junto con todo lo que podría haber dicho cuando
Park se instaló repentina y completamente sobre él.
Cooper gimió apreciativamente. Le encantaba eso. Le encantaba el peso
abrumador de otro cuerpo sobre el suyo. Un cuerpo más grande y pesado
dominando al suyo. Empujándolo sobre el colchón. Obligándolo a estar
quieto.
—¿Quieres ser empujado? ¿Retenido?
¿Park seguía hablando? Cooper no planeaba molestarse en responder
eso tampoco, pero afortunadamente su cerebro sobrecalentado alcanzó la
situación a tiempo, y se dio cuenta de que Park estaba dudando,
retrocediendo un poco. Los ojos de Park, que parecían casi dorados en el
cuarto oscuro, miraban a Cooper de cerca. Él realmente estaba haciendo
una pregunta ahora, no solo estaban divagando.
—Sí. Sí, quiero eso —dijo Cooper, y mordisqueó de modo alentador el
hombro de Park. Le divirtió sentirlo sacudirse y gruñir en respuesta. Cooper
lo hizo por segunda vez, más fuerte, y luego se rio un poco sin aliento aunque
nada era particularmente divertido. Pero se sentía divertido, ligero y
vertiginoso al mismo tiempo. La alegría del placer sin complicaciones, o
posiblemente era la privación de oxígeno.
Cooper no pudo evitarlo, se rio de nuevo y Park lo besó, un encuentro
descuidado y torpe de dos sonrisas que aún sabían dulce.
207
Park presionó a Cooper más fuerte contra el colchón, y Cooper supo
que no podría haber escapado si lo hubiera intentado. Lo intentó de todos
modos, porque ahí era donde toda la diversión era para tenerla.
Se sacudió, se retorció y mordisqueó la piel dulce y salada, repitiendo
ocasionalmente el estímulo a Park para apretar su agarre y ejercer más de
esa fuerza inexpugnable suya hasta que Cooper sentía que Park lo aplastaba
como una piedra de fuego, obligándolo a asentarse.
Cooper sabía que estaba jadeando sin sentido ahora. Algo aburrido y
poco original en la línea de sí, sí y más, por favor, sí. Pero no estaba
interesado en pensar en algo inteligente. Si era la ginebra o el día
emocionalmente agotador, descubrió que ya no le importaba cómo sonaba
o incluso lo que Park pensaba de él.
Park seguía riendo un poco sin aliento, como si no pudiera creer lo que
estaba viendo. Apartó el sudoroso cabello de Cooper de sus ojos y dijo:
—Jesús. Eres un salvaje, ¿no?
Cooper clavó los dedos en los músculos de la espalda de Park en lugar
de responder y continuó surcando debajo de él. Park encontró sus empujes
animales incontrolados con los suyos.
Aceleraron el ritmo. Los sonidos de sus gruñidos colectivos llenaron la
habitación. Agresivos y resueltos ahora. El ambiente se había vuelto más
agudo. Habían redondeado la curva hasta el tramo final, cada uno
persiguiendo su propio placer.
Tan bueno. Tan sencillo. Tan hermoso...
Y luego Cooper se estaba liberando. Y era una liberación, que todo lo
consume e inevitable. No pudo hacer nada para detenerla una vez que
comenzó. Ni una cosa. ¿No era eso liberador? Ser un pasajero de su propio
placer. Dejarlo ir y dejar que su cuerpo experimente sin el más mínimo
control.
Él podría solo ser.
Era vagamente consciente del clímax estremecedor de Park contra él,
como ondas bajo la balsa flotante de su propia dicha soñolienta. Poco
después de eso él estaba siendo arrastrado más arriba en la cama y colocado
dentro de las sábanas. La presencia de Park se había ablandado de piedra
a mar. No menos poderoso, pero más suave, de alguna manera.
Probablemente había algo que debería estar diciendo o haciendo, pensó
Cooper. Pero estaba muy cansado. Y por una vez, no sintió expectativas 208
flotando alrededor de él. Se sintió contento. Sintió a Park contento. Así que
se dejó llevar. El cálido brazo de Park sobre la cintura de Cooper lo ancló,
impidiéndole perderse en el mar.
C
ooper se despertó solo. Por segunda mañana consecutiva, su
teléfono celular vibraba insistentemente, arrastrándolo a la
conciencia. Rodó por la cama vacía y buscó a tientas en
dirección al sonido, encontrando su teléfono unido a su cargador.
Extraño. No podía recordar haberlo enchufado anoche.
Anoche. Oh Dios…
Sus ojos se abrieron de golpe. Gran error. Apresuradamente los cerró
de nuevo.
Estaba seguro de haber dejado su teléfono en sus pantalones y sus
pantalones junto a la puerta. Abrió los ojos de golpe. Nop. No había ropa en
el piso. 209
Que hubiera sido una especie de sueño febril. Que hubiera sido una
contusión por la caída, después de todo.
Echó un vistazo alrededor de la habitación y vio su ropa,
cuidadosamente doblada y apilada encima de la cómoda. No era algo que
hubiera hecho. No era un sueño entonces.
—Dayton —gruñó Cooper en su teléfono.
—Maldita sea, chico, ¿noche difícil? —crujió la voz de Jefferson.
Cooper hizo una mueca cuando los recuerdos de la noche anterior
volvieron sin invitación. Mierda, ¿realmente había sido tan... agresivo?
Nunca se había considerado un amante agresivo antes, pero ciertamente se
había sentido libre de empujar a Park y, a menos que se hubiera equivocado
misericordiosamente, exigirle a Park repetidamente y con enojo que usara
su fuerza sobrehumana para dominarlo y aplastarlo contra el colchón.
Luchó contra el impulso de gemir.
—¿Chico? ¿Dayton?
—Aquí. Estoy bien. Solo… ¿qué pasa? —Cooper se obligó a sentarse.
Le dolían los músculos pero no estaba tan rígido como había temido. La
noche anterior se había soltado, en más de un sentido. No podía recordar la
última vez que había sido tan... desinhibido.
—... así que nos vemos entonces —decía Jefferson.
Cooper volvió a sintonizar.
—Espera. ¿Qué?
—Realmente estás fuera de órbita esta mañana, ¿eh? Dije que mi avión
aterriza dentro de tres horas y que será mejor que estés allí para recogerme.
—¿Vienes aquí? —dijo Cooper, balanceando sus piernas fuera de la
cama.
—Te lo dije. Santiago no está contenta con cuánto tiempo lleva esto. La
convencí para que me enviara.
—¿Y qué hay de Bethesda? Pensé que ibas tras ese chico... —Cooper
sacudió la cabeza buscando el nombre—… Pultz.
—Se fue hace mucho —dijo Jefferson—. Además, alguien tiene que
estar atento en ti. Mi compañero está hasta el cuello de lobos.
Cooper no sabía qué decir a eso. Un par de respuestas vulgares
cruzaron su mente y resopló. 210
—¿Qué pasa?
—¿Qué? Nada —dijo Cooper, y luego se sobresaltó cuando escuchó que
la puerta de su habitación era desbloqueada. Antes de que pudiera
reaccionar, Park entró.
Se había duchado y cambiado. Su cabello todavía estaba ligeramente
húmedo. El olor a jabón se mezclaba con el de la cafeína y Cooper se dio
cuenta de que sostenía una bandeja con tazas para llevar. Park se congeló
cuando vio que Cooper estaba despierto y mirándolo. Él sonrió un poco
vacilante e hizo un gesto hacia el café.
Cooper parpadeó y asintió.
—Casi parece que no me quieres allí, Dayton —estaba diciendo
Jefferson.
—Eso no es cierto —respondió Cooper. Aceptó un café caliente de Park
y tomó un sorbo vigorizante. Negro, como a él le gustaba—. Me alegro que
vengas. Solo estoy… sorprendido. Pensé que se suponía que íbamos a probar
esta... —Cooper se movió incómodamente—… ah, cosa del compañero
alternativo.
Hizo una mueca de disculpa a Park. Park le devolvió la sonrisa
débilmente, luego sacó una botella de agua sin abrir del bolsillo de su
chaqueta y se la ofreció también a Cooper. La cabeza de Cooper palpitaba el
código Morse para la salvación está cerca.
—Y te dije que iba a estar vigilando tu espalda —dijo Jefferson—. Parece
que me necesitas allí más que nunca. Entonces, ¿te veré en Portland o no?
—Por supuesto, Jefferson. Te veré pronto. —Cooper colgó y
rápidamente tragó el agua. Park había retrocedido y ahora estaba sentado
en silencio al final de la cama mirando a Cooper por el rabillo del ojo.
—Gracias. Necesitaba eso —dijo Cooper, poniendo la botella de agua
vacía en la mesita de noche—. Y esto. —Hizo un gesto hacia el gran café.
—No hay problema —dijo Park.
—Jefferson volará a Portland en un par de horas. Necesito ir a
recogerlo.
—¿Jefferson?
—Mi compañero. Mi compañero del BSI —agregó Cooper
apresuradamente, y luego podría haberse pateado. ¿Compañero de qué otra
cosa iba a ser, Dayton? ¿Te preocupa que vaya a pensar que no estás soltero?
211
¿Quieres asegurarte que sepa que estás disponible para una segunda? ¿Lo
está él?—. Como sea, aparentemente nuestra supervisora lo está enviando.
Más mano de obra —balbuceó Cooper—. Los poderes fácticos quieren que
este caso ya esté cerrado.
Park asintió seriamente.
—Eso es… bueno.
—Síp.
Un silencio incómodo se apoderó de ellos cuando Cooper sorbió el café.
¿Park iba a decir algo sobre anoche? ¿Park estaba esperando que él dijera
algo?
Cooper se levantó rápidamente de la cama y recordó demasiado tarde
que todavía estaba desnudo. No es que Park no lo hubiera visto todo, por
supuesto. Pero ahora, con la cálida luz de la mañana llenando la habitación,
sobrio, su polla aun durmiendo suavemente y Park completamente vestido,
se sentía cien veces más expuesto.
—Voy a… ducharme —murmuró, y resistió el impulso de correr hacia
el cuarto de baño.
Si Park respondió, Cooper no lo escuchó mientras cerraba
apresuradamente la puerta del baño y encendía el agua.
—Oh mi Dios —murmuró bajo el spray frío.
No era que fuera un extraño en el sexo casual. Apenas. Tampoco era
una sorpresa su interés sexual en Park. No estaba tan auto-reprimido para
negar eso. Cualesquiera fueran sus otros sentimientos, se había sentido
físicamente atraído por Park desde el momento en que lo vio en el metro.
La intensidad de la noche y el... abandono desenfrenado que había
sentido era un poco sorprendente y muy vergonzoso. Pero Cooper estaba
feliz de atribuir eso a la ginebra.
La parte inquietante era que, aunque parte de la noche todavía estaba
un poco borrosa, recordaba claramente haber decidido no conectar con
Park. Sería una mala idea, sino una catastrófica. Pero no solo lo había hecho
de todos modos, incluso iniciado, sino que había partes de él que se sentían
casi engreídas por toda la cosa.
Absurdo. Porque, sea cual sea la forma en que lo girara, esto había sido
un error.
¿No es así? 212
Él y Park estaban en medio de una asociación de prueba que podría
determinar la futura dirección del BSI y cambiar las relaciones con los lobos
tal como las conocían. Todos los ojos estarían en ellos. Un par de ojos
particularmente observadores estaba volando para unirse a ellos en ese
mismo momento.
Pensar en eso fue suficiente para quitarle esa estúpida sonrisa
presumida de la cara. La idea de trabajar este caso con Park y Jefferson se
sentía un poco como presentarle su novio a su padre.
Excepto que Jefferson no era su padre. Era su mentor y amigo a quien
se suponía que Cooper debía impresionar con lo bien que podía manejar un
caso propio.
Y Park no era su novio. Era un representante del Trust, un jugador
político con su propio informe para evaluar la eficiencia y profesionalismo
del BSI y a quien Cooper se había tirado encima ebrio y procedido a celar
descuidadamente y a empujar y... Dios, ¿morder? Estaba recordando
morder ahora.
Cooper gimió, e incluso si Park podía escucharlo, no había forma de
confundir el sonido con cualquier otra cosa menos consternación.
Especialmente ahora que sabe cómo suenas en la cama, pensó Cooper,
y luego golpeó su cabeza suavemente pero repetidamente contra la pared de
la ducha.
Cuando finalmente terminó de ducharse y regresó a la habitación,
estaba sorprendido de encontrar a Park todavía allí.
Eso debió haber aparecido en su rostro porque Park parecía un poco
avergonzado y rápidamente dijo:
—Pensé que deberíamos hacer un plan para hoy antes de que te fueras
a Portland.
—Correcto —dijo Cooper—. Buena idea.
A pesar de lo que había dicho, Park no parecía querer hablar. Observó
a Cooper moverse por la habitación, preparándose para el día, sus ojos
saltando de las cicatrices en el vientre de Cooper a su cara y luego lejos. De
regreso al vientre, la cara, luego lejos, etc. Era una rayuela complicada de
miradas significativas que Cooper no podía seguir. Comenzó a sentirse
cohibido y resistió el impulso de cubrir las cicatrices con su mano.
Park había evitado tocarlas la noche anterior, Cooper lo recordaba
ahora. Incluso con toda la atención cariñosa y sensual que Park prestó a su 213
torso, había logrado patinar alrededor de las cuatro gruesas cuerdas de
tejido cicatricial. No de una manera que Cooper lo hubiera notado en su
estado la noche anterior, pero seguro como el infierno que lo notaba ahora.
¿Park estaba disgustado por ellas? Parecía difícil imaginar que el
imperturbable Park al ver las cicatrices poco atractivas de Cooper se
sintiera... nervioso.
Aun así, Park apenas podía perderse de dónde venían. Tal vez eso era
lo que lo molestaba. Un feo recordatorio de sus roles, siempre, bastante
literalmente, entre ellos. La idea le dio un vuelco al estómago ya
revoloteando de Cooper, e hizo una mueca.
—¿Cómo te sientes? —dijo Park.
—Como si mis tripas y mi cabeza estuvieran haciendo una reunión a
puertas cerradas y decidiendo un contraataque.
—Oh —dijo Park. Parecía preocupado—. No pensé que hubieras bebido
tanto.
Cooper se encogió de hombros. No debería haber bebido en absoluto.
Se dio cuenta ahora que todavía había estado en un pequeño shock. Pero
era un niño grande que podía cometer sus propios grandes errores, por lo
que no estaba seguro de qué estaba haciendo enojar a Park.
—Jefferson y yo probablemente revisaremos a Eagler mientras estemos
en Portland. Con suerte estará despierta y lista para algunas preguntas.
Park asintió.
—Enviaré un equipo al lugar de Baker para que revise el agujero. —
Hizo una pausa—. ¿Podrías llevarme a la estación cuando salgas de la
ciudad?
—Por supuesto.
Y eso fue todo sobre la planificación que había que hacer. Se quedaron
en silencio otra vez.
Park parecía inusualmente vacilante e inseguro esta mañana. Cooper
podía sentir su mirada como un toque físico. Por supuesto, Park siempre
era vigilante de una forma u otra, pero ahora su aspecto era diferente.
Cauteloso y a la defensiva de una manera que solo parecía resaltar la
presencia de vulnerabilidad debajo. Como una herida abierta envuelta en
una venda, demasiado en carne viva para tocar.
Cooper extendió la mano para tocarlo de todos modos. Lo hizo sin
214
pensar. Un gentil roce de su mano sobre la parte superior del brazo de Park.
Se demoró allí.
—¿Listo para irnos? —dijo bruscamente.
Park no se estremeció exactamente, pero su piel pareció temblar bajo
la palma de Cooper con una ternura tentativa, como si no estuviera seguro
si inclinarse hacia el toque o apartarse.
Cooper se sorprendió al darse cuenta de que quería besar a Park. No la
descuidada batalla de labios, lenguas y dientes de anoche, pero una simple
presión firme de labios con labios para ahuyentar a los temblores.
Soltó el brazo de Park y dio un paso atrás, aclarándose un poco la
garganta. Él tenía sus propios puntos débiles para proteger, después de
todo.
Park se puso de pie. Su expresión neutral e intocable había vuelto a
deslizarse en su lugar y sus ojos ambarinos se enfriaron y endurecieron.
Había algo atrapado en el fondo ámbar, sin embargo, un arrepentimiento
casi melancólico.
A Cooper le pareció de nuevo que intocable también podría significar
solitario.
—Si tú lo estás —dijo Park.
¿Si yo estoy qué? se preguntó Cooper antes de darse cuenta de que
Park solo estaba respondiendo a su pregunta sobre estar listo para partir.
Trató de ignorar el sentimiento de decepción.

El avión de Jefferson llegó tarde, lo que le dio a Cooper tiempo suficiente


para conseguir otro café, un sándwich de huevo y ponerse al día con sus
correos electrónicos. Le envió una larga actualización a Santiago sobre
compensando, suficientemente nervioso por la afirmación de Jefferson de
que ella “no estaba feliz”.
Luego llamó al hospital. La doctora Lin le informó que sí, Jenny Eagler
estaba despierta y podía ser interrogada. Pero no por mucho. Estaba muy
débil.
Todavía sintiéndose inusualmente comunicativo, envió un mensaje
rápido a su joven vecina, Ava, preguntando cómo estaba Boogie. Era
sorprendente para él que la niña de doce años tuviera su propio teléfono, 215
pero ciertamente era conveniente. Además Ava había sido quien consiguiera
que comenzara a usar emojis, aunque no estaba seguro si debería
agradecerle por eso o no.
El café del aeropuerto no era fuerte y Cooper lamentó haber olvidado el
que Park le había llevado al motel. Se preguntaba dónde lo había conseguido
Park. Había sido el mejor café que había tomado en mucho tiempo. Su
sándwich de huevo era aún más soso y Cooper terminó tirando lo que
quedaba. Se suponía que debía comer muchas proteínas para compensar
su intestino delgado más pequeño, pero estaba demasiado nervioso.
Además, su vientre estaba más tranquilo que de costumbre. Aparte del
mareo habitual de la resaca, es decir, casi se sentía normal.
Estaba tratando de encontrar más información sobre los antecedentes
de Miller con poco éxito cuando Ava le envió una imagen de Boogie con un
aspecto un poco menos malhumorado de lo habitual y luego varios textos
más dándole una actualización excesivamente detallada de sus hábitos
alimenticios. De Boogie, eso es.
Cooper se preguntaba si él era el único que sobre compensaba
demasiado la culpa. Pero lo más probable era que Ava solo estuviera siendo
Ava. No entendía por qué ella siempre enviaba mil textos pequeños en lugar
de poner toda la información en un solo mensaje. Ella no entendía por qué
él usaba comas.
Su teléfono volvió a sonar y casi lo ignoró; de hecho, no le importaba si
Boogie no estaba impresionado por la nueva combinación de arenque y pollo
de hacía dos días, pero parecía estar acostumbrándose ahora; pero el texto
no era de Ava, era de Park.
Cooper lo abrió rápidamente.
La coartada de Christie se verifica. Estoy dirigiéndome al lugar de
Baker ahora.
Cooper miró el mensaje por un momento. ¿La coartada de Christie?
Cierto. Habían hablado de eso en algún momento alrededor de la cuarta
ginebra con tónica de Cooper. ¿Quién no había caído bajo sospecha anoche?
Sacudió la cabeza.
Cooper había escrito y eliminado cuatro respuestas diferentes cuando
sintió una mano golpear su hombro.
—Jefferson. —Cooper rápidamente metió su teléfono en el bolsillo—.
Qué bueno verte.
—Es bueno estar aquí, chico. ¿Malas noticias?
216
—No. ¿Por qué?
—Estabas mirando a ese teléfono como si fuera tu nuevo padrastro.
—Oh. No, solo... Jenny Eagler está despierta. Pensé que podríamos ir
allí primero.
—¿La mujer secuestrada? Pensaba que habías dicho que su caso no
estaba relacionado.
Cooper se pasó una mano por el cabello y se levantó.
—Honestamente, Jefferson, no sé qué más pensar.
—Será mejor que me pongas al día de camino al hospital —dijo
Jefferson con calmada y seria seguridad.
El alivio que sintió Cooper casi lo derribó. Él cuidaba la espalda de su
compañero. Jefferson siempre sabía qué hacer. No más especulaciones y
confusión. Las cosas iban a mejorar ahora.
Jenny Eagler parecía demasiado pequeña para su cama de hospital. Su
cuerpo estaba muy quieto y casi doblado sobre sí mismo debajo de las
sábanas. Su largo cabello oscuro estaba grasiento, casi negro, enfatizando
el color ceniciento poco saludable de su piel.
Sin embargo, había mucha pelea en sus ojos. No solo estaba alerta
mientras ellos se presentaron y le hicieron preguntas amables, ella estaba
impaciente.
Molesta por haber sido sedada durante la noche, ansiosa por ver a su
hijo y enojada por... bueno, solo enojada. Por una buena razón.
Cooper no se sorprendería si ella saliera del hospital, para ir
directamente a una clase de defensa personal, se convirtiera en cinturón
negro en unos meses y, si ellos no encontraban a su atacante, lo encontraría
ella misma, al estilo Kill Bill.
Desafortunadamente, no tenía mucha información útil para agregar, y
él podía ver que Jenny se estaba frustrando.
—Señora Eagler, está haciéndolo muy bien.
—Pero no vi nada.
—Si le parece bien, me gustaría que cierre los ojos e imagine que está
217
allí en el Bear’s Den. —Ella frunció el ceño pero cerró los ojos—. Es hora de
cerrar. ¿Hay alguien alrededor?
—El bar está vacío. Excepto Jake y Alice Grino, discutiendo como
siempre. Ella piensa que él está teniendo una aventura. Él piensa que ella
bebe demasiado.
—¿Cómo le hace sentir eso?
—Exasperada. Estoy tratando de irme de allí. Ya pagaron, pero están
ocupados peleando ahora.
—¿Eso le hace sentir incómoda?
—No, estoy molesta. Les digo que se vayan.
—¿Lo hacen?
—Sí. Pero todavía puedo escucharlos discutiendo afuera, en la calle.
Ellos son cada vez más ruidosos. Pensé que iba a tener que llamar a alguien.
Ojala lo hubiera hecho. Tal vez entonces...
Se calló y sus ojos comenzaron a abrirse.
—Casi terminamos, señorita Eagler —dijo Cooper—. ¿Y luego qué pasó?
—Saqué la basura por la puerta trasera. Solo estuve fuera unos
minutos y cuando volví... —Jenny respiró temblorosa.
—Está bien. Espéreme. Regresó al bar desde afuera. ¿Cómo se siente?
Ella hizo una pausa.
—Nerviosa.
—¿Porque el bar se ve diferente, tal vez?
—No. Está igual. Muy... tranquilo, sin embargo. Hay tanto silencio.
Tengo miedo y no sé por qué.
—Ese es un sano instinto animal —dijo Cooper, recordando las
palabras de Park para él. Por el rabillo del ojo, podía ver a Jefferson levantar
una ceja—. Dijo que estaba muy tranquilo. ¿Todavía puede oír a los Grinos
discutiendo fuera?
—No, no puedo. —Jenny abrió los ojos y esta vez Cooper no intentó
detenerla. Se veía exhausta—. Lo siguiente que recuerdo es que me estaban
llevando en la camilla.
—¿No recuerda nada sobre dónde la llevaron? —dijo Jefferson.
—No. Solo recuerdo haber tenido frío, estar mojada y que no podía ver. 218
—El campo —dijo Jefferson suavemente.
Los ojos de Jenny parpadearon.
—¿No lo cree? —preguntó Cooper.
—Pensé que estaba bajo techo. El aire estaba muy... quieto. Pero no lo
sé. Todo está muy borroso. Ni siquiera tengo recuerdos irregulares, más
como sentimientos irregulares.
—¿Hay algún sentimiento, no importa el poco sentido que tenga, del
que se acuerde?
Ella sacudió la cabeza.
—No estaba realmente despierta, ¿sabe? Solo tenía frío incluso en mis
sueños.
—¿Recuerda con qué estaba soñando?
—Molly. Molly estaba gimiendo. Tratando de mantenerme caliente, pero
ella no podía alcanzarme.
—¿Molly? —preguntó Cooper, intercambiando una mirada con
Jefferson.
Jenny se rio sin humor.
—Eso fue solo un sueño. Molly era la Basset Hound22 de la familia
cuando era chica. Se lo dije, no recuerdo nada.
Jefferson pasó a preguntar sobre relaciones pasadas y actuales,
problemas de dinero, si alguien en el bar esa noche le había causado algún
problema.
Cooper esperó a que Jefferson llevara la conversación a esa noche para
poder preguntar sobre Miller. Efectivamente, dijo:
—¿Creo que vio a mi compañero allí esa noche? Junto con, ah, Park.
—Jefferson apenas tartamudeó sobre el nombre.
Jenny entrecerró los ojos ligeramente hacia Cooper, casi como si ahora
estuviera recordándolo.
—Sí. Así es. Estuvo allí con Ollie.
¿Ollie?
—Y el oficial Miller —dijo Cooper rápidamente—. ¿Lo conoce? Sé que
conocía a Park, uh, Oliver, pero no estoy seguro si reconoció a Miller.
Ella se encogió de hombros, sus pensamientos aún claramente en otro
lado. 219
—¿El policía? Claro, él ha estado alrededor antes. Todos en Florence
vienen al Bear's en algún momento u otro. ¿Ollie sabe lo que me pasó?
—Él sabe que está aquí —dijo Cooper—. ¿El oficial Miller entra a hablar
con usted a menudo?
Su intento de sutileza fracasó. Jenny miró entre Jefferson y Cooper con
avidez.
—¿Quiere decir que él, como que, me acosaba? No. Lo contrario. Solía
ser muy callado. Dulce, supongo. —Se movió más erguida en la cama,
haciendo una mueca cuando empujó su clavícula fuertemente vendada—.
Pero eso es lo que siempre dicen sobre los que están realmente locos,
¿verdad? ¿Que era tan dulce y callado? ¿Ese hijo de puta me atacó?
—Solo estamos tratando de comprender mejor las relaciones con los
clientes esa noche —dijo Jefferson con dulzura—. Como Oliver Park. —
Cooper intentó llamar la atención de Jefferson, pero su compañero siguió

22Basset hound: es una raza de perro que forma parte del grupo de los sabuesos. Es de
baja altura, cuerpo largo, patas cortas y fuertes, largas orejas y un sentido del olfato
extremadamente desarrollado.
sonriendo gentilmente hacia Jenny sin mirarlo—. Usted es amiga de la
familia Park, ¿no es así?
Los ojos de Jenny se entrecerraron.
—Cuando era chica, claro. Somos amigos. Ellos se mantienen para sí
mismos en su mayoría. Ya sabe lo realmente grandes que son las familias.
Ellos no necesitan a nadie más. Pero somos amistosos.
—Lo suficientemente amable como para pedirles que se encarguen de
algunos problemas por usted el año pasado. —Cooper estaba seguro que su
cara lucía tan confundida como la de Jenny—. Jacob Symer —incitó
Jefferson—. Se mudó a la ciudad el año pasado y comenzó a acosarle.
La confusión de Cooper se convirtió en conmoción y su mano voló hacia
su vientre justo cuando se contrajo y ardió tan fuerte que casi se dobla hacia
adelante. Tocó el grueso tejido cicatricial como un amuleto para alejar el
mal. ¿Jacob Symer? ¿De dónde había sacado Jefferson todo esto? ¿Por qué
no le había dicho a Cooper antes?
—No fue gran cosa —dijo.
—Lo suficientemente grande como para presentar una queja ante la
policía y que su jefe le prohibiera la entrada al Bear’s Den. 220
—Sí, mucho bien hizo eso. Los policías no hicieron una mierda.
Jefferson hizo una mueca comprensiva.
—Por mucho que ame nuestro sistema de justicia, tengo que admitir
que es defectuoso. La gente se desliza por las grietas. ¿Fue entonces cuando
usted fue a los Park a pedir ayuda?
Jenny parecía incómoda.
—Está haciendo que esto suene más formal de lo que fue. Como si
fueran la mafia o algo así. No fue así.
—¿Cómo fue?
—Todos los que crecieron aquí conocen a los Park. Han estado en
Florence mucho tiempo. Están comprometidos con el pueblo. Mencioné lo
que estaba pasando con Symer a Camille Park cuando nuestros hijos tenían
un proyecto escolar juntos, bueno, ahora es Camille Holt, pero todos todavía
piensan en ella como una Park. Fue más desahogarme que cualquier otra
cosa. —Hizo una pausa—. En realidad fue más como que me largué a llorar
y ella atrapó lo peor de todo. Simplemente no podía creer lo inútiles que eran
los policías.
—¿Qué pasó?
—¡Nada! Quiero decir, nada malo. Ella me dejó llorar, hizo un par
preguntas y dijo que no me preocupara. Ellos se encargarían de eso.
—¿Qué, matarlo?
Jenny se echó a reír antes de captar la expresión de Jefferson y
detenerse abruptamente.
—Espere, ¿habla en serio? Por supuesto no. Esto es Florence. ¿Qué
diablos cree que está pasando aquí? No sé qué pasó exactamente, pero
Symer no volvió a molestarme y no escuché a nadie más quejarse de él
tampoco. Y sí, sabía que todavía estaba vivo porque todavía lo pasaba
mientras conducía por el pueblo a veces. De todos modos, no fue un
problema por mucho tiempo porque se mudó poco después de eso.
—¿No pensó que eso era extraño?
—¿Qué tiene de extraño? Eso es lo que hace la gente, ¿no? La gente se
muda.
Lo dijo de manera significativa, como una sugerencia que deberían
tomarse ellos mismos, y la entrevista llegó a su fin.
221

Cooper esperó hasta que lograron salir del aire opresivo del hospital
antes de girarse hacia Jefferson.
—¿Por qué no me dijiste que Symer se mudó a Florence? —Su voz
resonó de manera extraña, sonando más como un grito en el
estacionamiento.
Jefferson sacudió la cabeza, claramente esperando esto.
—Porque su rastro se enfrió. Cuando me enteré, no había nada que
contar. La manada Park ya se había interpuesto en el camino.
Cooper no estaba satisfecho con eso, pero las palabras de Jefferson lo
llevaron a su segunda queja.
—Correcto, ¿y de qué se trató todo eso? Te dije que los Park no están
involucrados en esto.
—Recomponte, Dayton. La escuchaste: la manada Park maneja todo
este pueblo. Ya han sido sancionados dos veces por nosotros por jugar a
imponer la ley y no se han tenido noticias de Symer desde que salió pitando
de repente y misteriosamente. Si no crees que esté muerto en algún lugar
de ese bosque tuyo, estás más desorientado de lo que pensaba.
—Mentira —dijo Cooper sin dudarlo—. Sabes lo que siento por esas
sanciones. Tiene sentido que Symer saliera disparado si se metió en el lado
malo de la manada más grande del pueblo. Eso no significa que lo mataran.
Oliver es parte del Trust. Un… un burócrata. Solía enseñar literatura
universitaria, por el amor de Dios.
Cooper no sabía por qué eso parecía una evidencia tan concluyente,
pero lo hacía. Al igual que la forma en que Park se había reído, lo había
abrazado y besado anoche, pero ciertamente no estaba dispuesto a ofrecer
nada de eso como prueba de carácter.
—Solo conoces a un Park. Tú mismo dijiste que él no es parte de la
manda de su familia ya. ¿Preguntaste por qué?
Cooper no respondió. Recordó la mirada amarga en la cara de Park
cuando habló de las manadas que no querían reconocer al BSI.
Jefferson leyó su silencio fácilmente.
—Exactamente. Entonces tal vez un Park no esté involucrado. Eso no 222
significa que no sepa exactamente de qué es capaz su familia.
—¿Qué tiene esto que ver con nuestro caso? —espetó Cooper.
Jefferson le dirigió una mirada larga y evaluativa y luego se metió en la
cabina del conductor.
Cooper maldijo y se metió al otro lado. Jefferson arrancó el auto y los
condujo alrededor de la espiral de las curvas cerradas del garaje y salió a la
calle en silencio.
La luz del sol era cegadora y el dolor remanente de la resaca de Cooper
le dio una última puñalada, específicamente a través de sus córneas. Sus
ojos se humedecieron. Parpadeó rápidamente, horrorizado de que Jefferson
pudiera pensar que estaba llorando, y dijo con una voz firme y clara:
—Entiendo lo que dices, sí, pero los Park tienen una coartada. Están
fuera del país.
—La familia. ¿Quién más está en su manada y seguiría sus órdenes?
¿Whittaker?
—No. Whittaker sigue a la dueña del bar, Rudi Abouesse... —Cooper se
detuvo pensando en la obvia sorpresa de Park ante ese hecho. Había dicho
algo sobre que los padres de Whittaker ya pertenecían a una manada.
¿Había estado hablando de su propia familia?
Jefferson decía:
—Pero no sabes eso. Solo sabes lo que Oliver Park te dijo. Y si no está
hasta el cuello en mierda de su familia, es un portavoz de la confianza del
Trust que no quiere que expongamos ninguna guerra de manadas. Mala
publicidad para ellos.
—Se supone que debemos trabajar juntos. Ha sido muy úti...
—No podría haber sido tan útil si ahora estás más confundido que
cuando primero llegaste aquí —interrumpió Jefferson. Le sonrió a Cooper
disculpándose—. Mira, nadie dice que no escuches a Park. Pero tampoco te
lo estás cuestionando.
Cooper abrió la boca, la cerró y se tragó lo que quería decir. La verdad
era que no lo sabía. Había tomado mucho de lo que Park le dijo como un
hecho.
Temía que su relación, no, no relación, sino su... colisión con Park
anoche estuviera dictando su defensa ahora.
Trató de concentrarse en las calles de Portland que pasaban, pero no
223
podía ver más allá de su propio obstinado reflejo en el cristal.
Jefferson dejó que Cooper se cocinara un poco y los llevó a recoger un
segundo automóvil. Había dicho que quería su propio par de ruedas en
Florence. Siempre lo hacía en los casos. Se había sorprendido de que Cooper
condujera con Park.
Después de estacionarse en el estacionamiento, Cooper pudo sentir a
Jefferson estudiándolo. Cooper se volvió y levantó una ceja.
—¿Qué pasa?
—¿Estás bien, Dayton?
Estaba sorprendido.
—Por supuesto. ¿Por qué no lo estaría?
—Tu cara allá atrás mientras estábamos hablando con Eagler... —
Jefferson no parecía seguro de qué decir.
—Es horrible lo que le sucedió —ofreció Cooper.
Jefferson asintió.
—Estúpida, cruda, violencia sin sentido —dijo—. Ella no merecía pasar
por eso.
Eso le recordó a Cooper algo distante. Pero se fue tan rápido como vino.
Jefferson todavía lo estaba estudiando por el rabillo del ojo.
—Una mujer muy hermosa, la señorita Eagler.
Las cejas de Cooper se arquearon esta vez.
—¿Y?
Lo que Jefferson vio en la cara de Cooper pareció relajarlo.
—Nada. Eso fue tonto de mi parte. Sé que te gustan los hombres. —La
forma en que Jefferson lo dijo, tranquilizándose y carente de cualquier
molestia, era extrañamente dulce, y Cooper sintió una oleada de afecto por
su compañero. Podía que no siempre estuvieran de acuerdo, pero Jefferson
nunca había tratado a Cooper de manera diferente después de enterarse de
su sexualidad. Cooper deseaba poder tener esa facilidad con su propio padre
algún día.
—Es solo que en el hospital por un minuto mientras le preguntaba a
Eagler sobre los Park y la situación de Symer, tu cara estaba tan furiosa
como la del cónyuge de un sospechoso. —Jefferson se rio y Cooper se río
con él. Esperaba que solo sonara tenso y en pánico para sus propios oídos.
—No es nada. Simplemente no me gustan los hospitales.
224
Jefferson asintió, su rostro comprensivo.
—Por supuesto. Lo entiendo, chico. —Palmeó el hombro de Cooper
amablemente—. Pero tienes que usar eso. No olvides que fue un lobo el que
te puso en el hospital.
Cooper parpadeó y consideró confesar que no era por eso, pero
Jefferson ya estaba saliendo.
El auto estaba abruptamente demasiado frío. Cooper apagó el aire
acondicionado y luego, pensándolo bien, salió del auto y se paró en el sol
cálido en su lugar.
Sacó su teléfono y estudió el mensaje de texto de Park. Tocó el ícono
del teléfono y lo escuchó sonar.
—Park.
Ante sonido de su voz, Cooper liberó el aliento que no se había dado
cuenta que había estado conteniendo. No. Park no estaba jugando con él.
Estaba seguro de ello.
—... ¿Dayton? —dijo Park vacilante.
—Sí. —Cooper se aclaró la garganta—. Soy yo. Acabamos de hablar con
Eagler. Ella está bien. Sacudida, pero estará bien. No recuerda mucho
además de tener frío y estar en la oscuridad. Posiblemente bajo techo.
Aunque estoy seguro que Miller es nuestro hombre…
—Dayton…
—Espera, escúchame. Había una pareja discutiendo fuera justo antes
de su ataque. Quiero rastrearlos. ¿Permanecieron por horas y luego sucede
que se fueron justo antes de que la ataquen? ¿Y si vieron un coche de policía
y pensaron que había llamado a la policía por ellos? Ella casi lo hizo. ¿Pero
que si era Miller volviendo por Jenny?
—Dayton…
—La gente no sospecha de los coches de policía. Pueden ir y venir a
cualquier hora. Infierno, vi un coche patrulla estacionado allí después que
él se fue y no lo pensé dos veces. Y cuando pregunté sobre Miller, Jenny se
apresuró a adivinar que era sospechoso, lo que indica que ella pensaba que
algo estaba mal sobre él, incluso si no lo sabía conscientemente...
—¡Cooper!
Cooper espetó: 225
—¿Qué?
—Miller está muerto.
—¿Qué?
—Parece que ha estado muerto dos o tres días. Le dispararon en la
cara. —Park respiró hondo—. Lo encontraron en el fondo de la grieta que
tú... bueno, en el fondo.
—Qué demonios está pasando —susurró Cooper.

—¡Maldita sea! —Jefferson golpeó el capó del auto. Un par de personas


pasando la agencia de alquiler miraron y Cooper les dio un gesto de “todo
está bien”.
Todo no estaba bien, pero la gente seguía caminando, solo con la
ocasional mirada sospechosa hacia atrás.
—Está fuera de control —murmuró Jefferson—. ¿Matar a un oficial?
¿Cómo espera salirse con la suya?
—Puede que no esté conectado —dijo Cooper dubitativo—. Miller
recibió un disparo.
Jefferson lo miró escéptico y sacó su teléfono.
—En casa de Baker. En la misma trampa a la que te llevaron. Le estoy
diciendo a la jefa que ingrese a Whittaker.
Cooper frunció el ceño y consideró sus siguientes palabras
cuidadosamente.
—No estoy seguro que sea culpable —dijo finalmente.
Jefferson dejó de marcar y terminó la llamada.
—Es un lobo que los testigos ubican peleando con la víctima en el
momento de su desaparición. Él es la única persona que sabía que estarías
en el lugar de Baker cuando fuiste atacado. ¿Sobre qué no estás seguro?
—Park piensa que es inocente —argumentó Cooper.
—Park puede tener motivaciones para mantener a Whittaker fuera de
esto. Nosotros ya discutimos esto. ¿Qué está pasando realmente aquí, 226
Dayton? Porque tengo que decir no estás actuando como tú mismo.
Cooper se puso rígido.
—¿Qué quieres decir?
Jefferson se inclinó más cerca y colocó suavemente su mano sobre el
brazo de Cooper.
—Quiero decir que has estado un poco... apagado. ¿Pasó algo?
—¿Algo? —repitió Cooper tontamente. Curiosamente, no era Park
desnudo, sujetándolo y empujando encima de él lo que pensaba. O incluso
Park esa mañana, todo incómodo, tierno e inseguro. La primera imagen en
la mente de Cooper era de Park agarrándolo del brazo y sacándolo del hoyo
hacia el sol. La forma en que había pasado las manos sobre el vientre de
Cooper buscando lesiones y Cooper ni siquiera se encogió una vez cuando
rastreó sus cicatrices.
Jefferson bajó la voz.
—¿Alguien te amenazó?
—¡No! Dios no. —Cooper apartó la mano de Jefferson—. No pasó nada,
¿de acuerdo? No estoy seguro de que Whittaker sea nuestro hombre. Tiene
una coartada. —Algo así.
Por otro lado, Whittaker era su mejor ventaja, su única ventaja real
además del desaparecido Baker, y Cooper realmente creía que no estaban
consiguiendo la historia completa. Ingresar a Whittaker para preguntas
adicionales era la decisión que habría tomado hacía unos días, antes... de
las complicaciones.
—Es tu decisión, Dayton. Estoy aquí para apoyarte en tu caso.
—Bien. Lo ingresamos. Solo para interrogarlo.
Jefferson asintió.
—Sabia decisión. —Comenzó a marcar de nuevo, luego hizo una pausa
y le dio a Cooper una mirada extraña—. ¿Quieres... hablar primero con el
agente Park?
La pregunta se sentía cargada, más pesada y más peligrosa de alguna
manera que incluso el arma en su cadera. Por un momento, Cooper sintió
la necesidad de confesar, de decirle lo que había pasado la noche anterior.
Jefferson era su amigo, después de todo. Uno de sus únicos amigos. Era
difícil mantener relaciones mientras hacía un trabajo secreto, pero Jefferson
siempre había estado allí para él y lo había guiado durante los primeros días
terroríficos en el BSI, explicando pacientemente todo lo que sabía sobre 227
lobos que Cooper ni siquiera sabía preguntar. No era como si Cooper no
hubiera hablado con él sobre sus encuentros antes. ¿Por qué no esto?
Pero aun así dudó. Los encuentros aleatorios eran una cosa. Una
colisión sexual con tu compañero de trabajo, incluso tu compañero de
trabajo temporal, era otra.
—No importa. Le diré cuando lo veamos —dijo Cooper finalmente.
Jefferson continuó observándolo por un largo momento, buscando algo. Sea
lo que sea, debía haberlo encontrado porque finalmente asintió e hizo la
llamada a la jefa Brown.
Cuando Jefferson se volvió para hablar, la mano de Cooper se movió
hacia su propio teléfono y se cruzó de brazos deliberadamente. Sería mejor
decírselo a Park en persona. De esa manera podría explicar por qué
interrogar a Whittaker era lo correcto. Además, no quería que Jefferson
escuchara, pensando que algo había sucedido que había cambiado a Cooper
de alguna manera. Porque no lo había hecho. De ningún modo.
E
l departamento de Miller estaba destrozado. No era
inmediatamente obvio si alguien había estado buscado en el
lugar o si esta era la estética de zona de desastre normal de
Miller, pero las computadoras destrozadas aclararon eso lo suficientemente
rápido. ¿Por qué destruirlas? ¿Por qué faltaba la computadora de
Bornestein?
Michael Miller.
Cooper había escuchado a Harris decir el nombre a la jefa, con voz dura
y agonizante, mientras recorría el pequeño departamento. La mayor parte
de la policía de Florence parecía estar aquí, sorprendida y violada por perder
a uno de los suyos.
Era extraño cómo Cooper no había sabido, ni siquiera se había
228
preguntado, cuál era el primer nombre de Miller todo este tiempo. Había
estado demasiado ocupado acusando al oficial Miller de asalto y secuestro.
Ahora, en cambio, era este extraño. Otra víctima para descubrir y perfilar.
Miller había estado muerto al menos cuarenta y ocho horas, lo que
significaba que alguien debía haber llamado para reportarlo enfermo y
hablado con la jefa o tal vez con Harris. No solo alguien. Su asesino. También
significaba que Miller no era el que usaba la casa de Baker para mantener
el perfil bajo. Deberían buscar ADN y huellas en la comida para llevar en el
refrigerador por la posibilidad de que fuera del asesino.
Pero, ¿por qué estaba Miller en casa de Baker la noche en que murió?
¿Había estado persiguiendo una pista y tropezó con algo? ¿O había sido
atraído a propósito hasta ahí? Si la primera suposición de Cooper era
correcta y la comida era de Miller, debía haberla llevado con él a la casa la
noche en que murió. Eso indicaba que estaba encontrándose con alguien en
quien confiaba. O confiaba en quienquiera que pensó que estaba
encontrando, de todos modos.
Mike Miller. Sonaba como el niño que era. Y él todavía había sido un
niño. Cooper podía verlo en los cables enredados de la consola de
videojuegos; su refrigerador lleno de embutidos y sin condimentos; los DVD,
todas películas de tiroteos de policías, desbordando el estante de madera
contrachapada que probablemente había venido con el apartamento junto
con el sofá de cuero de imitación resistente al agua donde toda su ropa sucia
estaba esparcida como cojines. Excepto por su uniforme, el cual estaba
doblado y colocado sobre una gran pila de ropa. Un pequeño sello de orgullo
en lo alto de la chatarra, la insignia brillando como la pegatina de una
estrella dorada.
Era incómodamente obvio por qué Michael Miller se había unido a la
fuerza. Él solo estaba interpretando el papel que creía que tenía un policía.
Había encontrado un brusco pero amablemente mentor en Harris y siguió
cada uno de sus movimientos, esperaba un romance de pueblo pequeño con
una camarera local, tal vez incluso hubiera querido resolver este caso solo.
El primer gran misterio en llegar a Florence. ¿Era por eso que él había
insistido en que Gould no había sido secuestrado? Tal vez había querido
encontrarlo él mismo. Tal vez así fue como terminó en la propiedad de Baker
con una bala en la cara que le atravesó la muñeca.
Así fue como se le salió el brazalete. Debía haber levantado las manos
para cubrirse la cara cuando el sospechoso le apuntó con un arma. Eso era 229
tan... inútil. Tan infantil que hizo que la mandíbula de Cooper doliera.
—¿Qué piensas?
Cooper se apartó de los dos monitores de computadora rotos para
encontrar a Park observándolo. Cooper sonrió, absurdamente reconfortado
de verlo. Park sonrió de vuelta, agradablemente, pero obviamente
confundido acerca de por qué estaban intercambiando sonrisas en un
momento como este.
Cooper desvió la mirada rápidamente.
—Falta el disco duro. ¿Ah, hueles a alguien?
Park resopló, un sonido ligeramente divertido pero sobre todo
frustrado.
—Hay demasiadas otras personas aquí ahora. El rastro sería
demasiado viejo de todos modos.
—¿Cuánto tiempo después serías capaz de rastrear a alguien? —
preguntó Cooper, preguntándose por qué no lo habían intentado durante la
búsqueda de Gould.
En realidad, tal vez Park lo había intentado. Probablemente así fue
como encontró al senderista perdido. Pero no era como si pudiera cubrir
más de ochocientos mil acres solo o incluso con una manada de lobos.
Necesitaban un punto de partida. No habían tenido nada.
Park estaba diciendo:
—Veinticuatro horas, más o menos. Depende un poco de lo
familiarizado que estoy con la persona. —Parpadeó hacia Cooper y luego
miró hacia abajo, aparentemente fascinado por algo en el suelo. Cooper miró
hacia abajo también pero no vio nada. Park se aclaró la garganta y continuó,
aún mirando hacia abajo—. De todos modos. Si alguien más estuvo aquí, su
aroma se desvaneció.
—Obviamente alguien estuvo aquí. —Cooper señaló los monitores y
luego, repitiendo la inflexión de Park, dijo—: ¿Qué quieres decir con alguien
más?
Park comenzó a responder, y luego miró por encima del hombro de
Cooper y frunció el ceño.
—Tu compañero acaba de encontrar algo.
Cooper se giró para ver a Jefferson enderezarse de estar acuclillado en
el suelo, con un juego de llaves colgando del bolígrafo que sostenía.
Cooper se acercó con Park pisándole los talones.
230
—¿Qué tienes?
—Llaves —dijo Jefferson innecesariamente—. Podrían ser de la víctima,
por supuesto, aunque... —Agitó suavemente las llaves en el bolígrafo hasta
que colgó un llavero hacia adelante y el centro. Tres cuartos de la cabeza de
un lobo hecha de metal retorcido. Un pequeño cuarzo amarillo sin pulir
parpadeó debajo de la luz fluorescente del apartamento.
Hubo una fuerte inspiración y Cooper miró a su alrededor.
La jefa Brown estaba parada detrás de Park, con su mano
extrañamente delante de ella como si estuviera indecisa entre alcanzar las
llaves o cubrirse la boca con horror.
—Esas son las llaves de Rudi —dijo.
Cooper sintió que Park se puso rígido detrás de él.
—¿Rudi Abouesse? ¿La dueña del Pumphouse? —preguntó Cooper. Él
mismo reconoció la obra de Baker, pero quedó momentáneamente
desconcertado de que Brown también lo hiciera. Su cara estaba torcida con
traición, miedo y culpa. Tal vez no debería sorprenderse después de todo. Él
estaba comenzando a sospechar que Brown estaba mucho más cerca de
Abouesse de lo que estaba dejando ver. Eso no la convertía en una coartada
tan neutral para Whittaker.
Ella asintió, sin dejar de mirar el llavero.
—Pero ella no… ¿Por qué ella…?
—No son necesariamente de Rudi. Un par de empleados selectos tienen
sus propias llaves del Pumphouse —interrumpió Park, dándole a Cooper
una mirada significativa. Miembros de la manada, supuso Cooper.
Jefferson también captó la mirada.
—Sam Whittaker —dijo sombríamente.
—Tal vez —dijo Park.
Jefferson resopló.
—¿Tiene otra sugerencia?
Park no respondió.
—Supongo que ahora sabemos por qué salió corriendo. —Brown
suspiró—. Maldita sea, Sam Whittaker. Simplemente no lo entiendo.
—¿Qué quiere decir con por qué salió corriendo? —preguntó Park en
voz baja.
231
Mierda. Cooper abrió la boca para explicar, pero Brown le ganó.
—Los oficiales no pudieron localizar a Whittaker en su casa o en el
trabajo.
—¿Cuándo pasó esto?
—Esta mañana. —Brown miró entre Park y Cooper, confundida, lo cual
solo lo empeoró—. No...
Jefferson dijo:
—Después de escuchar sobre Miller, Dayton y yo le pedimos a la jefa
que arrestara a Sam Whittaker.
—Que ingresara —corrigió Cooper apresuradamente, tratando de
llamar la atención de Park—. Que ingresara para hacerle preguntas.
Jefferson se encogió de hombros. Era obvio que tenía pocas dudas
sobre que el interrogatorio habría llevado a un arresto.
—No sé por qué no lo ingresaron antes de ahora. Él está hasta el cuello
en esto. Tenía una historia de peleas con la víctima. Fue la última persona
en verlo. Fue el que envió a Dayton a casa de Baker donde él fue…
Park interrumpió:
—Su coartada se verifica.
—Su coartada es débil.
—Yo no…
—Un oficial de policía, un buen hombre, está muerto. Uno de los
nuestros, si puede entender eso. —Cooper se estremeció ante las palabras
de Jefferson, pero Park siguió estoico como siempre—. Las llaves de
Whittaker se encuentran en el apartamento de Miller y se cayeron durante
una lucha obvia, y ahora Whittaker escapó. ¿Por qué escapar si no eres
culpable? Y se ajusta al perf...
—Jefa —interrumpió Cooper. Brown estaba viendo la discusión entre
Jefferson y Park con creciente contemplación—. Creo que deberíamos llevar
a la señora Abouesse hasta la estación. ¿Podría…?
Brown asintió con un poco de pesar y dijo:
—Haré la llamada. —Se apartó con una última mirada curiosa de vuelta
a ellos.
—Quizás este no sea el lugar para discutir el “perfil” de Whittaker —
murmuró Cooper en cuanto Brown estuvo a una distancia segura.
232
—Las llaves. Es muy obvio. Descuidado —dijo Park, como si Cooper no
hubiera hablado.
—¿Esperaba que el lobo limpiara? —Jefferson sonaba genuinamente
divertido—. ¿Primero no lo ingresa porque no parece un criminal, y ahora
piensa que está siendo incriminado porque sería un criminal demasiado
bueno para dejar atrás evidencia?
—No veo por qué Whittaker no intentaría ocultar sus huellas —dijo
Park—. No es estúpido.
—La evidencia indica lo contrario —respondió Jefferson, guardando las
llaves en una bolsa.
Park solo le devolvió la sonrisa con más paciencia que buen humor real,
y Cooper no dijo nada. Whittaker había salido corriendo. Y él era el único
vínculo común. Su otro sospechoso estaba muerto y Baker...
Jefferson miró a Cooper y preguntó:
—Rudi Abouesse, ¿es el alfa del que me estabas hablando?
—Correcto —dijo Cooper, con voz tensa. Park todavía no lo estaba
mirando. Su cuerpo estaba tenso, enojado.
Jefferson asintió.
—Bueno. Deberíamos tomarle las huellas digitales. Ella podría estar
involucrada también. —Señaló a un uniformado y se hizo a un lado para
darle las llaves embolsadas y algunas instrucciones.
Cooper se acercó a Park y habló en voz baja:
—No estaba tratando de ir a tus espaldas con esto. —Park lo miró sin
expresión, con la máscara firmemente en su lugar, y Cooper sintió una
punzada de algo parecido al pánico. ¿Qué pasaría si Park no le creía?—.
Solo quería esperar, decirte en persona po-porque... —Cooper tartamudeó
hasta quedarse en silencio, inseguro de cómo explicar su necesidad de
probarse a sí mismo que nada había cambiado sin sonar como si algo
hubiera cambiado—. Mira, realmente creo que Whittaker sabe más de lo que
está dejando ver. Él nos llevó a Baker. Ahora Baker está desaparecido.
Además, Brown no es una gran coartada y creo que sabes por qué.
Park frunció los labios pero no lo negó. Miró a la jefa hablando con
Harris, con una expresión fría y sombría en su rostro mientras supervisaban
a los uniformados de Florence tocar solemnemente los artículos mínimos de
Mike Miller.
233
Cooper continuó:
—Nosotros… yo sinceramente, pensé que necesitábamos hablar con él
de nuevo. Y ahora ha salido corriendo así que...
—¿Así que debe ser culpable? —preguntó Park, con la voz igualmente
baja—. Claramente nunca has estado en la posición de ser considerado
culpable antes de probarse inocente por lo que eres.
Eso dolía. Cooper tuvo que tragarse la réplica No sabes nada sobre mi
vida. No había sido exactamente un picnic salir como hombre gay en el
departamento o incluso crecer siendo judío en un pequeño pueblo pesquero
de Maryland. Pero aunque había pasado por algo de mierda, hasta ahora en
su vida nunca había tenido que dudar de que la ley se pondría de su lado si
realmente todo se fuera al infierno. No es que la ley no estuviera del lado de
Whittaker. Si él fuera inocente, lo descubrirían. Algo hacía que eso fuera
mucho más difícil cuando Whittaker no estaba cerca.
—Yo... —Cooper tuvo la sensación de que estaba jodiendo algo. Pero si
era exactamente el caso o su tentativa conexión con Park, no estaba seguro.
De cualquier manera, no sabía qué decir para solucionarlo. No sin que
Jefferson pensara que no estaba actuando como él mismo y más preguntas
sobre eso no le harían a él ni a Park ningún bien.
Park sacudió la cabeza y comenzó a alejarse y Cooper extendió la mano
y lo agarró del brazo y luego lo dejó caer inmediatamente como si se hubiera
quemado. El gesto se sentía demasiado íntimo ahora, de alguna manera.
Como si su memoria muscular se hiciera cargo y él no pudiera resistirse a
tirar de Park contra su cuerpo.
Cooper respiró hondo.
—Solo quiero saber qué está pasando aquí antes de que maten a nadie
más, Oliver. Te lo juro.
Park lo miró por un momento, con la cara en blanco ilegible.
—Está bien —dijo tranquilamente—. Entonces supongo que mejor
hablamos con Rudi. Te veré de vuelta en la estación, Dayton. —Él asintió,
todavía dolorosamente cortés, y se alejó.
Cooper hizo a un lado una ola de frustración irracional y resistió el
impulso de agarrarlo de nuevo, y que la memoria muscular sea condenada.
No tenía sentido, pero deseaba que Park se enojara con él. Se molestara,
decepcionara, algo. Cualquier cosa menos esta exclusión. La máscara era
para otras personas.
Cooper frunció el ceño ante ese pensamiento extrañamente posesivo. 234
Park no le debía nada. Él no le debía nada a Park. Anoche había sido un
alivio casual del estrés. Eso era todo. Y obviamente no podía volver a
suceder.
¿... cierto? Se pateó a sí mismo.
—¿Qué fue eso? —preguntó Jefferson, y Cooper saltó. Se preguntó
cuánto tiempo había estado escuchando Jefferson. No es que hubiera nada
que escuchar.
La frustración de Cooper consigo mismo se aferró a su compañero.
—Tenías que ser tan... —le costó—… No sé, ¿grosero?
Las cejas de Jefferson se alzaron sorprendidas.
—¿Qué?
—Lo hiciste sonar como si lo estuviéramos sacando deliberadamente
del círculo. Simplemente no... —Cooper suspiró. Este no era su día para
oraciones completas aparentemente.
—No pensé que te importara.
—Mira, Santiago me dijo que hiciera que esta asociación funcionara y
yo solo... siento como si lo hubiéramos ofendido.
Jefferson lo miraba pensativo. Finalmente asintió.
—Lo siento, Dayton. No era mi intención hacerte las cosas más difíciles
con el lob… Agente Park. Sabes que no siempre pienso demasiado antes de
hablar. ¿Quieres que me disculpe con él?
—No, por supuesto que no —murmuró Cooper, sintiéndose más como
un niño malhumorado que nunca—. Yo soy con el que está enojado. Lo
siento, Jefferson. Estoy harto de este caso, eso es todo.
Jefferson asintió.
—Ya casi hemos terminado, chico. No lo pierdas de vista ahora.
—¿Perderlo de vista? Siento que todavía no he visto una mierda. Cada
vez que pienso que sé algo, resulta que estoy completamente equivocado.
—No dudes de ti mismo, Dayton. Eres mejor en esto de lo que te das
crédito. Mira, ¿qué tal si tú y Park toman la delantera en el interrogatorio
de Abouesse? ¿Eso ayudaría a suavizar las cosas?
Cooper le sonrió a su compañero.
—Gracias, Jefferson. Me alegra que estés aquí.
—A mí también. Y por el aspecto de las cosas, llegué justo a tiempo. 235

La sala de interrogatorios de Florence era más brillante que la mayoría


que Cooper había visto. Las luces fluorescentes y las sillas de plástico y
metal hacían sentir a la habitación más como una oficina particularmente
sosa que una estación de policía.
A pesar de cuánto tiempo Rudi Abouesse había estado esperando allí,
ella no había tomado el incómodo asiento sino que estaba parada en la
esquina, mirando hacia el resto de la sala. Park no se sentó tampoco,
acechando a propósito a través de la pequeña habitación para pararse frente
a Abouesse. Cooper lo siguió a lo que esperaba que fuera una distancia
respetuosa.
Fiel a su palabra, en la estación Jefferson le había preguntado a Park
si quería tomar la delantera en esto, una rama de olivo que Cooper había
apreciado.
—Probablemente obtendrás más de ella que cualquiera de nosotros —
había dicho Jefferson mientras observaban a Abouesse pararse rígidamente
con las manos cruzadas sobre el pecho y fulminar con la mirada el vidrio
unidireccional—. Dayton, ¿quieres unirte al agente Park? Yo puedo esperar
aquí y asegurarme que no tengamos espectadores.
Ahora Park estaba parado frente a Rudi, bloqueándola en la esquina,
pero ella no retrocedió o apartó la mirada de él ni una vez. Se miraron el uno
al otro, teniendo alguna especie de conversación no verbal, y Cooper
aprovechó la oportunidad para echarle un vistazo.
Rudi Abouesse tenía el cabello negro y grueso, piel bronceada y
coriácea y ojos marrones que eran casi negros.
Sabía por Park que ella era originaria de Quebec, muy respetada por
las manadas del noreste y actualmente en sus cincuenta, aunque podría
haber pasado por treinta. Unos treinta duramente vividos, de todos modos.
Había marcas fruncidas de cicatrices arrastrándose sobre sus brazos como
látigos, y a pesar del orgulloso desafío en sus ojos, también había
agotamiento allí. Y preocupación. Preocupación por Whittaker.
Cooper se aclaró la garganta pero fue ignorado. Dio un paso más cerca
y metió su mano entre Park y Abouesse sin tocar, sintiéndose como un
árbitro en un combate de boxeo. Agitó su mano un poco.
236
—Hola —dijo—. Usted debe ser Rudi Abouesse. Mi nombre es agente
Dayton del BSI, y parece que ya conoce al agente Park.
Ninguno de los dos lo miró, pero al menos el silencio fue roto.
—¿Qué demonios, Rudi? —dijo Park.
—No sé de qué estás hablando…
—¿Dónde está Whittaker?
—Vete a la mierda.
—Voy a encontrarlo de una forma u otra, lo sabes, y si lo has ayudado
a salir corriendo…
—No he hecho una mierda. Y tampoco Sam. —Entonces ella miró a
Cooper. No con una mirada amigable. Su rostro parecía más agudo, de
repente. Como si los huesos de sus mejillas y mandíbula pudieran atravesar
su piel—. Si vas a creerle al maldito BSI sobre...
Park dio un paso adelante, bloqueando a Cooper de Rudi, su espalda
recta y su pecho hacia afuera. Su voz se había vuelto profunda y retumbante
de nuevo.
—Déjalo fuera de esto —advirtió, y la mirada de muerte de Rudi
parpadeó un poco con sorpresa—. Le dije a Sam que se quedara y no lo hizo.
La mirada de Park era tan intensa que sus ojos prácticamente
brillaban. De hecho, estaban destellando un poco. El color había cambiado
una vez más, a un dorado casi amarillo, y eran más grandes de lo normal,
el blanco de sus ojos eran lunas crecientes enmarcando al sol. Cooper sintió
un escalofrío involuntario subir por su columna vertebral. Él miró
nerviosamente detrás de él al cristal unidireccional. Ojalá Jefferson fuera
capaz de evitar que alguien más en la estación viera este interrogatorio que
acababa de dar un giro a lo antinatural.
Rudi le devolvió la mirada, y esta vez Cooper no interrumpió. La presión
en el aire se construyó y construyó hasta que finalmente ella miró hacia otro
lado y hacia abajo. Sus hombros se desplomaron y su cuello se inclinó
ligeramente hacia atrás para que Cooper pudiera ver el punto del pulso en
su cuello lentificarse a medida que la tensión desaparecía de su cuerpo.
Park se alejó y la presión en el aire se disipó de inmediato. Cooper se
preguntaba si hubiera podido hablar si lo hubiera intentado. El aire había
sido tan espeso que no podía imaginar al sonido viajando. Ahora él chupó
un par de respiraciones subrepticiamente. 237
—No sé dónde está Sam —dijo Rudi en voz baja—. Ha estado molesto
desde que hablaste con él. Divagando todo tipo de teorías de conspiración y
cosas así. Hice que se calmara y dijo que se iría a casa a dormir. Entonces
esta mañana recibí un correo de voz y él está excitado nuevamente. No
dejaba de preguntar por qué Mac y Tonya dejaron de pelear y que le
devolviera la llamada. No dijo nada sobre irse corriendo. Le devolví la
llamada y no contestó. No se presentó a su turno del almuerzo. Lo siguiente
que sé es que tengo a la policía de Florence llamándome por albergar a un
fugitivo. Eso es todo lo que sé. Y si no me crees...
—Le creemos —interrumpió Cooper, y Park y Rudi lo miraron,
igualmente sorprendidos. Síp. Aún estoy aquí—. Yo le creo, de todos modos.
Rudi le mostró los dientes.
—¿Qué le hace pensar que me importa?
Park dio un paso adelante nuevamente, su cuerpo prácticamente
vibrando mientras un gruñido bajo llenó la habitación.
Cooper extendió las manos antes de que pudieran seguir por ese
camino nuevamente. Obligando a su voz a mantenerse estable dijo:
—Tiene razón. No tiene que importarle. Solo esperaba seguir adelante.
¿Puedo hacer una pregunta?
Los ojos de Rudi se entrecerraron, pero Park retumbó:
—Adelante, agente Dayton.
—¿Quiénes son Mac y Tonya?
—Líderes de la manada de Worcester —dijo Rudi lentamente.
—¿Qué quiso decir Whittaker? ¿Cuando estaban peleando?
—¿Por qué? ¿Para que pueda dispararles y reclamar defensa propia por
su susceptibilidad? ¿O cree que estaban peleando por quién podía elegir al
próximo humano? Estuvieron en la ciudad por menos de un día. Ninguna
de esas manadas tuvo algo que ver con esto.
—Rudi —espetó Park—. Déjalo. Él no es idiota. Solo contesta su
pregunta.
Cooper probablemente no debería haber sentido una oleada de felicidad
que Park lo hubiera llamado “no idiota”, pero lo hizo.
Rudi estaba chupando sus dientes pero finalmente, de mala gana, dijo:
—Mac y Tonya ambos estaban moviendo sus manadas hacia el norte 238
al mismo tiempo. Desafortunadamente, nunca se han llevado bien. Ni
siquiera antes de su divorcio. —Rudi puso los ojos en blanco—. Una cosa
llevó a la otra y sus manadas entraron en el estacionamiento. Tonya acusó
a Mac de robarle a uno de su manada. Un semental joven con el que había
hecho buenas migas, aparentemente se había vuelto MIA y pensó que Mac
tenía algo que ver con eso. No fue gran cosa. Terminó antes incluso de haber
empezado. Nadie se sometió a nadie y todos estaban bebiendo juntos quince
minutos después.
Cooper parpadeó un poco ante los dramas parecidos a las telenovelas
de las manadas, pero Park no parecía sorprendido, así que tal vez este tipo
de cosas era típico. Cooper preguntó:
—¿Esto fue el sábado? ¿El día que pasó la jefa Brown? Ella no
mencionó ningún problema.
—Sí, pero ya había terminado hacía tiempo cuando ella llegó allí.
Realmente no fue gran cosa.
—Si no fuera gran cosa, ¿alguna idea de por qué le importaría a
Whittaker?
Rudi se movió incómoda.
—El chico, Gould, se involucró.
—¿Qué? ¿Por qué no se lo dijo a nadie?
—No necesito al BSI en mi negocio. Y no fue gran cosa. Él solo se metió
con ellos un poco. Armando un alboroto, como siempre. No sé por qué
Sammy aguanta a ese niño, realmente no.
Park dijo en voz baja:
—Podrías detenerlo, si realmente quisieras.
Rudi le dio a Park una mirada que enviaría a la mayoría de los hombres
corriendo con las manos sobre sus testículos, pero él no se inmutó. Todavía
había un sabor tenso de desafío en el aire entre ellos.
—¿Por qué Gould estaba haciendo un alboroto? —preguntó Cooper.
—Primero estaba peleando con Sammy. Quería que fuera a algún lado
con él. Luego estaba en el estacionamiento peleando con las manadas de
Worcester. Dijo que alguien le había quitado gas de su motocicleta.
—¿Lo habían hecho?
—Probablemente. —Rudi se encogió de hombros—. No dudaría que Mac
o Tonya fueran capaces de delitos menores. Pero no es asunto mío vigilarlos 239
ahora. El BSI prefiere que nosotros les dejemos la disciplina a ellos. Me han
informado que lo que pensaba que eran treinta años de mantenimiento de
la paz entre manadas migratorias en realidad han sido yo siendo una
“molestia” y “encendedora”. ¿Cree que todos ustedes pueden hacerlo mejor?
Bien. Adelante. Ahora solo sirvo la cerveza.
Cooper hizo una mueca. Malditas sanciones. Esperaba que Jefferson
estuviera escuchando.
—¿Whittaker estuvo involucrado en esta discusión entre Gould y las
manadas de Worcester?
—No. Le dije que se quedara dentro. —Le dio a Park una mirada
desafiante. Incitándolo a criticarla—. Ese idiota mete a Sammy en
suficientes problemas así como está. Y no es como si Mac o Tonya fueran a
lastimar a Gould.
—¿No? —dijo Cooper—. ¿Y luego qué pasó?
—No lo sé. Las manadas se calmaron y volvieron a entrar. Vi a Gould
pasando el rato junto a su motocicleta y estaba bien. Cuando volví a mirar
fuera, él y la motocicleta se habían ido.
—¿Había terminado? ¿Así simplemente?
—Así es.
—¿Y eso no le sorprendió?
—Supuse que le habían devuelto la gasolina y se fue.
—No —dijo Cooper más para sí mismo que Rudi—. La motocicleta de
Gould estaba vacía. —Entonces, ¿cómo habían llegado él y su moto al lugar
de Baker?—. ¿Puede averiguar qué pasó? ¿Qué les impidió pelear? ¿Por
favor? —agregó.
Rudi alzó una ceja. Miró a Park y dijo lentamente:
—Podría hacer un par de llamadas a Mac y Tonya.
—Excelente. —Cooper metió la mano en el bolsillo y sacó su tarjeta—.
Si pudiera llamarme aquí, realmente lo agradecería. En cualquier momento.
No se preocupe si es tarde o temprano o lo que sea. Tan pronto como lo sepa.
—Caminó alrededor de Park, quien todavía lo estaba bloqueando
defensivamente y le tendió su tarjeta. Rudi la miró sospechosamente y luego
la sacó de sus dedos como si fuera una bolsa de mierda de perro. La mirada
que ella le dirigió era ilegible, pero por el hecho de que el blanco de sus ojos
era casi ausente, Cooper supuso que no estaba pensando en sol y arcoíris.
Rápidamente se retiró de su espacio.
240
—Una cosa más… ¿habló con la jefa Melissa Brown sobre que
Whittaker trabajó el sábado?
Sus ojos se entrecerraron.
—¿Quiere decir si le pedí que mintiera por él? No. Yo no le pido a la
gente que guarde secretos por mí.
Miró fijamente a Park y su tono hablaba de una larga y complicada
historia entre ellos. Quizás Sam no era el primer paria que había tomado
bajo su ala. Los ojos de Park parpadearon. No con ira, sino con un dolor casi
infantil que hizo que Cooper quisiera ser el primero en ponerse al frente esta
vez y protegerlo a él. Apresuradamente enterró el impulso.
Rudi claramente vio lo mismo. Ella suspiró.
—Mira, Ollie —murmuró, tan bajo que Cooper apenas podía oír—. Sé
que le debes a Cola pero…
—Suficiente —la interrumpió Park bruscamente. Un silencio tenso se
cernió sobre ellos.
Cooper parpadeó. ¿Le debía a Cola? ¿Margaret Cola? ¿La jefa del Trust?
Él intentó llamó la atención de Park, pero él seguía mirando a Rudi,
comunicándose algo con ella. Algo que desaprobaba por las tenues líneas
que habían aparecido alrededor de su boca.
Después de un largo e incómodo momento, Cooper dijo:
—Bueno. Señora Abouesse, gracias por su ayuda. Por favor solo trate
con el agente Park o conmigo durante el resto de este caso. Si alguien más
se acerca, dígale que le ordenaron solo tratar con nosotros.
—¿Sí? ¿De quién son las órdenes? —chasqueó.
—Por el amor de Dios, Rudi. —dijo Park, casi un gruñendo—. Solo haz
lo que Dayton te pide. Esto es más grande que nosotros.
Cooper frunció el ceño. Podría ser una coincidencia, pero era lo mismo
que Santiago le dijo antes de irse de D.C. ¿Park sabía algo que él no?
El labio superior de Rudi se contrajo un poco, revelando dientes
brillantes y demasiado afilados. Park enseñó los dientes y sus ojos se
abrieron, los iris se expandieron, cambiando de color para que todo su ojo
volviera a ser un oro bruñido.
—Bien —dijo ella, dándoles la espalda—. ¿Hemos terminado aquí?
—Hemos terminado. 241
Rudi mantuvo la cabeza baja hasta salir de la estación, evitando el
contacto visual con más que solo él y Park. Cooper se preguntó si ella lo
llamaría. Lo dudaba.
—Bueno, eso fue ciertamente interesante —dijo Jefferson, uniéndose a
ellos mientras seguían a Rudi a la distancia al estacionamiento. Su tono era
tenso y desaprobador, y parecía estar hablando directamente con Park.
Park también se dio cuenta y alzó una ceja.
—¿Hay algo que quiera agregar, agente Jefferson?
—¿Me está diciendo que si el agente Dayton no hubiera estado allí eso
no se hubiera convertido en una lucha en toda regla? —siseó Jefferson—.
Tiene mal genio, ¿no es así, agente Park? Y amedrentó e intimidó a
Abouesse. La dominó. —Lo dijo como una mala palabra, y Cooper se
estremeció. La intensidad entre Park y Rudi había sido sofocante, pero ¿fue
tan malo?
Cooper pensó en todos los destellos de dientes y gruñidos. La mirada
inhumana de Rudi cuando se inclinó demasiado cerca. Park y Rudi estaban
enojados como el infierno, pero ambos también habían estado en completo
control de sí mismos. ¿No es así? Hacía menos de una semana habría sacado
su arma al primer destello dorado en los ojos de Park. ¿Pero ahora? No se
había sentido amenazado en esa habitación ni una vez. Nervioso, sí.
Absolutamente. ¿Pero en peligro del tipo de violencia física del que Jefferson
estaba hablando? Ni siquiera se le había pasado por la cabeza. Sus entrañas
habían estado tranquilas y silenciosas, también. Justo hasta que Rudi
mencionó a Park, Ollie, debiéndole a Cola…
Park estaba sacudiendo la cabeza. Parecía cansado y tal vez un poco
asqueado.
—Eso fue…
—¿Qué? —lo interrumpió Jefferson—. ¿Normal? Para nosotros no lo es.
Así no es cómo tratamos a los testigos. Dígame, agente Park, ¿así es como
es normalmente con las personas que no siguen sus reglas? ¿Es eso lo que
le pasó a Jacob Symer?
Park parpadeó.
—No sé de qué está hablando.
—Jefferson —advirtió Cooper.
Jefferson lo ignoró.
—Symer se mudó aquí a Florence. Él le dio problemas a su amiga Jenny
242
Eagler. Dijo que su familia se encargó por ella.
Park miró a Cooper confundido y Cooper solo sacudió la cabeza y
mantuvo la boca cerrada. Si Jefferson quería aclarar el asunto de Symer,
ese era su derecho. Sería mejor sacarlo todo a la luz para que pudieran
seguir adelante, los tres trabajando juntos como se suponía, como Cooper
quería. Jefferson era un buen compañero, siempre le había cuidado la
espalda, y Cooper quería que viera que estaba equivocado sobre Park. Justo
como Cooper había estado equivocado. Podían confiar en él.
Jefferson continuó:
—Symer no ha sido visto desde entonces. Tal vez esa sea una
coincidencia. Pero por la forma en que atacaste a Rudi Abouesse, por qué
era, ¿porque Whittaker desobedeciera tus órdenes? Me pregunto qué harías
tú o alguno de tu familia con un criminal como Symer.
La mirada de Park era fría.
—Si usted… si alguien honestamente cree que estoy involucrado en un
crimen, ahora es el momento de decirlo.
—Por supuesto que no —objetó Cooper con firmeza—. Eso no es lo que
está diciendo. Él solo quiere saber... —Sobre Symer. Cooper se encontró de
repente, humillado, por no poder decir el nombre. Se pellizcó brutalmente—
. Quiere…
—¿Saber qué? —interrumpió Park—. ¿Si estoy encubriendo un
asesinato? —Su voz era dura y fría, y no apartó la vista de Jefferson cuando
lo dijo. Cooper parpadeó sorprendido. ¿Park todavía estaba molesto por lo
de antes?
—¿Quién dijo algo sobre asesinato? —dijo Jefferson, señalando la
incomodidad entre Cooper y Park con una ceja levantada—. Todo lo que digo
es que su familia parece considerarse la ley por aquí. Creo que Symer sintió
el peso de su aplicación, y por lo que acabo de ver allí apuesto a que no fue
la primera vez ni la última.
Cooper comenzó a protestar porque esto no era relevante para el caso,
pero Park lo interrumpió de nuevo.
—Si dice que mi familia tuvo algo que ver con lo que está pasando aquí,
se equivoca. Todos han estado fuera del país por más de un mes. Puedo
conseguirle pruebas de eso...
243
Jefferson levantó la mano.
—No es necesario. Lo confirmé yo mismo antes de venir aquí. La finca
en Cape Breton, ¿no es así? —Park frunció el ceño—. Su familia podría
considerarse la propia ley de Florence, pero le diré una diferencia: todos
ustedes ciertamente viven en casas más bonitas que cualquier personal de
la ley que haya conocido nunca. —Jefferson se echó a reír, pero no había
humor en sus ojos, y nadie se le unió.
Cooper comenzaba a sentirse profundamente incómodo. Todo esto era
parte del proceso de Jefferson. Él lo sabía. Girar una historia con algunos
datos intrusivos para hacer que pareciera que sabían más de lo que sabían,
hasta que el sospechoso se hartara tanto, que él o ella dejaran escapar la
verdad por exasperación. Simplemente no estaba seguro de por qué lo
estaba usando con Park.
O peor, por qué Park no estaba simplemente explicando lo que sabía o
no sabía sobre Symer para que pudieran seguir adelante. En cambio, estaba
esquivando la pregunta y evitando que Cooper hablara.
Cooper recordó la forma en que los lobos le tenían miedo a Park en el
Pumphouse.
Tengo una familia grande y muy unida. Eso tiene mucho peso por aquí,
entre ciertas personas...
—Si no dice que tuvieron algo que ver con esto, ¿qué está diciendo,
agente Jefferson?
—Pregunté y descubrí que usted pidió específicamente que le pusieran
en este caso. ¿Por qué?
La cara de Park se puso completamente en blanco. Su voz monótona.
—Creo en este nuevo proyecto de compañeros del Trust y el BSI.
Jefferson estaba equivocado, pensó Cooper, sintiéndose
repentinamente enfermo. No todos lobos eran excelentes mentirosos. Un
pequeño ruido de confusión y dolor escapó de su pecho, y la mirada de Park
se dirigió hacia él. Después de todo esto, ¿por qué estaba mintiendo? ¿Qué
estaba escondiendo?
Sé que le debes a Cola...
Cooper abrió la boca, luego la cerró, presionando los labios, como si
todas las cosas que no sabía sobre el Trust inundando su mente en ese
momento, escaparían. La forma en que Park sabía cómo moverse en una
escena del crimen cuando se suponía que en el Trust eran responsables
244
políticos. La forma en que nadie le había dicho a Cooper que la familia de
Park dirigía esta ciudad.
Sacudió la cabeza, y algo como decepción parpadeó detrás de los ojos
de Park. ¿Por qué? Park fue quien mintió. ¿Qué esperaba que Cooper dijera?
Yo no le pido a la gente que guarde secretos por mí...
Park agregó rígidamente:
—Conozco a los lobos locales. Pensé que sería mejor ayuda.
—¿Mejor ayuda? ¿O mejor en intimidar a lobos como la dueña del bar
para que diga lo que usted quiera?
Cooper miró instintivamente en la dirección en que Rudi se había ido
caminado. Para su sorpresa, ella todavía estaba en el estacionamiento.
Podía distinguir su tenue contorno mientras la tarde se convertía en noche,
de pie junto a su auto, discutiendo con una figura en uniforme. Él tragó.
—¿Sabes dónde está Whittaker?
—No. Por supuesto no.
Cooper dejó a Park y a Jefferson discutiendo y trotó a través del lote
mal iluminado, agradecido por la excusa para escapar por un momento.
Necesitaba espacio para pensar.
El guardabosques Christie estaba parado justo en el espacio de Rudi,
exigiendo algo, su voz era urgente y furiosa.
Ahora esta era la confrontación que Cooper podía ver que se volvía
violenta. Lo que sea por lo que Christie estuviera molesto hacía que le
temblaran las manos cuando le señalaba la cara a Rudi.
—¡Oiga! Eso es suficiente —dijo Cooper, y agarró el brazo de Christie
para apartarlo.
Rudi lo miró fríamente y, sin decir una palabra o darle otra mirada a
Christie, se metió en su auto, rápidamente dio marcha atrás y salió del
estacionamiento. Cooper mantuvo un fuerte agarre en el brazo de Christie
hasta que ella se fue.
—Qué demonios —dijo Christie, sacudiéndolo—. ¿Solo va a dejar que
se vaya?
—¿Qué está haciendo aquí? —dijo Cooper.
—Ella sabe algo. ¿No ve que está pasando algo extraño aquí?
245
—Además de los múltiples homicidios y secuestros, ¿quiere decir?
Christie golpeó fuertemente su mano contra el automóvil estacionado
más cercano con frustración.
—Algo extraño está pasando con Sam y Abouesse. Ella tiene algún tipo
de control sobre él. No puedo explicarlo. Pero sé que ella está escondiendo
algo. Lo sé.
—Solo olvídelo, guardabosques —dijo Cooper con cansancio.
No estaba de humor para lidiar con la creciente conciencia de alguien.
El cambio constante entre la sospecha y la duda podía volver loca a una
persona. Lo había visto antes. Había estado allí antes. Era mejor, mejor para
todos, si Christie lo dejaba estar ahora. Olvidar lo que sabía, o lo que sea
que pensara que sabía e intentara seguir con su vida.
Jefferson era mucho mejor para calmar a los civiles que él. Pero
Jefferson, pensó Cooper, mirando a su compañero, a ambos compañeros,
discutiendo al otro lado del estacionamiento, no estaba en un buen
momento para calmar a nadie en ese instante.
Christie decía:
—Todos están escondiendo algo. Abouesse, Harris, la jefa, Sam. Cada
uno de ellos ha mentido desde que comenzó este caso.
Park miró a Cooper de repente, como si le hubieran llamado su nombre,
y lo atrapó mirando. Ladeó la cabeza y le hizo una pregunta a Cooper.
¿Qué? ¿Qué quería Park que dijera? Cooper deseaba poder
comunicarse como lo hacían los lobos. Con cuerpos, miradas y... energía.
Ese era el por qué nunca había tenido miedo durante el interrogatorio. No
había sido un pelea, había sido una conversación. Una donde nada podría
ser mal entendido y nadie tenía dificultades en buscar las palabras correctas
para decir.
Como Cooper estaba teniendo dificultades ahora. ¿Qué quieres de mí?
¿Por qué solicitaste ser puesto en este caso? ¿Por qué mentiste sobre eso?
Apartó su mirada de Park hacia Christie.
—¿Va a incluirse en esta lista, guardabosques? También nos mintió.
Obviamente conoce a Whittaker. Sabía que él y Gould eran cercanos.
Los fríos ojos azules de Christie se agudizaron a temperaturas bajo
cero.
—Está bien, sí. Conozco a Sam. Solía visitar a Gould en el trabajo y
246
nosotros... hablábamos, algunas veces. Pero le digo que él nunca habría
lastimado a Gould.
—Y aun así salió huyendo. —No parecía una prueba de culpa tan
convincente como antes.
—Porque está asustado —estalló Christie—. Porque algo más está
pasando aquí.
—¿Por qué mintió sobre conocer a Whittaker?
—¿Qué importa el por qué? —se cubrió Christie, claramente
incómodo—. Le estoy diciendo ahora que mentí y no soy el único. Rudi
Abouesse está mintiendo también. Ella está escondiendo algo.
—Según usted, todos están escondiendo algo. El por qué es la única
parte que sí importa.
Cooper volvió a mirar a Park, que ya no lo miraba sino que estaba
escuchando lo que sea que Jefferson estuviera diciendo. Park también
estaba escondiendo algo. ¿Por qué? ¿Porque estaba involucrado?
No. Cooper no estaba seguro de cuál era el problema con la familia de
Park, pero Oliver no era parte de eso. Podía ver eso en los destellos de
soledad que se escapaban de detrás de la máscara. Él era un forastero. Igual
que Cooper.
Christie despotricaba una y otra vez, pero Park nunca volvió a mirar a
Cooper, y antes de que Cooper pudiera liberarse, Park había cruzado el
estacionamiento, arrancado el auto y pasado, cegándolo con las luces
delanteras.
Cooper se apresuró hacia Jefferson, dejando a Christie furioso.
—¿A dónde va Park?
—Hemos terminado por esta noche. ¿Qué tal si tú y yo conseguimos
algo de comer y puedes decirme por qué el guardabosques Rick23 te está
mirando como si fueras la última especie invasora de Maine?

247

23Guardabosques Rick: originalmente Ranger Rick's Nature Magazine, es una revista de


naturaleza para niños publicada por la Federación Nacional de Vida Silvestre de los Estados
Unidos.
C
omieron en el Bear's. Parecía casi morboso estar de vuelta en la
escena del ataque de Jenny Eagler, pero el bar estaba abierto y
Cooper no sabía a dónde más ir. No quería llevar a Jefferson al
Ancient Mariner. Era ridículo sentirse tan a la defensiva de un lugar que
podría haber sido modelado a partir de la guarida de un villano de Scooby-
Doo, pero lo asociaba demasiado fuertemente con Park. Park, quien estaba
actuando extrañamente, con frialdad. ¿Porque Cooper no se había esforzado
más en defenderlo? No es que el hombre necesitara defensa exactamente.
Pero un simple “no creo que seas parte de una conspiración del Trust para
socavar el BSI” probablemente no hubiera estado equivocado.
Esa era, Jefferson le informó sobre cervezas y hamburguesas, la parte
de la conversación que se había perdido. Lo que Jefferson le había estado 248
adelantando en el estacionamiento.
—¿No crees que todo es demasiado conveniente? Las manadas
dominantes aquí: la familia de Park y Rudi Abouesse, ambas han sido
sancionadas recientemente por jugar a la Mafia Lobuna —explicó Jefferson
su teoría al agregar kétchup extra a su hamburguesa—. Poco después, los
hombres de la comunidad comienzan a ser asesinados. Tipos de hombres
protectores. Cazadores, atletas, policías. Víctimas elegidas para asegurar
pánico.
Cooper pensó que llamar a Bornestein una especie de protector era
estirarlo claramente demasiado, pero podía ver a dónde iba Jefferson.
—Y este es el caso en el que Park insiste en ponerse. Afirmando que
será de ayuda porque conoce a los lugareños y, sin embargo, no se logra
nada. De hecho, ocurren más ataques. Uno sobre nuestro propio agente del
BSI.
—Park no me atacó —insistió Cooper con firmeza—. Él me salvó.
—Tal vez te atacó para poder salvarte —respondió Jefferson—. Otra
excusa para que los lobos intenten demostrar cuán útiles son. Tú mismo
dijiste que el Trust está haciendo política. ¿Qué otra razón tendría alguien
para desatar esa cuerda? ¿Honestamente crees que había alguien más allí
en la propiedad observando y esperando sin ser detectado por ti, Park,
Christie o Harris?
No, Cooper no pensaba eso. Pero tampoco estaba listo para creer que
Park era parte de una trama elaborada para demostrar la necesidad de
policía de manada.
—No lo sé —dijo en su lugar, sintiéndose vagamente culpable. No tenía
la energía o la evidencia que lo respaldara para decirle lo contrario a
Jefferson, pero todo parecía demasiado elaborado, demasiado maquiavélico.
Simplemente no podía verlo.
Francamente, estaba teniendo dificultades en ver algo más que esa
última mirada de Park. El giro de desilusión alrededor de su boca. La rigidez
de sus hombros mientras se alejaba de Cooper sin mirar atrás.
Lo pensó todo durante la cena y el viaje de regreso al motel. Lo pensó
cuando notó el auto de Park en el estacionamiento y cuando le ofreció a
Jefferson un saludo de buenas noches distraído mientras se dirigían en
direcciones separadas en la calzada exterior. Todavía estaba pensando en
eso cuando se encontró parado, vacilante, frente a la puerta de Park.
249
Era ridículo. No debería estar allí. Ni siquiera sabía si Park estaba en
su habitación. No tenía idea de lo que diría. Pero no podía dejar que la última
mirada que vio en la cara de Park ese día fuera de decepción. En el fondo
sentía que si dejaban las cosas como estaban durante la noche, entonces
eso sería todo. Y no estaba seguro de si estaba listo para que así fuera o no.
Verán, eso también era una mentira. Él estaba seguro. La idea de que
Park nunca más lo mirara como lo había hecho esa mañana, vulnerable y
tierno, era como una patada en el intestino. De nuevo, era el por qué detrás
de la mentira lo que aún no entendía.
Cooper tocó enérgicamente y luego deseó haberse tomado un momento
para resolver qué era lo que iba a decir. No había tiempo ahora. Casi
inmediatamente Park abrió la puerta. No parecía sorprendido de ver a
Cooper en su entrada. Pero tampoco parecía feliz de verlo.
Cooper se removió en el brumoso y húmedo aire nocturno. El zumbido
de los grillos del verano se burlaba del silencio prolongado mientras se
observaban uno al otro. La forma ancha de Park llenaba el espacio de la
puerta. No hablaba ni sonreía, ni retrocedió ni invitó a Cooper a entrar.
Cooper tropezó mentalmente con disculpas medio pensadas, preguntas
y emociones, descartando cada una de inmediato. Luchó por encontrar
palabras en el mejor de los casos. Sin saber qué era exactamente lo que
quería, no tenía idea de qué decir. Solo sabía que no quería que Park lo
rechazara. Quería que la tensión entre ellos desapareciera.
Así que hizo lo único que pensó que llegaría rápidamente a Park. Una
comunicación que no podría ser mal interpretada. Bajó la vista.
Desnudando la nuca con total sumisión, Cooper esperó. Su piel estaba
enrojecida por la vergüenza. El momento se alargó. Él podía sentir la mirada
de Park evaluándolo y Cooper no pudo evitar temblar ligeramente ante el
sentimiento antinatural de darle a alguien, a cualquiera, el control total.
Pero retroceder ahora sería aún peor, por lo que mantuvo la posición.
Cooper dejó ir la última de sus dudas, cerró los ojos y se comprometió.
Confío en ti. Lo hago.
Podía sentir la tensión aliviarse de su cuerpo y, como lo había hecho
en el sala de interrogatorios, el aire entre ellos de repente se aligeró. Cooper
podía respirar de nuevo. Sin decir una palabra, Park volvió a entrar en su
habitación del motel, dejando la puerta abierta y se sentó en el sofá contra
la pared. Cooper se enderezó y lo siguió, cerrando la puerta detrás de él.
Se sentó al lado de Park, manteniendo sus ojos en sus propias manos, 250
no por sumisión ya, sino solo nervios normales.
—¿Jefferson sabe que estás aquí? —preguntó Park. Su voz era suave,
pero había un brillo en sus ojos que Cooper no entendía.
—No —dijo Cooper. Se preguntó si eso lo molestaría. ¿Pensaría que
Cooper estaba entrando sigilosamente a su habitación por la noche después
de no ponerse de su lado hoy?
Pero Park simplemente asintió. Estaba mirando la unión del cuello y el
hombro de Cooper como si estuviera fascinado.
Cooper continuó.
—Es un buen tipo. Si parece un poco abrasivo a veces, es solo porque
le importa.
Los ojos de Park se posaron en su rostro y parecía dudoso. Cooper
sintió una necesidad de que Park lo entendiera. No era culpa de Jefferson.
Era solo la forma que habían sido entrenados para trabajar. Ambos.
—Al presionar los botones de las personas se obtienen resultados. Y no
es que no podamos usar algunos de esos por aquí —declaró Cooper. A pesar
de que no creía las teorías de Jefferson exactamente, eso no significaba que
todavía no había algunas preguntas sin respuesta sobre el extremo de Park
tampoco—. Es uno de los mejores agentes del BSI.
Park lo estudió por un momento largo y tranquilo y luego miró hacia
otro lado, su rostro de repente cansado.
—¿Lo es? —Su voz era plana. No era una pregunta.
—Sí, lo es —dijo Cooper de todos modos. El silencio se extendió entre
ellos hasta que él espetó—: Aun así, debería haberte... defendido. Antes.
Park resopló, pero no parecía enojado. De hecho, ahora era mucho más
cálido. Diferente cuando solo eran ellos dos. Su rodilla rozaba la de Cooper
lado a lado en el sofá y su postura era relajada, cómoda.
—No necesito que hagas eso.
—Sí. Obviamente. —Cooper miró sus rodillas casi besándose—. Tú solo
parecías, um, enojado, antes. Pensé que tal vez...
—No creo que sea una buena idea que tu compañero sepa que
nosotros... nos llevamos bien.
—Oh. —Ni siquiera había considerado que Park pudiera ser igualmente
reacio a que las noticias de su cruce de línea llegaran al Trust. Supuso que
eso tenía sentido. No que Cooper pensara que Jefferson los denunciaría.
251
Pero no tenía idea de cuáles eran las políticas del Trust o qué tan lejos
llegaban sus oídos...—. Park, ¿qué quiso decir Rudi cuando dijo que le debes
a Cola?
Park sonrió levemente, aunque no llegó a sus ojos.
—¿Es eso lo que te puso esa mirada tan preocupada en la estación?
Realmente no es gran cosa. —Hizo una pausa y por un momento loco Cooper
deseó no haber preguntado. No sabía lo que haría si Park le mentía
nuevamente, pero probablemente tendría que irse y él tenía muchas ganas
de quedarse. Entonces Park continuó vacilante, como si estuviera
saboreando cada palabra antes de decirla—: Antes de unirme al Trust, Cola
me ayudó a averiguar lo que le pasó a mis padres.
Cooper le dio vueltas a eso en su mente. No dudaba que Park le estaba
contando la verdad. Se dio cuenta por la forma en que se demoró un poco
en la palabra padres.
—¿Es por eso que realmente solicitaste ser puesto en este caso? ¿Para
devolverle el favor?
Park miró sin ver a través de la oscura habitación del motel. Sus labios
se separaron, pero en lugar de hablar, su lengua se deslizó lentamente para
tocar la cicatriz acanalada en su labio superior.
Cooper se preguntó si esto también era una especie de comunicación
física silenciosa. Del tipo más honesto.
Cualquier otra especulación murió cuando Park se volvió para mirarlo
por fin y allí no había malinterpretación en la mirada oscura y hambrienta
en sus ojos.
—¿Es por eso que viniste aquí? ¿Para hablar de Jefferson y el caso?
Cooper tragó saliva y Park sonrió, lento y conocedor. Como si pudiera
sentir el destello de calor en el pecho de Cooper, el encogimiento de su
garganta, la hinchazón de su polla.
Tal vez podía.
Park se inclinó y, después de dudar brevemente para inhalar su aroma,
comenzó a acariciar la unión del cuello y el hombro de Cooper.
—Eso no es... una respuesta —protestó Cooper incluso mientras su
cabeza se volvía hacia atrás para darle a Park un mejor acceso.
—¿No? —murmuró Park, y luego cortó la respuesta de Cooper
252
mordiéndolo muy ligeramente sobre su hombro—. Responde mi pregunta y
yo responderé la tuya —dijo mientras su mano se deslizaba del brazo de
Cooper por su cuerpo—. ¿Por qué viniste aquí esta noche?
—No lo sé —dijo Cooper, tratando de sonar indiferente y fallando.
—Sí lo sabes. —La mano de Park ahuecó su trasero y lo apretó.
—¿Se supone que eso es una pista? —Jadeó Cooper mientras se
levantaba del sillón para alentar la mano de Park a tomar un agarre más
firme.
—¿Por qué viniste? ¿Por qué me ofreciste tu... sumisión?
—La próxima vez me quedaré con un simple perdón.
—De alguna manera lo dudo —dijo Park, sonando divertido.
Cristo. ¿Su estreñimiento emocional era tan obvio?
—Dime por qué, Cooper Dayton.
—Yo… —Apretó los labios y sacudió la cabeza, lo que solo sirvió para
mover la boca de Park al hueco en la base de su garganta, y Cooper tembló.
—Dilo.
—Te necesitaba. —Las palabras salieron de él, sonando crudas y
extrañas. No era exactamente lo que Park estaba preguntando, no toda la
verdad, pero parecía ser suficiente, gracias a Dios. Cualquier cosa más
podría haberlo matado.
—¿Sabías —dijo Park, mordisqueando un rastro en el cuello de
Cooper—, que tan opuesto como soy a ser el pequeño secreto sucio de
alguien, saber que voy a tomarte esta noche justo debajo de su nariz
intolerante me pone lo suficientemente duro como para perforar la pared?
Cooper gimió. Quería protestar por el pequeño secreto sucio pero no
podía hablar sobre la fuerte ola de lujuria. Park deslizó su lengua
bruscamente sobre el punto de su pulso.
—¿Sabías eso? —repitió.
Cooper sacudió la cabeza.
—N-no. —Se aclaró la garganta—. Si lo hubiera sabido, definitivamente
habría venido aquí mucho más rápido. —Sintió a Park sonreír contra su
piel.
Los dedos de Park estaban desabrochando hábilmente la camisa de
Cooper y deslizándola fuera de sus hombros. Sus manos subían y bajaban 253
por su pecho, examinando cada superficie. Él bajó la cabeza y comenzó a
chupar ligeramente sus pezones. Cooper no tenía fuertes sentimientos sobre
sus pezones de una forma u otra, pero tenía fuertes sentimientos acerca de
ver a Park hablarle con un deseo tan descarado.
Cooper tomó una respiración honda y temblorosa y dejó que su cabeza
cayera hacia atrás, trazando sus dedos a través del cabello de Park y tirando
suavemente, y luego, la presión en su barriga aumentó, no tan suavemente,
mientras Park hacía sonidos apreciativos.
Tirar del cabello, qué cosa tan extraña de encontrar excitante. La vieja
frase tirando de las coletas le vino a la mente. Habían estado tirándose de
las coletas desde el día uno. Y ahora, con suerte, se estarían tirando
mutuamente de... bueno.
Las manos de Cooper cayeron del cabello de Park para ayudar a
desnudarlos a ambos.
Fue mucho más lento que la noche anterior. También lo eran algunos
caballos salvajes. Más sobrio, también, obviamente. Cooper era mucho más
consciente de las respuestas de Park mientras exploraban los cuerpos
desnudos del otro con manos y bocas. Su exhalación aguda y satisfecha
cuando sus pollas desnudas finalmente se presionaron juntas, la forma en
que tembló cuando Cooper rozó con los dientes el pecho de Park.
La noche anterior había sido todo acerca de correr hacia su propia línea
de meta personal. Cooper viajaba con otra persona esta noche. Tomando la
ruta escénica.
Eventualmente, cuando sus movimientos se volvieron más urgentes y
sus agarres más fuertes, Park se echó hacia atrás y Cooper se levantó
apresuradamente para moverse hacia la cama. Pero Park lo agarró y,
sacudiendo bruscamente la cabeza, lo empujó de nuevo hacia el sofá para
que cayera allí de rodillas.
—Te quiero aquí mismo. Así —murmuró Park, y lo guio ligeramente
hacia abajo, así estaba sobre sus antebrazos y rodillas.
Cooper apenas podía escuchar el sonido de sus propias respiraciones
temblorosas y de nuevo, se sintió intensamente consciente de que Park lo
evaluaba. Su cuerpo temblaba. Quería exigir que siguieran adelante incluso
cuando una parte profunda y gruesa de él se deleitaba con la sensación de
estar posicionado para complacer y atrapado allí por la mirada de Park.
Sin embargo, sí deseaba que las luces estuvieran apagadas. Necesitaba 254
la distancia que la oscuridad proporcionaba para atenuar la intensidad de
sus reacciones a Park.
Cooper cerró los ojos, pero eso aumentó sus otros sentidos. Sintió el
cálido aliento de Park sobre su espalda. Olía el pesado almizcle de su
excitación combinada. Escuchó a Park murmurando algo bajo, relajante,
aprobatorio.
Park presionó sus labios en la parte posterior del cuello de Cooper y
luego comenzó a besar y lamer un camino bajando por su columna vertebral.
—Dios, Park —gruñó Cooper.
Park vaciló, acariciando el hueco de la parte baja de su espalda.
—Oliver —corrigió, sonando casi tímido. Una forma absurda de sonar,
considerando a dónde fue su boca después mientras viajaba más abajo.
—Oliver. —Jadeó Cooper, y luego mordió el cojín del sofá para evitar
sus maldiciones incoherentes cuando Park lo besó, lo mordisqueó y lo lamió
para abrirlo.
Su cuerpo se estremeció por el esfuerzo de quedarse quieto, resistiendo
el impulso de empujar contra el calor exigente de esa boca.
Park golpeó ligeramente los muslos de Cooper.
—Ábrete para mí.
Cooper abrió más las piernas y Park empujó su lengua aún más
profundamente. Si la cara de Cooper ya no estuviera enterrada en el cojín
en éxtasis, la habría enterrado allí avergonzado. No había espacio en su
cabeza sobrecalentada para la vergüenza ahora, sin embargo. Park sumergió
un dedo resbaladizo dentro de él y lo trabajó suavemente para provocar su
próstata. Cooper arqueó la espalda y comenzó a follar su mano sin control.
Park retrocedió.
—Quieto —dijo con voz áspera—. Justo así. —Se levantó y se alejó.
Cooper puso la cara contra el cojín, tratando de reducir la velocidad de sus
respiraciones y aprovechar la oportunidad para recuperar algo de control
sobre sí mismo. Buscando desesperadamente un poco de distancia.
Park... Oliver ni siquiera lo había besado. En los labios, de todos modos.
Cooper amaba besar. Y no le gustaba que le ordenaran. Entonces, ¿por qué
esto estaba clasificado como uno de sus encuentros más eróticos? Todo lo
que no debería haber funcionado, lo hacía.
Porque es Oliver haciéndolo. Sacudió la cabeza ante el inoportuno
pensamiento. 255
Park estaba detrás de él otra vez, moviéndose cerca en silencio. Una
mano poderosa acarició la espalda de Cooper de arriba a abajo, suavizando
cualquier tensión que se hubiera acumulado en su ausencia mientras que
la otra mano lo preparaba eficientemente. Sus dedos estaban resbaladizos
y cálidos con lubricante, y retorcieron y provocaron caricias de
hormigueante placer a través de los nervios de Cooper, estrujando más
resoplidos y chillidos de él que incluso el sofá que protestaba debajo de ellos.
Los dedos que empujaban disminuyeron la velocidad.
—No eres lo que esperaba, Cooper Dayton —dijo Park, sonando
extrañamente frustrado.
¿Sí? Ídem, pensó Cooper, empujando insistentemente la mano de Park,
necesitando más, pero los dedos desaparecieron repentinamente. Antes de
que Cooper pudiera siquiera registrar completamente la sensación de vacío
resultante, sintió la polla de Park deslizándose hacia arriba y abajo entre
sus mejillas, y la cabeza gruesa ocasionalmente empujando su agujero.
Cooper se alzó sobre las manos y miró por encima del hombro. Se sintió
momentáneamente aturdido por la vista.
Park estaba apoyado detrás de él, medio arrodillado, medio parado en
el suelo en una posición que no se veía exactamente cómoda pero tenía el
beneficio de tensar sus músculos no insustanciales para que cada
abdominal, pectoral y cuádriceps se definiera y tensara con potencia bruta.
Su polla estaba uniformada, sonrojada e impresionantemente dura contra
el culo bastante pálido de Cooper.
Sin embargo, eran los ojos de Park de los que Cooper no podía apartar
la vista. Estaban sorprendentemente anchos y dilatados con delgados
anillos dorados alrededor del borde, y devolviéndole la mirada con una
intensidad que parecía casi adolorida.
Cooper trató de empujarse hacia él, pero las manos de Park se
apretaron en sus caderas, manteniéndolo en su lugar.
—¿Quieres esto? —preguntó en voz baja—. ¿Me quieres?
—¿Qué diablos crees? —intentó gruñir Cooper, pero salió
vergonzosamente más como un gemido.
—No lo sé —dijo Park a la ligera. Su voz era burlona, pero sus ojos aún
lucían oscuros, en conflicto, y Cooper se preguntó si había algo más ahí.
Cooper no era el único chico del mundo con complejos. Podía que 256
incluso no fuera el único chico con ellos en este sofá. Park necesitaba
sentirse deseado. Quizás incluso necesitaba sentirse necesitado. Pero
mierda, ¿quién no lo hacía en algún momento u otro?
—Dime lo que quieres de mí —decía Park—. Exactamente. —Sus
pulgares masajearon las nalgas de Cooper.
—Te deseo... en mí —dijo Cooper, sorprendido de lo difícil que era
decirlo mientras lo miraba a los ojos. Pero si no podía barajar su propia
mierda por un minuto o dos y darle a Park la honestidad que necesitaba,
probablemente no debería estar haciendo esto en absoluto.
Cooper lo intentó de nuevo.
—Quiero que me folles. Quiero que me des tu polla. Fuerte.
Park gimió, sus manos apretando las caderas de Cooper, y empujó
dentro de él con una larga embestida. Los ojos de Cooper se cerraron y gruñó
con incomodidad ante la abrupta plenitud. Park hizo una pausa allí para
darle tiempo a Cooper a ajustarse. Sus respiraciones duras y desesperadas
fueron los únicos sonidos por un momento. La emoción obvia y apenas
contenida de Park envió una emoción a través del cuerpo de Cooper, y podía
sentir sus propios espasmos musculares, tambaleándose en el borde entre
relajarse y rechazar. No del todo placer, pero ya no era dolor. Solo sensación
y la renuente pero creciente necesidad de acomodarse, para simplemente
dejarse llevar.
Park se inclinó hacia delante con cuidado y le dio un beso con la boca
abierta en el hombro. El calor del cuerpo duro de Park contra el suyo alivió
el último gramo de resistencia de Cooper, ajustando su posición y
murmurando una invitación.
Park se retiró casi por completo y luego volvió a entrar, mucho más
lentamente esta vez. Retrocedió y luego lentamente dentro. Tomándose su
tiempo. Cooper resopló y se balanceó sobre sus rodillas y codos, tratando de
acelerar el ritmo, pero las manos de Park, aún apretadas en sus caderas, lo
obligaron a quedarse quieto. Usándolo como él quería. Explorando hasta
que encontró el ángulo que volteó la cabeza de Cooper con cada golpe lento.
—Mierda —gruñó Cooper. La sensación de Park empujando lentamente
el fuerte montón de nervios dentro de él era tan dulce, tan crudo que rayaba
el dolor.
—Bien. Te sientes tan bien —dijo Park.
Bueno, jodidamente bien por él. Pero Cooper sentía que estaba siendo 257
desenrollado y estirado mientras cables eléctricos de placer se tensaban
desde sus dedos a los dedos de los pies hasta la punta de la polla y hasta
su columna vertebral. Era demasiado. Demasiado intenso. Hacer el amor no
era lo que había pedido.
—Vamos —gruñó Cooper, y se mordió su propio antebrazo, saboreando
la sal de su sudor.
—Vamos, ¿qué? —bromeó Park. Cooper puso los ojos en blanco y lo
insultó con un par de palabrotas groseras y creativas en voz baja. Por
supuesto, Park lo escuchó de todos modos y se rio ligeramente. Cualquier
conflicto que hubiera estado sintiendo aparentemente antes se había ido, y
parecía completamente tranquilo mientras Cooper sentía a punto de girar
como un trompo. Fuera de control. Fuera de balance.
Necesitaba que Park perdiera tanto control como él.
—Por favor… —dijo Cooper, con voz un poco temblorosa—. Por favor,
Oliver. Por favor fóllame más duro. Te deseo tanto. Tómame. Rápido y sucio.
—Tal vez exagerando un poco, pero a juzgar por la forma en que la ligera
risa de Park se había convertido en un gruñido retumbante, era perfecto.
—Eres peligroso, ¿lo sabes? —dijo Park, y sus embestidas se
aceleraron.
—Entonces supongo que será mejor que me des una lección —dijo
Cooper.
Espera, ¿eso siquiera tenía sentido? Apenas podía creer las palabras
que salían de su boca. Pero perdiéndose en la niebla del placer venía la
confianza irracional de que por una vez no podría decir nada malo. A Park
ciertamente no le importaba de todos modos, y con otro gruñido levantó las
caderas de Cooper y comenzó embestir su culo. Los muelles del sofá
chirriaron y el respaldo golpeaba rítmicamente la pared del motel.
—Dios. Sí. Por favor... —Jadeó Cooper, un poco rítmicamente, y
entonces no pudo evitar agregar—: Gracias, agente Park.
Escuchó a Park reír nuevamente, esta vez un poco sin aliento, pero
Cooper también sintió el espasmo de las caderas de Park y que sus empujes
se aceleraron a un ritmo punitivo, por lo que claramente no todo era
simplemente divertido.
Sus manos se deslizaron por la columna vertebral de Cooper,
agarrando los músculos flexionados de su espalda y hombros. Cooper, que
necesitaba más impulso, se sentó un poco y se preparó con la mano delante
de él y con la otra agarró el respaldo del sofá. Para su sorpresa, una de las
manos de Park se deslizó sobre la suya y entrelazó sus dedos. Cooper curvó
258
sus propios dedos y apretó para sostenerlo allí mientras sus caderas, libres
ahora para cerrar su aprobación, hicieron exactamente eso.
Cooper retrocedía para enfrentarse a los empujes de Park, con fuerza.
El plaf, plaf de carne contra carne y sus gemidos y gruñidos se fundieron en
una cacofonía de puro placer básico y animal hasta que Park jadeó el
nombre de Cooper fuerte, una y otra vez como si tuviera un significado en
sí mismo, y apretó su mano con demasiada fuerza. Sus embestidas
tartamudearon violentamente cuando llegó, casi enviando a Cooper al final
del sofá.
Park se derrumbó sobre Cooper, cuyo brazo cedió y lo aplastó contra
los cojines. Park le mordió suavemente la nuca cuando su orgasmo se
contrajo hasta llegar a su fin.
Cooper hizo retroceder su propia necesidad y dejó que Park
permaneciera en su felicidad poscoital, disfrutando de la sensación del peso
del hombre cubriéndolo. Cuando respirar y su propia erección llorosa se
volvieron demasiado incómodas de ignorar, se movió a propósito.
Park inmediatamente levantó su peso. Besó y luego lamió el lugar
donde lo mordió y volcó a Cooper sobre su espalda tan rápido y con tanta
fuerza inhumana que Cooper dejó escapar un chillido que lo habría
avergonzado si no hubiera sido distraído cuando Park presionó un beso
descuidado contra sus labios y luego lamió y chupó su cuerpo hacia su
polla. Él acarició la base burlonamente.
—Por favor… —susurró Cooper.
Park envolvió sus labios alrededor de la cabeza sensible. Cooper jadeó
y sus caderas se sacudieron, pero Park lo sujetó. Miró a Cooper
astutamente, sus labios estirados y brillantes, y luego se deslizó lentamente
hacia abajo tomando su polla hasta la raíz.
Cooper escuchó ruido blanco. ¿O era el océano? Independientemente,
estaba interrumpiendo los sonidos de Oliver adorando enérgicamente su
polla. Cooper trató de hacer retroceder la avalancha de sentimientos que
demolían sus sentidos. Era vagamente consciente de que no debería estar
empujando en ese calor húmedo, pero no pudo importarle lo bastante como
para detenerse. Alguien hablaba incoherentemente y ya que la boca de Park
estaba muy llena, debía ser él.
Cooper se corrió con un sonido largo en algún lugar entre un grito y un
sollozo. Un aullido, tal vez. Una palabra precisa, pero que le hizo pensar en
mujeres de luto en acantilados y perdiendo su amor en el mar. Entonces no
259
pudo pensar más.
Ondas de choque pulsantes recorrieron su cuerpo, desintegrando
cualquier preocupación persistente, palabras o pensamientos de pérdida y
amor. Una limpieza que lo dejó a la deriva. Una pira ardiente en el océano.
Finalmente, cuando su niebla se despejó y sus ojos pudieron enfocarse
nuevamente, Cooper miró hacia abajo para ver a Oliver lamiendo toda la
semilla derramada de su polla. Cuando eso fue demasiado, Park movió las
piernas de Cooper, bajó y gentilmente acarició y besó su tierno agujero. La
acción era extrañamente no sexual, pero calmante y atenta, como si
estuviera atendiendo a algo que consideraba precioso.
Era raro. E hizo que la garganta de Cooper se tensara.
—¿Al menos puedes tratar de no ser un anormal durante cinco
minutos? —dijo Cooper. Su voz lo traicionó al quebrarse.
Sintió a Park sonreír contra su piel, pero cuando el hombre se sentó,
tenía una cara cómicamente ofendida.
—No sé, ¿puedes intentar no ser tan puercoespín durante cinco
segundos?
Cooper resopló.
—¿Puercoespín?
—Mmm —dijo Park, tratando rápidamente con el condón,
preparándose sobre el cuerpo de Cooper y mordisqueando su hombro,
juguetonamente—. Eres un bastardo quisquilloso.
Cooper no se molestó en ocultar su sonrisa. Dejó que sus ojos se
cerraran.
Correr parecía una palabra extraña. Muy pronto el placer posterior se
disiparía y los problemas de follar en un sofá barato e incómodo a su altura,
y a su edad, después de un par de días ciertamente difíciles, se darían a
conocer en voz alta y enojada. Pero hasta entonces podría acostarse aquí
felizmente como gelatina y disfrutar la sensación de los labios de Park
acariciando los rincones y grietas de su cuerpo.
Cooper dejó que sus dedos acariciaran perezosamente el cabello de
Park, los mechones sedosos un poco sudorosos. Le rascó el cuero cabelludo
y Park gruñó con aprobación. El sonido y la vibración de los labios de Park
contra su muslo enviaron una cansada punzada de lujuria a través de
Cooper, y casi se rio de la ambición esperanzadora de su cuerpo. Algo sobre 260
Park lo hacía querer follar toda la noche. Habían sido un poco duros y había
pasado un tiempo, por lo que su trasero no estaba del todo a bordo, pero
que le dieran algo de tiempo, y Cooper definitivamente podría reunir la
energía para un trabajo manual perezoso.
O tal vez, en una hora más o menos, Park estaría dispuesto cambiar.
El pensamiento de su polla presionando el culo apretado y tonificado de
Oliver, envió una oleada de energía a través de Cooper. Moverse a la cama,
sin embargo, sería imprescindible.
Él estaba considerando cómo plantear la idea cuando se dio cuenta de
que ya no sentía los labios en su piel. Miró hacia abajo.
Park estaba recostado ligeramente hacia atrás en una especie de pose
de cobra retorcida, mitad sobre mitad fuera del sofá. Y estaba examinando
las cicatrices en el bajo vientre de Cooper.
Sintiendo la mirada de Cooper, o tal vez su repentina tensión, Park
levantó la vista. Su cara estaba seria y turbada.
Cooper trató de bromear.
—Un poco más abajo y esta noche no habría sido ni la mitad de
divertida.
Park no sonrió.
—¿Cuándo?
—Hace aproximadamente un año ya.
Seguía mirando a Cooper. Esperando más explicaciones.
Cooper suspiró.
—Persiguiendo a un sospechoso. Me... separé de mi compañero.
—¿Jefferson?
—No. Esto fue antes del BSI. —Park levantó las cejas, y Cooper dejó
que las implicaciones de eso se asimilaran.
Separado era un término generoso. Había escuchado al agente
Howards gritarle que se retirara y esperara el respaldo, pero Cooper lo había
ignorado. Ni siquiera había sido su caso, aunque todos lo sabían. El
“monstruo” que atacaba a mujeres jóvenes en Filadelfia. Estaban allí en el
momento justo, en el lugar justo, y había tenido una buena oportunidad
para él. O eso le afirmó más tarde a Howards.
—No esperaba que lo alcanzara —dijo Cooper, recordando la mirada en
la cara de Symer cuando Cooper lo había seguido directamente hasta el 261
techo del almacén, hacia un contenedor de basura en un salto que casi
había roto los tobillos de Cooper, y acorralado a Symer en un callejón.
Sorpresa, definitivamente. Pero algo más, también. Había quedado
impresionado. Quizás un poco curioso. Había visto a Cooper como un
oponente digno.
Entonces, cuando Symer le había golpeado la barriga, casi con
suavidad y aparentemente desarmado, Cooper había esperado sentir la
palmada de la mano de Symer y un bien hecho.
En cambio, Cooper se había derrumbado. Sus rodillas se habían
estrellado contra el concreto aunque ni siquiera notó el dolor. No mientras
sus entrañas estaban simultáneamente en llamas y antinaturalmente
frescas y al viento.
Symer había agitado su mano con garras y se había alejado antes de
que Cooper pudiera hacer un sonido.
—Se escapó —agregó Cooper, de alguna manera innecesariamente, y
trazó las marcas viciosas frunciendo y torciendo su estómago. No quiso darle
a Park la oportunidad de preguntar sobre las consecuencias médicas, por lo
que continuó apresuradamente—: De todas formas. Se corrió la voz,
supongo, y cuando salí del hospital tenía una invitación para unirme al BSI.
Dijeron que era porque estaban impresionados de que hubiera podido
seguirle el ritmo, pero fue al menos un poco para mantenme callado sobre
lo que había visto y evitar que hiciera preguntas.
—¿Te arrepientes? —preguntó Park.
Cooper acarició el cabello de Park distraídamente.
—Tan pronto como lo vi saltar un auto en movimiento como si fuera un
charco, no tenía otra opción. Necesitaba saber. Habría aceptado cualquier
cosa que me pidieran para saberlo.
—¿Pero te arrepientes? ¿Es mejor saberlo?
Cooper tuvo la impresión de que Park no solo preguntaba por
preocupación por su bienestar. Era un recordatorio sorprendente,
interrumpiendo su subidón sexual, que este hombre desnudo y serio,
tendido sobre sus rodillas, era un agente del Trust. Con una agenda del
Trust.
Él respondió de alguna manera vagamente.
—A veces extraño la vida que tendría si no lo supiera. Pero... así es la
vida —terminó a la ligera. Quizás había sido menos vago de lo que esperaba
porque Park estaba asintiendo, luciendo serio y contemplativo, como si
262
Cooper realmente le hubiera dado algo en lo que pensar.
Dios, esperaba que esto no hubiera sido una especie de acércate al
agente del BSI y familiarízate con su estado de ánimo. De ser así, Park había
sentido mucho más de lo que él pretendía.
¿Era por eso que Park había solicitado ser puesto en este caso? ¿Para
seducir a Cooper? El pensamiento errante era físicamente doloroso y
absurdo. ¿A efecto de qué? ¿Y por qué él? ¿Porque compartían el enlace de
Jacob Symer? ¿Park incluso lo sabía?
Cooper giró las palabras en su boca, contemplando cómo preguntar.
—Nunca terminaron alcanzándolo. Jefferson siempre mantuvo una
oreja abierta por mí, sin embargo. Supongo que eso es lo que lo hizo
comenzar a buscar aquí. En Florence.
Park parpadeó. Parecía realmente confundido.
Cooper respiró hondo.
—Jacob Symer. Él fue quien me atacó, y mató a esas mujeres. Aunque
nunca encontramos ninguna prueba. —Park se tensó ligeramente y luego
se relajó. Cooper no se habría dado cuenta si no hubieran estado acostados
piel con piel.
—No lo sabía —dijo Park eventualmente, observando la expresión de
Cooper.
—Pero sí sabías quién era Jacob Symer. Antes de que Jefferson lo
mencionara esta mañana, quiero decir.
—Nunca lo conocí.
—¿Y tu familia? ¿Alguno de ellos lo conoció alguna vez?
—Sí. —Park sonrió un poco burlonamente—. Pero ellos no lo mataron.
—¿Lo sabrías?
—Sí. —Hizo una pausa—. También lo estaban buscando.
—¿Por qué? ¿No le pidieron que se fuera de la ciudad?
—Sí.
—¿Entonces?
—Entonces. Dejó sus cosas.
—¿Y ellos, qué, querían una dirección de envío? 263
—Si tuviera una.
Cooper se apoyó sobre los codos y frunció el ceño.
—Tú piensas que alguien mató a Symer.
—Alguien —coincidió Park.
—Entonces, si no... —Cooper se detuvo.
—Si no es mi familia, ¿quién? —adivinó Park un poco irónicamente.
Cooper comenzó a tartamudear una respuesta, y Park lo interrumpió con
un beso en la cadera—. Lo sé. Y... no lo sé.
—¿Es por eso que estás aquí? ¿Por qué pediste ser puesto en este caso?
¿Crees que está conectado?
Park lo miró por un largo rato. Casi hasta el punto donde Cooper
consideró repetir la pregunta. Finalmente dijo, obviamente eligiendo sus
palabras cuidadosamente.
—No es la primera desaparición inexplicable de un hombre lobo en esta
zona. Cosas como el novio de Tonya desapareciendo mientras pasaba por el
pueblo han estado sucediendo por un tiempo. Pero no veo cómo está
conectado con lo que está sucediendo ahora.
—Jesús. Y aquí que pensaba que se suponía que vivir en un pueblo
pequeño era bueno para tu salud. Tal vez todos estén encerrados juntos
donde sea que esté el escondite secreto de Baker, ¿eh?
Park frunció el ceño y sacudió la cabeza como si sacudiera una mosca
irritante.
—¿Es por eso que aceptaste venir aquí? —Cambió de tema, acariciando
las cuerdas de tejido cicatricial endurecido con la yema del pulgar—.
¿Esperabas encontrar a Symer?
—Ni siquiera sabía que Symer había vivido en Florence hasta esta
mañana.
Park ladeó la cabeza.
—¿Jefferson no te lo dijo antes?
—Probablemente acaba de descubrirlo él también.
Park tarareó y pareció distraído por sus propios pensamientos. Cooper
volvió a recostarse en el sofá y contempló el áspero techo del motel.
Si hubiera sabido que Symer estaba aquí, ¿qué habría hecho? ¿Cazarlo
en alguna especie de búsqueda de venganza? No muy probablemente.
Cooper no podía imaginar nada menos propio de él. Ni siquiera había
264
pensado mucho en Symer en los meses después del ataque. No es que
alguna vez se lo hubiera admitido a Jefferson. Pero había estado demasiado
ocupado obsesionado con otras cosas. Su terror de tener problemas de salud
permanentes, por ejemplo. Lo horrible que era la alimentación intravenosa
por otro lado.
Pero ser herido en cumplimiento del deber era un riesgo al que se había
inscrito a sabiendas al unirse al FBI. Descubrir que una comunidad
fantástica entera había estado viviendo bajo su nariz toda su vida tomó
mucho más de sus pensamientos. Eso y la vergüenza nauseabunda y la
culpa de haber corrido tras Symer a ese callejón sabiendo que algo no estaba
del todo bien, desobedeciendo a su compañero, Howards, y arriesgando la
vida de ambos, porque estaba patéticamente desesperado por demostrar su
valía.
Bueno, lo había demostrado bien. Ser un tonto.
Tenía la sensación de que también estaba haciendo lo mismo en este
caso.
Park debía haber visto el ceño fruncido en la cara de Cooper y haber
leído mal la razón.
—No dejaré que nadie más te lastime —murmuró, y besó las cicatrices
como si estuviera sellando un contrato.
Cooper sonrió levemente. Su oleada de energía anterior se había ido
hacía mucho tiempo. Se sentía muy cansado y muy viejo. Más viejo que
Park, de todos modos, que sonaba tan sincero pero tan ingenuo. Como ver
a un niño de siete años declarar que era el hombre de la casa ahora o una
madre diciéndole a su hijo que lo amaría para siempre. Más que eso. Hasta
el infinito.
Podía ver que Park lo creía. En ese momento probablemente se vio a sí
mismo defendiendo a Cooper contra enemigos con colmillos sin rostro. Pero
Jacob Symer no era el único monstruo escondido que Cooper había
descubierto en ese callejón, y Park no podía protegerlo de la imprudencia
que había encontrado dentro de sí mismo.
Apretó su agarre en el cabello de Park y tiró de él hacia su cara para
colocarle un suave beso en los labios.
—Te tengo —murmuró Park en su boca, como si pudiera saborear la
duda.
—Lo sé —dijo Cooper—. Lo sé. 265

Cooper se despertó solo. Por una vez su teléfono no sonaba como un


gallo mañanero de malas noticias. De hecho, toda la habitación estaba
tranquila y silenciosa. La habitación de Park. Menos Park, aparentemente.
En algún momento de la noche anterior habían tropezado juntos hacia
la cama después de que Cooper hiciera ruidos a medias sobre regresar a su
propia habitación que Park había descartado rápidamente, insinuando un
despertar mucho más agradable si él se quedaba aquí en su lugar.
Cooper no iba a rechazar una oferta como esa, incluso si arriesgaba
que Jefferson lo atrapara haciendo la caminata de la vergüenza. Además,
para entonces ya era tarde, había estado agotado y la idea de ponerse su
ropa solo para arrastrar los pies el par de puertas que daban a su habitación
solitaria había sido poco atractiva al extremo. Quedarse solo era lo práctico.
No porque hubiera querido, Dios, abrazarse o algo así de tonto.
Así que se metió en la cama sin protestar demasiado, acomodándose
debajo de las sábanas sin tocar a Park, y estaba a la deriva cuando sintió la
mano de Park bajando sobre su cadera y darle la vuelta suavemente para
que Cooper estuviera presionado contra su costado, con la cara
perfectamente pegada al pecho de Park. Era sorprendentemente cómodo y
después de la más breve resistencia, Cooper se permitió acercarse y
acariciar su piel con su boca. Park todavía olía muy bien a pesar de los
aromas superpuestos del sudor seco y el sexo. Como a bosque, aire libre
fresco y hombre. Cuando Cooper se presionó aún más cerca, inhalando
profundamente el dulce aroma, prácticamente podía escuchar a Park
ahogándose por la satisfacción.
Avergonzado, Cooper se apartó bruscamente y dijo:
—No te catalogaba como un tipo pegajoso, Park.
—Todavía no me has catalogado en absoluto —respondió Park
descaradamente, y tiró de Cooper otra vez, empujando su cabeza hacia su
pecho y estirando la mano para enganchar la pierna de Cooper sobre él.
Cooper emitió algunos gruñidos acerca de literalmente pasar una
pierna, pero su corazón no estaba en ello. Su corazón estaba demasiado
ocupado sintiéndose todo cálido, estable y latiendo a un ritmo notablemente
tranquilo. Notable para Cooper, de todos modos. Se durmió sintiéndose más
relajado que en mucho tiempo.
266
Pero ahora era de mañana y estaba aquí solo. Cooper se estiró como
una estrella de mar, abrazando los dolores de la noche anterior, y esperó a
que llegara el arrepentimiento.
Luego se sentó y esperó un poco más en caso de que fuera una
casualidad. Pero nunca vino. Parecía... bien con eso. Incluso sin las
endorfinas sexuales para distraerlo, se sentía mejor que bien. Podía sentir
sus propios labios temblar como si estuvieran luchando contra una sonrisa
y esa furtiva sensación de presunción había regresado. Esta mañana Cooper
no se molestó en resentirse. Se había ganado un poco de ego.
Mmmph, había sido bueno. La forma en que Park respondió a las cosas
que Cooper había dicho, todo pasión y necesidad, lo hacía sentir poderoso.
Su polla se crispó con el recordatorio.
Si Park regresaba de donde estaba lo suficientemente temprano,
Cooper tenía algunas cosas más para decir listas para usar. Especialmente
si regresaba trayendo más regalos con cafeína.
E incluso ahora, a la luz del día, sobrio como un juez sin el sexo
empañando su cerebro, no estaba preocupado por decir algo incorrecto y
avergonzarse. No con Park. Oliver.
Era curioso cómo confiar en una pareja sexual podía salvar las mayores
quemaduras psicológicas.
Ese pensamiento lo tomó por sorpresa. Cooper miró a su propio reflejo
sobresaltado en el espejo de la cómoda frente a la cama. Su grueso cabello
rubio oscuro sobresalía en mechones salvajes y sus ojos estaban más
brillantes, más intensos que usualmente. Un color casi jade que era
especialmente llamativo en su rostro casi irreconocible, relajado y de
párpados caídos. Tenía débiles marcas rojas dispersas desde el cuello hasta
el pecho donde Park lo había mordido. No dolían y probablemente se
desvanecerían para el almuerzo, pero por ahora eran prueba de lo que había
sucedido anoche. Cooper tocó una y su reflejo sonrió.
Él lo hizo. Confiar en Park, eso es. Y estaba empezando a... importarle,
también. Tal vez era estúpido e ingenuo de su parte. Demasiado rápido,
seguro. Pero había sido más vulnerable con este tipo en los últimos tres
días, tanto por elección como no, de lo que había sido con otra persona
desde que tenía once años y su padre le dijo que los niños no lloraban y que
ciertamente no hablaban de sus sentimientos.
Lo que eso significaba para el futuro, o incluso el resto del día, no
estaba seguro. Sexo, sí. Cooper lo deseaba de nuevo y estaba seguro de que 267
Park también lo deseaba a él. ¿Pero algo más allá de eso?
Sacudió la cabeza. Se estaba adelantando. ¿Era un adolescente que iba
a pasar la mañana preguntándose si le gustaba a su enamorado o iba a
masturbarse en la ducha como un hombre adulto?
Él tomó una ducha. Para cuando salió, Park todavía no había
regresado. Cooper revisó su teléfono. Nada. Ya no era temprano en la
mañana. Él había esperado que se estuvieran dirigiendo a la estación a esta
altura.
Dudó por un momento, no queriendo parecer dependiente, y luego
llamó a Park.
La llamada fue directamente al correo de voz. ¿Por qué Park habría
apagado su teléfono? No para conseguir café, seguramente. Cooper fue a la
puerta y, después enviando una súplica rápida al universo de que Jefferson
no estuviera pasando justo por ahí en ese momento, la abrió y salió a la
pasarela exterior con vistas al estacionamiento. El coche de alquiler seguía
allí, sin moverse de la noche anterior. Sin embargo, el de Jefferson no
estaba.
La imagen de Park y Jefferson conduciendo juntos a algún lugar sin
decirle pasó por su cabeza, y la descartó de inmediato. De ninguna manera.
Especialmente no después de la forma en que dejaron las cosas anoche.
Cooper volvió a entrar. Debería seguir adelante y comenzar el día.
Todavía quería darle seguimiento a esa pareja del Bear's quienes pudieron
haber sido testigos de algo del ataque de Jenny, y el forense tendría un
informe sobre el oficial Mike Miller ya.
Pero se sentía reacio a irse con Park MIA. Maldita gente mañanera,
descartando su horario. Pensó en las últimas dos mañanas. Ayer Park se
había ido a duchar y vestir en su propia habitación, pero antes que Cooper
hubiera usado la ducha esta mañana, estaba seca, intacta.
La mañana anterior Park había estado en ropa para correr. Él
obviamente había estado corriendo, su cabello y cuerpo estaban sudorosos,
pero su ropa había estado limpia y seca.
... solo es inconveniente. Estar desnudo. El recuerdo se coló en Cooper,
y sonrió levemente ante lo avergonzado que había estado en ese momento.
Park dijo que cambiaba en las mañanas. Tal vez había ido a algún lugar
para correr como lobo un poco. Cooper intentó recordar si Park había tenido
su teléfono ese día. Tal vez lo había dejado atrás cuando cambió y la batería
268
estaba agotada.
Cooper hizo una búsqueda rápida de la habitación por el teléfono de
Park o cualquier tipo de pista de dónde estaría. Una nota, por ejemplo,
hubiera sido agradable.
Al principio lo puso nervioso la idea de que Park regresara mientras
estaba revolviendo sus cajones, con las manos hasta los codos en su ropa
interior. Pero después de un tiempo sin señal del teléfono o alguna nota o
pista, Cooper comenzó a esperar que Park lo atrapara fisgoneando. Al menos
entonces volvería. No encontró nada útil. Aunque en la mesita de noche
encontró una novela chilena bien manoseada, intimidante para alguien que
podría pedir direcciones a la biblioteca en español pero no podía leer ni una
maldita cosa una vez que llegara allí, y un par de discretas gafas para leer
que lo hicieron sonreír de una manera que le alegraba que Park no estuviera
ahí para verlo.
Finalmente, Cooper fue a su propia habitación para cambiarse, pero no
antes de tomar las llaves del coche de alquiler y la tarjeta de repuesto que
encontró en la mesita de noche. No sabía por qué podría necesitar regresar
a la habitación de Park, pero quería mantener abiertas sus opciones.
Mientras se vestía, el teléfono de Cooper sonó y casi se noqueó en su
apuro por contestar con los pantalones a mitad de camino.
—Dayton —respiró pesadamente.
Hubo una pausa como si la otra persona se sobresaltara y luego una
voz de mujer. No Park.
—Recibí esa información de Tonya y Mac.
—Ru… ¿Señora Abouesse?
—¿Quién más? —espetó Rudi.
—Correcto. Por supuesto. —Cooper se esforzó por recordar qué
información le había solicitado a Rudi—. ¿Descubrió por qué las manadas
dejaron de pelear?
—Sí, Gould llamó a la policía.
Cooper se sentó en la cama.
—¿Qué? No, no lo hizo. —Florence podía no tener mucha experiencia
con crímenes violentos, pero una llamada al 911 de la persona desaparecida
en el momento de la desaparición seguramente habría sido notada.
—Lo hizo —argumentó Rudi—. Ambos juran que lo escucharon. Y 269
Tonya dice que más tarde vio un vehículo estatal estacionando atrás. —Hizo
una pausa—. Ella también dijo que Sam llamó y le preguntó lo mismo.
—¿Y ella le dio la misma información?
—Sí.
—¿Alguna noticia de Whittaker?
Rudi gruñó y el teléfono crujió.
Cooper tomaría eso como un no.
—¿Qué hay de Park? ¿Oliver?
—¿Qué hay de él?
—¿Ha…? —Cooper se detuvo, sin saber cuánto quería revelar—. ¿Ya le
contó esto?
—No había tenido noticias de Tonya cuando me llamó al alba. Dijo que
le llamara a usted cuando lo supiera.
—Correcto —dijo Cooper, con el corazón palpitante—. Y esa cosa por la
que le llamó esta mañana, ¿hay alguna actualización sobre eso?
—No. Todavía no he visto a Baker. Le dije eso. No lo he visto por más
de dos semanas desde que vino al Pumphouse queriendo que hiciera algo al
respecto de los intrusos en su propiedad.
—Correcto. ¿Y usted lo hizo?
—¿Con dos sanciones del BSI sobre mi cabeza? Le dije que fuera a la
policía o que tratara con ello él mismo, pero que me mantuviera fuera de
ello.
Cooper frunció el ceño.
—Gracias, señorita Abouesse. Una cosa más, ¿dónde iría Park a
conseguir café por aquí?
Se oyó un resoplido.
—Tiene mucha cara. ¿Quién se cree que soy, la guía del pueblo?
—Eso no es... —Pero él estaba hablando solo. La llamada había
terminado.
Cooper terminó de vestirse y buscó cafés en el área en su teléfono.
Había dos a poca distancia caminando. Uno era una cadena, y Cooper se
sintió seguro que habría recordado el logotipo familiar de la taza ayer. El
segundo era llamado Spill the Beans24. Estaba un poco más lejos del motel,
270
pero podía ver a Park poniendo una distancia extra para apoyar a un negocio
independiente con un nombre con doble sentido.
Con suerte.
Tan pronto como entró en Spill the Beans, supo que había hecho la
elección correcta. Cooper reconoció las tazas para llevar ligeramente
blanquecinas y la fuente marrón en forma de bloques.
—Buenas. ¿Puedo ayudarte? —Una mujer joven con cabello violeta,
gafas y múltiples piercings le sonrió levemente.
—¿Conoces a un Oliver Park?
La chica levantó una ceja; el aro de plata allí se retorció.
—Si esta es una línea de recogida, amigo, es demasiado pronto para
eso.
Cooper se sonrojó.
—No. No, estoy tratando de averiguar si mi... amigo vino aquí esta
mañana. —Tropezó ligeramente con la palabra amigo. Era porque iba a decir

24 Spill the Beans: Desparrama los Frijoles.


su compañero pero decidió que los lugareños no necesitaban saber que los
agentes de visita ni siquiera podían seguir el rastro del otro, sin importar el
del sospechoso.
La chica escuchó el tropezón y supuso que era por un tema diferente y
no del todo una razón totalmente falsa.
—Oh, ya entiendo. —Lo miró de nuevo, una evaluación un poco más
abierta y relajada, y luego asintió para sí misma como si hubiera encontrado
lo que sea que ella hubiera estado buscando. Cooper trató de no inquietarse
con molestia—. Muy bien, ¿cómo luce tu amigo?
—Uh, de unos treinta años, cabello castaño oscuro, ojos marrones, un
poco más alto que yo. Muy, ah, en forma.
Increíblemente fuerte. Con una sonrisa vulnerable desarmadamente.
Precioso. Dulce. Inteligente.
—Con una especie de cara inexpresiva —terminó Cooper torpemente.
—¡Uf! —La chica negó con la cabeza—. ¿Qué demonios te pasa
perdiendo a alguien así? —Lo miró con simpatía—. Ningún hombre alto,
oscuro y guapo vino esta mañana. Lo siento. Y también lo siento por ti.
Cuando lo encuentres, ponle una correa. —Se rio, pero Cooper se sentía 271
demasiado nervioso para unirse.
Hizo algunos sonidos vagos destinados a transmitir agradecimiento y
decepción y volvió al coche. Intentó llamar a Park de nuevo. Mensaje de voz.
Algo estaba mal. Algo estaba muy, muy mal.
Cooper se sentó en el asiento del conductor y cerró los ojos. No estaba
seguro de poder hacer esto. No con Oliver.
Tomó una respiración profunda.
—Soy un hombre de treinta y tantos años. Dejé de ser profesor para
unirme al Trust y proteger a los lobos. Dejé la manada de mi familia pero
afirmo que no hay ningún resentimiento entre nosotros y soy defensivo con
ellos. Soy... protector.
¿Qué había dicho Park ayer? No dejaré que nadie más te haga daño.
¿Era ese el tipo general de basura blanda que la gente decía desnuda o Park
realmente pensaba que Cooper estaba en peligro? ¿De quién?
Le había mentido a Jefferson sobre por qué solicitó ser puesto en este
caso. Y Cooper no se había perdido que Park había usado el sexo como una
distracción, verdaderamente con éxito, cuando el tema volvió a aparecer.
Pero luego, él había implicado que estaba aquí por la historia de hombres
lobo desaparecidos, los cuales eran muchos, y aparentemente más a cada
minuto.
¿Por qué Park había llamado a Rudi tan temprano para preguntar por
Baker?
Cooper abrió los ojos, encendió el auto y llamó a Jefferson.
—¿Dayton?
—¿Dónde estás?
—En la estación. ¿Estás de camino?
—No. —Cooper dio marcha atrás al auto y salió a la carretera. Él sabía
la respuesta pero tenía que preguntar de todos modos—. ¿Park está allí?
Jefferson hizo una pausa.
—No lo creo. No lo he visto y he estado aquí toda la mañana.
Holgazaneando, ¿verdad?
—No. No, algo anda mal. Creo que está en problemas.
Jefferson resopló por teléfono.
—Es un lobo, Dayton. Puede cuidarse solo. 272
—Pero eso no es cierto, ¿verdad?
Hubo otra pausa.
—¿Qué quieres decir?
—Olvídalo. Yo solo... creo que hemos estado viendo esto de manera
incorrecta, y creo que Park está en peligro.
—¿Qué necesitas que haga? —dijo Jefferson de inmediato. Sin
cuestionar los instintos de Cooper. Cooper se tomó un momento para
agradecer que tuviera una pareja como Jefferson.
—Todo continúa volviendo al lugar de Baker. Voy a comenzar por allí.
—¿Y luego qué, pasear por el bosque silbando por él? —La voz de
Jefferson era áspera, como si Cooper necesitara recordar qué tan estúpido
era este plan.
—Gould llamó a la policía justo antes de desaparecer.
—No, no lo hizo. Habría un registro de una llamada al 911.
—No si no llamó al 911.
—¿Crees que el sospechoso es uno de los propios departamentos de
Florence?
—Creo que llamó al número personal de alguien con un vehículo estatal
para recogerlo a él y a su motocicleta cuando le robaron la gasolina. La
motocicleta de Gould está en el lugar de Baker…
—Entonces, si Gould fue llevado vivo, podría no estar demasiado lejos
—finalizó Jefferson.
Cooper apretó el volante tan fuerte que se le saltaron los nudillos.
Necesitaba creer que Gould había sido llevado vivo porque necesitaba creer
que Park también lo había sido. Los otros, Bornestein y Doe, habían sido
retenidos por unos días al menos.
Mejor vivo y torturado que muerto y pudriéndose en alguna parte, como
dijo Park. Eso no era tan reconfortante como lo había sido antes.
Jefferson dijo:
—Ven a buscarme a la estación. Iremos juntos.
—No —dijo Cooper—. Estoy más cerca. No tenemos tiempo. Nos vemos
allí. Y, Jefferson, si el sospechoso está en la estación... cuida tu espalda.
Jefferson protestó:
—¿Y si ya está en el lugar de Baker? ¿Se supone que simplemente debo
dejarte ir solo?
273
—No exactamente —dijo Cooper con una respiración profunda.
C
ooper golpeó su puño contra la puerta del Pumphouse. Pum,
pum, pum. Tres golpeteos oficiales. Escuchó. Zumbidos de
insectos, el ruido de un aire acondicionado, un par de pájaros
llamando a sus compañeros, sonidos de una mañana de verano pero sin
indicios de movimiento dentro del Pumphouse.
Golpeó la puerta de nuevo y esta vez agregó una palmada, golpeando
su palma contra la cálida madera. Una súplica desesperada que quitaba el
borde exigente, autoritario.
Si Rudi Abouesse no estaba aquí, Cooper no sabía lo que iba a hacer.
Apenas tenía un plan A, olvídense de un plan B. No podía ir a la Policía
Local de Florence por ayuda. Si entraba en la estación alegando que el
agente Park había sido secuestrado y uno o más de la propia policía de
274
Florence era responsable, y estaba equivocado, pondría en peligro
irrevocablemente el caso, o tendría razón y pondría en peligro
irrevocablemente a Park. La elección era obvia. Si el sospechoso sabía que
Cooper estaba cerca, Park podría ser considerado un cabo suelto...
Cooper no se permitió ir allí.
No podía involucrar a nadie más. Aún no. No hasta que supiera que
tenía razón y que Park estaba a salvo.
Pero incluso si Park hubiera ido al lugar de Baker a oler esa mañana,
Cooper no iba a poder rastrearlo. No solo.
Golpeó la puerta una vez, dos veces, y antes de que su puño pudiera
caer por tercera vez, escuchó un cerrojo deslizarse y la puerta se abrió.
Rudi Abouesse lo miró desde la puerta abierta. Era cincuenta-
cincuenta si su expresión era más hostil o incrédula.
—¿Por qué no está tan harto de mí como yo de usted? —Miró por
encima de su hombro—. Sabe, la rutina de policía bueno/policía malo suele
ser más efectiva con dos personas.
La última esperanza que quedaba de que Park hubiera venido hasta
aquí se marchitó por dentro de Cooper.
—Necesito su ayuda. Por favor.
Las cejas de Rudi se arquearon. Se cruzó de brazos y se apoyó contra
el marco de la puerta y observó a Cooper con una expresión de “esto debería
ser bueno”.
—Creo que la misma persona que secuestró Gould ha secuestrado a
Park. A Whittaker también. Y a Baker.
Rudi dejó caer los brazos y se enderezó.
—¿Qué?
—Quien quiera que Gould haya llamado ese día ha estado cazando
lobos. Symer, Whittaker, Baker, Park. Todos son víctimas, no sospechosos.
Creo que es por eso que Jenny Eagler fue secuestrada y liberada ilesa. Ella
fue vista como amiga de Park y, como yo, el sospechoso pensó que eso
significaba que ella también era un lobo. Luego fue liberada porque no lo
era.
—Reduzca la velocidad —dijo Rudi—. No tiene sentido. Entre.
—No tenemos tiempo. Oliver está en peligro.
275
—¿De usted?
—¡No! —Tal vez. ¿De qué otra forma alguien habría sabido que Park era
un lobo? Alejó la ola de culpa y pánico—. Escúcheme. Dijo que le llamó esta
mañana preguntando por la última vez que vio a Baker.
—Pensaba que había dicho que Baker no era sospechoso.
—Él no lo es. Ya no. Creo. Pero anoche Park estaba hablando sobre
hombres lobo que han desaparecido por aquí y bromeé diciendo que estaban
con Baker y... creo que se dio cuenta de que nuestro John Doe en el bosque
podría ser Baker.
—¿Loc… Geoffery Baker está muerto? —dijo Rudi. Se sintió aliviado al
ver los primeros rastros de pánico genuino en sus ojos. Cuanto antes le
creyera, antes podrían salir de aquí, antes podrían encontrar a Park.
—Creo que sí. Más importante aún, creo que ha estado muerto por un
tiempo. Creo que Park fue a cambiar a la casa de Baker para tener una
mejor idea de quién ha estado usando su propiedad desde entonces y por
qué.
Rudi estaba sacudiendo la cabeza. No en desacuerdo, necesariamente,
más bien como que no quería aceptar lo que decía Cooper. Pero ahora que
Cooper lo había dicho en voz alta, se sentía aún más convencido de que su
teoría era correcta.
—Park sabe cómo cuidarse solo.
—¿De la misma forma en que Baker podría cuidarse solo? ¿Whittaker?
¿Symer? Este sospechoso sabe cómo derrotar a los lobos. Lo ha hecho antes.
—El otro cuerpo que se encontró, el hombre con Baker, no era un lobo.
Tampoco ese policía.
—¿Entonces debería olvidarlo? ¿Pretender que todo está bien? —espetó
Cooper, perdiendo la poca paciencia que tenía.
Los ojos de Rudi destellaron, brillantes e inhumanos. En lugar de sentir
miedo, él solo extrañó a Park. Hizo un esfuerzo consciente para calmarse.
No había venido aquí para desafiar a Rudi, había venido aquí para pedirle
ayuda. El tipo de ayuda que el BSI debería haber estado aprovechando desde
el principio.
—Escuche, tiene razón. No lo entiendo todo. Pero dijo que las manadas
de Worcester vieron aparecer un auto estatal. Que Gould llamó a alguien 276
para que lo recogiera. Creo que alguien ha estado usando la casa de Baker
como base. Creo que Park fue allí esta mañana y fue tomado por sorpresa.
No puedo probar nada de eso. Pero no he podido localizarlo. ¿Me ayudará?
Rudi lo evaluó por un largo momento.
—Bien. Solo déjeme... —Comenzó a girar hacia adentro y Cooper
extendió la mano para agarrarla del brazo. Antes incluso de que él tocara su
piel, su muñeca quedó atrapada en su agarre mortal, aunque curiosamente
se dio cuenta que sus garras no habían salido y se preguntó por qué.
Independientemente, no luchó.
—No se lo puede decir a Brown —dijo.
Los ojos de Rudi se entrecerraron.
—¿Cómo lo sab….? No sé de qué está hablando.
—Sé que se están viendo. Sé que lo mantienen en secreto por alguna
razón.
Ella frunció.
—Es complicado. Pero eso no tiene nada que ver con esto.
—No se lo puede decir. Aún no.
—Esta no soy yo cotilleando con mi novia, imbécil —dijo Rudi—. Ella
es la jefa de policía. Por supuesto que se lo diré. Si esto es algún tipo de
postura de mierda machista...
Cooper estaba sacudiendo la cabeza.
—Alguien en un vehículo estatal recogió a Gould.
—Bueno, no fue Mel —gruñó Rudi. Su agarre se apretó sobre su
muñeca dolorosamente antes de que ella la dejara caer—. Sé que no es
Melissa.
—¿Ella sabe de los lobos?
La mirada de Rudi se apartó de la suya.
—Aún… no.
—¿Está absolutamente segura?
Ella miró a Cooper directamente a los ojos.
—Sí, estoy segura.
No podía decir si ella estaba mintiendo. No estaba seguro de que
importara. Pero no podía dejar que Rudi le dijera a la jefa.
—Una razón más por la que no puede decirle ahora. No sé qué está
277
pasando, pero sé que alguien está cazando lobos y no me gustaría atraer a
alguien que me importara a esa situación sin todos los hechos.
Rudi vaciló.
—Por favor —susurró Cooper—. No puedo arriesgarme.
—Está bien —dijo finalmente—. ¿Qué necesita que haga?

El viaje al lugar de Baker pareció tomar tres veces más que la última
vez a pesar de que Cooper iba dos veces más rápido. Tener un accidente no
ayudaría a nadie, pero tenía dificultades para concentrarse en las sinuosas
carreteras de montaña mientras el velocímetro subía cada vez más alto. No
pudo evitar encontrar errores en su propio plan incompleto. ¿Y si Park no
hubiera ido al lugar de Baker? ¿Y si él hubiera sido llevado en un automóvil
cerrado y Rudi no pudiera rastrear su olor? Estaba asumiendo que Park
estaba retenido a una distancia de viaje en cuatriciclo, pero era una
suposición que hizo simplemente porque la alternativa lo dejaba sin ninguna
opción.
Justo como suponía que Park estaba vivo. No podía lidiar con la
alternativa.
Este era el mejor plan que tenía. Tenía que seguirlo hasta el final. Y si
era un callejón sin salida...
Lo enfrentaría cuando, si, llegara a eso.
Rudi siseó en voz baja, y Cooper se dio cuenta de que había presionado
el acelerador y pasado de velocidades imprudentes a suicidas. Se relajó,
apretando los dientes.
—Él va a estar bien —dijo Rudi—. Pero nosotros no si sigue así.
Él resistió el impulso de hablarle mal. En cambio, se concentró en
aflojar su agarre en el volante. No podía decir si la ligera sensación de
hormigueo en sus brazos era por la adrenalina, la ansiedad o la falta de otra
comida. Tomó un respiro profundo.
—Usted no sabe eso. Algo no está bien.
Rudi suspiró. 278
—Lo sé. Pero solo porque a Ollie no le gusta pelear no significa que no
pueda hacerlo. Créame, los Park se aseguraron de ello —añadió
sombríamente. Eso no tranquilizó a Cooper en absoluto.
Esta vez saltaron por el largo camino de entrada de Baker, hundiéndose
en la sombra de los pinos, y estacionando con una sacudida en el césped
delantero entre las cortadoras de césped intactas. A Baker no le importaría.
Baker nunca lo sabría. Sintió dolor por el pequeño niño rubio incómodo en
las fotografías. La soledad autoimpuesta que había tenido, si Cooper estaba
en lo correcto, duró el resto de su vida. Apartando a la gente y cayendo cada
vez más en un agujero de soledad del que no podía salir.
No era un gran salto verse a sí mismo en el lugar de Baker.
Pero Park. Park lo había sacado del agujero.
Cooper metió la mano en el asiento trasero e intentó darle a Rudi una
camiseta que había agarrado de la habitación de Park con la posibilidad de
que esto funcionara.
Ella lo miró sin comprender.
—¿Qué quiere hacer con eso?
Él se movió nerviosamente.
—Pensé que podría, eh, obtener el aroma...
Si las circunstancias fueran menos serias, estaba seguro de que Rudi
habría puesto los ojos en blanco.
—Conozco a Ollie desde que era un cachorro. Conozco su aroma. —
Hizo una pausa—. Y si por casualidad lo olvidara, siempre podría recordarlo
con un par de bocanadas de las áreas de su cuerpo que usted elija. —Lo
miró fijamente de arriba a abajo.
Cooper se sonrojó y Rudi sonrió con suficiencia, aunque había un
aspecto sombrío. Ella se dio la vuelta y caminó rápidamente hacia la parte
trasera de la casa, mirando fijamente el suelo.
—¿Está consiguiendo algo? —dijo Cooper, siguiéndola.
—Es débil. Pero Oliver definitivamente estuvo aquí hace unas horas. —
Hizo una pausa y miró hacia la puerta de atrás, su mirada desenfocada—.
Hay otro rastro aquí. De alguien más.
—¿Quién? —Cooper prácticamente se atragantó con la palabra. Su
corazón latía tan fuerte que le dolía la garganta.
—No lo sé. No conozco a todos en el pueblo, sabe. Además el olor está
comprometido por algo químico. Repelente para insectos.
279
Antes de que Cooper pudiera registrar eso, ella se apresuró al borde del
bosque, se agachó y pasó la mano por el suelo.
—Ambos se metieron en un vehículo aquí.
—Un cuatriciclo —dijo Cooper, agachándose incluso mientras ella se
levantaba y se alejaba de nuevo. Podía ver la hilera de huellas de neumáticos
en la hierba. Lucían iguales que las huellas en el bosque en el lugar de
disposición de los cuerpos, pero se desvanecían en nada mientras se movían
hacia el bosque y la hojarasca.
Miró la falta de un rastro y clavó los puños en sus propios muslos. El
olor tenía horas de antigüedad, había dicho ella. ¿Por qué había venido solo
Park?
Cooper se volvió y buscó a Rudi.
—¿Estaría…? —Se detuvo abruptamente y apartó la mirada. Ella se
había quitado el top y se estaba quitando los vaqueros—. Um. —Se aclaró
la garganta.
—Tendré una mejor oportunidad de seguir el rastro cambiada.
Él continuó mirando las huellas en la tierra.
—Er… —Un par de vaqueros lo golpeó en la cara.
—Sea útil y lleve mi ropa.
Cooper abrió la boca para responder cuando un intenso sonido de
desgarro gutural lo sobresaltó tanto que casi se cae. Alcanzó su arma y giró
sobre la hierba de rodillas.
Un enorme lobo gris con manchas rojizas a lo largo de sus flancos se
sacudía vigorosamente. Se detuvo y lo miró.
—Correcto —susurró él.
Él parpadeó rápidamente y buscó alguna señal de que Rudi quedara
en su... su... cara feroz o brillantes ojos de bronce. Pero no vio nada. El lobo
le gruñó, el sonido haciendo que se le pusieran los cabellos de punta en los
brazos y ella sacudió una ceja, luciendo impacientemente molesta. Ah. Ahí
estaba.
Él extendió su mano. Solo temblaba un poco.
—Mujeres primero.
Rudi despegó con un resoplido, trotando hacia las sombras, y Cooper
la siguió. 280
El bosque estaba misteriosamente silencioso además de sus pies
crujiendo a través de hojas y ramas muertas. No había signos de un sendero
o de habitantes. Ni siquiera la vida salvaje se atrevía a asomar la cabeza
para chirriar cuando los dos depredadores se lanzaban entre los árboles.
¿Qué tan lejos irían de Baker? ¿Serían capaces de hacerlo a pie? Rudi
lo haría si Cooper no la frenara.
Él aceleró el paso. Le dolía el costado y tenía la garganta seca por
jadear. Cada árbol, acantilado sobresaliente y pila de rocas se veían
exactamente iguales. Hacía mucho tiempo que Cooper había dejado de ver
signos de huellas. Podían estar viajando en círculos y no lo sabría. Toda su
confianza estaba en Rudi.
Y entonces lo vio.
La apertura a una mina. Apareció de repente, casi como una ilusión
óptica. Mirándolo desde un ángulo, era solo otro risco rocoso sombreado.
De otro la sombra se ensanchaba, se profundizaba y se convertía en la
entrada de la mina. Montones de escombros en pendiente rodeaban la
entrada, y Cooper podía ver destellos de cuarzo amarillo en medio del gris.
Un aire frío y húmedo flotaba en la entrada, insinuando espacios más fríos
y húmedos dentro. Se estremeció. ¿Qué era lo que Bornestein le dijo a su
vecino?
Estoy sentado en una mina, siempre decía.
Rudi lo pasó, su cálida solidez rozando su cadera extrañamente
reconfortante mientras trotaba hacia la boca de la mina, desapareciendo a
pocos pasos.
—Espera —siseó Cooper—. Vuelve. —Apenas pudo sentir un cambio en
las sombras y luego vio el brillo de sus ojos planos y reflexivos mirándolo—
. Tienes que quedarte aquí.
Ella gruñó furiosamente y el sonido resonó por la mina. Cristo, ¿qué
tan grande era? Se imaginó caminando por la oscuridad en el frío y la
oscuridad. ¿Qué tan estable podría ser una mina abandonada? En la
oscuridad, ¿notaría incluso si el pasaje se estrechaba? ¿Que las paredes se
cerraban?
Por un momento consideró dejar que Rudi siguiera adelante. Ella
podría ver bien en la oscuridad. También podría deslizarse por espacios más
estrechos mejor que él.
—No puedo dejarte ir allí —dijo con firmeza—. Quédate aquí. 281
Otro gruñido desgarrador y algunos ruidos fuertes y chasquidos
resonaron fuera de la cueva, y Cooper pensó por un momento que la mina
se estaba derrumbando. Tenía la extraña necesidad de correr. Park está
atrapado allí. Pero las piedras no se movían, los orbes reflectantes de sus
ojos sí. Levantándose hasta que estaban casi a la par con los suyos. ¿Estaba
parada sobre sus patas traser….?
—¡Como el infierno que no puedo!
El corazón de Cooper se estrelló contra su pecho al escuchar su voz.
Parpadeando arrojó la ropa que sostenía a la oscuridad.
—No sabemos la situación allí abajo. Está totalmente en contra del
protocolo que le haya involucrado en absoluto. Es una civil. Está
desarmada...
—Pensaba que la opinión del BSI era que un lobo siempre estaba
armado.
—Bueno, eso es una mierda —replicó Cooper cuando Rudi salió de la
sombra de la mina, abrochándose la parte superior—. ¿Cómo funcionó eso
para Baker, Whittaker y... y Park?
Si notó el tartamudeo en su voz, no hizo ningún comentario al respecto.
—Puedo ayudar. Necesito ayudar.
—Maldita sea, va a ayudar. Necesito que vuelva al lugar de Baker y
espere a mi compañero, Jefferson. Necesito que lo traiga aquí. Si ve a alguien
más, manténgase fuera de la vista. —Ella frunció el ceño, no convencida—.
Estoy entrenado para esto. Jefferson está entrenado para esto. Por favor.
Esta es la mejor oportunidad que tiene Sam. —Esperaba que fuera cierto.
Cooper no estaba seguro. No tenía idea de lo que iba a encontrar en la mina.
Pero no podía y no arriesgaría su vida.
—No tiene idea de cómo se siente ser parte de una manada. Saber que
tu compañero de manada está en peligro. Sufriendo.
Era cierto, así que no debería haber dolido. Cooper era un solitario. Él
lo sabía. Él lo había elegido. Después de la muerte de su madre, no había
querido arriesgar el dolor y el miedo que veía en la cara de Rudi ahora.
Pero no podía evitar pensar en Park. La energía inquebrantable y
relajante que había hecho que Cooper se sintiera tan seguro ahora
necesitaba ser salvada.
—Lo protegeré —dijo, y no importaba de quién estaba hablando ya. De
todos ellos. Cualquier maldito lobo que encontrara allí—. Pero necesito que 282
confíe en mí.
Ella lo miró a los ojos, sus iris se expandieron para bloquear el blanco
de sus ojos, y de repente él se sintió vulnerable. No físicamente, sino
mentalmente desnudo, de la única manera que solo un animal podía ver
más allá de tu fachada.
Finalmente ella asintió y pasó junto a él. Su brazo lo rozó, y solo por
un momento, cuando presionó su hombro contra el de él, Cooper se sintió
más fuerte. Él no necesitaba probarlo. Ella le creía. Ellos dependían de él.
Él podía hacerlo.
Luego Rudi trotó de regreso a través del bosque hacia el lugar de Baker
y Cooper tomó su último aliento de aire cálido y seco. Entró en la mina.

El camino a través de la mina era más ancho de lo que Cooper había


pensado. La linterna de su teléfono se alzaba sobre las huellas de los
neumáticos del cuatriciclo en la tierra y los escombros debajo de sus pies,
profundos de frecuentes viajes de ida y vuelta.
Pasó la luz de su teléfono por el camino, buscando inútilmente
cualquier otra pista de lo que había pasado. Por alguna señal de lucha. Pero
si Park había sido derribado aquí, no había estado en posición de pelear.
Un destello naranja captó la luz en el camino más adelante. ¿Un poco
de cinta de advertencia sobrante de los días mineros? Cooper se acercó y,
con cautela miró hacia las sombras negras delante y detrás de él,
agachándose.
Su primer pensamiento fue que era una especie de pulsera de un
evento.
¿De todos los grandes conciertos de rock y clubes que tienen en
Florence, Maine? Cierto.
Usando un bolígrafo de su bolsillo, lo sacó de la tierra.
Sala de Juegos UltraPlay figuraba impreso en letras descoloridas.
Los pelos en la parte posterior del cuello de Cooper se pusieron rígidos
y una descarga de piel de gallina le subió por los brazos. La oscuridad fuera
de los bordes de la luz de su teléfono de repente se sintió vigilante. Escaneó
las sombras, deseando que se movieran, que cambiaran y tomaran forma.
Pero no vio nada. 283
Se guardó cuidadosamente el brazalete sin tocarlo, se levantó y apagó
la luz de su teléfono. No iluminaba más de un metro, y si no podía ver más
adelante, ciertamente no quería ser visto antes.
Cooper escuchó. No oyó nada más que el sonido de su propia
respiración y ese silencio. Un silencio que parecía casi... vivo.
Avanzó de nuevo, una mano lo guiaba contra la pared, la otra
apretando fuertemente su arma. Una presión se acumuló en sus oídos, y se
preguntó qué tan lejos iría debajo del suelo. Se limpió la humedad de la ceja
superior. A pesar del aire helado, estaba goteando. La mano que sostenía
contra el muro de piedra y tierra para guiarlo estaba tan fría que dolía.
Flexionó sus dedos y abrazó el torrente de agonía. Necesitaba mantener la
circulación en su mano o perder la ventaja de sus habilidades de tiro por
sus dedos rígidos. O dedos faltantes, dependiendo de cuánto tiempo más
duraba esta mina.
Hipotermia.
¿Era aquí donde habían retenido a Jenny Eagler?
Sus ojos se estaban ajustando al menos. ¿O se estaba volviendo más
iluminado? Había un matiz gris en la oscuridad ahora. Era un poco más
fácil ver frente a él que detrás de él. La presión en sus oídos aumentó hasta
que casi era un sonido zumbante. De hecho, Cooper se frotó la oreja,
tratando de aliviar la presión, y escuchó… había un zumbido que venía
desde adelante, justo alrededor de la curva del túnel.
Levantó su arma y miró alrededor de la pared, la mejilla rozando la
piedra fría y áspera.
Una brillante luz amarilla-blanca lo cegó. Manchas multicolores
corrieron a través de su visión. Entornó los ojos, sus sentidos en alerta
máxima. La mina se había ensanchado en lo que parecía ser una gran
caverna natural. Qué tan grande, no podía decirlo, porque las paredes
estaban bajo una sombra profunda mientras el centro estaba iluminado
como un foco de Broadway.
Bueno, casi-casi-casi Broadway.
Había enormes luces de estadio instaladas alrededor de lo que parecía
una gran jaula metálica alfombrada con Astroturf. En las esquinas
adyacentes, había cámaras de video montadas sobre escaleras de acero y
posicionadas para apuntar hacia abajo, hacia el centro de la jaula.
Allí, acostado de costado, estaba Sam Whittaker y agachado sobre él 284
estaba Park. Los dos estaban desnudos. El césped a su alrededor estaba
manchado de sangre.
—¿Oliver?
Park levantó la vista, aunque Cooper no podría haber hablado más alto
que un susurro si había hablado en absoluto. Miró a Cooper con horror.
—¿Qué hiciste? —dijo Cooper.
—Nada todavía —dijo una voz detrás de él.
E
l oficial Harris sonrió, saliendo de las sombras del muro de la
mina, su rostro descolorido y su expresión aterradora bajo las
duras luces. El arma apuntando a Cooper tampoco ayudaba. A
sus pies, un Robbie Gould de aspecto maltratado yacía inmóvil, con las
manos retorcidas y esposadas en la espalda.
¿Muerto? ¿O inconsciente? No se veía bien, eso era seguro. Flojo, pálido
y con costras de sangre y suciedad. Solo la sospecha de que Harris no
mantendría a un hombre muerto atado le dio a Cooper la esperanza que
Gould estaba vivo. No era que Harris se viera demasiado racional en ese
momento.
—No parece sorprendido de verme, agente Dayton —dijo Harris con el
mismo tono agradable de siempre. Sus ojos oscuros, sin embargo, eran
285
planos y fríos como una serpiente con nada más en mente que su próximo
ataque.
—Bueno, hubo un par de pistas —dijo Cooper, tratando de copiar el
tono de Harris. Su arma, todavía apretada en la mano, se alzó—. La
computadora de Bornestein desaparecida, confiscada por la policía. La
llamada de Gould a la policía. —Decidió no mencionar el insecticida que
Rudi había olido. Si no lograba salir de aquí, no quería ponerla en peligro.
Harris se rio, sonando genuinamente divertido.
—Bueno, si no es usted Sherlock Holmes. Aunque me temo que su
juego final podría necesitar algo de trabajo… y puede volver a bajar su arma.
Hasta el suelo. Y patearla hacia mí, eso es. Ahora ponga sus manos arriba.
Cooper no discutió. Su Taser todavía estaba enfundada debajo de su
chaqueta, pero era un consuelo vacío contra el arma de Harris. Solo
necesitaba mantener a Harris hablando y esperar que Rudi trajera a
Jefferson a la mina lo antes posible. Podía sentir a Whittaker y a Park
mirando desde el interior de la jaula, pero no se atrevía a apartar sus ojos
de Harris.
—Siempre ha sido usted, usando su uniforme para manipular las
búsquedas y moverse inadvertido. ¿Es aquí donde los trajo para matarlos
antes de tirarlos por el bosque?
—Hice lo que debía hacerse para proteger este pueblo.
—¿De quién? —Cooper no dijo directamente Porque es el único loco
acarreando cuerpos, pero estaba implícito.
Harris no parecía ofendido. En todo caso, parecía pensativo.
—De los monstruos, por supuesto. Lobos.
Cooper inhaló bruscamente. Había tenido una sospecha creciente, pero
aún era sorprendente escuchar a Harris decir la palabra. Admitir que estaba
al tanto.
—No hubo ningún hombre lobo secuestrando y matando gente. Era
usted matando hombres lobo. Y, supongo que quien fuera que se
interpusiera en su camino.
—Justicia. Usted, de entre todas las personas, debería entenderlo,
agente Dayton. —Harris inclinó su cabeza para contemplar a Cooper. El
gesto le recordó mucho a Park, Park, que era gentil y amable y actualmente
estaba enjaulado como un animal rabioso detrás de él; eso hizo que Cooper
286
sintiera que una oleada de ira inundaba sus venas. Como si no fuera
suficiente que Harris fuera repugnante, ¿esperaba empatía? ¿Sentirse
justificado?
—¿Entender? —dijo Cooper, con la voz apenas bajo control—. ¿Qué hay
que entender? ¿Cómo torturó y asesinó a hombres inocentes?
—Hombres inocentes —se burló Harris—. ¿Jacob Symer era un hombre
inocente? Sé que le destrozó como una muñeca de trapo y lo dejó para que
se muriera. Al igual que destrozó a las mujeres en Filadelfia después que
él... —La voz de Harris se atoró. Se había convertido en grava como la tierra
debajo de sus pies. El primer signo de emoción genuina que había
demostrado, tal vez, desde que Cooper lo había conocido, y algo hizo clic en
la cabeza de Cooper.
—Él mató a su hija, ¿no?
Harris parpadeó rápidamente. Sus ojos desenfocados, obviamente
estaban reproduciendo algunos recuerdos. La mano de Cooper avanzó hacia
su Taser.
—Cuando descubrí que estaba viviendo aquí, me trasladé a Florence.
Lo iba a hacer bien. Encontrar la evidencia que su maldito BSI no podía.
Quería ponerlo tras las rejas yo mismo. No estuvo aquí dos semanas antes
de que esa pobre muchacha viniera a pedirnos ayuda. Dijo que la estaba
acosando en el trabajo. Lo mismo que había sucedido en Filadelfia. ¿Y qué
hicimos? Nada. Es un lugar público, dijo la jefa. No había amenazas
manifiestas. Era un jodido monstruo, su existencia era una amenaza
manifiesta.
—Ella no lo sabía. Pero usted sí. ¿Por qué no le dijo al BSI?
—¿Y verlo deslizarse entre sus dedos otra vez? El BSI nunca pudo
atarlo a los asesinatos, solo a su ataque. No era suficientemente. Él iba a
salirse con la suya mientras esos idiotas en D.C. estaban ocupados
tropezando con la burocracia. ¡Tan concentrados en guardar sus putos
secretos que ni siquiera hacen su trabajo! —Los ojos de Harris se tensaron
de rabia—. No. No había garantía de que lo volvería a encontrar.
Cooper se sorprendió de lo informado que estaba Harris. Pero si alguien
que él había amado hubiera sido brutalmente asesinado, habría hecho todo
lo posible para conseguir respuestas también. Tal vez incluso estaría
tentado a buscar venganza. ¿Pero esto? ¿Todos los otros? Sea cual fuere que
hubiera sido el plan original de Harris, esto iba más allá de la venganza. Y
Cooper no creía que pudiera haberlo hecho solo. 287
—¿Entonces lo mató? ¿Juez, jurado y verdugo?
—¿Yo? No. La ejecución era demasiado buena para él. Él destrozó a mi
hija. Yo quería que él sintiera lo mismo.
—¿Cómo? —preguntó Cooper—. ¿Qué… es esto?
Se arriesgó a apartar la mirada del arma y mirar hacia la jaula. Las
cámaras, la sangre en el centro del piso cubierto de Astroturf. Oliver y
Whittaker, ambos estaban de pie ahora. Whittaker estaba inclinado hacia
adelante, sus ojos brillando con intensión hacia Gould.
Oliver estaba de pie detrás de él, con un brazo restrictivo sobre los
hombros. Él encontró la mirada de Cooper y le dirigió una propia que decía...
¿qué? ¿Estás en peligro? No me digas, Sherlock. ¿Ayúdame? Ídem. ¿Todo va
a estar bien? La perspectiva no era buena. No a menos que mantuviera a
Harris hablando hasta que llegaran los refuerzos.
Un gemido bajo provino de un Gould ligeramente agitado en el suelo, y
el brazo de Oliver se apretó alrededor de Whittaker. Si lo estaba refrenando
o sosteniendo no estaba claro. Debajo de las luces del estadio se
entrelazaban sombras que parecían amantes abrazándose o luchadores en
un ring. Un escenario. Una arena.
—¿Está... haciendo que luchen entre ellos? —susurró Dayton, casi
temeroso de adivinar, de decirlo en voz alta. Era demasiado absurdo si
estaba equivocado.
Y demasiado horroroso si tenía razón.
—Cuando el mundo los vea como los depredadores viciosos que son,
tal vez entonces finalmente habrá justicia. La gente tiene derecho a saber.
Les estoy contando.
—¿Secuestrando hombres lobo como Symer y Baker y haciéndolos
pelear uno contra otro en cámara? —Algunos más también, se dio cuenta
Cooper. El miembro perdido de la manada de Worcester. Los hombres lobo
que desaparecieron en su camino por el pueblo. Harris los estaba cazando
y haciéndolos pelear a muerte como perros en un ring. No era de extrañar
que los cuerpos parecieran ataques de hombres lobo. Lo eran. Con Harris
tirando de los hilos.
¿A dónde demonios habían ido esas grabaciones? ¿Cuánto daño ya
había sido hecho? Cooper pensó en la computadora perdida de Bornestein,
el caro equipo de gimnasio. No había forma de que Harris hubiera podido
armar todo esto solo.
288
—Entonces todo ha sido sobre justicia, ¿verdad? ¿Entonces fue su idea
subastar los videos en línea al mejor postor? ¿O fue de Kyle?
—Estamos haciendo un servicio al mundo. El dinero era solo para
ayudarlo. No para lucrar. Sino para nuestra misión.
—Pero Kyle no lo vio así, ¿verdad? —dijo Cooper, improvisando
mientras las pistas caían en su lugar—. Solo estaba por el dinero.
¿Discutieron? ¿Amenazó con irse? ¿O con entregarle? Estaba haciendo la
mayoría del trabajo. Robó el material para armar este lugar de su último
trabajo. Él fue quien trajo osos cuando usted no podía conseguir hombres
lobo para las peleas. No le necesitaba. No necesitaba compartir las
ganancias. ¿Es por eso que lo mató?
La cara de Harris se estaba volviendo cada vez más oscura, y comenzó
a sacudir la cabeza.
—No —continuó Cooper—. Se lo dejó a Baker, ¿verdad? ¿Tal vez le
prometió libertad si mataba a Bornestein por usted? O tal vez Baker solo lo
odiaba lo suficiente como para matarlo de todos modos. ¿Vendió imágenes
de eso? ¿O eso era justicia también?
—Está equivocado, no tuve nada que ver con eso. Kyle debería haber
sabido que no debía darle la espalda a un animal moribundo. Lo hice pagar
por eso.
—Secuestrando a otro hombre lobo para matar a Baker. ¿Cómo diablos
estaba haciéndolo? ¿Encontrarlos, atraerlos? ¿Es ahí donde entraba Gould?
Detrás de él, Whittaker gritó:
—¡No! —Su voz era ronca, pero todavía había pelea en él—. Robbie
nunca…
—¡Deja de aullar! Gould vino a mí. Sabía que algo estaba pasando en
el Pumphouse con todos los monstruos que pasaban por allí. Pensaba que
era la mafia. En Florence. —Harris se echó a reír—. Idiota.
—Pero usted se dio cuenta de que había tropezado con la parada de la
ruta 66 de los hombres lobo. Entonces le prometió respuestas e intentó que
trajera a Sam aquí con él. ¿Creía usted que iba a tomar el lugar de
Bornestein? ¿Qué le contaría sobre hombres lobo y él sería su nuevo
compañero? ¿Su topo?
Harris le dio a Cooper una mirada divertida.
—No necesitaba otro compañero.
289
Cooper vio un cambio en las sombras detrás de Harris. Alzó la voz.
—Oh, sí, obviamente tiene todo bajo control. Puedo decirlo por todos
los cuerpos amontonándose. Un grupo de los cuales no son, ya sabe, ni
siquiera hombres lobo.
—Le dije que Bornestein…
—Estoy hablando de Gould, Eagler y Miller. Habla de castigar a los
culpables y exponer a los hombres lobo, pero ¿qué hay de ellos?
—Le salvé la vida a Jenny Eagler.
—¿Le salvó la vida? —dijo Cooper—. La secuestró. Ella casi muere.
—¡No fue mi culpa! —gritó Harris—. Fue de él. —Su arma se apartó de
Cooper para señalar a Park, y Cooper deslizó sus dedos alrededor del mango
de su Taser.
Cooper era un buen tirador. Un excelente tirador. Era lo único de lo
que se suponía que debería estar agradecido con su padre y las actividades
de unión huecas que había forzado en Cooper y su hermano. Pero una Taser
no era conocida por su precisión y Cooper no quería arriesgarse. No con el
arma de Harris apuntando a Park. Vamos Jefferson.
—Estúpido Miller. Obsesionado con esa chica y ella ni siquiera podía
recordar su nombre. Él vino a llorarme sobre cómo ella estaba sobre ese
animal esa noche.
—Así que pensó que ella era un hombre lobo.
—Resulta que ella era simplemente perversa. —Harris escupió en el
suelo—. Pero no es de mi incumbencia juzgarla por eso.
—Entonces la dejó en el campo. Pero, ¿qué, Miller le vio llevarla? ¿Le
siguió hasta el lugar de Baker? ¿Intentó convencerlo de que se uniera a
usted también o le disparó al verlo?
—El tonto siempre me estaba espiando. Siguiéndome. La seguí
también. Cuando él se enfrentó a mí, lo llevé a casa de Baker y le mostré los
videos. Cómo es que cualquiera puede ver eso y no verlo por lo que es... Pero
no lo entendió. Pensó que eran geniales. —Harris se atragantó con la palabra
como si se estuviera pudriendo en su boca—. ¿Qué más podía hacer? Él
necesitaba ser sacrificado. Pobre Mikey. Hubiera estado tan molesto de
escuchar toda la mierda que dijo la jefa sobre él cuando le dije que lo atrapé
bebiendo en el trabajo. Es bueno que no estuviera cerca para ver la
suspensión con la que ella iba a abofetearlo tan pronto como los elegantes
agentes abandonaran la ciudad. Mientras tanto ella me hizo decirle que se
290
quedara en casa “enfermo” para evitar cualquier vergüenza. Eso hizo las
cosas mucho más fáciles para mí, ¿no le parece?
Cooper tragó saliva y se concentró en no mirar por encima del hombro
de Harris al movimiento en las sombras. Su garganta estaba tan seca que
raspaba con cada trago. Harris estaba loco. Ese era el verdadero peligro de
matar. Asesinar era como hacerse un tatuaje. Con el primero te preguntas
cuidadosamente por qué; cada uno después te preguntas ¿por qué no?
Harris apuntó su arma a la cabeza de Cooper.
—Lástima que la buena suerte nunca dura. Ahora supongo que tendré
que sacrificarle también.
La mano de Cooper apretó su Taser incluso cuando escuchó a alguien
gruñir y golpear la jaula. Park. Sintió un destello de miedo. Aún no. No
quería dejar a Park para enfrentar esto solo…
—Tim, para.
Cooper se balanceó de alivio cuando Jefferson entró en la caverna. La
vista de la fría confianza de su compañero, la forma despreocupada en que
evaluó la situación, observando la escena de terror con una expresión casi
cansada de sorpresa, abrió algo dentro de Cooper. De hecho, Jefferson
estaba tan despreocupado que ni siquiera tenía su arma en alto...
—Ha visto demasiado, Marty —dijo Harris, sin siquiera mirar sobre su
hombro, su arma sin vacilar ni apartarse de la cabeza de Cooper—. Y
también hemos desperdiciado tiempo ya. —La voz de Harris había
cambiado. Se hacía eco como si él estuviera hablando desde el final de un
largo túnel. ¿O su voz era la misma y era Cooper quien había cambiado? No
podía escuchar correctamente sobre el bombeo de sangre a través de su
cabeza, y su vientre se encogió tan fuerte que se balanceó hacia adelante.
Alguien dijo:
—Jefferson, ¿qué está pasando? —Cooper se dio cuenta que era su
propia voz.
Las manos de Jefferson se alzaron, con las palmas hacia fuera en un
gesto apaciguador, como si Cooper fuera el que estuviera agitando armas en
el aire haciendo amenazas.
—Dayton, escúchame. No es lo que piensas. Por el amor de Dios, Tim,
baja tu arma.
Harris dudó, y luego bajó un poco su arma, manteniéndola apuntada 291
a las rótulas de Cooper.
—¿Qué… qué está pasando? —repitió Cooper estúpidamente. Sonaba
como un niño. Se sentía como un niño.
Jefferson caminó hacia él, sonriendo un poco tristemente. Rodeó el
cuerpo inmóvil de Gould sin darle una mirada. Tampoco parecía preocupado
por darle la espalda al arma de Harris.
Cooper apartó la mirada de la cara de Jefferson, familiar y a la vez la
de un extraño, mirando la oscuridad del túnel detrás de él como si alguien
más fuera a salir de allí. Como si todo esto fuera una broma elaborada.
—Yo… ¿dónde está Rudi?
—No te preocupes por la perra lobo. Ella no se interpondrá en nuestro
camino.
Cooper escuchó un jadeo y un gruñido detrás de él.
—¿La mataste?
—No, no. —Jefferson sonrió—. Todavía podríamos usarla.
—¿Para… qué? —susurró Cooper. Tuvo el repentino y salvaje
pensamiento de que Jefferson quería decir usarla para vencer a Harris. Pero
no, Harris era solo un hombre.
No necesito otro compañero.
—Lo sabías. Siempre lo has sabido. Estabas buscando a Symer desde
el principio, y cuando lo rastreaste hasta aquí le dijiste a Harris porque
sabías que estaba lo suficientemente loco de dolor como para matarlo.
Jefferson tenía su rostro paciente, el que le daba a Cooper cuando
estaba cerca de descubrir un caso que Jefferson ya había resuelto. Cooper
alcanzó en su bolsillo y Harris levantó su arma nuevamente. Cooper se
congeló.
—Tranquilo, Tim. Simplemente lo está resolviendo —dijo Jefferson.
Después de un momento, Harris bajó su arma. Cooper sacó la pulsera
de la sala de juegos y la arrojó al suelo entre ellos, sin molestarse en evitar
dejarle sus huellas digitales esta vez. Parecía un punto discutible.
—Ben Pultz, el chico de D.C., no desapareció simplemente. Lo enviaste
aquí para que fuera masacrado —dijo Cooper ahora. Su voz todavía sonaba
rara. Como si su lengua fuera demasiado gruesa para su boca. 292
—No. Envié a Pultz aquí porque era un depredador que iba a ser
liberado. Al igual que Symer.
—Tenía una coartada…
—Una endeble. Si no fue él quien mató a esa mujer, habría sido él algún
día.
—Pero él no fue el único, ¿verdad? —dijo la voz de Park desde detrás
de él. Una mirada de tal odio apareció en el rostro de Jefferson que era
irreconocible por un momento antes de suavizarse nuevamente a leve
molestia—. El Trust estaba recibiendo informes de hombres lobo
desaparecidos. Por supuesto, con las tensiones como están, de todos modos
muchas se iban de la red, así que nos llevó un tiempo darnos cuenta de lo
que vinculaba a algunas de las desapariciones; todas cruzaban caminos con
usted.
Cooper se sintió enfermo. Recordó los casos en los que habían
ingresado a un lobo para interrogar solo para que luego desapareciera. Qué
impresionado había estado Cooper con la paciencia de Jefferson.
La justicia buscará su camino, diría con calma mientras Cooper echaba
humo.
—También se cruzaban caminos con Dayton. Tenía dos enlaces
comunes para seguir —dijo Jefferson, con voz suave—. Pensaba que era
demasiada coincidencia, que este nuevo proyecto especial fuera probado con
Dayton, de todas las personas. Un novato. No cuando agentes como
Corrigan saltarían ante la oportunidad de inclinarse por los derechos de los
lobos. En cambio, usted solicitó específicamente a Dayton. Él podría estar
vinculado a cada lobo desaparecido y tener un motivo personal de venganza
contra Symer para empezar. Mala suerte, eligió al hombre equivocado para
investigar.
Cooper miró rápidamente a Park, quien encontró su mirada con algo
triste en sus ojos. Lamento, tal vez. Lamento de qué, no estaba claro. ¿Que
él hubiera pensado que Cooper estaba asesinando hombres lobo? ¿Que
hubiera fingido que no sabía lo que pasó con Symer y dejado que Cooper se
abriera a él como un tonto? ¿Que hubiera seguido mintiendo acerca de por
qué había sido puesto en este caso mientras se acostaban en los brazos del
otro después de hacer el am… de follar? ¿O todavía pensaba que Cooper
tenía algo que ver con esto incluso entonces?
Park miró hacia otro lado y dijo:
—Estaba equivocado. Pero si lastimas a Cooper, el Trust no tardará 293
mucho en resolverlo y entonces sabrán que fue usted.
—¿Por qué querría lastimar a Dayton? —Jefferson sonrió, y no había
nada amable al respecto—. Él es mi compañero. Eso no tiene que cambiar.
Un sonido extraño escapó de los labios de Cooper. Sintió que alguien
lo había pateado en la garganta.
Jefferson se movió hacia Cooper nuevamente y se detuvo a un par de
metros de él.
—Escúchame. ¿Por qué te uniste al BSI, Dayton? Diablos, ¿por qué te
uniste al FBI? Para proteger a las personas que no pueden protegerse a sí
mismas. Eso es todo lo que estamos haciendo aquí. Se cometieron errores,
sí. Harris no debería haber involucrado civiles. Pero esto es una guerra. Los
sacrificios se hacen por el bien mayor.
Miró a Cooper con ojos suplicantes.
—Dime que entiendes, Dayton. Contigo, otro profesional que entiende
lo peligrosos que son y lo que está realmente en juego, finalmente podemos
hacer la diferencia. Hay más apoyo ahí fuera de lo que crees. Esto no es un
secreto. Bornestein pudo haber sido un tonto, pero nos hizo un favor al
mostrarnos cuántas personas ya saben acerca de los lobos y quieren verlos
matarse unos a otros. Personas que quieren ver a lobos como Symer obtener
lo que se merecen. Dime que entiendes, Dayton.
Cooper miró fijamente los ojos serios y suplicantes de Jefferson. No vio
la locura plana allí que vio en Harris. Jefferson realmente creía que estaba
protegiendo a la humanidad. También quería que Cooper le creyera.
Cooper dijo:
—Entiendo.
—¡Qué! —Ese era Whittaker, su voz sonaba estrangulada. Cooper no
podía darse la vuelta y mirar. La idea de cómo se vería la cara de Oliver
mantuvo su mirada firme hacia adelante, mirando a Jefferson.
—Marty, no confío en esto —dijo Harris, moviendo su arma.
—Nadie le preguntó —dijo Cooper—. Mira. No estoy de acuerdo con
cómo lo han hecho, pero sabes que pensaba que el sistema que tenemos
ahora está jodido. Y ahora descubro, que en lugar de arreglarlo y defender
a ciudadanos inocentes, ¿el Trust está ocupado investigándonos?
¿Mintiéndonos? Esto no es por lo que tomo mi insignia y arriesgo mi vida.
Los ojos de Jefferson prácticamente brillaron bajo las luces.
—Sí. Eso es precisamente. Sabía que lo entenderías, Dayton. Siento no
294
haberte traído antes.
Cooper lo reconoció con un fuerte movimiento de cabeza.
—Entiendo por qué. ¿Pero ahora qué? ¿Cómo… cómo vamos a salir de
esto?
—Whittaker está condenado gracias a su desaparición. Le dije a la jefa
local que estábamos siguiendo una posible pista de su paradero. Al intentar
llevar a un sospechoso de asesinato hostil... bueno, puede ocurrir un
accidente.
Cooper habló sobre la furiosa maldición de Whittaker. Si Oliver estaba
diciendo algo, no podía escucharlo.
—¿Y qué hay de Gould y... y Park?
—Necesitarán ser sacrificados, por supuesto. Lástima lo de Gould,
pero... él hizo su elección. El problema es que no podemos lograr que el
jodido lobo se vuelva contra él. Sin importar qué.
Cooper respiró hondo y se volvió para mirar la jaula. Whittaker se había
agachado a la defensiva, sus músculos mostrándose y temblando, sus iris
ensanchadas para que no se viera blanco en absoluto. No tomaría mucho
para que se rompiera lo último de su control. Oliver todavía estaba de pie,
con los brazos colgando libremente delante como si no se hubiera dado
cuenta de que ya no sostenían a Whittaker. Su cara...
Por un momento de infarto, Cooper pensó que Park estaba herido; que
Harris le había disparado de alguna manera sin que ellos se dieran cuenta
o Whittaker se había arrancado de su agarre literalmente. La expresión de
Park era puro dolor. Pero el dolor y el horror no estaba dirigido hacia
Jefferson o Whittaker, y Cooper sabía que era él quien había herido a Park.
Sus palabras eran el arma.
—Amar a alguien te hace hacer locuras —dijo Cooper, y miró de vuelta
a Jefferson. Esperaba que la falta de aliento de su voz sonara más pensativa
que agonizante.
—¿De qué estás hablando, Dayton?
—Whittaker. Él ama a Gould. Mucho.
Harris se echó a reír.
—Si quieres llamarlo así. Amor. Es asqueroso. Animales siendo
pervertidos con hombres. Es de bestias.
—Sí —estuvo de acuerdo Cooper. E incluso si toda su vida hubiera
295
dependido de ello, no pudo obligarse a mirar a Oliver—. Es asqueroso. Pero
útil.
—¿Qué quieres decir? —dijo Jefferson.
—Podemos usar a Gould no como oponente, sino como motivación. —
Sacó su Taser, su último as bajo la manga, y las armas de Harris y Jefferson
lo apuntaron de inmediato. Jefferson podría alardear mucho sobre querer
que Cooper se uniera a ellos, pero no confiaba en él por completo. Aún no.
Eso era bueno saberlo—. Oigan. ¿Se podrían calmar? Pensaba que querían
escuchar mi plan. ¿O realmente piensan que voy a tratar de salir de aquí
solo con una Taser contra dos armas de fuego? Vamos, Jefferson, me
conoces mejor que eso. Te dije que quiero ayudar.
Después de un momento, Jefferson bajó su arma pero no le dijo a
Harris que hiciera lo mismo.
—Entonces, ¿qué estás haciendo, Dayton?
—Estos Tasers fueron hechos especialmente para lobos, ¿verdad?
¿Quién sabe qué le haría a un humano? Incluso podría ser fatal. —Apuntó
el Taser hacia el cuerpo boca abajo de Gould—. Enciendan sus cámaras.
Whittaker peleará si no quiere que su amigo sufra.
—¡Bastardo! —gritó Whittaker. Se estrelló contra la jaula y se aferró al
costado, sacudiéndola. Por un momento parecía que todo podría
derrumbarse como un castillo de naipes. Pero los gruesos eslabones de
acero se mantuvieron fuertes—. ¡No se saldrán con la suya, malditos
enfermos retorcidos!
Jefferson caminó hasta la jaula, observando la ira de Whittaker
impasiblemente. Como un científico en el zoológico.
—Enciende la cámara, Harris. Dayton tiene razón. Tengo la sensación
de que conseguirás tu mejor pelea.
Harris se rio entre dientes y rápidamente comenzó a subir la escalera
de casi cuatro metros incorporada en la jaula y hacia la cámara colocada en
la parte superior.
Vamos. Cooper lo vio subir por la periferia y caminó sin rumbo hacia
adelante, ajustando el Taser en su mano sudorosa. Una oportunidad. Miró
más allá de Whittaker gruñendo, a Oliver, necesitando verlo en caso que
todo se fuera a la mierda, incluso si lo último que viera fuera odio en sus
ojos.
—Está bien, la cámara está rodando —dijo Harris, comenzando a bajar 296
la escalera.
—Por favor, no hagas esto —dijo Whittaker con voz entrecortada.
—Baja de la jaula y pelea por tu amigo —dijo Cooper sin dejar de mirar
a Oliver. Confusión, ira, dolor y solo un destello de algo que Cooper esperaba
que fuera fe—. Baja de la jaula o lo mataré.
Whittaker soltó los enlaces y tropezó hacia atrás.
—Bueno, mira eso. —Jefferson se echó a reír—. Sabes, creo que en
realidad realmente se preocupa por él.
—Sí —dijo Cooper a Oliver—. Creo que lo hago.
Cooper acaba de registrar la ampliación infinitesimal en los ojos
dorados de Oliver antes de arrojarse sobre la espalda de Jefferson,
haciéndole perder el equilibrio y derribándolo contra la escalera.
—¿Qué demoni...? —estaba gritando Harris, pero Cooper ya había
levantado su Taser, la sostuvo contra el poste presionado contra la cara de
Jefferson y apretó el gatillo. Y siguió apretando.
Cooper sintió que Jefferson se sacudía espasmódicamente debajo de él
y escuchó el sonido del grito de sorpresa de Harris. Jefferson, con los pies
firmemente puestos en tierra, obtendría lo peor, pero todo lo que Cooper
necesitaba era que Harris soltara la escalera, y a juzgar por el repugnante
sonido del cráneo golpeando el suelo de roca, lo había hecho.
Cooper rodó fuera de Jefferson, soltó el Taser y se apresuró a buscar el
arma que él había dejado caer. Tuvo un momento para notar los vellos de
sus brazos erguidos y el cosquilleo incómodo en su mandíbula antes de
escuchar la voz de Oliver sonar a través de la cueva.
—¡Cooper, detrás de ti! —Cooper sintió una oleada de calor al
escucharlo decir su nombre con preocupación.
No es el momento, Dayton.
Cooper se dio la vuelta, arma arriba. Pero Jefferson no se movía. Sus
ojos estaban cerrados, la boca abierta y un brillo enfermizo de sudor lo
cubría. Harris, sin embargo, había tropezado hasta quedar de rodillas; con
una mano sostenía su cabeza sangrante y con la otra apuntaba con un arma
a Cooper.
No. Aún no. Ahora no.
—Tú, mierd…
Un pie salió de la nada y se estrelló contra la cabeza de Harris como
una cabellota de fútbol americano. Él se cayó y se quedó quieto.
297
—¡Rudi!
—Sam —dijo ella. Salió como un suspiro de alivio. Cooper vislumbró
un vistazo del amor feroz y crudo en su rostro, el amor de una madre, antes
de que Rudi se recompusiera—. Y Ollie. Me alegra verte tan... bien. —Sonrió
con suficiencia. Oliver parpadeó y casualmente se cubrió la ingle.
—Está aquí —dijo Cooper tontamente.
—Sí. Conocí a su compañero. No fue muy cálido. Pero supongo que
sabe eso ahora. —Ella asintió al siniestramente quieto Jefferson. Cooper se
preguntaba si estaba muerto, y sintió una extraña combinación de
arrepentimiento repugnante y furiosa satisfacción. Una por el Jefferson que
creía conocer, la otra por la persona que Jefferson había revelado ser.
—Lo... lo siento —dijo Cooper. Las palabras se sentían estúpidas y
lamentablemente insuficientes, pero tenía que acostumbrarse a ellas. Tenía
la sensación de que las estaría diciendo mucho. Él no miró a Oliver.
—Pensé que eras… pensé que ese imbécil había... —La valentía de Sam
se estaba agrietando—. ¿Cómo…? —Se interrumpió y se tensó, mirando
hacia el túnel.
Qué nuevo infierno...
Pero era Christie corriendo hacia la habitación y deteniéndose.
—Sí —dijo Rudi, asintiendo—. Tuve algo de ayuda de este tipo.
—¿Qué…? —Christie estaba mirando alrededor de la mina, Gould,
Harris y Jefferson inmóviles en el suelo, Cooper se dejó caer de rodillas,
Oliver y Sam desnudos en una enorme jaula con una cámara de video
enfocada hacia ellos. Las grabaciones necesitarían ser encontradas y
destruidas antes que la policía local consiguiera poner sus manos en ellas,
sin importar lo que ya hubiera salido al mundo.
—Entonces no pasa nada inusual, ¿eh? —gritó Christie, mirándolos a
todos.
—Ya ha terminado —dijo Cooper. Esperaba que eso fuera cierto.

298
—E
sto no es exactamente lo que tenía en mente cuando
dije que funcionara, Dayton. —SAC Santiago se pasó
la mano por el cabello cortado. Cooper notó que
parecía un poco grasiento, su rostro no estaba tan impecable como siempre,
como si tal vez ella no hubiera tenido tiempo de prepararse antes de las
noticias del programa de mierda más grande que jamás haya golpeado al
BSI hubieran llegado a D.C. Después de haber pasado por el ojo de la
tormenta de mierda él mismo, ni siquiera quería saber cómo lucía, y se sentó
en la sala de interrogatorios de Florence con su espalda directamente al
cristal reflectante para evitar vislumbrarse a sí mismo.
Y esa era la única razón. No porque tuviera miedo de quién podría estar
del otro lado observando. Escuchando. 299
Debe haber sabido lo que estaba pasando. Eran compañeros, por el amor
de Dios.
Harris se había despertado con una conmoción cerebral, un par de
puntos en la cabeza y un par de esposas en las muñecas. Según Santiago,
una vez que había dejado de maldecir y predecir el final de los tiempos,
había comenzado a hablar. Aún pensando que alguien lo entendería. Aún
sin sentir culpa por todas las muertes y la destrucción. Y había habido
muchas. Los equipos de búsqueda ya habían comenzado a recuperar los
restos de otras víctimas dispersas por el bosque.
En total, nueve muertos, siete de ellos eran hombres lobo, cinco de los
cuales eran hombres lobo con los que Cooper y Jefferson se habían cruzado
en varios casos.
¿Cómo podría no haberlo sabido?
La agente Corrigan, quien, como era de esperar, no era la sensiblera
que Jefferson había afirmado, sino más bien, una mujer sensata y
competente que habló con Rudi y Sam con respeto y manejó la confusión
frustrada de la jefa Brown con encanto, fue elegida para dirigir un equipo
para recuperar la computadora de Bornestein de la casa de Harris,
recolectar todo el material de archivo que pudiera ser encontrado y
comenzar a rastrear a los psicópatas que pagaron por ver a la gente
destrozarse. No sería fácil. Bornestein había establecido algún tipo de
negocio, crudo en su simplicidad y moldeado en base al porno en línea. Los
miembros pagaban una tarifa y desbloqueaban el video de su elección por
un espacio de tiempo. Había anunciado pequeños clips a través de salas de
chat y sitios de caza. Ni siquiera estaba en la dark web. Porque etiquetaba
los videos como “efectos especiales”, y la mayoría de la gente asumía que los
clips eran falsos y no se molestaban. Solo aquellos que ya sabían lo que
estaban buscando seguían los clips de regreso al sitio y pagaban la tarifa
para ver más. Personas que iban en busca de hombres lobo asesinándose
brutalmente.
En su mayor parte, Bornestein acababa de acceder a un mercado que
ya existía, lo que lo hacía aún más horrible. Había movido el sitio con
bastante regularidad para evitar ser detectado, pero no necesitaba haberse
molestado. El BSI no estaba buscando en línea, no tenía una división de
delitos cibernéticos, ni siquiera había pensado en vigilar la web. Todavía era
una torpe organización pequeña, no habían considerado que los crímenes
de lobos podían ocurrir en línea y ciertamente no habían estado pensando
en crímenes contra lobos.
300
Todo eso iba a cambiar ahora. Mientras Corrigan rastreaba las
direcciones IP, ella armaría una unidad cibernética de su elección. Cooper
le deseaba éxito, pero no contendría la respiración. Internet era una casa de
los horrores muy grande con más rincones oscuros que cuartos seguros.
No le habían pedido que se uniera a ese equipo y no esperaba que lo
hicieran. Ni siquiera estaba seguro si seguiría teniendo trabajo después de
esto.
¿Cómo podría no haberlo sabido?
Tan pronto como el BSI comenzó a llegar a Florence, Cooper había sido
conducido a la sala de interrogatorios donde había repasado lo sucedido una
y otra vez; tantas veces que había adquirido la calidad de pesadilla, el
contarlo se había vuelto de alguna manera más real que la experiencia
misma.
Excepto por la cara de Oliver en esa maldita mina. Su expresión se
torcía con dolor, ira y traición. Eso todavía se sentía bastante real.
Junto con el BSI, varios miembros del Trust habían llegado con
silenciosas miradas intensas y energía temblorosa acechando justo debajo
de la piel y se habían llevado a Oliver de inmediato. Cooper no lo había visto
desde entonces. Era posible que lo hubieran llevado de regreso a
Washington o... donde sea que estuviera establecido el Trust. No lo sabía.
La ansiedad erizaba los pelos en la parte posterior del cuello de Cooper.
Era posible que nunca viera a Oliver de nuevo. Se maldijo por sentirse
herido.
¿Qué, esperaba que Oliver se quedara y se despidiera? ¿Después de
todo lo que había pasado? Tal vez era mejor de esta manera. Realmente no
se habían conocido de todos modos. No realmente.
—¿Lo sabías? —dijo Cooper.
Santiago estaba revisando su declaración escrita pero levantó la vista
sorprendida y con indicios de indignación. Cooper aclaró:
—Sobre Oli… el agente Park, quiero decir. Que todo el asunto de la
asociación era solo una tapadera. ¿Sabías que yo estaba siendo investigado?
La mirada de Santiago parpadeó sobre su hombro hacia el cristal de
dos vías y luego de vuelta, su rostro ahora ligeramente a la defensiva.
Cooper suspiró.
—Excelente. Gracias. —Eso hacía que otra persona a la que se
consideraba un poco cercano había creído que él era capaz de asesinar en
301
serie y cometer crímenes de odio. Se estaba haciendo difícil no tomarlo como
algo personal.
Ella miró por encima de su hombro hacia el cristal otra vez.
—Mira, solo estaban siguiendo la evidencia. Pensé que era una pérdida
de tiempo. Traté de advertirte que mantuvieras tu mejor comportamiento.
—Sí, lo hiciste. La jodí, ¿no?
—Tú…
La puerta de la sala de interrogatorios se abrió con un fuerte clic, y
Cooper giró en su asiento y luego casi se cae.
Margaret Cola, directora del Trust, y, en lo que respectaba al BSI,
cabeza de todos los hombres lobo, entró. Como la mayoría de las veces, al
ver a una persona famosa en la vida real, ella parecía extrañamente más
pequeña y fuera de lugar en la sala de cemento, con un vestido tubo simple
pero elegante, tacones mínimos y perlas que destacaban contra su profunda
piel marrón oscura. Parecía una directora ejecutiva exitosa yendo a una
fiesta de jardín de la empresa. Aun así, había algo agudo y peligroso sobre
el brillo de sus ojos, el destello de sus dientes contra su lápiz labial ciruela
perfecto y la manera sin prisas en que pasó junto a Cooper y se sentó al lado
de Santiago.
—Señora —dijo Cooper, parándose tan pronto como la vio. Cuando
nadie dijo nada, se sentó de nuevo.
—Agente Cooper Dayton —dijo Cola, luego se detuvo, como si todo lo
que tuviera que decir fuera eso. Su nombre. El título de su trabajo.
Simplemente dichos juntos era una reprimenda en sí mismos.
Cooper intentó mantener el contacto visual, necesitando que ella viera
la culpa y vergüenza que sentía, pero su mirada plana cayó como un peso
físico sobre la parte trasera de su cuello, y después de un momento tuvo
que mirar hacia otro lado.
—Su compañero ha despertado —dijo Cola. Su voz era familiar por
aquellos absurdos videos de entrenamiento, pero aún diferente. De tono más
alto y ligeramente infantil. Se preguntaba si bajaba el tono a propósito en
los videos para conseguir más respeto. Innecesario en persona donde la
energía dominante salía de ella en oleadas, y obligaba a Cooper a ponerse
de rodillas.
—¿Mi… compañero? 302
—Martin Jefferson. No tendrá heridas permanentes.
—Lástima —dijo Cooper entre dientes, y luego recordó que estaba
tratando de hacer creer que él no era inestable—. ¿Ha dicho por qué?
—Está eligiendo no hablar en este momento. El director Furthoe y yo
hemos acordado que será trasladado bajo nuestra custodia mañana por la
mañana. —Ella sonrió rápidamente. O tal vez solo mostró sus dientes. De
cualquier manera, Cooper no pensaba que nuestra custodia significaba el
BSI. Se estremeció. Lo que sea que estuviera reservado para Jefferson no
era más que lo que merecía—. ¿Tiene algo que quiera decirle antes de eso?
—No —dijo sin dudarlo.
Cola continuó observándolo, esperando más, pero ¿qué podría
posiblemente tener que decirle a Jefferson? El hombre que Cooper pensó
que había conocido nunca había existido realmente. Si pudiera volver a
hablar con ese tipo, el que lo había convencido de darle una oportunidad al
BSI cuando no creía poder manejar el aprendizaje sobre hombres lobo, el
que lo arrastraba a un bar cuando se ponía demasiado melancólico y lo
empujaba hacia tipos que creía que Cooper podría pensar que eran lindos a
pesar de que nunca lo eran, si pudiera hablar con ese Jefferson, él le pediría
que no desapareciera. Le diría lo solo que se sentía ahora. Lo avergonzado y
asustado.
—No tengo nada que decirle —dijo Cooper con firmeza—. ¿El agente
Park regresará con él mañana?
—¿Por qué piensa eso?
—Bueno, sigue siendo su caso, ¿no? Investigar a los hombres lobos
desaparecidos era la verdadera razón por la que nos asociaron.
—Eso no fue solo una tapadera, agente Dayton. —Ella se reclinó en su
silla y la presión en el aire disminuyó repentinamente. Cooper tomó una
respiración temblorosa.
Santiago dijo:
—Queremos implementar el programa. Comenzar a emparejar a
agentes del Trust y del BSI juntos.
—¿Incluso después de todo esto?
—Especialmente después de todo esto. Creemos que usted y Park
trabajaron bien juntos. Se complementaron entre sí.
—No sé cuánto traje a la mesa. 303
—Y sin embargo, Park habla muy bien de usted.
—¿Lo hace? —dijo Cooper, asombrado.
Las cejas de Cola se torcieron.
—Eso le sorprende.
—Bueno, tiene que admitir que las últimas veinticuatro horas no han
ido exactamente viento en popa.
Ninguna de las mujeres lo contradecía allí.
—Cuando la noticia de lo que sucedió aquí llegue a la comunidad de
hombres lobos, un frente unido entre Trust y BSI nunca será más
importante —dijo Cola—. Nos gustaría que usted y Park lideren eso y
continúen trabajando juntos.
La mente de Cooper se aceleró. Esta conversación estaba muy lejos de
lo que esperaba, por lo que tuvo que resistir el impulso de pedirle a Cola que
retrocediera y comenzara de nuevo. Santiago estaba mirándolo
intensamente, obviamente frustrada porque no él estaba expresando su
acuerdo inmediatamente.
Tomó un respiro profundo.
—Necesito hablar con Oliver primero.
Santiago le dirigió una mirada aguda, pero Cola solo sonrió levemente,
como si hubiera leído su mente y supiera todo lo que temía. No se
sorprendería si ella lo hiciera.
—Tómese su tiempo. Creo que le han dado una licencia pagada de una
semana. A Park también. Quizás a ambos les interesaría pasar un tiempo
discutiéndolo aquí en Florence. —Se puso de pie, pero no antes de que
Cooper viera un destello de diversión—. Park actualmente se encuentra en
su hotel. Recuerda el número de la habitación, ¿no?

Por segunda vez en veinticuatro horas, Cooper estaba afuera de la


puerta de Oliver, seguro de que no debería estar allí. No tenía idea de qué
hora era, pero estaba oscuro, las calles estaban en silencio y había sido uno
de los días más largos de su vida. No sabía mucho sobre el pasado de Oliver,
pero estaría dispuesto a apostar que ser secuestrado, enjaulado y pedido
que luche por su vida no era una tarde de jueves típica para él tampoco. 304
Cooper debería terminar por esta noche y hacer arreglos para tener una
buena discusión profesional mañana. Especialmente considerando lo que
había pasado la última vez que se había presentado en la habitación de
Oliver sin un plan. ¿Eso apenas había sido anoche?
Descansó silenciosamente la palma de su mano contra la puerta.
Y luego casi se cayó de culo cuando se abrió la puerta.
—Oliver… Park —enmendó, inseguro si era bienvenido en usar su
nombre de pila. El resultado Oliver Park sonó como si estuviera allí para
entregarle documentos de la corte.
—Yo solo estaba... —Oliver se detuvo y parecía inusualmente
nervioso—. No te esperaba aquí esta noche.
—Me acaban de liberar. ¿Podemos hablar?
Oliver le hizo un gesto para que entrara con tan exagerada cortesía y
distancia que Cooper no dudaba que ambos estaban pensando en los
paralelos de la noche anterior. Evitó deliberadamente mirar el sofá y se sentó
en la silla de escritorio de respaldo duro. Oliver se sentó frente a él en el
borde de la cama, haciendo una mueca.
—¿Estás herido? —preguntó Cooper.
—No es nada. No debería haber tratado de pelear después de que Harris
me disparara con la Taser. —Él hizo una pausa—. Vi a Gould en el hospital
recuperándose. Con Whittaker merodeando sobre su cama y el
guardabosques Christie merodeando sobre Whittaker.
Eso... afortunadamente no era asunto de Cooper. Ya tenía bastantes
relaciones incómodas que resolver él mismo.
—¿Qué sabe Christie?
—Él ya se imaginaba que algo estaba pasando, por eso estaba siguiendo
a Jefferson y encontró a Rudi atada. Pero obtuvo la misma historia que el
resto del pueblo. Conspiración, ring de lucha ilegal al estilo “El Juego Más
Peligroso”. La verdad menos los hombres lobo, por supuesto.
—Él sabe que algo más está sucediendo. No es estúpido.
—La gente ve lo que quiere ver.
Cooper supuso que eso significaba que la porción de charla ligera de la
noche había terminado.
—Lo que dije, en la cueva, mina, lo que sea... 305
—¿Sí? —Las mejillas de Oliver se sonrojaron un poco y parecía casi
asustado. ¿De Cooper? No. No asustado, sino vulnerable y tentativo.
—Sabes que no quise decir nada de eso, ¿verdad?
La cara de Oliver se cerró y miró hacia otro lado.
—Correcto. Por supuesto.
Esa no era la reacción que esperaba Cooper.
—Fue la única manera que pude pensar para derribar sus guardias.
—Lo sé. Fue buen trabajo. Eres un buen agente.
Cooper sacudió la cabeza con fuerza. Si hubiera sido un buen agente,
ninguno de ellos habría estado en esa situación en primer lugar.
—Supongo que sabes que ellos, eh, quieren que sigamos trabajando
juntos.
—Sí.
—Entiendo si no quieres. Les diré que no y tomaré toda la
responsabilidad si eso es más fácil para ti. No sé si tienes que hacer lo que
Cola dice o si tu deuda está pagada ya o lo que sea. Quiero decir, solo pasé
cinco minutos con ella y estuve bastante cerca de arrodillarme a sus pies y
ofrecerle toda una vida de servidumbre, pero solo di la palabra y diré que
no. Yo como que estaba preparándome mentalmente para un cambio de
carrera, de todos modos.
Oliver lo miró perplejo.
—¿Por qué no querría trabajar contigo?
—¿Por qué lo harías? —preguntó Cooper sin rodeos—. Desde que nos
conocimos, no he dejado de meter la pata y mi cabeza en el culo.
—Muy flexible de tu parte. Buen rasgo en una pareja.
Sacudió la cabeza, no estaba de humor para bromear.
—He sido un bastardo desde el comienzo. Casi consigo que te maten.
He estado ayudando e incitando a un puto sociópata.
—No sabías eso.
—Debería. —Pensó en todas esas pequeñas estúpidas indirectas que
Jefferson hacía sobre los hombres lobo. Él simplemente las ignoraba,
¿porque cuál era el daño de algunos comentarios obscenos si así era como
Jefferson liberaba el estrés?
Mucho daño. 306
Se puso de pie y comenzó a caminar, incapaz de quedarse quieto. ¿Y si
Harris no fuera el único familiar inestable y afligido que Jefferson había
avivado por venganza con sus odiosas palabras? ¿Cooper lo habría notado?
—Tenías razón en no confiar en mí. Bien podría haber sido cómplice.
Jesús, soy tan estúpido.
—Oye. —Oliver extendió la mano y agarró la muñeca de Cooper,
deteniéndolo a medio camino—. Confío en ti.
—Entonces tú eres muy estúpido.
Oliver levantó una ceja.
—Ya veo por qué no te disculpas más a menudo. Eres terrible en ello.
—Gentilmente acercó a Cooper para que quedara parado entre las rodillas
de Park. El aliento de Cooper se trabó un poco, muy consciente de dónde se
estaban tocando sus piernas, los pequeños espacios entre sus cuerpos, la
suave presión de los dedos de Oliver en su muñeca—. Tal vez soy estúpido.
Pero es mi elección. Y quiero trabajar contigo. Es decir, si tú quieres.
Cooper parpadeó.
—¿De verdad? Quiero decir, sí. Sí. Me gustaría. Eso. Me gustaría eso.
—Se aclaró la garganta—. Si estás seguro.
—Bueno. Se lo haré saber a Cola. Pronto.
Cooper asintió tontamente y ninguno de los dos se movió. Su mirada
bajó rápidamente a los labios de Oliver y la débil cicatriz allí. Todavía había
tanto que no sabían del otro. Y ahora, tal vez tendrían tiempo para
averiguarlo.
La cicatriz comenzó a desvanecerse, y Cooper se dio cuenta que Oliver
le estaba sonriendo lentamente.
—Cuando dijiste que no querías decir lo que dijiste en la mina —
comenzó Oliver, mirándolo atentamente—. ¿Estabas hablando de... todo?
—¿Qué? Oh. —Cooper sintió que se sonrojaba—. Uhhh... —El pulgar
de Oliver comenzó a frotar círculos lentos sobre su muñeca—. No todo, no.
—Bien. —Se llevó la muñeca de Cooper a la boca, inhaló
profundamente y luego rozó sus labios sobre el pulso acelerado—. Tienes
miedo.
Cooper asintió, luego dejó caer la cabeza hacia atrás, jadeando, cuando
Oliver tiró de él más cerca y se movió para acariciar las cicatrices en su
vientre.
—¿Por qué?
307
—Porque puedes lastimarme. —Se escapó sin que Cooper pensara, y él
casi se pateó cuando Oliver se apartó para mirarlo seriamente.
—Nunca lo haría.
—No así. Podrías lastimarme porque... me importa. —Las últimas
palabras fueron nada más que un suspiro murmurado que una persona
promedio no hubiera escuchado.
Oliver escuchó.
Se puso de pie, sus cuerpos presionados juntos, y se inclinó para que
su boca estuviera flotando sobre la de Cooper.
—En ese caso, tú también me asustas.
El corazón de Cooper latió con fuerza y sintió un hormigueo por todas
partes.
—¿Sí?
Sintió la sonrisa de Oliver en sus labios.
—Agente especial Dayton, estoy absolutamente aterrorizado, y no
podría estar más feliz por eso.
Cooper lo besó correctamente entonces, labios y lenguas moviéndose
juntos en una jubilosa reunión. Oliver tenía razón. Sentirse tan bien, tan
seguro, tan feliz, aunque solo fuera por un momento... Valía la pena el riesgo
de lo que pudiera pasar luego.
Cooper pasó las manos por el cabello de Oliver, apretando sus cuerpos
juntos con más fuerza. Se tenían el uno al otro ahora. ¿Qué más había que
decir?

308
I
r a casa desentierra malos recuerdos,
así que es algo que el agente del Buró de
Investigaciones Especiales, Cooper
Dayton, trata de evitar. Cuando es chantajeado
por una visita, Cooper lleva a Oliver Park, su
nuevo y atractivo compañero hombre lobo, con
la esperanza que el viaje ayude a aclarar su
estado como pareja... o no.

Cuando la aguda nariz cambiaformas de


Park descubre un cuerpo en el patio y el padre
de Cooper es el principal sospechoso, Cooper
309
sabe que están solos. La implicación familiar
significa que no hay investigación autorizada.
Tendrán que ir solos y resolver el misterio en
silencio o arriesgarse a ver al padre de Cooper encarcelado.

El caso puede ser frío y antiguo, pero la relación de Park y Cooper se


calienta a medida que trabajan. Y, sin embargo, si Cooper no puede
entender qué sucede entre ellos fuera de la habitación, perderá a alguien a
quien... Bueno, no puede expresar con palabras cómo se siente con respecto
a Park. Él sabe una cosa con certeza: no está listo para decirle adiós, aunque
con el verdadero asesino acercándose cada vez más... puede que no tenga
otra opción.
Charlie Adhara siempre ha amado las
buenas historias y, en ocasiones, alguna mala.
Después de obtener su título en neurociencia,
Charlie decidió que prefería mucho más estudiar
el corazón. Ella ahora escribe romances
contemporáneos, misteriosos, paranormal y gay.
O alguna variedad de eso. Cualquiera sea el
género, sus historias muestran a personas
imperfectas tropezando, dando traspiés con los
problemas y enamorándose.
Charlie ha tropezado bastante ella misma, pero tiende a encontrar su
camino de regreso al noreste de los EE.UU. Después de todo, hogar es donde
está el perro. 310
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